diciembre (ciclo c) -...

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09 diciembre Domingo II de Adviento (Ciclo C) – 2018 1. TEXTOS LITÚRGICOS 1.a LECTURAS Dios mostrará tu esplendor Lectura del libro del profeta Baruc 5, 1-9 Quítate tu ropa de duelo y de aflicción, Jerusalén, vístete para siempre con el esplendor de la gloria de Dios, cúbrete con el manto de la justicia de Dios, coloca sobre tu cabeza la diadema de gloria del Eterno. Porque Dios mostrará tu resplandor a todo lo que existe bajo el cielo. Porque recibirás de Dios para siempre este nombre: «Paz en la justicia» y «Gloria en la piedad.» Levántate, Jerusalén, sube a lo alto y dirige tu mirada hacia el Oriente: mira a tus hijos reunidos desde el oriente al occidente por la palabra del Santo, llenos de gozo, porque Dios se acordó de ellos. Ellos salieron de ti a pie, llevados por enemigos, pero Dios te los devuelve, traídos gloriosamente como en un trono real. Porque Dios dispuso que sean aplanadas las altas montañas y las colinas seculares, y que se rellenen los valles hasta nivelar la tierra, para que Israel camine seguro bajo la gloria de Dios. También los bosques y todas las plantas aromáticas darán sombra a Israel por orden de Dios, porque Dios conducirá a Israel en la alegría, a la luz de su gloria, acompañándolo con su misericordia y su justicia. Palabra de Dios. SALMO 125, 1-2ab. 2cd-3. 4-5. 6 R. ¡Grandes cosas hizo el Señor por nosotros y estamos rebosantes de alegría! Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía que soñábamos: nuestra boca se llenó de risas y nuestros labios, de canciones. R. Hasta los mismos paganos decían: «¡El Señor hizo por ellos grandes cosas!» ¡Grandes cosas hizo el Señor por nosotros y estamos rebosantes de alegría! R.

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09

diciembre

Domingo II de Adviento

(Ciclo C) – 2018

1. TEXTOS LITÚRGICOS

1.a LECTURAS

Dios mostrará tu esplendor

Lectura del libro del profeta Baruc 5, 1-9

Quítate tu ropa de duelo y de aflicción, Jerusalén, vístete para siempre con el esplendor de la gloria de Dios,

cúbrete con el manto de la justicia de Dios, coloca sobre tu cabeza la diadema de gloria del Eterno. Porque Dios

mostrará tu resplandor a todo lo que existe bajo el cielo. Porque recibirás de Dios para siempre este nombre:

«Paz en la justicia» y «Gloria en la piedad.»

Levántate, Jerusalén, sube a lo alto y dirige tu mirada hacia el Oriente: mira a tus hijos reunidos desde el

oriente al occidente por la palabra del Santo, llenos de gozo, porque Dios se acordó de ellos. Ellos salieron de ti

a pie, llevados por enemigos, pero Dios te los devuelve, traídos gloriosamente como en un trono real.

Porque Dios dispuso que sean aplanadas las altas montañas y las colinas seculares, y que se rellenen los

valles hasta nivelar la tierra, para que Israel camine seguro bajo la gloria de Dios.

También los bosques y todas las plantas aromáticas darán sombra a Israel por orden de Dios, porque Dios

conducirá a Israel en la alegría, a la luz de su gloria, acompañándolo con su misericordia y su justicia.

Palabra de Dios.

SALMO 125, 1-2ab. 2cd-3. 4-5. 6

R. ¡Grandes cosas hizo el Señor por nosotros

y estamos rebosantes de alegría!

Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,

nos parecía que soñábamos:

nuestra boca se llenó de risas

y nuestros labios, de canciones. R.

Hasta los mismos paganos decían:

«¡El Señor hizo por ellos grandes cosas!»

¡Grandes cosas hizo el Señor por nosotros

y estamos rebosantes de alegría! R.

¡Cambia, Señor, nuestra suerte

como los torrentes del Négueb!

Los que siembran entre lágrimas

cosecharán entre canciones. R.

El sembrador va llorando

cuando esparce la semilla,

pero vuelve cantando

cuando trae las gavillas. R.

Manténganse puros e irreprochables para el día de Cristo

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Filipos 1, 4-11

Hermanos:

Siempre y en todas mis oraciones pido con alegría por todos ustedes, pensando en la colaboración que

prestaron a la difusión del Evangelio, desde el comienzo hasta ahora. Estoy firmemente convencido de que

aquel que comenzó en ustedes la buena obra la irá completando hasta el Día de Cristo Jesús. Y es justo que

tenga estos sentimientos hacia todos ustedes, porque los llevo en mi corazón, ya que ustedes, sea cuando estoy

prisionero, sea cuando trabajo en la defensa y en la confirmación del Evangelio, participan de la gracia que he

recibido.

Dios es testigo de que los quiero tiernamente a todos en el corazón de Cristo Jesús. Y en mi oración pido que

el amor de ustedes crezca cada vez más en el conocimiento y en la plena comprensión, a fin de que puedan

discernir lo que es mejor. Así serán encontrados puros e irreprochables en el Día de Cristo, llenos del fruto de

justicia que proviene de Jesucristo, para la gloria y alabanza de Dios.

Palabra de Dios.

ALELUIA Lc 3, 4. 6

Aleluia.

Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos.

Todos los hombres verán la Salvación de Dios.

Aleluia.

EVANGELIO

Todos los hombres verán la salvación de Dios.

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 3, 1-6

El año decimoquinto del reinado del emperador Tiberio, cuando Poncio Pilato gobernaba la Judea, siendo

Herodes tetrarca de Galilea, su hermano Filipo tetrarca de Iturea y Traconítide, y Lisanias tetrarca de Abilene,

bajo el pontificado de Anás y Caifás, Dios dirigió su palabra a Juan, hijo de Zacarías, que estaba en el desierto.

Este comenzó entonces a recorrer toda la región del río Jordán, anunciando un bautismo de conversión para el

perdón de los pecados, como está escrito en el libro del profeta Isaías:

Una voz grita en el desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos. Los valles serán rellenados,

las montañas y las colinas serán aplanadas. Serán enderezados los senderos sinuosos y nivelados los caminos

desparejos. Entonces, todos los hombres verán la Salvación de Dios.

Palabra del Señor.

1.b GUION PARA LA MISA

Guion Domingo II de Adviento (C)

(Domingo 9 de diciembre de 2018)

Entrada:

Celebramos hoy el segundo domingo del Tiempo de Adviento. Dentro de quince días será la Navidad. En esta

Santa Misa también vendrá Jesucristo y se hará presente entre nosotros con una presencia verdadera, real y

sustancial. La participación actuosa en el sacrificio eucarístico es el mejor modo de prepararse para recibir a Cristo

en la Navidad.

Primera Lectura: Ba 5,1-9

Por la conversión nos despojamos del vestido del pecado, y nos vestimos las galas perpetuas de la gloria que Dios

nos da.

Salmo 125

Segunda Lectura: Flp 1, 4-6. 8-11

En el día de la venida de Cristo seremos juzgados en el conocimiento y el amor de Dios.

Evangelio: Lc 3,1-6

La llamada a la conversión es llamada a la vida: sólo mediante ella todos los hombres verán la salvación de Dios.

Preces:

143 Llamados a mantenernos irreprochables para el día de Cristo, unámonos en la oración común a

Dios Padre.

A cada intención respondemos cantando:

* Por el Santo Padre y todos los Obispos, y para que toda la Iglesia enfrente el desafío de proclamar el Reino de

Cristo que viene con fe y fortaleza audaz en medio de tantas adversidades y persecuciones. Oremos.

* Por todos los cristianos y los hombres de buena voluntad, para que, mediante una sincera conversión, vivan este

tiempo de preparación intensificando la virtud de la esperanza que no defrauda. Oremos.

* Por los que gobiernan las naciones, especialmente los de nuestra patria para que, dóciles a Tu voluntad

promuevan y defiendan la dignidad humana, la justicia y la paz. Oremos.

* Por todos nosotros aquí presentes, para que el Señor, quien de las espadas forja arados y de las lanzas podaderas,

convierta nuestras envidias en amor y nuestra hambre de venganza en deseos de perdón. Oremos.

(Para las comunidades de la Familia Religiosa del Verbo Encarnado:

* Por las misiones que se predicarán en este tiempo, y para que concedas abundantes frutos de conversión y de

fidelidad a la llamada al seguimiento de tu Hijo. Oremos.

* Por los neo-sacerdotes de nuestra familia religiosa que están celebrando sus primeras Misas, y para que en los

lugares donde desempeñen su ministerio den abundantes frutos de vida eterna. Oremos.)

Ayúdanos Señor con tu fuerza y concede que todos los hombres vean y experimenten tu salvación. Por

Jesucristo nuestro Señor.

Ofertorio:

Al llevar la patena con el pan hacia el altar estamos llevando toda nuestra vida, nuestros dolores, nuestros

sufrimientos, nuestras alegrías y nuestras esperanzas, con el anhelo ardiente de que también ellas se conviertan

en el Cuerpo de Jesús. Ofrecemos:

* Los dones de pan y vino, esperando la venida del Señor siempre enriquecedora.

Comunión:

En esta comunión Jesús viene a nosotros con el mismo realismo con que vino en Belén y a quien adoraremos en

la Navidad que se aproxima. Acerquémonos a comulgar con devoción y respeto.

Salida:

El tiempo de Adviento es tiempo de conversión. Volvamos al mundo y a nuestras actividades habituales con la

firme decisión de alcanzar la conversión del corazón.

(Gentileza del Monasterio “Santa Teresa de los Andes” (SSVM) _ San Rafael _ Argentina)

Nota: Sugerimos volver a leer los números 87 al 95 del Directorio Homilético, sobre los domingos II y III

de Adviento, publicados en el Boletín de Homilética correspondiente a este domingo el año pasado

(CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO Y LA DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS, Directorio Homilético,

Ciudad del Vaticano, 2014, nº 87 – 95)

Párrafos del Catecismo de la Iglesia Católica sugeridos por el Directorio Homilético

Segundo domingo de Adviento (C)

CEC 522, 711-716, 722: los profetas y la espera del Mesías

CEC 523, 717-720: la misión de Juan Bautista

CEC 710: el exilio de Israel presagia la Pasión

CEC 2632, 2636: la atención de Pablo

522 La venida del Hijo de Dios a la tierra es un acontecimiento tan inmenso que Dios quiso prepararlo durante

siglos. Ritos y sacrificios, figuras y símbolos de la "Primera Alianza"(Hb 9,15), todo lo hace converger

hacia Cristo; anuncia esta venida por boca de los profetas que se suceden en Israel. Además, despierta en

el corazón de los paganos una espera, aún confusa, de esta venida.

523 San Juan Bautista es el precursor (cf. Hch 13, 24) inmediato del Señor, enviado para prepararle el camino

(cf. Mt 3, 3). "Profeta del Altísimo" (Lc 1, 76), sobrepasa a todos los profetas (cf. Lc 7, 26), de los que es

el último (cf.Mt 11, 13), e inaugura el Evangelio (cf. Hch 1, 22;Lc 16,16); desde el seno de su madre ( cf.

Lc 1,41) saluda la venida de Cristo y encuentra su alegría en ser "el amigo del esposo" (Jn 3, 29) a quien

señala como "el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo" (Jn 1, 29). Precediendo a Jesús "con el

espíritu y el poder de Elías" (Lc 1, 17), da testimonio de él mediante su predicación, su bautismo de

conversión y finalmente con su martirio (cf. Mc 6, 17-29).

524 Al celebrar anualmente la liturgia de Adviento, la Iglesia actualiza esta espera del Mesías: participando en

la larga preparación de la primera venida del Salvador, los fieles renuevan el ardiente deseo de su segunda

Venida (cf. Ap 22, 17). Celebrando la natividad y el martirio del Precursor, la Iglesia se une al deseo de

éste: "Es preciso que El crezca y que yo disminuya" (Jn 3, 30).

710 El olvido de la Ley y la infidelidad a la Alianza llevan a la muerte: el Exilio, aparente fracaso de las

Promesas, es en realidad fidelidad misteriosa del Dios Salvador y comienzo de una restauración prometida,

pero según el Espíritu. Era necesario que el Pueblo de Dios sufriese esta purificación (cf. Lc 24, 26); el

Exilio lleva ya la sombra de la Cruz en el Designio de Dios, y el Resto de pobres que vuelven del Exilio es

una de la figuras más transparentes de la Iglesia.

La espera del Mesías y de su Espíritu

711 "He aquí que yo lo renuevo"(Is 43, 19): dos líneas proféticas se van a perfilar, una se refiere a la espera del

Mesías, la otra al anuncio de un Espíritu nuevo, y las dos convergen en el pequeño Resto, el pueblo de los

Pobres (cf. So 2, 3), que aguardan en la esperanza la "consolación de Israel" y "la redención de Jerusalén"

(cf. Lc 2, 25. 38).

Ya se ha dicho cómo Jesús cumple las profecías que a él se refieren. A continuación se describen aquellas

en que aparece sobre todo la relación del Mesías y de su Espíritu.

712 Los rasgos del rostro del Mesías esperado comienzan a aparecer en el Libro del Emmanuel (cf. Is 6, 12)

("cuando Isaías tuvo la visión de la Gloria" de Cristo: Jn 12, 41), en particular en Is 11, 1-2:

Saldrá un vástago del tronco de Jesé,

y un retoño de sus raíces brotará.

Reposará sobre él el Espíritu del Señor:

espíritu de sabiduría e inteligencia,

espíritu de consejo y de fortaleza,

espíritu de ciencia y temor del Señor.

713 Los rasgos del Mesías se revelan sobre todo en los Cantos del Siervo (cf. Is 42, 1-9; cf. Mt 12, 18-21; Jn 1,

32-34; después Is 49, 1-6; cf. Mt 3, 17; Lc 2, 32, y en fin Is 50, 4-10 y 52, 13-53, 12). Estos cantos anuncian

el sentido de la Pasión de Jesús, e indican así cómo enviará el Espíritu Santo para vivificar a la multitud: no

desde fuera, sino desposándose con nuestra "condición de esclavos" (Flp 2, 7). Tomando sobre sí nuestra

muerte, puede comunicarnos su propio Espíritu de vida.

714 Por eso Cristo inaugura el anuncio de la Buena Nueva haciendo suyo este pasaje de Isaías (Lc 4, 18-19; cf.

Is 61, 1-2):

El Espíritu del Señor está sobre mí,

porque me ha ungido.

Me ha enviado a anunciar a los pobres la Buena Nueva,

a proclamar la liberación a los cautivos

y la vista a los ciegos,

para dar la libertad a los oprimidos

y proclamar un año de gracia del Señor.

715 Los textos proféticos que se refieren directamente al envío del Espíritu Santo son oráculos en los que Dios

habla al corazón de su Pueblo en el lenguaje de la Promesa, con los acentos del "amor y de la fidelidad"

(cf. Ez. 11, 19; 36, 25-28; 37, 1-14; Jr 31, 31-34; y Jl 3, 1-5, cuyo cumplimiento proclamará San Pedro la

mañana de Pentecostés, cf. Hch 2, 17-21).Según estas promesas, en los "últimos tiempos", el Espíritu del

Señor renovará el corazón de los hombres grabando en ellos una Ley nueva; reunirá y reconciliará a los

pueblos dispersos y divididos; transformará la primera creación y Dios habitará en ella con los hombres en

la paz.

716 El Pueblo de los "pobres" (cf. So 2, 3; Sal 22, 27; 34, 3; Is 49, 13; 61, 1; etc.), los humildes y los mansos,

totalmente entregados a los designios misteriosos de Dios, los que esperan la justicia, no de los hombres

sino del Mesías, todo esto es, finalmente, la gran obra de la Misión escondida del Espíritu Santo durante el

tiempo de las Promesas para preparar la venida de Cristo. Esta es la calidad de corazón del Pueblo,

purificado e iluminado por el Espíritu, que se expresa en los Salmos. En estos pobres, el Espíritu prepara

para el Señor "un pueblo bien dispuesto" (cf. Lc 1, 17).

IV EL ESPIRITU DE CRISTO EN LA PLENITUD DE LOS TIEMPOS

Juan, Precursor, Profeta y Bautista

717 "Hubo un hombre, enviado por Dios, que se llamaba Juan. (Jn 1, 6). Juan fue "lleno del Espíritu Santo ya

desde el seno de su madre" (Lc 1, 15. 41) por obra del mismo Cristo que la Virgen María acababa de

concebir del Espíritu Santo. La "visitación" de María a Isabel se convirtió así en "visita de Dios a su pueblo"

(Lc 1, 68).

718 Juan es "Elías que debe venir" (Mt 17, 10-13): El fuego del Espíritu lo habita y le hace correr delante [como

"precursor"] del Señor que viene. En Juan el Precursor, el Espíritu Santo culmina la obra de "preparar al

Señor un pueblo bien dispuesto" (Lc 1, 17).

719 Juan es "más que un profeta" (Lc 7, 26). En él, el Espíritu Santo consuma el "hablar por los profetas". Juan

termina el ciclo de los profetas inaugurado por Elías (cf. Mt 11, 13-14). Anuncia la inminencia de la

consolación de Israel, es la "voz" del Consolador que llega (Jn 1, 23; cf. Is 40, 1-3). Como lo hará el Espíritu

de Verdad, "vino como testigo para dar testimonio de la luz" (Jn 1, 7;cf. Jn 15, 26; 5, 33). Con respecto a

Juan, el Espíritu colma así las "indagaciones de los profetas" y la ansiedad de los ángeles (1 P 1, 10-12):

"Aquél sobre quien veas que baja el Espíritu y se queda sobre él, ése es el que bautiza con el Espíritu Santo

... Y yo lo he visto y doy testimonio de que este es el Hijo de Dios ... He ahí el Cordero de Dios" (Jn 1, 33-

36).

720 En fin, con Juan Bautista, el Espíritu Santo, inaugura, prefigurándolo, lo que realizará con y en Cristo:

volver a dar al hombre la "semejanza" divina. El bautismo de Juan era para el arrepentimiento, el del agua

y del Espíritu será un nuevo nacimiento (cf. Jn 3, 5).

“Alégrate, llena de gracia”

721 María, la Santísima Madre de Dios, la siempre Virgen, es la obra maestra de la Misión del Hijo y del Espíritu

Santo en la Plenitud de los tiempos. Por primera vez en el designio de Salvación y porque su Espíritu la ha

preparado, el Padre encuentra la Morada en donde su Hijo y su Espíritu pueden habitar entre los hombres.

Por ello, los más bellos textos sobre la sabiduría, la tradición de la Iglesia los ha entendido frecuentemente

con relación a María (cf. Pr 8, 1-9, 6; Si 24): María es cantada y representada en la Liturgia como el trono

de la "Sabiduría".

En ella comienzan a manifestarse las "maravillas de Dios", que el Espíritu va a realizar en Cristo y en la

Iglesia:

722 El Espíritu Santo preparó a María con su gracia . Convenía que fuese "llena de gracia" la madre

de Aquél en quien "reside toda la Plenitud de la Divinidad corporalmente" (Col 2, 9). Ella fue concebida

sin pecado, por pura gracia, como la más humilde de todas las criaturas, la más capaz de acoger el don

inefable del Omnipotente. Con justa razón, el ángel Gabriel la saluda como la "Hija de Sión": "Alégrate"

(cf. So 3, 14; Za 2, 14). Cuando ella lleva en sí al Hijo eterno, es la acción de gracias de todo el Pueblo de

Dios, y por tanto de la Iglesia, esa acción de gracias que ella eleva en su cántico al Padre en el Espíritu

Santo (cf. Lc 1, 46-55).

2632 La petición cristiana está centrada en el deseo y en la búsqueda del Reino que viene, conforme a las

enseñanzas de Jesús (cf Mt 6, 10. 33; Lc 11, 2. 13). Hay una jerarquía en las peticiones: primero el Reino,

a continuación lo que es necesario para acogerlo y para cooperar a su venida. Esta cooperación con la misión

de Cristo y del Espíritu Santo, que es ahora la de la Iglesia, es objeto de la oración de la comunidad

apostólica (cf Hch 6, 6; 13, 3). Es la oración de Pablo, el Apóstol por excelencia, que nos revela cómo la

solicitud divina por todas las Iglesias debe animar la oración cristiana (cf Rm 10, 1; Ef 1, 16-23; Flp 1, 9-

11; Col 1, 3-6; 4, 3-4. 12). Al orar, todo bautizado trabaja en la Venida del Reino.

2636 Las primeras comunidades cristianas vivieron intensamente esta forma de participación (cf Hch 12, 5; 20,

36; 21, 5; 2 Co 9, 14). El Apóstol Pablo les hace participar así en su ministerio del Evangelio (cf Ef 6, 18-

20; Col 4, 3-4; 1 Ts 5, 25); él intercede también por ellas (cf 2 Ts 1, 11; Col 1, 3; Flp 1, 3-4). La intercesión

de los cristianos no conoce fronteras: "por todos los hombres, por todos los constituídos en autoridad" (1

Tm 2, 1), por los perseguidores (cf Rm 12, 14), por la salvación de los que rechazan el Evangelio (cf Rm

10, 1).

2. EXÉGESIS

Alois Stöger

Preparación a la actividad pública de Jesús

(Lc.3,1 – 4,13)

Una vez más se ven contrapuestos Juan y Jesús. Juan lleva a cabo su misión (3,1-20); se muestra la preparación

de Jesús para su obra (3,21-4,13); Jesús es hijo de Dios, nuevo Adán, que opta decididamente por la voluntad de

Dios.

Aquí, como en la historia de la infancia, se muestra que Jesús sobrepuja a Juan, pero ahora se añade algo nuevo.

Juan lleva a cabo la última preparación para el tiempo de la salud, que está en puertas, pero él no pertenece todavía

a este tiempo. Jesús está equipado para realizar el tiempo de la salud. Juan concluye su obra, Jesús comienza la

suya. La actividad de Juan se cierra según la exposición de Lucas antes del relato del bautismo de Jesús, con el

que comienza la actividad pública de Jesús. Lucas preferirá volver una vez más sobre lo narrado, antes que ligar

la actividad de Jesús y la de su precursor. Con Juan termina el tiempo del preanuncio y de la promesa, y con Jesús

comienza el tiempo del cumplimiento.

1. EL BAUTlSTA (3,1-20).

a) El comienzo (Lc/03/01-06).

En una hora bien determinada de la historia del mundo, en una situación que reclama liberación, en una zona del

gran imperio romano (3,1-2), comienza la preparación para el tiempo de la salud por Juan (3,3-6).

1 En el año decimoquinto del imperio de Tiberio César, siendo Poncio Pilato procurador de Judea, Herodes

tetrarca de Galilea, su hermano Filipo tetrarca de Iturea y de la Traconítide, y Lisanias tetrarca de Abilene,

2a durante el sumo sacerdocio de Anás y de Caifás...

La historia de la salvación transcurre dentro del ámbito y del acontecer de este mundo, pero sin identificarse con

lo que nosotros llamamos historia del mundo o historia universal. La aparición y actuación de Juan es el preludio

inmediato del acontecimiento salvífico que se inicia con la venida del Mesías. Las indicaciones cronológicas se

hacen en el estilo de la Biblia. Ahora comienza historia sagrada. Análogamente indica Oseas el tiempo en que

recibió la palabra del Señor: «Palabra de Yahveh dirigida a Oseas, hijo de Beri, en tiempos de Ozías...» (Ose_1:1).

El tiempo de la salvación comienza el año 15 del reinado del emperador romano Tiberio (14-37 d.C.), es decir, el

año 28/29 de nuestra era. Entonces era Poncio Pilato procurador de Judea (26-36); Herodes Antipas, tetrarca de

Galilea (4 a.C. - 39 d.C.); su hermano Filipo, tetrarca de Iturea y de la Traconítide, que están situadas al norte y

al este del lago de Genesaret (4 a.C. 34 d.C.). Lisanias era tetrarca de Abilene al noroeste de Damasco, en el

Antilíbano (Lisanias murió entre el 28 y el 37 d.C.). Las indicaciones de Lucas se han visto confirmadas por

inscripciones y por historiadores antiguos. Además de las autoridades civiles se indican también las religiosas: el

sumo sacerdote en funciones José Caifás (18-36 d.C.), junto al que gozaba de gran prestigio su suegro Anás, que

le había precedido en el cargo.

Si Lucas hubiese querido únicamente fijar el tiempo, un dato hubiera sido más que suficiente. El primero, que es

el más claro y más determinado. ¿Por qué, pues, añade los otros? Con ellos se trata de presentar las condiciones

políticas y religiosas, el ambiente espiritual en que se cumplen las promesas de Dios. Palestina está bajo dominio

extranjero. El soberano del país es el emperador Tiberio, del que los historiadores romanos trazaron -con razón o

sin ella- el retrato de un soberano desconfiado, cruel, amigo del placer (Cf. TÁCITO, Anales Vl, 51). La parte

meridional del país, Judea y Samaria, es desde el año 6 a.C. provincia romana. El gobierno del procurador Poncio

Pilato era, según el parecer de los judíos, inflexible y sin consideraciones; se le achaca venalidad, violencia,

rapiña, malos tratos, vejaciones, continuadas ejecuciones sin sentencia judicial y una crueldad sin límites e

intolerable (FLAVIO JOSEFO, Bellum Iudaicum II, 169-177; FILON, Leg. ad Gaium 299-305). Los soberanos

de la casa de Herodes eran idumeos, soberanos por la gracia de Roma. Los dos sumos sacerdotes se dieron maña

para conservar largos años su posición mediante ardides diplomáticos. Se comprende que se suspire por el rey de

la casa de David. También Zacarías aguardaba la liberación de las manos de todos los que nos odian (1,71).

El ámbito geográfico que delimita Lucas con sus indicaciones es el campo de acción de Jesús. En éste se desarrolla

la historia sagrada: en Galilea y en Judea, y también al norte del lago de Genesaret. El imperio romano se había

anexionado más o menos rigurosamente estas regiones. Por su parte, Jesús no traspasará sino muy raras veces los

límites de Palestina, pero su mensaje conquistará toda la gran extensión sujeta a la soberanía del emperador

romano Tiberio. Los Hechos de los apóstoles describen la carrera victoriosa de la palabra de Dios que había

comenzado en Palestina.

2b...la palabra de Dios fue dirigida a Juan, hijo de Zacarías, que estaba en el desierto. 3 Y él fue por toda la

región del Jordán, predicando un bautismo de conversión para perdón de los pecados.

La palabra de Dios fue dirigida a Juan, como sucedía a los profetas del Antiguo Testamento. El Bautista reanuda

la acción de los grandes enviados de Dios del tiempo anterior y enlaza con la tradición profética, no con la

literatura apocalíptica soñadora y fantástica, con la sabiduría humanística, con los rigorismos legalistas farisaicos,

con tradiciones teológicas rabínicas ni con esperanzas de reinados propias de ambientes zelotas. La palabra de

Dios lo llama, le confiere su ministerio y es la fuerza que domina su vida. «Llegóme la palabra de Yahveh, que

decía: Antes que te formara en las entrañas maternas te conocía... irás a donde yo te envíe y dirás lo que yo te

mande... Mira que pongo en tu boca mis palabras. Hoy te doy sobre pueblos y reinos poder de destruir, arrancar,

arruinar y asolar; de levantar, edificar y plantar» (Jer_1:4-10).

El campo de acción del Bautista es toda la zona del Jordán, la región de la depresión meridional del Jordán. En

esta región es predicador itinerante. Su campo de acción es reducido; Jesús, en cambio, actuará en toda la región

de Palestina. Los apóstoles llevarán más allá de este espacio, al mundo entero, la palabra de Dios. El ámbito de

la palabra crece; ésta tiende a llenarlo todo...

Juan es pregonero; va por delante de su Señor y anuncia lo que va a suceder. El mensaje que él anuncia es el

bautismo de conversión y perdón de los pecados. La conversión es el prerrequisito; con ella se vuelve el hombre

hacia Dios, reconoce su realidad y su voluntad, se aparta de sus pecados y los reprueba; en esto consiste

esencialmente la conversión y el arrepentimiento.

El bautismo, la inmersión en el Jordán, acompañada de una confesión de los pecados (Mar_1:5), sellará esta

voluntad de conversión y al mismo tiempo otorgará el perdón de los pecados por Dios. Al que se convierte le da

la certeza de que su conversión es valedera y es reconocida por Dios y consiguientemente tiene capacidad para

salvar del juicio venidero. El que ha recibido el bautismo se halla pertrechado y preparado para formar parte del

nuevo pueblo de Dios de los últimos tiempos. Desde luego, una cosa se requiere: que la conversión sea sincera y

vaya acompañada de un cambio de vida. Lo que así anuncia Juan es algo nuevo y grande. Va a iniciarse lo que

tanto se había esperado: Dios cumple sus promesas.

4 Como está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías: Voz del que clama en el desierto: Preparad

el camino del Señor, haced rectas sus sendas. 5 Todo barranco será rellenado, y todo montículo y colina serán

rebajados; los caminos tortuosos se enderezarán y los escabrosos se nivelarán. 6 Porque toda carne ha de ver

la salvación de Dios.

El profeta Isaías ve en una visión una espléndida procesión a través del desierto. Dios, el Señor, va en cabeza de

su pueblo, que retorna en caravana de Babilonia a la patria. Una voz se levanta en el desierto por el que avanza la

comitiva e invita a preparar un camino real. Esta palabra dirigida a los que regresan a la patria se entiende ahora

en forma nueva. La voz del que clama en el desierto es Juan. El Señor -el Mesías- viene, y con él su pueblo. La

preparación del camino se entiende en sentido religioso-moral; se llama a penitencia, conversión y retorno a Dios,

bautismo de penitencia para el perdón de los pecados. Obra verdaderamente gigantesca: trazar un camino por el

desierto; transformar los corazones. Toda carne ha de ver la salvación de Dios. El tiempo de la salvación está

alboreando. Dios lo prepara para «toda carne», para todos los hombres. Va a cumplirse el anuncio profético de

Simeón: Una «luz para iluminar las naciones» (Mar_2:32). El predicador de penitencia y conversión, el precursor

Juan tiene una misión para todos los tiempos. Hay que preparar con penitencia un camino a la salvación del Señor.

(STÖGER, ALOIS, El Evangelio según San Marcos, en El Nuevo Testamento y su mensaje, Editorial

Herder, Madrid, 1969)

3. COMENTARIO TEOLÓGICO

Xavier Léon - Dufour

Juan Bautista

Según el testimonio de Jesús, Juan es más que un profeta (Le 7,26 p). Mensajero que precede al Señor (Le 1,76:

Mt 11,10 p; cf. Mal 3,1), Juan inaugura el Evangelio (Act 1,22; Mc 1,1-4); "hasta él había la ley y los profetas;

desde entonces se anuncia el reino de Dios" (Le 16,16 p). Profeta sin igual, prepara las vías del Señor (Mt 11,11;

Mc 1,3 p), cuyo "precursor" (Act 13,24s) y testigo (Jn 1,6s) es.

1. El Precursor y su bautismo. Juan, aún antes de nacer de una madre hasta entonces estéril, es consagrado a Dios

y lleno del Espíritu Santo (Le 1,7.15; cf. Jue 13,2-5; ISa 1,5.11). El que debe ser un nuevo *Elías (Le I,16s) evoca

al gran profeta por su *vestido y su vida austera (Mt 3,4 p) que lleva en el desierto desde su juventud (Le 1,80).

¿Habría sido formado por una comunidad como la de Qumrán? En todo caso, una vez llegado el tiempo de su

manifestación a Israel, cuidadosamente registrado por Lucas (3,1s), aparece como un maestro rodeado de

discípulos (Jn 1,35), enseñándoles a ayunar y a orar (Mc 2,18; Le 5,33; 11,1). Su voz potente resuena en Judea;

predica una *conversión, cuyo signo es un baño ritual acompañado de la confesión de los pecados, pero que exige

además un esfuerzo de renovación (Mc 1,4s); porque de nada sirve ser hijo de Abraham, si no se practica la

*justicia (Mt 3,8s p), cuyas reglas da a la multitud de los humildes (Le 3,10-14).

Pero los fariseos y los legistas no creen en él; algunos lo tratan de poseso (Mt 21,32; Mc 11,30ss p; Le 7,30-33);

así, cuando acudieron a él les anunció que la *ira consumiría todo árbol estéril (Mt 3,10 p). Denuncia el adulterio

del rey Herodes acarreándose así la prisión y luego la muerte (Mt 14,3-12 p; Le 3,19s; 9,9). Por su *celo es sin

duda Juan el nuevo Elías que se espera y que debe preparar al pueblo para la venida del Mesías (Mt 11,14); pero

es desconocido, y su testimonio no impedirá la pasión del Hijo del hombre (Mc 9,llss p).

2. El testigo de la luz y el amigo del esposo. El *testimonio de Juan consiste, en primer lugar, en proclamarse

mero precursor; en efecto, la multitud se pregunta si no será el *Mesías (Le 3,15). A una encuesta oficial responde

el Bautista que no es digno de desatar las sandalias de aquel al que él precede y "que era antes que él" (Jn 1,19-

30; Le 3,16s p). El "que viene" y que bautizará en el Espíritu (Mc 1,8) y en el fuego (Mt 3,11s), es Jesús, sobre el

que descendió el Espíritu en el momento de su bautismo (Jn 1,31-34).

Al proclamarlo *corderó de Dios que quita el *pecado del mundo (Jn 1,29), no preveía Juan cómo lo quitaría,

como tampoco comprendía por qué había venido Cristo a ser bautizado por él (Mt 3,13ss). Para quitar el pecado

debería Jesús recibir un *bautismo, del que el de Juan sólo era *figura: el bautismo de su pasión (Mc 10,38; Le

12,50); así realizaría toda justicia (Mt 3,15), no ya exterminando a los pecadores, sino *justificando a la multitud,

con cuyos pecados se habría cargado (cf. Is 53,7s.l ls). Ya antes de la pasión, el comportamiento de Jesús

sorprende a Juan y a sus discípulos, que aguardan a un juez; Cristo les recuerda las profecías de salvación que él

realiza y los invita a no *escandalizarse (Mt 11,2-6 p; cf. Is 61,1).

Pero ciertos discípulos de Juan no serán discípulos de Jesús (Mc 2,18); (…). Juan, verdadero amigo del esposo y

colmado de gozo por su venida, se había esfumado delante de él (3,27-30) y con sus palabras había invitado a sus

propios discípulos a seguirle (1,35ss). Jesús, en cambio, había glorificado su testimonio, *lámpara ardiente y

luminosa (5,35), el profeta más grande nacido de mujer (Mt 11,11); pero había añadido que el más pequeño en el

*reino de los cielos es más grande que él; situaba la gracia de los hijos del reino por encima del carisma profético,

sin por eso despreciar la santidad de Juan.

La gloria de este humilde amigo del esposo se proclama en el prólogo del cuarto evangelio, que sitúa a Juan con

referencia al Verbo hecho carne: "Juan no era la *luz, sino el testigo de la luz"; y con referencia a la Iglesia: "Vino

para dar testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen por él" (Jn 1,7s).

LEON-DUFOUR, Xavier, Vocabulario de Teología Bíblica, Herder, Barcelona, 2001

4. SANTOS PADRES

San Gregorio Magno

La predicación de San Juan Bautista

1. Con haber hecho mención del emperador de la República romana y de los que gobernaban la Judea,

diciendo: El año decimoquinto del imperio de Tiberio César, gobernando Poncio Pilato la Judea, siendo Herodes

tetrarca de la Galilea, y sil hermano Filipo tetrarca de Iturea y de la provincia de Traconítide, y Lisanias tetrarca

de Abilinia; hallándose sumos sacerdotes Anás y Caifás, el Señor hizo entender su palabra a Juan, hijo de

Zacarías, en el desierto; se determina el tiempo en que el Precursor de nuestro Redentor recibe el encargo de

predicar; pues como venía para dar a conocer a Aquel que había de redimir a algunos de los judíos y a muchos de

los gentiles, señalando la época del emperador de los gentiles y los príncipes de los judíos, se fija el tiempo de su

predicación,

Mas como la gentilidad había de ser congregada y la Judea dispersa culpa de su perfidia, la descripción

determina los principados terrenos, puesto que se refiere que en la República romana gobernaba uno solo, y en el

reino de la Judea, dividida en cuatro partes, gobernaban varios. Ahora bien, como nuestro Redentor dice (Lc 11,

17): Todo reino dividido quedará destruido, luego está claro había llegado a su término el reino de la Judea, que,

dividida, estaba sometida a tantos gobernadores.

Y también se muestra, no sólo bajo qué gobernadores, sino debajo qué sacerdotes aconteció. Y porque Juan

Bautista daría a conocer a Aquel que a la vez sería rey y sacerdote, el evangelista Lucas señaló el tiempo de su

predicación por el reino y el sacerdocio, anunciando quiénes reinaban y quiénes eran sacerdotes.

2. Vino por toda la ribera del Jordán predicando un bautismo penitencia para la remisión de los pecados.

Es cosa clara para todos los que leen el Evangelio que Juan no sólo predicó el bautismo de penitencia, sino que

también bautizó a algunos. Mas, no obstante pudo dar su bautismo para remisión de los pecados, porque por el

bautismo de Cristo se nos concede la remisión de los dos. Y así debe notarse que se dice: predicando el bautismo

de penitencia para remisión de los pecados; porque, como no podía él dar el bautismo que perdonaría los pecados,

lo predicaba. De manera que así como precedía con su predicación al Verbo encarnado del Padre, así también su

bautismo, precediéndole, fuera figura del verdadero.

3. Prosigue: Como está escrito en el libro de las palabras del profeta Isaías: La voz de uno que clama en

el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas: En efecto, el mismo Juan Bautista, preguntado

quién era, respondió diciendo (Jn. 1,23): Yo soy la voz del que clama en el desierto. El cual, según hemos dicho

antes, es llamado voz por el profeta porque iba delante del Verbo.

Ahora, qué es lo que clamaba se manifiesta cuando prosigue: preparad el camino del Señor, enderezad sus

sendas. ¿Qué otra cosa hace todo el que predica la verdadera fe y las buenas obras sino preparar el camino del

Señor, que viene a los corazones de los oyentes?

Para que este poder de la gracia halle camino abierto y alumbre la luz de la verdad, para que, inculcando

con la predicación santos pensamientos en el alma, enderece los caminos del Señor: Todo sea terraplenado, y

todo monte y collado, allanado. ¿Qué se entiende aquí por el nombre de valle sino los hombres humildes? ¿Y qué

por el de montes collados sino los soberbios? Luego, a la venida del Señor, los valles se terraplenaron y los montes

y collados se allanaron, porque, según dice Él (Lc. 14,11), todo el que se ensalza será humillado y quien se humilla

será ensalzado. En efecto, el valle, terraplenado, se eleva, y el monte y el collado, allanados; se abajan. La

gentilidad, pues, ciertamente, por su fe en el hombre Jesucristo como Mediador entre Dios y los hombres, recibió

la plenitud de la gracia, mientras que la Judea, por su error, debido a su perfidia, perdió aquello de que se

envanecía.

De manera que todo valle será terraplenado, porque los corazones de los humildes, mediante la predicación

de la santa doctrina, se llenarán de la gracia de las virtudes, según lo que está escrito (Sal. 103, 10): Tú haces

brotar las fuentes en los valles; y como en otro lugar se dice (Sal. 64,14): Y abundarán en grano los valles. Pues

bien, el agua se desliza de los montes, esto es, la doctrina de la verdad huye de las mentes soberbias; en cambio,

brotan las fuentes en los valles, esto es, las mentes de los humildes reciben la enseñanza de, la predicación.

Ya hemos visto cómo los valles abundan en grano, porque se han llenado con el sustento de la verdad las

bocas de los que, por mansos y sencillos, parecían a este mundo despreciables. [4.] También el pueblo, que había

visto a Juan Bautista dotado de una admirable santidad, creía que él era particularmente aquel monte elevado y

sólido del cual está escrito (Mich. 4,1): En los últimos tiempos, el monte de la casa del Señor será fundado sobre

la cima do los montes; pues creían que él era el Cristo, según lo que dice el Evangelio (Lc. 3,15): Opinando el

pueblo que quizá Juan era si Cristo y prevaleciendo esta opinión en el corazón de todos, le requerían, diciendo:

¿Por ventura eres tú el Cristo?, Pero, si Juan no se hubiera tenido por valle, no habría estado lleno de gracia en

el espíritu, el cual, para dar a entender lo que era, dijo (Mt. 3,11): El que viene después de mí es más poderoso

que yo y no soy yo digno de besarle la sandalias. Y de nuevo dice (Jn. 3,28): El esposo es aquel que tiene esposa;

mas el amigo del esposo, que está para asistirle y atenderle y se llena de gozo con oír la voz del esposo. Mi gozo,

pues, ahora es completo. Conviene que él crezca y que yo mengüe. Ved que, siendo por su admirable conducta

virtuosa, tal que se opinaba que seria el Cristo, no sólo respondió que él no era el Cristo, sino que decía no ser

siquiera digno de desatar la correa de su calzado, esto es de escudriñar el misterio de su encarnación. Los que

opinaban que él era el Cristo, creían que la Iglesia era su esposa; pero él dice: El esposo es aquel que tiene esposa;

como si, dijera: Yo no soy esposo, pero soy amigo del esposo; y declara que su gozo está, en la voz suya, sino en

oír la voz del esposo, porque su corazón se alegraba, no precisamente porque, cuando predicaba, los pueblos le

oían humildes, sino porque él oía interiormente la voz de la Verdad para predicarla afuera. Y dice bien que el

gozo es completo, porque quien se goza en la voz suya, no tiene gozo completo.

También dice: Conviene que Él crezca y que yo mengüe. Respecto a lo cual hay que inquirir en qué creció

Cristo y en que menguó Juan, sino en que el pueblo, que veía la abstinencia de Juan y tan distante de los hombres,

creía que él era el Cristo; mientras que, viendo a Cristo comer con los publicanos y con los pecadores, creía que

éste no era el Cristo, sino un profeta; pero, andando el tiempo, Cristo, que había sido tenido por un profeta, fue

reconocido por el Cristo; y Juan, que era tenido por Cristo, se dio a conocer que era profeta. Y así se cumplió lo

que e Cristo predijo su Precursor: Conviene que El crezca y que yo mengüe. Efectivamente, en la apreciación del

pueblo, Cristo crecía, porque fue reconocido por lo que era; y Juan menguó, porque dejó de ser llamado lo que

no era.

Por consiguiente, puesto que Juan perseveró en la santidad precisamente, porque se mantuvo humilde en su

corazón, y, en cambio, muchos han caído precisamente porque se envanecieron en sí mismos con pensamientos

altivos, dígase con razón: Todo valle será terraplenado, y todo monte y collado, allanado; porque los humildes

reciben la gracia que rechazan de sí los corazones de los soberbios.

6, Prosigue: Y así los caminos torcidos serán enderezados, y los escabrosos, igualados. Los caminos

torcidos son enderezados cuando los corazones de los malos, torcidos por la injusticia, se rigen por la norma de

la justicia; y los escabrosos se tornan planos cuando las almas que no son mansas, sino iracundas, vuelven a la

suavidad de la mansedumbre por la infusión de la gracia celestial.

De manera que, cuando el alma iracunda no recibe la palabra la verdad, es como si la aspereza del camino

impidiera el paso del caminante; en cambio, cuando el alma iracunda, por la gracia de la mansedumbre que ha

recibido, acepta la palabra de exhortación, el predicador encuentra llano el camino allí donde antes no podía dar

un paso por la escabrosidad del mismo camino, esto es, donde no podía predicar.

7. Y continúa: Y verá toda carne al Salvador de Dios. Como a carne se toma en el sentido de todo hombre,

y todos los hombres no han podido ver en esta vida al Salvador de Dios, esto es, a Cristo, ¿adónde, pues, tiende

el profeta la mirada de la profecía esta sentencia sino al día del último juicio? En el cual, abriéndose los cielos,

aparezca Cristo, en el trono de su majestad, asistido por los ángeles y sentado con los apóstoles, todos, así los

elegidos como los réprobos, le verán igualmente, para que los justos gocen sin fin del don de la retribución y los

injustos giman perpetuamente en la venganza del suplicio.

(SAN GREGORIO MAGNO, Homilía sobre los Evangelios, Homilía XX, Ed. BAC. Madrid 1968, pag. 622- 625)

5. APLICACIÓN

P. Lic. José A. Marcone, IVE

Juan Bautista, profeta de conversión

(Lc 3,1-6)

Introducción

El Directorio Homilético nos indica cuál es la característica principal del evangelio de hoy, domingo

segundo de Adviento: “En los tres ciclos, los textos evangélicos del II y III domingo de Adviento, están dominados

por la figura de san Juan Bautista”1. Y el mismo Directorio Homilético le indica al predicador cuál debe ser su

objetivo: “El homileta debería asegurarse que el pueblo cristiano, como componente de la preparación a la doble

venida del Señor, escuche las invitaciones constantes de Juan al arrepentimiento, manifestadas de modo particular

en los Evangelios del II y III domingo de Adviento”2.

1. Juan Bautista y Cristo: seres reales e históricos

Hemos leído el evangelio tomado de San Lucas, como corresponde a todo el Ciclo C, en el cual estamos.

En dicho evangelio San Lucas nos presenta la figura de San Juan Bautista y toda su actividad apostólica en un

marco histórico muy bien determinado. Se señalan siete personajes históricos con sus respectivos roles; cinco son

jefes de gobiernos civiles (el Emperador Tiberio y los gobernadores Pilato, Herodes Antipas, Filipo y Lisanias);

dos son jefes religiosos (Anás y Caifás). “Con esta referencia se subraya, en el modo más fuerte y más claro

posible, que la acción salvífica de Dios no se ha verificado en una indeterminación fantástica o mítica, sino más

bien en un marco temporal y espacial bien determinado. Las indicaciones valen ante todo para la aparición de

Juan Bautista. Pero, dado que él prepara la venida de Jesús y dado que su obrar es seguido por el obrar de Jesús,

esas indicaciones valen también para la aparición de Jesús”3.

El teólogo protestante Bultmann (siglo XX), quiso establecer una distinción entre aquel hombre que lleva

un nombre propio, Jesús de Nazaret, que vivió en un tiempo histórico determinado, con aquel (otro) hombre que

no tiene un nombre propio sino un título: Cristo (que significa Mesías), el cual es, fundamentalmente, un producto

1 CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO Y LA DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS, Directorio Homilético, 2014, nº 87. 2 CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO Y LA DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS, Directorio Homilético, 2014, nº 90. 3 STOCK, K., La Liturgia della Parola. Spiegazione dei Vangeli domenicali e festivi, Anno C (Luca), ADP, Roma, 2003, p. 23 – 27;

traducción nuestra).

de la fe de los cristianos. Es decir, Bultmann dice que uno es el ‘Jesús de la historia’ y otro distinto es el ‘Cristo

de la fe’. Entre el ‘Jesús de la historia’ y el ‘Cristo de la fe’ hay, según Bultmann, una especie de tamiz o bastidor

que nos impide a nosotros, que vivimos y estamos en el ‘Cristo de la fe’, conocer con claridad al ‘Jesús de la

historia’. Ese tamiz o bastidor es la comunidad primitiva. La comunidad primitiva fue la que, según Bultmann,

creó al ‘Cristo de la fe’ distorsionando al ‘Jesús de la historia’. Por lo tanto, dice Bultmann, la exégesis cristiana

consiste en quitar del ‘Cristo de la fe’ todos aquellos rasgos que no coinciden con el ‘Jesús de la historia’, porque

todos aquellos rasgos que hacen al ‘Cristo de la fe’ distinto del ‘Jesús de la historia’ son mitos. Por eso, para

Bultmann, la labor principal del exégeta cristiano es desmitificar los evangelios. De esa manera, según Bultmann,

llegaremos al ‘Jesús de la historia’ y, por primera vez y gracias a Bultmann, ¡oh felicidad!, recién después de

veinte siglos habremos conocido al verdadero Jesús-Cristo. Normalmente, Bultmann llama ‘mito’ a todo aquello

que sea puramente sobrenatural. Por eso, a los milagros de Jesús hay que descartarlos como ‘mitos’ creados por

la comunidad primitiva. Toda esta teoría de Bultmann ha tenido una amplia y profunda influencia en un espectro

enorme de la exégesis y la teología católicas, hasta llegar a negar la realidad histórica de muchos pasos de la vida

de Cristo.

Las indicaciones históricas que San Lucas pone en su evangelio y que hemos leído hoy hacen trizas la

peregrina teoría de Bultmann. “Juan Bautista y Jesús no son figuras míticas incomprensibles, sino que están

ancladas a un momento histórico bien determinado. (…) Dios entró en nuestra historia (…). Es necesario creer

que la presencia salvífica de Dios (…) se realizó precisamente en este tiempo y en este lugar, precisamente en la

persona de Jesús de Nazaret ligada a la historia. En Él, que tiene este determinado nombre, que nació en este

determinado lugar y vivió en esta determinada tierra, durante este determinado tiempo y en estas determinadas

circunstancias; en Él, cuya acción estuvo circunscripta a este determinado espacio y que fue conducido a muerte

por estas determinadas autoridades; en Él y en ningún otro y en ningún otro lugar, Dios, Creador y Señor del

mundo, se hizo presente, operando la salvación para todos los hombres, para todos los tiempos y para toda su

creación”4.

Otro de los argumentos que destruyen la malhadada teoría de Bultmann es que la Iglesia, desde el primer

momento, le atribuyó una importancia fundamental a la relación entre lo que Bultmann llama el ‘Jesús de la

historia’ y el ‘Cristo de la fe’. En efecto, refutando a Bultmann con dieciséis siglos de anticipación, la Iglesia puso

en el Credo una frase que identifica al ‘Jesús de la historia’ con el ‘Cristo de la fe’: “Por nosotros fue crucificado

en tiempos de Poncio Pilato”5. Y para hacerlo usa uno de los nombres que aparece en el evangelio de hoy: Poncio

Pilato. Es muy interesante notar que dentro de la profesión más solemne de fe y en la manifestación más esencial

del dogma como es el Credo existe un nombre histórico. De esa manera Cristo queda anclado por siempre al

tiempo histórico en que vivió.

Cuatro de los siete nombres que aparecen en el evangelio de hoy están relacionados con la muerte de

Cristo o de Juan Bautista. Poncio Pilato es el condenará a Jesús a la muerte de cruz (Lc 23,24). Herodes Antipas

es el que hará arrestar y decapitar a Juan Bautista (Lc 3,20; 9,9). Como tetrarca de Galilea tiene jurisdicción sobre

Jesús (Lc 13,1); por eso Pilato hace conducir a él a Jesús prisionero (Lc 23,6-12). Anás y Caifás, sumos sacerdotes

judíos, son los que se escandalizaron del comportamiento de Jesús y solicitaron su condena a muerte (Jn 18,13.24;

Mt 26,57-66)6. Esto significa que el hecho de que la Palabra de Dios sea dirigida a un profeta para que la anuncie

al pueblo, tal cual dice el evangelio de hoy acerca de San Juan Bautista, es sumamente peligroso para ese profeta.

Aún más, todo aquel que se anima a aceptar el rol de profeta para anunciar la Palabra de Dios debe hacerse cargo

de que dicha misión lo pone en peligro de muerte. “Las acciones de Juan y Jesús llevan a un conflicto con estas

autoridades: Juan entra en conflicto directo con Herodes Antipas; Jesús es entregado por las autoridades judías al

tribunal de Pilato. Las acciones de Juan y Jesús son tronchadas con violencia por el poder mundano. (…). Las

cosas operadas por Juan y por Jesús se desarrollaron a la luz de la historia y en conflicto con los poderosos de su

tiempo”7.

4 STOCK, K., Ibidem; traducción nuestra. 5 Credo Niceno-constantinopolitano, promulgado, tal como lo conocemos hoy, en el Concilio de Constantinopla, año 381. 6 En realidad, también podríamos contar entre los nombres relacionados con la muerte de Cristo al nombre de Tiberio, ya que con el nombre de dicho emperador se hace mención a la dominación romana, cuyos soldados fueron los que realizaron la crucifixión física de Cristo. 7 STOCK, K., Ibidem; traducción nuestra.

2. Juan Bautista, profeta de conversión

2.1 El profeta

Una de las claves del evangelio de hoy y, por lo tanto, de este tiempo de Adviento está en comprender qué

significa que Juan Bautista es profeta. En efecto, en el evangelio de hoy se dice que ‘vino la Palabra de Dios a

Juan en el desierto’ (Lc 3,2). Esta expresión es la que usan los hagiógrafos del AT para indicar la vocación con

que Dios llama a un hombre a ser su profeta. “La acción de Juan es introducida como la vocación de un profeta

del Antiguo Testamento (cf. Jer 1,1)”8. Además, se indica su labor de profeta: “Fue por toda la región del Jordán

proclamando un bautismo de conversión para perdón de los pecados” (Lc 3,3). El llamado a la conversión es la

labor principal del profeta. Y, finalmente, se lo equipara a un profeta de manera explícita cuando se dice que Juan

es la voz de la que habla Isaías, es decir, es el profeta anunciado por Isaías, aquel profeta que debía preparar la

llegada del Salvador (Lc 3,4-6). Al decir esto en el evangelio de hoy, San Lucas no hace otra cosa que confirmar

lo que él mismo escribió sobre Juan Bautista en la anunciación de su nacimiento: “Irá delante del Señor su Dios

con el espíritu y el poder de Elías” (Lc 1,17). El pueblo lo considera un profeta (Lc 20,6), pero Jesús dice que fue

más que un profeta, porque ha preparado las vías del Señor (Lc 7,26-27).

La profecía en el NT no es entendida en el sentido de la visión previa de sucesos futuros, sino que se

entiende según la etimología de la palabra. Profeta viene del verbo pro-femí. La preposición pro en griego

significa, fundamentalmente, ‘en lugar de’ y ‘delante de’; femí significa ‘hablar’. Por eso, profeta, en el NT,

significa ‘el que habla en lugar de otro delante de los demás hombres’. “Así, el profeta sería el portavoz o el

heraldo de alguien, y el término griego nos indicaría un predicador (forhthteller en alemán), uno que predica, más

bien que uno que predice (foreteller)”9. Ese ‘Otro’, ese ‘Alguien’ del cual es mensajero el profeta es Dios. El

profeta, entonces, es aquel que ha escuchado la Palabra de Dios y habla al pueblo en nombre de Dios10.

En el caso de Juan Bautista esto sucede al pie de la letra. “Respecto a la obra de Juan Bautista es decisivo

el hecho que él no se presente en nombre propio, sino que es delegado por Dios. (…) El mensajero de Dios hace

conocer los pensamientos y la voluntad de Dios. Por medio de él toda persona queda sometida a la gracia y a las

exigencias de Dios. Su palabra une a Dios y es vinculante. (…). Juan viene por encargo de Dios; esto es lo que le

confiere toda su importancia”11.

El profeta, respecto de Dios, debe ser absolutamente fiel para no distorsionar ni atenuar en lo más mínimo

la revelación que le ha sido confiada. Y, respecto del pueblo, debe ser valiente para transmitir los pensamientos

y la voluntad de Dios aun cuando al pueblo estas palabras le resulten molestas, incómodas, fastidiosas y hasta

insoportables; debe ser valiente para no ceder ante la presión del pueblo y soportar con fortaleza las persecuciones

que el mismo pueblo ejercerá sobre él. El profeta se ve sometido a una tensión tremenda: por un lado, Dios que

exige con fuerza que su Palabra sea comunicada con absoluta fidelidad; por otro, el pueblo de duro corazón que

se resiste a escuchar la denuncia de sus vicios y pecados. Y el profeta que desea con todas sus fuerzas ser fiel a

Dios, pero que, al mismo tiempo, teme los males que le sobrevendrán de su fidelidad a la Palabra que recibió de

Dios12.

Juan Bautista se vio sometido completamente a esta tensión. Y su fidelidad a Dios le acarreará la muerte

por parte de aquellos a quienes iba dirigida la Palabra de conversión. De esta manera entramos de nuevo en

contacto con lo expuesto en el primer punto: la cruz del predicador. “Los predicadores de penitencia no son

aceptados con agrado. Nosotros estamos dispuestos a escuchar de mucha más buena gana a quien nos confirma

8 STOCK, K., Ibidem; traducción nuestra. 9 GELIN, A. – MONLOUBOU, L., Los libros proféticos posteriores, en CAZELLES, H., Introducción Crítica al Antiguo Testamento, Editorial Herder, Barcelona, 1981, p. 375. 10 Éste es el sentido de ‘profeta’ en el NT. Así, por ejemplo, San Pablo dice: “El que profetiza habla a los hombres para edificarlos,

exhortarlos y reconfortarlos” (1Cor 14,3). En ese capítulo 14 de la primera carta a los Corintios se expresa bien el sentido de profeta

para el NT. 11 STOCK, K., Ibidem; traducción nuestra. 12 La historia de Jonás es un ejemplo clarísimo de esta tensión.

en nuestro comportamiento y en nuestras ideas; no escuchamos de buena gana a quien nos dice que nos estamos

equivocando y que debemos cambiar. Los predicadores de penitencia viven en peligro. Se exponen a la antipatía

y al rechazo, o aún a cosas peores (cf. Lc 3,19-20)”13.

2.2 La conversión

La conversión que exige San Juan Bautista está expresada en cuatro figuras, dos relativas a accidentes

geográficos y dos relativas al camino. La primera, consiste en que los valles deben ser rellenados. La Liturgia de

las Horas nos ayuda a comprender qué significan los valles en sentido moral: “Levanta los valles de nuestros

desánimos y nuestras cobardías”14. Para convertirnos a Dios debemos abandonar el pecado de cobardía y de

desesperanza. Para prepararnos a recibir a Jesús en la Navidad debemos revestirnos de valentía, audacia y

esperanza.

La segunda figura con que San Juan Bautista, siguiendo a Isaías, presenta la exigencia de la conversión es

la de las montañas que deben ser abajadas. Para decir ‘ser abajadas’ el texto original griego usa el verbo tapeinóo.

Este verbo tiene un sentido geográfico y también un sentido moral. Literalmente, significa ‘abajar un monte’ y,

también literalmente, ‘humillarse’15. Para convertirse sinceramente es necesario renunciar a todo orgullo y

soberbia, humillándose y aceptando de grado las humillaciones. La misma Liturgia de las Horas confirma esta

interpretación: “Abaja, Señor, los montes y las colinas de nuestro orgullo”16.

La tercera figura que usa San Juan Bautista para expresar la conversión que Dios exige es la de los caminos

torcidos que deben ser enderezados. En el lenguaje bíblico el camino y el caminar son metáforas que se usan

para expresar la conducta moral del creyente. El adjetivo que usa el texto original griego para decir ‘torcido’ es

skoliós. También este adjetivo se usa en griego tanto en sentido geográfico como en sentido moral. En sentido

moral significa ‘malo’, ‘corrupto’, ‘perverso’17. Hace referencia a la injusticia en sentido genérico, es decir,

tanto la injusticia contra Dios (los primeros tres mandamientos del Decálogo) como la injusticia realizada contra

el prójimo (los siete últimos mandamientos del Decálogo). San Gregorio Magno explica qué significa enderezar

lo torcido: “Los caminos torcidos se enderezan, cuando el corazón de los malos, torcido por la injusticia, se

dirige según la regla de la justicia” 18.

La cuarta y última figura que usa San Juan Bautista para invitar a la conversión es la de los caminos

ásperos que deben ser hechos llanos. La palabra del original griego que generalmente se traduce por ‘áspero’ es

el adjetivo trajýs. Este adjetivo se usa en Hech 27,29 para designar los ‘escollos’ que hay en el mar. Expresa un

camino con piedras o con rocas, un camino escabroso; o también, un camino desigual, desparejo, y por eso

muchas veces se traduce por ‘áspero’19. Pero este adjetivo también se usa en el griego clásico en sentido moral.

Esquilo, Eurípides, Platón y Aristóteles lo usan de un hombre ‘violento’, ‘colérico’ o ‘impetuoso’20. Por lo tanto,

el defecto moral que esta figura del camino ‘con piedras’ sugiere es, fundamentalmente, la cólera y la violencia21.

Por eso, con razón dice San Gregorio Magno: “Los caminos ásperos se convierten en llanos, cuando las almas

13 STOCK, K., Ibidem; traducción nuestra. El mismo Jesucristo hace notar muchas veces el destino de muerte que tiene el verdadero profeta (cf. Lc 13,33; Mt 5,12; Mt 23,39-31; Mt 23,34; Mt 23,37). 14 LITURGIA DE LAS HORAS, Preces de Laudes del Martes I de Adviento, Conferencia Episcopal Argentina, Buenos Aires, 1994, Tomo I, p. 31. 15 STRONG, TUGGY, VINE y SWANSON en Multiléxico del NT, nº 5013. 16 LITURGIA DE LAS HORAS, Preces de Laudes del Martes I de Adviento, Conferencia Episcopal Argentina, Buenos Aires, 1994, Tomo I, p. 31. 17 STRONG, TUGGY, VINE y SWANSON en Multiléxico del NT, nº 4646. 18 SAN GREGORIO MAGNO, Homiliae in Evangelia, hom. 20, en SANTO TOMÁS DE AQUINO, Catena Aurea. 19 STRONG, TUGGY, VINE y SWANSON en Multiléxico del NT, nº 5138. 20 SCHENKL, F. – BRUNETTI, F., Dizionario Greco – Italiano – Greco, Fratelli Melita Editori, La Spezia, 1990, p. 881; traducción nuestra. Los autores clásicos griegos aplican el adjetivo trajýs también a la lluvia para decir de ella que es ‘tempestuosa’, que se ha convertido en una ‘gran tempestad’, o en una ‘tempestad ruinosa’, es decir, que causa mucho daño. Del mismo modo, lo aplican al viento para decir de él que es ‘impetuoso’, ‘violento’. 21 También se usa trajýs para designar al hombre ‘duro’, ‘rudo’, ‘torpe’, ‘salvaje’, ‘feroz’ (cf. SCHENKL, F. – BRUNETTI, F., Idem, p. 880.881; traducción nuestra).

duras e iracundas vuelven a la suavidad de la mansedumbre, por la infusión de la divina gracia”22.

Conclusión

Dice el Directorio Homilético: “Cristo viene continuamente y las dimensiones de su venida son

múltiples. Ha venido. Volverá de nuevo en gloria. Viene en Navidad. Viene ya ahora, en cada Eucaristía

celebrada a lo largo del Adviento”23. Con el mismo realismo con que Cristo se hizo presente en tiempos de

Tiberio, Poncio Pilato, Herodes, Filipo, Lisanias, Anás y Caifás se hará presente entre nosotros en breves

momentos sobre el altar. El sacrificio sacramental de Cristo sobre el ara de la Iglesia es el mismo sacrificio de

Cristo en la cruz sobre el Monte Calvario. El Cuerpo de Cristo que comulgaremos será el mismo cuerpo que

nació en Belén, que sufrió en Jerusalén, que resucitó al tercer día, que vendrá glorioso al final de los tiempos y

que adoraremos en la Navidad que se acerca. En la Eucaristía se condensa de una manera misteriosa pero real

todas las realidades que se predican de Cristo, y Cristo, en la Eucaristía, también nos predica a nosotros,

invitándonos a la conversión.

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iNFO - Homilética.ive Función de cada sección del Boletín

Homilética se compone de 7 Secciones principales:

Textos Litúrgicos: aquí encontrará Las Lecturas del Domingo y los salmos, así como el Guion para la celebración de

la Santa Misa.

Directorio Homilético: es un resumen que busca dar los elementos que ayudarían a realizar un enfoque adecuado del

el evangelio y las lecturas del domingo para poder brindar una predicación más uniforme, conforme al DIRECTORIO

HOMILÉTICO promulgado por la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos de la

Santa Sede en el 2014.

Exégesis: presenta un análisis exegético del evangelio del domingo, tomado de especialistas, licenciados, doctores en

exégesis, así como en ocasiones de Papas o sacerdotes que se destacan por su análisis exegético del texto.

Santos Padres: esta sección busca proporcionar la interpretación de los Santos Padres de la Iglesia, así como los

sermones u escritos referentes al texto del domingo propio del boletín de aquellos santos doctores de la Iglesia.

Aplicación: costa de sermones del domingo ya preparados para la predica, los cuales pueden facilitar la ilación o alguna

idea para que los sacerdotes puedan aplicar en la predicación.

Ejemplos Predicables: es un recurso que permite al predicador introducir alguna reflexión u ejemplo que le permite

desarrollar algún aspecto del tema propio de las lecturas del domingo analizado.

¿Qué es el IVE, el porqué de este servicio de Homilética?

El Instituto del Verbo Encarnado fue fundado el 25 de Marzo de 1984, en San Rafael, Mendoza, Argentina. El 8 de

Mayo de 2004 fue aprobado como instituto de vida religiosa de derecho Diocesano en Segni, Italia. Siendo su Fundador

el Sacerdote Católico Carlos Miguel Buela. Nuestra familia religiosa tiene como carisma la prolongación de la

Encarnación del Verbo en todas las manifestaciones del hombre, y como fin específico la evangelización de la

cultura; para mejor hacerlo proporciona a los misioneros de la familia y a toda la Iglesia este servicio como una

herramienta eficaz enraizada y nutrida en las sagradas escrituras y en la perenne tradición y magisterio de la única

Iglesia fundada por Jesucristo, la Iglesia Católica Apostólica Romana.

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22 SAN GREGORIO MAGNO, Homiliae in Evangelia, hom. 20, en SANTO TOMÁS DE AQUINO, Catena Aurea. 23 CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO Y LA DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS, Directorio Homilético, 2014, nº 94.

Provincia Ntra. Sra. de Lujan - El Chañaral 2699, San Rafael, Mendoza, 5600, Argentina

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