diario de un orco

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EL DIARIO DE UN ORCO Primero fue el ruido. Sólo sonidos confusos y violentos, no s!" #ue ocurr" ni #ue er yo, tm%oco donde est!. Poco des%u$s s!r" #ue est! en el interior de mi mdre, y enterr" de #ue yo er un orco, %ero d! i&ul, no teni ide de #u$ er un orco ni l (i l %rimer lu) *o me+or dic'o, l oscuridd en un cuev '-med y estrec' y fui rr unos cueros %eludos y mlolientes sin delicde) l&un. Psd l &itción del %rto y del cm!io de ' !itt, me %erct$ de #ue #uellos sonidos #ue escuc'$ ntes ern los &r lridos y mldiciones de todos los #ue mor!n en el lu&r. 0odos %s!n y me ec'!n o+ed desde/os, l&unos me revis!n l !oc y +l!n mis !r)os y %ierns como verif estdo. A#uello no me &rd! y le fui tomndo tirri esos est-%idos seres deformes de cminr mltrec'o y tor%e, y cd ve) #ue los ve" cerc rseme les reci!" con &ru/idos, y se&- mordiscos y escu%it+os, er lo -nico #ue s!"n 'cer con ciert %recisión y lo %rend" 0m!i$n %rend" %ronto reci!ir y dr &ol%es, l luc' diri %or l comid er dur %u muc' com%etenci. 0od l cmd #ue er !undnte %or#ue l es%ecie %ros%er! en ese %rec" #uerer ser en&ordd y desrrolld %ronto %or los myores y m s ve)dos lider mnd. 0m!i$n se nos vi&il! y cuid! cundo nos intern !mos en ls oscuriddes del !os#ue '!it!n &rndes r/s en los r!oles tendiendo telr/s %r tr%r %ress #ue, fr ern cc'orros orcos u orcos %e#ue/os d$!iles o distr"dos #ue se enred!n y ern conv c%ullos #ue i!n %rr ls lcens de los r cnidos. Nuestr infnci no est! e %eli&ros, infnci !reve dem s de!o decirlo. Recuerdo el d" #ue reci!" mi nom!re de mi mdre. Un c)dor lle&ó con l&uns lie!res y nimles, los des%elle+ó y nos rro+ó l suelo crne y v"scers. 0odos los %e#ue/os cc' 'm!rientos nos !ln)mos %or el limento. En l dis%ut, !ofete$ con fiere) otro rre!t! un %iernit y reci!" un seco %unt%i$ en l !rri&, 23u&4 5e #ue+$, y de l de mi mdre !rotron unos &ru/idos #ue no '!" escuc'do +m s, ern difer disfrutr de ellos. Ern riss, nunc ls volv" escuc'r de ell6 %ero 'e '" mi nom!r orco del 8os#ue Ne&ro, cerc de Dol 9uldur, %or cierto, el cr"o con el cul %ele$ tm!i nom!re ese d"7 :Plf : Plf y yo crecimos +untos %or necesidd %ues nos des&rd !mos mutumente y constntes en ls #ue nos enfrsc !mos nos 'c"n notorios %r todos. Notori er tm destre) #ue "!mos lo&rndo y nuestr fuer) lo&rd &ol%es, no %sron des%erci!id 9ris'n ;', +efe de l mnd y de ls 'ords de l re&ión. Un d" fuimos tomdos con !r %or vrios solddos orcos y conducidos nte el +efe, y sin tomrnos conside cc'orros se nos inte&ró ls 'ords &uerrers reci!ir entrenmiento. As" d" d", semn, fuimos sometidos l ri&uros rutin de los e+$rcitos del se/or oscuro, del #ue s!"mos l&o y no conoc"mos. Plf y yo se&u"mos siendo enemi&os "ntimos, y '!"mos sido colocdos en l mism tro% %r diversión de los +efes orcos, un nos odi !mos. Premeditdmente en l&uns ocsi nos entre&! un escs rción de comid, %ues ern y fmoss nuestrs %eles y l fie #ue nos entre& !mos ells. A veces creo #ue l comid sólo er un %rete1to %r rom% dientes. Pero el e1tenunte ritmo del e+$rcito ten" sus recom%enss, %rticulrmente +usto des%u &ol%i)s, los c%itnes com%lcidos nos %remi!n con sends rciones de crne fresc de ciervos, y no con l crne menudo %utrefct o sec del resto de l tro%. Entendimos

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De Juan Calderó.n Fides ediciones 2014

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Primero fue el ruido

EL DIARIO DE UN ORCO

Primero fue el ruido. Slo sonidos confusos y violentos, no saba que ocurra ni que era ni quin era yo, tampoco donde estaba. Poco despus sabra que estaba en el interior de mi madre, y as me enterara de que yo era un orco, pero daba igual, no tenia idea de qu era un orco ni lo que hacia.Vi la primera luz (o mejor dicho, la oscuridad) en una cueva hmeda y estrecha y fui arrojado entre unos cueros peludos y malolientes sin delicadeza alguna. Pasada la agitacin del parto y el trauma del cambio de hbitat, me percat de que aquellos sonidos que escuch antes eran los gruidos, alaridos y maldiciones de todos los que moraban en el lugar. Todos pasaban y me echaban una ojeada desdeosa, algunos me revisaban la boca y jalaban mis brazos y piernas como verificando mi estado. Aquello no me agradaba y le fui tomando tirria a esos estpidos seres deformes de caminar maltrecho y torpe, y cada vez que los vea acercrseme les reciba con gruidos, y segn crec, con mordiscos y escupitajos, era lo nico que saban hacer con cierta precisin y lo aprend rpido.Tambin aprend pronto a recibir y dar golpes, la lucha diaria por la comida era dura pues haba mucha competencia. Toda la camada que era abundante porque la especie prosperaba en ese tiempo, pareca querer ser engordada y desarrollada pronto por los mayores y ms avezados lideres de la manada.Tambin se nos vigilaba y cuidaba cuando nos internbamos en las oscuridades del bosque, all habitaban grandes araas en los rboles tendiendo telaraas para atrapar presas que, frecuentemente eran cachorros orcos u orcos pequeos dbiles o distrados que se enredaban y eran convertidos en capullos que iban a parar a las alacenas de los arcnidos. Nuestra infancia no estaba exenta de peligros, infancia breve adems debo decirlo.

Recuerdo el da que recib mi nombre de mi madre. Un cazador lleg con algunas liebres y otros animales, los despellej y nos arroj al suelo carne y vsceras. Todos los pequeos cachorros hambrientos nos abalanzamos por el alimento. En la disputa, abofete con fiereza a otro que me arrebataba una piernita y recib un seco puntapi en la barriga, Haug! Me quej, y de la tosca boca de mi madre brotaron unos gruidos que no haba escuchado jams, eran diferentes, pareca disfrutar de ellos. Eran risas, nunca las volv a escuchar de ella pero he ah mi nombre; Haug, orco del Bosque Negro, cerca de Dol Guldur, por cierto, el cro con el cual pele tambin recibi su nombre ese da; Plaf Plaf y yo crecimos juntos por necesidad pues nos desagradbamos mutuamente y las peleas constantes en las que nos enfrascbamos nos hacan notorios para todos. Notoria era tambin la destreza que bamos logrando y nuestra fuerza lograda a golpes, no pasaron desapercibidas para Grishnkh, jefe de la manada y de las hordas de la regin. Un da fuimos tomados con brusquedad por varios soldados orcos y conducidos ante el jefe, y sin tomarnos consideracin siendo casi cachorros se nos integr a las hordas guerreras a recibir entrenamiento. As da a da, semana tras semana, fuimos sometidos a la rigurosa rutina de los ejrcitos del seor oscuro, del que apenas sabamos algo y no conocamos.Plaf y yo seguamos siendo enemigos ntimos, y habamos sido colocados en la misma tropa, pues para diversin de los jefes orcos, aun nos odibamos. Premeditadamente en algunas ocasiones se nos entregaba una escasa racin de comida, pues eran ya famosas nuestras peleas y la fiereza con la que nos entregbamos a ellas. A veces creo que la comida slo era un pretexto para rompernos los dientes.

Pero el extenuante ritmo del ejrcito tena sus recompensas, particularmente justo despus de esas golpizas, los capitanes complacidos nos premiaban con sendas raciones de carne fresca de jabales o ciervos, y no con la carne a menudo putrefacta o seca del resto de la tropa. Entendimos tambin que a mayor golpiza mayor racin, pero que acabar con el enemigo era acabar con las recompensas, se haba creado as, una violenta y sangrienta complicidad, para satisfaccin de los jefes y envidia del resto de jvenes soldados de la horda.

Eran temidas por todos las frecuentes excursiones y patrullajes por bosques, ros y montaas, cavernas y llanuras, eran estas, largas, agotadoras y devastadoras para la resistencia del maltrecho cuerpo, adems de peligrosas. La instruccin era constante, indicaciones sobre como olfatear, como moverse de noche, arrastrarse o permanecer quieto y callado se nos desmenuzaban y repetan constantemente, acompaados de golpes de vara o ltigo. Los escasos descansos los aprovechbamos principalmente en alimentarnos, beber y curar nuestra heridas, si bien insignificantes, eran molestas y propensas a las infecciones dadas las condiciones de limpieza, nulas por completo en nuestro caso. Nuestra piel negra de por si, cargaba con costras de mugre en algunas zonas, en otras, sangre, lodo y sudor iban formando una capa grasienta y hedionda que por formarse poco a poco daba tiempo a las sensibles narices de acostumbrarse al ftido olor que siempre nos acompaara, porque tal era nuestro odio al agua que jams nos babamos y si acaso sta nos tocaba sera por no poder escapar de la lluvia, y cuando as suceda, al secarnos el olor era como de una manada de wargos mojados. A esto haba que agregar que al cargarnos de provisiones, muchas veces stas se pudran por los largos das que las llevbamos sobre nuestras espaldas y al ser devoradas en ese estado, la peste sala por los poros y los hocicos.En una de esas incursiones, lo recuerdo bien, explorando las profundas cavernas de Las Montaas Nubladas, nos perdimos en los rocosos laberintos subterrneos Plaf, otro joven orco y yo, la inexperiencia nos hizo equivocar el rumbo y fuimos a dar a un lago oscuro. Gritamos por un rato y al no obtener respuesta decidimos descansar unos momentos para pensar mejor que hacer.

El profundo silencio de pronto se vio roto por un acechante chapoteo en el agua, pero no vimos nada, despus un siseo apenas perceptible para el odo pero que nos eriz la piel nos hizo ponernos alerta y en guardia, mas no vimos nada. Acordamos dejar rpido el lugar y a los pocos minutos de ponernos en marcha volvimos a escuchar aquella voz sibilante a nuestra espalda sssi tesssoro, comida para nosssotros, pero no vimos nada. Empez a desesperarnos el no hallar la salida y el silbido amenazante que pareca seguirnos los pasos, de pronto, el joven orco se vio derribado, se tomaba el cuello desesperado, lo miramos asustados y sin saber que hacer, lo vimos recibir un golpe invisible y sangrar copiosamente retorcindose hasta que su cuello tron siniestramente y se qued quieto, despus el fantasma lo arrastr lentamente, mas no vimos nada.Creo que fueron dos aterrorizantes das perdidos en aquellas oscuridades pero por fin Plaf y yo dimos con la salida, exhaustos y hambrientos, pero aliviados, empezamos la bsqueda de la tropa o el campamento.Luego de los azotes que recibimos por perdernos de la tropa y por perder al tercer compaero, se nos orden explicar detalladamente los sucesos de en aquella caverna, esto caus gran inters por parte de los capitanes y los jefes mas altos y por varios das se deliber sobre nosotros. Se rumor entonces en el campamento que vena un gran jefe proveniente de la mismsima torre de Barad Dur en Mordor, todos temamos escuchar ese nombre y ms an recibir entre nosotros a un sirviente cercano del gran ojo.

Para entonces los reclutas ya habamos sido instruidos sobre nuestras obligaciones para aquel a quien debamos nuestra obediencia y la esclavitud; Sauron, el terrible seor oscuro.Algo se preparaba en Mordor en aquellos das, algo grave, de grandes dimensiones, espas iban y venan por toda la tierra media, mensajeros y soldados de hombres tambin, incluso se capturaban a varias especies como wargos o trolls. A nosotros por supuesto se nos paseaba por todos los territorios del seor oscuro y mas all, incursionando en lugares hostiles. As conoc Gondor, Ithilien, Montaas Nubladas, Vados del Isen, entre otros sitios. Pero tambin conoc otras razas, propias y ajenas a Sauron.

Las jornadas de trabajo incluan la recoleccin y tala de rboles para distintas aplicaciones sobre todo militares, continuamente era destinado a la confeccin de lanzas, arcos y flechas as como el trenzado de cuerdas, en las cuales yo era hbil y tenaz, tanto como para trepar, como para seleccionar y fabricar, al igual que Plaf, que nunca se dejaba de mi y no se permita quedarse atrs. Grishnkh el jefe, siempre en busca de agradar a sus generales, nos exiga lo mejor de nuestras obras para lo mejor de los guerreros de los campos de Mordor que eran casi de leyenda por su brutalidad y eficacia en combate.

Alternbamos nuestras labores de armeros con el entrenamiento de espionaje y marcial, segn alcanzbamos mejor desempeo las misiones se hacan ms frecuentes. En esa ocasin se nos envi a hacer una avanzada a Plaf, otros dos soldados y a m en la regin de Lorien ms prxima al bosque negro, caminbamos entre los rboles ya oscureciendo cuando una luminosidad tenue unos metros adelante nos hizo agazaparnos. Arrastrndonos nos fuimos acercando, ocultos en la maleza vimos en aquel claro algo diferente. Unos seres altos, esbeltos y que parecan despedir por sus cuerpos una luz azulosa bailaban en la tarde, esa luz nos produca una mezcla de atraccin y repulsin. Las que seguramente seran sus hembras se movan como flotando sobre la hierba de un lado a otro mientras los hombres las miraban regocijados. No sabamos que o quienes eran esas cosas, son elfos dijo uno de los jvenes orcos que nos acompaaban. Mi instruccin aun no inclua esa informacin, solo tenamos datos primarios, como que eran enemigos acrrimos de Sauron, sanguinarios y despiadados. capturemos una dije obviamente refirindome a las hembras, pero el orco con la cabeza me hizo notar las lanzas, los arcos y las largas espadas colgadas en la cintura y la espalda de todos ellos, nos aventajan en nmero dijo, terminaramos desperdigados por todo el bosque en pedazos, vaymonos. As reptando, nos alejamos de nuestro primer encuentro con uno de los enemigos del gran ojo.Un da, un gran alboroto nos hizo salir de las tiendas, los exploradores en turno haban capturado a un par de guerreros elfos y los prisioneros de tal tipo eran apreciados para el entrenamiento. Fueron provistos con espadas de madera al igual que todos nosotros. Los rodeamos u uno a uno fuimos enfrentados a ellos. Era mi turno, me par decidido e intrigado por se actitud, su semblante no reflejaba expresin alguna, salvo la frente altiva y la mirada desafiante y segura, nada deca su cara sobre su estado de nimo. Debo confesar que me atemoriz por un momento lo majestuoso de su apostura y la fuerza que se adivinaba bajo su esbeltez y la facilidad con que haba noqueado a los orcos anteriores. Pero mi mirada se encontr con la de Plaf, burlona y retadora, resopl y acomet con ira y una y otra vez fui esquivado, lanzado, golpeado, pateado, incluso abofeteado, y fui de la mirada desdeosa del elfo a la compasiva, hasta llegar a la de cierta admiracin, pues nunca retroced ni deje de atacar, solo exhausto y maltrecho tuve que ceder mi lugar a otro. Pero mi recompensa no tard, Plaf no dur ms de dos minutos antes de caer inconciente y con el hocico destrozado de un puetazo y la cara cruzada por un espadazo de madera. Dos das estuve tumbado con fiebre por el cansancio y la golpiza, se me orden levantarme para presenciar las ejecuciones de los prisioneros, estos con paso maltrecho pero sin perder su digna pinta, se dejaron colocar en un tocn. Su aspecto impresionaba, estaban en muchas partes del cuerpo despellejados y faltaban algunos de sus dedos, a uno de ellos incluso una mano completa, la ropa desgarrada y cubiertos de verdugones y sangre y la cara tumefacta y los ojos cerrados de hinchazn. Se les forz a arrodillarse y antes de recibir el golpe del hacha gritaron; a elbereth gilthoniel! Sus cabezas fueron puestas en una pica en el sendero de entrada al campamento y sus cuerpos, bueno, pues los devoramos gustosamente en una fiesta orca en la noche.Una gran hoguera en el centro del campamento iluminaba las grotescas danzas y torpes contorsiones sin nada que ver con la delicada y grcil versin que vi antes en las mujeres elfo, se coreaba el nombre de Sauron, pero no con alegra sino con temor, se levantaban vasos y odres del amargo licor de races para brindar, los cuchillos tajaban carne de las vctimas del da y la tendan sobre las brasas mientras se disputaban torneos de espada y arco o de simples puetazos y patadas, los premios; las armas y pertenencias de los prisioneros. Comer y beber sin control e incluso acoplarse con las hembras con el placer del instinto carnal y violento desatado. Comer y beber hasta el vmito, la inconsciencia y hasta la muerte por indigestin. Se consumi la noche como las brasas; las cenizas, se las llev el viento del amanecer; los huesos de los elfos se los llevaron los lobos y los cuervos. Al medio da y a hurtadillas arranque un diente de la cabeza en la pica del elfo que me golpe y lo colgu de mi cuello con una tira de cuero de jabal y me jur jams dejarme ser tocado por uno de ellos.Los das transcurran dura y vertiginosamente en la vida de los orcos, los movimientos militares a gran escala se volvan frecuentes as como las selecciones de soldados y su colocacin estratgica segn sus aptitudes, por supuesto el entrenamiento se recrudeca, las incursiones aumentaban y las fraguas trabajaban a marchas forzadas. Ese da martilleaba yo con fuerza forjando una espada cuando de pronto se quebr, yendo a parar un fragmento caliente a la espalda de Plaf, dio un furioso alarido de dolor y se volvi hacia el culpable, darse cuenta de que era yo no hizo mas que acrecentar su ira y arremeti contra mi con la espada que el forjaba, apenas tuve tiempo de defenderme con el trozo de la ma que quedaba, los dems orcos gritaban azuzndonos a matarnos y ello nos enardeca mas. El hizo valer rpidamente la ventaja que le daba una espada completa, me derrib y se prepar para acabarme, dej caer el tajo pesadamente sobre mi, cerr los ojos, pero la espada fue detenida por una poderosa mano que sin problemas la tom por la hoja la arrebat y la arroj lejos. Todos nos congelamos, ante nosotros se ergua la siniestra y poderosa silueta de uno de los nueve; un Nazgul, luego con la voz de una caverna le orden al jefe nos enviara ambos inmediatamente a los campos de Mordor.

Creo que fue la fiereza con la que combatamos por el odio que nos profesbamos, lo que llam la atencin del Nazgul, nuevamente esa enemistad cambiaba nuestro destino, pero haba una razn mas para ser llevados a Barad Dur que pronto conoceramos. As, marchamos durante varios das casi sin descanso y pasando por varios puestos de revisin hasta ver por fin la imponente puerta negra y las infames torres de los dientes ante nosotros.A lo lejos, entre las torres se divisaba la torre de Barad Dur sobrevolada por criaturas aladas que me recordaron los murcilagos que vi en las grutas durante nuestro extravo, y mas all se elevaba el Monte del destino cuyo pico siempre en llamas humeaba sin descanso, extendiendo una larga oscuridad por todo el valle, salpicado por las luces de las fogatas de los ejrcito que por doquier se agrupaban y alistaban, miles y miles de orcos de varios tipos que nunca pens que existieran, ni que fueran tan numerosos.

A diferencia de los orcos del exterior, estos se hallaban muy bien equipados, con gruesas espadas y escudos de metal y armaduras o cotas de malla y yelmos que por si mismos eran un arma, mazas, arcos, lanzas, catapultas y toda suerte de artilugios de guerra eran fabricados y almacenados all, y yo esperaba ser asignado a cualquiera de esas labores, mas no fue as, nos llevaron directamente a la torre, atravesamos las puertas de hierro y los mltiples puestos de control fuertemente custodiados. Al llegar a un gran saln iluminado copiosamente con antorchas se nos at de manos y se nos vendaron los ojos con gruesas correas de cuero de tal manera que era imposible ver algo, salvo un casi imperceptible halo de luz por una leve rendija en las mejillas. Caminamos, luego comenzamos a subir unas escaleras que parecan no terminar nunca, por momentos nos llevaban casi cargando para acelerar la marcha, a los costados se escuchaban quejidos y lamentos, ruidos de cadenas y grilletes y el ambiente se espesaba. Llegamos, se abri otra puerta que por su sonido imagin sera enorme y tremendamente pesada y un viento ftido y helado nos golpe la cara, nunca me sent tan indefenso y tan pequeo. Son entonces una voz aterradora que pareca envolvernos y provenir de todos lados y al mismo tiempo de ninguno, es decir como si no fuera de este mundo, pero tan real que todo se cimbraba en el lugar, sentamos temblar el suelo bajo nuestros pies y rechinar hierro y maderamen cada que la voz tronaba.Nos orden contar con detalle sobre los acontecimientos en las cavernas de Las Montaas Nubladas cuando nos perdimos. Conforme lo relatbamos la voz denotaba una ansiosa avidez, se tornaba febril y constantemente nos haca volver atrs y repasar la historia concienzudamente. Por la rendija que me dejaba ver slo el resplandor reflejado en el suelo me percate de cmo la rojiza luminosidad en el lugar, se intensificaba notablemente cuando mencionbamos algo de particular inters para quien ya para entonces yo estaba seguro que era Sauron, era como si se arrojara aceite a una hoguera por la forma como se escuchaba arder el aire alrededor del saln, si se avivaba la curiosidad del seor oscuro y no pareca ser saciada pronto. Lo sentimos como una eternidad pero al fin termin. Se nos orden quedarnos en Mordor y estar disponibles para salir en cualquier momento, quedamos bajo las rdenes de Gothmog, un legendario servidor de Sauron que a su vez estaba bajo el mando del rey brujo de Angmar, as que habamos arribado a la instancia mas alta de los ejrcitos del seor oscuro, prximo amo absoluto de la tierra media. Pasado el susto del angustioso encuentro fuimos alimentados abundantemente en las bodegas y cocinas de la torre, privilegio slo de los mas altos, pues afuera se racionaba todo previendo la escasez de la guerra y era comn devorar a los prisioneros y esclavos muertos, incluso a otros orcos sobre todo los ancianos y los enfermos, pues no producan y eran una carga costosa e innecesaria. Hice de todo en aquel tiempo turbulento, armero, espa, viga y durante los castigos hasta de criador de alimaas, tambin fui enviado a saltear caminos y saquear aldeas, pero una regin en particular nos cost muchos intentos y muchas vidas.La regin conocida como La Comarca nos represent una orden permanente pero imposible de cumplir, siempre estaba resguardada por los montaraces y stos no perdonaban, eran imperceptibles a simple vista y aparecan de repente cual fantasmas, nos arrasaban e igual desaparecan, jams logrbamos evadirlos o pasar sin que nos vieran. Pero tantos fracasos en la zona no tenan conformes a los jefes y se nos envi a una nueva incursin pese a los consejeros militares que sugeran no sacrificar fuerzas. No les import, slo ramos nmeros para ellos y la frustracin los cegaba. Gothmog dispuso una fuerza al mando de Ufthak, un experimentado capitn. Partimos de noche, sin antorchas, arrastrndonos palmo a palmo y no fue suficiente. Se escucharon unos graznidos de rbol en rbol, nos quedamos expectantes, de sbito de la espesura brotaron, fugaces y oscuros, slo distinguibles por el brillo de las espadas, cercenando, atravesando, decapitando, y aunque los aventajbamos en nmero rpidamente nos emparejaron. De todos ellos sobresala uno que pareca un vendaval a cuyos pies caa cualquiera que se acercaba, me distraje por un segundo mirando sobre el hombro del guerrero la cobarde huida de Ufthak y recib una cortada y un golpe en la cabeza que me aturdieron y dejaron quieto por unos instantes, que bastaron para darme cuenta que no quedaba uno de mis compaeros con vida. Los montaraces entonces paseaban entre los cadveres rematando a los moribundos y vi venir hacia m, al majestuoso guerrero, contuve la respiracin debajo de mi yelmo. Me pate pero no me mov, me pincho con su espada en la pierna, y no hice movimiento alguno, Aragorn le gritaron y se alej, algo le fue informado que se mont en su caballo y como llegaron se fueron en silencio como si los barriera la brisa nocturna. Yo me alej reptando hacia el lado contrario y as continu toda la noche, cuando estuve seguro de que no me seguiran me puse de pie y corr a avisar a mis superiores.Haba taponado el pinchazo en mi pierna con un jirn de trapo pero no me alcanzaba la herida en espalda y el golpe en la cabeza me la hinch tanto que no poda sacarme el yelmo y la senta adormecerse y acercarme peligrosamente al desmayo. Con todo me alcanz la fuerza para regresar. La versin de la batalla de mi parte no favoreci en nada al capitn Ufthak y la contradeca por completo sobre todo en lo que se refera a su salvacin. Gothmog enfurecido le perdon la vida slo por su experiencia, pero lo destin por la puerta de atrs a la torre de Cirith Ungol, lugar temido por razones que ponan los pelos de punta a los orcos, era un puesto de viga en la cordillera de Ephel Dath o montaas de la sombras, que tena realmente poca actividad pero de gran peligro, curiosamente causado no por enemigos del amo Sauron.Otra de las misiones era acechar las migraciones de los elfos a los puertos grises. Al principio para asaltarlas, pero por el peligro que representaban y su poca productividad, puesto que no cargaban con mucho e iban bien custodiadas, se cambi la orden por la del espionaje. Mucho interesaban al seor oscuro las actividades de los elfos de aquellos das, se crea que viajaban a las tierras imperecederas por refuerzos. Un enorme miedo, casi pnico le causaba la posibilidad de un nuevo regreso de los Valar, como aquella donde fue definitivamente vencido Morgoth, el primer seor oscuro, su amo antao. Pronto se dio cuenta que el nuevo xodo obedeca a la creencia de los elfos del fin de la era de los primeros nacidos, lo cual equivala al inicio de la era de los hombres. Por tal motivo el gran ojo volvi su mirada y sus odos prestaron atencin a un insistente rumor arrancado a punta de tormento a los prisioneros en Barad Dur y en las mazmorras de Isengard sobre la aparicin de un heredero al trono de Gondor, el retorno de un rey su nombre, ya lo mencione anteriormente, Aragorn.

Esto me signific salir a los caminos con otros encargos, Gothmog saba que yo conoca fsicamente al ya legendario Dunedain y esperaba lo localizara e identificara. Fue intil desapareci por largo tiempo de aquellos lugares y tras el desastre de la ltima ves, ya no se incursionaba fcilmente por aquellos sitios.

Pero la guerra no se detuvo y despus de muchas batallas la balanza se inclinaba a favor de Mordor. Plaf y yo marchamos a la espalda de Gothmog a Osgiliath para dirigirnos despus a los campos de Pelennor donde se esperaba dar el golpe final al sitio de la ciudad blanca.

Pero el general por alguna razn nos envi despus de varios das con un mensaje secreto a Mordor, justo al comenzar el ataque a Minas Tirith. Al parecer luego de interrogar a un espa rohirrim capturado durante nuestra estancia, algunos planes cambiaron. Gothmog nos salv la vida sin saberlo, pero no salv la suya. Ms tarde nos enteraramos de que arribaron los ejrcitos de Rohan y de que los corsarios nunca alcanzaron su destino. A lo lejos podamos ver desde las colinas la humareda negra que se extenda por Pelennor, pensamos que la victoria era un hecho, nada ms lejos de la verdad.

Ya en Barad Dur habiendo entregado el mensaje los planes cambiaron nuevamente. Se inici la movilizacin inmediata de todas las huestes hacia la puerta de hierro. Los capitanes se encontraban muy alterados, en el cielo negro de Mordor se miraban patrullando sin descanso a los Nazguls montados en sus criaturas aladas. En uno de esos desplazamientos debido quiz a la irritacin reinante, dos pequeos orcos que un poco antes haban sido sorprendidos intentando escabullirse iniciaron una pelea durante una inspeccin. Se hizo un alboroto generalizado en el cual vi escurrirse sigilosamente a los culpables, iba a delatarlos pero un golpe de ltigo me restall en el hocico, quise protestar, sealar a los prfugos, pero otro golpe, esta vez en las manos tron volvindome a la fila.Ahora slo esperbamos arracimados ante las puertas de hierro a que sucediera algo, y sucedi, hubo un reto, un llamado al seor oscuro a presentarse, mas quien se present fue otro sirviente portando algunos extraos objetos. Se dirigi a la puerta y orden se abriese, los tambores redoblaron y los cuernos sonaron por todo el valle, cuando se abri lo primero que pude ver fue la imponente figura del tal Aragorn que, ataviado ahora con el odiado uniforme de Gondor haba cobrado una nueva majestuosidad, como la de un antiguo rey. Encabezaba un peculiar grupo, compuesto por varios representantes de diferentes razas y portando estandartes diversos. Cruzaron un breve dilogo y luego el lugarteniente regres hecho una furia tras las puertas. Los cuernos y los tambores volvieron a sonar y se abrieron ahora de par en par dejndonos salir como una marea a acabar con todo. Nos abalanzamos sobre el pequeo ejercito apostado all a rodearlo primero, pero a lo lejos en el cielo se dibujaron la siluetas de grandes aves que jams haba visto, las cosas cambiaban para mal. Y de pronto, el cielo y al tierra se estremecieron y todos nos congelamos, a la distancia se escuchaban grandes estruendos y explosiones y se vea una gran humareda. Los Nazguls caan desde el aire envueltos en llamas y desintegrndose entre alaridos al igual que muchos de los servidores ms connotados de Sauron. Ya no sabamos que hacer. Plaf y yo intentamos cruzar desesperadamente la cinega cuando sentimos una lluvia de flechas a nuestra espalda, casi lo logrbamos, pero un dardo me atraves la pierna y sent una punta desde mi espalda abrirse paso para salir por mi pecho, ca, dando maromas y pude ver al certero tirador, lo nico que me humill fue ver al Elfo de cabellos dorados que segua disparando a los dems orcos que intentaban huir, desmay.

No se cunto tiempo pas abr los ojos y lo primero con lo que se toparon fue con la mirada perdida y nublada de Plaf con una flecha saliendo por su frente. Pareca tranquilo, seguramente muri contento pensando que ca primero. Me arrastr por horas hacia alguna de las muchas grutas que se hallaban excavadas por aquellos paramos, nada hall, todo estaba derrumbado. Recog de los cadveres algunas jofainas con el licor amargo con el que nos curaban y algunos das com de mis hermanos de raza, pero todo era intil, vea venir el final de mis fuerzas acercarse lentamente. Levant la vista al cielo.

En el principio slo era oscuridad, hoy al final de mis das tambin.