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    ARTCU

    LO En torno a la reflexin de Giannini

    De la redonda paradoja del (des)arraigo domiciliario

    a la cura poltica

    LUIS ALBERTO CARRILLO

    Profesor en la Universidad Andrs Bello, Via del Mar, ChileMagster en [email protected]

    ResumenCon La reflexin cotidiana como fondo y pretexto,atiendo, en la primera parte, a lo paradjico que re-sulta tanto el anhelo por las experiencias callejeras,cuando es el caso que el sujeto se encuentra dentro delhogar, como el afn por las bondades hogareas cuan-do se halla fuera; esto es, cuando ensimismado y dentrode s, anhela salir de s y cuando eximismado y fuerade s, anhela entrar en s. En la segunda parte intentomostrar que todo discurso pblico es, por ello, un dis-curso poltico que consiste en dejar atrs la exageracin

    domiciliaria, mental y corporal. El tema de examen lareflexin invoca un modo circular de aproximacinque atae al ejercicio de girar en derredor, dada la con-dicin de viaje redondo que Giannini el arquelogo,descubre. Por ello, el desafo de la primera parte serinstalar los extremos de la travesa, es decir, el origeny el destino, y el modo como el viajero se halla en estosextremos. Asimismo, el desafo de la segunda parteser ilustrar un anlogo viaje redondo acontecido enmedio de la jornada entre el sujeto del lenguaje y sucontraparte dialgica, pues todo lo que alguien diceafuera vuelve adentro. Tal la paradoja del (des)arraigo

    domiciliario.Palabras clave:domicilio, dilogo, poltica, (des)arraigo,ciudadano.

    AbstractWith The Daily Reflection as background and pretext,I attend, in the first part, to the paradoxical thing thatturns out to be both the longing for the street experienc-es, when the case is that the subject is inside the homeand the zeal for homeloving kindness when he is outside;i.e. while being absorbed in his own thoughts and withinhimself, he yearns to leave himself, and while he is notbeing absorbed in his own thoughts and out of himself,he yearns to go inside himself. In the second part I try toshow that any public speech is, for this reason, a politi-

    cal speech that consists on leaving behind the domicili-ary exaggeration, both mental and corporal. The topicof examination reflection invokes a circulate way ofapproach, concerning the exercise of spinning around,given the condition of round-trip that Giannini, the ar-cheologist, discovers. Therefore, the challenge of thefirst part will be installing the journeys extremes, i.e.the source and destination, and the mode as the traveleris situated in these two extremes. Likewise, the chal-lenge of the second part will be illustrating an analogousround-trip happened in the middle of the journeybetween languages subject and his dialogical counter-

    part, because everything that someone says out returnsinside. This is the paradox of domiciliary uprooting.

    Key words:domicile, dialogue, politics, uprooting, citizen.

    mailto:[email protected]:[email protected]
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    LO

    En torno a la reflexin de GianniniDe la redonda paradoja del (des)arraigo domiciliarioa la cura poltica

    LUIS ALBERTO CARRILLO

    Introduccin

    En el marco de la reflexin cotidiana, viene al caso atender a la terminologa que el

    profesor Giannini ha instalado en nuestro contexto acadmico, aceptando la invitacin

    que parece subyacer de darle vueltas a un redondo asunto para averiguar, hacindo-

    lo girar sobre s mismo, hasta dnde nos lleva, cmo nos lleva y si nos deja allende o nos

    trae de vuelta. El desafo es determinar si en aquella operacin de torneo damos vueltas

    con el asunto metidos y asuntados o distintamente, con limpieza, control y asepsia,

    permanecemos quietos mientras el asunto da las vueltas que queramos que d, o lasque hayan de ser dadas.

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    En La reflexin cotidiana, el profesor Giannini indaga acerca de una serie de tr-

    minos que hacen parte del uso cotidiano y, a cuenta de una precisa articulacin, destie

    el aburrimiento propio de las palabras dichas da con da: domicilio, calle, plaza,en fin, trminos no suscritos habitualmente por el filsofo en virtud de quien sabe qu

    seorial compromiso con la especialidad.

    En esta oportunidad, y a propsito de aquellas cuestiones, atiendo en la primera

    parte a lo que denomino, no sin algo de bochorno, la paradoja del (des)arraigo domi-

    ciliario, entendida como la conjuncin entre el anhelo por salir a hacerse del mundo y

    la aoranza del domicilio. En la segunda parte, propongo una salida a la exageracin

    domiciliaria por la va de la consolidacin del lenguaje cotidiano.

    1. La paradoja del (des)arraigo domiciliario

    Salimos de casa anhelando que pasen cosas, puesto que el domicilio es precisamente

    el sitio donde las cosas no pasan, donde el reposo tibio o fresco segn sea el tono del

    ambiente tras la puerta adquiere sentido en cuanto es la negacin del pasar de lascosas. Ah donde el fuego permanece encendido o la frescura de la cerveza ocupa la

    mano libre, acontece la detencin que anula la movilidad diurna, llena de trajines ca-

    llejeros, tramitaciones de oficina o diligencias ocasionalmente inacabadas y a menudo

    irresolutas. Aquel que se instala en su silln a leer, vitalmente conectado con el libro

    y la cerveza, o el caf, segn sea la estacin, espera que no suene el telfono ni que

    llamen a la puerta, espera en definitiva que no pase nada, pues el sonido del telfono o

    la llamada a la puerta son signos de que pasa o ha pasado algo. Y mientras se encuentraal amparo del fuego o la frescura unipersonal o familiar, no espera nada, de modo

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    que si afinamos el lenguaje, no diremos que se espera que no suene el telfono o que no

    llamen a la puerta, simplemente nada se espera, y una espera sin contenido es deses-

    peranza y desesperacin.1

    En efecto, aquel sujeto que nada espera se encuentra domi-ciliarmentearraigado. Pisa la casa y al instante echa races, asumiendo la condicin del

    domicilio, ejerciendo la cotidiana precipitacin al anclaje, entregndose a las propias

    paredes sean las que fueren, cuatro o ninguna.2Quien viene de la calle, habiendo

    participado del dilogo corporal,3deviene animal domesticado, esto es, animal de do-

    micilio que por muy lejos que vaya, siempre vuelve, pues repite jornada a jornada la

    vuelta a casa, el ritual de girar, de dar vueltas para finalmente aterrizar donde mismo,

    ah mismo. Animal domado, cansado, lleno de cosas encima, con olor a cosas que hanpasado, pasadoa cosas, algunas de las cuales se quedan en el cuerpo, pues a veces el

    cuerpo huele a cosas.

    LA LUCHA CONTRA LA DOMESTICACIN

    Estar en arraigo domiciliario supone la voluntad de salir por un rato a ver qu pasa afue-ra, en el mundo, pues es all donde las cosas pasan. El sentido final de estar domiciliado,

    aun cuando ello no quede definido por las paredes del domicilio, impone una actitud

    domiciliaria. La calle, opuesta al domicilio, al domo en el que somos intocables, es por

    tanto el ncleo desdomiciliador, pues consiste en la sealticade que aquello que nos

    toca y atae, sucede fuera. Ahora bien, los beneficios de la intocabilidad, incrementados

    en virtud de la doctrina de la seguridad ciudadana, parecen consistir en la anulacin, en

    buena medida, de los contactos ajenos, del roce, del olor y el sudor callejeros, en definiti-va, del riesgo de que pasen cosas, ojal nada te pase. El riesgo es, sin embargo, parte del

    1 Precisamente, esperar que llamen a lapuerta o esperar la llamada telefnica,slo tiene sentido en cuanto aquellos actosinvolucren la consiguiente salida del do-

    micilio a hacer aquello que tales llamadaspudiesen invocar. Aquel que ha perdido laesperanza de que lo llamen, desde la puer-ta, desde el telfono o desde cualquiermedio electrnico, no tiene ms remedioque quedarse en casa, pues para l salirsignifica salir a nada, salir sin destino.

    2 La rotacin cotidiana se configura alre-dedor del punto alque se regresa siem-pre y desde cualquier horizonte. Estepunto gana, entonces, la calidad de eje de

    todo el proceso. Giannini, Humberto, Lareflexin cotidiana. Hacia una arqueo-loga de la experiencia.Santiago de Chile,Editorial Universitaria, 1987, p. 31. Y apropsito de la condicin no exclusiva-mente mobiliaria de este eje, Giannini in-dica: El domicilio representa, entonces,una categora fundamental de la estruc-tura que estamos describiendo; categoraque no deber ser asociada en ningncaso a imgenes de convivencia familiar,a tradiciones y afectos. Ser-domiciliadolo es el hombre cavernario de Platn, loes el anacoreta inmensamente domi-ciliado, diramos, el mendigo que seguarece bajo los puentes; el nmade consu tienda ambulante; el universitario deprovincia que vive en pensin; la asiladaen el prostbulo; el conscripto en el cuar-tel. Giannini, Humberto, La reflexincotidiana. Hacia una arqueologa de laexperiencia. Santiago de Chile, EditorialUniversitaria, 1987, pp. 31-32.

    3 El trnsito de esto que denomino dilogocorporal hacia el monlogo presuntivo

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    mundo, desde que te devore el milodn, a que elflaitete robe el I Phone. En cambio, la

    condicin de estar domiciliado, domado, domesticado, dominado, domeado, de estar

    sujetoal fin, instalado entre las paredes de la institucin hogarea, sea con cerco elc-trico, cmara de seguridad, o simplemente con tibieza familiar, es la condicin propia

    de aquel a quien nada le pasa, aquel que puede, a veces con nostalgia, sealar que en su

    vida no pasa nada. Pero cuando el domiciliado recuerda el da, aora el dilogo ms all

    de las paredes. Lo que aora, al cabo, es el roce, la contienda, el olor y el sudor callejero,

    aora el desarraigo. Y arraigado ansa desarraigarse. En casa, sin mundo, caliente, o

    fro segn sea la estacin, pero sin mundo.

    LA LUCHA EN POS DE LA DOMESTICACIN

    Por su parte, salir a hacerse del mundo es aceptar la participacin en la contienda, es

    dar crdito a la contingencia, asumiendo que pasar lo que haya de pasar. El caf, la

    plaza, el bar, son aquellos lugares en los que la calle disfraza y sealiza su exteriori-

    dad, formas reductivas y pseudodomiciliarias, estaciones en el regreso a casa. Fueradel domicilio, del propio mundo, nos pasa todo lo que tiene que pasarnos, e incluso en

    ocasiones nos pasa lo que no nos debiera pasar. Pero la buena vida es pasaje, y una vida

    en la que no pasa nada, no vale la pena ser vivida.4De modo que, en medio del mundo,

    el sujeto mundano, desdomiciliado, en constante roce, de cuerpo y palabra, continuo

    como es con las cosas, lenguado y verbrreo, se transforma en objeto atinente, exhibido

    y atento, espectculo pblico al tiempo que espectador. Pero, curiosamente, en medio

    de la funcin circunloquia, aora el hogar. Es decir, cuando est en desarraigo aora lasraces del arraigo, cuando est afuera, lo que aora es estar adentro, metido.

    y tal vez irremediablemente mental,Giannini lo ilustra como sigue: Cuandotraspaso la puerta, el biombo, o la cor-tina que me separa del mundo pblico;cuando me descalzo y me voy despojandode imposiciones y mscaras, abando-nndome a la intimidad del amor, delsueo o del ensueo, entonces, cumploel acto ms simple y real de un regresoa m mismo; o ms a fondo todava: deun regressus ad uterumes decir, a unaseparatibidad protegida de la disper-sin de la calle el mundo de todos y denadie, o de la enajenacin del traba-

    jo. Giannini, Humberto, La reflexincotidiana. Hacia una arqueologa de la

    experiencia. Santiago de Chile, EditorialUniversitaria, 1987, p. 32.

    4 Scrates, a quien le pasaron muchas

    cosas en virtud de la vocacin dialgica,estara de acuerdo con nosotros.

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    El domicilio es un reducto y todo reducto supone algo respecto de lo cual la accin

    de reducirse adquiere sentido. Quien se reduce en el domicilio, se reduce de cuerpo, se

    quita de encima todas las cosas que le han pasado,5

    y segn sea la condicin de aquelloque ha pasado, el acto de reducirse adquiere su propia, exitosa o fracasada, condicin:

    el descanso reparador o la instalacin insomne en la cama del mundo y la calle. Por

    ello, el reducto casa, caverna, pensin, espacio abierto, como dira Giannini no pue-

    de acontecer con el sello conclusivo del ltimo refugio;6en propiedad es el sitio que se

    abandona da a da, pero al cual se retorna, da a da, cansado, lleno de cosas encima, en

    el cuerpo y en la cabeza. Al da siguiente, satisfecha la liturgia domiciliaria y segn que

    la condicin de la reduccin haya sido exitosa, sofoca la sed de mundo; y entonces, hayque salir a beberse el mundo, a habrselas con las cosas, como dira el viejo profesor

    de filosofa. Entonces, aliviado, descongestionado, desmovilizado y descansado, el ex

    domiciliado abandona el reducto con destino de roce callejero, e impuesto de vestimen-

    ta y cobertura, deja atrs la desnudez del reposo, el cuerpo desnudo y mente nuda.

    En definitiva, el domiciliado, reducido de la aventura del mundo, aora la calle, el

    bar, el caf o la plaza. Pero aventurado al paisaje del mundo, extraa el rincn y empren-

    de el camino a casa. La paradoja, como seal en principio, est en que al salir a hacersedel mundo, el callejero aora el fuego y que al quedarse sin mundo, en casa y caliente,

    extraa las calles del mundo. Si esto es drama o tragedia, sea ello motivo de reflexin

    para los nuevos metafsicos.

    5 Por encima, por debajo o por el lado, lascosas siempre pasan.

    6 La muerte slo ser el reducto refugiode aquel que a la vuelta de tres das, o

    de los que fueren, resucita en su propianueva vida. Para el resto, la muerte esla detencin final, desde la cual y por lacual, las experiencias futuras quedananuladas.

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    2. La cura de la exageracin domiciliaria

    LA EXPERIENCIA POLTICA COMO REMEDIACIN

    En la primera parte he examinado las motivaciones subjetivas del trnsito reflexivo-

    cotidiano que animan a todo quien emprende el viaje de ida y vuelta. En esta segun-

    da parte, a partir de algunas notas acerca del dilogo, indago en torno a la experien-

    cia poltica con el fin de postular al lenguaje cotidiano como la cura de la exageracin

    domiciliaria.Entrar en dilogo es ejercer un acto de suscripcin, y por ello involucra cierta voca-

    cin callejera y desdomiciliadora. La razn est en que todo lo que ha de ser dicho y lo que

    importa ser dicho, debe exceder los lmites del propio domicilio entendiendo ahora

    que el propio reducto mental es tan domicilio como el inmueble en el que el individuo se

    recluye corporalmente. Por tanto, el ejercicio dialgico significa rebasar los mrgenes,

    mentales y corporales, de la impar y privada singularidad para ir en busca de la paridad

    pblica, sea en la calle, en el bar, en la plaza o en el caf.El modo de entrar en dilogo es inevitablemente un modo corporal y, por ende,

    una actividad que admite un sinnmero de inflexiones. Al decir yo opino, creo que,

    estoy de acuerdo, no estoy de acuerdo,7 el individuo otrora privadamente domi-

    ciliado abre las puertas de su casa a la irrupcin extranjera, dando cuenta del propio

    sistema de creencias y advirtiendo, en el acto, que est dispuesto a ejercitar el habla

    con destino ajeno. Al proferir las expresiones anteriores o alguna equivalente corpo-

    ralmente coreografiadas, el sujeto inicia el abandono del domicilio, escapa del hipo-ttico lenguaje privado, para decir y dar a conocer la propia identidad,8y requerir la

    7 Es evidente que es el cuerpo quien hablacuando el sujeto dice lo que cree oportu-no decir. No obstante, la propia gestuali-dad del cuerpo acompaa al discurso. EnLa metafsica eres t, Giannini abona ala descripcin del acto comunicativo: Elespacio civil es el espacio de la comunica-cin abierta del habla, pero tambin del

    gesto o del ademn que hablan, son losmodos originales de encontrarnos con elprjimo en el trabajo, en el mercado, enlos lugares de esparcimiento, los modosesenciales de aparecer ante los otros.Es evidente que gestos y ademanes sonmodos de expresar algo ante el prjimo.Giannini, Humberto, La metafsica erest. Una reflexin tica sobre la intersub-

    jetividad. Santiago de Chile, Catalonia,

    2007, p. 94.8 soy yo quien dice esto.

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    haga indicando las seales de aquel sometimiento escuchar lo que el interlocutor ha de

    decir implica articulaciones faciales inequvocas, de modo que el trnsito desde las pro-

    pias convicciones y la expresin de aqullas, hasta la audicin de las convicciones ajenas,resulte genuino. No es otro el sentido de demandar que la permeabilidad de las propias

    convicciones, implique su trasparencia. Para alcanzar estas estaciones de permeabilidad

    es ineludible que se cumplan dos condiciones: la primera, estar fuera del domicilio cor-

    poral y mentalmente; y la segunda, indicar con el cuerpo el sometimiento al dilogo. Se

    precisa, entonces, la articulacin pblica del discurso, esto es, la participacin poltica.

    Al atender a la primera condicin, que traduce aquello que denominamos desa-

    rraigo literalmente tpico, se advierte que luego de acontecer la reflexin domstica,es necesario decirla. Y entonces no queda ms que salir a decirla, es decir, abandonar

    el amparo del reducto y dejar atrs la comodidad de la habitacin autosuficiente, ah

    donde cada quien es el rey de su propio decir, para instalarse en la intemperie exodomi-

    ciliaria. Afuera mis propias palabras se hacen efectivamente propias, pues desafan y

    son desafiadas. Lo que ha sido dicho en el propio reino, es nicamente discurso privado

    cuando acontece el ejercicio de contraponerlo al discurso ajeno, pues mientras est en

    la soledad del propio decir carezco de un canon que me permita hablar en propiedad. Enefecto, en ausencia del parmetro referencial del discurso de los otros, no tiene sentido

    sostener ningn discurso propio. En palabras simples, hay lo propio solo cuando se sabe

    de la existencia de lo ajeno y lo propio se dispone ante lo ajeno. Esto ltimo, es aquello

    que caza la idea de desarraigo figurativo, traslaticio y metafrico. Las declaraciones pro-

    pias constituyen el propio tpico, y es en la conversacin donde el horizonte del discurso

    muestra colores distintos a los colores de la autodefinicin. He aqu la definicin rortya-

    na de irona,10

    que parafraseada al modo de Gianinni dira algo as como saber acercade la contingencia del propio vocabulario domiciliario.

    10 En mi libro Contingencia, irona y soli-daridad he definido la irona como elsaber acerca de la contingencia del pro-pio vocabulario concluyente. Rorty,

    Richard, Filosofa y futuro. Barcelona,Gedisa editorial, 2002, p. 164.

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    El compromiso con el dilogo ciudadano es, entonces, la advertencia de la con-

    tingencia del propio domicilio y demanda, por ende, no salir a la calle con la casa en la

    espalda y a cuestas. En efecto, una de las formas de evadir el dilogo es instalarse enel mundo con el caparazn discursivo anexado a la piel, impidiendo la posibilidad que

    alguien refute las propias opiniones. Aquellos que clavan la propia bandera ms all

    de sus fronteras son los colonialistas, los imperialistas, aquellos que no solo hacen del

    mundo el propio mundo cuestin permitida a cualquiera, sino que niegan la propie-

    dad del mundo a los dems. stos son los sabios inadmisibles, los catedrticos inderro-

    tables, los anti-ironistas, los viejos griegos buscadores de la imagen nica de las cosas,

    los eukkleos, es decir, los bien redondos parmendeos contradoxos, que no van al bar nial caf ni a la plaza, pues en estos lugares no se dictan ctedras, sino que se encuentran

    domiciliar y cmodamente reunidos en las academias, las iglesias y los regimientos.

    LA POLTICA COMO CASO DE DILOGO CIUDADANO

    Cuando la poltica se rinde al imperativo de la consecuencia, haciendo de ella un dog-ma, acontece la invalidacin del dilogo. Es evidente que cada quien tiene el derecho de

    defender declarativamente lo que crea defendible, y de esa manera podemos entender

    que la bsqueda permanente del domicilio es el persistente intento por autosostenerse

    en el propio discurso. Pero, si el buen hacer de la poltica consistiese solo en demandar

    y elogiar que siempre se piense igual, y por tanto, siempre se diga lo mismo, hay enton-

    ces, para decirlo con el lenguaje del Giannini, rutinizacinde la poltica; en tal caso sta

    resulta ser un mecanismo bien trabado, un reloj suizo, donde las doce siempre son lasdoce, las doce de ayer y las de hoy. Y desde el mecanismo a la aceda y al aburrimiento,

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    desde el reloj suizo al desgano y al bostezo, el sendero es desrtico. Note que tal vez no

    haya nada ms aburrido que no tener nada que hacer y medir ese tiempo del no hacer

    nada con un perfecto relojito suizo. Asimismo, tal vez no haya peor desgano que hacer

    aquello que no entusiasma bajo la vigilancia de un perfecto, oficinesco y suizo reloj de

    pared.

    De manera que el mecanismo poltico es la anulacin de la convivencia ciudadana,

    por cuanto, o bien desgana o bien aburre. Ante esto, resulta sensato inferir que el siste-

    ma de convivencia cotidiana se presenta como el ideal de la buena convivencia poltica,

    a cuenta, precisamente, del discurso cotidiano. No es demasiado aventurado sealar

    que nada hay ms alejado al lenguaje cotidiano que el discurso poltico en su doble faz,esto es, como pieza retrica, convocante y proselitista, pero tambin como sistema de

    ordenacin de creencias. Y ante lo que se nos presenta con la soberbia de la distancia,

    respondemos con el bostezo del aburrido o con la languidez del desganado. Lo que dista

    del ciudadano, cuando a ste se lo nutre con aquello, lo convierte en elemento y en mera

    pieza del engranaje.

    EL LENGUAJE DE LO COTIDIANO COMO CONDICIN DE POSIBILIDADDEL ENCUENTRO CIUDADANO

    El lenguaje de lo cotidiano, ajeno a la jerga acadmica, asoma como el modo ms prome-

    tedor para vehicular discursivamente la convivencia poltica, por cuanto no pertenece a

    nadie en particular y a la vez tiene la disponibilidad suficiente para pertenecer a todos.

    Cuando la ocasin de hacernos parte del juego poltico convoca, nos encontramos o biencon la retrica eterna y el canto proselitista o bien con la falsa novedad. Ahora bien, aun

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    lingstica, queda resuelta en la salida de la monologal esfera domiciliaria, por va del

    abandono del lenguaje privado y de la huida del aptico, ablico y contra-participativo

    regazo hogareo. Aquella vociferacin queda templada al contacto de las otras vocife-

    raciones, pues no es el lenguaje del profesional de la poltica, aquel que nos conecta con

    los otros ciudadanos vociferantes; es el lenguaje de la comunidad. Y la comunidad habla

    cotidianamente, de modo que la poltica ahora como caso del lenguaje cotidiano y no

    los polticos, se instala en la calle y es consecuencia de derrotar la estrecha exageracin

    domiciliaria.

    Bibliografa

    Giannini, Humberto, La reflexin cotidiana. Hacia una arqueologa de la experiencia. Santiago de Chile,Editorial Universitaria, 1987.

    La metafsica eres t. Una reflexin tica sobre la intersubjetividad. Santiago de Chile, Catalonia, 2007.

    Rorty, Richard, Filosofa y futuro. Barcelona, Gedisa editorial, 2002.

    Steiner, George, Los logcratas.Mxico D.F., Fondo de Cultura Econmica, Ediciones Siruela, 2003.