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Articulo Bunge

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  • NOTAS Y COMENTARIOS

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  • ~,

    II

    Contra la economa escolstica

    Respuesta a GARCA-BERMEJO OCHOAMARIO BUNGE

    l. INTRODUCCIN

    Entiendo poreconoma escolsticala investigacin, planeacin y en-seanza econmicas ejercidas dentro de una escuela de pensamiento y sintener en cuenta la realidad econmica. El economista escolstico jura porprincipios y autores, comenta y critica, expone y aplica, y sobre todo de-fiende y ataca, pero no crea ideas nuevas y, ms aun, se opone a toda in-novacin. Es un cruzado de la fe. no un investigador.

    Las teoras econmicas que se ensea en casi todas las universidades,as como las polticas econmicas que elaboran muchos gobiernos, son es-colsticas. Por cierto hay diferencias entre las escuelas econmicas, ascomo las hay entre las escuelas teolgicas y filosficas. Pero todas ellascomparten un rasgo metodolgico: su desdn por la investigacin emp-rica objetiva. Tambin comparten un rasgo moral: su desdn por las con-secuencias sociales negativas que pueden tener las polticas y los planeseconmicos.

    El monetarismo es un ejemplo patente de economa escolstica: es unavieja doctrina (expuesta ya por Hume), embellecida con ayuda de herra-mientas matemticas, pero carente de soporte emprico. El que haya go-biernos que la aplican se explica simplemente porque favorece a los ban-queros en detrimento del resto de la poblacin, y porque mucha gentecree el mito de que la poltica monetarista es la nica cura de la infla-cin. La incompatibilidad del monetarismo con los hechos ha sido sea-lada varias veces, p. ej. por los profesores Modigliani (MIT), Hahn (Cam-bridge), Hendry y Ericsson (Oxford), y Brown (National Institute of Eco-nomic and Social Research, G. B.).

    Modigliani (1977) mostr, estadsticas en mano, que la economa nor-teamericana de posguerra entraba en crisis cada vez que la autoridad mo-

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    netaria limitaba la cantidad de dinero (MI + M2), y prosperaba cuandofuncionaba la mquina de imprimir dlares o bajaba el tipo de intersbancario. Hahn (1981) describi un modelo en que se produce inflacinaun cuando se mantenga constante la cantidad de dinero. Y, en dos estu-dios sensacionales encomendados por el Banco de Inglaterra, Brown(1983) por un lado, y Hendry y Ericsson (1983) por otro, demostraron algopeor: que Milton Friedman, el adalid del monetarismo,a) manipul cier-tas estadsticas referentes al Reino Unido en el perodo 1867-1975 y, aunas, b) sus conclusiones no se siguen de sus datos adobados. La banca-rrota del monetarismo no es slo terica y prctica sino tamibn moral.

    Otro ejemplo de economa escolstica es la marxista. Los clebres tra-bajos de Morishima (p. ej. 1973) son el mejor ejemplo de escolstica mar-xista, ya que consisten en una ciudadosa formulacin matemtica de lasideas econmicas de Marx, que ya no se adecuan a la realidad econmicade nuestro tiempo, constituida por economas controladas, mixtas y so-cialistas. En efecto, el capitalismo que estudiaron Marx y Engels muricon su siglo; y dichos estudios no iluminan la economa socialista, la que,dicho sea de paso, parece seguir esperando a su terico. Puede decirseotro tanto acerca de los trabajos de Samuelson (1971) sobre la economamarxista: son ejercicios acadmicos de utilidad slo para la historia dela economa.

    En mi librito sobre economa y filosofa (1982) me permit criticar estaescolstica, a la vez que indagar elstatusmetodolgico de algunas ideaseconmicas. Mi estudio fue prologado por Ral Prebisch, padre de la CE-PAL y especialista en capitalismo perifrico as como en planeacin eco-nmico-social. Con slo dos excepciones, los economistas lo recibieron concaridad y, algunos, hasta lo elogiaron. El profesor Garca-Bermejo (1983)no es de stos. Su crtica es totalmente destructiva. No slo no ha encon-trado nada que aprender en mi librito, sino que no ofrece alternativas.Su crtica es una muestra tpica de la escolstica econmica, y ejemplifi-ea la reaccin de defensa terri torial. Examinmosla brevemente *.

    2. EL OBJETO DE LAECONOMA

    Mi librito comienza por tratar de averiguar de qu trata la economa,es decir, de determinar cules son sus referentes. Los economistas nos danrespuestas divergentes: hogares y firmas, recursos y mercados, etc. Y nojustifican estas respuestas porque carecen de una teora semntica de lareferencia. Incumbe entonces al filsofo encarar este problema.

    * El texto que critica Garca-Bermejo es una versin preliminar en ingls que me sirvide base para escribirEconoma y filosofa.No s cmo fue a parar a sus manos. En los pa-ses con tradicin acadmica no se cita trabajos inditos sin autorizacin expresa de susautores.

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    Garca-Bermejo no lo entiende as: Se puede ver en esto [la indeter-minacin del objeto de la economa] como un problema. Yo no lo vera.(p. 162). Sin embargo, a continuacin reconoce tcitamente que es un pro-blema, pues afirma: Enfocara ms bien el tema desde el angula snee-diana [...] porque creo que es el que responde a la realidad(loc. cit.).Pri-mero la contradiccin, en seguida la afirmacinex cathedrade que Sneed,quien carece de teora de la referencia, puede resolver el problema de losreferentes de la economa. Y a continuacin la tesis de que la teora deSneed es la adecuada, pese a que los fsicos no vemos en ella sino un ejer-cicio acadmico sin relacin alguna con la prctica cientfica (Bunge 1978,1983a, 1983b, Truesdell 1984).

    Nadie que yo sepa mantiene [sostiene] que la microeconoma trataexclusivamente de individuos. Ni siquiera que los individuos sean su ob-jeto central (p. 162). Sin embargo, la teora de la conducta del consumi-dor, citada por el propio Garca-Bermejo, se refiere a individuos. Y todala economa neoclsica, aunque ostensiblemente se refiere a firmas y mer-cados, tiene supuestos psicolgicos ms o menos tcitos, de modo quetambin se refiere a individuos. Al fin y al cabo, slo individuos puedenproponerse maximizar su utilidad esperada. El que la mayora de los eco-nomistas se resista a aceptar la reduccin de la economa a la psicologa--como lo seala acertadamente Garca-Bermejo-- slo sugiere que nohan analizado a fondo sus propias teoras. En todo caso, hay influyenteseconomistas (p. ej. van Hayek) y filsofos (p. ej. Popper) que son fervien-tes partidarios de lo que suele llamarse individualismo metodolgicoen las ciencias sociales. La tesis central del libro de Rosenberg (1976) esque los enunciados generales de la economa se refieren a lo que pare-cen referirse: individuos. De modo que yo no estaba embistiendo fantas-ma. Ni me limitaba a criticar a los individualistas: intentaba probar quelas teoras econmicas se refieren asistemaseconmicos, tales como fir-mas, mercados, y economas regionales. Garca-Bermejo no nos dice a quse refieren. Supongo que habr que esperar a que examine el asunto des-de el ngulo sneediano.

    3. Los CONCEPTOSDELAECONOMA

    En mi librito me quejo de la oscuridad de algunas nociones bsicasde la economa, tales como las de dinero y valor. Garca-Bermejo (p. 164)sostiene que no hay tal oscuridad. Afirma que el dinero es transparentey medible, y que el Banco de Espaa lo mide peridicamente sin dificul-tad. Supongo que lo que mide es la cantidad de circulante (MI), no el di-nero en forma de tarjetas de crdito y otros instrumentos de crdito (M2),menos aun el dinero incorporado en bienes de capital, muy difcil de es-

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    timar. (Ejemplo: la mquina con que escribo estas lneas, aunque go~ade perfecta salud, no vale sino 1 dlar segn la autoridad impositiva. Yome hago la ilusin de que podra canjearla por 500 dlares).

    Garca-Bermejo no ve problemas en la nocin de dinero, aunque nonos dice cmo definirlo. Tampoco nos dice que hay casi tantas defini-ciones de esa nocin como economistas, desde el famoso lubricante queengrasa las ruedas del comercio (Smith) hasta la afirmacin de Tobin(premio Nobel de economa), de que el dinero es como el lenguaje. Nohay ni habr definicin adecuada de dinero mientras no se dispongade unateorasatisfactoria que contenga este concepto. Ahora bien, la msperfecta de las teoras neoclsicas, la de Arrow y Debreu, no hace lugaral dinero porque ste no es una mercanca y, por lo tanto, carece de valorintrnseco (Hahn). Es claro que tiene valor de cambio: una peseta valeuna peseta. Pero esta constatacin trivial no elucida el concepto.

    En cuanto al concepto de valor, Garca-Bermejo nos informa que esuna nocin desaparecida de la tradicin neoclsica desde la revolucinmarginalista (p. 165). Pero pocos renglones ms abajo halla sorpren-dente mi afirmacin de que cuanto pueda decirse acerca del valor (decambio) puede decirse acerca del precio. En todo caso, la tradicin neo-clsica no es la nica: estn tambin la keynesiana y la marxista. Key-nes, lo admiten incluso sus discpulos, manej una nocin oscura de va-lor. Y el propio Garca-Bermejo seala que Morishima se ocupa del con-tenido emprico de la nocin marxista de valor-trabajo (dudosa traduc-cin de la expresin inglesalabor theory of value).Pero omite informarnosque el propio Morishimacriticaesta teora, llegando a afirmar que nopodemos aceptar a Marx a menos que estemos dispuestos a abandonar lateora del valor en trminos de trabajo (Morishima 1973 p. 8). Tambinomite Garca-Bermejo el informamos que el propio Marx hace poco usode la nocin de valor en el 3. tomo deEl capital.

    En mi librito critiqu de pasada la prctica de no pocos economistas,de omitir especificar las unidades en que calculan o miden sus variables.Por ejemplo, a menudo no nos dicen si miden el trabajo en horas, en can-tidad de producto, o de pesetas. (Tampoco suelen decirnos claramentequ entienden por trabajo.) Que es como si un fsico mencionase valo-res de distancias sin especificar que se trata de micrones o de kilmetros.Garca-Bermejo comenta: Lo de las unidades apropiadas no alcanzo aver a qu puede referirse (p. 166). Los comentarios huelgan.

    Mi crtico defiende el uso de la funcin o curva de utilidad (p. 166), ovalor subjetivo, que critico en mi librito. Los estudios experimentales deKahneman y Tversky (1979) muestran que, aunque la gente tiene prefe-rencias (no siempre transitivas), carece de funciones de utilidad definidasa la manera en que lo hace la teora de la decisin. Cualquiera que repaselas pginas de la revistaTheory and Decisionconvendr en que esta teo-ra est en crisis, de modo que cualquier teora econmica que se fundesobre ella comparte tal crisis. (Vase detalles en Bunge 1985, Part 2,

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    Cap. 5). Pero, por lo visto, esta noticia no ha llegado a las escuelas. 0, siha llegado a ellas, no ha hecho mella en el dogma.

    4. LEYES, TEORAS Y MODELOS

    Garca-Bermejo seala, con razn, que el trminoleyes de muy es-casa circulacin en la literatura econmica (p. 167). De aqu concluye,sin razn, que no estoy justificado en mi empeo por identificar leyes eco-nmicas. Digo que sin razn porque bien podra suceder que el economis-ta, como Monsieur Jourdain, hablase prosa sin saberlo. Al filsofo de laeconoma debiera importarle saber si los economistas tratan de hechociertas generalizaciones como leyes, o sea, como hiptesis bien formula-das, pertenecientes a teoras, y satisfactoriamente confirmadas. En mi li-brito mencion dos ejemplos de ley econmica: la ley de los rendimientosdecrecientes, y la funcin (de produccin) de Cobb-Douglas, utilizadastanto por economistasburgueses como por economistas marxistas. Gar-ca-Bermejo afirma sin ms que ninguna de las generalizaciones anterio-res es una ley, y dictamina que la segunda es una especificacin estan-darizada conveniente. Especificacin de qu? Y conveniente para qu?No nos lo dice.

    En todo caso, si fuese cierto que la economa no contiene ni usa leyes,entonces no podra aspirar al rango de ciencia, ya que, por definicin,toda ciencia se propone descubrir o utilizar leyes. Parecera que, a con-fesin de parte, relevo de pruebas. Pero esto vale slo en los tribunalesinquisitoriales y totalitarios. De hecho los economistas tericos creadores(no escolsticos) buscan leyes, y a veces hasta las encuentran. Por ejem-plo, en el 3. tomo elEl capitalMarx propuso el siguiente candidato a ley:El precio (no el valor) de una mecanca es tanto menor, cuanto ms in-tenso es el trabajo invertido en producirla. (Esto explicara el bajo pre-cio de los productos de exportacin del Tercer Mundo). Otro ejemplo:cuando planean la instalacin de una nueva planta industrial o de explo-tacin agropecuaria, los economistas suelen hacer uso de la ley segn lacual la razn del capital al producto es aproximadamente constante eigual a 3. Los macroeconomistas hacen uso explcito de esta regularidadal predecir que un aumento (o disminucin) de la inversin del 3% anualproduce un aumento (o disminucin) del 1% en la renta nacional. En re-sumen, los economistas hacen uso de leyes aun cuando no las llamen tales.

    Tampoco le parece adecuado a Garca-Bermejo definir una teoracomo un sistema hipottico-deductivo: esta imagen no se adecura alas teoras econmicas (p. 168). Pero acontece que son los lgicos, no loseconomistas, quienes son competentes para definir el concepto (meta)l-gico de teora, p. ej. como conjunto de proposiciones cerrado respecto dela relacin de deductibilidad. Garca-Bermejo nos informa de su convic-cin personal: hoy por hoy, ningn esquema se acoplara mejora las teo-

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  • Contra la economfa escolstica 591

    plotan descaradamente al Tercer Mundo, es la tendencia general decre-ciente (por debajo de fluctuaciones ocasionales) de los precios de todaslas mercancas que exporta el Tercer Mundo con excepcin del petrleo(Castro 1983).

    5. ECONOMA NORMATIVA

    A Garca-Bermejo le parece mal que yo acepte la distincin clsica en-tre economa positiva (o descriptiva) y normativa (o prescriptiva), perono ofrece una alternativa. Tampoco le hace mella mi anlisis de las dife-rencias entre una y otra, en particular mi tesis de que, a diferencia de laeconoma positiva, la normativa contiene juicios de valor social, por locual est ligada a la ideologa. Afortunadamente, a otros economistas, enparticular a Lord Keynes y sus discpulos, no se les ha pasado por altotal componente axiolgico (y tico) de la economa normativa.

    Tambin critica Garca-Bermejo mi afirmacin de que hay polticaseconmicas que prescriben que el gobierno se cruce de brazos: Es du-doso que nadie sea liberal en ese sentido (p. 170). Dejo pasar el gazapo'nadie' (por 'alguien') y me limito a recordar que aun hay partidarios in-fluyentesdellaissez {aire.Uno de los ms conocidos es von Hayek, galar-donado con el premio Nobel, a quien han escuchado atentamente los ase-sores econmicos de Margaret Thatcher y Augusto Pinochet. (Dicho seade paso, la ltima hazaa de von Hayek fue su declaracin, en Santiagode Chile, de que, puesto que la democracia ha dejado de ser salvaguar-dia de la libertad personal, es preciso recurrir a algn tipo de rgimendictatorial. Vase Prebisch, 1981).

    Finalmente, a mi crtico le parece sorprendente el que yo haya ca-lificado al monetarismo de Friedman (a diferencia del de van Hayek) deintervencionista. Pero lo es, puesto que recomienda un riguroso controlcentral de los tipos de inters bancario, as como la destruccin del esta-do benefactor para reducir el dficit fiscal. No es esto intervencionismo?No interviene descaradamente el Fondo Monetario Internacional en lapoltica social de los gobiernos del Tercer Mundo cuando les exige que re-corten los servicios sociales, y en cambio no les dice que reduzcan drs-ticamente sus gastos militares? No merece el FMI, celoso aplicador delmonetarismo, el sobrenombre 'Furia LVlasivaInstantnea'?

    6. TEORA y REALIDAD

    En mi librito critiqu no slo algunos de los postulados explcitos dela economa neoclsica, sino tambin los tcitos, o presupuestos, tal comola tesis de que todos los humanos somos insaciables y competitivos. Se-gn mi crtico, este procedimiento es viejo y de escaso rendimiento

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  • 592 Mano Bunge.

    (p. 172). Sin embargo, este es un procedimiento tpico de quienes se de-dican a excavar los fundamentos de las teoras: empiezan por rastrearlos supuestos tcitos y someterlos a anlisis critico. Sucede a menudo quees precisamente all donde est enterrado el perro, como se dice enalemn.

    Que yo sepa, esta tarea fundacional no ha sido emprendida sistem-ticamente en economa. Tal vez esto explique la estupefaccin de mi cr-tico, enemigo de novedades. En todo caso, el examen de los fundamentostcitos de la economa puede dar resultados tan importantes y sorpren-dentes como los que dio el anlisis de los fundamentos de la matemticay de la fsica. Alguien tendr que poner manos competentes a la obra di-fcil. Yo me he limitado a bocetada a brochazos.

    En mi librito list diez supuestos tcitos de la economa neoclsica,pero no demostr rigurosamente que todos ellos son compartidos por to-das las teoras neoclsicas. Esta faena queda por hacer e implica una ri-gurosa axiomatizacin de cada una de dichas teoras, en particular la deArrow y Debreu. Es posible que Garca-Bermejo acierte al afirmar que al-gunos de los supuestos tcitos que yo haba sealado sean exclusivos dealgunas teoras. El, como economista, est mejor capacitado que yo paraaveriguado. Esperemos que lo averige.

    Adems de rastrear los supuestos tcitos y explcitos de una teora, espreciso ponerlos a la prueba emprica. Considrese al principio dera-cionalidad, segn el cual todos los humanos intentamos maximizar nues-tra utilidad esperada (aun a costillas de las utilidades de los dems). Gar-da-Bermejo sostiene que la validez emprica de este principioNo es untema a resolver por un experimento de psiclogos, y esto porque el prin-cipio aparece en los manuales de economa, no de psicologa. Pero da lacasualidad de que es un principio psicolgico, ya que se refiere a decisio-nes tomadas por individuos, y esto aparte de que los psiclogos lo hayandesacredi tado.

    Durante dos siglos se crey que todos somos egostas, hasta que los et-lagos, sociobilogos y psicolgos descubrieron que el altruismo es renta-ble. Durante dos siglos se dio por sentado que cada ser humano posee unafuncin o curva de utilidad caracterstica. Pero los trabajos empricos deKahmeman y Tversky (1979), publicados en una revista de economa,muestran que esto no es cierto. Ms an, en mi librito mencion trabajosempricos que muestran que los administradores de empresas no siem-pre intentan maximizar las ganancias, y no por ello son irracionales. Agre-go ahora los demoledores trabajos del conocido economista matemticofrancs Allais (1979). En resumen, puede concluirse que la teora de la de-cisin est en quiebra, tanto como teora descriptiva (psicolgica) cuan-do como teora prescriptiva (en economa normativa y en ciencias de laadministracin).

    Mi crtico sostiene que Nadie, que yo sepa, ha mantenido [sostenido]que un sistema de mercado libre est siempre en equilibrio (p. 175). Yo

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    crea, en mi profunda ignorancia, que casi todos los microeconomistas (ylos macroeconomistas de la escuela austraca) seguan creyendo en la fa-mosa mano invisible de Adam Smith: que, en cuanto aumentan los pre-cios, baja la demanda, lo que a su vez causa un descenso de los precios,de modo que la oferta iguala a la demanda. Esta regulacin por retroali-mentacin negativa es elmilagro del mercado, al que gusta referirse elPresidente Reagan.

    Una de mis objeciones a la economa neoclsica es que no hay tal mer-cado libre, en particular libre de monopolios y oligopolios, as como depresiones laborales y controles estatales. Garca-Bermejo responde queLa crtica slo hara blanco si la economa neoclsica fuese incapaz deanalizar mercados regulados o intervenidos por suponer que todos fuesenlibres. Ya en las primeras semanas de un curso introductorio se ensea alos alumnos a analizar los efectos de regulaciones de precio y del estable-cimiento de impuestos y subsidios en mercados competitivos (p. 176).De modo que, por un lado, el estudiante aprende la teora de los merca-dos libres, y por el otro aprendethe facts of life,pero en ningn momentose le dice que stos contradicen la hiptesis bsica de la primera. Me con-sidero afortunado por no haber asistido ni siquiera a las primeras sema-nas de un curso introductorio de microeconoma neoclsica: seguramen-te me salv de un riguroso lavado de cerebro que hubiera embotado mifacul tad crtica.

    Garca-Bermejo nos ofrece a continuacin una interpretacin singularde Keynes: La fuerza de la revolucin keynesiana radic en sealar nola existencia de desequilibrio sino la posibilidad de equilibrio con desem-pleo (p. 176). En mi bendita ignorancia de la economa escolstica yocrea que la Gran Depresin consisti en un pronunciadodesequilibrio ge-neral,en particular del mercado de trabajo (en que la oferta de mano deobra super enormemente a su demanda). En esa poca se recurri a di-versas medidas para restaurar el equilibrio: (a) destruccin masiva de ali-mentos y otras mercancas (al mismo tiempo que millones de seres hu-manos pasaban hambre); (b) imposicin de regulaciones que impidiesenla quiebra de firmas; (c) creacin de empleos a menudo improductivospero que aliviaban un tanto el desempleo; (d) imitacin de algunas me-didas de seguridad social ya adoptadas anteriormente en otros pases(p. ej. Alemania, Austria, Escandinavia y Uruguay); y (e) en el caso de Ale-mania, puesta en pie de una monstruosa industria de armamentos. De-bemos sospechar que Garca-Bermejo tiene una nocin confusa de equi-librio. Desgraciadamente no est solo: como dice Thurow (1983 p. 14)por cierto que la profesin econmica sabe muy poco si dos economistaspueden mirar la misma cosa y uno de ellos la llama 'equilibrio' y el otro'desequilibrio'.

    La ltima crtica importante que formula Garca-Bermejo es que noson las funciones de demanda las que se emplean para calcular precios,sino que los precios se emplean para calcular la funciones de demanda.

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    594 Mario Bunge

    En primer lugar, para encontrar las funciones de demanda (como las deoferta) se necesita tanto precios como cantidades de mercancas. En se-gundo lugar, Garca-Bermejo me cita fuera de contexto: lo que yo digo esque (a) las curvas de demanda y de oferta se utilizan en los manualespara calcular los precios deequilibrio(ni escasez ni excedente) y (b) losempresarios (sobre todo los oligopolistas) no usan ese procedimiento aca-dmico. Lo que hacen en la prctica es agregar un porcentaje fijo al costoestimado, a veces sin tomar en cuenta la demanda. Esto lo muestran noslo las investigaciones empricas que cito en mi librito, sino tambin losjuicios emprendidos por el gobierno de los EE.UU., al amparo de la leyantitrust,contra ciertas empresas oligopolistas (p. ej. en la industria au-tomovilstica) que se ponan de acuerdo para fijar los precios con presci-dencia de la demanda real.

    CONCLUSIONES

    Garca-Bermejo ha criticado vehementemente mi anlisis de la econo-ma, adoptando el punto de vista de los manuales al uso. No ha hechouso de las herramientas metodolgicas (p. ej. anlisis semntico y rastreode presupuestos) que yo he empleado en mi librito. Por el contrario, suscontadas observaciones de tipo metodolgico han sido pronunciamientosex cathedra.Lo que es ms grave aun, Garca-Bermejo no se ha hecho ecode las feroces crticas formuladas a la economa escolstica por econo-mistas de primera lnea tan dispares como Keynes, Kaldor, Phelps Brown,Perroux, Allais, Robinson, Galbraith, Myrdal, o Leontief. Este ltimo, pre-mio Nobel de economa, escriba recientemente (1982) que la economaacadmica, en particular la que se cultiva en la prestigiosaAmerican Eco-nomic Review,adolece los siguientes defectos capitales. Primero, no se de-dica a buscar hechos por su cuenta, sino que descansa casi exclusivamen-te sobre estadsticas gubernamentales, las que son compiladas con finesadministrativos o empresariales, no cientficos. Segundo, efecta agrega-ciones excesivas. Tercero, construye modelos matemticoss basados so-bre hiptesis ms o menos plausibles pero totalmente arbitrarias que im-plican conclusiones tericas enunciadas con precisin pero irrelevantes.Contrstese esta actitud crtica con la actitud complaciente de mi crtico,prekeynesiano en economa y precarnapiano en metodologa.

    Por supuesto, mis crticas no son ms que tales. Acaso abran algunosojos, pero no ofrecen alternativas a las teoras econmicas en crisis. Contodo, para salir de una crisis es menester empezar por reconocer que exis-te. Tambin concuerdo en que las alternativas debern ser propuestas poreconomistas, no por filsofos. Lo digo en mi librito, que termina retandoa los economistas a que construyan una ciencia econmica propiamentedicha (pp. 106-108).Pero, para que esto ocurra, los economistas debernabandonar la actitud escolstica: debern estudiar la realidad en lugar

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    de eludirla, debern hacer aun lado los manuales de las escuelas enlu-gar de defenderlos, y debern aprender a manejarun puado de herra-mientas metodolgicas que les impida recaer en la escolstica que prac-tica Garca-Bermejo.

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