diagnóstico violencia de género · desde el ámbito social y cultural, el fenómeno de la...

90
1

Upload: others

Post on 30-Mar-2020

2 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

  • 1

  • 2

    DIAGNÓSTICO COMUNAL VIOLENCIA DE GÉNERO

    2019

    DIRECCIÓN DE SEGURIDAD, PREVENCIÓN Y PARTICIPACIÓN CIUDADANA

    MUNICIPALIDAD ESTACIÓN CENTRAL

  • 3

    Línea editorial

    Comisión Diagnóstica: Berta Almonacid Aguilar, Ignacio Barraza Acuña, Dominique Bravo Garrido, Fabiola Cofian Cares, Sebastián Ibarra Tejeda, Adrianna Uribe Valencia, Amanda Valdés Rosas. Colaboradores: Gary Fernández Leiva Sebastián Murillo Zurita Salvador Bello Schlack Leyla Salamé Iris Osorio Constanza Calquin Carola Rivas Rodolfo Escobar Apoyo en el proceso de recolección de datos: Centro de la mujer de Estación Central Centro de hombres por una vida sin violencia de Estación Central Senda Previene de Estación Central Oficina de Protección de Derechos de Infancia de Estación Central Programa Lazos de Estación Central Reinserción Sociolaboral de Estación Central Edición, estilo y redacción: Iris Osorio María Olga Letelier Departamento de Estudios, Dirección de Seguridad, Prevención y Participación Ciudadana. Diagramación y diseño de portada: Diego Arancibia Burboa

    Impresión

    Estación Central, Santiago, Chile.

    Junio, 2019.

  • 4

    Contenido I. Contexto de las violencias contra las mujeres a nivel Nacional 8

    II. Datos sobre violencia de género: una mirada más completa 12

    III. Antecedentes de hechos de Violencia hacia las mujeres a nivel Metropolitano 17

    IV. Antecedentes de violencia hacia las mujeres a nivel comunal 21

    4.1 Abusos sexuales y otros delitos sexuales 23

    V. ¿Por qué es necesario realizar un diagnóstico de violencia de género en la comuna de Estación Central? 24

    VI. Objetivos 29

    6.1 Objetivo General 29

    6.2 Objetivos Específicos 29

    VII. Marco Teórico 30

    7.1 Patriarcado 30

    7.2 Género 33

    7.3 Régimen Heteronormativo 38

    7.4 Interseccionalidad 43

    VIII. Marco metodológico - Metodología mixta 47

    8.1 Paradigma 47

    8.2 Métodos de investigación 47

    8.3 Muestras 49

    Muestreo Cuantitativo 49

    Muestreo Cualitativo 50

    8.4 Criterios de Selección de Informantes 50

    8.5 Técnicas de recolección de información 51

    8.6 Método de análisis 53

    IX. Resultados 54

    1. Nivel de conocimiento de violencia de género 54

    2. Tipo de Violencia más significativa. 57

    3. Reconocimiento de los tipos de violencia: 58

    4. Violencia psicológica 60

    5. Violencia Física 62

    6. Violencia Económica 65

    7. Violencia Sexual 68

    8. Factores de riesgo 69

    9. Repercusiones en el Espacio Público 72

  • 5

    10. Repercusiones en el espacio privado 75

    11. Conocimiento de la oferta programática 78

    12. Evaluación de la oferta programática 80

    X. Conclusiones 82

    XII. Referencias Bibliográficas 88

  • 6

    Introducción

    La Violencia de Género manifiesta diversas formas de desigualdades, donde el hombre queda en una posición

    de status por sobre el resto. Pese a los esfuerzos tanto institucionales como de la sociedad civil, las cifras aún

    demuestran un aumento en la violencia y una brecha de género que aún estamos lejos de erradicar. Esto se

    ha relacionado directamente a la desigual distribución de poder y a las relaciones asimétricas que se

    establecen dentro de la sociedad patriarcal, lo cual repercute en la desvalorización de lo femenino y en la

    superioridad de lo masculino. Frente a esto, lo que diferencia a este tipo de violencia con otro tipo de

    agresiones, es el factor de riesgo que implica el sólo hecho de no ser hombre.

    Dentro de la comuna de Estación Central es importante relevar el fenómeno de la violencia, teniendo en

    cuenta el alto índice de denuncias, la ola migratoria de estos últimos años y la desigualdad social presente en

    la comuna. De esta manera, es necesario re pensar esta problemática, sus formas y consecuencias.

    La Violencia de Género es un fenómeno que ha afectado a todo lo que no se considera como hombre, dentro

    de una variedad de significaciones, vivencias y consecuencias. Visualizando en nuestra localidad la diversidad

    de personas que viven, trabajan y/o estudian en la comuna, y que, deben interactuar con cualquier forma de

    discriminación. De esta manera, la experiencia directa que viven no necesariamente son las mismas, afectando

    de distinto modo las oportunidades económicas, políticas, sociales, entre otras. Creando desventajas

    estructurales e individuales.

    Es por esto, que a nivel local surge la necesidad de reconocer a través de la experiencia de las personas que

    componen la comuna de Estación Central, las diversas manifestaciones de violencia de género presentes en

    el territorio, a través de un enfoque interseccional, con el fin de visibilizar sus percepciones en torno a la

    convergencia de expresiones de violencia de género existentes.

    Para lograr este objetivo, el Diagnóstico local de género se realizó en base a metodología de investigación

    mixta permitiendo explorar la riqueza de saberes y percepciones comunitarios de diversos grupos en cuanto

    cómo se representa la violencia de género en la comuna.

    En cuanto a la selección de informantes, se enfocó principalmente en mujeres pertenecientes a la comuna,

    utilizando una metodología cuantitativa con un tipo de muestreo probabilístico aleatorio. En relación a la

    aplicación de metodologías cualitativas, se utilizó un muestreo no probabilístico, estableciendo criterios

    mínimos para la selección de mujeres, que permitieran la representatividad en la diversidad de expresiones

    de ser mujer, es por esto que se establecieron sólo tres criterios de selección, las participantes debían residir,

    estudiar o trabajar en la comuna de Estación Central. Es así como, las modalidades de trabajo fueron por

    medio del desarrollo de focus Group y entrevistas semiestructuradas a mujeres pertenecientes a la comunidad

  • 7

    indígena, trans, niñas y/o adolescentes, trabajadoras, de la comunidad, migrantes y usuarios del programa

    hombres por una vida sin violencia metropolitano.

    Con respecto a las técnicas de recolección de datos, cabe señalar que se aplicaron un total de 375 encuestas,

    con preguntas pre establecidas y diversas alternativas propuestas como respuesta, junto a lo anterior, se

    realizaron 6 Focus Group de 3 a 10 participantes por grupo y una entrevista semi-estructurada.

    Para el análisis de resultados, se utilizaron las categorías preestablecidas basadas en dimensiones categoriales,

    siendo estas: nivel de conocimiento de violencia de género, tipos de violencia más significativa,

    reconocimiento de los tipos de violencia, violencia psicológica, física, económica, sexual, factores de riesgo,

    repercusiones en el espacio público, repercusiones en el espacio privado, conocimiento de la oferta

    programática y evaluación de esta.

    Finalmente, la variedad tanto de resultados y de experiencias obtenidas plasmadas en las conclusiones de éste

    documento, proporciona una primera aproximación en cuanto al nivel de conocimiento de la comunidad de

    Estación Central en materias de violencia de género, lo que permitirá desarrollar los primeros lineamientos

    para una política local de género.

  • 8

    I. Contexto de las violencias contra las mujeres a nivel Nacional

    Las violencias hacia las mujeres se manifiestan de forma transversal en todos los países, regiones, provincias,

    comunas, clases sociales, edades y que por lo tanto es posible reconocerlas en todos los ámbitos de la

    sociedad. En este sentido, la inseguridad que generan las relaciones de violencia se ha vuelto uno de los temas

    centrales en las demandas de las mujeres. Sin embargo, en muchos casos existen registros insuficientes de las

    agresiones que se cometen hacia éstas, ya que refleja de forma insuficiente la magnitud de la problemática.

    A pesar de la complejidad y la incidencia negativa de esta realidad, es difícil conocer con exactitud las

    dimensiones globales que produce la violencia de género. Aunque si es posible estimar la magnitud de manera

    nacional y local por medio de las denuncias, partes de atenciones en centros de salud por agresiones o

    determinar las repercusiones de la violencia de género que se manifiestan en las desigualdades laborales,

    sociales, culturales, entre otras.

    Para reflejar estas desigualdades, un claro ejemplo son los resultados entregados por la Encuesta de

    Caracterización Socioeconómica Nacional (CASEN), en donde se señala que el 75% de las personas mayores

    de 15 años sin ingresos autónomos, son mujeres. Mientras que, de este porcentaje, el 65% menciona que una

    de las causas principales de no contar con un trabajo es que sus responsabilidades familiares se lo impiden,

    en comparación con los resultados de hombres que no alcanzan el 5% (Ministerio de Desarrollo Social, 2017).

    Para los períodos comprendidos entre 2010 y 2016 la tasa de desocupación masculina fue de un total de 66%

    de la población, en comparación con el 40% de las mujeres que poseía un empleo. Sin embargo, para el año

    2017-2018 la tasa de desocupación femenina alcanzó un 17,5% del total de mujeres que posee un empleo

    estable, el 19,3% se dedica a actividades profesionales, el 19% en el servicio de comidas, 11,0% en servicios

    administrativos, 5,4% en el área comercial y un 3,9% en la industria manufacturera (INE, 2017).

    Gráfica Nº1: Evolución tasa de desocupación, según sexo, Región Metropolitana.

    Fuente: INE, 2017.

  • 9

    Desde el ámbito social y cultural, el fenómeno de la violencia de género se intensifica con los procesos

    migratorios, ya que es imposible entender el fenómeno de la violencia como algo aislado, pues se configura

    por medio de varios factores que inciden en tipos de comportamientos desarrollados en la sociedad. Hay que

    comprender que la migración corresponde a un proceso sistémico, dado que no sólo implica desplazamientos

    temporales o permanentes en los territorios de origen hacia los de destino, sino, más bien se refiere además

    a modificaciones culturales para la población migrante, repercusiones económicas y sociales que, a medida

    que se desarrollan, conllevan un cambio de identidad y tipificación de estereotipos por las diferencias étnicas

    que se traducen en desigualdades sociales y donde se establece una especie de jerarquía según la procedencia

    geográfica de la población migrante (Red Chilena Contra las Violencias hacia las Mujeres, 2015).

    A pesar de que las mujeres son diversas en todas las latitudes, existen elementos desiguales que se manifiestan

    de manera similar, entre ellas la posición de subordinación a escala planetaria, que reproduce desigualdades

    de género, permeadas por las diferencias de clase, etnia, nacionalidad, historia colonial, que parece

    perpetuarse en una violencia estructural hacia las mujeres (Bosch, 2006).

    Si bien ser mujer ya es complejo debido a las condiciones de desigualdad tanto políticas, culturales y sociales,

    considerando que nuestro país está inserto en un contexto latinoamericano, es importante mencionar que ser

    mujer y además migrante, implica situaciones de aún más de desventaja, pero por sobre todo discriminatorias.

    Históricamente las mujeres migrantes han llegado para cumplir labores u oficios que son regulados y nos

    regulados, los cuales han posibilitado la migración y abuso por parte de los empleadores y por sobre todo de

    la hostilidad social imperante hoy en día.

    De los datos estadísticos en torno a la migración, actualmente migran más mujeres que hombres hacia Chile.

    Según el INE, durante el año 1992 el 49,2% del total de migrantes que ingresaban al país eran mujeres. Para

    el año 2010 el Departamento de Extranjería y Migración dio a conocer cifras ascendentes donde 52,2% de la

    población migrante son mujeres. Por otro lado, el año 2013 la CASEN menciona que las cifras aumentaron a

    55,1%, mientras la Organización Internacional del Trabajo (OOIT) cifró en 52,6% las mujeres migrantes en Chile

    (Observatorio Género y Equidad, 2018).

    En diciembre del 2017, el Ministerio de la Mujer y la Equidad de Género entregaron datos sobre la población

    migrante en el país y como esta cantidad se diferencia en términos anuales y por género.

  • 10

    Gráfica 2: Población Migrante en Chile, 2006 a 2015.

    0 Fuente: Ministerio de la Mujer y Equidad de Género, 2017.

    De acuerdo con el censo 2017, de la población migrante total que ingreso al país, el 50,4% lo concentran las

    nacionalidades ubicadas en América Latina. Perú posee el primer lugar con el 25,2% de los casos; en segundo

    lugar, está Colombia con un total de 14,1% y en tercer lugar Venezuela con un 11,1%. Los siguientes países

    que aportaron una mayor proporción de población internacional, fueron Bolivia (9,9%), Argentina (8,9%), Haití

    (8,4%); los que conforman el 77,6% de la población migrante en Chile. Los flujos migratorios que se

    mencionaron anteriormente pueden ser observados en la siguiente imagen.

    Figura N° 1: Flujos migratorios hacia Chile.

    Fuente: INE, 2018.

  • 11

    Según el Observatorio de Género y Equidad, el primer factor que aqueja a la población migrante es la

    discriminación. Los resultados entregados por el Centro de Estudios para el Desarrollo Rural (RIMISP) aseguran

    que existe una connotación distinta según el país de origen y la región de destino y que la población de mujeres

    migrantes es más discriminada que los hombres migrantes.

    Ahora bien, existe una discriminación que la población nacional le ha hecho sentir a los inmigrantes,

    independiente de su procedencia. Es que a la condición de migrante y mujer, se suma la percepción –

    estereotipada – hacia las personas de color, específicamente a las de raza afrodescendiente. La mayoría dice

    sentirse más discriminadas por sus rasgos físicos, que aquellas que cumplen con el patrón social establecido y

    aceptado por la población chilena.

    Existen distintos tipos de violencias que las mujeres migrantes deben enfrentar, los cuales se relacionan con

    dos contextos diferentes: el primero hace referencia a la movilidad de la familia y las prácticas agresoras que

    se dan al interior de ésta; mientras que la segunda, responde a la violencia económica por medio de la

    explotación laboral, pero también por la responsabilidad de ser las proveedoras de remesa para sus familias.

    Sin embargo, estos tipos de violencia no sólo afectan a las mujeres migrantes, sino que también a las mujeres

    indígenas.

    Hablamos entonces de una violencia racial, que está enraizada en la cultura, pues ser mujer migrante,

    indígena y pertenecer a la clase pobre y trabajadora incrementa la violencia que se traducen en acciones de

    explotación económica, psicológica e incluso en algunos casos, sexual. Estos elementos son importantes de

    conocer ya que, para el caso de Chile, existen territorios que actualmente presentan una mayor cantidad de

    población migrante e indígena, específicamente de mujeres.

    Durante los últimos años se han visibilizado distintos casos de violencias cometidos hacia mujeres en el país,

    que han provocado el surgimiento de diversas organizaciones y manifestaciones que han posicionado

    demandas en contra de la violencia de género. Sólo por mencionar entre el año 2016 y 2017 se cometieron

    casos de contingencia nacional que llegaron a reforzar la problemática de violencia de género que se produce

    desde una multiplicidad de factores que, permiten su perpetuación.

    Uno de esos casos, es la muerte de Joanne Florvil, mujer migrante que muere en la ex Posta Central por una

    falla hepática fulminante, debido a que 30 días antes había sido detenida por dejar a cargo su hija con un

    guardia, mientras ella acudía a una oferta laboral. El guardia realiza una denuncia por abandono de la menor

    de edad. En este caso el principal problema que presentó la mujer fue ser migrante y no hablar español

    (Carvajal, 2019).

  • 12

    II. Datos sobre violencia de género: una mirada más completa

    En lo que respecta a la violencia de la mujer a nivel latinoamericano, se puede decir que es una problemática

    transversal. Según el Observatorio de Igualdad de Género de América Latina y el Caribe, Honduras es el país

    latinoamericano con mayor número de femicidios con un total de 531 en el año 2014, siendo la tasa de un

    13,3% por cada 100.000 mujeres. Argentina y Guatemala, se posicionan en segundo y tercer lugar

    respectivamente, con más de 200 femicidios anuales. En México la cifra de defunciones femeninas con

    presunción a homicidios es de 2.289 casos con un promedio de 6,3 diarias (Corporación Sisma Mujer, 2016).

    Para el año 2007 el “35% de las mujeres que habita zonas urbanas habían sido víctima de algún tipo de

    violencia física o sexual, esto se traduce en un total de 400 denuncias diarias, mientras que para el año 2016

    está asciende al 51,47%” (Corporación Sisma Mujer, 2016, P: 5).

    Mientras que, en el año 2017, se estima que se cometieron 6 femicidios alrededor del mundo por cada hora,

    donde la región latinoamericana concentra un total de 2.795 casos oficiales recopilados por el Observatorio

    de Igualdad de Género de América Latina y el Caribe (OIG), donde 14 países de 25 fueron localizados en países

    latinoamericanos. En términos absolutos, Brasil lidera la cantidad de femicidios con un total de 1.133 víctimas,

    seguido por el Salvador y Honduras con una tasa de 10,2 mujeres víctimas de violencia de género (CEPAL,

    2018).

    Para el caso de Chile, durante el año 2018 se cometieron un total de 57 femicidios, donde sólo 4 de las 16

    regiones del país no registraron víctimas, siendo éstas Arica, Ñuble, Aysén y Magallanes. De los femicidios

    realizados 35 víctimas habían denunciado o presentado casos de maltrato.

  • 13

    Figura Nº2: Cantidad de Femicidios durante el año 2018 y 2019 a nivel Nacional.

    Fuente: Elaboración propia, Departamento de Estudios, a partir de base de datos Red Chilena Contra Violencia hacia las Mujeres, 2019.

    Durante el 2018 y hasta junio del 2019, existe un total de 89 casos de femicidios, donde las principales

    personas relacionadas con los delitos corresponden a conocidos, parejas o ex parejas (Red Chilena Contra la

    Violencia hacia las Mujeres, 2019).

  • 14

    Por otro lado, según la Encuesta Nacional de Violencia Intrafamiliar Contra la Mujer y los Delitos Sexuales

    (2017), se encuestó a un total de 6.824 mujeres entre los rangos etarios de 15 a 65 años residentes del

    territorio nacional donde el “38,8% reconoció haber vivido algún episodio de violencia física, psicológica o

    sexual ejercida por su pareja, ex pareja o por algún familiar” (Subsecretaría de Prevención del Delito, 2017, P:

    6).

    Los resultados indican que entre los años 2012 y 2017 existe un aumento en los casos de violencia intrafamiliar

    (VIF), de los cuales la violencia psicológica se incrementa a nivel nacional en un 3,4%, por otro lado, la violencia

    sexual tiene un aumento del 0,3%. En cuanto a la prevalencia de la violencia, en general se evidencia con

    mayor frecuencia entre los estratos etarios de 19 a 25 años, aumentando así de un 25% las mujeres que

    reconocen haber sufrido violencias en el año 2012 a un 29% para el 2017 (Subsecretaría de Prevención del

    Delito, 2017).

    Gráfica Nº3: Prevalencia de violencia hacia las mujeres según rangos etarios en el territorio Nacional.

    Fuente: Subsecretaría de Prevención del Delito.

    De los datos entregados, en relación con las denuncias de los hechos de violencia que las mujeres hayan

    sufrido en los últimos 12 meses, los resultados indican que a lo menos 37 mujeres fueron víctimas de violencia

    física y 23 reconocen que vivieron violencia sexual y psicológica. Por otro lado, al observar la gráfica se

    evidencia que hay un aumento desde el año 2016 al 2017 de las mujeres que han sufrido violencia de tipo

    sexual.

  • 15

    Gráfica Nº4: Comparación tasa violencia intrafamiliar, a nivel País, Región, Provincia y Comuna.

    Fuente: Sala Cead, 2017.

    Siguiendo lo mencionado anteriormente, según datos entregados por la fiscalía nacional, para el año 2016 se

    tiene un registro de alrededor de 127 mil denuncias por violencia intrafamiliar. De las cuales, el 47,18%

    corresponde a lesiones, el 37% de éstas se refieren solamente amenazas y, por otro lado, el 9,73% de las

    denuncias se relaciona con el maltrato habitual.

    Como se mencionó en un comienzo, los datos de violencia de género tienden a informar aquellos hechos

    registrados por las policías y que son cometidos en contra de la mujer. Sin embargo, existen instituciones u

    organizaciones que se han encargado de realizar estudios que amplían la temática hacia las violencias que

    sufren las disidencias sexuales.

    Tal es el caso del Movimiento de Integración y Liberación Sexual (Movilh), organización que realiza el “Informe

    Anual de Derechos Humanos: Diversidad Sexual y de Género en Chile”. Para el año 2017, entregó datos

    realmente alarmantes sobre cómo se ha dado un crecimiento exponencial tanto en temas de discriminación

    como denuncias por violencia de género. A partir de esto, el comportamiento que ha tenido la discriminación

    en Chile se representa en la siguiente gráfica.

  • 16

    Gráfica 5: Evolución de casos de discriminación.

    Fuente: Informe Anual de Derechos Humanos, Movilh, 2017.

    Ahora bien, y para entrar a un detalle más claro, se entregan los datos por tipo de violencia a través de

    clasificaciones que abarcan desde el año 2002 hasta el 2017. Estas categorías fueron levantadas por medio de

    las denuncias que han llegado al Movilh, así como a las demás instituciones que se encargan actualmente de

    la problemática. De esta gráfica podemos observar que la discriminación hacia las disidencias sexuales ha ido

    en ascenso, sin embargo, durante el 2013 existió una disminución porcentual de alrededor del 3% del

    comportamiento lineal en las fechas consecutivas.

    La tabla Nº1 muestra información más detallada de las denuncias realizadas por el tipo de agresión que

    sufrieron las divergencias sexuales: 650 denuncias se refieren a declaraciones que se realizaron de tipo homo

    transfóbicas; 308 casos correspondieron a discriminación o exclusión institucional; 269 fueron agresiones

    físicas; 160 responden a marginación de las personas en los espacios públicos y privados, entre otras que

    pueden ser observadas con mayor detalle en la tabla.

  • 17

    Tabla Nº1: Clasificaciones de las diversas violencias hacia las minorías sexuales año 2002 al 2017.

    Fuente: Informe Anual de Derechos Humanos, Movilh, 2017.

    III. Antecedentes de hechos de Violencia hacia las mujeres a nivel Metropolitano

    Si vamos descendiendo de una escala nacional a una más regional, a nivel metropolitano para el año 2017

    existe un total de 57.348 delitos asociados a víctimas de VIF. La zona oriente concentra un registro de 9.794

    víctimas el año 2017, mientras que la fiscalía Centro Norte posee un total de 18.123 denuncias por los mismos

    hechos de VIF. Actualmente la fiscalía Centro norte concentra un área de distribución en su jurisdicción de

    aproximadamente 14 comunas1.

    De las denuncias realizadas para el año 2017, 24.885 corresponden a lesiones siendo la principal vulneración

    en casos de VIF. En segundo lugar, con un total de 22.192 denuncias se ubican las amenazas; 7.575 casos son

    tipificados como maltrato habitual.

    1 Fiscalía Centro Norte, Jurisdicción comunas: Tiltil, Colina, Lampa, Quilicura, Renca, Conchalí, Huechuraba, Recoleta, Quinta Normal,

    Independencia, Lo prado, Cerro Navia, Estación Central y Santiago.

  • 18

    Tabla N° 2: Victimas por VIF ingresadas por categoría de Delitos, período Enero- Dic 2017.

    Categoría delitos Centro Norte Oriente Occidente Sur Total

    Lesiones 8.274 3.598 6.075 6.938 24.885

    Amenazas 6.798 3.174 5.581 6.639 22.192

    Maltrato Habitual 1.887 2.426 2.196 1.066 7.575

    Desacato 819 346 472 87 1724

    Otros delitos 220 227 135 167 749

    Delitos sexuales 101 11 18 16 146

    Femicidio 10 4 9 15 38

    Parricidio 9 5 7 7 28

    Homicidio 5 3 1 2 11

    Total 18.123 9.794 14.494 14.937 57.348 Fuente: Ministerio Público de Chile, SAF, 2017.

    Durante el año 2018, las denuncias reportadas por la fiscalía oriente descienden a un total de 9.356 (438

    menos denuncias que el año 2017). En cambio, los casos de VIF denunciados en la fiscalía Centro Norte

    ascienden a un total de 19.441 para el mismo año, aumentando en 1.318 las denuncias por casos de violencia

    intrafamiliar. Del total general entregado por la fiscalía para la región Metropolitana, 26.186 denuncias son

    por lesiones, 22.463 fueron por amenazas, 7.624 por maltrato habitual, lo expresado anteriormente puede

    ser observado en la tabla Nº2 y 3 respectivamente.

    Tabla Nº3: Victimas por VIF ingresadas por categoría de Delitos, período Enero- Dic 2018.

    Categoría delitos Fiscalía C Norte Fiscalía Oriente Fiscalía

    Occidente Fiscalía Sur Total

    Lesiones 9.055 3.444 6.464 7.223 26.186

    Amenazas 7.175 2.929 5.689 6.670 22.463

    Maltrato Habitual 2.046 2.426 2.078 1.074 7.624

    Desacato 732 290 355 178 1555

    Otros delitos 337 256 122 256 971

    Delitos sexuales 75 6 58 44 183

    Femicidio 11 3 5 14 33

    Homicidio 7 2 0 2 11

    Parricidio 3 4 2 9 18

    Total 19.441 9.356 14.773 15.470 60.044 Fuente: Ministerio Público de Chile, SAF, 2018.

  • 19

    A escala Metropolitana los registros por violaciones para el año 2015 fueron de un 15,7 por cada 100.000 mil

    habitantes, en el año 2016 fueron de 13,5, mientras que para el año 2017 vuelven a ascender a 15,6. Un año

    más tarde fluctúan cercanos a 20,3 casos por cada 100.000 mil habitantes.

    Durante el año 2018, la región metropolitana evidenció el asesinato de 17 mujeres en manos de sus parejas,

    ex parejas, pololos, familiares hombres o conocidos, para el año 2019, específicamente hasta junio, tenemos

    6 femicidios que se suman a la cifra de mujeres oficialmente declaradas como hechos de violencia de género

    (Red Chilena Contra la Violencia hacia las Mujeres).

    Hasta junio del año 2019 se tiene un registro de 25 femicidios en la región Metropolitana, se distribuyen las

    18 comunas del gran Santiago, siendo Puente Alto la comuna que cuenta con mayor cantidad de casos en

    asesinatos de mujeres que sufrían violencia de género. A esto, lo siguen las comunas de La Florida, La Pintana

    y Maipú con 2 casos cada una de ellas, recordar que esta última corresponde a un doble femicidio donde

    madre e hija fueron víctimas.

    En relación a los datos entregados por la Red Chilena Contra las Violencias Hacia las Mujeres, se menciona 8

    autores de los femicidios se suicidaron, 6 confesaron asesinar a sus parejas, 5 de ellos se suicidaron, 5 fueron

    formalizados, 3 están detenidos, y 1 se encuentra prófugo, así como también otro victimario está en

    investigaciones.

    En cuanto a las víctimas, la mayoría de ellas fue asesinada por medio de la utilización de armas de fuego y

    armas blancas. En ocasiones algunos casos acompañados de violencia sexual. Por otro lado, algunas mujeres

    fueron asesinadas frente a sus hijos/as o a su vez fueron víctimas de asesinato junto a sus madres. La

    distribución territorial de los femicidios en el sector urbano de la Región Metropolitana puede ser observada

    con mayor detalle en la siguiente imagen.

  • 20

    Figura N º3: Femicidios oficiales declarados durante el 2018 y 2019 para la Región Metropolitana.

    Fuente: Elaboración propia, Departamento de Estudios, a partir de base de datos Red Chilena Contra Violencia hacia las Mujeres, 2019.

    A pesar de que la comuna de Estación Central durante el año 2018 y 2019 no presenta casos de femicidios, si

    lo hace durante el 2017 por un caso de un femicidio frustrado.

    Esto no quiere decir que la comuna no cuente con altos índices de violencia, ya que según datos entregados

    por las policías durante el año 2015 hasta el 2017, la tasa de violencia intrafamiliar se ubica por sobre la tasa

    provincial y regional, lo cual se puede observar en la siguiente.

  • 21

    Gráfica Nº6: Comparación tasa violencia intrafamiliar, a nivel País, Región, Provincia y Comuna.

    Fuente: Sala Cead, 2017.

    IV. Antecedentes de violencia hacia las mujeres a nivel comunal

    En cuanto a los datos entregados por fiscalía, de las 814 denuncias registradas y tipificadas que cuentan con

    marca VIF, alrededor de 386 corresponden a denuncias por lesiones menos graves y gravísimas respecto de

    lesiones leves, hay un registro de 288 denuncias por amenazas, y como tercera mayoría se encuentra el

    maltrato habitual, que tiene una frecuencia de 84 casos.

    Tabla 5: Cantidad de denuncias con marca VIF por tipo de Delito.

    Categorías delitos Frecuencia denuncias

    Lesiones menos Graves 386

    Amenazas 288

    Maltrato Habitual 84

    Desacato 51

    Lesiones Leves 5

    Abusos sexuales y otros delitos sexuales 4

    Violación 3

    Homicidios 0

    Total 814

    Fuente: Elaboración Propia, Departamento de Estudios.

    Para el año 2017 y 2018 las unidades vecinales (U.V) que mayormente contaron con registros asociados a la

    violencia intrafamiliar corresponden a las unidades vecinales 28,29, 32 y 33, específicamente en las villas

    Canadá, Francia y Nogales. Destacando por sobre las anteriores la U.V 39

    0,0

    50,0

    100,0

    150,0

    200,0

    250,0

    tr1

    _1

    5

    tr2

    _1

    5

    tr3

    _1

    5

    tr4

    _1

    5

    tr1

    _1

    6

    tr2

    _1

    6

    tr3

    _1

    6

    tr4

    _1

    6

    tr1

    _1

    7

    tr2

    _1

    7

    tr3

    _1

    7

    tr4

    _1

    7

    Tasa País

    Tasa RegiónMetropolitana

    Tasa Provincia deSantiago

    Tasa EstaciónCentral

  • 22

    Figura Nº4: Frecuencia en denuncias por violencia intrafamiliar en Estación Central.

    Fuente: Elaboración propia, Departamento de Estudios.

    El gráfico Nº7 muestra la relación de la violencia Intrafamiliar hacia mujeres con el rango etario en el período

    de año 2017- 2018. Existe un total de 1.148 casos policiales en violencia intrafamiliar a mujeres de la comuna

    de Estación Central, de los cuales 466 que representan el 41% son cometidos a mujeres de entre los 18 a 29

    años, siendo el rango etario donde hay mayor concentración de casos de violencia intrafamiliar. En segundo

    lugar, está el rango etario de los 34 a 44 años con un total de 395 casos que representan el 34% del total y en

    tercer lugar con 188 casos que representa el 16% de total, están las mujeres del rango etario de los 45 a 64

    años.

    Gráfico Nº7: Violencia Intrafamiliar hacía Mujeres

    Fuente: Elaboración propia, Departamento de Estudios, a partir de datos Sala CEAD 2019.

    18 29

    466395

    18852

    2% 3%

    41%34%

    16%

    5%0%

    10%

    20%

    30%

    40%

    50%

    0

    100

    200

    300

    400

    500

    Menores de 14años

    14 - 17 años 18 - 29 años 30 - 44 años 45 - 64 años 65 años y más

    Violencia Intrafamiliar Hacía Mujeres

    Frecuencia %

  • 23

    4.1 Abusos sexuales y otros delitos sexuales

    El gráfico Nº8 visibiliza los abusos sexuales perpetrados a las mujeres de la comuna de Estación Central en el

    período 2017 - 2018 y su respectivo rango etario. Hasta la fecha se han cometido un total de 105 casos

    policiales asociados a abusos sexuales y otros delitos sexuales a mujeres, de los cuales 50 de ellos representan

    el 47,6% que fueron realizados hacia menores de 14 años, siendo el rango etario donde se concentra la mayor

    cantidad de abusos. El segundo rango etario con mayor frecuencia en los casos policiales son las menores de

    14 a 17 años con 20 denuncias, el cual representa el 19,0% del total.

    Es importante mencionar que la suma de los porcentajes anteriormente mencionados corresponde a 66,6%,

    estos casos sólo representan la cantidad de abusos sexuales donde las niñas y adolescentes de la comuna de

    Estación Central fueron víctimas.

    Gráfico Nº8: Abusos Sexuales y otros Delitos Sexuales a Mujeres

    Fuente: Elaboración propia, Departamento de Estudios, a partir de datos Sala CEAD 2019.

    4.2 Violaciones

    Los registros por violaciones en la comuna ascienden a un total de 54 casos policiales, donde el 37 % han sido

    cometidos hacia las mujeres entre los 18 a 29 años. El segundo rango etario se encuentra entre las menores

    de edad de 14 a 17 años con el 20% de los casos policiales.

    50

    20 22

    9 3 1

    47,6%

    19,0% 21,0%

    8,6%

    2,9% 1,0% 0,0%

    10,0%

    20,0%

    30,0%

    40,0%

    50,0%

    0

    10

    20

    30

    40

    50

    60

    Menores de 14años

    14 - 17 años 18 - 29 años 30 - 44 años 45 - 64 años 65 años y más

    Abusos Sexuales y Otros Delitos Sexuales a Mujeres

    Frecuencia %

  • 24

    Gráfico Nº9: Violaciones a Mujeres

    Fuente: Elaboración propia, Departamento de Estudios, a partir de datos Sala CEAD 2019.

    V. ¿Por qué es necesario realizar un diagnóstico de violencia de género en la

    comuna de Estación Central?

    Ante esto, el Estado de Chile ha suscrito tratados y convenciones con los cuales ha adquirido una

    responsabilidad que debiera verse graficada en el marco normativo. La primera convención, es la Convención

    sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer - CEDAW – del año 1979, la cual,

    en términos sencillos, expone que la discriminación contra la mujer debe entenderse como una forma de

    distinción, exclusión o restricción que encuentre a su fundamento en el sexo, siendo esta la condición por la

    cual se le priva a la mujer de obtener un reconocimiento o algún tipo de actividad determinada. Lo que hace

    este tratado internacional es reconocer que la violencia contra la mujer es una forma de discriminación,

    producto de relaciones desiguales entre hombres y mujeres, y define dicha violencia como “la violencia

    dirigida contra la mujer porque es mujer o que la afecta en forma desproporcionada. Se incluyen actos que

    infligen daño o sufrimiento de índole física, mental o sexual, las amenazas de esos actos, la coacción y otras

    formas de privación de la libertad” (CEDAW, 1979, P: 10).

    La segunda convención importante a mencionar, es la Convención Interamericana para Prevenir, Erradicar y

    Sancionar la Violencia contra la Mujer o “Convención de Belém do Pará” del año 1994, la que menciona de

    forma más específica en su artículo primero que la VCM es “cualquier acción o conducta, basada en su género,

    que cause muerte, daño o sufrimiento físico sexual o psicológico a la mujer, tanto en el ámbito público como

    privado” (Convención Interamericana para Prevenir, Erradicar y Sancionar la Violencia Contra la Mujer, P: 3).

    La misma convención entrega características de una definición que se aleja del concepto clásico de violencia

    intrafamiliar y las relaciones de convivencia o ex convivencia, al señalar en su segundo artículo que “se

    entenderá que violencia contra la mujer incluye la violencia física, sexual y psicológica:

    1114

    20

    5 3 1

    20%

    26%

    37%

    9%6%

    2% 0%5%10%15%20%25%30%35%40%

    0

    5

    10

    15

    20

    25

    Menores de 14años

    14 - 17 años 18 - 29 años 30 - 44 años 45 - 64 años 65 años y más

    Violaciones a Mujeres

    Frecuencia %

  • 25

    a) que tenga lugar dentro de la familia o unidad doméstica o en cualquier otra relación interpersonal, ya

    sea que el agresor comparta o haya compartido el mismo domicilio que la mujer, y que comprende,

    entre otros, violación, maltrato y abuso sexual;

    b) que tenga lugar en la comunidad y sea perpetrada por cualquier persona y que comprende, entre

    otros, violación, abuso sexual, tortura, trata de personas, prostitución forzada, secuestro y acoso

    sexual en el lugar de trabajo, así como en instituciones educativas, establecimientos de salud o

    cualquier otro lugar, y

    c) que sea perpetrada o tolerada por el Estado o sus agentes, donde quiera que ocurra” (P: 3)

    Siendo el Estado de Chile uno de los Estados miembros, se vuelve imperante y un deber que las políticas

    públicas y los marcos normativos judiciales se adecuen en espíritu y palabra a aquellas convenciones

    mencionadas anteriormente.

    Por lo tanto, y respondiendo a la pregunta sobre “¿Por qué es necesario realizar un diagnóstico de violencia

    de género en la comuna de Estación Central?”, en primer lugar, apunta a una necesidad contextual que se está

    viviendo a nivel nacional. La problemática de violencia de género atraviesa todos los márgenes, clases sociales,

    etnias, culturas, etc. y es una necesidad para que, a posteriori, las políticas comunales que se implementen

    tengan una estrecha relación con una realidad que, a nivel comunal, no se encuentra bien estudiada y

    analizada.

    Además, la realización de un diagnóstico de violencia de género se hace vital en la comuna teniendo en

    consideración el alto número de denuncias dentro de esta problemática.

    En este sentido, el centro de la mujer en el año 2017 y 2018 ha atendido a un total de 379 mujeres

    sobrevivientes de violencia que provienen de diferentes comunas de la Región Metropolitana entre ellas

    Curacaví, Cerrillos, Santiago, Pudahuel, Lo Prado, Maipú, Pedro Aguirre Cerda, San Miguel y Quilicura.

    De estas usuarias, 284 declara que tienen personas bajo su cuidado o responsabilidad, siendo el 47% (134

    usuarias) que cuidan a personas menores de 5 años y el 41% a personas entre los 5 y 13 años de edad, mientras

    que el 11% reconoce que tiene la responsabilidad del cuidado en personas entre los 14 y 18 años.

    De las 379 usuarias que son atendidas en el centro, 294 viven violencia de tipo física, según la proporcionalidad

    de los casos registrados, las mujeres solteras son las que mayormente sufren hechos violentos de este tipo.

    En este caso se concentran en los niveles de violencia grave y vital donde las lesiones han tenido que recibir

    algún tipo de asistencia médica, le siguen los niveles de violencia inicial y media donde las lesiones se refieren

    a hechos como empujones, zamarreos, cachetadas o golpes que no deja lesiones visibles.

  • 26

    Por otro lado, las mujeres de estado civil casadas también están expuestas a altos niveles de violencia física,

    pues son las segundas que presentan la mayor cantidad de registros, la mayor cantidad de datos se posicionan

    en los niveles iniciales de violencia. Para las mujeres que se encuentran conviviendo o en pareja presentan

    niveles iniciales de violencia física. Finalmente, en cuanto a las mujeres que están separadas registran niveles

    de violencia medio, inicial y grave.

    Gráfica Nº10: Niveles de violencia, según Estado Civil

    Fuente: Elaboración propia, Departamento de Estudios.

    De las usuarias atendidas, el 39% tiene un trabajo remunerado dependiente, le siguen las actividades

    ocupacionales esporádicas, cesantes o en busca de un trabajo por primera vez con un 31% y en tercer lugar

    aquellas que trabajan de manera independiente con un 11%.

    Se hace fundamental mencionar la dimensión económica como uno de los factores que posibilitan la violencia

    de género realizada hacia las mujeres. En la siguiente gráfica se puede observar que de las usuarias que asisten

    al centro, 331 viven violencia económica. Según la proporcionalidad de los datos y nivel de violencia, las

    mujeres que tienen y tienden a tener una mayor dependencia económica son aquellas que trabajan de manera

    remunerada dependientes.

    0 20 40 60 80 100 120 140 160 180

    Soltera/o

    Casada/o

    Conviviente o pareja

    Separada/o

    Divorciada/o

    Viuda/o

    Estado Civil con Violencia física

    Inicial Media Grave Vital

  • 27

    Gráfica Nº11: Situación ocupacional relacionado a la violencia económica

    Fuente: Elaboración propia, Departamento de Estudios.

    De las usuarias que viven violencia económica, se presenta principalmente en los niveles medios de violencia

    con un 34%, donde el agresor comienza a cuestionar la posibilidad de que la mujer trabaje, controla su ingreso

    y cuestiona los gastos de esta. La segunda tendencia, se relaciona con los niveles graves con un 34%, el agresor

    le impide trabajar, controla sus gastos, la mujer no puede tomar decisiones referentes a sus gastos y/o no

    sabe cuánto dinero maneja el hombre. Mientras que para el caso de los niveles de violencia vital el 14% de las

    mujeres recibe manipulación a través del dinero.

    Gráfica Nº12: Violencia Económica

    Fuente: Elaboración propia, Departamento de Estudios.

    0 20 40 60 80 100 120 140

    Trabaja Remunerada Dependiente

    Cesante o busca trabajo por primera vez

    Trabaja Remunerada Independiente

    Trabajo no Remunerado en laborales domésticas y/o…

    Inactiva (no busca trabajo remunerado)

    Estudiante / capacitándose

    Jubilada /Pensionada (inactivo no disponible para trabajar)

    Trabaja Remunerada modalidad mixta (Dependiente e…

    Estudia y trabaja

    Trabaja Remunerada Independiente

    Situación Ocupacional con Violencia económica

    Inicial Media Grave Vital

    Inicial17%

    Media35%

    Grave34%

    Vital14%

    Violencia Económica

    Inicial Media Grave Vital

  • 28

    En términos generales, se puede determinar que cotidianamente las usuarias del centro de la mujer

    sobreviven como mínimo a dos tipos de violencias.

    Para el caso de las violencias de tipo psicológicas, el 100% de las usuarias ha experimentado este tipo de

    violencia. El 48% se encuentra en el nivel grave, reciben agresiones cotidianas en el espacio público y privado.

    El 32% de las usuarias viven violencia vital, en este caso las agresiones son cotidianas, privadas y comprometen

    seriamente la estabilidad de las mujeres. El 16 % viven violencia de tipo medio en este caso las agresiones

    verbales son cotidianas.

    Grafica Nº13: Violencia Psicológica

    Fuente: Elaboración propia, Departamento de Estudios.

    Ahora bien, los datos son insuficientes para explicar la problemática ya que la violencia de género posee varias

    aristas o factores que condicionan los hechos cometidos en contra de las mujeres. Es por esto que se hace

    necesario poder levantar datos primarios que nos permitan trabajar y analizar la violencia de género desde

    unas perspectivas más integrales e interseccionales en la comuna.

    La función de realizar el diagnóstico es el debate entre el tema de inseguridad, temores y las experiencias,

    desde la prevención delictual más que de la punición en función del derecho de la libertad de las mujeres que

    puedan relacionarse en la ciudad sin el miedo de ser víctima de un hecho de violencia. Sin embargo, las formas

    de violencia hacia las mujeres no sólo se relacionan con las ya aludidas, sino que se relacionan con una

    multiplicidad de problemáticas. Las variables que serán consideradas para la realización del siguiente

    diagnóstico son: raza, clase, género, interseccionalidad y violencia de género. Con estas variables se intentará

    demostrar cuales son las explicaciones causales que se encuentran detrás de los delitos y de la realidad a nivel

    comunal. Para así posteriormente, generar propuestas sobre como poder dotar y fortalecer los distintos

    programas para poder abarcar esta problemática.

    4%

    16%

    48%

    32%

    Violencia Psicológica

    Inicial Media Grave Vital

  • 29

    VI. Objetivos

    6.1 Objetivo General

    Conocer las diversas manifestaciones de la violencia de género presentes en el territorio, a través de un

    enfoque interseccional, con el fin de visibilizar las percepciones de les habitantes en la comuna de Estación

    Central.

    6.2 Objetivos Específicos

    ▪ Caracterizar en términos generales cómo se manifiesta la violencia de género en la comuna de

    Estación Central.

    ▪ Analizar cómo se manifiestan los tipos de violencia de género en las mujeres de la comuna de Estación

    Central.

    ▪ Identificar los factores de riesgo que produce la violencia de género hacia las mujeres en la comuna

    de Estación Central.

    ▪ Describir las consecuencias que tiene la violencia de género en las mujeres de la comuna de Estación

    Central, en el ámbito público y privado.

    ▪ Evaluar la labor que tienen las diversas instituciones y /u organizaciones en torno a la violencia de

    género.

  • 30

    VII. Marco Teórico

    7.1 Patriarcado

    A través de los años el concepto patriarcado ha ido transformando sus definiciones y generando una

    construcción sólida respecto al problema de la dominación que presenta. Es controversial hoy en día para las

    mismas posturas feministas que lo han edificado históricamente, pues pareciera que el mismo concepto ha

    sido actualizado, reformulado y aplicado a las problemáticas globales que hoy enfrenta el fenómeno de la

    violencia hacia las mujeres. Sin embargo, lo que ha conservado como definición, apunta a que esta noción ha

    permitido develar prácticas y pautas sociales antes normalizadas, pudiendo tener alcances asociados al análisis

    y elaboración de “vías” conceptuales y políticas emancipadoras.

    En ese sentido, para situarnos en una definición posible podemos partir por la etimología del concepto:

    Este término viene del latín patriarcha y del griego πατριάρχης, un compuesto formado por dos

    palabras: pater o ‘padre’ (πατήρ) y arché o ‘gobierno’ y ‘dominio’ (αρχή). La palabra patriarca se refiere

    a la máxima autoridad familiar y a la máxima autoridad política, a un varón que, por su condición de

    padre (y por su edad), ejerce autoridad en el seno de la familia y sobre otros colectivos. De este modo,

    la palabra patriarcado (en inglés, patriarchy; en francés, patriarcat) se refiere a un sistema social o de

    gobierno basado en la autoridad de los hombres de mayor edad o de los hombres que han sido padres

    —o, más bien, de los varones que tienen hijos, preferentemente varones, que forman una parte

    importante de su capital simbólico (González, 2013, pág. 491).

    Aunque el significado etimológico de la palabra, como vemos apunta a una organización social. Esto, nos

    posibilita la introducción al mismo, no obstante, es fundamental conocer aquellas perspectivas que trae el

    concepto y logran entregar un mayor fundamento a esta propuesta, revelando un componente político y

    crítico asociado. Entre dichas perspectivas, la línea actual de reflexión más importante, es el feminismo.

    Desde el feminismo, el patriarcado es comprendido como el sistema de dominación básico sobre el que se

    asientan los demás (dominaciones como las de raza y clase, por ejemplo). En este sentido, el patriarcado

    podría ser definido, desde Millet (1969) como “política sexual”, entendiendo por política “el conjunto de

    estratagemas destinadas a mantener un sistema” (ibíd., p. 68) o “el conjunto de relaciones y compromisos

    estructurados de acuerdo con el poder, en virtud de los cuales un grupo de personas queda bajo el control de

    otro grupo” (ibíd., p. 68). Para esta autora el camino de liberación de la mujer encuentra su dique en el

    patriarcado, y no puede haber una verdadera revolución si no se lo destruye, “el patriarcado es por necesidad

    el punto de partida de cualquier cambio social radical (…) y ello no sólo porque constituye la forma política a

  • 31

    la que se encuentra sometida la mayoría de la población (…) sino porque representa el bastión de la propiedad

    y de los intereses tradicionales” (Millet, 1969, p. 88).

    Millet (1969) señala la existencia de dos características o principios fundamentales de patriarcado; dominación

    del hombre sobre la mujer y que el macho de más edad domina a macho más joven. La autora señala que a

    partir de los postulados de Hanna Arendt (2010), que un gobierno se asienta en el poder mediante dos vías:

    la violencia y el consenso. En este sentido el gobierno “patriarcal” o la política sexual patriarcal se sostendría

    en el poder por consenso social, que se genera a partir de la socialización de tanto hombres como mujeres. Es

    decir, hombres y mujeres hemos sido educadas/os desde temprana edad o incluso antes de venir al mundo,

    en esta lógica patriarcal, por la que no sólo es difícilmente cuestionada, sino que además forma parte de

    nuestro sistema de creencias que nos permiten llegar a dicho consenso social sin grandes cuestionamientos.

    Por lo tanto, si el patriarcado define una posición de superioridad masculina que determina una valoración

    mayor dentro de la sociedad, en lo que respecta tanto a las conductas y roles sociales de los individuos, todas

    adscribiremos en un primer momento a dicha premisa. Adicionalmente, nuestra conducta obedecerá a ciertos

    estereotipos sociales en torno a lo “masculino” y lo “femenino”, los que se basan “en las necesidades y en los

    valores del grupo dominante y dictados por sus miembros en función de lo que más aprecian en sí mismos y

    de lo que más les conviene exigir de sus subordinados: la agresividad, la inteligencia, la fuerza y la eficacia en

    el macho. La pasividad, la ignorancia, la docilidad, la virtud, y la inutilidad en la hembra” (Millet, 1970, p. 72).

    En la línea de lo anterior, también al rol tanto de hombres como mujeres, le serán adjudicadas éstas conductas

    y códigos particulares, altamente estructurados; en términos de las actividades que a “la mujer”, se le asigna

    están el servicio doméstico y el cuidado de la prole o la descendencia, mientras que se asume que el hombre

    puede ver realizados sus intereses fuera del hogar en cualquier campo que le sea de su interés y ostentará el

    rol de proveedor.

    En consecuencia, la autora propone que la familia entendida en términos del patriarcado, sería una institución,

    que le permite a este sistema perpetuarse en el tiempo, siendo ésta en sí misma una unidad patriarcal. Es

    decir, la familia tradicional patriarcal replica las diferencias en acceso al poder entre hombres y mujeres. En

    este sentido, “la familia y los papeles que implica son un calco de la sociedad patriarcal, al mismo tiempo que

    su principal instrumento y uno de sus pilares fundamentales. No solo induce a sus miembros a adaptarse y

    amoldarse a la sociedad, sino que facilita el gobierno del estado patriarcal que dirige a sus ciudadanos por

    mediación de los cabezas de familia” (Millet, 1970, p. 74)

    Más tarde, Amorós (1991) considera que el patriarcado constituye un conjunto de relaciones sociales, como

    un sistema solidario de “pactos” entre los hombres (aunque se mantenga la jerarquía entre los mismos). Estas

    relaciones entre hombres, la autora descarta que sean conspiratorias y que constituyan un fenómeno

  • 32

    estructural, por tanto, los pactos son entendidos como ciertas actitudes prácticas de complicidad que no

    tienen por qué ser conscientes y, estarían relacionados directamente con un topos o lugar común; la mujer,

    como condición del mantenimiento de su identidad, intereses, objetivos y privilegios.

    En este contexto, Amorós (1991) propone tres categorías filosóficas sobre la sociedad patriarcal: pactos

    patriarcales serializados, topos de la misoginia y pactos juramentados. Los pactos patriarcales serializados,

    “son pactos que se refieren a las relaciones entre los varones, e involucran, además, las de los varones con las

    mujeres y las de las mujeres entre sí. Se constituyen a través de mecanismos de auto designación, que les

    permiten a los varones reconocer su pertenencia práctica al conjunto de los dominadores, los cuales, mediante

    un sistema de prácticas articuladoras, acaban siendo de obligada participación” (Maldonado, 2009, p. 49).

    Por otra parte, la categoría de topos de la misoginia corresponde a un correlato simbólico de las prácticas

    serializadas, por las cuales “los varones aprenden, de una manera práctica, a través de su proceso vital, cómo

    se pertenece al conjunto de los varones, qué significa ser un varón, cómo se expresa la virilidad” (Maldonado,

    2009, p. 52). De este modo, la actuación de unos lleva a la actuación de los otros, en serie, de generación en

    generación.

    Finalmente, la tercera categoría que propone Amorós, es la de los pactos juramentados, donde “el grupo

    juramentado pocas veces se constituye abiertamente como un pacto contra las mujeres, pero es evidente su

    carácter patriarcal al constituirse a partir de un juramento que en cierto sentido excluye a la mujer o la incluye

    como objeto garante del pacto celebrado. La participación en estos grupos exige al varón el cumplimiento de

    ciertas «normas» que son más fuertes que las que forman parte de la legislación” (Maldonado, 2009, p. 57).

    A su vez, la autora Joan Scott (1996), realiza una reflexión crítica respecto a la definición de patriarcado, por

    considerarlo más “descriptivo que analítico”, y por tanto se centra en la definición de género. A criterio de la

    autora, el concepto patriarcado se usa para hablar de la desigualdad entre hombres y mujeres, sin embargo,

    cree que la definición no funciona del todo, proponiendo un análisis conceptual de cómo operan las diferencias

    entre los hombres y las mujeres, tanto metafóricas como literales. Por ello, ejemplificando como estructuras

    para análisis la organización de la familia, el rol de las mujeres y los varones en momentos particulares y las

    interpretaciones normativas de la relación entre mujeres y varones. En otras palabras, la autora propone

    analizar desde el lenguaje cómo operan dichas diferencias y cómo crean representaciones de los conceptos

    que tenemos de Varón-Mujer o de Masculino-Femenino, y qué correspondencia tienen con el modo que las

    personas entienden esas relaciones y las relaciones políticas de dominación y subordinación entre sí (Bacci,

    2014).

    Sobre la referencia a las definiciones históricas, desde la perspectiva de Fontela (2008) el patriarcado puede

    definirse como un sistema de relaciones sociales sexo–políticas basadas en diferentes instituciones públicas-

  • 33

    privadas y en la solidaridad interclases e intragénero instaurado por los varones, quienes como grupo social y

    en forma individual y colectiva, oprimen a las mujeres también en forma individual y colectiva, apropiándose

    de su fuerza productiva y reproductiva, de sus cuerpos y sus productos, ya sea con medios pacíficos o mediante

    el uso de la violencia.

    El concepto de patriarcado, para Judith Butler se entrama a la perspectiva como oposición al feminismo radical

    de la década de los setenta, el cual planteaba una defensa del patriarcado como un sistema de opresión de

    los hombres sobre las mujeres que funciona de forma autónoma. Pero a la vez, la teoría de esta autora, que

    apela al feminismo de la diferencia, para Judith Butler, el problema de la opresión a las mujeres tiene que ver

    sólo con el capitalismo o, la relación entre el capitalismo y el patriarcado, sino con la construcción cultural de

    “ser hombre” o “ser mujer”. En este sentido, para ella el concepto más preciso corresponde a la

    "heterosexualidad normativa", en tanto sostiene el mantenimiento del sistema capitalista, pues está

    relacionada con un sistema social de división sexual del trabajo y disciplinamiento de los cuerpos, abriendo

    una grieta irreparable en los estereotipos de género.

    7.2 Género

    El contexto histórico y social, que dio origen a las reflexiones sobre la mujer y el lugar que ocupa en las

    interacciones sociales, se sitúa en los años 60 y 70, en Europa Occidental y Norteamérica, marcado por

    movimientos sociales y políticos liderados por mujeres, que cuestionan las relaciones establecidas entre

    hombres y mujeres junto con el funcionamiento de diferentes espacios sociales e institucionales, entre ellos

    se encontraba la división sexual del trabajo, en la estructura social y en la cultura.

    A principios del siglo XX, desde diversas disciplinas de las ciencias sociales, surgen reflexiones, investigaciones

    y construcciones teóricas que buscan generar una comprensión de lo humano como una construcción de y en

    la sociedad, y no sólo un dato natural ya dado solo por el hecho de ser humanos marcados por un sexo

    biológico. Frente a las posturas absolutistas y esencialistas, se desarrolla una mirada crítica que instala a lo

    social y cultural como el espacio histórico constituyente de singularidades, particularidades, diferencias de

    hábitos, costumbres, identidades, etc. Sin embargo, es relevante señalar que los estudios de la mujer aportan

    a la visibilización a través de la generación de diversos campos de reflexión dentro de las ciencias sociales, no

    aluden a una concepción uniforme y estructurada de saberes, sino que una corriente interdisciplinaria y

    multidisciplinaria, con un carácter heterogéneo en sus marcos teóricos, metodológicos e instrumentales

    (Bellucci, 1992).

    Ya planteado el cuestionamiento de la organización sociocultural que habilita la desigualdad de género; el

    patriarcado, resulta importante relevar y comprender a este como una categoría de análisis fundamental para

    la política. De forma que este sistema ha pasado a constituir la institucionalización del dominio masculino en

  • 34

    la familia tradicional y en toda la sociedad en general (Lerner, 1990). Por tanto, si el patriarcado forma parte

    de nuestra cultura, estratégicamente marcará a los seres humanos con el género, que a su vez marcará la

    percepción de todo lo demás: “lo social, lo político, lo religioso, lo cotidiano” (Lamas, 1999) con las respectivas

    diferencias que sustentan la desigualdad entre lo que llamamos femenino y masculino.

    Para comprender aquellas diferencias es necesario, en primer lugar, profundizar en qué comprendemos por

    género y como este habilita el sistema sociocultural patriarcal a su base. El género, como un concepto que se

    ha ido desarrollando y evolucionando a lo largo de la historia y de cada cultura. En este sentido, Simón de

    Beauvoir ya en los años 40 planteaba el género como características que no responden al sexo biológico, sino

    que se construyen a través de complejos procesos individuales, pero sobretodo, sociales (Beauvoir, 1949). En

    este sentido:

    “Los datos biológicos son de suma importancia representan, en la historia de la mujer, un papel de

    primer orden; son elemento esencial de su situación: en todas nuestras descripciones ulteriores

    tendremos que referirnos a ellos. Porque, siendo el cuerpo instrumento de nuestro asidero en el mundo,

    éste se presenta de manera muy distinta según que sea asido de un modo u otro. Por esa razón los

    hemos estudiado tan extensamente; constituyen para ella un destino petrificado. No bastan para

    definir una jerarquía de los sexos; no explican por qué la mujer es lo Otro; no la condenan a conservar

    eternamente ese papel subordinado” (Beauvoir, 1949, p. 43).

    La categoría de la otra, la emplea para explicar cuál es la posición de la mujer en el mundo masculino. La mujer

    siempre ha sido considerada “la otra” con respecto al hombre cuando éste jamás ha sido “otro”. La mujer

    tampoco debe ocupar el lugar del hombre, sino que ha de cambiar el mundo ante sus propios deseos. Pretende

    establecer la diferencia entre sexo como una determinación biológica y género como una construcción social.

    De Beauvoir afirma y sostiene rotundamente que “no se nace Mujer: se llega a serlo” (De Beauvoir, 1949, p.),

    Pero siempre bajo la obligación cultural de hacerlo. Y es evidente que esa obligación no la crea el sexo. En su

    estudio no hay nada que asegure que la persona que se convierte en mujer sea obligatoriamente del sexo

    femenino, ya que “si el cuerpo es una situación, no se puede aludir a un cuerpo que no haya sido siempre

    interpretado mediante significados culturales; por tanto, el sexo podría no cumplir los requisitos de una

    facticidad anatómica pre discursiva” (Beauvoir, 1949, p. 56).

    La antropóloga Norma Fuller (1993), señala que cada cultura elabora de manera distinta lo que entiende por

    mujer y hombre, cada cultura construye sus propias identidades de género a partir de hechos biológicos o de

    las diferencias entre los sexos. Esto supone que la identidad de género que se desprende del antecedente

    biológico se constituye a partir de un proceso donde cada individuo aprende lo que es ser hombre o mujer, a

    asumir los roles y las actitudes que le son propios y a interpretarse a sí mismo según dichos parámetros (Fuller,

  • 35

    1993). Sin embargo, este proceso subjetivo se alimenta de las representaciones creadas al nivel de la cultura

    y es determinado por la misma; es decir que la construcción de las subjetividades de mujeres y hombres está

    delimitada y restringidas por la cultura (Fuller, 1993, p. 232).

    En este sentido, desde la perspectiva psicológica, se entiende que el género representa una categoría de

    análisis, que articula tres tópicos básicos:

    La asignación del género: que se realiza en el momento del nacimiento, asociado a la condición biológica

    reproductiva.

    La identidad de género: Es la elaboración simbólica que cada cultura construye a partir de la categorización de

    las personas en diferentes sexos, permite clasificarse a sí mismo y a las otras personas dentro de categorías

    fijas como resultado de un proceso de elaboración que se vive como propio y único.

    Rol del género: Refiere al conjunto de deberes, aprobaciones, prohibiciones y expectativas acerca de los

    comportamientos sociales apropiados de acuerdo al sexo. Es una tipificación ideal de lo masculino o femenino,

    que influye en la expresión de los fundamentos biológicos del género.

    Profundizando en lo anterior, Pierre Bourdieu (2004), explica que es a través del cuerpo que el género y la

    sexualidad se exponen implicándose en procesos que son inscritos por normas sociales. Es decir, que aun

    cuando le damos significado a nuestros cuerpos a partir de nuestros órganos sexuales, el ser hombre o mujer

    no se encuentra prescrito en nuestra condición biológica. Todo es parte de una construcción, que regula

    nuestras identidades, acciones y cuerpos, y que aborda, de forma que el cuerpo significa entregarse a otros,

    tiene una dimensión pública construida como fenómeno social; “Mi cuerpo es y no es mío” (ídem).

    A cada uno de nosotros se nos atribuye un género en el nacimiento, lo que significa que somos nombrados

    por instituciones y organizaciones de cierta manera. Con la atribución del género, un conjunto de expectativas

    es transmitido. Por lo tanto, considerar el género como una forma de hacer una actitud incesantemente

    performada o actuada, en parte, sin saberlo y sin la propia voluntad, no implica que sea una actividad

    automática o mecánica, es más bien propio de una improvisación que no se hace en soledad, sino que

    “siempre se está haciendo (ídem).

    Según Pierre Bourdieu (2004), el género surge desde una oposición entre lo masculino y lo femenino. Dichas

    construcciones emergen desde lo que él denomina como “habitus” -categorías mentales, percepciones,

    conceptos- formas de observar la realidad, aparentemente objetivas, que se insertan en los cuerpos de los

    sujetos y generan formas disímiles de desenvolvimiento social, en lo cual predomina una dominación

    masculina en las relaciones sociales. Bourdieu, habla de la “violencia simbólica” como aquella dominación del

    hombre sobre la mujer, que surge a partir del habitus anteriormente planteado y la posesión que éste realiza

  • 36

    sobre los cuerpos de los sujetos. Esta dominación es simbólica, puesto que cuenta con la complicidad

    femenina, asociación que se explica cómo la normalización de los roles de género, y la carencia de

    cuestionamiento sobre los mismos, hecho que invisibiliza la violencia y la perpetúa siendo violenta al ser

    invisible para sus propias víctimas.

    Sin embargo, hombres y mujeres son víctimas de esta dominación masculina, los primeros en virtud del

    sinnúmero de exigencias que la masculinidad les impone, tal como orientarse obligatoriamente hacia a lo

    exterior, cumplir con lo activo, etc. y las mujeres, tanto por las exigencias enormes que el modelo también les

    sobre-exigen, como también con el rol de subordinación que este mismo conlleva. No obstante, lo anterior,

    es importante plantear al hombre como una víctima relativa, en virtud de que se acomodan al rol de la

    dominante, a partir de los beneficios que les trae.

    Desde la década de los años 80, Butler plantea que “el sexo por definición siempre ha sido género” (1998, p.

    56) ya que, si el sexo marca a las personas con el género, este es en sí mismo una categoría social que divide

    a las personas jerárquicamente. Así, todo lo que se espera de un hombre o de una mujer, no responde a algo

    natural a nuestra condición biológica o esencial a nuestro cuerpo, sino que es construido en lo que Butler

    llama una perfomance cultural cimentada en relaciones de poder. Para la teoría de Butler, dicha performance

    es el resultado de la construcción y producción social, histórica y cultural, que nos lleva a realizar actuaciones

    (o actos performáticos) de lo que consideramos lo femenino y lo masculino para poder llegar a encajar en la

    sociedad.

    Esta idea se conecta con lo planteado por Butler respecto a la idea de que no existen papeles sexuales o roles

    de género propios a cada sexo, ni inscritos en nuestra naturaleza humana, ya que lo único natural de los seres

    humanos es la cultura, lo que construimos “Lo ‘real' y lo 'sexualmente fáctico' son construcciones

    fantasmagóricas -ilusiones de sustancia- a las que los cuerpos están obligados a acercarse, aunque nunca

    puedan” (Butler 1990, p. 286), es decir, los conceptos de femenino y masculino, son imposiciones binarias que

    vienen desde la cultura patriarcal hacia el cuerpo de las personas, y que por tanto sólo limitan y encasillan la

    diversidad de las vivencias personales en la relación de una persona y su cuerpo.

    Por otra parte, si consideramos el género en estos términos debemos reconocer la importancia política de

    esta construcción sociocultural. En esta línea, Benhabid señala que es necesario cuestionar esta construcción

    en la medida en que no es azarosa, sino que sirve a los intereses dominantes, detalla:

    “La diferencia sexual no es meramente un hecho anatómico pues la construcción e interpretación es

    ella misma un proceso histórico y social. Que el varón y la hembra de la especie difieran es un hecho,

    es un hecho también pre-construido socialmente (...) el sexo y el género no se relacionan entre sí como

  • 37

    lo hacen la naturaleza y la cultura pues la sexualidad es una diferencia construida culturalmente”

    (Benhabid, 1996, P.56)

    De Beauvoir, como autora contemporánea, podemos dar cuenta de una inquietud frente a esta parte de la

    vida social que oprime a los seres humanos, principalmente a las mujeres, en razón de su sexo. A partir de lo

    anterior, Rubin (1986) rescata y amplía la idea para llegar a sostener la existencia de un “sistema sexo-género”

    para identificar “el conjunto de convenciones en las que se apoya la sociedad para transformar la sexualidad

    biológica en productos de la actividad humana” (Rubin, 1986, p. 159), es decir, cómo a partir de hechos

    puramente biológicos se instala un régimen que espera de nosotros ciertos comportamientos, acciones,

    pensamientos y/o actitudes, y no otras, limitando ampliamente nuestras capacidades, deseos y derechos.

    Este “sistema sexo-género” del régimen patriarcal, promueve lo que la antropóloga mexicana Marcela Lagarde

    (1999) llama “mandatos de género” que dan lugar a identidades únicamente binarias (femenino/masculino) y

    jerarquizadas (masculino por sobre lo femenino). De esta manera es necesario señalar que dicho sistema es

    una categoría de análisis que permite cuestionar los valores y creencias en torno a las relaciones entre sexos.

    Desde aquí, es que Lagarde plantea una perspectiva de género que “permite analizar y comprender las

    características que definen a las mujeres y hombres de manera específica, así como sus semejanzas y

    diferencias” (Lagarde, 1999, p.14). Es así como se examina la condición del género ante las necesidades vitales,

    el desarrollo personal, la capacidad de acción y su dificultad dentro de esta relación de dominio, opresión y

    subordinación de lo masculino por sobre lo femenino. Esta perspectiva de género se estructura desde la crítica

    al androcentrismo, siendo una concepción que dejó a más de la mitad de la humanidad fuera, en este caso a

    las mujeres o todo lo que no es masculino; de esta manera, es que se cuestiona desde el sistema sexo-género

    como estructura social, donde el hombre es el centro de la actividad económica, política, social, religiosa y

    familiar, y donde se impregna a su vez esta cultura política patriarcal.

    Desde el plano de la cultura, Lagarde propone cambiar el que los hombres sigan siendo el centro y que así

    mismo siga predominando la cultura masculina machista, e incluso, que se erradique el centro y emerjan

    diversidades de formas de cultura no autoritarias como lo es el androcentrismo. Así mismo, la perspectiva de

    género planteada por la autora reconoce la diversidad de géneros y la existencia de las mujeres y los hombres

    como un principio esencial en la construcción de una humanidad diversa y democrática (Lagarde, 1999, p. 13).

    Así, la democracia planteada tiene como propósito conformar la igualdad entre hombres y mujeres a partir

    del reconocimiento no inferiorizante desde sus existencias y relaciones entre ambos géneros, con el fin de

    modificar la legitimación de las relaciones de dominio y opresiones que se generan y recrean.

    Cabe señalar que aunque la perspectiva de género comprenda las alternativas de opresión y su desigualdad,

    es necesario cuestionar la propuesta tradicional que estipula el sistema patriarcal entre hombres y mujeres,

  • 38

    generando esta relación binaria donde solo se reconozcan ambos géneros, es por esto, que es necesario

    comprender un nuevo paradigma histórico y cultural que contemple las identidades de género en su totalidad,

    y que a su vez carezcan del autoritarismo y dominio principalmente desde la sexualidad, lugar desde donde

    se puedan construir nuevos procesos de desconstrucción y desarrollar opciones que posicionan al humano

    desde los principios de la libertad y equidad de género.

    A su vez, es posible observar, como estos mandatos de género, se van reproduciendo a partir de lo que

    llamaremos “tecnologías de género” de acuerdo a lo propuesto por Teresa De Lauretis (1989). Dichas

    tecnologías serán concebidas como ciertos agentes socializadores (medios de comunicación, familia, escuelas,

    etc.) que transmiten una serie de “discursos institucionalizados, de epistemologías y de prácticas críticas, tanto

    como de la vida cotidiana” (Lauretis 1989 p. 8) de manera de que sea posible ir determinando los atributos

    diferenciales de los géneros.

    Finalmente, en coherencia con los planteamientos precedentes y siguiendo la propuesta de Scott (1990)

    incorporaremos la categoría de género para facilitar la comprensión de; por un parte, cómo este elemento –

    el género- forma parte de toda relación social basada en la diferencia de los sexos y los consecuentes procesos

    culturales construidos a partir de ello. Por otra parte, para dar cuenta de las relaciones significativas de poder

    a nivel social que promueven la desigualdad (Scott, 1990). Así, la comprensión y el uso del concepto de género

    evidencia un sistema completo de relaciones y no sólo un sinónimo relativo a temáticas de las mujeres.

    7.3 Régimen Heteronormativo

    Retomando lo anteriormente dicho, teniendo en cuenta que el “sistema sexo-género” que impone mandatos

    a través de diversas tecnologías, reproduciendo una forma específica de relaciones entre los sexos, de

    acuerdo con los intereses del sistema dominante, es posible comprender cómo la heterosexualidad es una

    interpretación totalizadora de dichas relaciones. Al respecto, Monique Wittig (2006) la describe como un

    régimen político que abarca desde la realidad social, la historia, la cultura, el lenguaje y todos los fenómenos

    subjetivos, que fundan a la sociedad como heterosexual. La autora afirma así que la categoría de sexo es más

    bien política, por tanto, implica diferencias sociales en un orden económico, político e ideológico.

    Desde ahí, señala que la diferencia sexual al ser fundamentada como algo natural (rasgos biológicos o

    fisiológicos “dados”) permite ocultar la oposición existente entre hombres y mujeres.

    En la obra de Monique Wittig (1992, en Martí, 2006): “El Pensamiento Heterosexual y otros Ensayos”,

    confluyen la literatura, teoría y política, conformando una propuesta multidimensional. Dicha propuesta, da

    un salto político en los estudios feministas, pues desplaza el debate desde una visión universalista, hacia el

    análisis de la heterosexualidad como un régimen político. Esto, encuentra nuevamente su fundamento en

    cuestionar la construcción esencialista de ser “Mujer”, asociada a lo que la autora señala como un mito

  • 39

    condicionado a las regulaciones de un sistema de pensamiento heterosexual, que excluye a las que no son

    “mujeres”, y por tanto impone de forma coercitiva “como se debe ser una mujer”.

    Para Wittig, la heterosexualidad como un régimen político se basa en la idea de la “diferencia de los sexos”.

    Planteamiento, que define sólo a dos sexos hegemónicos, poniendo a la naturaleza como su causa y ocultando

    que la categoría de sexo es resultado de relaciones de poder, económicas, políticas e ideológicas que fundan

    a la sociedad como exclusivamente heterosexual. Al referirse a dicha oposición en términos biológicos, revela

    el intento por disimular que las diferencias sociales implican siempre un orden económico, político e

    ideológico, no hay sexos, sino un solo sexo que oprimido y otro que oprime, de modo que es la opresión la

    que crea el sexo y no al revés (Wittig 1992, en Martí, 2006).

    Según Wittig (1992), la categoría de sexo corresponde a una categoría política, que es la base de la sociedad

    en tanto heterosexual y que impone a las mujeres la obligación absoluta de continuar sustentando, por medio

    de la idea de reproducción de la especie, que es un sistema de explotación apropiado finalmente por los

    hombres. Dentro de esa apropiación, se incluye la de los trabajos de cuidado que les son asociados “por

    naturaleza” a la reproducción: hacerse cargo de los hijos/as o hacer las tareas domésticas, del mismo modo

    en que la clase dominante se apropia del trabajo de la clase obrera.

    Confluyendo con esta lógica, Teresa de Lauretis (1989), concuerda con Wittig, en la tesis de que la diferencia

    sexual es una diferencia de mujeres respecto de hombres, de lo femenino respecto de lo masculino y no al

    revés, porque la referencia y medida aquí es lo masculino. Así, la autora expone algunas fronteras en la

    diferencia sexual en base a su constricción del pensamiento crítico feminista, pues habría una oposición sexual

    universal que no hace posible el articular las diferencias entre mujeres, sesgando las diferencias a un

    esencialismo.

    Para superar lo mencionado, la autora propone que se debe desatar la mutua contención entre género y

    diferencias sexuales, y bajo los aportes realizados por Michael Foucault (en Lauretis, 1989) por medio de la

    teoría de la sexualidad, despliega un debate que piensa al género como una “tecnología del sexo”, en tanto

    representación y auto-representación, como resultado de variadas tecnologías sociales; a mencionar: el cine,

    los discursos institucionalizados, epistemologías y prácticas críticas tanto como de la realidad cotidiana.

    Por lo tanto, como la sexualidad el género no es esencia de los cuerpos, sino el resultado de efectos que tienen

    su impacto en éstos, en los comportamientos y las relaciones sociales. Por ende, visualizar al género como

    producto de un conjunto de tecnologías sociales, de aparatos tecno-sociales y biomédicos, es avanzar en una

    propuesta más allá de lo señalado por Foucault, ya que desde sus postulados se excluye la consideración del

    género.

  • 40

    Al respecto, Lauretis (1989) plantea cuatro proposiciones:

    “(1) El género es (una) representación, lo que no quiere decir que no tenga implicaciones

    concretas o reales, tanto sociales como subjetivas, para la vida material de los individuos. Todo

    lo contrario. (2) La representación del género es su construcción, y en el sentido más simple se

    puede afirmar que todo el arte y la cultura occidental es el cincelado de la historia de esa

    construcción. (3) La construcción del género continúa hoy tan diligentemente como en épocas

    anteriores, por ejemplo, como en la era victoriana. Y continúa no sólo donde podría suponerse,

    en los medios, en la escuela estatal o privada, en los campos de deportes, en la familia, nuclear

    o extendida o de progenitura única para resumir, en lo que Louis Althusser ha llamado los

    aparatos ideológicos del Estado. La construcción del género continúa también, aunque menos

    obviamente, en la academia, en la comunidad intelectual, en las prácticas artísticas de

    vanguardia y en las teorías radicales y hasta y por cierto especialmente, en el feminismo. (4)

    En consecuencia, paradójicamente, la construcción del género es también afectada por su

    deconstrucción; es decir por cualquier discurso, feminista u otro, que pudiera dejarla de lado

    como una tergiversación ideológica. Porque el género, como lo real, es no sólo el efecto de la

    representación sino también su exceso, lo que permanece fuera del discurso como trauma

    potencial que, si no se lo contiene, puede romper o desestabilizar cualquier representación”

    (p. 9).

    Desde ahí, Teresa De Lauretis (1989) elabora el término de tecnologías del género, tomando en consideración

    el género como un efecto de despliegue de tecnologías complejas. En este sentido, se concibe a éste como un

    ideal regulatorio de poder que, como sistema de sentido (que antecede culturalmente al individuo), construye

    materialmente los cuerpos de hombres y mujeres de forma distintiva. En este proceso interceden una serie

    de tecnologías (semióticas, audiovisuales, biomédicas, entre otras), que vehiculizan significados sociales

    diferentes sobre la representación de cada género.

    Se interpreta así que, a partir del género, los cuerpos se sexúan y se asocian -en la materialidad de cada sexo-

    contenidos culturales dentro de una escala de valores y jerarquías sociales, siendo el sistema sexo-género, en

    suma “tanto una construcción sociocultural como un aparato semiótico, un sistema de representación que

    asigna significado (identidad, valor, prestigio, ubicación en la jerarquía social, etc.) a los individuos en la

    sociedad” (De Lauretis, 1989, p.5).

    Desde donde es posible comprender cómo “la construcción del género es tanto el producto como el proceso

    de su representación” (De Lauretis, 1989, p. 5). Entonces, podemos decir que los cuerpos sexuados cobran

    sentido (significados) en el entramado social heteronormado, mediante tecnologías de género ligadas a

  • 41

    producciones y prácticas socioculturales, discursos, instituciones, narraciones, entre otros medios

    tecnológicos, capaces de representar y promover la auto-representación del sujeto hombre y la sujeta mujer.

    En esta construcción cultural de cada sexo, se caracteriza una asimetría que según De Lauretis (1989) estaría

    ligada sistemáticamente a la organización de la desigualdad social.

    En suma, la autora plantea que el género y las diferencias sexuales serían efecto de las configuraciones de

    posicionalidades sexo-discursivas, su representación y exceso. Por lo cual, el sistema sexo-género estaría

    interconectado con factores políticos y económicos. Por tanto, éste es posible de problematizar como un

    aparato ideológico del estado. Pues tal como retoma la autora, desde las ideas de Althusser (en Lauretis, 1989),

    existe una función subjetiva de la ideología, que en el caso del género cumple la función de constituir

    individuos concretos como varones y mujeres (De Lauretis, 1987). Desde ahí, no sólo se medirían relaciones

    imaginarias e ideológicas, sino que también relaciones reales y de producción en torno a la heterosexualidad.

    A partir de lo descrito en los párrafos precedentes, se puede visualizar otra propuesta teórica que genera un

    quiebre aún más profundo ante los universales y esencialismos que fundan al régimen heterosexual. Desde

    ese punto, es donde se sitúa la teoría Queer, que se consolida a través del trabajo de Judith Butler (2004),

    referenciado por las tecnologías de género o las técnicas de ser hombre o ser mujer, que se aprenden desde

    temprana edad. Desde ahí, que tal como señala esta autora, la heterosexualidad, en condiciones normativas,

    vigila el género como una forma de sostener su propia categoría. En ese sentido, si el género corresponde a

    los significados culturales que apropia el cuerpo sexuado, entonces no es posible designar a un género

    únicamente como producto de un sexo.

    Más aún, la distinción entre sexo/género, muestra una discontinuidad radical entre cuerpos sexuados y

    géneros construidos culturalmente, de modo tal, que, al suponer la estabilidad del sexo binario, por ejemplo,

    en la construcción de “hombre”, no sabemos si esta dará como resultado únicamente cuerpos masculinos, lo

    mismo en el caso de los cuerpos femeninos en base a la categoría de “mujeres”. Es así, como desde la lógica

    de Butler, la noción sobre la posibilidad de que exista una “verdad” ante el sexo, encuentra su sustento en

    prácticas reguladoras que producen identidades coherentes, a través de una matriz (heterosexual) alineada a

    las reglas del género (Butler, 2004).

    Como resultado, tendremos algunos tipos de “identidades de género” que no se adaptan a estas reglas de

    inteligibilidad cultural, por lo cual serán entendidas como defectos en el desarrollo o imposibilidades

    biológicas desde el interior de ese campo. No obstante, su gran proliferación e insistencia otorgan

    oportunidades para cuestionar los límites y los propósitos reguladores de ese mismo campo de inteligibilidad

    (Butler, 2004).

  • 42

    Es así, como el efecto sustantivo del género se produce performativamente, siendo impuesto por las prácticas

    reguladoras de la coherencia de este, por lo cual, en el discurso metafísico sobre la sustancia, el género resulta

    ser performativo, en tanto representa la identidad que dice ser. Así, siempre es un hacer, pero no un hacer

    por parte de un sujeto preexistente a la acción (Butler, 2004).

    En este marco, Preciado (2000) por su parte llega a sostener que existe un contrato social heteronormado, y

    es a partir de este que es posible cuestionar las verdades inscritas en los cuerpos, cuerpos que viven una

    sexualidad que no entran en los fin