descubrimiento de los ámbitos

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PRIMER CURSO: EL ARTE DE PENSAR Y VIVIR CREATIVAMENTE Primera Parte: Las doce fases del desarrollo personal LECCIÓN 1ª DESCUBRIMIENTO DE LOS ÁMBITOS EXPERTO UNIVERSITARIO EN CREATIVIDAD Y VALORES Escuela de Pensamiento y Creatividad Escuela de Pensamiento y Creatividad www.escueladepensamientoycreatividad.org/online ¿Son iguales todas las realidades que tejen nuestra vida diaria o presentan modos de ser diversos? ¿En qué se distinguen una tabla y un tablero, por ejemplo, de ajedrez? El cuerpo humano tiene condiciones parecidas a las de los objetos, pero ¿se reduce a objeto? ¿Es justo decir que los seres humanos “tenemos” cuerpo? ¿Cree usted que debemos aprender a pensar bien, o da por supuesto que pensar es una actividad tan espontánea como el ver o el oír?

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López Quintas hace la diferencia entre ámbitos, ambientes y objetos

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Page 1: Descubrimiento de los ámbitos

PRIMER CURSO: EL ARTE DE PENSAR Y VIVIR CREATIVAMENTE

Primera Parte: Las doce fases del desarrollo personal

LECCIÓN 1ª

DESCUBRIMIENTO DE LOS ÁMBITOS

E X P E R T O U N I V E R S I T A R I O E N C R E A T I V I D A D Y V A L O R E SEscuela de Pensamiento y Creat ividad

E s c u e l a d e P e n s a m i e n t o y C r e a t i v i d a d • w w w. e s c u e l a d e p e n s a m i e n t o y c r e a t i v i d a d . o r g / o n l i n e

¿Son iguales todas las realidades que tejen nuestra vida diaria o presentan

modos de ser diversos?

¿En qué se distinguen una tabla y un tablero, por ejemplo, de ajedrez?

El cuerpo humano tiene condiciones parecidas a las de los objetos, pero ¿se

reduce a objeto? ¿Es justo decir que los seres humanos “tenemos” cuerpo?

¿Cree usted que debemos aprender a pensar bien, o da por supuesto que

pensar es una actividad tan espontánea como el ver o el oír?

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Tabla de contenido

Ejercicios de Búsqueda Creativa 3

Ejercicios de perfeccionamiento 7

Ejercicios de reflexión y análisis 12

Sinopsis 14

Reflexión metodológica 15

L e c c i ó n 1 ª D e s c u b r i m i e n t o d e l o s á m b i t o s

E s c u e l a d e p e n s a m i e n t o y c r e a t i v i d a d E l a r t e d e p e n s a r y v i v i r c r e a t i v a m e n t e

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El ideal formativo diseñado en la Introducción lo conseguiremos si empezamos perfeccio-nando nuestra manera de ver las realidades que nos rodean y nuestra propia realidad, y descubrimos la transformación que experimentamos al tratar cada realidad con el debido respeto, estima y espíritu colaborador. No debemos preocuparnos al principio sino de aprender el arte de ver con hondura y precisión. Ello nos llevará, paso a paso, a descubrir la alta calidad que puede llegar a conseguir nuestra vida de personas*. Este descubrimiento progresivo marcará la estructura del curso, que tendrá un go-zoso carácter de búsqueda personal.

Es muy importante ir descubriendo esa estructura al hilo de nuestra propia experiencia, la ex-periencia de lo que llegamos a ser cuando cumplimos lo que nos exigen nuestra realidad personal y las realidades que forman su entorno. Por eso no ofrecemos esta estructura de antemano, a fin de que el alumno la vea, al final, como el resultado de la experiencia que él mismo ha llevado a cabo.

Esta Pedagogía* de la búsqueda y la admiración constituye una forma de enseñanza creativa y, por tanto, eminentemente persuasiva. Los alumnos no se sienten en ningún momento coaccionados a aceptar una doctrina, sino motivados para asumir la invitación que les hace su misma realidad perso-nal a aceptar los valores que ostenta, es decir, las posibilidades de crecimiento que les ofrece en diver-sos órdenes.

Por su carácter de búsqueda, este método tiene una condición interactiva, participativa, creadora. La enseñanza es un encuentro de todos –educadores y alumnos- con la realidad, sobre todo la reali-dad personal y los grandes valores*. La persona que sigue este curso debe adoptar desde el principio una actitud de búsqueda. No ha de permanecer a la espera de que el texto le “explique” lo que es el encuentro*, tema decisivo para cada uno de nosotros pues, según la Ciencia actual, somos “seres de encuentro”, vivimos y nos desarrollamos como personas creando todo tipo de encuentros. Debe po-nerse enseguida a la tarea de descubrir por sí mismo en qué consiste el encuentro y cómo se lleva a cabo. Para ello ha de realizar previamente dos descubrimientos: el de los ámbitos y el de las experien-cias reversibles. Será nuestra tarea en esta lección y en la siguiente. Si el cursillista no realiza ambos descubrimientos, no logrará ver por dentro lo que es el encuentro, y su proceso de formación quedará muy incompleto.

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Ejercicios de Búsqueda Creativa

Objetos y ámbitos. Nivel 1 y nivel 2. Transformación de objetos en ámbitos

Un día del gélido invierno vienés, Ferdinand Schubert tomó un fajo de papeles para encender una estufa. A punto de introducirlos en el horno, advirtió que se trataba de una sinfonía de su herma-no Franz, la genial “Inacabada” en si menor. ¿Por qué nos sobrecoge pensar que en un instante pu-dimos perder una obra de suprema calidad artística? Porque nos vemos enfrentados al hecho desazo-nante de que algo tan valioso –una partitura genial- estuviera expresado en un material sumamente frágil –un puñado de papeles-. Esta experiencia nos lleva a distinguir en una partitura dos tipos de realidad: las realidades cerradas y las realidades abiertas.

Realidad cerrada es la que está ahí sin tener relación alguna conmigo; por ejemplo, un fajo de papel pautado que veo en una papelería. Sé que me podría servir para diversos fines –escribir, abani-carme, encender una estufa…-, pero ahora tengo la atención en otros menesteres. Ese papel no me dice nada. Es para mí un mero objeto que ocupa un lugar en las estanterías de la tienda. Podemos convenir en que se halla en el nivel 1. Pero, si lo compro y escribo en él una composición musical, transformo el fajo de papel en una partitura, y lo elevo a un nivel de mayor rango. Llamémosle nivel 2. El fajo de papel es mío, lo poseo, puedo usarlo o desecharlo... Es la actitud propia del nivel 1. En cuanto lo vea como partitura y lo coloque en el atril del piano para interpretar la obra que se expresa en él, debo cambiar la actitud de dominio y manejo arbitrario por una actitud de respeto, estima y co-laboración fidelísima. La partitura es el cauce de mi acción y debo respetarla al máximo, colaborar con ella, serle fiel, ajustar mi interpretación a las normas que me da. Es la actitud exigida por las realidades del nivel 2. Al adoptarla, me libero del afán de poseer, dominar y manejar a mi arbitrio y gano una forma más estrecha de unión con una realidad de mi entorno.

Acabamos de descubrir dos realidades de distinto rango y dos actitudes diferentes por nuestra parte. Hemos asistido a una elevación de nivel, a una transformación, a una liberación interior y a la adquisición de un modo más acendrado de unirnos con una realidad del entorno, lo que supone un modo más elevado de vida cultural. La cultura, bien entendida, implica el cultivo de la capacidad de crear formas valiosas de unión con el entorno. (Véase la obra de Alfonso López Quintás: La cultura y el sentido de la vida, Rialp, Madrid 22003, págs. 23-49).

Es obvio que la partitura musical presenta un valor más alto que el fajo de papel pautado en que está escrita. Necesita de él para expresarse, pero lo supera. Tiene un modo de ser superior y exige que no se la trate por vía de manejo arbitrario y prepotente sino de diálogo, de colaboración creadora de la obra que en ella se expresa. El intérprete más capacitado es el más fiel a las partituras, con el modo de fidelidad creativa del que luego hablaremos. Este género de realidades abiertas a cierto tipo de relación fecunda con otras son más bien “campos de realidad” que objetos delimitados, cerrados, y podemos llamarles “ámbitos de realidad” o, sencillamente, “ámbitos”.

Empezamos a advertir que ciertas realidades se vinculan a otras que tienen un valor superior, y, al hacerlo, adquieren todo su alcance, su verdadero sentido. El papel adquiere un valor especial cuando sirve de vehículo expresivo a una obra musical, sobre todo si ésta representa una cima del ar-te. Estas dos realidades no se hallan sólo unidas sino integradas, que es una forma de vinculación muy fecunda.

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Confirmémoslo con otro ejemplo. Veo una tabla cuadrada en el taller de un carpintero. En este momento no me ofrece posibilidad alguna para realizar la actividad que tengo entre manos. La considero, por tanto, como un mero “objeto”, una realidad que está como cerrada en sí y me es, por tanto, indiferente. Pero figurémonos que la adquiero y pinto en ella unos cuadraditos en blanco y ne-gro. Esta sencilla operación convierte la tabla en tablero. He aquí de nuevo una transformación. La tabla se ha convertido en realidad abierta, porque ahora es capaz de ofrecernos posibilidades para realizar determinados juegos, por ejemplo el ajedrez o las damas. Es una realidad que se abre a nosotros para permitirnos hacer juego, crear jugadas, tender a una meta, ejercitar la imaginación... Por ser una reali-dad abierta y abarcar cierto campo, le llamaremos también ámbito. En cuanto tal, ostenta un rango superior a la tabla vista como objeto.

Con la tabla puedo hacer lo que quiero: venderla, canjearla, manejarla a mi antojo, porque es sencillamente para mí una realidad delimitable, pesable, agarrable, situable en un lugar o en otro. Con el tablero en cuanto tal, es decir, en cuanto estoy jugando en él un determinado juego, no debo actuar arbitrariamente; he de respetar las normas que dicta el reglamento. La tabla como objeto pertenece al nivel 1; el tablero –como campo de juego- tiene una categoría superior y se sitúa en el nivel 2.

Hemos descubierto dos tipos de realidades –objetos y ámbitos- y dos actitudes distintas res-pecto a ellas: la de posesión, dominio, manejo… -nivel 1- y la de respeto, estima y colaboración –nivel 2- . Hemos vivido, además, una transformación y un ascenso de nivel. Ello nos permite liberarnos del apego a las realidades dominables –que siempre se hallan fuera de nosotros- y cobrar afecto a las reali-dades abiertas, a las que podemos unirnos de forma más estrecha. La relación que puedo tener con un tablero de juego es más profunda y valiosa que con la tabla, ya que jugar es crear relaciones entraña-bles de colaboración. De nuevo gano una forma de vida cultural más elevada.

El avión, visto como instrumento, no es un mero objeto Ahora podemos comprender por qué el piloto corrige al Principito –en el conocido relato de Antoine de Saint-Exupéry- cuando éste, al ver un avión inmóvil sobre la arena del desierto, le pregun-ta: «¿Qué es esta cosa?» El piloto se apresura a contestarle: «No es una cosa. Eso vuela. Es un avión. Es mi avión. Y me sentí orgulloso haciéndole saber que volaba». (Véase El principito, Alianza Editorial, Madrid 1972, p. 18; Le petit prince, Harbrace Paperbound Library, Nueva York 1943, p. 11). El piloto quiere ayudar al Principito a ver más allá de las apariencias. Esa “cosa” rara que rompe la monotonía del desierto tiene una condición especial: puede ofrecer una potente energía a quien sepa asumirla y capacitarlo para vo-lar. El piloto es esa persona capaz de recibir dicha energía y aplicarla de tal forma que él y esa cosa que está ahí puedan volar. Al hacerlo, él se convierte en piloto y la cosa adquiere el rango de avión. Encon-tramos otra vez una valiosa transformación.

Al ver esa cosa como avión, no se la considera como una realidad cerrada y estática, pues está abierta al piloto en cuanto le ofrece posibilidades, y toda ella cobra pleno sentido en esa relación. Su forma, su peso, sus materiales, su energía… tienen como meta posibilitar el vuelo. Es una realidad abierta no sólo al piloto, sino al entorno -la tierra y la fuerza de gravitación, el aire y su capacidad de resistencia, los distintos meteoros...-. Constituye, pues, un “campo de realidad”, un “ámbito”. (El físi-co canadiense Henri Prat lo denomina “hiperespacio”. Cf. L´espace multidimensionnel, Les Presses de l´Université de Montréal, Montréal, 1971).

La corrección del piloto al Principito tuvo el propósito de ayudarle a pasar del plano de los objetos -nivel 1- al de los ámbitos -nivel 2-.

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El ser humano es un ámbito de rango singular

Si el avión es un ámbito, con mayor razón lo será el piloto, que es capaz de recibir de forma activa la energía que aquél le ofrece y la posibilidad de volar que le abre. Un ser humano, por ser cor-póreo, puede ser medido, pesado, asido, situado en un lugar, sometido a análisis clínicos... Presenta, en la misma medida, cierta afinidad con los objetos. Pero, como persona*, no está delimitado al modo de los objetos; es un haz de relaciones: está relacionado con sus progenitores, que le han llamado a la existencia, y se siente instado a responder a dicha llamada de modo agradecido, adoptando la misma acti-tud creadora que le dio el ser; ama a otras personas y es amado por ellas; elabora proyectos para el futu-ro e intenta realizarlos; asume buen número de las posibilidades que han transmitido a su sociedad las generaciones anteriores y procura crear nuevas posibilidades para legarlas a las generaciones futuras; tiene iniciativas de diverso orden y las comparte con otras personas... Estas relaciones son difusas, no pueden ser delimitadas como lo son los objetos; pero son reales, por ser eficientes. El ser humano es, más bien, un “campo de realidad” que una entidad perfectamente delimitada -un “objeto”-. Debe ser considerado como un “ámbito”, y, dentro de los ámbitos, como superior a los anteriormente descri-tos. Ocupa un lugar privilegiado en el nivel 2.

Las expresiones “campo de realidad”, “ámbito de realidad” y “ámbito” quieren sugerir el tipo de realidades que no se hallan delimitadas como los objetos porque se relacionan activamente con otras: les ofrecen ciertas posibilidades y pueden recibir, en alguna forma, las que les son ofrecidas por ellas. En principio, los “ámbitos” son realidades singulares -una persona, una obra cultural, un instru-mento musical...-. Al unirse dos o más ámbitos entre sí, dan lugar a ámbitos de mayor envergadura -un grupo de amigos, una familia, una orquesta, una institución...-. Estos ámbitos complejos, formados por el encuentro de dos o más ámbitos individuales, no se reducen a la suma de éstos; presentan una condi-ción peculiar.

Hemos de cuidarnos, pues, de no confundir “ámbito” con “ambiente”. El “ambiente” es un “ámbito”; pero no todo “ámbito” constituye un “ambiente”. Cuando decimos que en una reunión hubo buen “ambiente”, aludimos al “ámbito de comunicación y afecto” que crearon entre sí las per-sonas reunidas. Este ámbito cálido no hubiera podido establecerse si cada una de tales personas no fuera ya de por sí un “ámbito”, una realidad constituida por una confluencia de relaciones: procede del encuentro amoroso de los progenitores y está llamada a crear nuevas formas de encuentro; se halla tensionada internamente por ser corpórea y espiritual a la vez; al ser un sujeto independiente -un “yo”-, puede ponerse frente a todas las realidades de su entorno -e incluso enfrentarse-, pero necesita abrirse a ellas para crear conjuntamente un campo de realización libre y vinculada a la par.

El cuerpo humano supera la condición de objeto

El carácter de ámbito -de realidad abierta, expresiva, llena de posibilidades- afecta a toda nues-tra persona y, por tanto, a su vertiente corpórea. Te saludo de manera efusiva y notas en la presión que ejerce mi mano sobre la tuya el afecto que siento por ti. Mi mano tiene un poder expresivo singu-lar. Toda mi realidad personal vibra en mi mano al saludarte. Esta capacidad de vibración no la pre-senta ningún objeto. Por esta razón, no es justo considerar la mano del hombre como un “instrumen-to de instrumentos”. Pertenece a un nivel superior a todo objeto y todo instrumento.

Es impresionante descubrir el tipo de realidad que presenta el cuerpo humano. Me invitas, como amigo, a comer en tu casa. Nuestro cuerpo nos permite saludarnos, tomar alimentos, conversar, exponer ideas, compartir sentimientos, trazar proyectos, incrementar nuestra amistad. El cuerpo se manifiesta como una fuente de posibilidades y, en cierta medida, como un centro de iniciativa. No es sólo un objeto sobre el que pueda ejercerse una acción, o un instrumento capaz de dirigir la acción de otros

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instrumentos. Al tener una vertiente material, es susceptible de ser tratado como un mero objeto o un útil de categoría superior, pero su rango lo sitúa en un nivel más alto. Actúa e insta a actuar mediante la oferta de múltiples posibilidades. Esta oferta puede hacerla por ser una vertiente de una persona. Cabe decir que es un campo de expresión personal, es decir, un ámbito. Pertenece al nivel 2. Lo intuyó el protagonista de la siguiente anécdota: Un niño llevaba, en la espalda, otro niño más pequeño. Alguien, al verlo, le dijo: “¿Cómo se te ocurre cargar con semejante peso?”. “Esto no es un peso, señor -contestó el niño-; es mi hermano”. ¿En qué nivel está situada la pregunta y en cuál la respuesta?

De este análisis se desprende que las realidades de nuestro entorno y nuestra realidad propia pueden ostentar una amplitud -y, por tanto, una riqueza- mucho mayor de lo que parece a primera vista. Si las vemos a cierta distancia, para ganar perspectiva, captamos las relaciones que las vinculan a otras realidades y les dan pleno sentido. Por este carácter relacional*, adquieren una condición de ámbito o campo de realidad. Nuestra actitud respecto a estos ámbitos ha de ser distinta según las posibilidades que ofrecen y el poder de iniciativa que ostentan.

Todo ser humano –como acabamos de indicar- está abierto a multitud de realidades -los pa-dres, la familia, las instituciones, el paisaje, el pueblo, la tradición cultural, los valores de todo orden: estéticos, éticos, religiosos...-, y desde ellas y con ellas configura su vida. Es una “trama de relaciones”: puede ser llamado y responder, diseña proyectos e intenta realizarlos, abriga deseos, esperanzas, afec-tos...; asume determinadas posibilidades que le vienen dadas por la tradición e intenta legar otras a las generaciones futuras... Abarca, por ello, cierto campo y constituye el “ámbito” más relevante de todo el universo, pues no sólo se relaciona con otras realidades -como la partitura, el avión y mil otros se-res-, sino que puede convertir en “ámbitos” diversas realidades consideradas en principio como obje-tos y dar todo su alcance a las que ya de por sí son ámbitos.

Las consecuencias que se derivan de estos análisis para el desarrollo pleno de nuestra persona-lidad son insospechadas. Lo veremos ya en la próxima lección, al descubrir que los ámbitos nos per-miten vivir un tipo de experiencias sumamente enriquecedoras, por ser interaccionales, “reversibles” o de doble dirección. Entraremos, con ello, en un “reino de lo admirable”: el campo de acción creativa del ser humano.

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Ejercicios de perfeccionamiento

En estos ejercicios intentaremos descubrir nuevas facetas de los temas tratados, posibles co-nexiones con temas afines, importancia que encierran para el desarrollo de nuestra personalidad, apli-cación de los análisis realizados a casos concretos…

A. Hacia un mayor conocimiento de los niveles 1 y 2

1. Dos tipos de luz

En la novela de Benito Pérez Galdós Marianela, Pablo, el ciego, y su lazarillo, Marianela, sostienen este interesante diálogo:

- «¿Brilla mucho el sol, Nela? Aunque me digas que sí, no lo entenderé porque no sé lo que es brillar.- Brilla mucho, sí, señorito mío. ¿Y a ti qué te importa eso? El sol es muy feo. No se lo puede mirar a la cara.- (…) Ya veo que estas cosas no se pueden explicar. Antes me formaba yo idea del día y de la noche. ¿Cómo? Ve-rás: era de día cuando hablaba la gente; era de noche cuando la gente callaba y cantaban los gallos. Ahora no hago las mismas comparaciones. Es de día cuando estamos juntos tú y yo; es de noche cuando nos separamos. -¡Ay divina Madre de Dios! –exclamó la Nela (…). A mí, que tengo ojos, me parece lo mismo». (O. cit., Alianza Editorial, Madrid 1984, págs. 69-70).

Al realizarse un encuentro, se enciende una luz en el universo, pues el encuentro -como vere-mos en las lecciones 3ª y 4ª- es una forma de juego creador, y el juego es fuente de luz. Cuando un encuentro se rompe, una luz se apaga. Con fina intuición, Saint Exupéry sitúa la aparición del princi-pito al alba, con la luz naciente. Sabemos que los escritores cualificados no proceden a su antojo; es-criben con coherencia, fieles a la lógica interna de cuanto narran. El principito aparece a una con la luz porque es heraldo de la importancia del encuentro incluso en los momentos límite de la existencia. «Es bueno haber tenido un amigo, aun si vamos a morir», dijo el pequeño al final de la obra, una vez logrado el encuentro. (El principito, p. 99; Le petit prince, p. 91).

Al principio, el ciego de Marianela se movía en el nivel 1; consideraba la noche como la falta de luz física, que lleva a las gentes a retirarse y dormir. Más tarde, se eleva al nivel 2 y entiende la noche como la carencia de la luz que alumbra el encuentro personal.

Empezamos a entrever un principio básico de “hermenéutica”* o teoría de la interpretación: una interpretación tiene validez cuando es coherente en todo momento y revela la riqueza de la obra interpretada.

2. La razón profunda de la honda expresividad de un texto literario

En el acto 4º de la obra Hernani, del gran escritor romántico Víctor Hugo, Don Carlos visita en la cripta de la catedral de Aquisgrán el sepulcro del emperador Carlomagno, y exclama:

«¡Aquí reposa Carlomagno! ¿Cómo puedes, sepulcro sombrío, contenerle sin estallar? ¿Estás ahí, gigante de un mundo creador, y puedes extender en el sepulcro toda tu altura? (...) ¡Haber sido más grande que Aníbal, que Atila, tan grande como el mundo... y que todo quepa aquí! ¡Ambicionad un imperio, y ved el polvo que queda de un emperador!» (O. cit., Espasa-Calpe, Madrid 31966, págs. 61-62; Hernani, Librairie Larousse, París 1971, págs. 127, 130).

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¿Observamos algo chocante en estas frases literarias? ¿Se ajustan las ideas expuestas al modo de realidad propio de los seres a que se alude? En el aspecto estético, el texto es sumamente expresivo y bello. ¿En qué se basa fundamentalmente su belleza y su expresividad? Las exclamaciones de Don Carlos son bellas por ser muy expresivas. Su expresividad se debe a que en ellas se está pendulando entre dos planos de realidad distintos. Don Carlos contempla el sepulcro con sus dimensiones reduci-das, ajustadas estrictamente al tamaño físico de un ser humano, y manifiesta su extrañeza de que pue-da caber en él un personaje tan importante que mereció el sobrenombre de “magno”. Pero ¿de ver-dad puede afirmarse que “Carlomagno” yace en el sepulcro? De ningún modo. Lo que reposa en él son sólo sus restos corporales. Y ¿un emperador hace polvo? Tampoco. Un emperador, en cuanto tal, no perece con la muerte física; perdura en sus obras e instituciones, en el influjo que ejerce sobre la posteridad. Una persona que encarna y dirige un imperio es una realidad que abarca cierto campo; constituye un “campo de realidad”, un “ámbito”; no se reduce a mero “objeto”. Pertenece al nivel 2. Los cuerpos y los objetos están sometidos a unos límites precisos, y pueden ser medidos y pesados. Se hallan en el nivel 1. Los “ámbitos de realidad” superan los límites corporales, son realidades abiertas y se relacionan y entreveran con otros ámbitos. Cada uno de nosotros, en cuanto seres corpóreos, te-nemos contornos bien delimitados, ocupamos un espacio determinado, que puede ser medido fácil-mente con una cinta métrica. Pero, en cuanto personas, desbordamos los límites del cuerpo y funda-mos toda una red de relaciones que constituyen nuestro “mundo propio”. Toda persona se retrotrae hacia el pasado para recibir posibilidades de acción, y se dirige al futuro para configurarlo mediante los proyectos de vida que va trazando.

Esta capacidad de abrirse, dominar mucho campo, tener influjo sobre otros seres y ser influi-do por ellos la debe el hombre al hecho de ser una realidad de alto rango, más perfecta que las cosas, las plantas y los animales. El hombre tiene conciencia de ser individual, distinto de los demás, respon-sable de sus actos. Y a través de los años esta conciencia no hace sino avivarse. Pero, al mismo tiem-po, sabe que no puede vivir como persona a solas; necesita de cuanto lo rodea: oxígeno para respirar, alimentos para nutrirse, personas para encontrarse, obras culturales para enriquecerse espiritualmente, valores para dar sentido a su vida... Esta doble condición del hombre -estar vuelto sobre sí y abierto al entorno- no implica una contradicción sino un contraste. Aprender a ver como contrastes muchas aparen-tes contradicciones u oposiciones será una de las tareas más importantes de este Curso. Si la llevamos a cabo, ganaremos una especial clarividencia y lucidez de espíritu. Gustavo Thibon lo advirtió, en forma negativa, al afirmar que “uno de los signos cardinales de la mediocridad de espíritu es ver con-tradicciones allí donde sólo hay contrastes”. (El pan de cada día, Rialp, Madrid, 1952, pág. 63).

Desde esta perspectiva, volvamos al análisis de la frase de Víctor Hugo. Un emperador, en cuanto gobernante, es un “ámbito de vida” -nivel 2-; no se reduce a un cuerpo inerte –nivel 1-. Por eso resulta asombroso que quepa en la angosta oquedad de un sepulcro. Víctor Hugo hace caso omiso, tácticamente, de la distinción entre hombre como ser delimitado y hombre como ser ambital, y ve al emperador reducido a mero objeto recluido en una tumba. Este paso de un nivel de realidad a otro distinto es la raíz de la fuerza expresiva de estas frases: «¡Aquí reposa Carlomagno! (…) ¡Haber sido (…) tan grande como el mundo... y que todo quepa aquí! ¡Ambicionad un imperio, y ved el polvo que queda de un emperador!». El empe-rador, como personalidad histórica, como ámbito de vida, no puede ser encerrado en los estrechos lími-tes de un sepulcro. Víctor Hugo juega hábilmente con los dos niveles de realidad -el objetivo y el lúdi-co* o ambital-, los entrelaza y logra un texto sumamente expresivo.

3. De dónde arranca la expresividad y belleza de un texto shakesperiano

Asediado por la conciencia de haber asesinado a su rey y amigo Duncan, Macbeth -en La tra-gedia de Macbeth, de William Shakespeare- contempla entristecido sus manos teñidas de sangre. (O. cit., Acto II, escena 2). Su esposa le insta a que las lave, y él responde: «¿Todo el océano inmenso de Neptuno

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podría lavar esta sangre de mis manos? ¡No! ¡Más bien mis manos colorearían la multitudinosa mar, volviendo rojo lo verde!». Analicemos este texto, y respondamos a unas preguntas semejantes a las formuladas en el pun-to 2.

Macbeth se expresa de forma sobrecogedora porque salta, asimismo, de un plano de realidad a otro. Sin embargo, el salto o extrapolación es aquí de signo contrario. Don Carlos considera al empera-dor Carlomagno como un simple cuerpo: lo rebaja de nivel. Macbeth no ve la sangre como un mero líqui-do que puede ser diluido en el agua y desplazado de las manos -nivel 1-. La toma como signo de un acto muy negativo en el aspecto ético. La ve desde la perspectiva del nivel 2. Intuye que la acción que ha realizado va a ser el comienzo de una vida de vértigo siniestra. Toda ella estará marcada por la orientación hacia el vértigo* de la ambición de poder. El acto de asesinar al rey manchará toda su vida, con un tipo de man-cha moral que ninguna realidad terrena puede borrar aunque su poder sea inmenso como el océano. Por eso piensa en el mar, y afirma -en nivel ético- que toda su agua sería incapaz de lavar la poca sangre que está adherida a sus manos asesinas. Al contrario, esas manos destructoras del recto orden* de las cosas teñirían de maldad cuanto tocaran.

La gracia expresiva de este texto responde, como en el caso anterior, al hecho de pendular de un nivel de realidad a otro. Acostumbrarse a descubrir al vuelo el nivel de realidad en que nos estamos moviendo en cada momento o se mueve el personaje de una obra literaria o la persona con que ha-blamos es un paso indispensable para pensar con el debido rigor.

4. La comicidad responde a un descenso de nivel

Advertir en cada momento en qué nivel nos movemos implica flexibilidad de mente, y ésta hemos de conseguirla mediante un ejercicio tenaz. Por ejemplo, te cuento un chiste y te ríes. Piensa de dónde procede tal comicidad y verás que, muy posiblemente, ha tenido lugar una caída brusca y pasa-jera de un nivel superior a un nivel inferior. Vas muy engalanado a una boda y te mueves por la calle mayor del pueblo con firmeza, creyéndote el árbitro de la elegancia. De repente resbalas y caes al sue-lo. Al levantarte, lo primero que miras es si alguien te ha visto y se está riendo. Supones que se reirá, porque has bajado súbitamente de la altura de la autoestima (nivel 2) a la humillación de caer de forma incontrolada, como un fardo (nivel 1).

Algo semejante sucede en multitud de chistes. Se cuenta de un instructor, que, acomplejado por no haber hecho la carrera militar, quiso dar una lección de balística a los jóvenes de las milicias universitarias. Les explicó que la bala del cañón sube hasta un punto llamado “máximo” y luego des-ciende y cae debido a “eso que llaman fuerza de la gravedad”. Pero “yo os aseguro –agregó, muy con-fiado- que, aunque no hubiera tal fuerza, la bala caería por su propio peso…” Los estudiantes estalla-ron en una carcajada debido a la brusquedad de la caída que sufrió el improvisado profesor desde la cumbre de un magisterio ansiado -nivel 2- al abismo de la ignorancia no reconocida -nivel 1-.

Hay múltiples modalidades de caída de un nivel superior a otro inferior y, correlativamente, diversas formas de comicidad. «Qué ¿nos vamos?», pregunta Vladimir a Estragón, en la obra de Samuel Beckett Esperando a Godot. «Vamos», contesta Estragón. Y el autor agrega: «No se mueven». (O. cit., Barral Editores, Barcelona 1970, p. 103). Los dos protagonistas caen del nivel de coherencia que se supone normal entre personas adultas a un nivel de falta absoluta de lógica. De ahí que ese esbozo de diálogo produzca cierta hilaridad, pero, como no se trata de una caída pasajera sino de un “estado de postra-ción”, la risa se hiela en los labios y da lugar a un sentimiento tragicómico.

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5. La gracia brota merced a un ascenso de nivel

De modo inverso a la comicidad, la gracia surge cuando acontece una elevación de un nivel inferior a otro superior. Decimos que un bailarín se mueve con gracia cuando su cuerpo es de tal ma-nera dócil a su espíritu que parece ingrávido y sumamente expresivo. Lo corpóreo material parece que aquí no pesa, se hace todo él palabra, lugar de expresión transparente y lúcida. En general, puede de-cirse que la impresión de gracia se suscita cuando, con medios escasos, se consigue una gran expresi-vidad. La fuerza del espíritu eleva los medios expresivos a un nivel de gran elocuencia. Este ascenso de un nivel inferior a otro superior se advierte en realidades tan distintas como el barrio de Santa Cruz en Sevilla, un jarrón helénico, un minueto de Mozart, un poema del cancionero español…

B. El descubrimiento de los niveles nos lleva a realizar tres distinciones decisivas

Al descubrir la distinción de objetos y ámbitos, de nivel 1 y nivel 2, se nos afina la capacidad de mirar, y observamos que pertenecen a niveles distintos los hechos y los acontecimientos, el significado de algo y su sentido, los procesos meramente artesanales y los procesos creativos.

• Un hecho es algo que realizamos o que acaece en el mundo y no nos ofrece posibilidades nuevas ni nos priva de las que tenemos. Alguien nos pregunta si son las diez y respondemos que sí. Esta respuesta es un mero hecho en nuestra vida. Pertenece al nivel 1. Pero, si en el juz-gado o en la iglesia, una persona autorizada nos pregunta si aceptamos a otra persona como cónyuge y respondemos que sí, damos lugar a un acontecimiento. En este contexto, pronunciar la breve palabra “sí” nos abre una serie de posibilidades y nos quita otras. Algo acontece en nues-tra vida que tiene una significación especial. Estamos en el nivel 2.

• Esta significación especial recibe el nombre de “sentido”. El significado de beber un vaso de vino es siempre igual, porque se trata de un mero hecho. Beber un vaso de vino a solas, para matar las penas, y hacerlo en un banquete para brindar en honor de un amigo presentan un sentido distinto. El sentido se da en el nivel 2, que es el nivel de las interrelaciones que fundan un ámbito de vida. El sentido de una actividad se alumbra siempre en el contexto en que ésta acontece. El contexto propio de la vida humana viene dado por una trama de diversas perso-nas e instituciones vinculadas entre sí. Por eso, brindar con un amigo tiene un sentido positivo; beber a solas para embriagarse presenta un sentido negativo, pues la embriaguez empasta pero no une, no crea vida de interrelación comunitaria.

• Si un carpintero quiere hacer un sencillo pupitre de clase, sigue un proceso de producción, de elaboración artesanal. Con un material determinable a voluntad y una idea clara de la forma que ha de dar al pupitre, según la finalidad del mismo, el artesano* produce este objeto cuan-do y como quiere. Actúa con dominio. Conoce la técnica de trabajar los materiales y les im-prime la forma que el cliente le indica. En cambio, un poeta no “hace” un poema cuando y como quiere, sencillamente porque no lo “hace”; debe “crearlo”. La forma que ha de impri-mirle no le viene dada antes de comenzar el proceso de creación*; se le ilumina a lo largo de este proceso y en contacto con la materia expresiva que va dando cuerpo al poema y en virtud del diálogo constante del poeta con la realidad que desea expresar. El poema no es producto de un proceso de elaboración que realice una persona desde sí misma a solas. Es fruto de múlti-ples encuentros: encuentro con la realidad que se quiere expresar, encuentro con el poder expre-sivo de una materia –en este caso, un determinado tipo de lenguaje-, encuentro con los prime-ros versos que se van plasmando y adquieren en seguida poder inspirador de los que van a seguir. El poema no es un objeto producido por el poeta; es un “ámbito expresivo” que surge como fruto del entreveramiento fecundo de diversos ámbitos –el ámbito personal del poeta y los ámbitos de las realidades del entorno con las que entró en relación fecunda-. Los procesos artesanales se dan en el nivel 1; los procesos creativos acontecen en el nivel 2. Alumbran un sentido especial; suponen un acontecimiento en la vida del poeta y de los posibles lectores.

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Lo antedicho puede condensarse en el gráfico siguiente:

Nivel 2: Ámbitos acontecimientos sentido procesos creativos ↑ ↑ ↑ ↑Nivel 1: Objetos meros hechos significado procesos artesanales

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Ejercicios de reflexión y análisis

Lo decisivo en estos trabajos es ejercitar la capacidad de ahondar en los temas tratados y des-cubrir nuevas facetas de los mismos. Esta segunda serie de ejercicios ofrece al cursillista ocasión de incrementar su capacidad investigadora, al tiempo que asimila bien los descubrimientos realizados anteriormente y los amplía y profundiza. Los ejercicios que se indican a continuación quieren servir de ejemplo y de cauce para esa labor de aprendizaje por vía de experiencia. Es muy conveniente que el cur-sillista asimile bien lo analizado en cada lección y lo aplique a cuestiones de la vida cotidiana. Ésta es la meta del curso: suscitar la creatividad, el poder de discernimiento, la capacidad de pensar, razonar, clarificar la vida por propia cuenta.

1. La música de la perla, de la familia, del mal. Kino, un humilde pescador de perlas, sueña con encon-trar una muy valiosa, cuyo importe le permita cambiar su choza por una casa sólida, elevar el nivel de vida de la familia, dar estudios a su hijo Coyotito... Estos esperanzados deseos y proyectos son expre-sados bellamente de esta forma por John Steinbeck en su excelente novela La perla:

«... En el interior de Kino, la melodía secreta de la perla posible irrumpió clara y hermosa, rica y cálida y amable, intensa y feliz y triunfal». «Kino sostuvo la gran perla en la mano, y era cálida y vivía en su mano. Y la música de la perla se había fundido con la música de la familia de tal modo que cada una embellecía a la otra». «Todas estas cosas vio Kino en la perla reluciente y dijo: Tendremos ropas nuevas. Y la música de la perla se elevó como un coro de trompetas en los oídos». (O. cit., Edhasa, Barcelona 21996, págs. 37, 44, 45).

Es posible que, en este momento, el cursillista se haya hecho ya una idea de lo que quiere ex-presar el autor al hablar de “la música de la perla” y “la música de la familia”. Pero esa idea tal vez no sea conciliable con lo que sucede posteriormente en la novela. Se nos cuenta que los compradores de perlas se pusieron de acuerdo en romper los precios y destruyeron las esperanzas del ilusionado pes-cador. El autor nos habla entonces de “la música del mal”. ¿Qué significa en este contexto el término “música”, aplicado a tres realidades tan distintas como la perla, la familia y el mal?

2. En lengua española, el verbo tener se utiliza para indicar la posesión de ciertas realidades: casas, vestidos, tierras… La expresión “tengo una casa” pertenece al nivel 1, cuya actitud propia es la de dominio. ¿Cabe utilizar el verbo tener cuando se trata de realidades que pertenecen al nivel 2 y no son, por tanto, poseíbles, como sucede con los amigos, los hijos, los cónyuges…? El gran escritor ru-so León Tolstoi nos cuenta en su Historia de un caballo que un caballo ruso sirvió a diversos señores y, de mayor, escribió unas memorias de corte filosófico. En ellas se muestra el caballo sorprendido de que los hombres utilicen pronombres posesivos para designar su relación con distintas realidades: casas, tiendas, fábricas, animales, personas... «Cuando oía las palabras “mi caballo”, me parecía todo tan tonto y tan raro como si yo dijese, por ejemplo, “mi yerba”, o “mi aire”, o “mi agua”». (O. cit., Ediciones MK, Madrid 1979, p. 39.

3. El verbo hacer se aplica, correctamente, al acto de confeccionar objetos: sillas, trajes, relo-jes… (nivel 1). ¿Usan adecuadamente el lenguaje los cómicos cuando dicen “hicimos Hamlet” como sinónimo de “interpretamos Hamlet”? En la vida diaria nos entendemos cuando alguien se expresa así o indica, por ejemplo, que “tiene” hijos. Pero este uso indebido del lenguaje se da también, a me-nudo, en escritos y alocuciones que determinan la forma de entender el sentido de la vida humana. Haga ver, con ejemplos tomados de su experiencia diaria, que este mal uso del lenguaje encierra no poca peligrosidad.

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4. Conviene mucho en este momento que los cursillistas piensen, por sí mismos, dónde han hecho ellos la experiencia de los ámbitos. Les sugiero unas ideas para que reflexionen sobre ellas y las amplíen y profundicen:

• El lugar por excelencia –el primero y primario- donde el niño se abre a los ámbitos y capta su profundo valor es el hogar. En el hogar –si de verdad es un “ámbito de acogimiento”- vive el niño las realidades que lo rodean como ámbitos, no como meros objetos.

• En ese entorno acogedor, que le ofrece múltiples posibilidades, los cuentos le amplían el hori-zonte de ámbitos. Por eso se siente tan a gusto en el espacio de interrelación viva y amistosa que crean los mejores cuentos infantiles.

• Los juegos permiten al niño abrirse no sólo al conocimiento de los ámbitos sino a la posibili-dad de crear, por sí mismo, nuevos ámbitos y tramas de ámbitos.

• Tanto el juego como los cuentos los considera el niño como algo muy serio, por la razón pro-funda de que constituyen para él una vía abierta al conocimiento vivo de los ámbitos y de cuanto éstos hacen posible, como veremos a partir de la lección 2ª. No deben los educadores considerarlos como mera “cosa de niños” y depreciarlos frente a las ocupaciones considera-das como “serias” (el aprendizaje escolar, las actividades religiosas y culturales, el trabajo ma-nual…).

• En casos, la iglesia parroquial –con sus actividades apostólicas- y el colegio se convierten, por su carácter acogedor, en una especie de segundo hogar. Su función es intensificar las cálidas relaciones hogareñas y clarificar el sentido que tienen para el desarrollo de la vida personal.

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Sinopsis

Descubrimiento de los ámbitos

• Es indispensable aprender a pensar de modo adecuado a cada realidad y distinguir los objetos (nivel 1) y los ámbitos (nivel 2).

• Las expresiones "campo de realidad", "ámbito de realidad" y "ámbito" quieren sugerir el tipo de realidades que no se hallan delimitadas como los objetos porque se relacionan activamente con otras: les ofrecen ciertas posibilidades y pueden recibir, en alguna forma, las que les son ofrecidas por ellas.

• Las realidades de nuestro entorno y la nuestra propia pueden ostentar una amplitud –y por tanto, una riqueza– mayor de lo que parece a primera vista.

• Ciertas realidades se vinculan a otras que tienen un valor superior, y, al hacerlo, adquieren todo su alcance y su verdadero sentido.

• Cada realidad ha de ser tratada con una actitud adecuada a su rango. • El rango de un ámbito es proporcional a su capacidad de abrirse a los demás y ofrecerles más

y más altas posibilidades para dar lugar a algo nuevo dotado de valor. • Al ser ámbitos de realidad, los seres humanos podemos abrirnos a otros ámbitos, ofrecerles

nuestras posibilidades y potenciar su capacidad creativa, enriqueciendo así su condición de ámbitos.

• Todo ser humano está abierto a multitud de realidades -los padres, la familia, las instituciones, el paisaje, el pueblo, la tradición cultural, los valores de todo orden: estéticos, éticos, religio-sos...- y desde ellas y con ellas configura su vida.

o Es una “trama de relaciones”: puede ser llamado y responder, diseña proyectos e in-tenta realizarlos, abriga deseos, esperanzas, afectos...; asume determinadas posibilida-des que le vienen dadas por la tradición e intenta legar otras a las generaciones futu-ras...

o Abarca, por ello, cierto campo y constituye el “ámbito” más relevante de todo el uni-verso, pues no sólo se relaciona con otras realidades -como la partitura, el avión y mil otros seres-, sino que puede convertir en “ámbitos” diversas realidades consideradas en principio como objetos y dar todo su alcance a las que ya de por sí son ámbitos.

• Al ascender del nivel 1 al nivel 2, conseguimos tres logros interconexos:1) transformamos los objetos en ámbitos; 2) nos liberamos de la tendencia a considerar toda realidad distinta de nosotros como un objeto, algo que está ahí frente a nosotros de forma estática; 3) logramos la capacidad de unirnos a las realidades del entorno de forma más entrañable, pues, al asumir las posibilidades que nos ofrece una realidad, nos unimos con ella de forma muy viva, eficiente, colaboradora.

• Los seres humanos somos “seres de encuentro”. Lo somos por ser “ambitales”, ya que cada ámbito tiende de por sí a abrirse a los demás, ofreciéndoles posibilidades y recibiendo las que ellos le otorgan.

• Al tender por naturaleza a vivir creando encuentros, somos seres “ambitalizables” y “am-bitalizadores”, es decir, podemos recibir ayuda de otros ámbitos para enriquecer nuestra vida y podemos –y debemos- ayudar a otros a vivir plenamente su condición ambital.

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Reflexión metodológica

Podemos volver sobre lo que hemos realizado anteriormente y observar tres puntos del mayor interés:

• No hemos expuesto un tema; hemos descubierto varias realidades y los modos adecuados de tra-tarlas.

• Este descubrimiento no ha sido un logro meramente intelectual; ha supuesto una elevación de rango por parte de ciertas realidades y un cambio, por nuestra parte, de actitud respecto a ellas.

• Es toda nuestra persona la que ha iniciado, así, la búsqueda de la riqueza que nos depara el hecho de estar insertos en una trama de realidades valiosas. Es valioso todo aquello que nos ofrece posibilidades para crecer como personas.

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