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La correspondencia filosófica como testimonio de una época

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  • La correspondencia filosfica como testimonio de una poca

    Mateu Cabot

    Publicado originalmente como introduccin, pgs. 9-22, a:

    Ren Descartes: Correspondencia con Isabel de Bohemia y otras cartas. Alba Editorial, Pensamiento/Clsicos, 6, Barcelona 1999, 277 pgs. ISBN: 84-89846-90-1..

    Nos encontramos ante la correspondencia ntegra entre dos personas sobresalien-tes en un tiempo excepcional. Los personajes son Ren Descartes, el filsofo fran-cs, el primer filsofo moderno se dice, padre de aquel "pienso, luego existo", e Isabel de Bohemia, una muy joven princesa que pocos lectores conocern antes de leer estas cartas pero que, a buen seguro, admirarn despus de leer. El tiempo ex-cepcional es la primera mitad del siglo XVII en Europa, poca marcada por la guerra de los treinta aos, por las turbulencias de todo tipo que darn una nueva forma al continente europeo. Las cartas de Descartes a la reina Cristina de Suecia y a Hector-Pierre Chanut, embajador francs en aquel reino, concluirn el volu-men y, con l, la imagen de la pintura de la poca.

    1. Ren Descartes.

    Ren Descartes (1596-1650) es considerado el primer pensador de la poca Mo-derna. Hegel, en sus Lecciones sobre la historia de la Filosofa, dictadas en la Universidad de Berln y publicadas pstumamente por sus alumnos en 1833, cuando llega a Descartes utiliza una sintomtica metfora: Con Descartes co-mienza en efecto, verdaderamente, la cultura de los tiempos modernos, el pensa-

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  • miento de la moderna filosofa, despus de haber marchado durante largo tiempo por los caminos anteriores... Aqu, ya podemos sentirnos en nuestra propia casa y gritar, al fin, como el navegante despus de una larga y azarosa travesa por turbu-lentos mares: tierra!

    La Modernidad, de la cual Descartes es una de las seas inaugurales, se conforma-r como una nueva forma de vida, de pensamiento, de relacin, en definitiva, con el mundo que nos rodea, pero tambin con el pasado y el futuro que nos espera. Esta relacin, la del hombre y su mundo, establece en cada poca unos "temas", unos problemas o cuestiones que devienen centrales e importantes y que no son, a la postre, ms que aquello que resulta realmente novedoso, interesante, formador de las personas del tiempo.

    En este sentido Descartes ya es moderno por los temas que plantea en sus obras, tanto por el contenido terico que toma en consideracin como por el mtodo o la actitud con que los plantea, pero tambin es moderno por su vida, y en esto, como puede comprobarse por su correspondencia, es representante tpico del siglo XVII.

    Descartes no comienza sus discursos con seguridades, sino con dudas, preguntas. Dudas sobre la validez de todo lo que ha legado la tradicin romper con la tra-dicin es una caracterstica definitoria de todos los tiempos "nuevos" y, por tan-to, necesidad de revisarlo, de no admitirlo ms que con cautela, provisionalmente, mientras no encontremos un fundamento ms seguro para nuestra vida. Dudas so-bre el alcance de nuestras capacidades para enfrentarnos al mundo, aunque solo sea hasta que no hayamos esclarecido cuales y como son estas capacidades, que es lo que podemos usar y cuales son las que debemos rechazar. Pero una vez resuel-tas las dudas, confianza en las propias capacidades, confianza en los resultados adquiridos despus de someterlos a la duda, al anlisis y resultar ser claros y dis-tintos. La duda de Descartes funciona como mtodo para llegar a un saber segu-ro: es la llamada "duda metdica", no es una duda que quiera o va a terminar en el no saber, como la duda escptica que parece envolver a otros franceses como Mi-chel de Montaigne o Pierre Charron. En definitiva, el mundo debe pasar ante el tribunal del sujeto, de su razn y ante ella rendir cuentas. Incluso los saberes, tra-diciones, costumbres, etc. de este mundo. El sujeto debe calibrar toda las razones y fundamentos, que hasta que no las hace propias, las "subjetiviza", hasta que no las "ve" claras, no son admitidas, para pasar a formar parte inmediatamente del sa-ber, del modo de vida y, por tanto, del mundo.

    Los temas que pasan por sus pginas, adems de las meditaciones metafsicas, de las cuales se disculpa continuamente, "por ser tan metafsicas", y que solo tienen un carcter propedutico (el Discurso es un prlogo), son problemas matemticos, de fsica, de astronoma (problemas tericos, y no tan tericos, en torno a los cua-les se dilucidaban en aqul momento cuestiones de ndole religiosa, poltica y so-cial. Recurdese a Galileo, a Harvey, a Servet,...), pero tambin el tema es lo que hoy llamaramos, de forma ambigua, la personalidad: los sentimientos, las pasio-nes, ... pero tambin la relacin entre el cuerpo y el alma, o la materia y el espritu, o, con el ttulo con el que se ha convertido en una materia universitaria actual: mente y cuerpo. Sin duda es Descartes el gran promotor de esta cuestin al dividir, en su metafsica, lo existente en dos categoras o substancias: por una parte aque-lla cuya esencia es el pensar, la res cogitans, y la otra que es el ocupar una exten-

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  • sin, res extensa. Nada en comn entre las dos, por tanto, un riguroso dualismo de la existencia, aunque desde el principio el sentido comn nos dice que el ser hu-mano son las dos, es pensamiento y extensin, espritu y materia. De aqu el gran problema de la metafsica cartesiana, problema que la joven princesa Isabel de Bohemia, desde el principio de la correspondencia, detectara y sealar, poniendo el dedo en a llaga sangrante que representaba para Descartes. Podramos esperar que se plantearan igualmente temas o problemas morales, pero lo que encontra-mos en la correspondencia son indicaciones explcitas de Descartes de que no quiere entrar en el tema: demasiado delicado en Roma, Pars o Amsterdam. En el Discurso del mtodo, entre el captulo que recoge el proceso de la duda metdica, cuando ya no quede ninguna seguridad en un saber cuyo nico fundamento es la costumbre o la falta de reflexin, que es nicamente costumbre, y antes de que se proceda a fundamentar reflexivamente un saber, se preguntar: mientras tanto que hacer? Las indicaciones que ofrecer se conocen como "moral provisional", esto es, a la espera de poder exponer una fundada racionalmente, y se reduce a la norma de hacer lo que se hace, seguir el criterio general, pues sabemos que no est fundado y sospechamos que no es racional, pero a l nada podemos an oponer. Despus de hallado el criterio inclume de racionalidad, el "pienso, luego existo", las razones para no enfrascarse en cuestiones morales sern otras. Incluso podra, con malicia, apuntarse a la peligrosidad real del debate moral en el momento, pero as slo se constatara una realidad: en Pars, en Amsterdam y en Roma la cuestin moral no es slo una cuestin moral, terica, es inmediatamente poltica y de la ms alta envergadura y consecuencias.

    El aire de una nueva poca tambin se filtra en la correspondencia que se nos pre-senta. Mediante ella nos asomamos al mundo, al contexto de la que surge. Nos en-teramos del mundo en que viven los personajes, mundo que se filtra en cada frase, nos presentan las ilusiones y tambin los miedos que provoca el vivir ese momen-to. Esto ltimo especialmente significativo en los rodeos, las ambigedades, las frases inconclusas, sobre todo de Descartes, movindose en la jungla de partida-rios y detractores, de deseos de expresin de la nueva filosofa y recelos ante la autoridad. Descartes no pertenece al clero, por tanto, no puede buscar la protec-cin de una orden en lucha con otra; tampoco es profesor de alguna Universidad que pretendiera defender su libertad. Es un cientfico, un filsofo, cuyas nicas ar-mas parecen ser sus ideas, sus escritos y la fuerza que pueda emanar de ellos para ofrecer ideas "claras y distintas" al lector. De ah que se presente como sujeto y que la difusin de las ideas, tambin por la correspondencia con este o aquel co-rresponsal, adquiera especial importancia y significacin.

    De aqu que la correspondencia, el intercambio de escritos entre lo personal y lo pblico, es una forma de escritura relativamente nueva. Tcnicamente es poco fia-ble en su privacidad y su continuidad. De ambas caractersticas es muestra la co-rrespondencia que sigue. Las cartas circulan de muy distinta formas, pero todas ellas muestran su poca fiabilidad y lo extraordinariamente azaroso de su transmi-sin. Las cartas se leen, se copian, incluso, como podremos leer, son material para el plagio; ciertamente la inviolabilidad de la correspondencia es un derecho que tardar muchos aos en llegar. Son, casi la mayora de veces, una conversacin con poco pblico que se mantiene por escrito. Los intentos de Descartes de au-mentar la privacidad introduciendo una clave parecen a Isabel tan complicados como para acabar con la misma correspondencia. Pues an as, con todos los de-

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  • fectos comparados con una correspondencia actual dejemos de lado si actual-mente la correspondencia en ese sentido existe y por qu medio, ejerce la fun-cin de comunicacin inmediata y directa, personalizada, entre sujetos identifica-dos. No es el discurso a un pblico annimo, sino que lo que pide es lo que est configurndose como el centro de la nueva poca, el sujeto autnomo, libre, que responde o debe responder nicamente ante l y, desde aqu, ante los otros. En la correspondencia yo hablo a t, y as me identifico y te identifico. Puedo exponer mi pensamiento, mis opiniones, en tratados y ensayos, pero tambin por medio de las cartas, de esos escritos que ya no podrn considerarse en estos siglos venideros meros escritos menores sin importancia. Vase, si no, el gran nmero de pensado-res, cientficos, literatos, artistas, gobernantes, etc. que exponen una parte signifi-cativa de su obra en correspondencias. Antes y despus, menos, el gnero como tal decaer, pero en estos siglos adquiere su valor y lo manifiesta.

    Ren Descartes haba nacido en 1596, en un lugar llamado La Haye, en el centro-oeste francs, en una familia que debemos suponer relativamente acomodada (su abuelo fue mdico, su padre consejero en el parlamento de Bretaa). Acorde con ello cursar estudios y los realizar en el despus famoso colegio jesuita de La Flche, fundado muy poco antes por Enrique IV, y en el que coincidir con Marin Mersenne, principal corresponsal del Descartes adulto y centro de informacin en todo lo que se refiera a investigaciones cientficas y tericas en general. En este perodo de formacin terminar por licenciarse en leyes en 1616 y coincidir con el momento en que salen a la luz pblica las primeras grandes ideas que rompen con la cosmovisin esttica, geocntrica y teolgica de la Edad Media e, igual-mente, se producen las primeras y brutales reacciones del poder constituido contra ella. As Giordano Bruno ser quemado en Roma y Campanella encarcelado. Co-pernico, Kepler y Galileo escriben y explican las leyes de reflexin de la luz, de la cada de los cuerpos o del movimiento de los astros, y en los aos en que Descar-tes termina sus estudios, la Inquisicin condena las doctrinas de Coprnico y amo-nesta a Galileo por defenderlas pblicamente. Es el momento en que, en el mismo ao, mueren Cervantes y Shakespeare.

    Completado su perodo de formacin acadmica, lejos de iniciar una carrera do-cente o dedicarse al ejercicio del derecho, Descartes parte para descubrir el mundo enrolndose en 1618 en el ejrcito del estatder de Holanda, Mauricio de Nassau, en lucha contra el dominio espaol de Felipe III. Con ellos recorre Europa. Entre batallas, viajes, encuentros con cientficos, asistencia a coronaciones y otras mu-chas ocupaciones, Descartes est poniendo las piedras de lo que ser su sistema fi-losfico, tal como despus relatar en el Discurso (parte II). En esas pginas cuen-ta el episodio de la estufa: el 10 de noviembre de 1619, cerca de Ulm, tiene los tres sueos en los que descubre los fundamentos de lo que ser la nueva filosofa y la nueva ciencia, la base inconmovible e indudable sobre la que levantar el nue-vo edificio del saber.

    A partir de 1622, dejando el ejrcito vuelve a Francia. Pudiera haber sido el pero-do en el que interviniera pblicamente en la discusin cientfica y poltica del mo-mento, exponiendo sus ideas meditadas en el silencio de los aos anteriores y aportando sus argumentos en los en aquellos momentos encarnizados combates

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  • intelectuales entre telogos y nuevos pensadores. Pero, los tormentosos tiempos que corren en Pars, no parecen propicios para la meditacin y en 1628 decide re-tirarse al campo e iniciar as el modo de vida que intentar llevar hasta el final: vi-viendo alejado del centro de la discusin, manteniendo la necesaria distancia y co-municndose con un amplio crculo de corresponsales. En este inicio del retiro re-dacta las Reglas para la direccin del espritu. Al ao siguiente deja Francia para dirigirse a Holanda, pas donde parece haber ms libertad de pensamiento, para encontrar paz y poderse dedicar a la meditacin. Con tres viajes a Francia, la ma-yora un desastre (este es el calificativo que les dedica en las cartas), y uno a Dina-marca, permanecer 20 aos en Holanda, principalmente en el pequeo pueblo costero de Egmond am Zee. Es el perodo de plena madurez, del Descartes que hoy conocemos. En 1630, con una tranquilidad recin ganada en la soledad, co-mienza la redaccin de El mundo, o tratado sobre la luz, donde debe exponer los resultados de sus investigaciones y reflexiones, una nueva visin del mundo a tra-vs de una nueva visin de los fenmenos fsicos naturales, tal como en aquellos aos sigue haciendo Galileo. Es el tratado donde se plasma una nueva forma de atender los fenmenos naturales, dejando de lado los preceptos de la tradicin y de la religin, y atendiendo nicamente a lo que es observable y pensable. Galileo, entre tanto, ha publicado su Dilogo sobre los dos mximos sistemas del mundo y, al ao siguiendo, en 1633, es condenado en Roma por el Santo Oficio, por defen-der la tesis del movimiento de la tierra, en un proceso que an hoy puede seguirse leyendo con el fin de comprender el espritu de la poca.

    Enterado Descartes de la condena a Galileo y sabedor de que se encuentra en el mismo lado que aqul, decide no publicar la obra. Aunque residente en Holanda, aparentemente lejos del brazo de iglesias y emperadores dispuestos a no ceder f-cilmente la hegemona ideolgica, Descartes adoptar ya una actitud defensiva, emboscada, no dndose a conocer innecesariamente. As en 1637 publica en Lei-den (Holanda), annimamente, tres ensayos sobre cuestiones de fsica (La diptri-ca, Los meteoros y La geometra), ensayos precedidos a modo de prlogo por el que hoy es un texto fundamental en la historia del pensamiento: el Discurso del mtodo. Los aos siguientes los dedica Descartes a concluir sus Meditaciones me-tafsicas, iniciadas muchos aos antes, y que solo en 1641 vern la luz y en latn. En estos aos ya se ha iniciado la penetracin de las ideas cartesianas en las uni-versidades y en los ambientes cultos en general, producindose una notable polari-zacin de defensores y retractores de las nuevas ideas. Polarizacin que se agudiza con la publicacin de las Meditaciones y su posterior traduccin al francs. Ejem-plo de la encarnizada discusin, y de las consecuencias que se teme que produz-can las nuevas ideas, es el hecho de que en 1642 su amigo Henry le Roy, conocido como Regius, entretanto profesor en Utrecht, es condenado tanto l como la "nue-va filosofa", por los magistrados de la ciudad por instigacin del rector de la Uni-versidad, bajo la acusacin de atesmo. Este es el momento en que se inicia la co-rrespondencia con Isabel (16 de mayo de 1643). En 1642 muere Galileo, el inicia-dor de la nueva ciencia, y nace Isaac Newton, el que la consagrar definitivamen-te.

    En una vida menos tranquila de la que quisiera an a pesar de su retiro, Descartes continua sus investigaciones y en 1644 aparecen en Amsterdam y en latn sus Principios de Filosofa, explicando sus ideas sobre fsica y metafsica, dedicados "A la Serensima Princesa Isabel, primognita de Federico, Rey de Bohemia,

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  • Conde palatino y Prncipe Elector del Imperio". Este perodo podemos conocerlo de primera mano por su reflejo en la correspondencia, igual que el proceso que lleva a la publicacin en 1649 de Las pasiones del alma, tema de muchas de las cartas del perodo.

    La fama de Descartes se ha extendido hasta el reino de Suecia. Hector-Pierre Cha-nut, embajador francs en aquel pas, es el amigo y enlace a travs del cual llega la invitacin de la Reina Cristina. Tan alta invitacin y, tal vez, que incluso el reti-ro holands se ha vuelto incmodo por las constantes disputas, deciden el viaje, con no pocas prevenciones. Marcha hacia Estocolmo a principios de octubre de 1649 y el 2 de febrero de 1650 enferma bajo los rigores del invierno nrdico. Nue-ve das despus, el 11 de febrero, muere de una pulmona a los 53 aos.

    A partir de este momento, a pesar de las an reticentes posturas y reacciones, la obra de Descartes avanza imparable. Entre las reacciones: enterrado primero en Estocolmo, en 1666 sus restos fueron trasladados a Pars motivo por el cual el canciller de la Universidad haba preparado una oracin fnebre cuya lectura prohibi el rey Luis XIV, por orden de 23 de junio de 1667. No en vano las Medi-taciones metafsicas figuraban desde 1663 en el Index Romanus de obras condena-das y prohibidas. Pero paralelamente su pensamiento no cesa de difundirse. Ya en 1657, su amigo y traductor Claude Clerselier, haba comenzado la publicacin de Lettres de M. Descartes, a la que seguira un segundo volumen en 1659 y un ter-cero en 1667.

    2. Isabel de Bohemia.

    Isabel era hija del que brevemente fue rey de Bohemia, Federico V, y que durante toda su vida luch contra el poder imperial de los Habsburgo. Promovi la revuel-ta de los checos protestantes contra el emperador, uno de los hechos del inicio de la guerra de los Treinta Aos, y derrotado pocos meses despus inicio el destierro. Isabel naci el 28 de diciembre de 1818, en Heidelberg, prcticamente en el mo-mento en que la corte de Bohemia iniciaba el camino del exilio y su peregrinar por pases amigos de Europa. La familia se establecer en La Haya y, con viajes a otros lugares de los Pases Bajos o, en ocasiones, a ciudades del imperio, perma-necern en el pas. Su padre morir en 1632, el mismo ao que el padre de Cristi-na de Suecia, Gustavo Adolfo II, que a los seis aos se convierte en reina de Sue-cia.

    Los otros prncipes palatinos, los hermanos de Isabel, nos muestran en sus vidas las seales de la turbulencia y de los conflictos de la poca. Carlos Luis (1617-1680), designado heredero en 1629 tras la muerte accidental de su hermano mayor, ser restablecido despus del tratado de Westfalia (1648) como elector en el Palatinado del Rin. Luisa (1622-1709), cortejada por un caballero francs, que ser asesinado por Felipe, otro prncipe palatino, en junio de 1646, permanecer despus con su madre hasta 1657, ao en el que se convertir al catolicismo y pa-sar a ser abadesa de Maubuisson. Eduardo (1624-1663), se casar con Ana de Gonzaga en Francia en 1645 convirtindose al catolicismo, con el consiguiente re-vuelo que dejar huellas incluso en la correspondencia. Felipe (1627-1650), tras el

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  • asesinato de 1646 huye de Holanda. Sofa (1630-1714), sirvi de intermediaria en la correspondencia entre Isabel y Descartes y, ella misma, mantuvo un precioso intercambio epistolar con Leibniz. Se casar en 1658 con el duque elector de Han-nover, Ernesto Augusto I. Tras el acta de Establecimiento de 1710 en Inglaterra la lnea sucesoria del trono pas de los Estuardo catlicos a sus primos Hannover protestantes. nica descendiente de Jacobo I Estuardo, en algunos momentos pudo suceder a Ana, reina de Inglaterra, pero fue su hijo Georg Ludwig, prncipe de Hannover, quien lo hizo como Jorge I despus de convertirse al anglicanismo, establecindose la dinasta que reina en Gran Bretaa en estos momentos.

    Si este es el ambiente familiar de Isabel de Bohemia, sobre el personaje en s me-jor y ms directo es recuperarlo a travs de la correspondencia. Ah es donde pue-den percibirse la inteligencia, la sensibilidad, la dulzura incluso, tambin los te-mores y, en ocasiones, la asfixia en el ambiente, de una mujer excepcional. Que sigui todas su vida inmersa en los problemas tericos es prueba la larga carta re-puesta que le dirigi Leibniz en 1678 en la que ste debe "explicarle con mayor precisin cuanto he dicho de paso sobre el Sr. Descartes y su demostracin de la existencia de Dios"* . Isabel se retirar a su abada de Herford, en Westfalia, don-de morir en 1680.

    3. La guerra de los Treinta aos de fondo.

    El tiempo excepcional del que hablamos es la primera mitad del siglo XVII, es un tiempo de crisis, utilizando el trmino en el sentido del pensador italiano Antonio Gramsci, pues reconocemos lo viejo que no acaba de morir, como tambin atis-bamos lo nuevo que no acaba de nacer. La guerra de los Treinta aos domina completamente esta primera mitad del siglo. De 1618 a 1648 Europa se vio en-vuelta en un reguero de conflictos, de causas inmediatas diversas y consecuencias dispares, pero con el mismo desarrollo de formacin de grandes ejrcitos movin-dose a lo largo y ancho, continuas batallas, asedios y destrucciones. Como ya he-mos dicho, el inicio de este largo perodo blico tuvo lugar en Bohemia y uno de sus personajes principales fue el padre de Isabel, Federico V (1596-1632), casado con una hija de Jacobo I, rey de Inglaterra. Federico, calvinista y elector palatino, particip activamente en cuanto movimiento sirviera para debilitar el poder de los emperadores Habsburgo, catlicos, en Alemania y Austria. En la lucha entre che-cos y el Emperador Fernando II, despus de la sublevacin de Bohemia acept la corona (noviembre de 1619). La reaccin de los ejrcitos imperiales, ayudados por los de Espaa, mandados por Felipe III en su ayuda, propicio que su reinado durara pocos meses (se le llam "rey de un invierno"), pues lo perdi cuando los checos fueron derrotados en la batalla de la Montaa Blanca (1620). Perdi la co-rona, el ttulo de Elector Palatino y march al exilio a La Haya. La guerra conti-nu por tierras alemanas, holandesas, austracas o danesas terminando con el Tra-tado de Westfalia (1648), momento a partir del cual la lucha seguira esta vez en-tre Francia y Espaa hasta la paz de los Pirineos (1659). Al margen de las inter-pretaciones clsicas como guerra de religin o poltica, la moderna historiografa se inclina a ver un conflicto de concepciones opuestas sobre cuestiones econmi-cas, polticas y religiosas. Los casos de Bohemia y los Pases Bajos resultan los ms significativos: en los dos es la lucha entre una civilizacin feudal y catlica

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  • defendida por los Habsburgo (de Austria o de Espaa) y una civilizacin burguesa y protestante. De la guerra, en la que algunos territorios llegaron a perder ms de dos tercios de su poblacin, algunos pases salieron perdiendo su papel preponde-rante en Europa y en una decadencia de la que no se recuperaran (caso de Espa-a), mientras que otros iniciaron un perodo de prosperidad econmica y cultural (caso de Inglaterra y los Pases Bajos) que marcar la historia de los siglos inme-diatamente posteriores.

    4. Los temas de las cartas.

    A lo largo de las cartas se plantean multitud de temas directamente filosficos, justo al lado de muy ricas, variadas e interesantes informaciones sobre la persona-lidad de los personajes, la vida del momento, las dudas y las estrategias de plante-ar los temas, etc. incluso los detalles de la vida cotidiana. As, en cuanto a rasgos personales, podremos leer un Descartes que va desde el trato algo distante y/o alti-vo, hasta un Descartes solcito en las cartas y, al fin, a un Descartes amablemente calculador (diplomtico diramos, ante la perspectiva de ingresar en la corte sue-ca). Isabel de Bohemia es la joven princesa que superando las barreras de la edad, tengamos en cuenta que Descartes ya ha constituido su sistema filosfico, y, sobre todo, del sexo se planta ante el gran pensador para exponerle directamente sus du-das e incluso sus objeciones.

    Los puntos fundamentales se refieren a consecuencias del planteamiento metafsi-co dualista de Descartes, esto es, la comunicabilidad de cuerpo y alma, su relacin en el individuo viviente una vez establecida su esencial diferencia metafsica. Desde este punto parte la investigacin de las diversas pasiones y estados afecti-vos del alma y su relacin con la razn, que ser el tema fundamental de la obra posterior. Pero adems el otro gran problema: la demostracin racional de la exis-tencia de Dios, verdadero campo de batalla en todo el siglo, sobre el cual se vuel-ve una y otra vez. Sobre estos dos temas, ms otros derivados de textos cartesia-nos, como los matemticos de las primeras cartas, discurre la discusin terica. Sobre la centralidad de las dudas o peticiones de aclaracin que realiza Isabel es prueba el hecho de que apunta al problema de la relacin entre la mente y el cuer-po, actualmente uno de los problema tericos que alimentan la disciplina llamada filosofa de la mente.

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    La primera edicin de las cartas de Descartes la realiz Claude Clerselier en tres tomos (1657, 1659, 1677). Las cartas de Isabel de Bohemia a Descartes fueron pu-blicadas por primera vez en el volumen Descartes et la Princesse Elisabeth por Foucher de Careil el ao 1879. Posteriormente, en 1935, Jacques Chevalier realiz una edicin de Lettres sur la morale tomando como base las dos ediciones citadas y cotejndolas con las cartas manuscritas. Para las dems cartas la edicin de refe-

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  • rencia es Oeures de Descartes, publicada por Ch. Adam y P. Tannery entre 1897 y 1909 en 12 tomos, de los cuales los cinco primeros son de correspondencia. La edicin de Chevalier es la base establecida de las ediciones modernas como la de Jean-Marie y Michelle Beyssade (Pars, 1989), sobre la cual se basa la traduccin que presentamos.

    Hemos intentado restringir las notas a pie de pgina a aquellas necesarias para la comprensin del texto, evitando as en lo posible sobrecargarlo. En todo caso to-das las notas son de la edicin.

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