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47 ARMAMENTO, DESARME Y SEGURIDAD INTERNACIONAL DESPUÉS DEL FIN DE LA GUERRA FRÍA. ACERCAMIENTO A LA ECONOMÍA POLÍTICA DE LA GLOBALIZACIÓN GERHARD STEINGRESS Profesor Titular de Sociología Universidad de Sevilla “The de facto role of the US armed forces will be to keep the world safe for our economy and open to our cultural assault. To those ends, we will do a fair amount of killings.” (Major Ralph Peters, Constant Conflict, Parameters, Summer 1997, pp. 4-14) “The billions it costs to keep 100,000 American troops in South Korea and Japan, for example, makes Asia more stable -and thus better markets for U.S. goods. The military’s success in holding Irak in check ensures a continued flow of oil from the Persian Golf. (Karen Talbot, Backing up Globalization with Military Might, Covert Action Quarterly, Fall 1999) LA SITUACIÓN TRAS EL FIN DE LA GUERRA FRÍA El diseño de una política exterior acorde con la situación geoestratégica creada por la acelerada desaparición de la Unión Soviética y, con ella, del Pacto de Varsovia ha desencadenado una dinámica política y militar que incluye una serie de graves riesgos para la humanidad. Esto, porque como manifestación del poder y de la situación hegemónica obedece a los objetivos e intereses básicos de Estados Unidos al mismo tiempo que desata tendencias contrarias que oscilan entre futuros conflictos geoestratégicos en torno a un nuevo reparto del mundo y un nuevo tipo de terrorismo global. No obstante, las intenciones de Estados Unidos en esta constelación responden a unos objetivos formulados hace tiempo en dos variantes geoestratégicas distintas por los gobiernos demócrata de Clinton y republicano de los Bush senior y junior. Partiendo de los privilegios de una superpotencia, ambas variantes coincidieron en construir un marco referencial ideológico en función de las aspiraciones hegemónicas de Estados Unidos. El mecanismo básico está al alcance de todos y

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ARMAMENTO, DESARME Y SEGURIDAD INTERNACIONALDESPUÉS DEL FIN DE LA GUERRA FRÍA.

ACERCAMIENTO A LA ECONOMÍA POLÍTICA DE LAGLOBALIZACIÓN

GERHARD STEINGRESSProfesor Titular de Sociología

Universidad de Sevilla

“The de facto role of the US armed forces will be to keepthe world safe for our economy and open to our cultural assault.

To those ends, we will do a fair amount of killings.”(Major Ralph Peters, Constant Conflict,

Parameters, Summer 1997, pp. 4-14)

“The billions it costs to keep 100,000 American troopsin South Korea and Japan, for example, makes Asia

more stable -and thus better markets for U.S. goods.The military’s success in holding Irak in check ensures

a continued flow of oil from the Persian Golf.

(Karen Talbot, Backing up Globalization with Military Might,Covert Action Quarterly, Fall 1999)

LA SITUACIÓN TRAS EL FIN DE LA GUERRA FRÍA

El diseño de una política exterior acorde con la situación geoestratégica creadapor la acelerada desaparición de la Unión Soviética y, con ella, del Pacto de Varsoviaha desencadenado una dinámica política y militar que incluye una serie de gravesriesgos para la humanidad. Esto, porque como manifestación del poder y de lasituación hegemónica obedece a los objetivos e intereses básicos de Estados Unidosal mismo tiempo que desata tendencias contrarias que oscilan entre futuros conflictosgeoestratégicos en torno a un nuevo reparto del mundo y un nuevo tipo de terrorismoglobal. No obstante, las intenciones de Estados Unidos en esta constelaciónresponden a unos objetivos formulados hace tiempo en dos variantes geoestratégicasdistintas por los gobiernos demócrata de Clinton y republicano de los Bush senior yjunior. Partiendo de los privilegios de una superpotencia, ambas variantes coincidieronen construir un marco referencial ideológico en función de las aspiracioneshegemónicas de Estados Unidos. El mecanismo básico está al alcance de todos y

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consiste en la simple fórmula de justificar los propios intereses, objetivos, accionesy valores como “buenos” y los de aquellos que no están dispuestos -por cualquiermotivo- a someterse a ellos, como “malos”. De esta manera -como demostraremosen lo siguiente- las emergentes guerras del imperialismo global se conviertenaparentemente en una “defensa de la civilización” contra todo tipo de adversariosen el mundo, llevado a cabo mediante una gigantesca y tecnológicamente sofisticadamaquinaria bélica.

El afán de los constructores ideológicos de la nueva política económica imperialculminó en dos documentos claves: la “Instrucción para la Planificación de laDefense” (Defense Planning Guidance) de 1992, la “Declaración de Principios”(Declaration of Principles) del “Proyecto para el Nuevo Siglo Americano”(Project for the New American Century) de junio de 1997.1 Junto con otrosproductos de personajes de forzado prestigio internacional, como por ejemploFukuyama, Huntington, se trata de justificaciones ideológicas de la actual políticaexterior de Estados Unidos.

2.1.1 La “doctrina Clinton” de la “guerra humanitaria”

Como resultado de su implicación no completamente deseada en la (segunda)Guerra de Yugoslavia (la de Kosovo), el entonces presidente de EE.UU., Bill Clinton,no dudó en formular su doctrina, declarando la voluntad e intención de EstadosUnidos de intervenir con la fuerza en el caso de violación de los derechos humanos,siempre que no existan grandes riesgos respecto a la vida de los soldados, y sinautorización del Consejo de Seguridad de la ONU. Había nacido la nueva concepciónde las “intervenciones humanitarias” como primer paso a la “guerra preventiva”.La nueva doctrina fue empleada por Estados Unidos por primera vez en la guerracontra Serbia, en 1999, con el fin de responder al creciente pesimismo surgido dela situación de inestabilidad internacional y mostrar su capacidad como fuerzaglobal propia, independiente de los aliados de la OTAN, capaz de mantenersecomo tal a nivel mundial en cualquier momento y contra cualquier adversario. Pararealizar estas ambiciones, Estados Unidos tuvo que justificar sus acciones. Laocasión -o el pretexto- fue el conflicto de Yugoslavia. Para justificar el ataquecontra un Estado soberano, con un gobierno legítimo, independientemente de ladeseabilidad o no de su presidente, que defendía sus intereses nacionales como lohubiera hecho cualquier otro Estado, la legalidad internacional tuvo que sersuspendida para legitimar la acción bélica con el recién formulado principio de laguerra humanitaria (humanitarian warfare). Con su ayuda, Clinton esperabaestablecer el nuevo orden mundial a través de una serie de intervenciones armadasreforzando su idea de la “construcción de naciones” (nation building) a partir de

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principios morales y universales, el ejemplo fue el bombardeo de Serbia comomedio de oposición a la “limpieza étnica y la matanza de personas inocentes”,independientemente de interesarse por el verdadero trasfondo del conflicto.

De esta manera, mediante la “doctrina Clinton” -basada en una combinacióninteresada de las tragedias humanas de las emergentes guerras locales con lademostración de fuerza- quedó demostrado ante el mundo que Estados Unidos sípuede imponer su fuerza sin someterse a la legalidad internacional. Surgió unapolítica agresiva bañada en lo que Colomer llama “idealismo moral” (Colomer,2003) y cuyo resultado sería la división del mundo en “estados democráticos” y“estados canallas” (rogue states), fórmula ideológica aplicada más tarde porGeorge Bush jr. No obstante, como demuestran los conflictos ocurridos desde1994 (Kuwait, Corea del Norte, Somalia), Clinton intentó aplicar su política de“construcción de naciones” en el marco de su estrategia nacional de “compromisoy extensión”2 (engagement and enlargement), sin querer involucrarse enconflictos armados con consecuencias imprevisibles (Clawson, 1997). Con loque la doctrina invalidó sus fines, tal como excribió Charles Krauthammer: “Ladoctrina Clinton aspira hacia la moralidad y la universalidad. Pero la políticaexterior tiene que ser calculadora y particular.” (Krauthammer, 1999: 2) Noobstante, la “bonita mezcla de realismo con ideología” (Waller, 1999: 2) daríalugar a la construcción de los “estados canalla” y -de esta manera- fue un pasodecisivo en el desencadenamiento de un comportamiento político que se asemejósin fisuras a otra estrategia, mucho más fundamentalista (y por esta razón másdispuesta al empleo de la violencia), diseñada en el seno del Partido Republicanodesde1992.

2.1.2 “Instrucción para la Planificación de la Defensa”

La “Instrucción para la Planificación de la Defensa”, formulada bajo lasupervisión de Paul Wolfowitz, el entonces sub-secretario de defensa, enfocó losobjetivos para la política exterior de EE.UU. en la era de la Posguerra Fría. Setrata de un documento rutinario de 46 páginas que reúne las instrucciones militaresdirigidas a los responsables militares y civiles del Departamento de Defensa con elfin de proveerlos de los argumentos necesarios para sus decisiones y demandaspresupuestarias. A pesar de su carácter de documento interno, fue filtrado alWashington Post y a la Casa Blanca, y debido a las fuertes controversias quedesató, se ordenó al entonces Secretario de Defensa, Dick Cheney, presentar unaversión revisada. Los puntos esenciales de este documento3 son resumidos en dos“objetivos” con sus correspondientes “aspectos adicionales”(Defense PlanningGuidance, p. 4; mi trad.):

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a) Primer objetivo: “evitar la reaparición de un nuevo rival, sea en el territoriode la anterior Unión Soviética, sea en cualquier otro lugar”. Se añaden tres “aspectosadicionales” a este objetivo: (1) Estados Unidos tiene que demostrar su liderazgocon el fin de “establecer y proteger un nuevo orden” que frene las aspiraciones delos potenciales competidores; (2) “desalentar” a las naciones industriales avanzadas“de poner en duda nuestro liderazgo o de anular el orden político y económicoestablecido”; (3) “mantener mecanismos para desanimar potenciales competidoressólo de aspirar a tener un más amplio papel regional o global”.

b) Segundo objetivo: “orientar los elementos de un conflicto regional y deinestabilidad mediante la vía de promocionar un creciente respecto ante la leyinternacional, limitar la violencia internacional y animar la difusión de formasdemocráticas de gobierno y de sistemas económicos abiertos”. Aunque no se tratade asumir el papel del “gendarme global”, “vamos a preservar la responsabilidaddominante dirigirnos contra aquellos equivocados que no sólo vulneran nuestrosintereses, sino también los de nuestros aliados o amigos, o que podrían seriamentedistorsionar las relaciones internacionales.” A continuación se definen algunos deestos “intereses”: “acceso a materias primas, sobre todo el crudo del Golfo Pérsico;la proliferación de armas de destrucción masiva y de misiles balísticos, amenazasdirigidas hacia ciudadanos estadounidenses procedentes del terrorismo o conflictosregionales o locales”, así como “amenazas contra la sociedad estadounidenserelacionadas con el narcotráfico”. (Ibíd.)

Consecuentemente, y teniendo en cuenta la lógica de ambos “objetivos”, seperfila la supremacía de EE. UU. “Esto es una consideración dominante respectoa la nueva estrategia defensiva regional y que requiere que nos esforcemos enmantener alejado a cualquier fuerza hostil de una región cuyas materias primas -bajo condiciones de su control consolidado- serían suficientes para generar poderglobal. Estas regiones incluyen Europa Occidental, Lejano Oriente, el territorio dela antigua Unión Soviética y el Suroeste Asiático.” Como se ve, se trata de apropiarsede estas regiones, consideradas posibles objetivos para el expansionismo de otrasnaciones o coaliciones de ellas. Para evitar posibles futuros conflictos a gran escala,el documento no deja duda ninguna y propone:

“Ya que no estamos ante una amenaza global o una potencia hostil, no-democrática que domine una región opuesta a nuestros intereses, tenemos laoportunidad de enfrentarnos a las amenazas en un nivel bajo y con costosbajos - siempre que estemos preparados para reconstituir fuerzas adicionalesen el caso de que resurja la necesidad de enfrentarse a una amenaza global...”(Ibíd.)

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En resumen, el documento está basado en la filosofía de que lo másimportante es que “el orden mundial esté respaldado en última instancia por EstadosUnidos” y que “Estados Unidos debería ser capaz de actuar independientementeen el caso de que sea imposible consensuar una actuación colectiva o en el caso deuna crisis que exija una respuesta inmediata.” (Ibíd.)

2.1.3 La “Declaración de Principios”

El segundo documento, la “Declaración de Principios”, fecha de Junio de1997. Vamos a reproducirlo aquí en su versión española:4

“La política exterior y de defensa americana se encuentra a la deriva. LosConservadores han criticado las incoherentes políticas de la administraciónClinton. Asimismo, han resistido los intentos aislacionistas provenientes desus propias bases. Pero los Conservadores no han desarrollado con firmezauna visión estratégica sobre el papel de América en el mundo. No han fijadolos principios rectores de la política exterior americana. Han permitido quelas diferencias entre sus tácticas impidan un acuerdo potencial sobre losobjetivos estratégicos. Y no han luchado por un presupuesto de defensa quemantenga la seguridad americana y el avance de los intereses americanosen el nuevo siglo.

Nos proponemos cambiar esto. Nos proponemos defender y buscar el apoyopara el liderazgo global americano.

Mientras se aproxima el fin del siglo XX, los Estados Unidos se sitúan comola potencia mundial predominante. Al haber liderado al oeste en la victoriaen la Guerra Fría, América enfrenta una oportunidad y un reto: ¿Tienen losEstados Unidos la visión para construir sobre los logros de las pasadasdécadas? ¿Están los Estados Unidos resueltos a delinear un nuevo siglofavorable a los principios e intereses americanos?

Corremos el riesgo de desaprovechar la oportunidad y fallar el reto. Estamosderrochando el capital ––tanto en inversiones militares como en logros depolítica exterior–– acumulado en administraciones pasadas. Los recortesen el gasto exterior y de defensa, la falta de atención a las herramientasdel estado y un liderazgo inconsistente, están haciendo que cada vez seamás difícil mantener la influencia americana alrededor del mundo. Delmismo modo, la promesa de beneficios comerciales a corto plazo, amenazacon anular las consideraciones estratégicas. En consecuencia, estamosponiendo en riesgo la habilidad de la nación para enfrentar las amenazasactuales y para tratar con los retos potencialmente mayores que yacen enel futuro.

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Pareciera que hemos olvidado los elementos esenciales del éxito de laadministración Reagan: un ejército fuerte y preparado para enfrentar losretos actuales y del futuro; una política exterior que promueva sólida ydecididamente los principios Americanos y, un liderazgo nacional que aceptelas responsabilidades globales de los Estados Unidos.

Desde luego que los Estados Unidos deben de ser prudentes en el ejerciciodel poder. Pero no podemos evitar, sin riesgo, las responsabilidades delliderazgo global o los costos que están asociados con su ejercicio. Américajuega un papel vital en el mantenimiento de la paz y la seguridad en Europa,Asia y el Medio Oriente. Si eludimos nuestras responsabilidades, estaremosestimulando el desafío sobre nuestros intereses fundamentales. La historiadel siglo XX debería de habernos enseñado que es importante delinear lascircunstancias antes de que las crisis emerjan y enfrentar las amenazasantes de que se vuelvan serias. La historia del siglo XX debería de habernosenseñado a abrazar la causa del liderazgo americano. Nuestro objetivo es recordarle a los americanos estas lecciones y señalarsus consecuencias para el presente. He aquí cuatro de ellas:

-Necesitamos incrementar significativamente el gasto en defensa si vamosa cumplir hoy nuestras responsabilidades globales y para modernizar nuestrasfuerzas armadas para el futuro.

-Necesitamos fortalecer nuestros lazos con los aliados democráticos ydesafiar a los regímenes que son hostiles hacia nuestros intereses y valores.

-Necesitamos promover en el exterior la causa de la libertad económica ypolítica.

-Necesitamos aceptar la responsabilidad del papel único de América en lapreservación y la expansión de un orden internacional amigable con nuestraseguridad, nuestra prosperidad y nuestros principios. Quizás hoy día esta política reaganiana de poderío militar y claridad moral,no esté de moda. Pero es necesaria si los Estados Unidos pretenden trabajarsobre los éxitos del siglo pasado y para asegurar nuestra seguridad y nuestragrandeza durante el próximo.

Firman: Elliott Abrams, Gary Bauer, William J. Bennett, Jeb Bush, DickCheney, Eliot A. Cohen, Midge Decter, Paula Dobriansky, Steve Forbes,Aaron Friedberg, Francis Fukuyama, Frank Gaffney, Fred C. Ikle, DonaldKagan, Zalmay Khalilzad, I. Lewis Libby, Norman Podhoretz, Dan Quayle,Peter W. Rodman, Stephen P. Rosen, Henry S. Rowen, Donald Rumsfeld,Vin Weber, George Weigel y Paul Wolfowitz.”

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Así pues, la situación creada tras el fin de la Guerra fría había dejado aEstados Unidos ante un grave dilema: ¿Cómo garantizar materialmente laexistencia del inmenso sector de industria armamentística altamente concentradoy centralizado en el llamado complejo industrial-militar y estrechamenteenmarañado con la política desde la Segunda Guerra Mundial? ¿Cómo justificarsu peso futuro en una situación en la que ya había desaparecido la anterioramenaza militar? En fin, estamos otra vez ante la conocida relación de la políticacon los intereses de los sectores económicos más potentes de Estados Unidos.Pero, en esta ocasión no se trató simplemente de buscar y definir nuevosadversarios reales o imaginarios para convencer a los ciudadanos e institucionesnorteamericanas de la necesidad de mantener los arsenales destructivos, sino deaprovechar el momento oportuno, que llegó con el 11 de Septiembre del año2001. A partir de este momento, la Defense Planning Guidance de 1992 y laDeclaration of Principles de 1997 se convertirían realmente en el guión de lapolítica exterior de Estados Unidos. Así se nos revela en la siguiente reflexión deWilliam Kristol5 :

“Creo que Wolfowitz ahora ha sido justificado por la historia, pero tardómucho en ser justificado. Además, evidentemente, los realistas de Bush,lo que podría ser denominado como el realismo minimalista del primergobierno de Bush, ha sido perpetuado por parte de un liberalismo idealistadel gobierno de Clinton. Y creo que no fue hasta el 9/11 que el borradorde Wolfowitz, que entonces ya tenía 9 años, empezó a ser visto comoalgo quizás profético.” (http://www.commonsentie nce.com/PNCA.html;consulta: 25/06/03).

Poco después, el 10 de mayo de 2003, Wolfowitz, en la célebre entrevistaconcedida a Vanity Fair, explicó las razones estratégicas para invadir Irak yconcluyó, como recordamos, con la confesión de que esta invasión poco tenía quever con cualquier programa iraquí de desarrollo de armas de destrucción masiva:“La verdad es”, declaró Wolfowitz, “que por razones que tienen que ver muchocon la burocracia del gobierno de Estados Unidos hemos jugado el todo por lasarmas de destrucción masiva como principal razón”. (Ibíd.) Estas verdaderas“razones” nunca fueron un secreto, ya que en una carta de Kristol, Perle, Rumsfeld,Wolfowitz y otros, con fecha del 29 de mayo de 1998, dirigida al líder de la Houseof Representatives y al Senado de Estados Unidos, quedaron claramente definidas:“Debemos establecer y mantener una fuerte presencia militar de Estados Unidosen la región y estar preparados para el uso de esta fuerza para proteger nuestrosintereses vitales en el Golfo - y, si es necesario, ayudar a reemplaza a Saddam.”(Ibíd.)

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3 Los hechos: el desarrollo de los gastos militares a nivel mundial (1988-2003)

3.1 ¿Sirven las estadísticas internacionales?

Los objetivos políticos y geo-estratégicos definidos a partir o en el marcode los intereses nacionales de cualquier país dependen de una serie de factoresmateriales e inmateriales. No obstante, entre ellos son los gastos militares o de“defensa” los que mejor indican la capacidad real de verificar estos objetivos.6

Como indicador de su fuerza permiten a los demás países definir la situaciónen que se encuentran y estimar sus posibilidades en el juego del poder a nivelinternacional. De esta manera, los gastos militares como datos permiten calcularel propio margen de operaciones a través de la capacidad de los demás deintervenir en los procesos de realización de los intereses nacionales a nivelinternacional. Como destacan Carl Conetta y Charles Knight, la estimaciónrealista de la capacidad militar existente en el mundo permite, además, reducirla inseguridad respecto al futuro, preveer la aparición de amenazas no esperadasy definir el nivel de seguridad militar que una nación considera necesaria(Conetta/Knight, 1997: 1).

Sin duda, hay toda una serie de razones que convierten estascomparaciones en una mera aproximación a la realidad. Esto es así, porque setrata de una variable, cuya dinámica está sometida a decisiones incluso decorto alcance, dependiendo de la voluntad política y de la flexibilidad económicade cada país, así como del propio desarrollo de las relaciones internacionales yla conflictividad latente que incluyan. Por esta razón, los datos sólo adquierenvalor explicativo si se tienen en cuenta las posibles casualidades y el margende interpretación que aplica cada uno de los contestatarios a la informaciónrelevante sobre su política de armamento. A pesar de todo esto, Conetta yKnight aseguran las ventajas de este cálculo aproximativo si se basa en elanálisis de su dinámica: “La observación de las tendencias del desarrollo de losgastos puede enriquecer, pues, los análisis comparativos. Cualquier cambiosustancial y prolongado en un ‘balance de costos’ indica un cambio de la fuerzarelativa - incluso si el significado del balance queda poco claro en cualquieraspecto específico.” (Ibíd.) También hay que tener en cuenta ciertos factorescontextuales que pueden distorsionar la fiabilidad y validez de los gastos militarescomo indicador preciso de la capacidad militar real, pues ésta depende enprimer lugar de la efectividad de las inversiones y el grado del desarrollo de latecnología y las habilidades en las que se basa la capacidad militar de un país,además de los factores sociales y culturales de cada país.

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3.2 ¿Qué estadísticas elegir?

La relativa inexactitud en la medición de los gastos militares y de armamentofavorecen el argumento de que se trata de datos aproximativos y, por esta razón,conviene comparar la información al alcance más fiable. En este caso hemos optadopor dos fuentes de datos bien distintas: la primera se refiere a un informe presentadopor el U.S. Department of State en junio de 2002, titulado “World Military Expendituresand Arms Transfers 1999-2000", la segunda ofrece datos ofrecidos por el StockholmInternational Peace Research Institute (SIPRI), que desde hace décadas publicasus informes anuales sobre el desarrollo de los conflictos bélicos, de los gastos militares,el comercio de armas etc. Se trata de una institución independiente, creada en 1966por una Comisión Real Sueca bajo la dirección del embajador Alva Myrdal y ratificadapor el Parlamento Sueco el día 1 de Julio de 1966.

En concordancia con lo que dijimos respecto al valor informativo de losdatos estadísticos, no debe sorprender que los datos de las dos fuentes no coincidanperfectamente debido a diferencias de criterios y cálculos, aunque sí lo hacenrespecto a la estructura y el desarrollo que representan.

Las variables que nos interesan aquí son: 1) la dinámica del desarrollo de losgastos militares tras el fin de la Guerra Fría; 2) su característica según países yregiones; 3) el cambio en la composición de la lista de los principales países segúnsus gastos en defensa.

3.3 El informe “World Military Expenditures and Arms Transfers 1999-2000 (WMEAT)“

Según el informe del gobierno de Estados Unidos de Junio 2002, los gastosmilitares alcanzaron el nivel record de 1.310 mil millones de dólares en 1989, esdecir, poco antes del fin de la Guerra Fría. A lo largo de la siguiente década, hasta1999, estos gastos descendieron un 35 %.

Tabla 1: Gastos militares: cuota y crecimiento según grado de desarrollo(Fuente: U.S. Department of State)

World Share Real Growth Rate 1989 1999 89-99 95-99

World 100,0 100,0 -4,6 0,8Developed 84,2 71,2 -6,2 -0,6Developing 15,8 28,8 0,8 5,0Total (mil millones $) 1.310

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No obstante, el efecto de la Postguerra Fría se agotó hacia 1996, cuandose volvió a una política de aumento en los gastos de defensa. En 1999, losgastos militares de los países desarrollados alcanzaron el nivel del 71% de losgastos mundiales, todavía por debajo del nivel de 1989, cuando alcanzaron casiel 85%. Entre estos países destacó EE.UU. con un 34 % de estos gastos,seguido por Europa Occidental (22%). En cambio: la parte de Europa Oriental,debido al colapso de la Unión Soviética, disminuyó del 34% en 1989 hasta el7% en 1999.

Diferenciando el desarrollo de la participación en los gastos de defensa, ladécada de 1989 a 1999 demuestra, según la fuente citada, una dinámica distintasegún el grado de desarrollo y la región:

Tabla 2: Gastos militares: cuota y crecimiento según región(Fuente: U.S. Department of State)

World Share Real Growth Rate

1989 1999 89-99 95-99World 100,0 100,0 -4,6 0,8North America 30,0 34,3 -3,1 -1,3Western Europe 16,2 22,1 -1,7 -0,5Eastern Europe 34,4 7,3 -19,3 -3,4Middle East 5,4 6,5 -5,4 0,8East Asia 10,0 21,4 3,4 5,0Africa (en total) 1,4 2,4 0,4 11,1South America 1,3 2,6 4,3 3,9

Como se puede ver, el descenso en general fue sobre todo un efecto de la“desmilitarización” de la ex-Unión Soviética, mientras que el aumento de losgastos militares de los países en desarrollo se refiere -aparte de EE.UU.- enprimer lugar a Oriente Lejano, Oriente Próximo y, en menor grado, a Américadel Sur y África.

La siguiente tabla presenta la lista de los principales países consumidores degastos militares en el año 1999:

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Tabla 3: Los primeros 15 países según sus gastos militares (1999, mil millones dedólares)

(Fuente: U.S. Department of State)1 Estados Unidos 281,0 9 Arabia Saudita 21,22 China (Rep. Popular) 88,9 10 Taiwán 15,23 Japón 43,2 11 Corea del Sur 11,64 Francia 38,9 12 India 11,35 Reino Unido 36,5 13 Turquía 10,06 Rusia 35,0 14 Brasil 9,97 Alemania 32,6 15 Israel 8,78 Italia 23,7

3.4 Los informes anuales del Stockholm International Peace ResearchInstitute (SIPRI)

Los datos ofrecidos por el prestigioso “Instituto Internacional para laInvestigación de la Paz” demuestran que tras el máximo de gastos militaresalcanzado en 1988, poco antes del derrumbamiento de la Unión Sovietica, éstosdescendieron continuamente hasta 1997. A partir de esta fecha y hasta 2001volvieron a incrementarse moderadamente, para entrar -de nuevo- en una dinámicade significativa aceleración en los años siguientes. No obstante, a pesar de lafuerte aceleración de gastos militares a partir de 1998, el nivel alcanzado en 2003se encontraba todavía un 16 % por debajo de aquel referente a 1988, comodemuestra la siguiente tabla. 7

Tabla 4: Desarrollo de gastos militares a nivel mundial (1988-2002)(Fuente: SIPRI Yearbooks 1995-2004, «Chapter 10. Military expenditure»)

Año Gastos Desarrollo Relación $/cápita (Mil millones $ reales) (%) GNP(%) (pop. mundial)

1988-1997 de 1060 a 740 -30 - -1997 740 -1,0 (1996/1997) - -1998 745 +0,65 2,6 1251999 780 2,6 1252000 798 +7,0 (1998-2001) 2,5 1302001 839 2,6 1372002 794 6,5 2,5 1282003 956 +14,0 (1998-2003) - -

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Entre 1988 y 1997, los gastos militares descendieron en un total del 30 % anivel global, hasta alcanzar en 1997 el nivel de 740 mil millones de dólares. Estareducción drástica se ralentizó durante los últimos años de este periodo. La causaprincipal de la drástica reducción de los gastos entre 1988 y 1997 se debió nosolamente al “desahogo” tras el fin de la Guerra Fría, sino en buena parte aldesmantelamiento militar por parte de la ex Unión Soviética que provocó undescenso de gastos de armamento por parte de Rusia a un nivel de sólo el 10 %de los gastos de 1988.8 También hubo una sensible reducción en EE.UU., Áfricay América Central; los gastos sólo subieron en Oriente Próximo (+ 9%) y Asia(+ 25%).

La tabla 5 demuestra el carácter no-simétrico de la reducción de losgastos militares (Conetta/Knight,1997: 2-3):

Tabla 5: Tendencias en el desarrollo de los gastos militares a nivel mundial (1986-1994)(Fuente: Conetta/Knight, 1997, en mil millones de dólares, base 1994)

1986 1994 % Change

1. World 1297,0 840,3 -35,22. OECD 622,6 540,9 -13,63. Non-OECD World 674,4 299,4 -55,64. NATO 562,6 469,3 -16,65. Non-NATO World 734,4 371,0 -49,56. Non-NATO OECD 60,0 71,6 +19,37. United States 365,3 288,1 -21,08. Non-US World 931,7 552,2 -40,79. Non-US OECD 257,3 252,8 -1,710. Non-US NATO 197,3 181,2 -8,211. Potential Threat States

1550,0 167,0 -69,0

Notes: 1For 1986 includes member states of the Warsaw Treaty, China, Cuba,Irán, Irak, Libya, North Korea, Syria, and Vietnam. For 1994 includes Russia,Belarus, China, Cuba, Iran, Irak, Libya, North Korea, Syria, and Vietnam.Sources: US ACDA, World Military Expenditures and Arms Transfers 1995(Washington DC: US Government Printing Office, 1996); International Institutefor Strategic Studies, The Military Balance 1996/97, - 1995/96, -1994/95,-1992/93 (London: Oxford University Press, 1996-1995; London: Brassey’s,1992-1994.)

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A pesar de la disminución a nivel general de un 35,2% a 840,3 mil millones(1986: 1.297 mil millones), el descenso afectó menos a EE.UU (- 21 %), la OTAN(-16,6 %) y los países de la OCDE (-13,1 %), comparado con los países fuera dela OCDE (- 55,6 %) o fuera de la OTAN (-49,5 %). Pero lo más interesanteconsiste, sin duda, en el hecho de que los llamados “Potential Threat States” (en1994: Rusia, Bielorusia, China, Cuba, Irán, Irak, Libya, Corea del Norte y Vietnam),que en 1986 todavía se gastaron 550 mil millones de dólares, casi la misma cantidadque la OTAN (562,6 mil millones), habían reducido sus gastos de defensa en un69% hasta alcanzar el total de 167 mil millones en 1994, un poco más que latercera parte de lo que contabilizó la OTAN.

Más precisamente, hubo una clara polarización respecto alcomportamiento de Estados Unidos, como demuestra la siguiente tabla (6), basadaen las mismas fuentes que la anterior (ibíd.: 5):

Tabla 6: Gastos militares a nivel mundial según cuota de Estados Unidos y gruposescogidos (1986-1194)(Fuente: Conetta/Knight, 1997)

Año 1986 1994

1. World 100,0 100,02. USA 28,2 34,33. Non-US World 1,8 65,74. Non-US World 56,6 44,25. Non-OECD World 52,0 35,66. Potential Threat States 42,4 19,9

El descenso llamativo en el caso de los Potential Threat States se debió engran medida a la desaparición de la ayuda militar de la Unión Soviética. Pero elhecho verdaderamente importante es que a pesar del descenso general, al quesólo Estados Unidos aportó con una reducción del 21% de sus gastos de defensa,su peso ha aumentado al convertirse en el país que gastó el 34,3% del total,comparado con 1986, cuando ascendió al 28,2%. En otras palabras y citando laconclusión sacada por los autores del artículo citado: “el cambio respecto a lo quelos ‘Estados potencialmente peligrosos’ gastan, provocó un cambio en la posiciónrelativa de América equivalente a un aumento de los gastos por parte de EE.UU.del 157% respecto a 1986" (ibíd.).

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Resumiendo: En el año 2003 se esperó un volumen de gastos de defensa quealcanzará el de los siguientes 15 a 20 países más generosos en este sentido (Brooks/Wohlforth, 2002: 2), aunque -y este hecho es sumamente interesante- con sólo el3,5 % del Producto Nacional Bruto (GDP), es decir, en palabras del historiadorPaul Kennedy: “ser el Número Uno respecto a los costes es una cosa; ser la únicasuperpotencia del mundo al precio más barato es sorprendente” (ibíd.: 3). La realidadno quedó atrás de la previsión, como demuestran los 956 mil millones de dólaresgastados en 2003, fruto de un espectacular aumento de un 11 % en términos reales(SIPRI Yearbook 2004).

En fin, todo es fruto de la economía todopoderosa de Estados Unidos, quierauno o no aceptarlo.

Otra variable importante es el ranking de los principales países según losgastos militares. Como muestra la tabla 7, sólo unos pocos de ellos, loseconómicamente más potentes, consumen la mayor parte:

Tabla 7: Los países con más gastos militares según su cuota (Total = 100, valoresde cambio de mercado)(Fuente: SIPRI Yearbooks, 2000, 2002, 2003, 2004)

Año Rango/País Cuota (%)

1999 1. EE.UU 36,0 (1997: 33,0) 2. Francia 7,0 3. Rusia 3,0 4. China 3,0

2000 EE.UU 37,0

2001 Los primeros 5 países 50,0 Los primeros 15 países 75,0

2002 EE.UU 43,0 Rusia (+12,0) Los primeros 5 países (EE.UU., Japón Reino Unido, Francia, China) 62,0 Los primeros 15 países 82,0

2003 EE.UU 50,0

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Como anota el informe de SIPRI respecto al año 2003, los gastos militaresde los países más ricos ascendieron al 75 % de los gastos a nivel global y en sutotalidad alcanzaron una suma algo por encima de la deuda acumulada de todos lospaíses con ingresos bajos juntos.

Ahora bien, la dinámica del ascenso de gastos indica posibles futuras zonasde conflicto:

Tabla 7: Incremento según países/regiones (1999-2000, 2001 y 2003)(Fuente: SIPRI Yearbooks)

1999-2000 2001 2003 (Total: 11%)

EE.UU +2,3% +14% (3,5% PNB) +18Rusia +44% (=18,7% nivel 1991) -- --África +37% -- --Asia (Sur) +23% -- --Europa +11% -- --

Es importante subrayar que en término de valores de 2003, “el nivel actualde los gastos militares a nivel mundial en valores reales está un 14% por encimadel nivel alcanzado en 1998, pero todavía está un 16% por debajo del nivel de 1988cuando los gastos militares mundiales estaban cerca al máximo de la Guerra Fría.”(SIPRI Yearbook, 2003: cap. 10). No obstante, lo que llama la atención es eltraslado del aumento de gastos en zonas potencialmente conflictivas, como porejemplo Asia. Además, hay que tener en cuenta el enorme fire power gap queexiste entre los diferentes estados a consecuencia del acceso restringido o muycostoso a las tecnologías bélicas más sofisticadas. Como recuerda PhilipButterworth-Hayes, el aumento de la fuerza militar en los diferentes países europeoses muy desigual y hay grandes diferencias, sobre todo con respecto al niveltecnológico alcanzado por Estado Unidos en el terreno del transporte aéreoestratégico y las llamadas armas inteligentes (smart weapons). De este modo, ladistancia entre los niveles cualitativos y cuantitativos de EE.UU. y Europa(capabilities gap) es cada vez más evidente a pesar de que a lo largo de los años2000 y 2001 varios países europeos (Francia, Reino Unido, Italia) empezaron aaumentar sus presupuestos de defensa. El aumento se debe a fuertes inversionesen materiales militares, sobre todo en material de aviación. El Reino Unido, porejemplo, tuvo previsto aumentar los gastos de 34,80 mil millones en 2002 a 37,75mil millones para 2003-2004 con el fin de comprar misiles inteligentes para elEurofighter así como tecnología sofisticada de comunicación tierra-aire.(Butterworth-Hayes, 2001)

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En Estados Unidos este cambio, iniciado ya en 1998, encontró su plenajustificación pública después del 11-S. Antes, entre 1997 y 2002, los gastos militarescrecieron de 296 a 335,7 mil millones de dólares, es decir, en un 13%. Hasta el año2005 está previsto un incremento hasta 400 mil millones de dólares, sin tener encuenta los gastos de la actual guerra de Irak, cuyos costes se calculan en más de150 mil millones (Deen, 2003).9 Las consecuencias de esta política se reflejan enel contenido de la intervención realizada por el senador demócrata Robert Byrd deVirginia del Oeste el día 22 de mayo de 2003 en un debate sobre los presupuestos.Entre otras cosas, destacó lo siguiente:

“La administración ha elegido ahora un rumbo hacia el incremento delpresupuesto de defensa hasta 502,6 mil millones dentro de los próximos 5años. (...) En vez de saltar por encima de una generación de armas y ahorrardinero, metemos nuestro país aun más en deudas que otra generación deAmericanos tiene que aguantar pagando nuestro despilfarro en defensa. Sinninguna duda, podemos y debemos garantizar el máximo nivel de capacidaddefensiva para nuestra tropa. Pero podemos alcanzar esta meta sinpresupuestos de defensa que cada vez suben más y más. (...) Vivimos en unaépoca, donde la mayor amenaza a nuestra seguridad nacional consiste en elpeligro de un estado de guerra asimétrico. Esto es lo que aprendimos el 11 deseptiembre del 2001. No estamos en peligro de ser eliminados militarmentepor parte de ninguna nación de la tierra, pero como nos recuerda el actualstatus naranja de alarma, seguimos siendo vulnerables respecto a la muy realamenaza de terroristas. A pesar de esto, nuestro Departamento de Defensaestá a punto -tengalo en cuenta- a punto de ser un instrumento de una doctrinade ataques de tanteo: listo y dispuesto a invadir y ocupar estados soberanosque ni siquiera representan ningún peligro eminente para nuestra seguridad.La denominación ‘Departamento de Defensa’ es cada vez más un atributoerróneo para una burocracia that is poised to undertake conquests at thedrop of a hat.”10

3.5 El desarrollo de la producción de armas

A continuación analizaremos el desarrollo de los gastos públicos invertidosen la producción de los arsenales de armas en el mismo periodo. Estos gastos seredujeron paralelamente al descenso de los gastos militares durante la primeramitad de la década de los años 90. En 1997 tuvo lugar un significativo cambiocaracterizado por una serie de fusiones y adquisiciones sobre todo en el marco dela industria armamentística de EE. UU. (SIPRI Yearbook 1998). Tras la reducción

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de la producción en los años anteriores, la industria armamentística se vio obligadaa tomar medidas drásticas que aumentaron todavía más el ya alto grado deconcentración de capital. Después de una primera fase de concentración a nivelnacional, a partir de 2001 destaca la tendencia hacia la concentración de capital enla industria armamentística a nivel internacional (SIPRI Yearbook 2002) De igualmanera aumentó el volumen de capital relacionado con la compra-venta de armasconvencionales que respecto a 1996 en 1997 creció un 12%. Casi la mitad de estevolumen (43%) se refiere a la venta realizada por EE. UU., mientras que la deRusia descendió en un 14%. Una tendencia semejante tuvo lugar en Europa, dondeen 1997 creció la concentración de capital en este sector. Hasta el 2002, estatendencia había producido una situación cuyas consecuencias económicas sonobvias: “Debido a la creciente concentración un nuevo riesgo de costes crecientessurgió como efecto de la reducida competencia en muchos sectores de la industriaarmamentística estadounidense. Por ejemplo, el número de proveedores de misilestácticos descendió de 13 en 1990 a 3 en 2000. Esto aumenta el poder negociadorde las restantes empresas a la hora de negociar los contratos de armas con elgobierno” (SIPRI Yearbook 2003). Debido a la falta de datos globales, el SIPRIestimó que los 100 primeros países de la lista de productores de armas alcanzaronun volumen total en 1996 de unos 156 mil millones de dólares.

El siguiente comentario del SIPRI se refiere a esta tendencia:

“Estimates of national armes sales -used as an approximation of armsproduction- for the 7 largest arms-producing countries in Western Europe showa sharp decline between 1990 and 1995 in most countries, and a slower declinethereafter. (...) Attempts to compensate for decreased domestic armsprocurement by increased arms exports do not appear to have been succesfull.

Since the mid-1990s the main goal of the large arms-producingcompanies has been to expand and to improve capacity to win arms procurementcontracts, through takeovers, mergers, joint ventures and other forms ofcompany-to-company cooperation, both nationally and internationally. Thesedevelopments, combined with the processes of commercialization andprivatization, are resulting in fundamental changes in the global system of armsproduction and trade. The increased commercialization of arms production is aresult of changes in technology but also of privatization of the arms industryand outsourcing of an increasing range and amount of military services andfunctions.

The process of concentration of ownership within the arms industryhas moved from the national to the international level, driven by the largestcompanies in their search for access to military markets. A limited number of

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extraordinarily large companies have emerged, each producing military goodsand services with an annual value of $5 billion to $19 billion. Internationalizationefforts in Europe are seen as a prerequisite for becoming competitive with theUSA and for establishing military––industrial partnerships with US companies.However, European industrial integration is proceeding slowly, and there hasbeen renewed interest in the establishment of transatlantic industrial links, largelywithin the context of government-to-government programmes for thedevelopment and production of specific weapon systems.

Market access is the predominant motive for European and USacquisitions of arms-producing companies in minor producer countries thatconstitute potential markets. The increased acceptance of foreign ownershipin the arms industry by governments in these countries primarily reflects theirsearch for access to advanced technology and to some extent to foreignmarkets. Both the commercialization and the internationalization of armsproduction are driven by companies in search of higher profit margins.

Private arms-producing companies have assumed an important role indefence industrial policy decisions. Governments have maintained their role askey supporters of arms-producing activities within their countries——throughR&D funding, procurement and export support. This raises the question of theextent to which the role of national governments is diminished with regard tothe control and regulation of the supply of armaments to national and foreignarmed forces. It also raises the issue of transparency in the development ofmilitary technology and the production of equipment and services that increasinglytake place in large, powerful, privately owned companies.” (SIPRI Yearbook2002)

Como vemos, la actual tendencia en la producción de armas se caracterizapor la comercialización a nivel internacional, privatización y concentración, en unapalabra: monopolización capitalista a nivel global.

4 Hacia una economía política del imperialismo global

Los datos presentados y la dinámica que revela su análisis indica la necesidadde una interpretación de las tendencias en el marco de los actuales procesos deglobalización que considera la existente asimetría militar y tecnológica como unelemento estratégico en la lucha por la futura supremacía económica y política enel planeta.

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4.1 Globalización y neo-imperialismo

Michael Mandelbaum opina que “Estados Unidos ya no es solamente unasuperpotencia; ha ascendido al status de ‘hiperpotencia’” (Mandelbaum, 2002: 1),y esta nueva supremacía tiende, como suele ser, a la polarización de opiniones. Entérminos menos altisonantes se trata, pues, de descubrir las bases materiales deeste vuelo de altura que refleja la paradoja de la fascinación narcisista combinadacon el temor ante las posibles consecuencias inciertas de este estado tan extremo.

La combinación de monopolización capitalista y desarrollo tecnológico es labase material de las posibilidades geo-estratégicas -sobre todo de EE.UU. comoúnica superpotencia- y, consecuentemente, la presunta causa de cualquier tipo demalestar en el mundo convertido en objetivo de las nuevas redes de terrorismo.Barbara Conry, en un artículo de Policy Analisis, publicado por el Cato Institute enWashington en 1997, pondera las ventajas y los costes económicos, políticos yhumanos del “liderazgo global” de Estados Unidos. Curiosamente opta por elliderazgo económico, moral y cultural de la superpotencia, al considerarlo beneficiosopara el mundo, aunque en vista de los elevados costes y riesgos de su supremacíapolítica y militar propuso frenar las ambiciones del poder y establecer unascondiciones favorables para transformar este liderazgo en éxitos diplomáticosorientados en lo que denomina “política exterior sostenible” (Sustainable ForeignPolicy). No obstante, esta política tiene que basarse, sigue la autora, en el liderazgomilitar de EE.UU.. De acuerdo con esta conditio sine qua non, no admite otroescenario respecto al papel de la política internacional desarrollada por lasuperpotencia que no cumpla con las siguientes dos opciones: “Primero, el poderinternacional y la responsabilidad deben de ser descentralizados; la transferenciade la influencia global de Estados Unidos a otro estado, alianza o organizaciónglobal como la de EE. UU. no debería estar permitida. No es realista basar elsistema internacional en la ilusión que cualquier otro país u organización internacionalrealmente podría llevar el mundo tal como está a depender del liderazgo de EE.UU.Segundo, el sistema internacional tiene que incluir medidas para controlar lasaspiraciones hegemónicas.” (Conry, 1997: 15) Esta concepción estratégica debeser aplicada mediante la creación de “organizaciones de seguridad regionales”(como p.e. la Unión Europea Occidental), la consolidación de “esferas de influencia”,es decir un nuevo reparto de la tierra después del fin de la Guerra Fría, y elestablecimiento de un “balance de poder” en las regiones conflictivas, como esOriente Próximo. Hay que tener en cuenta, que estas propuestas de Conry reflejaronla situación y las aspiraciones políticas de la primera mitad de la década de los 90,es decir, de un periodo de intensa búsqueda de una nueva estrategia de EstadosUnidos a nivel global acorde con la situación creada por el derrumbamiento de la

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Unión Soviética. Aun no predominaba la política “realista” del actual presidenteBush. Todavía nadie hablaba de la “apocalypse now” (Lamo de Espinosa), del“Armagedón” (Savater) desencadenados por “una enorme provocación” (Luttwak),de una “guerra red” (Castells) o un “imperio guerrero”(Touraine) enmarañado enun permanente juego de la violencia en el seno de la sociedad; Estados Unidostodavía no era considerado “su propio enemigo” (Fuentes), Occidente auncontaba y nadie hablaba de “la encrucijada de Alá” (Elorza). Lo que sí existíaeran ansías de poder, un deseo donde la conciencia de la fuerza y el poderacumulados durante décadas se entremezcló con cierta indecisión ypreocupación sobre las opciones de la futura política exterior de Estados Unidos.Los acontecimientos posteriores, parece que han simplificado este proceso dedecisión. Como escribe Josep M. Colomer, “el actual predominio americano enel mundo parece que tiene poco que ver con las anteriores formas históricasde dominación imperial” (Colomer, 2003: 13), hoy predomina una política quesupera incluso el “crudo realismo” que caracterizó la política entre los dosbloques durante casi cincuenta años: paradójicamente, argumenta Colomer, laactual política norteamericana destaca “por su énfasis en un idealismo moral”que en vez de considerar a los Estados como sujetos políticos que intentanconseguir fines definidos, los diferencia -de acuerdo con una difusa escalamoral- en “buenos” y “sinvergüenzas” (rouge states). De este modo, lasalianzas, esferas de influencia y balances de poder se reducen a una solidaridadincondicional y, de esta manera, imprevisible en su desarrollo, una sumisióncamuflada con la simple fórmula bíblica de que sólo es amigo el que acepta losintereses de la gran potencia como único poder coercitivo válido. Elfundamentalismo cristiano, enfrentado al integrismo musulmán, sólo empuja,como destaca Enrique Miret Magdalena, hacia la creación de un “temorirracional al cambio, al pluralismo y a la diferencia”, es decir, a las másimportantes experiencias que Occidente aprendió como consecuencia de lamodernización y la Ilustración. Estamos de acuerdo con la opinión del sociólogofrancés Michel Wievorka, cuando advierte que “los norteamericanos no hanentendido lo ocurrido” (Wievorka, 2002: 18). El historiador estadounidense,Gabriel Jackson, encuentra palabras aun más claras al respecto: A diferenciadel carácter racional y cauteloso de la política de poder que caracterizaba losgobiernos de Estados Unidos y la Unión Soviética durante el periodo de laGuerra Fría simplemente como consecuencia del inmenso peligro de extincióngeneral del ser humano, “lo que resulta diferente hoy no sólo es que existe unaúnica superpotencia, sino que dicha superpotencia está dirigida por un hombreque no sabe nada de historia ni de economía y que cree que su combinación decristianismo bíblico, amigos capitalistas y poder militar estadounidense essuficiente para guiar el mundo del siglo XXI.” (Jackson, 2003: 13)

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La pregunta clave que queda por resolver es el por qué de la nueva guerradesencadenada por lo que se llama “terrorismo global”. Sin duda, la respuesta noes fácil, pero se puede intentar al menos desde dos aspectos: El primero se refierea las consecuencias negativas del proceso de globalización que afectan a la mayoríade la población mundial de uno u otra manera, es decir, hasta la miseria y ladesesperación. El otro aspecto enfoca las reacciones contra este “malestar en laglobalización” (Stieglitz) y se puede dividir, también, en dos dimensiones: la primerase refiere a la rabia que acompaña a la apatía social y política, es decir, a ladisposición latente de expresar su malestar profundo a través de actos incontrolados,violentos, espontáneos; la segunda dimensión es el cálculo de una élite económica,política y/o cultural, que sabe canalizar y utilizar la rabia de las masas de losdesposeídos y “condenados de la tierra” (Fanon), para instrumentalizarlas en sulucha contra el adversario omnipotente convertido en encarnación de Satanás.Como escribió Fanon hace unas décadas respecto a los métodos de lucha anticolonial,los colonizados no suelen dudar en aplicar todo el repertorio de violencia que hanaprendido y sufrido bajo el mandato de sus dueños. No obstante, las élites quedirigen, animan y justifican las guerras y actos terroristas no suelen ser las víctimasdirectas del poder hegemónico, su máscara es bien distinta de la de los oprimidos.Osama Ben Laden y otros destacados miembros de Al Quaeda son un ejemplomás: según su procedencia social pertenecen a las élites económicas de un sectorde capital en torno al petro-dollar. Su lucha contra el “diablo” es, en última instancia,podríamos concluir, una lucha contre la competencia poderosa de Wall-Streetrealizada con sus propios instrumentos. Ya que el terrorismo global no tiene basenacional ni territorial, no se puede atrincherar bajo el sol de un Estado protector,como demuestra el caso de Afganistán, se ve obligado a organizarse en forma deredes y buscar el apoyo polifacético de los pueblos frustrados al unirlos bajo elúnico lema simplificado de la “cruzada” contra el imperio del Mal (jihâd). Elespejismo político-ideológico es evidente, pero no es la causa de “la guerra que haydetrás de la guerra” (Rifkin). Barry Rubin, el director del Global Research inInternational Affairs Center y editor de la Middle East Review of InternationalAffairs, ve el actual anti-Americanismo de los países árabes y musulmanes comola consecuencia de las discrepancias socio-económicas y políticas en el seno delas propias sociedades árabes, manipuladas por “grupos que utilizan el anti-americanismo como pretexto para distraer la atención pública de otros, muchomás serios problemas en el seno de estas sociedades.” (Rubin: 2002: 1) No obstante,aunque haya instrumentalización y distracción, ésta sería imposible sin la largaexperiencia de amplios sectores sociales de estas sociedades con los efectos de laglobalización alienada con los intereses estadounidenses, su doble moral política ysu cada vez más desesperada situación. Sin minimizar las contradicciones internasde los regímenes autoritarios árabes o musulmanes, hay que recordar, que la mayoría

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de ellos han sido y siguen siendo apoyados y mantenidos por Estados Unidos: lo es,para dar sólo dos ejemplos, en el caso de Arabia Saudita y lo fue en el caso deSaddam Hussein. Rubin da la pista para explicar esta confusión al destacar queEstados Unidos definió y llevó a cabo su política siempre de acuerdo con suspropios intereses, es decir, instrumentalizado los fines morales de paz, democraciay mercado. En fin: las contradicciones internas y externas se han agudizado durantela última década debido a los efectos devastadores del capitalismo salvaje comoprincipal referente de la política exterior y de fuerza militar de Estados Unidos(Rubin, 2002: 2).

4.2 La globalización como verdadera fase monopolista del capitalismo

El proceso de globalización iniciado hace unos 20 años es, pues y en primerlugar, una fase de la expansión del capitalismo que, además de haber alcanzado sunivel monopolista a lo largo de la primera mitad del siglo XX, supo potenciar sucapacidad expansionista en la segunda parte del mismo siglo sobre todo gracias ala aplicación del nivel tecnológico alcanzado y al proceso de un nuevo reparto delas riquezas y los territorios (“zonas de influencias”) entre las potencias económicasy militares, sobre todo EE.UU. como única superpotencia. La desaparición de laUnión Soviética ha sido la condición clave para que este potencial tecnológico-económico/financiero-militar latentemente acumulado se pusiera en marcha a partirde 1991. No obstante, la desaparición del antiguo adversario ha revitalizado losmecanismos de la acumulación capitalista y por esta razón conviene profundizaren la economía política del capitalismo en la era de la globalización.

Comprendemos este proceso como verdadera fase monopolista delcapitalismo, ya que lo que a principios de la década de los ‘90 parecía la posibilidadde crear un orden mundial nuevo basado en la democracia, el desarrollo y la paz,pronto se vería frustrado debido a la política neoliberalista que quiso aprovecharsede la ocasión para imponer sus criterios y seguir sus propios intereses anclados enuna visión del capitalismo salvaje altamente potenciado mediante la tecnología dela comunicación y militar. Como destaca Talbot, son estas nuevas tecnologías elnúcleo de una globalización que convierte el mundo en una espacio sin fronteras ycada vez más atractivo para las grandes corporaciones económicas que, empujadaspor la incesante búsqueda de beneficios, “extienden sus tentáculos sin ningúnimpedimento en cualquier nicho imaginable del planeta Tierra” (Talbot, 1999: 13).De este modo, la globalización se convirtió en una fase del desarrollo neoimperialistaimpregnado por un “liberalismo totalitario” (Ulrich Beck) bajo la tutela de EE.UU.y -habría que añadir- estrechamente vinculado con el capital monopolista, sobretodo, el sector armamentístico. Thomas Friedman, ganador repetido del Premio

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Pulitzer, lo dice claramente, cuando escribe en el New York Times (28 de marzo,1999): “Para que funcione el globalismo, América no debe temer a actuar como lasuperpotencia todopoderosa que es (...) La mano invisible del mercado nuncafunciona sin el puño invisible. McDonalds no puede prosperar sin McDonnel Douglas,el diseñador del F-15. Y el puño invisible que hace seguro el mundo para lastecnologías del Silicon Valley, se llama United States Army, Air Force, Navy yMarine Corps.” (Cit. en Talbot, 1999: 9-1011 ) Y, de manera no menos explícita, seha expresado el Secretario de Defensa en 1999, William Cohen: “[L]a prosperidadde la que actualmente disfrutan empresas como Microsoft no existiría sin laexistencia de las fuerzas armadas que tenemos.” (Cit. en Talbot, 1999: 10) Pareceque a este nivel de reflexión no existe ningún escrúpulo, pues la fuerza militar seconsidera un instrumento completamente legítimo para imponer las reglas de juegodel capitalismo salvaje. El artículo de Anup Shah reúne una serie de datos y opinionesal respecto que justifican la validez de la siguiente conclusión: “Es la fuerza militarde los más desarrollados países la que permite dictar las condiciones de comercioy mantener relaciones desiguales.” (Smith, 1994: 90)

La actual geoestrategia estadounidense no sería comprensible sin tener encuenta su trasfondo económico. La guerra contra Iraq ha sido, ¿quién todavía lodada?, una guerra por el petróleo y , más concreto, contra las ambiciones de laOPEP de cambiar del dólar al euro. (Clark, 2003). Además, como señala otroautor, los acontecimientos indican los problemas relacionados con una clásica crisisde sobreproducción acelerada por la política económica de los países de costeslaborales muy bajos, como China, Indonesia, Brasil, Europa del Este y África delSur. (Dicke, 2003) En esta situación la hegemonía de EE.UU. encuentra fuerteresistencia por parte de los sectores neo-capitalistas surgidos en torno al petroleo,cuyo representante más destacado es Osama Bin Laden. El control del petroleo,materia estratégica para cualquier país desarrollado, se ha convertido en la clavede la lucha por el poder económico y estratégico. A nivel ideológico, esta lucha seestá vistiendo con argumentos fundamentalistas para ganar el apoyo de las masasdesesperadas por su eterno calvario económico o aterrorizadas por la crueldadcon la que se está luchando por el poder desde el fin de la Guerra fría. Ya quedesde el punto de vista del poder capitalista establecido se excluye el funcionamientodel sistema capitalista como principal causa socio-económica de esta situación,aparecen las mistificaciones. De este modo surge el argumento de la lucha delBien contra el Mal como espejismo que debe camuflar o justificar los verdaderosintereses económicos y estratégicos. No obstante, los eufemismos no puedendesorientar a largo plazo, pues ya se están perfilando los futuros objetivos estratégicosde Estados Unidos y de otros países con ambiciones expansivas: el control delcrudo en la cuenca del Mar Caspio y de los conductos para acercarlo a Occidente.

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Se trata de un panorama diseñado ya en la Defense Guidance de 1992 donde seprevé evitar que cualquier otra posible potencia excepto Estados Unidos se apoderede las materias estratégicamente importantes, objetivo que explica el núcleo de lapolítica de intervenciones en Oriente Próximo por parte de Estados Unidos y querefleja la creciente rivalidad entre los diferentes sectores del capital a nivel mundial,incluyendo a Europa. Mejor dicho: primero en 1999, con motivo del ataque aYugoslavia, y después en 2003, con la ocupación de Irak, se han puesto de relievelos verdaderos objetivos de Estados Unidos, es decir, imperialistas, basados en laeconomía política a la que quiere someter a todo el mundo bajo su hegemonía. Noobstante, en el caso de Yugoslavia e Irak no se trataba de liberar al mundo de doslíderes políticos no deseados por inconformistas con las medidas del Banco Mundialy el Fondo Monetario Internacional, ambas instituciones vasallas de Washington,tampoco se trataba en primer lugar y en el caso de Irak de asegurarse de unamateria prima, sino de algo mucho más importante: frenar el auge de las economíasbasadas en el euro, es decir, de hacer frente al emergente adversario económico-financiero que podría ser Europa en el futuro. La al principio no buscada intervenciónde Estados Unidos en Yugoslavia se convirtió pronto en una demostración de lasupremacía militar del imperio y de la ambigua constelación política que todavíaexiste entre los miembros de la Unión Europea. Irak ya fue más que un gesto: fue elprimer paso hacia una posible futura expansión hacia Asia Central y, de esta manera,de una confrontación entre los existentes países imperialistas, incluyendo a China.

Pero, el control del crudo iraquí se convierte, sobre todo, en un paso importantehacia el control de los flujos financieros a nivel mundial, de las bases monetarias de laglobalización.12 Si dejamos aparte a Japón, Rusia y China, países cuyas economíasse encuentran actualmente en una grave crisis o, en el caso de China, en una fase delenta acumulación de capitales, la principal competencia económica a la que se veexpuesto Estados Unidos es Europa. Estados Unidos tiene que enfrentarse a estereto con una economía inflada ya que ha perdido la capacidad real de financiar sucreciente déficit presupuestario mediante la tradicional medida de absorción de dólaresahorrados en otras regiones del planeta. Lo que tiene que evitar con toda su fuerzaes que los países exportadores de petróleo cambien de moneda, es decir, del dólar aleuro. Contralar los países de producción de petroleo, incluso con la fuerza militar, es-en este sentido- una medida imprescindible que garantiza beneficios inmediatos. Nose trata de transformar Irak en un país democrático y estimular el bienestar de susciudadanos. Simplemente se trata de controlar sus flujos financieros procedente dela producción de crudo, la segunda más abundante del mundo, como se sabe. Laoposición de Alemania, Francia y Rusia a la invasión de Irak no fue simplemente unaactitud orientada en una política no-bélica, sino el efecto de un cálculo económicomuy real a partir de la emergente competencia entre Europa y Estados Unidos.

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Parece que la célebre tesis de W. I. Lenin sobre la necesaria transformacióndel capitalismo de competencia en capitalismo monopolista (formulada en 1916) yla consiguiente aparición del imperialismo como estadio más avanzado delcapitalismo monopolista sólo se verificaría definitivamente a partir de la desapariciónde la Unión Soviética como último y potente baluarte de la competencia entre elsistema capitalista y el socialista. Las previsiones de Lenin se vieron corregidastemporalmente por los efectos del proceso mismo: tanto la Revolución Bolcheviquecomo la Segunda Guerra Mundial y la posterior política de la “Tercer Vía”establecieron condiciones políticas a nivel global que “corrigieron” las tendenciasde un capitalismo desenfrenado, que obligaron a las democracias occidentales aelegir el camino del Estado del Bienestar Social para evitar el riesgo de un profundocambio político y, de esta manera, garantizar la supervivencia del capitalismo enEuropa. La Guerra Fría había congelado, pues, una situación en la que el imperialismose vio restringido sustancialmente en su tendencia hacia la expansión global debido auna regulación de la ley de valor. Ahora, tras la eliminación de la competencia sistémicaque fue el sistema socialista, se pueden aplicar sin más reparo los mecanismopuramente económicos del capitalismo. No obstante, sería erróneo interpretar laactual situación geopolítica exclusivamente a partir del fin de la Guerra Fría y ladesaparición del sistema socialista en el mundo. Más bien se trata de una consecuenciade un nueva etapa en el desarrollo del capitalismo y las contradicciones implícitas aéste. Estas contradicciones se ponen de relieve en un aumento de la competenciaeconómica entre los principales estados capitalistas a partir de la década de 1970.Entre sus causas destacan el espectacular desarrollo del intercambio internacionalde mercancías, la relación entre el crecimiento económico y la revolución científico-tecnológica y el aumento de la división internacional del trabajo. Debido a estastendencias, la acumulación de capital exige una rápida concentración y centralizaciónde los capitales así como el desmantelamiento del proteccionismo estatal, consideradoun obstáculo para le expansión de los mercados “libres”. En fin, tras la caída de lacompetencia entre el capitalismo y el socialismo en 1990, estamos ante unaespectacular aceleración de la competencia capitalista a nivel global, motivo estepara reflexionar sobre las condiciones favorables de un “nuevo orden mundial”, temafavorito de toda una serie de ideólogos del neoliberalismo y su geoestratégia, queconsideran al mundo como un “gran tablero” (Brzezinski, 1998) y en cuyo contextoel nuevo terrorismo se nos revela como una de las consecuencias de este “juego”.

Sólo a partir de 1991, tras la definitiva caída del sistema socialista a nivelglobal, podemos hablar, pues, de la definitiva imposición del orden capitalistamonopolista en su estado imperialista y sus principales tendencias socioeconómicas,políticas y geoestratégicas, descritas por toda una serie de competentes economistascontemporáneas (Stiglitz, 2003; Sen, 1998; Amin, 1999):

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a) la fusión del poder económico-financiero, político-estatal y militar (la definitivaformación del complejo industrial-militar y su compenetración con las institucionespolíticas);

b) el consiguiente debilitamiento del sistema democrático y del Estado nacional;

c) el aumento de la desigualdad socio-económica y cultural a nivel mundial;

d) el aumento de conflictos bélicos locales;

e) la aparición de nuevas formas del terrorismo como fenómeno global.

Estados Unidos no es “el capitalismo”, y actualmente se acentúan susnuevas variantes europeas y asiáticas. Pero el afán hegemónico de la todavíasuperpotencia, tal como se pone de relieve en su aventurada políticaarmamentística y bélica, arrastra al resto del mundo y tiene consecuenciasnegativas para todos. La concentración de los intereses económicos ygeoestratégicos en la región de Asia Central y Oriente Próximo perfila futurosconflictos que con mucha probabilidad dejarán de ser meramente locales oregionales. A pesar de que la doctrina neoliberal insiste en la separación entreel Estado y la economía, sólo lo hace respecto a las funciones y obligacionesdel Estado respecto al Bienestar social. En realidad estamos ante una enormeconcentración y centralización de los poderes económico y político, ante unaprivatización de lo público y de la guerra, tradicional privilegio -desde el sigloXVIII- de los Estados soberanos.

4.3 Estados Unidos en camino hacia una economía de guerra

En Noviembre de 2003, el Senado de Estados Unidos aprobó un proyectoley sobre gastos de defensa de 401,3 mil millones13 de dólares para el añosiguiente, destinado, sobre todo, a la compra de 100 aviones cisterna para suejército del aire, construidos por la empresa Boeing. La mismo ley prevé,además, inversiones en la investigación de nuevos tipos de armas nucleares.Con esta ley, que tras su aceptación por parte de la Cámara de Representantes(House of Representatives) sólo falta ser ratificada por el presidente Bush,Estados Unidos levantará la prohibición de construir bombas nucleares depequeño tamaño y construirá bombas atómicas tácticas (los llamados mini-nukes, con menos de cinco kilo-toneladas), reformará sus cabezas nuclearesexistentes y desarrollará una nueva generación de bombas (BBC-News, 6 deagosto 2003). Los efectos económicos de esta nueva inversión son evidentes,

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ya que la industria aero-espacial y de defensa contribuyen aproximadamenteel uno por ciento al Producto Nacional Bruto y el 0,5 por ciento al empleo,generando unos 148 mil millones de dólares en 2002. Y esta tendencia encuentrauna sólida base de apoyo en la actual administración en Washington, tal comolo anota un comentarista en un informe tipo online sobre la situación del mercado:“El actual gobierno republicano esta comprometido con el sistema de DefensaNacional de Misiles (National Missile Defense, NMD) y esta dispuesto agarantizar la financiación de muchas adquisiciones destinadas a la defensa y aprogramas de abastecimiento tal como el Joint Strike Fighter (JSF). Elincremento del presupuesto para el Departamento de Defensa y su I+D debeacelerar varios programas tecnológicos respecto a la comunicación por satélitey equipamiento de reconocimiento. Las diferentes medidas tomadas por partede la Administración Bush con el fin de aumentar las capacidades de inteligenciay de análisis de las fuerzas armadas son adecuadas para el aumento y latransformación del activo militar y la revitalización de la defensa nacional.”(Frost/Sullivan, 2003). La cosa queda más clara aun en la conclusión sacadapor el mismo autor: “Teniendo en cuanta que las autoridades federales, estatalesy locales gastarán -según las previsiones- aproximadamente unos 45 mil millonesde dólares anualmente entre 2003 y 2006, tanto las empresas grandes comopequeñas pueden esperar cobrar en un mercado en auge de los productos yservicios destinado a la Defensa de la Patria. El gobierno está buscando tambiéna empresas para colaborar en la conceptualización, el desarrollo y la provisiónde tecnologías de seguridad tanto para los mercados militares comocomerciales.” (Ibíd.) Esta política es bienvenida por las empresasarmamentísticas, como demuestra un informe de los analistas de Merril Lynch,una de las consultoras financieras más importantes del mundo representada en36 países del mundo: su informe confirma las previsiones publicadas por laGovernment Electronics & Information Tecnology Association (GEITA),una institución dedicada a la promoción de los intereses de la industriaelectrónica, de comunicaciones y tecnología de información a nivel federal,estatal y local de Estados Unidos, respecto a la década que viene. Según estosinformes, la “industria de defensa” actualmente se encuentra en una fase decrecimiento prevista para diez años, aunque con una tendencia descendente(Newratings, 29 de octubre 2003).

La combinación de guerra contra el terrorismo y la defensa del propioterritorio nacional se convierte, pues, en una potente palanca para una profundareestructuración de la economía estadounidense a partir de un crecimiento previstodel Departamento de Defensa de más de un por ciento por año durante la siguientedécada. Ahora, hay que tener en cuenta que el gobierno estadounidense comprende

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como “Defensa Nacional” (National Defense) no sólo los gastos militares, sinotambién los del Departamento de Energía y “Otros”. De esta manera, veamos ladinámica del desarrollo de los presupuestos dedicados a la Defensa Nacional, talcomo está previsto por la Administración Bush para el periodo de 2004 a 2009:

Tabla 11: Desarrollo de los gastos de la Defensa Nacional de Estados Unidosprevistos para el periodo entre 2004 y 2009 (en mil millones de dólares)(Fuente: Datos del U.S. Department of Defense)

Año fiscal Presupuesto Aumento anual

Dpto. de Defensa Dpto. de Energía Total %

2003 364,6 17,6 382,2 = 1002004 379,9 19,3 399,1 +16,92005 399,8 19,8 419,6 +20,52006 419,8 19,9 439,7 +20,12007 440,5 19,5 460,0 +20,32008 461,8 18,6 480,4 +20,42009 483,6 19,0 502,7 +22,3(+120,5)

En septiembre de 2003 la Casa de Representantes aprobó unos presupuestospara el Departamento de Defensa de 368,2 mil millones para 2004 dedicados a lamodernización de las fuerzas militares (Government Computer News, 25 de sept.2003).

Como vemos, entre 2003 y 2009 la tasa de crecimiento del presupuesto para la“guerra global contra el terrorismo” sería de un 5% anual. Los presupuestos para el2004 son considerados, por parte del propio Departamento de Defensa, como losprimeros que reflejan completamente la nueva estrategia de defensa de laadministración Bush (Department of Defense, 2003) diseñada bajo el lema:“Enfrentarse a la amenaza de hoy mientras que se prepara para los retos de mañana”.

Hemos entrado, pues, en una década de permanente guerra, en una guerraglobal permanente, arrastrados por la voluntad unilateral de la superpotencia quees Estados Unidos cuya economía está en fase de transformación en una economíade guerra. Las medidas concretas más destacadas a tomar y tal como se reflejaronen el aumento previsto de los gastos militares (en dólares) para el año 2004 fueronlas siguientes:

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a) casi 10 mil millones están dedicados para la Missile Defense Agency(MDA) incluyendo el desarrollo y respectivamente la modernización de una seriede misiles ( p.e. el “Patriot”) así como la realización de un sistema de defensalimitada contra misiles balísticos a base de interceptores en tierra y mar, la ampliacióndel sistema de comunicación por satélite y el desarrollo de la Capacidad deFrecuencia Extremadamente Avanzada (Advanced Extremely High FrequencyCapability);

b) 18,0 mil millones para la construcción de nuevos tipos de aviones (“SuperHornet”, “Raptor”, “Joint Strike Fighter”, “C-17 transport”, “V-22 Osprey”);

c) casi 10 mil millones para la construcción de nuevos barcos de guerra(destructores, submarinos, un portaaviones, etc., mejoras técnicas de diferentestipos de barcos);

d) 2,1 mil millones para la compra de helicópteros “Comanche” y el StrikerInterim Armored Vehicle (IAV);

e) aumentos significativos de los sueldos del personal militar (entre 0,2 y6,25%) según grado y antigüedad, reducción de gastos de alojamiento privado delpersonal militar;

f) medidas para aumentar el apresto;

g) el desarrollo de nuevas concepciones operativas en torno a la estrategiade guerra conjunta (joint warfighting);

5 La futura guerra: ¿sostenible? Opciones para Europa

Actualmente, la política exterior de Estados Unidos se encuentra en un callejónsin salida. Esto por dos razones principales. A la primera razón hace alusión elSecretario Asistente para la Política de Seguridad Internacional, J. D. Crouch cuandodice “Hoy tenemos una situación muy diferente [respecto a la Guerra Fría].Tenemos una situación donde Estados Unidos puede enfrentarse a múltiplesadversarios potenciales, pero no estamos seguros quienes podrían ser.” (BBC-News, 6 de agosto 2003, p. 2) Sólo cabe dar la vuelta y evitar el error fatal queconsistiría en mantener la opción del poder como único o principal instrumento deestablecer un nuevo orden mundial. La alternativa es, sin duda, el reconocimientode la legalidad internacional, el papel crucial de las instituciones supranacionales yla negociación como principio básico de una política basada en el consenso. La

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segunda razón es más compleja al tocar directamente la constitución socioeconómicadel emergente imperialismo global: la competencia entre los países imperialistas.Como rezaba toda una generación de economistas, políticos y movimientos socialesa partir del análisis del origen del fascismo durante la primera mitad del siglo XX, elcapitalismo monopolista no sólo tiende hacia el endurecimiento de la explotaciónde la mano de obra y la sumisión de las personas convertidas en ciegos consumidoresde un estilo de vida alienante, sino que lleva en sí mismo el germen de la confrontaciónsocial entre los rivales económicos, es decir, las raíces de la guerra global están enla dinámica del capitalismo monopolista. Las futuras enemistades ya están ganandoperfiles a nivel ideológico, como demuestra la intencionada percepción de Europacomo residuo anacrónico de unos principios pasados de moda, por parte del núcleodel poder norteamericano, con la que intenta dividir el continente en formacióneconómica y política.

En su libro titulado significativamente Of Paradise and Power. Americaand Europe in the New World Order, el columnista y escritor estadounidense yactual miembro de la Fundación Carnegie con sede en Bruselas, Robert Kagan,defiende a lo largo de las más de 150 páginas la tesis de la necesidad absoluta deEstados Unidos de emplear su fuerza militar en vista de la debilidad y falta devoluntad de tenerla por parte de Europa. De este modo, el poder norteamericanoes la simple consecuencia de la debilidad europea y este hecho explica las cadavez más visibles diferencias entre ambas regiones. Su posición es claramente“patriótica”: “La persistente visión estadounidense de la posición excepcional desu nación en la historia y la convicción de que sus intereses y los del mundo seidentifican, puede ser bienvenida, ridiculizada o lamentada: Pero no deberíaponerse en duda.” (Kagan, 2003: 134) Es decir, dudar de esta posición“excepcional” significa declararse en contra de la “nación” americana. Además,“los estadounidenses son tan poderosos que no necesitan tener miedo de loseuropeos, incluso cuando éstos vienen con regalos.” (Ibíd.: 155) En realidad, sutexto es una justificación de la política exterior actual estadounidense basada entres presupuestos meramente ideológicos: primero, la repetida y polifacéticaexplicación de los motivos que guían la política exterior de EE.UU. se asientanen un simple conductismo: donde no hay poder, hay peligro, así pues hay queextender el poder para reducir el peligro; segundo, la legitimación de esta políticaa partir de una filosofía moral plagada de utilitarismo instrumentalista; tercero: laexplicación de esta filosofía política sin relación con los intereses y las baseseconómicas subyacentes del capital monopolista estadounidense. No obstante,si Kagan representa el ala conformista de la Administración Bush, Richard Sennett,autor de obras tan importantes como El declive del hombre público, La corrosióndel carácter o La era del acceso, resume la opinión crítica de la población

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estadounidense. En una entrevista concedida a una revista alemana, tambiénhace referencia en una debilidad, pero en este caso es una debilidad que encajaperfectamente con la política de poder cruda que reclama el gobierno de su paíscomo derecho natural en una situación global hobbesiana: Sennett habla de ladebilidad de la sociedad civil en Estados Unidos frente a un definición de poderexclusivamente en términos de geopolítica a pesar de las grandes y crecientesdiscrepancias sociales en el país. Más aun, relativiza la visión dada por Kagan enel libro citado según la cual la filosofía política norteamericana está profundamenteenraizado en la Ilustración y el Racionalismo y destaca la “huida de Europa”como rasgo psicológico anclado en el individualismo americano opuesto a latradición europea del bienestar social. En fin, los actuales y futuros conflictosbélicos y el terrorismo no son simples efectos de algunas líneas divisorias entrelas civilizaciones, sino más bien de su monopolización en nombre de los interesesdel poder económico, político y las medidas geo-estratégicas resultantes.

Concluyendo, conviene recordar que desde el punto de vista de las cienciassociales, la actual retórica, en la que se basaban todas estas reflexiones, indicanla existencia de una amplia superestructura ideológica que camufla o justifica lasverdaderas intenciones del sector industrial-militar y -en su cola- del capitalaltamente concentrado y dispuesto a aprovechar su actual posición a nivel globalpara imponer el nuevo orden mundial a su medida, incluso al precio de una ciertaruptura con Europa. No obstante, las consecuencias serán muy imprevisibles enuna situación, donde la realidad política está reducida a la simple oposición entreel orden norteamericano y la anarquía global. John Ikenberry, en su artículo entorno a la ambición imperial de Estados Unidos, lo ha resumido de maneraconvincente: “La naciente gran estrategia neoimperial de América amenaza condestruir la fábrica de la comunidad internacional y las relaciones políticasjustamente en un momento cuando esta comunidad y estas relaciones sonnecesitadas con urgencia. Es una pretensión que incluye un alto riesgo y muchaposibilidad de fracasar. No es sólo políticamente insostenible sino tambiénpernicioso desde el punto de vista diplomático. Y si la historia es una guía, va asuscitar antagonismo y resistencia que llevaran a América a un mundo más hostily dividido.” (Ikenberry, 2002: 1-2) Conry, en su artículo citado, era consciente deeste riesgo ya en 1997, cuando trazó las líneas generales de una futura revisiónde la política exterior de la superpotencia: “Si Estados Unidos inicia la transiciónhacia un política exterior sostenible en el futuro próximo, lo debería hacer en suspropios términos. Mediante la cesión de responsabilidades globales ajenas deuna manera razonable y ordenada, Washington estará en una buena situaciónpara influir en la redistribución del poder global. En el caso contrario, los políticospueden seguir en su afán de perseguir una estrategia de liderazgo mundial y

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enfrentarse a las crisis que resultarán como consecuencias de esta hipertensión.Cuando surgen estas crisis, Estados Unidos puede verse obligado a dar un cambioabrupto en su política y puede tener poca capacidad de influenciar en la resultanteredistribución de poderes y responsabilidades a nivel del sistema internacional.Las ventajas de una retractación voluntaria a tiempo de las responsabilidadesglobales por parte de América en vez de verse forzado a hacerlo más tarde, sonevidentes. No se trata de una fórmula utópica sino de algo mucho más realistaque una cruzada con el fin de liderar el mundo.” (Conry, 1997: 18)

Respecto a esta posible tendencia, Sennett aconseja a Europa no imitar aEstados Unidos, y en su defensa conjunta de una política exterior común, de mayodel 2003, Jacques Derrida y Jürgen Habermas no dejan duda ninguna de que Europadeba tomar rumbo hacia un sistema de gobierno más allá del Estado nacional ycapaz de equilibrar el actual unilateralismo hegemónico de Estados Unidos. Europaha entrado en una etapa crucial para su futuro: la unidad todavía es un lazo débil,hay muchos intereses dispares, pesa el pasado sobre las decisiones actuales. Pero,sobre todo, hay que tener en cuenta las propias aspiraciones imperialistas de Europa.Las conclusiones de Kagan son erróneas por demasiado simplistas e interesadas,pero no se puede negar que ambas economías comparten los mismos principiosbásicos. Por esta razón Europa y Estados Unidos comparten el mismo lado y seenfrentan a las mismas consecuencias: si Europa no se da cuenta que la políticadel Bienestar Social es el único contrapeso existente frente al despotismo del mercadoen manos de un capitalismo salvaje, la única salvación será el terrorismo comoacto de defensa legítima de miles de millones de víctimas que en última instanciase enfrenten al grave problema socioeconómico que culmina en el vergonzosoabismo, fruto de la brutalidad de los ricos y poderosos por un lado y la miseria y ladesesperación de los condenados de la tierra por otro. En esta situación,caracterizada por una creciente crisis de sobreproducción, aparecen nuevoscompetidores en el mercado que se opondrán a la imposición del “New WorldOrder” a la medida de Estados Unidos. Para ciertos sectores de la sociedad y porel momento, las guerras contra el “Mal” son muy beneficiosas, sobre todo si vanacompañadas por un drástico auge de armamento. De esta manera, las futurasguerras están programadas ya, aunque, hay que recordarlo, los imperios no suelenser destruidos “limpiamente” por un enemigo potente, sino hundirse debido a supropio peso en un mundo repleto de adversarios. Si realmente queremos evitar unaguerra global, tenemos que partir de dos hechos: primero, ya estamos en susantecedentes, segundo, nada nos puede salvar de ella excepto un cambio drástico,incluso revolucionario, de las bases socio-económicas del sistema capitalista. Elreal-socialismo no lo ha conseguido sino sólo intentado, el movimiento obrero se haagotado, en el mundo sólo quedan, pues, dos esperanzas: que el movimiento anti-

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globalización sea capaz de arrancar la voluntad de las masas para convertirse, otravez en la historia del capitalismo, en un sujeto histórico de cambio, o que la guerrade desgaste y cree una situación favorable para un cambio decisivo hacia un ordensocial mundial realmente basado en las ideales de la Ilustración. Sólo queda el“principio de esperanza” (Bloch) en el sentido de que surja una alternativa políticaal actual monstruo bicéfalo formado por el imperialismo y el terrorismo.

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Notas

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autor de The War Over Iraq: America’s Mission and Saddam’s Tyranny, títuloque revela sus intenciones.6 Hay que comprender los gastos militares y la difusión de tecnología militar comosólo un indicador de la dinámica armamentística entre otros. Held et al. (1999: 89)comprenden esta última como un elemento clave de la globalización militar junto aotros dos: el “sistema de guerra” (el orden geopolítico, la rivalidad de poderes,conflictos y relaciones de seguridad) y la “gobernabilidad de la violencia organizada”(la regulación internacional de adquirir, desarrollar y utilizar el poder militar).7Los datos divergen algo de los presentados por el gobierno de EE.UU; son “másconservadores” al quedar por debajo de estos. La explicación es, quizás, que losdatos de Washington se basan en una combinación de indicadores militares yeconómicos. Esto se pone de manifiesto, por ejemplo, en los datos respecto al año1999: mientras que el SIPRI calcula los gastos militares a nivel mundial en 780 milmillones de dólares, el informe del gobierno estadounidense indica la cantidad de852 mil millones para el mismo año. De esta manera tenemos que suponer que setrata de divergencias que se deben a diferencias en los criterios de cálculo.8 No obstante, tras el periodo de descenso, los gastos militares rusos volvieron asubir en el periodo de 1999 a 2000 en un 44%, aunque todavía se encontraron a unnivel 85% por debajo de los de Estados Unidos y representaron sólo el 6% de losgastos militares a nivel mundial.9, En 2001, el PNB de Irak fue de 15 mil millones de dólares y los gastos dedefensa ascendieron a 1,5 mil millones (10% PNB, menos de la mitad de la cantidadde la que disponía en 1991). El PNB de EE.UU. fue de 10,2 billones de dólares (10millones de millones) y los gastos militares fueron de 322 mil millones (aprox. el3% del PNB). (Waltz, 2003)1 0 News Review Special Edition, The Acronym Institute for DisarmamentDiplomacy, www.acronym.org.uk/dd/dd72/72nr11.htm.1 1 El artículo de Talbot enfoca especialmente el papel y la función que cumplía laguerra contra Yugoslavia para el sector armamentístico de la industrianorteamericana, cuyos beneficios en la bolsa (según datos del propio US Departmentof Defense) desde el comienzo de los ataques el 24 de marzo de 1999 aumentaronhasta un 48 % (Rockwell International), gracias al aumento del presupuesto dedefensa que -un año antes del 11-S- ascendió ya a 288,8 billones de dólares.1 2 Los principales contratos de la reconstrucción en Irak ascienden a un valor depor lo menos 18.600 millones de dólares (El País, 11 de diciembre de 2003: 2); deuna buena parte de esta cantidad se aprovecharán empresas estadounidenses. Laguerra no sólo aumenta los beneficios relacionados con la industria armamentística,sino también -como consecuencia de la destrucción- la de la reconstrucción. Enúltima instancia, el país destruido pagará a la alianza su destrucción y reconstruccióncon su propio crudo. Un excelente negocio para las multinacionales.

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1 3 En 1968, los gastos militares de Estados Unidos (en dólares de 2002) ascendieronal máximo de 449,3 mil millones durante la Guerra Fría. (véase U.S. MilitarySpending, 1946-2004).