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    Ttulo : Deleuze et Avicena

    Tomado de : Chimres Nmero 31, 1997

    Autor : Ahmed Alami

    Traduccin : Ernesto Hernndez B.

    Deleuze y Avicena

    Ahmed Alami

    Avicena muri hace ya ms de ocho siglos. Qu inters tiene,

    para nosotros que estamos confrontados a las cuestiones complejas de

    la filosofa contempornea, interrogar a un pensador tan antiguo? De

    qu nos habla, que puede decirnos? Nos es posible entenderlo?

    Por otra parte, en qu, un filsofo como Gilles Deleuze, que ha trastornado tan profundamente la

    filosofa de nuestro tiempo, puede verse implicado por un filsofo musulmn de la Edad Media? Qu

    relacin hay entre los problemas a los que se enfrentaba Avicena y los que Deleuze plantea y supera?

    Se trata entonces de ver cmo se agencia la lectura que hace Deleuze de la filosofa de Avicena, yestudiar los problemas que han retenido su atencin. Se trata tambin de preguntarse si la lectura

    deleuziana de Avicena se inscribe en la lnea de la historia de la filosofa, que comenta y explica, o bien si

    se inserta en otra lnea, una lnea capaz de instalarse en un espacio indiscernible entre la filosofa deAvicena y la de Deleuze, un espacio apto para recrear la filosofa de Avicena y darle una actualidad y un

    lugar en el seno mismo de la filosofa contempornea. En fin, se trata de ver en qu el camino deleuziano

    puede beneficiar al pensamiento rabe contemporneo que intenta en vano, despus de ms de un siglo,

    encontrar los lazos fructferos y fecundos con su propio pasado filosfico.

    Los textos que consagra Deleuze al filsofo Avicena se sitan en Lgica del sentido25, despus,ms brevemente, en Espinoza y el problema de la expresin26. Dilogos27 contiene, a manera de

    25.- Gilles Deleuze, De la proposicin,Lgica del sentido, Minuit, 1969, en espaol Seix Barral.

    26.- G. Deleuze, Espinoza y el problema de la expresin, Paris, Minuit, 1969, p. 176. En espaol Muchnik Editores.

    27.- G. Deleuze y Claire Parnet, Dilogos, Pars, Flammarion, 1996, p. 81. En espaol (la edicin de 1977) en Pretextos.

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    homenaje, una breve alusin a la concepcin de Avicena.

    En Espinoza y el problema de la expresin, Deleuze hace referencia a Avicena a propsito delproblema de la esencia y de la existencia en Espinoza. Este ltimo aborda ese problema cuando discute la

    cuestin de los modos finitos. Cada modo tiene una esencia que es producida por Dios. Dios es llamado

    causa eficiente de cada modo. No slo Dios es causa eficiente de la existencia de las cosas, sino tambin

    de su esencia. Cuando Espinoza muestra que la esencia de un modo no envuelve la existencia, quieredecir ante todo, ciertamente, que la esencia no es causa de la existencia del modo. Pero quiere decir

    tambin que la esencia no es causa de su propia existencia28. Le es necesario primero anotar que esta

    distincin entre la esencia y la existencia que Espinoza hereda de Duns Scotto y de Avicena se opone a la

    vez a la perspectiva aristotlica y platnica. Primero se distingue del aristotelismo, que identifica el ser

    con la sustancia de donde derivar una filosofa del juicio; enseguida del platonismo, que ciertamentedistingue la existencia de la cosa de su esencia, pero hace de esta distincin una verdadera separacin

    implicando una pura trascendencia. La esencia trasciende la existencia concreta de una cosa cualquiera. El

    mundo de las Ideas recuerda las esencias puras y perfectas, mientras que lo sensible es la esfera devaluada

    de las existencias rebeldes y anrquicas. Hay entonces en esta problemtica de la esencia y de la

    existencia, tal como se expresa en el avicenismo y tal como Duns Scotto y Espinoza la invisten, un

    verdadero ir ms alla del platonismo y del aristotelismo. Por otra parte esta distincin no significa que los

    modos finitos son los posibles y dependen de la absoluta voluntad divina. No se trata de encontrar los

    prejuicios de la religin que quiere someter la existencia de las cosas a la potencia absoluta y ciega de un

    Dios trascendente. Los modos finitos en Espinoza son necesarios. El hecho de que no hay distincin real

    entre la esencia y la existencia es lo que funda esta necesidad. No que haya una distincin real entre la

    esencia y su propia existencia: la distincin de la esencia y de la existencia est suficientemente fundadadesde que se acuerda que la esencia tiene una causa en s misma distinta. Entonces, en efecto, la esencia

    existe necesariamente, pero existe en virtud de su causa (y no por s). Se reconoce aqu el principio de una

    tesis celebre de Duns Scotto y, ms lejanamente, de Avicena: la existencia acompaa necesariamente la

    esencia, pero en virtud de la causa de aquella; ella no est, entonces, inclusa o envuelta en la esencia; se le

    aade. No se aade como un acto realmente distinto, sino solamente como una especie de determinacin

    ltima que resulta de la causa de la esencia. En una palabra, la esencia tiene la existencia que se merece

    en virtud de su causa.29

    Entonces el problema que une a Espinoza, Duns Scotto y Avicena concierne a la necesidad de las

    esencias finitas, o las de los posibles, segn el lenguaje aviceniano. Cmo conciliar la distincin de la

    esencia y de la existencia con la necesidad del mundo. Si el mundo est compuesto de existentes de los

    que el ser es distinto de sus esencias, de que manera no seran simples posibles? Pero el problema remite

    ms profundamente a una problemtica que es a la vez ontolgica y lgica. En efecto, frente a esta

    cuestin, Avicena se encuentra obligado a crear un nuevo tipo de causalidad. Habitualmente se distinguen

    dos tipos de existentes. Los necesarios, Dios; y los posibles, las criaturas. Cada tipo permanece idntico a

    s mismo. Lo necesario sigue siendo necesario, lo posible sigue siendo posible. Una eventual inversin de

    28.- Espinoza y el problema de la expresin, p. 175.

    29.-Ibid, p. 176.

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    las naturalezas, segn la mayor parte de lo telogos, es una pura absurdidad. Ni lo necesario devieneposible, ni lo posible deviene necesario. Lo necesario y lo posible aparecen como dos mundos sin lazo y

    sin atadura. Tal mundo conviene perfectamente a los telogos creacionistas, pues la identidad de cada

    mundo garantiza la trascendencia de la naturaleza divina. De hecho, en el fondo de esta concepcin reside

    una lgica binaria, la de no concebir ms que dos tipos de causas, la necesaria y la posible, que

    corresponden a esos dos tipos de existentes, el ser necesario y el ser posible. Entre los dos se instala un

    abismo sin fondo.

    Avicena va a atacar este abismo. Si el mundo est compuesto de existentes posibles, no por esto

    dejan de ser necesarios. No que lo posible, como posible, devenga necesario; Avicena no cae en esa

    absurdidad. Pero lo posible deviene necesario en tanto que recibe el efecto de una causa llamada

    necesaria. Lo posible en s deviene necesario gracias a su causa. Hay, entonces un estado intermediarioentre lo necesario en s y lo posible en s. Es el de lo posible en s pero necesario por otro, la causanecesaria. La necesidad sobreviene a lo posible del afuera, de su causa. La dualidad se encuentratrasformada en una triloga causal, pero tambin lgica y ontolgica.Lo necesario en s, lo posible en s ylo posible en spero necesario por la causa. Desde un punto de vista aristotlico, esta triloga rompe elprincipio de no-contradiccin. Y en efecto, un aristotlico consecuente como Averroes denuncia este

    estado hbrido e intermediario entre lo posible y lo necesario30. Pero de hecho no es nada de eso, pues no

    es en tanto que posible que lo posible deviene necesario. En tanto que posible ser siempre posible, es

    decir excluye la necesidad. Si deviene necesario es porque recibe el efecto de una causa llamada

    necesaria. Es, entonces, en tanto que recibe este efecto, y no en tanto que posible, que lo posible deviene

    necesario.

    En definitiva, gracias a esta nueva concepcin, Avicena evita los riesgos de una distincin real

    entre la esencia y la existencia, y crea un espacio no platnico y no aristotlico. Si es verdad que la

    esencia de lo posible es distinta de su existencia, si es verdad que cada existente se encuentra roto en

    profundidad por una naturaleza contingente y posible que nunca puede transformar ni cambiar, no lo es

    menos que cada esencia tiene la existencia que se merece en virtud de la existencia necesaria que la

    acompaa. Ciertamente, la existencia sobreviene a la esencia como un accidente, pero como un accidentenecesario. Y, para hablar como Avicena, la existencia es concomitante a la esencia.

    30.- VerAverroes,Destructio destructionum, disp. VIII; tomo IX, f.43 v, en E. Gilson, Ltre et lEssence, Pars, Vrin, 1978, p.

    71: texto rabe, El Cairo, ed. Sulayman Dounia, 3a edicin, pp. 602-603: ... de cualquier manera que [un necesario] haya sido

    planteado, la posibilidad est enteramente ausente. Nada se puede encontrar de lo que su naturaleza sea tal que se pueda decir de

    esta naturaleza que sea posible de cierta manera y necesario de otra manera. Pues hemos hecho ver que lo que es necesario no es,

    en absolutamente ningn sentido, posible, puesto que lo posible contradice lo necesario...

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    en la historia de la filosofa

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    . La neutralidad de la esencia instala la esencia en un espacio notrascendente, no platnico. La esencia es, entonces, neutra con relacin a la particularidad y launiversalidad.Animal tantum.

    Esta teora de la esencia ha sido clebre en la filosofa y la teologa rabes; ha suscitado una

    admiracin considerable, a veces hasta en algunos de sus adversarios como Shahrastani, quien no se pudo

    resistir a su encanto34. Pero su atractivo supera ampliamente las fronteras de la filosofa y la teologarabes. Esta teora encontrar una supervivencia en la historia de la filosofa que se ha realizado, en

    particular, gracias a la teologa cristiana35.

    Se dice, con justeza, que una concepcin original no pierde nunca su fuerza ni su potencia. Tal es,

    en efecto, el destino de la concepcin de Avicena. En la Edad Media reaparece esta concepcin de laesencia en el telogo Duns Scot que no vacila en referirla, adoptarla y defenderla. Duns Scot no la retoma

    como un discpulo fiel, la retoma activa y jubilosamente. En efecto, ms que referirla y retomarla,

    desplaza el sentido y la inviste en una nueva problemtica, la del ser. Realiza as una nueva ramificacinde la neutralidad de la esencia, volviendo posible una nueva ontologa.

    En efecto, conecta la neutralidad, que Avicena haba reservado para la esencia, con el concepto deser. As, la va de la neutralidad inaugurada por Avicena ha abierto perspectivas ontolgicas desconocidasante la univocidad del ser que marcan an la firma de Duns Scot.

    Hemos visto que la esencia segn Avicena es indiferente a la universalidad tanto como es

    indiferente a la particularidad. Ese estatuto es el que interesa a nuestro telogo, Duns Scot, y su trazado

    consistir en trasponerese estatuto de la esencia sobre el del ser. Ahora bien, el intelecto del hombre, ensu condicin presente, puede concebir el ser sin concebirlo como finito o como infinito, como creado o

    como increado, entonces el concepto de ser es un concepto distinto de estos ltimos. Sin duda, el mismo

    33.- Ver Shifa, Mtaphysique, cap. vii, 2; Van Riet, p. 364, 14-17. Estas criticas son resumidas y analizadas por Alain de Libera,

    Les Querelles des universaux, Paris, Seuil, 1996, p. 190-191.

    34.- Ver La lutte contre les philosophes ( Musaraatu al-falasifati) en La lutte contre la lutte (Musariu al musarii), de Tussi,

    Qum, Iran, ed. Hasan al-Muizzi, 1985.

    35.- Es necesario sealar que esta supervivencia de la concepcin aviceniana en la filosofa cristiana constituye una verdadera

    paradoja. En efecto, a pesar de la hostilidad poltica entre el mundo cristiano y el musulmn, las cruzadas, se anuda y mantiene un

    intercambio filosfico entre los dos mundos.

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    est incluido en el uno y en el otro, pero ni en uno ni el otro estn incluidos en el. De s mismo, no es ni eluno ni el otro, [...] es neutro para s mismo; en una palabra, es unvoco 36. Del animal tantum se pasaal esse tantum. Duns Scot inviste esta concepcin en su filosofa, pero desplazando el sentido; le sirve deargumento solido para sostener la univocidad del ser contra las perspectivas de la equivocidad y de laanaloga que instalan una jerarqua irreversible entre los sentidos del ser. Duns Scot realiza, entonces, uninvestimento ontolgico de la concepcin aviceniana.

    En Diferencia y Repeticin, Deleuze rinde a Duns Scot el homenaje de haber sostenido launivocidad del ser. Solo ha habido una proposicin ontolgica: el Ser es unvoco. Nunca ha habido ms

    que una ontologa, la de Duns Scot, que d al ser una sola voz. Decimos Duns Scot porque l ha sabido

    llevar el ser unvoco al ms alto punto de sutileza, incluso si lo pago con abstraccin37". De hecho,

    Deleuze distingue tres momentos 38 principales en la elaboracin de la univocidad del ser. El primeroest representado por Duns Scot. En el Opus Oxoniense, el ms grande libro de ontologa pura, el ser espensado como unvoco, pero el ser unvoco es pensado como neutro, neuter, indiferente a lo infinito y lofinito, a lo singular y lo universal, a lo creado y lo increado 39". Hemos visto como Duns Scot ha investido

    la neutralidad de la esencia en Avicena en esta univocidad del ser.

    Este asunto de la univocidad podra parecer abstracto y alejado de nuestras preocupaciones

    concretas, pero de hecho no es as. Implica grandes consecuencias polticas y ticas. El debate alrededor

    de la univocidad es primero un debate que supera ampliamente el marco especulativo. Antes del ser estla poltica, dice Guattari. Traducida a lenguaje poltico, la equivocidad del ser contra la cual luchan DunsScot, Espinoza y Deleuze implica una jerarqua poltica y un spatium imperial que opera portrascendencia y verticalidad invocando una burocracia celeste. Mientras que la univocidad del ser de la

    que se reclaman Duns Scot, Espinoza y Deleuze implica una extensin poltica que avanza y progresa porextensin inmanente a las fuerzas de la vida, y por creacin de los espacios de libertad inmanentes a las

    singularidades reales y efectivas. Por todas partes, la analoga del ser cuyo origen se remonta a

    Aristteles, recurre a una mediacin ontolgica que pasa a travs de las categoras y los gneros. Tambin

    hace eco con una mediacin poltica que sojuzga las verdaderas fuerzas de las masas hacindolas pasar a

    travs de un purgatorio poltico y una mediacin institucional, esttica, orgnica, etc. Mientras que la

    univocidad del ser se dice directa e inmediatamente de las singularidades de las esencias mltiples ydiferentes, es decir de las fuerzas reales y efectivas de las masas. Vemos como la oda a la univocidad del

    36.- E. Gilson,Jean Duns Scot, introduction ses positions fondamentales, Pars, Vrin, 1952, p. 100.

    37

    .-Ibid, p. 52.

    38.- Los otros dos momentos de los que habla Deleuze son realizados por Espinoza -el ser es afirmacin- y por Nietzsche -el ser

    es devenir- Ver p. 59 y siguientes.

    39.-Ibid, p. 57.

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    ser que canta Deleuze encuentra su verdadero punto de partida en Avicena y Duns Scot. As como ladistincin de la esencia y de la existencia, la univocidad del ser instaura un espacio no platnico y no

    aristotlico.

    Sin embargo, por interesante que sea, esta concepcin de Duns Scot encierra al ser en una

    neutralidad que no satisface las exigencias de la ontologa de la afirmacin y del devenir de la que se

    reclama Deleuze. Para neutralizar las fuerzas de la analoga en el juicio se adelanta y neutraliza primeroel ser en un concepto abstracto. Porque l slo ha pensado el ser unvoco. Y vemos el enemigo del que seesfuerza en huir, conforme a las exigencias del cristianismo: el pantesmo, en el que caera si el ser comn

    no fuera neutro40. Para Deleuze el ser es afirmacin y no neutralidad, devenir y no identidad, diferencia y

    no semejanza. De ah la inevitable consecuencia. Pensando el ser como afirmacin y como devenir,

    Deleuze seala la relacin, establecida en Duns Scot, entre el ser y la neutralidad, dicho de otra manera,entre la neutralidad de la esencia de Avicena y la naturaleza del ser. El ser es ms que neutralidad; es

    afirmacin, devenir, diferencia y repeticin. Ahora bien, si descarta la neutralidad del ser, no descarta sin

    embargo la neutralidad de la esencia tal como aparece en Avicena. Al contrario conserva las experiencias

    filosficas. La concepcin de la esencia de Avicena se le presenta como una concepcin que implica

    grandes posibilidades filosficas que no slo se agencian bien con la filosofa de la diferencia y del

    devenir, sino que an pueden desarrollarla y enriquecerla. Si ese concepto de neutralidad tiene una

    verdad, ella reside en su fecundidad, porque da una mejor respuesta a los problemas41, hace entender

    nuevas variaciones y resonancias desconocidas, opera cortes inslitos, aporta un Acontecimiento que nos

    sobrevuela42.

    Esas consideraciones llevan a Deleuze a buscar una nueva ramificacin de la teora de la esencia

    aviceniana.La neutralidad de la esencia ya no estar en conexin con el ser, sino con el sentido, vern elda una nueva lgica del sentido, pero tambin una nueva tica.

    El trabajo de Deleuze sobre Avicena no se inscribe en la perspectiva habitual de la historia de la

    filosofa, en el sentido en que su propsito no es ni dar cuenta de la integridad del pensamiento del

    filsofo rabe ni inscribir su obra en la continuidad de las influencias sufridas o ejercidas. Busca, ante

    todo, los puntos fuertes y luminosos, dicho de otra manera, los conceptos nuevos y originales que brillan

    como cristales sobre la superficie de la filosofa de Avicena. Como para otros filsofos, Deleuze procede

    por seleccin y extraccin de los conceptos que le parecen susceptibles de poder agenciarse con una

    nueva direccin. Realiza, segn su costumbre, un pick-up donde rompe la unidad original del texto

    40

    .-Ibid, p. 57.

    41.- Ren Schrer Les paradoxes des devenirs, p. 22, Chimres, nro. 30, 1997.

    42.- G. Deleuze, F. Guattari, Qu es la filosofa?, en espaol Anagrama, Minuit, 1992, p. 32, citado en Les paradoxes des

    devenirs.

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    ledo para aplicar sus ideas en los nuevos agenciamientos

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    .

    La manera como Deleuze lee a los filsofos ha constituido siempre una paradoja con relacin a la

    historia de la filosofa. En su lectura de Espinoza, por ejemplo, hace del concepto de expresin el punto

    cristal de su filosofa. Esa eleccin constituye una paradoja filosfica. En efecto, eligiendo presentar la

    obra de Espinoza en su conjunto confrontndola con un nico problema, el de la expresin, donde las

    connotaciones leibnizianas parecern ms evidentes, Deleuze se aleja desde el inicio de las formastradicionales de la historia de la filosofa, y del cuidado de aquella de ceirse exactamente a la letra de los

    textos. En efecto, la singularidad de la lectura que hace Deleuze de Espinoza, singularidad que le permite

    encontrarse en Espinoza porque es tambin la singularidad de Espinoza, es que el concepto que privilegia

    no est en ninguna parte formulado o tematizado explcitamente44.

    No parece que la lectura hecha por Deleuze de la filosofa de Avicena haya seguido la misma va.

    Parece, al contrario, que ha puesto el acento sobre un concepto aviceniano que ha sido objeto de una

    definicin retomada muchas veces por Avicena y que ya est saturado de comentarios en la historia de la

    filosofa y de la teologa rabes y cristianas. Eligiendo el concepto de neutralidad de la esencia en

    Avicena, no se arriesga Deleuze a caer en los laberintos de la historia de la filosofa?

    Ahora bien no es as, pues si es verdad que l ha puesto el acento sobre un concepto ya clebre en

    la historia de la filosofa, no busca desarrollar un nuevo comentario de la neutralidad de la esencia que se

    aada a los comentarios ya existentes en la historia de la filosofa; lo que le interesa, ante todo, es un

    nuevo investimento de ese concepto, una nueva direccin capaz de volver a darle vida y potencia. Dehecho, no tenemos ms que una alternativa: o bien la historia de la filosofa o bien los injertos de Platn

    para problemas que ya no son platnicos45. Tambin va a realizar los injertos de Avicena para problemas

    que ya no son avicenianos. Este aspecto es el que da, notablemente, a los filsofos antiguos comentados

    por Deleuze, una extraordinaria actualidad. Espinoza reencuentra una actualidad etolgica, de hecho,

    extraordinaria, sus conceptos sirven de instrumentos contra la dialctica, contra las abstracciones

    filosficas. Bergson encuentra enLa Imagen-movimiento yLa imagen-tiempo una juventud y una frescuraque hace de l un gran terico del cine. Avicena encuentra en Deleuze una actualidad extraordinaria, de

    golpe la historia de la filosofa deviene una verdadera cantera de trabajo, de experimentacin y de

    ensayos. Pues no se trata de contemplar o de reflexionar sobre los conceptos de la historia de la filosofa,

    sino de servirse de ellos, de utilizarlos para resolver los problemas actuales concernientes a nuestra vida,

    aqu y ahora. El comentario filosfico como ramificacin y como investimento.

    De hecho, el trabajo de Gilles Deleuze sobre Avicena parece tomar dos direcciones esenciales. La

    de ligar la filosofa de Avicena con la de los estoicos y la de encontrar nuevas conexiones que le

    43.- Dana Polan,Magazine litteraire, 1988, p. 63.

    44.- P. Macherey,Magazine litteraire, 1988, p. 41-42.

    45.- G. Deleuze, Signes et vnements,Magazine litteraire, Septiembre 1988.

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    garanticen una nueva vida en la filosofa contempornea.

    La relacin que establece Deleuze entre Avicena y los estoicos podra parecer paradjica desde el

    punto de vista de la historia de la filosofa. En efecto, si Avicena evoca de tiempo en tiempo al primer

    maestro, Aristteles, y a los peripatticos en general, si expone y critica deliberadamente y abiertamente

    la teora de las ideas de Platn, y si conserva algunos elementos fundamentales de su psicologa, no

    parece que sus textos evoquen nociones estoicas. No parece que ni la idea de los incorporales ni la delacontecimiento estn presentes de manera clara y manifiesta en los escritos de Avicena. Todo invita a

    pensar que su filosofa es reacia respecto a cualquier influencia directa de los estoicos. Sin embargo,

    Deleuze descubre, bajo las apariencias, relaciones ntimas y secretas entre los dos filsofos, analogas

    discretas y paradjicas. Si bien entre los estoicos y Avicena se efecta un encuentro mucho ms queejercerse una influencia en la medida en que los conceptos se hacen eco, entran en resonancia mucho msque inscribirse en una continuidad histrica y cronolgica.

    Ahora bien uno de los puntos de convergencia de las dos filosofas es, ciertamente, la voluntad de

    invertir el platonismo. En los dos casos se trata de destituir las Esencias y las Formas puras sin caer en el

    empirismo ingenuo. Los estoicos realizan ese programa inventando el concepto de acontecimiento;Avicena, el concepto de esencia. Los dos conceptos tienen la misma caracterstica, la de la neutralidad.Tanto el acontecimiento como la esencia estn en un espacio de neutralidad que les permite evitar lo

    sensible y lo abstracto, las profundidades y las alturas.

    La neutralidad, tal como Deleuze la comprende en la filosofa de Avicena, toma un carcter

    positivo. Lo neutro no es lo negativo. No le faltan determinaciones. No es lo indeterminado de los

    Orientales como podra decir un Hegel46; no es el sin-fondo del que se reclaman los msticos

    neoplatnicos. Deleuze evita todas esas interpretaciones que implican una lgica no aviceniana y no

    deleuziana. Lo neutro tal como lo piensan Avicena y Deleuze es el exceso de determinaciones y deafirmaciones. Es por un de ms y no por una falta, que lo neutro es afirmacin. Si la esencia es neutra, esporque puede ser todo a la vez47. La comprensin deleuziana de Avicena est lejos de la perspectiva de

    lo negativo y de la falta.

    Deleuze va a investir la neutralidad en, al menos, dos dominios fundamentales, el del sentido y el

    de la singularidad. Deleuze inventa una concepcin del sentido inseparable de la crtica que anima contra

    la filosofa trascendental, la fenomenologa, la lingstica, la lgica de la atribucin. Analizando la

    proposicin, Deleuze capta el sentido. Si la proposicin implica tres dimensiones que son la designacin,

    la manifestacin y la significacin, con sus reglas y sus exigencias, el sentido tal como Deleuze lo

    redescubre en los estoicos reside en una cuarta dimensin de la proposicin, el es lo expresado de laproposicin... incorporal en la superficie de las cosas, entidad compleja irreductible, acontecimiento puro

    46.- Ver los analisis de P. Macherey sobre la interpretacin hegeliana de Espinoza, Espinoza ou Hegel, Paris, Maspero, 1979.

    47.- Gilles Deleuze,Lgica del sentido, Paris, Minuit, 1969, p. 49. En espaol Barral Editores.

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    que insiste o subsiste en la proposicin

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    . Entonces entre las paradojas del sentido esta la neutralidad. Elsentido es neutro. Ni universal ni singular. Es ah cuando Deleuze se refiere a Avicena y a su teora de laesencia49. Vemos como Deleuze realiza un extraordinario desplazamiento de la teora de la esencia de

    Avicena. De un campo ontolgico pasa a un campo lgico, una lgica del sentido, del acontecimiento.

    Tanto como la esencia de Avicena, el sentido en Deleuze se despliega en superficie, sobre esta playa de la

    neutralidad que es la matriz de toda determinacin posible.

    Estas consideraciones llevan a Deleuze a repensar el problema de la singularidad. Ah tambin el

    concepto de neutralidad interviene con fuerza. La metafsica, como la filosofa trascendental, nos pone

    frente a un dilema semejante al que haba afrontado Avicena para inventar su teora de la esencia. Ellas

    nos imponen: o bien un fondo indiferenciado, sin-fondo, no-ser informe, abismo sin diferencias y sin

    propiedades; o bien un ser soberanamente individuado, una Forma fuertemente personalizada. Fuera deeste Ser o de esta Forma, slo tendramos caos...50. Para evitar esta falsa alternativa, Deleuze concibe la

    singularidad como libre, annima y nmada que recorre tanto a los hombres, las plantas, los animales,

    independientemente de las materias de su individuacin y de las formas de su personalidad 51". Si las

    singularidades se encuentran captadas as, es porque ese modo del sentido con sus acontecimientos-

    singularidades presenta una neutralidad que le es esencial52". Las singularidades como neutras estn en la

    base de la gnesis de todas las determinaciones posibles. Ni generales, ni particulares, las singularidades,

    como la esencia de Avicena, estn en un espacio neutro. Son el potencial de toda posible individuacin.

    Por todas partes, el trabajo de Deleuze sobre el concepto de neutralidad aviceniana escapa a una

    lectura especulativa, pues para l no se trata de describir el concepto y de determinar sus contornos y sus

    lmites. Se trata, al contrario, de encontrar una dimensin prctica de la neutralidad, una prctica que la

    extrae de sus propios lmites y la toma como direccin y lnea, antes que como punto, susceptibles de

    trazar la cartografa de una nueva tica. As, Deleuze realiza un investimento tico de la neutralidad. De

    animal tantum se ha pasado a eventum tantum. Ese desplazamiento realiza un profundo cambio dedireccin y de orientacin. De un campo ontolgico y lgico se pasa hacia un campo tico, una tica delacontecimiento, de la neutralidad.

    De hecho, si animal tantum evaca los dos grandes peligros que lo acechan, las alturas de lasEsencias y las particularidades de lo sensible que se reducen a puras entidades sin profundidad, eventum

    48.-Ibid, p. 30.

    49

    .-Ibid, p. 48.

    50.-Ibid, p. 129.

    51.-Ibid, p. 131.

    52.-Ibid, p. 127.

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    tantum se encuentra frente a una tarea anloga, a la cual se aaden una dimensin prctica y unapreocupacin tica. Se trata de hecho de desarrollar un acontecimiento neutro que, constantemente estamenazado por dos peligros, a saber: el eterno gemido de nuestro cuerpo que no solo est

    permanentemente acosado por el mundo exterior y sus objetos pesados y molestos, sus alimentos

    indigestos y venenosos sino tambin el histrionismo de aquellos que miman un acontecimiento puro y lo

    transforman en fantasma, que canta la angustia, la finitud y la castracin53". Evitando esos dos peligros,

    toman consistencia e insistencia, fuerza y potencia, los trazos de esta nueva tica. En un extraordinariotexto, Henry Miller traza las lneas de esta nueva tica que abre el camino frgil y quebrado de la alegra y

    de la ligereza de vivir: Las aguilas que han hecho ondear sus alas durante un tiempo, se han estrellado

    contra la tierra. Ellas nos han dado el vrtigo con el zumbido y agitacin de sus alas. Permaneced en

    tierra, oh, aguilas del porvenir! Los cielos han sido explorados y estn vacos. Y lo que yace bajo tierratambin est vaco, lleno solamente de osamentas y de sombras. Permaneced sobre la tierra, y nadadanalgunas centenas de miles de aos!54. Nadar sobre las playas de la inmanencia es lo que canta jubilosamente Miller en ese bello texto. Vivir la neutralidad del acontecimiento es desplegarse yproyectarse, ya no como un sujeto o una persona, sino como una variacin atmosfrica -una corriente de

    aire, un cambio de matiz, una molcula imperceptible, una poblacin discreta, una mezcla o una nube de

    gotas-, sobre esta superficie y esas playas de la inmanencia que conjuran altura y profundidad, pesadez y

    neurosis, y aportan una alegra, una fuerza y una ligereza de la vida siempre renovadas y recreadas.

    Vemos entonces como la trayectoria del concepto de neutralidad no se realiza en una historia,

    sino en un devenir. Cada una de sus reapariciones abre un espacio nuevo y extrao, opera un

    desplazamiento, y cada desplazamiento provoca un chorro de sonido y de luz, de afecto, de percepto. Tal

    es el destino de la concepcin de neutralidad en Avicena. De Duns Scot a Deleuze, pasamos de un

    investimento ontolgico del concepto de neutralidad a un investimento lgico y tico. Pero a travs de

    todas esas ramificaciones y todas esas problemticas, de la distincin del ser y de la esencia hasta la

    univocidad del ser, pasa un trazo comn, la voluntad de invertir el platonismo.

    Vemos entonces como Deleuze establece una relacin con el pensamiento de Avicena que escapa

    a la historia de la filosofa, no se muestra como explicacin ni comentario sino que, de entrada, procede a

    un encuentro. Entre las dos filosofas se crea un espacio de indiscernibilidad productor de nuevaspreguntas y de nuevos conceptos. La teora de la neutralidad de la esencia de Avicena que ha suscitado el

    inters de la mayor parte de los telogos y de los filsofos de la poca, encuentra en Deleuze una

    aplicacin en el problema de la lgica del sentido, de la singularidad y de la tica. Avicena, que pertenece

    al siglo XI, gracias a Deleuze adquiere una extraordinaria actualidad que lo hace entrar en el debate

    filosfico actual.

    Esta relacin que establece Deleuze con Avicena ofrece, frente al pensamiento filosfico

    moderno, pero tambin frente al pensamiento rabe contemporneo, grandes posibilidades para encontrar

    los puentes con su propio pasado. En efecto, si el pensamiento rabe se encuentra hoy en da en una crisis

    que lo asfixia y le impone una catatonia severa y sin salida, es, entre otros, a falta de nuevas

    53.- G. Deleuze y C. Parnet,Dilogos, Paris, Flammarion, 1996, p. 80.

    54.- Henry Miller, Trpico de cncer, Paris, Denol, 1945, p. 342. En espaol Bruguera. El subrayado es mo.

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    ramificaciones y de nuevas conexiones con su propio pasado filosfico, las ramificaciones que recrean elpasado, el presente y dan un nuevo lan al futuro. El trabajo de Deleuze sobre Avicena nos sirve de gua yde faro en el ejercicio filosfico tan presente y tan necesario, puesto que debe realizar el pensamiento

    rabe contemporneo.