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Del manual de urbanidad al manual de la medicina legal: el pederasta, una manifestación del hombre degenerado Walter Alonso Bustamante Tejada Resumen Este artículo utiliza como pretexto el pederasta, un objeto construido por el saber médico legal, para presentar uno de los puntos de articulación de dos saberes: el pedagógico y el médico, partes del dispositivo de verdad sobre la homosexualidad que se presentó a finales del siglo XIX en Antioquia. Dicho dispositivo sienta parte de sus bases y modelos en los manuales de urbanidad, que son evaluados posteriormente por el saber médico legal cuando el sujeto llega hasta él, una vez se convierte en disidente de un “deber ser”. Palabras clave: Pederasta, degenerado, medicina legal, manual de urbanidad, peritos, peritazgo, identidad de género, modelo de hombre. Abstract This article holds the pederast as an excuse, an object constructed by the medico–legal knowledge in order to present one of the pivotal points of two branches of knowledge: the pedagogic and the medical, both a part of the truth apparatus on homosexuality that abode during the late nineteenth century in Antioquia, an apparatus that settles a part of its foundations and models on the civility manuals, which are evaluated afterwards by the medico– Artículo recibido el 25 de marzo de 2007 y aprobado el 25 de mayo de 2007. Historiador de la Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín y Magíster en Estudios de Género y Cultura en América Latina de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile. HISTORIA Y SOCIEDAD NO. 13, MEDELLÍN, COLOMBIA, NOVIEMBRE 2007, PP. 191–211

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Del manual de urbanidad al manual de lamedicina legal: el pederasta,

una manifestación del hombre degenerado♣

Walter Alonso Bustamante Tejada♦♦♦♦♦

ResumenEste artículo utiliza como pretexto el pederasta, un objeto construido por elsaber médico legal, para presentar uno de los puntos de articulación de dossaberes: el pedagógico y el médico, partes del dispositivo de verdad sobre lahomosexualidad que se presentó a finales del siglo XIX en Antioquia. Dichodispositivo sienta parte de sus bases y modelos en los manuales de urbanidad,que son evaluados posteriormente por el saber médico legal cuando el sujetollega hasta él, una vez se convierte en disidente de un “deber ser”.Palabras clave: Pederasta, degenerado, medicina legal, manual de urbanidad,peritos, peritazgo, identidad de género, modelo de hombre.AbstractThis article holds the pederast as an excuse, an object constructed by themedico–legal knowledge in order to present one of the pivotal points of twobranches of knowledge: the pedagogic and the medical, both a part of thetruth apparatus on homosexuality that abode during the late nineteenthcentury in Antioquia, an apparatus that settles a part of its foundations andmodels on the civility manuals, which are evaluated afterwards by the medico–

♣ Artículo recibido el 25 de marzo de 2007 y aprobado el 25 de mayo de 2007.♦ Historiador de la Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín y Magíster en Estudios de Género yCultura en América Latina de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile.

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legal knowledge, when the subject that has left his duty as a being arrives toit.Keywords: Pederast, degenerate, legal medicine, civility manuals, experts,expert report, gender identity, model of man.

dispositivo que vigila desde el consulto-rio, desde el recinto médico, desde la ha-bitación privada. La ciencia médica esla nueva herramienta para purificar, pro-teger, separar.

Desde el siglo XVIII, en Francia conTardieu y posteriormente en Italia conLombroso, se sientan las bases de lamedicina legal, que estará vigente al fi-nalizar el siglo XIX. Esta parte de laciencia médica será una herramientafundamental para el desarrollo de la ju-risprudencia en su tarea de aclarar si-tuaciones y determinar delitos y culpa-bles. La medicina forense es la que pro-veerá los peritos para evaluar el cuerpohumano y determinar las anomalíasmanifiestas en sus partes. Es por mediode la medicina legal que se determina-rán las características físicas y fisioló-gicas de los delincuentes; los manualesde medicina legal proveerán lastipologías.

Desde otro lugar, desde otra esferade la institucionalidad, en el ámbito dela escuela otro texto escrito será la guíapara el maestro, el manual de urbani-dad, que traza las líneas que se debenseguir para lograr la aprobación de loscomportamientos cotidianos. Es en lalabor de la escuela en el siglo XIX ygran parte del XX que Manuel AntonioCarreño se inmortaliza. Él, como otros

Dos miradasAl finalizar el siglo XIX y despuntar

el siglo XX en Antioquia, la moral sereviste de ciencia. Lo que antes era vis-to principalmente bajo el lente de lamoral religiosa, se mira ahora tras el velodel saber médico; la medicina es la nue-va religión y el médico el nuevo sacer-dote. Se ha creado un nuevo espacio,una nueva mirada, un nuevo corpus desaber sin abandonar los antiguos pre-ceptos religiosos cristianos. La moral,escondida en la medicina, continúa cla-sificando, apartando, creando, ya nopecadores a quienes perdonar o casti-gar, sino enfermos, que son curables siasumen nuevos hábitos y comportamien-tos. No es necesario separar la cienciay la moral con fundamentos cristianos,porque “la religión es como el fuego quesiempre arde, que todo lo enciende y lotrasmuta. Un sol que a medida que secontempla, manifiesta más y más su glo-ria y su belleza. La ciencia es luz quedisipa las tinieblas, que irradia sobre todo.Ambos son fuerza y vida: fuerzas unidasy dependientes, vida compenetrada”.1

Encontramos aquí la manifestación del

1 El Amigo de la Ciencia. Asuntos religiosos,sociales, científicos y literarios, Medellín, GobiernoEclesiástico de Medellín, 14 de mayo de 1918.

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hombres, preocupado por el bienestarde la sociedad proveerá los códigos dela urbanidad, los códigos que permitananunciar cuáles deben ser las costum-bres y los comportamientos sociales,tanto en público como en privado. Losmanuales, las cartillas y los textos paramaestros y orientadores de la juventudy la niñez son para memorizar, para res-ponder, para tener como guía en la en-señanza, para garantizar un buen uso ybuena presencia del cuerpo.2

Pero estos libretos, conjunto de re-glas para enseñar a relacionarse, apa-recer y entrar en la sociedad, no se in-troducen al margen de los fundamentosreligiosos y morales que han prevaleci-do: están en coherencia con la doctrinamoral vigente. Carreño lo aclara al ini-

cio de su manual: está bien que en pri-mer lugar el texto es para la etiqueta,pero además es para la moral y la reli-gión, que, explica, son la base del pri-mero. La urbanidad y las buenas cos-tumbres buscan la conservación de unorden, pero de un orden que ha sidocreado por Dios: “¿Quién sino Dios hacreado el mundo y lo gobierna, quién haestablecido y conserva ese orden inal-terable con que atraviesa los tiempos lamasa formidable y portentosa del uni-verso...?”.3 La función del manual deurbanidad ayuda a mantener ese orden,es la traducción de principios religiososen principios prácticos de la vida coti-diana que hacen que los cristianos seanademás buenos ciudadanos, buenos se-res sociales; es un nuevo catecismo.

En el presente artículo se utilizará lafigura del pederasta para observar cómocada una de estas dos miradas –médi-co legal y pedagógica– tiene sus espa-cios, prácticas y tareas particulares, peroen su dinámica hay articulación, hayencuentros y desencuentros, hay argu-mentos que como una bisagra permitenencontrar el punto de encuentro quehaga más eficaz la acción de los pode-res sobre determinado objeto construi-do por estos mismos. En un primer mo-

2 En su trabajo Sandra Pedraza plantea la funciónde los manuales de urbanidad en la labor de educacióndel cuerpo de manera que haya coherencia entre laapariencia y la conducta. En la parte inicial haceuna presentación de algunos de los manualesvigentes en la transición del siglo XIX al XX y explicala intencionalidad de los autores y las raíces de susplanteamientos. Concretamente, de Ospina yCarreño deja claro sus fundamentos en las virtudesmorales y cristianas planteadas por Erasmo y losHermanos de la Salle. En lo que tiene que ver con losgéneros, estos se construyen de acuerdo al binarismomoderno de correspondencia entre el hombre–masculino y la mujer–femenina. Por otro lado,muestra cómo el interés de la urbanidad y el buencomportamiento está ajustado a la búsqueda de formaruna burguesía educada y además coherente en laconstrucción de una nacionalidad con la consiguienteprotección de la raza y de la cultura, manteniendolas costumbres propias en lugar de asumir los modelosextranjeros. Zandra Pedraza Gómez, En cuerpo yalma. Visiones del progreso y la felicidad, Bogotá,Departamento de Antropología, Universidad de losAndes, 1999, 399 p.

3 Manuel Antonio Carreño, Manual de Urbanidady Buenas Costumbres para uso de la juventud deambos sexos, París, Librería de Garnier Hermanos,1880, p. 11; en el cual se encuentran las primerasreglas de civilidad y etiqueta que deben observarseen la diversidad de situaciones sociales; precedidode un breve tratado sobre los deberes morales delhombre.

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mento, la educación en la urbanidadplantea el modelo, en este caso de usodel cuerpo por parte del hombre y, pos-teriormente, la medicina legal se encar-gará de demostrar el alejamiento de di-cho modelo y lo nombrará degenera-do.

El objeto a observar: elhombre pederasta

Para muchos grupos de la antigüe-dad pagana, la pederastia en lugar deser motivo de señalamiento, “define lamayor importancia social, la del guerre-ro, el jefe, el chamán, entre otros”, lainstitucionalización que se da con la pe-derastia es la de “un mecanismo social”de iniciación en los jóvenes para hacerde ellos ciudadanos adultos. El joven esllamado erasta y su iniciador erómeno.Esta pederastia no es un delito, es partede una relación pedagógica que se com-plementa con la dimensión sexual, entorno a la cual se generan una serie denormas y ritos a los que se ha de res-ponder, como tener en cuenta el lugarsocial de los implicados, la protecciónde los jóvenes libres y las vírgenes, lasrelaciones con esclavos y el lugar acti-vo y pasivo en las relaciones.4

La pederastia aparece en la legisla-ción decimonónica desde finales del si-glo XIX, y con mayor fuerza en trata-dos de medicina legal. En manuales demedicina legal se caracteriza la pede-rastia del siguiente modo:

Llámese pederastia la cópula porel recto de varón á varón ó devarón á hembra. Los pederastasson de dos especies, activos ypasivos, según que dan ó que re-ciben; esto es, según que buscanlos placeres en los muchachos yhombres ó en las mujeres por elano, ó según que, de uno ú otrosexo, se prestan á ser víctimas desemejantes ataques. Algunos au-tores quieren reservar el nombrede pederasta ó anófilo, sólo alactivo, y el de andrógino al pasi-vo. También se les llama íncubosy súcubos.5

Estos usos del cuerpo dejarán unasmarcas, que en parte podrán ayudar a

4 Cfr. Bernard Sergent, La homosexualidad en lamitología griega, (Prefacio de Georges Dumézil),Barcelona, Alta Fulla, 1986; Paul Veyne, “LaHomosexualidad en Roma”, en: SexualidadesOccidentales, Barcelona, Paidós, 1982.Posteriormente la doctrina cristiana, sobre lasrelaciones homoeróticas inventó un pecado y unpecador, sodomía y sodomita, y durante el largoperíodo de unión entre pecados y delitos expresadaen la legislación española, estos actos fueronenunciados como motivo de castigo.

5 Carlos E. Putnam, Tratado Práctico de MedicinaLegal en Relación con la Legislación Penal yProcedimental del País, Tomo I, Bogotá, Imprentade Antonio M. Silvestre, 1896. “Se designa bajo elnombre de pederastia la introducción de la vergaen el ano; y el individuo que ejecuta este acto sellama pederasta activo, y el que se presta a estasmaniobras, es el pederasta pasivo.” Guillermo UribeCualla, Medicina Legal, Bogotá, Nueva, 1934, p.248. Octavio Vásquez Uribe en su crónica habla de“cacorros activos y sodomitas pasivos”, términospara determinar por si solo el lugar que se ocupa enla relación sexual entre hombres. Octavio VásquezUribe, Guayaquil por dentro, Medellín, Concejode Medellín, Biblioteca Jurídica Diké, 1994, p. 59.Al respecto, ver también Ebel Botero, Homofilia yHomofobia. Estudio sobre la homosexualidad, labisexualidad y la represión de la conductahomosexual, Medellín, Lealón, 1980.

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determinar si existe la pederastia. Lasmarcas permiten determinar como es uncuerpo pederasta. La medicina legal seencargará de examinar los cuerpos parallegar a esas conclusiones. Es a travésde la medicina legal que se determina-rán las características de los pederas-tas, que serán una tipología del hombredegenerado, precisamente de aquel queen todo sentido se aleja de los modelospropuestos en los manuales de higiene,educación e instrucción cívica y moralde Manuel Antonio Carreño y de losdemás instructores de la época.6 Elhombre degenerado es el que no seha disciplinado por políticas higienistasrepresentadas en una adecuada salud ysana moral, las cuales crean una nuevasensibilidad oficial, que no soporta olo-res, que no acepta presencias que le

resulten indeseables, que exige que todosea sano, limpio y ordenado.

La creación del modeloNo existe una identidad sexual, masculi-na o femenina, que no esté alienada des-de su fundamento. Se llega a ser hombreo mujer de una determinada manera, no

se nace siéndolo.La identidad sexual se adquiere en un difí-cil y accidentado proceso de relaciones.7

El hogar pone las bases firmes parala formación de hombres y mujeres. Elsujeto es llevado luego a la escuela, alaula de clase, a un nuevo lugar de en-cierro donde será modelado y corregi-do, el segundo hogar. Por tanto, aquíhablaremos de la escuela como una ex-tensión del hogar. En ella se recibirá ladoctrina, una doctrina que generará ciu-dadanos, hombres útiles y productivos,seres sociales que no atenten contra locolectivo, alguien de bien. La escuelano formará un individuo: la escuela for-mará un ser para lo social.

En la escuela se enseña el compor-tamiento, las buenas maneras, cómo vi-vir en sociedad. La escuela es una ne-cesidad. Allí se asignan responsabilida-

6 “La Higiene está también íntimamente ligadacon la moral y la urbanidad: casi todas las reglas deurbanidad que nos enseña Carreño son preceptoshigiénicos; el que quebranta la moral atenta casisiempre contra su salud, y por eso peca contra lahigiene; el que no observa los preceptos higiénicosatenta contra la salud y, por consiguiente, quebrantala moral”. Carlos de Greiff, Fisiología e Higieneal Alcance de Todos, Medellín, Imprenta Oficial,1906. p. 19. Véase además: Vicente Gambon, S.J.,Manual de Urbanidad Cristiana, 7ª, Barcelona,E. Subirana, 1921; Dr. D. Pedro Felipe Monlau,Elementos de Higiene Privada ó arte de conservarla salud del individuo, Madrid, Moya y Plaza,1875; Tulio Ospina, Protocolo Hispanoamericanode la Urbanidad y el Buen Tono, 3ra., Bedout ehijos, Medellín, s.a.; Reglas de la buena crianza,utilísima para todo. Añadido un nuevo métodopara trinchar en la mesa, Barcelona, Imprenta deJosé Torner, s.m.d; Francisco José Urrutia, Manualde Instrucción Moral y Cívica Especial para lasEscuelas Colombianas, Bogotá, ImprentaNacional, 1907.

7 Luis Santos Velásquez, “Deseo, ley e identidad:Una mirada psicoanalítica sobre las diferencias degénero”, en: Género e identidades. Ensayos sobrelo femenino y lo masculino, Luz Gabriela Arango,Magdala León, Marta Viveros (Compiladoras),Santafé de Bogotá, Tercer Mundo editores, Facultadde Ciencias Humanas de la Universidad Nacionalde Colombia, 1995, p. 98.

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des sociales, pautas de comportamien-to, valores, gustos, temores, actividades,expectativas; en ella se buscará respon-der a una identidad de género que coin-cidirá con la identidad de sexo. Talesidentidades exigen la domesticación delcuerpo. El proceso consiste entonces enunificar las diversas identidades quehabitan al individuo, el cual debe buscarun equilibrio y una coherencia entre ellaspara que no aparezca grotesco y opuestoa unos parámetros ya establecidos; si lologra ganará la aceptación social.

El proceso de domesticación delcuerpo llevará a asumir formas de ex-presión como feminidad o masculinidad,manifiestas en comportamientos, acti-tudes y posiciones: el hombre posee,toma, penetra, domina, es activo; lamujer es poseída, tomada, dominada, espasiva; ese trata de una relación deopuestos y por ello será más desorde-nada una relación hombre–hombre,máxime cuando alguno ocupa el lugarpasivo que corresponde a la mujer se-gún la tradición. Por eso el cuerpo, ob-jeto mirado por el poder, ha de educar-se mediante un proceso de adiestra-miento que lo lleve a adquirir rasgos,gestos, pero también a ocultar, aquietare inmovilizar otros: “Siempre has de te-ner el cuerpo recto, ya estés en pie, yasentado, ó de rodillas: la cabeza algo bajapor delante, sin inclinarla á una ni á otraparte, no la vuelvas con ligereza, y cuan-do fuera necesario, vuélvela con grave-dad y modestia”.8

El ser humano es cuerpo, es sexua-lidad, pero de ello se evita hablar, hayque guardar silencio. Por eso “...lasexualidad constituye un tabú o granmisterio, donde no hay otra educaciónsexual que la que circula clandestina-mente en los rumores y la que oficial-mente imparten las instituciones tradi-cionales, como la Iglesia y los estable-cimientos educativos seguidores de esatradición”.9 Convivir con la sexualidades pues convivir con un enemigo, del queno se puede hablar:

Cap. V. Del Modo de Conducir-nos en Sociedad.Art. 1. De la Conversación.Sección cuarta. De las condicio-nes morales de la conversación.5. No está admitido el nombrar ensociedad los diferentes miembrosó lugares del cuerpo, con excepciónde aquellos que nunca están cu-biertos. Podemos, no obstante cui-dar los pies, pero de ninguna ma-nera una parte de ellos, como lostalones, los dedos, las uñas, etc.10

9 Javier Alonso Lopera Castro, Delitos contra lalibertad y el honor sexual en Medellín. 1920 –1950, Trabajo de grado, Universidad Nacional deColombia, Sede Medellín, 1995, p. 5.10 Carreño, Op. cit, pp. 174–175. Para educar y

formar los sexos se implementan medios queestablecen una estrategia castradora y limitadoraque René Scherer llama una pedagogía pervertida:“Ahora bien, el convencer al niño de que esexclusivamente niño (= hombre en potencia), a laniña de que es niña (= poseedora de la feminidad) ynada más que eso, se nos presenta indudablementecomo la primera perversión o subversión que poneen práctica el educador civilizado: y no precisa de8 Reglas de la buena crianza, Op, cit., p. 18.

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Ahora bien, la tarea continúa y ha-brá que definir los modelos de hombrey mujer, por oposición o por contraste,de manera que lo que a uno le falta loposee el otro y lo que beneficia a unoha de debilitar al otro. En este contexto,al hombre se le atribuyen característi-cas socialmente relacionadas con lafuerza y el poder:

Sexo Masculino975. En el sexo masculino predo-minan el calor, la expansión y lafuerza. El sexo destinado para darla vida y el movimiento al nuevoser. El hombre engendra fuera desí, y la mujer dentro de sí. El hom-bre es ardiente, fiero, robusto,velludo, osado, pródigo y domi-nador. Su carácter es ordinaria-mente expansivo, bullidor; su tex-tura es fibrosa, recia, compacta;sus músculos son fornidos,angulosos; su barba negra y po-blada, y su pecho velludo, exha-lan el fuego que le abrasa; su ge-

nio sublime é impetuoso le lanzaá lo alto, y le hace aspirar á la in-mortalidad /... / El sexo masculi-no, que es el más completamenteorganizado, el más fuerte, el máselevado en sus facultades, predo-mina numéricamente en las espe-cies superiores...11

Si no se quiere marcar diferenciasentre los sexos, será necesario marcardistancias, permitir el predominio de unosobre otro pero en terrenos diferentes,que a la vez se asocie con identidades ylimitaciones de otras posibilidades de ser.Al inicio del siglo XX, encontramos untexto que presenta unos campos espe-cíficos, para el hombre la razón y parala mujer los afectos. En cada uno deestos terrenos cada sexo tendrá un lu-gar predominante, la comparación cam-bia, la separación da cierta suficienciaa cada uno, pero sin dejar de marcar unlugar en la relación social.

El hombre supera a la mujer en lasfuerzas físicas, y su organización le per-mite soportar grandes trabajos; en inteli-gencia especulativa y fuerza lógica, enaptitud para las grandes industrias, enambición, constancia y energía. La mu-jer supera al hombre en inteligencia prác-tica, en la intuición del bien, en la habili-dad para las artes e industrias manualesdelicadas, en prudencia, ternura y amor.12

Lo citado expone argumentos paraconfirmar y salvaguardar el binarismo

la psicología ni de la anatomía para esta lecciónque la familia inflige alegremente al niño desde quenace. La lección propiamente dicha es unaredundancia, pero ¡qué perniciosa cuando buscarecubrir de ‘ciencia’ algo que de entrada no era másque una rutina! Así, pues, desconfiemos con Fourierde la educación sexual. Siguiéndole, tomando la víade una verdadera liberación de la infancia paraencontrar en ella su pasión profunda, lo convenientesería más bien desexualizar al niño, desenseñarle loque demasiado bien conoce. Entendámonos: no setrata de desensibilizarlo, una vez admitida en él laperfecta posesión del tacto erótico, sino dedesenseñarle su papel, demasiado temprano ancladoen él, de pequeño macho ‘formado así’ y no deotro modo, o de pequeña hembra”. René Scherer,La pedagogía pervertida, Barcelona, Laertes,1983, pp. 679–80.

11 Monlau, Op. cit., pp. 498–499.12 Luis y Martín Restrepo Mejía, Elementos dePedagogía, Bogotá, Imprenta Eléctrica, 1905, p. 69.

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moderno de los géneros. Incluso en elvestir debe existir también claridad delo que ha de tenerse en cuenta:

Por si alguien extrañase que ter-minemos este capítulo sin dar lasreglas para la elegancia en el ves-tido de los hombres, bástenosdecir que ésta no existe ni puedeexistir, dada la prosaica monoto-nía de la indumentaria masculina,impuesta por el deber que tiene elsexo feo de llevar una vida activay laboriosa. Así se ha entendidoello desde hace más de un siglo;y Balzac, en su tratado de la vidaelegante, dice sobre el particular:“si la gente se fija en vosotros esque no estáis bien vestidos, por-que estáis demasiado bien vesti-dos”.13

Lo anterior muestra una negaciónexigida al hombre: no debe ser elegan-te, no debe ser bello. Otro problema escambiar la vestimenta criolla por la ex-tranjera, que representa para las autori-dades de la urbanidad y del buen vestir,un afeminamiento de los hombres de laciudad. De allí que se expresen críticasa la moda, mucho más si ésta respondea modelos extranjeros:

La moda surge como un aditamen-to, como algo inútil, como unadorno que afemina. En el pasa-do, o en el mundo rural, los hom-bres sólo usaban ropas sencillas,libres de ornato, eran más hom-bres; en el presente citadino de

Zafir, esa masculinidad estabapuesta en entredicho, especial-mente en aquellos jovencitos ri-cos miembros de los clubes ele-gantes de la ciudad. Es eso lo quenos dice en 1935 cuando compa-ra a la gran mayoría de niños afe-minados, ricos y faltos de hom-bría, con los hombres como Er-nesto Samper o Germán Llano,pilotos cuya valía, para Zafir, noestaba tanto en el dominio de sutécnica o una máquina, sino enque se habían sustraído a eseambiente de niños que negabanlos valores verdaderos de laraza.14

El problema de la moda se ve aso-ciado en las primeras décadas del sigloXX a la discusión sobre la raza y su in-cidencia en las causas de las violentasconfrontaciones políticas y en los hechosocurridos en las últimas guerras del si-glo XIX. Como efecto de ello, algunosautores concluyen que hay que corregirla raza, buscar los problemas que tieneen su composición ya que las influen-cias foráneas, que deben ser combati-das son una dificultad para lograr talesobjetivos; el modo de vestir es una ma-nifestación de esa problemática y ge-nera rechazos:

Debe combatirse también la ten-dencia de muchos jóvenes, y aúnviejos verdes, a una extremadaafectación de elegancia o exage-

13 Ospina, Op. cit., p. 36.

14 Manuel Bernardo Rojas, El Rostro de losarlequines: Tartarín Moreira y León Zafir, dosmediadores culturales, Medellín, Universidad deAntioquia, 1997, pp. 145–146.

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ración de la moda en el vestir, quedan por resultado el ridículofilipichín, especialista en corba-tas y chalecos estrafalarios, pla-ga que no es exclusivamentecriolla; díganlo, si no, los lady–killer (mata–señoras), petimetres,currutacos, gomosos, pisaverdesy lechugines de los Estados Uni-dos, Inglaterra, Francia y España.15

Así, la instrucción es un instrumentoque se espera sea eficaz en la construc-ción de nuevos sujetos inmóviles: latransmisión que se hace de valores, co-nocimientos y concepciones del mundose van a verificar en la convivencia co-tidiana de hombres y mujeres y en lafisonomía que en esa medida adquierenlos grupos sociales.

Un casoEn 1886, en el Juzgado 2º Superior

del Distrito de Medellín, se inicia proce-so por estupro contra el señor Antoniode J. Naranjo, de 45 años de edad, doc-tor en medicina y cirugía. El médicoNaranjo vive en la ciudad de Manizales,donde se comete el delito. Es casado,pero se ha separado de su esposa y vivesolo. Su lugar de residencia: piezasarrendadas; en ellas vive y atiende a suspacientes. El médico mantiene una re-lación permanente y cercana con mu-chos niños y algunos jóvenes de la po-blación; entre éstos están las víctimas ylos principales testigos que declaran enel proceso, además de algunos adultos.

En la cabeza del proceso el delitoesta consignado como estupro, en otroslugares del mismo se habla de prostitu-ción, corrupción de jóvenes o sodomía,de pederastia, también de “procedimien-tos inmorales para con los niños”,16 de“propuestas contrarias a la moral”,17 derealizar una “acción torpe o inmoral”18

y finalmente actos “criminales y obsce-nos”.19

Para aclarar el delito mencionado esnecesario construir algunas pruebas ycomprobar la responsabilidad o no delacusado y para conseguirlo, el poderjudicial se vale del saber médico. Pararealizar esta labor se llama a los médi-cos peritos en medicina legal, conoce-dores del cuerpo en su estado sano y desus signos de anormalidad y desorden.20

Ellos intervienen en el cuerpo del acu-sado: deben hurgar, buscar, examinar yencontrar marcas que den indicios no

15 Ibíd., p. 28.

16 Archivo Histórico Judicial (en adelante AHJ),Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín,doc. 1865, 6, f. 13v.17 Ibíd., f. 1.18 Ibíd., f. 13.19 Ibíd., f. 52. Diferentes formas de referirse a loshechos realizados por el acusado, que más que unariqueza de denominaciones, van a mostrar a lo largodel proceso la falta de claridad en la denominaciónde los mismos, asunto que busca aclararse a partirde la caracterización de los hechos y de los sujetosinvolucrados, pero que al final beneficiará al acusadoy demostrará la falibilidad del poder judicial.20 “El médico–legista llena un papelimportantísimo en la criminología de los pueblos,como en todos los acontecimientos sociales. Estáencargado de resolver grandes problemas que lajurisprudencia le propone; y su dictamen va a influir,de una manera directa en la suerte de los individuos

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de un delito, sino de un cuerpo que de-linque. Ellos, independientemente deldelito que se investiga, corrupción o es-tupro, hablan de pederastia.

En el proceso citado se realizan dosperitazgos, el primero el 23 de junio de1886. Su objetivo es determinar si hayrastro de pederastia activa o pasiva. Delsegundo no hay una fecha precisa, se-gún el desarrollo del sumario es realiza-do en el mes de noviembre de 1888, esdecir, más de dos años después del pri-mero. En este segundo peritazgo no seplantea un objetivo. La defensa lo pro-pone dentro de sus acciones y en el de-sarrollo de la discusión se percibe laintencionalidad de desmentir lo anotadoen el primer peritazgo; por esto se sigueel mismo esquema y se responden losmismos puntos. Al final parece que loscuerpos descritos por cada peritazgofueran distintos; muchas cosas han cam-biado.

El punto de articulaciónAntes de cualquier observación mé-

dica y de cualquier análisis que se pue-da considerar científico, los juicios delos peritos después de hacer el examenson morales y estéticos.21 Luego, ob-servan a partir de las ideas aprendidasde lo que debe ser el cuerpo y del as-pecto que debe tener, según el libreto

con el cual se enseñó su quehacer mé-dico. Ahí reside su autoridad y ellos de-ben reconocer la persona perversa y laque no lo es.

Así comienza la descripción del acu-sado en el primer peritazgo:

1º. Hombre de estatura pequeña,cuarenta y cinco años de edad,casado y padre de una niña; ensu hábito externo presenta lossignos de un hombre dejeneradofísica y moralmente: vestidos su-cios, desarreglados, pelo desgre-ñado, andar vacilante y trémulo,cuerpo encorvado hacía adelan-te, voz baja, entrecortada éinintelijible, ojos prominentes ybrillantes, conjuntivas encarniza-das, mirada extraviada, su alientopresenta el olor característico delas personas habituadas al licor yla piel de su cara tiene un colorsucio tierroso.22

Los peritos afirman luego en las con-clusiones: “A. El punto primero no co-rresponde al hábito exterior de los pe-

que cuestionan ante la ley”. Alejandro LondoñoB., Del Secreto Médico, Tesis para Doctorado,Facultad de Medicina y Cirugía de Medellín,Medellín, Imprenta de El Espectador, 1901, p. 6.21 Así lo plantea Carlos E. Putnam. En su tratadode medicina legal hace mención de la naturaleza de

la pederastia: “Pederastia, Sodomía, Onanismo,Bestialidad. Con estos nombres se designan ciertosactos deshonestos que no están expresamentedeterminados en nuestra legislación, por respeto álas costumbres y quizá al lenguaje. Son un conjuntode ultrajes á la moral, que repugnan á la naturalezay al sentido común y consisten en actos de lujuriaque se apartan completamente de la direcciónnatural que el organismo da a las funcionesgenitales”. Se parte de unas ideas religiosas acordescon la necesidad de una dirección natural. Putnam,Op. cit., p. 345.22 AHJ, doc. 1865, fs. 18–18v.

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derastas, es sí característico de un serdejenerado ya”.23 Este hombre descri-to se opone al hombre impecable en suvestir y en general en toda su presenta-ción personal. Su andar no cumple conlas reglas de tener el cuerpo recto, ca-minar con medida, es decir, ni apresu-rado, pero tampoco con pesadez y mu-cho menos inclinar el cuerpo.24 Tam-poco tiene el cuerpo vigoroso que debecaracterizar al varón:

La postura del caballero, realzadacon corrección y sencillez en elvestido, es desembarazada y ele-gante. El cuerpo recto, sin movi-mientos acompasados y suaves;la fisonomía ni severa ni demasia-do jovial... la mujer tiene que agre-gar la gracia a todas estas condi-ciones, la cual consiste en la faci-lidad, armonía y la animación desus movimientos y actitudes.25

El segundo peritazgo contradice todolo del primero en lo que tiene que vercon este aspecto de su presentación; noes un hombre degenerado: estos mé-dicos anotan que el estado en que lo hanencontrado es coherente con la edad delinculpado y por tanto no aseveran quesea un hombre degenerado. El tono esotro:

1° Es el señor Dr. Naranjo hombrede estatura pequeña, como decuarenta y cinco años de edad,casado y no sabemos si tiene des-cendencia. No hemos hallado susvestidos sucios y desarreglados,ni el pelo desgreñado, ni el andarvacilante y trémulo, ni el cuerpodemasiado encorvado hacia de-lante. Sus conjuntivas no estánencarnizadas, ni su mirada extra-viada ni su aliento presentan loscaracteres de las personas habi-tuadas al licor ni hemos notadoen la piel de la cara el color sucioterroso. Su voz sí es baja yentrecortada, condiciones quecreemos haberle observado siem-pre. Pero no ininteligible.Este punto no corresponde al há-bito exterior de los pederastas, nilo creemos de un ser degeneradofísica y moralmente. En el lengua-je común degenerar es decaerdesdecir, declinar y en nuestraopinión el señor Dr. Naranjo noha decaído en su físico, pues lohemos encontrado con el vigornatural á su edad; no desdice enla parte moral, porque al examinar-lo le hemos visto llorar, enrojecer-se y derramar lágrimas: actos queindican bien que el sentido moralexiste. Y si la parte moral compren-de la inteligencia, sabemos que elDr. Naranjo ha hecho últimamen-te un trabajo médico legal que lehace honor al país, y que le havalido el aplauso de magistradosy de médicos.26

23 Ibíd., f. 19v.24 “No camines apresurado ni con pesadez, niartificio ó ligereza, sino con medida, gravedad ydecencia. Cuando camines no has de inclinar nimover el cuerpo”. Reglas de la buena crianza, Op.cit., p. 22.25 Ospina, Op. cit., p. 11. 26 AHJ, doc. 1865, fs. 230–230v.

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Los médicos de ambos peritazgoshablan con la seguridad del que ya estáconvencido de algo y sólo realiza unaacción de rutina para confirmarlo. Ellostienen el poder de determinar con suveredicto si el examinado es o no unperverso, si es o no pederasta, poderque se tiene más que por el saber cien-tífico, por su voluntad en el lugar de quienposee el saber médico.

La medicina legal provee entonceslas tipologías de acuerdo con las cualesse pueda suscribir cada uno de los com-portamientos delictivos, por ejemplo: “lossalteadores y los ladrones tienen, engeneral una estatura exagerada; la tie-nen al contrario muy pequeña losestupradores e incendiarios”.27 Y así ladescripción de las orejas, lóbulos, piel,perfil, labios, dientes, cabellos, vellos,arrugas, manos, dedos y genitales, per-miten la detección del estuprador, ho-micida, asesino, estafador, ladrón, rate-ro y, en general, todos los criminales.No es sólo un comportamiento el quecuenta, hay toda una fisonomía. Este esel punto de encuentro con el saber queenseñó la escuela: ahora es el lugar delmédico el que evalúa y juzga.

El nuevo modelo: un cuerpopederasta

El trabajo que desempeñan los peri-tos no responde al deseo de investigarsi se cometió o no un delito. El interéses el delincuente, si existe o no. Se par-te de la premisa de que si hay un actodelictivo es porque hay un sujeto conuna constitución biológica y moral encorrespondencia con lo que hace o hahecho. Se ha dado una transformación:ya no es el pecador que realiza un actoque se puede perdonar y cambiar, no esel delincuente que se castiga, paga supena y expía el mal, ahora es alguienanormal y que se encamina a ser enfer-mo.28

Aunque las discusiones en el proce-so se centran en si el delito es corrup-ción o estupro, los médicos no tienencomo objeto a un corruptor o un estu-prador. Ellos tienen enfrente a un posi-ble pederasta, eso es lo que han de de-terminar al examinar las huellas en sucuerpo. Es el mismo sujeto que se en-juicia, pero el objeto es diferente, puedeser un pederasta. El presupuesto paraadelantar la práctica lo plantea la medi-cina legal, pero la medicina entra a ac-tuar porque hay otro indicio que es eltestimonio, que, en efecto, habla de las

27 “Discurso Académico Pronunciado a la SesiónSolemne de la Academia Nacional de Medicina el 2de Septiembre de 1916 por el Doctor MartínCamacho”, de Bogotá, en: Repertorio de Medicinay Cirugía, (Directores Dr. José M. Montoya, Dr.Julio Manrique), Volumen VII, pp. 185–186. Véase:Miguel Martínez, La Criminalidad en Antioquia,Tesis para doctorado, Medellín, Imprenta de ElEspectador, 1895.

28 “El acto delictuoso viene a ser el producto normalde un organismo anormal, esto es, de un organismotransitoria o incurablemente enfermo; no es elextravío momentáneo de una mentalidad sana, queecha a su voluntad por la escabrosa senda del mal”.“Discurso Académico”... Op. cit., p. 134.

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posibles prácticas del acusado; Herreraaprecia la conducta de Naranjo así:“Qué por lo que el testigo ha observadoy por lo que ha conversado con otrosmuchachos, al Dr. Naranjo le gusta quele introduzcan el miembro por el ano, ychupar el miembro a los demás. Citoestos términos literalmente, para que sevea cuanta es la importancia que tienela exposición pericial en sus conclusio-nes”.29 La misión de los médicos serádeterminar si el cuerpo observado harealizado esas prácticas de desviación,prácticas que corresponden a un mode-lo y que según el saber por ellos mane-jado llaman pederastia y a quien la rea-liza pederasta.

Se parte de la sospecha de que elinvestigado es pederasta y como se afir-ma en el objetivo del peritazgo, se quie-re saber cuál es el lugar que ha ocupa-do en las relaciones sexuales que hatenido. Si se determina ese lugar en susactividades sexuales se puede confirmartal sospecha.

Para lograr el objetivo, la medicinalegal cuenta con unos cuadros que per-miten caracterizar a los pederastas. Lascaracterizaciones darán cuenta de unaserie de prácticas que se supone debenexistir en la vida de un pederasta: estánhabituados a la masturbación y según sison pasivos o no, principalmente a ma-mar, son afeminados en su presentaciónpersonal y en algunos oficios y costum-bres que tienen.30 Para determinar cada

una de estas prácticas se examinan de-terminadas áreas del cuerpo: la boca,los labios y los dientes, para averiguarsi existe el hábito de mamar: “2º. Aber-tura bucal de dirección normal; dientesregularmente largos; labios normalmen-te gruesos, no están ni invertidos ni de-formados”,31 de lo que concluyen: “B.Del punto segundo se deduce que el in-culpado no presenta en su boca, dientesy labios los signos correspondientes alos hombres habituados a mamar”.32

También se examina la piel para verqué enfermedades existen o qué mani-festaciones de violencia se presentan:

3º. Habiendo exitado al inculpadopara que se desvistiera, hizo llo-rando propuestas reiteradas de suinocencia, y aseguró que en sucuerpo no se hallaría señal algu-na; bajó su pantalón y espontá-neamente fue presentando la re-gión posterior para que se le exa-minara, apoyando sus codos so-bre una mesa y haciendoprominar sus glúteos hacia atrás;como le dijéramos que queríamosexaminar primero la superficie delcuerpo, para lo que necesitába-mos que se despojara totalmentede sus vestidos, accedió á ello,protestando nuevamente su ino-

29 AHJ, doc. 1865, f. 53.

30 Véase: V. Dr. Balthazard, Manual de MedicinaLegal, 4ta., Barcelona, Salvat S. A., 1933,Biblioteca de Doctorado en Medicina bajo ladirección de Carnot y Founier, pp. 491–493.Putnam, Op. cit., pp. 345–347.31 AHJ, doc. 1865, f. 18v.32 Ibíd., f. 19v.

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cencia y llamando nuestra aten-ción sobre su desgraciada situa-ción, de la que si salía con bien,abandonaría inmediatamente estalocalidad. El examen general de lasuperficie cutánea, no nos demos-tró sino cicatrices numerosas, deun color amoratado, que noprominan sobre la piel, en algu-nas la reparación del tejido es to-tal, en otras la cicatrización, aunno se ha efectuado; estas cicatri-ces están situadas en la rejiónpostero–superior de ambos mus-los y en los glúteos, parece co-rresponder a una erupción deectima, más el inculpado dice queson producidas por niguas (pulexpenetrans) que han incubado enesas rejiones, las que el ha arran-cado con las uñas después de quehan crecido. En el resto de la su-perficie cutánea no se encuentraseñal alguna de violencia exter-na.33

Es común, según los manuales de lapráctica legal, que en estas relacionesse contraigan enfermedades, por estola existencia de una de ellas puede daridea de las prácticas sexuales, además,las relaciones se pueden dar con acce-sos violentos, que también se pueden leeren las marcas que quedan en la piel. Alrespecto dice la conclusión:

C. Muéstranos el punto tercero,que el inculpado no ha tenido lu-cha, al menos en estos últimosdías, con otra persona, que en supiel no hay resto alguno de anti-

gua ó reciente afección sifilítica,y que las cicatrices á que dichopunto se refiere, prueban segúnpropia expresión, lo que hemosconcluido del punto primero.34

A continuación se evalúan los indi-cios que puedan demostrar la existen-cia o no del hábito de la masturbación,que es considerado reiterativo en lospederastas. Sin embargo los peritos tie-nen algo claro en su desempeño: las in-formaciones recogidas en el peritazgono se pueden considerar pruebas efica-ces ya que muchas de estas no sonverificables fácilmente por las variacio-nes en el aspecto corporal o la falta deconcordancia entre las mismas. Esto loafirma Carlos E. Putnam en su tratadode Medicina Legal, texto de referenciaa finales del siglo XIX:

Este vicio ofrece pocos caracte-res locales en el hombre; cuandoes muy continuado parece que laextremidad anterior del pene,constituida por el balano, se pre-senta con cierto volumen mayorque la base; en lo general, en elcuerpo se presentan ciertas seña-les, languidez, demacración, em-pobrecimiento físico, ojeras, quepueden hacer sospechar esa cos-

33 Ibíd., fs. 18v–19.

34 Ibíd., f. 20. Y dicen los médicos del segundoperitazgo: “3° Hicimos el examen detenido de todala superficie cutánea y no hallamos lesión en ellade ninguna clase. De la erupción de ectima de quehablan los peritos, producida por las niguas, noquedan ni señales; ni nos parece lógico deducir quequien tenga estas señales ó haya tenido niguas, estédegenerado, particularmente si ha estado preso enalguna cárcel desaseada y sin recursos paraextraerlas á tiempo”.

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tumbre solitaria; más, estas seña-les no tienen nada de característi-cas, pudiendo depender de unmundo infinito de causas.35

El examen del pene también sirvepara determinar si ha habido pederastiaactiva, es decir, para corroborar si hasido introducido en otros cuerpos. Paradeterminar esto se estará atento a supresentación:

“con la mayor frecuencia el penees pequeño y va adelgazándosedesde la base a la punta (forma depene de perro). Más raramente elpene es grueso, y el glande en-tonces está estrangulado en labase y alargado en forma de cono;además el pene está retorcido so-bre sí mismo y el meato tiene unadirección transversal”.36

Aun teniendo claro los condiciona-mientos y las imprecisiones que podíaarrojar cualquier examen, losevaluadores del primer peritazgo exa-minan el cuerpo del inculpado para versi hubo masturbación continua o pede-rastia activa:

4º. Los órganos jenítales estánbien desarrollados; el penil cubier-to de pelos; el pene de lonjitudnormal, presenta aún, grosor re-gular y no está afilado hacia la

punta, no tiene dirección viciosa;el glande aplanado y bastante de-sarrollado, relativamente al volu-men del pene, no estáextrangulado en su base; el mea-to urinario mira verticalmente ha-cia abajo; los testículos normales;ganglios inguinales aparentes altacto, más no dolorosos.Los evaluadores concluye que:D. Del punto cuarto deducimoslo siguiente: según las observa-ciones de (Jarcja) Jacquemier y deLegrand du Saull, el glande desa-rrollado y globuloso, es una prue-ba material de hábitos de mastur-bación. Desgraciadamente noexisten en la ciencia, observacio-nes que tiendan a probar si estadeformación es siempre conse-cuencia del onanismo, sea cualfuere la maniobra que paraefectuarlo se ponga en práctica;no podemos, pues, asegurar si elglande del que se masturba frotan-do su pene entre dos piernas, ad-quiere la misma deformación quela de aquel que los hace contocamientos manuales; la simpleinducción y la aplicación de unsano criterio, nos hace inclinar á ladeducción de que para el efecto,cualquier procedimiento puedeacarrear la misma deformación.37

35 Putnam, Op. cit., p. 347.36 Balthazard, Op. cit., pp. 493–497. “Lospederastas activos pueden presentar el pene muydelgado y puntiagudo semejante al del perro, peroestos caracteres no tienen ningún valor real”.Putnam, Op. cit., p. 346.

37 AHJ, doc. 1865, f. 20. El término Onanismoviene de un relato bíblico en Génesis 38, 6–10 en elque Onán, hijo de Judá, se casa con la esposa de suhermano Er, pero como él no quiso dar descendenciaa su hermano, cuando tenía relaciones con elladerramaba el semen en tierra, por eso el castigoque recibió fue la muerte. De aquí viene la palabraonanismo, el derramar el semen y no usarlo para laprocreación, hecho que tiene un castigo.

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El segundo peritazgo, después dedescribir la misma observaciónseñala lo siguiente:4° Los órganos genitales estánbien desarrollados, el pubis cu-bierto de pelos, el pene de longi-tud y latitud normales, no estáafilado hacia la punta y no tienedirección viciosa. El glande desa-rrollado no está estrangulado ensu base, el meato urinario miraverticalmente hacia abajo; los tes-tículos son normales y no encon-tramos infartos en los ganglioslinfáticos.A pesar de la opinión deJacquemier y de Legrand de Saull,citados por los peritos, no cree-mos que el glande desarrollado,sea por sí sólo una prueba mate-rial del onanismo. Dicho desarro-llo puede ser apenas un indiciode hábitos viciosos, y muchasveces fenómeno congenital.38

Como era de esperarse, según lasafirmaciones de los peritos el resultadono es óptimo, lo observado no se puedeutilizar de manera eficaz. Sin embargolos médicos siguen adelante, avanzan apesar de lo inútil de su tarea. Así, paradeterminar finalmente si ha habido pe-derastia pasiva deben examinar losglúteos y el ano: allí pueden constatar siha sido objeto de penetración.

Según los planteamientos de Tardieu,la pederastia se debe considerar de dostipos: como única, es decir, si se ha dado

una sola vez, o habitual, cuando es unapráctica continua del sujeto. Dependien-do de una de estas situaciones, la pre-sentación de los órganos sexuales serádiferente. Cuando ha sido una sola vez,hay relajación del esfínter por uno o dosdías y lesiones traumáticas locales: ru-bicundez, desgarros de la región del es-fínter, excoriaciones, ardor más o me-nos doloroso en el ano, dificultad en lamarcha, inflamación de la mucosa delrecto, presencia de esperma o contami-nación venérea.

Cuando es habitual, es decir, que serepite una y otra vez la introducción deobjetos, se presenta un desarrollo exce-sivo de las nalgas, deformacióninfundibuliforme del ano (en aspecto deembudo), relajación del esfínter, cres-tas y carúnculas alrededor del ano,ulceraciones, grietas, hemorroides,fístulas, blenorragia rectal, sífilis, cuer-pos extraños introducidos en el ano ydesaparición de los pliegues.39 Esto eslo que buscan los médicos del primerperitazgo:

5º. Nalgas fláccidas un poco de-primidas; al poner al inculpado enuna posición aparente para el exa-men (codos apollados en un ta-burete y haciendo salir la rejionglútea hacia atrás), se nota en elfondo de los glúteos sin necesi-dad de apartarlos dos bandeletas

38 AHJ, doc. 1865, fs. 230v–231.

39 Véase: Balthazard, Op. cit., pp. 493–495.Putnam, Op. cit., p. 346; Thoinot, l. Tratado deMedicina Legal, Barcelona, Salvat, 1916, pp. 61–62. Todos ellos basados en los planteamientos deTardieu.

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ó repliegues mucosas y rojisas;apartando los glúteos se encuen-tra en el centro de estos replie-gues el orificio anal dilatado; elano no presenta forma indifuinfundibiliforme; sus pliegueshacen falda sobre todo al ladoderecho; de este mismo lado senota un pequeño nucleoemorroidal y una partículaescrementicial del volumen de ungarbanzo, al practicar el tacto rec-tal, se puede apreciar que elesfinter no tiene la tonicidad nor-mal, y que está un poco dilatado;que las bandeletas o replieguesmucosas, se reducen fácilmente,y que hay algún dolor; el inculpa-do dice haber sufrido deemorroides.40

Y concluyen:E. Fundándonos en el contenidode nuestro punto quinto, tenemosdatos para creer qué el inculpa-do, aunque su ano no tiene la for-ma de embudo, ha tenido hábitosde pederastia pasiva, ó al menosha introducido en su cuerpo, conalguna frecuencia, cuerpos extra-ños.41

Después de realizar la tarea, que acada paso ha arrojado informacionesinsuficientes, la conclusión es la espe-rada: hay pederastia, sin embargo, comose había anunciado, el examen no lopuede garantizar, pero es la voz del pe-rito, del conocedor, de una autoridad con

un saber. Por su parte, el segundoperitazgo indica lo siguiente para des-mentir el primero:

5°. Procedimos al examen escru-puloso del recto y órganos veci-nos y hallamos: nalgas blandascomo lo son todas las que tienenmucha grasa, y en apariencia de-primidas, sin duda porque el Doc-tor Naranjo, hombre obeso tieneen la parte inferior de los lomosdos gruesos cojines de tejido adi-poso muy salientes, que contras-tan con la gordura, apenas natu-ral de la región glutear. Inspeccio-nada la abertura anal por la colo-cación adecuada del inculpadopara hacer un buen examen, nopudimos notar que el esfínter delano estuviera abierto; antes porel contrario, al introducir el dedopercibimos alguna rigidez de lasfibras musculares, no excesivaciertamente, pero distante de acor-darse con la dilatación que losautores de Medicina Legal, seña-lan en este punto á los pederas-tas. Introduciendo todo el dedoíndice en el recto y moviendo al-rededor de las paredes, nada per-cibimos que merezca especialmención, pero tanto por la vistacomo por el tacto quedamos con-vencidos de que la forma de em-budo, señalada por los profeso-res, como signos importantes delhábito de pederastia pasiva, noexistía; en lo cual pensamos estarde acuerdo con los peritos deManizales. El Dr. Naranjo ha teni-do y tiene todavía algunos tumo-res hemorroidales; uno al lado iz-quierdo, que puede sangrar confacilidad y en ese tumor la mem-

40 AHJ, doc. 1865, fs. 19–19v.41 Ibíd., fs. 20–20v.

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brana mucosa está un poco enro-jecida. En el mismo lado izquierdohay un pliegue bastante saliente;que efectivamente parece un la-bio vulvar; y en el lado opuestootro pliegue apenas perceptible.Estos pliegues son tenidos por losexpositores como señales de pe-derastia, especialmente cuandoestán acompañados por la formainfundibuliforme, por la relajacióndel esfínter, por la ruptura de lasfibras radicadas en los músculosdel ano y por la existencia de plie-gues redondeados semejantes ácarinculas multiformes; pero espreciso observar que lospatólogos también consideranque un tumor hemorroidal flojo,desirritado y crónico, puede for-mar pliegues semejantes á los in-dicados.Por lo dicho, la región anal del Dr.Naranjo, no se presenta en esta-do fisiológico; pero su situacióntanto pudiera explicarse por hábi-tos de pederastia pasiva, comopor influjo de enfermedades deotro género; lo que nos obliga ápensar y declarar que no tenemosbase para afirmar que el inculpa-do haya tenido hábitos de pede-rastia pasiva ni costumbre vicio-sa de introducir cuerpos extrañosen el recto. Además, según losreconocedores de Manizales,Legrand de Saull dice que, en ca-sos semejantes la reserva es nosolo permitida, sino también ne-cesaria, y á ella nos atenemos másbien que declarar inocente o cul-pable al sindicado.42

Para conseguir el objetivo, los médi-cos cuentan con las herramientas y ladoctrina establecida por la medicina le-gal; ésta les presenta planteamientosclaros. Los diversos manuales y trata-dos de medicina legal a los que tienenacceso coinciden en plantear definicio-nes, caracterizaciones y descripcionesfísicas, morales e intelectuales, aplica-bles al pie de la letra a los diferentestipos de delincuentes. Pero para bene-ficio del sindicado, los manuales del sa-ber médico legal también coinciden endejar claro que esas clasificaciones noson absolutas y poco sirven porque nosiempre el implicado responde a todaslas características y, por tanto, no exis-ten signos realmente demostrativos dela existencia de la pederastia.43 Es poresta razón que en las conclusiones delos peritazgos, los médicos afirman que:

Aunque del exámen que ha resul-tado según los puntos 4º y 5º,aparece que en el inculpado noexisten signos de pederastia acti-va, y que los de la pasiva, no es-tán absolutamente caracterizados,creemos de nuestro deber adver-tir al señor funcionario de instruc-ción, que según célebres médicos

42 Ibíd., fs. 231–232. “Actualmente sabemos quelas fístulas son de origen tuberculoso y que ningunarelación tiene con la pederastia. En cuanto a lasfisuras y las hemorroides, es difícil admitir que elcoito anal pueda favorecer su aparición, pues quelos cirujanos están conformes en considerar ladilatación del ano como tratamiento de elecciónde estas lesiones en los sujetos afectos a ellas...”,Balthazard, Op. cit., p. 496.43 Ibíd.

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y lejistas, es posible que en indi-viduos entregados á este abomi-nable cuarto degradante vicio,deje de encontrarse en sus órga-nos señales que lo caracterizen.Legran Du Saulle, se expresa así:“No obstante, si el examen direc-to de los órganos no revela algúnmotivo de sospecha; si el médicoteme ser contradicho por hechosaveriguados; por testimoniosprobados; aún por pruebas abru-madoras de un flagrante delito,una reserva es, no solamente per-mitida, sino también necesaria. Espreciso, después de señalar laausencia de señales de pederas-tia, decir formalmente que es po-sible que en ciertos individuos,existan estos hábitos viciosos sinhaber dejado señales en la con-formación física.44

Por su parte, los miembros del se-gundo peritazgo reafirman su reservapara sacar conclusiones una vez reali-zada la observación pertinente.

Así, pues, la herramienta médica ter-mina siendo insuficiente, no es eficaz nipuede observarse como la mejor alter-nativa ya que si no da una completa se-guridad el médico no puede afirmar onegar la culpabilidad. Finalmente, el ve-redicto del médico termina supeditadoa sus principios personales y a sus inte-reses con respecto a los procesos. Ahoraes el médico quien en sus manos tieneel saber médico y una moral de la queha sido heredero, para determinar laverdad de la situación.

45 Ibíd., fs. 232–232v.

Lo que se percibe es entonces lagran limitación del saber médico en es-tos términos, pero también el poder queradica en la decisión que puede tomarel médico que tiene en sus manos esesaber que no es infalible. Así lo recono-cen los segundos examinadores al con-cluir que tampoco pueden confirmarmuchas cosas:

Anotamos, para concluir, que sipreceptos morales y científicosnos vedan proclamar categórica-mente la inocencia del acusado, ynos colocan en necesaria pruden-te reserva, el examen médico legalconcienzudo que hemos practica-do en la persona del Dr. Naranjosiguiendo cuidadosamente el mis-mo derrotero señalado por losanteriores peritos, nos ha sumi-nistrado, por unas partes, datosnegativos de pederastia, que nadadicen por consiguiente en contradel sindicado; y por otra, un sig-no (el punto 5°) á que pudiéra-mos dar significación acusadora,si no estuviera infirmado por va-rias circunstancias, especialmen-te por un hecho patológico (he-morroides) y si no nos arredrarael cargo merecido de temerarios óinjustos.45

No se sabe qué pasa entre los dosperitazgos. Han transcurrido más de dosaños entre uno y otro y en el interés delsegundo peritazgo está en demostrarque los médicos del primero hicieron unalabor con el único ánimo de mostrar a

44 AHJ, doc. 1865, f. 20v.

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un ser degenerado. El saber médicoestá en manos de hombres, hombres conuna moral, con unos sentires que condi-cionan el saber que poseen. La objetivi-dad del saber queda en manos de la sub-jetividad del científico y es ahí donde vaa radicar su poder.

Al final, del resultado de losperitazgos no se produce un veredictodefinitivo. No hay razones, explicacio-nes ni planteamientos claros y consti-tuidos para producir un veredicto u otrorespecto del acusado. Lo que sí quedaclaro es que el individuo es sometido auna situación en la que se ven escenasde agresión y manifestación de dolor yvergüenza por parte del examinado. Yano es importante este sujeto enfermo:no hay respeto sino un trato para alguienque es considerado degenerado y quese puede violentar. La ciencia médicalegal ha suministrado los modelos a partirde los cuales evaluar, pero ella mismacontiene sus propias limitaciones. Deesta manera el peritazgo termina sien-do el sometimiento del individuo al ul-traje, a la violencia y a la vergüenza alser tocado, mirado en posiciones queresultan indignas; todo ello para dar lu-gar a que el sujeto con poder amparadoen su saber haga las afirmaciones co-rrespondientes. Los mismos médicosreconocen las condiciones de desagra-do y agresión que contiene el actopericial:

Muchos de los pasajes en esteinmundo relato, serán vistos condesagrado, y algunas de las pala-bras en él consignadas, harán sal-tar á la cara los colores de las per-

sonas que ni aún se imajinan quela naturaleza humana lleve sufrajilidad, hasta encenagarse enestos inmundos vicios, cuantoaberrados exesos; maspermítasenos terminar nuestraexposición, consignando aquíesta feliz expresión, llena de ver-dad: “La ciencia es como el fue-go, purifica cuanto toca”.46

El examen ha cumplido entonces suobjetivo: dar una información para com-probar el alejamiento del “deber ser”,pero a la vez, uno de los funcionariosaprovecha la ocasión para hacer caeren cuenta de otra consecuencia que sepuede sacar del proceso: aplicar un cas-tigo, sancionar al examinado por las fal-tas realizadas y, además, poner de ejem-plo su nueva situación vergonzosa paraque sirva de escarmiento. Es aprove-char el poder, en este caso del sabermédico, de manera violenta para ultra-jar:

No puedo prescindir de hacer al-gunas observaciones sobre la ex-posición pericial de 23 de junioúltimo (f. 18). Después de leerlame he preguntado: no sería mejorque se hubiese omitido? Si estáprobado que el Dr. Naranjo come-tió los hechos que se imputan, áqué fue examinar su cuerpo paraver las huellas que en él han debi-do dejar, según las ciencias? Lalectura de aquella exposición pro-duce tan desagradable descon-suelo en el alma! Conocido el mal,

46 Ibíd., fs. 20v–21.

HISTORIA Y SOCIEDAD NO. 13, MEDELLÍN, COLOMBIA, NOVIEMBRE 2007, PP. 191–211

Walter Alonso Bustamante Tejada 211

para que mostrarlo en su horribledesnudez? Sin embargo, quizá esconveniente ver la terrible fealdadde ciertas cosas, para huir másfácilmente y con mayor gusto deellas: He oído decir que un médi-co famoso que escribió sobre lasfunestas consecuencias de la sí-filis, puso en la portada de su obraestas palabras dirigidas a sus lec-tores: “Si no temes a Dios temedal jálico”. Pues bien: mostrando ala juventud el cuerpo del Dr. Na-ranjo, podrá decírcele: “si noquereis llegar al miserable estadode ese hombre, huid de la sodo-mía.47

El cuerpo, aquel que se protege conlas normas de la urbanidad, es tambiénobjeto por medio del cual se infringe uncastigo. Éste se vulnera, y lanormatividad para su manejo y presen-tación, es a la vez instrumento de poderpara quien puede intervenirlo y expre-sar sus impresiones. Sobre el ultraje ala persona y el sometimiento a condi-ciones vergonzosas, la ciencia médicaha cumplido en este proceso su laborfilantrópica de observar el cuerpo deldelincuente para aportar elementos queprotejan a la sociedad. Su interés es fi-

47 Ibíd., f. 70.

lantrópico, es someter un solo sujetopara proteger a la sociedad. El cuerpo,del cual no se deben mencionar nom-bres, mostrar partes, tocar otras ni enpúblico ni en privado, es usado en el lu-gar del poder de quienes tienen el sabermédico. Allí hay un amplio fuero quepermite la observación para la construc-ción del objeto que se quiere conseguir.

Finalmente ambas miradas muestransu falibilidad. La labor educativa quetenía como objetivo domesticar el cuer-po al parecer no fue efectiva, el cuerpodel inculpado permite hacer conjeturas,preguntarse sobre su posible uso. Comono se asimilaron las enseñanzas al piede la letra, es posible generar la duda ybuscar pruebas. Pero esa tarea de lamedicina legal tampoco es eficaz, tam-poco los peritos, aunque ven que el cuer-po no está ajustado al manual primero,el de urbanidad, no pueden afirmar nadaconcreto y definitivo desde su saber. Poreso el individuo en cuestión será absueltoporque tiene una carta de salvación,será llamado “anormal” y comenzará unnuevo camino, a lo largo del siglo XX,mediado por la medicalización de la queserá objeto, la cual producirá nuevoscastigos.