defensa de la vida

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DEFENSA DE LA VIDA DEL INOCENTE

“La vida humana es sagrada. Sólo Dios es Señor de la vida, desde su comienzo hasta su término; nadie, en ninguna circunstancia, puede atribuirse el derecho de matar de modo directo a un ser humano inocente”1. El Decálogo declara: “No matarás”2. Incluso se señala una sanción para el que mata, por ejemplo: “El que hiera mortalmente a otro, morirá”3. En efecto, la Sagrada Escritura puntualiza el respeto ineludible por la vida, sobre todo del que no tiene culpa alguna ni la capacidad de defenderse: “No matarás al inocente y al justo”4.

La sangre para el israelita era signo de vida. Por eso, esparcir sangre de un inocente era sacrificar gravemente la vida. Así dice Yahvéh a Caín: “¡Se oye la sangre de tu hermano clamar a Mí desde el suelo!”5. “Si se pone tan gran atención al respeto de toda vida, incluida la del reo y la del agresor injusto, el mandamiento no matarás tiene un valor absoluto, cuando se refiere a la persona inocente. La eliminación directa y voluntaria de un ser humano inocente es siempre gravemente inmoral. Ante una norma moral que prohíbe la eliminación directa de un ser humano inocente no hay privilegios para nadie”6.

El quinto mandamiento se aplica en sentido propio y exclusivo a la vida humana, que prevalece sobre los seres inferiores, en la vida animal y vegetal. El “No matarás”, de modo general, implica el respeto a toda la obra del Creador. En la vida ordinaria, los hombres matan animales para nutrirse o defenderse, lo cual se considera como una expresión del dominio del hombre sobre lo que el Creador ha puesto a su disposición. Es evidente que el quinto mandamiento es un homenaje al Creador y a su obra máxima, que es la vida humana; pero señala también, de alguna manera, el respeto que debemos a toda la obra de Dios, confiada al hombre desde el principio.

“Los experimentos médicos y científicos en animales, si se mantienen en límites razonables, son prácticas moralmente aceptables, pues contribuyen a cuidar o salvar vidas humanas. Es contrario a la dignidad humana hacer sufrir inútilmente a los animales y sacrificar sin necesidad sus vidas. Es también indigno invertir en ellos sumas que deberían remediar más bien la miseria de los hombres;

1 CONGREGACIÓN para la DOCTRINA de la FE, Donum vitae, Roma 22 febrero 1987, Introducción, n 5. Véase también: CATECISMO de la IGLESIA CATÓLICA, 11 octubre 1992, n.2258. 2 Ex 20,13; Dt 5,17. 3 Ex 21,12. 4 Ex 23,7; Dan 13,53. 5 Gn 4,10. 6 JUAN PABLO II, Encíclica Evangelium vitae, Roma 25 marzo 1995, n 57.

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se puede amar a los animales, pero no se puede desviar hacia ellos el afecto debido únicamente a los seres humanos”7.

Los esfuerzos de varias “Sociedades” protectoras son considerados beneméritos, puesto que buscan la protección de los animales y de la naturaleza, en general. Sin embargo, es un error oponerse a la disección de animales, cuando ésta es verdaderamente útil al progreso de la Medicina y, particularmente, para el bien de alguna persona. La Sagrada Escritura señala que Dios da alimento a sus creaturas, las protege y prepara el lugar donde reposan8. En la Biblia, los animales aparecen como instrumentos de Dios para realizar sus designios, como: la paloma en el relato del diluvio, el carnero de Abraham, las mulas de Saúl, el cuervo de Elías. El sacrificio cultual de los animales es el reconocimiento de que primero pertenecen a Dios antes que a los hombres, y que pueden ser el trámite sensible de la bendición de Dios. En resumen, todo lo que Dios ha creado es bueno y está al servicio de la vida del hombre; si éste hace buen uso de las cosas creadas, conseguirá una vida digna y estable y también la salvación eterna. La Bioética, en su sentido más amplio y exacto, defiende todo signo de vida, pero siempre da primacía a la vida humana.

Pbro. Lic. Alejandro de Jesús Álvarez Gallegos Twitter: @padrealejandro

Facebook: Hablemos de Bioética

7 CATECISMO de la IGLESIA CATÓLICA, nn 2417-2418. 8 Cf Sal 84; Lc 12,22-31.

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MARIA PORTADORA DE LA NUEVA VIDA

«Cuando se cumplió el tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la Ley, para rescatar a los que estaban bajo la Ley, para que recibiéramos el ser hijos por adopción» (Gal 4,4-5).

Objetivo:

«Reconocer el papel de la Virgen María, como portadora de Vida en la Salvación, para que a ejemplo de ella, podamos colaborar en la construcción de una sociedad donde nazca, se proteja y cultive la vida»

Indicaciones:

Para ambientar el lugar donde se dé el tema:

- Llevar el título del tema, atril para colocar la Sagrada Escritura, Cirio o vela y Crucifijo;

- Una imagen de la Virgen María donde aparezca con el niño Jesús en sus brazos (opción – cualquier otra imagen de la Virgen).

- Un dibujo de un árbol que sea visible para todos, en cuyas raíces aparezca el nombre grande de Dios, en el tronco el nombre de Cristo, en una de sus ramas centrales el nombre de María y en las hojas de esa rama algunos frutos de vida: Fe, amor, servicio, entrega.

- Una papeleta para que cada persona escriba su compromiso y pase al final, a pegarlo en las demás ramas del árbol. Lápices y cinta adhesiva.

Entramos en oración

Lector 1: Una joven ha entrado en la Historia de la salvación de los hombres, con la sencillez de una joven, de la mano de Dios. Ella dice SI en la fe, en la seguridad de saberse querida por quien llama.

Será bendita entre las mujeres.

Lector 2: María, porque has creído, tus ojos han visto la Luz de las naciones. Porque has tenido la audacia de confiar en el Señor, y entregarte a Él como sierva, el Dios-con-nosotros ha hecho en ti maravillas. Y tu corazón de madre ha escuchado el «gloria para Dios en el cielo y paz en la tierra para el hombre de bien».

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Señora, tu fe, en nosotros, anuncia cada alborada.

Camina junto a tu pueblo, camina junto a nuestra Diócesis encomendada a tus amorosos cuidados.

Y danos siempre al fruto bendito de tu vientre, Jesucristo nuestro Dios y Señor.

MIRAMOS NUESTRA REALIDAD

1. ¿Qué hechos de nuestra realidad actual amenazan o destruyen la vida?

(Aborto, explotación y prostitución, maltrato físico y verbal, secuestros,

violencia, contaminación ambiental…)

2. Menciona el nombre de una mujer que te haya dado vida y comenta de qué manera te la ha comunicado. (En la familia se transmite vida a través de manifestaciones de cariño, de cuidado, atención, de escucha, de respeto; y corrigiendo con amor…).

La vocación de toda mujer estrictamente hablando, es la de proteger, cuidar y acompañar la vida, sobre todo en aquellas situaciones en las que se siente más amenazada y desprotegida.

Los medios de comunicación reflejan multitud de situaciones de muerte, que se hallan presentes en la realidad cotidiana. ¿Cómo se abrirá paso el deseo de la vida en medio de tanto maltrato y muerte?

Esto es, de hecho, nuestra vocación común. Pasar por el mundo buscando lo que es esencial en la vida. Tocar los rostros y las historias que nos rozan, y descubrir lo profundo en ellas. Cultivar y proteger la vida.

Dios siempre está a favor de la vida. En Jesús, que nos ama hasta el extremo y en el Espíritu Santo, dador de vida, se recrea constantemente. Dios se pone siempre del lado de la vida, para derrotar la fuerza del mal y de la muerte. Y así lo débil vence a la fuerza del mal.

María representa la esperanza de vida que existe en el corazón de todo ser humano, representa a todas aquellas personas que dan testimonio del bien en la vida, que luchan para que la vida pueda vencer a las fuerzas del mal.

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MARÍA PORTADORA DE LA NUEVA VIDA.

«Cuando se cumplió el tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la Ley, para rescatar a los que estaban bajo la Ley, para que recibiéramos el ser hijos por adopción»

(Gal 4,4-5).

DIOS NOS HABLA Y LA IGLESIA NOS ENSEÑA

(Se prepara previamente a un lector que pase a proclamar el texto desde la Sagrada Escritura).

«Por aquellos días, María se puso en camino y fue de prisa a la montaña a una ciudad de Judá. Entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel y cuando Isabel oyó el saludo de María, el niño saltó en su seno. Entonces Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó a grandes voces:

«Bendita tu entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre ¿Cómo es posible que la madre de mi Señor venga a visitarme?» (Lc. 1,39-43).

Cuando Isabel oyó el saludo de María, el niño saltó en su seno.

En el saludo y abrazo de estas mujeres se abraza la historia del Antiguo Testamento, del antiguo pueblo, con el nuevo Testamento y el nacimiento del pueblo nuevo de los hijos de Dios. Dios es fiel a sus promesas y a través de una mujer, María, Dios establece su morada entre nosotros (cf. Is 7,10-16).

Jesús desde el vientre de María le da vida a ella y a los que ella visita, María portadora de vida con el fruto que alegra y alimenta al nuevo pueblo que es su Iglesia.

María es portadora de la Vida nueva que es Cristo. El Concilio de Éfeso, en el año 431, definió solemnemente que María es «Madre de Dios» porque engendró a Cristo, verdadero Dios.

El Concilio Vaticano II lo confirma diciendo: «El benignísimo y sapientísimo Dios, al querer llevar a término la redención del mundo, «cuando llegó la plenitud del tiempo, envió a su Hijo hecho de mujer... para que recibiéramos la adopción de hijos» (Gal 4,4-5). «El cual por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación, descendió de los cielos, y se encarnó por obra del Espíritu Santo de María Virgen». Este misterio divino de salvación se nos revela y

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continúa en la Iglesia, a la que el Señor constituyó como su Cuerpo, y en ella los fieles, unidos a Cristo, su Cabeza, en comunión con todos sus Santos, deben también venerar la memoria, «en primer lugar, de la gloriosa siempre Virgen María, Madre de nuestro Dios y Señor Jesucristo» (LG 52).

«En efecto, la Virgen María, que según el anuncio del ángel recibió al Verbo de Dios en su corazón y en su cuerpo y entregó la vida al mundo, es conocida y honrada como verdadera Madre de Dios Redentor» (LG 53).

María en la Historia de Salvación: su fundamento. María no es solo signo de que hay salvación en la historia. Ella es agente de salvación histórica.

María entra como protagonista en la Historia de Salvación. Como decía San Ireneo: «Fue causa de salvación». No solo fue signo, también instrumento.

Engendrando, llevando en su seno, dando a luz y educando a Jesús, María es quien introduce en la historia la semilla de la salvación definitiva: una salvación integral. Se convirtió en tierra buena que da el ciento por uno; muy pronto comenzó a ejercer el ministerio de «Madre del discípulo amado» y a orientar a todos los hombres hacia el salvador.

Dios desde la creación tenía en su plan darnos a Jesucristo a través de María para alcanzar la plenitud de la salvación. Si en el primer Génesis están los dos principios, representados por Adán y Eva, Dios quiso que también en el nuevo Génesis aparecieran representados por Jesucristo y María; esta es la lógica de Dios «lo que Dios ha unido no lo separe el hombre». Solo habrá liberación de la historia si continuamos esa lógica interna del proyecto de Dios. Para llegar hasta Dios y unirse con Él es indispensable utilizar el mismo instrumento escogido por Él para descender hasta nosotros, hacerse hombre y comunicarnos sus gracias. Esto se realiza mediante una verdadera devoción a la Santísima Virgen.

Dentro de las estructuras de la historia de la Salvación, María es un personaje clave. En ella se anudan los grandes momentos: María fue la testigo más cualificada del paso del Antiguo al Nuevo Testamento, testigo del paso de la vida oculta de Jesús a su vida pública, testigo del paso de Jesús, de este mundo al Padre por medio de la muerte-resurrección, testigo del paso de la Iglesia prepascual a la Iglesia pos-pascual, María es la brecha a través de la cual se abre en la historia el espacio salvífico.

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María en el génesis del nuevo Pueblo. Aunque la tierra prometida es regalo también es conquista. El Pueblo de Israel animado por Josué, venciendo las dificultades entró a tomar posesión de ella (cf. Jos 1-12). De igual manera María al ser elegida para ser Madre de Dios nos da ejemplo: de correspondencia a la gracia desde su Sí en la encarnación, hasta el pie de la cruz colaborando así con el nacimiento del nuevo pueblo de los hijos de Dios.

La pertenencia al nuevo pueblo se producirá no a través de un germen corruptible, sino a través del Espíritu. Y ¿dónde se produce el origen de este nuevo pueblo que es Jesucristo, del cual formamos parte desde el día de nuestro Bautismo? ¡En María! a lo largo de la historia de la humanidad cristiana, María nos visita de nuevo trayéndonos al Salvador.

María en la vida de nuestra Diócesis «Reconocemos que a nuestras tierras llegó la plenitud de los tiempos de salvación cuando, desde sus primeras correrías evangelizadoras, los misioneros franciscanos nos ofrecieron a María Inmaculada junto con Jesús, como el fruto bendito de su vientre, con el único fin de rescatarnos de las tinieblas de la idolatría y hacernos, por el bautismo, hijos de Dios». (IV PDP vol. 1 No. 8) «Fieles hijos y devotos de la Virgen de San Juan.

Desde el inicio de la evangelización, Nuestra Señora de San Juan de los Lagos fue nuestra estrella y la aurora de Jesucristo, el verdadero sol de justicia y salvación para estas tierras» (IV PDP vol. 1 No. 19).

Esta presencia de la Virgen de San Juan, ha hecho todavía más marianos a nuestros pueblos, desde siempre también guadalupanos (cf. IV PDP vol. 1 No. 20) María, es el rostro materno de Dios que refleja la ternura entrañable, la misericordia sin límite, la compasión delicada que vela todo sufrimiento humano.

NOS COMPROMETEMOS

Desde mi identidad como hombre o como mujer a ejemplo de María, ¿De qué manera puedo cada día trabajar a favor de la vida?, ¿Con qué acciones y con qué actitudes concretas, podemos ser portadores de vida, en nuestra familia, en el trabajo, escuela o comunidad?

Las personas que trabajan cada día a favor de la vida con el trabajo, la entrega, el perdón, la rectitud y la bondad, la acogida, la firmeza en la verdad y la justicia... Cuando lo hacen, se parecen a Dios e imitan a María.

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1. Escribe en una papeleta una acción concreta con la cual te comprometas a ser generador de vida dentro de tu misma familia. Y pasa a pegarla en alguna de las ramas del árbol como señal de tu compromiso.

2. Investiga qué instituciones gubernamentales o no gubernamentales están a favor de la vida. Proponte participar o apoyar alguna de sus actividades.

CELEBRAMOS

Se canta algún canto a María.

Puestos de pie se hace la siguiente oración:

Súplica a Santa María Madre de la Vida.

María, tú que cuidas de nosotros, que te apareces,

Bellísima atenta, preocupada, derramando luz;

que con tu presencia, das señales de alerta,

Ayúdanos para que acojamos la vida

y no quedemos atrapados en la muerte.

Mujer de la revelación primera y última,

Mujer del nuevo génesis enséñanos a vivir

con sabiduría en una historia que muere

y que renace, en medio de la lucha.

Ayúdanos a evitar las trampas del maligno,

alértanos en los momentos de peligro, no permitas

que nuestra ceguera nos impida acoger la luz.

Tú que te apareces a tantos pueblos.

¡Síguete apareciendo Madre y muéstranos a Jesús,

fruto bendito de tu vientre!

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Haz nacer a Jesús con nuestra colaboración,

en nuestra Diócesis, en nuestra cultura

y en nuestro tiempo.

Haz que sepamos estar con Jesús, como tú

y el discípulo amado, en todos los Calvarios

del mundo, comprometidamente compadecidos

y esperando la vida que no tiene fin. Amén

(cf. José C. R. García Paredes)

EVALUAMOS

- ¿Qué fue lo que más nos gustó de este tema?,

- ¿Con qué nos quedamos?

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CelebraciónESQUEMA DE HORA SANTA POR LA VIDA 1 PROCESIÓN Reunida la asamblea, se entona un canto mientras el sacerdote o el diácono, revestido de capa pluvial y acompañado por unos ministros asistentes, entra al presbiterio. Toda la asamblea se arrodilla mientras el celebrante se pone el velo humeral y camina hacia el Sagrario. Luego, trae el Santísimo Sacramento, lo pone en la custodia y lo expone sobre el altar. El celebrante se arrodilla delante del altar e inciensa el Santísimo Sacramento. Cuando se termina la canción de entrada, se hace un momento de oración en silencio. ORACIÓN INICIAL Después el celebrante se va a su sede y desde allí hace la Oración Inicial, usando uno de los siguientes formularios: (Oración Colecta, Misa de Corpus Christi) Señor nuestro Jesucristo, que en este sacramento admirable nos dejaste el memorial de tu pasión, concédenos venerar de tal modo los sagrados misterios de tu Cuerpo y de tu Sangre, que experimentemos constantemente en nosotros el fruto de tu rendición. Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo y eres Dios por los siglos de los siglos. o bien: (Santa Comunión y la Adoración de la Eucaristía fuera de la Misa, núm. 224) Señor, Dios nuestro, que a través de este gran sacramento llegamos a la presencia de Jesucristo, tu Hijo, nacido de la Virgen María y crucificado para nuestra salvación. Que nosotros, quienes declaramos nuestra fe en esta fuente de amor y misericordia, bebamos del agua de la vida eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor. Todos: Amén. Se hace un momento de silencio. Sigue la liturgia de la Palabra

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LITURGIA DE LA PALABRA Primera Lectura: Génesis 9, 1-7 Al hombre le pediré cuentas de la vida de su hermano. Lectura del libro de Génesis En aquel tiempo, Dios bendijo a Noé a sus hijos, diciéndoles: “Crezcan y multiplíquense y llenen la tierra. Todos los animales los temerán y los respetarán a ustedes; las aves del cielo, los reptiles de la tierra, los peces del mar, están sujetos a ustedes. Todo lo que vive y se mueve les servirá a ustedes de alimento; se lo entrego a ustedes, lo mismo que los vegetales. Pero no coman carne con sangre, pues en la sangre está la vida. Por eso yo pediré cuentas de la sangre de ustedes, que es su vida; se las pediré a cualquier animal; y al hombre también le pediré cuentas de la vida de su hermano. Si alguien derrama la sangre de un hombre, otro derramará la suya; porque Dios hizo al hombre a su imagen. Ustedes crezcan y multiplíquense, extiéndanse por la tierra y domínenla”. Palabra de Dios. Todos: Te alabamos, Señor. Salmo Responsorial: Salmo 138 R. Guíame, Señor, por el camino eterno. Señor, tú me sondeas y me conoces; me conoces cuando me siento o me levanto, de lejos penetras mis pensamientos; distingues mi camino y mi descanso, todas mis sendas te son familiares. R. Guíame, Señor, por el camino eterno. Tú has creado mis entrañas, me has tejido en el seno materno. Te doy gracias, porque me has escogido portentosamente, porque son admirables tus obras. R. Guíame, Señor, por el camino eterno. Sondéame, Señor, y penetra mi interior; examíname y conoce lo que pienso; observa si estoy en un camino falso y llévame por el camino eterno.

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R. Guíame, Señor, por el camino eterno. Oración en silencio. Aclamación Antes del Evangelio: Juan 6, 51 R. Honor y gloria. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo, dice el Señor; el que coma de este pan vivirá para siempre. R. Honor y gloria. Evangelio: Juan 6, 51-58 Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. + Lectura del santo Evangelio según san Juan En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo les voy a dar es mi carne para que el mundo tenga vida”. Entonces los judíos se pusieron a discutir entre sí: “¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?” Jesús les dijo: “Yo les aseguro: Si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no podrán tener vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna y yo lo resucitaré el último día. Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él. Como el Padre, que me ha enviado, posee la vida y yo vivo por él, así también el que me come vivirá por mí. Este es el pan que ha bajado del cielo; no es como el maná que comieron sus padres, pues murieron. El que come de este pan vivirá para siempre”. Palabra del Señor. Todos: Gloria a ti, Señor Jesús. Homilía Luego, el sacerdote o diácono dice la homilía seguido por un periodo de oración en silencio. Plegaria Universal Puesto de pie, el sacerdote o diácono invita al pueblo a rezar:

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Celebrante: Dios es el autor de la vida. En Él, ponemos nuestra confianza y esperanza y elevamos nuestras peticiones: Todos: Señor, escucha nuestra oración. El diácono u otro ministro: Que la justicia, la verdad y el amor por el don de la vida, pueda inspiran a todos los legisladores, gobernadores y a nuestro Presidente, roguemos al Señor: Todos: Señor, escucha nuestra oración. El diácono u otro ministro: Por todos aquellos que no apoyan los derechos de los no-nacidos, para que, en amor, ellos puedan llegar a conocer la dignidad de cada persona en los ojos de Dios, roguemos al Señor: Todos: Señor, escucha nuestra oración. El diácono u otro ministro: Por todos aquellos que se preparan para recibir el Sacramento del Matrimonio, para que puedan abrazar su papel como co-responsables en el amor creativo de Dios, roguemos al Señor: Todos: Señor, escucha nuestra oración. El diácono u otro ministro: Por todos aquellos que llegan a las vidas de los condenados, de los ancianos y de los olvidados, que puedan tener compasión, respeto y aprecio por la dignidad de toda vida humana, roguemos al Señor: Todos: Señor, escucha nuestra oración. El diácono u otro ministro: Por los moribundos, que a través del amor, el cuidado y la devoción de otros, puedan conocer la belleza de la vida en estos momentos, roguemos al Señor: Todos: Señor, escucha nuestra oración. El diácono u otro ministro: Por todas las víctimas de la cultura de muerte, que al igual que Lázaro, olvidado y pobre, ellos puedan ser bienvenidos a la paz eterna de Dios, roguemos al Señor: Todos: Señor, escucha nuestra oración. Se hace un momento de oración en silencio. LECTURA: Evangelium Vitæ, núm. 25 Papa Juan Pablo II Se puede leer un ministro. La sangre de Cristo, mientras revela la grandeza del amor del Padre, manifiesta qué precioso es el hombre a los ojos de Dios y qué inestimable es el valor de su vida. Nos lo recuerda el apóstol Pedro: « Sabéis que habéis sido rescatados de la conducta necia heredada de vuestros padres, no con algo caduco, oro o plata, sino con una sangre preciosa, como de cordero sin tacha y sin mancilla, Cristo » (1 Pe 1, 18-19).

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Precisamente contemplando la sangre preciosa de Cristo, signo de su entrega de amor (cf. Jn13, 1), el creyente aprende a reconocer y apreciar la dignidad casi divina de todo hombre y puede exclamar con nuevo y grato estupor: « ¡Qué valor debe tener el hombre a los ojos del Creador, si ha “merecido tener tan gran Redentor” (Himno Exsultet de la Vigilia pascual), si “Dios ha dado a su Hijo”, a fin de que él, el hombre, "no muera sino que tenga la vida eterna" (cf. Jn3, 16)! ». Además, la sangre de Cristo manifiesta al hombre que su grandeza, y por tanto su vocación, consiste en el don sincero de sí mismo. Precisamente porque se derrama como don de vida, la sangre de Cristo ya no es signo de muerte, de separación definitiva de los hermanos, sino instrumento de una comunión que es riqueza de vida para todos. Quien bebe esta sangre en el sacramento de la Eucaristía y permanece en Jesús (cf. Jn6, 56) queda comprometido en su mismo dinamismo de amor y de entrega de la vida, para llevar a plenitud la vocación originaria al amor, propia de todo hombre (cf. Jn1, 27; 2, 18-24). Es en la sangre de Cristo donde todos los hombres encuentran la fuerza para comprometerse en favor de la vida. Esta sangre es justamente el motivo más grande de esperanza, más aún, es el fundamento de la absoluta certeza de que según el designio divino la vida vencerá. « No habrá ya muerte », exclama la voz potente que sale del trono de Dios en la Jerusalén celestial (Ap21, 4). Y san Pablo nos asegura que la victoria actual sobre el pecado es signo y anticipo de la victoria definitiva sobre la muerte, cuando « se cumplirá la palabra que está escrita: “La muerte ha sido devorada en la victoria. ¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón?” » (1 Cor15, 54-55). Se hace un momento de oración en silencio. A continuación, el celebrante dice las Letanías por la Vida. LETANÍAS POR LA VIDA Señor, ten piedad.

R. Señor, ten piedad. Cristo, ten piedad.

R. Cristo, ten piedad. Señor, ten piedad.

R. Señor, ten piedad. Tú diste vida a Adán. (Gn 2, 7)

R. ¡Señor, Tú nos das vida! Tú formaste a Eva de la carne. (Gn 2, 22)

R. ¡Señor, Tú nos das vida! Tú escuchaste el llanto de la sangre inocente. (Gn 9, 5-6)

R. ¡Señor, Tú nos das vida!

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Tú salvaste la vida de Caín. (Gn 4, 16) R. ¡Señor, Tú nos das vida!

Tú salvaste a Noé del diluvio. (Gn 8, 16) R. ¡Señor, Tú nos das vida! Tú llenaste el vientre estéril de Sara. (Gn 21, 2) R. ¡Señor, Tú nos das vida! Tú diste a Abraham un hijo. (Gn 21, 3) R. ¡Señor, Tú nos das vida! Tú preservaste la vida de Jacob. (Gn 32, 31) R. ¡Señor, Tú nos das vida! Tú castigaste aquellos que tomaron la vida de otros. (Núm 35, 31) R. ¡Señor, Tú nos das vida! Tú pones delante de nosotros la vida y la muerte. (Dt 30, 19) R. ¡Señor, Tú nos das vida! Tú restauraste la vida perdida. (Rt 4, 14) R. ¡Señor, Tú nos das vida! Tú nutres al anciano y al débil. (Rt 4, 14) R. ¡Señor, Tú nos das vida! Tú liberaste a Saúl de David. (1 Sam 26, 22-24) R. ¡Señor, Tú nos das vida! Tú redimiste la vida de David. (2 Sam 4, 9) R. ¡Señor, Tú nos das vida! Tú diste a Salomón largos días. (1 Ke 3, 14) R. ¡Señor, Tú nos das vida! Tú resucitaste al niño por el clamor de Elías. (1 Ke 17, 21:22) R. ¡Señor, Tú nos das vida! Tú eres la vida que es la luz de los hombres. (Jn 1, 14) R. ¡Señor, Tú nos das vida! Tú eres el pan de Vida. (Jn 6, 35) R. ¡Señor, Tú nos das vida! Tú tienes las palabras de eterna vida. (Jn 6, 68) R. ¡Señor, Tú nos das vida! Tú eres la resurrección y la vida. (Jn 11, 25)

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R. ¡Señor, Tú nos das vida! Tú eres el Camino, la Verdad y la Vida. (Jn 14, 6) R. ¡Señor, Tú nos das vida! PADRENUESTRO El celebrante dice o canta: Oremos juntos como Cristo nos enseñó: Todos: Padre nuestro… BENDICIÓN DEL SANTÍSIMO Después del Padrenuestro, el celebrante se arrodilla enfrente del altar, delante del Santísimo Sacramento. Mientras se arrodilla se entona el canto Tantum Ergo (o cualquier otro himno Eucarístico apropiado) mientras se inciensa el Santísimo Sacramento. Cuando se termina el himno, el celebrante se pone de pie y canta o dice: Oremos. Después de una pausa, el celebrante prosigue diciendo: Señor, Dios nuestro, enséñanos a vivir en nuestros corazones el misterio de la Pascua de tu Hijo, por el cual, Tú redimiste al mundo. Cuida amorosamente los regalos de gracia que por tu amor hemos recibido y llévalos a su culminación en la gloria del cielo. Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. Todos: Amén. Una vez dicha la oración, el celebrante toma el velo humeral, hace genuflexión, toma la custodia y, sin decir nada, traza la señal de la cruz con la custodia. RESERVA DEL SANTÍSIMO Después se saca el Santísimo Sacramento de la custodia y se reserva en el sagrario. Reservado el Santísimo, el celebrante dice las Alabanzas al Santísimo Sacramento, que a la vez son repetidas por la asamblea. Bendito sea Dios. Bendito sea su santo nombre. Bendito sea Jesucristo, Dios y verdadero hombre.

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Bendito sea el nombre de Jesús. Bendito sea su sacratísimo Corazón. Bendita sea su preciosísima Sangre. Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar. Bendito sea el Espíritu Santo Paráclito. Bendita sea la excelsa Madre de Dios, María Santísima. Bendita sea su santa e inmaculada concepción. Bendita sea su gloriosa asunción. Bendito sea el nombre de María Virgen y Madre. Bendito sea San José, su castísimo esposo. Bendito sea Dios en sus ángeles y en sus santos. Dichas las Alabanzas al Santísimo Sacramento, se entona un canto o himno. Terminado el canto o himno, el celebrante y los ministros asistentes, mirando al altar, inclinan la cabeza y se retiran.