decimos que el sacramento de la penitencia está puesto a la manera de un juicio. pero es muy...
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Decimos que el sacramento de la penitencia está puesto a la manera de un juicio. Pero es muy diferente de los otros juicios. Éste es un juicio benévolo, lleno de paz y de amor. Es como el juicio de aquel padre que salió a recibir a su “hijo pródigo” con los brazos abiertos. Pero aun así debemos ver algo como que se va realizando la muerte de Cristo.
Y porque estaba “cargado” con nuestros pecados el Padre le pidió que fuera a la muerte. Es como un juicio en que el Padre condena a su Hijo; pero no es a Él, sino a todos los pecados que en Él estaban encerrados.
Es como si viéramos al Padre celestial que reprueba a su Hijo porque está envuelto en pecados.
El pecador en el sacramento de la penitencia desempeña un papel parecido al de Cristo en la cruz, porque va muriendo al pecado. Decía santo Tomás de Aquino que en virtud del nombre de Cristo que murió y resucitó tiene este sacramento eficacia para perdonar los pecados.
Habla de que el bautismo
configura con la muerte de
Cristo, quien murió una sola
vez.
Por eso dice el santo que el bautismo figura el paso de la muerte a la vida, mientras que la Penitencia es como una medicina espiritual. El pecado sería como quien se ha enfermado y ahora recibe una medicina, pero que procede de la pasión de Cristo.
Él aceptó el castigo de la muerte para que nosotros tengamos
vida.
Es un juicio que procede, no de deseo de venganza, sino de amor. Es juicio creador porque realiza la salvación. Dios revela en la muerte de Cristo su santidad y justicia, porque condena el pecado, no al pecador.
Así que este sacramento es un juicio; pero un juicio de gracia, que da vida.
Como la muerte de Cristo al final termina en resurrección, así este juicio del sacramento, al quitar el poder del pecado, ha vencido la muerte de la gracia y termina en la resurrección de la vida de la gracia.
Por este sacramento el pecador es aceptado por Cristo, se abraza a Él y es introducido en la vida de la gloria.
Entonces es alcanzado por la condenación del pecado. Recordamos que este juicio que la Iglesia ha recibido de Jesucristo sobre el pecador, no es un juicio de condenación, sino de salvación.
Como es un juicio de amor, nunca se condena en él al pecador, sino al pecado, a no ser que el pecador no quiera ser absuelto.
Cuando un pecador ha recibido este sacramento, no sólo es admitido en la gracia de modo individual, sino en la comunidad de vida. Comunidad que es la Iglesia, llamada sacramento vivo de Cristo, porque por medio de la comunidad está Cristo presente dando la paz, el perdón y la alegría de la resurrección.
Este simbolismo de paz se realizaba (y se realiza) con un gesto de imposición de manos (una o las dos). Ahora sobre todo trazando la santa cruz sobre quien ha venido a implorar el perdón, recibiendo la gracia. Si un día nosotros fuimos regenerados o fuimos salvados por la muerte de Cristo, mucho más lo seremos ahora por su vida y su amor.
Automático
mucho más seremos
salvos por su vida y
por su amor.
Aquel que quiera
gloriarse, gloríese
en el Señor.
Él es la sabiduría,
mucho más
seremos salvos por su vida y
por su amor.
mucho más seremos
salvos por su vida y
por su amor.
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Hablando del juicio de Dios sobre los pecadores, recordamos lo que dijo Jesús en la Última Cena sobre el Espíritu Santo, quien va a tener la actividad de juez: “Cuando venga él, el Espíritu Santo, dejará convicto al mundo acerca de un pecado, de una justicia y de una condena. De un pecado, porque no creen en mi;
de una justicia, porque me voy al Padre, y no me veréis; de una condena, porque el príncipe de este mundo está condenado”.
En el Espíritu Santo la Iglesia vivificada administra el sacramento de la penitencia según el Espíritu que es santo y justo. El juicio del Espíritu Santo debe ser de amor, no de condenación, que sí es infligido al diablo. Quien se revele con orgullo contra ese juicio caerá bajo el mismo juicio de condenación que el demonio. Pero para quien vaya con rectitud el juicio será de amor.
Este juicio del sacramento es también señal anticipada de lo que será en lo futuro, porque todos vamos caminando hacia un juicio final. En aquel momento el poder del pecado será vencido definitivamente y quien haya recibido dignamente aquí el juicio de Dios, estará contento cuando Cristo venga a juzgar a vivos y muertos y se hará visible lo que ha sido invisible en el alma.
Aquel día del juicio final será revelado que el juicio misericordioso de Dios hecho en el sacramento de la penitencia es de salvación, es gratuito, y no es de horror o desesperación. Ésta sí que vendrá sobre los que no han querido aceptar este juicio tan sencillo de la misericordia de Dios, tan fácil de aceptar y recibir.
Pero aquellos que se hayan sometido de una manera amorosa a este juicio del sacramento de la penitencia, como dice san Pablo en Romanos:
“ensalzarán al Señor por esta gran misericordia y la misericordia de Dios brillará en ellos”.
Esta es la grandeza del sacramento de la penitencia, que no es para un momento, sino que tendrá repercusión grande en el futuro. La penitencia nos une en el pasado con Cristo crucificado y resucitado,
y nos une otra vez con
Cristo cuando
venga en el juicio final.
En aquel día final no habrá acusación para aquellos que han sabido someterse al juicio cálido y amoroso de Cristo en esta vida a través de la Iglesia, sino que se realizará la paz definitiva. A estos sí que se podrá decir: No tengas miedo, Cristo volverá a levantarnos.
Automático
Y cuando él vuelva
quiero estar
preparado
Él volverá
sí, él volverá.
Y cuando él vuelva
quiero estar
preparado
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Aunque tuviéramos que hacer un sacrificio muy grande para arrepentirnos, ya era para bendecir y alabar al Señor. Pero Cristo nos perdona de manera bastante fácil, nos da la oportunidad de recibir de nuevo la gracia. Y sin embargo ¿Cómo es que no lo apreciamos?
Así que al recibir el sacramento de la penitencia debemos dar gracias a Dios por su bondad.
Antes de instituir Jesús este sacramento, también había el perdón de los pecados, pero era necesario un verdadero acto de contrición que viene a ser como un acto de perfecto amor de Dios. Así encontramos, en el evangelio, aquel publicano que está en el templo y no se atreve ni a levantar los ojos mientras dice:
“Dios mío, ten misericordia de mi que soy un pobre
pecador”. Dice Jesús que volvió
a su casa perdonado.
Esto es mucho más difícil que hacerlo por el sacramento. Es algo así como sacar agua de un pozo con las propias fuerzas, con un cubo y la soga, diferente a sacarlo con un motor. Eso es lo que ha hecho Jesucristo con la confesión.
Si tuviéramos que obtener el perdón con un acto de contrición, nos quedaría la duda si ha sido suficientemente grande o bueno. Pero Jesucristo ha pensado en nuestra flaqueza y basta que nos confesemos con un sacerdote, que puede tener defectos, pero que nos comprende y es fácil encontrarle.
Es como confesarse
con el mismo
Jesucristo.
Ahora preguntamos: ¿Cuáles son los efectos principales de la confesión? Lo 1º es quitar los pecados mortales cometidos después del bautismo. Se borran totalmente, de modo que aunque luego cometa pecados parecidos, los anteriores están ya borrados totalmente. Se cuenta una vez, en tiempos de san Antonio de Padua, que un pecador llevaba los pecados anotados en un papel. Después de la confesión vio que el papel estaba en blanco. Un milagro que Dios quiso hacer.
Dice el profeta Isaías; “Aunque vuestros pecados fuesen como la grana, quedarían blancos como la nieve”. Y el profeta Miqueas decía: “Dios quitará vuestras iniquidades y arrojará al fondo del mar todos vuestros pecados”.
Juntamente con los pecados se quita la pena eterna. Pero no se quita la pena temporal, que depende en gran parte de la intensidad del dolor. Por lo cual interesa realizar el sacramento con la mejor preparación y el mayor fervor posible.
Se borran también los pecados veniales. Claro que si no se perdonan los pecados mortales, tampoco se borran los veniales, porque seguiría siendo enemigo de Dios. Cuando se trata sólo de pecados veniales, se pueden borrar unos sí y otros no, según la atención y el arrepentimiento haya sido hacia unos u otros.
Con los pecados mortales no es así. Si no se borran todos, no se borra ninguno. Porque no se puede dar la gracia si no se borran todos los pecados mortales. Significa que está muerta el alma. Un ejemplo: Es como si uno tuviera varias bombas en casa y su vida estuviera en peligro. Aunque sólo quede una, seguiría el peligro.
Otro efecto interesante del sacramento de la confesión es que reviven los méritos que uno tenía de antes. Es decir, si una persona bastante buena, que había hecho muchas obras buenas, comete un pecado grave, queda sin la gracia. Pero si se confiesa y vuelve la gracia,
vuelven también todos
los méritos que antes tenía,
volviendo a la misma posición
con Dios. No tiene que
empezar de cero.
Este sacramento da una paz muy grande en el alma. Es frecuente oír a grandes pecadores, que se han confesado bien, hablar de esta paz: como si se hubiesen quitado una gran losa que oprimía su corazón. Para sentir la paz, primero hay que sentir las culpas. Esto porque hay muchos que van a confesar por costumbre u otras razones no muy espirituales.
Otro efecto es que la confesión disipa muchas dudas. Cuentan en la vida del cura de Ars que un incrédulo fue a exponer unas dudas al santo. Éste le dijo que se confesase primero y luego las diría. El incrédulo no quería confesarse porque no creía. Pero al fin hizo lo que pedía el santo. El incrédulo se confesó y lo hizo bien.
Cuando el cura de Ars le pidió que expusiera sus dudas, ya le
habían desaparecido del
todo.
Con el sacramento de la Penitencia es fácil dejar la vida pasada de pecados o infidelidades. Jesús nos espera para darnos su amor y su paz.
Automático
Ayer le dije adiós al pecado
que mi vida
agobiaba.
Y es que hoy
encontré un amigo
fiel:
Jesús llegó a
mí y me llenó de
su poder.
Jesús secó mis lágrimas, me dio lo
que anhelaba,
Quitó la soledad y
ahora es él quien me
acompaña.
Jesús secó mis lágrimas me dio lo
que anhelaba,
Quitó la soledad y
ahora es él quien me
acompaña.
María nos acompañe en el amor a Jesús.
AMÉN