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DE LA NATURALEZA DE LAS COSAS TITO LUCRECIO CARO

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  • D E L A N A T U R A L E Z AD E L A S C O S A S

    T I T O L U C R E C I OC A R O

    Diego Ruiz
  • Traduccin: D. Jos Marchena

    http://www.elaleph.com/
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    I

    Cuanto se sabe de la vida de Lucrecio puede de-cirse o en breves lneas. Fidelsimo sectario de lafilosofa de Epicuro, puso sin duda en prctica unode los preceptos de sta, el de ocultar la propiaexistencia a la vista de los contemporneos y al es-tudio de la posteridad.

    No cabe duda de que naci en Roma el ao 95antes de nuestra era; que perteneca a la antigua fa-milia patricia de Lucrecia, cuya violacin por SextoTarquino ,ocasion la cada de la monarqua, y quemuri a los cuarenta y cuatro aos.

    Se dice, pero sin pruebas, que, siguiendo la cos-tumbre de los jvenes de las familias ricas de Roma.fue a Atenas y estudi all la doctrina de Epicurocon Zenn, jefe entonces de esta escuela filosfica.Asegura tambin San Jernimo que padeci Lucre-

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    cio ataques de demencia producidos por un filtroque le dio una mujer celosa, y en sus intervalos luci-dos escribi algunos libros, terminando su vida porel suicidio. Puede ponerse en duda este aserto, noslo porque San Jernimo escriba tres siglos des-pus de muerto Lucrecio, sino porque el poema LANATURALEZA, como didctico y comprensivo delos ms arduos problemas que puede investigar elentendimiento humano, es la obra menos propia deuna inteligencia enferma.

    Si los escritores contemporneos inmediata-mente posteriores, a excepcin de Ovidio, no citana Lucrecio ni su poema, debe atribuirse al ardi-miento con que en ste se combaten las ideas yprcticas religiosas del paganismo. Ni Horacio niVirgilio desconocieron el poema de Lucrecio, muyal contrario, sus repetidas imitaciones de ste, a ve-ces copiando no slo ideal, sino frases, demuestrancunto lo haban estudiado; pero una obra franca-mente antipagana, que con tanta energa censurabalas ideas, preocupaciones y supersticiones de la so-ciedad romana en aquella poca, no poda ser elo-giada, ni siquiera citada sin ofender los sentimientos,sino de las personas ilustradas, que saban a qu

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    atenerse respecto a las prcticas y misterios del pa-ganismo, de la. inmensa multitud que crea en ellos.

    Guardar silencio y dejar en olvido al airado cen-sor de una idolatra predominante era hasta medidade buen gobierno, quin sabe si recomendada alcomensal de Mecenas y al autor de las Gergicaspor los hbiles polticos del reinado de Augusto.Explicara esta sospecha que Virgilio considere di-choso a quien conoce las causas de las cosas, y nonombre a Lucrecio, que las explica ms menoserrneamente, pero de un modo nuevo entoncespara los romanos.

    Vive Lucrecio en los aos de la terrible agona dela. repblica; desde el principio de las luchas entreMario y Sila hasta la muerte del sedicioso Clodio,perodo de grandes calamidades para Roma, en quelas guerras civiles desatan todas las ambiciones, to-das las codicias, saciadas con la sangre el destierrode millares de ciudadanos de los ms ilustres; pero-do de corrupcin Poltica y moral, de desdichas p-blicas y privadas, del que fue testigo y acaso vctimael autor del poema LA NATURALEZA.

    Si en ste, consagrado a explicar grandes pro-blemas de fsica, no tiene ocasiones frecuentes Lu-crecio para expresar sus personales sentimientos,

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    tampoco faltan frases y conceptos que permitenformar idea de ellos.

    Objeto principal de sus enrgicos ataques son laambicin, el amor mundano y las creencias religio-sas.

    Los desastres de la poca en que vivi le aleccio-naban bien para condenar la ambicin cuyos terri-bles estragos a la vista tena. La pintura que hace delos peligros y daos del amor acaso la inspiren sus propios desengaos;quin sabe si la noticia del filtro dado por la mujercelosa, de que antes hablamos, fue errnea explica-cin de alguna otra calamidad que el amor ocasiona Lucrecio. Sus invectivas contra esta pasin no sonpropias de un discpulo del apacible Epleuro, queaconseja dulcemente huir del amor para evitar peli-gros a la tranquilidad del espritu, sino de quien hasufrido acerbas penas y est dolorosamente arre-pentido.

    Otro sentimiento que palpita en todo el poema aes el odio a as supersticiones religiosas, como sidespus, de vencidas en su nimo, se acordara, ren-coroso, del tiempo que le haban estado mortifican-do. No es en este punto la serena razn del filsofoquien habla; la airada elocuencia de sus afirmaciones

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    prueban un espritu convencido, pero no un nimotranquilo.

    Sin ambicin, y sin amor, que detestaba, sin cre-encias religiosas, que aborreca, no poda encontrarLucrecio, dentro de aquella sociedad descreda otroaliciente a la vida que el ofrecido por la filosofa deldeleite, llamada, as la de Epicuro, y no con verda-dera propiedad, porque si se encaminaba a encon-trar el reposo, la quietud el alma y del cuerpo poruna especie de muerte prematura, por el alejamientode cuanto pudiera causar malestar en el cuerpo y elalma, no falt quien la interpretase en el sentido desistema, que permita y aun ordenaba la satisfaccinde los placeres mundanos.

    Este equvoco en la interpretacin de la filosofade Epicuro fue sin duda causa ocasional del descr-dito, la adquiri entre los que no la conocan bien.Lucrecio lo saba, y expuso en su poema con todo elvigor y toda la osada de un romano. en poca enque las perturbaciones sociales y polticas permitanhablar con completa franqueza, la doctrina de Epi-curo.

    El paganismo no era refugio ni ofreca consueloa las almas deseosas de perfeccin moral, por serreligin a cuyos dioses poda acudirse lo mismo en

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    demanda de vicios que de virtudes, que de unos yotros ofreca ejemplos el Olimpo. Los que por de-sengao cansancio de la lucha de las pasionesbuscaban mejor vida, acoganse a los sistemas filo-sficos, eligiendo el que ms se acomodaba a sutemperamento educacin cientfica

    Se iba de la religin a la filosofa, porque aquellaningn consuelo ofreca al alma, vctima de propias ajenas ambiciones, como ahora se va de la filoso-fa a la fe cristiana, porque el cristianismo es unareligin y una moral, donde encuentran consuelo yconsejo las almas perturbadas por la duda, heridaspor las pasiones.

    De las escuelas filosficas de la antigedad, nin-guna se acomodaba mejor al espritu de Lucrecio, dbil por la lucha, desesperanzado del triunfo, vencido por grandes desventuras que el espicuris-mo, doctrina triste y severa que preceptuaba la indi-ferencia para todas las agitaciones mundanas, asilopara las almas tmidas, prudentes desalentadas alas que ofreca como remedio a sus pasiones y te-mores el quietismo y la vida contemplativa de lanaturaleza.

    Esta tranquilidad, no exenta de egosmo, laenaltece Lucrecio en los siguientes versos:

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    Pero nada hay ms grato que ser dueoDe los templos excelsos, guarnecidosPor el sabor tranquilo de los sabios,Desde do pueda distinguir a otrosY ver cmo confusos se extravanY buscan el camino de la vidaVagabundos, debaten por nobleza,Se disputan la palma del ingenio,Y de noche y de da no sosieganPor oro amontonar y ser tiranos.Oh mseros humanos pensamientos!Oh pechos ciegos! Entro qu tinieblasy a qu peligros exponis la vidaTan lpida, tan tenue! Por venturaNo os el grito de naturaleza,Que alejando del cuerpo los dolores,De grata sensacin el alma cerca, Librndola de

    miedo y de cuidado?

    Lucrecio ha encontrado para s, en el seno delepicurismo la paz que pide para su patria y la quedesea para su ntimo amigo Memmio, a quien dedi-ca e1 poema. Su nimo slo se apasiona para cantaresta paz

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    firme y constante y enaltecer al fundador, de ,ladoctrina filosfica que se la ha dado.

    II

    Epicuro fue sin duda quien tuvo mayor nmeroy ms fieles discpulos, pero ninguno tan entusiastacomo Lucrecio, para quien el filsofo era un diosque ha hecho suceder la calma y la luz a la tempes-tad y las tinieblas.

    Este entusiasmo le induce a escribir un poemasobre asunto de ndole ms apropiada al raciocinioy a las demostraciones cientficas, que al desplegarlos vuelos de la imaginacin del poeta.

    La doctrina de Epcuro, expuesta compendio-samente al final del torno en las tres cartas de estefilsofo que forman el Apndice, es una exposicinde la fsica de Demcrito, para deducir de ella que lamateria es eterna aunque no lo sean los cuerpos conellas formados y que la muerte trmino en todoslos seres, incluso el humano, no es ms que unatransformacin, una disgregacin de los tomos quela forman, tomos imperecederos, cuyas repulsiones

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    y afinidades son origen de todos los seres animados inanimados.

    Aunque Epicuro no admite una providencia di-rectora, y menos an dioses que de continuo se es-tn ocupando de lo que los seres humanos hacen,no es, sin embargo, ateo. Los dioses en el epicuris-mo gozan en mansin de la perfecta tranquilidad aque el sistema filosfico aspira. Son como la repre-sentacin ideal de la suma quietud Las cosas de estemundo en nada les afectan, y en ningn caso seocupan de ellas.

    .Aceptada esta explicacin de la divinidad, natu-ral era que el epicreo Lucrecio clamara contra losdioses del paganismo, cuya intervencin en los actoshumanos, hasta en los ms insignificantes, era con-tinua; y sobre todo contra las supersticiones quetanto acibaraban la vida en la sociedad pagana.

    Segn Epicuro, el alma era material como elcuerpo y mortal como l, aunque formada por to-mos ms tenues y sutiles. Para la humanidad no ha-ba otra vida que la de este mundo, y la muertecomo trmino de la lucha de las pasiones Y de lasdolencias corporales y espirituales, era un bien que,si no se haba de procurar quebrantando las leyes dela naturaleza, tampoco, se deba temer.

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    No desconoce Lucrecio que de esta fsica se de-ducen gravsimos problemas morales, y que si elhombre acaba con la muerte, el premio castigo desus acciones ha de estar en este mundo, y as lo pro-clama, asegurando que para el malvado estn lossuplicios y, cuando de ellos logra escapar, el roedorde su propia conciencia.

    El entusiasmo del poeta por, Epicuro, es tangrande, que casi le proclama Dios, y al lado de losdems filsofos le considera sol cuya luz obscurecela de los dems astros. Los principios de su doctrinalos estima como infalibles y las objeciones contraellos las rechaza, sin dignarse a discutirlas.

    La idea de hacer un -poema con materia tan ri-da, de explicar poticamente lo que slo se presta ademostraciones cientficas, prueba el firme conven-cimiento del poeta y su deseo de infundirlo tambinen el nimo de sus compatriotas y sobre todo deMemmio. Claramente lo manifiesta en el principiodel libro IV cuando dice:

    Los sitios retirados del PieroRecorro, por ninguna planta hollados;Me es gustoso llegar a ntegras fuentes,Y agotarlas del todo; y me da gusto,

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    Cortando nuevas flores, rodearmeLas sienes con guirnaldas brilladoras,Con que no hayan ceido la cabezaDe vate alguno las divinas musas:Primero porque ense cosas grandesY trato de romper los fuertes nudosDe la supersticin agobiadora;Despus, porque tratando las materiasDe suyo obscuras con pieria gracia,Hago versos tan claros: ni me apartoDe la razn en esto, k la maneraQue cuando intenta el mdico A los niosDar el ajenjo ingrato, se preparaUntndoles los bordes de la copaCon dulce y pura miel, para que pasenSus inocentes labios engaadosEl amargo brebaje del ajenjo,Y la salud los torne a queste engaoY d vigor y fuerza al dbil cuerpo; As yo ahora,

    pareciendo austeraY nueva y repugnante esta doctrinaAl comn de los hombres, exponerteQuise nuestra sistema con cauciones Suaves de

    las Musas, y endulzarloCon el rico sabor de poesa:

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    Si por fortuna sujetar pudieraTu alma de este modo con enlabios Armnicos, en tanto que penetras El misterio profundo de las cosas Y en tal estudio el nimo engrandeces!

    Poca confianza deba tener Lucrecio en que elepicurismo en toda su pureza, como lo explic suautor y como e1 lo comprenda, tuviese grandeaceptacin en Roma, y en que los romanos, mspreocupados de la vida pblica que de la privada, seavinieran de buen grado a cambiar de costumbres ya dedicarse a la filosfica contemplacin de la natu-raleza, cuando les compara con el nio enfermo aquin se engaa para darle la amarga medicina queha de curar su dolencia.

    La miel de la poesa era sin duda necesaria paraconvertir en partidarios de la filosofa del deleite, enel buen sentido de esta palabra, a los ciudadanos delos ltimos turbulentos aos de la repblica romana,y Lucrecio casi duda conseguir la conversin de sultimo amigo Memmio.

    No era, en efecto, Memmio de los ms inclina-dos por su vida y costumbres a despreciar los place-res y desdear los goces de la ambicin satisfecha.

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    Descendiente de una de las familias ms ilustres,hijo y sobrino de insignes oradores y orador lmismo, desde muy joven intervino en los negociospblicos. Nombrado para gobernar la Bitynia, llevcon 61 al gramtico Nicias y. al poeta Catulo, si-guiendo la costumbre de los personajes polticos deentonces, para quienes era a la vez til y honrosocontar entre sus allegados literatos de fama. A. suvuelta a Roma le acus Csar. Defendise enrgica-mente, prodigando las alusiones a las poco edifi-cantes costumbres de su adversario. Acusador a suvez en no pocas ocasiones, quiso impedir el honordel triunfo a L. Lculo, el vencedor de Mitrdates.Fue questor y pretor, y lleg hasta pretender la dig-nidad de cnsul en lucha con otros tres candidatos.Acusados l y sus contrincantes por emplear el so-borno, todos fueron condenados a destierro, y des-terrado muri.

    Esto por lo que hace a la vida pblica de Me-mmio; la privada no fue ms tranquila ni ms con-forme con las predicaciones de Epicuro y deLucrecio. Sus costumbres licenciosas tuvieron bas-tante resonancia para que se aluda a ellas en librosque han llegado a nosotros. Se sabe que pretendi ala esposa de Pompeyo, hija de Csar, y que sta en-

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    treg a su marido la carta amorosa de Memmio; setiene noticia de otro escndalo aun ms ruidoso, elde no haberse podido celebrar una fiesta pblica,que sin duda deba presidir Memmio, porque, segndice Ciceron en una de sus cartas a Atico, estabaocupado en mostrar otros misterios a la mujer deM. Lculo, y aade: El nuevo Menelao lo ha to-mado a mal, y ha repudiado a su Helena.

    Cicern le tacha tambin de perezoso, diciendode l: este orador ingenioso y de frase seductora,esquiva la molestia de hablar y hasta la de pensar.Amante de la literatura y del arte griego, corno loeran entonces todos los romanos que presuman decultos, en Atenas, donde se refugi cuando el des-tierro, cultiv tambin la poesa, y sus versos, si nobrillaban por la inspiracin, abundaban en licencias.no siempre poticas.

    Tal era el, personaje a quien quiso convertir Lu-crecio al epicurismo, y que, si adopt esta doctrina,fue en el sentido de los que entenda la filosofa, deldeleite, no como Lucrecio y Epicuro sino como sis-tema que autorizaba la satisfaccin de vicios y pa-siones.

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    III

    Tan grande es el entusiasmo de Lucrecio por ladoctrina de Epicuro y tan profundo el deseo deconvencer a los dems de su certeza, que constan-temente acude a su razn y a su ingenio para expo-ner poticamente un asunto refractario a la poesa.

    Si con tanta pasin expone un sencillo tratado defsica, no es tanto por amor a la ciencia como porlas deducciones que de ella hace.

    La base de la fsica de Epicuro consiste, como yahemos dicho en que el universo es eterno y a mate-ria de que est formado se deshace y rehace porvirtud de combinaciones de tomos y conforme aleyes naturales preexistentes. Los fenmenos de lanaturaleza tienen por ste sistema, a juicio de losepicreos, tiene explicacin racional, y la interven-cin en ellos de los dioses del paganismo, origen detoda clase de supersticiones y terror de las almas.cae por tierra, Esto es lo que extingue el miedo a lospoderes celestiales, lo que devuelve la paz los esp-ritus perturbados, lo que entusiasma a Lucrecio, loque le infunde tan poderoso aliento para propagarsu doctrina, lo que trasciende en todo el, poema deLA NATURALEZA.

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    Ciertamente el materialismo de Lucrecio es con-trario a todos los cultos, pero sus ataques son con-tra, el paganisrno y no contra las doctrinasespiritualistas, que desconoca, Pone un error frentea otro error, un materialismo cientfico frente a unmaterialismo religioso, y si en sus afirmaciones nopodan seguirle los doctores del cristianismo, de susargumentos contra la religin pagana mas de unavez se valieron.

    Adems, ni Epicuro ni Lucrecio niegan en abso-luto, la existencia de un poder divino; lo que hacenes negarle su intervencin en los actos de la natura-leza y da la humanidad. Lucrecio lo explica clara-mente diciendo:

    Pues la naturaleza de los diosesDebe gozar por si con paz profundaDe la inmortalidad; muy apartados De los tumultos de la vida humana,Sin dolor, sin peligro, enriquecidosPor s mismos, su nada dependientesDe nosotros; ni acciones virtuosasNi el enojo y la clera les mueven.

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    Podr asegurarse que este poder ocioso es per-fectamente intil, pero no peor que la falange dedioses del, paganismo con intervencin perpetua ycaprichosa en os actos humanos.

    Pero empieza Lucrecio su poema entonando unhimno a Venus tan naturalmente inspirado, que nopuede creerse sea servil imitacin de las acostum-bradas invocaciones a la divinidad puestas al frentede esta clase, de monumentos literarios. Para algu-nos es una flagrante contradiccin del poeta enemi-go de los dioses; para otros una hbil concesinhecha a las supersticiones populares; para Mr.Martha, que ha escrito un excelente estudio de Lu-crecio y su poema no hay en esta invocacin niinconsecuencia, ni engao, ni desfallecimiento de lapropia incredulidad. Venus es para Lucrecio el sm-bolo de la generacin, el poder fecundo de la natu-raleza, que propaga y conserva la vida en el mundo.

    Y bien poda Lucrecio cantar esta Venus univer-sal sin, contradecirse puesto que en todo su poemahaba de ser objeto de su culto filosfico. El poetaproclama, al comenzar, uno de los principios msimportantes de su sistema, y a poco que se levanteel velo de la alegora y se investigue el oculto senti-do de esta personificacin divina, advertirse que las

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    bellas imgenes inspiradas en el culto nacional en-cubren una profesin de fe y un dogma fundamen-tal de la filosofa epicrea.

    Fuerza da a esta opinin el hecho de seguir alhimno a Venus y al elocuente ruego para que pongatrmino a las sangrientas guerras civiles de los ro-manos, la declaracin de fe materialista que contie-nen los siguientes versos:

    ....... ........Sern materia de mi cantoLa mansin celestial, sus moradores;De qu principios la naturalezaForma todos los seres; cmo crecen,Cmo los alimenta y los deshaceDespus de haber perdido su existencia;Los elementos que en mi obra llamoLa materia y los cuerpos genitales,y las semillas, los primeros cuerpos,Porque todas las osas nacen de ellas.

    El elogio de Epicuro que sigue a esta profesinde fe materialista fndase principalmente en haberosado este filsofo levantar la vista hacia las man-

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    siones celestiales y declarar guerra sin tregua al fa-natismo que de ellas vena a oprimir la vida humana.

    No es el entusiasmo por el descubrimiento deverdades cientficasque inspira a, Lucrecio; es el entusiasmo por habervencido las supersticiones del paganismo. Oigamoslo que de Epicuro dice:

    El valor extremado de su almaSe irrita ms Y ms con la codiciaDe romper el primero los recintosY de Natura, las ferradas puertas,La fuerza vigorosa de su ingenioTriunfa y se lanza ms all los murosInflamados del mundo, y con su mente Corri la inmensidad, Pues victoriosoNos dice cules cosas nacer pueden, Cuales no pueden, cmo cada cuerpo Es limitado por su misma esencia:Por lo que el fanatismo envilecidoA su voz es hallado con desprecio,Nos iguala a los dioses la victoria!

    Bien se ve que no es la fsica de Demcrito, to-mada por Epicuro como arma de combate contra la

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    perniciosa influencia de la religin pagana en lascostumbres pblicas y privadas, sino la victoriacontra esta influencia, el triunfo de ideas y senti-mientos irreligiosos lo que a juicio de Lucrecioiguala a los hombres coro los dioses.

    Supone Lucrecio en su maestro una ira contra elfanatismo pagano que ni de los escritos que de Epi-curo quedan ni de lo que se sabe de su tranquilaexistencia y morigeradas costumbres puede dedu-cirse. El iracundo es Lucrecio, y se explica la calmadel filsofo griego, y el arrebato del poeta romanopor el distinto carcter del paganismo en Grecia yRoma. Entre los griegos era esta religin casi unaleyenda potica, porque los poetas adornaban a losdioses con nuevos atributos siempre que acomoda-ba a su fantasa. No era sin duda el Olimpo mansinde buena vida y costumbres; pero tampoco aterrori-zaba a los fieles con la amenaza de terribles inme-diatos dolores. El culto tributado a los dioses delpaganismo griego, smbolos de las grandes fuerzasnaturales y de las pasiones humanas, era un culto,agradable y simptico, pues las ceremonias religiosasconvertanse en fiestas populares.

    La incredulidad Do tena motivo para encoleri-zarse. Contra deidades que sufran con paciencia

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    indiferencia las negaciones de los filsofos y lasburlas de los satricos.

    Pero el paganismo en Roma tena otro carcter.Con los pueblos vencidos haban ido a la ciudadeterna sus dioses y sus cultos, y con dioses y cultoslas supersticiones ms extravagantes y hasta las msodiosas. Tales dioses, interviniendo en todos losactos de la vida, civil y domstica. dioses sin bondadni justicia, ni seriedad , que vengativos crueles en-tretenanse en mortificar a los hombres, a veces porpuro capricho, deban ser odiados por todas las al-mas elevadas, y de aqu que la impiedad de Lucreciosea ms violenta que la de Epicuro, y que su fana-tismo cientfico parezca inspirado por una especiede venganza personal contra las supersticiones desus compatriotas.

    Adase a esto lo poco que los romanos aten-dan a la religin durante el agitadsimo perodo delas guerras civiles, cuando Lucrecio escriba supoema, y en rigor, siendo los dioses tan indiferentesa los males de la patria, motivo tena el pueblo deRoma Para cuidarse le ellos lo menos posible, y ra-zn haba para que la incredulidad creciese. La pro-testa contra los dioses en los infortunios pblicos yprivados era tan frecuente en la antigedad, que se

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    lee hasta en las obras de los escritores menos im-pos.

    Y no se crea que el escepticismo religioso de laparte ms culta de la sociedad romana, de aquellaque mas fcilmente poda leer la obra de Lucrecio,excusaba a ste de la vehemencia con que anatema-tiza las supersticiones, Porque frecuentemente, antelas contrariedades de la vida, volvan a incurrir enaquellas los mismos que se burlaban antes delOlimpo y sus dioses. Lucrecio pretende, pues, contoda la energa de un espritu convencido, librar asus compatriotas de la pesada servidumbre religiosa,dicindoles que las supersticiones han sido causa decrmenes, como lo eran los sacrificios humanos paraconseguir de los dioses los que estos no podan ha-cer; porque ni el mundo es creacin de ellos ni deellos depende lo que en la naturaleza sucede con-forme a leyes fijas y preexistentes, leyes fsicas decuya exposicin se vale para destruir la terrible fan-tasmagora de la religin pagana, sin cuidarse de queaniquila un error por medio de otro, de que arrojade los altares los dolos, no a nombre de las ideasespiritualistas de Anaxgoras y Platn, sino al de untristsimo y desconsolador materialismo.

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    Para Lucrecio. el origen de las religiones es el te-rror que al hombre inspiran los fenmenos natura-les. La humanidad no saba explicarlos sinoatribuyndolos a un poder sobrenatural, a un poderdivino; explicados estos fenmenos, como l creoque lo estn, por medio del sistema fsico de Epicu-ro, las religiones no tienen base ni razn de ser. Pe-ro mientras el terror religioso dura, el alma humanano podr vivir en paz ni gozar las dulzuras de unaexistencia tranquila. As se comprende que, al atacara los dioses, lo hiciera Lucrecio en defensa de supropio reposo y con todo el vigor de quin defiendelo que le es ms caro, tanto, que el miedo a queatribuye la religin es el que produce su increduli-dad.Lucrecio, sin embargo, no es ateo. Admite y pro-clama, como su maestro Epicuro, divinidades, perocolocndolas tan apartadas de ste mundo y tan aje-nas a lo que en l pasa, que no exigen ni adoracinni templos. En verdad, nada hay pedir a quien nadaha de dar, Lucrecio, como Epcuro, niegan la exis-tencia de las divinidades con pasiones humanas delpaganismo; pero no la providencia de Scrates, ni lade los estoicos, ni que haya una potestad divina ni-ca y universal, sino que sta se encuentre fracciona-

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    da entre distintos dioses que ejerciendo un podermezquino, injusto y capricho atormentan a la hu-manidad.

    La teologa de Epicuro y Lucrecio es sin dudainaceptable; pero ms inaceptable es la del paganis-mo, y siempre tendr aqulla el mrito de haber ser-vido para combatir errores ya manifiestos Y reducirel problema de la vida del universo a los trminosprecisos de hacerla depender de un poder divinocreador y director, de un ciego inconsciente me-canismo.

    El sentimiento universal y la ciencia rechazanque todo dependa de casual atraccin repulsin delos tomos, pero Do debe olvidarse que, conformecon los mviles de la doctrina epicrea, el senti-miento universal rechaza tambin los poderesocultos, dainos y ridculos que dictaban su volun-tad a los hombres por medio de los orculos y losaugores; que la religin verdadera combate, comoEpicuro y Lucrecio, las supersticiones paganascuando en cualquier forma renacen, y que la cienciamoderna ha progresado cuando, conforme a ladoctrina epicrea, crey en las leyes invariables deluniverso.

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    IV

    Asunto capital del libro tercero del poema LANATURALEZA es el gran problema de la vida fu-tura Lucrecio expone en l todos los argumentos delos antiguos materialistas para demostrar que no hayms vida que la de este mundo; que en ella encuen-tran los actos humanos premio castigo, y portanto suprime y niega en absoluto el infierno, com-batiendo el instintivo temor a la muerte, que es, se-gn dice, un bien, porque conduce al eterno reposo,a la perfecta tranquilidad, y nos libra de las penali-dades de este mundo. La fe y elentusiasmo con que predican los espiritualistas laesperanza en una vida futura, vida que para el justoes de perpetua dicha, la emplea Lucrecio en soste-ner que siendo el atina material como el cuerpo, conl perece, y que el destino del hombre se cumple enla tierra.

    Tngase en cuento, para juzgar este famoso librotercero, arsenal de donde sacaron sus argumentoslos materialistas del siglo XVIII, cuales eran lasideas predominantes en la antigedad acerca delalma y de la vida futura. Excepcin hecha de las

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    doctrinas de Pitgoras y de Platn, las escuelas filo-sficas y las religiones de la antigedad proclamabanel principio de la materialidad del alma, y a lo msconcedan que fuese de materia incorruptible. Lu-crecio, pues, acepta, una doctrina generalmente ad-mitida, y deduce de ella la consecuencia lgica deque el atina perece con el cuerpo, y el ser humanose extingue en este mando como todos los demsseres, obedeciendo a la ley universal de la transfor-macin de la materia.

    La idea de la vida futura en la antigedad era va-ga y confusa, y para los filsofos romanos resultabauna especie de privilegio en favor de las clases ilus-tradas. En stas ningn crdito tena el infierno delpaganismo pintado por los poetas de acuerdo conuna religin interesada en mantener las supersticio-nes populares, y

    Cicern y Sneca censuran a los epicreos porperder el tiempo en combatir lo que nadie defenda,

    Adems, los cuadros de desolacin y de miseriaque para condenados y justos ofreca el paganismoen la vida futura, ms bien eran causa de terror quede esperanza en la divina justicia, y difcilmente po-dan aceptarse como base de moral pblica y priva-da. Los tipos fabulosos que expan, sus maldades en

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    el Averno, no resultan vctimas de la justicia, sino dela venganza de los dioses, vencidos en su intento delucha contra las divinidades. La especie de inmorta-lidad admitida por algunos filsofos para los hom-bres clebres no llegaba al vulgo, privado de premio castigo en la vida futura, que para l era eterna yobscura noche de miserias y sufrimientos. As secomprende que Lucrecio estime esta vida futuracausa de espanto, y diga

    Con toda violencia estirparemosDe raz aquel miedo de AqueronteQue en su origen la humana vida turba.

    Pero si esta vida futura era poco halagea parael vulgo, responda en cierto modo a las aspiracio-nes del alma humana, no satisfecha de s " peregri-nacin en este mundo ni convencida de que debevolver a la nada. Lucrecio encuentra una supervi-vencia que es continuacin de las aflicciones terre-nales, encuentra tambin el miedo al aniquilamientoabsoluto del hombre con la muerte, y combate lavida futura, y combate este miedo proclamando quecon la muerte acaba todo y que la muerte es un bien

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    supremo, por ser el trmino de las desdichas huma-nas.

    Ni Lucrecio ataca las ideas espiritualistas de Pla-tn, de las cuales prescinde, ni las creencias del vul-go, de largo tiempo atrs desacreditadas. Susargumentos van dirigidos a la masa social que nialcanza las sublimidades de la filosofa, ni cree en lassupersticiones vulgares; pero que no ha substituidocon otras creencias las perdidas, y dudosa insegu-ra, acude corno refugio, en las tribulaciones de lavida, a una religin que no satisface su sentimientoni su conciencia. Para tranquilizar estos espritusvacilantes y, en bien suyo, segn asegura, exponeLucrecio los razonamientos contra el temor a lamuerte y contra la vida futura.

    No debe perderse de vista que si, conforme anuestra moral religiosa, el temor a la vida futura essaludable, porque en ella ha de encontrarse el pre-mio el castigo, y de tal suerte dicha vida alienta lavirtud y contiene el pecado, la idea de una supervi-vencia ajena a toda regla de justicia, supervivenciatemerosa para justos y malvados, necesariamentecorrompa las costumbres; porque no encontrandolos hombres fuera de este mundo premio a su abne-gacin y a sus sacrificios, procuraban satisfacer aqu

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    sus pasiones, y codiciaban la riqueza y los honores,sin cuidarse de los medios para lograrlos, y apelandohasta a los ms reprobados procedimientos. Cuantoms teman a la muerte, despus de la cual nadagrato esperaban, mayor era su anhelo por los place-res de la vida. Sin hacer esta distincin esencial; sinadvertir la inmensa diferencia que existe entre lavida futura, segn la moral cristiana y la del paga-nismo, no se comprendern bien los argumentos deLucrecio contra una supervivencia sin justicia, quetan funestas pasiones engendraba en esta vida.

    Las ideas materialistas de Lucrecio, fundadas enser el alma corprea y sufrir las mismas vicisitudesque el cuerpo, nada valen frente al espiritualismomoderno; pero contra las preocupaciones y supers-ticiones antiguas, tienen fuerza incontrastable. Unade stas, nacida sin duda de la creencia instintiva enla inmortalidad del alma, era la de la prolongacinde la vida dentro del sepulcro, y el temor a los su-frimientos en esta silenciosa existencia, si no se ha-ban cumplido los ritos fnebres, temor disipadopor la doctrina epicrea de Lucrecio, segn la cual lamuerte era la insensibilidad absoluta del cuerpo ydel alma, no debiendo preocuparse nadie de lo queha de sucederle despus de la muerte, que para el

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    epicurismo es un sueo eterno. No admitiendo estesistema una causa ordenadora del universo, nacien-do por acaso y muriendo lo mismo, ni cabe en lconformarse con la voluntad divina, ni resignarse,como los estoicos, que tambin negaban la inmor-talidad del alma, a una ley suprema, a un orden es-tablecido por los dioses

    Verdad es que entre los epicreos desempea aveces la naturaleza el papel de divinidad creadora yordenadora; porque la idea de una cansa primeratiene tan profundas races en el entendimiento hu-mano, que se abre paso aun a travs del Poemamaterialista de Lucrecio.

    La NATURALEZA, pues, censura a los hom-bres el temor a la muerte en los siguientes versos,que contienen toda la moral del libro tercero:

    Si de repente, en fin, la voz alzaraNaturaleza, y estas reprensiones A cualquier de nosotros dirigiera;Por qu oh mortal! te desesperas, tanto? Por qu te das a llanto desmedido?Por qu gimes y lloras t la muerte? Si la pasada vida te fue grata,Si como en vaso agujereado y roto

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    No fueron derramarlos tus placeres, E ingrata pereci tu vida entera,Por qu no te retiras de la vidaCual de la mesa el convidado ahto;Oh necio! y tomas el seguro puertoCon nimo tranquilo? Si, al contrario, Has dejado escapar todos los bienesQue se te han ofrecido, y si la vidaTe sirve de disgusto, por qu anhelasMultiplicar los infelices das Que en igual de, placer sern pasados?Por qu no pones trmino a tus penasy a tu vida ms bien? Pues yo no puedoInventar nuevos modos de deleitePor ms esfuerzos que haga: siempre ofrezco,Unos mismos placeres: si tu cuerpoNo se halla an marchito con los aosNi tus ajados miembros se consumen,Vers, no obstante, los objetos mismos,Aun cuando en tu vivir salgas triunfanteDe los futuros siglos, y aunque nuncaA tu vida la muerte sujetare.Qu responder , la naturaleza,Si no que es justo el pleito que nos pone Y es clara la verdad de sus palabras?

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    Mas si sumido alguno en la miseria Al pie de su sepulcro se lamenta, No ser su clamor mucho ms justoY nos reprender con voz robusta? Vete de aqu, insensato, con tus llantos;No me importunes ms con tus quejidos:A este otro, empero, que los aos rinden,Que en sus ltimos das aun se queja:

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    Que unos seres con otros se reparen:Ninguna cosa cae en el abismoNi en el Trtaro negro: es necesarioQue esta generacin propague otra;Muy pronto pasarn amontonados,Y en pos de ti caminarn: los seresDesaparecern ahora existentes, Como aquellos que, hubiesen precedido.Siempre nacen los seres unos do otros,Y a nadie en propiedad se da la vida; El uso de ella se concede a todos.

    Despus de proclamar con tanta energa la leyde la, renovacin universal en virtud de la cual lamuerte es indispensable para crear nuevos seres,Lucrecio procura borrar de la mente de sus conciu-dadanos la idea de una segunda vida que, cual lapresentaba el paganismo ms serva de terror que deconsuelo. Para Lucrecio: los suplicios del infiernopagano son representaciones simblicas de las pa-siones humanas que en este mundo encuentran sucastigo Nuestras pasiones y nuestros vicios en ellasmismas llevan la pena, Y el infierno lo tenemos ennuestra propia conciencia. Prescindiendo de lasconclusiones del poeta contra la vida futura, la idea

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    de que el castigo es inseparable de la falta tiene unprofundo sentido moral, y de ella y del consejo paraconsolar a los temerosos de la muerte, de que re-cuerden que ningn hombre, por grande que hayasido, dej de cumplir esta ley de la naturaleza, sehan valido no pocos insignes moralistas, que nopueden ser tachados de materialistas ni de pantes-tas.

    Para apartar de la imaginacin el miedo a lamuerte, y tan entusiasmado con la esperanza de lle-gar a la nada como a otros entusiasma la idea de lainmortalidad: recomienda Lucrecio a los que temenel fin de su vida el estudio de la naturaleza, que nosensea de donde venimos y a dnde vamos, produ-ciendo en el nimo el convencimiento del destinohumano, con el cual pueden y deben afrontarse se-renamente las adversidades de esta vida pasajera.

    Ni el vulgo de los epicreos, ni aun las personasdistinguidas de la secta, amaban con tanta vehe-mencia pensar a toda hora en las tristes ltimas con-secuencias de la doctrina epicrea; pero Lucrecioera un sectario convencido, incapaz de retrocederante ningn resultado, por desolador que fuese.

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    V

    Lejos de ser fatalista, afirma Lucrecio de un mo-do resuelto la libertad humana, y en esta afirmacinse fundan los principios de moral que hallamos, noformando un cuerpo de doctrina, sino diseminadosen el poema.

    Condena, pues, el desbordamiento de las pasio-nes, tan contrario a la salud del cuerpo y tranquili-dad del espritu a que debe aspirar todo buenepicreo, y entre las que merecen su agria censuradescuellan en primer trmino la ambicin y el amor.

    Nada tan opuesto a la impasibilidad a que debeaspirar el sabio, segn Epicuro, como, los impulsosde la ambicin, la vida agitada de la poltica, la luchaconstante y desapoderada por arrebatar el poderpblico a quien lo ejerce; por defenderlo, una vezconquistado. Lucrecio tena a la vista las sangrientasconsecuencias de estas luchas, pues vivi en el pe-rodo ms turbulento de la repblica romana, y susanatemas contra los ambiciosos tienen la viveza y lavehemencia que slo puede inspirar a un alma apa-sionada el horror del mal presente, el tristsimo es-pectculo de ver a la patria desgarrada por sus

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    propios hijos. Como los estoicos ms severos con-dena Lucrecio el inmoderado deseo de riquezas, dehonores, de fama, que turba la paz de los hombres yde los pueblos.

    La misma energa con que describe los estragosde la ambicin la emplea Lucrecio en pintar los delamor, como si al convencimiento del filsofo unierala triste experiencia del que ha sido vctima de am-bas pasiones.

    Lucrecio, dice Mr. Martha en su libro antes ci-tado, nos presenta las miserias y vergenzas delamor en corto nmero de versos que condensancuanto sobre este asunto han podido decir, comotristemente cierto, los moralistas antiguos y moder-nos. Me atrevo a asegurar que en ninguna literaturase encontrar un cuadro, que en su breve y enrgicasencillez sea ms perfecto, de un sentimiento msintenso y de frases ms profundas y trascendentales.Para comprenderlo bien es preciso figurarse culeseran los sentimientos antiguos y romanos; el desdna la mujer, el desprecio a cuanto llamamos galante-ra, la indignacin cvica contra el lujo y las modasextranjeras griegas orientales, el respeto a la fortu-na paterna, que no se deba malgastar en locuras, y ala dignidad del ciudadano, quien deba dedicarse a

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    viriles ocupaciones; todos estos sentimientos losexpresan en rpidas y enrgicas frases los siguientesversos:

    Agrega a los tormentos que padecenSus fuerzas agotadas y perdidas,Una vida pasada en servidumbre,La hacienda destruida, muchas deudas,Abandonadas las obligaciones,Y vacilante la opinin perdida:Perfumes y calzado primorosoDe Scion que sus plantas hermosea;Y en el oro se engastan esmeraldasMayores y de verde ms subido,Y se usan en continuos ejerciciosDe la Venus las telas exquisitas,Que en su sudor se quedan empapadas;Y el caudal bien ganado por sus padresEn cintas y en adornos es gastado:Le emplean otras veces en vestidosDe Malta y de Scio: le disipanEn menaje, en convites, en excesos, En juegos, en perfumes, en coronas,En las guirnaldas, pero intilmente; Porque en el manantial de los placeres

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    Una cierta amargura sobresalta,Que molesta y angustia entonces mismo; Bien porque acaso arguye la concienciaDe una vida holgazana y desidiosa,Pasada en rameras; bien seaQue una palabra equivoca, tiradaPor el objeto amado, como flecha, Traspasa el corazn apasionado Y toma en l fomento como fuego; bien coloso observa en sus miradas Distraccin hacia l mirando a otro, ve en su. cara risa mofadora.

    No Censura Lucrecio los excesos de la pasinamorosa a nombre de la virtud, sino por lo queperturban 1a tranquilidad del espritu y de aqu querecomiende, como remedio una prudente incons-tancia. Tampoco comprende en sus anatemas elamor puro y constante,el amor en el matrimonio, que para el poeta es elorigen del primer contrato social.

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    VI

    El mrito de Lucrecio en la parte cientfica de supoema didctico consiste en haber sido uno de losprimeros romanos que se ocuparon de la ciencia enforma especulativa; pero en el fondo, todo el siste-ma fsico que expone es el de Epicuro, parafrasen-dolo para hacerlo ms comprensible.

    Este sistema, Compuesto de hiptesis acertadas yerrneas, tiene el defecto capital y comn a los siste-mas cientficos en la antigedad de no haberse for-mado, procediendo del estudio de los fenmenos, ala investigacin de las causas, sino determinandostas ms menos caprichosamente, y explicandoaqullos conforme a las causas imaginadas.

    Epicuro adopta la teora atmica de Derncrito;para l todo depende de las atracciones repulsio-nes de los tomos que forman el universo, queconstituyen en el hombre su cuerpo y alma. Estesistema es, sin duda, un progreso cientfico, encuanto explica ms menos felizmente los fen-menos de la naturaleza, no por la -voluntad de los

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    dioses, sino como resultado de leyes naturales; perosus consecuencias morales son Peligrosas, y expli-can que la fsica epicrea haya tenido en tiemposrelativamente modernos partidarios apasionados ydesdeosos contradictores, segn se la estime porsus principios cientficos por sus conclusionesirreligiosas.

    No es de admirar que Lucrecio, siguiendo a sumaestro Epicuro, se equivoque en problemas tanarduos como el de las causas finales, el de la forma-cin del hombre, el del origen de las ideas; proble-mas mucho ms debatidos en Tiempos recientesque lo fueron en la antigedad, y que en todas laspocas ha procurado, intilmente, resolver la cien-cia. En cuestiones de menos dificultad, como porejemplo, la explicacin del sueno, se pone en evi-dencia el errneo mtodo de la fsica antigua, quehasta pretende explicar fenmenos imaginarios,como el de la cansa del miedo que el gallo inspira allen, porque de aqul salen tomos que, ofendiendolas pupilas de la fiera, la acobardan. Hiptesis fan-tsticas como sta, producidas por la falta de obser-vacin, abundan en la antigedad. Menosperdonables son en Epicuro los errores astronmi-cos, porque la astronoma estaba en su tiempo mu-

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    cho ms adelantada de como l la expone. PeroEpicuro se vala de las ciencias exactas, no comofin, sino como medio para demostrar su sistemafilosfico del indiferentismo, que haba de producirla paz del espritu, y si adopt la fsica de Demcri-to, fu porque, dando origen material al universo,suprima la intervencin divina y don ella el fana-tismo religioso, librando al hombre de supersticio-nes que perturbaban su alma. Lo mismo hizoLucrecio, importndolo poco cualquier explicacinde los fenmenos de la naturaleza, con tal de que enestos sea innecesaria la intervencin de los dioses.

    Del desdn de los epicreos por el cultivo de lasciencias participa Lucrecio, y da pruebas de ello enno pocos pasajes de su poema, como por ejemplo,cuando rechaza la opinin favorable a la existenciade los antpodas; pero en cambio, no pocas vecesexpone grandes descubrimientos. La teora atmica,tan parecida a la moderna teora molecular, fu,como ya hemos dicho, un enrome adelanto para lafsica. Segn ella, el espacio era infinito y est po-blado de mundos. Admite, la existencia del vaco,porque sin l la constante movilidad de los tomossera imposible, y llama la atencin la exactitud conque Lucrecio explica algunas leyes naturales, como

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    la de que en el vaco no influye, la pesantez de loscuerpos, y pesados y ligeros caen con igual celeri-dad, al hablar de las tempestades la, diferente ra-pidez con que llega a nosotros la luz Y el sonido.

    No son menos notables los conocimientos fi-siolgicos que Lucrecio demuestra en su poema, ytambin muy dignos de atencin sus presentimien-tos acerca de la formacin del mundo, de los ani-males antidiluvianos y de las especies que handesaparecido, enunciando la lucha por la existencia,fundamento de la teora de la seleccin natural deDarwin.

    La historia del universo y del hombre est ex-puesta, en el quinto libro del poema, entremezcladacon los grandes problemas de la fsica, de la religiny de l& moral, que trata el autor con un atrevi-miento y una, confianza en su acierto verdadera-mente admirables. En la parte fsica sigue condocilidad los preceptos de: su maestro. Respecto ala primitiva vida del hombre en el mundo y al prin-cipio de la civilizacin y de las sociedades, sus ideasson ms originales, si bien en cuanto a la organiza-cin social, y poltica, a la, aparicin del poder p-blico y al origen, de la propiedad, se limita a

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    generalizar la primitiva historia de Roma, aplicn-dola a la humanidad entera.

    Domina en todo el poema LA NATURALEZAun sentimiento de tristeza que nace de la ndole dela filosofa epicrea. La apata, la indiferencia, con-sideradas como base de una vida tranquila y feliz,apaga todas las actividades del espritu; y si a esto seaade la creencia de Lucrecio en el prximo fin delmundo, comprndese

    que estas ideas de desolacin y muerte, sin esperan-za, alguna en mejor vida futura, den un tinte som-bro a la inspiracin del gran poeta para quien elmundo, forma. do por casuales contactos de to-mos, y la humanidad vctima constante de sus pa-siones, estn cercanos , desaparecer, confundidosen la ciega, continua y tumultuosa agitacin de lostomos.

    T. LUCRECIO CARO

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    LIBRO PRIMERO

    Engendradora del romano pueblo,Placer de hombres y dioses, alma Venus:Debajo de la bveda del cielo,Por do giran los astros resbalando,Haces poblado el mar, que lleva naves, Y las tierras fructferas fecundas;Por ti todo animal es concebidoY a la lumbre del sol abre sus ojos;De ti, diosa, de ti los vientos huyen; Cuando t llegas, huyen los nublados;Te da suaves flores varia tierra;Las llanuras del mar contigo ren,Y brilla en larga luz el claro cielo. Al punto que galana primaveraLa faz descubre, y su fecundo aliento Robustece Favorito desatado,

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    Primero las ligeras aves cantanTu bienvenida, diosa, porque al plintoCon el amor sus pechos traspasaste: En el momento por alegres pradosRetozan los ganados encendidos, Y atraviesan la rpida corriente:Prendidos del hechizo de tus graciasMueren todos los seres por seguirteHacia do quieres, diosa, conducirlos;Por ltimo, en los mares y en las sierras,Y en los bosques frondosos de las aves,Y en medio de los ros desbordados,Y en medio de los campos que verdecen,El blando amor metiendo por sus pechos,Haces que las especies se propaguen.

    Pues como seas t la soberanaDe la naturaleza, y por ti solaTodos los seres ven la luz del da,Y no hay sin ti contento ni belleza,Vivamente deseo me acompaesEn el poema que escribir intentoDe la naturaleza de las cosas,Y dedicarle a mi querido Memmio,A quien t, diosa, engalanar quisisteEn todo tiempo con sublimes prendas:

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    Da gracia eterna, diosa, a mis acentos.Haz que entretanto el blico tumultoY las fatigas de espantosa guerraSe suspendan por tierras y por mares;Porque puedes t sola a los humanosHacer que gusten de la paz tranquila, Puesto que las batallas y combatesDirige Marte, poderoso en armas,Que arrojado en tu seno placentero,Consumido con llaga perdurable,La vista en ti clavada, se reclina,Con la boca entreabierta, recreandoSus ojos de amor ciegos en ti, diosa, Sin respirar, colgado de tus labios.Ya que descansa en tu sagrado cuerpo,Inclinndote un poco hacia su boca, Infndele t, diosa, blando acento:inclita medianera de las paces, Pdesela en favor de los romanos;Porque no puedo consagrarme al cantoEntre las guerras de la patria ma,Ni puedo yo sufrir que el noble Memmio Su defensa abandone por orme.yeme, Memmio, t con libre odo,Y sin cuidados al saber te entrega:

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    No desprecies mis dones, trabajadosEn honra tuya con sincero afecto,Sin penetrar primero en lo que digo: Porque sern materia de mi canto La mansin celestial, sus moradores;De qu principios la naturalezaForma todos los seres, cmo crecen, Cmo los alimenta y los deshace Despus de haber perdido su existencia:Los elementos que en mi obra llamoLa materia y los cuerpos genitales,Y las semillas, los primeros cuerpos, Porque todas las cosas nacen de ellas.Pues la naturaleza de los diosesDebe gozar por s con paz profundaDe la inmortalidad: muy apartadosDe los tumultos de la vida humana,Sin dolor, sin peligro, enriquecidosPor s mismos, en nada dependientesDe nosotros; ni acciones virtuosasNi el enojo y la clera les mueven.Cuando la humana vida a nuestros ojosOprimida yaca con infamiaEn la tierra por grave fanatismo,Que desde las mansiones celestiales

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    Alzaba la cabeza amenazandolos mortales con horrible aspecto,Al punto un varn griego os el primeroLevantar hacia l mortales ojos Y abiertamente declararle guerra:No intimid a este hombre sealadoLa fama de los dioses, ni sus rayos,Ni del cielo el colrico murmullo.El valor extremado de su alma Se irrita ms y ms con la codiciaDe romper el primero los recintosY de Natura las ferradas puertas.La fuerza vigorosa de su ingenio Triunfa y se lanza ms all los murosInflamados del mundo, y con su menteCorri lo, inmensidad, pues victoriosoNos dice cules cosas nacer pueden, Cules no pueden, cmo cada cuerpo Es limitado por su misma esencia: Por lo que el fanatismo envilecido A su voz es hallado con desprecio;Nos iguala a los dioses la victoria!Mas temo mucho en esto que te digo Pienses acaso no te d leccionesDe impiedad, ensendote el camino

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    De la maldad: por el contrario, oh Memmio! De acciones execrables y malvadas Fu causa el fanatismo muchas veces: a la manera que en Aulide un tiempo El altar de Diana amancillaronTorpemente en la sangre de IfigeniaLa flor de los caudillos de los griegos,Los hroes ms famosos de la tierra:Despus que rodearon la cabezaDe la doncella con fatales cintas,Que por ambas mejillas la colgaban:Cuando vio que su padre entristecidoEstaba en pie del lado de las aras, Y junto a l tapando los ministrosEl cuchillo, y que el pueblo derramaba En su presencia lgrimas a mares; Muda de espanto, la rodilla en tierraComo una suplicante desgraciada,No la vala en tan fatal momentoHaber dado al monarca la primera De padre el nombre; porque arrebatada Por varoniles manos, y temblando,Fu llevada al altar, no como hubieraEn himeneo ilustre acompaadaIdo a las aras con solemne rito;

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    Antes, doncella,- en el instante mismoDe sus bodas cayese degolladaA manos de su padre impuramente,Como infelice vctima inmoladaPara dar a la escuadra buen suceso: Tanta maldad persuade el fanatismo!De aterradores cuentos fatigadoReferidos por todos los poetas,Quiz huirs de mi tambin t, Memmio,Juzgndome inventor de sueos vanosQue sin cesar toda tu vida agiten,Y el temor emponzoo tu ventura.Y con razn; pues si los hombres viesenQue cierto fin tenan sus desdichas,En alguna manera se armaran,Resistiran contra el fanatismoY amenazas terribles de poetas:Pero no hay medio alguno de hacer frente, Porque se han de temer eternas penas Ms all de la muerte; no sabemosCul es del alma la secreta esencia:Si nace, si al contrario, se insinaAl nacer en el cuerpo, y juntamenteMuere ella con nosotros; si del OrcoCorre vastas lagunas tenebrosas;

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    Si por orden divina va pasandoDe cuerpo en cuerpo de los otros brutos, Como cant nuestro Ennio, que el primeroDe las cumbres amenas de EliconaTrajo guirnalda de verdor perenneQue las gentes latinas ensalzaron: pesar de que en versos inmortalesEnnio afirm los infernales templos, En los que ni los cuerpos, ni las almas,Sino unos macilentos simulacrosDe figura espantable slo habitan: Dice que all del inmortal Homero La sombra vio, que se deshizo en llanto,Y los arcanos del saber le expuso.Por lo que antes que entremos en disputaDe las cosas de arriba, y expliquemosDel sol y de la luna la carrera;Cmo en la tierra se produce todo;Principalmente con sagaz ingenioDel nimo y del alma los principiosConstitutivos es bien indaguemos;Y por qu los objetos que hemos vistoEn la dolencia asustan, y en el sueo,De modo que parece contemplamosY hablamos cara a cara con los muertos,

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    Abrazando la tierra ya sus huesos.No se me oculta que en latinas vocesEs difcil empresa el explicarteLos inventos obscuros de los griegos,Principalmente cuando la pobrezaDe nuestra lengua, y novedad de objetoHarn que forme yo vocablos nuevos:Pero tu virtud, Memmio, sin embargo,Y el placer cierto de amistad suaveMe inducen a sufrir cualquier trabajoY a velar en la calma de las noches,Buscando de qu modo y de qu versoPueda en tu mente derramar las lucesQue todos los secretos te descubran.Preciso es que nosotros desterremosEstas tinieblas y estos sobresaltos,No con los rayos de la luz del da,Sino pensando en la naturaleza.Por un principio suyo empezaremos:Ninguna cosa nace de la nada;No puede hacerlo la divina esencia:Aunque reprime a todos los mortalesEl miedo de manera que se inclinanA creer producidas por los diosesMuchas cosas del cielo y de la tierra,

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    Por no llegar a comprender sus causas.Por lo que cuando, hubiremos probadoQue de la nada nada puede hacerse,Entonces quedaremos convencidosDel origen que tiene cada cosa;Y sin la ayuda de los inmortalesDe qu modo los seres son formados.Porque si de la nada fuesen hechos,Podra todo gnero formarseDe toda cosa sin semilla alguna.Los hombres de la mar nacer podran,De la tierra los peces y las aves,Lanzranse del cielo los ganados,Y las bestias feroces como hijosDe la casualidad habitaranLos lugares desiertos y poblados:Los mismos frutos no dara el rbol,Antes bien diferentes los dara:Todos los cuerpos produjeran frutos;Pues careciendo de principios ciertos, las cosas qu madre sealamos?Pero es porque los seres son formados De unas ciertas semillas de que nacenY salen a la luz; en donde se hallanSus elementos y primeros cuerpos:

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    Por lo que esta energa circunscribeLa generacin propia a cada especie.Adems, por qu causa en primaveraVemos nacer la rosa, y en esto,Los frutos sazonados, y las viasEn los das hermosos del otoo?Sino porque a su tiempo las semillasDeterminadamente se renen;Sale la creacin si ayuda el tiempo;La tierra vigorosa con certezaDa a luz sus tiernos hijos: si naciesenDe la nada, saldran al momentoEn tiempo incierto y estacin contraria:Pues que careceran de principiosCuya unin el mal tiempo no impidiera.Ni, para su incremento cualquier cuerpoDe tiempo y conjuncin de las semillasNecesitara, si crecer pudieseDe la nada: pues jvenes se haranEn un instante los pequeos nios;Y apenas los arbustos asomasen,De repente a las nubes se alzaran:Y vernos que sucede lo contrario,Puesto que poco a poco van creciendo,Imprimiendo un carcter cierto y fijo

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    Con su propio crecer a cada especie.Venir puedes de aqu en conocimientoQue cada cuerpo crece y se sustentaDe su materia propia Y de su jugo.Adems, que la tierra no daraSin ciertas lluvias sus alegres frutos;Ni el animal privado de alimentoSu especie propagara, ni podraConservarse a s mismo: antes diremosQue muchos elementos son comunes muchos individuos, as comoLas letras a los nombres: pues sentemosQue sin principios nada existir puede.Qu impidi, en fin, a la naturalezaPara que hombres tamaos nos hicieseQue vadear pudisemos los mares,Arrancar con las manos las montaas,Y vencer muchos siglos con la vida,Sino porque ha fijado los principiosPara las creaciones de los seres?Nada, pues, de la nada puede hacerse,Puesto que necesita de semillaCualquiera cosa para ser criada,Y del aire salir al aura tierna.Porque vemos, en fin, aventajarse

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    los eriales las labradas tierrasYmejorar la tierra con cultivo,Inferimos de aqu existir en ellaPartes elementales que nosotrosHacemos producir, con el aradoLos fecundos terrones revolviendo,Y sujetando el suelo de la tierra:Luego si estos principios no existiesen,La perfeccin de suyo adquiriran. esto se junta que naturalezaNada aniquila, sino que reduceCada cosa a sus cuerpos primitivos;Si los principios fueran destructibles,De nuestra vista luego arrebatadoCada ser pereciera en el momento;Intil, pues, sera toda fuerzaQue turbase la unin de los principios,Y rompiese sus lazos: pero ahora,Porque los elementos son eternos,Sufrir no puede la naturalezaPonerlos a la vista destruidos,Sino cuando una fuerza extraordinariaEl cuerpo hiri, le penetr y deshizo.Adems, que si el tiempo aniquilaseTodo lo que arrebata a nuestros ojos,

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    Acabando con toda la materia,De dnde Venus a sacar volvieraTodos los seres a la luz de vida?Cmo reproducidos la alma tierraLos alimenta, cmo da incremento,En general los pastos repartiendo?Cmo los ros y las fuentes bellasDe tan lejos al mar tributaran?Cmo el ter sustenta las estrellas?Pues si los elementos son mortales,Tantos siglos y das deberanHaber todas las cosas consumido:Luego son inmortales los principios,Si la naturaleza los obliga las reproducciones de los seres:Ninguna cosa puede aniquilarse.La misma fuerza y causa ltimamenteAcabara con los cuerpos todosSi la materia eterna no tuvieraEstos entre s unidos y enlazados:El tacto slo les dara muerte,Porque no siendo eternos sus principios,Cualquiera fuerza a aniquilarlos basta.Mas como el nexo de sus elementosDiferencia los cuerpos unos de otros,

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    Y como es la materia indestructible,Cada cuerpo subsiste ileso en tantoNo reciba algn choque, que desunaLa textura y unin de sus principios:Luego no se aniquila cosa alguna;Antes bien, destruido cualquier cuerpo,Se vuelve a sus primeros elementos.En fin, perecen las copiosas lluviasCuando las precipita el padre terEn el regazo de la madre tierra?No: pues hermosos frutos se levantan,Los ramos de los rboles verdean,Crecen y se desgajan con el fruto.Sustentan a los hombres y alimaas,De alegres nios pueblan las ciudades,Por cualquier parte en las frondosas selvasSe oyen los cantos de las aves nuevas,Y los rebaos de pacer cansadosTienden sus cuerpos por risueos pastos,Y sale de sus ubres retestadasCopiosa y blanca leche; sus hijuelosDe pocas fuerzas por la tierna hierbaLascivos juguetean, conmovidos Del placer de mamar la pura leche:Luego ningunos cuerpos se aniquilan;

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    Pues la naturaleza los rehace,Y con la muerte de unos otro engendra.Puesto que te he enseado que los seresNo pueden engendrarse de la nada,Ni pueden a la nada reducirse;No mires con recelo mi enseanza,Al ver que con los ojos no podemosDescubrir los principios de las cosas;Sin embargo, es preciso que confiesesQue hay cuerpos que los ojos no perciben.La fuerza enfurecida de los vientosRevuelve el mar, y las soberbias navesDerriba, y desbarata los nublados;Con torbellino rpido corriendoLos campos a la vez, saca de cuajoLos corpulentos rboles, sacudeCon soplo destructor los altos montes;El ponto se enfurece con bramidos,Y con murmullo aterrador se ensaa.De aqu seguramente inferiremosQue los vientos son cuerpos invisibles,Que barren tierra, mar, y en fin el cielo,Y esparcen por el aire los destrozos:No de otro modo corren y destrozan,Que cuando un ro de tranquilas aguas

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    De repente sus mrgenes ensanchaEnriquecido de copiosas lluviasQue de los montes a torrentes bajanAmontonando troncos y malezas:Ni los robustos puentes la avenidaImpetitiosa sufren de las aguas;En larga lluvia rebosando el ro,Con mpetu estrellndose en los diques,Con horroroso estruendo los arranca,Y revuelve en sus ondas los peascos,Con furor arrollando todo obstculo;Del mismo modo los furiosos vientosSemejantes a un ro impetuosoSe arrojan sobre un cuerpo, y le sacuden,Y le llevan delante con gran fuerza,En remolino a veces le arrebatan;Mil vueltas le hacen dar a la redonda.Dir y repetir yo que los vientosSon cuerpos invisibles: sus efectosY su naturaleza nos lo muestran,Puesto que emulan a los grandes ros.Sentimos, adems, varios olores,Y en la nariz tocando no los vemos;Ni el calor percibimos, ni los fros,Ni las voces tampoco ver solemos

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    Que la naturaleza de los cuerposEs preciso que tenga, porque puedenImpeler los sentidos: nada puedeTocar y ser tocado sino el cuerpo.Por ltimo; en las playas resonantesLos vestidos colgados se humedecen,Y tendidos al sol se enjugan luego:Ni cmo se empaparon ver podemosNi cmo se enjugaron con la lumbre:En partculas tenues s divideEl agua de manera que no puedenVerse de modo alguno con los ojos.Despus de cierto nmero de solesEl anillo se gasta en vuestro dedo.El gotear la piedra agujerea,La reja del arado ocultamenteEn los surcos se gusta, y con los pasosLos empedrados desgastarse vemos;En las puertas tambin las manos diestrasDe cobreas estatuas se adelgazanCon los besos continuos de unos y otros;Pues que gastadas vemos se atenan:Pero no quiso la naturalezaDescubrirnos su prdida instantnea,Celosa de que viesen nuestros ojos

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    El lento crecimiento con que obliga aumentarse los cuerpos cada da,Ni cmo se, envejecen con el tiempo,Ni qu prdidas tienen los peascosDe sales roedoras carcomidos,Que a los mares dominan y amenazan:Luego slo obra la naturalezaDe imperceptibles cuerpos ayudada.No est ocupado todo por los cuerpos,Porque se da vaco entre las cosas:Al entenderlo cogers el fruto,Ni andars entre dudas vacilante,Ni de continuo buscars la esencia,Ni desconfiars de mis escritos.Un espacio se da desocupado,Impalpable, vaco: el movimientoSin este espacio no concebiras;Porque propiedad siendo de los cuerposLa resistencia, nunca cesaranDe andar entrechocndose unos y otros:Imposible sera el movimiento,Pues ningn cuerpo se separara:Por los mares ahora y por las tierrasY por los altos cielos. con los ojosVemos mil movimientos diferentes:

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    Y sin vaco no tan solamenteDe agitacin continua carecieranLos cuerpos, mas tambin, ni aun engendradosHubieran sido; porque la materiaQuieta se hubiera estado eternamente.Aunque creamos slidos los cuerpos,Los vemos penetrables: por las rocasCopiosas gotas por doquier chorrean;Por todo el animal corre el sustento;Los rboles crecidos dan el frutoEn tiempo sealado a manos llenas,Porque la savia desde las racesPor troncos y por ramas se difunde;Y las voces penetran las paredes,Recorren los secretos de las casas;Hasta los huesos nos penetra el fro;Sin vaco los cuerpos no pudieranTrasladarse a otro punto en modo alguno.En fin cmo unas cosas se aventajanA las otras en peso, y no en figura?Pus si un velln de lana pesa tantoCorno un cuerpo de plomo, en equilibrioDebe estar la balanza; la materiaHace peso hacia abajo, luego quedaSin pesadez por su naturaleza

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    El vaco: pues si me das dos cuerposEn una superficie comprendidos,El ms ligero es el de ms vaco,El ms denso ser de mayor peso;La razn nos demuestra claramenteUn vaco existir diseminado.Mas porque nadie pueda seducirte,Me adelanto a ponerte de antemanoDe algunos el capcioso raciocinio.Sostienen que a los peces relucientesLes abre el agua lquidos caminos,Que despus el espacio abandonadoSe ocupa por la onda retirada:Pueden moverse as y mudar de sitioTodos los dems cuerpos sin vaco.En razn falsa estriba el argumento;Cmo podrn los peces menearseSi las aguas no dan lugar vaco?Cmo refluirn las aguas mismasCuando los peces no darn un paso? los cuerpos privar de movimiento el espacio vaco confesemosQue principia a mover todos los cuerposCon rapidez separa t dos cuerposPlanos y que entre s estn bien unidos,

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    Vers cmo se forma all un vacoQue no puede a la vez llenar el aire:Le va ocupando todo poco a poco.Si por fortuna alguno presumieraQue de dos superficies separadasEl espacio intermedio es ocupadoDel aire condensado anteriormente,Se engaa; pues se forma all un vacoEntonces que no hubo antes, y se llenaEl vaco existente: de este modoEl aire ya no puede condensarse;Y aun dado que pudiese, como dicen,No podra a mi juicio sin vacoSus partes recoger y reducirlasA volumen menor: para escaparteCualquier dificultad que me objetares,Es preciso confieses el vaco.Yo podra traerte muchas pruebasQue mis razones ms acreditasen:A tu penetracin estos ensayosSon suficientes, si indagando sigues,Porque as como muy frecuentementeRastrean las querencias enramadaso De las fieras monteses y los canes,Cuando dieron por fin con rastro cierto,

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    As de consecuencia en consecuenciaDars en general con los arcanosDe la naturaleza, y de sus senosSacars la verdad. No te empereces.Si te apartares algo de mi objeto,Me atrevo, Memmio, a hacerte esta promesa.Se agotarn los grandes manantialesDonde he bebido yo largas noticias,Mi rico pecho dejar primeroDe derramarlas con suave labio,Y a paso lento la vejez tardaHabr ocupado todos nuestros miembros,Y el principio vital habr disuelto,Primero que por medio de mis versosHaya agotado esta materia inmensa.A nuestros raciocinios ya volvamos:Estriba, pues, toda naturaleza,En dos principios: cuerpos y vacoEn donde aqullos nadan y se mueven:Que existen cuerpos, el comn sentidoLo demuestra; principio irresistibleSin el cual la razn abandonadaDe errores en errores se perdiera.S no existiera, pues, aquel espacioQue llamamos vaco, no estaran

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    Los cuerpos asentados, ni moversePodran, como acabo de decirte.Adems del espacio y el vaco,No conocemos en naturalezaUna clase tercera independienteDe los principios dichos: lo que existeEs necesariamente de pequea de grande extensin: si lo sintiereEl tacto. aunque ligera y levemente,Debernos colocarlo entre los cuerpos,Y al todo seguir. Pero si fuereImpalpable, y ninguno de sus puntos la penetracin resistir puede,Este espacio y lugar llamo vaco.En general los seres son activos; bien a la accin de otros se sujetan, bien el movimiento proporcionan,Y la existencia, pues los cuerpos solosPueden ser activos pasivos:Slo el vaco puede darles sitio:Luego no existe en la naturalezaMs que los cuerpos dichos, y el vaco:No pueden alcanzarlo los sentidos,Ni el espritu humano comprenderlo.Lo que no sea materia ni vaco,

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    Propiedad accidente es de uno de otro.Las propiedades son inseparablesDel sujeto; tan solamente cesanCuando ste es destruido; as en la piedraTal es la pesadez, tal en el fuegoEs el calor, fluidez tal en el agua,La tangibilidad tal en los cuerposY tal su privacin en el vaco.Los que llamar solemos accidentes,Como la libertad y servidumbre,La pobreza y caudales desmedidos,La paz y guerra, slo son manerasDe ser, que con su ausencia su presenciaLo esencial no trastornan del sujeto.El tiempo no subsiste por s mismo:La existencia continua de los cuerposNos hace que distingan los sentidosLo pasado, presente, y lo futuro;Ninguno siente el tiempo por s mismo,Libre de movimiento y de reposo.En fin, cuando nos dicen haber sidoRobada Elena y las troyanas gentesHaber sido con guerra sujetadas,Nadie nos fuerce a confesar que puedenExistir por s mismos estos hechos,

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    Despus que el tiempo irrevocale huboLos siglos y sucesos engullido;Porque en diversos tiempos y regionesCuantas cosas pasaron, pasar pueden,Mas sin materia, ni lugar ni espacio,Todo acontecimiento es imposible.Sin materia, por fin, y sin vaco,La hermosura de Elena nunca hubieraLos clebres combates encendidoDe una guerra cruel que fomentabaEl pecho ardiente de Alejandro frigio:No incendiara el caballo de maderaDe Prgamo las torres sublimadasCon el parto nocturno de los griegos.Ya puedes ver que todos los sucesos,Que agitan y revuelven nuestro globoNo existen en verdad como los cuerpos,Ni son como el vaco, sino simplesCambios de los principios; accidentesQue al espacio los cuerpos se refieren.Llamamos cuerpos a los elementosY a los compuestos que resultan de ellos:Los elementos son indestructibles, Porque su so-

    lidez triunfa de todo.Te costar trabajo persuadirte

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    Que existen cuerpos slidos: el rayoAtraviesa los muros, as! comoLas voces y los gritos: se caldeaEl hierro si le metes en la fragua;Peas ardiendo arrojan los volcanes;El oro se liquida en los crisoles;El cobre se derrite corno el hielo;El fro y el calor de los licoresSentimos en los vasos que bebemos:De solidez perfecta no tenemosIdea cierta y experiencia clara.Mas la razn y la naturalezaEsta verdad nos hacen que entendamos:yeme en pocos versos: los principiosQue componen el gran todo criadoTienen un cuerpo slido y eterno.Despus, como los cuerpos y el espacioPor su naturaleza son opuestos,Es preciso que existan uno y otroEnteramente puros por s mismos:El vaco repugna todo cuerpo,La materia al vaco de s aleja:Luego slidos son y sin vacoLos elementos, los primeros cuerpos.Pues que se da en los cuerpos el vaco,

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    Deben de partes slidas cercadosEstar estos vacos. RepugnanteEn los cuerpos sera dar vaco,Si a las paredes que rodean steLa solidez quitamos. Las paredesEl agregado son de la materia:Luego como los cuerpos se destruyan,Es la materia slida y eterna.Slido fuera el todo sin vaco:Y sin cuerpos que ocupen el espacio,Vaco inmenso fuera el universo,Por el contrario. El cuerpo y el espacioSon respectivamente muy distintos,Pues que no existe lleno ni vacoPerfecto: los principios y elementosDiferencian el lleno del vaco.No puede disolverlos clioque externo,Ni puede penetrar extraa fuerzaA su tejido: ni de accin extraaPueden recibir dao, como he dicho.Mas cmo pueda un cuerpo sin vacoSer roto, dividido descompuesto,Seguramente yo no lo concibo:l es a la humedad inaccesible,Al fro y al calor, que son las causas

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    Destructoras de todo: as observamosQue cuanto ms los cuerpos son sujetosA estas causas que van menoscabando,Encierran mas vaco en su tejido:Luego si constan los primeros cuerposDe solidez, y no tienen vaco,Eternos han de ser forzosamente.Si no fuesen eternos, a la nadaTodo el mundo se hubiera reducido:Pero como la nada no produceNi aniquila los seres, es precisoQue eternos sean los primeros cuerpos,Pus los destruyen y los reproducenTodos los seres: luego los principiosLa simplicidad slida contienen,Porque sin ella no hubieran podidoDurante tantos siglos conservarse,Ni reparar los seres de continuo.En fin, si hubiera la naturaleza lmites precisos reducidoLa divisibilidad de la materia,Los elementos del gran todo hubieranEn la revolucin de tantos siglosLlegado luego a tal acabamiento,Que de su unin los cuerpos producidos

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    Alcanzar no pudieran su incremento.Como un cuerpo ms pronto se destruya.Que lo que tarda el mismo en rehacerse,Las prdidas que hubiera padecidoEn la edad precedente, irreparablesFueran sin duda alguna en las siguientes:Pero constantemente se reparanDe su menoscabar todos los cuerpos,Y los vemos llegar a plazos fijos aquella perfeccin que les compete.La divisin de la materia tieneLmites invariables y precisos.Solidsimos son los elementos:Mas como en todo cuerpo haya vaco,Pueden hacerse blandos como el agua,El aire, tierra y fuego; y al contrario,Si damos que son muelles los principios,El pedernal, el hierro, como puedanConsistencia tomar no explicaremos.Porque en sus obras la naturalezaSobre slidas bases no estribara.Slidos son y simples los principios,Pues su unin ms menos apretadaResistencia y dureza da a los cuerpos.La duracin, por fin, y el crecimiento

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    De los cuerpos ha la naturalezaDeterminado y su poder medidoNo padecen mudanza las especies,Ni las generaciones se varan,Como las clases diferentes de avesEstn de ciertas manchas salpicadas;Porque son inmutables las especies.Si admitimos mudanza en los principiosNo sabremos qu pueda producirseY qu no pueda, y cmo se limitanLos cuerpos, cmo pueden traer los siglosNaturaleza, vida, movimiento,Y las mismas costumbres de los padres.La extremidad de un tomo es un puntoTan pequeo, que escapa a los sentidos;Debe sin duda carecer de partes:l es el ms pequeo de los cuerpos,Ni estuvo ni estar jams aislado;Es una parte extrema, que juntadaCon otras y otras partes semejantes,Forman as del tomo la esencia.Si del tomo, pues, los elementosDe existencia carecen separados,Ser su unin tan ntima y estrecha,Que no hay fuerza capaz de separarlos.

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    De simple solidez los elementosY partes muy delgadas se componen;Su unin no es un compuesto heterogneo,Sino simplicidad eterna. QuiereDe este modo formar naturalezaLos cuerpos, sin que alguna de sus partesSeparacin menoscabo sufra.Adems, si nosotros no admitimosDe divisin un trmino preciso,Se compondrn los cuerpos ms pequeosDe infinidad de partes, caminandoDe mitad en mitad al infinito.Qu diferencia habr de un cuerpo grandeAl cuerpo ms pequeo? SuponiendoQue el todo es infinito, sin embargo,De partes infinitas igualmenteSe compondrn los tomos ms breves:Mas corno la razn no lo comprenda,Convencido es preciso que confiesesQue los simples corpsculos terminanLa divisin y solidez eterna.Si la naturaleza creadoraNo acostumbrase a reducir los seres sus mnimas partes, no podraRehacer unos de otros, destruidos:

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    Pues siendo todava divisibles,No podra enlazarse la materia,Ni tener pesadez, ni ser chocada,Ni encontrarse con otro ni moverse,Causas engedradoras de los seres.Si divisibles fueran los principiosAl infinito, es fuerza que existieranDesde la eternidad cuerpos intactos:Mas como sean frgiles, no puedenHaber por tantos siglos resistido innumerables coques de continuo.Y por esta razn los que creyeronQue el fuego era el origen de las cosas,

    En un error grosero han incurrido.Esta opinin Herclito defiendeComo primer caudillo, celebradoPor su obscura lenguaje entre los griegosSuperficiales, ms que por los sabiosQue buscan la verdad: porque los neciosAman y admiran ms lo que est envueltoEn misteriosos trminos; su orejaSuavemente puede ser heridaY embelesada con gracioso ruido:Y el dulce halago a la verdad prefieren.

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    Herclito pregunto: de qu modoPodran existir tan varias cosasSi del fuego pursimo nacieran?Rarificar condensar el fuegoDe nada servira, si sus partesSe compusiesen de la misma esenciaQue tiene todo el fuego: reunidosLos elementos, fuego ms activoTendremos, y ms flojo separados:Bien condensemos o rarifiquemosEl fuego, como habemos ya probado,No se pueden formar cuerpos distintos.Y si stos reconocen el vaco,Enrarecer y condensar el fuegoPodrn; pero se quedan en silencioViendo se contradicen a s mismos,Y evitan admitir puro vaco;Y mientras huyen las dificultadesSe apartan del camino verdadero.El vaco quitado, no reparanQue debe condensarse todo cuerpo,Y no formar ms que uno, cuyas partesCondensadas no pueden escaparseComo el calor y luz que arroja el fuego:Luego de partes densas no se forman.

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    Porque si en defender ellos se obstinanQue las partes del fuego recogidasSe apagan y se mudan, a la nadaEl fuego elemental reduciran,Y todo nacera de la nada;No puede un cuerpo transmutar su esenciaSin que deje de ser lo que antes era.Deben, pues, conservar los elementosDel fuego aquella su naturaleza,Para que ni los cuerpos se aniquilenNi el gran todo renazca de la nada.Mas aunque existen en naturalezaAlgunos cuerpos de inmutable esencia,Que con aumentos diminucionesY con combinaciones diferentesHacen cambiar la esencia de los cuerpos,No son stos corpsculos de fuego.Aadir quitar no importara,Ni cambiarle, el orden, pues de fuegoTendran todos la naturaleza,Y del fuego los cuerpos se engendraran.As es como yo pienso que se forman:Existen ciertos cuerpos, cuyo encuentro,Figura, situacin y movimientoY orden forman el fuego; trastornados.

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    Su esencia mudan. Estos elementosNi son de fuego, ni otra cosa algunaQue pueda enviar cuerpos al sentido,Y palparlos el tacto si se arriman.Decir que todo lo compone el fuego,Y que ste es el principio de las cosas,Que es lo mismo que Herclito establece,Me parece locura consumada.Ataca los sentidos por s mismos,Los destruye y nos roba la creenciaQue pende de los mismos por los cualesEl fuego conoci; pues se persuadeQue conocen el fuego los sentidos,Y lo dems no cree que es tan claro:Muy necio y delirante me parece.Adnde la -verdad encontraremos?Quin mejor que el sentido puede hacernosLo falso distinguir y verdadero?Por qu, pues, quitar alguno los cuerpos,Dejando por principio slo el fuego, quitn-

    dole a ste su existencia,Los dems cuerpos dejar tan slo? Uno y otro

    parece igu al delirio.Aquellos que creyeron ser el fuegoLa materia y la suma de los cuerpos;

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    Y los que por principio establecieronEl aire creador, los que pensaronEl agua misma hacer por s los cuerpos,Y que la tierra lo criaba todo,Y que en cualquiera cuerpo se mudaba,En errores grandsimos cayeron.Aadamos tambin los que duplicanLos elementos, cuando al fuego juntanCon el aire, y la tierra con el agua;Los que aire, tierra, lluvia y fuego tienenPor creadores de los cuerpos todos.Empdocles, el hijo de Agrigento,Va a su frente, nacido en las orillasTriangulares de la isla celebradaPor las ondas azules del mar JonioQue la baa y rodea con mil vueltas,Y que con altas encrespadas olasPor un angosto estrecho la divideDe las playas y trminos de Italia.Aqu habita Caribdis anchurosa,Aqu etnos murmullos amenazanDe llamas recoger nuevos furores,Vomitar un volcn por sus gargantas,Y de nuevo lanzar a las estrellasRelmpagos de fuego: ciertamente

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    Esta regin que admiran las naciones,ptima en bienes, prodigiosa grande,De valerosos hroes guarnecida,No tuvo en s varn ms sealado,Ms asombroso, caro y respetable;De su divino pecho las cancionesPregonan sus inventos peregrinos,Dejndonos en duda si fue humano, de inmortal estirpe descendiente.Este sabio inmortal, y las nombradosInferiores a l, menos ilustres,Divinos inventores de las cosas,Sacaron de sus ntimas entraasOrculos ms ciertos y sagradosQue la Pitia en la trpode de ApoloLos diera con laureles coronada;Mas cual hombres al fin, aunque tan grandes,Erraron los principios de las cosas,De errores en errores resbalando.Establecen primero el movimiento,Y dejan a los cuerpos sin vaco:Cuerpos blandos y raros reconocenTal como el aire, el sol, la tierra, el fuego,Animal, vegetal, pero no quierenAdmitir en sus cuerpos el vaco.

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    Dividen la materia al infinito,La seccin de los cuerpos no limitanNi en ellos partes mnimas conocen.Viendo que de los cuerpos el extremoLo mnimo es que llega a los sentidos,Hay que conjeturar que aquel extremoQue en el extremo mismo no podemosDistinguir, es el mnimo en los cuerpos.Establecen tambin principios blandos,Que nacen y perecen como vernos.Ya se hubiera el gran todo aniquilado,Los cuerpos renacieran de la nada:Ya ves cun grande error y qu delirio!Enemigos, por fin, son los principios,Y de muchas maneras se destruyen;Chocndose entre s se aniquilaran, se disiparan cual los rayos,Lluvias y vientos por las tempestades.Si todo se hace de estas cuatro cosas,Y todo en ellas mismas se resuelve,Por qu aqullas tendremos por principiosMejor que no a los cuerpos? pues que mudanDe esencia y forma y de naturaleza.Mas si al contrario, acaso presumieresQue se rene el agua, el fuego, el aire

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    Y tierra sin mudarse en modo algunoSu misma esencia, de ellos no podraCrearse cosa aluna, ya animada,Ya inanimada sea como el rbol.Una mezcla confusa encontraremosDe aire, agua, tierra y fuego: nunca puedenEstas substancias concebirse unidas;Su propiedad cada una desplegara.Es necesario que obren los principiosDe un modo clandestino invisible;No sea que dominando demasiadoImpidan a los cuerpos que se formenConservar su especfico carcter.Su primer elemento hacen al fuego,Que emana segn ellos de los cielos;De ste se engendra el aire, de aqu el agua,Y la tierra del agua es engendrada.Retrogradando nacen de la tierraLos dems elementos: antes la agua,Despus el aire; el fuego ltimamente;Estas transformaciones nunca cesan,Bajan desde los cielos a la tierra,Desde la tierra hasta los cielos suben:No deben hacer esto los principios;Es preciso que sean inmutables,

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    Porque no se aniquile el universo;No puede cuerpo alguno de su esenciaLos lmites pasar sin que al momentoDeje de ser lo que era; por lo tanto,Si se transforman estos elementosDe continuo, corno fiemos dicho arriba,Es preciso que de otros inmutablesSe compongan; no sea que a la nadaSe vea reducido el universo.Establece ms bien algunos cuerpos,De tal naturaleza revestidos,Que si el. fuego criasen, hacer puedenEstos mismos el fluido del aire,Y as los dems seres, aumentando bien disminuyendo, los principios,Cambiando situacin y movimiento.Pero es claro, me dices, que los cuerposCrecen y se sustentan de la tierra:

    S la estacin al aire no le prestaUna temperatura favorable,Y si con frescas lluvias no se muevenLas copas de los rboles, ni ayudaCon sus rayos el Sol las producciones;Ni sembrados, ni arbustos, ni animales

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    Jams podrn llegar a crecimiento.Sin duda es cierto; y si a nosotros mismosNo nos sustenta un slido alimentoY bebida suave, nuestros miembrosSu bro perdern, y el sentimientoSe acabara del todo en nuestros huesos:Porque nos alimentan ciertos cuerposCorno a las dems cosas, pues mezcladosLos principios estn, y son comunesDe muchos modos a otros muchos cuerpos.De aqu la variedad en el sustento:Mucho importa saber de los principiosLa mezcla, situacin y movimientosRecprocos; los mismos constituyenEl cielo, el mar, la tierra, sol y ros,Los rboles, los frutos y animales:En cada verso de estos mismos cantosVers que son comunes muchas letrasDe muchas voces: debes, sin embargo,Confesar que los versos y palabrasDifieren entre s, ya en la substancia,Ya en el mismo sonido que sentimos:Tanto pueden las letras variadas.Pero de la materia los principiosDe otros mil modos combinar se puedan

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    Para criarse variedad de cosas.La Homeomeria tambin profundicemosDe Anaxgoras, que es as llamadaEntre los griegos, y en la lengua patriaNo permite nombrarla su pobreza;Pero es fcil decirlo con rodeosY explicar la Homeomeria en su principioLos huesos, a saber, de huesecitos;Las entraas se forman de entraitas;Muchas gotas de sangre congregadasCran la sangre; y piensa que se formaDe Molculas de oro el oro mismo;Que se forma la tierra, el luego, el aguaDe sus pequeas partes respectivas,Y que todos los cuerpos son formadosDe la unin de principios similares.l no admite vaco en parte alguna,y los cuerpos divide al infinito:Y yerra en ambas cosas, Como aquellosQue antes de l los principios indagaronEstablece muy frgiles principios,Si el nombre de principios Puede darse los que son lo mismo que los cuerposEndebles, se, destruyen y perecen.

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    El, un ataque tan violento y fuerte,Quin permanecer? quin de la muerteCogido, escapar de entre sus garras?El fuego? el agua? el aire? sangre huesos?'Ninguno de estos cuerpos, segn juzgo;Pues son perecederos como aquellosQue vemos perecer a nuestros ojos:Nada puede a la nada reducirse,Ni alguna cosa hacerse de la nada,Confirman mis probados argumentos.Por otra parte, como el alimentoEl cuerpo sustentado le engrandece,Se sigue que las venas y la sangre,Y los huesos y nervios se componenDe heterogneas partes substanciasMezcladas dirn ser los alimentos,Y que abrazan en s pequeos nervios,Y unas partes de sangre, y huesos, venas:Entonces los substentos y bebidasDe heterogneas partes se componen.Si los cuerpos que nacen de la tierraLos contiene adems ella en su seno,Debe constar de tan diversas partesCuanto sus producciones son diversas:De los dems compuestos raciocinio

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    Del mismo modo; si la llama y humoY ceniza estn dentro en los leos,Los leos deben ser heterogneos.Un solo medio de defensa tieneLa opinin vacilante de Anaxgoras:Dl se vale, y pretende que los cuerposEncierran en s mismos los principiosDe todos los dems; pero que aquellosSolamente divisan nuestros ojosQue estn en mayor nmero mezclados,Y ocupan la primera superficie:La razn desaprueba este discurso;Porque fuera forzoso que los granosCuando son quebrantados con la piedraDiesen muestras de sangre, bien de partesQue alimentan el cuerpo; manaraSangre, si se frotaran dos guijarros:Las hierbas destilaran igualmenteDulces gotas de leche tan sabrosaComo las ubres de lechera oveja:Destripando terrones, muchas vecesYerbas encontraramos y granosY rboles pequeitos escondidos:Hendiendo la madera, en fin, se vieranLlamas pequeas, y ceniza, y humo:

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    Mas como la experiencia contradigaEstar as revueltos los principios,Deben comunes ser a todo cuerpo,Y estar diversamente colocadosEn los diversos cuerpos de los seres.Pero dirs que en montes empinadosLas copas de los rboles robustosDel austro proceloso sacudidasSe entrechocan y arrojan vivas llamas:Es cierto, s; mas no contienen fuego:Una porcin de partes inflamablesPor el frote en un punto reunidasEl incendio originan de los bosques;Si tanto fuego en ellos se escondiera,No podra un momento refrenarse,Consumiera las selvas de continuo,Reduciendo a cenizas todo arbusto.Ya ves que importa mucho, como dije,El mixto conocer de los principios,Saber su movimiento y posicionesRecprocos; porque los elementosCambiados entre s ligeramenteSacaran el fuego de los leos,Corno si estas palabras ligna el ignes Sin que sus letras alteremos mucho

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    Con distinto sonido pronu