de la intervención política - félix rodrigo mora

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  • 7/31/2019 De la Intervencin Poltica - Flix Rodrigo Mora

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    80 Artculos

    Estudios, 2011, n 1-1, pp 80-96.

    Resumen:En las actuales circunstancias, de transicin desde un periodo en que el conicto social ha sido limitado y discontinuo a otro en que

    se darn, muy probablemente, uertes tensiones permanentes y ascendentes, la reexin sobre lo sustantivo del combate poltico

    se hace necesaria, por s y porque ha de orientar nuestro quehacer en las nuevas circunstancias. Dado que la intervencin polticaes la orma superior de tal prctica, que gira siempre en torno al par dialctico opresin/libertad, vale decir, Estado/autogobierno

    popular, su estudio ha de abordarse a partir de dos elementos analticos. Uno es la experiencia histrica de este tipo de enrenta-

    mientos, otro los clsicos del pensamiento poltico. El primero es el determinante pero el estudio de los textos ms iluminantes de

    los politlogos de la cultura occidental orienta y complementa las conclusiones alcanzadas tanto como el actuar transormador.

    Palabras Clave:Combate poltico, ingeniera social, revolucin, religin poltica, anlisis estratgico, programa poltico, obrar planifcado, autocr-

    tica, poltica como arte.

    Abstract:

    In the current circumstances, in a transition rom a period with limited and sporatic social conictivity to one in which tensions are risingand permanent, the reection on how undamental political combate is becomes imperative, by itsel and also because it must guide what

    needs to be done in the new circumstances. Te study o political involvement must be undertaken rom the point o view o analytical

    elements because it is the highest orm o this practice that revolves around the dialectical pair o oppression vs. reedom, or, State vs. popular

    sel-government. One o these elements is the historical experience o these kinds o conrontations, another the point o view o classical

    political thought. Te frst is the determining actor but a study o the most illuminating texts o Western political scientists guides and

    complements our conclusions as well as any transormative action.

    Resumo:

    En la aktualaj cirkonstancoj, de transiro de periodo kie la socia konflikto estis limigita kaj malkontinua al alia kie okazos, tre

    probable, fortaj permanentaj kaj ascendaj streioj, la pripensado pri la esenco de la politika batalo farias necesa, per si kaj

    ari devas orienti nian taskon en la novaj cirkonstancoj. Pro tio ke la politika interveno estas la supera formo de tia praktiko,

    kiu iras iam irka la paro dialektika premo/libereco, tio estas, tato/populara memregado, ties studo devas eki el du analizaj

    elementoj. Unu estas la historia sperto de tiu tipo de alfrontoj, alia la klasikoj de la politika penso. La unua estas efa sed la studo

    de la tekstoj pli lumigaj de la politikologoj de la okcidenta kulturo orientas kaj kompletigas la konkludojn atingitajn tiel kiel la

    ago transforma.

    De la intervencin polticaFlix Rodrigo [email protected], historiador y flsoo poltico autodidacta.

    Fecha de recepcin-aceptacin: 11/08/2011 - 18/10/2011

    Artculo

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    De la intervencin poltica

    Artculos 81

    A un Prncipe le es necesario tener al pueblo de su lado:

    de lo contrario no tiene remedio en la adversidad

    N. Maquiavelo

    Aunque la intervencin poltica como primordial

    prctica, por lo general institucional, es cada da ms

    comn y ms resolutiva, no hay apenas estudios sobre

    ella, dejando a un lado vagas y aisladas reerencias en unos pocos

    trabajos de investigacin. Es algo que se hace pero sobre lo que

    no se escribe y, por lo que parece, no se cavila. Esto vulnera un

    principio cardinal, el del acercamiento pensante y reexivo al

    quehacer poltico.

    Intervenciones polticas descollantes en el plano mundial hansido, en los ltimos aos, la que llev a B. Obama a la presiden-

    cia de EEUU en 2009, la revolucin naranja de Ucrania en

    2004, la primavera rabe de 2011 y, cmo no, la emergencia

    del movimiento del 15-M aqu, cada una con sus caractersticas

    y expresiones particulares bien marcadas.

    Podemos defnirla, en una primera aproximacin, como una

    actuacin operativa de gran calado, por lo general rpida y

    concentrada, espectacular y tumultuosa, que cambia de manera

    prounda y duradera en relativamente poco tiempo la situa-

    cin poltica precedente, ocasionando un vuelco radical ymodifcando sustantivamente la correlacin de uerzas exis-

    tente conorme a los designios estratgicos de quienes la han

    planifcado y dirigido. Su undamento est en una reexin

    de Maquiavelo (1978, 92) los hombres cambian contentos

    de seor creyendo mejorar.

    Si bien la intervencin poltica tiene bastante de ejercicio de

    mercadotecnia, no se reduce a ello, ni mucho menos, pues

    adems de crear una mentalidad avorable en las masas, se

    propone conseguir una nueva legitimidad poltica, unas nuevas

    instituciones y unos nuevos dirigentes. De ese modo la prece-

    dente ruptura, ms o menos prounda, entre el statu quo y las

    masas se resuelve como un nuevo maridaje entre el pueblo y el

    Estado. As las multitudes inorgnicas de la modernidad pasan

    de la apata habitual al entusiasmo coyuntural por lo poltico,

    en este caso de signo ofcialista.

    Dicho de otro modo, la intervencin poltica suele ser la

    respuesta institucional a una crisis poltica, y su resolucin

    conorme a los intereses del poder gubernamental-estatal. Si

    sus contenidos y metas son sustantivos, en caso de racasarpuede crear una situacin que no deje a aqul ms que un

    recurso, el uso de la uerza armada policial y militar. Pero si

    una sucesin de tales intervenciones lo sufcientemente certeras,

    ambiciosas y bien planifcadas uese realizada con xito desde

    abajo podra llevar a las clases populares a las puertas mismas

    de la revolucin.

    Toda intervencin poltica o es una estrategia en s misma o

    bien es un momento culminante en la realizacin de un plan

    estratgico. Ello signifca que su estudio ha de hacerse conside-

    rando todos los actores implicados, con mentalidad totalizante,

    estableciendo la adecuacin apropiada entre fnes, previamente

    defnidos, y medios disponibles. Lanzada planifcadamente

    contra el sistema de dominacin conorme a un proyecto

    estratgico bien meditado permitira probablemente librar el

    combate poltico como un todo articulado y complejo, en posdel desencadenamiento de un alzamiento popular que alte-

    rase la correlacin de uerzas primero y abriera, en un segundo

    momento, camino a la realizacin revolucionaria de la libertad,

    en una sociedad sin ente estatal ni clase empresarial, gobernada

    desde asambleas, autogobernada y autogestionada.

    En consecuencia, el objetivo de este artculo es doble, 1)

    comprender las intervenciones polticas institucionales para

    poder hacerlas rente con ms eectividad, 2) habituarse a

    pensar en trminos de estrategia, planifcacin, primaca abso-

    luta de la realidad concreta, iniciativa, asalto poltico concen-

    trado y actuacin operativa. De ese modo, cuando se den las

    condiciones apropiadas, podrn realizarse, como se ha dicho,

    intervenciones polticas que vayan desgastando y acorralando

    al poder establecido, arrebatndole la iniciativa, rompiendo la

    alianza pueblo-Estado y creando las condiciones polticas para

    la realizacin prctica de una alteracin revolucionaria integral.

    La poltica como arte frentea la poltica como teoraEs inructero buscar en los textos de los politlogos acadmi-

    cos algo relacionado con la prctica de la intervencin poltica.

    Incluso un autor a menudo clarividente como Norberto Bobbiono tiene en cuenta tan undamental actuacin. Tampoco se

    halla nada consistente en Carl Schmitt, y podra aadirse a

    La intervencin poltica suele ser larespuesta institucional a una crisis poltica,

    y su resolucin conorme a los interesesdel poder gubernamental-estatal.

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    Flix Rodrigo Mora

    82 Artculos

    estos autores bastantes ms. Una excepcin parcial quiz sea

    Ortega, que al menos intuye la nocin de intervencin poltica

    en sus obras, lo que le permiti ser parte del equipo de prceres

    que planifc una de las operaciones polticas ms brillantes denuestra historia, conorme a los intereses de las elites del poder,

    la instauracin de la II Repblica en 1931.

    La causa es el enoque torpemente terico que suelen tener los

    mencionados textos, obra de proesores-uncionarios ajenos a

    la realidad del combate poltico cuerpo a cuerpo. En aqullos se

    encuentra, dicen, teora poltica, mientras que la intervencin

    poltica es algo que corresponde a los polticos proesionales, a

    los planifcadores de los diversos entes estatales y los organismos

    superiores de la cadena de mando militar. Por tanto, estamosante una cuestin undamentalmente prctica, que se estudia

    en la realidad y no en los libros ni en las aulas, y que se aprende,

    a resistir y a realizar, segn los casos, desde la realidad misma,

    valindose de la epistemologa propia del anlisis aterico expe-

    riencial. Ello es excelente pues invita a desarrollar un saber

    no acadmico, que a mi entender es el verdadero saber, como

    expongo en La democracia y el triuno del Estado.

    Dierente es el caso de Maquiavelo. Aunque este autor tampoco

    se refere a la nocin y prctica de la intervencin poltica como

    quehacer contundente, concentrado y de eectos resolutivos

    para dar el vuelco a una situacin determinada en el mbito

    decisivo de lo poltico, s se vale de una epistemologa de

    calidad. Suele admitirse (Sabine, 1970, 256-257) que la obra

    escrita del autor lorentino, El Prncipe sobre todo pero

    tambin Discursos sobre la primera dcada de Tito Livio,

    se ocupa de poltica prctica, est libre de dogmatismos y su

    undamento es la observacin guiada por... el sentido comn,

    lo cual es bastante exacto.

    Esa es la metodologa apropiada, con la advertencia de que quie-

    nes viven dominados por doctrinarismos, nociones universales,

    abstracciones desconectadas de la realidad, sermones proeso-rales, religiones polticas y teoras varias nunca podrn hacer

    intervencin poltica, ni tampoco contrarrestar las operaciones

    de ese tipo que peridicamente lanza el aparato institucional-

    estatal, oensivas las primeras y deensivas las segundas. Su

    undamento ltimo es el aerramiento a lo real, o si se desea

    decirlo a la manera de John Milton, la realizacin permanente

    de un esuerzo comunitario por la verdad, desde la experiencia

    y los hechos, conorme al principio gnoseolgico de la realidad

    primero y por encima de todo.

    Lo ms importante en esta cuestin es comprender que elcombate poltico en su esencia es una lucha de ideas, y que

    en l prevalece y vence el bando que ms ideas aporte y ms

    persuasivas sean stas. Pero en la lucha anti-institucional las

    ormulaciones programticas y de contenidos slo son legtimas

    si son verdaderas, en un doble sentido, epistemolgico y tico,

    lo que viene a signifcar que la verdad como categora axial es el

    meollo de la lucha poltica revolucionaria, del mismo modo que

    la intervencin poltica realizada desde arriba se undamenta

    en la propaganda, vale decir, en la manipulacin y la mentira.

    Verdad (verdad concreta y fnita) contra propaganda: tales son

    los dos medios de accin poltica a enrentar. Verdad como

    calidad y propaganda como cantidad, as que es una lucha de

    la calidad contra la cantidad, lo que convierte en un error estra-

    tgico atal intentar enrentar cantidad a cantidad, propaganda

    a propaganda. Quien lo haga racasar siempre. El undamento

    de la lucha poltica revolucionaria ha de ser la verdad, y su

    uerza motriz el entusiasmo por la verdad.

    De lo expuesto se infere que la intervencin poltica orma

    parte de la poltica entendida como arte, como experiencia prc-tica guiada por el conjunto de las acultades psquicas propias

    del ser humano. Tal hace de ella un quehacer impreciso y ms

    Levantamiento de una barricada en Alemania durante una cumbre del G-8.

    Lo ms importante en esta cuestin es comprenderque el combate poltico en su esencia es una luchade ideas, y que en l prevalece y vence el bandoque ms ideas aporte y ms persuasivas sean stas.

    CarlosM

    artnHommer.

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    De la intervencin poltica

    Artculos 83

    o menos conuso pero muy eectivo que toma una situacin

    para transormarla sustantivamente en unas condiciones dadas,

    lo que la distancia de la poltica comprendida como ciencia, sea

    cual sea el signifcado de tan pintoresca ormulacin.

    Con todo, la experiencia de la intervencin poltica es mucho

    ms comn en la modernidad que en los tiempos de Maquia-

    velo, por cuanto ahora las masas estn ya casi del todo ultra-

    adoctrinadas, amaestradas, desarraigadas, desposedas, desustan-

    ciadas, capitidisminuidas, privadas de sus acultades reexivas,

    mega-enrentadas entre s, atemorizadas, encerradas en la crcel

    del yo y atomizadas, lo que entonces an no suceda del mismo

    modo y en el mismo grado, ni mucho menos. Esto no impidi

    a aqul observar una singular intervencin, la realizada porSavonarola en Florencia, que culmin con un vuelco poltico

    sustantivo que llev a su principal agente a la hoguera, una vez

    que sus servicios ya no ueron necesarios e incluso se haban

    hecho peligrosos para el patriciado de dicha ciudad-Estado.

    Las multitudes actuales, al ser un gran rebao humano? sin

    anclajes ni capacidades ni virtudes, sin fdelidades duraderas ni

    convicciones proundas, han de ser pastoreadas por medio de

    sucesivas intervenciones polticas. stas se atienen a un proce-

    dimiento normalizado desde hace mucho, desde la revolucin

    rancesa en realidad, que todava hoy sigue siendo, aunque muy

    pereccionado, el modelo por excelencia de toda intervencin

    poltica dirigida a tomar peridicamente a las masas urbanas

    como son, apticas y distanciadas del Estado, para llevarlas a

    como deben ser, creyentes y activamente devotas del poder,

    usionadas con el ente estatal.

    Eso da a las ormaciones sociales de la modernidad un dina-

    mismo, versatilidad y movilidad que no tenan las sociedades

    tradicionales, lo que las hace indicadas para librar con ms

    eectividad la orma superior de lucha competitiva, aquella que

    se da entre los diversos aparatos de Estado a escala planetaria.As es, pues como expone Bakunin (2008, 68) entre todos los

    Estados que existen uno junto al otro la guerra es permanente

    y su paz no es ms que una tregua, hecho certsimo aunque

    olvidado por casi todos habitualmente que est en la raz de

    un buen nmero de intervenciones polticas.

    Ahora estamos en una situacin en que las intervenciones polti-

    cas de altura se planifcan de tal modo que hay una importante

    cada decenio, y cada treinta aos ms o menos se escenifca otra

    ms de excepcional importancia. Ha sido la izquierda espaola,

    el PSOE sobre todo, la que, por s o a travs de sus agentes

    semi-ocultos (extrema izquierda, eminismo, ecologismo de

    Estado, pacifsmo, intelectualidad comprometida, estetocracia

    progresista, sindicatos amarillos, gueto poltico, ONGs, etc.),

    ha logrado el mayor nivel de virtuosismo en el arte de movilizar,

    encauzar y encuadrar, as como de desmovilizar, desorganizar ytriturar, a las desventuradas masas de la modernidad, al servicio

    del orden vigente.

    En el terreno internacional son los planifcadores de EEUU, en

    especial los vinculados a su aparato acadmico, poltico y mili-

    tar, quienes realizan continuas anlisis estratgicos de todos los

    lugares del mundo y lanzan sucesivas intervenciones polticas, o

    poltico-militares, cada vez planifcadas con ms efcacia y por

    tanto capaces de conseguir mayores xito, sobre todo porque sus

    opositores utilizan procedimientos rudimentarios de anlisis,

    en general subjetivistas e ideologizados, estn maleados porel victimismo, carecen de espritu autocrtico1, son sujetos y

    colectivos narcisistas-autistas que se niegan a estudiar la realidad

    exterior desde la realidad misma.

    Todo ello les convierte en sempiternos ineptos ego-centrados

    y perdedores autosatisechos. Para estos no existe el yo y el

    mundo, pues el mundo es una mera extensin de su yo, lo que

    les lleva a no examinarlo con rigor, imparcialidad y voluntad

    de verdad. Eso les hace intiles para la lucha poltica revolu-

    1 V.D. Hanson, en un libro de expresivo ttulo, Guerra. El origen de todo,insiste en que lo propio del sistema de dominacin mundial en curso,centrado en EEUU, es su capacidad para la autocrtica, para la correccinde los errores cometidos. Seala, con temible realismo, que no hay manerade acertar siempre y que lo que caracteriza al sistema de poder vigente enese pas, por tanto en todo el planeta, es su bien probada capacidad parasometer a libre examen y amplio debate todas sus actividades a fn de localizarlos errores y establecer las enmiendas adecuadas. En eecto. Tras su derrotamilitar en Vietnam, en 1975, EEUU realiz una revisin de su doctrinamilitar de donde sali una nueva, bajo la direccin de Colin Powell, elhombre negro que ue durante muchos aos presidente del Estado MayorConjunto del ejrcito de EEUU, que es la que ahora est en aplicacin, conbastante xito. Por el contrario, quienes dicen ser revolucionarios se niegan

    por lo general a la autocrtica, no admiten que cometer errores regularmentees normal, an esorzndose muchsimo en no hacerlo (como debe ser), yque corregirlos de manera peridica debera ser an ms normal, lo que leshace ineriores y peores, en este aspecto al menos, a quienes dicen combatir.

    De lo expuesto se infere que la intervencinpoltica orma parte de la poltica entendidacomo arte, como experiencia prctica

    guiada por el conjunto de las acultadespsquicas propias del ser humano.

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    Flix Rodrigo Mora

    84 Artculos

    cionaria, cuyo cimiento es el conocimiento de lo real en tanto

    que real concreto que esta ah, uera del ego y que necesita ser

    aprehendido a travs de investigaciones atigosas, diciles y de

    larga duracin.

    Examen de diversasintervenciones polticasmemorablesDe todas las intervenciones polticas planifcadas por las elites

    del poder de nuestra historia la ms perecta y ructera para

    el poder constituido ue la que culmin en la imposicin de la

    II Repblica Espaola en 1931.

    El Directorio Militar presidido por el general Primo de Rivera,

    que contaba con el apoyo explcito de la corona, alcanz un

    estado de descrdito total en 1929. Ello puso al gobierno-Estado

    en una situacin de cuasi impotencia y deensiva, abriendo un

    ancho oso entre el pueblo y las instituciones, que se iba agran-

    dando da a da, en particular en las reas rurales, donde enton-

    ces resida lo principal de la poblacin. La gran crisis econmica

    mundial, hecha realidad en el otoo de 1929, aadi motivos

    de mayor inquietud a las prospectivas de las elites.

    As las cosas, la operacin poltica alcanz su mxima expresinal tomarse en las alturas la decisin ms espectacular y arolera,

    sustituir la orma monrquica de Estado por la republicana,

    en vez de meramente retornar al rgimen parlamentario como

    exista antes de 1923, con monarqua. Semejante radicalidad

    provena de una apreciacin realista de las poderosas uerzas

    que estaban operando en el ondo de nuestra ormacin social,

    que empujaban con vigor hacia una gran crisis revolucionaria,

    como se puso de manifesto en 1936. Ello demandaba acudir

    a una intervencin poltica de mucha originalidad, astucia y

    altura (si bien ya realizada antes, en 1873, cuando ue impuesta

    desde el poder la I Repblica Espaola), la nica que poda ser

    eectiva en tal coyuntura.

    Que ueron los poderhabientes quienes trajeron la II Repblica

    est ms all de toda duda razonable, aunque no se conoce

    bien qu determin esa decisin. Fue, muy probablemente, en

    primer lugar el enrentamiento pueblo-Estado que, particular-

    mente en las zonas rurales, estaba acercndose a un punto de

    ruptura. Tampoco se sabe del todo cul era el plan estratgico

    del bloque de poder en su totalidad. Sea como uere, lo seguro

    es que ante una crisis poltica an parcial pero en rpido desen-volvimiento se plane en los centros supremos de toma de deci-

    siones una intervencin poltica modlica que iba a comenzar a

    mediados de 1930, alcanz su cenit en abril de 1931 cuando,

    con la anuencia de la Guardia Civil y el ejrcito, ue derrocada

    la monarqua y exiliado el rey, y culmin en diciembre de ese

    mismo ao con la imposicin de la Constitucin republicana.

    Tales medidas provocaron el desbordamiento del entusiasmo

    de las masas en las grandes ciudades, lo que hizo posible una

    nueva alianza entre el pueblo y el Estado. Durante un tiempo

    los sectores revolucionarios se hundieron en la perplejidad y

    la conusin, quedando aislados y desautorizados, de manera

    que el poder constituido se robusteci estratgicamente. Eso

    quiere decir que en poco ms de un ao la correlacin de uerzas

    vari radicalmente, y el sistema de dominacin pas de una

    delicada situacin de deensiva, al estar aislado, bloqueado yestigmatizado, a otra de impetuosa oensiva. Esto le permiti

    crear nuevas instituciones de dominacin, ms eectivas, las

    republicanas que la Constitucin de 1931 estatuy, y reorzar

    el aparato represivo, no slo con la undacin de nuevos cuerpos

    policiales, como la Guardia de Asalto, sino promulgando una

    legislacin represiva a ultranza, parte de la cual se mantuvo en

    vigor bajo el ranquismo.

    Un segmento sustantivo de la intervencin poltica corri

    a cargo de los aparatos de aleccionamiento de masas y de la

    pedantocracia y estetocracia de la poca, que lograron un poder

    colosal, jams alcanzado bajo el rgimen monrquico, que utili-

    zaron contra el pueblo de muchas maneras, desde las protervas

    Misiones pedaggicas, dirigidas a la aniquilacin de la cultura

    popular de tradicin oral, hasta los juegos de manos de las

    vanguardias estticas, con su modernidad estatolica exacerbada

    y su agresivo progresismo burgus.

    Con todo, tan brillante intervencin poltica pronto maniest

    sus lmites, no por s sino porque el pueblo resisti y replic.

    Pasados los primeros meses de sorpresa, deslumbramiento y

    conusin, sectores crecientes de las clases populares ueronentrando en liza, llevando a eecto numerosas acciones de

    rechazo, sobre todo en el campo, lo que desat la uria del

    De todas las intervenciones polticas planifcadaspor las elites del poder de nuestra historiala ms perecta y ructera para el poderconstituido ue la que culmin en la imposicinde la II Repblica Espaola en 1931.

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    De la intervencin poltica

    Artculos 85

    aparato represivo republicano, que llen el pas de muertos y

    detenidos. En poco tiempo la intervencin poltica institucional

    comenz a ser puesta en evidencia. Una uncin notable en

    tal operacin de desenmascaramiento la desempe CNT, lanica ormacin poltica (dejando a un lado al PCE durante un

    periodo) que rechaz la repblica parlamentaria, constitucional

    y partitocrtica, capitalista y estatal, acertadsima posicin que

    en mucho cooper en elevar a aqulla al rango de la uerza

    organizada ms poderosa.

    Pero la intervencin poltica permiti al sistema de poder hacer

    acopio de tiempo. En 1930 no estaba tan preparado para actuar

    contra el pueblo como estara luego, en 1936, de manera que

    gan, con la susomentada operacin, unos aos decisivos, apla-zando en su benefcio una guerra civil que se haca inevitable.

    Ello es un ejemplo notable de planifcacin estratgica que

    combina lo poltico, policial, intelectual, adoctrinador y militar

    en un todo articulado con prospectiva y visin de uturo. Ya en

    la guerra ue el Estado republicano, reconstruido tras su cuasi

    liquidacin en julio-octubre de 1936, el que ue desmontando

    una a una las realizaciones revolucionarias.

    La intervencin poltica centrada en la imposicin de la II

    Repblica ue exitosa en gran medida por las defciencias,

    enormes, que el combate poltico popular arrastraba. stasueron las precondiciones de la vitalidad y efcacia de aqulla.

    No haba una historia crtica, esto es, veraz, de la I Repblica,

    1873-1874, uno de los regmenes ms criminales, a la vez que

    histrinicos, que ha conocido el pas, as como de su padre

    espiritual, Pi y Margall2.

    Falt asimismo una puesta en evidencia del demaggico y mendaz

    populismo de los partidos republicanos, que ueron los instru-

    mentos polticos principales del orden constituido desde 1930.

    No hubo tampoco un cuestionamiento sufciente de la lnea y

    poltica del par PSOE-UGT, que de colaborar con la Dictadura

    pas a ser desvergonzada pareja del republicanismo en el baile

    de mscaras polticas emprendido. Finalmente, el ultramontano

    mito de la revolucin rancesa permaneci intocado, gravitando

    sobre las mentes y las conductas de las y los ms conscientes.

    El republicanismo se haba convertido en una religin pol-

    tica, en una vehemente creencia obligatoria para muchos, de

    manera que sin reutarla poco poda hacerse. Lo mismo cabe

    decir del anticlericalismo burgus, una e sobremanera antica

    2 Un anlisis detallado y extenso de este periodo, enatizando la atroz actuacinde Pi, se encuentra en Rodrigo (2010,1).

    que haba contaminado a amplios sectores populares, convir-

    tindoles en entusiastas de un capitalismo y un Estado laicos

    y modernizados. An hoy el republicanismo sigue siendo un

    credo civil, y no nos quepa dudas de que, en cuanto se denlas condiciones apropiadas, las elites del poder en Espaa se

    lanzarn a repetir en lo esencial la gran intervencin poltica de

    los aos 1930-1931, arrojando por la borda la monarqua actual

    para instaurar la III Repblica. Frustrar esa operacin es tarea

    urgente del momento, pues quiz ms pronto que tarde sea la

    nueva intervencin poltica del capital y el Estado.

    A los perniciosos eectos de las intervenciones polticas institu-

    cionalmente planeadas no pueden combatirse sin previamente

    haber entrado en persistente y enconada lucha de ideas contra

    las es polticas prevalecientes, que estn siempre en la base de

    las ms eectivas operaciones de recomposicin de las relaciones

    entre las masas y el Estado por procedimientos polticos.

    Una repeticin de la intervencin poltica que instaur la II

    Repblica se repiti, con las dierencias lgicas, a fn de cuentas

    slo secundarias y ormales, en la denominada Transicin del

    ranquismo al parlamentarismo, en 1974-1978. Los ltimos

    aos del rgimen de Franco se caracterizan por un incremento

    constante del rechazo popular al ascismo, por un aislamiento

    poltico casi total de ste y por una ruptura creciente entre el

    Estado y el pueblo, todo lo cual amenazaba con transormarse

    en crisis revolucionaria abierta si no se tomaban las oportunas

    medidas polticas.

    La respuesta ue una reedicin de lo hecho ms de cuarenta aos

    antes, pero aplicndolo creadoramente a las nuevas condicio-

    nes. Esta vez la religin institucional que salv al Estado de un

    enrentamiento arriesgado y quiz dramtico con el pueblo ue

    la que establece que el parlamentarismo partitocrtico es una

    democracia, un rgimen de libertades, dicha y afrmada un

    nmero infnito de veces por la intelectualidad multi-subsidiada

    de la poca, pero sobre todo por el PCE (Partido Comunista de

    Espaa) y los grupos de la extrema izquierda a su zaga, as comopor los nacionalismos periricos, con muy pocas excepciones.

    stos desempearon la uncin de agentes polticos undamen-

    El republicanismo se haba convertido en

    una religin poltica, en una vehementecreencia obligatoria para muchos, de maneraque sin reutarla poco poda hacerse.

  • 7/31/2019 De la Intervencin Poltica - Flix Rodrigo Mora

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    Flix Rodrigo Mora

    86 Artculos

    tales. Es a subrayar que aquellos que ms haban padecido la

    represin del ranquismo, teniendo cientos de encarcelados en

    las postrimeras del ciclo vital de aqul, ueron precisamente

    quienes desempearon la uncin ms decisiva en crear el nuevoorden constitucional, la alternativa de recambio al ranquismo.

    La operacin se realiz como un pacto entre el aparato del

    ranquismo y la izquierda ms activa (PCE y extrema izquierda),

    quedando el PSOE como opcin de sustitucin, para una

    segunda ase. En 1974 se constituy la Junta Democrtica,

    como organismo pluripartidista para alcanzar un acuerdo con

    el aparato estatal. El contenido de tal componenda era sencillo:

    ste deba renunciar a las exterioridades ascistas y entregar

    algunas parcelas secundarias de poder, sobre todo en la ormade empleos bien remunerados en instituciones estatales, a las

    ormaciones polticas y sindicales confnadas en la clandestini-

    dad, y a cambio la izquierda ms supuestamente extremista se

    integraba en el sistema de dictadura constitucional, parlamen-

    taria y partitocrtica como uerza de recambio y salvaguarda.

    La intervencin poltica uy rapidsima. En 1977 se legalizan

    todos los partidos y se hacen las primeras elecciones generales.

    En 1978, con la imposicin de la actual Constitucin, culmina

    aqulla con un xito categrico. En unos pocos aos haban sido

    creados una nueva legitimidad, unas nuevas instituciones, unanueva conciencia popular y un nuevo orden jurdico-poltico.

    Ciertamente, el PCE y sus satlites de la extrema izquierda se

    desacreditaron bastante deprisa, pero a partir de 1978 entr

    en juego como ormacin de sustitucin el PSOE, que ser el

    partido avorito del capital espaol hasta hoy mismo.

    Con todo ello la anterior disociacin entre pueblo y Estado

    se troc en usin, mientras que las uerzas y personas que

    creyeron que la crisis del ranquismo se elevara a crisis del par

    Estado-capital quedaron aisladas, conusas y desmoralizadas,

    esto es, derrotadas rotundamente por procedimientos polticos,

    en buena medida por causa de su imprevisin, inmadurez y

    descomunales desaciertos, lo que veda culpar a otros en vez de

    mirar haca s con mentalidad autocrtica. En eecto, de poco

    vale el discurso victimista cuando a la vista estn los allos come-

    tidos. El primero ue no haber previsto que la e laica entonces

    en tumultuoso auge, el culto por el sistema parlamentarista,

    sera el bloque de ideas usado por las instituciones para recom-

    poner su sistema de dominacin en las nuevas condiciones.

    Probablemente el peor error de quienes apostaron por una salidarevolucionaria ue dejarse coger en la trampa del economicismo.

    Sucesos espectaculares, pero polticamente no decisivos, como

    los acontecimientos de Vitoria en marzo de 1976, cuando 5

    trabajadores ueron muertos a tiros y 34 heridos de bala por las

    uerzas policiales en el transcurso de una huelga general local,

    parecan avalar la idea de que la lucha econmica era la va msrpida hacia la movilizacin de las masas y hacia su toma de

    conciencia poltica. Pero los hechos probaron innumerables

    veces que ambos asertos estaban (y estn) equivocados. Adems,

    al apostarlo todo a un apoliticismo economicista sin ninguna

    perspectiva estratgica, muchos colectivos y personas, potencial-

    mente valiosas, se auto-destruyeron polticamente, quedando

    convertidos en meros demandantes airados de mayores salarios

    y ms dinero, para llevar lo que Z. Bauman (2007) denomina

    vida de consumo.

    En defnitiva, su uncin ue contribuir a instaurar la sociedad

    consumista de masas, al mismo tiempo que apartaron a secto-res sustantivos de toda reexin poltica de altura. Por tanto,

    ueron una de las uerzas que contribuy al pasmoso xito de

    la intervencin poltica llevada en esos aos a cabo, la cual

    dio un vuelco colosal al panorama poltico y cre un nuevo

    rgimen poltico que se ha mantenido robusto y activo hasta

    el ao 2011, cuando ha dado sntomas de decadencia. De ah

    la nueva gran intervencin poltica en marcha, iniciada en la

    primavera de ese ao.

    Lo que exigan aquellos aos, ante todo, era un gran debate de

    masas sobre qu orden poltico (y tambin ideolgico y moral)

    deba sustituir al ranquismo, del cual deban salir peridicas

    intervenciones, acciones y luchas polticas de manera directa

    y abierta, sin necesidad de subordinarlas a demandas salariales

    o reivindicativas.

    El economicismo, una ideologa segregada por la socialdemo-

    cracia y los proesores-uncionarios de izquierda, niega que lo

    decisivo sean las ideas y no los intereses materiales inmediatos.

    Al no comprender, o incluso rechazar, la centralidad de las

    ideas, y al estar ciegos a lo ms evidente, que una intervencinpoltica institucional es, sobre todo, un procedimiento para

    atraer a las masas a unas creencias polticas defnidas, los adeptos

    La anterior disociacin entre pueblo y Estadose troc en usin, mientras que las uerzas y

    personas que creyeron que la crisis del ranquismose elevara a crisis del par Estado-capitalquedaron aisladas, conusas y desmoralizadas.

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    De la intervencin poltica

    Artculos 87

    a esa grosera supersticin se anulan a s mismos como uerza

    poltica signifcativa, se auto-marginan y auto-aniquilan.

    Pero hay ms. Al repetir incansablemente que lo concluyenteson los intereses materiales, el bienestar, el consumo, la vida

    cmoda y gozadora bajo el sistema estatal-capitalista, se hacen

    una de las uerzas ms letales de la reaccin. La nica cosmo-

    visin que puede transormar el orden constituido es la que

    apela a lo mejor del ser humano, no a lo peor, la que exige idea-

    lismo, entrega desinteresada, emocin por las grandes empresas

    y voluntad de servicio. Slo de ah puede salir la revolucin, no

    de la exacerbacin del inters particular, tambin porque este

    es la quintaesencia de lo burgus. El economicismo, aunque

    se justifca con una acundia anticapitalista muy elaborada,no es ms que la concepcin de la existencia propia del homo

    oeconomicus, el ser humano? ptimo para el capitalismo. En

    1974-1978 al apartar a las gentes de la poltica, que es siem-

    pre un debate sobre la dialctica entre dominacin y libertad,

    para sepultarlas en los bajos ondos de lo salarial, consumible

    y monetario, la negatividad de la e en la primaca de la lucha

    econmica se puso en evidencia.

    Ya antes de 1974 el economicismo haba sido responsable

    de que nada muy poco se hiciera para reutar la alternativa

    poltica de recambio al ranquismo que los ms astutos de las

    elites mandantes abricaban como el nuevo producto poltico

    a vender, el parlamentarismo. Es ms, casi todas las uerzas

    polticamente activas se hicieron adeptas de la religin laica

    entonces en boga, como suele suceder.

    Quienes ignoran que la lucha poltica es la ms primordial,

    al contener en s misma las dos categoras centrales, liber-

    tad-revolucin rente a opresin-Estado, y que, en su esencia,

    es un combate de ideas contra ideas estn condenados a ser las

    vctimas de las intervenciones polticas del poder constituido,

    que les arrinconarn, sumirn en el desconcierto y triturarn.

    Quienes en 1975 crean, locos de entusiasmo, que estaban a laspuertas de una revolucin slo tres aos despus eran uerzas

    desacreditadas y derrotadas en ase de desintegracin. La leccin

    est clara: la lucha econmica es slo una actividad subordinada

    y secundaria, siendo el combate poltico lo decisivo.

    Una tercera intervencin poltica, sta de carcter singular, tuvo

    lugar en 2003-2004, en torno a las movilizaciones populares

    contra la invasin estadounidense de Irak, en la que particip

    un contingente militar espaol enviado por el gobierno del PP.

    Aqullas, como es lgico, ueron justas y apropiadas, pero muy

    pronto los intendentes polticos a las rdenes PSOE se apode-raron de tales luchas para, por un lado, liquidar el movimiento

    y, por otro, hacer de l una plataorma para propiciar el triuno

    electoral socialista en las generales de marzo de 2004.

    Al poder poltico, militar y econmico le urga aupar a este

    partido al gobierno porque era el nico con capacidad para

    realizar las complejas operaciones de ingeniera social (centra-

    das en las hiper-manipuladas cuestiones de gnero y raza sobre

    todo), necesarias para convertir al cuerpo social en ente an

    ms degradado, aculturado, inerme, sometido y dcil. El unda-

    mento de esto ue el denominado giro estatoltrico, la integra-

    cin de casi toda la radicalidad de antao en el aparato estatal,

    como neo-uncionarios, en especial el eminismo a travs del

    Ministerio de Igualdad y el anti-racismo con las ONGs y el

    gueto poltico.

    Las y los jees del activismo izquierdista, siempre estatoltrico y

    socialdemcrata, presentaron dicha intervencin poltica como

    una alianza entre el movimiento pacifsta y el PSOE, entonces

    en la oposicin, esto es, como un rente de la izquierda contra

    la derecha, a la que se estigmatizaba despiadadamente en tantoque supuesta continuadora del ranquismo, sobre todo a su jee,

    J.M. Aznar. Valindose de argumentos que producen rubor

    Celebracin de un 1 de Mayo de la Conederacin Nacional del rabajo (CN).

    CarlosM

    artnHommer.

    Quienes ignoran que la lucha poltica es

    la ms primordial, y que, en su esencia,es un combate de ideas contra ideasestn condenados a ser las vctimas de lasintervenciones polticas del poder constituido.

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    Flix Rodrigo Mora

    88 Artculos

    por su inantilismo y elementalidad (cuya aterradora efcacia,

    dicho sea de paso, muestra hasta qu punto est envilecida y

    subhumanizada la sociedad actual y la gran mayora de sus inte-

    grantes), los manipuladores proesionales de las masas condu-jeron la operacin sin encontrar resistencias de importancia,

    apoyndose en varias de las es institucionales en curso desde

    hace casi medio siglo, la de la pretendida superioridad poltica y

    tica de la izquierda sobre la derecha, la de la multiculturalidad

    y la del pacifsmo.

    Triunante el PSOE en las elecciones el movimiento ue expe-

    ditivamente desmontado en 24 horas, a pesar del deseo de

    muchos de sus activistas de que siguiera activo, los cuales nunca

    se haban molestado, por lo dems, en hacer un anlisis de la

    situacin, ni en presentar un programa y una lneas de actua-cin que superasen los trgalas impuestos por una izquierda

    extrema y una radicalidad a las rdenes de la socialdemocra-

    cia, estado de cosas que contina igual.

    Lo que vino de todo ello ue un gobierno, el de J.L.R. Zapa-

    tero, que unos aos despus hundira al pas en la mayor crisis

    social y econmica del ltimo medio siglo, asunto del que es

    co-responsable el activismo izquierdista y movimentista que

    contribuy sustantivamente a su victoria en las urnas en 2004.

    Pero dicho activismo sigue negndose a hacer autocrtica, entre-

    gado como es habitual en l a la estatolatra y al cultivo de las

    ms letales religiones estatales salidas de los laboratorios institu-

    cionales de abricacin de productos ideolgicos y planifcacin

    estratgica de la universidad, los servicios especiales del ejrcito,

    los ministerios, el negocio publicitario y los poderes mediticos.

    Se ha de aadir que la izquierda y sus colaboradores han desar-

    ticulado y triturado la sociedad no slo, ni siquiera principal-

    mente, en lo econmico sino sobre todo en lo poltico, tico,

    convivencial, reexivo, esttico y civilizacional. Con sus suce-

    sivas operaciones de ingeniera social han creado una sociedadde pesadilla y un ser humano en plena desintegracin, dando

    un paso de gigante hacia la destruccin de la esencia concreta

    humana y la instauracin de una sociedad de la barbarie y la

    deshumanizacin, en la cual el poder del Estado y el capital

    es mximo.

    Escrutemos tambin la intervencin poltica ms importante

    de los ltimos aos a escala planetaria, la que llev al gobierno

    de EEUU a B. Obama, hombre negro. Bajo el poder ormal de

    G. Bush la estrategia planetaria elaborada por el Pentgono,

    que segn algn autor (Carroll, 2006) es el principal centro

    de toma de decisiones hoy en ese pas, ue decididamente

    oensiva y militarista. Pero hacia 2007, logrados los fnes de

    destruccin e intimidacin previamente planifcados, se haca

    necesario pasar a una etapa en la que se recogieran los rutos

    del quehacer precedente, poniendo en primer plano la acti-vidad poltica, ideolgica y diplomtica, para orjar nuevas

    alianzas y alcanzar nuevas victorias, esta vez por mtodos

    relativamente pacfcos, si bien Obama reorzara luego la

    intromisin militar en EEUU y lanzara una nueva, contra

    Libia. Adems, era necesario hacer rente a la crisis econmica

    iniciada en 2007-2008, lo cual demandaba realizar un inter-

    vencionismo estatal a escala descomunal, operacin acilitada

    por la retrica sobre la supuesta desaparicin del Estado a

    causa de las polticas neoliberales propia del movimiento

    antiglobalizacin, tan contumazmente reaccionario.

    Bush haba concitado un rechazo casi universal en la calle, con

    numerosas movilizaciones en un sinnmero de pases contra su

    poltica, por lo tanto los astutos planifcadores del poder consti-

    tuido en EEUU, en particular los militares, decidieron explorar

    una nueva lnea de accin global. Dado el auge descomunal que

    haba tomado en ese pas y en todo el mundo el antirracismo

    neo-racista, se decidi aupar al mximo poder ormal del pas

    a un hombre negro, para crear en torno a su persona un ervor

    que permitiera apropiarse de la oposicin interna y levantara

    amplias simpatas en el Tercer Mundo.

    En ello, en realidad, no haba nada de nuevo, pues dentro del

    ejrcito USA, como se expuso, probablemente el poder ctico

    ms importante hoy en ese pas y tambin a escala planetaria,

    los hombres negros (y, pronto, tambin las mujeres negras)

    han constituido ya hace mucho un grupo de presin cada da

    ms poderoso y activo, repitindose as la historia, pues en

    Roma, a partir del siglo I de nuestra era, un grupo tnico

    especfco antao hostil, los germanos, ue escalando posiciones

    de mando en el ejrcito, hasta prevalecer en l. La nomina-

    cin como candidato del Partido Demcrata a la presidenciaen 2008, el primer varn de color que lo lograba, desat

    torrentes de adhesin en todo el planeta (en lo que ue una de

    Se ha de aadir que la izquierda y sus

    colaboradores han desarticulado y triturado lasociedad no slo, ni siquiera principalmente, enlo econmico sino sobre todo en lo poltico, tico,convivencial, reexivo, esttico y civilizacional.

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    De la intervencin poltica

    Artculos 89

    las ms ominosas expresiones de racismo de masas de las que

    se tiene memoria), que era justamente lo que el imperialismo

    de EEUU necesitaba para llevar a buen puerto sus descome-

    didos proyectos.

    El machaqueo adoctrinador con las denominadas cuestiones de

    raza, concretado en la creacin de estados emocionales indu-

    cidos extraordinariamente intensos, bloquea la reexin libre,

    crea en amplios sectores de la poblacin intensos sentimientos

    de culpa (usados por el poder para reafrmar la aculturacin, la

    desintegracin psquica y la pasividad) y deja a las personas a

    merced de los manipuladores institucionales de las mentes y las

    conductas. stos operan despiadadamente con trminos hiper-

    cargados pasionalmente, racismo, inmigracin, xenoobia,

    islamoobia y otros que, junto con las cuestiones de gneroque el vigente Estado eminista impulsa, conorman la ms agre-

    siva religin estatal hodierna, como se dijo. En el caso de Obama

    todo ello ha uncionado de manera perecta para los intereses

    del capitalismo y el imperialismo EEUU. Uno de los logros de

    aqul ha sido sellar una alianza con el Islam, de inquietante signi-

    fcacin estratgica en la voltil situacin internacional actual.

    Con ese fn ue creada, lanzada y alimentada dicha religin

    poltica, sobre todo por el aparato militar de EEUU. Cada vez

    son ms los autores (Gottried, 2004; Carroll, 2006; Esteban,

    2010; Rubio y Freire, 2010; Hanson, 2011) que proporcionan

    inormacin y, en algn caso, anlisis bastante elaborados, sobre

    que el antirracismo en sus diversas variantes, lo mismo que el

    eminismo, son, antes que otra cosa, operaciones estratgicas

    de adoctrinamiento e ingeniera social a descomunal escala,

    lanzadas y mantenidas por el ejrcito de ese pas (y de otros)

    para ampliar la recluta de tropas y prestigiarse ante la sociedad

    civil, por un lado. Por otro, para llevar adelante complejsi-

    mas operaciones de ingeniera social encaminadas a moldear

    sociedades cada vez ms dciles a uer de desestructuradas y,

    sobre todo, aculturadas, cuya pre-condicin y a la par meta esel desguace planifcado de la esencia concreta humana, como

    expongo en el libro Crisis y utopa en el siglo XXI.

    Eso, y algunos asuntos ms que por mor de la brevedad no

    pueden desarrollarse, han permitido al poder de EEUU elimi-

    nar casi la totalidad de la oposicin interior y exterior a su pol-

    tica de agresin y guerra. Es signifcativo que en la denominadaprimavera rabe de 2011 no haya habido prcticamente nada

    del antiamericanismo de antao, como con satisaccin consta-

    tan los planifcadores del Pentgono. Pero eso no es todo pues

    en cada vez ms pases el modo de vida americano y su orma de

    gobierno logran la adhesin de cada vez ms sectores populares.

    En el interior de EEUU por primera vez en muchos decenios

    no hay oposicin callejera a la poltica gubernamental, prodigio

    que se ha de atribuir a la intervencin poltica montada en

    torno a Obama y a los muchos predicadores izquierdistas de

    las diversas es laicas en boga.

    Se ha de insistir en que tras todo esto est el ejrcito estado-

    unidense, en especial tras el antirracismo, el eminismo y la

    islamoflia, que son los undamentos de las ms letales inter-

    venciones polticas, en curso y por venir. Ahora estamos ante

    un auge del militarismo, pero con dos caractersticas distintivas.

    Una es que es un militarismo culto e ilustrado, dotado de un

    enorme poder de conviccin y de bastante encanto, promo-

    vido por autores como el ya citado V.D. Hanson3 y por otros

    muchos. La segunda es que la uncin y cometidos de los ejr-

    citos, en especial del de EEUU, han cambiado porque se hanampliado, al abarcar unciones hasta hace poco realizadas por

    organismos civiles, entre las que descuellan las de gobierno,

    orientacin ideolgica e imposicin de creencias, econmicas,

    tecnolgicas y de atencin a inraestructuras, sanitarias y asis-

    tenciales, ldicas, publicitarias y educativas.

    El ejrcito se est haciendo el verdadero poder ordenador y

    gobernante, la uerza organizadora de la vida social por excelen-

    cia, como ya lo uera en Roma desde el siglo I de nuestra era.

    Los altos mandos estimulan a la ofcialidad a estudiar carreras

    civiles, a dominar idiomas, a comprender las diversas culturas

    3 Este autor dedica su obra (2011,9) A los soldados del ejrcito estadouni-dense, por todo lo que hacen. Esto, que hace slo unos pocos aos hubierasido impensable en una obra acadmica respetable, indica un cambio depoca e muestra en qu direccin se mueve la situacin internacional, conel conicto interimperialista EEUU-China agravndose al ritmo con quese proundiza el desplome econmico de Occidente, la UE sobre todo. Delas crisis econmicas salen los grandes enrentamientos armados de tipoplanetario. Por cierto, Hanson se olvida de las mujeres soldados, que son yaun porcentaje elevado, y adems creciente, en el aparato militar (y policial)de EEUU. En l las minoras tnicas no blancas y las mujeres no blancas

    pronto tendrn la hegemona, lo cual explica muchsimo sobre las religionespolticas en curso. Podra hacerse, como se dijo, una larga lista de autores,no menos eruditos que Hanson, que preconizan un militarismo refnado,multicultural y eminista.

    En el interior de EEUU por primera vez enmuchos decenios no hay oposicin callejeraa la poltica gubernamental, prodigioque se ha de atribuir a la intervencin

    poltica montada en torno a Obama.

  • 7/31/2019 De la Intervencin Poltica - Flix Rodrigo Mora

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    Flix Rodrigo Mora

    90 Artculos

    y religiones clsicas, en suma, a hacerse expertos en todos los

    asuntos de la vida social, sin reducirse al estudio de la estrategia,

    tctica, logstica, polica interior y exterior y tecnologa militar

    como suceda hasta hace poco. Esta nueva situacin, que ha de

    ser analizada y contestada, es la ptima para planifcar y lanzar

    intervenciones polticas cada vez ms contundentes, arrebatado-

    ras y eectivas, capaces de anular la libertad de conciencia, poltica

    y civil de las personas, a las que se convierte en seres dirigidos y

    construidos desde uera de s. La aprobacin en junio de 2011 dela Estrategia Espaola de Seguridad, suceso que pas inadver-

    tido a la opinin pblica, es otra maniestacin ms del creciente

    peso que los ejrcitos tienen en el gobierno real del cuerpo social.

    Dentro de la enardecida actividad realizada por EEUU bajo

    la direccin ormal de B. Obama est tambin la denominada

    primavera rabe, ya citada. Un anlisis ingenuo y voluntarioso

    entiende sta como un alzamiento espontneo de la pobla-

    cin en varios pases, e indudablemente algo de ello hay, pero

    en lo sustantivo es una muy ambiciosa y audaz intervencin

    poltica dirigida a incorporar defnitivamente a aqullos a la

    estrategia mundial de EEUU, para ormar un bloque estratgico

    Occidente-Islam capaz de contener a China y al resto de las

    potencias emergentes.

    Se tratara, pues, de globalizar y hacer uidas, por tanto ms

    manipulables y manejables, a unas sociedades estancadas y

    aherrojadas, en buena medida por el agobiante peso de la reli-

    gin en ellas, para aprovechar su riqueza mayor, que no es el

    petrleo como los extraviados por una cosmovisin economi-

    cista deshumanizada creen, sino su poblacin, adolescente yjoven en una elevada proporcin, que es lo que Europa no

    tiene y ms necesita en la nueva era de conrontacin integral.

    En el presente, con sociedades ultra-estatizadas y super-interve-

    nidas por causa de la mega-extensin de los aparatos estatales, y

    con un Estado de Estados muy potente, maduro y experimen-

    tado, el de EEUU, hay muy poco espacio para la espontaneidad.sta, en el uturo, habr de ser planifcada, si se desea que exista.

    Hemos considerado, hasta ahora, slo casos de intervenciones

    polticas realizadas desde arriba, contra el pueblo. Ciertamente,

    son las ms numerosas con mucho, pero atendamos ahora a

    una experiencia radicalmente dierente, eectuada desde abajo.

    Se trata de la undacin de CNT en 1910. El acontecimiento

    ha sido estudiado bastante en su aspecto descriptivo pero

    menos en el analtico, por lo que algunas de las cuestiones

    ms importantes reeridas a su esencia particular permanecenen la semi-oscuridad.

    Explicar por qu CNT se convierte en los aos 30 en la primera

    organizacin de las clases asalariadas del campo y la industria

    no es cil. La clave, muy probablemente, est en el programa

    de que se dot en su etapa undacional, mucho ms que en

    las luchas y huelgas, algunas muy aamadas, que realiz. Su

    programa, extenso y riguroso, adems de realista y revolucio-

    nario (aunque no exento de defciencias y errores), ha de ser

    estudiado paralelamente al anlisis de la ormacin social espa-

    ola en aquellas echas existente. Esto lleva a una conclusin,

    que aqul se corresponda con las mentalidades prevalecientes,

    las prcticas sociales y las aspiraciones de las clases populares

    de los mencionados aos.

    En particular, daba orma verbal y satisaca el deseo de comba-

    tir al par Estado-capital de un proletariado en ase de cons-

    titucin continuada por trasvase poblacional del campo a la

    ciudad, que aoraba el concejo abierto y las dems prcticas

    asamblearias aldeanas, que consideraba no slo lo deseable sino

    lo natural y lgico el colectivismo en contra de la propiedadprivada, acostumbrado desde la inancia a los sistemas de ayuda

    mutua, entusiasta del municipalismo, persuadido de la perver-

    Piquete reivindicativo durante la ltima huelga general.

    CarlosM

    artnHommer.

    Hemos considerado, hasta ahora, slo casosde intervenciones polticas realizadas desdearriba, contra el pueblo. Atendamosahora a una experiencia radicalmentedierente, eectuada desde abajo. Se trata

    de la undacin de CN en 1910.

  • 7/31/2019 De la Intervencin Poltica - Flix Rodrigo Mora

    12/17

    De la intervencin poltica

    Artculos 91

    sidad del dinero, la posesividad, el individualismo burgus y el

    egosmo. El mrito del anarcosindicalismo ue hacer de todo eso

    no una mera causa de nostalgia y lamentaciones sino un pujante

    programa dirigido a construir una sociedad utura superadorade la existente.

    Por tanto, comprendida la undacin de CNT como una inter-

    vencin poltica singular encontramos en ella los rasgos que

    hacen a stas exitosas: conexin con las tendencias y uerzas

    sociales ms proundas y activas, primaca de la realidad, esta-

    blecimiento de metas transormadoras hondamente anheladas,

    rotundidad, amplitud y altura de miras en el lanzamiento y la

    realizacin del acto interventor. Eso convirti a la precedente

    Solidaridad Obrera en una gran organizacin que extraa suuerza y vitalidad no de doctrinarismos ni de aanes proselitis-

    tas ni de aoranzas de un pasado mitifcado sino de su usin

    con las convicciones, pulsiones y adhesin emancipatorias ms

    proundas del cuerpo social de entonces.

    La enseanza de la accin undacional de CNT abunda en lo ya

    expuesto, que la lucha poltica es la orma principal de accin

    subversora, mientras no se d una situacin revolucionaria en

    desarrollo, y que para su desenvolvimiento por medio de inter-

    venciones concentradas lo concluyente es la calidad y variedad

    de las ideas, que son las herramientas y armas de este tipo de

    combate. Eso equivale a dotar de primaca a los programas y

    sistemas de propuestas que se utilizan en la lucha, hasta el punto

    que puede decirse que de la exactitud y rigurosidad de las ideas

    esgrimidas depende todo. Por ello CNT en los aos que trans-

    currieron desde su undacin al inicio de la guerra civil gan

    batallas polticas decisivas (aunque no las sufcientes y no con

    la sufciente rotundidad) oponiendo la calidad a la cantidad,la verdad a la propaganda y la voluntad transormadora a las

    nebres entelequias socialdemcratas.

    Comprendida as la cuestin, la verdad (en su nica orma

    posible, como modesta asercin concreta, fnita, imperecta

    y bipartida) se hace el undamento de la lucha poltica. Eso

    satisace al mismo tiempo el an cognoscitivo, la voluntad decombate encaminado a la victoria y las exigencias de la tica.

    Por el contrario la actuacin de CNT en 1936, en el Congreso

    de Zaragoza, no ue tan atinada. En l hubo una dejacin del

    anlisis estratgico y la planifcacin, estratgica y tctica, que

    espera ser autocrticamente considerada.

    Ciertamente si se entiende la emergencia y undacin de CNT

    como una orma de intervencin poltica se observa que sta

    dur mucho ms de lo habitual (entre uno y cuatro aos), puescomenzando antes de 1910 no culmin hasta el Congreso de

    La Comedia, en 1919, cuando apareci ante la opinin pblica

    como una uerza auto-dotada de un programa poltico veraz,

    desarrollado y revolucionario. Para comprender esto hay que

    tener en cuenta, por un lado, la persecucin policial que pade-

    ci, dado que ue ilegalizada ya en 1911 y, por otro, que la

    ormulacin de su ideario, propuestas y programa exiga un

    largo espacio de gestacin, estando por medio, adems, la huelga

    general de 1917, que ocasion 32 muertos, cientos de heridos y

    miles de detenidos y represaliados, la mayora de ellos de CNT.

    Hacia una conceptualizacinde la intervencin polticaSi hemos de codifcar lo aprendido en el anlisis de las opera-

    ciones polticas analizadas, y de otras muchas que no es posi-

    ble describir aqu, tenemos que enumerar ordenadamente sus

    componentes sustantivos.

    La centralidad y naturaleza resolutiva del combate poltico

    dimana de que en l se expresa el par libertad/dominacin,

    ahora en las diversas ormas de relacin entre las masas y el

    Estado, por tanto, como coincidencia-antagonismo entre el

    sujeto, personal-grupal, y la opresin poltica. Acoge lo ms

    bsico de la experiencia humana, la vida en sociedad, de ah

    que suscite pasiones colosales y mueva a las multitudes, a veces

    por ellas y ms a menudo contra ellas.

    Parte de la confanza en la vala sustantiva de las ideas, y concibe

    a la persona como ser motivado por ideales y movido por stos,

    como sujeto para la verdad en defnitiva, aunque muy menudo

    la necesidad de certidumbre inherente a la condicin humanasea satisecha por las mentiras y manipulaciones institucionales.

    No es posible la intervencin poltica sin apelar al idealismo

    Comprendida la undacin de CN como unaintervencin poltica singular encontramos en ellalos rasgos que hacen a stas exitosas: conexin con

    las tendencias y uerzas sociales ms proundas yactivas, primaca de la realidad, establecimientode metas transormadoras hondamente anheladas,rotundidad, amplitud y altura de miras en ellanzamiento y la realizacin del acto interventor.

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    Flix Rodrigo Mora

    92 Artculos

    y altruismo de las masas, sin movilizar lo mejor y ms sano

    del sujeto comn, con independencia de la perversidad de los

    fnes reales de la operacin, pues el arte de la poltica de Estado

    consiste en usar al pueblo contra s mismo, valindose de lo quetiene de mejor para irle aherrojando y degradando ms y ms.

    Como dice Maquiavelo (1978, 139), en uno de sus muy raros

    arranques de sinceridad y bonhoma, la poca prudencia de los

    hombres les lleva a aceptar una cosa que, por tener apariencia

    de bien, hace que no se acuerden del veneno que oculta.

    El desacierto del economicismo es que sustituye la voluntad

    de servicio desinteresado y entrega longnima latentes en el ser

    humano por el culto al inters propio, privado y egosta, segn

    las nebres consideraciones de Mandeville y dems idelo-gos del statu quo actual. As dicilmente pueden planifcarse

    intervenciones polticas, pues stas por su esencia demandan

    enoques que vayan ms all de lo pedestre y provechoso, de lo

    pancista y consumible. Segn expone J. Ellul (1974, 336) para

    hacer un cambio radical del orden constituido se debe procurar

    al ser humano las ms altas razones para batirse. Muy cierto.

    En todas ha de latir la idea, la emocin y la pasin de que

    se est construyendo colectivamente una sociedad nueva, con

    dedicacin, olvido de s y sacrifcio. Quienes no son capaces de

    dierenciar entre movilizaciones econmicas e intervenciones

    polticas se hacen impotentes ante stas, cuando son planifca-

    das desde el poder, y ms impotente an para lanzarlas en tanto

    que orma oensiva de la accin revolucionaria.

    La pelea econmica (o cualquier otra librada por metas reor-

    mistas y parciales) ni es decisiva en s ni es tampoco la va para

    atraer a las masas a la accin poltica emancipadora ni puede

    ocasionar choques en la calle estratgicamente signifcativos con

    el poder constituido. La e en ella que algunos manifestan esun error. En eecto, el economicismo se reduce a una creencia

    auto-destructiva segregada, como se expuso, por los proesores-

    uncionarios y la intelectualidad burguesa4, cuya consecuencia

    observable (que por ello mismo hace de meta) es aniquilar

    la resistencia poltica al rgimen de dictadura constitucional,

    partitocrtica y parlamentaria.

    Pero, segn arguye B. Russell (1982, 121) la libertad es la

    fnalidad suprema de un buen sistema social, verdad unda-

    mental hoy ignorada por quienes ponen el bienestar, el goce

    y el consumo por delante de todo. Incluso Maquiavelo tiene

    ms altura de miras que stos, pues para l la meta principal del

    pueblo es no ser oprimido. El economicismo es una concep-

    cin puramente zoologa del ser humano que niega incluso la

    dignidad inherente a la persona, por eso nada se puede esperar

    de quienes lo defenden.

    Es ilustrativo que aquellos que dan orma y diunden el credo

    economicista no lo practiquen, pues su modo de actuacin suele

    ser siempre la intervencin poltica, en sus diversas modalida-

    des. La revolucin resulta de la conciencia, no de las exigen-

    cias reivindicativas o parciales, y su ndole ltima es una lucha

    poltica de tipo superior, total e integral, conorme al conocido

    aorismo de Clausewitz.

    Otra precondicin del dominio del arte de la lucha poltica

    y la intervencin poltica es la superacin del doctrinarismoconorme a la verdad experiencial ms sustantiva, a saber,

    que la realidad est primero y por encima de todo. Tal exige

    comprender los sistemas de doctrina y las teoras como elemen-

    tos de reerencia y gua, para que pueda emerger la realidad

    inteligida verazmente, que es el meollo mismo de la accin

    poltica. Pero si en vez de esto se centra al sujeto en la repe-

    ticin abstracta y memorstica, desvinculada de la realidad y

    con desconocimiento de sta, de los supuestos principios de

    un credo o ideario lo que se logra es la marginalidad, cuando

    no el suicidio poltico.

    4 Una obra que presenta a las revoluciones como ocasionadas por la pobrezamaterial (de la espiritual nada dice, por supuesto) es Hannah Arendt (2004).Especialmente lo afrma para la revolucin rancesa, lo que es un disparatedescomunal que pone de manifesto que la autora escribe sobre lo que nosabe y no comprende, vicio propio de la intelectualidad institucional, siempremuy bien subsidiada por los poderes polticos y econmicos. En eecto, nopuede olvidarse que la obra, cuya primera edicin es de 1963, ue concluidagracias a una ayuda otorgada por la Fundacin Rockeeller en 1960. Estoexplica, probablemente, que diunda ideas altamente intoxicadoras sobre lareal condicin del cambio social cualitativo, al cual Arendt se opone tantocomo sus poderosos jees, de los que es meramente vocera culta y exquisita.

    En tales condiciones qu queda de la imparcialidad y la objetividad?, qude la verdad? Muy poco o nada, y como contribucin a hacer imposible lasrevoluciones diunde que la causa primera de stas es la escasez de bienes,la pobreza material...

    Quienes no son capaces de dierenciar entre

    movilizaciones econmicas e intervencionespolticas se hacen impotentes ante stas,cuando son planifcadas desde el poder, y msimpotente an para lanzarlas en tanto que

    orma oensiva de la accin revolucionaria.

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    De la intervencin poltica

    Artculos 93

    Aqu hay mucho que aprender del modo de proceder de los

    planifcadores polticos de EEUU, que tienen siempre en mente

    sus dos documentos doctrinales undacionales, la Declaracin

    de Independencia de 1776 y la Constitucin de 1787 (Este-ban, 1979), pero lejos de limitarse a recitarlos y a enaltecer-

    los dogmticamente los utilizan como guas para un estudio

    exhaustivo, de larga duracin y eminentemente prctico de las

    diversas situaciones polticas reales en los territorios y pases

    de su atencin, para lanzar intervenciones polticas o poltico-

    militares y promover sus intereses estratgicos.

    Lo indudable es que el estudio planeado de la realidad es una

    tarea mucho ms dura y sacrifcada que el indolente recitado

    de principios abstractos. Por tanto, superar la galbana mental

    y dotarse de una mentalidad que prima el esuerzo y el servi-cio es de primersima importancia para el buen manejo del

    combate poltico.

    Hay que advertir que el conocimiento sufciente del mundo

    real es mucho ms que una mera recapitulacin de la expe-

    riencia personal directa, propia o de los cercanos. Tambin

    va ms all del simple debate, realizado ms o menos rvo-

    lamente en encuentros de tipo pseudo-asambleario, como

    sucede a menudo. Su esencia es la investigacin de larga

    duracin, compleja y atigosa, conorme al principio de la

    autogestin del saber y conocimiento para alcanzar la liber-

    tad de pensar rente al proesor-uncionario y al intelectual

    burgus, avanzando con ello hacia la superacin revolucio-

    naria de lo existente poniendo en primer lugar los actores de

    la conciencia y no los intereses egostas del sujeto-sujetos. La

    ormulacin de Cicern sobre que slo la verdad convence

    ha de prevalecer.

    nicamente una cuidadosa elaboracin de las propias

    propuestas, ormulaciones y programas en oposicin a los

    del poder permite utilizar con eectividad lo que Plutarcodenomina el poder de la palabra, de primera signifcacin

    en el combate poltico.

    La lucha poltica es por su propia naturaleza una pugna de ideas

    reeridas a los procedimientos de gobierno, en nuestro caso

    para eliminar la opresin y realizar la libertad en un orden sin

    poder estatal ni clase patronal. Como una sociedad es, y debeser, plural siempre, las propuestas polticas han de contener

    ormulaciones que realicen dicha pluralidad. Eso dierencia al

    combate poltico de la lucha ideolgica, en la que se pretende

    hacer prevalecer un determinado sistema de convicciones.

    Conundir un tipo de pugna con otro es negativo para ambos.

    Los totalitarismos unifcan poltica e ideologa mientras que los

    amantes de la libertad las dierencian taxativamente.

    Sin combatir hasta su reutacin sufciente las diversas religiones

    laicas no es posible responder con xito a las intervencionespolticas ni lanzarlas desde abajo. Esas creencias obligatorias,

    cargadas de emocionalidad e irracionalidad preabricadas, que

    admiten y comparten casi todas y todos, han de ser desmonta-

    das argumentalmente antes de que empiece alguna operacin

    que las tenga como undamento, en los periodos en que el

    batallar poltico transcurre por cauces rutinarios. Cuando son

    usadas por el poder constituido como arma de combate ya es

    tarde para desmontarlas. Tiene que hacerse antes.

    En el presente, varias de las es o credos estatales en uso desde

    hace decenios estn en crisis o parece que lo estarn pronto,hecho que abre buenas perspectivas para planifcar, lanzar y

    librar batallas polticas exitosas. Eso podra signifcar que en el

    terreno poltico las elites del poder se estn situando, a su pesar,

    en una situacin de deensiva argumental y, en consecuencia,

    poltica, estado de cosas ptimo para desarrollar contra ellas

    una estrategia oensiva de larga duracin.

    La experiencia del combate poltico pone en evidencia su colosal

    complicacin en s y por s, lo que nicamente puede ser apre-

    hendido desde una epistemologa de lo complejo, la cual ha de

    dar por indudable el carcter paradjico, bipartido y contradic-

    torio interiormente de todo lo existente. Herclito es, pues, el

    pensador apropiado en esto. Tal propiedad del ser, particular-

    mente remarcada en sus expresiones polticas, explica su automo-

    vimiento y uidez perpetuas. Dado, adems, que lo real singular

    existe como parte interconectada al todo, nos encontramos con

    escenarios polticos de una difcultad anonadante, que deben

    ser entendidos desde la admisin de que lo complejo e hiper-

    complejo son sus atributos inerradicables, desconfando por

    principio de rmulas simplifcadoras y de las propuestas ciles.

    En la infnita complejidad de lo real es imposible acertar siem-

    pre y en todo. Por tanto la autocrtica, regular, responsable y

    En el presente, varias de las es o credosestatales en uso desde hace decenios estn encrisis o parece que lo estarn pronto, hechoque abre buenas perspectivas para planifcar,lanzar y librar batallas polticas exitosas.

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    Flix Rodrigo Mora

    94 Artculos

    de naturaleza constructiva, alejada del enermizo, insociable y

    nihilista pensamiento crtico de la escuela de Frankurt, ha de

    hacerse una herramienta habitual de trabajo. Son imprescindi-

    bles ella y sus precondiciones, la libertad de expresin y disen-sin sin cortapisas, la admisin de la naturaleza bipartida de

    todo lo real y el deseo de aprender siempre, en particular de los

    propios errores e insufciencias, sin quedarse nunca estancados o

    peor an osilizados en un determinado estadio o etapa, pasando

    de una ase a otra en el pensamiento tanto como en la accin.

    Hay que superar el sueo inantil de la omnisciencia del ego y

    el saber innato, cambiando de ideas cuando las circunstancias

    cambian y haciendo autocrtica cuando se incurra en errores.

    Se ha de dejar a un lado el victimismo, que aniquila a quien

    lo practica, y aceptar la cuota de responsabilidad y culpa que a

    cada cual corresponda, como grupo y como persona.

    Si ser es devenir, la mentehumana ha de fluir siempreEllo proporcionar lo que ahora ms se necesita, sentido de lo

    nuevo, creatividad, pasin por la innovacin, conciencia de la

    dierencia y aerramiento a nuestro tiempo en tanto que edad

    concreta e irrepetible. El sistema estatal-capitalista actual est

    organizado para ser de un dinamismo tumultuoso, imparable,

    desconcertante e incluso aterrador. Lejos de ser conservador

    es revolucionario da a da, mientras que quienes se dicen sus

    oponentes suelen ser los genuinos conservadores, al permanecer

    a menudo aerrados a ideas y convicciones que corresponden a

    realidades hace mucho extinguidas. Sobre todo en los ltimos

    50 aos el poder constituido ha dado muestras de una capacidad

    de transormacin, cambio, adaptacin e innovacin que le est

    permitiendo ganar todas las batallas, las polticas sobre todo.

    Mirar adelante, pensar estratgicamente lo nuevo, planifcar, son

    disposiciones del nimo y habilidades que se han de dominar

    para librar el combate cualitativo que las circunstancias exigen.

    Toda intervencin poltica es, del principio al fnal, un granacto de creacin, y slo puede realizarse con mentes creativas

    por liberadas de dogmatismos librescos y aerradas a lo concreto.

    Sin pensar innovadoramente, dejando de lado las viejas rmu-

    las hoy invalidadas por las nuevas realidades, no es posible

    responder a los ormidables retos del siglo XXI, tan dierentes

    a los del pasado, incluso del pasado inmediato.

    Para ello lo principal es poseer la voluntad de pensar y entender,

    de intervenir y pasar concentradamente a la oensiva, operando

    en lneas exteriores, uera de los crculos habituales. Pero elmodo activista de concebir el compromiso social y poltico

    hace imposible casi todo acto reexivo, por tanto, el de cavilar

    estratgicamente, prever y planear. El activismo es una ener-

    medad del nimo que reproduce el estilo de vida de las urbes de

    la modernidad, en las que todo es tan laborioso y enrevesado,

    tan absurdo y mal realizado, que la vida se agota en un ir esco-

    petados de all para ac. En el combate poltico el activismo

    lleva aparejado entregarse de antemano a la derrota y, adems,

    destruir a quienes lo padecen. En eecto, es una dolencia atal,

    que en pocos aos tritura a quien la practica, impidiendo la

    acumulacin de experiencias tanto como el incremento num-

    rico del contingente de las y los comprometidos.

    Dado que la lucha poltica es ante todo un batallar de ideas

    el tristsimo libertinaje del activismo surge de su negacin de

    acto, maniestndose como un modo de obrar adecuado a las

    prcticas reormistas, reivindicativas y socialdemcratas, que

    por su propia naturaleza exigen agentes irreexivos, siempre a

    las rdenes de quienes realizan la planifcacin desde arriba de

    las operaciones de intervencin poltica. Despreciar las ideas,

    no hacer clculo estratgico, desdear la verdad, atender sloa lo numrico y cuantitativo obrando mecnicamente, como

    robots sin cerebro, es negar la lucha poltica revolucionaria

    Una de las multitudinarias maniestaciones en la Puerta del Sol a raiz del 15-M.

    CarlosM

    artnHommer.

    Mirar adelante, pensar estratgicamente lonuevo, planifcar, son disposiciones del nimo y

    habilidades que se han de dominar para librar elcombate cualitativo que las circunstancias exigen.

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    De la intervencin poltica

    Artculos 95

    para sumarse a las turbias operaciones pensadas en los centros

    de poder y ejecutadas por la izquierda institucional y extrema

    de tanto en tanto. Activismo y socialdemocracia vienen a ser

    sinnimos. En defnitiva, acierta J. Ellul cuando expone queno hay revolucin sin proyecto.

    La intervencin poltica ha de ser comprendida en su real natu-

    raleza, como una operacin singular que incide sobre el mbito

    de la poltica sin atender, al menos explcitamente, al de la

    ideologa, como se dijo. Es pues cualitativamente dierente alproselitismo, al rutinario diundir de unas convicciones, por

    correctas que stas sean. Su intencin es amalgamar y lanzar

    concentradamente, de orma sbita y oensiva operando en

    lneas exteriores, propuestas capaces de responder a los anhe-

    los de numerosos sectores e individuos plurales en lo ideol-

    gico, para debatir sobre la expresin concreta del eterno par

    de contrarios que es la sustancia de lo poltico, la libertad y la

    opresin, para combatir y vencer.

    Para terminar, una cuestin ms. Con todos sus horrores, la

    obra de Maquiavelo, con la nocin de virt, reivindica y

    salva la uncin del individuo en la accin poltica. As es,

    dado que viene a signifcar las cualidades y capacidades del

    sujeto poltico, nos libera del espanto de una poltica mera-

    mente mecnica, sin sujeto, hecha toda de leyes y normas, de

    causas impersonales y determinismos varios. Sea como uere,

    y a pesar de que un abismo separa la nocin revolucionaria del

    sujeto de la implcita en la que el orentino nombra con el

    vocablo virt, debemos ver con simpata esta introduccin

    de lo personal, como calidad auto-construida, en la reexin

    y accin poltica. Ello es otra prueba ms de la superioridadcualitativa de los autores clsicos sobre los modernos, que se

    han dejado llevar a la ideologa y la prctica institucionales de

    la destruccin de lo humano sin emitir ni siquiera unas palabras

    de protesta, por lo general.

    Aplicando la nocin de virt a Csar Borgia la defne, en susescritos, sobre todo con tres cualidades individuales, sabidu-

    ra, uerza y valor.

    Lo humano, por tanto, su calidad, es decisivo en poltica. Y

    la vala del yo se auto-construye, como yo y como nosotros,

    con grandeza de nimo. Aqu est una de las grandes bazas

    para derrotar las intervenciones polticas estatales y lograr hacer

    prevalecer a las lanzadas desde abajo.

    Aprender a librar mejor el combate poltico es una estimableintencin que debe ocupar nuestro tiempo y maniestarse en

    realizaciones prcticas cada vez ms acertadas y contundentes.

    En ello la reexin estratgica y el obrar planifcado son deter-

    minantes. Pero, ciertamente, dominar la lucha poltica como

    un arte slo tiene sentido cuando se establece como meta la

    revolucin, de manera que quienes repudian sta se niegan a

    realizar aqulla, dado que la revolucin, antes que otra cosa, es

    una explosin de uerzas espirituales que crea un nuevo mundo

    y un nuevo ser humano.

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    se dicen sus oponentes suelen ser los genuinosconservadores, al permanecer a menudoaerrados a ideas y convicciones que correspondena realidades hace mucho extinguidas.

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