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Luis Pedro Taracena A
Revista Electrónica Perspectivas, ISSN: 1409-3669, Edición 10, Junio 2015 / pp 10-41.
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De la historia aburrida a la entretenida
Luis Pedro Taracena Arriola*
Quien controla el pasado, controla el presente; quien controla
el presente controla el futuro. George Orwell (1984)
Resumen
El presente artículo discute el cambio que debe desarrollar la enseñanza actual
sobre la historia, para trascender los calificativos de aburrida, memorística y
poco útil. La propuesta del autor versa sobre la posibilidad de que la historia
sea entretenida (a través de la utilización de nuevos métodos, acceso a la
tecnología y con didácticas participativas) a la vez que cumple su función social
y de aprendizaje efectivo.
Palabras clave
Historia, didáctica de la historia, enseñanza de la historia, historia aburrida,
historia entretenida
Abstract
The present article discusses the change that must develop the current
education of the history, coming out the epithets of boring, memory and slightly
useful. The offer of the author turns on the possibility that the history is
entertained (across the utilization of new methods, access to the technology
and with participative didactics) simultaneously that fulfills his social function
and of effective learning.
Keywords
History, didactics of the history, education of the history, boring history,
entertaining history
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1. El estigma: la historia aburrida
En la actualidad no resulta extraño escuchar que la historia es aburrida.
Este es un reclamo generalizado que ha alcanzado atributo de sentido común
al señalar la enseñanza de la historia como una materia dedicada a memorizar
datos. En círculos más exigentes tal afirmación se ha convertido en estigma, en
la que se desaprueba y se niega la utilidad a la historia para enfrentar
problemas de la vida práctica. Ambas perspectivas terminan por considerarla
como un conocimiento erudito y poco útil. Sin embargo, a pesar de su tono
negativo, la frase engloba opiniones que muestran algunos problemas reales
que en la actualidad enfrenta la historia. Problemas que se vinculan con la
forma en que esta es comunicada en los ámbitos educativos y del público en
general, así como en relación con su uso social; estos, no son los únicos
cuestionamientos, pero dejan ver los espacios donde hoy la historia pretende
retomar su atractivo.
En efecto, el adjetivo aburrido señala problemas relacionados con la
didáctica y la comunicación (la didáctica es hoy otra palabra poco estimada al
colocar al maestro/a transmitiendo conocimientos unilateralmente, manteniendo
en situación de pasividad al alumno). Recordemos que es en la familia donde
inicia la transmisión en relación con el pasado, a partir de miradas y anécdotas
cercanas, pero la escuela es el principal centro de transmisión. En esta se
enseña una historia más elaborada alrededor de la figura nacional, pero
también en este lugar es donde la historia entra en crisis al transmitirse como
una secuencia de datos, cada vez más lejanos en el tiempo y desconectados
de la parte emocional, aglutinadora de sentimientos nacionales.
Contemporáneamente, esta cadena se cierra en los medios audiovisuales, hoy
principales vehículos de difusión, que transforman la historia en relatos
entretenidos aunque menos rigurosos en torno a su veracidad.
De esta manera, la enseñanza de la historia hoy oscila entre una historia
de datos aburridos y otra ambientada como espectáculo, verdadero dilema que
enfrenta para demostrar su utilidad social y para relacionarla con aprendizajes
efectivos.
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Al interior de la escuela, la crítica más visible que acarrea el mote de
aburrido se refiere a la forma en que se transmite su conocimiento, como en:
contenidos sin emoción, alejados de la realidad del alumno y mal transmitidos.
En esta situación se cree que las dificultades de aprendizaje pueden corregirse
con adecuadas técnicas didácticas, o con novedosos recursos técnicos. Para
motivar se recurre a nuevas formas de comunicar los contenidos o por
desarrollar actividades para construirlos conjuntamente con los alumnos,
actividades ligadas a los paradigmas del pensamiento crítico o del
constructivismo. También se recurre a formas audiovisuales o digitales,
sumergiéndose en la lógica tecnológica. No obstante, ambas tendencias siguen
siendo parte de una práctica minoritaria porque los hábitos tradicionales de
enseñanza están fuertemente arraigados y porque cualquier innovación supone
un trabajo adicional que pocos quieren asumir. En todo caso, este actual
deslizamiento no está exento de problemas que tienen que ver con los propios
fundamentos de la historia y de la enseñanza. En esta ocasión haremos un
repaso de algunos de ellos, mostraremos los alcances de algunas nuevas
formas de abordar la historia a partir de experiencias recientes, pero también
mantendremos algunas dudas sobre sus bondades con la intención de iniciar
un debate que nos permita estar más conscientes de los límites a los que nos
enfrentamos.
Sin duda, la acusación de aburrido tiene un contenido prejuicioso y
descalificador pero se diferencia del prejuicio clásico -que es juzgar con poco
conocimiento previo- pues se apoya en la experiencia de aquellos que han
pasado por el sistema educativo.** Sobre todo cuando es fácil constatar que la
formación escolar no supera el tradicional método memorístico repetitivo y de
orientación enciclopédica -acumular conocimiento por el conocimiento- tan
apreciados por el liberalismo positivista que hacía del detalle la predilección y
de la historia un pasado acabado aunque recuperable.
** Educar tiene dos acepciones: a) implica estimular el desarrollo personal del educando y, b) orientar su enseñanza en función de los intereses de la comunidad. Autoformación –aprender (procesos)-- e instrucción –enseñar (contenidos)-- son sus dos polos, aunque no siempre existió un equilibrio entre ambos. En el pasado se privilegió la instrucción acorde con la transmisión de conocimientos y la socialización para la etapa adulta. En la actualidad ese interés ha girado hacia la autoformación permanente, valorando la aplicación práctica de lo aprendido en relación con la vida –una construcción del saber hacer más que el de conocer, comprender o repetir-.
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Como la historia nació al lado del poder, hasta ahora su máximo destino
había sido construir nacionalismos y legitimar Estados. Y la escuela era uno de
los dispositivos que pretendían hacer del pasado un cementerio nacional. De
este modo, la enseñanza de la historia se contentaba con mostrar un conjunto
de acontecimientos acaecidos alrededor de la construcción del Estado
partiendo de la dimensión épica de los grandes hombres -visión antigua- y
desde una perspectiva moral para formar ciudadanos -visión moderna-. Más
tarde se le añadirá el espacio geográfico vinculado al territorio nacional -visión
moderna- de modo que fechas, nombres y lugares eran sus unidades básicas y
la memorización su instrumento cognitivo -práctica antigua ligada a la retórica-
(Rossi, 2003, p. 237; Candau, s.f.: p. 128; Montespellerri, 2004: p. 190).
En el siglo XX la historia se insinuó como ciencia, lo que significó nuevos
códigos construidos alrededor de la teorización y la aparición de la cuestión
social como tema de utilidad pública. Sin embargo, el uso de la abstracción y
de la explicación compleja terminó por alejar a esa historia especializada,
surgida en el ámbito universitario y profesional, de aquella narración histórica
de consumo general, debido a su incapacidad por adecuarse a los códigos de
las personas más allá de la agitación que supuso en su momento acercarse a
intereses subalternos. A pesar de la autoridad ganada por el discurso científico,
este presentó su límite al no asumir formas prácticas para su abordaje, dejando
que los medios de comunicación ocuparan ese espacio enfocados en la
motivación -recurso psicologista- y difundiendo espectáculos -recurso
performativo-.
Recientemente, para subsanar esta pérdida de atención, se ha intentado
incluir una competencia basada en la comprensión de los estudiantes del
proceso investigativo histórico -pensar históricamente- (la principal
competencia que el alumno debe desarrollar es la de saber leer e interpretar la
realidad en clave histórica. Pagés, 2009: p.70; Palti, 2000: p. 27-42) o aquella
otra del pensamiento complejo que supone una nueva relación de ver la parte y
el todo a través de operaciones del pensamiento en función de la comprensión
(Pulido, 2009: p.234-263; Santiago, 2008: p. 111-126). Un interés que, sin
embargo, sigue chocando con los hábitos de enseñanza, con el pragmatismo
acrítico dominante en el mundo contemporáneo pero también con las tramas
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narrativas del buen contar y la historia como espectáculo que reactivan
emociones.
Aún más, desde la academia el narrativismo recordó que la historia no
es una recuperación del pasado tal como sucedieron las cosas, pues antes que
nada pasa por el cedazo narrativo y ello la convierte en una representación del
pasado impregnada de interpretaciones del presente (Mudrovic, 2005: p. 73-
87). Su ala más radical la acusó de ser un discurso lleno de artilugios retóricos
nada lejanos a la literatura. De esta manera el debate se produce entre
aquellos que ven la historia como una ficción surgida de una práctica que crea
discursos, y aquellos otros que resaltan su soporte factual basado en el
principio de realidad, es decir apoyada en hechos verificables y, por ende,
continuar en el marco de la búsqueda de la verdad (Mudrovic, 2013: p. 22;
Ahumada, 2002: p: 219 y 246). Hoy, el debate continúa abierto pero esas
críticas le obligaron a retornar a la trama y a la inherente intriga que le
acompaña elementos propios de cualquier narrativa, ya sea textual, visual o
sonora para de este modo retribuirla con emociones y motivaciones, así como
para valorar las formas prácticas de acercamiento hacia la historia (Chartier,
1998: p.197).
En el fondo lo que hoy está en cuestión es aquello que llamamos
modernidad, surgida en el siglo XV, en la que la razón se convirtió en el modo
básico de dar coherencia a la realidad, menospreciando a otros saberes, a la
subjetividad y a las emociones. Para la modernidad, la realidad era algo
externo al conocimiento pero alcanzable, vía la observación objetiva a través
de los métodos. El conocimiento servía para dominar la naturaleza en beneficio
humano y para corregir a la sociedad y así obtener un futuro mejor (Sotolongo
y Delgado, 2006: p.23-63). Esta razón instrumental se dirigía a normar,
dominar, administrar y unificar un mundo evidente, recuperable, calculable y
predecible. Un mundo que, aunque más interrelacionado entre sí, sus unidades
básicas eran las sociedades las que prácticamente coincidían con los Estados
y/o las naciones.
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2. Del optimismo histórico a la auto referencia presentista
Ahora bien, todo este camino de cambios no ha sido el producto de una
“insuficiencia” de la historia que al final de cuenta puede corregirse sino ha
estado ligado a un cambio más profundo que ha afectado a la sociedad en su
conjunto.
Para nuestros fines indicaremos dos aristas importantes de ese cambio:
a) El paso de un conocimiento acumulativo -destinado al decir- a uno de
mayor sentido práctico -destinado al hacer-;
b) La introducción de la tecnología como mecanismo de difusión.
Como sabemos, en el transcurso del siglo XX el conocimiento científico
alcanzó autoridad masiva y se convirtió en un discurso cotidiano valorado como
el máximo saber a obtener. A partir de la segunda mitad de ese siglo las
intervenciones científicas comenzaron a tener más intenciones prácticas y con
ello surgió una nueva racionalidad que está modificando la actual vida de los
seres humanos. La ciencia dejó de ser vista como una acumulación de
conocimientos en torno a la realidad para convertirse en creadora de nuevas
realidades (Cabrera, 2006: p. 91-123). En este contexto, las incorporaciones
más recientes, además de las científicas y tecnológicas, han sido la aceptación
de la subjetividad y de la ética en la ciencia, la formulación de problemas de
nuevo tipo producidos por el desarrollo tecnológico y científico, así como el
reconocimiento del carácter abierto y complejo del conocimiento. De todo ello,
cabe mencionar: la recuperación de la subjetividad e intersubjetividad en los
procesos de conocimiento y la complejidad, en el que el mundo ya no es visto
como un conjunto de objetos sino como una realidad producto de las
interacciones entre complejas redes de las cuales emergen constantes
situaciones llenas de incertidumbre producto de la multicausalidad, la
multilinealidad y el antideterminismo.
Todos estos cambios incidieron en el régimen de historicidad, es decir el
momento determinado cuando el tiempo pasa a ser motivo de preocupación
consciente al relacionar de manera particular las experiencias del pasado con
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el presente que se vive (Hartog, 2007: p. 38-41). Anterior al siglo XIX dominaba
el pasado. La historia se describía viendo el pasado del cual se sacaban
lecciones para el presente y de ese modo se buscaba evitar errores o tomar
ejemplos. Posteriormente dominó el futuro. Ahora se buscaba distanciar a la
historia del presente, pero su conocimiento servía para comprender cómo se
había llegado al presente y lo que se necesitaba para transformarlo en pro de
un mejor futuro. Sin embargo, hoy domina el presente en un contexto de
cambios. Este tiene prioridad porque se percibe el paso del tiempo cambiante y
acelerado, mientras que al futuro se le mira riesgoso y lleno de contingencias,
sin saber el rumbo que tomará. De esta manera, la historia del presente ha
tomado importancia sobre la del pasado remoto al valorar como históricos
aquellos acontecimientos que se encadenan a la conciencia cotidiana y a lo
vivido (Arostegui, 1996). En esas condiciones se valora la experiencia y la
identidad, además de privilegiar lo actual por ser esto observable, visible, vivido
e inmediato. La historia que hoy importa es la vivida y su estudio implica un
sentido ético. En ese proceso se esfuerza por preservar el patrimonio y dar
importancia a la memoria, principalmente al testimonio vinculado con el
sufrimiento y el trauma de las experiencias límites. En consecuencia se explica
la historia basada en la experiencia inmediata o mediata, pero no muy lejana.
Ahora bien, la experiencia no es suficiente garantía para una reflexión crítica, al
no tomar en cuenta los nuevos escenarios (Nosei, s.f.).
3. Tecnología y aprendizaje
En todo este período de rápidos cambios la técnica se ha convertido en
el gran esfuerzo productivo, incluso se ha autonomizado de la propia ciencia.
Su objetivo consiste en ser usada, pues esta no es más que un modo de hacer
las cosas que requiere de nuevas habilidades y de pensamientos flexibles. Esta
transforma las cosas en medios -tecnología- incidiendo en la acción social, en
los cambios culturales, en los imaginarios y en las esperanzas colectivas
actuales. La tecnología se presenta como neutral señalando que la
responsabilidad por su uso depende de lo que el usuario haga con ella. Hace
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creer que con ella se logra mayor dominio y poder, aunque en realidad las
personas son quienes terminan por subordinarse a la máquina al actuar sobre
muchas de las actividades humanas, buscando satisfacer deseos y no
necesariamente cubrir necesidades (Bauman, 2011: p. 226). Como una nueva
manera de hacer las cosas, se centra en desarrollar competencias, habilidades
y destrezas para manejar y acceder a la información así como para
comunicarla. La tecnología ha creado nuevas dependencias, servicios,
administraciones, aprendizajes, habilidades y conocimientos y en su aplicación
tiende a homologar prácticas y comportamientos de manera global que
conducen a nuevas formas de pensar, interpretar y dar sentido a la realidad
mediadas por ella (Bartolomé, s.f.: p. 9).
Una buena parte de la técnica actual se destina a transmitir
informaciones, insumo estratégico para acelerar procesos y responder en
tiempo real. Su transmisión la enfoca en la creación de efectos emocionales
más que en generar contenidos y en ese proceso su interés es que el usuario
se mantenga conectado. Es decir, actúa en un presente experimentado a
través de emociones y satisfacción de deseos. La tecnología ha permitido un
crecimiento exponencial de la información, incluso de la histórica, debido a su
mayor capacidad de almacenaje y comunicación, lo que está incidiendo en los
modos de organizar y acceder a la información en la creación de nuevos
lenguajes, códigos y formas de descodificarlos, así como en la obligación de su
constante actualización. Lo anterior unido a su acelerado progreso ha
promovido el desarrollo de nuevas profesiones y de procesos de formación y
autoformación, lo que supone crear habilidades propias para manejar y acceder
a la información. Ese carácter informativo e instantáneo cuyo objeto se
enmarca en la toma de decisiones ha permitido a las personas la posibilidad de
transmitir uno o varios textos simultáneamente, textos elaborados de modo
abreviado que a su vez son presentados de manera atractiva para consumo
inmediato (Bartolomé, s.f.). Lo que domina hoy es el texto abreviado con
mensajes directos y claros y el encanto de la imagen visual o sonora
(Bartolomé, s.f.). El énfasis en la información directa y breve unido al desarrollo
centrado en destrezas personales para acceder a la información tiende a
producir nuevos reduccionismos. El cambio constante de la información -pues
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actualmente existe un mayor interés de decir algo que de leer- (Aliaga y
Bartolomé, 2005: p. 6), la lectura rápida con la consecuente falta de
concentración y su construcción en términos de entretenimiento empobrecen el
pensamiento al volverse indiferente a las preguntas y a la reflexión. A cambio,
el flujo de información ha permitido un espacio comunicacional que no existía
antes e incide en términos masivos en las que las personas pueden ser más
informadas y expresar opiniones surgiendo saberes superficiales, inestables y
desordenados -más expuestos a los influjos ideológicos de los transmisores-
debido a la interactividad del espacio cotidiano (Santiago, 2005: p. 171-172).
En relación con los aprendizajes, las probabilidades formativas son
mayores que antes, pues supone la posibilidad de una autorregulación
permanente que impacta al modelo tradicional de la escuela (Aparici y Silva,
2012: p. 2-3). Sus virtudes son la posible autoformación -incluso más allá de la
educación formal y de duración permanente- el abordaje ameno y el ambiente
participativo que incluye la interactividad y los modelos colaborativos
presenciales y a distancia. El resultado ha sido una tendencia creciente en la
utilización de nuevos métodos y vehículos de enseñanza sostenidos en la
tecnología y en didácticas participativas menos centradas en el profesor, quien
ha pasado de ser una autoridad a un facilitador de procesos. El primer caso
supone un acceso a los instrumentos digitales y el segundo a una metodología
acomodada a la autoformación de los estudiantes. Por supuesto la adopción de
la tecnología no implica necesariamente un mejoramiento, pero sí involucra
habilidades y técnicas propias para procesar la información, nuevos códigos y
nuevas formas de acceder a ella. El proceso de aprendizaje implica diseños
docentes y objetivos educativos nuevos dirigidos a incidir en la capacidad
potencial de los estudiantes y a obtener su voluntad de acción a través de la
motivación. Este proceso resalta la interacción entre alumnos y profesores así
como entre los alumnos mismos e incluso con personas externas (Solanilla,
2002). A través de esto se busca estimular las inquietudes investigativas y
analíticas, las comparaciones de puntos de vista y a profundizar sobre los
temas de modo que fortalezcan la formación de criterios, pese a las tendencias
simplificadoras de las tecnologías actuales. En consecuencia la clave educativa
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sigue estando en el aspecto metodológico y no en lo tecnológico (Aliaga y
Bartolomé, 2005: p. 20).
4. La interactividad como aliciente educativo
La tecnología actual fomenta la relación interactiva entre la máquina y el
usuario, al intervenir este último en las actividades que han sido programadas
previamente (Romero, s.f.). La máquina permite acceder a una página digital
elaborada por un administrador que contiene determinados hipertextos
textuales, sonoros o visuales en los cuales hay diversas opciones de consulta,
de participación y de respuesta en corto tiempo, es decir es multifuncional,
pues desarrolla la capacidad para acceder a múltiples formas de comunicación
y obtener rápidas respuestas (Estebanell, 2005: p. 25) basado en un modelo
bastante mecánico de estímulo y reacción.
La interactividad tiene dos vías de acción:
1. La relación con la máquina presenta dos posibilidades de contacto:
a) El usuario establece un vínculo directo con la administración del
dispositivo digital quien determina los criterios, retroalimenta
información, entre otras, en respuesta a las demandas del
usuario.
b) El usuario participa en una actividad previamente programada por
el administrador.
2. La relación con personas externas pero conectadas. También presenta
dos posibilidades de interactividad:
a) El usuario genera contenidos útiles al tema de la plataforma
virtual (Romero, s.f.).
b) El usuario se convierte en coautor de los contenidos del tema.
La combinación de ambas acciones presenta varias posibilidades de
interactividad en las cuales el usuario participa activamente. Esta participación
puede ser abierta, a la que todos acceden, o privada donde solo o algunos
seleccionados pueden observar y participar. Todo ello, junto con el interés por
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el tema, la facilidad del acceso, la frecuencia de la participación, el ritmo
determinado por el propio usuario, la necesidad de estímulos constantes,
etcétera, sirven de aliciente para mantenerse conectado y continuar con la ruta
establecida sobre el tema en cuestión. La interactividad con su posibilidad de
intervenir directamente en el discurso reactiva los sentidos y establece una
relación entre los afectos, la actividad motora y la presencia física lo que facilita
la conexión. Al participar, el usuario se comporta como un constructor del
discurso del administrador, discurso que puede ser institucional o personal.
El usuario tiene:
a) Diversos grados de intervención y decisión
b) Abanico de opciones de acceso
c) Sencillez y brevedad en la comunicación
d) Rapidez de realización de los procesos
En consecuencia la interactividad crea la ilusión de poseer autonomía de
acción, aunque los marcos estén previamente determinados por el
administrador, quien al final establece las instrucciones que serán aceptadas
por el usuario. En la medida que el usuario pueda participar más activamente y
aporta a los contenidos, o que pueda desarrollar simulaciones visuales,
entonces tendrá mayor interactividad y mayor interés de mantenerse
conectado. Esta interactividad puede resultar básica para generar procesos
cognitivos pues existe la opción de seleccionar aquellos aspectos que le
resulten relevantes, con lo cual, en teoría, el usuario fortalece su proceso de
aprendizaje.
Los mecanismos que entran en acción al estar conectado requieren de
habilidades sobre el qué hacer, qué buscar y cómo hacerlo. En ese proceso se
aprenden códigos que permiten al usuario crear estrategias de interpretación,
de aprendizaje y de acción que algunos han llamado nueva alfabetización
centrada en las habilidades de lectura -buscar información-, escritura -
comunicarse en entornos hipermedia- y en aritmética -diseñar objetos y
acciones- (UNESCO, 2005: p. 27). Generalmente al asociar ciertas imágenes
con determinada información se crean representaciones abreviadas,
reduciendo de esa manera el poder de la narración a la formación de imágenes
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mentales. Una buena parte de los códigos que se usan en este sistema son
incorporados de las expresiones cinematográficas, televisivas e informativas,
de tal forma que en algún momento entran en contradicción con los códigos
escritos basados en descripciones más densas. Por consiguiente, pese a su
facilidad pragmática la abreviación implica riesgos de interpretación por sus
imprecisiones y su reducción imaginativa, de ahí que después no sólo se
necesite recurrir al texto escrito sino también a descripciones más extensas.
En todo caso, lo que la interactividad aporta es modificar el anillo de
hierro que ha representado la educación dirigida y unilateral -posición de la
autoridad-. La diferencia entre recibir información de un emisor y la
participación de varios emisores se centra en que esta última posibilita formas
de conocimiento más incluyentes, además facilita los procesos autoformativos
del aprendizaje, en los cuales el/la profesor/a se convierte en guía con una
intervención más sutil en relación con la transmisión de conocimientos y por
último, invita a una relación más creativa y a la resignificación (Dusell y
Quevedo, 2010: p. 21).
5. Conocimiento práctico, tecnologismo e imagen
A estas alturas subsiste la impresión de vivir en un momento donde
pugnan una cultura de comunicación que privilegia al emisor -transmite
información de manera unilateral y acumula información- y otra nueva,
sostenida en artefactos que fácilmente pueden caer en superficialidades, pero
que tiende a fortalecer una relación más dinámica entre el emisor y el receptor,
centrándose en la autogestión del conocimiento y en una colaboración que
puede conducir a una inteligencia práctica. La segunda se está imponiendo
aceleradamente a la par de la aplicación tecnológica que modifica la manera de
hacer las cosas a través de procedimientos técnicos y lógicas ejecutivas. Todo
ello refuerza la tendencia del conocimiento práctico a imponerse en la medida
que cada vez más abarca actividades humanas y se transforma en rasgo
cultural. No obstante, estos cambios se están produciendo en el marco de una
conjunción asimétrica entre las dinámicas novedosas del conocimiento práctico
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y las viejas del conocimiento acumulativo. En ese estira y afloja se están
abriendo nuevas resultantes cuyos derroteros no podemos imaginar del todo.
Las viejas dinámicas surgidas del saber decir continúan influyendo a pesar de
la posición subordinada en que van colocándose, sin que por ello
desaparezcan todos sus componentes que se sumergen en las prácticas y
pensamientos nuevos. Hay pues una adaptación y en ese proceso el
pensamiento viejo impregna los modos del saber hacer de las nuevas maneras
de pensar. Por ejemplo, vimos la persistencia en el largo plazo de ciertas
prácticas de memorización en el modelo educativo, a pesar de la reducción del
campo de acción y utilidad de la retórica a lo largo de la historia.
En esas circunstancias es válido pensar que los viejos modelos de
conocimiento no desaparecerán con facilidad. Si bien el objetivo práctico de la
información -sujeto al saber hacer- se está convirtiendo velozmente en
dominante, quedan muchas dudas sobre sus bondades. El tecnologismo se ha
impulsado como una ideología en los moldes del mercado (Cabrera, 2006: p.
177-186) por su carácter práctico se presenta como superior pues tiende a
simplificar los procesos y el pensamiento al concentrarse en la instrucción
procedimental. La mayor acusación al tecnologismo recae en la marginación de
los procesos reflexivos alimentados en el modelo de pensamiento de la
modernidad, en especial del pensamiento crítico que sigue sosteniendo
objetivos de transformación. Por consecuencia, la reflexión y la crítica deben
acoplarse tanto a las dinámicas como a las maneras de actuar y pensar
contemporáneas, comprendiendo lo que ha cambiado y lo que se ha formado
de nuevo, lo cual debería traducirse en consecuencias prácticas para mantener
vigencia.
Junto al tecnologismo ha cobrado relevancia la imagen, la cual ha
emergido del desprecio que la palabra, sobre todo la escrita, la había colocado,
al acusarla de ser una representación de menor calidad, un saber simple cuya
utilidad era puramente ilustrativa, en lugar de verla como un discurso de
representaciones. Aun así, la imagen se abrió espacio especialmente tanto con
la cartografía que implicaba una lectura distinta como a través de los museos
(Staley, 2009: p. 12-29) y herramientas expositivas (Estatus del ICOM, 2007;
Schärer, 2000). La eclosión de la imagen es evidente en el mundo actual lo que
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ha incidido en una práctica visual que cada vez más se vuelve cotidiana y
motivo de consumo, la cual reconstruye un régimen escópico que pretende
dominar sobre los otros sentidos (Hernández, s.f.: p.1-7).
Al igual que la técnica y debido a su masividad generalizada a través de
la producción/reproducción se tiende a mostrar a la imagen de manera
reduccionista y fácil de interpretar cuando en realidad esta es una compleja
forma de representación ligada al mirar -actividad siempre social y de
construcción simbólica- y a los discursos e interpretaciones de la realidad.
Además, la imagen posee una fuerza emocional, motivadora y de goce (Dussel
y Gutiérrez, 2006: p. 148) que incide en la subjetividad de las personas y en
sus aspectos creativos, persuadiendo o afirmando veracidades al sustituir a la
referencia, al mismo tiempo que conmoviendo o perturbando (Dussel y
Gutiérrez, 2006: p. 76).
Hoy, más que ante esta permite ver el mundo interior de las personas,
las cuales cada vez más se ven obligadas a abrirse a la mirada de los otros
para ser reconocidos y existir (Dussel y Gutiérrez, 2006: p. 77).
En la actualidad, gracias a la tecnología la imagen predomina como
dispositivo y alimenta la tendencia de hacer cosas al mostrar el entorno y lo
imaginado. No obstante, también contiene sus propios misterios y oculta lo que
no se ve a pesar del efecto de realidad que busca mostrar. La fotografía, el
cine, los audiovisuales y otros recursos gráficos hacen de la imagen una
memoria un pasado presente en la medida que esta se convierte en documento
factible de preservar. Al mismo tiempo la imagen surgida en el marco del arte
dimensiona una mirada estética -lo que se acerca a la belleza- y se muestra
como espectáculo -la puesta en escena-. Con su masividad esa esteticidad se
traslada a lo cotidiano mientras el espectáculo se potencia, diluyendo cada vez
más la diferencia entre lo selecto y lo corriente con riesgo de banalizarse la
realidad.
La imagen también es un recurso para conocer y encaja perfectamente
en la educación. Lo visual, en tanto se asocia a diversos dispositivos -cine, foto,
audiovisuales, gráficos, esquemas, etcétera-, presenta diversas formas de
mostrar la vida social y cultural e implica diversidad de lecturas y de variados
aprendizajes, así como estimula interactividad. De ahí que se convierte en
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imperativo el aprender a descifrar a la imagen, a comprender las culturas
visuales repletas de ideología y apoyarse en su potencialidad creativa como
recurso de aprendizaje. Por otro lado, la imagen se enfrenta al texto en la forma
en que se expresa. Mientras el texto es una sucesión de palabras que
simplifica lo complejo y se despliega de manera unidimensional y de forma
lineal, la imagen muestra la simultaneidad y promueve la asociación que es
posible expresar en un espacio, apta para exponer síntesis de procesos
estructurales, especialmente con gráficos y mapas (Staley, 2009: p. 15-17). Por
lo tanto, se necesita que, al igual que con los textos, las personas aprendan a
decodificar, analizar y reflexionar sobre las imágenes para superar el impacto
perceptivo de la imagen o de las frases y descubrir sus secretos (Pancani, s.f.).
En definitiva hacer confluir la cultura letrada con la visual y desarrollar
pedagogía al respecto (Paladino, s.f.).
6. Hacia la historia entretenida
La historia se vuelve entretenida cuando está ligada a la narración
(Bermejo, 1997), es decir cuando se cuenta algo. Un determinado tema se
despliega alrededor de una trama impregnada de intrigas que en sus
expresiones antiguas finalizaba simbólicamente en forma de moraleja -
enseñanza, consejo o demostración- (Vergara, 1999). La narración nació unida
a los mitos y leyendas; más tarde, se incorporaron los relatos de linajes y
batallas cuyo sentido épico alcanzó presencia histórica para revelar lecciones
aprendidas.
En la actualidad, las biografías y la mitomanía editorial sobre las guerras,
aventuras o secretos históricos revelados las han sustituido como focos de
interés, aunque ya no como lecciones sino como transferencias de deseos e
identificaciones. Sin embargo, la historia también se escribió de otra forma
cuando surgió como recuento del control administrativo, en los cuales
desaparecía la trama. La exhibición de datos demostraba la existencia de
cosas, de personas. Sin embargo, por su estructura detallada y por alejarse de
la intriga se volvía propensa al aburrimiento. El pensamiento racional abstracto
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que contemporáneamente se vinculó al análisis histórico no ayudó en este
sentido y terminó por alejar al público llano. Empero, en este caso cualquier
emoción va a depender de que el pensamiento active resortes internos
surgidos del placer de pensar, investigar, leer o crear; emoción que facilita la
implicación empática y las habilidades sociales que amplían la mirada sobre el
mundo y el deseo de identificarse con los actores históricos (Gleichgerrcht, E y
Barilá, C, s.f.; Fernandéz, López y Márquez, 2008). En consecuencia, la
emoción no sólo es un producto del entretenimiento sino también de la
turbación interna del descubrimiento que actúa como intriga del conocimiento y
de la reflexión que le sigue.
Según las épocas ha dominado un polo u otro, pero la atracción ha sido
más extendida desde la forma narrativa. Como hemos visto, la narración se
desligó del proceso educativo en la medida que la historia épica y romántica dio
paso a la transmisión de datos, secuencias, conexiones, estructuras, procesos
destinados a la comprensión, explicación y reflexión de los acontecimientos.
Frente a este dilema para volverla atractiva se ha recurrido a su
representación museística, a la didáctica amena, a la cultura visual del binomio
cine/televisión y más reciente a la cultura digital. Cabe recordar que el museo
es una institución que surgió del interés de los pueblos europeos por mostrar
públicamente las curiosidades de su creciente dominio colonial en clave de
cosas raras, exóticas, ajenas y no cotidianas. Su formato de observación de
objetos se trasladó al arte para mostrar las creaciones estéticas y sublimes. En
ambas aristas la relación con el visitante resulta unilateral, pues se muestran
piezas que deben ser contempladas y admiradas, a las que se añade una
breve información que no se liga a la vida cotidiana ni a la experiencia humana
del visitante.
No obstante, el museo contiene potencial educativo por su información
pero también al aportar perspectivas visuales y estéticas -sonoras- que
superan al texto. En su momento se planteó al museo como un lugar de
aprendizaje por sí mismo. Ahora bien, los museos no fueron pensados para las
condicionantes educativas escolares sino como una proyección cultural hacia la
comunidad, reproduciendo los discursos históricos culturales donde se informa
sobre un pasado remoto, poco relacionado con el presente. Su acercamiento
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hacia lo educativo ha sido gradual, sin grandes diálogos con otras formas de
educación. Aun así, esta experiencia ha significado nuevas preguntas y
procedimientos sobre el aprendizaje, sobre el papel activo del alumno
(Anderson, Lukas y Ginns, 2005) y sobre la capacidad mediadora de los
maestros o de los guías museísticos (Gómez y Alaya, 2006).
Desde la escuela el museo ha sido visto como un complemento de algún
tema curricular, pero su visita generalmente se liga a la diversión gracias al
relajamiento del ambiente escolar que supone la actividad extra-aula -no es
casual que sea considerada una “excursión” en el caso guatemalteco-. Desde
los ojos de los alumnos funciona para completar tareas no para interpretarlo,
pues el lenguaje del museo difiere de las formas de abordaje textual/oral de la
escuela. El problema es que estas discrepancias provocan más dudas entre los
visitantes aunque menos estímulo para resolverlas al no haber quien aporte al
respecto (Gómez y Alaya, 2006).
Similares situaciones se suceden con herramientas más modernas como
lo son las formas audiovisuales tradicionales del cine y la televisión. Aunque
ambas herramientas parten de la perspectiva unilateral del emisor han
contribuido a crear nuevas formas de ver la realidad. El cine es un recurso nato
para el narrar e implica ritmos, formas de relación, temporalidad, concentración
de sucesos, acción de los personajes, etc., en tanto es ficción actuada. Sin
embargo, ello se desarrolla en el marco de una producción comercial, la cual
perfila su oferta según los deseos y gustos de la gente, determinando la
estructura de la mirada y el contenido. Mantener la atención le resulta
relativamente fácil dado al desarrollo de la intriga y de la expectativa cultural
que el cine ha creado. Pero ver cine más allá del puro entretenimiento requiere
del desarrollo de ciertas habilidades analíticas y de formas de pensamiento
complejo y crítico. La televisión no está lejana a ello, aunque su oferta histórica
se apoya más en el documental, en la que la descripción al apoyarse en una
estructura explicativa con cierto lenguaje analítico o cientificista no siempre
logra el objetivo de mantener la atención de quien lo mira. Ambas, cine o
televisión -y otras- nos presentan imágenes mediadas, editadas y controladas
ajustando los sentidos con lo que vemos la realidad, distantes ya de la
experiencia sensorial directa (Arfuch, s.f.).
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La vieja estructura patrimonial del museo se ha ido transformando con el
tiempo y ahora se han agregado recursos audiovisuales, añadiendo otras
perspectivas para exponer ya no objetos sino argumentos de temas complejos.
Las exposiciones contemporáneas han incorporado esos elementos sobre todo
en la forma de expresiones digitales que concentran la comunicación en el
espacio y en el tiempo, pero al mismo tiempo permitiendo simultaneidad de
accesos a diversos tópicos del tema que se trate. Estos nuevos recursos han
potenciado la posibilidad educativa a través de la interactividad, la cual ha
permitido desarrollar formas de comunicación más prácticas que tienden a
reforzar el aprendizaje, tanto colectivo como individual.
7. Exposición y uso del pasado
Las temáticas expositivas actuales se han desplazado de las visiones
evolutivas de las historias nacionales y universales a la historicidad de los
problemas del presente, sin que las primeras desaparezcan al estar
estrechamente ligadas a los discursos institucionales. En efecto, como vimos,
la tendencia actual es analizar el pasado inmediato vía la historia reciente o la
memoria. La primera ve procesos sociales espinosos en relación con la
aceptación de las diversidades, los cambios contemporáneos o las expresiones
culturales, mientras la segunda procura mostrar consecuencias traumáticas
de conflictos extremos. Ambos casos se apoyan en lograr una dimensión
comprensiva más que explicativa de esos procesos. Al basarse en el pasado
cercano se rompe con la vieja explicación de la causalidad pues los hechos
próximos son fenómenos abiertos, aún presentes, interrelacionados y con un
fuerte componente de intencionalidades.
Ahora bien, lo importante no son los acontecimientos en sí, sino las
conexiones relevantes que se hacen de ellos con el presente. Sin embargo, en
este caso al historizar el presente se arriesga a ver en el pasado sólo aquello
que le es útil, una orientación que puede reforzar la visión lineal del tiempo y
con facilidad excluir a otros pasados y actores históricos. Por su lado, la
imagen y la tecnología han acentuado ese protagonismo de la historia
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presente al poner la atención en lo que es considerado urgente de pensar, así
la historia queda subordinada a servir de soporte para responder a las
emergencias.
La tendencia actual de las exposiciones estriba en potenciar la creación
de significados en un proceso negociador entre el emisor y el receptor en cuya
interrelación se crea la información y el significado influenciados por las normas
sociales y culturales (Silverman, 2007). Este proceso se desarrolla a través del
aprendizaje al incorporar nuevas informaciones a las ideas previas,
modificándose estas en el proceso de intercambio. En consecuencia, la
percepción y la memoria juegan un papel fundamental, de modo que el
visitante las vuelve funcionales recurriendo a su experiencia. Las exposiciones
presentan al visitante la experiencia práctica de conocimientos científicos o
sociales, además le hacen activar habilidades lectoras, visuales así como
conexiones analíticas y narrativas y, en ocasiones, las motrices. Al mismo
tiempo, los temas del presente musealizados constantemente le interrogan al
visitante como individuo y como miembro de una colectividad.
En términos de la utilidad social las exposiciones y otras formas de
comunicar el conocimiento histórico contribuyen en varios aspectos:
a) Son una forma de introducirse en las nuevas modalidades de
conocimiento que se implementan en el mundo actual que significa
pensar para actuar
b) Desarrollan capacidades para usar la mirada de manera más incisiva y
analítica
c) En términos educativos generan competencias para que las personas se
sitúen en su mundo, sepan interpretarlo y deseen intervenir en él.
Dos competencias se han resaltado en relación con la utilidad práctica
de la historia:
a) Pensar históricamente (Vilar, 1987):
Esta tiene un mayor desarrollo. En general, significa ver los
acontecimientos del pasado y ligarlos de una manera metódica, con ello
se pretende no solo dar información si no también expandir el horizonte
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de pensamiento de las personas al estimular a pensar y reflexionar. Sus
objetivos son identificar problemas, reconocer lo que une y diferencia,
así como fundamentar soluciones y trayectorias en el futuro. De esta
manera el conocimiento histórico se convierte en una herramienta de
razonamiento para la toma de decisiones, insertándose en la tendencia
pragmática del pensamiento moderno, sin que necesariamente esto
signifique separarse de la vieja utilidad de la historia como maestra de
vida -aprender de los errores- y de la expansión del pensamiento.
b) Pensar como ciudadano:
Esta competencia es la que se encuentra menos desarrollada al no
establecerse una relación práctica entre la historia y la acción ciudadana,
aunque sí se encuentra más desarrollada una relación entre memoria y
acción ciudadana. Cabe recordar que la idea de ciudadanía se la ha
planteado como una acción basada en un debe ser; es decir,
disposiciones normativas por realizar, y en el impulso de la
responsabilidad hacia la comunidad que se pertenece. En nuestro caso
la comunidad más extendida hasta el presente ha sido la nación. Por lo
tanto, la ciudadanía es participación y sus habilidades se relacionan con
escuchar, opinar y tomar decisiones de manera autónoma y hacerlo en
concordancia con otros. Para participar se tienen que reconocer los
derechos de los otros, actuar con respeto y desarrollar un trato digno. De
este modo, la idea de ciudadano sobrepasa el derecho de ser elegido o
elegir tal como lo plantea el sentido común para ampliarse en el derecho
a intervenir en la toma de decisiones en múltiples espacios de esa
comunidad. En términos históricos el pensar ciudadano puede aportar
elementos para conocer las instituciones políticas y el actuar político de
la sociedad, desarrollar estudios históricos comparativos, comparar los
acontecimientos del pasado con los actuales y desarrollar hábitos
democráticos (Pagés, 2009).
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En consecuencia estas son competencias que responden a dos
dimensiones necesarias en el proceso de desarrollar conocimiento práctico; la
primera como una premisa del racionamiento previo; y la segunda como parte
de la acción futura que se deriva de lo pensado. En todo caso, la historia incide
en la faceta analítica como una herramienta preventiva que ayuda a decodificar
la información, situación más acorde con las habilidades exigidas por el
pensamiento crítico y el complejo que con el técnico.
No obstante, esa exigencia de participación ciudadana ha entrado en
conflicto con la tendencia actual del debilitamiento del Estado y de los
componentes nacionales. De alguna forma podría adaptarse a comunidades
más pequeñas, pero no así cuando se pretende situarla en un contexto global.
¿Entonces, qué clase de ciudadanía debe pretenderse? Muchos, frente a los
actuales grados de disolución y transformación de los lazos sociales plantean
retornar a una ciudadanía básica que actúa en el campo de la coexistencia de
grupos y personas diversas, en la construcción de nuevos niveles de confianza
y en la generación de manifestaciones empáticas hacia ellos. Sobre estos
aspectos habría que definir las competencias necesarias.
8. La exposición
Traducir las preguntas del presente recorriendo el pasado a través de
una puesta en escena expositiva u otros formatos afines no significa que estas
sean las únicas maneras para hacer de la historia una narración entretenida. La
posible diversión -poner atención en el marco de un uso placentero del tiempo-
tiene que ver más con la forma en cómo se comunican los hechos históricos en
el marco de las inquietudes del presente. Esto último dependerá del grado de
conexión que las personas puedan establecer con el pasado y así estimular la
conciencia histórica de su presente, también dependerá de cómo ese pasado
les otorga significados a sus deseos.
La experiencia expositiva proporcionas preguntas que ayudan a facilitar
estos propósitos en cuatro pasos:
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a) ¿De qué me sirve el pasado?
El primero paso es el que abre la puerta para querer seguir adelante y
se relaciona con el uso del pasado del cual hemos identificado dos
perspectivas relacionadas con su aplicación educativa. Sin embargo,
el visitante pretende que las respuestas estén más acorde con su
sentido común y sus vivencias concretas y desea llevarlas a un
terreno familiar, cercano y conocido. Si se conectan el sentido
propuesto y el sentido deseado se produce el gancho.
b) ¿Qué tengo que ver con eso?
Este siguiente paso significa implicarse con el pasado, lo que quiere
decir identificarse con las personas que vivieron en ese pasado que
se aborda, de alguna manera esto lo lleva a sentirse parte de ese
pasado y a simbolizar su continuidad para lo cual supone el desarrollo
de las habilidades empáticas.
c) ¿Y si me transportara al pasado?
La empatía conduce a la imaginación y esta a su vez puede conducir
a la personalización comprensiva, dependiendo de cómo se
contextualice el pasado y se enfrente el presentismo del visitante para
valorar las consecuencias de los hechos estudiados y desarrollar
juicios históricos (Santiesteban, 2010).
d) ¿Si el pasado no se pudo cambiar, es posible cambiar el presente?
El análisis de la determinación y de la contingencia permite suponer
qué pudo haber cambiado si se combinaba con otras condiciones,
entonces es factible suponer que en el presente otras alternativas
son posibles si se actúa sobre él.
Una exposición busca equilibrar la razón argumentativa y la
representación visual -mental/imaginaria y visual/escópica- con la cual
organizamos y simbolizamos el entorno que nos rodea. En nuestra experiencia
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lo hemos hecho a través de abordar temáticas sociales de difícil acceso o de
aquellos tabús de la sociedad guatemalteca -véase el anexo para unos
ejemplos-. Una manera de hacerlo es a través de formatos expositivos -sin ser
los únicos- que impliquen no solo una relación visual y narrativa de fácil acceso
sino también un trabajo pedagógico.
Recordemos que una exposición es un espacio organizado y
estructurado que muestra a través de diversos objetos, gráficos, textos,
audiovisuales y formas interactivas un argumento social destinado al público en
general. En nuestra experiencia ha estado enfocada en maestros/as y
alumnos/as del sistema educativo guatemalteco como población meta, aunque
no exclusiva. De esa manera hemos establecido una conexión con la
educación curricular, sin que ello signifique una subordinación a ese contenido
curricular.
A través de una exposición pueden ligarse:
a. Maneras contemporáneas de ver
b. Contenidos complejos a través de la simplificación textual
c. Elementos narrativos de abordaje y complicidad
d. Contenidos educativos
e. Problemas sociales críticos
f. Interactividad con objetos
g. Interacción entre personas
Sin embargo, recurrir a este tipo de recursos supone estar consciente de
dos esfuerzos que confluyen:
a) Una nueva forma de encarar la educación o de transmitir
conocimiento que se presenta aún experimental e implica flexibilidad
en el marco de un proceso de reflexión constante -autoconocimiento
y metaconocimiento- (Tapia, s.f.) de la propia práctica, de los
contenidos y de las formas de abordaje
b) El desarrollo de competencias y habilidades nuevas que abren un
campo de profesionalización muy amplio -científico, literario,
comunicativo, educativo y técnico- pero que tiene implicaciones por
depender de habilidades tecnológicas en el marco de una reducida
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infraestructura de apoyo técnico o institucional, pues no debemos
olvidar que en el contexto actual a la historia se le considera una
actividad residual y en segundo lugar trabajarla en el nuevo modelo
educativo de historia aplicada significa costos y tiempos específicos
para el proceso creativo de comunicar historia en los tiempos
actuales.
En definitiva lo entretenido es muy sugerente pero presenta límites de
los cuales se tiene que estar consciente. Lo primero es no dejarse embaucar
por los cantos de sirena del tecnologismo, a pesar de que permite aplicar el
conocimiento histórico. Esa aplicación es posible porque al mismo tiempo se
están definiendo mejor sus utilidades sociales contemporáneas. Sin ser la
única, la utilidad educativa aporta el dominio de instrumentos pedagógicos y el
autoaprendizaje, pero su objetivo no debe reducirse a la adecuación curricular,
sino debe abarcar todos aquellos terrenos que forman a las personas con la
idea de participar e incidir en su mundo. Tampoco significa que todo debe
reducirse a la utilidad ciudadana. El terreno de la aplicación histórica sigue
abierto pues al final de cuentas lo que hace la historia es interpretar la
experiencia humana. En ese camino hemos pasado de una historia aburrida a
otra más entretenida, girando del puro conocimiento al aprendizaje con placer.
Y con ello el problema se trasladó de la construcción de conocimiento al de su
comunicación, aunque el primero sigue siendo la base para el segundo.
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Nota del Autor
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ANEXO
Algunas experiencias
a) Exposiciones físicas
Exposición modelo artístico -Exposición temporal-.
Esa historia a la vuelta de la esquina
Explicación de la historia contemporánea desde 1944 hasta
el presente a través de fotografías ordenadas por tiempo y
temática a cargo del Centro de Formación de la
Cooperación Española en la Antigua Guatemala.
Diseño con formato de exposición de arte:
• Cuadros fotográficos
• Elementos textuales
• Línea de tiempo
• Objetos textualizados
• Instalaciones.
Intervención de artistas y fotógrafos
Guía pedagógica para alumnos
Temas sociales conflictivo -Exposición permanente-.
¿Por qué estamos como estamos?
Exposición sobre las relaciones interétnicas y la violencia
en la historia inmediata y actual a cargo del Instituto
Internacional de Aprendizaje para la reconciliación Social –
IIARS-.
• Relación presente sobre diversidad, prejuicios y
racismos
• Historia de la diversidad y las relaciones
establecidas
• Problemática de las identidades
• La violencia en la historia y en el presente
• Búsqueda de soluciones
Luis Pedro Taracena A
Revista Electrónica Perspectivas, ISSN: 1409-3669, Edición 10, Junio 2015 / pp 10-41.
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Muestra espacial y tridimensional
• Fotografías
• Textos
• Mapas
• Objetos
• Instrumentos de interactividad
Materiales de salida para los visitantes
Desarrollo de actividades complementarias con
maestros/as
• Diversas modalidades de cursos sobre relaciones
interétnicas y violencia con profesores
• Materiales educativos de apoyo
b) Exposiciones virtuales
Temas sociales conflictivos versión web -Exposición permanente-.
Entre vivir y convivir
Exposición sobre las relaciones interétnicas y la violencia
en la historia inmediata y actual a cargo del Instituto
Internacional de Aprendizaje para la Reconciliación Social –
IIARS-
Adaptación virtual de la exposición ¿Por qué estamos como
estamos? Se realizaron varios cambios en función del tipo
de público meta: estudiantes se adaptaron los textos al
formato web y se aumentó la interactividad, aunque
mantiene la misma división temática que la exposición
arriba señalada
• Sistema rolldown
• Fotografía
• Textos
• Mapas
• Imágenes
• Gráficos
Luis Pedro Taracena A
Revista Electrónica Perspectivas, ISSN: 1409-3669, Edición 10, Junio 2015 / pp 10-41.
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• Elementos de interactividad
Pronto se incorporará la división de historia. Puede
consultarse en http://entreviviryconvivir.org/
Exposición histórica web -Exposición permanente-.
Guatemala memoria viva
Exposición de historia reciente referida al período del
conflicto armado interno.
Es una página web en construcción. Se inició como
proyecto en el Centro de Investigaciones regionales de
Mesoamérica –CIRMA- pero recientemente fue cedido al
Instituto de Estudios Humanísticos de la Universidad Rafael
Landívar.
• Textos por niveles
• Audio visuales
• Fotografías
• Documentos
• Línea de tiempo
Explicación histórica por etapas e hitos a través de texto,
imágenes y documentos:
• Elementos pedagógicos incorporados para
alumnos y maestros
• Elementos de interactividad