de la guerra sucia a la guerra psicológica: el caso de el ... · la guerra sucia y guerra psico...

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Revi.t.ade poialJos!a de El Salvader, 1990. Vol. !X, N"35. 109-122 UCA. San Salvador, El Salvoder. C.A. DE LA GUERRA SUCIA A LA GUERRA PSICOLOGICA: EL CASO DE EL SALVADOR· Ignacio Martín-Baró Guerra y democracia en El Salvador Para entender los problemas psicosocialesdelosrefugiadoses esencial lograr una comprensión de las circunstancias desencade- nantes de su huida (ver Kunz, 1981;Stein, 1981). No es lo mis- moelpollticoelliliadotraaelde- rrocamientodeun gobiemoque el profesional que sale de su país ala búsqueda de un espacio vi- tal; ni es lo mismo quien huye hastiado de la violencia bélica que quien tiene que escapar para salvar su vida, taloneado por 108 escuadrones de la muerte. Según la imagen oficial, fun- damentalmenteaceptadaporlos grandes medios de comunicación masivaintemacionales, El Salva- dorhabría entrado desde 1984en un proceso de democratización, proceso iniciado por unas elec- cionespresidencialesbastanteli- bres y caracterizado por una apertura de espacios pollticosy una notoria mejora en el respeto a los derechos humanos de la población. El Salvador habría dejado así de ser "la oveja negra" del mundo occidental, para con- vertirse en ejemplo de un pe- queilopaisque, con la ayuda de los Estados Unidos, estarla lu- chando por sair del subdesarrollo y por combatir democráticamente las ambiciones del comunismo in- ternacional. que pretenderla hacer de él una simple base para Tomade de Aron. Adrianno(Ed.l. Fugo. EziJioyRe_. LoaoJud ...nl4lyel rofu8i¡MlD. San Frana-, California: CommlU'" for Heelrh Righlll in Conlnll Ame. r!eaICHRICAl.1988• .,.,..3·22. 109 Digitalizado por Biblioteca "P. Florentino Idoate, S.J." Universidad Centroamericana José Simeón Cañas

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Page 1: De la guerra sucia a la guerra psicológica: El caso de El ... · la guerra sucia y guerra psico lógica sean idéntidas, sino que la guerra psicológica es la nueva modalidad de

Revi.t.ade poialJos!a de El Salvader, 1990. Vol. !X, N"35. 109-122UCA. San Salvador, El Salvoder. C.A.

DE LA GUERRA SUCIAA LA GUERRA PSICOLOGICA:EL CASO DE EL SALVADOR·

Ignacio Martín-Baró

Guerra y democracia en ElSalvador

Para entender los problemaspsicosocialesdelosrefugiadosesesencial lograr una comprensiónde las circunstancias desencade­nantes de su huida (ver Kunz,1981;Stein, 1981). No es lo mis­moelpollticoelliliadotraaelde­rrocamientodeun gobiemoqueel profesional que sale de su paísala búsqueda de un espacio vi­tal; ni es lo mismo quien huyehastiado de la violencia bélicaque quien tiene que escapar parasalvar su vida, taloneado por 108escuadrones de la muerte.

Según la imagen oficial, fun­damentalmenteaceptadaporlos

grandes medios de comunicaciónmasivaintemacionales, El Salva­dorhabría entrado desde 1984 enun proceso de democratización,proceso iniciado por unas elec­cionespresidencialesbastanteli­bres y caracterizado por unaapertura de espacios pollticosyuna notoria mejora en el respetoa los derechos humanos de lapoblación. El Salvador habríadejado así de ser "la oveja negra"del mundo occidental, para con­vertirse en ejemplo de un pe­queilopaisque, con la ayuda delos Estados Unidos, estarla lu­chando por sair del subdesarrolloy por combatir democráticamentelas ambiciones del comunismo in­ternacional. que pretenderlahacer de él una simple base para

• Tomade de Aron. Adrianno(Ed.l. Fugo. EziJioyRe_. LoaoJud ...nl4lyelrofu8i¡MlD. San Frana-, California: CommlU'" for Heelrh Righlll in Conlnll Ame.r!eaICHRICAl.1988• .,.,..3·22.

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sus pretensiones hegemónicas.

Desgraciadamente, la imagenoficial es una imagen distorsio­nada de la realidad,periódica·mente cuestionada pcr Ics aeon­teeimientos internos. Sin ir máslejos,durantelosmesesdemayoy junio de 1987,una serie dehechos ha llevado al temor deuna reaparición de los eseua­drones de la muerte y de unareproduec:ión de las peoresfor­mas de terrorismo estatal vividasdurante 1981-1982. Entre esosacontecimientos esté el secues­tro, tortura y decapitamiento deun líder sindical campesino, elsecuestro y desaparición de otrostreslíderessindicales,elapre­samiento y degüello de tres carn­pesinos,quelograroneseaparconvida,todoelloporhombresiden­tificados como miembros de laFuerza Armada; el dinamita­miento del local de un comité demadres de presos y desapareci­dos polítieos, y una nueva listanegra hecha pública por el Ejér­cito Seereto Anticomunista (cornomuestra, ver una narración sobrecampesinos degollados en Chala­tenango, 1987). Estos hechos hanobligado al gobierno y ala Fuer­za Armada a desmentir inmedia­tamente su responsabilidad alrespeetoyarenovarsucompro­miso público een la demoeraeia yel respeto a los derechos huma-

El temor por la reaparicióndelterrorismodeestadoes,cuan-

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do menos, ingenuo; porque, si noen su forma, sí en sus objetivos,la guerra sucia en ningún mo­mento ha dejado de ser un ingre­diente esencial para el proyectosoeiopolítieo que Estados Unidosesté tratando de realizar en ElSalvador. Más allá deinterpre­taeiones ideológicas, de uno uotro signo, los datos no dejan nin­guna duda al respecto; y losdatos muestran que, en 1986, seprodujeron en El Salvador nomenos de 122 asesinatos atribui­dos a los escuadrones de la muer­te,esdecir, diez asesinatos pormes,sineontarotrasmatanzasyviolaciones a los derechos huma­nos más fundamentales atribui­bIes alas fuerzas gubernamen­tales(verIDHUCA, 1987).

y es que el proyecto nortea­mericano tiene como su metaesencial la eliminacion del mo­vimiento revolucionario y sólosecundaria o derivadamente lainstauración de la demoeraeiaenel país. Por ello, en un primermomento se trató de lograr laaniquilación de los grupos insur­gentes en forma rápida y brutal,combinando el accionar militarcon una campaña de represiónmasiva de la población civil. Pe­ro, tras el fracaso de esa earn­paña, el proyecto ha entrado enuna nueva fase que pretende le­grar el mismo objetivo bajo foromas demoeréticas que justifiquenal proyecto mismo. Ello produceuna permanente contradicciónentre lasneeesidades militares y

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las exigencias políticas, entre elobjetivo de eliminar toda oposi­ciónyprotestasignificativas,ylanecesidad de ofrecer o aparentarrespeto al libre juego político.Así, el proyecto norteamericanopara El Salvador se ha visto obli­gado a buscar una forma degue­rra sucia que le permitiera alean­zarsusñnes, eludiendo costospolíticos. Y la respuesta se creehaber encontrado en la guerrapsicológica.

Nuestra tesis es que la guerrapsicológica que actualmente de­sarrolla la Fuerza Armada en ElSalvador es la heredera de laguerra sucia que se realizó entre1980 Y 1983,yaqueestamodali­dad de guerra paralela permitelograr los mismos objetivos yproduce similares consecuenciaspsico8OCÍalesenlapoblación,pe­ro logra salvaguardar la imagende democracia formal, tan nece­saria a Estados Unidos para con­servar el apoyo de la opiniónpübliea y aun de ctros gobiemosdemocráticos hacia su política enel área. No se pretende decir quela guerra sucia y guerra psico­lógica sean idéntidas, sino que laguerra psicológica es la nuevamodalidad de la guerra sucia enla ectual etapa del conflietc sal­vadoreilo.

La guerra paralela

Examinaremos nuestra tesiscontrastandotresaspectosesen­cialesdelaguerra sucia y de la

guerra psicológica: sus objetivos,sus medios y las consecuenciaspsico8OCÍalesqueproducen.

ObjetivOll

La guerra sucia no se dirigesólo ni quizá primordialmente aaquellos que de una forma abier­ta se levantan en armas contraun régimen establecido; la guerrasucia va orientada contra todosaquellos sectores e individuosque constituyen la base de apoyo,material o intelectual,real o po­tencial, de los insurgentes. Perocomo no existe unajustiñcación,nipolíticanilegal,paradirigiratodo un ejército oa las fuerzas deseguridad de un país contra lapoblación civil,latarea se en­comienda a grupos clandestinos,los famosos "escuadrones de lamuerte". Deestamanera,sepue­de realizar un programa de eli­minación sistemática de enemi­gos, reales y potenciales, sinmanchar públicamente la imagende las fuerzas que lo realizan.

Esto es lo que ocurrió en ElSalvador entre 1980 y 1983:grupos de ''hombres armados ves­tidos de civil" secuestraron, tor­turaron, asesinaron e hicierondesaparecer a miles de salvado­reilos sospechosos de colaborarcon el movimiento revolucionarioo de simpatizar con su causa.Cálculos conservadores elevan ano menos de 27,000 las víctimasde esta guerra sucia entre 1980 Y1983,esdecir,unodecadados-

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cientos salvadoreños (ver CUDI,1980·1983). La impunidad conque operaban estos grupos fuesiempre total,loquenohubierasido posible sin la connivencia,apoyo y patrccinio de los poderesmilitarypolíticodelpais.

La guerra sucia 10gr6 tres im­portantes objetivos (a) desarticu­lar las organizaciones de masapopulares: la existencia mismade organizaciones que no fueransimpatizantes del gobierno sevolvió imposible y aquellos mili­tantes que no fueron eliminadostuvíeronqueirsealamontailaoalacJandestinidad,oabandona·ron la lucha, agarrotados por elterror; (b) eliminara muchas delas figuras de oposición más sig­nificativas: por ejemplo,la diri­gencia del Frente DemocráticoRevolucionario (organismo poli·tieo que agrupa a las principalesorganizaciones opositoras), elRector de la Universidad de SanSalvador, Dr. Félix Ulloa, y elArzobispo de San Salvador, Mon·seilor Osear Amulfo Romero; y(c) debilitar las bases de apoyodel movimiento revolucionario entodos los sectores de la población:profesionales, estudiantes, tra­baiaderes, campesinos. En estesentido, no cabe duda de que laguerra sucia tuvo éxito; un éxitomacabro, ciertamente, pero éxitoalfinyalcabo.

Sin embargo, la guerra suciaarrastraba también graves cosotos: a pesar del anonimato con

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que se realizaba el trabsjo de losescuadrones, resultaba dificilconvencer a la opinión públicamundial que eso podía ocurrir sinla connivencia de las fuerzas ofi­ciales, Constituía entonces unaardua tarea justificar el apoyocasi incondicional que ofrecía losEstados Unidos a un régimenque se hacia acreedora la conde­na por su vielaeién sistemática alos más fundamentales derechoshumanos, y más aún lograr paraél nuevos apoyos internacionales.Alahora de defender al régimensalvadoreiloenlosforosinterna·cionales, el gobierno de RonaldReagan se quedaba préctiea­mente sólo,quizá con la eompa­ilía de regímenes como el de Pi­nochetoeldeStroessner.

Por ello, desde 1984, y antelos inesperados éxitos militaresde los insurgentes que amenaza­ban inclu80con desarbolar alejército nacional,se plantea lanecesidad de una nueva fase pa­ralaguerra salvadoreila: erapreciso seguir adelante con elproyecto de eliminar al moví­miente revolueionariec lo que exi­gíaunaintensificacióndelac.cionarcontrainsurgente, en par·ticulardelaguerraaérea,perohabfa que eludir Ics cestcs pohtí­cos de la represión masiva queobstaculizaban el desarrollo de lamisma guerra militar. Se volvíanecesario por tanto iniciar unproceso legitimador de la guerra,y nada más seductivo en el mun­do occidental que la democracia

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formal, Se propuso, entonces, unproceso de democratización queavanzase a la par del proceso depacificación, de tal manera quelas conquistas militares se trans­formaran en victorias políticas yel quehacer político sellara lavictoria popular. La figura deNapoleón Duartejugaria un pa­pel crucial en esta nueva fase,tanto por su imagen de hombredomocrático como por sus cone­xiones con la Internacional De­m6crata Cristiana, tan influyenteen los países europeos y en lospaíses latinoamericanos.

Si se hubiera buscado real­mente la instauración de unademocracia y se hubiera ido a lascausas estructurales del eonflic­to,quizásel nuevo plan hubieratenido éxito; pero ello hubierasupuesto una subordinación de laguerraalademocracia,ynoalainversa y, por tanto, hubierasupuesto hacer de la guerra uninstrumento político y no de lapolítica un instrumento más deguerra. Esta visión desbordabacompletamente el diagnóstico delgobierno norteamericano, con­vencido de que en El Salvadortenía que lidiar su particularguerra con el expansionismo so­viético y, por tanto, de que elpeligroalapazyalademocraciaprovenía de la "agresión comu­nista" y no de unas contradic­cionesinternas de miseria opre­sivay de injusticia estructural.Así, impulsada por la obsesiónanticomunista de la Administra-

ción Reagan, la nueva fase de laguerrasalvadoreilahatratadodeaplicar la doctrina de los "eonñie­tos de baja intensidad" (ver Ba­rry, 1986; Castro y Vergara,1987),produciendounademocra­cía formalista totalmente supe­ditadaalosplanesbélicos,esdecir, a servir de cobertura polí­ticaa la continuación delague­rramilitarcontra losmovimien­tos revolucionarios.

Según Barry (1986, págs. 23­25),laguerradebajaintensidadse plantea en tres frentes: elcampo de batalla mismo (utili­zando tácticas similares a las delaguerrillaytratandodeinvolu­eraren la lucha a todas las ins­tancias sociales), las institu­ciones estadounidenses (como elCongreso), y la opinión pública,nacional e internacional. Ahorabien, en ninguno de estos tresfrentes se atiende adecuadamen­te las causas profundas de laguerrasalvadoreilay, por tanto,las raíces del descontento y larebeldía. De ahí que la nuevafase haya requerido, como la an­terior, una política de elimi­nación sistemática de las basesde apoyo al movimiento insur­gente. Eso sí, la eliminación de­bía adoptar nuevas formas, querespetaran el marco establecidopor la guerra de baja intensidady, para el caso concreto de ElSalvador, las exigenciasfonnalesde la democracia. Surge así lanecesidad de la guerra psico­lógica, es decir, de aquellos pro-

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gramas que buscan la anulaciónde los enemigos, no mediante sueliminación /lsica, sino tambiénmediante su conquista psíquica.Se trata de aniquilar al enemigocomo tal,ganando "su mente y sucorazón". De esta manera ya noserá necesario ocultaren el an­onimato a los autores de estaguerra paralela sino que iclusopodrá ensalzárseles como patrio­tasy héroes nacionales.

La guerra psicológica desa­rrolladaen El Salvador pretende,por tanto, ser la fonna demo­cratizada de lograr los mismosfines que la guerra sucia. Pero,¿se trata realmente de una formademocrática de hacer la guerra?

Ante todo, hay que subrayarque la guerra psicológica es, alfin y al cabo, una manera dehacer la guerra. Como la guerrasuciay,en definitiva, como todaguerra, busca la victoria sobre elenemigo por medio de la violen­cia. Hablar de "guerra demo­crática" no deja de ser un con­trasentido.Según los unos,laguerra psicológica persigue con­quistar mentes y corazones de lapoblación, de tal manera quedescarte cualquierotraaltema­tiva política (ver Aguilera, 1986);segúnlosotros,laguerrapsico·lógica no pretende más que "ee­rromper la conciencia social deladversario" (Volkogonov, 1986;pág. 39). Pero, en el mejor de los

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casos, la guerra psicológica no sepropone lograr la adhesiónpolftica de la población como unobjetivo en sí mismo, que sea laconsecuencia de haberrespon·didoasusnecesidadespersona­les y sociales, sino como un me­dio para impedir que apoye alenemigo. En otras palabras, loque se busca es el apoyo de lapoblación, no satisfacer sus de­mandas, pero ganar su mente ycorazón, aún cuando su situacióny sus condiciones no cambien ysus necesidades queden real­mente insatisfechas. Aquello quela guerra bélica y la guerra suciabuscan mediante la eliminaciónfísica, la guerra psicológica lobusca mediante la descalificacióno inutilización mental. Como enel caso de la tortura, los métodospsíquicos sustituyen a los físicos,pero en ambos casos se trata dequebraralapersona,deacabarcon su autonomía y su capacidadde oposición, no de dar campo asulibertadyasusopciones.

Es importante aclarar que laguerra psicológica no se reduce alámbito de la opinión pública,como pudiera creerse, o que susmétodos se circunscriben a carn­pai\aspropagandísticas;lague­rra psicológica pretende influiren la persona entera, no sólo ensus creencias y puntos de vista, Yse vale de otros medios ademásde las campañas prepagandísti-

Desde el punto de vista psi-

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cosocial,el recurso principal delque echan mano tanto Ia guerrasucia como la guerra psicológicapara eliminar el apoyo al ene­migo bélico es el sentimiento deinseguridad, un sentimiento quenada tiene de objetivo, sino quecorresponde fielmente a un am­biente social objetivo creado in­tencionalmente por los detenta­dores del poder (ver Lira,Weins­teinySalamovich,1985-1986l.

Para crear ese ambiente deinseguridad,laguerrasuciasesirve de la represién aterrori­wnle, es decir, de la ejecuciónvisible de actos crueles que de­sencadenan en la población unmiedo masivo e incontenible. Así,mientras la represión misma pro­duce la eliminación física de laspersonasqueconstituyenelblan­co directo de sus acciones, su ca­rácter aterrorizan te tiende a pa­ralizar a todos aquéllos que, deuna u otra manera, puedan sen­tirse identificados con algún as­pedo de la víctima; de ahí lanecesidad que tiene el terrorismode estado y, en concrete, la gue­rrasucia, de que la población seentere de los hechos, aunque lapublicidad como tal resulte con­traproducente.

También la guerra psicológicabusca crear un clima de inseguri­dad para lograr sus fines. Pero,en lugar de utilizar la represiónaterrorizante, emplea lo que pu­diéramos llamar la represién ma-

nipuladora. Ya no se trata de pa­ralizar completamente a la pe­blación civil,pero sí de inhibir surebeldíapotencialodeimpediralmenos su apoyo efectivo al ene­migo. Es necesario, por tanto,que las gentes conserven su dosisde miedo, y ello se logra median­te una sistemática e imprevisibledosificación de amenazas y es­timulos, de premios y castigos, deactos de amedrentamientAl ymuestras de apoyo condicionado.Así, la guerra psicológica com­bina aetoa de "acción cívica" (me­dalidadmilitardelabenefienciapúblical con operativos de granviolencia bélica, trato compren­sivo a las personas tras su apri­sionamiento irnprevísto, ofertasdadivosas tras hostigamientoaagotadores a los diversos gruposy seetores sociales. En todo me­mentAl,losejecutAlresdela guerrapsicológica uumen un compor­tamíento prepotente, que dejaclaro quién es el señor, quién dao quita, quién define y decide. Lamilitarización de la vida cotidia­nay de los principales espaciossocialesconlribuyea laomnipre­senciadel control prepotenteydela amenaza represiva. Ocasional­mente un acto de represión ate­rrorizante preavivará el sentí­mento de miedo agudo en lapo­blación. De este modo se propiciaun ambiente de inseguridad, im­previsibleensusconsecuenciu,que reclama de parte de lupersonas una sumisión completaa los dictados del poder.

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Uno de los mecanismos depresión psicológica más común­mente empleados en la tortura esel de hacer sentir a la personaque se encuentra sola, que susfamiliares,amigosycompailerosle han abandonado, que ya nadiese preocupa por ella (verWalson,1978; Corominas y Farré, 1978;Peten, 1985). De manera aná­loga, uno de los métodos carae­teristicos de la guerra psicológicaconsiste en hacer sentir solos alos grupos y seclores que puedenrepresentar un apoyo potencial almovimiento revolucionario. En ElSalvador, se ha tratado de aislarmediante "cordones sanitarios"de todo tipo a aquéllas pobla­ciones u organismos de quienesse sospecha que pueden ayudar osimplemente simpatizar con losinsurgentes. Hay cercos y retenesque impiden a quienes viven enzonas conflictivas entrar o salirlibremente de sus poblaciones,transportar víveres o medicinas yaun vivir y trabl\iar allí, Losmiembros de organizaciones hu­manitariassonsistemáticamentehostigados,detenidos,interroga­dos y registrados, cuando no sonamenazados y aprisionados, in­sultados y golpeados; pública­mente se les acusa de servir defachada e instrumento a los mo­vimientos revolucionarios y sehace pender permanentementesobre ellos la amenaza de peligrode su vida. y cuando, como en elcaso de los comités de madres,este hostigamiento permanenteno basta para paralizarlos, se les

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dinamita el local como un claroaviso de que pueden volverse atomarmedidasdemayormagni­tud,

En este eentexte de inseguri­dad,adquiere más fuerza la pro­pagandaoficial con su insistenteinvitación a "incorporarse al pro­ceso democrático", puesto que"ahora ya se puede expresar ycanalizarpúblicamentelaopo­sicién", A través de una campailaomnipresente, los medios de eo­municaciónmasivadarénaco­nocercontinuasdeserciones,rea­leso presuntas, de militantes in­surgen tes junto a informacionessobre los fracasos militares de laguerrilla y su recurso "desespe­rado" al terrorismo más rastrero,abonando así el sentimiento deinseguridadyabandonodelsim­patizante,esdecir,susentimien­tode impotencia y de futilidadante la lucha que, al parecer, notiene porvenir ni sentido.

Tanto la guerra sucia como laguerra psicológica constituyenformas de negar la realidad. Enel caso de la guerra sucia, el ano­nimato, la clandestinidad y laimpunidad convierten a los "es­cuadrones de la muerte" en mo­vimientos fantasmales, de losque incluso se teme hablar. Másaún, la desaparición de muchasdesusvfctimas,sistemáticamen­te negadas por las instanciasoficiales, que inclu80hacen re­caer sobre ellas la insinuación dequesehanidoalaguerrilla,

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vuelve a su existencia y su que­hacer més irreal, más l\ieno a lascategorías de la realidad. En elcasodelaguerrapsicol6gica,Iapropia realidad cotidiana es ne­gada como tal y redefinida por lapropaganda oficial. Los continuospartes oficiales se convierten enla "realidad por más obvia quesea sudistorsi6n de los hechos.Esta definici6n de la realidaddesde el poderestablecido,masi·vamente difundida por todos 108medios de comunicaci6n, acechae invade la conciencia de las per­sonas, que no pueden fonnalizarsu percepci6n y vivencia de losacontecimientos, lo que les dejasiempre en la incertidumbre de sino estarán equivocados (verMartín-Bar6,1985).

En ese ambiente de mentirainstitucionalizada se produce unaverdadera inversi6n orwelianadelas palabras. Matar se vuelve unacto encomiable, mientras aten­deralnecesitadoseconvierteenunaacci6nsubversiva;destruirhospitales es ensalzado como unservicioalapatria,mientrasqueproporcionar atenci6n médica alas víctimas de la guerra es con­denado como un quehacer terro­rista; ignorar y aún alabarlaviolencia bélica es virtud cris­tiana o muestra de nacionalismo,pero denunciarlos atropellos ocondenar las violaciones a los de­rechos humanos llega a consti­tuiruna "instrumentalizaci6n dela fe cristiana" o manifestacionesprcpias de t'malos salvadoreños".

Consecuenciu psic:oeocialel

No es posible establecer unadistinci6ntotalentrelasconse·cuencias de la guerra militar ylas consecuencias de la guerraparalela, ya sea la sucia ola pei­col6gica, puesto que se lratadedos dimensiones complementa­rias de un mismo proceso. Contodo,aquínoslimitaremosalim­pactodelaguerraenlapobla­ci6ncivil, no combatiente, que esla que por principio se orientaprincipalmente la guerra para­lela.

Sin duda la primera conse­cuencia la constituye la propiaeliminaci6noanulaci6nfisicadelas personas. El asesinato y elaprisionamiento,la desaparici6nyla tortura siguen siendoprácti­cas relativamente comunes en ElSalvador, y el hecho de que sucantidad haya disminuido signifi­cativamente con respecto a 108aII08de1981-1982noquierede­cir ni mucho menos que hayandesaparecido o que se hayan re­ducidoanivelescuantitativ08Ycualitativos "tolerables" (verAmericasWatch,1986).

Junto a las lesiones corporalesestán las marcas psicol6gicas,tanto las causadas porhech08particulares traumáticos, comolas generadas por el ambientepennanente de hostigamiento einseguridad. Según GuillennoMártir(l986),la guerra ha pro­ducido un significativo incre-

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mento de hasta el 20% de lasenfermedades psicosomáticasentre los pacientes del InstitutoSalvadoreño del Seguro Social.En una reciente encuesta reali­zada por el IUOOP (1987), uncien por ciento de la poblaciónadulta urbana salvadoreña indi­caba que las enfermedades másfrecuentes entre los miembros desufamiliaeranlasnerviosas;an­gustia, tensión, "nervios", etc. Esmuy probable que este porcentajesea todavía mayor en las áreasrurales,sobretodoenlassometi­das más directamente al accionarbélico y a las operaciones de gue­ITa psicológica, como parece pro­bar el estudio de Mártir.

Una consecuencia psicosocialmuy seria de la guerra paralela,tanto de la sucia como de la psi­cológica, lo constituye el bloqueoal desarrollo de un tipo de identi­dad personal que asume unaopciónpolíticarevolucioanariayaún simplemente contraria al sis­tema establecido como horizontevital. Laspersona.s se ven direc­tamente agredidas en su carácterde sujetos políticos (Lira, Weins­teinySalamovih,1985-6)loque,en muchos casos, constituye eleje que articula su proyecto devida. Ceder a la agresión repre­senta una fuente de frustraciónexistencial y de autodevaluecién,mientras que resistir a ellasup­one arríesgar la propia vida y lade su familia. Como señalanLira, Weinsteiny Salamovich, laguelTapsicológicapropicialade-

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spolitización intencional de laspersonas. No se trata, entonces,de una indiferencia política delas masas o de un presuntocarácter pasivo de los lati­noamericanos, sino de una for­zosainhibición de sus opcionespolítico-sociales.

El connicto ético-político queconfrontan IBBpel'8Onas, sobretodo en la medida en que SUB

actos involucran la vida de ter­ceros Oa familia y/u otros) ter­mina frecuentemente con lahuída del país (ver Aron, 1987).En algunos casos esta huída esdesencadenada por algún hechoaparentemente trivial o relativa­mente menor, en términosobjeti­VOS, sobre todo si se le comparaconotrascircuns!.anciBBvividB8por la misma persona con ante­rioridad;pero,enlogeneral,setrata de "la gota que desborda elvaso" del aguante de la persene,que siente que su resistencia pai­cológica se desmorona.

Una consecuencia colectivamuy importante la constituye ladevaluación de la lucha por lajusticia y el desprestigio moral dequienesasumenlascauaasrevo­lucionarias. La mentira insti­tucionalizada logra mancharlosideolesy comportamientos revo­lucionaros, vinculándolos a moti­vacioness6rdidasorelacionán·dolos con desempetlos inmorales.La construcción de un mundosimbólico de carácter orwelianono deja de afectar así la concien-

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Figura 1Dos modalidades de "guerra paralela"

''La guerra sucia"

ObjetivosCoasecueaeíespsicosociales

Anula~ió.ndel Guerrilla 1I Eliminación bélica -+ Guerra militarmovimíento -+ -+

revolucionario Partidarios -+ Represión -+ Guerra psieo-Simpatizantes manipuladora lógicaPoblación

Extenninio del Guerrilla

r:~~~~:~o -+ PartidariosSimpatizantes

Objetivos

-+-+

Eliminaciónbélica-+ Guerramilitar

Represión -+ Guerrasuciaaterrorizante

''La guerra psicológica"

Medios

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cia colectiva y el horizontehis­t.óricodelospueblos.

La figura 1 presenta esque­máticamente el paralelismo en­tre la guerra sucia y la guerrapsicológica como dos modalidadesde la guerra paralela".

Si nuestra tesis es válida y laguerra psicológica representauna modalidad de la misma gue­rra sucia adaptada a la nuevafase de la guerra civil en ElSalvador, se siguen algunas con­clusiones importantes para lacomprensión y tratamiento de losproblemas de la salud mental delos refugiados salvadoretlos.

1. Aún cuando cuantitativa ycualitativamente la violación alos derechos humanos mediantela represión po1fticahaya dismi­nuído en El Salvador, esto noquiere decir que no existan condi­cionespo1fticas en el país queobligan a muchas personas abuscarrefugioenelelltranjero.En este sentido, creemos que tanerróneo es afirmar que en ElSalvador nada ha cambiado alrespecto entre 1981yelmomentoactual, como mantener que hoydía sólo lascircunst8ncias eco­nómicas justifican la migraciónde los BBlvadoretloshacia otropaís. Resulta entonces esencialanalizarlas nuevas modalidadesde la guerra paralela y precisaren qué medida la guerra psico-

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lógica puede estar produciendoresultados psicosociales tan de­letéreos como los de la guerrassuciay,portanto,forzandoalahuída. Además, esta reflelÓóntiene tanta importancia para en­frentarlos problemas de los quehuyen como para los de aquellosque, voluntaria o forzosamente,vuelven al país.

2. Resulta crucial enfatizar lanecesaria dimensión colectiva y,portanto,po1fticadelaBBludmental (Martín-Baró, 1984).Como muy bien indica EugeniaWeinstein (1987, pág. 38), undatlo socialmente causado sólopuede ser socialmente reparado".No se puede pensar, entonces,que los problemas de los refugia­dos son adecuadamente solublesmediante la psicoterapia, ya seaindividual o grupal. Losproble­mas de los refugiados requierenuna verdadera "socioterapia", enel sentido apuntado por AdrianneAron (1987, págs. 17-18) de unareconstrucción social de su vida yla de su propia comunidad, des­garradasporlarepresiónylaguerra.

3. Una última reflellÍón con­ciemealaresponsabilidadéticade los psicólogos. Se sabeque al­gullOS profesionales cooperan,con mejoro peor conciencia a larealización de la guerrapsicol6­gica. Cabe preguntarse si no hallegado el momento no sólo dec1arificarelcarácteréticodeestacooperación sino de contrarrestar

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la guerra psicológica con unacampatla masiva en favor de unaauténtica paz (ver Departa­mento, 1986),Y ello como parteesencial de esa "socioterapia" ne­cesaria al país.

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