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68 Ambiente nemoroso en el interior de la aliseda inundable, uno de los bosques autóctonos cantábricos habilitados para su visita en el complejo gijonés

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Ambiente nemoroso en el interior dela aliseda inundable, uno de los

bosques autóctonos cantábricoshabilitados para su visita en el

complejo gijonés

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69cuadernosDE ARQUITECTURA DEL PAISAJE

Existe en España toda una red

de jardines botánicos

actualizados, modernos, vivos;

jardines botánicos que, dentro

del clásico concepto de este

tipo de recintos, han sabido

evolucionar para, sin dejar de

ser establecimientos científicos,

acoger otros aspectos que

nuestro tiempo les reclamaba.

Hablar de jardines botánicos

recientes en España es hablar

del último tracto de nuestra

Democracia.

JARDÍN BOTÁNICO

La Transición y sus aires renovadores trajeron consigo lareflotación de un lugar mítico y lleno de valor que yacía olvi-dado y marchito tras sus tapias dieciochescas: el Real Jar-dín Botánico de Madrid (www.rjb.csic.es). La vuelta a la vidade este importante e histórico sitio a manos del CSIC animóel despertar de otros en similar situación, e incluso a la crea-ción de algunos nuevos como claro síntoma de lo que estoscomplejos tienen que decir todavía en nuestra sociedad.

Tras Madrid, dedicado otra vez de pleno a sus actividadesde investigación, colecciones de plantas, expediciones, etc.,encontramos otros como el Jardín Botánico «Viera y Clavijo»([email protected]), en Las Palmas de Gran Ca-naria, especializado en flora del archipiélago y con un claroobjetivo de conservación a través de un importante banco degermoplasma. Es un jardín bien estructurado botánicamentee interesante en términos paisajistas. Una pequeña joya deapenas una hectárea la hallamos en Palma de Mallorca: esel J.B. de Sóller (www.jardibotanicdesoller.com), cuya espe-cialización en flora mediterránea occidental le reviste de latrascendencia de tener que velar por la conservación de nu-merosos endemismos. Otra recuperación notable de un es-pacio histórico es la del J.B. de Valencia (www.jardibotanic.org),espacio generalista que recoge todo tipo de plantas de zo-nas mediterráneas y subtropicales. Su gestión está por com-pleto en manos de la Universidad y tiene el gran alicientepara el público de haber recuperado su sabor de siglos. Porsu parte, el J.B. de Córdoba (www.uco.es/jardin-botanico)-cuyo equipo científico tuvo mucho que ver en al gestacióndel de Gijón- atesora colecciones de tropicales, subtropi-cales y mediterráneas, aunque uno de sus mayores valoressea la paleobotánica o muestra de fósiles de plantas. Tam-bién es notable el esfuerzo de sus responsables por acercarel mundo botánico al gran público. De reciente creación, ymuy destacado en su concepción paisajista, es el J.B. deBarcelona (www.jardibotanic.bcn.es). Organizado en fitoepi-sodios, es decir, en asociaciones vegetales tal y como se

Jardín Botánico Atlántico de Gijón

Textos y fotografías:José VALDEÓN

Diseñador de jardines

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res en su interpretación y puesta en práctica de recursospaisajistas.

A orillas del CantábricoGijón ha sido la última ciudad española que ha apostado porel reto de contar con un jardín botánico de grandes dimen-siones (www.botanicoatlantico.com), apuesta en la que con-vergen complejas componentes con el objetivo nada fácil deofrecer una fórmula histórica de recinto científico bajo unaconcepción absolutamente novedosa y contemporánea. Ade-más, éste es el primero en la historia de nuestro país dedi-cado a la flora noratlántica, es decir, la vinculada a una pe-queña parte del territorio nacional -la llamada España Verde-e imprescindible para comprender los ecosistemas de unabuena proporción del continente europeo. El abierto plantea-

dan en la Naturaleza (también lo ha hecho Gijón), es un jar-dín generalista que recoge la flora mediterránea mundial.

Éstos y otros espacios españoles, trece en total, conformanla Asociación Ibero-Macaronésica de Jardines Botánicos, asu vez englobada en la red mundial. La diversificada laborde estos modernos centros se traduce en que son núcleosde concentración de la biodiversidad, así como gestores yconservadores de una parte de la misma, resultando a lavez un instrumento básico para las políticas ambientales,con la generación y la difusión de proyectos demedioambiente. Nuestra actual red de botánicos ejerce unaimportante labor de investigación, colección y salvaguardade plantas y bancos de germoplasma, desarrollan ampliosprogramas de educación y, en muchos casos, son ejempla-

Alineación de plátanos deljardín de «La Isla» con sucolumnata de troncos casiúnica en el norte deEspaña.

Tránsito entre el edificio de recepcióny el Entorno Cantábrico sobre elarroyo Peñafrancia.

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Este aspecto, nada desdeñoso, condicionó en un alto por-centaje una faceta sustancial para una publicación comoCuadernos de Arquitectura del Paisaje, como son las formasen las que se presentan muchos de los contenidos botánicosdel jardín, así como la generación de una museografíamodélica. Por tanto se adjudicó el proyecto a la propuestaque multiplicaba por diez el presupuesto sugerido en princi-pio. Esto fue, también, una reseñable valentía por parte delconsistorio gijonés.

Este ayuntamiento, a través de su Concejalía de Medio Am-biente y de la Oficina Técnica de Jardines, que coordinaJuan Carlos Martínez, uno de los decisivos impulsores de laidea, encargó en 1999 un anteproyecto al equipo de la Uni-versidad de Córdoba, encargado del jardín botánico de esa

miento del espacio gijonés implica que se dedique a ambasorillas del océano, de modo que se vean representados elViejo y el Nuevo Mundo, con un apartado especial que reco-ge lo tropical caribeño y, dada la histórica hermandad entreAsturias y la Gran Antilla, importantes retazos de la flora cu-bana, que ocuparán el interior del que será la mayor cons-trucción del recinto: el invernadero tropical.

Aunque en un principio la idea del Ayuntamiento de Gijónera mucho menos ambiciosa, tras el concurso deanteproyectos se detectó el enorme potencial de una instala-ción bien pensada, con una fuerte vocación científica peroque, además, pudiese volcar buena parte de su oferta a todaclase de público, sirviendo así al importante cultivo de laeducación medioambiental, tan relevante en nuestros días.

En primer término la espiralde muretes de pizarra del«Jardín de Simples» oplantas medicinales.

Ejemplo de balizainformativa que contiene

conceptos claros, ampliosy fácilmente asequibles

por el público.

Ángulo de una de laspirámides, donde se

combinan la modernidaddel acero cortén con latradición del murete de

pizarra.

Fuentes encadenadas en la zona que es,quizá, la de más contemporánea concepción

del Botánico Atlántico.

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Cubos de vidrio conrepresentaciones de losbiomas principales delbotánico desde el exteriordel recinto

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capital y que dirige Esteban Hernández. En diciembre deese año, el Ayuntamiento de Gijón convocó un concursopara la redacción de los documentos necesarios para llevara cabo tal obra, que fue adjudicado conjuntamente al equipoformado por Tau Noriega SL, el Instituto de Recursos Natu-rales y Ordenación del Territorio de la Universidad de Oviedo(INDUROT), INGENIAqed (museografía) y el paisajista Ri-cardo Librero, articulando la ejecución de la obra en dos fa-ses, una de las cuales ya se encuentra lista y la otra en víasde aprobación presupuestaria. En la actualidad, el equipo di-rector está formado por Ana Casino, Gerente; J.A.Fernández Prieto, Director Científico; y Álvaro Bueno, Con-servador. Su labor se engrana con la de Librero, quien a supuesto de Jefe de Mantenimiento añade todo el desarrollode la segunda fase del complejo.

Ideas generatrices

Para situar los contenidos botánicos, relacionar los espacios,ajustar los requerimientos al terreno adquirido para ello y re-solver un sinfín de cuestiones complementarias se necesita-ba la intervención de un paisajista. Y aquí entra en juego Ri-cardo Librero, quien ha encarado el reto con decisión y dedi-cación extraordinarias, teniendo que trabajar en tres planosdiferentes: áreas de nueva creación, inserción de contenidosen espacios preexistentes de alta influencia humana e inser-ción de contenidos en comunidades vegetales naturales.Tres ambientes radicalmente distintos en los que había queengarzar biomas -ecosistemas típicos-, huertas y frutales, ybosques de éste y el otro lado del océano, a los que habíaque dotar de accesos y recorridos aptos para todo el mundo,en los que integrar no sólo los requerimientos de un recintocientífico, sino también sorpresas, vistas, rincones intimistaso áreas de interés infantil.

Los terrenos adquiridos, muy acertadamente, por cierto, porel municipio incluían una antigua casería asturiana -con suhórreo, molino, lagar, etc.-, la mayor parte de un jardín histó-rico del s. XIX -no declarado- con todo un sistema de estan-ques y complejos hidráulicos, y un conjunto boscoso forma-do por una carbayeda -bosque de roble carbayo- y una alise-da inundable. Extensas praderías completaban el terrenodisponible. Se vio que un pequeño curso fluvial, que en ori-gen daba agua a los ingenios hidráulicos del jardín histórico,el Arroyo Peñafrancia, casi se comportaba como eje distri-buidor de los espacios y además regalaba a los promotoresun elemento de alta significación. Librero vio en el agua, par-te consustancial a casi todo jardín y componente de granvinculación con Asturias, el nexo que iba a servir para hilartodas las temáticas del botánico, como así fue. El arroyo,tanto en su curso natural como desviado por canales y alber-cas, iba a servir también como líquida representación delocéano, separando con sus aguas las colecciones botánicasdel Viejo y el Nuevo Mundo.

Porche del edificio de entradacon plantaciones degramíneas ornamentales.

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Paisajismo y contenidosEl visitante que llega hoy al Jardín Botánico Atlántico de Gi-jón accede por un edificio de nueva factura del arquitectoÁngel Noriega y, tras una breve presentación en vídeo, a unaprimera fase del complejo ya consolidada que incluye el En-torno Cantábrico como aperitivo para abrir boca. Tanto elequipo científico como Ricardo Librero han concebido unosminipaisajes donde se contemplan las asociaciones vegeta-les cantábricas -pertenecientes al Itinerario Atlántico del Vie-jo Mundo- tal y como se presentan en la Naturaleza y, portanto, huyendo de clásicas ordenaciones por familias, géne-ros, etc. Aquí empieza a notarse también la trama un tantolaberíntica que se observa en casi todo el recinto, en el sen-tido de no tener demasiado acceso visual a otras áreascuando se pasea por una en concreto. Por cierto, como ele-mento separador común se ha elegido al laurel, típico en se-gregaciones asturianas cercanas a núcleos humanos.

A continuación se pasa a la Factoría Vegetal, desarrolladaen torno a la casería astur de Rionda. El agua, el canal dealivio del viejo molino, sirve de nuevo para diferenciar am-bientes, aunque tuvo que ser desviada para asentar las co-lecciones y ejercer un mejor reparto de los espacios. A unlado, los frutales del Nuevo Mundo se ofrecen en promonto-rios rodeados de caminos sinuosos; al otro, los del ViejoMundo se exhiben en el que es, quizá, el escenario más ela-borado, en términos de diseño, del botánico. Sobresalen laspirámides truncadas -en representación del tipo de construc-ción más antiguo de Eurasia- sobre las que se asientan, enlas cúspides, el frutal silvestre correspondiente y en los cua-tro vértices inferiores, otros tantos ejemplos de variedadescomestibles.

Los recursos contemporáneos de Librero son aquí, por la ra-zón a la que hacíamos referencia, más evidentes y creativos.Diversos tipos de muretes de piedra realizados según técni-cas tradicionales se combinan con madera o acero cortén,este último en clara referencia a la siderurgia asturiana. Elcontrapeso a las pirámides lo dan una serie de fuentes en-cadenadas, que se han colocado en un espacio abierto,atractivo todo el año y que sirve como ágora o plaza. Muycerca ya de la casería de Rionda encontramos los huertosde ambos lados del Atlántico, los de esta orilla insertos enun diseño más formal, y los de la otra presentados entreroquedos y canchales a modo de altiplano andino. Desde lazona de huertos se contempla una de las vistas másimpactantes del recinto, al volar la mirada sobre las pirámi-des y las fuentes anejas para percibir la mole de la antiguaUniversidad Laboral de Gijón, edificio de dimensionesfaraónicas levantado en la década de 1.950 según proyectodel arquitecto Luis Moya.

El complejo de Rionda se completa con un Jardín de Sim-

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ples o plantas medicinales -origen de los jardines botánicosrenacentistas-, cuyo núcleo principal es una espiral hechacon muretes de pizarra. Los propios edificios de la caseríaalbergan el mayor despliegue museográfico del botánico, enespecial el referido a la etnobotánica o, lo que es lo mismo,a toda la relación mantenida por la humanidad con las plan-tas: alimentos, vestidos, herramientas, construcciones, medi-cinas, jardines... Es éste un espacio que recibe muchas delas actividades organizadas en el jardín, por ejemplo las ce-lebraciones de los dos solsticios y los dos equinoccios, queatraen a numeroso público de todas las edades.

Jardín de «La Isla»El industrial gijonés Florencio Valdés realizó en esta finca,ahora ocupada en su mayoría por el botánico, uno de losmás singulares y tempranos jardines del Principado deAsturias, para lo cual no dudó en coger a su jardinero y re-correr diversas regiones francesas en busca de inspiración.La actuación, que refleja la moda ecléctica del momento,tuvo lugar hacia los años 70 del s. XIX. Sin duda lo más no-table de este jardín eran los complejos y divertimentos hi-dráulicos, tendidos en paralelo al Arroyo Peñafrancia y com-puestos por estanques encadenados, cascadas de acciona-miento voluntario, canales con sus compuertas, una noriaque subía agua a las fuentes del plano superior y, un tantoalejado del resto, un lago con su grotto. El espacio contienetambién arboledas y parque a la inglesa, entre los que so-bresale hoy algún ejemplar de cedro del Líbano y la fla-mante alineación de plátanos de sombra, auténtica columna-ta natural muy valorada por los visitantes.

Al ser un entorno históricamente sensible, las posibles ac-tuaciones fueron estudiadas en profundidad, decidiéndosealterar lo menos posible su fisonomía y tratando de no rom-per la unidad con la parte del jardín que quedó en manos desus propietarios originales, de modo que la zona del botáni-co y la privada pueden verse hoy sin apenas sensación deseparación. Además de acometer la restauración de todo elcomplejo hidráulico y demás elementos constructivos, se de-cidió que el jardín de «La Isla» sirviera para albergar colec-ciones de plantas en relación directa con la jardinería astu-riana y, por ende, con la tradicional atlántica española. Entreellas sobresale la de vegetales ornamentales de origen ex-tremo oriental, encauzada en las cercanías del primer y ma-yor lago del jardín de «La Isla».

Bosques autóctonosYa se ha dicho que, en su elección de los terrenos, el consis-torio gijonés había hecho una muy buena elección. Al valorindudable del jardín histórico se suma el incalculable de dosasociaciones vegetales autóctonas con siglos de antigüe-dad, como son la carbayeda y la aliseda presentes en lascercanías del jardín de «La Isla». La Carbayeda deTragamón, declarada Monumento Natural, está diferenciada

Área de los frutales del ViejoMundo con sus características

pirámides y, al fondo, laantigua Universidad Laboral.

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en dos ambientes. Por un lado presenta el aspecto de unbosque adehesado, es decir, tratado secularmente para lacorta racional de madera, que servía para calentar las vi-viendas, alimentar los hogares o fabricar carbón vegetal. Laotra parte, al pertenecer a un propietario privado, conservóuna fisonomía mucho más cercana a lo natural, incluido lorelativo a un rico sotobosque atlántico. La posibilidad de po-der ofrecer en un botánico recién abierto estructuras natura-les semejantes no tiene parangón en nuestro país y, desdeluego, representa un alto valor añadido para cualquier visi-tante, profesional o profano, que se acerque al lugar.

Junto a la carbayeda, en terrenos muy bajos colindantes conel Arroyo Peñafrancia, la presencia de un bosque de alisos -árboles típicos ribereños- redondea el potencial ecológicodel botánico de Gijón. Las alisedas se asientan en terrenosmuy húmedos, con el nivel freático muy alto y que sufrensecuenciales inundaciones por la dinámica fluvial. Represen-tan un típico ecosistema completado por arbustos y herbá-ceas representativos, así como una avifauna peculiar.

Lo primero que tuvo que resolver Librero en estos excepcio-nales entornos fue la circulación, de modo que pudiesen serrecorridos por todo tipo de personas (niños, ancianos,discapacitados) pero preservando, sobre todo en el delicadocaso de la aliseda, la integridad del bosque. La solución sonunas pasarelas de madera ligeramente sobreelevadas porencima del nivel máximo previsto de inundación. En lacarbayeda se optó por caminos blandos que, al igual que su-cede en la práctica totalidad del botánico, se dividen en prin-cipales y secundarios, los primeros para dar acceso a servi-cios, emergencias o tránsitos rápidos, y los segundos parapaseos más detenidos y relajados.

Esta área del Jardín Botánico Atlántico exhibe también unamuestra de sistemas naturales de depuración de aguas,puestos en práctica en origen por los pueblos nórdicos. Ade-más, recientemente se ha añadido la representación delhayedo típico del Viejo Mundo, con un sistema de niebla arti-ficial beneficioso para su correcto desarrollo pero tambiénmuy vistoso para el gran público.

José VALDEÓNDiseñador de jardines

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79cuadernosDE ARQUITECTURA DEL PAISAJE

Estanque y caseta de bañosdel «Jardín de la Isla». Detrás,

medio perdida entre losárboles está la vivienda

original de ese jardín