dardo scavino la palabra minoría

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Palabra: “Minoría", por Dardo Scavino ublicada por primera vez en Ámsterdam en 1770, la Historia filosófica y política de los establecimientos y el comercio de los europeos en las dos Indias, monumental obra del abate Guillaume Raynal, forma parte de los incipientes ensayos anti-colonialistas que se escribieron en la Europa de la Ilustración. Esto le valió la censura del gobierno de Luis XV, la reprobación del papado y la simpatía de no pocos revolucionarios de las colonias de ultramar. Ni Thomas Jefferson ni John Adams ni Benjamin Franklin ni Francisco de Miranda dejaron de visitar al jesuita durante sus estadías en Francia, y más de un autor considera que su influencia se percibe tanto en la Constitución de Filadelfia de 1787 como en la Declaración Universal de los Derechos del Hombre de 1789. Es más, si los montagnards lo exceptuaron de la vasta campaña de decapitaciones del año ’93, no se debió a su presunta senilidad –esgrimieron esta excusa para minimizar las críticas del abate en una carta dirigida a la asamblea– sino a la profunda admiración que le prodigaba Robespierre. Lo cierto es que en uno de los tantos añadidos a su Historia –el clérigo la fue engrosando en sus sucesivas ediciones–, Raynal asegura que la política se asemeja, “en sus fines y su objeto”, “a la educación de la juventud”, dado que ambas se dirigen “a formar a los hombres”. Los “pueblos salvajes”, explicaba, son “como niños (…) incapaces de gobernarse a sí mismos” y por eso el gobierno “debe guiarlos con la autoridad hasta la edad de las luces”. Y a esto se debe que “se hayan puesto los pueblos bárbaros bajo tutela y dominio del despotismo hasta que les hayan enseñado los progresos de la sociedad a conducirse por sus intereses”. Raynal les aplica a los indígenas americanos el viejo principio latino de la minoritas. El derecho romano relegaba a una condición de “minoría” no solamente a los menores de edad sino también a las mujeres y los esclavos, considerados incapaces de gobernarse a sí mismos y obligados a vivir bajo la tutela de padres, maridos o amos, los únicos que gozaban de un estatuto pleno de ciudadanos. El minor podía ser en Roma tanto el menor de edad

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Texto sacado del blog de "Escritores del mundo", diciembre de 2013

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  • Palabra: Minora", por Dardo Scavino

    ublicada por primera vez en msterdam en 1770, la Historia filosfica y

    poltica de los establecimientos y el comercio de los europeos en las dos

    Indias, monumental obra del abate Guillaume Raynal, forma parte de los

    incipientes ensayos anti-colonialistas que se escribieron en la Europa de la

    Ilustracin. Esto le vali la censura del gobierno de Luis XV, la reprobacin

    del papado y la simpata de no pocos revolucionarios de las colonias de

    ultramar. Ni Thomas Jefferson ni John Adams ni Benjamin Franklin ni

    Francisco de Miranda dejaron de visitar al jesuita durante sus estadas en

    Francia, y ms de un autor considera que su influencia se percibe tanto en

    la Constitucin de Filadelfia de 1787 como en la Declaracin Universal de

    los Derechos del Hombre de 1789. Es ms, si los montagnards lo

    exceptuaron de la vasta campaa de decapitaciones del ao 93, no se debi

    a su presunta senilidad esgrimieron esta excusa para minimizar las crticas

    del abate en una carta dirigida a la asamblea sino a la profunda admiracin

    que le prodigaba Robespierre.

    Lo cierto es que en uno de los tantos aadidos a su Historia el clrigo la

    fue engrosando en sus sucesivas ediciones, Raynal asegura que la poltica

    se asemeja, en sus fines y su objeto, a la educacin de la juventud,

    dado que ambas se dirigen a formar a los hombres. Los pueblos

    salvajes, explicaba, son como nios () incapaces de gobernarse a s

    mismos y por eso el gobierno debe guiarlos con la autoridad hasta la edad

    de las luces. Y a esto se debe que se hayan puesto los pueblos brbaros

    bajo tutela y dominio del despotismo hasta que les hayan enseado los

    progresos de la sociedad a conducirse por sus intereses.

    Raynal les aplica a los indgenas americanos el viejo principio latino de la

    minoritas. El derecho romano relegaba a una condicin de minora no

    solamente a los menores de edad sino tambin a las mujeres y los esclavos,

    considerados incapaces de gobernarse a s mismos y obligados a vivir bajo

    la tutela de padres, maridos o amos, los nicos que gozaban de un estatuto

    pleno de ciudadanos. El minor poda ser en Roma tanto el menor de edad

  • como el socialmente inferior, mientras que el major era a la vez el mayor

    de edad y el superior jerrquico. Cicern recurre el adjetivo major

    vinculado con magnus, magister o majestas para calificar tanto a los

    mayores de cuarenta aos como a las autoridades.

    El imperialismo consista en trasponer este principio a los pueblos no-

    europeos, asimilndolos a nios faltos de educacin y justificando su

    dominacin en nombre de su propio bien. A diferencia de las mujeres

    europeas, no obstante, los pueblos salvajes y brbaros podan, como

    los nios varones, madurar y acceder alguna vez a la mayora de edad, es

    decir, a la civilizacin, sobre todo gracias a la labor educativa de las

    metrpolis imperialistas que ya haban alcanzado esta madurez histrica.

    En esta posibilidad de educacin y crecimiento de esos pueblos no-europeos

    estriba la posicin literalmente progresista de Raynal.

    Algunos misioneros espaoles, como el jesuita Jos de Acosta, ya haban

    propuesto esta comparacin de los indios con los nios. Slo que Acosta no

    pareca confiar demasiado en la progresiva maduracin de estos pueblos a

    pesar de los esfuerzos catequsticos de sus denodados correligionarios. Para

    el abate Raynal, en cambio, este crecimiento era viable, porque sus salvajes

    y sus brbaros no eran sino pueblos con un grado de maduracin que los

    europeos haban conocido en tiempos no tan lejanos. De hecho, el propio

    Kant haba publicado un manifiesto en 1784, Qu es la Ilustracin?, que

    probablemente Raynal conociera ambos frecuentaban la corte ilustrada de

    Federico II y que comenzaba haciendo alusin a esa minoritas o a la

    incapacidad de servirse de la inteligencia sin la direccin de otro. Para el

    prusiano, no obstante, el hombre era el nico responsable de su situacin

    de minora y slo precisaba atreverse a saber, sapere aude, para volverse

    mayor, aunque algunos hombres, como algunos pueblos, prefirieran, en su

    opinin, seguir viviendo como nios por el resto de sus das.

    De diferentes maneras, muchos pensadores del siglo XVIII Mably, Hume,

    Condorcet imaginaban el progreso de la humanidad como la maduracin

    gradual de una persona: El gnero humano, escriba Turgot en 1750,

    aparece a los ojos de un filsofo como un todo inmenso que tiene, como

    cada individuo, su infancia y sus progresos. Y esta analoga va a sobrevivir

    durante el siglo XIX en el pensamiento de Saint-Simon o Auguste Comte:

    La humanidad, dira el primero, es un ser colectivo que se desarrolla,

    que crece de generacin en generacin, como un nico hombre crece en

  • la sucesin de las edades, y si el hombre crece obedeciendo a una ley que

    es la ley de la fisiologa, la humanidad sigue la ley del desarrollo

    progresivo, como un individuo que, despus de un largo perodo de

    aprendizaje, dividido en varios niveles de la educacin, alcanza la

    emancipacin definitiva. Los pueblos pasaran as por la niez, la

    adolescencia y la juventud hasta alcanzar por fin la edad adulta, momento

    en que llegaran a conducirse por sus intereses. La idea misma de

    progreso de la humanidad provendra de esta comparacin entre la vida de

    los pueblos y la vida de una persona (aunque a Fontenelle le fastidiase no

    poder llevar esta comparacin tan adecuada hasta el final, dado que

    estamos obligados a reconocer que este hombre no ser nunca viejo).

    Si Raynal pensaba que la tutela de espaoles, franceses e ingleses ya no

    resultaba necesaria en las Indias occidentales, no se deba a que se

    opusiera, de por s, al imperialismo europeo. El abate alegaba el hecho de

    que los pueblos americanos ya hubieran alcanzado el estado de mayora

    poltica y pudieran, como cualquier joven, emanciparse de sus padres y

    tutores. Tal como se presenta en la Historia de Raynal, el progresismo

    resulta inseparable de alguna forma de imperialismo. Y muchos

    intelectuales latinoamericanos van a seguir razonando como el prelado

    francs cuando aspiren, ya no tanto a una tutela como a una hegemona

    cultural europea en sus tierras con el pretexto de educar o civilizar a sus

    compatriotas salvajes y brbaros.

    Minora y mayora comenzaron a aludir a porciones de una asamblea

    o de poblacin cuando la primera tuvo que subordinarse a la segunda, es

    decir, cuando los siervos dejaron de obedecer a los seores y los pocos se

    vieron obligados a acatar la voluntad de los muchos. Aun as, ambas

    acepciones de esos vocablos siguen coexistiendo, lo que acarrea la paradoja

    de pases en donde las minoras son mayoritarias y la mayora

    minoritaria, o donde los subalternos son muchos ms que la diminuta clase

    hegemnica. Porque aunque la democracia sea el gobierno de las mayoras,

    stas siguen subordinndose a los proyectos de una minora. Una cosa, sin

    embargo, cambi: tan pronto como las minoras empezaron a cuestionar

    su inferioridad, y el lugar subordinado que les reservaba la mayora, las

    polticas imperialistas, con su visin iluminista del progreso de la

    humanidad, sufrieron un duro revs.

  • Dardo Scavino

    EdM, diciembre 2013