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Salvador Dalí i Domènech Salvador Dalí i Domènech (Figueres, 1904-1989) fue pintor, dibujante, ilustrador, escritor, pensador, cineasta, escenógrafo, orfebre y diseñador. Fue un artista polémico y provocador que se anticipó a su tiempo y trabajó desde el grabado y la litografía hasta las ‘performances’. Salvador Dalí fue un artista polémico, histriónico, tímido y excéntrico, que anhelaba mostrar e interpretar, con su peculiar método paranoico-crítico, las partes más enigmáticas del pensamiento humano. Fue innovador porque combinó el arte con el personaje mediático y se acercó a los medios de comunicación y a la cultura de masas, convirtiéndose en un referente para muchos artistas contemporáneos. Dalí se atrevía a experimentar. En su búsqueda por encontrar su propio estilo acabó entrando a formar parte del movimiento surrealista, del cual fue el principal agitador. Una de las aportaciones principales de la plástica daliniana fue la precisión a la hora de definir los elementos que podían aparecer y desaparecer en el imaginario colectivo o en el mundo de los sueños y de los automatismos intuitivos. Dalí estableció, pues, con determinación y coherencia, tanto en su obra plástica como en la literaria, lo más efímero del pensamiento. Dalí se anticipó a su tiempo. Tenía una profunda maestría artística y técnica y utilizaba a conciencia los medios de comunicación para promocionarse a sí mismo y a su obra. Con el tiempo fue elaborando el personaje y la imagen que quería transmitir. A la construcción del mito ayudó su autobiografía, ‘La vida secreta de Salvador Dalí’, una obra literaria única, considerada a menudo su mejor escrito, indispensable para entender mejor la obra y el personaje. La faceta literaria de Dalí no se puede obviar.

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Salvador Dalí i DomènechSalvador Dalí i Domènech (Figueres, 1904-1989) fue pintor, dibujante, ilustrador, escritor, pensador, cineasta, escenógrafo, orfebre y diseñador. Fue un artista polémico y provocador que se anticipó a su tiempo y trabajó desde el grabado y la litografía hasta las ‘performances’.

Salvador Dalí fue un artista polémico, histriónico, tímido y excéntrico, que anhelaba mostrar e interpretar, con su peculiar método paranoico-crítico, las partes más enigmáticas del pensamiento humano. Fue innovador porque combinó el arte con el personaje mediático y se acercó a los medios de comunicación y a la cultura de masas, convirtiéndose en un referente para muchos artistas contemporáneos.

Dalí se atrevía a experimentar. En su búsqueda por encontrar su propio estilo acabó entrando a formar parte del movimiento surrealista, del cual fue el principal agitador. Una de las aportaciones principales de la plástica daliniana fue la precisión a la hora de definir los elementos que podían aparecer y desaparecer en el imaginario colectivo o en el mundo de los sueños y de los automatismos intuitivos. Dalí estableció, pues, con determinación y coherencia, tanto en su obra plástica como en la literaria, lo más efímero del pensamiento.

Dalí se anticipó a su tiempo. Tenía una profunda maestría artística y técnica y utilizaba a conciencia los medios de comunicación para promocionarse a sí mismo y a su obra. Con el tiempo fue elaborando el personaje y la imagen que quería transmitir. A la construcción del mito ayudó su autobiografía, ‘La vida secreta de Salvador Dalí’, una obra literaria única, considerada a menudo su mejor escrito, indispensable para entender mejor la obra y el personaje. La faceta literaria de Dalí no se puede obviar. De hecho, ni su obra artística se puede entender sin la literaria, ni la literaria sin la artística. En sus textos, Dalí hablaba de temas e imágenes que aparecían en sus pinturas, interpretaba la evolución de su obra pictórica y reflexionaba sobre su postura ante el arte pasado y presente.

Dalí tenía en la retina el paisaje del Ampurdán –Figueres, Cadaqués, Portlligat y Púbol–. De hecho, Dalí no se puede entender sin este paisaje que lo envolvía y lo condicionaba, pues está integrado en él. Su paisaje se parecía al de sus sueños. Siguiendo al escritor

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Montaigne, declaraba a menudo que sólo desde lo ‘ultralocal’ se podía llegar a lo universal.

Dalí nació en Figueres en 1904 y ya desde pequeño mostró un carácter curioso, extravagante y rebelde. Como estudiante no destacó nunca demasiado, pero asistía complacido a las clases de dibujo del pintor y grabador Juan Núñez, que le enseñó los misterios del dibujo. También fue decisiva en su carrera la influencia de Ramon Pichot, que le descubrió el impresionismo y lo ayudó a decidirse por la pintura. Sus primeras telas estaban influidas por un impresionismo, primero sensual y romántico, más visceral después; también por el fauvismo, el purismo, el cubismo o el futurismo. Cuando en 1922 se trasladó a estudiar a Madrid, y se alojaba en la famosa Residencia de Estudiantes, donde entabló amistad con Luis Buñuel y Federico García Lorca, ya había expuesto en las galerías Dalmau de Barcelona. En aquella época, su obra se encontraba a medio camino entre la vanguardia y la tradición. En 1926 viajó a París, donde conoció a Picasso. En 1927 ya se apreciaba en su obra un cambio estilístico. Se empezaba a notar la clara influencia del surrealismo. Dalí no tan sólo adoptó la nueva estética, sino que también publicó escritos poéticos y de reflexión en las revistas del momento. En 1929, finalmente, encontró el estilo, el lenguaje y la forma de expresión que lo acompañarían siempre.

1929 fue, pues, un año decisivo en la vida y la obra del artista de Figueres. Aquel año conoció a Gala, la que sería su musa y esposa. En París empezó el rodaje del film que realizó junto con Luis Buñuel, ‘Un chien andalou’, y de la mano de Joan Miró, entre otros, entró a formar parte del grupo surrealista, del cual acabó siendo un importante agitador. Estuvo también en París donde presentó su primera exposición individual en la galería Goemans, con un catálogo prologado por André Breton y con obras como ‘El juego lúgubre’, ‘Las acomodaciones del deseo’, ‘Rostro del gran masturbador’, ‘Retrato de Paul Eluard’ o ‘Aparato y mano’, que como él mismo aseguraba abrían las ventanas mentales. Fue en este marco donde desarrolló su método paranoicocrítico, conjunción de pensamiento e imagen, en la cual el delirio interpretativo iba más allá del mismo conocimiento. El objeto se convertía en otro objeto (o una imagen doble) gracias a la voluntad contemplativa. En opinión del artista, la voluntad del espectador era la que daba significado y sentido a la obra: ‘Tenía un espíritu paranoico. La paranoia se define como una ilusión sistemática de interpretación. Esta ilusión sistemática constituye, en un estado más o menos morboso, la base del fenómeno artístico, en general, y de mi genio para

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transformar la realidad en particular.’ Y añadía: ‘La paranoia se sirve del mundo exterior para hacer valer la idea obsesiva, con la turbadora particularidad de hacer válida la realidad de esta idea para los otros’. ‘La realidad del mundo exterior sirve como ilustración y prueba, y se pone al servicio de la realidad de nuestro pensamiento.’

París y sobre todo Estados Unidos, donde residió, de manera ininterrumpida, de 1940 a 1948, representaron su consolidación internacional. Dalí se expandió hacia géneros más populares y se hizo omnipresente en los principales diarios y revistas americanas, tanto él como personaje como su obra. Su consolidación como figura popular llegó con la fotografía que fue portada de la revista ‘Time’ en 1936 y que llevaba la rúbrica de Man Ray. En esta etapa, Dalí desplegó una gran creatividad y mostraba un deseo permanente de cambio e innovación. Hizo decorados para ballet, para el cine –como la famosa secuencia del sueño en la película ‘Spellbound’ de Hitchcock–, escribió, ilustró obras de grandes escritores universales como Cervantes, Shakespeare o Montaigne, diseñó joyas, hizo anuncios para revistas como ‘Vogue’ o ‘Harper’s Bazaar’ y fue protagonista de anuncios.

En los años 40, renació un nuevo Dalí, que bebía de las fuentes del clasicismo. En esta nueva etapa, que él llamó de misticismo nuclear, el pintor se acercó a los ideales del renacimiento y se interesó por las innovaciones y técnicas experimentales de la generación de pintores de posguerra. En su obra trataba temas religiosos y científicos, especialmente los progresos en el campo de la fusión y la fisión nucleares. En 1951 publicó el ‘Manifiesto místico’.

En 1948, Dalí y su mujer y musa volvieron al Ampurdán. La pareja alternaba sus estancias en Portlligat, población donde tenían su residencia fija y en la cual acostumbraban a pasar unos seis meses al año, con viajes a Nueva York y París. El Ampurdán era también su fuente de inspiración. Dalí cada vez se sentía más fascinado por la ciencia y, durante los años 60 y 70, lo atrajo especialmente la holografía, que le abrió nuevas perspectivas en su búsqueda de las imágenes tridimensionales. El artista anhelaba mostrar al espectador la impresión de plasticidad y espacio y acceder, con el uso de la tercera dimensión, a la cuarta, es decir, a la inmortalidad.

En 1974 inauguró su Teatre Museu, un centro de referencia, una obra de arte total, un ‘ready made’, que es de visita obligada para todos aquellos que quieran conocer en profundidad el universo daliniano. Según Dalí, el Teatre Museu ‘no debe ser considerado un museo, es un objeto surrealista gigantesco, todo en él es coherente, no hay nada que se escape de las redes de mi conocimiento’. En

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los años 80, cuando Dalí creó las que serían sus últimas obras, se inspiró sobre todo en dos grandes maestros que habían estado presentes a lo largo de toda su trayectoria: Miguel Ángel Velázquez y el matemático René Thom, autor de la teoría de las catástrofes. El artista dejó los pinceles en 1983.

Dalí fue uno de los pocos pintores del siglo XX que combinaron un respeto profundo por la tradición con una inquietud moderna. Nunca obvió los recursos creativos de su tiempo, sino al contrario. Los utilizó y exploró para satisfacer sus necesidades de búsqueda hasta llegar a la asimilación o al rechazo. Como manifestó Luis Buñuel: ‘A pesar de su manía por la publicidad, su exhibicionismo y su búsqueda frenética de una frase original o un gesto..., es un genio indiscutible, un escritor, orador y pensador incomparable.’ Un genio con talento que bebió de las fuentes clásicas y que supo dejar constancia en su obra de la belleza convulsiva de los surrealistas. Un genio provocador. Un artista con una imaginación portentosa y una extraordinaria máquina de pensar y crear. En definitiva, un artista con una trayectoria que resume muy bien su siglo, el XX.

Fuente: http://www20.gencat.cat/portal/site/culturacatalana?newLang=es_ES

Más información: http://www.salvador-dali.org/http://www20.gencat.cat/portal/site/culturacatalana?newLang=es_ES