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Los cuidados de confort al final de la vida - 1
2º Encuentro de Enfermería
“reflexiones éticas desde enfermería” Madrid, 21 de octubre de 2005
Documento nº 1
LOS CUIDADOS DE CONFORT EN EL
FINAL DE LA VIDA:
responsabilidad enfermera
COORDINADORA DEL GRUPO:
JUAN CARLOS DELGADO ANTOLÍN
GRUPO DE TRABAJO:
FRANCISCA HERNÁNDEZ MARTÍN
AURORA HERNÁNDEZ RIVAS
AMPARO NOGALES ESPERT
Los cuidados de confort al final de la vida - 2
LOS CUIDADOS DE CONFORT AL FINAL DE LA VIDA:
RESPONSABILIDAD ENFERMERA
Presentación:
Hablar de la muerte siempre se hace difícil. Evitamos su proximidad tanto en lo
físico como en nuestro propio vocabulario, para hablar de ella usamos eufemismos
como “el adiós definitivo”, “el sueño eterno”, etc. No nos gusta contemplar la muerte
de otra persona, nos impone su presencia y nuestro rechazo hacia ella es indiscutible.
No por su muerte, sino por lo que nos refleja de nuestra propia muerte, nuestra propia
finitud. La muerte siempre la vivimos de forma vicaria, es decir, a través de otras
experiencias, nadie puede vivir su propia muerte, esta siempre es vivida a través de
otros, nuestra experiencia es por el sufrimiento, el padecimiento y la angustia que
vemos y presenciamos en los otros y cuando esos otros son más próximos, más fuerte
también es la intensidad de esas experiencias, en pocas palabras, más nos afecta.
Pero si esto es así en el terreno personal, ¿qué ocurre cuando nos pasa en lo
profesional? cuando en el desempeño de nuestro trabajo nos vemos enfrentados a la
muerte de un ser humano, de una persona de la que somos responsables de su cuidado,
de su bienestar y a la que debemos en cierta forma intentar minimizar sus sufrimientos,
molestias y ansiedades. Este es el gran reto que tienen las enfermeras ante la persona en
fase terminal: Intentar cubrir sus necesidades, esas que él no puede cubrir, porque no
sabe o no puede, ayudarle a conseguir la mejor calidad de vida, el mayor confort posible
y la actitud más serena en los últimos meses, días o simplemente horas de vida. Como
veis un reto de gran responsabilidad y enormemente ambicioso.
Pero como enfermeras, nos tenemos que plantear que somos, nada más y nada
menos, profesionales del Cuidado, pequeña palabra que esconde un enorme significado
capaz de llenar cientos de libros y que además, esas prenociones o ideas preconcebidas
que tenemos todos ante la muerte van a influir en los resultados de nuestro quehacer
profesional, es decir, de nuestro cuidado. Por otra parte, éste va a recaer sobre personas
con sus propias ideas preconcebidas, valores, creencias y con una perspectiva de vida
enormemente corta, que van a determinar de una u otra forma como debemos cuidarlas.
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El enfermo es una persona, un ser autónomo y singular que merece todos nuestros
respetos y al que debemos conocer antes de poner en práctica nuestras acciones
profesionales. Por eso, antes de pasar a los cuidados de Confort en el final de la vida,
creemos necesario hacer dos reflexiones previas sobre las Necesidades Humanas y la
Singularidad de la Persona Enferma.
LAS NECESIDADES HUMANAS FUENTE DE CONOCIMIENTO
DE LA ENFERMERÍA Y CON ELLO DEL CUIDADO.
ENFERMERÍA Y CUIDADO: el binomio teoría-práctica.
Nos situamos ante el tema central de la enfermería desde donde orientar la
reflexión y la acción, tema sobre el que diversas autoras han investigado y sobre el que
queda mucho por hacer. Esta Jornada nos invita a la reflexión y a la búsqueda de
respuesta a los problemas de nuestra práctica en un tema complejo como es el cuidado
al enfermos terminal. Esta es nuestra tarea.
Los estudios realizados desde la fenomenología, la antropología-filosófica, la
sicología, sociología... tropiezan en primer lugar con la individualidad de cada sujeto y
desde esta realidad no es posible dar al cuidado carácter de universalidad; el cuidado
requiere ese carácter de individualidad, pues cada persona, cada sujeto percibe esa
necesidad desde lo que es y su situación. Los diversos modelos de enfermería ofrecen
dificultad para llevarlos a la práctica. Desde ahí Virginia Henderson se muestra crítica y
pide a dichos autores que lo expresen en un lenguaje más inteligible y aplicable. En esta
misma línea se pronuncia Watson y otras más.
Partimos de que el problema teoría-práctica no es nuevo. Otras disciplinas han
tropezado en esta misma realidad. Por tanto, nos centramos en nuestra profesión y en lo
que es objeto de nuestra atención, el problema humano, llamémoslo necesidad,
problema, diagnóstico o fuente de dificultad como lo hace Virginia Henderson.
Si bien el cuidado, dirigido a la persona es el centro de la actividad del
profesional de la enfermería, no queda del todo explicitado ese quehacer si no
demostramos "qué cuida". Diversas profesiones realizan cuidados. El cuidado tiene
también un carácter polisémico. El cuidado de enfermería va dirigido a la salud, tanto
del hombre sano como del enfermo, y este es el punto central.
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Demostrar "qué cuida" no es tarea fácil. Las coordenadas de la profesión hacen
relación a ese equilibrio humano que es la salud, definida por la Organización Mundial
de la Salud (OMS) como bienestar físico, mental, social y espiritual (1999), y que en
situación no favorable provoca la enfermedad. Pero no se trata sólo del concepto. Las
coordenadas profesionales han evolucionado en estos últimos años más que a lo largo
de toda su milenaria historia y se va extendiendo otro modo de entenderlas lo cual
significa que la profesión se va consolidando y adaptando a los momentos actuales.
Tiene en cuenta: El concepto profesión; Sus características. El rol del profesional de la
enfermería. Los campos de actuación.
Si entendemos por ciencia el cuerpo unificado de conocimientos, que tiene que
ver únicamente con la explicación de los fenómenos, sin intervenir en la realidad
práctica, el objetivo principal de la ciencia es captar la verdad y expresarla en forma de
leyes, teorías y modelos. No estaría aquí la enfermería. La realidad humana es compleja
y escapa a una demostración cuantificable y hoy no por ello decimos que no tenga un
carácter científico. Sin embargo, es necesario investigarla.
En este sentido, la enfermería como disciplina científica, participa con otras de
un mismo foco de interés, las necesidades humanas; es el modo como las justifica
cuando utiliza el método de la enfermería, el punto clave donde fundamenta su
intervención1. Para la enfermería, este sistema de necesidades requiere que sea
reinterpretado y contextualizado.
Nuestro sujeto es un ser necesitado y vulnerable, que se manifiesta a través de
las necesidades humanas a las que el enfermero intenta dar respuesta. Se trata de una
respuesta científica, técnica y humana, capaz de sostener esa vulnerabilidad y procurar
alivio, confort, bienestar. El saber dar una buena respuesta a todo esto es además
cuestión de responsabilidad.
Estos aspectos, nos sitúan ante el qué cuidar, ante ese ser en quien se manifiesta
la necesidad que urge ser cuidado y requiere de la enfermería un cuidado responsable.
Pero la dificultad estriba en la complejidad del ser humano, la persona misma. Nuestro
punto de partida en este trabajo es, si la enfermería ha de dar respuesta a todas las
necesidades que plantea el enfermo, o por el contrario, si no es así, )cuáles serían las
necesidades específicas, a las que ha de dar respuesta la enfermería?, para ver
posteriormente cómo realizarlo.
1 Cf. SILES, J., Historia de la Enfermería, Aguaclara, Alicante, 1999, 316.
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Lo primero que se impone abordar es qué y cuáles son, y en segundo lugar si es
posible seleccionar aquellas específicas y cómo asegurar la respuesta. Nuestro trabajo se
ciñe a lo referente a la enfermería, y por tanto no nos planteamos si la institución ha de
garantizar la asistencia de todas ellas, o si desde el principio de justicia sanitaria ésas
tienen un límite de atención, y tienen que intervenir también las familias.
NECESIDAD-POSIBILIDAD.
Quien necesita es porque carece de algo que no posee. Parece demasiado
elemental y efectivamente lo es. Este axioma está cargado de densidad humana, pues la
indigencia se manifiesta en un conjunto de necesidades muy distintas.
Sin embargo, a la par que en el hombre surge la necesidad, también existe algo
que le posibilita y realiza, le ayuda a ser. Por eso el hombre se manifiesta entre la
necesidad y la posibilidad. El ser humano camina buscando ese equilibrio que le
sostiene y le ayuda a ser lo que quiere ser y está llamado a ser. Y, quizás porque la
enfermería conoce los efectos destructores de la enfermedad y de la necesidad, cuida
para crear esa posibilidad de ser, a través de la compasión y del cuidado. Estas
paradojas son las que dan ese sentido trascendente al cuidado como arte de cuidar.
)Cuál es la relación entre la dualidad necesidad-posibilidad y el ejercicio del
cuidar?. La tarea de cuidar se relaciona con las necesidades humanas. La enfermería
cuida al ser humano en estado de necesidad de salud, por eso se le exige sensibilidad,
pero también se relaciona con la posibilidad. Entre esos dos polos en que se puede
encontrar el ser humano se mueve o se ejerce el cuidado y estos son problemas que
cuida la enfermería. Pero, )hasta dónde? y )hasta cuándo?.
NECESIDADES HUMANAS Y CUIDADOS
Si cuidar es velar para que un ser humano llegue a ser él mismo, el alcance que
toma el cuidado va más allá de la técnica2. Desde aquí, el cuidar a un ser humano va
más allá de lo meramente biológico, porque "el ser humano es una síntesis de infinito y
finito, de temporal y eterno, de posibilidad y necesidad..."3.
2 Cf.TORRALBA, F., "Lo ineludiblemente humano. Hacia una fundamentación de la ética del cuidar", Labor
Hospitalaria, n1 253, 3/1999, 163-164.
3 Cf. KIERKEGAARD. La enfermedad mortal o de la desesperación y el pecado, Sarpe, Madrid, 1984, 35.
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Reconocemos que para un profesional de la enfermería no le es tan fácil alcanzar
esas cuotas aún teniéndolas presentes. Los estudios demuestran que hay muchas
categorías de necesidades. Damos cuenta de algunos y analizaremos aquel que por su
enfoque nos parece que hace más relación al cuidado. Entre los más destacados están:
El modelo de Cannon, Halbert Dun (1958); Abraham Maslow (1970), Richard Kalish
(1977); Weil y V. Henderson (1955).
Para nuestro análisis nos centramos en el modelo de Virginia Henderson. Es una
de las autoras más seguidas por la enfermería actual, pues centra su atención en las
necesidades fundamentales de la persona. Sus intervenciones van dirigidas a conservar o
restablecer la independencia mediante la satisfacción de sus necesidades fundamentales.
Por tanto, es justo reconocer que supera a todas las anteriores, al incluir conceptos como
son los de: Necesidades Humanas Fundamentales, Independencia y Cuidados
básicos de Enfermería4 que van a vertebrar su definición.
Al describir las necesidades en su relación con los cuidados lo fundamenta así:
"tal vez se reconozca de un modo general que las raíces de la enfermería se
encuentran en las necesidades humanas fundamentales. Independientemente de que
la persona atendida goce de buena salud o padezca de una enfermedad, la enfermera ha
de tener presente que invariablemente el ser humano necesita alimentos, albergue..."5.
De tal manera que, la enfermera justifica así una acción propia e independiente de la
acción del médico y de otros profesionales del equipo sanitario, ya que con o sin
enfermedad la enfermera tiene un foco de atención que ella debe cubrir.
Deja patente que estas 14 necesidades están sometidas a Factores
Modificadores: permanentes (Edad, cultura, situación social, temperamento y
capacidad física e intelectual), y ocasionales (enfermedad que aqueja el paciente y que
podría englobar el concepto entorno). Por tanto, la valoración de estos factores permite
disponer de un conocimiento completo de la persona y verla como un todo único e
irrepetible.
No menos importante es el factor independencia como objetivo a alcanzar
cuando las 14 necesidades son cubiertas; de ahí que ella equipare salud a independencia.
4 Cf. HERNÁNDEZ MARTÍN, F. y GALLEGO LASTRA, R., "Virginia Henderson, autora clave para la
Enfermería actual, Híades, n1 5-6, Alcalá de Guadaira, 1998/1999, 11-23.
5 Cf. HENDERSON, V., Principios básicos de los cuidados de enfermería, o.c. 9.
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La pérdida de salud, o pérdida de independencia sobreviene cuando falta la fuerza física
o mental, la motivación o el conocimiento “... que él realizaría si tuviera la fuerza, la
voluntad o el conocimiento necesarios”. Estos conceptos son reconocidos como
Fuentes de dificultad, los que impiden la satisfacción de las necesidades y surge un
estado de dependencia que justifica la intervención de la enfermería, la clave donde
justificar su acción. Pero, ¿Cómo superar esta fuente de dificultad?. Es posible si el
paciente se niega o no tiene capacidad?. Pensemos en el enfermos terminal. ¿Qué puede
hacer el profesional?.
Al centrar los cuidados básicos de Enfermería, la autora se adentra en qué ha
de hacer el profesional para ayudar a los pacientes a cubrir las 14 necesidades o darles
los conocimientos para que puedan llevarlos a cabo sin ayuda. Así, para ella la
enfermera se convierte temporalmente en: "... la conciencia para el inconsciente, el
apego a la vida para el suicida, la pierna para el amputado, los ojos para quien acaba
de perder la vista, un medio de locomoción para el recién nacido, el conocimiento y la
confianza para la joven madre, la voz de los que están demasiado débiles para hablar o
se niegan a hacerlo, y así sucesivamente"6. Por ello señala que esos cuidados se
proporcionan a tres niveles de relación, clasificados desde una muy dependiente a otra
completamente independiente, considerando a la enfermería como: Sustituto del
paciente, Ayuda para el paciente, Compañera del paciente y afirma que "sólo en
estados de absoluta dependencia, como lo son el coma o la postración extrema, se
justifica que la enfermera decida por el paciente, en lugar de con el paciente, lo que es
bueno para él".7 Para ejercer esta función adecuadamente insiste con fuerza que es
fundamental el desarrollo de la empatía y la relación de ayuda, que permiten
comprender y ayudar mejor al paciente. De una forma pedagógica, amena y sencilla va
describiendo el cuidado de cada necesidad.
La determinación de las necesidades del paciente exige entre otras cosas,
conocimiento de la persona, sensibilidad, conocimientos y buen criterio. Por esto, la
adaptación de los procedimientos de enfermería, incluso los más sencillos, a las
necesidades particulares del paciente, requiere con frecuencia una competencia
considerable. Asimismo, pone de relieve que la enfermera debidamente preparada tiene
oportunidad, mientras presta sus servicios básicos, de escuchar al paciente, de conocer
6 Cf. HENDERSON, V., Principios básicos de los cuidados de enfermería, o.c. 7.
7 Cf. HENDERSON, V., Principios básicos de los cuidados de enfermería, o.c. 10.
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su idiosincrasia y la de sus familiares, de determinar sus necesidades y de captarse la
confianza que, tan esencial es para la mayor eficacia de los cuidados de enfermería.
UN MODELO DE INTEGRACIÓN.
Los diferentes modelos que hemos señalado nos dan una visión de la
complejidad de las necesidades del ser humano y la complejidad del cuidado. Ante tal
variedad, nos preguntamos si ¿es posible que la enfermería cuando cuida pueda tener en
cuenta todas ellas?.
Desde estos supuestos respondemos ahora a las cuestiones planteadas al inicio
de si un profesional ha de dar respuesta a todas las necesidades que plantea el enfermo y
hasta dónde puede llegar esa respuesta. La respuesta no es fácil ni general. Depende de
cada situación. Nuestra primera afirmación es que hemos de separar lo razonable de lo
ideal. El ejercicio profesional parte sabiendo que las necesidades humanas pueden ser
ilimitadas y que un profesional no puede dejar al enfermo sin atención y menos en
situaciones de enfermedad terminal como es el que abordamos en este tema. El esquema
que ofrece A. Maslow parece claro para saber diferenciar y situarnos entre lo elemental
y lo máximo. El primer escalón de la pirámide es, sin duda, el más fundamental, sin él
no se pueden construir las demás. Pero, ¿sería suficiente con sólo él?. En la práctica del
cuidado resulta imprescindible que las enfermeras identifiquen la alteración de estas
necesidades, y planifiquen la respuesta humana y técnica a través del cuidado.
La vida real de la persona es más que lo biológico. Independientemente de esta
realidad hay que afirmar que son necesarios los otros escalones para vivir. )Quién no
necesita del afecto de los demás? y )es posible cuidar sin sentirse próximo a la persona,
sin mostrar interés, sin expresar respeto?. Un ejercicio difícil de medir, más de observar
y experimentar.
Sin embargo, hemos de afirmar que algunas son imprescindibles. Alguien que
cuida ha de asegurar que la persona pueda vivir y vivir no es sólo mantenerse vivo. Por
eso, el esquema de V. Henderson, desde el cuidado, parece más claro y sencillo y lo
presentamos como modelo de integración. Parte de aquellos elementos vitales, sin los
que el enfermo no puede superarse y quiere que garanticemos para que la persona pueda
adquirir la independencia. Por tanto, en un contexto de enfermería, esas serían las
fundamentales, sin eludir ninguna otra que pueda ser esencial. Pero no todas las
situaciones del paciente son las mismas y menos en situación de enfermedad terminal.
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Desde un contexto profesional y ético parecería que un profesional debiera
cubrir todo aquello que está relacionado con la necesidad y su saber. Las claves éticas
del cuidado nos sitúan en un contexto de respeto a la dignidad de la persona, de
responsabilidad, de sensibilidad y esto tiene también sus grados. Por eso el hablar de
calidad significa que no todo vale y que la calidad ética se la otorga la persona que
cuida con una determinada actitud y cuidado; de ahí que se le exija que ponga en juego
cuanto sabe y toda su persona; que cuide responsablemente.
Coincidimos con Henderson y Watson en la crítica que hacen a diversos
modelos de enfermería y tengo la impresión de que la enfermería en esta última etapa ha
realizado una labor extraordinaria en el desarrollo de un lenguaje técnico, científico,
medicalizado y clínico relacionado con la profesión, pero no ha sabido desarrollar el
lenguaje de los procesos de enfermería aproximándolos a los pacientes. Es necesario
reaccionar. Nos hallamos en un momento muy especial de la historia de la enfermería
en el que su paradigma converge con las necesidades humanas y demandas del público,
alejándose de una visión estricta y medicalizada de la salud para orientarse hacia unas
relaciones más humanas y éticas en el cuidado y respeto de las personas.
RECONOCIMIENTO DE LA SINGULARIDAD DEL PACIENTE
La dignidad y la singularidad humanas son conceptos difíciles de especificar por
su variedad de interpretaciones. Esta complejidad se acentúa cuando nos referimos al
ser humano en estado terminal.
Reconocer la singularidad del paciente y fundamentar los cuidados desde este
reconocimiento, significa que el profesional posee sólidas convicciones sobre la
enfermería, y desde ellas se cimientan sus creencias, actitudes y acciones en el
desarrollo de su trabajo.
Por ser la muerte uno de los actos más importantes de la vida, rodear las últimas
etapas de la existencia de los elementos necesarios para mantener la dignidad y el
respeto por el ser humano hasta el momento de su muerte, constituye hoy todo un
complejo de dificultades para la enfermería, y una responsabilidad a la que la enfermera
hace frente desde sus creencias más profundas acerca del significado de la profesión.
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Entendemos por creencia el convencimiento o conformidad sobre algo. En el
caso de enfermería, la convicción de que se trata de una ciencia (aprendida) y un arte
(creativo), basados en el objetivo de ayudar, a través de los cuidados.
Como actitud interpretamos el estado de ánimo o la disposición que se
manifiesta de algún modo. Se trataría en enfermería de una postura de ayuda,
manifestada en actitudes interesadas, dispuestas a servir, o ser útiles al paciente.
Acciones serán los actos públicos llevados a la práctica; no se trata ya de
posturas o intenciones, sino de hechos cuya forma de realizarlos tiene unas
consecuencias para otros, y para uno mismo, tales como dialogar, informar, acompañar,
o tomar la presión arterial.
Estas acciones tienen consecuencias, como decíamos, no solo por su ejecución
en sí, sino por el sentido que les da el promotor de los actos, y el otorgado por el
receptor de ellos. Los diversos objetivos e interpretaciones que pueden darse van a
depender, en gran parte, de aquello en lo que cree el profesional sobre la enfermería, y
en su actitud respecto a la misma, y en que el paciente, por su parte, pueda captar
nuestra actitud verdaderamente interesada en él y nuestro deseo de ayudarle.
De estos planteamientos derivará el significado del cuidar y la importancia de
valorar y actuar teniendo en cuenta la singularidad del enfermo y sus diferencias
esenciales con los demás.
Proporcionar confort al final de la vida supone procurar una despedida serena y
grata en la proximidad de la muerte, significa reconocer un respeto hacia este ser
humano, por el valor que se le debe a toda persona; tener en cuenta la autonomía e
independencia legítimamente existentes en cualquier circunstancia de la existencia
humana; mantener la calidad de la imagen que se muestra a los demás; proteger al
enfermo en su etapa final, proporcionándole apoyo y cuidado integral en todas sus
necesidades y respetuosas atención hasta el instante del morir.
Situándonos en la realidad actual del trabajo de enfermería, verdaderamente
medicalizado, con el escaso tiempo del que se dispone, en relación con el gran número
de pacientes a atender, y con las aplicaciones técnicas y actividades burocráticas a
realizar, tener en cuenta la singularidad del paciente y sus necesidades particulares
desde esta visión puede resultar muy complicado, a no ser que se parta de una firme
voluntad de actuar de acuerdo con los planteamientos anteriormente comentados.
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Será necesario ejercitar intensamente la capacidad de observación y una actitud
activa de empatía hacia el paciente, entendiendo como tal la participación afectiva y
emotiva en la realidad de la persona que se tiene delante, manejando en su favor todas
las posibilidades a nuestro alcance.
En el caso del confort en torno a los últimos instantes de la vida representa una
clave fundamental contemplar al paciente como titular de los derechos fundamentales
por su pertenencia a la humanidad. La dignidad y la singularidad humana son el
fundamento de todos los derechos, y ello hace que las enfermeras deban encontrar en
todo individuo algo incondicional, un valor primordial invariable, no fluctuante o
sujeto a cualquier dependencia, sino independiente del estatus social, de la
vulnerabilidad padecida y del estado de finitud o de acabamiento corporal sufrido por el
paciente.
Esta visión plantea un verdadero reto a la enfermera frente al paciente, pues
teniendo en cuenta lo anteriormente expuesto debe partir, en primer lugar, del
conocimiento lo más exhaustivo posible de la historia biográfica del enfermo y
relacionarla en segundo lugar, con la patología afectante, gravedad y menoscabo físico
alcanzado o en desarrollo y, en tercer lugar, con la forma particular de asumir la
enfermedad por parte del paciente.
Y aquí la enfermera deberá, según creemos, tener en cuenta la realidad del
enfermo en relación con su pasado (necesidad de recordar), su presente activo
(profesión, logros, interrupción de proyectos) y su presente afectivo (familia, amigos,
afectos y su posible alteración o modificación); el probable deterioro de sus capacidades
físicas y las posibilidades de recuperación con que se enfrenta. Finalmente la enfermera
ha de dirigir su mirada hacia las expectativas de futuro experimentadas por el paciente
respecto a su independencia corporal e intelectual y a cómo percibe sus capacidades de
creación y realización personal en estos momentos.
¿Cómo llegar a tantos objetivos disponiendo de un tiempo limitado?. Este es el
principal desafío para la enfermera del siglo XXI. La solución no puede ser
indefinidamente aplazada, porque no estamos hablando de reflexiones teóricas, sino de
hechos que tienen consecuencias practicas, en primer lugar para el paciente como
principal afectado, que puede sentirse cuidado de formas muy distintas, pero también
para la enfermera, para quien el trabajo puede ser algo pesado, tedioso e insufrible, o
contrariamente, satisfactorio y productor de bienestar y aceptación positiva de uno
mismo.
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El tema de fondo está, como se apuntaba arriba, en las creencias de la enfermera
sobre lo que ciertamente es la enfermería y la actitud personal adoptada en su
profesión. Por ello es pertinente analizar la actividad de cuidar y sus significados, para
que la singularidad del paciente no deje de ser un permanente foco de atención en
ninguna fase de los cuidados y por tanto, tampoco en la atención del enfermo en estado
terminal. Añadiremos a continuación unas breves ideas, en relación con algunas
particularidades diferenciadoras del ser humano, como punto de partida para un análisis
del cuidar, resumidas en tres apartados.
1.- Somos lo que hacemos y hacemos según lo que somos .
Creemos que nuestros pensamientos quedan encerrados en lo más profundo del
ser. Pero esto resulta más bien una creencia que una realidad. Toda nuestra persona con
sus valores y actitudes se manifiesta en nuestros actos. Lo que hacemos da a conocer en
voz alta la realidad de lo que somos y de cómo pensamos.
Una mirada interesada, suficientemente detenida en el paciente, nos ayuda a
aclarar, desde una posición afectuosa, las evidencias y los rincones de la personalidad
de aquél, y a comprender las complejidades de una vida, de un modo de vivir y de una
forma de ser. Y esto se trasluce al exterior. Como también puede apreciarse
externamente a un profesional de enfermería entregado a su trabajo, o distante o
indiferente hacia él.
La relación con los pacientes en los cuidados y en la prestación de confort al
final de la vida, nos educa en la capacidad para el asombro ante las múltiples
personalidades con las que nos encontramos, y nos demuestra que, al cuidar, no
solamente ayudamos, además, aprendemos a vivir, mientras observamos el quehacer
vital de uno y otro enfermo y las formas en que cada ser humano se enfrenta al hecho de
morir .
Nos encontramos con el paciente en un momento de inflexión en su vida; su
biografía se ha visto impactada por la presencia de la enfermedad. Como enfermeras,
tenemos la esplendida ocasión de ver, de presenciar desde una atalaya preferente, no
impasibles, sino para ayudar con más acierto, el valor de una persona enferma para
luchar, o el momento de rendirse de una vida, el horror con que el paciente vive lo
ocurrido, las maneras de afrontar la enfermedad, las formas en que el paciente se plantea
lo que él mismo fue y lo que ahora mismo es.
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Así también en esta tarea tenemos oportunidades para plantearnos personalmente
los mismos interrogantes que surgen ante el enfermo, lo que somos ahora mismo y lo
que quizás no llegaremos a ser, tal y como el paciente lo vive en su momento de
enfermedad o al final de su vida, para aprender y enseñar a utilizar el tiempo como un
aliado útil, y hacer ahora, lo que en realidad deseamos realizar.
2.- Su realidad y mi realidad
En nuestro encuentro con el paciente se ponen en contacto dos realidades
diferentes. La del paciente es una realidad desgraciada, porque su vida ha encallado en
los arrecifes de la enfermedad, y con las características de su singularidad, carácter,
edad, cultura o experiencias, vive ahora momentos con un denominador común a los
seres en estas circunstancias, la necesidad urgente de vencer esta dificultad, de obtener
entereza y arrojo para superar la crisis de enfermedad, de recibir ayuda para salir, en
definitiva, de la situación experimentada.
La realidad de la enfermera debe partir de una aclaración previa: la de
diferenciar bien en su vida profesional lo vivido de lo imaginado. Puedo imaginar una
situación profesional correctamente aceptable, atenida en su totalidad a la realización de
técnicas y actividades en relación exclusivamente con los cuidados corporales; mientras,
por otra parte, el paciente receptor puede estar experimentando un cuidado
asépticamente frío, desprovisto de calidez humana, sentirse desatendido en otras
necesidades como afecto, información, escucha, comprensión, compañía.
En la realidad de la enfermera deberían incluirse convicciones intocables, una de
ellas la de que el tedio no tiene cabida en los cuidados de enfermería, por la envergadura
de su significado y porque todos ellos, en su totalidad, constituyen verdaderos
instrumentos de enganche para la propia personalidad, ante la que se abren, con
verdadera seducción las posibilidades de vivir una vida útil aquí y allá, y de ayudar, de
resolver pequeñas y grandes dificultades, de ser alguien necesario en tantas vidas con
las que se ha entrado en relación a través del cuidado.
La enfermera presencia realidades de otras vidas a las que le está permitido
entrar con un objetivo de salvación y de rescate de la enfermedad, y con la posibilidad
de vivirlas como espectador atento, al que se le da la oportunidad de aprender y la
posibilidad de dar, sobre todo, afecto.
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3.- Experimentar que todo es posible
La enfermera sigue muy de cerca lo que sucede en un cuerpo enfermo, lo que le
ocurre de la mañana al final del día. Se encuentra con héroes sin galardón ni
recompensa, con verdaderos supervivientes en lucha por la esperanza, con rebeldes y
combatientes contra la ruina corporal y el sufrimiento físico, y con los que se dejan
resbalar vencidos, hacia el final.
Vidas arruinadas destinadas a la salvación en este trance, o condenadas a un
próximo fin. La enfermera vive, como espectadora activa, y como dispensadora de
cuidados, la lejanía del mundo en que va entrando el paciente gravemente enfermo y
cómo éste se irá convirtiendo poco a poco, en explorador de lo desconocido por venir.
Experiencias de vida con final aplazado, imprevisto o próximo, pero que atraen siempre
el interés y el afecto de una enfermera.
Páginas de vida, aventuras vitales, con olor y sabor a lo real, que arrastran,
seducen y motivan a una enfermera, pues al penetrar el misterio de otras vidas, se
convierte para aquéllas en una plataforma, en un asidero para superar el ahora y
alcanzar una situación de mejor calidad.
La enfermera mientras cuida plenamente, alcanza una mayor plenitud personal,
al salir de sí misma para apoyar a otras vidas más necesitadas, en especial aquellas que
se encuentran en estado terminal, y experimenta que siempre es posible, para todos,
alcanzar, aún en el último momento, algo mejor.
La singularidad del paciente queda totalmente diferenciada si tenemos en cuenta
su valor como ser humano limitado, insatisfecho, pero siempre inacabado, en
sorprendente proyección, con sus posibilidades ilusionantes vivas hasta el último
instante, pues mientras se vive se es persona, y “ser persona es poder ser más” (9).
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LOS CUIDADOS DE CONFORT EN EL FINAL DE LA VIDA:
RESPONSABILIDAD ENFERMERA
INTRODUCCIÓN:
Los sociólogos y antropólogos han descrito que el fenómeno de la muerte es
tanto un acontecimiento natural como cultural y que está profundamente modificado por
las ideologías, normas y valores sociales. Nuestra conciencia de la muerte es una
conciencia construida tanto social como culturalmente. En la sociedad occidental actual
se ha producido, en estos últimos años, un fenómeno muy llamativo y es el
desplazamiento de los moribundos y del morir desde el hogar hacia los hospitales.
Existen diferentes hechos o circunstancias que vienen a explicar porque una gran
mayoría de las personas que mueren lo hacen, en los hospitales o en las residencias para
mayores apartados de su núcleo familiar incluso en el último día de su vida. Estos
hechos pueden deberse a los siguientes acontecimientos:
1) el cambio que se ha producido del núcleo familiar con la
incorporación de la mujer al mundo laboral;
2) el aumento de la supervivencia y como consecuencia el aumento de
personas ancianas en los hogares;
3) el cambio en los estilos de vida;
4) el descubrimiento de medidas farmacológicas y tecnológicas que
pueden prolongar y mantener la vida artificialmente en los pacientes
terminales;
5) la tecnificación de la medicina que esta más enfocada a la curación
que a los cuidados y que vive la muerte o la enfermedad terminal
como un fracaso;
6) la insistencia en el bienestar y en la calidad de vida;
7) el derecho a decidir en todos los aspectos relacionados con el propio
cuerpo y la autonomía;
8) la despersonalización del morir y de la muerte;
9) el cambio de valores en la sociedad donde imperan más los valores de
lo inmortal, el éxito, lo bello, lo joven etc., frente a lo viejo, lo feo y lo
triste, etc.
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Estos hechos pueden justificar en cierta manera que a las personas se les lleva a
los centros hospitalarios y a las residencias para mayores para que pasen allí sus últimos
días, para que agonicen allí, lejos del hogar, en camas de hospitales, privados de un final
intimo y tranquilo junto a sus familiares y amigos y cuando por determinadas
circunstancias la muerte se produce en el domicilio, una vez ocurrido este suceso, al
difunto se le saca de su casa, para trasladarlo a los famosos tanatorios y ser velado por
familiares y amigos antes de su entierro.
Todo esto implica un cierto desarraigo, segregación, soledad y ruptura con los
referentes sociales y familiares más tradicionales y se ha convertido en algo vergonzoso,
algo prohibido; si bien es cierto que por otra parte cuando las familias pueden y quieren
que todo este proceso del final de la vida se desarrolle y se lleva a cabo en sus
domicilios, existen muy pocas o nulas ayudas, no hay Unidades de Cuidados Paliativos
suficientes y desde Atención Primaria también se está muy lejos de poder llevar a cabo
esta tarea, por lo que en muchas ocasiones las familias se ven sobrepasadas e incapaces
de llevar adelante todos los cuidados básicos y de confort que requeriría la persona, al
faltarle la ayuda de un profesional que pueda servirles como fuente de información,
consulta y ayuda y que a su vez les enseñe y les guíe en esa tarea tan ardua y compleja
como es el derecho a salir de este mundo con sosiego y dignidad.
El hospital no es el mejor lugar donde el enfermo terminal y su familia pasen sus
últimos días. Por lo general, estos sitios son lugares fríos, despersonalizados, y en
ocasiones deshumanizados, donde el trabajo de enfermería se desarrolla bajo un modelo
Bio- Médico y donde se valoran y enfatizan más las acciones técnicas y de curación que
la de cuidados.
Esta situación puede deberse a:
a) Las actitudes y las acciones de los profesionales de la salud y de la institución
hospitalaria están más orientadas a conservar la vida y devolver la salud que a
ayudar a las personas a morir.
b) En la consideración de las enfermeras está cada vez más la idea de que la ayuda
que necesita el moribundo va más allá de las funciones de su profesión, por lo
cual, cuando no hay nada que hacer, “el enfermo le deja de interesarle al equipo
médico” y pasa a ser el enfermo de las enfermeras. Aunque las enfermeras se
quejan de que la mayor parte de las veces el momento de la muerte recae por
Los cuidados de confort al final de la vida - 17
completo sobre ellas, sin embargo lo cierto es que los cuidados se va
desplazando en su mayor parte hacia a las auxiliares de enfermería.
c) Los cuidados básicos no son valorados ni exigidos de la misma forma que las
actividades técnicas. El reconocimiento profesional dentro de las instituciones
(también apoyado por otros profesionales sanitarios), viene dado más por el
conocimiento y desarrollo de las diferentes técnicas, que por llevar a cabo unas
acciones cuidadoras básicas. Se le otorga mayor prestigio profesional a una
enfermera instrumentista que una enfermera asistencial de una planta de
medicina interna con 15 o 20 enfermos a su cargo, determinado ese número por
las instituciones en forma de ratios enfermera/cama en lugar de hacerlo en
función de las necesidades del paciente y de su familia. Las mismas enfermeras
dan más importancia a la realización de funciones delegadas que a la realización
de las funciones propias.
d) Ante la falta de Unidades de Cuidados Paliativos, de camas libres en los
hospitales, de habitaciones individuales y la saturación de las urgencias, resulta
muy difícil no sólo dar los cuidados que requiere el paciente terminal, sino
también el que este pueda estar “acompañado” únicamente por sus seres
queridos y tener un entorno “armonioso” que le induzca a tener la paz espiritual
y personal que el momento requiere.
e) La necesidad de reflexionar más sobre nuestra tarea profesional, ser entrenados y
formados en conocimientos, actitudes y habilidades que nos permitan ser buenos
profesionales, no solo en los aspectos técnicos, sino también en las cuestiones
morales.
EL EQUIPO INTERDISCIPLINAR COMO MÉTODO DE TRABAJO:
Como ya es sabido, las necesidades de una persona en la etapa final de la vida
pueden ser múltiples, cambiante y plurifactoriales. Son múltiples pues estos enfermos
suelen presentan variados y numerosos síntomas y alteraciones. Son cambiantes pues
las necesidades en estos enfermos se encuentran en continua y constante
transformación. Son plurifactoriales porque un síntoma o una necesidad alterada pueden
deberse a múltiples factores, incluso al tratamiento recibido y conviene analizar
perfectamente las causas de cada necesidad para ofertar la solución más precisa y
acorde a esa alteración. Esto hace que cada persona afectada requiera un cuidado de
enorme complejidad, valorando continuamente y jerarquizando las necesidades a cubrir
Los cuidados de confort al final de la vida - 18
para establecer unas prioridades de actuación. Dejar esta labor unas solas manos, o lo
que es lo mismo en el saber de una sola disciplina es un error que no nos debemos
permitir y en el que no debemos caer. Los cuidados en el final de la vida de una persona
deben llevarse a cabo de forma coordinada e interrelacionada, es decir, deben realizarse
en equipo para así, obtener un mejor resultado.
El subcomité Europeo de Cuidados Paliativos de la Comunidad Económica
Europea, el 5 de mayo de 1991, define el concepto de Cuidados Paliativos en los
siguientes términos: “La asistencia total, activa y continuada de los pacientes y sus
familias por un equipo multiprofesional cuando la expectativa médica no es la
curación. La meta fundamental es dar calidad de vida al paciente y su familia sin
intentar alargar la supervivencia. Debe cubrir las necesidades físicas, psicológicas,
espirituales y sociales del paciente y su familia”.
Pero aunque estamos de acuerdo con esta definición, creemos que debe hacerse
una matización en lo que respecta a la esencia de ese equipo. Nosotros abogamos por el
equipo interdisciplinar frente al multidisciplinar. Así, según el profesor Francesc
Torralba en su libro Antropología del Cuidar: “Es preciso distinguir aquí entre
interdisciplinariedad y multidisciplinariedad. El primer término indica una relación
fecunda entre disciplinas distintas, un diálogo continuado y complementario, mientras
que el segundo término se refiere a la mera yuxtaposición formal de materias”.8
Mientras que en el equipo multidisciplinar cada disciplina aporta su saber para
resolver un problema, en el interdisciplinar no sólo lo aporta sino que trata de integrarse
con las demás disciplinas para establecer un objetivo compartido. Se establece un
diálogo verdadero de intercambio de información, definiendo una realidad común para
entenderse y que no haya un desfase de comprensión. Si el médico, la enfermera, el
psicólogo, el trabajador social, y todos los miembros del equipo, hablan un lenguaje
común comprensible e integrado es más fácil aunar esfuerzos y conseguir buenos
resultados.
Para ello, debe existir un momento previo de reconocimiento mutuo y de
respeto, es decir, saber cada disciplina de lo que son capaces de realizar las otras y cual
es su grado de responsabilidad en la tarea común; pues conocer las capacidades y los
roles de cada disciplina, es reconocerles sus méritos y sus funciones y saber que es lo
que pueden aportar en cada momento y cual es la más preparada para aportarlo. Las
8 Torralba i Roselló, Francesc. Antropología del Cuidar. Págs. 15-17.
Los cuidados de confort al final de la vida - 19
labores a realizar son de todos y todos trabajan para el mismo objetivo, el bien del
enfermo y su familia. Esta forma de trabajar representa la implicación de todos con la
responsabilidad de todos.
En este modelo de trabajo la enfermería no es una mera ejecutora de protocolos,
debe ser una profesional integrada en esos protocolos, contribuyendo con sus
conocimientos y con su esfuerzo al diseño de los mismos. Debe ser la encargada de
humanizarlos en determinadas situaciones, adaptando estos a las necesidades del
enfermo en cada momento. Tender puentes de unión y cohesión entre las diferentes
disciplinas para favorecer que el equipo sea capaz de ver en su conjunto, quién es la
persona llamada enfermo, su realidad vivida y cual puede ser nuestra aportación para
que siga siendo él y viva de la mejor manera posible junto a los suyos. No debemos
olvidar, que el enfermo y la familia son el binomio a tratar. Los cuidados deben ser
dirigidos a los dos elementos y a veces, lo realizado a uno de ellos es recibido por el
otro como un beneficio. Muchas veces, el enfermo se siente agradecido cuando
cuidamos y atendemos a su familia y no hay nada mejor para aliviar el sufrimiento de
un familiar, que observar unos cuidados prodigados con delicadeza y agrado a su
enfermo. El enfermo y la familia actúan como una unidad de cuidado, una unidad
compuesta por dos elementos bidireccionales, ellos deben ser el objetivo del confort en
el equipo interdisciplinar.
LA COMUNICACIÓN EN LOS CUIDADOS DE CONFORT:
Cuando los sanitarios pensamos en proporcionar cuidados a una persona,
siempre o casi siempre imaginamos acciones positivas, donde nuestros actos se
materialicen de una forma real en el bienestar del paciente. Nuestra idea del cuidado
suele ser procurar su alimentación, hidratación, descanso, etc., pero normalmente se nos
olvida de la importancia que tiene la comunicación en dicho cuidado, pudiendo ser la
misma comunicación una forma de cubrir las necesidades de la persona enferma o
afectada.
La comunicación en los cuidados puede tener como finalidad varios objetivos:
liberar tensiones, modificar conductas,…, pero hay dos que son fundamentales y que no
podemos olvidar, saber y explicar.
Saber cual es la realidad que vive el enfermo, su situación, sus necesidades, sus
preocupaciones y problemas, es decir, conocer su mapa cognitivo para entender que es
lo bueno para él. Sólo conociendo su concepto de bueno, agradable, placentero y
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confortable, podré aplicarlo correctamente. El cuidado bueno, agradable, placentero y
confortable tiene necesariamente que ser validado por el propio enfermo, pues él debe
servir de guía en ese camino.
Explicar es informar al enfermo de los pasos que vamos a dar, de los cuidados
formales que vamos a seguir para obtener su confort y proporcionarle la máxima calidad
de vida posible.
De ambas acciones saber y explicar, es decir, de una información bidireccional
sale la auténtica comunicación. Sólo si explico y me explican, si aclaro y me aclaran,
con una continua retroalimentación o feed-back puedo entender y que me entiendan.
Ésta parte tan obvia como lamentablemente, a veces, en desuso en el cuidado de las
personas, es fundamental para llegar a un control confortable en el proceso final de la
vida. Cuando no puedo curar y el objetivo es cuidar y este último no puede cubrir todas
las expectativas del enfermo, la comunicación fluida, clara y continua puede llevar
confort a una persona donde el dolor, la disnea y otros síntomas son difícilmente
controlables. Cuando los síntomas se transforman en un malestar constante y
desagradable y la muerte se percibe y se contempla enormemente cercana como para ser
evitada, nada mejor que la palabra para llenar el vacío que precede a los últimos días o
a los últimos momentos.
El nacer y el morir son los actos más personales que tiene todo ser humano.
Mientras en el primero es la madre quien interviene ayudando a dar el paso y representa
la entrada al grupo, a la familia y a la sociedad, en el segundo caso es adentrarse en la
soledad más absoluta. Nadie puede morir por otro, tampoco puede nacer, es un hecho
incuestionable, pero si que se le puede acompañar con nuestra presencia y hablarle si lo
desea. A veces, la presencia física, el contacto de una mano amiga, es suficiente
comunicación para manifestarle que no está sólo, que alguien va a vigilar ese terrible
transito del ser al no ser y esta vigilancia, esta comunicación debe instaurarse desde el
principio de la infausta noticia, pues cuando tu expectativa de vida se encuentra
reducida a meses comienzas a morir lentamente.
Hablar con la persona y la familia afectada es fundamental para establecer un
auténtico cuidado. El aseo, la alimentación, los fármacos se pueden proporcionar de una
manera agradable y certera, pero si acompañamos nuestra acción con unas palabras
amables y de consuelo, los resultados serán siempre más positivos.
Los cuidados de confort al final de la vida - 21
Si pensamos que: “comunicar es hacer partícipe o transmitir a otra persona algo
que se tiene, información, sentimientos, pensamientos”, pues lo que no se tiene no se
puede transmitir; debe servir para saber, informar, acompañar y comprender. Por otra
parte, la comunicación debe ser siempre abierta y clara, no dejando resquicios para una
mala interpretación o la mentira. Un “no lo sé” reflejará nuestra ignorancia sobre la
pregunta, pero también nuestra sinceridad, con nuestras palabras debemos dar
esperanzas, pero no falsas esperanzas que siembren la desconfianza en lo que decimos.
Por último, no debemos olvidar que el silencio como el lenguaje no verbal
forman parte de la comunicación, y aunque hablar siempre puede reconfortar, con
nuestra sola y callada presencia podemos comunicarle nuestro apoyo hasta en sus
últimos momentos. Más vale un silencio cómplice que una verborrea sin sentido y sin
finalidad.
LOS CUIDADOS DE CONFORT EN LA FASE TERMINAL:
El cuidado a los pacientes terminales forma parte de la función propia de la
enfermera, como afirma Virginia Henderson en su definición de enfermería: “La
función propia de la enfermera consiste en atender al individuo enfermo o sano, en la
ejecución de aquellas actividades que contribuyen a su salud o a su restablecimiento (o
a evitarle padecimientos en la hora de su muerte), actividades que realizaría por sí
mismo si tuviera la fuerza, voluntad o conocimientos necesarios”.
Para proporcionar una buena muerte o morir dignamente, habría que modificar
la organización e infraestructuras sociales, sanitarias y los aspectos culturales de las
mismas, y cuando se comenta: “ya no se puede hacer nada”.. Desde la Enfermería hay
que tener la firme convención de que “la enfermera siempre puede y debe seguir
aplicando los cuidados necesarios y adecuados, para proporcionar el mayor bienestar
posible en el paciente y su familia, e insistir más en CUIDAR que en CURAR en esta
etapa final de la vida. Pues como dice F. Collier: “cuando prevalece le CURE sobre el
CARE”, es decir los cuidados de curación sobre los cuidados habituales y de costumbre,
se aniquilan progresivamente todas las fuerzas vivas de la persona, todo aquello que la
hace ser y querer reaccionar, ya que se agotan las fuentes de energía vital (física,
afectiva, social, etc.). Esta aniquilación puede llegar a un deterioro irreversible, pues el
CARE representa a todos los cuidados permanentes y cotidianos que tienen como única
función mantener la vida reaprovisionándola de energía, en forma de alimentos o de
Los cuidados de confort al final de la vida - 22
agua (hidratación, aseo), de calor, luz, o de naturaleza afectiva o psicosocial, etc., hasta
que sea posible.
Para ello es necesario establecer unos cuidados integrales de forma coordinada e
interrelacionada. Considerando al paciente en su conjunto, como alguien, un individuo
con rostro y nombre, que padece una enfermedad y que requiere ayuda física,
psicológica, espiritual y social junto con su familia.
La atención sanitaria de las enfermedades en fase terminal debe llevarse a cabo
en el domicilio del propio enfermo si este y su familia lo prefieren, excepto cuando se
necesitan medios de evaluación o terapéuticos para el control de los síntomas y que no
estén disponibles en el domicilio.
Como se ha dicho antes, el enfermo y la familia son el binomio a tratar y por esto las
intervenciones de las enfermeras dentro del equipo creemos que deben ser las
siguientes:
• Explorar al paciente/familia para conocer su biografía, su enfermedad, su
proyecto de vida y detectar sus necesidades para dar respuesta a sus demandas.
• Co-diseñar planes de cuidados integrales.
• Valorar la evolución de los síntomas y problemas; registro de todos los datos
observados
• Comprobar el correcto seguimiento de las prescripciones y ejecutar los planes de
cuidados del equipo interdisciplinar.
• Educación y asesoramiento a la familia, llevando a cabo el consejo familiar y la
prevención de duelos patológicos.
• Evaluación en equipo continuada de los objetivos marcados.
A la familia se la debe integrar en ese plan de cuidados haciéndola participe en
el cuidado de la alimentación, la higiene, los cambios posturales, curas, la
administración de la medicación, enseñarles para que conozcan como actuar ante
algunas situaciones y facilitarnos la comunicación con el paciente. Para que esa
integración se produzca debemos conocer: quien es el cuidador principal, qué
preparación tiene y con qué recursos cuenta. Esto es de vital importancia sobre todo en
la Atención Primaria, pues aquí las personas que van a realizar los cuidados las 24
horas del día son los familiares y amigos.
Los profesionales sanitarios podemos asesorar, establecer los cuidados formales
y supervisar como estos se llevan a cabo, pero serán los cuidadores familiares los que
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los lleven a efecto. No hay que olvidar que las personas como ya se ha dicho mueren en
los hospitales, pero la mayor parte de la etapa final de la vida la pasan en sus casas, en
sus domicilios. De ahí que el esfuerzo deba hacerse en mejorar los cuidados paliativos
en la Atención Primaria.
Existen claves para desarrollar unas buenas actividades cuidadoras o actos cuya
forma de realizarlos tienen unas consecuencias para otros, como son: el ser receptivo;
tranquilizar y transmitir tranquilidad; mostrar interés y preocupación a cerca de todo lo
que le interesa y preocupa al enfermo y a su familia; asegurarle confort, bienestar y
comodidad; estar disponible en los momentos que se nos solicite; procurar que el
paciente sea el centro de atención y que le estén acompañando aquellas personas más
significativas para él. Esto es de enorme importancia cuando un paciente ingresa en el
hospital en una Unidad de Enfermería y como hemos dicho antes, aunque no podamos
disponer de todos los recursos necesarios para prestar esos cuidados de confort e
intimidad que requeriría esa persona para morir dignamente, sí que tenemos la
obligación de hacer todo lo posible para aproximarnos a esos cuidados de excelencia,
que necesita esa persona para morir y que podríamos enmarcarlos con los siguientes
elementos que MS. Roach y Tschudin recogen para el reconocimiento y el cuidado del
otro: compasión, reconociendo al otro como persona, competencia a través de la
capacitación técnica y teórica, confianza en la relación enfermera /paciente, conciencia
para ser capaces de elaborar juicios morales y compromiso “Sentir con”.
Objetivos generales:
• Proporcionar unos cuidados que ayuden al paciente y a su familia a tener la mejor
calidad de vida y bienestar posible y que le permita llegar al desenlace final de su
proceso en una situación de comprensión y de ayuda dando prioridad a los objetivos
del propio enfermo, y ofreciendo los medios necesarios para llevarlo a cabo.
• Disminuir al máximo el sufrimiento físico, el miedo y la angustia de los pacientes y
de sus familias
Los objetivos específicos irán encaminados al:
• Control y alivio de los todos los síntomas minimizándolos y monitorizándolos para
un buen seguimiento. Realizando un especial control sobre los que más influyen en
la calidad de vida del paciente: Dolor, diseña, insomnio, vómitos, etc.
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• Establecer una coordinación con los distintos niveles asistenciales de forma
interrelacionada con el fin de proporcionar una adecuada ayuda y atención al
paciente y a su familia, no rompiendo la continuidad de cuidados y, realizando una
apuesta por la formación de equipos interdisciplinares en los cuidados paliativos.
• Proporcionar cuidados enfermeros adaptados a las necesidades del paciente y de su
familia. Fomentando la participación de la familia en el plan de cuidados, sin olvidar
que la familia es un agente activo y pasivo en los cuidados.
• Sensibilizar a los profesionales sobre la utilización de actuaciones diagnósticas o
terapéuticas incesarías que no aporten claros beneficios a la calida de vida de los
pacientes. Estableciendo criterios para las ordenes de no reanimar.
• Por último, cuando el control de los síntomas es refractario al tratamiento habitual
tras haber agotado y revisado todas las medidas terapéuticas y factores agravantes y
el paciente se encuentra sometido a un sufrimiento incontrolable y significativo, en
fase clínica terminal y agonizante, el equipo interdisciplinar junto con el paciente, si
fuera posible, y a su familia, deben considerar la sedación paliativa.
Por ello, creemos que los cuidados paliativos deben convertirse en uno de los pilares
terapéuticos del Sistema Sanitario, con el objetivo de alcanzar una muerte digna y en
paz en la fase final de la enfermedad, evitando el sufrimiento físico y psíquico, y
aportando soluciones eficaces a las necesidades sociales, económicas y espirituales de
toda persona en el final de su etapa vital.
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