cuestiones a iones a una comunidad tener en cuenta en

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H ace unos meses escribimos un largo tex- to sobre la realidad actual y perspectivas de futuro de las experiencias de autoges- tión vecinal colectiva en el Casco Viejo gasteiztarra . En él dedicábamos un último capítulo a analizar algunos de los retos de futuro que consideramos que esa experiencia tiene: El horizonte a corto y medio plazo está cuajado de diversos retos, cuya forma de resolución determina- rá si se ha llegado al final de un proceso desarrolla- do durante una década, o si, por el contrario, la so- lidez y enraizamiento de ese proceso es capaz de re- solver los retos y corregir errores, consiguiendo así que la autogestión vecinal salga fortalecida. CUESTIONES A TENER EN CUENTA A LA HORA DE IMPULSAR CUESTIONES A TENER EN CUENTA A LA HORA DE IMPULSAR

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Hace unos meses escribimos un largo tex-to sobre la realidad actual y perspectivasde futuro de las experiencias de autoges-

tión vecinal colectiva en el Casco Viejo gasteiztarra. En él dedicábamos un último capítulo a analizaralgunos de los retos de futuro que consideramosque esa experiencia tiene:

El horizonte a corto y medio plazo está cuajado dediversos retos, cuya forma de resolución determina-rá si se ha llegado al final de un proceso desarrolla-do durante una década, o si, por el contrario, la so-lidez y enraizamiento de ese proceso es capaz de re-solver los retos y corregir errores, consiguiendo asíque la autogestión vecinal salga fortalecida.

CUESTIONES A TENER EN CUENTA A LA HORADE IMPULSAR

UNA COMUNIDAD VECINAL

AUTOGESTIONADA

CUESTIONES A TENER EN CUENTA A LA HORADE IMPULSAR

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Al hilo de ello las compañeras de EZ nos sugierenprofundizar en algunas de esas cuestiones, y acepta-mos gustosamente la invitación (añadiendo nosotrasla elección de hacerlo en algunos aspectos habitual-mente mnos ‘politizados’), dejando claro, no obstan-te, desde el inicio de estas líneas que nuestra aporta-ción está basada en esa experiencia concreta (aunqueen las siguientes líneas intentemos ampliar el marcopanorámico de nuestras reflexiones y dudas) llevada acabo en un pequeño barrio de una ciudad pequeña1,por lo que, aun si fuera acertada, con toda probabili-dad no sería extrapolable tal cual a cualquier otra ex-

periencia. Hechas estas necesarias aclaraciones pre-vias, vamos a ello.

La autogestión de una comunidadvecinal que está por crear

Como recogíamos en el texto citado, nuestro aná-lisis parte de constatar que en América Latina y otraszonas del planeta existe un creciente número de po-blaciones que se han autoorganizado comunitaria-mente. Buena parte de esas experiencias han surgidodesde los márgenes del neoliberalismo capitalista ram-pante, desde una realidad de exclusión socio-política ycultural tan asfixiante (pobreza económica extremaincluida), que las poblaciones a ello condenadas nohan tenido más remedio que autoorganizarse comoúnica vía para lograr la supervivencia. Es en ese con-texto extremo donde las poblaciones se ven obligadasa recurrir a principios tan básicos y lógicos como co-munitarios: solidaridad, apoyo mutuo, reciprocidad,

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UNA COMUNIDAD VECINAL

AUTOGESTIONADA

UNA COMUNIDAD VECINAL

AUTOGESTIONADA

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autoorganización…Pero el neoliberalismo más salvaje

y sus consecuencias extremas para laspoblaciones no conocen fronteras. Alcontrario, necesita de su continua ex-pansión para reproducirse. Y más tem-prano que tarde va a llegar también anuestros barrios. Es más, para algunasya está aquí. Pero se va a seguir exten-diendo. Y cuando nosotras tambiénvivamos en nuestras carnes el abando-no y olvido de esas instituciones, po-deres, partidos, ONGs.... que dicenrepresentarnos, ocuparse y preocupar-se de nosotras, la única opción quenos va a quedar es la de la autoorgani-zación comunitaria.

Pero la comunidad vecinal quepueda llevar adelante esa autoorgani-zación, en una sociedad tan individua-lizada como la nuestra, no va a surgirde la nada de forma espontánea, sinoque tendremos que crearla. Porque, adiferencia de lo que ocurre en Améri-ca Latina, aquí no contamos con un‘tejido comunitario’ previo (nos referi-mos principalmente a las comunida-des indígenas) que, con mayor o me-nor fortaleza, haya conservado y man-tenido una experiencia comunitariade organización cotidiana y reivindi-cación colectiva.

Es verdad, no obstante, que en el‘imaginario colectivo’ de Euskal He-rria mantenemos referencias que sebasan en una antigua organización co-munitaria vecinal (batzarre2, auzo-lan3, concejos abiertos…), en generaldesaparecida hace mucho, o bastantedesnaturalizada. Aunque sin duda unabuena ayuda inicial. Es verdad tam-bién que algunas de las muchas expe-riencias autogestionadas que se hanpuesto en marcha en las últimas déca-das en nuestros pueblos y ciudadeshan sabido ir poco a poco abriéndosea gentes algo más diversas que los ‘per-files radicalizados, juveniles y auto-centrados’ que en muchos casos laspusieron en marcha. Pero sólo con es-tos pocos y débiles mimbres no seconstruye una comunidad vecinalasamblearia. Si realmente aspiramos aella hay que revisar más dinámicas einercias y añadir más ‘materiales deconstrucción’.

Abrir puertas y ventanas ysalir a la calle a convivir conlos problemas reales del ve-cindario

Dejemos claro de entrada que,cuando apostamos por una comuni-dad vecinal asamblearia, sería ingenuopensar en una compuesta por todas laspersonas vecinas de un barrio o pue-blo. Va a haber siempre no pocas per-sonas vecinas que se opongan absolu-tamente a esta idea. No sólo eso, algu-nas tratarán de combatirla, prestándo-se incluso a jugar el papel de arietescontra las iniciativas autogestionadas ycualquier propuesta de comunidad ve-cinal ‘no reglada’. Pero, entre los extre-mos de nuestros guetos autorreferen-ciados y la ingenua idea de la comuni-dad vecinal total, hay un grandísimoespacio en el que intervenir.

A menudo nuestros proyectos au-togestionados han partido de los dese-os e ilusiones de un puñado de noso-tras que nos hemos juntado para in-tentar hacerlos realidad. Otras veceslos hemos impulsado como forma derespuesta y/o denuncia de un sistemay modelo socio político que desdenuestra opción autogestionada repu-diamos. En ambos casos (y en los mix-tos que también han proliferado)nuestra relación con el entorno veci-nal más cercano se ha limitado a pedirsu apoyo o conformidad o, como mu-cho, en algunos pocos casos, su com-plicidad con ‘nuestro proyecto’. Por-que son proyectos surgidos de nues-tros análisis y debates, de nuestra for-ma de entender ‘lo que es el mundo’ ylo que creemos que debería ser; denuestras formas de practicar el com-promiso sociopolítico. Y son intentosde conseguirlo haciendo realidadnuestros sueños e ilusiones. ¿Por quése iba a implicar el resto en ellos?

Nos sobran bastantes dedos de unamano para contabilizar los casos queconocemos en los que nuestro plante-amiento haya sido el opuesto. Esto es,que hayamos salido de nuestros ‘nú-cleos de confort’ para ‘pisar y compar-tir calle’, observando, oyendo y dialo-gando con el entorno vecinal (organi-zado o no) para saber cuáles son susproblemas y necesidades; cuáles sussueños… y hacerlos nuestros como

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parte de esa comunidad vecinal quepretendemos crear. Y, a partir de ahí,plantearnos y plantearles las posibili-dades de la autogestión como herra-mienta para solventar unos, hacerfrente a otras e intentar cumplir losterceros. Porque ese entorno, sin cuyaparticipación no hay comunidad veci-nal posible (más allá de guetos), no vaa implicarse en iniciativas autogestio-nadas, ni va a considerar la autoges-tión como una herramientas útil porconvicción ideológica, sino porque lapráctica le demuestre lo acertado de suelección.

Cuando hace ahora 10 años colec-tivos y vecindario de la Alde Zaharragasteiztarra tan variopintos como laAsociación vecinal, la AMPA de la Es-cuela, el colectivo gitano Gao Lacho

Drom, el Gaztetxe y Egin Ayllu4 deci-dieron recuperar el frontón del barrio(ahora Auzolana pilotalekua) median-te la okupación, recuperación en au-zolan y autogestionarlo por una asam-blea abierta (Txapa Ahotsa) no lo hi-cieron desde el consenso en un análisispolítico o ideológico del «modeloasambleario y autogestionado», lo hi-cieron porque cuando las «opcionestradicionales» (reuniones, escritos, de-mandas, reclamaciones…) no dieronningún fruto, hubo quienes propusie-ron esas herramientas, y la poblacióndel barrio, ante la falta de otras alter-nativas decidió ese camino antes quela no solución de quedarse sin fron-tón. Y consiguieron recuperarlo colec-

tivamente.¿Eso convirtió a todas esas perso-

nas en “convencidas activistas” delasamblearismo y la autogestión? Evi-dentemente no. Pero sí inició el cono-cimiento sobre la utilidad práctica deesas herramientas, abrió la puerta paranuevas iniciativas conjuntas asamblea-rias y autogestionadas (como la orga-nización popular de las fiestas del ba-rrio, Zaharraz Harro!, o la convocato-ria de nuevos auzolanes) y, lo que esmás importante, empezó a sembrarcomunidad vecinal autogestionada, loque posteriormente ha ido dando al-gún fruto más (en la reivindicación deuna Escuela digna para el barrio; en ladefensa del vecindario de origen ma-grebí acosado por el Alcalde; en la lu-cha por el realojo de las familias deSanto Domingo expulsadas de sus ho-gares…)

Pero ese salir a la calle probable-mente nos deparará más sorpresas.Entre las gratas es posible que nos en-contremos con que en nuestro propioentorno existen ‘subcomunidades’que, cada cual a su interior, ejercita omantiene sólidas prácticas de apoyomutuo, solidaridad intragrupal, traba-jo colectivo y autoorganización. Noson colectivos de ‘gente politizada aluso’, son, a menudo, personas perte-necientes a colectivos que padecen al-gún tipo de exclusión social, racial, ét-nica o económica (y a menudo varias ala vez). Por ejemplo, según hemosconstatado en Alde Zaharra de Gasteizcon las familias desalojadas por riesgode ruina en la calle Santo Domingo, elvecindario migrante de origen magre-bí (el principalmente afectado en estecaso) mantiene muy vivas inercias co-munitarias a poner en práctica anteproblemas colectivos. Su opción porellas no parte de un análisis teórico oideologizado, parte simplemente deponer en práctica esos mecanismosque en su tradición y sus lugares deorigen les han permitido sobrevivir. Yhay más que indicios de que algo simi-lar se da entre algunas de las muchassubcomunidades subsaharianas.

Nuestro desconocimiento de su re-alidad nos impedía ver algo que estámucho más presente de lo que pensa-mos (sus redes de acogida y apoyo a la

«Dentre losextremosde nuestros

guetos autorrefe-renciados y la inge-nua idea de la co-

munidad vecinal to-tal, hay un grandísi-mo espacio en elque intervenir.

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personas magrebíes que llegan de nue-vas, por ejemplo). En Santo Domingohemos comprobado lo fácil de enten-derse en relación a esas cuestiones tanbásicas como importantes (apoyo mu-tuo, reciprocidad, solidaridad...) y de-sarrollar un trabajo colectivo con ‘es-píritu comunitario’. Las nuevas gene-raciones, ya nacidas y crecidas en Eus-kal Herria, están desarrollando unamás que interesante labor de ‘puente’entre subcomunidades. De forma es-pecial (al menos en Alde Zaharra) al-gunas mujeres jóvenes vascas de ori-gen magrebí que, además, en buenaparte son las que toman y desarrollanmás iniciativas, y saben (porque co-nocen ambas) adecuarlas a modos ycostumbres compatibles entre subco-munidades.

Revisando modelos de ‘mili-tancia’: Los espacios de en-cuentro más importantesque las reuniones

Quienes podáis estar leyendo estoen el EZ probablemente seáis parte deesa cada vez más ‘extraña fauna’ que,para trasformar una realidad que de-testa, opta por ‘activarse’ y ‘militar’ enalgún colectivo político o social, dedi-cando buena parte de su tiempo a ac-tividades militantes o reuniones. Peroseguro que también hay quienes lo hi-cisteis durante mayor o menor tiempoy, luego, desengañadas, agotadas o

vencidas por el pesimismo, abando-nasteis la ‘militancia’, pero mantenéisun ‘interés desencantado’ (o cínico).Desde cualquiera de esas circunstan-cias tenemos mucho que cuestionar-nos. Porque en demasiadas ocasionesson nuestras propias formas de plante-arnos la actividad militante transfor-madora las que acaban con nosotrasmismas. Y lo que es peor, las que im-piden la creación de comunidades au-togestionadas sanas y saludables.

Por un lado, es más que llamativoque el ‘núcleo duro de la militanciapopular’, esto es, las personas más po-litizadas, aun habiéndose mostradocapaces de introducir en las últimasdécadas variaciones importantes en lasformas de intervención pública, deprotesta y propuesta, de desobedienciay contestación política... sin embargohemos variado muy poco las formasde organizar nuestra actividad mili-tante. No nos referiremos aquí a cues-tiones tan importantes como las rela-cionadas con la figura de ‘las supermi-litantes’5 o con la incongruencia entrelo que decimos y lo que practicamos6,pero que se centran en el ombligo deese ‘núcleo duro de la militancia’.

Queremos referirnos al modo ymanera de encontrarnos para desarro-llar nuestra autogestión comunitariavecinal. Seguimos pensando en rom-per con el ‘afuera’ y ‘adentro’, y en quepara construir comunidad vecinal au-

togestionada no vale ‘salir a la callecon ojos y oídos abiertos’... para luegoretornar a nuestros txiringuitos-labo-ratorios a decidir a nuestro ‘modo ymanera’ (resumámoslo en ‘modeloreunionitis’) lo que conviene. O no só-lo así. Ni tan siquiera principalmente.A algunas nos va a costar (nos está cos-tando) abandonar en esto tambiénnuestro ‘espacio de confort’, pero hayque insistir en ello. Entre otras mu-chas razones, por una principal: ese es-quema de funcionamiento no es váli-do para la gran mayoría de personasque podrían/querrían tomar parte enla construcción y mantenimiento deesa comunidad vecinal autogestiona-da.

No hay ‘manuales’ para ello, perocontamos con algunas pistas. Hay es-pacios de encuentro cotidiano dondeparticipamos y surgen de forma es-pontánea problemas, necesidades ydeseos... y a menudo no los aprove-chamos para plantear respuestas veci-nales autogestionadas, aunque no use-mos esa palabra. Por ejemplo, patiosde escuela donde se encuentran perso-nas de las distintas subcomunidades yse ponen en común informalmenteproblemas que afectan al vecindario oparte de él; parques y plazas donde seconocen y entablan relación perfilesdistintos de vecindario, pero a menu-do con ‘problemáticas’ similares(crianza, dependencias, cuidados,

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ocio...), o reuniones anuales de portaldonde ir introduciendo cuestionesdistintas a las habituales y más centra-das en cómo hacer frente a necesida-des vecinales cotidianas (problema demovilidad o aislamiento; cuidado demenores o mayores...). Son espaciosdonde se da el encuentro, que noaprovechamos.

Pero probablemente se trate tam-bién de impulsar lugares y espacios pa-ra un encuentro más distendido o me-nos formal. Conocemos experienciaspositivas de té-encuentros entre perso-nas de distintos orígenes; de intercam-bio de conocimientos, habilidades ovivencias entre generaciones distin-tas... No habría que olvidar tampocoque generalmente contribuye más a laconstrucción comunitaria el compar-tir momentos festivos de encuentro ydiálogo que las actitudes de militanciaabnegada sin tiempo para compartiralegrías, tristezas o ilusiones. Poner enmarcha entre todas una Auzoetxea7, yconvocar, al menos trimestralmente,una asamblea vecinal de encuentro,pueden ser dos ideas más de espacios ymomentos de encuentro.

Para todas esas que lleváis ya untiempo pensando qué mierda es estoque estáis leyendo, volvemos a insistir:nuestra apuesta, ante la ofensiva que elneoliberalismo capitalista en su últimafase está llevando a cabo es por la co-munidad vecinal autogestionada. Y

partimos de que hay que empezar porconstruir esa comunidad. Y ésta no seconstruye por ‘decreto autogestiona-do’, sino que requiere sus modos y sustiempos.

La cuestión de los ritmos,los plazos y las miradas

Y es que, a veces, cuando llega lahora de pasar a la práctica, parece quenos dejamos arrastrar por los temposcapitalistas y nos pueden las prisas... ylo que es peor, el ansia por alcanzar rá-pidamente objetivos y resultados. Es-to, que parece más la descripción delfuncionamiento de cualquier empresaneoliberal al uso, no se diferencia tan-to de lo que puede verse y escucharse,con otras palabras, en los plantea-mientos de no pocas gentes autoges-tionadas. En estos marcos hoy en díaes difícil hacer planteamientos quetengan como referencia temporal al-gún objetivo que vaya más allá del ho-rizonte temporal de un año. Esa iner-cia, bastante enquistada, nos impideanalizar la realidad con las perspectivade ‘los tiempos largos’, y causa ciertadesazón o desánimo cuando no obte-nemos ‘resultados concretos’ en el cor-to plazo.

Pero es que la parte más militanteo activista de la comunidad vecinal enciernes, si está realmente decidida ahacer una apuesta de fondo por el de-sarrollo de esa comunidad y no por el

mero activismo colectivo, deberíaadaptarse al ritmo y a las prioridadesque el conjunto de ésta precise. Laconstrucción comunitaria debe ilusio-nar, pero esa ilusión no debería basar-se tanto en la consecución de grandesretos que disfrutar a corto plazo, comoen la consciencia de estar sembrandouna semilla que puede necesitar detiempos largos para dar sus frutos. Ycuando el vecindario no militante co-mience a tomar parte activa, el mili-tante debería hacerse a un lado, parapermitir ese proceso, dedicándose aacompañarlo, sin tutelas.

En esa línea, saber entender las di-ferentes fases y momentos que precisatodo proceso de construcción comu-nitaria será probablemente otro de losgrandes retos a los que habrá que en-frentarse. Porque en esta dinámica decaminar al ritmo de quien más lento ca-mine (siempre que esté en movimien-to), vamos a pasar por distintas fases ymomentos, tanto en lo personal comoen lo colectivo.

Quien hoy más energías aporte a locolectivo, mañana puede encontrarseen una coyuntura personal que requie-ra centrar su atención en cuestionesmás personales (maternidades y pater-nidades, cuidados de nuestras perso-nas mayores, búsqueda de viabilidadeconómica a situaciones personales decarencia de ingresos...) y, por lo tanto,una disminución de su presencia en

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las actividades colectivas. Por otra par-te, es normal (y hasta sano) que hayamomentos en los que se practique elbarbecho (o descanso, tanto personalcomo colectivo), bien porque se acu-mule cansancio, se generen dudas o serepitan dinámicas que conduzcan auna pérdida de ilusiones. Todo elloson procesos lógicos en un organismovivo, que es lo que se pretende que seala comunidad vecinal. Son las distin-tas fases personales y colectivas que sedan en todo proceso de largo recorri-do. Y sería importante saber distinguirsi una ausencia de frutos en el cortoplazo es consecuencia de un terrenoconvertido en erial por sobreexplota-ción, o de una fase de barbecho nece-saria para recuperar esa riqueza perdi-da. El problema de estas distintas fasesno es que sucedan, sino contar con lasherramientas adecuadas para que noprovoquen una ruptura del proceso.Algunas de esas herramientas esencia-les son la rotación en tareas y asunciónde responsabilidades y el relevo orga-nizado de quienes precisan un tiempode repliegue personal, para que unacoincidencia temporal en estas situa-ciones no provoque sensación de des-bandada ni trastoque en lo fundamen-tal la marcha de un proceso que nopuede depender de imprescindibles.

Saber defender lo ya conseguido

En la misma medida que la auto-gestión vecinal vaya ganando espacios,implicaciones y convencimientos en-tre la población del barrio, al mismotiempo generará inquietud entre lasinstituciones. No sólo porque las ini-ciativas vecinales autogestionadascuestionan o chocan con los planesmunicipales para nuestros pueblos ybarrios, sino porque, además, son uncuestionamiento directo de la depen-dencia a la que esas instituciones quie-ren someter a las poblaciones. Si el ve-cindario aprendemos a organizarnos,y comprobamos que mediante elloconseguimos hacer frente a nuestrascarencias y necesidades, y realidad al-gunos de nuestros sueños, probable-mente comencemos a cuestionarnos

colectivamente para qué queremosunas instituciones que habitualmenteno sólo no nos tienen en cuenta, sinoque, además, actúan contra nuestrosintereses.

Por eso, cuando la autogestión flo-rece, algunos estamentos oficiales seponen muy nerviosos y tratan de con-trolarla, ya sea eliminándola, demoni-zándola o, más sutilmente, ‘acercán-dola al redil normativizado’ medianteengaños, hasta convertirla en otra cosa(cogestión, cesión… distintas formasde sucumbir en mayor o menor medi-da al control institucional)… O aca-bando con ella por agotamiento des-pués de someterla al marasmo buro-crático que trunque los sueños e ilu-siones de la más pintada.

Desgraciadamente suelen ser lasformaciones políticas autocalificadasde progresistas las que más impulsanestas ‘vías de entendimiento’ entre loinstitucional y lo popular, pues son lasque más cuestionadas se sienten antela autonomía de actuación de las clasesmás populares, a quienes dicen repre-sentar. Es por ello que, cuando se pro-duzcan esos ataques, más importanteque el mantenimiento numérico delos espacios autogestionados (que real-mente lo es) es la defensa de su carác-ter comunitario popular y autogestio-nado. En la no renuncia a las caracte-rísticas que la definen está una de lascuestiones básicas que decidirá la posi-bilidad o no de futuro de esa comuni-dad vecinal autogestionada. Desde es-te marco tiene sentido afirmar que, aveces, la mejor forma de avanzar es noretroceder.

No es sólo ni principalmente unacuestión ideológica. Para el vecindarioen general va a ser una cuestión de su-pervivencia.

La ‘condena’ a la comunidad vecinal autogestionada

Como decíamos al inicio, en unfuturo no muy lejano las poblaciones,también en esta parte del planeta, sólovamos a contar con nuestra capacidadde autoorganización para hacer frente

«Más impor-tante que elmanteni-

miento numérico delos espacios auto-gestionados (querealmente lo es) esla defensa de su ca-rácter comunitariopopular y autoges-

tionado.

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a nuestras necesidades (aun las más bá-sicas) y para cuando llegue ese momen-to va a ser fundamental haber desarro-llado en lo posible la capacidad de au-togestión comunitaria.

Allá donde hoy en día el neolibera-lismo está actuando más salvajementey los gobiernos populistas le allanan elcamino y le sirven de coartada, las po-blaciones organizadas están sabiendoconstruir sus propios caminos. Así noslo cuenta, por ejemplo, Lucía Linsala-ta8:

Lejos de ser un rasgo exclusivo de lasformas originarias de gobierno local dealgunos pueblos indígenas de Bolivia, laauto-organización comunitaria para losfines más diversos -pero sobre todo, parala reproducción y el cuidado de la vida-ha sido y sigue siendo un elemento distin-tivo de la cultura política y del hacer co-tidiano de las mujeres y de los hombresbolivianos de abajo (tanto de las comuni-dades indígenas y campesinas, como debuena parte de las clases trabajadorascholas y mestizas del país).

Por debajo, y frecuentemente en con-tra, de las formas de socialidad y de lasprácticas de despojo, cercamiento, explo-tación, dominación y disciplinamientocultural impuestas por los procesos de co-lonización y la lógica capitalista de orga-nización de la vida social; en las historiaslargas de las resistencias y en los tiemposheterogéneos y diversos que marcan el te-jerse cotidiano de la vida y su constantereproducción, las mujeres y los hombresbolivianos de a pie han tenido la habili-dad de conservar, cultivar y, en muchoscasos, recrear por completo entramadosasociativos, lógicas de cooperación social yformas de gobierno local, centradas en lacapacidad de producir en común la solu-ción a múltiples problemas o aspectos desus vidas materiales, y auto-regular así elsentido y los ritmos de las mismas

No son meras ideas o deseos, sonrealidades. No extrapolables tal cual,pero sí para tener muy en cuenta a lahora de afrontar el reto de construiruna comunidad vecinal popular auto-gestionada.

Antonio Escalante

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NOTAS:

1. Casco Viejo de Vitoria-Gasteiz: ¿Dela práctica de la autogestión colectiva ala Comunidad Vecinal autogestionada?https://kutxikotxokotxikitxutik.files.wordpress.com/2017/09/casco-viejo-de-vito-ria-gasteiz-de-la-prc3a1ctica-de-la-au-togestic3b3n-colectiva-a-la-comunidad-vecinal-autogestionada-2.pdf2. Gasteiz es una ciudad de 250.00 ha-bitantes. El Casco Viejo (el origen me-dieval de la ciudad) acoge a 8.500 per-sonas, duplicando al menos las tasas dela ciudad en unidades familiares depen-dientes de ayudas sociales, de personasvecinas de origen extranjero y de unida-des familiares unipersonales, de vivien-das en alquiler... La antigüedad mediade sus casas es superior a los 100 años yla tasas de viviendas en alquiler el triplede la media de la ciudad. Por su orogra-fía y trazado original carece práctica-mente de espacios verdes o plazas y zo-nas abiertas. 3. El batzarre es la forma de denomina-ción de la asamblea popular que secu-larmente han venido practicando las po-blaciones vascas, especialmente alládonde tenían lugar formas de gobiernopopular como el Concejo Abierto; estamisma denominación se utiliza en la ac-tualidad allá donde se practica algunaforma de asamblea vecinal.4. El auzolan es la forma de trabajo po-pular colectivo, no retribuido y obligato-rio (compromiso colectivo de participa-ción asumido por todas las partes) quetradicionalmente se ha utilizado en Eus-kal Herria. En la actualidad ese concep-to abarca también a cualquier tipo de

trabajo popular colectivo no retribuido,aunque no sea obligatorio.5. Egin Ayllu, que en un mezcla deeuskera y quechua significa “hacer co-munidad”, fue un colectivo vecinal delCasco que durante su existencia (2007-2014) tuvo un especial papel dinamiza-dor en las dinámicas vecinales que sedesarrollaron, buscando a través delasamblearismo y la autogestión el im-pulso de una comunidad vecinal quedecidiera y creara su presente y futuro.Para conocer más a fondo: https://lagen-terula.wordpress.com/ 6. Sobre esta cuestión nos parece muyinteresante y valiente el artículo de Ruy-man Rodríguez “Cruzar el Rubicón”,disponible, entre otros sitios, enhttp://kaosenlared.net/cast-cruzar-el-ru-bicon/ Hace ya años que Terra Cremada publi-có un muy recomendable texto al res-pecto, titulado Autogestión de la miseriao miserias de la autogestión, https://te-rracremada.pimienta.org/autogesti%C3%B3_cas.html 7. Una Casa-Centro de Encuentro delbarrio.8. Lo Comunitario-Popular como cues-tionamiento práctico a la ModernidadCapitalista. Enseñanzas de las mujeres yde los hombres bolivianos de abajo, Pa-carina del Sur [En línea], año 4, núm.16, julio-septiembre, 2013; disponibleen http://www.pacarinadelsur.com/ho-me/abordajes-y-contiendas/757-lo-co-munitario-popular-como-cuestiona-miento-practico-a-la-modernidad-capi-talista-ensenanzas-de-las-mujeres-y-de-los-hombres-bolivianos-de-abajo?ml=1