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El nuevo compañero que era un poco rarito

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"El nuevo compañero que era un poco rarito"

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“El nuevo compañero que era un poco

rarito”

El nuevo compañero que era

un poco rarito

Aquel día amaneció soleado, el despertador marcaba las 7:30 h. de la mañana, y con ese horrible sonido que tienen casi todos los despertadores, se despertó de repente Jung Li.

- Jung Li: Vaya, ya es la hola de levantalse, y además, hoy es mi plimel día de cole.

- Mamá Li: Vamos aliba, es hola de levantalse, te espelan tus nuevos compañelos del cole, pelo plimelo debes desayuñal.

Y os preguntareis por qué hablan así, Jung Li y su madre, y es porque eran chinos, sí, chinos de China, un país de Asia, un país muy, muy lejano, por eso pronuncian la “r” como una “l”, y es muy divertido escucharlos, pero seguimos con la historia de Jung Li en su primer día de cole.

Una vez que Jung Li desayunó, cargó su mochila con todo lo que pensaba que necesitaría para su primer día de cole: un lápiz, una goma, un sacapuntas, una libreta de pautas, una barrita de pegamento, unas tijeras y una cajita de lápices de colores, por si había que colorear algo.

El cole no estaba lejos, solo había que subir la calle, girar en la tercera esquina a la derecha y allí estaba, en la Plaza de los “gatos comilones”, aunque su verdadero nombre no era ese, sino el de “Plaza de los Escolares”.

Y os diréis y preguntaréis que, por qué se le llamaba con aquel nombre tan curioso a la plaza. Pues su explicación tenía y esa era que había muchos gatos que se acercaban hacia un lado de la plaza que estaba junto al muro del cole y, por allí algunos chicos y chicas desobedecían a sus madres, dejando caer parte del bocadillo que éstas les habían preparado, dando así de comer a algunos pobres gatitos que no tenían hogar.

Bueno, centrémonos en nuestro amigo Jung Li y su primer día de cole.

Llegó temprano, sobre las 8:40 h. y las clases no comenzaban hasta las 9:00 h. En cuanto llegó, se colocó frente a un cartel en el que se leía “alumnos de 2º C” y esperó a que llegaran más chicos y chicas. Pronto comenzaron a llegar niños y niñas que se colocaban tras él. Todos estaban muy contentos y charlaban y charlaban contando cosas, juegos o viajes que habían hecho durante las vacaciones de verano. Todos charlaban y reían, pero ninguno de ellos le dedicó ni una sola palabra, como mucho, le miraron con ojos, como de curiosidad y extrañeza, como

preguntándose quién era ese chico tan rarito.

De repente llegó una mujer alta y muy bien vestida, traje de chaqueta rojo y pañuelo en el cuello. Debía ser y era la maestra Conchi.

- Maestra Conchi: Buenos días chicos, me alegro de veros otra vez. Nos ponemos todos en fila, muy derechitos y me seguís, pero recordad que no se empuja ni se juega cuando se camina en fila.

- Chicos y chicas: ¡vale, vale maestra, vale!

Todos siguieron a la Maestra Conchi hasta el aula donde un cartelito ponía 2ºC y entraron corriendo para pillar un asiento al lado de su amigo o amiga preferida. Todos menos uno, Jung Li que se quedó boquiabierto viendo como todos corrían para sentarse. Él pensaba que a los demás niños tampoco les gustaría venir al cole, pero se les veía muy contentos a todos y, no se lo explicaba.

La maestra Conchi pasó lista y cuando llegó al nuevo, Jung Li, paró de recitar nombres y dijo:

- Maestra Conchi: ¡Atended un momento! Os presento a un nuevo compañero, se llama Jung Li. Es de China y apenas hace un mes que ha

llegado al pueblo, pero según veo aquí en mis notas, sabe leer y escribir bastante bien nuestra lengua. Anda y siéntate con Javi que tampoco tiene compañero.

La primera parte de la mañana pasó rápida.

Entre pasar lista, colocar las cosas para trabajar en el cole y contar algo de los momentos vividos en las vacaciones, llegó el mejor momento de toda la mañana, “el recreo”. De nuevo se pusieron todos en fila y al recreo. Allí cada uno buscaba a sus mejores amigos, de su clase o de otras clases.

Pronto todos encontraron con quien correr, con quien jugar, todos menos nuestro nuevo amigo Jung Li que se quedó en un rincón del patio, apartado de todos y mirando cómo todos los niños y niñas corrían y se divertían gritando de acá para allá, y no porque no se le apeteciera jugar y correr con todos ellos, pero… no tenía amigos ni amigas y entre otras cosas porque nadie se le acercaba ni siquiera a hablarle, e incluso escuchó a algunos decir

_ ¿Pero quién es ese niño con ojos tan raros y con ese color de piel tan amarilla que parece un flan de vainilla?

Jung Li estaba algo triste viendo como

todos se divertían y, mirando de un lado a otro observó como otro niño, de una edad similar a la suya también estaba solo, en una esquina del patio. Tampoco jugaba, tampoco se divertía y, además le estaba mirando. De repente se levantó y se dirigió hacia donde él estaba sentado y le preguntó:

- Juan: Hola, ¿Cómo te llamas?

- Jung Li: Me llamo Jung Li. - Juan: ¿De dónde eres?

- Jung Li: Soy de China.

- Juan: Ya decía yo que de aquí no eras, porque eres un poco diferente, tienes los ojos algo raritos y además eres muy amarillo.

- Jung Li: En mi país somos todos así, y además a mí me palecéis lalos todos vosotlos.

- Juan: ¿Y por qué no juegas con nadie?

- Jung Li: Es que no tengo amigos, ¿y tú? - Juan: Yo tampoco tengo - amigos. ¿Quieres ser mi amigo? - Jung Li: Clalo que sí, ¿Y tú quieles sel mi amigo?

- Juan: Sí, yo también seré tu amigo. Oye Jung, ¿por qué no me cuentas cosas de tu país?

Y entonces, los dos nuevos amigos comenzaron a hablar y hablar, pero también reían y reían. Parecía que se divertían mucho, tanto que al poco tiempo se acercaron algunos niños al principio y niñas después, llamados por la curiosidad que les provocaba las risas del niño nuevo y de su amigo.

- Niña 1: ¿De qué os reís? - Niña 2: ¿Podemos enterarnos? - Juan: Claro que sí, son de las cosas que me está contando mi amigo Jung, son historias de su país. Son muy divertidas. Cuéntaselas Jung.

Y Jung comenzó a contar historias de su país, China, un país que estaba muy, muy lejos, historias que contaban cómo eran las costumbres de allá, sus comidas…, cómo eran sus colegios y sus maestros, historias que hacían ver que teníamos cosas diferentes, pero que también teníamos muchas cosas iguales, muchas cosas en común.

Todos se divirtieron mucho y rieron tanto que,

desde entonces, Jung y Juan tuvieron muchos amigos con los que compartirían buenos momentos tanto en clase como en el patio del recreo, porque aunque eran algunas las cosas que les diferenciaban, como el país de donde venía, el idioma que allí

se hablaba, la ropa que se vestía o incluso el color de la piel, siempre habría muchas más cosas que les uniría, muchas más cosas que compartir, juegos, risas… porque al fin y al cabo todos eran niños y “todo” podrían compartir.

“Todos somos diferentes …

todos somos iguales”

“Todos los niños son iguales y deben

disfrutar de todos los derechos

sin importar su sexo, nacionalidad,

raza, religión, idioma…”

Antonio Rosado

Dibujos: Gema García y Aitana Pichardo

Colaboran: alumnos de 2º C del CEIP “San Sebastián”

Rociana del Condado