cuatro viajes a la amazonía boliviana

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    Foro Boliviano sobre Medio Ambiente y DesarrolloCalle Colon 161 Edicio Barrosquira Piso 10Telfonos (591-2) 2315058 y 2315059Correo electrnico: [email protected]

    Diseo y diagramacin: Marco Alberto Guerra M.

    Vera Tyuleneva, 2010 fobomade, 2010

    Primera edicin: octubre de 2010

    D.L.: 4-1-1982-10ISBN: 978-99954-789-0-2

    ImpresinImprenta ZeusCalle Almirante Graun N 739

    Telfono (591-2) 2243435

    Impreso en Bolivia

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    a Mariana Creimerman

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    ndice

    PresentacinPablo Cingolani....................................................................................................... 9

    PrefacioIsabelle Combs....................................................................................................... 11

    Nota preliminar de la autora .............................................................................. 15

    Captulo 1Prospeccin arqueolgica y nuevos hallazgos de arte rupestreen los departamentos Beni y Pando, Bolivia. 2004 ........................................ 19

    Captulo 2

    Investigacin antropolgicay prospeccin arqueolgicaen el departamento de Beni, Bolivia. 2005...................................................... 27

    Captulo 3

    La tierra del Paititi y el lago Rogoaguado. 2006.............................................. 35

    Captulo 4Apolobamba:zona de contacto entre la Sierray los Llanos Amaznicos. 2007......................................................................... 85

    Bibliografa ........................................................................................................... 141

    Lminas ................................................................................................................. 157

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    Presentacin

    No hay silencios denitivos en la historia, ni vacos incapaces de ser llenados.Hay una historia ocial y hay una historia de los vencidos. Esta ltima perduraen la memoria y la conciencia colectivas. Es algo muy difcil de borrar, porque lallevamos dentro de nosotros mismos. Cada pueblo, cada grupo humano, poseeuna historia, porta un pasado, y ms all de que no est escrita, ni investigada, nipublicada, esa historia existe.

    Esa historia es como la sangre, late en nosotros, aunque a veces no lo sepamos,lo olvidemos o no nos importe, pero siempre vuelve a recircular, a arreciar yaparecer cuando sus herederos, sus portadores, se ponen de nuevo a caminar porella, cuando los pueblos activan esa herencia y se movilizan y vuelven a recorrerde nuevo sus esencias, su sentido de estar y ser en el mundo que brilla en el fon-do de su alma compartida. A esa historia no se la puede renunciar. Mejor dicho,no deberan existir motivos para que eso suceda.

    Este libro, cuya autora es la antroploga e historiadora Vera Tyuleneva, una com-paera de origen ruso que radica hace una dcada en Cusco, Per, es un estudiosobre varios temas fundamentales de la historia de la Amazona boliviana, desde

    los tiempos prehispnicos hasta nuestros das.

    Es una contribucin sustancial que ayuda a entender la problemtica de los pue-blos originarios de la Amazona, a verlos a partir de su pasado y de su presente.

    El libro combina elementos del trabajo clsico de archivo, propio del historiador,con labores de campo arqueolgicas y con recopilacin antropolgica de losmitos y tradiciones entre los herederos y sobrevivientes de los pueblos indgenasque habitaban la Amazona en el lejansimo siglo xvi y antes.

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    La recuperacin de los mitos concuerda perfectamente con la necesidad de siste-matizar y dar a conocer el pasado amaznico, una tarea inmensa que se opone alos designios de aquellos que han querido convertir, sea por prejuicio o por algn

    tipo de inters, a la Amazona en un territorio sin historia.

    El mito expresa de manera simblica la memoria colectiva, la memoria que actano slo en el tiempo sino tambin en el espacio. La herencia que atesoran losmitos es el fundamento rotundo de la defensa de la territorialidad de los pueblosnativos. El aporte fundamental de este libro es permitirnos ver cmo las tradi-ciones, las herencias y los valores del pasado pueden ser negados, contradichoso amenazados en el presente.

    Hoy en da la supervivencia de los pueblos indgenas amaznicos est ms enentredicho que nunca, dadas las tensiones econmicas y geopolticas que atravie-san sus territorios ancestrales. Si esas tensiones antes provocaron genocidio, hoypromueven etnocidio, que implica una muerte cultural, lenta y dolorosa, con laprdida de la memoria colectiva y de la historia tnica. Es por eso que se publicaun libro de investigacin histrica en el marco de un proyecto mayor de defensade los derechos de los pueblos indgenas en situacin de extrema vulnerabilidady de aislamiento de las regiones amaznicas bolivianas. Ellos son sobrevivientes

    de las sucesivas invasiones y colonizaciones que asolaron las tierras bajas deSudamrica a lo largo de varios siglos. Ellos fueron vctimas de devastadoras ac-ciones de irracional explotacin de los recursos naturales de la oresta y siguenall, a pesar de todo, para testimoniarlo.

    No debera haber silencios ni vacos, decamos. Quisiramos que al publicar ydifundir esta obra, se rinda a los pueblos indgenas de la Amazona el homenaje y

    el desagravio histrico que siempre han merecido. La recuperacin de su historia

    aporta aunque sea un destello de luz en la reparacin de esa injusticia que losaos y los hombres han cometido.

    Esta edicin es un paso hacia una historia amaznica nueva, una historia que,sobre todo, deben seguir escribiendo los propios pueblos indgenas. Atesoramosla esperanza de que estas pginas nos procuren a todos la necesaria fuerza decorazn y de accin para que la parte trgica del pasado amaznico no se repitanunca ms.

    Pablo CingolaniRo Abajo-Bolivia, agosto de 2010

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    Paititi! Una tierra fabulosa escondida al este del Cusco; un nombre que, al igualque los de Omagua o de la Canela, del Dorado o de la Sierra de Plata, pobl lossueos de aventureros y exploradores; un espejismo siempre desvanecido, jamsencontrado, donde oro y plata, diamantes o especies esperaban, siempre msall, al ms audaz o al ms afortunado. Una bsqueda incansable que fue unode los ms poderosos motores de exploracin y conquista de la Amrica de lostiempos coloniales.

    Seguir buscando esta Tierra Rica o esta Noticia, como la llamaban los con-quistadores, puede parecer sueo de loco para muchos: el Paititi no existe, noms que los pueblos de enanos negros o las fieras amazonas que pueblan las cr-nicas coloniales, no ms que el Edn que buscaba Coln. Puede ser, para otros,una aventura digna de Indiana Jones, en pos de fabulosos tesoros escondidosen la selva, y jams encontrados. Pero ciertamente, aparte de gloriosas excep-ciones como la obra de Roberto Levillier, la bsqueda del Paititi poco tuvo que

    ver con la ciencia histrica y el tema fue, como lo recalca la autora de este libro,injustamente excluido de los campos acadmicos: una injusticia que la obraque tengo el gran gusto de presentar logra felizmente reparar. Pues mito tal vez,utopa de cinco siglos que cruz y mezcl inextricablemente sueos y tradicionesindgenas y europeas, el Paititi fue y es tambin ms que eso: es un nombre queescucharon los primeros conquistadores de boca de los indgenas, fue algo que,como un imn, actu acercando las tierras bajas y los Andes. Es una realidad, ouna creencia hecha realidad, que tiene races histricas.

    En busca de estos orgenes parti Vera Tyuleneva, desde Rusia hacia el Cusco,desde el Cusco hasta la Amazona boliviana. Hizo suya, de cierta manera, la

    Prefacio

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    afirmada intencin del erudito franciscano Nicols Armentia: ya que tantasangre y dinero se ha gastado en la busca de este fabuloso Imperio, que tantasexpediciones se han hecho para su conquista, no creemos intil averiguar el

    origen del rumor y fama que por todas partes corra acreditada, llegando aseducir a los hombres ms serios, al extremo de lanzarse a empresas las msaudaces y difciles.

    Aunque la investigacin todava contine, dio sus primeros frutos, reunidos hoyen este libro bajo la forma de varios artculos e informes escalonados desde2004 hasta 2007. Sin pretender resumirlos en esta presentacin dejo al lectorel gusto de descubrirlos, s debo y quiero enfatizar algunos aspectos de estetrabajo. Muy en boga estn hoy en da las investigaciones pluri o multi dis-ciplinarias, que renen a varios especialistas alrededor de un mismo tema conresultados que no siempre estn a la altura de las esperanzas. Antroploga e his-toriadora de formacin, Vera Tyuleneva no dud en incursionar en los camposde la arqueologa, la geografa o la lingstica. Como una verdadera heredera delos savantsdel siglo xix, ech mano a cunta disciplina la poda ayudar, y lo hizobien. Logr traspasar as las tan artificiales pero tambin tan duraderas barre-ras erigidas entre campos acadmicos, porque su tema as lo requiere: el Paitities, para emplear la clebre expresin de Mauss, un fenmeno social total, e

    investigarlo requiere, de la misma manera, una mirada total, abierta y atenta acunto aporte puede surgir.

    Ms an, Vera logr traspasar tambin otra barrera, muy cuestionada por cierto enla actualidad pero jams completamente superada, entre el mundo de las tierrasbajas y el de los Andes. Las primeras menciones del Paititi provienen del Cusco,y del Cusco tambin partieron las primeras exploraciones en su bsqueda; fueronprecedidas, por cierto, por numerosas expediciones incas al este de los Andes. Pero

    el Paititi tambin fue buscado desde abajo, desde tan lejos como Santa Cruz de laSierra o Cochabamba. Las noticias son a menudo convergentes, y apuntan todasa esa tierra del medio entre llanuras y sierras. Rastreando las incursiones incashacia el oriente acaso el Paititi no es, para muchos, la tierra donde sobrevivierona la conquista espaola los incas selvticos?, Vera tambin acompa en susrecorridos a los Peranzures y Maldonado desde Cusco, sin perder de vista a losSols Holgun y dems Mate de Luna que hacan lo propio desde Santa Cruz. Con-front estos relatos con la realidad del terreno, y con los vestigios arqueolgicos ytradiciones orales que todava existen en Mojos, en Apolobamba, en el Cusco o enExaltacin. El ttulo de su ltimo ensayo habla por s solo: Apolobamba, zona decontacto entre la sierra y los llanos amaznicos

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    13prefacio

    Si bien en un inicio la autora se dej llevar por las hiptesis de Roberto Le-villier, para quien el Paititi se ubicaba en la Sierra de los Parecis en el estadobrasileo de Rondonia, su trabajo posterior la gui hacia otras interpretaciones

    y pistas. Influencia guaran sobre las creencias mojeas en la Loma Santa, que asu vez habran entrado en colusin con mitos andinos? Ruta de los jesuitas,como un recuerdo de los senderos y pistas que unan en tiempos prehispnicosla sierra y los llanos? Una pista sobre todo se perfila cada vez con ms insistencia:confrontando minuciosamente las crnicas coloniales con los relatos y mapasms detallados de los exploradores del siglo xix, Vera apunta al lago Rogoagua-do como una de las probables races histricas del mito del Paititi, hiptesis queviene afinando sobre la base de campaas arqueolgicas y tradiciones orales. Delos aos de investigacin dedicados al Paititi, otra conclusin crucial se despren-de: el trmino muy probablemente no sea de origen andino (aymara o quechua),sino que tendra su origen en las tierras bajas de la actual Bolivia.

    Dejo a cada lector el cuidado de descubrir, compartir o discutir cada uno de losmuchos datos que ofrece este libro. Slo quisiera agregar una cosa ms, tal vezla ms relevante, para terminar. Son muchos los aventureros de toda clase quesiguen hoy empecinados en descubrir la Tierra Rica, o las empresas tursticasque quieren atraer a sus clientes con este espejismo; son menos, pero s varios,

    los investigadores arquelogos, historiadores o antroplogos que estn persi-guiendo hoy las huellas del Paititi. Yo soy una de ellos. Comparto con la autorade este libro el buscar en las tierras bajas las races histricas del Paititi; pero esun hecho que, sea por mi formacin, mis intereses o mis fuentes, discrepo conella en cuanto a la direccin que debera tomar la investigacin. Y felizmente, esono importa. Lejos de la habitual y demasiado corriente mezquindad acadmica,logramos discutir, intercambiar datos, prestar atencin a otras ideas. Vera mani-fest en este dilogo la misma apertura que demostr en sus trabajos, y eso no

    tiene precio. Pues algo s compartimos con seguridad en esta infatigable bsque-da del Paititi: que lo ms importante tal vez no sea la meta, sino el camino quese recorre. Un camino que Vera nos invita ahora a recorrer, desde Cusco hastaExaltacin, desde los incas hasta los pueblos indgenas contemporneos, en unaaventura que no tiene nada que envidiar a las trepidantes expediciones de antaohacia la Noticia.

    Isabelle Combsifea/umifre n 17cnrs/mae

    Santa Cruz, Bolivia

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    Este libro, ms que una slida monografa, es un compendio de datos, reunidosen el transcurso de cuatro temporadas de campo en las regiones amaznicasde Bolivia, y organizados en cuatro informes-artculos independientes. Algunosde estos datos estn procesados, sistematizados y acompaados de comentariosanalticos, otros quedan como mineral en bruto que, espero, puede ser de uti-lidad para otros investigadores.

    El impulso inicial para estas excursiones ha sido mi persistente curiosidad por laleyenda sobre la fabulosa tierra del Paititi, buscada desde el siglo xvi hasta nues-tros das. Esta curiosidad me llev, paso a paso, desde el Cusco, la antigua capitalInca, donde la leyenda del Paititi sigue floreciendo y encendiendo pasiones, hastala Amazona Boliviana tierra que, sospecho, dio origen a esta centenaria noticiarica. Y, como era de esperar, la realidad amaznica result mucho ms rica quetoda noticia rica e infinitamente ms compleja que una simple respuesta a una

    sola pregunta.

    En el libro ustedes encontrarn notas tomadas al estilo un tanto anticuado: elmaterial etnogrfico y tradicin oral se intercalan con observaciones sobre sitiosarqueolgicos y con referencias al trasfondo histrico que permite crear un pa-norama relativamente coherente de las culturas nativas a travs del tiempo. Seasemeja en este sentido a los apuntes de los viajeros decimonnicos que hacanuso de cuanto detalle, episodio o cuento caa en sus manos, sin reparar muchoen un tema u objetivo concreto. Por ms que cada uno de los cuatro viajes tenaun fin y un plan determinado, siempre en su trayecto se acumulaban muchosretazos sueltos de informacin de diferente ndole, que prefer poner en papel

    Nota preliminar de la autora

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    inmediatamente para dejarlos a disposicin pblica, en vez de guardarlos paraun futuro indefinido, hasta que pudieran eventualmente encajar en algn nuevoesquema o plan.

    Si bien, la antropologa y la historia constituyen parte de mi formacin acad-mica, en la arqueologa no soy ms que una voluntariosa amateur, y les pido alos lectores ser indulgentes con mi diletantismo. Pero la fatal escasez de traba-jos sobre la arqueologa de la Amazona Boliviana y la vertiginosa desaparicindel patrimonio arqueolgico de la regin a causa de procesos naturales y dela actividad humana, convierte todo fragmento de informacin en un valiosoregistro.

    El libro consiste de cuatro captulos que corresponden a los cuatro viajes rea-lizados entre los aos 2004 y 2007. El primero de ellos, realizado en 2004, estdedicado en su mayor parte al arte rupestre de los ros Madera y Negro en eldepartamento de Pando, y contiene una considerable cantidad de imgenes depetroglifos. Los puntos esenciales de esta informacin fueron resumidos en unaponencia en el I Simposio de Arte Rupestre del Per.

    A partir del ao 2005 mi trabajo de campo se desarrollaba dentro del marco del

    proyecto Boliviano-Japons Mojos. La segunda temporada consisti en unveloz recorrido de un amplio territorio del departamento de Beni y de las zonasfronterizas del este de Brasil. Su finalidad era esbozar una visin panormica dela regin para poder elegir los lugares de mayor inters para las investigacionesms detalladas en los aos posteriores. De aquellas travesas an me quedanms de diez horas de grabaciones sin transcribir de la tradicin oral de Trinidad,Exaltacin, San Lorenzo y San Ignacio de Mojos.

    En el ao 2006 me concentr en los alrededores del lago Rogoaguado y del roTapado en los Llanos de Mojos. Las prospecciones arqueolgicas en esa zona,contrastadas con unos datos histricos, se cristalizaron en un extenso artculoque constituye el tercer captulo del libro. Una importante contraparte de estetrabajo es el informe del arquelogo Gori Tumi Echevarra Lpez (Echevarra2008) sobre las excavaciones llevadas a cabo por l dentro del mismo proyecto.

    En 2007 traslad el foco de mi atencin a Apolobamba en el piedemonte andino,para entender mejor las relaciones que vinculaban en diferentes pocas histri-cas los Llanos de Mojos con la sierra y las mltiples intersecciones y fusionesculturales que se formaron en este singular crisol tnico.

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    17notapreliminardelaautora

    Los cuatro captulos reproducen los trabajos sucesivos de los cuatro aos tal ycomo fueron escritos, cada uno en su respectivo momento, con mnimas correc-ciones y actualizaciones. El da de hoy varias de las ideas formuladas ah parecen

    obsoletas o incompletas, han cambiado algunas perspectivas, se han llenado mu-chas lagunas. No obstante, prefiero conservar los textos en sus versiones origi-nales porque cada uno de ellos representa un determinado hito en una secuenciacronolgica de los estudios.

    Reitero mi profunda gratitud a todas las personas mencionadas en los cuatro ca-ptulos, quienes me apoyaron en el trabajo de campo, y adems quiero agradecera Pablo Cingolani por la oportunidad de publicar este libro, a Isabelle Combspor sus amables comentarios, y al Seor de Qoyllur Riti por el infalible cumpli-miento de los deseos.

    Cusco, Agosto 2010

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    captulo 1

    Prospeccin arqueolgicay nuevos hallazgos de arte rupestre

    en los departamentos Beni y Pando, Bolivia2004

    El presente texto est basado en el informe sobre el viaje de prospeccin, reali-zado entre el 22 de Septiembre y el 15 de Octubre del ao 2004, con el propsitode localizar sitios arqueolgicos y de arte rupestre no registrados, recoger mues-tras de cermica y otro material superficial y reunir referencias acerca de otrossitios de la zona. La prospeccin abarc las siguientes ciudades y poblaciones ysus alrededores: Riberalta, Guayaramern, Villa Bella (provincia de Vaca Diez,

    departamento de Beni), Nueva Esperanza (provincia Federico Romn, departa-mento de Pando). Tambin fue hecha una breve incursin en el territorio bra-sileo a la ciudad de Porto Velho, capital del estado de Rondonia, con el fin deestablecer contactos acadmicos.

    El viaje fue respaldado por la Direccin Nacional de Arqueologa de Bolivia (di-nar) y la Sociedad de Investigacin de Arte Rupestre de Bolivia (siarb).

    Villa Bella. Afiladores. Cermica

    Villa Bella es una pequea poblacin de ca. de 30 familias ubicada en el departa-mento de Beni, provincia de Vaca Diez en la confluencia de los ros Beni y Ma-mor, con una capitana del puerto subordinado al iii Distrito Naval Madera.

    Existen dos vas de acceso al lugar desde la Cachuela Esperanza: una carretera yla va fluvial (ro Beni). El acceso por ambas vas en el presente momento es bas-tante dificultoso, porque la carretera se encuentra en un estado muy deterioradopor falta de mantenimiento, y el transporte fluvial regular no existe. Es posible

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    llegar a Villa Bella por el territorio de Brasil, por la orilla opuesta del ro Mamor,

    donde hay carreteras de buena calidad, por la ruta Guajara Mirim Vila Nova doMamor Vila Mortinho.

    Durante un da de estada en la poblacin (30 de Septiembre), fue ubicado un sitiocon tallados en la roca, posteriormente identificados por Matthias Strecker (siarb)como afiladores, nombre asignado a cavidades artificiales, tallados en roca, deforma ovalada y de tamaos diversos, que se encuentran en abundancia en diferen-tes partes de Sudamrica. Su verdadera funcin an no queda aclarada.

    El sitio est ubicado a menos de 1 km. al sur de Villa Bella y es ampliamenteconocido por sus pobladores (Lminavii:2). La roca que constituye parte de lasformaciones precmbricas comunes en la zona, es plana y horizontal, ligeramen-te irregular. Se encuentra a nivel de la tierra entre la vegetacin selvtica y estparcialmente cubierta por tierra y plantas. Los afiladores de Villa Bella sonde un promedio de 25 cm. de largo, 10 cm. de ancho y 3-4 cm. de profundidad.Estn dispuestos en una fila irregular aproximadamente en direccin norte-sury agrupados en 4 conjuntos desiguales (Lminas vii:1 yi:1-4). El largo total dela fila es 456 cm. La cantidad total de las cavidades visibles es 31. Los talladostienen bordes bien definidos y muestran muy poco deterioro. Es posible que en

    las cercanas inmediatas, bajo la vegetacin, se puedan encontrar otros gruposde afiladores.

    En la misma direccin hacia el sur de la poblacin, aproximadamente a la dis -tancia de 1.5 km. de ella, a la orilla del ro Beni, en un campo preparado paracultivos perteneciente a uno de los habitantes de Villa Bella, fueron recogidos enla superficie 14 fragmentos de cermica (Lmina I:5), dos de ellos de los bordesde los recipientes y uno del fondo. Todos los fragmentos menos uno pertenecen

    aparentemente a unos recipientes grandes utilitarios, de colores entre anaranjadoy gris claro. Un fragmento pequeo, de calidad ms fina y menor grosor, de co-lor rojo oscuro, est decorado en la parte exterior con grabados en bajorrelieve,con lneas anchas (Lmina vii:3). La muestra aparentemente proviene de unaexcavacin, aunque el dueo del terreno inform que no saba quin ha hecho laexcavacin, tampoco a que profundidad se encontraba la cermica. La muestrafue entregada a la dinaren La Paz.

    El dueo del terreno manifest que otros pobladores tambin encuentran ensus terrenos de cultivo cermica en abundancia. El mismo poblador mostr unapieza entera de cermica de color gris claro sin decoracin: un crculo plano de

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    aproximadamente 15 cm. de dimetro, con bordes bajos y un hoyo en el centro(Lmina I:6-7), tambin encontrada, segn sus palabras, en uno de sus camposde cultivo.

    Segn la referencia del Srgto. Pearrieta del iii Distrito Naval Madera, en lapoca de su servicio en Villa Bella en calidad de capitn del puerto hace variosaos, durante los trabajos de instalacin de las tuberas de agua en las cercanasde la capitana, a la orilla del ro Beni, fue encontrada una gran cantidad de frag-mentos de cermica sin decoracin a unos 3 m. de profundidad.

    Cachuela Chocolatal. Petroglifos

    La Cachuela Chocolatal es el nombre de la ltima parte de la cachuela Ribernen el ro Madera, una de las cachuelas mas extensas de la zona (cerca de 7 km.de largo), entre la comunidad religiosa Arca de No y la poblacin de NuevaEsperanza. Se ubica en la zona fronteriza entre el estado de Rondonia, Brasil, yla provincia Federico Romn del Departamento de Pando, Bolivia. La cachuelaest constituida por rocas precmbricas. La superficie de la mayor parte de lacachuela est cubierta por fragmentos sueltos de roca de diferente tamao, pero

    en algunos lugares est expuesta la superficie de la roca madre.

    En uno de los extremos de la cachuela, cerca del medio del ro, en la salida de laroca madre de consistencia muy slida, se encuentran unos petroglifos dispersosen el rea de aproximadamente 100 metros. Durante dos das de trabajo (1 y 3de Octubre) fueron halladas, fotografiadas y dibujadas 16 figuras y grupos defiguras (Lminas ii, iii, iv,viii, ix). La figura ms grande mide 80 cm. de largo(Lmina viii: 8). Los petroglifos fueron localizados gracias a la referencia del

    Ing. Fernando Saravia que haba realizado estudios geolgicos en la zona.

    La mayor parte del ao, en la poca de agua alta, los petroglifos se cubren porel agua, por lo tanto se encuentran bastante deteriorados y poco visibles. Laprofundidad de los grabados en la actualidad es menos de 5 mm. Muchos estnconservados slo parcialmente.

    En la iconografa de los petroglifos se encuentran formas comunes con otrossitios de la zona (ro Negro y ro Abun), tales como espirales, crculos concn-tricos, crculos con puntos en el centro, lneas onduladas (motivos frecuentes enel arte rupestre de diferentes partes de la Amazona). Sin embargo, hay un grupo

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    de figuras (Lmina viii: 5,6,7,8), ubicadas juntas, que muestran una iconografapoco comn. La semejanza de algunos de sus elementos con la forma de unancla sugiere su origen reciente y su posible relacin con la navegacin en los

    tiempos modernos. Una de estas figuras (N 6) se distingue de todas las demspor su mayor profundidad y mejor definicin.

    El acceso a la cachuela por el agua es sumamente difcil, pero en la poca deagua baja (meses septiembre y octubre) est abierto el acceso por tierra, por ellado de Brasil, por la carretera entre Vila Nova do Mamor y Araras. La cachuelaChocolatal est ubicada frente al desvo de la carretera, llamado Morada SolNascente.

    Segn mltiples comunicaciones de pobladores locales y personal militar, enotras cachuelas de la zona tambin existen grabados. En 1846 Jos Agustn Pala-cios, pasando la cachuela Pao Grande en la confluencia del Mamor con el Yata,apunt: Sobre los peascos de la cachuela, se ven grabados varios geroglficos yuna cruz en medio de dos PP (Palacios 1893: 28). Esta descripcin hace pensaren una figura parecida a los petroglifos de la Lmina viii: 5, 6, 7.

    Guayaramern. Tierra Negra. Cermica

    Durante la estada en la ciudad de Guayaramern, provincia de Vaca Diez, de-partamento de Beni, el da 7 de Octubre, fue ubicado un extenso yacimientode la as llamada tierra negra que es conocida localmente como fertilizantenatural, posiblemente formado por la acumulacin de sedimentos orgnicos enlugares antiguamente cubiertos por agua estancada, y hasta el da de hoy repre -senta un recurso de suma importancia para la pequea agricultura tradicional de

    la regin. El yacimiento se encuentra dentro de la ciudad, cerca de unos pozosde extraccin de arena. La capa de la tierra negra mide cerca de 50-70 cm. deespesor y yace encima del suelo arenoso. Su extensin total no ha sido posibledeterminar.

    El yacimiento es ampliamente conocido por los pobladores locales, quienes ex-traen la tierra negra para utilizarla en sus terrenos de cultivo (Lminav: 1). Enlos recientes cortes de estas excavaciones fueron recogidos unos fragmentos decermica de color gris claro sin decoracin. La muestra fue entregada a la dinaren La Paz el da 14 de Octubre. El hallazgo del sitio fue facilitado por el amableapoyo del periodista Juan Carlos Crespo. Pobladores locales han recogido varios

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    fragmentos de hachas de piedra en este yacimiento (Lminav: 2). Todo eso hacepensar que en el lugar exista antiguamente un asentamiento nativo de conside-rable importancia.

    Ro Negro Cachuela Carmen. Petroglifos

    Los das 9-10 de Octubre se hizo una breve excursin a la cachuela Carmen en elRo Negro, afluente del ro Abun en la provincia Federico Romn, departamen-to de Pando, donde est ubicado un grupo de rocas con petroglifos.

    El sitio se encuentra en el departamento de Pando, en los terrenos en concesinde la empresa maderera Pacahuaras. El transporte regular no existe. El accesoal lugar es desde el pueblo Cachuela Esperanza. En el momento de la incursinde este ao, la ltima parte de la carretera en la cercana inmediata del Ro Negro(alrededor de 8 km.) estaba en un estado intransitable.

    Anteriormente la siarb dispona de unas fotografas de los grabados, pero la

    informacin era insuficiente. En el ao 2003, por la autora del presente informefueron hechos unos dibujos parciales de dos de las superficies con petroglifos.

    En el viaje de este ao fue llevado a cabo un registro completo de todo el grupode grabados, que incluye fotos, dibujos y datos suplementarios.

    Los grabados se encuentran en tres rocas grandes de aproximadamente 4 a 6m. de largo y 3 m. de alto, a la orilla derecha del ro Negro. Hay figuras aisladasy superficies grandes totalmente cubiertas de diseos. El conjunto ms grandemide 390 cm. de largo. Todos los grabados estn en las superficies verticales delas rocas, algunos de ellos en los lados orientados hacia el ro, otros hacia la orilla.

    En total, junto con los conjuntos registrados el ao pasado, contamos 7 figurasaisladas y superficies grabadas (Lminasvi, xyxi).

    Los grabados, en su mayor parte, estn bastante deteriorados a consecuencia de va-rios factores destructores naturales y de la actividad humana. Casi todas las super-ficies estn cubiertas de musgos y lquenes, el lugar es sumamente hmedo. En lapoca de agua alta, la parte inferior de las figuras se cubre por el ro. En pocos casosla profundidad de los grabados excede 1 cm. Los bordes estn muy deteriorados.

    En el conjunto de figuras registrado el ao pasado, en esta ocasin encontramosunos indicios claros de intervencin humana reciente. Alguien aparentemente

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    haba tratado de limpiar las figuras para hacerlas ms visibles raspndolas conuna herramienta. Eso en algunas partes ha llevado a una notable deformacindel diseo original.

    La iconografa de los grabados en parte se asemeja a la de la cachuela Chocolatal(espirales, crculos concntricos, crculos con puntos en el centro, lneas ondula-das paralelas). Un elemento que parece distinguirse del contexto por sus carac-tersticas grficas, es una figura escalonada con ngulos definidos en el conjuntoRoca 3-a (Lmina 11).

    Segn las referencias de los trabajadores de la empresa maderera Pacahuaras,cuyo campamento est ubicado no muy lejos del sitio, en otras rocas cercanasque se encuentran en medio del ro tambin existen diseos, pero acceso a ellasen este viaje se hizo imposible por ausencia de una embarcacin.

    Segn los datos de los pobladores de la comunidad Nueva Esperanza (el puntopoblado ms cercano), en el ro Negro existe por lo menos un sitio ms con pe-troglifos, pero en esta oportunidad ese lugar no fue localizado.

    El viaje al ro Negro ha sido posible gracias al gentil apoyo del Arq. Antonio

    Simoni de Guayaramern y la cooperacin de los Ings. Ramn Rueda y JimmyUrgel de la empresa Pacahuaras.

    Otros datos y referencias

    Hachas de piedra. En las ciudades de Guayaramern y Riberalta, as como enpoblaciones pequeas, han sido recogidas numerosas informaciones sobre ha-

    llazgos de hachas de piedra, por su forma y mtodo de confeccin semejantes alas provenientes de los Andes. Se han hecho fotos de dos de esos objetos: uno enRiberalta (Lminav: 3, 4) y el otro en Guayaramern (Lmina v: 2). Durante laestada en la poblacin de Nueva Esperanza, un buscador de oro que trabaja enel ro Madera, comunic que hachas parecidas se hallan en grandes cantidades enel fondo de este ro durante la extraccin del mineral, lo cual probablemente esresultado de la destruccin de sitios arqueolgicos a las orillas por el agua en lastemporadas de lluvia o por los cambios del curso del ro. Tambin fue comunica-do que las mismas hachas aparecen en la tierra a diferente profundidad durantetrabajos de construccin en el territorio del estado brasileo de Rondonia, alotro lado del ro Madera. Durante el viaje a la ciudad de Porto Velho, capital de

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    25prospeccinarqueolgicaynuevoshallazgosdearterupestre

    Rondonia, una gran cantidad de esas hachas fue vista en el Museo del Gobiernodel Estado (Lmina v: 5-8). Segn los trabajadores del Museo, la mayora deesos objetos provienen de los trabajos de extraccin de oro en el ro Madera. Las

    hachas de piedra tambin estn presentes en la coleccin de un pequeo museolocal en la ciudad de Guajara Mirim ubicado al lado brasileo del ro Mamor,frente a la ciudad boliviana de Guayaramern.

    Cermica en Nueva Esperanza. En la poblacin Nueva Esperanza, capital dela provincia Federico Romn del departamento de Pando, han sido registradasreferencias de los pobladores del lugar acerca de la presencia de cermica en lazona, pero no ha sido localizado ningn sitio especfico.

    Petroglifos del ro Abun. En los registros de la siarb existe documentacinrudimentaria sobre los petroglifos en las rocas a las orillas del ro Abun, en lazona de su desembocadura en el ro Madera. Durante la estada en Nueva Es -peranza, fue recibida confirmacin de la existencia de esos petroglifos y de suubicacin. En 1846 los vio Jos Agustn Palacios durante su exploracin (Pala-cios 1893: 39).

    Cementerios en la provincia de Iturralde. Durante la estada en la ciudad de

    Riberalta, fueron registradas referencias acerca de la existencia de tres cemente-rios prehispnicos a las orillas del ro Beni: (1) entre las poblaciones Pto. Salinasy San Marcos, en la localidad de Babachau, (2) cerca del Puerto Copacabana y (3)en la localidad de Cachichira. Segn estas informaciones, los cementerios estnsiendo gradualmente destruidos por el ro durante muchos aos. En el procesode la destruccin aparecen objetos mayormente de cermica, incluyendo urnasfunerarias.

    Arte rupestre en Rondonia, Brasil. Durante el viaje a la ciudad de Porto Vel-ho, fue recibida la informacin del arquelogo brasileo Josuel Ravani acerca dela existencia de numerosos sitios no registrados de arte rupestre en el territoriodel estado de Rondonia en las serranas bajas de Pakaas Novos y de Paresis, loscuales pueden ser culturalmente relacionados con los sitios descritos del territo-rio boliviano.

    Proyecto de represas en el ro Madera y la amenaza a los sitios arqueol-gicos. Los pobladores de la ciudad de Guayaramern, al igual que el arquelogobrasileo Josuel Ravani de Porto Velho, han comunicado acerca del proyectoprevisto para el ao 2005 de la empresa brasilea de energa elctrica furnas, el

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    cual consiste en la construccin de dos represas para estaciones hidroelctricasen el ro Madera entre las ciudades de Abun y Porto Velho. Segn los estudiosprevios, esta accin llevar a la notable alteracin del ecosistema del ro Madera y

    sus afluentes, consistente en que el nivel del ro subir hasta 8m., lo cual pone enpeligro sitios arqueolgicos no solamente en el territorio de Brasil, sino tambinen el territorio de los departamentos de Beni y Pando de Bolivia. Especialmenteestarn afectados los sitios de antiguos asentamientos a las orillas de Madera ysus afluentes y sitios con arte rupestre en cachuelas y sobre rocas en la cercanainmediata de los ros. Esta informacin fue transmitida a la dinary a la siarben La Paz, para que sea posible prever medidas necesarias para el estudio y res -cate del patrimonio arqueolgico.

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    captulo 2

    Investigacin antropolgicay prospeccin arqueolgica

    en el departamento de Beni, Bolivia

    2005

    Objetivos

    El trabajo de campo aqu referido fue realizado dentro del marco del proyectoboliviano-japons Mojos que se desarroll en el departamento de Beni en laAmazona Boliviana.

    El primer objetivo de la temporada de campo consista en reunir datos antropo-lgicos / etnolgicos entre la poblacin del departamento de Beni, especficamen-te entre los grupos tnicos mojeos (familia lingstica Arawak) y cayubaba (lenguaaislada Cayubaba), para trazar posibles vnculos entre la cultura tradicional de hoyy los pueblos prehispnicos de esta zona, conocidos por referencias de cronistasjesuitas y datos arqueolgicos. El punto de inters especial ha sido el indagar acercadel posible lugar de origen de la leyenda sobre la tierra del Paititi que, al parecer,alude al territorio de los mojeos y los cayubaba (Zapata [1695] 1906). En el proce-

    so de trabajo cristalizaron tres temas importantes de tradicin oral: (1) la bsquedade la Loma Santa y su vnculo con la leyenda del Paititi; (2) seres sobrenaturales ybrujos; (3) leyendas y cuentos sobre vestigios arqueolgicos1.

    El segundo objetivo era recoger en el trayecto del viaje la informacin sobresitios arqueolgicos y de arte rupestre no registrados2.

    1 Los materiales recopilados incluyen cerca de 15 horas de textos grabados en audio que an

    no estn transcritos.2 Los datos obtenidos sobre los 4 sitios con arte rupestre encontrados, han sido incluidos en

    el registro de la Sociedad de Investigacin de Arte Rupestre de Bolivia (siarb).

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    San Ignacio y San Lorenzo de Mojos

    Bsqueda de la Loma Santa. La Loma Santa (o Pampa Santa), un lugar mtico

    de felicidad y abundancia (asociada generalmente con el ganado), un paraso te-rrenal accesible solo para los nativos y cerrado para los carayanas(blancos) es elobjeto de la creencia milenarista entre los mojeos. En el transcurso de ms de100 aos esta creencia surga cclicamente. Aparecan profetas que encabezabanmigraciones masivas de los mojeos al oeste, hacia las vertientes de los Andes,en pos de la Loma Santa. La ltima ola de migraciones fue en los aos 1960-70. Entre los pueblos involucrados en este movimiento estaban San Ignacio ySan Lorenzo de Mojos. Muchos de los que han migrado se asentaron en nuevastierras fundando comunidades, mayormente en el territorio del Parque NacionalIsiboro-Scure. Otros, al sufrir grandes dificultades, volvieron a su tierra de ori-gen (Riester 1976; Lehm 1999).

    En el transcurso del trabajo de campo, se han recopilado testimonios de los par-ticipantes de la ltima migracin a la Loma Santa y de sus contemporneos. Lostestimonios, por lo general, muestran una actitud negativa hacia la creencia en laLoma Santa, por la presin de la educacin moderna. Tambin es necesario to-mar en cuenta que la poblacin actual de estos dos pueblos est constituida por

    los que no aceptaron el movimiento y los que volvieron de los viajes frustrados yarrepentidos. Algunos niegan la existencia misma de la Loma Santa, otros siguencreyendo en ella, pero afirman que el acceso a ella est cerrado por Dios o poralguna otra fuerza sobrenatural, porque la gente no est preparada a encontrarla,o la ubican en la otra vida.

    La creencia en la Loma Santa tiene una notable influencia del Cristianismo,pero su base probablemente es la creencia difundida entre los guaran de Pa-

    raguay en los tiempos coloniales y republicanos, sobre la Tierra sin Mal ylos posibles prototipos prehispnicos de esta leyenda, que esbozaban unaslejanas tierras utpicas. La Loma Santa parece ser producto del contacto entreel mundo Arawak con el mundo Guaran en los Llanos de Mojos. Tal vez no escasual que los informantes de San Ignacio mencionan a un Guarayo, quienenga a la gente con el cuento de la Loma Santa. Es posible que este mito,al atravesar los Llanos de Mojos con las migraciones guaranes, absorbi en elcamino los restos de la tradicin histrica sobre la tierra del Paititi y lleg alos Andes como mito del Paititi, un lugar utpico, que figura en la tradicinoral de la regin del Cusco y en otras zonas de la sierra peruana (Urbano 1993).En los Andes la direccin geogrfica del paraso terrenal se invirti hacia el

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    este, probablemente teniendo como referente la histrica tierra del Paititi yfundindola con la utopa guaran.

    Seres sobrenaturales y brujos. Los cuentos sobre seres sobrenaturales, graba-dos en San Ignacio y San Lorenzo, muestran una gran influencia occidental: sehabla mayormente sobre apariciones de fantasmas y sobre duendes que raptana los nios y desvan a los borrachos.

    En cambio, otro personaje de cuentos, conocido como tigre-gente, sin dudaasciende a la tradicin prehispnica. Tigre-gente es un hechicero quien, ade-ms de dominar magia curativa, al igual que la maligna, sabe convertirse por su

    voluntad en tigre (jaguar), revolcndose en el suelo. Se transforma para buscarpresa en el monte y para vengarse de sus enemigos. Generalmente se habla detigre-gentes en pretrito, como de un fenmeno desaparecido hace una o dosgeneraciones. En San Lorenzo de Mojos mencionaban a un poblador ya difunto,pariente del actual alcalde, quien era conocido como tigre-gente.

    La relacin especial entre los humanos y los jaguares en Mojos ha sido descritapor varios cronistas jesuitas. Si un tigre morda algn indio y no le mataba, se

    persuadan que le haba favorecido el Dios del tigre invencible y ayunando unao sin permitir mujer, quedaba constituido mdico y cosa sagrada (Altamira-no [1703-1715] 1979: 55). Cuando advierte [el brujo] que no puede persuadircon otras razones, amenaza con transformarse personalmente en tigre y conprovocar gran carnicera... Esto explica que a menudo atribuyan los estragoscausados por el tigre en personas o animales domsticos a determinado indiode otra reduccin, de quien afirman que vino transformado en tigre con el finde llevar a cabo su venganza (Eder [1772]1985:117) La cercana de brujos con

    jaguares y su capacidad de transformacin son rasgos comunes para muchosgrupos amaznicos.

    En la magia medicinal actual se observan claramente los mtodos descritos porlos jesuitas en la poca de las misiones, sobre todo la curacin por medio de suc-cin de objetos ajenos que supuestamente causan la enfermedad, tales como: (1)piedras, (2) hormigas, larvas y otros insectos, (3) cabellos, (4) espinas de plantas,(5) huesos de pescado, (6) plumas, etc. A menudo la presencia de esos objetosen el cuerpo del enfermo se atribuye a un hechizo maligno. Semejantes prcticasfueron descritas por Eder ([1772] 1985:124) y se conocen en la magia medicinalde diversas partes del mundo.

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    Lagunas. Un tema recurrente es el de los dueos de las lagunas llamadosjichis, generalmente descritos como peces, serpientes o lagartos de tamaos ex-traordinarios, dotados de poderes sobrenaturales. (vase Eder [1772] 1985:118)

    Existen varias versiones de la leyenda sobre la laguna Isirere, cerca de San Ig-nacio, cuyojichirapt a un nio y lo tiene como prisionero bajo agua. Tambines difundida la creencia de que en ciertas lagunas hay pueblos sumergidos, amenudo como castigo por los pecados de sus habitantes, lo cual tiene numerosasanalogas en la tradicin oral andina (Morote 1988).

    Exaltacin

    El actual pueblo de Exaltacin, centro del grupo tnico cayubaba, fue fundadoen el ao 1704 como reduccin jesutica por el Padre Antonio Garriga. La po-blacin fue construida sobre una baja loma artificial rodeada de una zanja pocoprofunda que todava existe y sirve para drenaje en la poca de lluvias, lo cualcorresponde a los patrones de asentamiento prehispnicos de los llanos de Mo-jos. En el presente el nmero de cayubabas es difcil definir, porque este grupoha sufrido un intenso mestizaje, adems de ser desplazado de muchos territoriospor sus vecinos los movima.

    Lengua cayubaba. La lengua Cayubaba est prcticamente extinta. En Exalta-cin hoy viven tan slo dos personas que afirman hablarla, pero cuyo dominiodel idioma se reduce a unas cuantas frases de las situaciones cotidianas y cuyovocabulario es muy rudimentario. Fuera de Exaltacin la lengua cayubaba se haperdido completamente. Su ltimo registro lo encontramos en los trabajos deHarold Key (Key 1961, 1962, 1963, 1967, 1975).

    La ruta de los jesuitas. En la tradicin oral de Exaltacin el tema preferidoes el tiempo de los jesuitas (o jesuistas), quienes han cobrado los rasgos depersonajes mticos, una rica y poderosa raza que exista antao, poseedores de in-contables tesoros. Casi todos los testimonios mencionan un tnel subterrneoque una la iglesia de Exaltacin con el Cerro de la Cruz a varios kilmetros delpueblo (vase a continuacin). Los jesuitas, segn la leyenda, se fueron de Exal-tacin por el tnel, llevando sus riquezas, al Cerro de la Cruz, despus prosiguie-ron hacia el Oeste en direccin del lago Rogoaguado. Uno de los informantesafirm que luego llegaron al Cusco. Otro mencion que los jesuitas vinieron delro Itnez, del lugar donde hoy est el Real Fuerte Prncipe de Rivera. De estamanera, se traza la mtica ruta de los jesuitas que puede ser un lejano reflejo de

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    una va de comunicacin entre los Andes y la Amazona que exista en las pocasprehispnicas y segua funcionando en los tiempos de las misiones.

    Tigre-gentes.Al igual que en San Lorenzo de Mojos, en Exaltacin se hablade tigre-gentes. Un valioso aporte ha sido la versin contada por Carlos Mn-dez Asaba (73 aos), narrador con talento excepcional. Segn esta versin en lostiempos de su abuela exista un grupo de tigre-gentes, en el cual un viejo maestroenseaba a los jvenes las artes mgicas. Antes de convertirse en tigre, los brujosdurante cierto tiempo deban abstenerse de relaciones sexuales. Un joven quien norespet la prohibicin, al convertirse en tigre nunca pudo recobrar su aparienciahumana. Esta narracin indica que los tigre-gentes eran una especie de socieda-des secretas con connotaciones mgicas que se recordaban hasta el siglo xx.

    Cementerio del Cerrito (Cerro Chico)

    A varios kilmetros al norte de Exaltacin, bajando por el ro Mamor, a la orilla deun antiguo meandro fluvial convertido en una baha, existe una pequea afloracinrocosa, parte del Escudo Precmbrico Brasileo, conocida como Cerro Chico. Ellugar estaba poblado hace unas dcadas y sus pobladores encontraban en el lado del

    cerro que da al ro numerosas urnas funerarias (de una forma tpica para la zona)con huesos y ajuares funerarios, lo cual revela el sitio de un antiguo cementerio nati-vo y posiblemente de un asentamiento. En una breve visita al Cerro Chico, en su la-dera fueron recogidos in situ fragmentos de una urna que qued descubierta a causade erosin del suelo producida por la lluvia (Lmina xiii: 1, 2). Junto con los restosde la urna se encontraron pequeos fragmentos de hueso. Numerosos tiestos (entreellos muchos fragmentos de ralladores) fueron recolectados en la playa debajo de laladera del cerro, lo cual prueba un proceso erosivo constante que est destruyendo

    el cementerio. El material reunido fue entregado a dinaren La Paz.

    El Cerro (Cerro de la Cruz)

    El Cerro de la Cruz es un afloramiento rocoso de notables dimensiones, quepertenece al Escudo Precmbrico Brasileo, situado al Sudoeste de Exaltacina la orilla del ro Iruyani o Iruyez. Es un hito considerable, siendo la nicaelevacin en un rea de muchos kilmetros. En la tradicin oral de Exaltacinese lugar juega un papel importante. Se cuenta de la puerta del tnel que llevaal cerro desde la iglesia de Exaltacin, de apariciones de santos y de otros perso-

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    najes sobrenaturales, de la msica que se oye en los interiores del Cerro cuandoen Exaltacin hay fiesta, de una mesa de piedra con platos tallados en ella,destruida o robada del lugar por unos forasteros.

    Al pie del Cerro en los aos 1990 Dr. John Walker de la Universidad de Penn-sylvania realiz trabajos arqueolgicos que revelaron vestigios de asentamiento(Walker 1999, 2004). En la punta del cerro est establecida una cruz de maderaque hace varios aos reemplaz una anterior, ms antigua, cuya edad resultadifcil calcular. Cerca de la cruz se ven claramente cimientos de dos estructurasde piedra de forma rectangular, en muy mal estado (Lmina xiii: 3). El cimientoms visible mide aproximadamente 4 x 6 m. y evidencia un intenso saqueo: enmedio de la estructura hay un forado de cerca de 2 m. de profundidad. No existeninguna indicacin explcita a la edad de las estructuras, cuyo origen puede serprehispnico tanto como colonial, aunque J. Walker (comunicacin personal)afirma que no se encontraron evidencias de ocupacin misional de la zona delCerro. Los pobladores locales apuntan a la estructura con el agujero en mediocomo a la legendaria salida del tnel de los jesuitas.

    Al lado oeste del Cerro empieza un terrapln que lo comunica con una loma cer-cana (Lmina xiii: 4). Segn los pobladores del lugar, detrs de la loma el terrapln

    contina en direccin del lago Rogoaguado, lo cual sustenta la suposicin que ma-nifestamos antes acerca de una importante va antigua que pasaba por el sitio.

    San Carlos

    Afiladores. San Carlos es una poblacin que est ubicada entre Exaltacin y ellago Rogoaguado. En sus cercanas, a ca. 1.5 km. al noroeste fue registrado un sitio

    con as llamados Afiladores3

    : tallados en la roca sedimentaria, de forma ovalada,hasta 40 cm. de largo, hasta 25 de ancho y hasta 15 de profundidad (Lmina xiii:7). En el presente se ven claramente ms de 50 tallados visibles en un rea total de50 metros de largo aproximadamente. La superficie de la roca se encuentra al rasdel suelo; entre las afloraciones de la roca sedimentaria hay profundas fisuras llenasde tierra y vegetacin; la roca est muy deteriorada por factores naturales y por laextraccin de piedra hace varios aos. Los pobladores locales interpretan el sitio

    3 Afiladores es un nombre convencional que se aplica a ese tipo de tallados en roca en otraspartes de Sudamrica. El trmino fue sugerido por Matthas Strecker (SIARB, comunica-cin personal). La funcin y/o significado original de los tallados queda desconocido.

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    como pisadas y huellas de las nalgas donde pas y se sent el Cristo. Unaserie de tallados parecidos fue encontrado en 2004 en Villa Bella, en la confluenciade los ros Beni y Mamor (vase el primer captulo de este libro).

    Coquinal - lago Rogoaguado

    Cermica. La comunidad actual llamada Coquinal, ubicada a la orilla nororien-tal del lago Rogoaguado, aparentemente se encuentra en el sitio de un antiguocentro cayubaba que exista antes del traslado masivo de esta etnia a la reduccinde Exaltacin. Una evidencia de eso es la abundancia de cermica en las cerca-nas de la comunidad (Lmina xiii: 6), especialmente al sur de Coquinal, a las ori-llas de la laguna (fragmentos que quedan al borde del agua despus de un fuerteoleaje) y en la isla que los pobladores locales llaman Tesoro (Lmina xiii: 5).Adems de la cermica utilitaria, hemos observado varios ejemplos de cermicafina decorada con pintura roja sobre fondo blanco o crema (Lmina xv: 1)4.

    Isla Tesoro. La isla situada a 1 km. de la orilla, tiene un rasgo peculiar: est co-nectada con la tierra firme con un terrapln de piedra y tierra que en la tempora-da seca queda a unos 60 cm. bajo agua, pero es transitable a pie. Los pobladores

    de Coquinal no dudan de su origen artificial, aunque evidentemente se trata deuna formacin natural. El terrapln y la isla en las creencias locales forman partede la mtica ruta de los jesuitas. Tambin en relacin con esta isla se habla so-bre apariciones y entierros (tesoros enterrados por los antiguos).

    Estructuras de tierra. Frente a la isla se observan vestigios de estructuras detierra. Una que observamos personalmente es un cuadrado de aproximadamente80 x 80 metros, formado por terraplenes de cerca de 4 m. de ancho y 0.5 m. de

    alto. Segn informan los pobladores, en la cercana se encuentra una zanja deforma circular. Puede ser que sean las mismas estructuras que fueron menciona-das en el siglo xixpor Jos Agustn Palacios (Palacios [1844-47] 1944: 23).

    Ro Itnez

    Laberinto. Durante la estada en el Real Fuerte Prncipe de Beira, al lado deBrasil, vimos a la orilla del ro Itnez al Sudeste del Fuerte un sitio denominado

    4 La cermica se encuentra en posesin de los pobladores de la comunidad.

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    Laberinto por los pobladores locales. El sitio ocupa un rea de varias hectreasy consiste en gigantescos amontonamientos de piedra rstica sin mortero, queaparentan muros de fortificacin (Lmina xiv: 1). Sin embargo, al observar el

    sitio detenidamente, llegamos a la conclusin que se trata de una cantera por-tuguesa del siglo xviii, de donde se extraa la piedra para la construccin delFuerte, la cual se menciona en los respectivos documentos (Real Forte 1985).

    Petroglifos. En las cachuelas del ro Itnez, entre el Fuerte Prncipe de Beira y elantiguo Fuerte Concepcin han sido ubicados tres sitios con petroglifos (Lmi-na xiv: 2-4, Lmina xvi). El patrn de su ubicacin, as como varios motivosrepetitivos (mayormente crculos concntricos y espirales), recuerdan los sitiosregistrados en 2003-2004 (vase el primer captulo), aunque algunas otras figurasno encuentran analogas.

    Cermica. Hachas de piedra. A unos 7 km. ro abajo del Fuerte Prncipe deBeira en medio del ro, est ubicada una pequea isla sin nombre, donde en unaplaya arenosa en el lado sudeste se encuentra una gran cantidad de fragmentosde cermica y otros artefactos, lavados por la corriente de su contexto original enla poca de agua alta. Aunque todo el material est redepositado por el agua, porla posicin de objetos se puede deducir que artefactos de piedra (hachas y otros,

    Lmina xiii: 5) fueron colocados dentro de recipientes de cermica. La cermicaes de diversa calidad y consistencia. Se encontraron fragmentos sin decoracin,con decoracin pintada con rojo sobre crema y con negro sobre gris (Lminaxv: 2, 3). Probablemente la isla, que en algn momento formaba parte de la ori-lla y luego fue separada por un cambio de curso del ro, ha sido un cementerio(aunque no encontramos fragmentos de huesos) o un lugar para ofrendas5.

    Guayaramern

    Tierra negra. En las afueras de la ciudad Guayaramern fue visitado nuevamenteel sitio con un yacimiento de tierra negra que mencionamos en el informe de2004 (vase el primer captulo) y fue recogida una muestra del suelo. La muestraha sido entregada a dinarpara los respectivos anlisis.

    5 La cermica y otros artefactos fueron entregados al Museo del Real Fuerte Prncipe deBeira.

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    captulo 3

    La tierra del Paititiy el lago Rogoaguado

    2006

    Introduccin

    Este trabajo fue planeado en su inicio como informe de la temporada de campo2006 de investigaciones arqueolgicas y etnolgicas. Los estudios de campo hancomenzado el ao anterior como parte del Proyecto Mojos (Sanematsu 2006).Despus de haber recogido en el 2005 alguna informacin preliminar (ver captulo2), en esta siguiente temporada, gracias a la posibilidad de realizar prospecciones

    ms extensas y excavaciones en pequea escala (estas ltimas fueros dirigidas y su-pervisadas por el arquelogo Gori Tumi Echevarra Lpez), ampliamos el espectrode datos obtenidos sobre la zona de nuestro inters, el lago Rogoaguado, y sobre laproblemtica vinculada con esta regin, de la cual hablaremos a continuacin.

    En el proceso de elaboracin del informe surgi la necesidad de anticipar losdatos arqueolgicos obtenidos con una introduccin histrica, para aclarar elmotivo que nos llev a concentrarnos en este rea geogrfica y los problemas

    que nos proponemos abordar.

    Hacia las orillas del lago Rogoaguado, en el Departamento de Beni del OrienteBoliviano, nos condujo la bsqueda del origen histrico de la leyenda del Paititi.Este tema ha sido injustamente excluido de los campos acadmicos a raz desu amplia explotacin literaria y periodstica carente de argumentacin. Para-djicamente, el mito tan inquietante y llamativo que se gener alrededor de lapalabra Paititi en la poca colonial, perdura hasta hoy tomando nuevas formasy provocando de tiempo en tiempo campaas sensacionalistas en los medios yapasionadas empresas expedicionarias que corren la misma suerte de aquellasaudaces entradas del sigloxvii.

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    Sin embargo, las fuentes histricas ms tempranas que hacen referencia al Paititicomo a un topnimo, etnnimo o nombre propio de un jefe o gobernante, porms contradictorias y confusas que sean sus descripciones, hacen pensar que la raz

    de la leyenda yace en una zona geogrfica especfica y en una poca histrica deter-minada. Hemos propuesto esta tesis anteriormente en el artculo del ao 2003.

    Existe y est de moda cierta tendencia en las ciencias sociales, proveniente de laantropologa, que genera una dificultad adicional para el desarrollo de un estudiosobre el tema. Segn esa lnea de pensamiento, las fuentes histricas narrativasdan ms evidencias acerca de la mentalidad del autor que acerca de los hechosnarrados. Por lo tanto, el estudio histrico se reduce a la reflexin sobre lasideologas, sean sociales, grupales o individuales, y renuncia a la reconstruccinhistrica de hechos y acontecimientos. A causa de esta visin parcial, en algunostrabajos el Paititi se trata slo como un mito, una construccin utpica produci-da por un determinado contexto social (por ejemplo, Lorandi 1997). La mismaactitud provoca a menudo la ruptura entre la historia y la arqueologa. Los ar-quelogos, apegados a la informacin exacta e irrefutable extrada de la culturamaterial, rechazan con desprecio las fuentes histricas como a narraciones sub-jetivas carentes de valor y fundamento.

    No ponemos en duda el hecho de que la subjetividad y las estructuras mentalesestn presentes en las fuentes escritas. Cada texto es producto de su tiempo,sociedad y de innumerables motivos personales del autor inmerso en una deter-minada situacin. No obstante, cada texto que pretenda ser documento, por msque fuera una explcita falsificacin, refleja de alguna manera, en mayor o menorgrado indirecta, los hechos. Discernir los dos aspectos de la narracin es una ta-rea delicada, pero no imposible. Podemos acercarnos a los hechos comparandolos textos entre s, tomando en cuenta las condiciones especficas en que fueron

    creados, y superponindolos sobre otras fuentes de informacin que en nuestrocaso seran los datos provenientes de la arqueologa, la etnologa, la geografa yla lingstica, as como de la etnonimia y la toponimia.

    Paititi: dos problemas

    Desde la publicacin de nuestro artculo del ao 2003, hemos acumulado unagran cantidad de nueva informacin, tanto proveniente de documentos escritoscomo de investigaciones de campo, lo cual nos obliga a revisar algunas de lasinterpretaciones anteriores.

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    En primer lugar, el problema principal, el del origen histrico de la leyenda delPaititi, se ha dividido en dos. Aparentemente, en las fuentes este trmino tienedos aspectos vinculados entre s, pero diferentes.

    Paititi es nombre de un territorio, un ro, un cerro, una laguna y/o del jefe decierto grupo tnico (o varios grupos), gobernante del respectivo territorio. Latierra del Paititi siempre se asocia con el concepto de la prosperidad y a veces,aunque no siempre, por extensin, con la abundancia de metales preciosos. ElPaititi se localiza al este de los Andes, ms precisamente detrs de la sierra sur.

    El Paititi es un lugar hacia donde los Incas organizaron una o varias expediciones.Las rutas de estas incursiones y sus resultados se describen de diversas maneraspor diferentes cronistas (Rowe 1985; Sarmiento [1572]1942:143-145; Garcilaso[1609]1995:450-459; Murua [1615]1987:328-329; Lizarazu [1636]1906:124-144 yotros). Segn algunas versiones, a raz de esas expediciones se form un enclaveInca en las tierras del Paititi. Despus de la conquista espaola, comenz unamigracin de los Andes hacia el Paititi que impuso entre la poblacin local unanotable influencia cultural.

    De esta manera, podemos considerar por un lado el problema del origen del

    etnnimo / topnimo / nombre propio Paititi y, por el otro lado, el tema dela expansin Inca hacia el oriente y de las migraciones post-conquista desde losAndes a la selva. Es muy posible que se trate de dos locaciones geogrficas untanto diferentes que se han fundido en una sola a causa del uso ampliado deltrmino Paititi.

    En el presente trabajo nos concentraremos ms en el primero de los dos proble-mas, sin restarle importancia al segundo.

    Historiografa: fuentes

    Entre las mltiples textos de la poca colonial que refieren al Paititi, hemos ele-gido algunos que nos parecen ms relevantes y confiables. Uno de los criteriosprincipales para determinar su relevancia y peso sera la relativa cercana delautor a la fuente de informacin. Damos preferencia a los autores quienes co -munican datos de primera mano, es decir, hablan de lugares que ellos mismoshan visitado o, al menos, transmiten lo que les comentaban los nativos sobre lastierras colindantes, lo cual sera informacin de segunda mano. Cuantas ms

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    manos pasa una narracin o una descripcin geogrfica, ms tiende a transfor-marse y a adquirir detalles fantsticos.

    Informe de Juan lvarez Maldonado: la laguna del Paititi

    Una de las primeras grandes entradas espaolas en pos del Paititi, y la primerade la cual qued una extensa documentacin, es la de Juan lvarez Maldonado,de los aos 1567-1569. El informe principal fue redactado bajo la supervisindel mismo organizador de la expedicin en el Cusco poco tiempo despus desu retorno (lvarez Maldonado [1570-1629]1906). Esta desafortunada empresaen varias ocasiones ha sido comentada por historiadores (Levillier 1976, Lorandi1997 etc.).

    Maldonado plane su entrada por el ro Madre de Dios. Despus de haber avan-zado hasta la tierra de los Opataries, Maldonado con la mayor parte de sus sol-dados se asent ah, enviando a adelantarse a uno de sus capitanes, Manuel deEscobar con ochenta hombres. Escobar lleg a la tierra de los aravaonas (arao-nas), donde fue amistosamente recibido por el jefe llamado Tarano y fund unfuerte en las tierras vecinas de los toromonas, gozando del apoyo de ambosgrupos tnicos.

    Mientras tanto, los avances de los expedicionarios de Maldonado fueron puestosen peligro por otra empresa organizada al mismo tiempo y con el mismo fin porotro conquistador, Gmez de Tordoya, quien tom otra ruta, la de Camata, y seaproximaba desde el sur al fuerte fundado por Escobar. Los nativos aliados deEscobar dieron una rotunda derrota a Tordoya, pero luego, probablemente debi-do a algn conflicto con Escobar (diplomticamente omitido en el informe), setornaron contra l, mataron a sus hombres y quemaron el fuerte. Maldonado, sin

    saber la triste suerte de su vanguardia, entr en la tierra de los araonas y los to-romonas tras las huellas de Escobar, fue cruelmente atacado por los nativos rei-teradas veces y por fin tomado prisionero por el mismo cacique Tarano. Tarano,mostrando misericordia hacia Maldonado y hacia los pocos sobrevivientes de suejrcito, los despach en brevedad de regreso al Cusco por San Juan de Oro.

    La extensa geografa descrita en el relato de esta entrada no siempre es fcilmenteidentificable, pero da cierta nocin acerca de los territorios donde transcurrieronlos acontecimientos. En primer lugar, est claro que la expedicin, slo en su pri-mer tramo, segua el curso de Madre de Dios, para luego desviarse tierra adentrohacia el sur por la margen occidental del ro Beni. Probablemente, el avance hacia

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    el sur era bastante significativo, considerando que Tordoya se acerc al mismolugar por Camata, un afluente occidental del Beni, al sur del ro Tuychi. Lo mismoconfirman los etnnimos vinculados con el lugar en donde se fund la fortaleza.

    Los araonas, hoy prcticamente extintos, vivan en el territorio del actual depar-tamento de Pando, al sur del ro Madre de Dios en su corriente baja. Sus vecinoshacia el sur eran los toromonas, de quienes hoy se conservan tan solo rumores yleyendas, pero cuya existencia histrica se da por comprobada (Metraux 1963).

    Adems de los araonas y los toromonas, en el texto de Maldonado se mencionaotra cantidad de grupos tnicos:

    Comenando desde la cordilliera quest las espaldas de Chuquiavo, estn losMoxos de Yuroma, y confina con ellos los Moxos de Mayaquize; y luego lasprovincias de Mayas Yuquimonas, y la provincia de los Pacajes y la de los Yu-marineros, y la provincia de los Muymas y la de los Chunchos y Guanapaonasy la de los Tirinas, y la provincia de los Cabinas y los Coribas y la de los Chi -mareras, // y los Guarayos, y la provincia de los Marquires; sta corre hasta laprovincia del Paitite y Corocoros. Los Moxos, Pacajes, Yumarineros, Chunchos,

    Aravaonas, Toromonas, Celipas, Corivas, Chimareras, Marupas, Cabinas, Capi-

    nas. Todas estas provincias son de gente alada, vestida de algodn, y todos deunos rrictos y cerimonias que son como los yungas del Pir. (lvarez Maldonado

    [1570-1629]1906:64-65)

    Algunos de estos nombres se identifican claramente con los grupos tnicos ac-tuales como maropas, cavinas (ambos de la familia lingstica Tacana, al igualque los Araonas), mojos, movimas y guarayos. Los Maropas viven en hoy en lazona de Reyes, en la margen este del ro Beni. Los cavinas o cavineos ocupanla misma orilla hacia el norte. Los mojos o mojeos, etnnimo ampliamente co-nocido incluso en el Cusco en la poca de la conquista, y que a menudo figuraba

    como sinnimo del Paititi, abarca un grupo grande con muchas subdivisiones,cuyas lenguas estaban estrechamente emparentadas. De estas lenguas sobreviventodava tres o cuatro. Los mojeos viven en la corriente media del ro Mamor.Al norte de los mojeos, en los afluentes occidentales del Mamor (ro Yacumay algunos otros) se encuentran los territorios de los movimas. Los guarayos,parientes directos de los guaranes, estn hoy, al igual que en aquellas pocas,esparcidos en vastos espacios geogrficos.

    Este recuento de pueblos, de los cuales se tuvo noticia en el viaje de Maldonado,es sumamente valioso, porque para varios de ellos es el primer registro en fuen-tes escritas.

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    En cuanto al Paititi, el informe de Maldonado dice lo siguiente:

    Entra el rro Magno en el rro y laguna famosa de Paitite; y en el mismo rro

    laguna del Paitite entra el poderoso y espantable rro de Paucarmayo, ques Apu-rima, Avancai, Bilcas y Xauja y otros muchos que nazcen entre stos; y destalaguna sale la buelta del Este casi al Nordeste hazia la Mar del Norte. Es de notarque Paucarmayo, entra en el Paitite sobre la mano izquierda. Hasta el Paitite sellama esto rro el Magno y desde all baxo se llama Paitite. Desde donde nasce,hasta donde se cree que averiguadamente va salir la Mar del Norte, corre msde mill leguas largas. (Op.cit.:62)

    Y luego:

    Pasado el rro llamado Paitite, la qual tierra tiene llanos que enpiean desde pasa-do el dicho rro; estos llanos ternn de ancho quinze leguas, poco ms, segn laquenta de los yndios, hasta una cordillera de sierra alta de nieves, que la semejanlos yndios que la an visto como la del Pir, pelada; los moradores de los llanos sellaman Corocoros, y los de la sierra se llaman Pamaynos. Desta sierra dan noticiaser muy rrica de metales; en ella ay grandsimo poder de gente, al modo de los delPir y de las mismas cirimonias y del mismo ganado y traje, y dizen que los Yngasdel Pir vinieron dellos. Es tanta gente y tan fuerte y diestra en la guerra, que con

    ser el Inga del Pir tan gran conquistador, aunque enbi al Paitite por muchasvezes muchos Capitanes, no se pudo valer con ellos, antes los desbarataronmuchas vezes; y visto por el Ynga qun poco poderoso era para contra ellos,determin de comunicarse con el gran Seor del Paitite y por va de presentes, ymand el Ynga que le hiziesen junto al rro Paitite dos fortalezas de su nombrepor memoria de que ava llegado all su gente. (Op.cit.:64)

    Obviamente, estas referencias contienen muchas confusiones respecto a la geo-grafa real. Hasta fines del siglo xviii existan dudas acerca del curso del ro

    Apurmac. En el mapa de las misiones jesuticas (Lmina xxix) se lo muestracomo afluente del Beni. Rodrguez Tena, en 1780, con mucho entusiasmo inten-ta probar lo mismo y adems afirma que el Beni no forma parte del ro Madera,sino que es la corriente alta del Ucayali (Rodrguez Tena [1780]2004:72-74).

    Lo ms interesante para nosotros en este texto es el hito geogrfico laguna delPaitite, a la cual se puede acceder navegando por el ro Magno (Madre de Dios).La mayora de los textos posteriores asocian el trmino Paititi con una lagunao un lago. La presente descripcin sugiere que a la laguna se llega navegandoro abajo por el Magno. Pero queda la posibilidad de que esta referencia sea unaversin simplificada de cierta ruta fluvial ms compleja.

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    La serrana mencionada en la segunda cita, cuya poblacin supuestamente tienegran parecido con los Incas, puede ser un reflejo distorsionado, tanto de las ver-tientes orientales de los Andes cercanos al ro Beni, como (lo ms probable) de la

    Sierra de los Pacaas Novos y de Paresis. La distancia de quince leguas entre estasierra y el ro Paititi, obviamente puede ser considerada ms que cuestionable. Laalusin a una serrana que alberga poblacin con rasgos parecidos a los Incas delPer tambin es repetida posteriormente por otros autores. El caso ms notableson las Informaciones de Juan de Lizarazu ([1636-1638]1906), las cuales apuntandirectamente hacia la Sierra de Paresis. Generalmente las fuentes hablan de unenclave procedente del imperio Inca, pero, curiosamente, Maldonado explica lasemejanza a la inversa, afirmando que los habitantes de la serrana son ancestrosde los reyes del Cusco: dizen que los Yngas del Pir vinieron dellos.

    Dos fortalezas Incas sobre el ro Paititi figuran tambin en la Historia de Sar-miento de Gamboa ([1572]1942:145) escrita en fechas cercanas a la expedicinde Maldonado. Es probable que ambos autores hayan obtenido este dato de lamisma fuente.

    Ya mencionamos que en este estudio no pensamos debatir el problema de lasposibles migraciones entre los Andes y la selva, por lo tanto dejamos al margen

    estos comentarios.

    Volviendo a la laguna del Paititi, junto con ella figura el ro con el mismo nom-bre que es continuacin o, al menos est conectado con el ro Magno. A primeravista el lago Rogoaguado no cabe en este esquema, porque no tiene una comuni-cacin fluvial directa con el Madre de Dios. Sin embargo, es posible que la hayatenido en el pasado a travs del ro Mamor, suposicin que vamos a desarrollaren las siguientes pginas.

    Relacin de Juan Recio de Len: perlas y conchas de ncar

    Aos ms tarde, en las primeras dcadas del sigloxvii, Juan Recio de Len,teniente del Gobernador Pedro de Laequi Urquiza, emprendi varios viajes porlos ros Tuychi y Beni y compuso las descripciones de las provincias visitadas.Sus relaciones estn escritas, al parecer, con actitud bastante realista y sin excesosde fantasa.

    Entre sus viajes narra uno a la tierra de los anamas cerca de la confluencia delTuychi con el Beni. Este grupo tnico, hoy desaparecido como tantos otros,

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    posiblemente perteneca a la familia lingstica Tacana. De los anamas escuchel autor lo siguiente:

    Y preguntndoles qu noticia tenan de la gente que adelante ava, y del rumboque llevavan estos rros, me traxeron tres quattro yindios principales, muy va-queanos de aquellas navegaciones; y hazindoles preguntas, respondieron, quepor tierra por agua llegavan en quatro dias vna grande cocha, que quiere decirgrande laguna, que // todos estos rros causan en tierras muy llanas, y que hay enella muchas yslas muy pobladas de infinita gente; y que al Seor de todas ellas lellaman el gran Paytiti, y que los yndios de aquellas yslas son tan ricos, que traen alcuello muchos pedaos de mbar, por ser amigos de olores, y conchas y barrue-cos de perlas, lo qual vide yo en algunos Anamas. Y ensendoles algunos granos

    de perlas que yo tena, les dixe, que si se criavan en aquellas conchas estos granos;y respondieron que los Paytites les davan todos aquellos gneros, y que comoaquellos granos no los saban horadar para hazer sartas dellos, que los echavanpor ay. Y preguntndoles que de donde lo sacavan, dixeron que tambin lo avanpreguntado los Paytites, y que les respondieron que de aquella concha. (Reciode Len [1623-1627]1906:250-251)

    La descripcin se refiere a una laguna grande, a la cual se poda llegar por aguao por tierra en cuatro das aproximadamente desde la confluencia del Tuychi

    con el Beni. Esta referencia podra ser aplicable al lago Rogoaguado si existierauna conexin fluvial entre el Beni y Rogoaguado, asunto al cual volveremos msadelante. Presumiendo que tal conexin exista, la distancia estimada resulta mso menos correcta.

    En el lago Rogoaguado existe una sola isla habitable, la llamada Tesoro. Laprospeccin del ao 2005 y las excavaciones del 2006 demostraron presenciade material cultural sobre ella. Las tres o cuatro islas restantes son demasiado

    pequeas o demasiado pantanosas para albergar poblacin permanente. Pero lasnumerosas islas mencionadas en el texto pueden no ser islas del lago, sino islasde bosque en medio de las llanuras inundables, terrenos ligeramente elevadoscon vegetacin selvtica y suelos frtiles, donde se concentraban asentamientosantiguos.

    El detalle que ms llama atencin en este fragmento escrito es la referencia rei -terada a las conchas de ncar y las perlas que se extraan de la laguna del Paititi.Analizando este mismo documento, Ana Mara Lorandi toma la noticia con gran

    escepticismo y trata de mostrar que esta es producto de confusiones y delirios deriquezas tpicos para la poca. Reconocemos que esta observacin es justa para

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    muchas fuentes escritas de la colonia, sin embargo, en este caso en particular lanoticia resulta no ser tan descabellada como parece. Durante las excavacionesrealizadas por el arquelogo Echevarra dentro de los marcos del mismo proyec-

    to, a la orilla norte del lago Rogoaguado, este ao fueron encontradas grandescantidades de conchas de moluscos bivalvos que, aparentemente, servan comoalimento a los pobladores nativos. Montculos constituidos por conchas de mo-luscos tambin fueron encontrados por la autora del presente trabajo a la orillaopuesta del lago (lado sudeste) durante una de las prospecciones en la boca delro Tapado (vase a continuacin). Hace varios aos en otro lugar cercano a laboca del Tapado las mismas conchas fueron encontradas en contextos arqueol-gicos por el Sr. Jaime Bocchietti, director del Museo de Santa Ana de Yacuma. Lasmuestras recogidas por l se encuentran hoy en el Museo (Lmina xvii: 5) Losamontonamientos de conchas mezcladas con otros residuos recuerdan el tipode sitios arqueolgicos conocidos en Brasil como sambaquis (Prous 1991:204-265). Hallazgos de conchas enteras en la zona de Trinidad y alto Mamor, aun-que sin datos acerca de su especie, estn mencionados por Nordenskild (1913,vase tambin en Denevan 1980:42) y Dougherty & Calandra (1981:98).

    Los moluscos fueron identificados como la especie Leila Blainvilliana(agradece-mos la labor de su identificacin al Lic. Roberto Apaza, Unidad de Limnologa,

    Universidad Mayor de San Andrs, La Paz). Esta especie todava habita en el lagoRogoaguado, aunque a juzgar por las grandes cantidades de conchas en los con-textos arqueolgicos, su poblacin en las pocas antiguas era mayor que hoy. Suscualidades gastronmicas fueron comprobadas en prctica por los miembros dela expedicin. A pesar de insistentes preguntas hechas a los nativos en diferen-tes partes del departamento del Beni, nadie ha dado evidencias de su consumoactual, pero se nos indic que en algunos lugares, hasta hace pocas dcadas,conchas de moluscos bivalvos se usaban como cucharas. Aunque Rogoaguado es

    el nico lugar donde conocimos por nuestra propia experiencia esta especie encontextos arqueolgicos, al parecer es bastante comn en las aguas dulces de lasllanuras de Mojos, especialmente en las lagunas y los curiches (pantanos).

    Las conchas contienen una gruesa capa de ncar y, segn la opinin del Lic. Ro-berto Apaza, con seguridad pueden producir perlas. No hemos tenido la opor-tunidad de observar esas perlas en vivo, pero suponemos que tienen las mismascaractersticas que otras perlas de agua dulce: son de pequeo tamao y formairregular. El ncar de las conchas en las culturas antiguas, aparentemente tam-bin tena cierto valor. En el Museo Arqueolgico de Trinidad existe en la expo-sicin permanente un collar de este material. Pero para la poblacin prehispnica

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    de Rogoaguado las perlas y el ncar de este molusco deban de ser productossecundarios. Su uso principal indudablemente era alimenticio.

    El valor comercial de las perlas de agua dulce siempre ha sido bastante bajo,lo cual explica el hecho de que la noticia sobre ellas en la poca colonial notuviera mayores consecuencias. Tampoco hoy este recurso se explota con finescomerciales. Slo en una ocasin un joven trabajador del Museo Ictcola de laUniversidad Tcnica del Beni, Trinidad, coment que haba visto sacar de esasconchas, cuando estaban viejas, piedritas blancas, pero, segn l, nadie les dabaimportancia.

    De este modo, la informacin sobre las perlas en la laguna del Paititi que da JuanRecio de Len y que repiten algunos otros autores, encuentra una explicacinreal y puede servir como argumento a favor de nuestra suposicin de que la le-yendaria laguna del Paititi es Rogoaguado.

    Documentos de las misiones jesuticas: Padre Agustn Zapata y el jefePaititi

    Es evidente que la Compaa de Jess tom un inters especial en la Tierra

    Rica. En el siglo xvii, en los crculos jesuticos se form toda una tradicinmstica alrededor de la supuesta tierra del Paititi. Esta tradicin se manifies-ta claramente en el Nuevo Ophir de Fernando de Montesinos (Montesinos[1644]1869-1870) y El Paraso en el Nuevo Mundo de Antonio Len Pinelo([1656]1943).

    En las ltimas dcadas del mismo siglo los jesuitas pasaron de las especulacionesfilosficas a la prctica haciendo audaces incursiones evangelizadoras en Mojos

    y antes del inicio del siglo xviii ya tenan fundadas varias misiones, con nativosreducidos y bautizados cumpliendo con labores organizadas. Tal vez el hecho deno haber encontrado la confirmacin de la esperada abundancia y riqueza, ni delas maravillas paradisacas, trajo cierta decepcin a los religiosos. Sin embargo,las misiones, que les costaron grandes inversiones de trabajo y de capitales, alfinal se mostraron econmicamente rentables.

    En los ltimos aos del siglo xvii, cuando los numerosos grupos de mojeosya estaban cristianizados y reducidos en varias misiones, uno de los padres de lamisin San Javier, en la corriente media del ro Mamor, emprendi varios viajeshacia el norte para conocer nuevas naciones de infieles y sembrar la fe catlica.

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    Sus viajes los describe el Padre Provincial de la Compaa de Jess de aquel en-tonces, Diego de Eguiluz:

    El ao pasado de 1693 sali el Padre hacer mision por la dilatada provincia delos Canisianas, que est, rio abajo hcia el Norte, veinticuatro leguas distante desu reduccion adonde pocos meses ntes habian ido de guerra y muerto algunospara su sustento, dejando en seal de triunfo las tripas de los difuntos enreda-

    das en unas ramas las orillas del rio, donde fuesen vistas de sus enemigos. []Estos Canisianas dieron noticia de mucha gente distante, ms abajo del mismorio, enemigos mortales suyos, llamados los Cayubabas, los cuales no pudo ir

    visitar // entnces el Padre hasta despues que entraron las aguas, como lo hizo;y habindolos hallado rebeldes y puestos en armas con las flechas ajustadas

    sus arcos, se rindieron con las ddivas que el Padre Agustin les hizo de cuchillos,chaquiras, y los principales hachas machetes, con lo que quedaron muy con -tentos, y retornaron alegres con sus pobres comidas de man, yuca y maiz. Lagente es muchsima, y slo en uno de los pueblos hay ms d dos mil almas, y losdemas tendrn mil ochocientos, poco ms mnos. El cacique principal de estossiete pueblos, era un viejo venerable, con una barba cana y muy larga, llamadoPaititi, quien en particular regal el Padre Agustin, y en retorno le di un lanzonde chonta con una punta de hueso, que tenia en la mano, matizado todo de muy

    vistosas plumas, en seal de amistad; pues para entablarla usan estos brbaros el

    dar sus armas. Despues de dos dias que gast el Padre con estos Cayubabas, sevolvi su reduccion (Eguiluz [1696]1884: 33-34)

    Contina:

    A fines del ao pasado de 1695, mand el Padre Pedro Marban, Superior deaquella mision, al Padre Agustin Zapata que saliese, como los aos antecedentes sus misiones ntes que acabasen las aguas por los buenos efectos que esperaba ytenia experimentados [] En cuanto pudo, prosigi su empresa hasta los Ca-

    yubabas quienes haba amistado el ao antecedente. Habiendo llegado ellos ledieron ms ciertas noticias que la vez pasada de la infinidad de gente que habitabala tierra adentro, y asi prosigui costeando la misma falda de la serrania de losdichos Cayubabas hasta llegar ver y visitar muchos y muy numerosos pueblosde ms de quinientas almas cada uno, en otro temple distinto y mejor; y habiendoentrado en un pueblo muy grande, puesto en forma, con plaza y calles, hall toda la gente de l junto la puerta de un templo dedicado al demonio, quienactualmente estaban ofreciendo sacrificios, puestos sus dioses todos en la puertadel templo, vestidos muy curiosamente de plumas, con unas mantas vistosas,

    todas labradas, como las que usan de gala los indios de nuestro Per, y delante deellos muchos cuartos de carne de ciervos, venados, conejos y avestruces puestosen sus palanganas con una hoguera de fuego en // el medio, que continuamente

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    arden de dia y de noche, y todo el pueblo alrededor del sacrificio. As que vieronentrar al Padre con los indios que le acompaaban, sin desamparar el holocausto,mandaron los principales caciques algunos de sus indios que fuesen recibir y

    asistir al husped hasta que acabasen con su funcion. Vinieron despues todos, y elPadre procur agradarlos con variedad de donecillos y en especial al cacique prin-cipal que le di un machete y un poco de estao, que mostr su agradecimientocon la liberalidad de comidas que ellos usan. Y por ser de estraa lengua no lespudo hablar el Padre, ni hallar intrprete, y asi le pidi por seas el Padre Agustin,un muchacho que le dieron luego con buena voluntad, y se lo llev para ensear-le la lengua moxa, con nimo de volver ellos con este intrprete en habiendobastante nmero de misioneros, y persuadirles los medios de su salvacion. Lagente es muchsima, dcil y muy obsequiosa tanto que se pueden hacer muchasreducciones de ms de diez doce mil almas, porque no son tierras anegadizascomo las que al presente ocupan los Padres, sino muy hermosas y todas capacesde sementeras. (Eguiluz [1696]1884: 35-36)

    Escribiendo este texto Eguiluz probablemente se basaba en las cartas de AgustnZapata enviadas desde las misiones de Mojos. Varias de ellas, junto con muchosotros documentos jesuticos referentes a Mojos, hasta hace unas dcadas se con-servaban en la Biblioteca Nacional de Lima. Su lista, detalladamente transcrita,se encuentra en el catlogo publicado por Vargas Ugarte (1947:192-194). La-

    mentablemente, antes de la publicacin de este catlogo, en 1943, la mayor partede los manuscritos de la coleccin de la Biblioteca fue destruida por el incendio.Por suerte, una de las cartas que precisamente habla del tema de nuestro estudio,haba sido publicada en 1906 por Vctor Maurtua en la vasta coleccin de docu-mentos Juicio de lmites entre Per y Bolivia, de la cual tambin provienen lascitas anteriores de lvarez Maldonado y de Recio de Len. Al parecer, los com-piladores de esta coleccin por alguna razn tenan un afn particular por lostextos vinculados con la bsqueda del Paititi. Reproducimos aqu un fragmento

    de esta carta:Acerca de la poblacin grande que V. R. me dice, donde est el indio llamadoPaititi, digo que la he visitado en tres aos seguidos; est en parages es p (hay unblanco), diversos de estos nuestros, de mejor temple, donde se ve (hay un blan-co) y el terruo es cascajoso, y por mejor beben agua de pozo, y la beb yo muyfres//ca y delgada; en tres leguas de distancia por tierra estn cinco poblacionesgrandes, y la mayor es donde est el dicho Paititi, y me parece habra hasta cuatro cinco mil almas en esos cinco pueblos, con ms modo y aseo, sin comparacin,

    que estos todos que hemos visto; dironme noticias de muchas poblaciones cer-canas, que no pude ver, porque iva en canoa y ya todo lo dems es muy alto delomeras. [] Yo, en tiempo de aguas, que anda la canoa dos veces ms, e andado

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    ocho das rro abajo donde est la poblacin del Paititi, y en todo este tiempono hay rro ninguno que entre en ste, sino rriesitos pequeos. De ms ms heestado con unos indios que viven cuatro das de camino rro abajo, que me dicen

    que ms abajo de sus pueblos entra un gran rro en ste, el cual viene del Orien-te (Zapata [1695]1906:25-26)

    Entre los documentos que conocemos, esta carta constituye para nosotros laevidencia ms valiosa del origen de la palabra Paititi. Es una informacin deprimera mano comunicada por el misionero, quien personalmente haba cono-cido al jefe de los cayubabas llamado Paititi y visit algunas de las poblaciones deesta nacin. Como vemos, es una sobria descripcin geogrfica, sin elementosfantsticos ni alusiones a fabulosos tesoros. La carta est fechada 8 de mayo

    1695, es decir, fue escrita antes del ltimo viaje de Zapata a la tierra de los Ca-yubabas, si es que en los datos de Eguiluz antes citados no hay confusin. Eltexto de Eguiluz complementa la carta de Zapata, pero debemos considerarlomenos confiable, porque no podemos garantizar la exactitud con que el PadreProvin