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nº 187 / 2008 66 Putis y Cabitos: H oy en día se vive en el mundo desarrollado un sinsabor y mucha preocupación en lo que respecta a la situación económica internacional. En Nueva York, los inversionistas ya han tirado la toalla y se enfrentan directamente con un mercado en franca baja. La crisis inmobiliaria y de construcción especulativa se ha trans- ferido a casi todos los demás sectores. En España, donde escribo estas líneas, la discusión semántica en torno a la palabra “crisis” ha absorbido a los dos principales parti- dos políticos, el uno resistiéndose a utilizar la palabra para describir la situación actual y el otro insistiendo en el uso realista del término. El boom de la construcción en Europa y Norteamérica ha caído estrepitosamente. Comprar gasolina en estas partes de Asturias es muy parecido a escoger un vino de calidad. Lo que se daba por un hecho, la prosperidad del euro- peo y del norteamericano en medio de una economía regulada y una política monetaria racional y atenta a la inflación, se ha derrumbado. La incertidumbre ronda las vacaciones estivales y los viajes de turismo se han replanteado; ya hasta se extraña a los turistas norte- americanos en Madrid y otras ciudades españolas de larga prosapia anti-norteamericana. Los turistas con Cuatro autores nos cuentan, cada uno en su estilo, su visión sobre el país. Ay PAÍS PAÍS PAÍS Bonanza Alfonso W. Quiroz, historiador dólares se sienten como despojados radicalmente de un poder adquisitivo que hace escasos tres años les proporcionaba los goces de una aparente opulencia en medio del viaje turístico. Sin embargo, en países como el Perú, que experimen- tan un nuevo boom en la exportación de productos primarios, de la minería y la extracción del petróleo, se atisba un aparente optimismo o, por lo menos, cierto derroche en algunos sectores sociales beneficiados por la reciente situación económica favorable. A pesar de la persistente pobreza que se niega en desaparecer, a pesar de los esfuerzos triunfalistas de la prensa y la política, en mi última visita al Perú sentí una despreo- cupación y hasta una confianza en la economía que sigue muy de cerca la típica evolución de las burbujas especulativas de la construcción y el lavado de dinero. Ya prácticamente no se habla de la corrupción y de otros problemas urgentes: se ha tapado el sol con una mano. El juicio a Fujimori, gracias a los esfuerzos jurídicos de administraciones pasadas, contrasta con el circo telenovelesco de juicios indiscriminados que atentan contra la libertad de expresión y los derechos de los ciudadanos. El Poder Judicial puede ser, hoy en día, la primera víctima del retroceso en la reconstrucción institucional iniciada en 2001. Los altos y los bajos en materia de ciclos económicos siempre existirán. Lo que los peruanos dirigentes nunca parecen haber aprendido es a pensar a largo plazo y a prevenir o mitigar los efectos de los bajones económicos. La inversión a largo plazo –en educación, por ejemplo– se sacrifica a los intereses inmediatos. El ciudadano promedio, además, sufre periódicamente de

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nº 187 / 200866

Putis y Cabitos:

Hoy en día se vive en el mundo desarrollado un sinsabor y mucha preocupación en lo que respecta

a la situación económica internacional. En Nueva York, los inversionistas ya han tirado la toalla y se enfrentan directamente con un mercado en franca baja. La crisis inmobiliaria y de construcción especulativa se ha trans-ferido a casi todos los demás sectores. En España, donde escribo estas líneas, la discusión semántica en torno a la palabra “crisis” ha absorbido a los dos principales parti-dos políticos, el uno resistiéndose a utilizar la palabra para describir la situación actual y el otro insistiendo en el uso realista del término. El boom de la construcción en Europa y Norteamérica ha caído estrepitosamente. Comprar gasolina en estas partes de Asturias es muy parecido a escoger un vino de calidad.

Lo que se daba por un hecho, la prosperidad del euro-peo y del norteamericano en medio de una economía regulada y una política monetaria racional y atenta a la inflación, se ha derrumbado. La incertidumbre ronda las vacaciones estivales y los viajes de turismo se han replanteado; ya hasta se extraña a los turistas norte-americanos en Madrid y otras ciudades españolas de larga prosapia anti-norteamericana. Los turistas con

Cuatro autores nos cuentan, cada uno en su estilo, su visión sobre el país.

Ay PAís PAís PAísBonanza

Alfonso W. Quiroz, historiador

dólares se sienten como despojados radicalmente de un poder adquisitivo que hace escasos tres años les proporcionaba los goces de una aparente opulencia en medio del viaje turístico.

Sin embargo, en países como el Perú, que experimen-tan un nuevo boom en la exportación de productos primarios, de la minería y la extracción del petróleo, se atisba un aparente optimismo o, por lo menos, cierto derroche en algunos sectores sociales beneficiados por la reciente situación económica favorable. A pesar de la persistente pobreza que se niega en desaparecer, a pesar de los esfuerzos triunfalistas de la prensa y la política, en mi última visita al Perú sentí una despreo-cupación y hasta una confianza en la economía que sigue muy de cerca la típica evolución de las burbujas especulativas de la construcción y el lavado de dinero. Ya prácticamente no se habla de la corrupción y de otros problemas urgentes: se ha tapado el sol con una mano. El juicio a Fujimori, gracias a los esfuerzos jurídicos de administraciones pasadas, contrasta con el circo telenovelesco de juicios indiscriminados que atentan contra la libertad de expresión y los derechos de los ciudadanos. El Poder Judicial puede ser, hoy en día, la primera víctima del retroceso en la reconstrucción institucional iniciada en 2001.

Los altos y los bajos en materia de ciclos económicos siempre existirán. Lo que los peruanos dirigentes nunca parecen haber aprendido es a pensar a largo plazo y a prevenir o mitigar los efectos de los bajones económicos. La inversión a largo plazo –en educación, por ejemplo– se sacrifica a los intereses inmediatos. El ciudadano promedio, además, sufre periódicamente de

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67Fiestas Patrias

La realidadAlberto Benavides, filósofo

una amnesia funesta con respecto al pasado oneroso que llevamos a cuestas. Cuántas veces hemos recaído por costumbre o falta de luces en prestar nuestra con-fianza a políticos retorcidos a quienes poco les importa el progreso verdadero. Una conclusión ineludible de nuestras experiencias históricas es que volveremos, por lo tanto, a las profundidades de crisis que hemos vivido en el pasado. No hay ni garantías económicas ni institucionales que nos hagan confiar en un futuro inmediato. Durante la administración anterior, a pesar de su poca popularidad, se avanzó considerablemente en materia económica e institucional. Ahora, en medio de los frutos de anteriores esfuerzos, se consume con extravagancia el capital anteriormente acumulado.

Los comentaristas que leo opinan que en el Perú se está muy bien económicamente pero pésimo políticamente. Estoy de acuerdo. Los peligros políticos a los que la pobla-ción del Perú se enfrenta en los próximos dos años harían perder el sueño a cualquier optimista. Pero en el Perú no hay tal preocupación, al contrario. Se va tranquilamente al desfiladero siguiendo a la manada. Si el amigo hablador del baño turco o del club de playa no se queja, para qué hacerlo,

La racionalidad nos salva de las modas que nos pueden llevar a jugar a Elvis Presley o a Marilyn

Monroe o a cualquier mito adefesiero.

La realidad no es cosa fácil. El que usted pasee su conciencia a través de vigilias y sueños, no garantiza que usted haya vislumbrado siquiera lo que es la realidad. Yo tampoco, cla-ro, pero tengo por misión inquietarlo y hacerlo pensar.

Quizás la única realidad sea la luz; pero quizás sea tosco olvidar a los árboles y a la tierra que le ponen sombra; tampoco podemos olvidar al viento que comunica los olores, ni al agua que fecunda todo.

–¿Qué es la realidad? –Lo que es, “to on” dicen los grie-gos, lo que es, el milagro de lo que es, lo que sea que es y que convoca nuestra gratitud. Damos gracias por la luz y por todo lo demás; nos alegramos de nuestra vida.

“¿Por qué hay algo y no más bien nada?”, preguntaba el filósofo. No tenemos respuesta. Ni siquiera es seguro que el que estuvo en el origen lo sepa, según el Rig Veda.

para qué desconfiar de la tendencia. Más grúas constructo-ras, más edificios modernos en medio del tráfico limeño, desastroso y salvaje. Más pobreza en las sierras aisladas y desvinculadas del mercado. Más turismo desordenado y caótico en el Cusco. Más explotación de la mano de obra y la servidumbre doméstica. En las próximas elecciones, muy probablemente paguemos los platos rotos. La reac-ción populista descarriada y rabiosa no se hará esperar. Volverá ese pavor que algunos intelectuales radicales y anticapitalistas inclusive verán con beneplácito.

¿Donde está el análisis desapasionado y realista? ¿Quién puede alzar su voz desinteresada reclamando las nece-sidades de largo plazo? ¿Quién piensa en la educación y el capital humano tan penosamente escaso? ¿Nos sirve de algo el aprendizaje histórico de las negativas heren-cias del caudillismo, del militarismo, y la malgastada y saqueada riqueza pública? Creo que tenemos muchas asignaturas pendientes y ante el supuesto optimismo de hoy no estamos preparados para pensar adecuadamente el futuro. Las oportunidades, como ha sido habitual, no serán aprovechadas para lograr un verdadero desarrollo material y humano.

Y entonces recordamos a Oliver Whalley: “Ese es el proble-ma: hemos olvidado que este planeta es un milagro total”.

Pero nosotros queríamos comentar un tema más sociológico: la creencia de los peruanos de que la realidad es Lima.

Ni qué decir que la creencia se alimenta a sí misma. Como la realidad es Lima, ahí están las tiendas, ahí los servicios médicos, ahí la plata, ahí las mejores chicas del mercado, ahí están el presidente y los ministros, porque bien sabemos que nada más cuenta sino Lima, Lima, la novia del Perú.

Habría que saber ya, después de tanto, que esta novia no nos conviene, que seguirá consolidando el racismo, las separaciones, que seguirá queriendo venderle el Estadio Nacional a cualquier cholito recién bajado. Lima criollaza, ladrona y mentirosa.

El gran problema ético del Perú es Lima, la Lima que no reparte hoja de coca sino cocaína. Lima es el gran

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nº 187 / 200868

chupo, el foco infeccioso: ahí están los vendedores y compradores de armas, ahí todo el narcotráfico, ahí los pingües negocios con el Estado.

El ingreso per cápita en Lima casi triplica al del resto del país ¿Es que los limeños trabajan más? No, no trabajan, se sientan detrás de un escritorio. Lima convoca a la flojera, todo se detiene en sus trámites; desde Lima, el resto del país se corrompe.

En efecto, una sola ciudad tan grande en un país tan extenso y diverso es a todas luces un absurdo. Es necesario que Arequipa y Trujillo crezcan más que Lima. Pero lo más necesario sería dar autonomía política y económica a los municipios, que comen-cemos a formar ayllus de gentes bien intencionadas y laboriosas que levanten este país por el honesto trabajo y la inteligencia.

de ambos, es el ir valorando críticamente. Del crítico libre pensador espere usted a veces aplausos y otras pifias.

El que piensa y valora crea, en la medida de su peque-ñez, crea pueblos; de una valoración del mundo nacen las leyes que rigen a un pueblo, de ahí surgen a la larga sus costumbres y sus convicciones básicas. Al final la cultura es religión, aunque no necesariamente religión dogmática como el cristianismo o el Islam.

Poco es lo que podemos hacer los escritores e intelec-tuales en el Perú; la presencia de la Iglesia católica es avasallante: quinientos años de prédica y extirpación de idolatrías han dado buenos réditos: un pueblo sumiso y supersticioso. Pero además, todavía no hay lectores. La gran esperanza para el espíritu crítico y la información científica es la Internet, verdadero “democratizador de la cultura”, como dice Paco Pérez.

Parte de la función de la cultura es la crítica social; de ahí que se explique aquel general de Hitler que decía: “Cuando me hablan de cultura saco el revólver”. Los tiranos, autoritarios y fundamentalistas han sido siempre de este talante.

La cultura es crítica porque es el ejercicio de la capacidad de valorar. Juzgamos el bien y el mal, la belleza y la feal-dad, no solo en la articulación de la obra de arte, literaria, plástica o musical; una vez que la capacidad crítica se ha desatado, aplicamos nuestro valorar a todo. Y los críticos, o sea los pensantes, seremos fastidiosos siempre, tanto para apocalípticos como para conservadores.

Los apocalípticos son los que dicen que todo está mal y empeorando, los huarangos se están muriendo (en lo que han sido desmentidos por esta primavera) y todo está pésimo, Apocalipsis now, es el final de los fi-nales...; los conservadores, en cambio, son los que muy cuidadosamente quieren que todo permanezca igual: el Perú no tiene arreglo, sigamos aprovechándonos de él, continuemos con la cortesanía limeña.

Ni qué decir que el pensamiento crítico no es ni apocalíp-tico ni conservador sino todo lo contrario, es la antítesis

Pero mientras tanto hay temas que son de horror. Hace unos años explotó Mesa Redonda. Todavía hoy en todos los pueblos de la sierra, y también de la costa, se siguen reventando cohetes por cualquier motivo. Sobre todo los serranos quedaron víctimas y discípulos de Pedro de Candia, el que disparó el cañonazo decisivo en Cajamarca el 16 de noviembre de 1532.

Que las gentes tengan la mala costumbre de disparar camaretazos y castillos de pólvora se debe solo a una tradición muy asentada. Pero que después de Mesa Redonda no se haya PROHIBIDO la importación de pólvora y que sigan proliferando los camaretazos, eso sí es absurdo. La costumbre, en este caso, se acaba si no hay el insumo, o sea si no se importa pólvora. Esa es mi tesis: prohíbase la importación de pólvora y si faltara para fines bélicos, tanto mejor. “Otro gallo le cantará al Perú, dice Palma, si lo que hemos gastado en pólvora se hubiera gastado en irrigar terrenos”.

Y terminamos con nuestro ya archiconocido lema: solo dos cosas tenemos que hacer en el Perú, acequias y bibliotecas... Acabemos con la importación de pólvora que interrumpe.

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69Fiestas Patrias

Fuentes cercanas a Palacio nos hicieron llegar, con carác-ter de primicia periodística, esta versión del mensaje

del 28 de julio, que finalmente no pudo ser leída:

“Queridos compatriotas:

Hoy cumplo dos años en el poder. Ustedes, en las urnas, me lo dieron, y, como le consta al Perú y al mundo, no los he defraudado.

Hace veinticuatro meses recibí, más que un país, una lástima. La gente vagaba por las calles, vencida por el

Mensaje a la NaciónNicolás Yerovi, escritor

Antes nadie tenía trabajo, ahora todos tienen trabajo. El trabajo de cobrar por lo que han trabajado, es cierto, pero tampoco hay que ponerse exquisito porque en esta vida nada es perfecto.

Antes había más peatones que taxis, ahora hay más taxis que peatones.

Antes nadie respetaba los semáforos ni el tránsito en las ciudades, ahora nadie respeta el tránsito ni siquiera en las carreteras. Por lo tanto, esto de no respetar nada ya dejó atrás el horrible centralismo capitalino. Ahora la falta de respeto es una feliz realidad nacional, ha triunfado la soñada descentralización.

Permítanme decir que en esto de los semáforos también se refleja la democracia, hay países que viven bajo una dictadura feroz, donde la luz roja significa “deténgase”. No, señor, aquí la luz roja significa “deténgase… Si no tiene inconveniente”. Esto es democracia.

El sueño de nuestros ancestros se ha hecho realidad. Somos libres, somos prósperos y vivimos en la abundancia.

Claro que nunca faltan los inconformes de siempre, aquellos para los cuales nunca nada es suficientemente

Antes Lima estaba llena de baches, ahora los baches están llenos de Lima.

desaliento y la desesperanza, sin trabajo, sin dinero y sin destino.

Hoy, el Perú es el asombro del planeta. Todos somos felices, hemos empezado a caminar por las grandes avenidas del futuro.

Antes éramos pobres, ahora somos ricos. No se nota mucho, es verdad, pero es mejor así, porque tampoco se trata de ir palanganeando. No solo es muy feo sino que, además, hay países muy envidiosos.

Hoy, hasta los mendigos ruedan gordos por las calles y las mascotas orinan en los parques, optimistas, para arriba.

Antes Lima estaba llena de baches, ahora los baches están llenos de Lima.

bueno y les parece poco almorzar una vez por semana. ¿Qué cosa es lo que quieren, engordar?

Por último, he tomado la resolución de cambiar la fecha de la celebración de Fiestas Patrias a la fecha de la cele-bración de mi cumpleaños, el 25 de diciembre.

Deseo finalizar este mensaje a la nación con un par de frases. La primera servirá para confirmar nuestra sa-biduría popular, ya que es absolutamente cierto lo que dice mucha gente, sí, señores, “Dios es peruano”. Y la segunda frase es, más que una reflexión, una solicitud, les ruego que dejen de lastimar mi modestia con esa frase que tanto se repite, “gracias a Dios”.

No tienen nada que agradecerme.

¡Viva el Perú!”.

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nº 187 / 200870

Del “problema del indio” al “problema del pobre”Carlos Iván Degregori, antropólogo

“El Perú avanza” es el eslogan central del gobierno. Más de ochenta meses de crecimiento sostenido

del PBI lo respaldan. Las principales agencias nos otor-gan el grado de inversión. El País de España nos llama “los alumnos aplicados” de una región que soporta mejor que otras la crisis mundial desatada por el alza del petróleo y de los alimentos.

Al mismo tiempo, vivimos cambios sociales dramáti-cos. La pobreza ha caído en cinco puntos en el último año, crecen las ciudades intermedias, se expande una nueva clase media, la cumbia peruana invade fiestas y tiendas exclusivas.

Comenzamos a ser un país diferente. Mas, a pesar de todo, persiste el descontento con la democracia y la popularidad presidencial sigue cuesta abajo en su ro-dada. Cada vez más, en la explicación de esta aparente paradoja resuenan las palabras inequidad, desigualdad, exclusión; la persistencia de brechas o escisiones entre diferentes capas y regiones de un país fragmentado a pesar de su crecimiento.

En un contexto de debilidad institucional generali-zada, esa persistencia se vuelve preocupante y entre las élites económicas genera escalofríos el solo pensar que pueda repetirse un escenario semejante al de las elecciones de 2006.

Se diseñan entonces políticas de inclusión. Políticas sociales focalizadas en los más pobres, los pobladores rurales, las mujeres. Pero se diseñan como si los pobres lo fueran solo porque se quedaron atrás: por lentos, por ignorantes, por vivir aislados o por ser perros del hortelano. Si ese es el caso, entonces es cuestión de ayudarlos a igualarse, a incorporarse al Perú que avanza, al país exitoso cuyo presidente soñó por un momento en organizar las Olimpiadas del año 2016.

Esta visión de los pobres como los que simplemente se han quedado atrás, de los excluidos como los que por azar o por defectos propios se han quedado fuera de la sala del banquete, evita reconocer que la pobreza no es solo una abstracción estadística, sino también una relación de poder. Expresa una desigual

distribución no solo de la riqueza, sino del poder político y simbólico.

Y la visión de los excluidos como los que casi por casua-lidad quedaron fuera, evita reconocer responsables de que las brechas existan y sean como son. Pero en uno y otro nivel de riqueza o pobreza; en una u otra orilla de la exclusión (para simplificar y hablar de dos y no de múltiples estratos o brechas) viven actores que no son sujetos pasivos, que no llegaron a donde están arrastrados por algún insólito destino.

Después de lo sucedido en el país en las últimas déca-das, es imposible decir que los pobres y excluidos son pasivos, conformistas, resignados. Han luchado y siguen luchando por cambiar su situación. Con igual razón, sería insultante decir que en la otra orilla encontramos personas que no tienen capacidad de actuar. Los que se ubican del lado de los incluidos tienen todavía más ca-pacidad de “agencia” y el tipo de agencia que desarrollan muchos de ellos es parte del problema. La cara oculta del problema, porque nadie se ha dedicado a estudiar, a conocer mejor a los que a veces sin querer queriendo resultan reproductores activos de las brechas, las esci-siones y las desigualdades. Menos aun se han diseñado políticas para resolver esta otra parte del problema, tal vez la más importante, porque incluye a quienes tienen mayor capacidad económica y de decisión política.

Hace casi medio siglo, Carlos Malpica publicó un libro, Los dueños del Perú, que trazaba el perfil de las familias y grupos económicos más poderosos del país. Más recien-temente, el sociólogo Francisco Durand ha proseguido esta tarea, pero prácticamente en solitario. En tiempos de globalización, tampoco conocemos mucho de sus redes sociales, de su idea de nación, de lo que quieren decir cuando afirman que “apuestan por el Perú”. Poco conocemos sistemáticamente de sus actitudes y valores, su vida cotidiana, sus percepciones, sus temores, tan atendibles como el del resto de peruanos.

No se encuentran tampoco estudios serios de movilidad social. ¿Hay un techo de vidrio para los nuevos grupos económicos emergentes? ¿O el techo es solo para los medianos? ¿O hay más bien un piso de cemento que

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incorpora a los que llegaron al tope y los separa del resto? ¿O es que existen condiciones ideales para la movilidad social y los que no suben es porque no quieren, no tienen las cualidades o son perros del hortelano resentidos? Probablemente la realidad tenga algo de todo lo anterior, pero no lo sabemos en profundidad.

Lo que sí es posible advertir es que para superar la enorme inequidad de oportunidades y las exclusiones se requieren un conjunto de políticas sostenidas y de largo plazo para los más incluidos –llamémosle el sector A**– en las que nadie está pensando. Aquí, algunas sugerencias.

Educación ciudadana

“Ellos también son ciudadanos peruanos” es el slogan del programa Juntos, y aparece ilustrado con rostros de niños pobres de aspecto andino. Tendrían que diseñarse otros afiches con rostros del otro extremo del espectro social con una leyenda que diga. “Tú también eres ciu-dadano peruano”, llamándolos a cursos de educación ciudadana que los hagan tomar conciencia de que los ciudadanos y ciudadanas peruanas son muy diversos, tienen intereses a veces contrastantes y no necesaria-mente la misma idea de lo que es el Perú, sin cuestionar el patriotismo de nadie. Allí deberían aprender, sobre todo, a tratar a sus compatriotas de igual a igual.

Educación en valores

Existe aquí un campo inmenso de trabajo, enseñar democracia para que exista en el Perú un liberalismo consecuente. Recordemos, si no, cómo se desbandó el

Fredemo luego del autogolpe de Fujimori en 1992. Cómo Vargas Llosa quedó casi completamente solo porque no teníamos y todavía tenemos muy pocos liberales inte-grales, que lo sean en el plano económico pero también en el político y en el de derechos humanos.

De la gobernanza corporativa y la responsabilidad social a la filantropía

La globalización va logrando que mejore la gobernanza corporativa, pero la responsabilidad social sigue siendo atributo principalmente de las empresas extranjeras. Muchas de ellas tienen accionistas que les exigen, por ejemplo, tecnologías limpias en las industrias extracti-vas. La filantropía es todavía escuálida. Vecinos como Chile o Colombia nos dejan muy atrás en este campo. Si de pensar en grande se trata, “aprender de Bill Gates” sería una buena consigna.

He mencionado solo algunas líneas de trabajo. Si un gobier-no futuro adoptara alguna de ellas, sepa que transformar a estos sectores para reducir la inequidad de oportunidades y la exclusión requerirá un esfuerzo de largo plazo porque se trata de lograr un profundo cambio cultural. Es un esfuerzo en el que deberán participar los organismos estatales fis-calizadores y de protección ciudadana; las organizaciones de la sociedad civil; las que hacen pedagogía en derechos humanos; las instituciones educativas, especialmente pri-vadas; los medios de comunicación; los peruanos exitosos de la diáspora, que vuelven del extranjero con hábitos y valores más acordes con los tiempos.

Jose

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