cuaresma 2014

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Se hizo Se hizo pobre para pobre para enriquecernos enriquecernos con su con su pobreza pobreza (cfr. 2 Cor 8, 9) Cuaresma Cuaresma - - A A 2014 2014 2014 Acción Católica General Alfonso XI, 4 5º 28014 Madrid www.accioncatolicageneral.es [email protected]

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Se hizo Se hizo pobre para pobre para

enriquecernos enriquecernos con su con su

pobrezapobreza

(cfr. 2 Cor 8, 9)

Cuaresma Cuaresma -- A A 201420142014

Acción Católica General Alfonso XI, 4 5º

28014 Madrid www.accioncatolicageneral.es [email protected]

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MENSAJE DEL PAPA FRANCISCO PARA LA CUARESMA 2014

Se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza (cfr. 2 Cor 8, 9)

Queridos hermanos y hermanas:

Con ocasión de la Cuaresma os propongo algunas reflexiones, a fin de que os sirvan para el camino personal y comunitario de conversión. Comienzo recordando las palabras de San Pablo: «Pues co-nocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, se hizo pobre por vosotros para enriqueceros con su pobreza» (2 Cor 8, 9). El Após-tol se dirige a los cristianos de Corinto para alen-tarlos a ser generosos y ayudar a los fieles de Je-rusalén que pasan necesidad. ¿Qué nos dicen, a los cristianos de hoy, estas palabras de San Pablo? ¿Qué nos dice hoy, a nosotros, la invitación a la pobreza, a una vida pobre en sentido evangélico?

La gracia de Cristo

Ante todo, nos dicen cuál es el estilo de Dios. Dios no se revela mediante el poder y la riqueza del mundo, sino mediante la debilidad y la pobreza: «Siendo rico, se hizo pobre por vosotros…». Cris-to, el Hijo eterno de Dios, igual al Padre en poder y gloria, se hizo pobre; descendió en medio de nosotros, se acercó a cada uno de nosotros; se desnudó, se "vació", para ser en todo semejante a nosotros (cfr. Flp 2, 7; Heb 4, 15). ¡Qué gran misterio la encarnación de Dios! La razón de todo esto es el amor divino, un amor que es gracia, generosi-dad, deseo de proximidad, y que no duda en darse y sacrificarse por las criaturas a las que ama.

La caridad, el amor es compartir en todo la suerte del amado. El amor nos hace semejantes, crea igualdad, derriba los muros y las distancias. Y Dios hizo esto con nosotros. Jesús, en efecto, «trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre. Nacido de la Virgen María, se hizo verdaderamente uno de nosotros, en todo semejante a nosotros excepto en el pecado» (Conc.

Ecum. Vat. II, Const. past. Gaudium et spes, 22).

La finalidad de Jesús al hacerse pobre no es la po-breza en sí misma, sino —dice San Pablo— «...para enriqueceros con su pobreza». No se tra-ta de un juego de palabras ni de una expresión para causar sensación. Al contrario, es una sínte-sis de la lógica de Dios, la lógica del amor, la lógi-ca de la Encarnación y la Cruz. Dios no hizo caer sobre nosotros la salvación desde lo alto, como la limosna de quien da parte de lo que para él es su-perfluo con aparente piedad filantrópica.

¡El amor de Cristo no es esto! Cuando Jesús entra en las aguas del Jordán y se hace bautizar por Juan el Bautista, no lo hace porque necesita peni-tencia, conversión; lo hace para estar en medio de la gente, necesitada de perdón, entre nosotros, pecadores, y cargar con el peso de nuestros peca-dos. Este es el camino que ha elegido para conso-larnos, salvarnos, liberarnos de nuestra miseria. Nos sorprende que el Apóstol diga que fuimos li-berados no por medio de la riqueza de Cristo, sino por medio de su pobreza. Y, sin embargo, San Pa-blo conoce bien la «riqueza insondable de Cris-to» (Ef 3, 8), «heredero de todo» (Heb 1, 2).

¿Qué es, pues, esta pobreza con la que Jesús nos libera y nos enriquece? Es precisamente su modo de amarnos, de estar cerca de nosotros, como el buen samaritano que se acerca a ese hombre que todos habían abandonado medio muerto al borde del camino (cfr. Lc 10, 25ss). Lo que nos da verdade-ra libertad, verdadera salvación y verdadera felici-dad es su amor lleno de compasión, de ternura, que quiere compartir con nosotros.

La pobreza de Cristo que nos enriquece consiste en el hecho que se hizo carne, cargó con nuestras debilidades y nuestros pecados, comunicándonos la misericordia infinita de Dios. La pobreza de Cristo es la mayor riqueza: la riqueza de Jesús es su confianza ilimitada en Dios Padre, es encomen-darse a Él en todo momento, buscando siempre y solamente su voluntad y su gloria. Es rico como lo es un niño que se siente amado por sus padres y los ama, sin dudar ni un instante de su amor y su ternura.

La riqueza de Jesús radica en el hecho de ser el Hijo, su relación única con el Padre es la prerroga-tiva soberana de este Mesías pobre. Cuando Jesús nos invita a tomar su "yugo llevadero", nos invita a enriquecernos con esta "rica pobreza" y "pobre riqueza" suyas, a compartir con Él su espíritu filial y fraterno, a convertirnos en hijos en el Hijo, her-manos en el Hermano Primogénito (cfr Rom 8, 29).

Se ha dicho que la única verdadera tristeza es no ser santos (L. Bloy); podríamos decir también que hay una única verdadera miseria: no vivir como hijos de Dios y hermanos de Cristo.

Nuestro testimonio

Podríamos pensar que este "camino" de la pobreza fue el de Jesús, mientras que nosotros, que veni-mos después de Él, podemos salvar el mundo con los medios humanos adecuados. No es así. En to-da época y en todo lugar, Dios sigue salvando a los hombres y salvando el mundo mediante la po-breza de Cristo, el cual se hace pobre en los Sa-cramentos, en la Palabra y en su Iglesia, que es un pueblo de pobres. La riqueza de Dios no puede pasar a través de nuestra riqueza, sino siempre y solamente a través de nuestra pobreza, personal y comunitaria, animada por el Espíritu de Cristo.

A imitación de nuestro Maestro, los cristianos esta-mos llamados a mirar las miserias de los herma-nos, a tocarlas, a hacernos cargo de ellas y a reali-zar obras concretas a fin de aliviarlas. La miseria no coincide con la pobreza; la miseria es la pobre-za sin confianza, sin solidaridad, sin esperanza. Podemos distinguir tres tipos de miseria: la miseria material, la miseria moral y la miseria espiritual.

La miseria material es la que habitualmente llama-mos pobreza y toca a cuantos viven en una condi-ción que no es digna de la persona humana: pri-vados de sus derechos fundamentales y de los bienes de primera necesidad como la comida, el agua, las condiciones higiénicas, el trabajo, la po-sibilidad de desarrollo y de crecimiento cultural. Frente a esta miseria la Iglesia ofrece su servicio, su diakonia, para responder a las necesidades y curar estas heridas que desfiguran el rostro de la humanidad.

En los pobres y en los últimos vemos el rostro de Cristo; amando y ayudando a los pobres amamos

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y servimos a Cristo. Nuestros esfuerzos se orien-tan asimismo a encontrar el modo de que cesen en el mundo las violaciones de la dignidad huma-na, las discriminaciones y los abusos, que, en tantos casos, son el origen de la miseria. Cuando el poder, el lujo y el dinero se convierten en ído-los, se anteponen a la exigencia de una distribu-ción justa de las riquezas. Por tanto, es necesario que las conciencias se conviertan a la justicia, a la igualdad, a la sobriedad y al compartir.

No es menos preocupante la miseria moral, que consiste en convertirse en esclavos del vicio y del pecado. ¡Cuántas familias viven angustiadas por-que alguno de sus miembros —a menudo joven— tiene dependencia del alcohol, las drogas, el jue-go o la pornografía! ¡Cuántas personas han perdi-do el sentido de la vida, están privadas de pers-pectivas para el futuro y han perdido la esperan-za! Y cuántas personas se ven obligadas a vivir esta miseria por condiciones sociales injustas, por falta de un trabajo, lo cual les priva de la dignidad que da llevar el pan a casa, por falta de igualdad respecto de los derechos a la educación y la sa-lud. En estos casos la miseria moral bien podría llamarse casi suicidio incipiente.

Esta forma de miseria, que también es causa de ruina económica, siempre va unida a la miseria espiritual, que nos golpea cuando nos alejamos de Dios y rechazamos su amor. Si consideramos que no necesitamos a Dios, que en Cristo nos tiende la mano, porque pensamos que nos basta-mos a nosotros mismos, nos encaminamos por un camino de fracaso. Dios es el único que verdade-ramente salva y libera.

El Evangelio es el verdadero antídoto contra la miseria espiritual: en cada ambiente el cristiano está llamado a llevar el anuncio liberador de que existe el perdón del mal cometido, que Dios es más grande que nuestro pecado y nos ama gra-tuitamente, siempre, y que estamos hechos para la comunión y para la vida eterna. ¡El Señor nos invita a anunciar con gozo este mensaje de mise-ricordia y de esperanza!

Es hermoso experimentar la alegría de extender esta buena nueva, de compartir el tesoro que se nos ha confiado, para consolar los corazones afli-gidos y dar esperanza a tantos hermanos y her-manas sumidos en el vacío. Se trata de seguir e imitar a Jesús, que fue en busca de los pobres y los pecadores como el pastor con la oveja perdida, y lo hizo lleno de amor. Unidos a Él, podemos abrir con valentía nuevos caminos de evangeliza-ción y promoción humana.

Queridos hermanos y hermanas, que este tiempo de Cuaresma encuentre a toda la Iglesia dispuesta y solícita a la hora de testimoniar a cuantos viven en la miseria material, moral y espiritual el men-saje evangélico, que se resume en el anuncio del amor del Padre misericordioso, listo para abrazar en Cristo a cada persona. Podremos hacerlo en la medida en que nos conformemos a Cristo, que se hizo pobre y nos enriqueció con su pobreza.

La Cuaresma es un tiempo adecuado para despo-jarse; y nos hará bien preguntarnos de qué pode-mos privarnos a fin de ayudar y enriquecer a otros con nuestra pobreza. No olvidemos que la verda-dera pobreza duele: no sería válido un despojo sin esta dimensión penitencial. Desconfío de la limos-na que no cuesta y no duele.

Que el Espíritu Santo, gracias al cual «[somos] como pobres, pero que enriquecen a muchos; co-mo necesitados, pero poseyéndolo todo» (2 Cor 6,

10), sostenga nuestros propósitos y fortalezca en nosotros la atención y la responsabilidad ante la miseria humana, para que seamos misericordiosos y agentes de misericordia. Con este deseo, asegu-ro mi oración por todos los creyentes. Que cada comunidad eclesial recorra provechosamente el camino cuaresmal. Os pido que recéis por mí. Que el Señor os bendiga y la Virgen os guarde.

Vaticano, 26 de diciembre de 2013

Fiesta de San Esteban, diácono y protomártir

FRANCISCUS

© Copyright - Libreria Editrice Vaticana

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Bienaventuranzas de la Cuaresma

Felices quienes recorren el camino cuaresmal Felices quienes recorren el camino cuaresmal con una sonrisa en el rostro y sienten cómo brota de su corazón con una sonrisa en el rostro y sienten cómo brota de su corazón

un sentimiento de alegría incontenible.un sentimiento de alegría incontenible.

Felices quienes durante el tiempo de Cuaresma, Felices quienes durante el tiempo de Cuaresma, y en su vida diaria, practican el ayuno del consumismo, y en su vida diaria, practican el ayuno del consumismo,

de los programas basura de la televisión, de los programas basura de la televisión, de las críticas, de la indiferencia.de las críticas, de la indiferencia.

Felices quienes intentan en la cotidianidad Felices quienes intentan en la cotidianidad ir suavizando su corazón de piedra, ir suavizando su corazón de piedra,

para dar paso a la sensibilidad, la ternura, la compasión, para dar paso a la sensibilidad, la ternura, la compasión, la indignación teñida de propuestas.la indignación teñida de propuestas.

Felices quienes creen que el perdón, en todos los ámbitos, Felices quienes creen que el perdón, en todos los ámbitos, es uno de los ejes centrales en la puesta en práctica es uno de los ejes centrales en la puesta en práctica

del Evangelio de Jesús, para conseguir un mundo reconciliado.del Evangelio de Jesús, para conseguir un mundo reconciliado.

Felices quienes se aíslan de tanto ruido e información vertiginosa, Felices quienes se aíslan de tanto ruido e información vertiginosa, y hacen un espacio en el desierto de su corazón y hacen un espacio en el desierto de su corazón

para que el silencio se transforme en soledad sonora.para que el silencio se transforme en soledad sonora.

Felices quienes recuerdan la promesa de su buen Padre y Madre Dios, Felices quienes recuerdan la promesa de su buen Padre y Madre Dios, quienes renuevan a cada momento su alianza de cercanía quienes renuevan a cada momento su alianza de cercanía

y presencia alentadora hacia todo el género humano.y presencia alentadora hacia todo el género humano.

Felices quienes cierran la puerta a los agoreros, Felices quienes cierran la puerta a los agoreros, a la tristeza y al desencanto, a la tristeza y al desencanto,

y abren todas las ventanas de su casa al sol de la ilusión, y abren todas las ventanas de su casa al sol de la ilusión, del encanto, de la belleza, de la solidaridad.del encanto, de la belleza, de la solidaridad.

Felices quienes emplean sus manos, su mente, sus pies Felices quienes emplean sus manos, su mente, sus pies en el servicio gozoso de los demás, en el servicio gozoso de los demás,

quienes más allá de todas las crisis, mantienen, quienes más allá de todas las crisis, mantienen, ofrecen y practican la esperanza de la resurrección ofrecen y practican la esperanza de la resurrección

a todos los desvalidos, marginados y oprimidos del mundo. a todos los desvalidos, marginados y oprimidos del mundo. Entonces sí que habrá brotado la flor de la Pascua Entonces sí que habrá brotado la flor de la Pascua

al final de un gozoso sendero cuaresmal. al final de un gozoso sendero cuaresmal.

(Miguel Ángel Mesa)(Miguel Ángel Mesa)

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● Ruego/rogamos para pedir el don del contemplar el Evangelio y poder conocer y estimar a Jesús y, así poder seguirlo mejor.

● Apunto algunos hechos vividos esta semana que ha acabado.

● Leo/leemos el texto.

● Después contemplo y subrayo.

Mt 4, 1-11 1 Luego el Espíritu llevó a Jesús al desierto para ser tentado por el diablo. 2 Y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, al final tuvo ham-bre. 3 El tentador se acercó y le dijo: «Si eres hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pa-nes». 4 Pero él respondió: «Está escrito: No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios». 5 Luego el diablo lo llevó a la ciudad santa, lo subió al alero del templo y 6 le di-jo: «Si eres hijo de Dios, tírate de aquí abajo, por-que está escrito: Ordenará a sus ángeles que cuiden de ti, que te lleven en las manos para que no tropiece tu pie con ninguna piedra». 7 Jesús le dijo: «También está escrito: No tentarás al Señor tu Dios». 8 De nuevo el diablo lo llevó a un monte muy alto, le mostró todos los reinos del mundo y su esplendor, 9 y le dijo: «Todo esto te daré si te pones de rodillas y me adoras». 10 Jesús le dijo: «Retírate, Satanás, porque está escrito: Al Señor tu Dios adorarás y a él solo servirás». 11 Entonces el diablo lo dejó, y los ángeles llegaron y se pusieron a servirle.

Tomemos conciencia de la presencia del Espíritu en nuestras vidas. Con la compañía del Espíritu Jesús es fiel al proyecto de Dios Padre. El Espíritu nos acompaña y hace descubrir el misterio de la persona de Jesús. ●Contemplemos esta dimensión de la vida de Jesús: Jesús es tentado pero vence a las tentaciones. Ten-taciones que duraron en el tiempo y que supo rechazar.

¿Qué es lo que me revela este texto de la persona de Jesús? ¿Qué me enseña Jesús?

¿Cuáles son las tentaciones que experimento y cómo reacciono?

¿Cuales son las tentaciones del mundo de ahora y cómo se enfrenta a ellas? ● A lo largo de la cuaresma seguro que Dios me invitará a que se produzca en mi vida alguna conver-sión.

¿A qué quiere Dios que me convierta para poder realizar su proyecto, para seguir los pasos de Je-sús?

● Llamadas.

Diálogo con el Señor. Le doy gracias porque él me ayuda a no caer en la tentación, le pido perdón de tantas veces que caigo en la tentación… Le pido ayuda para nuestras comunidades

y grupos para que sepamos resistir a las tentaciones…

I Domingo de Cuaresma - A ● Génesis 2, 7-9; 3, 1-7 ● “Creación y pecado de los primeros padres”

● Salmo 50 ● ”Misericordia, Señor, hemos pecado”

● Romanos 5, 12-19 ● “Si creció el pecado, más abundante fue la gracia”

● Mateo 4, 1-11 ● “Jesús ayuna cuarenta días y es tentado”

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NOTAS PARA SITUAR ESTE EVANGELIO

● Observamos la presencia, la compañía del Espí-ritu en la vida de Jesús. No ha comenzado Jesús su vida pública y los evangelistas nos lo presentan enfrentado con el maligno acompañado de la pre-sencia del Espíritu. Ese mismo Espíritu continúa actuando en la Iglesia y en cada uno de nosotros. Es el Espíritu que bajó sobre Jesús en el momento del bautismo quien le conduce a lo largo de su vida, es ese mismo Espíritu el que nos acompaña-rá a durante toda la cuaresma y quien nos esti-mulará a convertirnos.

● Jesús fue tentado por el maligno para que re-nunciase a su condición de Hijo obediente de Dios proponiéndole un mesianismo triunfante, especta-cular. Parece como si Jesús, antes de presentarse ante el mundo para realizar la misión que Dios le había encomendado, calibrase con qué medios, con qué estilo iba a realizar la misión del enviado del Padre.

● Al final de un largo ayuno el tentador le propone a Jesús: “di que estas piedras se conviertan en pan”. Tal vez como diciéndole en tu proyecto, en tu plan de actuación trata de buscar beneficio pro-pio, aprovéchate. Jesús es consciente de que lo fundamental es la voluntad de Dios Padre “No só-lo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”. Es la primera tenta-ción.

● En un segundo momento Jesús es tentado para que deslumbre al personal, para que seduzca, pa-ra que realice gestos extraordinarios: “Si eres Hijo de Dios tírate abajo…los ángeles te sostendrán” Pero Jesús opta por la sencillez, por la humildad, por ser uno más. Así vivió desde el principio de su vida. Más aún cuando lo quieren aplaudir y hono-rar se esconde, desaparece y a los que cura les dice “no se lo digáis a nadie”. El nos propone co-mo criterio a tener en cuenta en nuestra forma de actuar la discreción: “cuando des limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha”.

● Por último el tentador le ofrece a Jesús el “oro y el moro”. ¿Aceptará Jesús a asumir un mesianis-mo político? ¿Se dejará acaparar por el poder por el tener…?. Su pretensión no es otra que realizar el proyecto del Padre, servir a Dios y entregarse a su proyecto por el camino del servicio y de la do-nación total hasta derramar su última gota. Toda la vida de Jesús es un cheque en blanco a lo que Dios disponga de él. Jesús se fía absolutamente de Dios Padre, aunque en ese camino tenga que pasar por el rechazo e incluso por el gran suplicio de la cruz.

● Jesús experimentó la tentación pero se mantuvo fiel a su condición de Hijo y cumplió fielmente la misión que Dios Padre le había encomendado

● Jesús es tentado, nosotros somos tentados. El venció al tentador, nosotros con frecuencia su-cumbimos a la tentación.

“Jesús es llevado por el Espíritu para ser tentado por el diablo”

Señor Jesús, estamos comenzando el tiempo de cuaresma, camino para la Pascua, en la que celebraremos tu victoria

sobre la muerte y el pecado.

Es el hecho más importante y trascendental para la historia de la humanidad.

Tú, Señor Jesús, venciste a la muerte y al mal, al pecado que tantos estragos causa en nuestro mundo.

Con tu victoria apareció una ventana de luz limpia, un mundo nuevo comenzó.

En este domingo de cuaresma la Iglesia nos recuerda que Tú, Señor Jesús, fuiste llevado al desierto por el Espíritu.

Allí, y a lo largo de toda tu vida, muchas veces fuiste tentado. Pero… pero…el tentador fracasó,

el tentador no pudo contigo, venciste todas las tentaciones.

Gracias Jesús porque supiste resistir, vencer. Tres tentaciones tuyas nos presenta hoy el Evangelio.

Tentaciones, todas ellas, en torno a la manera de entender tu mesianismo.

Era el comienzo de tu vida pública y fuiste tentado sobre tu manera de realizar

la obra del Padre. Tentaciones que perduraron a lo largo de tu vida en este mundo.

Esta cuaresma, como cada día, seguro que para nosotros será un tiempo de prueba

en el que tendremos la oportunidad de mostrar nuestra fidelidad a tu seguimiento.

Como en tu caso, Señor Jesús, no puedo dejar de pensar que también el Espíritu nos acompaña y nos hace fuertes

para no caer en la tentación. El Espíritu, el abogado, nos acompaña

¿Por qué no recurrimos a Él con más frecuencia?

Yo, también, Señor Jesús, soy tentado y muchas veces. ¿Cuáles son mis tentaciones?:Tengo pereza, impaciencia,

y mucha rutina. A veces me veo envuelto en la crítica, a lo mejor por envidias. Veo que el desánimo me rodea

y que la tibieza y el egoísmo están al acecho. Tal vez en ocasiones pretendo aparentar

y me dejo llevar por la ley del mínimo esfuerzo. Noto que en ocasiones digo y propongo lo que no hago.

No soy coherente. Experimento que me falta fe en la Iglesia.

Me cuesta salir, ir al encuentro, buscar, estoy encerrado . A veces soy cobarde para interpelar

y anunciarte a Ti y a tu mensaje. Hay, en ocasiones, desorden en mi vida,

podría hacer más de lo que hago. Podría vivir más como hijo de Dios Padre

y hermano de todos. etc. etc.

Señor Jesús, somos tentados a diario para dejar tu proyecto y seguir otro camino.

Pasamos a diario por la misma experiencia tuya. Lo que sucede es que nosotros,

en ocasiones, caemos en la tentación mientras que Tú permaneciste siempre fiel.

Tú, Señor Jesús, bien sabías nuestra condición. Por eso nos dices que le pidamos a Dios con frecuencia:

“no nos dejes caer en la tentación” y añades “ y líbranos de mal”

Perdón, Señor Jesús, de todas mis caídas. Perdón de todas las caídas de la humanidad.

Ayúdanos, Señor Jesús, a no caer en la tentación. Ayuda a todos, especialmente, a los que se ven más débiles,

Gracias, Señor Jesús, de todas las veces que con tu ayuda

he resistido a la tentación y me he unido a tu victoria.

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VER - JUZGAR – ACTUAR “Vivir como Dios”“Vivir como Dios”

VER:

U na persona me dijo que jugaba a uno de los múltiples sorteos de loterías y apuestas porque

quería “vivir como Dios”. Con esto quería indicar que esperaba vivir sin preocupaciones económicas, pu-diendo tener todo lo que se le antojase, sin tener que rendir cuentas a nada ni a nadie. Detrás de esta actitud se esconde un deseo de endiosamiento, es decir, de aspirar no sólo a vivir, sino a “ser como Dios”, a estar por encima de los demás, a que nada ni nadie nos pueda determinar o coartar. Aunque explícitamente no se sepa, se vive según los princi-pios que Nietzsche apuntaba en sus obras: ¿Qué es bueno? Todo lo que eleva el sentimiento de poder, la voluntad de poder, el poder mismo en el hombre (El Anticristo, 2). Deseamos incluso borrar a Dios de nuestra vida, porque, como decía Nietzsche en otra obra suya: ¿Cómo soportaría yo el no ser Dios? (Así habló Zaratustra, En las islas afortunadas)

JUZGAR:

Q uizá nos parezcan exageradas esas expresiones, pero si nos detenemos a pensar, en nosotros está latente ese deseo. Es lo que reflejan las tentaciones que hemos escuchado en el Evangelio, y que Je-

sús, como verdadero hombre, sufrió también: ser “la estrella”, el protagonista que hace cosas especta-culares, pero sin contar con Dios (di que estas piedras se conviertan en panes); o pretender manipular a Dios para que justifique la propia voluntad o que respalde nuestro interés particular (tírate abajo, porque está escrito: “Encargará a los ángeles que cuiden de ti…”); o a tener otras prioridades o “dioses” en nuestra vida, eliminando a Dios o renunciando a darle el lugar que le corresponde (Todo esto te daré si te postras y me adoras). Pero Jesús, en todo semejante a nosotros excepto en el pecado, sabe cómo vencer la tentación, para que de verdad “vivamos como Dios”. Por eso Él pasa por las tentaciones y las vence, para que no nos desanimemos en nuestras tentaciones, sino que aprendamos de Él a superarlas.

La primera tentación se vence reconociendo nuestras capacidades y limitaciones y dejando espacio en nuestra vida a Dios, para que su Palabra nos indique el modo correcto de nuestro actuar, (No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios) de modo que se pueda percibir la acción de Dios a través de nuestro compromiso transformador, que es Él quien nos guía.

La segunda tentación se puede vencer con la formación: en ella vamos conociendo a Dios, y vamos aprendiendo a desarrollar su plan de salvación, cumpliendo su voluntad y no la nuestra (No tentarás al Señor, tu Dios), asumiendo su estilo: ser levadura en la masa, semilla del Reino.

La tercera tentación se supera con la oración, porque en el diálogo con Dios vamos entendiendo que dar-le el lugar que le corresponde (Al Señor, tu Dios, adorarás y a él sólo darás culto) no anula al ser hu-mano, como pensaba Nietzsche, sino que nos hace vivir con la mayor dignidad, porque nos sabemos y sentimos verdaderos hijos suyos, destinados a vivir y reinar con Él.

ACTUAR:

C uando hablamos de “tentaciones”, normalmente pensamos sobre todo en un tipo. Pero la tentación fundamental es la de endiosarnos, “vivir como Dios”, o endiosar a otros u otras realidades, eliminan-

do a Dios, como decía Nietzsche: ¿deseo en algún momento “ser como Dios”, estar por encima de los demás, ser “yo” quien decida lo que está bien y mal en mi vida? ¿Quiero figurar, tengo afán de protago-nismo? ¿Pretendo que Dios haga mi voluntad, incluso que la justifique? ¿A qué “dioses” rindo adoración, dedicándoles más tiempo y dándoles más importancia que a Dios?

La lectura reflexionada de la Palabra, la formación y la oración individual son las herramientas que debe-mos aprender a utilizar para luchar contra la tentación de sustituir a Dios. En la Eucaristía nos encontra-mos con el mismo Jesús, que se pone a nuestro lado para darnos su ejemplo y enseñarnos cómo debe-mos utilizar estas herramientas en nuestra vida cotidiana, para que no nos sintamos “desnudos”, inde-fensos ante la tentación y caigamos en ella, sino que, como Él y con Él, sepamos vencerla dando a Dios el lugar que le corresponde en nuestra vida, sabiendo que cumplir su voluntad no supone esclavitud, sino auténtica libertad como hijas e hijos suyos.

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Mt 17, 1-9 1 Seis días después Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, su hermano, y los llevó a un monte alto a solas. 2 Y se transfiguró ante ellos. Su rostro brilló como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la luz. 3 Y se le aparecie-ron Moisés y Elías hablando con él. 4 Pedro tomó la palabra y dijo a Jesús: «Señor, qué bien se está aquí. Si quieres, hago aquí tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». 5 Aún esta-ba hablando, cuando una nube luminosa los cu-brió, y una voz desde la nube dijo: «Éste es mi hi-jo amado, mi predilecto, escuchadlo». 6 Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, aterrados de miedo. 7 Jesús se acercó, los tocó y les dijo: «Levantaos y no tengáis miedo». 8 Alzaron ellos sus ojos y no vieron a nadie, sino sólo a Jesús. 9 Y mientras bajaban del monte, Jesús les ordenó: «No contéis a nadie esta visión hasta que el hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos».

● Ruego/rogamos para pedir el don del contemplar el Evangelio y poder conocer y estimar a Jesús y, así poder seguirlo mejor.

● Apunto algunos hechos vividos esta semana que ha acabado.

● Leo/leemos el texto.

● Después contemplo y subrayo.

Aunque el espacio de esta columna sea reducido, esta es la parte más importante. Es cosa de cada uno: ponernos a la escucha de lo que Dios quiere decirnos, conocer su proyecto, conocer a Jesús, seguirle y así darlo a conocer.

● Me fijo en la escena, en lo que sucede, contemplo la transfiguración, escucho la voz del cielo. Jesús es el centro de la escena.

¿Qué es lo que Dios Padre quiere decirme? ¿Qué es lo que desea que descubra? ¿Qué es lo que este texto me hace descubrir de la persona de Jesús?

● A partir de la escena. ¿qué es lo que quiero decirle a Jesús, a Dios? ¿Qué transformación espera Dios de mí y de la sociedad en la que vivo?

● Llamadas.

Hablo con Dios de lo que hemos orado.

II Domingo de Cuaresma - A ● Génesis 12, 1-4a ● “Vocación de Abrahán, padre del pueblo de Dios”

● Salmo 197 ● ”Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de Ti ”

● 2 Timoteo 1, 8b-10 ● “Dios nos llama y nos ilumina”

● Mateo 17, 1-9 ● “Su rostro resplandecía como el sol”

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NOTAS PARA SITUAR ESTE EVANGELIO

● Este relato de la transfiguración está situado en el Evangelio de Mateo después de la confesión de Pedro en la que le dice a Jesús que Él es el Mesías y a continuación del anuncio que Jesús hace de su muerte y resurrección.

● Jesús sube a la montaña como el nuevo Moisés para estar con Dios, escucharle y hablarle.

● ¿Qué quiso Jesús transmitirles con su transfigu-ración? ¿No fue una forma de asegurar su fe, a pe-sar del final trágico por el que tenía que pasar que venía de anunciarles? Antes de que los enemigos de Jesús, en la pasión y muerte, desfiguren su ros-tro, Dios Padre le transfigura, muestra su gloria última y definitiva.

● ¿No nos estará Dios diciendo con este hecho de la transfiguración al principio de la cuaresma el de-seo de Dios Padre de que también nosotros nos transfiguremos, nos asemejemos cada día más a la imagen de Jesús, el Hijo de Dios? Por medio del bautismo ya hemos estado transfigurados y lo se-remos más todavía después de nuestra muerte.

● ¿No querrá decirnos también la transfiguración de Jesús que estamos llamados a trabajar por transfigurar nuestro mundo, y hacerlo lo más pare-cido posible a lo que Dios quiere?

● Los Apóstoles conocían el rostro humano de Je-sús, ahora con la transfiguración Jesús les muestra su naturaleza divina. Jesús además de ser hombre es Dios, es la presencia de Dios entre nosotros.

● No podemos quedarnos solo en el rostro humano de Jesús estamos llamados también a reconocer su naturaleza divina.

● Este relato tiene muchas semejanzas con la na-rración del bautismo. Se trata de dos momentos que nos muestran la identidad de Jesús: Jesús es el Hijo de Dios.

● La voz del cielo nos invita a escucharlo: “escuchadlo”.

● ¿No sería este todo un programa bien concreto y amplio para llevar a la practica a lo largo de la cua-resma?. Leer cada día el Evangelio del día, escu-char a Jesús todos los días y poner en práctica lo que nos vaya diciendo para poder imitarlo, para ir, también nosotros, transfigurándonos a su imagen, buen plan de cuaresma.

● “No temáis” les dice Jesús a los Apóstoles. Es el temblor ante lo sagrado, ante el misterio de Jesús. Jesús no quiere que le teman sino que le amen y que le sigan. Esto vale también para nosotros.

● No se quedan en la montaña como pretendía Pe-dro: “¡Señor! qué hermoso es estar aquí hagamos tres chozas…”.Con Jesús los Apóstoles están invita-dos a bajar de la montaña, a volver a la vida, a implicarse en los quehaceres del momento, a tra-bajar por transformar nuestras personas, y mejo-rar nuestro mundo según el plan de Dios

Se transfiguró delante de ellos

Señor Jesús, hoy el Evangelio me muestra un encuentro trascendente que tuviste con Dios Padre.

Por una vez en tu vida te transfiguraste. Por una vez en tu vida les descubriste

algo más de lo que sus ojos veían.

Subiste, Señor Jesús, a la montaña con Pedro, Santiago y Juan para darte a conocer mejor

y fortificar así la fe de los Apóstoles en tu persona, una vez que les anunciaste tu pasión y resurrección.

Tus Apóstoles sabían de tu humanidad, habían recorrido contigo los caminos de Palestina,

habían comido muchos días contigo, te habían escuchado innumerables historias… y Tú ahora les muestras también tu divinidad:

Te transfiguraste delante de ellos “sus vestidos se volvieron blancos como la luz”

Todo esto sucede en la montaña. ¿Dónde está mi montaña?

¿Dónde está nuestra montaña? Mi montaña está sobre todo en la Eucaristía de cada

día, allí, Tú también, te trasfiguras: el pan se convierte en tu Cuerpo y escuchamos tu Palabra…

Mi montaña está en los Sacramentos y en todos los momentos de oración

Mi montaña está también al final de la jornada cuando le hago presente a Dios Padre los encuentros

del día y cuando me acerco al Evangelio del día siguiente para que tu Palabra me arrope a lo

largo de la noche. Mi montaña está en la reunión de grupo

de cada semana. Mi montaña está…

Pedro, Señor Jesús, te dice de quedaros para siempre en la montaña, lejos de los llantos, los gritos y los jolgorios…

de las gente del mundo.

Pero Tú has salido del seno del Padre para encarnarte, para estar en el mundo,

para ser luz del mundo y levadura en la masa. Por eso bajas con los Apóstoles de nuevo a la vida

que es de tantos colores como el arco iris. Bajaste para tocar de nuevo a los leprosos, para seguir anunciando la llegada del reino,

para conmoverte ante los que difícilmente soportaban tanto sufrimiento.

Tú bajaste para alegrarte de todo lo bueno, aunque fuese pequeño, que surge en tu entorno.

Señor Jesús, que busque y procure esos tiempos de “montaña” para escuchar lo que Dios Padre quiera decirme.

Va muy bien trabajar por transformar nuestras realida-des cotidianas y tratar de acomodarlas a tu proyecto

Que en la vida te encuentre, Señor Jesús, y en la “montaña” también.

Que en la vida sea lo que he descubierto en la “montaña”.

Que tanto la vida como la montaña sean espacios, momentos de realización de tu Reino.

Señor Jesús, que sepamos transformar este mundo según tu proyecto

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VER - JUZGAR – ACTUAR

“Sólo momentos”“Sólo momentos”

VER:

U na de las características de nuestra sociedad es la fragmentación del tiempo. Parece que la vida está

hecha sólo a base de “momentos”: se soporta la semana laboral como se puede pensando solamente en pasarlo bien en el fin de semana, mientras que el día a día se vi-ve como una carga, algo que hay que pasar hasta que llega de nuevo el ansiado fin de semana, o las vacacio-nes, y luego, la vuelta a la “oscuridad” de la rutina, a la gris cotidianidad, de un modo tan negativo que incluso provoca lo que se ha dado en llamar “síndrome postvaca-cional”. Parece que sólo valoramos esos momentos pun-tuales, y que el resto del tiempo no merece la pena. Sólo cabe desear que vuelva a llegar pronto el próximo fin de semana o vacaciones.

JUZGAR:

P ero puesto que la mayor parte de nuestra vida es “rutina”, para que la vida no quede fragmentada, insatisfecha más allá de momentos puntuales, nos hace falta una esperanza que vaya más allá, que

motive e ilumine toda nuestra vida, tanto los momentos importantes como la más rutinaria cotidianidad, incluso los momentos más difíciles. Por eso Jesús hoy se transfigura ante sus discípulos; lo que parecía “una excursión” de los amigos para pasar un buen día (Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña alta) es en realidad una experiencia de fe, una mani-festación de Dios, que lo primero que transmite es paz y bienestar (Señor, ¡qué hermoso es estar aquí!)., pero no para que nos aislemos o alejemos de la vida cotidiana (Si quieres haré tres chozas), sino todo lo contrario, para llevarla con nosotros cuando “bajemos de la montaña” y poderla transmitir a otros.

El Padre hace oír su voz (Éste es mi Hijo, el amado… Escuchadlo), y nos dirige hacia Jesús, el rostro hu-mano de Dios. Con Él podemos descubrir las “experiencias de Tabor” que va poniendo a lo largo de nuestra vida: es verdad que son “sólo momentos”, pero momentos muy personales y especiales de en-cuentro con Dios, que debemos como María “conservar y meditar en nuestro corazón”, para que manten-gamos la esperanza y nos ayuden a vivir nuestra vida en todo momento, en lo rutinario y en lo extraor-dinario, como un caminar continuo, sin fragmentaciones, hacia Dios, sabiéndonos acompañados por Je-sús, el Hijo amado.

Y un momento privilegiado de “Tabor” es la celebración de la Eucaristía. El Papa Francisco lo dijo así (10-II-14, homilía en Santa Marta): La celebración litúrgica no es un acto social, un buen acto social; no es una reunión de los creyentes para rezar juntos. Es otra cosa. En la liturgia, Dios está presente (…) Dios se acerca y está con nosotros, y nosotros participamos en el misterio de la Redención (…) lamentablemente muchas veces miramos el reloj en Misa, "contamos los minu-tos"… no es la actitud propia que nos pide la liturgia: la liturgia es tiempo de Dios y espacio de Dios, y nosotros debemos meternos ahí, en el tiempo de Dios, en el espacio de Dios y no mirar el reloj.”

ACTUAR:

L as “experiencias de Tabor” no son muchas, pero no son “sólo momentos”. Son experiencias vita-les de fe, que hacen que nos decidamos a “salir de nuestra tierra”, de lo conocido, como

Abrahán, y fiándonos de Dios, tomemos parte en los duros trabajos del Evangelio, según las fuerzas que Dios te dé, porque hemos descubierto el sentido a nuestro actuar. ¿Qué “experiencias de Ta-bor” he vivido? ¿Qué recuerdo o huella me han dejado? ¿Vivo la Eucaristía como el tiempo y el es-pacio de Dios, como verdadero encuentro personal con Él?

Meditemos hoy la transfiguración de Jesús, recordemos los “momentos de Tabor” que hemos expe-rimentado, y pidámosle que sepamos tenerlos presente para vivir con esperanza cada día, lo bueno y lo malo, lo ordinario y lo extraordinario, pero en todo momento fiándonos de Él, porque a pesar de las dificultades y cruces, sabemos que Él es nuestra esperanza, y que se nos entrega totalmente, hasta la cruz, como prueba de su amor.

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Juan 4, 5-42 5 En aquel tiempo, llegó Jesús a un pueblo de Samaria llamado Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José: 6 allí estaba el manan-tial de Jacob. Jesús, cansado del camino, estaba allí sentado junto al manantial. Era alrededor del mediodía. 7 Llega una mujer de Samaria a sacar agua, y Jesús le dice: - Dame de beber. 8 (Sus discípulos se habían ido al pueblo a comprar comida.) 9 La samaritana le dice: - ¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana? (Porque los judíos no se tratan con los samaritanos.) 10 Jesús le con-testó: - Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de be-ber, le pedirías tú, y él te daría agua viva. 11 La mujer le dice: - Señor, si no tienes cubo y el pozo es hondo, ¿de dónde sacas el agua viva?; 12 ¿eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados? 13 Jesús le contesta: - El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; 14 pero el que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed; el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna. 15 La mujer le dice: - Señor, dame ese agua: así no tendré más sed, ni tendré que venir aquí a sa-carla. 16 [Él le dice: - Anda, llama a tu marido y vuelve. 17 La mujer le contesta: - No tengo marido. Jesús le dice: - Tienes razón, que no tienes marido: 18 has tenido ya cinco y el de ahora no es tu marido. En eso has dicho la verdad. 19 La mujer le dice:] - Señor, veo que tú eres un profeta. 20 Nuestros padres dieron culto en este monte, y vosotros decís que el sitio donde se debe dar culto está en Jerusalén. 21 Jesús le dice: - Créeme, mujer: se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén daréis culto al Padre. 22 Vosotros dais culto a uno que no conocéis; nosotros adoramos a uno que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. 23 Pero se acerca la hora, ya está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque el Padre desea que le den culto así. 24 Dios es espíritu, y los que le dan culto deben hacerlo en espíritu y ver-dad. 25 La mujer le dice: - Sé que va a venir el Mesías, el Cristo; cuando venga él nos lo dirá todo. 26 Jesús le dice: - Soy yo: el que habla contigo. 27 [En esto llegaron sus discípulos y se extrañaban de que estuviera ha-blando con una mujer, aunque ninguno le dijo: «¿Qué le preguntas o de qué le hablas?». 28 La mujer, entonces, dejó su cántaro, se fue al pueblo y dijo a la gente: 29 - Venid a ver un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho: ¿será éste el Mesías? 30 Salieron del pueblo y se pusieron en camino adonde estaba él. 31 Mientras tanto sus discípulos le insistían: - Maestro, come. 32 Él les dijo: - Yo tengo por comida un alimento que vosotros no conocéis. 33 Los discípulos comentaban entre ellos: - ¿Le habrá traído alguien de comer? 34 Jesús les dijo: - Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a término su obra. 35 ¿No decís vosotros que faltan to-davía cuatro meses para la cosecha? Yo os digo esto: levantad los ojos y contemplad los campos, que están ya dorados para la siega; 36 el segador ya está recibiendo salario y almacenando fruto para la vida eterna: y así se alegran lo mismo sembrador y segador. 37 Con todo, tiene razón el proverbio: «Uno siembra y otro siega». 38 Yo os envié a segar lo que no habéis sudado. Otros sudaron y vosotros recogéis el fruto de sus sudores.] 39 En aquel pueblo muchos samaritanos creyeron en él [por el testimonio que había dado la mujer: «Me ha dicho todo lo que he hecho».] 40 Así, cuando llegaron a verlo los samaritanos, le rogaban que se quedara con ellos. Y se quedó dos días. 41 Todavía creyeron muchos más por su predicación, 42 y decían a la mujer: - Ya no creemos por lo que tú dices, nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es de verdad el Salvador del mundo.

● Ruego/rogamos para pedir el don del contemplar el Evangelio y poder conocer y estimar a Jesús y, así poder seguirlo mejor.

● Apunto algunos hechos vividos esta semana que ha acabado.

● Leo/leemos el texto.

● Después contemplo y subrayo.

III Domingo de Cuaresma - A ● Éxodo 17, 3-7 ● “Danos agua de beber”

● Salmo 94 ● ”Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: «No endurezcáis vuestro corazón»”

● Romanos 5, 1-2.5-8 ● “El amor ha sido derramado en nosotros con el Espíritu que se nos ha dado”

● Juan 4, 5-42 ● “Un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna”

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San Pablo termina su segunda Carta a los Corintios con este deseo, o con esta profesión de fe: “La gracia de Jesucristo, el Señor, el amor de Dios y la comunión en los dones del Espíritu Santo, estén con todos vosotros” ( 2 Cr, 13, 13). ● Hagamos un acto de fe en esa compañía del Padre del Hijo y del Espíritu Santo y pidámosles que nos ayuden a descubrir el agua viva, a hacer del tiempo que dediquemos en este estudio de evangelio un ENCUENTRO como el que tuvo Jesús con la samaritana. ● Contemplemos la escena de Jesús y la samaritana junto al pozo en pleno sol, Este tiempo de oración puede ser también un mano a mano entre Jesús y yo.

¿qué dicen? ¿cómo se sitúan? ¿qué actitudes? ¿qué comportamientos adoptan? ¿qué hacen? ¿qué es lo que cambia?

● ¿Qué nos quiere hacer descubrir Dios Padre de la persona de Jesús y de la originalidad de la vida cris-tiana en nuestro mundo? ● ¿Qué luces nos ofrece el texto para nuestra realidad concreta en la que estamos inmersos? ● Llamadas

Diálogo personal con Dios dándole gracias de lo que nos ha mostrado, pidiéndole ayuda etc

NOTAS PARA SITUAR ESTE EVANGELIO

● En esta la narración nos encontramos con un encuen-tro de dos personas muy distintas: Jesús, un buen ju-dío, el Hijo de Dios que está sediento y se sienta cansa-do junto al manantial y una mujer samaritana que va a sacar agua del pozo.

● Allí junto al pozo Jesús recupera fuerzas. Jesús se cansa como nosotros.

● El personaje de la mujer puede ser simbólico, puede representar a todo el pueblo samaritano o puede referir-se a una mujer concreta. El pueblo de Samaría adoraba a otras divinidades, que podrían estar representadas en los seis maridos de la mujer.

● Tan chocante es este encuentro entre Jesús y la sa-maritana que los discípulos se extrañan, aunque estos no se atreven a pedir explicaciones.

● El relato nos ofrece todo un proceso evangelizador llevado por Jesús: se dan una serie de pasos que la mu-jer poco a poco va dando: Primero ve en Jesús a un “judío”, más adelante habla de Jesús como “señor”, a continuación lo ve como “mayor que Jacob”, e incluso como un “profeta”, concluyendo su descubrimiento di-ciendo de Jesús “si no será el Mesías”. Al final los sama-ritanos reconocen en Jesús al Salvador del mundo. Es el proceso de la fe que se va desarrollando poco a poco en nuestras vidas. Hay etapas en el camino de la fe de las personas y estamos llamados a respetarlas.

● Esto sucede al medio día, en el momento de más ca-lor, por eso Jesús tenía sed.

● Y acontece en Sicar, pueblo de Samaría, considerada por los judíos contaminada por el paganismo, región pagana.

● La escena se desarrolla junto a un pozo, fuera del pueblo. El pozo era lugar de encuentro, de relación con las personas como la plaza pública especialmente para las mujeres que solían pasar mucho tiempo en sus ca-sas.

● Jesús, con su manera de hacer, supera costumbres del momento: trata con sumo respeto a la mujer, no era normal que un judío hablase con una mujer en público fuera de casa.

● Jesús se presenta ante la mujer como necesitado, si-túa en alto a la mujer, le reconoce su dignidad: “Dame de beber”.

● Es Jesús quien empieza el diálogo, pide agua, se sitúa en un plano de inferioridad, de debilidad. Es una manera de acercarse, de aproximarse con gran sencillez, sin pre-potencia.

● ¿Cómo se le puede ocurrir a un judío pedir un poco de agua a una mujer samaritana?

● La mujer no sale de su asombro, está imbuida por tan-tos prejuicios del pasado.

● Pero Jesús va a lo suyo y le presenta ahora su anun-cio, su novedad. Es ahora Él el que le hace su oferta, pero de un agua muy diferente. “Si conocieras el Don de Dios y quien te pide de beber…le pedirías tú y te daría agua viva…el que beba del agua que yo le daré, nunca tendrá más sed… se convertirá dentro de él en un surti-dor de agua”.

● Sorprendida, atraída por las palabras y la actitud de Jesús la samaritana le da el reconocimiento de “señor” y se interesa por esa agua de Jesús. Siente curiosidad y respeto por ese hombre que no es como los demás.

● Después de este primer paso dado por Jesús es la sa-maritana la que pide del agua de Jesús: “Señor, dame de esa agua, así no tendré más sed”. Como en otras partes del mundo el trabajo de las mujeres es agobiante, a veces han de emplear mucho tiempo en busca del agua y traerla a casa etc. etc. La samaritana, a lo mejor, está cansada de tantos viajes, del duro trabajo de la mujer.

● Con sumo respeto Jesús va orientando el diálogo y responde a sus interrogantes.

● En un principio la mujer y Jesús hablan en planos dife-rentes, distintos. La mujer habla del agua material y Je-sús se sitúa en un plano espiritual, el agua de Jesús es el don divino, la salvación. Su Palabra, la Palabra de Dios es fuente de Agua Viva.

● Más adelante de nuevo Jesús toma la iniciativa y le pide “Vete, llama a tu marido y vuelve”.

● Jesús enviado del Padre, a su vez es el que envía, el que nos envía también a nosotros para que seamos por-

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tadores de la Buena Noticia, aunque, como en el caso de la samaritana no lo tengamos todo claro, no es preci-so que uno sea un perfecto apóstol para comenzar a ser testigo.

● La mujer le responde: “yo no tengo marido”. Y Jesús amplía, comenta lo que le dice: “Tu has tenido cinco maridos”. Esos cinco maridos de la mujer bien pueden referirse o a la mujer en concreto o al pueblo samari-tano, acusado de adulterio porque en el pasado los asi-rios, vencedores al instalarse entre ellos, trajeron sus divinidades y ello es visto por los judíos como una pros-titución.

● Lo importante es que cada uno reconozca su situa-ción, la necesidad que tiene de Agua Viva, de salvación.

● Siguiendo el diálogo es ahora la mujer la que toma la iniciativa y lleva el diálogo al terreno netamente religio-so: “¿dónde se debe dar culto… en Jerusalén?”.

● La presencia de Jesús en el mundo relativizó los luga-res: Jerusalén, Garizim, el Tempo, el sábado y los sacri-ficios. Jesús aboga por adorar en espíritu y en verdad. Adorar a Dios no es cuestión de lugar sino de actitudes.

● En este encuentro de Jesús y la samaritana podemos vernos a nosotros, a todas las personas y puede ser un buen punto de referencia para nuestro camino cuares-mal, para nuestra conversión personal.

● La mujer que ha encontrado a Jesús y que todavía no tiene del todo clara la importancia de Jesús se convierte en testigo, deja su cántaro al borde del pozo, se marcha al pueblo mientras los discípulos llegan.

● La samaritana lleva una buena nueva a anunciar a sus paisanos. “venid a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho ¿será éste el Mesías?”. La mujer se pone preguntas que llevan en si un principio de fe en Jesús enviado de Dios.

● Y los samaritanos ante el anuncio de la samaritana se ponen en camino. La samaritana se ha convertido en apóstol, en evangelizadora de los suyos. Ella hace posi-ble que su pueblo descubra a Jesús, ella acerca a su pueblo a Jesús, al Agua Viva.

● La mujer consigue el éxito más grande de un apóstol: que no crean por lo que él o ella dice o hace sino porque ellos mismos lo han experimentado, porque ellos mis-mos han encontrado a Jesús.

● Hay una actitud de Jesús que me impresiona: Jesús no pierde ninguna oportunidad en anunciar el Reino, en dar a conocer el amor de Dios Padre, en liberar a las personas de sus muchas esclavitudes.

Señor dame de ese agua

Señor Jesús, estamos en el tiempo de Cuaresma, preparación para la Pascua,

victoria sobre la muerte y el pecado.

Tu encuentro, Señor Jesús, con la samaritana me impresiona.

Primero porque eres capaz de superar todas las barreras posibles, que no eran pocas, en aquel tiempo

con tal de ayudar: ofreciendo dignidad, vida, salvación.

Es para lo que has venido.

En segundo lugar, Señor Jesús veo que eres un maestro, un pedagogo.

Sabes acompañar sin violentar, sabes caminar paso a paso con las personas.

Te sitúas a su nivel, te sientas en borde del pozo, muestras tus necesidades,

partes de la realidad de las personas y vas ofreciéndoles metas más elevadas,

sabes acompañar, iluminar.

Parece que caminas junto a la persona, a su paso, sin prisas pero sin pausas.

Creo que lo más importante es que tanto la samaritana como los samaritanos

te conocieron, te descubrieron, se encontraron contigo,

y no se quedaron en una mirada humana sino que vieron en Ti algo más,

supieron descubrir que eres portador de Agua Viva.

En adelante seguro que esas vidas cambiaron. No quiere decir que todo les fue más fácil

o que dejaron de existir dificultades en sus vidas. Siguieron como antes pero eran diferentes Aquel encuentro seguro que les cambió.

Admiro a la samaritana que no se queda para ella lo que ha descubierto de tu persona

sino que de prisa se dispone a transmitirlo, a comunicarlo. Es un testigo.

¿Qué supondría esto en aquella sociedad, una mujer testigo? Una mujer testigo no debería ser frecuente.

Señor Jesús, las mujeres encontraron sitio a tu lado, Y sobre todo las mujeres

fueron las que te acompañaron en los momentos más duros. Junto al pie de la cruz las encontramos.

Gracias a la samaritana sus paisanos te conocieron y te reconocieron como enviado de Dios Padre.

¡Cuántas samaritanas y samaritanos hay hoy en día en nuestro mundo

que gracias a sus palabras y a sus vidas te dan a conocer! Los hay de todas las razas y de todas las lenguas.

Señor, que haya más personas como la samaritana.

Ayúdanos a ser como la samaritana. Ayúdanos a decirte muchas veces: SEÑOR DAME DE ESA AGUA.

Tú, Señor Jesús, nos estás diciendo también a nosotros: “el que beba del agua que yo le daré, nunca más tendrá

sed: el agua que yo le daré reconvertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna”

Tú, Señor Jesús, eres esa Agua Viva.

Gracias a todos los que me ayudaron a conocerte y a descubrirte

Gracias a cuantos me acercaron al Agua Viva.

Perdón, Señor Jesús, porque seguro que no hago todo lo que está en mis manos

para darte a conocer, para ofrecer tu Agua Viva. Ayúdanos, Señor Jesús

a saber caminar junto a… Ayúdanos a acompañar, a iluminar.

Ayúdanos a dejarnos acompañar e iluminar, no es cosa fácil a veces.

No permitas que en nosotros anide la prepotencia. Que como Tú, Señor Jesús, seamos humildes

y al mismo tiempo valientes, convencidos de que Tú eres el Agua Viva que puede saciar la sed de todo el mundo.

Y para que todo ello sea posible haz que nos dejemos cautivar

por tu Persona y por tu proyecto.

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VER:

C uando queremos escuchar un programa radiofónico que nos interesa, necesitamos saber en qué frecuencia emite la cadena

correspondiente, para sintonizar nuestro aparato de radio con ella. Si no conocemos la frecuencia, vamos girando el dial hasta que la encontramos. De no hacerlo así, no escucharemos nada, porque no estaremos “en sintonía”. Esto vale también para las personas: para que haya verdadera comunicación, necesitamos estar en sintonía, es decir, que haya un nivel aceptable de comprensión y entendi-miento entre el emisor y el receptor; cuando esto no ocurre, sole-mos expresarlo diciendo que estamos “fuera de onda”. Y la sinto-nía entre las personas no suele alcanzarse de golpe; al igual que ocurre cuando buscamos una emisora de radio, tenemos que ir buscando hasta encontrar “la frecuencia” adecuada entre los dos.

JUZGAR:

E l tiempo de Cuaresma es una oportunidad para mejorar nuestra sintonía con Jesús, porque a veces parece que no captamos bien su frecuencia, que estamos fuera de onda y no comprendemos lo que Él

nos quiere decir. Es lo que le ocurría con la samaritana, como hemos escuchado en el Evangelio: Jesús pide a la samaritana: Dame de beber, y ella saca a relucir la enemistad entre judíos y samaritanos (¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí…?); cuando Jesús le dice: Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber… él te daría agua viva, ella piensa sólo en que no tienes cubo y el po-zo es hondo, ¿de dónde sacas el agua viva? Jesús le habla de su situación personal: no tienes marido: has tenido ya cinco, y el de ahora no es tu marido, y ella desvía el tema hacia controversias religiosas (vosotros decís que el sitio donde se debe dar culto está en Jerusalén)

Lo mismo le ocurrió con los discípulos: se extrañaban de que estuviera hablando con una mujer, pero ninguno le dijo: ¿Qué le preguntas o de qué le hablas?; Jesús les dice: Yo tengo por comida un alimento que vosotros no conocéis, y los discípulos comentaban entre ellos: ¿Le habrá traído alguien de comer?

Pero en la samaritana sí que se va dando una progresiva sintonía con Jesús. Cuando Él le dice: El que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed, aunque ella no entiende aún el significado profundo de sus palabras, ya le dice: Señor, dame esa agua, así no tendré más sed; cuando Jesús saca a relucir su situación personal, ella le dice: Señor, veo que tú eres un profeta; cuando le habla de adorar al Padre en espíritu y verdad, ella afirma: Sé que va a venir el Mesías, el Cristo… Y por último, cuando Jesús le dice: Soy yo, el que habla contigo, ella dejó su cántaro, se fue al pueblo y dijo a la gente: Venid a ver un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho, ¿será éste el Mesías?

Tanto “sintonizó” la samaritana con Jesús, que a su vez se convirtió en “emisora”, puesto que muchos creyeron en él por el testimonio que había dado la mujer. Gracias a ella, sus vecinos pudieron sintonizar directamente con Jesús: Todavía creyeron muchos más por su predicación, y decían a la mujer: Ya no creemos por lo que tú dices; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es de verdad el Salvador del mundo.

ACTUAR:

E n este tercer domingo de Cuaresma debemos aprender de la samaritana a sintonizar con Jesús, a “buscar su frecuencia”; esto conlleva un proceso, supone dejarnos interpelar por Él en lo profundo de

nuestro ser para sacar a la luz nuestra verdad, sin “cambiar de cadena” aunque lo que escuchemos no nos guste. La oración es ese tiempo durante el cual buscamos ponernos en la onda de Jesús para escu-charle, como nos indicaba el Padre el domingo pasado.

De la samaritana tenemos que aprender a decir, de corazón: Señor, dame esa agua, así no tendré más sed. En la Eucaristía, Jesús nos da “su agua”, que cuando la recibimos con fe, en espíritu y verdad, se convierte dentro de nosotros en un surtidor que salta hasta la vida eterna, porque estamos recibiéndole a Él.

Y saciada nuestra “sed” con esta agua que es Jesús, debemos aprender de la samaritana a “ser emiso-ras”, a dar testimonio de fe ante los demás, simplemente contando y mostrando lo que hemos experi-mentado en nuestro contacto con Él. Si con nuestro estilo de vida transmitimos nuestra sintonía profun-da con Jesús, si se nos nota ese surtidor de agua que salta hasta la vida eterna, nos convertiremos en cauces que harán llegar a otros su agua viva, y como los samaritanos se sentirán movidos a sintonizar con Él, y ojalá también puedan decirnos: Ya no creemos por lo que tú dices; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es de verdad el Salvador del mundo.

VER - JUZGAR – ACTUAR

“En sintonía con Jesús”

“En sintonía con Jesús”

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Jn 9, 1-41 1 De camino, vio a un hombre ciego de nacimiento. 2 Sus discípulos le preguntaron: «Maestro, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que naciera ciego?». 3 Jesús respondió: «Ni éste ni sus padres. Nació ciego para que resplandezca en él el poder de Dios. 4 Debemos hacer las obras del que me envió mientras es de día. Cuando viene la noche nadie puede trabajar. 5 Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo». 6 Dicho esto, escu-pió en tierra e hizo lodo con la saliva, le untó con ello los ojos y le dijo: 7

«Ve a lavarte en la piscina de Siloé» (que significa enviado). Fue, se lavó y volvió con vista. 8 Entonces los vecinos y los que solían verlo pidiendo limosna decían: «¿No es éste el que se sentaba a pedir?». Unos decían: «Es éste». 9 Y otros: «No, es uno que se le parece». Pero él decía: «Soy yo». 10 Y le preguntaban: «Pues, ¿cómo se te han abierto los ojos?». 11 Él contestó: «Ese hombre que se llama Jesús hizo lodo, me untó con ello los ojos y me dijo: Ve a lavarte a Siloé. Fui, me lavé y vi». 12 Y le pregunta-ron: «¿Dónde está ése?». Contestó: «No lo sé». 13 Llevaron a los fariseos al que antes había sido ciego, 14 pues era sábado el día en que Jesús había hecho lodo y abierto sus ojos. 15 Los fariseos, a su vez, le preguntaron cómo había obtenido la vista. Él les dijo: «Me puso lodo en los ojos, me lavé y veo». 16 Algunos fariseos dijeron: «Ése no puede ser un hombre de Dios, pues no guarda el sábado». Otros decían: «¿Cómo puede hacer tales milagros un hombre pecador?». Estaban dividi-dos. 17 Preguntaron de nuevo al ciego: «A ti te ha abierto los ojos: ¿qué piensas de él?». Él contestó: «Que es un profeta». 18 Los judíos no podían creer que hubiera sido ciego y ahora viese, hasta que llamaron a sus pa-dres 19 y les preguntaron: «¿Es éste vuestro hijo, del que decís que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?». 20

Los padres contestaron: «Sabemos que éste es nuestro hijo y que nació ciego. 21 Cómo ve ahora, no lo sabe-mos; ignoramos quién abrió sus ojos. Preguntádselo a él; ya es mayor y os puede responder». 22 Sus padres hablaron así por miedo a los judíos, que habían decidido expulsar de la sinagoga al que reconociera que Jesús era el mesías. 23 Por eso los padres dijeron: «Ya es mayor y os puede responder; preguntádselo a él». 24 Llama-ron otra vez al que había sido ciego, y le dijeron: «Di la verdad ante Dios; nosotros sabemos que este hombre es pecador». 25 Él respondió: «No sé si es pecador o no; sólo sé que yo era ciego y ahora veo». 26 Le pregunta-ron: «¿Qué te hizo? ¿Cómo te abrió los ojos?». Respondió: 27 «Ya os lo he dicho y no me habéis hecho caso. ¿Por qué queréis oírlo otra vez? ¿Queréis también vosotros haceros sus discípulos?». 28 Ellos le insultaron di-ciendo: «Tú eres su discípulo; nosotros lo somos de Moisés. 29 Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios. Pero de éste no sabemos ni de dónde es». 30 Él les contestó: «Es curioso: Vosotros no sabéis ni de dónde es, y él me ha abierto los ojos. 31 Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, sino al que le es fiel y hace su vo-luntad. 32 Jamás se ha oído decir que alguien haya abierto los ojos a un ciego de nacimiento. 33 Si él no fuera de Dios, no podría hacer nada». 34 Le respondieron: «Todo tú eres pecado desde que naciste, y ¿nos enseñas a no-sotros?». Y lo expulsaron de la sinagoga. 35 Jesús oyó que lo habían expulsado; fue a buscarlo y le dijo: «¿Tú crees en el hijo del Hombre?». 36 Él le res-pondió: «¿Y quién es, Señor, para que crea en él?». 37 Jesús le dijo: «Lo estás viendo; es el que habla contigo». 38 Respondió: «Creo, Señor». Y se puso de rodillas ante él. 39 Jesús dijo: «Yo he venido a este mundo para que los que no ven vean, y los que ven se queden ciegos». 40 Al oír esto, algunos fariseos que estaban con él le pre-guntaron: «¿Somos también nosotros ciegos?». 41 Jesús les dijo: «Si fueseis ciegos, no tendríais culpa; pero como decís que veis, seguís en pecado».

● Ruego/rogamos para pedir el don del contemplar el Evangelio y poder conocer y estimar a Jesús y, así poder seguirlo mejor.

● Apunto algunos hechos vividos esta semana que ha acabado.

● Leo/leemos el texto.

● Después contemplo y subrayo.

IV Domingo de Cuaresma - A ● 1 Samuel 16, 1b.6-7.10-13a ● “David es ungido rey de Israel”

● Salmo 22 ● ”El Señor es mi pastor, nada me falta ”

● Efesios 5, 8-14 ● “Levántate de entre los muertos y Cristo será tu luz”

● Juan 9, 1-41 ● “Fue, se lavó, y volvió con vista”

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● 16 ●

En el libro de los Hechos de los Apóstoles aparece el protagonismo del Espíritu Santo en la vida de la Iglesia. Ese protagonismo continúa. Pedro está en casa de Cornelio en Hch. 10, 44ss. “Todavía estaba hablando Pedro, cuando el Espíritu Santo descendió sobre todos los que escuchaban el mensaje. Los creyentes judíos que habían venido con Pedro quedaron asombrados de que el don del Espíritu Santo se hubiera derramado también sobre los paganos… ¿Se puede negar el agua del bautismo a éstos que han recibido el Espíritu Santo como no-sotros”. ● Pidamos la luz del Espíritu para que nos haga descubrir lo que Dios Padre quiera decirnos por medio de

este relato.

¿Qué es lo que Dios me hace descubrir de la persona de Jesús y de la originalidad de la vida cristiana?

¿Cuál es la finalidad de este relato? ¿Qué es lo que cambia?

¿Qué buena noticia me aporta el texto para mí y para el mundo?

¿Es Jesús luz para mi vida? ¿En qué momentos? ¿Soy luz de Cristo en mi mundo? ¿El movi-miento, el grupo del que formo parte es luz de Cristo en nuestro mundo?

¿A qué realidad de mi mundo me invita a prestar atención este relato? ¿Con qué situaciones de hoy puedo relacionar lo que veo en el texto?

¿Cuáles son mis cegueras?

¿Qué luces me hace descubrir el Espíritu en este texto?

● Llamadas

Tiempo de diálogo personal con el Señor para darle gracias, pedirle, ofrecerme, contemplar la escena.

NOTAS PARA SITUAR ESTE EVANGELIO

● Los discípulos le ponen a Jesús una pregunta que refleja el pensar de la gente de aquel tiempo. En aquel ambiente se atribuían las enfermedades al pecado personal: ¿quién ha pecado este o sus padres?”. Jesús rechaza esta mentalidad: “ni este pecó ni sus padres”. Es otra historia.

● Parece mentira pero aún hoy existe esta misma mentalidad en muchas personas. “Si yo soy una buena persona ¿porque me viene esta desgracia? Como si los buenos tuviesen que tener en este mundo una vida placentera y los malos todas las miserias.

● Jesús, una vez más, tomando la iniciativa un día de sábado, a un ciego de nacimiento le unta los ojos con barro hecho de saliva, le manda lavarse en la piscina de Siloé y de regreso este vuelve con vista. ”Ve a lavarte a la piscina de Siloé” “fue, se lavó y volvió con vista”.

● ¿Cuáles son nuestras cegueras?: ciegos de envi-dia, ciegos de odio, ciegos de ambición, ciegos de placeres, ciegos de intolerancia, ciegos de prepo-tencia…

● Como Jesús abre los ojos del ciego hoy en día muchas personas, grupos, movimientos… tratan de abrir los ojos de tantos ciegos.

● Este hecho de la curación del ciego de nacimien-to origina opiniones encontradas.

● Así sucede en la vida con frecuencia. Ante una misma realidad aparecen opiniones enfrentadas.

● En la Biblia la curación de los ciegos es uno de los signos que acompañarán la venida del Mesías. Ya lo dice Jesús a los discípulos de Juan Bautista: “Id a contarle a Juan lo que estáis viendo. Los cie-gos ven, los cojos andan, los leprosos quedan lim-pios…”

● En el relato vemos como personajes: Jesús, el ciego, los padres del ciego y los fariseos.

● El que recobra más protagonismo, el que más habla y en el que se centran todas las miradas es el ciego, que puede ser el símbolo del nacimiento nuevo por el Espíritu, de la vida nueva que viene del agua y del Espíritu, del Bautismo.

● Pero detrás está el verdadero protagonista: Je-sús.

● Jesús es para el ciego la luz verdadera no sólo le abre los ojos de la carne sino que nace en él la fe en Jesús. Jesús, como él mismo dice, es la luz del mundo: “mientras estoy en este mundo yo soy la luz del mundo”.

● El ciego refleja todo un proceso, un camino de fe: empieza atribuyendo su curación a “ese hom-bre que se llama Jesús”. A continuación el ciego acosado por las preguntas de los fariseos da un paso más y afirma de Jesús “es un profeta” Segui-damente dice de Jesús que “si este no viniera de Dios no tendría ningún poder”. Por tanto Jesús es alguien que viene de Dios, es enviado de Dios. Concluye el proceso de fe postrándose a los pies de Jesús, confesando su fe en Jesús: Creo que Je-sús el es Hijo del hombre: “Creo Señor”.

● Jesús es la luz del mundo. Todo este hecho de la curación del ciego nos puede hacer recordar nues-tro Bautismo, paso de las tinieblas a la luz, en-cuentro con la Luz de Cristo representada en el Cirio Pascual y en el cirio que lleva la familia del que va a ser bautizado y que en la celebración es encendido del Cirio Pascual, de la luz de Cristo.

● Luz somos también nosotros seguidores de Je-sús y esa luz no la podemos esconder, ha de res-plandecer en nuestro entorno. Nuestras palabras, nuestras actitudes, nuestras opciones, iluminadas por la luz de Cristo, pueden ser luz de Cristo para nuestro mundo.

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● 17 ●

● El encuentro del ciego con Jesús cambia radical-mente la vida del ciego. Jesús, como en tantas otras ocasiones, transforma la vida de las perso-nas.

● Jesús nos transforma.

● Los fariseos investigan el hecho, preguntan al ciego y a los padres del ciego: Los fariseos son presa de su ideología, no hacen suya la misericor-dia, la compasión y el perdón de Dios. Se quedan en las leyes: la del sábado. Y llegan a decir de Je-sús como conclusión: “nosotros sabemos que ese hombre es un pecador”.

● ¡Qué peligroso es encerrarse en uno mismo, vivir en la autosuficiencia!

● ¿No hay también hoy en nuestro mundo muchas personas de todos los credos e ideologías que no tienen compasión, incapaces de la misericordia y del amor de Dios?

● El relato nos ofrece una paradoja: los ciegos ven y los que se creen que ven bien son en realidad los auténticos ciegos.

● ¿En qué grupo me encuentro?

● También aparecen los padres del ciego de naci-miento a quien los fariseos acosan pero los padres no quieren arriesgar su futuro, pueden ser expul-sados de la sinagoga y muestran que su hijo es adulto y que puede dar razón de lo acontecido. Esta reacción de los padres da pie a pensar que el relato está situado mucho después de la muerte de Jesús cuando tomó virulencia la tensión entre las primitivas comunidades cristianas y el grupo de los fariseos.

Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo

Señor Jesús, el otro día fuiste “Agua Viva”.

Hoy te presentas como Luz para los ojos que no ven:

“mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo”.

A partir del encuentro contigo los ojos del ciego de nacimiento

volvieron a ver las cosas que ocurrían, las maravillas que Dios había hecho

y sobre todo te reconocieron como Hijo del hombre: “Creo Señor”.

Tu persona, Señor Jesús, siempre es beneficiosa para el ser humano. Eres un fenómeno,

siempre aportando bien para los humanos.

También ahora, aunque muchos no lo sepan, necesitan tu luz, necesitamos Luz

para que nuestros ojos se abran a la fe, a la esperanza y a la caridad.

Señor, ábreme mis ojos siempre a tu Personas, al bien, al Amor, a Dios.

¡Qué pena que en nuestro mundo, en nuestros países ricos tan cultos,

tan avanzados, tan tecnificados, tan progresistas… muchas personas

no sepan que Tú eres la Luz del mundo! ¿No será que cautivados, embelesados

por la técnica, por la ciencia, por el progreso, por las cosas…

muchos de los nuestros se han convertidos en los ciegos de hoy?

Un grupo de hombres colombianos ayer me decían: no comprendemos lo que sucede aquí en Europa.

Resulta que nosotros los pobres, los que hemos sido evangelizados

por los europeos ahora somos los que creemos, los que tenemos fe en Dios y en Jesús,

y los de aquí reniegan de Dios y a veces, incluso, lo maldicen.

Algunos dicen que si Dios existiera no tendrían penas. Todo son excusas.

No lo comprendemos.

¿Participo, yo también, de la ceguera de este mundo?

¡Qué curioso contraste! el que es ciego es el que te reconoce

y profesa fe en tu persona: creo Señor que Tú eres el Hijo del Hombre,

“jamás se oyó decir que nadie abriera los ojos a un ciego de nacimiento si este no viniera de Dios”.

Y los que creían que veían, los que parecía que lo sabían todo,

los entendidos, los conocedores de la religión… están ciegos y no saben reconocerte:

“No sabemos de donde viene”, “sabemos que este hombre es un pecador”.

Señor, Jesús haz de nuevo barro con tu saliva,

unta mis ojos con ese fango para que vea, para que sepa dar razón de tu Persona,

para que no me desanime de mis fallos, ni de las limitaciones y fragilidades de la Iglesia.

Unta mis ojos de tu barro para que sepa descubrir los caminos

por los que quieres conducir a tus comunidades de seguidores.

Unta mis ojos de tu barro para construya comunidad, paz, esperanza…

Que no sea, Señor Jesús, como los fariseos que rodean al ciego y a sus padres.

Todos ellos viendo no ven, no saben escuchar el testimonio

del ciego de nacimiento. Empecinados, afincados en el pasado

no saben descubrir la luz de Dios que se abre camino en medio de los pobres.

Que nosotros no permanezcamos encallados, inmóviles en el pasado, Señor,

y que sepamos reconocer tu presencia en la novedad de tu Persona.

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VER - JUZGAR – ACTUAR

“Lánzate a la piscina”

“Lánzate a la piscina”

VER:

H ace unos años, un padre estuvo varias semanas enseñando a nadar a su hija en la piscina de unos familiares. Primero con

flotador, luego con manguitos, después cogida al borde de la pis-cina, después sujetándola él… le estuvo enseñando cómo debía mover los brazos y las piernas y cómo debía respirar. Llegó un momento en que el padre sabía que ya estaba preparada, pero la niña no se fiaba, no se decidía a soltarse y nadar sola, sentía miedo. Hasta que un día el padre la cogió y, en un descuido, la lanzó al centro de la piscina. Esto le valió una bronca tremenda de su mujer, pero la hija empezó a nadar y llegó a la orilla con susto pero sin dificultad. Y desde ese día, perdió el miedo y se dio cuenta de que ya podía nadar sola.

JUZGAR:

E n el Evangelio que hemos escuchado Jesús también nos hace una invitación a que salgamos de una vez de nuestros miedos, de nuestras presuntas seguridades, y “nos lancemos a la piscina” de la fe y

creamos de verdad en Él. El proceso que sigue el ciego de nacimiento es el proceso que todos podemos y debemos seguir, sea cual sea nuestra situación personal, social o espiritual, porque Dios no ve como los hombres, que ven la apariencia; el Señor ve el corazón. Y el Señor nos conoce y sabe que podemos cre-cer en la fe, más aún, que ese proceso nuestro servirá para que se manifiesten las obras de Dios. Lo que el Señor pide al ciego que haga es muy simple y está perfectamente a su alcance: Ve a lavarte a la pisci-na de Siloé. Y él fue, se lavó, y volvió con vista. Y a partir de ese momento, empieza a dar testimonio de lo que Jesús ha hecho con él… y también a partir de ese momento comienzan las controversias y enfren-tamientos: primero con los vecinos (¿Y cómo se te han abierto los ojos? Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, me lo untó en los ojos, y me dijo que fuese a Siloé y que me lavase. Entonces fui, me lavé y empecé a ver); después ante los fariseos (le preguntaban cómo había adquirido la vista… Me puso barro en los ojos, me lavé, y veo); también con sus padres (cómo ve ahora, no lo sabemos… Preguntádselo a él, que es mayor y puede explicarse).

Pero en estas controversias se produce un crecimiento interior en el ciego: mientras los que le rodean no hacen más que preguntar y dar vueltas al asunto sin avanzar, él se va reafirmando cada vez más y mos-trando una mayor seguridad en sí mismo y corta sus preguntas interminables (Os lo he dicho ya, y no me habéis hecho caso; ¿para qué queréis oírlo otra vez?), para a continuación dar con valentía su testi-monio de fe, no una teoría sino una experiencia de lo que él ha vivido: Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, sino al que es religioso y hace su voluntad. Jamás se oyó decir que nadie le abriera los ojos a un ciego de nacimiento; si éste no viniera de Dios, no tendría ningún poder. Su testimonio, su experiencia, no les convence, y lo expulsaron, pero Jesús lo encontró y el que había sido ciego lo reconoce y “lanzándose a la piscina” de la fe, confiesa explícitamente: Creo, Señor.

ACTUAR:

Q uizá nos ocurre como a los vecinos del ciego o a los fariseos, que nos pasamos el tiempo preguntán-donos acerca de Jesús: “¿Cómo es posible…? ¿Cómo ha sido que…? Esto no puede ser…” sin decidir-

nos a “lanzarnos a la piscina”, a aceptar que Jesús es el Hijo de Dios hecho hombre. Quizá nos ocurre como a los padres del ciego, que tenemos miedo de afirmar nuestra fe por lo que conlleva personal o socialmente, por el qué dirán. Quizá nos cerramos en nuestras ideas preconcebidas, no queremos cono-cer mejor a Jesús y no aceptamos que nadie “nos dé lecciones”. Y aunque ya estamos lo suficientemente preparados, no nos decidimos a soltarnos y “lanzarnos a la piscina de la fe”, afirmando explícitamente: “Creo en ti, Señor.”

El ejemplo del ciego nos muestra el camino que tenemos que seguir: lo primero, reconocer nuestra ce-guera, de lo contrario como decís que veis, vuestro pecado persiste; después, seguir las indicaciones de Jesús, por simples que nos parezcan. Y después, contar sin miedo lo que Él ha hecho con nosotros. El nombre “Siloé” significa “Enviado”, y nosotros somos enviados por el Señor para que caminemos como hijos de la luz, y nuestro actuar lo muestre, porque toda bondad, justicia y verdad son fruto de la luz.

Nuestro testimonio no convencerá a todos, nos traerá enfrentamientos, pero siempre nos encontraremos con el Señor en la Eucaristía, que viene a nosotros para que, una vez más, reafirmemos nuestra fe: Creo, Señor. Y con Él nos lancemos de nuevo a la piscina de la vida para que, por nuestro testimonio, se manifiesten las obras de Dios y, quien quiera “ver”, descubra que verdaderamente Jesús es la luz del mundo.

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Jn 11, 1-45 1 Había un enfermo, Lázaro, de Betania, el pueblecito de María y de su hermana Marta. 2 María era la que ungió con perfume al Se-ñor y le enjugó los pies con sus cabellos; su hermano estaba enfer-mo. 3 Las hermanas mandaron a decir al Señor: «Tu amigo está enfermo». 4 Jesús, al enterarse, dijo: «Esta enfermedad no es de muerte, sino para que resplandezca la gloria de Dios y la gloria del hijo de Dios». 5 Jesús era muy amigo de Marta, de su hermana y de Lázaro. 6 Y aunque supo que estaba enfermo, se entretuvo aún dos días donde estaba. 7 Sólo entonces dijo a sus discípulos: «Vamos otra vez a Judea». 8 Los discípulos le dijeron: «Maestro, hace poco querían apedrearte los judíos, ¿y vas a volver allí?». 9 Jesús contestó: «¿No tiene doce horas el día? Si uno an-da de día, no tropieza, porque ve la luz de este mundo; 10 pero si uno anda de noche, tropieza, porque le falta la luz». 11 Dijo esto, y añadió: «Lázaro, nuestro amigo, duerme; pero voy a despertarlo». 12 Los discípulos le dije-ron: «Señor, si duerme, se recuperará». 13 Pero Jesús hablaba de su muerte, y ellos creyeron que hablaba del reposo del sueño. 14 Entonces Jesús les dijo claramente: «Lázaro ha muerto; 15 y me alegro por vosotros de no haber estado allí, para que creáis. Vamos a verlo». 16 Entonces Tomás, llamado el Mellizo, dijo a sus compa-ñeros: «Vamos también nosotros a morir con él». 17 A su llegada, Jesús se encontró con que hacía cuatro días que Lázaro estaba muerto. 18 Betania distaba de Jerusalén unos tres kilómetros, 19 y muchos judíos habían ido a casa de Marta y María para consolarlas. 20 Así que oyó Marta que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras que María se quedó en casa. 21 Marta dijo a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano. 22 Pero yo sé que Dios te concederá todo lo que le pidas». 23 Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará». 24 Marta le respondió: «Sé que resucitará cuando la resurrección, el último día». 25 Jesús le dijo: «Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque mue-ra, vivirá. 26 Y todo el que vive y cree en mí no morirá para siempre. 27 ¿Crees esto?». Le contestó: «Sí, Señor, yo creo que tú eres el mesías, el hijo de Dios que tenía que venir al mundo».

28 Dicho esto, fue a llamar a María, su hermana, y le dijo al oído: «El Maestro está ahí y te llama». 29 Ella, así que lo oyó, se levantó rápidamente y salió al encuentro de Jesús. 30 Jesús aún no había entrado en el pueblo; estaba todavía en el sitio donde lo había encontrado Marta. 31 Los judíos que estaban en casa de María y la consolaban, al verla levantarse y salir tan aprisa, la siguieron, creyendo que iba al sepulcro a llorar. 32 Cuando María llegó donde estaba Jesús, al verlo, se echó a sus pies, diciendo: «Señor, si hubieras estado aquí, mi her-mano no habría muerto». 33 Jesús, al verla llorar y que los judíos que la acompañaban también lloraban, se es-tremeció y, profundamente emocionado, 34 dijo: «¿Dónde lo habéis puesto?». Le contestaron: «Ven a verlo, Señor». 35 Jesús se echó a llorar, 36 por lo que los judíos decían: «Mirad cuánto lo quería». 37 Pero algunos dije-ron: «Éste, que abrió los ojos al ciego, ¿no pudo impedir que Lázaro muriese?» 38 Jesús se estremeció profun-damente otra vez al llegar al sepulcro, que era una cueva con una gran piedra puesta en la entrada. 39 Jesús di-jo: «Quitad la piedra». Marta, la hermana del difunto, le dijo: «Señor, ya huele, pues lleva cuatro días». 40 Je-sús le respondió: «¿No te he dicho que, si crees, verás la gloria de Dios?». 41 Entonces quitaron la piedra. Jesús levantó los ojos al cielo y dijo: «Padre, te doy gracias porque me has escuchado. 42 Yo bien sabía que siempre me escuchas; pero lo he dicho por la gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado». 43 Y dicho esto, gritó muy fuerte: «¡Lázaro, sal fuera!». 44 Y el muerto salió atado de pies y manos con vendas, y envuelta la cara en un sudario. Jesús les dijo: «Desatadlo y dejadlo andar».

● Ruego/rogamos para pedir el don del contemplar el Evangelio y poder conocer y estimar a Jesús y, así poder seguirlo mejor.

● Apunto algunos hechos vividos esta semana que ha acabado.

● Leo/leemos el texto.

● Después contemplo y subrayo.

V Domingo de Cuaresma - A ● Ezequiel 37, 12-14 ● “Os infundiré mi espíritu, y viviréis”

● Salmo 129 ● ”Del Señor viene la misericordia, la redención copiosa ”

● Romanos 8, 8-11 ● “El Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros”

● Juan 11, 1-45 ● “Yo soy la resurrección y la vida”

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● 20 ●

NOTAS PARA SITUAR ESTE EVANGELIO

● Este domingo es el último antes del domingo de Ramos en el que comenzaremos la celebración de la Semana Santa.

● Parece ser que la aldea de Betania que distaba poco de Jerusalén, donde vivían Lázaro y sus her-manas Marta y María, era lugar propicio donde Je-sús y los suyos se sentían acogidos y donde Jesús solía volver al finalizar la jornada, cuando iba a Jerusalén. La hospitalidad de esta familia creó la-zos profundos de amistad con Jesús.

● Como idea central nos aporta el texto la consi-deración de la victoria de la vida sobre la muerte. Jesús tiene poder para dar vida. Jesús, como nos dice la Palabra de Dios, es el camino, la verdad y la vida. Jesús nos dice: “Yo soy la resurrección y la vida”. El ha venido para que tengamos vida en abundancia.

● Hemos visto estos domingos que Jesús es el Agua Viva, la Luz del mundo y hoy se nos dice que Jesús es la Resurrección y la Vida.

● La resurrección de Lázaro es el anticipo de lo que sucederá con la propia vida de Jesús. Dando la vida a Lázaro Jesús anuncia su propia resurrec-ción. Él tiene poder de darla y recuperarla.

● Observamos en la narración y en el transcurso del Evangelio que hombres y mujeres rodean a Jesús: Marta, María Lázaro, los Apóstoles… Hom-bres y mujeres le siguen. Todos tienen cabida a su lado, todos pueden ser sus seguidores. Jesús es universal.

● Fijándonos en Jesús nos damos cuenta que a pesar del anuncio de que su amigo está enfermo Jesús permanece donde está y a pesar de la ad-vertencia de los Apóstoles “hace poco intentaban apedrearte los judíos” Jesús sigue su camino. Es Él quien dispone, no los otros. Es Él el que marca los tiempos.

● Resultan interpelantes los tres imperativos de Jesús. “QUITAD LA LOSA”; “LÁZARO VEN A FUE-RA,” “DESATADLO.”

● Señorío de Jesús: dador de vida, vencedor de la muerte.

● ¿No son también estos imperativos los que Jesús nos está dirigiendo ahora a cada uno de nosotros en este final de la cuaresma para que nos libere-mos de tantas ataduras y demos cancha en noso-tros a la vida nueva que Él nos ofrece?

● ¿Qué losas tenemos que quitar? ¿de dónde he-mos de salir? ¿qué ataduras tenemos que romper?

● Llama también la atención la compasión de Je-sús, el sentimiento que le embarga ante la muerte de su amigo Lázaro, ante la aflicción de sus her-manas Marta y María por la muerte de Lázaro.

● “Jesús, viéndola llorar a ella y viendo llorar a los judíos que la acompañaban, sollozó y muy conmo-vido preguntó…” Y más adelante se nos dice que Jesús ante la tumba de Lázaro “se echó a llorar. Los judíos comentaban: ¡Cómo lo quería!”. Jesús comparte los sufrimientos de las personas.

● Toda una interpelación para nosotros. No nos podemos quedar insensibles ante los sufrimientos de nuestro mundo, si somos seguidores de Jesús.

● Jesús, ante la tumba de Lázaro, se pone en diá-logo con Dios Padre, ora. Del mismo modo que lo hizo antes de la multiplicación de los panes Jesús le da gracias a Dios y muestra su total confianza con Él: ”Jesús, levantando los ojos a lo alto, dijo: Padre te doy gracias porque me has escuchado, yo sé que Tú me escuchas siempre; pero lo digo por la gente que me rodea para que crean que Tú me has enviado”.

● Él quisiera que la gente entrase también en este diálogo filial con el Padre, en esta intimidad del Pa-dre y del Hijo.

● Además del hecho de la resurrección en el relato aparece un punto a tener en cuenta: la fe: “Yo soy la resurrección y la vida… ¿Crees esto?. Ella con-testó: Si Señor: yo creo que Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo.

Invoquemos al Espíritu para que Él nos ilumine y nos muestre lo que el Padre quiera decirnos por medio de este relato de la resurrección de Lázaro

● ¿Qué es lo que Dios quiere decirme por medio de este relato?

● Personajes que aparecen.

¿Qué dicen? ¿Qué hacen? ¿Por qué? ¿Qué sucede en el relato? ¿Qué cambia? ¿Qué es lo que provocan las palabras de Jesús y el hecho de la resurrección?:

● Posturas que aparecen en la narración ante el hecho de la resurrección de Lázaro.

● Me fijo en la persona de Jesús: ¿Qué descubro de su persona a lo largo de todo el hecho?: su postura ante los apóstoles, su acti-tud antes las hermanas de Lázaro, su actitud ante la muerte de Lázaro, su postura ante Dios Padre... ¿Qué es lo que el autor del Evangelio nos quiere hacer comprender de la persona de Jesús? ¿Qué luces percibo que me ofrece el relato para mi vida, para nuestro mundo? ¿Se dan hoy entre nosotros situaciones que pueden tener cierta relación con el relato?

● Llamadas

Contemplo el hecho.

Dialogo con el Señor: le doy gracias, le pido ayuda…

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● 21 ●

● La fe, don de Dios y respuesta nuestra, nos posi-bilita la participación en su Resurrección y en su Vida. La fe de la que Jesús hablaba a veces a los enfermos que curaba “tu fe te ha salvado”.

● A partir de la resurrección de Lázaro muchos ju-díos creyeron en Él. Y muchos judíos que habían venido a casa de Marta al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en Él”

● Otros se fueron a encontrar a los fariseos para contarles lo sucedido.

● Unos a favor y otros en contra.

● Este hecho provocó la reunión del Sanedrín y su decisión de eliminar a Jesús. No son suficientes los signos para la conversión, es necesario tenerlo es-to también en cuenta para nuestros tiempos. Pero no por ello hemos de dejar de realizar signos del Reino donde nos encontremos, aunque sean apa-rentemente ineficaces.

Yo soy la Resurrección y la Vida

Señor Jesús, hoy nos dices:

“Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque hay muerto vivirá; y

el que está vivo y cree en mí no morirá para siempre” O sea, Tú nos aseguras que no moriremos

para siempre, que nuestro final no está en el cementerio

sino en la casa del Padre.

Gracias, Señor Jesús, en la casa del Padre viviremos

y nos encontraremos con tantas personas que hemos conocido y amado.

Tú estás a favor de la vida, porque Tú eres Vida

y por tanto en contra de lo que produce muerte.

En nuestro mundo hay mucha vida: hay gentes que se unen para hacer una fiesta, para defender unos derechos, para solventar

unos problemas, para promover el desarrollo, para rezar juntos, para acompañar a un difunto,

para investigar y buscar el remedio de una enfermedad…

En nuestro mundo hay alegría, hay amistad, compañerismo, fe en Dios…

En nuestro mundo hay personas que se desviven por los demás generando vida.

Hay personas que intentan vivir tu Vida, personas que aman

y procuran no caer en la tentación, no pecar.

Gracias, Señor Jesús, por tantas personas que generan vida.

Ayúdame, para que sea portador de vida

Pero en nuestro mundo hay también muerte: Todos los días los medios de comunicación

nos ofrecen imágenes horribles: violencia, guerras, hambre, pecado…

Eso, Señor Jesús, Tú no lo quieres porque Tú eres Vida

y nos pides que seamos generadores de vida. Nos pides que nosotros tampoco lo queramos.

Hoy vemos que te acercas a una familia que ha perdido un ser querido:

Lázaro ha muerto. La familia está rota y Tú te rompes con ellos a llorar,

tus lágrimas de dolor impresionan a los presentes. Tú te conmueves: “Jesús muy conmovido preguntó”

“Jesús se echó a llorar. Los judíos comentaban:

¡Cómo lo quería!”

Tú haces como nosotros ante la muerte de un ser querido.

Así es Dios, como Tú haces.

Dios se conmueve del dolor de los humanos.

Nosotros, hechos a imagen de Dios, no podemos vivir de espaldas

a los sufrimientos de las personas. Así nos lo dices Tú.

Una vez más Tú pides fe: “¿Crees esto? Y la fe existía:

“Si, Señor, yo creo que Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo”

Tú nos pides fe y nos haces la misma pregunta: ¿Crees esto?

Señor, danos fe en tu Persona y en tu proyecto.

Hoy te vemos Señor, dueño de la vida: “Quitad la losa”, “Lázaro sal fuera”

“Desatadlo”.

Tú, Señor Jesús, dominas la situación, dominas la muerte,

Eres capaz de convertir la muerte en vida, la tristeza en alegría,

los llantos en sonrisas.

Este milagro colmó el vaso de tus enemigos y este fue uno de los últimos peldaños

para llevarte al patíbulo.

¡Qué incomprensible es este mundo, la historia humana!

Al que da vida se lo cargan, lo eliminan, no lo quieren

¿Cómo es posible comprenderlo?

Perdón, Señor, por las veces que, de una forma u otra,

he sido portador de muerte.

Page 22: Cuaresma 2014

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VER - JUZGAR – ACTUAR

“¿Crees esto?”“¿Crees esto?”

VER:

C uando ha fallecido un ser querido, se suele acudir al velatorio, a dar el pésame a los familiares. Hay una serie de expresiones y

frases hechas que se repiten en esas ocasiones: “Lo siento-Te acompaño en el sentimiento-Mis condolencias…” También se suele decir: “Ánimo-Resignación-Es ley de vida-Ya ha descansado-Ya ha dejado de sufrir…” Tanto si somos nosotros quienes las decimos, como quienes las recibimos, la mayoría de las veces estas expresio-nes nos suenan a “hueco”, se quedan cortas, tenemos la impresión de que ni consiguen transmitir lo que realmente en esos momentos quisiéramos decir a los familiares de la persona difunta, ni nos ofre-cen “algo” que realmente nos sirva de apoyo y esperanza en esos momentos de dolor.

JUZGAR:

E n este último domingo antes de la Semana Santa, hemos escuchado el relato de la resurrección de Lázaro. Y es que la muerte física, o las situaciones “de muerte”, de dolor y sufrimiento extremos, su-

ponen un reto para la fe en el Dios-Amor que se nos ha revelado en Jesús, como podemos ver en las reacciones de algunos personajes. Marta y María expresan las dos la misma queja a Jesús: Señor, si hu-bieras estado aquí, no habría muerto mi hermano; algunos judíos decían: Y uno que le ha abierto los ojos a un ciego, ¿no podría haber impedido que muriera éste? La muerte, el dolor, el sufrimiento, parecen negar a Dios, y lo único que aparentemente se puede hacer es acompañar a quienes sufren, como los judíos que habían ido a ver a Marta y a María, para darles el pésame por su hermano, intentando consolarlas. Pero incluso en esas situaciones extremas, o precisamente en esos momentos porque es cuando más se necesita, Jesús se hace presente: no cuando nosotros queremos (las hermanas mandaron recado a Jesús diciendo: Señor, tu amigo está enfermo”), sino cuando É lo cree conveniente: se quedó todavía dos días en donde estaba. Y no por hacer sufrir más a sus amigos, porque Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro, sino para que creáis, para que reafirmemos nuestra fe en Él. Porque nos puede ocurrir como a Marta, que “sabemos” los contenidos de la fe (Sé que resucitará en la resurrección del último día), pero no los hemos interiorizado y no vivimos las actitudes consecuentes con esa fe, y por eso tanto los contenidos como nuestras palabras nos suenan vacías y no nos dan esperan-za. Nos falta el encuentro con Jesús, sentir que nos dice, personalmente: Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto? Una pregunta que necesitamos respondernos y responder al Señor, buscando, reflexionan-do y siendo conscientes de las razones que tenemos para creer, para llegar a afirmar como Marta: Sí, Señor, yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios… Una afirmación de fe que siempre se volverá a poner en crisis, como cuando Jesús dijo: Quitad la losa, y Marta replicó: Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro días. La realidad parece contradecir nuestra fe, y por tanto siempre habrá que renovar la fe, encontrando nuevas razones para creer, para seguir con-fiando en Jesús a pesar de que los hechos parezcan negarle: ¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios? Los milagros o signos de Jesús tenían una intención: para que crean que tú me has enviado. Jesús no ha venido a librarnos de la muerte física ni del dolor o sufrimiento, sino a mostrarnos la cercanía de Dios hasta en esas situaciones, precisamente en esas situaciones, pasando incluso por la prueba del dolor y de la muerte, como veremos en Semana Santa, para abrirnos las puertas de la esperanza, para que se cumpla lo que hemos escuchado en la 1ª lectura: Yo mismo abriré vuestros sepulcros y os haré salir de vuestros sepulcros… Los signos de la cercanía de Jesús los podemos encontrar tanto en los aconteci-mientos felices como en los dolorosos. Y apoyándonos en esos signos, nuestra actitud aun en medio del dolor ha de ser de apertura y confianza en Jesús: aun ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá… Sí, Señor, yo creo…

ACTUAR:

¿C ómo reacciono ante la muerte, salen de mí palabras de fe o me limito a dar el pésame? Si Jesús me preguntase: ¿Crees esto?, ¿podría responder como Marta: Sí, Señor: yo creo? ¿Qué razones

tengo para creer que Jesús es la Resurrección y la Vida? ¿Cómo puedo interiorizar mejor los contenidos de la fe? En la 2ª lectura, san Pablo decía: Si el Espíritu del que resucitó a Jesús habita en vosotros, vivificará también vuestros cuerpos mortales. Ese Espíritu habita en nosotros por el Bautismo y la Confirmación, y hace que el pan y el vino sean el Cuerpo y la Sangre de Jesús, el signo de su presencia continuada entre nosotros, para que la Eucaristía sea el alimento de nuestra fe, y nuestra fe se fortalezca y encontremos nuevas razones para afirmar: Sí, Señor, yo creo que tú eres el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo, y con nuestro testimonio sepamos ofrecer verdadera esperanza a quienes atraviesan situaciones de muerte.