cuando la mujer escribe con el cuerpo_poetas venezolanas de los ochenta

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  • 7/23/2019 Cuando La Mujer Escribe Con El Cuerpo_poetas Venezolanas de Los Ochenta

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    CUAN DO LA MUJER ESCRIBE CON EL CUERPO:

    POETAS VENEZOLANAS DE LOS OCHENTA

    ALEJANDRO VARDERI

    New York University

    Dado que Julia Kristeva niega categricamente la existencia de una escri-

    tura femen ina y Virg inia Woolf por su parte pe da al escritor una mente ab-

    solutamente andrg ina para poder escribir desde el lo desde la neutralidad to-

    tal

    creo preferible hablar de textos hechos por mujeres desde lo femenino

    que por otro lado no es de su exclusividad: recordemo s por ejemplo la

    obra narrativa de los latinoamericanos Manuel Puig Jorge Amado y Severo

    Sarduy y ms precisamente poesa. Una poesa que en Latinoamrica se enrai-

    za con la mexica na sor Juana Ins de la Cruz y tras un vaco de casi dos si-

    glos se retoma en las obras de la uruguaya Delmira Agustini y la cubana Jua-

    na Borrero.

    La incom unicacin que fortalece las fronteras y siempre ha aislado a los pa-

    ses del sur am erican o fue una de las razones en la ausencia de todo vnculo en-

    tre las autoras latinoamericanas de entonces. Si a esto se aade el sometimiento

    al cual histricam ente han sido reducida s no es extrao constatar que hasta fe-

    chas recientes su obra no ha empezad o a circular entre el pblico lector y a ser

    estudiada a fondo por los especialistas. Si tomamos el caso de Delmira Agusti-

    ni

    por ejemp lo encon traremos que lo subversivo de su poesa en cuan to a len-

    guaje y temtica extendido a lo poco convencional d e su muerte a mano s del ex

    marido a quien sin embarg o todava amaba fue un exce so para la sociedad de la

    poca... Agustini haba pues en palabras de Eduardo Galeano cantado

    las fiebres del amor sin pacatos disimulos y haba sido condenada por q uienes

    castigan en las mujeres lo que en los hombres aplauden porque la castidad e s

    un deber femenino y el deseo com o la razn un privilegio masculino.

    1

    Por

    1. Eduardo GALEANO l siglo del viento Mxico Siglo XX I 1986 44.

    1067

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    eso su obra transmite an, la revolucin de ese trastorno que tantas otras autoras

    han m antenido vivo a lo largo y ancho de H ispanoamrica.

    El desconocimiento de la obra escrita por mujeres latinoamericanas se agu-

    diza al rodarnos hacia el caso venezolano. Nuestra literatura es muy poco cono-

    cida fuera de las fronteras nacionales, por ese misterioso mecanismo editorial

    que se han encargado de conservarla preservarla? en la clandestinidad y al

    margen de los mercados internacionales de traduccin y venta. Venezuela no

    cuenta con editoriales con el poder de Fondo de Cultura Econmica, Sudameri-

    cana o Ediciones del Norte; y el autor es en general reacio a abandonar volunta-

    riamente el pas, ms si se toma en cuenta la estabilidad democrtica de los lti-

    mos 30 aos, que no lo ha conducido por tanto a ese forzado exilio al cual se

    han visto condenados tantos otros autores. Tampoco contamos con agentes lite-

    rarios y distribuidoras poderosas: apenas hoy uno que otro especialista empieza

    a interesarse en la traduccin fragmentaria de obras poticas tan fundamentales

    como la de Vicente Gerbasi o Rafael Cadenas. Y al llegar a este punto, es nece-

    sario destacar la escasa representacin de la literatura venezolana en los progra-

    mas de estudios de las universidades europeas y norteamericanas:Doa Brba-

    ra de Rmulo Gallegos,Casas muertasde Miguel O tero Silva eIfigeniade

    Teresa de la Parra constituyen, prcticamente, las nicas novelas tomadas en

    cuenta; y la poesa no est representada ni siquiera por Jos Antonio Ramos Su-

    cre, para no hablar de la ausencia absoluta en elpensumde toda literatura poste-

    rior a la dcada del 40, cual si sta nunca hubiese existido.

    Creo que el panorama aqu expuesto de algn modo ilustra el estado actual

    de las letras venezolanas con respecto al mundo, y determina la fragilidad del

    sedimento sobre el cual se asienta mi trabajo: una plataforma resbaladiza y

    presta a desmoronarse... Partiendo de esa precariedad podramos decir que la

    poesa escrita por mujeres venezolanas hoy cobra cuerpo desde la expresin

    propia de autoras generacionalmente ubicadas en las primeras dcadas de este

    siglo hasta mediados de los aos 80, tales como Enriqueta Arvelo Larriva y Ana

    Enriqueta Tern cuya obra, ntegramente desarrollada en el interior del pas ba-

    jo circunstancias y fechas semejantes a la de Agustini y Borrero, hoy comienza

    a ser localmente conocida gracias a los estudios de Carmen Mannarino y Jos

    Napolen Oropeza. Ida Gramcko y Elizabeth Schn quienes desde mediados de

    la dcada del 40 vienen desarrollando consistentemente una obra ajena tambin

    a las antologas de poesa hispanoamericana, siempre escasas, por lo dems, en

    cuanto al nmero de autoras incluidas. Mara Helena Huizi Libro de intervalos

    1976 . Edda Armas

    { ontra

    el aire,1977 . Cecilia Ortiz{Trbol de la mem oria,

    1978 .

    Margara Russotto Brasa, 1979 .Yolanda Pantin Casa o lobo,1981 .

    Laura Cracco Mustia mem oria,1983 . Sonia Gonzlez De un mismo pjaro

    lanzada,1984 ; constituyen en parte, el grupo de autoras definitivamente liga-

    das a la expresin de la temtica femenina que publican sus primeras obras en-

    tre 1975 y 1985, principalmente bajo el sello editorial Fundarte de Caracas.

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    Tomando como base 1985 empieza a darse a conocer en el pas, gracias a

    Fundarte y una serie de esfuerzos privado s, una poesa distinta que en el caso de

    Edda Armas y Yolanda Pantin, por ejemplo, haba venido madurando desde co-

    mienzos de la dcada. Una poesa signada por la exploracin cada vez ms in-

    terna del tema femenino, entendido como lo propio biolgicamente hablan-

    do de quien escribe, y desde la proyeccin interior del cuerpo ya no co mo

    objeto de placer o dolor sino como sujeto de impresiones fsicas y psicolgicas

    particularmente femeninas: el parto, la menstruacin, las labores domsticas, la

    manera de amar y desear lo que se ama; son tratados con extraordinaria fuerza.

    Ellas como las espaolas de la generacin ms reciente conocidas por m

    principalmente, a travs de la antologa de Ramn Buenaventura

    Las Diosas

    Blancas

    1

    , han descubierto lo ms privado de s, haciendo finalmente pblicas

    las palabras con que Marguerite You rcenar anota su mem oria en las de Adriano :

    La vida de las mujeres es ms limitada o demasiado secreta. Basta que una

    mujer cuente sobre s misma para que de inmediato se le reproche que ya no sea

    mujer. Y ya bastante difcil es poner alguna verdad en boca de un hombre.

    3

    Pues si ella haba puesto al descubierto esa zona de la intimidad que compete a

    su relacin con el otro, ahora logra dar un paso adelante y escribir acerca de su

    prop ia intimid ad: Escribe Escribir es para ti, t eres para ti; tu cuerpo es tu-

    yo,

    tmalo . Yo s por qu no has escrito (y por qu yo no escrib hasta los vein-

    tisiete aos), porque es cribir ... est reservado para los grand es, es decir, para el

    gran hombre.

    4

    Pide Mlene Cixous al tiempo que se une a Yourcenar en la

    concienciacin del peso histrico del hombre en la literatura. Pero ese lastre no

    las toca a ellas m s; y si lo hace es, justam ente, el motor movilizador de una re-

    flexin profunda en torno a su sexo y a la palabra que lo devela revelndolo.

    Escribir entonces desde esa lucidez exige: o una seguridad impenetrable, o la

    fuerza surgida en los momentos de extrema flaqueza cuando la desesperacin y

    el desamparo absolutos nos elevan por encima de nuestra propia debilidad.

    Voy a referirme aqu concretamente, a Yolanda Pantin (1955), Mara Auxi-

    liadora lvarez (1957) y Alicia Torres 1962) como representantes de esta ten-

    dencia potica, que a nivel latinoamericano se enlaza al trabajo que vienen re-

    2. Ramn BUENAVENTURA, Las diosas blancas Madrid, Hiperin, 1986. Es interesante destacar

    que si bien esta antologa representa un esfuerzo compilador importante, los comentarios e impresio-

    nes de Buenaventura no van ms all, la mayora de las veces, de una superficialiad que perpeta el

    estereotipo femenino: desprende alegra por los gestos, y con la voz, y desde los ojos buscones. Se

    le percibe el gozo de cazadora al acecho, apunta a propsito de Menchu Gutirrez, lo cual nos da a

    entender que la forma como el hombre aborda la obra escrita por mujeres no ha vanado en contexto

    mucho, desde la poca cuando la crtica calificaba de linda a Delmira Agustini al referirse a su

    poesa.

    3. Marguerite YOURCENAR, Memorias de Adriano Edhasa, 1982, p. 246.

    4. Hlene Cixo us, The Laugh of the Medusa,New French Feminism Nueva York, Schocken,

    1981,246.

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    alizando autoras como Reina Mana Rodrguez en Cuba, Elizabeth Veiga en

    Brasil, Cristina Pina en Argentina y Yolanda Blanco en Nicaragua.

    Yolanda Pantin es quien enCorreo del corazn

    5

    ms certeramente combina

    la desolacin del abandono ms absoluto el lugar donde barthianamente, el

    otro ya no est con la agudeza de un lenguaje preciso

    y

    no exento de irona,

    oscilando entre la fuerza desgarradora del tango, la sensualidad tropical del

    bolero, y la cuchilla afiladsima que recorta la estampa donde se amolda esta

    modernidad dentro de la cual ella siguiendo a Andrea Dworkin contina

    siendo abierta, separada en su centro, ocupada fsica e internamente en su pri-

    vacidad...

    6

    Pantin explora, no tanto las consecuencias fsicas de esa intrusin

    sino el vaco el hueco semntico que queda cuando ha desaparecido todo

    rastro del otro:

    Ella / no es una mujer / en las maanas / desnuda / con una taza en la mano /

    a travs de cuyo cuerpo / lnguido / como una postal descolorida / y muy despacio

    / cuando bebe en silencio / y sonre / en el dibujo minucioso / de la taza / cuando

    un cuerpo / frente a ella / apoyado / en el vidrio oscuro de la ventana / est miran-

    do / el dibujo de la taza en su mano / cuando besa la palma / que puede ser la suya

    / y la besa /d ual y seme jante/ ella / aunque apenas roce / el paisaje triste de los

    hombres / levemente obsceno un cuerpo / desnudo y solo?

    Es el vivir en la dom esticidad q ue perman ece, al esfumarse toda traza de pa-

    sin y quedarse entonces ella con el remanente la costumbre, lo mecnico

    de la cotidianeidad:

    Algunas mujeres a las diez de la maana / casi tan limpias como rosa / roco /

    como una gota desinfectante / abren al unsono las hojas de las puertas / un apar-

    tamento deslumhra por la teca) / miran al cielo olfateando al aire / los muchachos

    propensos al catarro / a la tos asmtica / saludan / El Sol Palmeras Aves Violceas

    / sonren mientras bajan la cuenta / hasta el kiosko de revistas / Ellas claman su

    cartn clandestino de huevos / y un peridico llevan / a la sombra de sus brazos /

    cochecitos... Todo es posible / claridad altas casas palomas / una gallarda altiva

    su nevera / que algunas mujeres se rasuran las piernas / beben caf humanamente

    hablando / divagan / al abrazo furioso de las telenovelas / como un sculo prohibi-

    do / cuesta abajo en la rodada Cuesta abajo).

    La cotidianeidad contra la cual esa mujer no se rebelar pues habr asumido

    que no existe por qu: Por aos me rebel contra el hombre a causa de sus exi-

    gencias y el monopolio sobre su gloria. Pero me he dado cuenta de que los hom-

    bres aceptan divertidos la rebelin de las mujeres y delicadamente saborean sus

    5. Yolanda PANTIN, Correo del corazn Caracas, Fundarte, 1985.

    6. Andrea DWORKIN,Intercourse N. Y., The Free Press, 1987, 122.

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    res tos . . .

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    , indica Annie Leclerc. La gloria del hombre les quema las alas sin

    ellas saberlo; sin percatarse de su cada como ngeles... Pantin desmenuzar el

    mundo de esa mujer silenciosa; tanto como el de aquella que racionalizando su

    situacin se empinar por sobre esa cada. La autora recoge as ambas experien-

    cias y las inserta repito en el espritu de esta modernidad, al reproducirlas

    sobre la pgina fragmentariamente, siguiendo el modelo de progresin de las

    cosas hoy, cuando nada es predictible ms y tambin la experiencia femenina se

    ha visto doblemente invadida, desmenuzada, codificada y reconstruida al inte-

    rior de una poca donde los mitos desde Hollywood hasta Borges, los pa-

    ses desde Alaska hasta Inglaterra se intersectan como consecuencia de la

    neurosis posindustrial. Un fenmeno al cual ella asiste tensando, hasta borrar-

    los,

    los roles que histricamente le han sido asignados:

    No hay mujer / mi madre / ni una hija pequea / y enferma / hay dos palabras /

    sobre el papel higinico / de la cocina / dos palabras / sobre la estatua de Gloria

    Swanson / picotean / la mano mansa de la gloria / lamen / con su lengua spera /

    su gorgoja intermitentemente / vuelan revolotean aletean / hacen ruido / las dulces

    distancias de los sueos / Alaska / Inglaterra segn Borges / No hay mujer / ni ma-

    dre / en la pulcra quietud de lo que habita / no hay puerta (No hay p uerta).

    Pero posiblemente sea Vitral de mujer sopla el poema que con mayor

    efectividad condensa la fragmentacin del espacio femenino al interior de esa

    soledad que acompaa y donde ella, como bien apunta Rosalind Coward

    8

    sabe

    que su cuerpo no es su destino:

    Se sabe de una mujer que est sola / porque camina como una mujer que est

    sola... Se sabe que las mujeres que estn solas / cuando tocan un botn por largo

    tiempo... Las mujeres solas hacen el amor amorosamente / algo les duele / y luego

    todo es ms bien triste o colrico o simplemente amor (Vitral de mujer sola).

    Mara Auxiliadora lvarez,

    9

    sin embargo, hace del cuerpo en su poemario

    Cuerpo

    10

    el prin cipio y fin del todo destino a travs de una marcad a irreveren-

    cia. Irreverencia pues su poesa parte de una desobediencia y un exceso: al ig-

    7. Annie LECLERC, W oman s W ord,New French Feminism 79.

    8. Rosalind COWARD, The Inslinct, Female Desires N. Y., Grove Press, 1985. La gente

    tiene cuerpos, anatomas, y ciertas capacidades anatmicas. Pero nuestros cuerpos no son nuestros

    deslinos. En tomo a las sensaciones del cuerpo, las actividades sexuales y de reproduccin, existe to-

    da una serie de complicadas emociones y sentidos. Algunos provienen de definiciones culturales ge-

    nerales sobre la sexualidad, pero otros provienen de nuestras historias personales.

    9. Para un estudio ms detallado de Mara Auxiliadora lvarez, refiero a mi texto Las razo-

    nes y los peligros de escribir con el cerpo, Anotaciones sobre el amor y el deseo C Academia Na-

    cional de la Historia, 1986, 85-89.

    10. Mara Auxiliadora LVAREZ,Cuerpo R., Fundarte, 1985.

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    norar el consejo de Drummond de Andrade por hacer pese a l poesa con

    el cuerpo; y violentar la tesis de Virginia Woolf quien sostena que para toda

    mujer pen sar en su feminidad pod a conducir a una esterilidad de lenguaje esta

    autora trastoca radicalmente ambas teoras pues destruye el mito de la mujer co-

    mo sexo en el sentido delicioso del trmino cuando se la muestra al lector

    como un animal de matadero en el instante del parto. La mujer de Cuerpo es esa

    casa de lodo tan de la poesa brasilera cuyas paredes se edifican a base de

    ro y de cuchillo; y cuya resistencia a la corriente es puesta a prueba en el ins-

    tante de dilatacin que transforma la abertura rodada del pubis en inmensa ven-

    tana: salida a un mundo sin universo. Fuga del cuerpo expandindose para dar

    paso a otro cuerpo o empezar a pasar de l? momento de dolor supremo.

    Sntesis de lo que Joo Cabral de Mel Neto ha dado en denominar la fsica

    del mied o; pues ah la mujer ms que en ningn otro mo men to no est senta-

    da no est tranquila no est calmada:

    y una deforme y desnuda / eliminando toda la sangre / y todo el hijo de que se es

    capaz / que no puede salir / porque una tiene la abertura / como cerradura / com-

    paero tan relativo / rojo recto riguroso / exento.

    Partiendo de ese instante lvarez observa el desarrollo del tema femenino

    desde lo masculino como presencia. Al mirarse en el espejo del hombre

    qu e la ayuda a parir lo que ve no es su cuerpo pe rson al ni el doctor sino el

    del Otro que tambin es el suyo doble cuerpo formado por el del padre afuera

    y el del hijo adentro. Dos cuerpos presentes en la totalidad del libro. El pri-

    mero a causa de un asunto de piel: aqu la mujer es abundante. Se habla de

    ella como de

    un espacio oscuro / que recorro con la lengua / y me sabe a semen / a sangre / a

    agua de renacuajo.

    Se habla de ella como de

    un animal quieto / amarrado / hinchado / habitual / muerto.

    Se habla de ella en fin como cuerpo derrotado flcido en contraposicin

    con la elegancia ceida

    n

    del hom bre y con la piel femenina suave lisa y

    elstica

    1 2

    de la mujer que no ha parido. Y se fija simultneam ente el instante

    del parto es decir el intervalo entre el cuerpo como casa bacheleriana y el

    cuerpo vaco cuando se transforma en tierra de nadie: tiempo comn al sexo fe-

    11.

    Marguerite

    YOURCENAR Memorias de Adriano

    44.

    12.

    Simone

    DE BEAUVOR

    El segundo sexo tomo . M . Siglo XX I 1970 13.

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    menino en general, pues resulta ser el nico momento cuando toda mujer, ins-

    tintivamente, toma conciencia de que no est en la vida por co stumbre.

    El segundo cu erpo porq ue, parafraseando a Beauvoir, para averiguar por qu

    la mujer es el Otro, es necesario saber de qu modo la naturaleza ha continuado

    en ella en el transcurso de la historia,

    13

    y ese m odo es manifiestamente mascu-

    lino porque la mujer se niega categricamente a parir desde el instante en que se

    rebela contra ese estado de crisis, ese miedo que significa asumir su feminidad

    con el primer monstruo:el cuerpo de la mujer no permite que la especie se ins-

    tale en ella sin oponerle resistencia.

    14

    Hay entonces que matar al animal que

    no es sino el doble cuerpo del cual hablbamos ms arriba, es decir, la piel de

    adentro y el esqueleto de afuera:

    hueso que observa / quieto de mesa / donde abrimos los cuerpos... escrutinio que

    muerde / que raja / navaja para que empiece el pie / el hijo / el rion / para incidir

    el hueso / con esa viscosidad / ese olor / ese modo de quirfano.

    Alicia Torres, por su lado, desarrolla en Fatal

    15

    lo real d un discu rso del

    sentimiento desde la mujer mitolgica, bblica e histrica quien, como amante,

    se queda a vivir de lo que el amado dej al fugarse de ella; o por el contrario lo

    destruye antes de dejarle a l tomar esa iniciativa... Es as entonces como Mag-

    dalena, Circe, Salom, Judith o Clitemnestra en el lenguaje de Alicia Torres

    vuelven a amar, a recuperar el territorio perdido. Y es que la autora no pretende

    con este texto, sino elaborar una cronologa de la dominacin impuesta por la

    mujer cuando controla el juego amoroso o se abandona a l sin medida ni tasa.

    Por esoFatal se inscribe en lo que Jessica Benjamin ha dado en llamar un re-

    torcimiento de los lazos del amor,

    16

    pues cada poema subvierte una fase del

    mismo y, como las de la luna, matiza con una porcin distinta de luz la totali-

    dad del sentimiento:

    A veces juego con la idea de matarte / despus de todo, querido, / nadie es

    inocente) / y entonces pienso en sacerdotes antiguos / ataviados de oro y lino

    blanco, / incienso rumbo a los cielos... pero entonces t te acercas, querido, / con

    los brazos abiertos / y yo sonro culpable / besndote la garganta, / las muecas, la

    sien. / La vida all dond e late vulnerable. Sacerdo tisa)

    Un lenguaje preciso , certero , apabullante que revierte y descontextualiza los

    roles tradicionalmente adoptados ante el deseo el hombre expresa deseo y la

    13. Simone D EBEAUVOIR,El segundo sexo 51 .

    14. Op. cu.

    15. Alicia TORRES,Fatal C, Fund., 1988.

    16. Jessica BENJAMN, The Bonds ofLove N. Y., Pantheon, 1988,219.

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    mujer es su objeto

    17

    al ponerlos en boca de todas estas heronas anteriores a

    cualquier teorizacin feminista de la sumisin y el dominio. Con ello la autora

    revitaliza la discusin en torno al tema e incorpora igualmente su obra a la for-

    ma informe de nuestra modernidad, al establecer convergencia dentro de un

    mismo espacio, entre la mujer clsica y la protagonista contempornea; super-

    poniendo sus cadas, pasiones y claudicaciones que esencialmente no han visto

    modificaciones sustanciales desde la poca de las Mujeres de Atenas:

    Nosotras, en tiempos de guerra, / somos unas combatientes admirables, / aun-

    que nuestros herosmos estn hecho / a la medida de un libro que nunca se escri-

    bi ... Es verdad que hilamos m s que de costumbre /pe ro es que estas telas recias

    nunca alcanzan / para la vastedad de nuestros lechos... Slo nosotras sabemos /

    cunta amargura esconden unas manos quietas, / cunto oscuro deseo anida en lo

    sereno, / cunta violencia late en la sumisin.

    Fatal habla desde la victimizacin de ella por parte del otro aun cuando en

    la superficie sea la mujer quien lo violente; pues vctima o victimario es inevita-

    blemente ella quien experimentar al abandono:

    Abrazada a s misma / una mujer mira al suelo. / Su postura me parece conoci-

    da. / A la luz de un cigarrillo, / le pregunto por lo turbio en su mirada, / por la cur-

    va descendente de sus hombros... Con la punta del zapato / ahogo en tierra la lum-

    bre que me queda, / me abrazo a m misma y la acompao / en el gesto

    inmemorial del abandono. M ora)

    El feminismo no ha cambiado el estatus de la mujer,

    18

    apunta agudamente

    Catharine MacKinnon, y la correlacin establecida por Alicia Torres entre el

    pasado y el presente amoroso femenino reafirma esta verdad trasplantada hoy al

    terreno de lo legal, lo econmico y lo social por la va del poder que ella an no

    detenta. Y al alcanzar este estadio es indispensable resaltar cmo en los distin-

    tos enfoques que la intimidad de lo femenino adopta en estas tres autoras, sub-

    yace la misma problemtica de poder y movimiento de ese poder que oscila: en-

    tre el comps del amor domstico en Pantin, hasta su sacralizacin en Torres,

    pasando por la deformacin del mismo en lvarez: Literalmente somos viola-

    das, golp eadas, pornogrficamen te exp uestas, forzadas por un mu nd o que se ini-

    cia, al menos, enteramente fuera de nosotras,

    19

    enfatiza MacKinnon, poniendo

    as de manifiesto las dificultades de la mujer para dar un nuevo paso en la ex-

    ploracin particular del sentimiento.

    17.

    Jessica

    BENJAMN,The Bond ofLove

    86.

    18. Catharine A. MACKINNON, Feminism Unmodified Cambridge, Harvard University Press,

    1987, 2.

    19. d. 57.

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    Lograr escribir con el cuerp o hoy constituye para ellas un triunfo dentro de

    esa lucha. Un triunfo qu e si en el terreno feminista qued a con su valenta jus ti-

    ficado literariamen te obtiene su estatus dada la calidad del lenguaje qu e lo ex-

    presa. Resta ahora por superar la barrera de lo masculino: hablar del cuerpo del

    hombre con la satisfaccin y la minuciosidad que ste ha puesto en la represen-

    tacin de lo femenino no tenemos aqu sino recordar por ejemplo el placer

    que Neruda pone al describir el sonido producido por la orina de una mujer al

    chocar contra el sue lo... En Venezuela Mara Fernanda Madriz an indi-

    ta ha aceptado ese reto que en Esparta se apunta ya dentro de la obra de Ana

    Rossetti e Isla Correyero.

    20

    Profundizar en ello es el desafo que se les impone.

    Asum irlo y triunfar cons tituir sin lugar a dudas su salvacin y ms natural-

    mente su condena.

    20. Ana ROSSETTI Kalvin Klein underdrawers.Las diosas blancas 73 . Isla CORREYERO La

    derrota 145-146.

    1075

    AIH. Actas X (1989). Cuando la mujer escribe con el cuerpo: poetas venezolanas de los ochenta. ALEJANDRO V...