cuaderno bachué no. 1 jardín de malezas

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JARDÍN DE MALEZAS Camilo Bojacá

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Jardín de Malezas es una intervención del artista Camilo Bojacá en el terreno donde se construirá El Dorado, espacio expositivo de Proyecto Bachué.

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Page 1: Cuaderno Bachué No. 1  Jardín de Malezas

JARDÍN DE MALEZASCamilo Bojacá

Page 2: Cuaderno Bachué No. 1  Jardín de Malezas

Brugmansia arborea. Dibujado por BATES L.T.; En: Richard Evans Schultes, Albert Hofmann: “La Botánica y Química de alucinógenos,” Charles C. Thomas Publishers, pp 269, 1980.

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La dinámica del derrumbe, como la de la reconquista, forma parte de la evolución natural al jardín.

Gilles Clément, El jardín en movimiento. 1991.

Las nociones volátiles de territorio, paisajismo o jardín que invaden cada vez más los términos de las prácticas culturales contemporáneas evidencian tanto las dinámicas de desterritorialización del concepto de paisaje, cómo el triunfo del sentimiento de la naturaleza, esta lenta agonía moderna de las relaciones que unían el hombre a la naturaleza del espacio-tiempo que habitaba. La actual práctica del paisaje, en su acepción global, es decir una construcción perceptiva del mundo, y la búsqueda característica de cada territorio anómico, han permitido interpretar distintamente las estructuras y los movimientos del espacio, en particular el urbano.

Los terrenos baldíos constituyen en este sentido un territorio privilegiado del arte contemporáneo y de sus formas. Su potencialidad es muy a menudo reconocida por numerosas estrategias de investigación e inter-vención de sus parajes, que tienden a halagar nuestras inclinaciones hacia lo autentico y el margen, resaltando raramente el valor del abandono, de su forma específica y de lo que allí subsiste. Un terreno baldío puede ser también entendido como un espacio residual del tejido urbano y social, o sobre todo un lugar donde la naturaleza reúne las condiciones de su persistencia en un medioambiente hostil a su libre desarrollo.

La intervención de un terreno baldío no consiste únicamente en la revela-ción de la existencia precaria de un oasis en la mitad del desierto urbano, un refugio silvestre preservado de la amenaza del asfalto y de la adminis-tración del espacio que siempre conlleva; Contribuye a evadir la percepción de estos lotes abandonados al umbral de la idea de reserva —término usado para la taxonomía museológica de toda colección de sitios de con-servación patrimonial amenazados (reservas étnicas, naturales, territoriales, etc.)— y a reconocer en ellos terrarios autónomos que revelan la estructura íntima del territorio de la ciudad, de todos sus flujos y presencias.

Las plantas que los habitan, masa dinámica que moldea su forma y vitali-dad, ofrecen al observador un fenómeno natural que supera la constitu-ción de herbarios de especímenes naturales atípicos por ser urbanos, o de otras actividades artísticas de la ecología política de nuestro tiempo. Su interés reside en la interpretación de su desarrollo, de la dinámica que la lleva al llamado clímax —nivel óptimo de vegetación de un lugar precedente a su decadencia— es decir, de su fuerzas y debilidades, sus conquistas y repliegues. Es que las matas de estos terrenos son some-tidas a otras condiciones de docilidad y de domesticación que a las del conjunto vivo permaneciendo fuera de su límite.

Estos terrenos baldíos contienen la comunidad de la fealdad y de la inutilidad, a semejanza de una indigencia vegetal, un modelo práctico de subversión en medios coercitivos. Esta fuerza entrópica en movimiento —en el sentido que su desarraigo lleva su capacidad de adaptabilidad a cual-quier terreno— produce un cierto modelo teórico y práctico de crítica de la coacción espacial, una evidencia de la verdadera naturaleza del espacio público —un espacio etológico donde los movimientos y encuentros de los cuerpos están precisamente medidos. La llamada maleza nos intima al mismo ejercicio de contemplación geográfica que había llevado a Elisée Reclus en el siglo XIX, a discernir en el arroyo o la montaña, modelos de emancipación del individuo moderno.

Julien Petit

The dynamic of the collapse, like that of the re-conquest, makes up part of the garden’s natural evolution.

Gilles Clément, The Garden in Movement. 1991.

The volatile notions of territory, landscape, or garden that invade the terms of contemporary cultural practices more each time, demonstrate both the dynamics of deterritorialization of the concept of landscape and the triumph of nature’s feeling, this slow modern agony of the relations that unite man to nature from the space-time that he inhabits. The current practice of the landscape, in its global acceptation, that is to say a perceptive construction of the world, and the characteristic search of each anomic territory, have allowed the distinct interpretation of the structures and move-ments of space, in particular that of the urban space.

In this sense, vacant lots constitute a privileged territory within con-temporary art and its forms. Its potential is very often recognized by numerous investigation and intervention strategies of its sites that tend to complement our inclinations toward the authentic and the marginal, rarely stressing the value of abandonment, of its specific shape, and what remains there. A wasteland can also be understood as a residual space from the urban and social fabric, or above all, a place where nature unites the conditions of its persistence in a hostile environment that can freely develop.

The intervention of a wasteland doesn’t only consist in the reve-lation of the precarious existence of an oasis in the middle of the urban desert, a wild refuge preserved from the threat of asphalt and the management of space that it always involves; it contributes to evading the perception of those abandoned lots at the threshold of the idea of reserve – the term used for the museological taxonomy of all types of threatened historical preservation sites (ethnic, natu-ral, territorial reserves, etc.) – and to recognize autonomous terrains within them that reveal the intimate structure of the city’s territory, of all its flows and presences.

The plants that inhabit them, dynamic mass that molds its shape and vitality, offer a natural phenomenon to the observer that exceeds the constitution of atypical natural herbal specimens by that of being urban, or of other artistic activities of the ecological politics of our time. Its interest resides in the interpretation of its development, the dynamic that brings it to climax – the optimum level of vegetation of a place preceding its decadence – that is to say, of its strengths and weaknesses, its conquests and creases. The plants from those terrains are subjected to other conditions of docility and domestication than that of the groups that remain outside of their limit.

Those vacant lots contain the community of ugliness and futility, in the likeness of a vegetative indigence, a practical subversive model in coercive mediums. This entropic force in movement – in the sense that its uprooting brings its capacity for adaptability to any terrain – produces a certain theoretic and practical model of critique from spatial constraint, proof of the true nature of public space – an ethological space where the bodies’ movements and encounters are precisely measured. The so-called weeds bring us to the same exercise of geographic contemplation that had brought Elisée Reclus to discern the modern individual’s models of emanci-pation at the stream or the mountain in the 19th century.

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El terreno baldío como la manifestación del olvido o del fracaso de un proyecto o estructura, el consumo total de una edificación. Puede ser un territorio cercado que ha quedado confinado en una suerte de indefini-ción sobre su uso o su propósito, o por el contrario el resultado de una estrategia más compleja, que tiene que ver con el asedio y el despojo, usada en algunos proyectos de arquitectura que, apoyados en la teoría de los vidrios rotos, reproducen quizás una maquinaria de mayor jerarquía como la del estado. Una intervención mínima da partida al fenómeno en el que se manifiesta la imagen de lo desposeído.

Pero el deterioro y el espacio indefinido precisamente pueden ser vistos con otra luz: como el punto de partida, la fractura en aquella homoge-neidad planteada desde el concreto. Este intersticio plantea entonces no solo una posibilidad espacial sino la posibilidad de establecer una nueva dinámica. En el ocaso del terreno empiezan a emerger pequeñas plán-tulas, con sus pequeñas pero vigorosas raíces, que se mantienen vivas y forman una pequeña comunidad, evocando así el mejor de los jardines. Es aquí donde comienza la batalla de las malezas por la reconquista del territorio del que un día hicieron parte; estas son las pioneras, aferradas al suelo para retomar la tierra y así evidenciar una suerte de nueva micro-le-gislación sobre el terreno. En este punto es oportuno hacer las consi-deraciones sobre el balance que debe existir entre estructura y entorno, entre el pensamiento, edificación y producción. Es pertinente entonces plantearnos una pregunta sin miras a su resolución definitiva, para la cual incluso sería conveniente tener un amplio espectro de respuestas:

¿Podrían existir en la ciudad proyectos arquitectónicos que se piensen como organismos?

La ciudad es una estructura demasiado compleja para planearla o pre-tender cierta homogeneidad en ella; por esta razón, pensarla como un organismo puede llevar a mejores perspectivas de desarrollo integral, donde el entorno puede ser considerado como un factor importante a nivel estético, de conservación y producción; una intervención sobre el paisaje que permita hacer más digna y llevadera la vida en la ciudad y que logre entablar relaciones más coherentes entre la producción, el consumo y la basura.

La distancia entre naturaleza y ciudad ha generado una maquinización del pensamiento, una disociación entre lo que compramos, consumimos y desechamos, y el tiempo-trabajo de la producción agropecuaria real. Es la brecha que la publicidad y otros medios han establecido a través de su propia banalización y estetización; los comerciales y propagandas nos muestran un campo donde se producen de forma casi instantánea frutos cercanos a la perfección.

Quizás estas pequeñas malezas nos devuelven a ese campo en el que toma tiempo y trabajo crecer, en el que dicho tiempo transcurre con lentitud y en el que los límites de la naturaleza y la arquitectura tienen una relación estrecha de mutuo beneficio. Es entonces el espacio baldío una oportuni-dad para cuestionarnos sobre la forma como entablamos nuestra relación con el espacio circundante y la naturaleza.

JARDÍN DE MALEZASCamilo Bojacá

GARDEN OF WEEDSThe vacant lot as the manifestation of a forgotten or failed project or structure, the total consumption of a building. It can be an enclosed territory that has been confined in a kind of uncertainty about its use or purpose, or on the contrary, the result of a more complex strategy that has to do with siege and dispossession, used in some architectural projects that, supported by the broken win-dow theory, perhaps reproduce a high ranking machinery like that of the state. A minimal intervention gives departure to the phenom-enon in which the image of the dispossessed manifests.

But the deterioration and undefinition of the space can surely be seen in another light: as a point of departure, the fracture in that homogeneity proposed by concrete. This interstice then proposes not only a spatial possibility, but also the possibility of establishing a new dynamic. In the terrain’s twilight small seedlings begin to emerge, with their small but vigorous roots that maintain their life and form a small community, evoking the best of the gardens. It is here where the battle of the weeds for the re-conquest of the territory to which they once belonged begins; they are the pioneers, clinging to the ground in order to retake the earth and as such, prove a sort of new micro-legislation over the terrain. At this point it’s opportune to consider the balance that should exist between structure and environment, between thought, edification, and pro-duction. It is then pertinent to propose a question without looking at its definitive resolution, for which it would even be convenient to have a broad spectrum of answers:

Could architectural projects that are thought of as organisms exist in the city? The city is an all too complex structure for planning it or expecting a certain homogeneity within it; for this reason, thinking of it as an organism can lead to better perspectives of comprehensive devel-opment, where the environment can be considered as an important factor in regards to aesthetics, conservation, and production; an intervention on the landscape that allows for a more dignified and bearable life in the city and that is able to engage more coherent relations between production, consumption, and trash.

The distance between nature and the city has generated a mechani-zation of thought, a disassociation between what we buy, consume, and discard, and the time-work of the real agricultural production. It is the gap that advertising and other media have established through their own trivialization and aesthetization; commercials and propaganda show us a land where near perfect fruits are produced almost instantaneously.

Perhaps these small weeds return us to that land in which it takes time and work to grow, in which said time passes slowly and in which nature and architecture’s limits have a mutually beneficial relationship. It is then that the wasteland is an opportunity to question ourselves about the way we establish our relation with the surrounding space and nature.

Dibujo en proceso del Proyecto Jardín de malezas

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Izquierda, Montaña sobre un edificio, Beijing. Foto tomada de pijamasurf.comCentro, Paraderos verdes, Bogotá. Foto tomada de semana.com Derecha, Saruhanbey, Turquía. Foto tomada de estimulanet.com

Page 7: Cuaderno Bachué No. 1  Jardín de Malezas

Izquierda, Montaña sobre un edificio, Beijing. Foto tomada de pijamasurf.comCentro, Paraderos verdes, Bogotá. Foto tomada de semana.com Derecha, Saruhanbey, Turquía. Foto tomada de estimulanet.com

Page 8: Cuaderno Bachué No. 1  Jardín de Malezas

Proyecto Como cultivar errores y no volverse uno en el intento, Espacio Odeón 2013

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Bocetos del Proyecto Jardín de malezas

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Imagen superior, fotografía archivo de investigación

Imagen izquierda, maqueta del Proyecto Jardín de malezas

Cuaderno Bachué N0 1

Jardín de Malezas Intervención del artista Camilo Bojacá

en el terreno donde se construirá El Dorado, espacio expositivo de Proyecto Bachué.

Carrera 5 # 26A-40, Barrio La Macarena, Bogotá 26 de julio al 23 de agosto de 2014.

www.proyectobachue.org

Textos: Camilo Bojacá y Julien Petit

Traducción: Andrew Ütt y Carolina Montero

Ilustraciones y Fotografías: Camilo Bojacáwww.flickr.com/photos/camilo-bojaca/

Imagen en portada: dibujo en proceso del Proyecto Jardín de malezas

imagen en contraportada: dibujo a lápiz de la serie andamios

Diseño: Tangrama

Page 16: Cuaderno Bachué No. 1  Jardín de Malezas