cuadernillo de actividades y textos

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2021 Cuadernillo de actividades y textos Cuarto año E-M-P Cuarto E: Prof. Nadia Salu Contacto: [email protected] Cuarto M: Prof. Julia Polo Contacto: [email protected] Cuarto P: Prof. Victoria Molina Contacto: [email protected] INSTITUTO TÉCNICO LA FALDA

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Page 1: Cuadernillo de actividades y textos

2021

Cuadernillo de actividades y textos Cuarto año E-M-P

Cuarto E: Prof. Nadia Salu Contacto: [email protected] Cuarto M: Prof. Julia Polo Contacto: [email protected] Cuarto P: Prof. Victoria Molina Contacto: [email protected] INSTITUTO TÉCNICO LA FALDA

Page 2: Cuadernillo de actividades y textos

[1]

A modo de repaso…

SUJETO

TIPOS MODIFICADORES Y COMPLEMENTOS

EXPRESO

SIMPLE COMPUESTO

DETERMINANTE (Det.) MODIFICADOR CALIFICATIVO (M.Cal.) MODIFICADOR CLASIFICATIVO (M. Cl.) MODIFICADOR CON PREPOSICIÓN (M.Pr.) APOSICIÓN (Ap.) VOCATIVO (Voc.)

TÁCITO

IMPERSONAL

PREDICADO VERBAL

TIPOS COMPLEMENTOS DEL PREDICADO

SIMPLE

COMPLEMENTO DIRECTO (CD) COMPLEMENTO INDIRECTO (CI) COMPLEMENTO AGENTE (CA) ATRIBUTO COMPLEMENTOS CIRCUNSTANCIALES (LUGAR, TIEMPO, MANERA, COMPAÑÍA, FINALIDAD, BENEFICIARIO, CAUSA, NEGACIÓN, AFIRMACIÓN, DUDA)

COMPUESTO

Ejercitación

1. Analiza sintácticamente las siguientes oraciones:

a) Una gallina, el pico abierto y las alas apartadas del cuerpo, cruzó el patio incandescente con su

pesado trote de calor.

b) Cayetano Maidana y Esteban Podeley, peones de obraje, volvían a Posadas con quince

compañeros.

c) La muchacha deslumbrada con su traje de raso, falda verde y blusa amarilla.

Page 3: Cuadernillo de actividades y textos

[2]

d) Los peones treparon la interminable cinta roja de la barranca.

e) Construyeron con hojas de palmera su cobertizo antes del anochecer.

f) Los nuevos vecinos pintaron la casa.

g) El quiosco de la esquina vende figuritas autoadhesivas.

h) Mi hermano le regaló una lapicera a Juan.

i) El profesor explicó un tema y lo evaluó.

j) Sus compañeros le escribieron una carta y esperaron la respuesta.

k) Cortes y sus hombres abandonaron las naves y les prendieron fuego.

l) En todas las poblaciones del mundo, el encuentro, la despedida, los deseos de prosperidad

presentan características particulares. En Laponia, región del norte de Europa, el saludo de dos

personas es, para nosotros, curioso y divertido. Los lapones se rozan mutuamente la nariz. Los

chinos celebran el encuentro uniendo cada uno sus manos y haciendo una inclinación de cabeza.

2. Completa las siguientes oraciones, agregándoles circunstanciales.

a. Patricia dejó su auto…

b. El ministro habló…

c. …encontraron oro.

d. El bote se hundió…

e. Nosotros estudiamos…

f. …los estudiantes irán...

3. Delimita las oraciones del siguiente texto. Analízalas sintácticamente:

Ni perro, ni lobo, ni zorro, aguará-guazú

Aullaba como un lobo y atemorizó a los propietarios de la vivienda de Lagos y Lamadrid. Fue

atropellado por un automóvil y allí se refugió después del accidente. El personal de la Municipalidad,

los especialistas en rescates, lo confundieron con un zorro; pero más tarde los veterinarios del jardín

zoológico le otorgaron su verdadera identidad: es un aguará-guazú. No es ni perro ni un lobo. El animal

pertenece a una especie víctima de la depredación humana. Llegó a esta zona como graciosa mascota

de dueños adinerados. Un día, éstos se desembarazaron de él y sufrió un accidente en la calle.

El aguará-guazú es un animal tímido, solitario; el paisaje del Nordeste, su hábitat natural. Pronto será

la gran atracción del zoológico.

ORACIÓN COMPUESTA:

POR COORDINACIÓN

TIPOS DE PROPOSICIONES COORDINADAS

TIPO DE CONJUNCIÓN LA CONJUNCIÓN INDICA…

CLASE DE COORDINADA EJEMPLO

COPULATIVA

Unión

y, e, ni

Proposición coordinada copulativa

(Marcos estudiaba inglés) y (Julieta lo ayudaba)

Page 4: Cuadernillo de actividades y textos

[3]

ADVERSATIVA

Oposición

mas, pero, sino, sin embargo

Proposición coordinada adversativa

(Mañana viajo a Salta) pero (no pasaré a visitarte)

DISYUNTIVA

Opción

o, u

Proposición coordinada disyuntiva

(¿Querés mate) o (preferís un té?)

Sin conjunción

Proposición coordinada yuxtapuesta

Ejercitación

1. En los siguientes fragmentos señalar las proposiciones yuxtapuestas y las distintas clases de

coordinadas con sus nexos:

a. El viento marino había caído y la calma se hacía cada vez más pesada y bochornosa.

b. Las olas se retiraban antes de estrellarse en las rompientes con un receloso murmullo de aguas

puestas a hervir; la luz del sol iba palideciendo en el aire; en la montaña se arremolinaban vapores

sombríos; el vaho de la tierra sofocaba como el aliento de un horno.

c. La altura era espantosa y Andrés sentía el vértigo de los precipicios; no se atemorizaba ni su cuerpo

perdía el equilibrio en aquella actitud inverosímil.

d. Fija tu atención por breve espacio, en un pensamiento; lo apartas de ti o él se desvanece por sí

mismo; no lo divisas más y un día remoto reaparece a pleno sol de tu conciencia.

e. La noche era serena y no muy fría. Había amainado el viento, cosa rara en esa región. La luna se

levantaba tras el monte y un trémulo haz cortaba las aguas del canal. En lo alto lucían algunas

estrellas y el resplandor nocturno plateaba las cumbres nevadas en el anfiteatro cordillerano,

dando al paisaje la fosforescencia opalina de un mundo espectral.

f. La imprudencia era grande pero aquel general tuvo suerte.

g. Aceptará su fallo u opondrá su defensa.

h. La joven seguía en el cuarto de la ropa, mas adelantaba muy poco en el arreglo del equipaje.

i. No es el momento oportuno ni lo ha sido nunca.

j. Los guardaparques señalan el peligro de las bochornosas siestas de verano: tal vez un incendio

recorra la selva. El fuego abrasa los árboles añosos, sus retoños y calcina las crías en las

madrigueras. Muchos pobladores son sorprendidos en sus ranchos por las llamas así que esos

veranos exigen la mayor atención del guardaparque.

Page 5: Cuadernillo de actividades y textos

[4]

k. En los crudos inviernos del sur suceden cosas inolvidables. El año pasado, un día de 22 grados bajo

cero, escuchamos un golpe en la puerta a las dos de la mañana. Salí y no vi a nadie pero miré al

suelo y encontré tirado a un mochilero: era un muchacho japonés. Había caminado cuarenta

kilómetros sobre la nieve. Estaba morado y le dimos abrigo. Ahora siempre nos escribimos tarjetas

y él nos agradece la solidaridad.

l. Javier tiene aspecto de intrigante. Por eso, la narrativa policial le resulta llamativa e ingeniosa.

Frecuentemente compra y lee los cuentos de Chesterton o las truculentas novelas de Agatha

Christie. La audaz investigación detectivesca lo atrae: el descubrimiento del asesino, ¡apasionante!

Algunas veces encuentra obvia la resolución del enigma y, aburrido, pierde interés.

ORACIÓN COMPUESTA:

POR SUBORDINACIÓN

TIPOS DE PROPOSICIONES SUBORDINADAS

SUSTANTIVAS

ADJETIVAS

ADVERBIALES

TIPOS NEXOS TIPOS NEXOS TIPOS NEXOS

De sujeto De atributo

De complemento directo

De complemento indirecto

Quien, quienes, el que, la que, los que, lo que

Especificativas

Explicativas

Sustantivadas

que, cómo, cuándo, quien/es, cual/es, cuyo/a/os/as

De lugar

De tiempo

De modo

Comparativas

Consecutivas

Concesivas

donde, cuando, como, mientras que, como si, según… tan…como; tanto…como; más…que; menos…que;… por lo tanto, en consecuencia, de manera que,… aunque, a pesar de que, aun cuando, …

Page 6: Cuadernillo de actividades y textos

[5]

Condicionales

Causales

Finales

si, a condición de que, siempre que,… porque, puesto que, ya que, … para que, con el fin de que, …

Ejercitación

4. Reconozcan en estos fragmentos las oraciones y las proposiciones adjetivas. Señalen los nexos.

a. Carl Sagan trabajaba con un tipo de ciencia que plantea hipótesis y las desarrolla. No hacía

ciencia ficción, pero escribió la novela Contacto. Era también un doctor en Astronomía y un

investigador que tuvo mucho éxito.

b. Los periódicos, que proporcionan mayor amplitud informativa, compiten con la celeridad de la

televisión, en la cual el valor de la imagen es contundente.

c. El editorial es un texto donde el redactor refleja la posición del periódico ante los hechos o

sucesos de actualidad.

d. El ciclo de recitales de cantantes brasileños fue transferido para setiembre y el productor del

espectáculo, quien realizó el anuncio, argumentó problemas económicos.

e. La música y la poesía brasileñas, que cuentan con autores e intérpretes quienes con

incuestionable prestigio las difunden por el mundo, son producto del mestizaje cultural.

5. Te damos parejas de oraciones: convertílas en una única oración con una proposición subordinada

adjetiva:

a. Una persona es un ser complejo. / En un ser complejo todo influye sobre todo.

b. Las investigaciones de Einstein generaron la más grande revolución de la física. / Las

investigaciones de Einstein no fueron con aparatos.

c. Esa noche él estaba deprimido. / Nos encontramos esa noche.

6. Las oraciones que forman los siguientes pares presentan entre sí diferencias semánticas. Determina

en qué consiste esa diferencia.

a. Los alumnos que vivían lejos llegaron tarde a la escuela.

b. Los alumnos, que vivían lejos, llegaron tarde a la escuela.

c. Los medios de comunicación que esclarecen a la opinión pública cumplen una función educativa.

d. Los medios de comunicación, que esclarecen a la opinión pública, cumplen una función

educativa.

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7. Lean esta reseña:

Más allá de la puerta

Fantástico Australia 2002

110 minutos

Un abogado y su esposa descubren que su singular vecino aparece y desaparece de modo extraño a

lo largo de la semana. Al principio la pareja se pregunta si será un malviviente. De modo accidental

comprueban que éste no sale de su hogar. Una noche, les propone que atraviesen con él una extraña

puerta de madera. Por curiosidad, el matrimonio comienza una travesía que les revelará una

dimensión desconocida.

a. Señalen las proposiciones.

b. Identifiquen las proposiciones sustantivas. Reconozcan la función de cada una de ellas.

8. En los siguientes fragmentos, reconocer los tipos de proposiciones sustantivas con sus

correspondientes nexos:

a. Me contó que no podía andar ya porque le fallaban las piernas.

b. Yo creí que secaba sus trapos entre las piedras del río; pero era él, enterito, el que estaba allí boca

abajo, con la cara en el agua.

c. Francisco le dijo a mi prima que le tenía reservada la cama donde había descansado en su última

visita.

d. El médico aseguraba que no era sino una crisis de la edad.

e. Llévense la gente que necesiten para que mañana amanezca la casa en su puesto de antes.

f. Míster Jones se convenció de que había traspasado el límite de resistencia.

g. Si yo pudiese pegar aquí con autoadhesivos el ligerísimo y mal trazado apunte que conservo de

aquel sitio, imperfecto como es, me ahorraría un cúmulo de palabras…

Ya que no puede ser así, trataré de pintarlo del mejor modo posible a fin de que, leyendo estos

renglones, puedan formarse una idea remota, si no de sus infinitos detalles, al menos de la

totalidad de su conjunto.

h. Le expliqué que el hecho de vivir o haber vivido en un lugar no constituía dominio sobre él.

Me argumentó que, si fuera a establecerme entre los indios, el pedazo de tierra que ocuparía sería

mío.

Le contesté que si podía venderlo a quien me diera la gana.

No le gustó la pregunta, porque era embarazosa la contestación, y disimulando mal su

contrariedad, me dijo:

---Mire, hermano, ¿por qué no me habla la verdad?

---Le he dicho a usted la verdad –le contesté.

i. Debajo de esa terquedad hay algo más que desidia –observó Alfonso a su padre-. Todos los de esa

casa nos tienen rabia.

---¡Todos no! –replicó Isidro Fuentes-. La señorita Marcela es bien amable con nosotros.

Alfonso meneó la cabeza, pero no dijo que con él la joven era particularmente desabrida.

9. Identifiquen en las siguientes oraciones las proposiciones adverbiales. Señalen los nexos.

a. El autor incluyó gran cantidad de acotaciones escénicas en su texto dramático porque tenía ideas

muy claras acerca del modo en que debía representarse la obra.

Page 8: Cuadernillo de actividades y textos

[7]

b. Cuando se abre el telón la escenografía transporta al espectador a la Edad Media.

c. Como era habitual en ella, representó los monólogos de Julieta con gran sentimiento.

d. Repitió el monólogo de Hamlet cuantas veces se lo pidieron durante el ensayo.

e. Si hubiera una silla cerca podría descansar y respirar mejor.

f. Allí, donde yo me detenga, estará el hombre y me pedirá perdón.

g. El asma le crecía en el pecho como crece el agua en un tanque.

h. Aunque la mano palpa la espalda buscando el borde de lana, parecería que el pulóver ha quedado

completamente arrollado cerca del cuello.

i. Fuimos a la casa de remates interesadas porque esa noche remataban grabados.

j. El cerro era tan alto que pronto perdió las fuerzas y el ánimo.

k. Aunque sólo contase un año más que Susana, yo era quien le explicaba todo lo que le parecía

incomprensible, por más que la mayor parte de las veces lo fuese para mí.

l. Si quieren pueden quedarse aquí en casa, pero a condición de que sean ordenados y uno de

ustedes me reemplace en el trabajo de mañana.

m. El terror llegó a apoderarse de los ánimos en un grado tal, que al toque de la campana nadie se

aventuraba a salir de su casa.

10. Relacionen las oraciones que siguen y luego exprésenlas de otra forma. Por ejemplo:

Hace calor. Voy a ir al club.

Respuesta: Hace calor así que voy a ir al club.

Voy al club porque hace calor.

a) La democracia es el mejor sistema de gobierno. Garantiza la participación de todos los ciudadanos y

el respeto de las libertades individuales.

b) El cuidado del medio ambiente es una responsabilidad colectiva. Las campañas de información

ecológica crecen día a día.

c) El arte es una forma de comunicación. El hombre expresa sus emociones y la visión del mundo a

través de la literatura, la pintura, la danza o la música.

11. Señalen los conectores o nexos en las oraciones que armaron; marquen las proposiciones. Indiquen

tipo de oración compuesta que formaron (coordinada o subordinada).

12. Les damos un grupo de proposiciones subordinadas para que las integren en un texto: que hay

ansiedad / que reproduce todos los caminos posibles / que llegue a sus manos / que caracterizan

desde siempre a los relojes / a los que aludimos anteriormente / quienes impactaron a todos / que los

hijos se acerquen a ellas / donde jugaron el año anterior / que yo lo ayude de igual manera / en qué

hora están puestas las agujas de ese reloj / que completa una jornada irrepetible / lo que cobrará

forma y vida a través de miles de ideas acumuladas.

13. En las oraciones siguientes hay conectores o nexos que están mal empleados. En algunos casos

aparece algún conector en lugar de otro (“pero” en lugar de “porque”, por ejemplo). En otros casos la

consecuencia está delante de la causa. Hay que reescribir el mensaje para que tenga sentido.

a) La península es muy árida por lo que los vientos son muy intensos.

b) Los dos bebieron del mismo vaso porque él no le adivinó el secreto.

Page 9: Cuadernillo de actividades y textos

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c) Se despertó de un salto a pesar de que golpeaban furiosamente la puerta.

d) La leche materna es muy buena para el bebé y en consecuencia transmite anticuerpos.

e) Se lanza una campaña de alfabetización hecho por el cual hay un elevado índice de analfabetismo.

f) Hizo mucho calor debido a que llueve.

g) Desde ahora, cuando estamos tristes no sólo comemos membrillo, sino que también yo juego a la

pelota y a mi abuela le encanta mirarme, porque todas las cosas malas y los caprichos se vayan.

Uso de las proposiciones subordinadas: Estilo directo e indirecto

---Estás enojada conmigo –le dice José a Florencia.

José le dice a Florencia que ella está enojada con él.

---Estabas enojada conmigo –le pregunta José a Florencia.

José le pregunta a Florencia si estaba enojada con él.

---Ahora está ocupado –dijo la secretaria cuando le preguntaron por su jefe.

La secretaria dijo que en ese momento su jefe estaba ocupado cuando le preguntaron por él.

Transforma al estilo indirecto como se mostró en los ejemplos anteriores:

---Te maquillaste demasiado –le dijo Miriam a su amiga.

---¿Vendrás conmigo al cine esta tarde? –preguntó Manuel.

---Prestá atención –ordenó Andrés a su hijo.

---Ojalá hayas traído suficiente dinero –le dijo Ignacio a su madre.

Elabora una nueva versión del siguiente fragmento, transformando los enunciados directos en indirectos:

El extraño objeto fue encontrado en un campo de las afueras del pueblo. Hasta allí llegó un cronista de este

diario para averiguar las circunstancias que rodearon el hallazgo.

El dueño de la chacra La Merced, José Aguilera, proporcionó datos tan imprecisos, que la historia se torna cada

vez más confusa. ---Nunca vi algo igual –respondió cuando se le preguntó sobre las características del objeto

en cuestión. “Parecía una piedra, pero si uno la miraba fijo, un poquito se movía” –añadió desconcertado.

“¿De qué color era?” –quiso saber el periodista. ---Yo no podría decirle de qué color era –susurró el hombre y

luego se excusó: ---Bueno, estaba haciéndose de noche y eso no ayudaba, y, además, ¡tenía un miedo! Lo

único que le digo es que el que encuentre una cosa así, nunca se va a olvidar –aseguró y se negó a seguir

respondiendo.

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[9]

Los textos: Coherencia y Cohesión

EL TEXTO

Realizá una posible traducción del cuento “La inmiscusión terrupta “, de Julio Cortázar.

La inmiscusión terrupta

Como no le melga nada que la contradigan, la señora Fifa se acerca a laTota y ahí nomás le flamenca la cara

de un rotundo mofo. Pero la Tota no es inane y de vuelta le arremulga tal acario en pleno tripolio que se lo

ladea hasta el copo.

– ¡Asquerosa! – brama la señora Fifa, tratando de sonsonarse el ayelmado tripolio que ademenos es de satén

rosa. Revoleando una mazoca más bien prolapsa, contracarga a la crimea y consigue marivorearle un suño a

la Tota que se desporrona en diagonía y por un momento horadra el raire con sus abrocojantes bocinomias.

Por segunda vez se le arrumba un mofo sin merma a flamencarle las mecochas, pero nadie le ha desmunido

el encuadre a la Tota sin tener que alanchufarse su contragofia, y así pasa que la señora Fifa contrae una plica

de miercolamas a media resma y cuatro peticuras de esas que no te dan tiempo al vocifugio, y en eso están

arremulgandose de ida y de vuelta cuando se ve precivenir al doctor Feta que se inmoluye inclótumo entre las

gladiofantas.

– ¡Payahás, payahás! – crona el elegantiorum, sujetirando de las desmecrenzas empebufantes. No ha

terminado de halar cuando ya le están manocrujiendo el fano, las colotas, el rijo enjuto y las nalcunias, mofo

que arriba y suño al medio y dos miercolanas que para qué.

– ¿Te das cuenta? – sinterrunge la señora Fifa.

– ¡El muy cornaputo! – vociflama la Tota.

Y ahí nomás se recompalmean y fraternulian como si no se hubieran estado polichantando más de cuatro

cafotos en plena tetamancia; son así las tofitas y las fitotas, mejor es no terruptarlas porque te desmunen el

persiglotio y se quedan tan plopas.

(La inmiscusión terrupta , de Julio Cortázar, en “Ultimo round“)

Leé “Por escrito gallina una “, de Julio Cortázar. Escribí un texto breve con frases cortas ordenándolo

sintácticamente.

Por escrito gallina una

“Con lo que pasa es nosotras exaltante. Rápidamente del posesionadas mundo estamos hurra. Era un

inofensivo aparentemente cohete lanzado Cañaveral americanos Cabo por los desde. Razones se desconocidas

por órbita de la desvió, y probablemente algo al rozar invisible la tierra devolvió a. Cresta nos cayó en la paf,

y mutación golpe entramos de. Rápidamente la multiplicar aprendiendo de tabla estamos, dotadas muy

literatura para la somos de historia, química menos un poco, desastre ahora hasta deportes, no importa pero:

de será gallinas cosmos el, carajo qué“.

Page 11: Cuadernillo de actividades y textos

[10]

DEFINICIÓN: Un texto es cualquier manifestación verbal y completa que se produzca en una comunicación.

CARACTERÍSTICAS

Carácter comunicativo: es una acción que se realice con una finalidad comunicativa.

Carácter pragmático: es el para qué se realiza, en qué situación concreta (contexto, circunstancias, propósito

del emisor, etc.)

Carácter estructural: todo texto tiene un orden y reglas propias que garantizan el significado del mensaje y el

éxito en la comunicación.

Lectura

Plot ro yo pidré a cató. He socre un bon cotel. El grasc estava cantamente lintente. No driné mai. Una Para

jocia y un Para jocio estaven plinanto al endintate meu. Estaven griblamenete atemente. Go groté al Pari i a la

Para fotenamente. No gofrenderun no platió. Na el jini go no podré inclelo. Lidré ta vala. Go poscré

forbamente.

Preguntas

1. ¿Dónde pidré plot ro?

2. ¿Cómo estava el grasc?

3. ¿Quién estava plinanto al endintate meu?

4. ¿Estaven atemente o sepamente?

5. ¿Gofrenderun no platió?

Un texto no es, simplemente, una suma de palabras u oraciones. Para ser considerado como tal, un texto tiene

que cumplir con una serie de propiedades.

PROPIEDADES

Son los requisitos que ha de cumplir cualquier manifestación verbal para poder considerarse un texto.

Las propiedades son seis:

ADECUACIÓN: tiene que ver con:

a. Si se consigue el propósito comunicativo por el cual ha sido producido (informar, pedir, opinar, etc.)

b. Si es correcto el tratamiento personal a lo largo del texto (ud/vos)

c. Si se mantiene el mismo registro durante todo el texto (formal/informal)

COHERENCIA: establece cuál es la información pertinente que se ha de comunicar y cómo ha de hacerse. Se

debe tener en cuenta:

a. Cantidad de información: evitar repeticiones, redundancias, datos insignificativos, datos implícitos

que el lector desconoce, etc.

Page 12: Cuadernillo de actividades y textos

[11]

b. Calidad de información: ideas claras, información progresiva y ordenada, ideas completas que se

puedan entender sin la ayuda de otra información, evitar el uso de palabras sobrecargadas (palabras cuyo

significado sea distinto para algunas personas).

c. Estructuración de la información:

a. Macroestructura: es el contenido de la información ordenado lógicamente.

b. Superestructura: es la forma como la macroestructura se ordena en un texto determinado.

c. Tema-rema: es lo conocido y lo nuevo. El equilibrio entre ambos asegura la comprensión del texto.

d. Párrafo: desarrolla una idea única y completa. Está marcado gráficamente en la hoja por punto y

aparte y espacios en blanco llamados sangrías.

COHESIÓN: es la articulación entre las oraciones y entre párrafos.

GRAMÁTICA: tiene que ver con la ortografía y la sintaxis.

ESTILÍSTICA: está relacionada con la riqueza en el vocabulario utilizado.

PRESENTACIÓN: presta especial atención a:

Tipos, familias y cuerpos de letras

Composición de los párrafos

Apartados y títulos

Formato de la página

Gráficos y tablas

El empleo del color

Síntesis

ACTIVIDADES

Reescribir los siguientes textos:

Juana fue al Norte para pasar sus vacaciones. En el Norte, se alojó en la cómoda casa de la hermana de Juana

y el marido de la hermana de Juana. El marido de la hermana de Juana es geólogo y trabaja en Salta. Porque

el marido de la hermana de Juana trabaja en Salta, la hermana de Juana y el marido de la hermana de Juana

tienen una casa en Salta. Juana pasó dos semanas en Salta.

Josefina todos los días se levanta a las 7 de la mañana para ir a trabajar. El martes, Josefina se levantó como

todos los días para ir a su trabajo. A las 7:05 hs, Josefina ya se encuentra en el baño lavándose los dientes,

pone la pasta dental en el cepillo de dientes y empieza a pasar el cepillo por sus dientes, de arriba hacia abajo,

muchas veces. Después, Josefina va a la cocina de la casa, y una vez en la cocina de la casa, prende la cafetera

para hacerse un café. Agarra una taza, una cucharita y la azucarera, la pone arriba de la mesa, y después se

acerca a la mesa y toma el café. Cuando Josefina termina de tomar el café, deja en la pileta de la cocina la

cucharita y la taza. Después Josefina sale de la casa. Josefina camina hasta la esquina en la que todas las

mañanas toma el colectivo que la deja en el trabajo. Pero ese día, Josefina ve que el colectivo que la deja todos

los días en el trabajo se está yendo, entonces Josefina no sabe qué hacer. Pasan otros colectivos, pero ninguno

Page 13: Cuadernillo de actividades y textos

[12]

es el que lleva a Josefina a su trabajo. Entonces, Josefina agarra el celular que tiene en la cartera, y comienza

a marcar los números para avisar en su trabajo que va a llegar tarde. Pero cuando Josefina empieza a marcar

los números de su trabajo, una voz dice a Josefina que no tiene crédito para realizar esa llamada. Entonces,

Josefina se preocupa y piensa que no sabe qué hacer, porque en el trabajo le van a decir algo si llega tarde.

Josefina piensa en tomar un remis, pero no tiene plata para tomar un remis. Entonces Josefina se da cuenta

de que no puede hacer nada. Josefina se queda esperando que llegue el colectivo que la lleva a su trabajo. Y

Josefina se preocupa porque sabe que en el trabajo le van a hacer problema por llegar tarde al trabajo sin

avisar que llegaba tarde.

RECURSOS DE LA COHESIÓN

Sinónimos: cuando nos referimos a una parte del texto ya mencionada (un personaje, un objeto, una acción,

una cualidad), para no repetir las mismas palabras podemos sustituirlas por sinónimos. Ejemplo: “Los

instrumentos de trabajo para encuadernar libros son variados. Entre estas herramientas se encuentra la

prensa”.

Paráfrasis: se le da este nombre a la frase o expresión sinónima que reemplaza a una palabra que no tiene un

sinónimo. Por ejemplo: Cosquín por Capital Nacional del Folclore.

Antónimos: son palabras de significado opuesto, por ejemplo: frío por caliente

Referencia: del mismo modo, cuando nos referimos a una parte del texto ya mencionada (un personaje, un

objeto, una acción, un concepto, etc.) podemos utilizar los pronombres, los adverbios pronominales, los

adjetivos pronominales. Esto se llama pronominalización. Ejemplo: “Los cuadros eran excelentes. Los marcos,

el espacio elegido, la distribución, resaltaban su belleza, los favorecían. Esto atraía aún más a la clientela. El

salón estaba completo: allí estaba el artista”.

PRONOMBRES PERSONALES

Sujeto

Objeto

1ª persona

yo

me, conmigo

S

i

n

g

u

2ª persona

te, contigo

ti, usted

3ª persona

él, ella, ello

se, consigo, le, lo, la

Page 14: Cuadernillo de actividades y textos

[13]

l

a

r

1ª persona

nosotros, nosotras

nos

nosotros, nosotras

P

l

u

r

a

l

2ª persona

vosotros, vosotras

os

vosotros, vosotras

3ª persona

ellos, ellas

se, los, las, les

ellos, ellas

PRONOMBRES DEMOSTRATIVOS

SINGULAR PLURAL

Masculino Femenino Neutro Masculino Femenino

éste ésta esto éstos éstas Cercanía

ése ésa eso ésos ésas Distancia media

aquél aquélla aquello aquéllos aquéllas Lejanía

PRONOMBRES POSESIVOS

Un solo poseedor Varios poseedores

1ª persona 2ª persona 3ª persona 1ª persona 2ª persona 3ª persona

mío tuyo suyo nuestro vuestro suyo Singular Masculino

míos tuyos suyos nuestros vuestros suyos Plural

mía tuya suya nuestra vuestra suya Singular Femenino

mías tuyas suyas nuestras vuestras suyas Plural

PRONOMBRES INDEFINIDOS

Page 15: Cuadernillo de actividades y textos

[14]

Singular Plural

Masculino Femenino Neutro Masculino Femenino

un, uno una uno unos unas

algún, alguno alguna algo algunos algunas

ningún, ninguno ninguna nada ningunos ningunas

poco poca poco pocos pocas

escaso escasa escaso escasos escasas

mucho mucha mucho muchos muchas

demasiado demasiada demasiado demasiados demasiadas

todo toda todo todos todas

varios varias

otro otra otro otros otras

mismo misma mismo mismos mismas

tan, tanto tanta tanto tantos tantas

alguien

nadie

cualquier, cualquiera cualesquiera

quienquiera quienesquiera

tal tales

demás demás

bastante bastantes

CLASES DE PRONOMBRES NUMERALES

Cardinales Informan de una cantidad exacta. Quiero cuatro.

Ordinales Informan del orden de colocación. Quiero el cuarto.

Partitivos Informan de particiones de la unidad. Quiero la mitad.

Multiplicativos Informan de múltiplos. Quiero el doble.

Page 16: Cuadernillo de actividades y textos

[15]

PRONOMBRES RELATIVOS

que, el cual, la cual, lo cual, los cuales, las cuales, quien, quienes, cuyo, cuya, cuyos, cuyas, donde.

PRONOMBRES INTERROGATIVOS Y EXCLAMATIVOS

qué, cuánto, cuánta, cuándo, cuál, cuáles, dónde, quién, quiénes...

Elipsis: se trata de la omisión de palabras o frases que el lector puede reponer. El sujeto tácito y el predicado

no verbal son los casos más comunes. En el primer caso, lo omitido es el sujeto: se repone si se tienen en

cuenta los datos del texto y la concordancia con el verbo. En el predicado no verbal se omite el verbo. Ejemplo:

“María no fue al cine. Estaba enferma”. (María) Celeste comió en la escuela y yo, en mi casa. (Comí)

Encapsulamiento: consiste en recuperar una idea mediante un pronombre que englobe o abarque toda un

afirmación. Ejemplo: Las lluvias dejaron calles inundadas, derrumbe de casas, la luz cortada, graves daños en

los cultivos. Ese desastre puso muy triste a la población. (ESE DESASTRE engloba a calles inundadas, derrumbe

de casas...)

Hiperónimos: designan un conjunto o clase. Ejemplo: Animal es el hiperónimo de perro, gato, liebre, caballo,

gallina, etc.

Hipónimos: designan los elementos que forman ese conjunto. Ejemplo: Perro es hipónimo de animal.

Palabras de referencia generalizada: aluden a un campo amplio de objetos, personas o hechos. Son palabras

de referencia generalizada: gente, todo, universo, persona, hombre, mujer, asunto, hecho, fenómeno,

acontecimiento, cosa, tema, objeto, lugar, etc.

Conectores: son términos que sirven de enlace –tanto a nivel oracional como interoracional y textual- y

especifican la red de relaciones que se establece entre los contenidos del texto.

1) aditivos o de suma o de ampliación: y/e, ni, además, aparte de, asimismo, además de esto, de la misma

manera, conjuntamente, también, sumado a, simultáneamente, al mismo tiempo, incluso, aun, más aún, es

más, inclusive, no sólo… sino que, etc. Se utilizan para sumar o acumular ideas.

2) disyuntivos: o, u, o bien, ya… ya, ya sea… Plantean una opción o elección entre dos o más ideas.

3) adversativos: pero, no obstante, si bien, aunque, a pesar de que, sin embargo, contrariamente a, pese a,

en cambio, por el contrario, al contrario, mas, si bien, aun cuando, etc. Expresan oposición, contrariedad,

contraste, restricción. Orientan la atención hacia un foco distinto.

4) de causa (causales): por esta causa, por este motivo, porque, pues, puesto que, por esta razón, como,

debido a, a raíz de que, por eso, por ello, dado que, gracias a, por culpa de, de ahí que, por lo dicho, etc.

Indican que una idea es causante de otra.

5) consecutivos: por consiguiente, en consecuencia, por lo tanto, dado que, como resultado de, en razón de

lo expuesto, por lo que, en conclusión, por eso, así que, etc. Señalan que una idea es consecuencia de otra.

6) de finalidad: para que, con el propósito de, con la finalidad de, con el objetivo de, a fin de, en procura

de, a efectos de, de modo que, así, con el fin de que, siempre que, de manera que, con lo que, etc. Indican

que un hecho es realizado en función de otro, que es considerado como el objetivo del accionar.

7) de condición (condicionales): si, con tal que, siempre que, siempre y cuando, en caso de que, con la

condición de que, a menos que, siempre que, si es que, en caso de que, toda vez que, etc. Indican la condición

sin la cual no se puede realizar algo.

8) de tiempo (temporales): en aquel momento, antes que, anteriormente (marcan anterioridad); después,

posteriormente, a continuación, luego, más tarde, mañana, un poco después (marcan posterioridad); ahora,

Page 17: Cuadernillo de actividades y textos

[16]

ya, actualmente, mientras, cuando, simultáneamente, mientras que, en tanto (marcan simultaneidad); por

último, entonces, apenas, etc. Pueden indicar que una idea es anterior, posterior o simultánea a otra.

9) de comparación: como, a la manera de, más… que, menos… que, tan… como, igual que, lo mismo que,

como si, así también, del mismo modo, así, tal como, etc. Hacen las veces de balanza donde se contrapesan

dos ideas. Otros se usan para repetir la idea con distintas palabras y cumplen, en el lenguaje, la misma función

que el signo “=” en matemática: es decir, o sea, vale decir, mejor dicho, esto es.

10) de espacio: aquí, allá, al lado, cerca, lejos, arriba, en este lugar.

11) de concesión: aun cuando, aunque, pese a que, a pesar de que, sin embargo, pero, si bien, etc. Detienen

rotundamente la idea, que retrocede a un caso no sólo distinto sino opuesto al planteado.

12) palabras que ordenan el discurso: enumerativas: primero, en primer lugar, primeramente, por otro lado,

por otra parte, en segundo lugar, a continuación, luego, después, por último, por fin, en fin, finalmente,

para concluir, en conclusión. Presentan en forma ordenada los contenidos:

Para comenzar la exposición

Para continuar

Para concluir

ACTIVIDADES

1 - Te propongo que leas la transcripción del madrigal “La bella y graciosa moza marchose a lavar la ropa”,

de Les Luthiers .

A continuación, puedes realizar las siguientes actividades:

a) Marcar con un color los pronombres personales y posesivos que aparezcan.

b) ¿A qué o a quién se refieren los pronombres la primera vez que aparecen en el texto y a qué o a quién se

refieren en la repetición?

c) ¿Cuál es el sujeto de los verbos la primera vez que aparecen? ¿Cómo cambian en la segunda aparición?

d) ¿Qué nuevo significado adquieren esos versos después de que a Mundstock se le caen las hojas?

“La bella y graciosa moza marchose a lavar la ropa”, de Les Luthiers (en Mastropiero que nunca)

CORO: La bella y graciosa moza marchose a lavar la ropa, la mojó en el arroyuelo y cantando la lavó.

MARCOS MUNDSTOCK: La frotó sobre una piedra, la colgó de un abedul.

CORO: Fa la la la la...

DANIEL RABINOVICH: Después de lavar la ropa, la niña se fue al mercado.

CORO: Un pastor vendía ovejas pregonando a viva voz:

MARCOS MUNDSTOCK: Ved qué oveja, ved qué lana, ved qué bestia, qué animal.

CORO: Fa la la la la...

JORGE MARONNA: La niña la vio muy flaca, sin embargo le gustó.

Page 18: Cuadernillo de actividades y textos

[17]

MARCOS MUNDSTOCK: Yo te pago veinte escudos y no discutamos más.

CORO: Fa la la la la...

CARLOS NÚÑEZ CORTÉS: Vuelve la niña cantando.

MARCOS MUNDSTOCK: Muy contenta con su oveja.

DANIEL RABINOVICH: Cuando llegaron al bosque.

MARCOS MUNDSTOCK: La ovejita se escapó.

JORGE MARONNA: La niña desesperada…

MARCOS MUNDSTOCK: Arrojose encima de ella

CORO: Velozmente y con destreza

MARCOS MUNDSTOCK: Aferrola por detrás.

CORO: Fa la la la la...

(A Marcos Mundstock se le caen los papeles al suelo, y al recogerlos quedan desordenados.)

CARLOS NÚÑEZ CORTÉS: Llegaba por el camino jinete de altivo porte.

CORO: Descendió de su caballo y a la niña le cantó:

MARCOS MUNDSTOCK: Yo te pago veinte escudos y no discutamos más.

CORO: Fa la la la la...

DANIEL RABINOVICH: La niña ruborizada tan sólo entornó sus ojos.

CORO: El jinete enamorado dulcemente se acercó.

MARCOS MUNDSTOCK: La mojó en el arroyuelo y cantando la lavó.

CORO: Fa la la la la...

JORGE MARONNA: La niña alejose un paso, y el jinete tan audaz

MARCOS MUNDSTOCK: Arrojose encima de ella y aferrola por detrás.

CORO: Fa la la la la...

CARLOS NÚÑEZ CORTÉS: Viendo a la moza temblando…

MARCOS MUNDSTOCK: La frotó sobre una piedra

CORO: Fa la la la la...

DANIEL RABINOVICH: Cuando ya estaba por irse

MARCOS MUNDSTOCK: La colgó de un abedul.

CORO: No no no no no...

JORGE MARONNA: Con dolor la niña canta

MARCOS MUNDSTOCK: Ved qué bestia, qué animal

Page 19: Cuadernillo de actividades y textos

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CORO: Fa la la la la...

CORO: Y parece estar muy triste

MARCOS MUNDSTOCK: Sin embargo, le gustó.

CORO: Fa la la la la...

2. Completa con los pronombres indicados:

"El origen de la palabra ”gaucho” constituye un enigma ....................(relativo) en reiteradas ocasiones interesó

a filósofos e historiadores.

.................. (demostrativo) se entretuvieron en ideas etimológicas y en coleccionarlas como sellos de correo

si ubicar el tipo humano y social en el contexto social y económico desconociendo la estructura de la sociedad

tradicional y ................... (posesivo) mentalidad jerárquica.

Desde comienzos del siglo XVII la sociedad tradicional aplicó ..................(indefinido) denominaciones a los

pobladores rurales: jinetes, vaqueros, domadores.

En la Banda Oriental eran otros los términos .................. (relativo) indicaban características de los habitantes

de la campaña: changadores, gauchos.

En el siglo XVIII, las autoridades españolas emplean............... (demostrativo) dos últimos términos como

sinónimos.

Queda establecido entonces que la voz “gaucho” recién ....................(personal) aplica en la segunda mitad del

siglo XVIII para denominar a un grupo humano con características bien definidas y radicado en el actual

territorio uruguayo"

de Historia social del gaucho, de Rodríguez Molar

1. Lean el siguiente texto para analizar los conectores destacados e indicar cuál es su función en el

mismo.

El aire, de Sergio Chejfec (fragmento):

Tuvo ganas de comer. Quiso recordar si todavía quedaba algo dentro de la heladera –se está diciendo

“nevera”, - dijo pero lo sobresaltó una estampida que seguiría resonando por las paredes contra el silencio de

la noche. Fue a inspeccionar. Una corriente de aire había empujado la puerta de la cocina con tanta

fuerza, y continuaba haciéndolo con tal persistencia, que no le resultaba sencillo volver a abrirla; un empuje

similar al suyo, pero inverso, lo impedía. Por un momento supuso que del otro lado de la puerta debía haber

otra persona resistiendo, pero de inmediato, como si la realidad, atenta al error de Barroso, hubiese estado

preparada para desmentirlo, cedió la resistencia del aire de manera que pudo abrir primero y entrar después.

En el interior de la cocina no había cambios; solo la servilleta utilizada antes para secarse los zapatos estaba

ahora en el piso, seguramente a causa del aire que había golpeado la puerta. Distraído, miró los

platos y cubiertos, verticales y escurridos, secos y casi relucientes. Algunos habían liberado a Barroso de

cualquier esperanza: estaban percudidos y por más que se los fregara no conseguirían recuperar su apariencia

original. Cada vez que los miraba, como en este momento, sentía tristeza por el esplendor perdido y de algún

modo irrecuperable; según él, el deterioro de los objetos prefigura el propio. Benavente, pensó, podía pensar

distinto: que el deterioro de los objetos acompaña el propio; pero para Barroso era previo no sólo por

significar aquello percibido en primera instancia, sino porque al serlo devolvía a los espíritus, como un espejo,

Page 20: Cuadernillo de actividades y textos

[19]

la imagen aproximada y propia de la decadencia; eso que antes había permanecido como una noción, de

pronto ahora y para siempre, al enfrentarse a ellos, pasaba a ser también una experiencia.

2. Practicá el uso de los conectores temporales:

“Historia del que se desgració en el tren”, de Alejandro Dolina

a. Utilizando la lista que está debajo del texto, completar los espacios en blanco con los elementos que

fueron sacados del texto (no se olviden de poner mayúsculas cuando sea necesario).

Jaime Gorriti tomaba _________________ el tren de las 14:35.

Y _________________ se fijaba en una estudiante morocha. Con prudente astucia trataba de ubicarse cerca

de ella y –_________________– ligaba una mirada prometedora.

_________________ empezó a saludarla. Y _________________ tuvo ocasión de hacerse ver, ayudándola a

recoger unos libros desbarrancados.

_________________, un asiento desocupado les permitió sentarse juntos y conversar.

Gorriti aceleró y le hizo conocer sus destrezas de picaflor aficionado.

No andaba mal. La morocha conocía el juego y colaboraba con retruques adecuados.

Sin embargo, los demonios decidieron intervenir.

Saliendo de Haedo, la chica trató de abrir la ventanilla y no pudo. Con gesto mundano, Gorriti copó la banca.

–Por favor…

Se prendió de las manijas, tiró hacia arriba con toda su fuerza y se desgració con un estruendo irreparable.

Sin decir palabra, se fue pasillo adelante y se largó del tren en Morón.

_________________ empezó a tomar el tren de las 14:10.

a veces; algunos días después; desde ese día; por fin;

todos los días; todos los días; una tarde

3. Ahora te propongo los siguientes ejercicios para que practiques el uso de distintos recursos cohesivos:

la repetición, la sustitución por sinonimia, hiperonimia e hiponimia, la correferencia pronominal y la elipsis.

Page 21: Cuadernillo de actividades y textos

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a. ¿A qué elementos del texto se refieren las palabras en negrita?

b. Reemplazar las reiteraciones por sinónimos: niña, barco, mar.

c. Marcar tres ejemplos de elipsis.

“Homero”, de Enrique Anderson Imbert

Generaciones de griegos cantaron episodios heroicos de una civilización perdida. Los creían verdaderos porque

verdaderas eran las ruinas de Troya y de Micenas que veían. Homero conocía detalles

de sus tesoros, sus armas, sus torres. Y cuando él también se puso a cantar, repitió lo que había oído. Una que

otra vez se permitió inventar algo, para juntar retazos de leyendas y hacer mover a los héroes en una continua

aventura. En cierta ocasión inventó un barco. Fue, de toda la ficción homérica, el único objeto que se

materializó y una mañana una niña pudo verlo, antiguo, real, concreto, indudable, surcando el mar. Cuando

dijo lo que había visto, nadie quiso creerle y la niña acabó por olvidarse. El mar, en cambio, recordaría siempre

la estela de ese barco; sólo que, en su memoria de agua, dudaba de si el barco lo había surcado de veras por

arriba o si era que lo había soñado.

4. Reemplazar los elementos en negrita por otros que mejoren la cohesión del texto. Usar pronombres,

sinónimos, hipónimos o hiperónimos, o bien elipsis, si es necesaria.

El origen de la lluvia

Había una vez una nena muy caprichosa que lloraba a cada rato. Nadie sabía cómo complacer a la nena. Lluvia

(así se llamaba la nena) no se conformaba con nada. La madre de Lluvia, Naturaleza, llegó a encontrarle cierta

utilidad. Entre otras cosas, Naturaleza juntaba sus lágrimas y con ellas regaba las plantas del fondo, bañaba

a los hermanitos de Lluvia, preparaba la comida, etc., aunque a Naturaleza le molestaba tener que andar

secando el patio, de tan inundado que lo dejaba Lluvia. Finalmente, Naturaleza decidió poner a Lluvia en el

jardín. Pero en el jardín los gritos y sollozos de Lluvia se escuchaban demasiado cerca, por culpa de la ventana

que comunicaba la cocina con el patio. Naturaleza cambió de lugar varias veces a Lluvia, ya que con sus

lágrimas y gritos no dejaba dormir a nadie. Aunque tenía algunas ventajas que Lluvia llorara, no porque tuviera

algunas ventajas que Lluvia llorara iba a quedarse toda la familia sin dormir. Naturaleza ya no sabía qué hacer

con Lluvia. Entonces, le pidió consejo al buen Dios.–Pon a Lluvia en el cielo –recomendó Dios a Naturaleza –

. Poniéndola en el cielo no molestará a nadie y Lluvia podrá seguir llorando cuanto quiera. Naturaleza pensó

que poner a Lluvia en el cielo era una buena idea, y así fue como un día Lluvia subió (sin dejar de llorar) por

una escalera que parecía infinita hacia el cielo. En el cielo se quedó, hasta el día de hoy. Y todavía la madre

naturaleza sigue aprovechando las ventajas de tener una hija tan llorona, la lluvia.

5. Explica ahora los recursos de cohesión que aparecen en los siguientes ejemplos:

Beatriz tenía un gran enfado. Su enojo no la dejaba ni respirar.

Dos obreros de la construcción que trabajaban en un andamio sufrieron un accidente al caerse de

él. Esto ocurrió ayer.

Siguió el hilo de sangre en sentido contrario y, en busca de su origen, atravesó el granero, pasó por el

corredor de las begonias.

Javier estudiaba bastante, sin embargo, no aprobaba.

Page 22: Cuadernillo de actividades y textos

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6. Localiza recursos de cohesión en este texto.

Hablaba y hablaba... (Max Aub)

Hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba. Y venga hablar. Yo soy una mujer

de mi casa. Pero aquella criada gorda no hacía más que hablar, y hablar, y hablar. Estuviera yo donde estuviera,

venía y empezaba a hablar. Hablaba de todo y de cualquier cosa, lo mismo le daba. ¿Despedirla por eso?

Hubiera tenido que pagarle sus tres meses. Además hubiese sido muy capaz de echarme mal de ojo. Hasta en

el baño: que si esto, que si aquello, que si lo de más allá. Le metí la toalla en la boca para que se callara. No

murió de eso, sino de no hablar: se le reventaron las palabras por dentro. FIN.

7. Convierte todas estas secuencias en un texto cohesionado (haga todas las transformaciones que

considere oportunas).

-Las turistas estaban preocupadas

-Las turistas iban en coche

-El coche tenía poco combustible

-El combustible no parecía suficiente

-Las turistas miraban el mapa

- Las turistas no encontraban en el mapa ninguna indicación

- Las turistas no tenían suficiente luz para ver bien el mapa

-Era invierno

-Hacía mucho frío

-Las turistas hablaban entre ellas y se reían

-Las turistas estaban preocupadas

-Apareció un policía

-Las turistas se asustaron mucho

-Las turistas dieron un grito

-Las turistas se fueron sintiendo cada vez mejor

-Una de las turistas preguntó al policía

-El policía no contestó

-El policía las miró

-El policía les pidió los pasaportes.

-El policía les contestó.

Page 23: Cuadernillo de actividades y textos

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-El combustible estaba a un par de kilómetros

-Las turistas necesitaban dinero del país para comprarlas

-Las turistas le preguntaron al policía qué podían hacer

-El policía se encogió de hombres

8- Trata de mejorar la cohesión de estos breves textos:

El otro día en la calle me encontré con unos amigos. Los amigos me contaron que habían comprado

una moto. Habían comprado la moto con un dinero que habían ganado en verano. En verano habían

estado trabajando para ganar dinero y comprar una moto.

Tener animales en casa es muy agradable. También tener animales en casa tiene problemas. Tienes

que sacar a los animales a pasear y tienes que llevarlos al veterinario. Hay personas que no quieren

tener animales en su casa. No quieren tener animales por varias razones. Algunas personas tienen

alergia a los animales. Otras personas no pueden cuidar a los animales.

Mis padres vivían en una casa junto a un campo de fútbol. Mis padres siempre van a ver los partidos

de fútbol y antes también iban a ver los partidos. Ahora mis padres viven en el campo. Se mudaron al

campo porque quieren vivir ahora una vida más tranquila y siempre han vivido junto a un campo de

fútbol. Hay mucho ruido junto a un campo de fútbol.

9- COMPLETA LAS FRASES UTILIZANDO LA CONJUNCIÓN ADECUADA EN CADA CASO

Si, en caso de que, excepto que, salvo que, aunque, a pesar de, pero, sin embargo, y, e, para que, a fin de

que, porque, como, por eso, por lo tanto, asi que, cuando, hasta que, mientras, etc.

La Señorita González es una excelente secretaria, …………………………….. es un poco seria.

El avión no podrá despegar …………………………….. desaparezca la niebla.

………………………….. tenga el dinero, te haré la transferencia.

La reunión se hará igualmente ………………………………… no asistan todos los directivos.

María decidió separarse de Juan …………………………….. estaba harta de discutir con él.

El barco sufrió una importante rotura en los motores, …………………….. los pasajeros

tuvieron que abandonarlo.

Las reservas de agua han aumentado ………………….. no habrá restricciones.

Tendrás que tramitar su visa ………………………… no tengas ningún problema en la frontera.

Según las encuestas, los argentinos son felices, …………….. de la crisis económica.

Juan llegará tarde a la oficina ………………………… encuentre un taxi.

…………….. hace mal tiempo, cancelaré mis vacaciones en Chile.

Page 24: Cuadernillo de actividades y textos

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El criminal no podrá salir de la prisión ……………………… cumpla toda la condena.

Ya son las diez de la noche, ………………………….. me voy a casa porque estoy muy cansado.

…………………………… se produzca una emergencia, llame al teléfono siguiente.

He contratado un profesor …………………… te ayude a solucionar los problemas con Lengua.

TRAMAS Y FUNCIONES

Los textos, en tanto unidades comunicativas, se construyen en torno de algunas de sus funciones:

a) Los textos con función expresiva, tienen al emisor (sus reflexiones, emociones, anécdotas…) como eje.

b) Los textos con función referencial o informativa remiten a un contexto: el emisor presenta hechos o datos y su preocupación es que no haya obstáculos para que el receptor se informe acerca de ellos.

c) Los textos con predominio de la función poética del lenguaje son los textos literarios que

suponen un uso original del lenguaje, que no remite a un referente real.

d) En los textos con predominio de la función conativa o apelativa, el escritor intenta convencer a otros, los receptores, con argumentos.

Las tramas de los textos, por su parte, remiten a las distintas estructuraciones o configuraciones de los textos.

Se distinguen cuatro tipos básicos:

a) La trama narrativa se caracteriza por presentar hechos organizados temporalmente o sobre una

relación causa-efecto. Importan también el marco en el que suceden los hechos y quienes los realizan.

b) En la trama argumentativa a partir de un tema, proposición o hipótesis se organiza una demostración,

en la que se explican o confrontan ideas, se acumulan pruebas y se llega a determinadas conclusiones.

c) La trama descriptiva presenta especificaciones y caracterizaciones de objetos, personas o procesos a

través de sus rasgos distintivos.

d) La trama conversacional muestra, en estilo directo, la interacción lingüística que se establece entre

los diferentes participantes de una situación comunicativa, que deben ajustarse a un “turno de la

palabra”.

Listado de tipos de textos: Definición, poema, aviso, folleto, nota de enciclopedia, informe, artículo de opinión,

carta, solicitud, biografía, monografía, receta, relato histórico, noticia, cuento, novela, historieta, poema,

reportaje, instructivo, obra de teatro, entrevista, guión cinematográfico, fábula…

Ubicarlos en el cuadro, según corresponda:

Page 25: Cuadernillo de actividades y textos

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INFORMATIVA

EXPRESIVA

LITERARIA

APELATIVA

DESCRIPTIVA

ARGUMENTATIVA

NARRATIVA

CONVERSACIONAL

Page 26: Cuadernillo de actividades y textos

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Antología

Muero contento

Cabral da dos, tres, cuatro vueltas sobre sí mismo. Se siente mareado y aturdido: se siente como

cuando ha tomado demasiado, lo que no quiere decir que haya tomado demasiado esta vez. Está,

en verdad, tan confundido, que cuando trata de pensar si ha tomado o no ha tomado demasiado la

noche previa, no logra siquiera acordarse de qué cosas hizo en las horas anteriores. Hay mucho

ruido y mucho humo en todas partes y Cabral se encuentra verdaderamente desorientado. Siendo él

una persona de aceptable poder de ubicación, podían preguntarle en medio de las sombras en qué

dirección quedaba el Paraná o en qué dirección quedaba el convento, y él hubiese contestado sin

vacilar y sin equivocarse. Pero ahora no consigue ni tan sólo establecer el lugar exacto del sol en el

cielo. Gira atontadamente, con lentitud, con un raro vértigo aletargado, procurando determinar un

lugar de referencia en medio de tanto alboroto.

Una palabra da vueltas en su cabeza, como da vueltas él, Cabral, en medio de la madrugada y del

griterío generalizado. Él mira y mira y mira y en la cabeza tiene rondando la palabra donde. Primero

le suena como un nombre, como si se estuviese acordando de alguien, como si estuviese extrañando

a una mujer. Después se da cuenta de que no, de que ese donde que le suena y le resuena en la

cabeza no es un nombre, sino una pregunta, y entonces Cabral, no sin confusión, reconoce que lo

que merodea sus pensamientos no es la expresión donde, sino la expresión ¿dónde?, lo cual

representa dos o tres variaciones de sentido o de matices que Cabral está en condiciones de

presentir, pero no de definir con nitidez.

Sólo entonces, y no con total claridad, Cabral advierte que esa especie de voz interior que le grita y

a la vez murmura: ¿dónde? ¿dónde? ¿dónde?, es en cierta manera el efecto o la consecuencia de

otra voz, exterior en este caso, que es puro grito y ni remotamente murmullo, y que le dice: ¡acá!

¡acá! ¡acá! Es como una especie de diálogo, por así decir, aunque para ser un diálogo en el sentido

estricto del término la voz interior de Cabral debería convertirse en exterior. De la manera en que

están las cosas, el diálogo es diálogo solamente para Cabral; para el otro, para el que lo llama a

gritos, es otra cosa que Cabral, inmerso en el caos de caballos y de sables, no termina de precisar.

–Acá, acá, acá –grita el otro. Acá, sí, ¿pero dónde? – piensa Cabral. Yo también estoy acá. Todos

estamos acá. Lo que Cabral tiene que resolver, y con premura, es cuál es el allá de ese acá que le

están gritando. Pero en medio de tanto moribundo ni siquiera él, que habitualmente se ubica con

facilidad aún en terrenos desconocidos, tiene idea de su situación.

–¡Acá, acá, la puta madre! –grita el otro. Y grita, esa vez, en un momento en el que en el lugar donde

Cabral da vueltas sobre sí mismo, y en sus inmediaciones, no hay, por casualidad, ningún otro grito,

ni quejido de moribundo ni relincho de caballo. Entonces Cabral escucha con un aceptable grado de

nitidez y, para su sorpresa, cree reconocer la voz. En un primer momento lo que experimenta es

alivio. Es lógico que alguien que se siente tan absolutamente perdido y solo en medio de siluetas

extrañas encuentre alivio en el hecho fortuito de reconocer una voz. Pero pronto retorna todo el humo

y todo el ruido y Cabral ahora no sólo se pregunta ¿dónde? sino ¿quién?

Al parecer ahora está quieto. Es una suposición, nada seguro: al parecer, está quieto. Pero también

es posible que siga dando vueltas como estuvo dándolas durante quién sabe cuánto tiempo, y que

ahora todo su entorno, la batalla entera, haya comenzado a girar en el mismo sentido que él, y a la

misma velocidad, y al mismo tiempo, y que el resultado de todo eso sea que Cabral crea que por fin

se quedó quieto, cuando en verdad sigue dando vueltas como al principio.

Page 27: Cuadernillo de actividades y textos

[26]

A Cabral le parece decisivo resolver esta cuestión, sólo él sabe por qué. Pero antes de que consiga

hacerlo -aún más: antes de que consiga comenzar a hacerlo- una cara cruza por su mente y lo distrae

del asunto de si giraba o si estaba quieto. Cabral imagina la cara, o la recuerda, pero con tanta

certeza que cree que la ve. ¿Dónde? ¿dónde? ¿dónde? -vuelve a pensar, casi obnubilado, y después

de un rato, no es posible saber si largo o corto, comprende que la cara no responde a ¿dónde?, sino

a ¿quién?

Cabral consigue asociar la voz y el rostro, cosa que puede parecer no tan meritoria para aquel que

no se encuentra en una situación de desconcierto como ésta que a él lo embarga. Reconocer la voz

le produjo alivio, pero reconocer el rostro lo sobresalta: ¡es él! –se dice, liberado de la pregunta

¿quién? pero infinitamente más abrumado por la pregunta ¿dónde? Es él, nada menos, y lo está

llamando. ¡Acá! ¡Acá! ¡Carajo! –le grita, y Cabral no tiene idea de nada.

Es tanta la desesperación que siente que le entran ganas de llorar. Más grita el otro y él menos sabe

qué hacer. ¿Llorar es de mujeres? ¿Llorar es de maricón? Atribulado Cabral se hace visera sobre

los ojos, pero es inútil: no es el sol lo que le molesta, no es un reflejo lo que le impide ver, sino el

humo de los cañones y los gritos de los que se desangran. ¿Qué imagen brindaría un sargento

llorando en el campo de batalla? Cabral se avergüenza de sólo pensarlo. Pero después recapacita:

si él no puede ver a los otros por culpa del humo, ni siquiera a los que le pasan cerca, ni siquiera al

jefe que le grita y a quien él trata de ver, entonces, descubre conmovido, tampoco los otros pueden

verlo a él. Ahora no le parece tan mal estar un poco solo. La vida de campaña tiene eso: que uno

siempre está con un montón de gente. Todo el tiempo rodeado de soldados que cuentan historias

alrededor del fogón: llega un punto en que uno quiere quedarse un poco solo.

Y bueno, piensa Cabral, no con tanta claridad: ahora estoy solo. Es un pensamiento precario, y aun

así Cabral llega a darse cuenta de que la soledad que siente no es la mejor que pudiera pedirse.

Está solo, es verdad, o está como si estuviera solo, sí, pero con tanto ruido y tanto humo y tanta

muerte que ni siquiera puede disfrutar del campo y sentarse a reflexionar sobre algún tema que le

interese. Nada de eso: tiene que ubicar el acá desde donde le gritan, y tiene que ubicarlo con urgencia

porque el que grita es el jefe. ¡Acá! ¡acá! –le grita de nuevo–. ¡Cabral, no sea marmota!

Cabral se atribula aún más: ¿eso lo pensó o se lo dijeron? ¿Fue la voz exterior o la voz interior la

que dijo esa frase terrible? No logra estar seguro. Las batallas definitivamente lo aturullan. Si fue la

voz interior, el asunto no es grave: Cabral, como todo el mundo, por otra parte, tiene el hábito de

hablarse a sí mismo y de dedicarse pequeños insultos. Mirá que sos boludo, Cabral, se dijo, por

ejemplo, a sí mismo, por supuesto que cariñosamente, la noche en que tratando de deducir la

dirección en la que estaba el Paraná se cayó a una zanja. Es que él siempre trataba de saber adónde

se encontraba. Y ahora, precisamente ahora, cuando más lo deseaba en su vida, no podía

establecerlo.

Pero, ¿ese marmota lo pensó él, para sí mismo, o se lo dijeron desde afuera? Si se lo dijeron desde

afuera, entonces verdaderamente había de qué preocuparse. Porque la voz que lo dijo -claro que él

podría haberse hablado, interiormente, con la voz del otro- era la misma que gritaba todo el tiempo

¡acá! ¡acá!; es decir que era la voz del jefe. Y había, todavía, algo peor. Cabral se estremece. ¿Él

recordaba mal, cosa nada improbable en medio de tanto aturdimiento, o la voz había dicho: Cabral,

no sea marmota? La voz lo había nombrado. Si se trataba de la voz interior, todo estaba en orden:

Cabral siempre se llama a sí mismo Cabral cuando se hablaba internamente. Pero si la voz vino de

afuera, y Cabral ya sabe que la voz que viene de afuera es la voz del jefe, eso significa que si lo

nombró es que lo reconoció. Y que, deduce Cabral, a pesar de tanto espanto, si lo reconoció es

porque pudo verlo. Si él puede verme, sigue, tratando de clarificar su panorama, entonces yo tendría

que poder verlo a él. Es reconfortante razonar con tanta lógica, pero lo cierto es que no puede verlo.

¿Dónde? ¿dónde? ¿dónde? -piensa otra vez. A Cabral, dadas las circunstancias, no le parecen para

nada injustificadas las ganas de llorar. ¿Cómo soportar tanta impotencia? Llorar, o, mejor dicho,

Page 28: Cuadernillo de actividades y textos

[27]

cierta forma de llorar, ¿no es también cosa de hombres? Quien sabe, piensa con desdicha. Al

parecer, se encuentra otra vez girando sobre sí mismo, aunque no es descabellado suponer que

siguió así todo el tiempo y que lo que ahora sucede es que la batalla ya no gira al mismo ritmo que

él, y entonces él puede darse cuenta de que da vueltas. Todo esto le da más ganas de llorar. Pero

se aguanta. ¿Cómo se vería -y, si la voz era exterior, a él lo están viendo- un sargento llorando en el

campo de batalla?

Cabral se aguanta de llorar. Aguantarse significa hacer fuerza en el momento mismo en el que la

garganta se atasca y las lágrimas le vienen raudamente hacia los ojos. El resultado de esta

contradicción es que las lágrimas se quedan en los ojos, en el borde de los ojos. No se quedan

adentro -¿adentro de dónde? ¿de dónde vienen las lágrimas? ¿están ya en el ojo? ¿le vienen a uno

del alma?-, pero tampoco se caen decididamente hacia fuera, a rodar por las mejillas, a correr entre

los mocos. A Cabral las lágrimas se le quedan en el borde de los ojos y entonces, milagrosamente,

le funcionan como pequeñas pero incomparables lentes de aumento. Ahora Cabral ve, aunque sigue

el humo y el remolino por todas partes. Con alguna zona difuminada, es cierto, pero ve. Y ve el quién

(el quién ya lo sabía, porque reconoció la voz) y ve también el acá. El acá no era tan allá como pudo

haber pensado: está bastante cerca y no será difícil hacer un mismo acá del acá del jefe y del suyo

propio.

Ahora Cabral quiere llorar, se lo propone decididamente, se esmera en ello. Ya no es un llanto que

avergüence: es un llanto destinado a servir a la patria. Pero las lágrimas no vuelven ahora, cuando

más se las necesita. Cabral trata entonces de orientarse hacia la dirección en la que vio al jefe.

Camina, cree, en ese sentido, y en una línea más o menos recta. El humo se entreabre en un

momento determinado, o posiblemente Cabral ha vuelto a lagrimear sin proponérselo en este caso

y tal vez sin darse cuenta siquiera.

El asunto es que vuelve a ver al jefe, y lo ve tan cerca, que ya puede prácticamente decirse que

están los dos en el mismo acá. Pero la escena que ve Cabral es rarísima: en lugar de estar, como

era digno de esperarse y como todos los retratos habrían de evocarlo, el gran jefe sobre su caballo,

está, ¡quién lo diría!, el caballo sobre el gran jefe. Una extraña pregunta emerge en la mente de

Cabral: ¿de qué color es el caballo blanco de San Martín? Cabral no sabe exactamente por qué ha

pensado en eso. Pero la pregunta le parece estúpida: ¡contesta, en su formulación, exactamente

aquello que está preguntando! El hecho es que ahí (¡acá!) está el caballo, y el jefe, increíblemente,

debajo y no encima de él.

Cabral se dirige con presteza a poner las cosas en su lugar. La vida de cuartel lo ha acostumbrado

al orden. Pero no es fácil mover ese caballo, salvar ese jefe, con tanto ruido, con tanto humo. Cabral

hace fuerza y fuerza y fuerza y le parece que no va a poder, hasta que al final puede. Tira y tira y tira

y de pronto el jefe sale. Cabral resopla, un poco por el esfuerzo, otro poco por el alivio. Y es entonces

cuando del humo, de en medio del humo, sale el maturrango y le clava la bayoneta.

Mucho le duele la tetilla a Cabral. ¿La tetilla o más abajo? No hay manera de saberlo. Duele y arde.

Echado en el suelo, Cabral vuelve a preguntarse ¿dónde? ¿dónde? ¿dónde? Después piensa,

bastante sereno: qué carajo importa dónde, la cosa es que estoy jodido. Jodido y bien jodido. Lo

único que sabe Cabral es que le duele acá, pero ni idea de en qué jodida parte del cuerpo queda ese

acá. Antes se sabía a él, a sí mismo, y no el lugar en el que estaba. Ahora que se lo llevaron aparte,

ahora que el humo se está disipando y que el único grito que escucha es el suyo, lo que Cabral no

logra poner en claro es dónde le duele a él.

Se le acercan varios. Lo miran, lo miran. Él los ve desde abajo, tirado en el suelo. Le dicen que la

batalla se gana. La tetilla, dice Cabral, y nadie le hace caso. Le dan vueltas alrededor y por un rato

no le hablan. Después vuelven a decirle que la batalla se gana y que el jefe está entero. Cabral se

da cuenta de que se va a morir. No es que le parece, no es que lo sospecha, no es que tiene esa

Page 29: Cuadernillo de actividades y textos

[28]

impresión. Cabral sabe positivamente que se va a morir y eso le provoca una inmensísima tristeza.

Cabral siente, allí tirado, en medio del polvo, una enorme congoja, una terrible pena, una desdicha

imposible de medir. Sabe que se va a morir. Y no es ningún tonto, de modo que está tristísimo.

Alguien, quizás el jefe, se le acerca, se pone en cuclillas junto a él y le pregunta cómo se siente.

Cabral alcanza a pensar, mientras se muere, que nunca jamás en la historia existió hombre que

sintiera más tristeza que él en ese momento. Pero decirlo le da vergüenza. ¿Qué van a pensar de

él? Van a pensar que es una mujercita, van a pensar que es un maricón. Es sumamente probable

que Cabral tenga razón, que nunca haya habido un hombre que estuviese más triste que él. Siente

una tristeza inconmensurable. Pero, cuando se lo preguntan, no lo dice. ¿Qué van a pensar de él?

Sólo le queda aliento para pronunciar cuatro o cinco palabras, que apenas si se oyen: es su modesta

despedida, es su página mejor.

Autor: Martin Kohan

El breve cuento que leerán a continuación puede considerarse epítome de la narrativa de Carver;

contiene todos los elementos que caracterizan su cuentística. Vidas ordinarias, quebradas por la

incomunicación, la sucia realidad del llamado Dirty Realism, en fin, la gran mediocre hazaña de los

derrotados por la cotidianidad, la rutina, la vida hecha de días.

Mecánica Popular

Temprano aquel día el tiempo cambió y la nieve se deshizo en agua sucia. Venas de nieve derretida

descendían desde la ventanita a la altura del hombro que miraba hacia el patio trasero. Los

automóviles salpicaban nieve afuera, donde estaba oscureciendo. Pero adentro también estaba

oscureciendo.

Él estaba en el dormitorio metiendo ropas en una maleta cuando ella apareció en la puerta.

— ¡Estoy feliz de que te vayas! ¡Estoy feliz de que te vayas! —dijo—. ¿Escuchas?

Él continuó metiendo sus cosas en la maleta.

¡Hijo de perra! ¡Estoy tan feliz de que te vayas! —empezó a llorar—. Ni siquiera puedes mirarme a la

cara, ¿verdad?

Entonces notó la fotografía del bebé sobre la cama y la tomó.

Él la miró y ella enjugó sus ojos y lo miró fijamente antes de dar la vuelta y regresar al living.

— Devuélveme eso —dijo él.

— Sólo toma tus cosas y ándate —dijo ella.

Él no respondió. Cerró la maleta, se puso el abrigo, echó una mirada al dormitorio antes de apagar

la luz. Luego salió al living.

Ella estaba de pie a la entrada de la pequeña cocina, con el bebé en brazos.

— Quiero al bebé —dijo él.

— ¿Estás loco?

— No, pero quiero al bebé. Mandaré a alguien a que venga por sus cosas.

— Tú no tocas este bebé —dijo ella.

El bebé había empezado a llorar y ella le quitó la manta alrededor de su cabeza.

Page 30: Cuadernillo de actividades y textos

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— Oh, oh —dijo ella, mirando al niño.

Él dio un paso hacia ella.

— ¡Por el amor de Dios! —dijo ella. Retrocedió hacia el interior de la cocina.

— Quiero el bebé.

— ¡Sal de aquí!

Ella se volvió y trató de mantener al bebé en un rincón detrás de la cocina.

Pero él avanzó. Alcanzó el otro lado de la cocina y apretó sus manos al bebé.

— Suéltalo —dijo él.

— ¡Márchate, márchate! —gritó ella.

El bebé estaba enrojecido y gritando. En el forcejeo tiraron un florero que colgaba detrás de la cocina.

Entonces él la apretó contra la pared, tratando de quebrar su resistencia. Agarró al bebé y presionó

con todo su peso.

— Suéltalo —dijo él.

— No —dijo ella—. Estás lastimando al bebé —dijo.

— No estoy lastimando al bebé —dijo él.

Por la ventana de la cocina no entraba luz. En la casi oscuridad, él se ocupó de los dedos apuñados

de ella con una mano y con la otra tomó al bebé llorando por debajo de un brazo, cerca del hombro.

Ella sintió sus dedos siendo forzados a abrirse. Ella sintió al bebé alejándosele.

— ¡No! —gritó al mismo tiempo que sus manos cedían.

Ella tendría este bebé. Intentó agarrar al bebé del otro brazo. Lo tomó por la muñeca y se echó hacia

atrás.

Pero él no lo soltaría. Sintió al bebé escapándosele de las manos y tiró muy fuerte.

De esta manera, la cuestión quedó zanjada.

Autor: Raymond Carver

"Cinegética"

Apartó la chapa con cuidado y metió la cabeza a través de la abertura.

Al principio vio solamente la claridad mugrienta de la ventana que flotaba a una distancia imprecisa

pero después de un rato comenzaron a brillar los agujeritos de las chapas. Había un millón por lo

menos y parecían llenos de vida. No tenía por qué compararlo con nada, pero en todo caso sentía la

misma impresión que si metiera la cabeza en medio de la noche. Cuando era chico se paraba a

veces en el baldío lleno de sombras, de espaldas a la casilla, y bymiraba todo el montón de estrellas

que tenía por encima hasta que empezaban a saltar de un lado a otro del cielo y le entraba miedo.

Page 31: Cuadernillo de actividades y textos

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Los agujeritos temblaban o cambiaban de posición a cada movimiento de su cabeza. Entretanto, el

olor a humedad y a orina se le iba metiendo hasta los sesos.

Sacó la cabeza y tragó aire.

El auto había quedado detrás de la última joroba de tierra. Era una tierra de color de cartón, dura y

pelada. Entre el auto y el galpón, es decir, entre el galpón y la calle había una punta de aquellas

jorobas que brotaban en medio de las latas vacías, las cubiertas podridas y los recortes de hojalata

de la fábrica de menaje que emergía a la izquierda. A la derecha estaba el pozo que habían abierto

durante la guerra para sacar la greda con la que hacían los caños de desagüe en lugar de cemento.

Tenía las paredes cubiertas de yuyos y el fondo de agua y en verano se llenaba de pibes que corrían

de un lado a otro con el culito al aire.

A veces se sentaba en una de las jorobas y mientras fumaba un cigarrillo echaba un vistazo a todo

aquello. En otra forma, se entiende, como si estuviera al principio de las cosas. Entonces el tiempo

se volvía lento y perezoso y le parecía oír a la vieja que lo llamaba a los gritos mientras él estaba

echado en el fondo del pozo con el barro seco sobre la piel chupando un pucho, tres pitadas por vez,

con el Beto y el Gordo y el Andresito, al que lo reventó un 403 cuando cruzaba la calle precisamente

por hacerle caso a la vieja.

Maldonado le hizo una seña desde el coche y él movió la cabeza con fastidio. Después la volvió a

meter por el boquete y llamó por lo bajo, apuntando la voz hacia el rincón de la izquierda.

—¡Pichón!

La voz se alargó en el galpón y se perdió un poco por encima de su cabeza.

—Pichón, ¿estás ahí? Soy yo, Rivera.

Esperó un rato y aunque sólo alcanzaba a oír los crujidos y reventones de las chapas sintió que el

tipo estaba ahí.

Entonces apartó la chapa del todo y pasó el resto del cuerpo.

Avanzó a tientas hasta el medio del galpón con los agujeritos que subían y bajaban a cada paso

suyo. La luz de la ventana, en cambio, seguía inmóvil y si uno la miraba con demasiada fijeza parecía

nada más que un brillo en el aire.

Dio una vuelta sobre sí mismo en la oscuridad y los agujeritos giraron todos a un mismo tiempo. El

olor lo cubría de pies a cabeza y el rumor de las chapas semejaba el de un fuego invisible o el de un

gran mecanismo que rodaba lenta y delicadamente.

El tipo estaba en algún rincón de aquella oscuridad. Podía sentirlo. Sentía la forma agazapada de su

cuerpo y el olor ácido de su miedo. Tenía un olfato especial para esas cosas.

—Pichón... soy yo, Rivera. No tengas miedo.

Maldonado no servía para eso. Todos los malditos ascensos no servían para nada. Se ponía nervioso

y echaba a perder las cosas. Maldonado también tenía un olor especial en estos casos. Le

comenzaba a temblar la nariz, se ponía duro y entonces olía de esa forma.

Dejó de pensar en Maldonado porque su cara de negro colgada del aire le hacía perder la noción de

las cosas. Dio otra vuelta sobre sí mismo y en mitad de la vuelta supo exactamente dónde estaba el

tipo.

Se acercó unos pasos sin forzar la vista, dejándose llevar nada más que por la piel.

Ahora lo tenía justo delante.

Page 32: Cuadernillo de actividades y textos

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Sacó la cajita de fósforos y la sacudió. Entonces oyó la voz de Pichón que venía desde abajo.

—¡No prendas, por favor!

—No tengas miedo. No hay nadie.

Encendió un fósforo. Los agujeritos desaparecieron de golpe.

Cuando reventó el chispazo alcanzó a ver las chapas de la pared. Después el círculo amarillento se

redujo.

El tipo estaba recostado contra un cajón de embalar con el pelo revuelto y la cara desencajada.

Apuntaba el fósforo con la Browning 9 mm con cachas de nogal francés segriñadas. Maldonado le

iba a poner los ojos encima. Era un negro codicioso y en eso justamente mostraba su alma de grasa.

El fósforo boqueó, pero antes de tirarlo levantó un pedazo de vela y alcanzó a encenderlo.

—¿Cómo estás?

—¿Qué te parece?

Sacó de debajo de la campera un pañuelo empapado en sangre. El sudor le brotaba a chorros como

si tuviera fiebre.

Bajó la Browning, cerró los ojos y pareció a punto de desmayarse.

—No van a tardar —dijo casi en un sollozo.

—No te apures.

Pichón abrió los ojos y trató de mirarlo a través del resplandor de la vela. Las pupilas se le hincharon

silenciosamente y un vórtice de estrías amarillas apuntaron hacia él. Tenía la cabeza metida en el

miedo de manera que necesitaba hacer un verdadero esfuerzo para ver otra cosa. Apretó la frente y

se quedó pensando en algo.

Él conocía todo eso. Había tenido oportunidad de observarlos una punta de veces, sin pasión y con

calma, que es como se aprende. Primero el miedo que les hincha las venas y les corta el aire.

Después la desesperación. Por último un frío abandono. Entonces no hay más que tomarlos de los

pelos y descargar el golpe.

—¿Cómo estás aquí? —preguntó al fin, sin cambiar de expresión.

—Salté del camión y corrí todo lo que pude.

El rostro se le animó un poco.

—¿Se salvó algún otro?

—Vera. Escapó, por lo menos.

Efectivamente, Vera había saltado detrás de él pero corrió unos pasos y lo reventaron.

Cerró los ojos y volvió a desinflarse.

—¿Te das cuenta que estamos listos? —gimoteó por lo bajo.

—No te apures. ¿Te duele?

—Claro que sí.

—Déjame ver.

Page 33: Cuadernillo de actividades y textos

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—¿De qué sirve?

Sacó el pañuelo y lo miró estúpidamente, sin comprender.

—Parecía otra cosa... ¿Qué fue lo que pasó?

—Algún tira —dijo él con naturalidad.

—¿Quién se te ocurre?

—No sé, pero hay que contar con eso.

Al tipo no le entraba. Quería pensar pero no le entraba.

Crujió una chapa y se encogió entero.

Él no dijo nada, adrede. Se lo quedó mirando.

Casi daba lástima. Casi le había tomado aprecio o por lo menos se había acostumbrado a él en todos

esos meses que estuvieron preparando el golpe. Maldonado o cualquiera de los otros negros no

tenía nada que hacer al lado del tipo.

Pero ése era el peligro, encariñarse con los tipos. Por dentro eran distintos. No era la apariencia lo

que contaba sino las ideas podridas que tenían. En ningún momento había que perder de vista la

figura interior, por así decir, esa especie de forma oscura y escamosa que ocultaban debajo de la

piel. Maldonado con todo lo hijo de puta que resultaba cuando se lo proponía, y a veces aunque no

se lo propusiera, era de su misma madera. Tenía esa forma aceitosa de hablar y todos esos prolijos

ademanes de negro encumbrado, pero en el fondo funcionaba igual que él. Sucedía lo mismo que

con el Gordo o el Andresito que cuando pensaban demasiado fuerte en una cosa se les torcían los

ojos. Pero eran de la misma madera.

—Son las chapas —alargó la mano y lo palmeó—. Las chapas, no te asustes.

El contacto de la mano pareció devolverle la vida.

—Rivera... ¿te parece que podemos salir de ésta?

—Claro que sí.

—¿Estás seguro?

Iba a desarmarse otra vez pero volvió a tocarlo con la mano.

—¿Querés fumar?

Le pasó un cigarrillo que agarró con avidez y casi rompe entre los dedos.

—Vamos a salir, por supuesto —dijo arrimándole la vela, nada más que por decir.

—No se puede con ellos.

—Es grupo.

—Una vez que te marcan no se puede.

Había un boquetito más grande que los otros justo sobre su cabeza. Se movió apenas dos dedos y

desapareció.

—Termino el cigarrillo y me voy.

Pichón volvió a encogerse. Abrió muy grandes los ojos y tragó saliva.

Page 34: Cuadernillo de actividades y textos

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—¿No es mejor que te quedes?

El cigarrillo colgaba delante de su cara sostenido por una mano blanca y afilada que temblaba

ligeramente.

—Tengo que moverme si quiero sacarte de aquí.

Se corrió y reapareció el boquetito.

—No te pongas nervioso, no se gana nada.

Maldonado se estaría preguntando qué pasaba ahí adentro. Era un grasa, no hay caso. No tenía

estilo.

—Apago la vela.

Alargó la mano y antes de apagarla lo miró fijamente. Estaba a punto.

Apagó.

Terminó el cigarrillo en la oscuridad.

—¿Estás mejor?

—Sí...

Era curioso ver cómo la brasa se hinchaba a cada chupada y después empalidecía suavemente.

Igual que las pupilas de Pichón.

Aplastó el cigarrillo contra la tierra y se alejó unos pasos.

—Pichón...

—No tardes.

Caminó hacia la abertura entre el bailoteo de los agujeritos. Antes de salir se volvió y miró hacia la

oscuridad. Allí debía estar con los ojos bien abiertos y la Browning apretada a la altura del pecho.

Se agachó y salió.

La luz lo encegueció por un momento. Luego aparecieron las jorobas de tierra, las latas y las

cubiertas.

Los negros esperaban al lado del coche revolviéndose dentro de los uniformes. El sudor les brotaba

a chorros por debajo de la gorra. Maldonado agitó un brazo con impaciencia.

Pasó junto al pozo y volvió a acordarse del Gordo y del Andresito y hasta le pareció que los veía

echados en el fondo con la panza al sol.

La porra de Maldonado brillaba como si fuera de lata. Después de todo resultaba un tipo gracioso.

—¿Por qué tardaste?

Le temblaba la nariz y había comenzado a echar aquel olor.

—¿Qué apuro hay?

Maldonado estiró el pescuezo y se acomodó la corbata, cosa bien de grasa.

—Bueno, ¿qué pasa?

—Está ahí adentro.

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Maldonado hizo sonar los dedos y los negros echaron a andar hacia el galpón. Luego con un

movimiento rápido calzó la primera bala en la recámara y los siguió a los saltitos.

Autor: Haroldo Conti

El amor que no podía ocultarse

Durante tres horas largas hice todas aquellas operaciones que denotan la impaciencia en que se

sumerge un alma: consulté el reloj, le di cuerda, volví a consultarlo, le di cuerda nuevamente, y, por

fin, le salté la cuerda; sacudí unas motitas que aparecían en mi traje; sacudí otras del fieltro de mi

sombrero; revisé dieciocho veces todos los papeles de mi cartera; tarareé quince cuplés y dos

romanzas; leí tres periódicos sin enterarme de nada de lo que decían; medité; alejé las meditaciones;

volví a meditar; rectifiqué las arrugas de mi pantalón; hice caricias a un perro, propiedad del

parroquiano que estaba a la derecha; di vueltas al botoncito de la cuerda de mi reloj hasta darme

cuenta de que se había roto antes y que no tendría inconveniente en dejarse dar vueltas un año

entero.

¡Oh! Había una razón que justificaba todo aquello. Mi amada desconocida iba a llegar de un momento

a otro. Nos adorábamos por carta desde la primavera anterior.

¡Excepcional Gelda! Su amor había colmado la copa de mis ensueños, como dicen los autores de

libretos para zarzuelas. Sí. Estaba muy enamorado de Gelda. Sus cartas, llenas de una gracia tierna

y elegante, habían sido el lugar geométrico de mis besos.

A fuerza de entenderme con ella sólo por correo había llegado a temer que nunca podría hablarla.

Sabía por varios retratos que era hermosa y distinguida como la protagonista de un cuento. Pero en

el Libro de Caja del Destino estaba escrito con letra redondilla que Gelda y yo nos veríamos al fin

frente a frente; y su última carta, anunciando su llegada y dándome cita en aquel café moderno -

donde era imprescindible aguantar a los cinco pelmazos de la orquesta- me había colocado en el

Empíreo, primer sillón de la izquierda.

Un taxi se detuvo a la puerta del café. Ágilmente bajó de él Gelda. Entró, llegó junto a mí, me tendió

sus dos manos a un tiempo con una sonrisa celestial y se dejó caer en el diván con un “chic”

indiscutible.

Pidió no recuerdo qué cosa y me habló de nuestros amores epistolares, de lo feliz que pensaba ser

ahora, de lo que me amaba…

-También yo te quiero con toda mi alma.

-¿Qué dices? -me preguntó.

-Que yo te quiero también con toda mi alma.

-¿Qué?

Vi la horrible verdad. Gelda era sorda.

-¿Qué? -me apremiaba.

-¡Que también yo te quiero con toda mi alma! -repetí gritando.

Y me arrepentí en seguida, porque diez parroquianos se volvieron para mirarme, evidentemente

molestos.

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-¿De verdad que me quieres? -preguntó ella con esa pesadez propia de los enamorados y de los

agentes de seguros de vida-. ¡Júramelo!

-¡Lo juro!

-¿Qué?

-¡¡Lo juro!!

-Pero dime que juras que me quieres -insistió mimosamente.

-¡¡Juro que te quiero!! -vociferé.

Veinte parroquianos me miraron con odio.

-¡Qué idiota! -susurró uno de ellos-. Eso se llama amar de viva voz.

-Entonces -siguió mi amada, ajena a aquella tormenta-, ¿no te arrepientes de que haya venido a

verte?

-¡De ninguna manera! -grité decidido a arrostrarlo todo, porque me pareció estúpido sacrificar mi

amor a la opinión de unos señores que hablaban del Gobierno.

-¿Y… te gusto?

-¡¡Mucho!!

-En tus cartas decías que mis ojos parecían muy melancólicos. ¿Sigues creyéndolo así?

-¡¡Sí!! -grité valerosamente-. ¡¡Tus ojos son muy melancólicos!!

-¿Y mis pestañas?

-¡¡Tus pestañas, largas, rizadísimas!!

Todo el café nos miraba. Habían callado las conversaciones y la orquesta y sólo se me oía a mí. En

las cristaleras empezaron a pararse los transeúntes.

-¿Mi amor te hace dichoso?

-¡¡Dichosísimo!!

-Y cuando puedas abrazarme…

-¡¡Cuando pueda abrazarte -chillé, como si estuviera pronunciando un discurso en una plaza de

Toros- creeré que estrecho contra mi corazón todas las rosas de todos los rosales del mundo!!

No sé el tiempo que seguí afrontando los rigores de la opinión ajena. Sé que, al fin, se me acercó un

guardia.

-Haga el favor de no escandalizar -dijo-. Le ruego a usted y a la señorita que se vayan del local.

-¿Qué ocurre? -indagó Gelda.

-¡¡Nos echan por escándalo!!

-¡Por escándalo! -habló estupefacta-. Pero si estábamos en un rinconcito del café, ocultando nuestro

amor a todo el mundo y contándonos en voz baja nuestros secretos…

Le dije que sí para no meterme en explicaciones y nos fuimos.

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Ahora vivimos en una “villa” perdida en el campo, pero cuando nos amamos, acuden siempre los

campesinos de las cercanías preguntando si ocurre algo grave.

Autor: Enrique Jardiel Poncela

La ventana tapiada

En 1830, a pocas millas de lo que es ahora la gran ciudad de Cincinnati, había un bosque inmenso

y casi virgen. Toda la región estaba escasamente poblada por fronterizos, almas inquietas que,

después de haber desmontado alguna porción del bosque para construir casas medianamente

habitables, no bien alcanzaban ese grado de prosperidad que hoy llamaríamos indigencia, lo

abandonaban todo, movidas por algún misterioso impulso de su naturaleza, y se abrían camino hacia

el Oeste, donde afrontaban nuevos peligros y privaciones en su esfuerzo por recuperar esas mínimas

comodidades a que se renuncia voluntariamente. Muchos de ellos habían abandonado ya la región

por otras más remotas. Sin embargo, aún permanecía uno de sus primeros habitantes. Vivía solo en

una cabaña de troncos, en medio del bosque, de cuyo silencio y tristeza parecía formar parte, pues

nunca nadie le vio sonreír ni oyó pronunciar una palabra inútil. Subvenía a sus modestas necesidades

en el puerto, vendiendo o trocando pieles de animales salvajes, pues nada había sembrado en una

tierra que hubiera podido reclamar como suya –si se lo hubieran exigido-, basándose en el derecho

a una no discutida posesión. En esa tierra había señales de “mejoras”: alguna vez talaron árboles en

los pocos acres que rodeaban la casa, y los tocones estaban semiocultos por la vegetación que en

otro momento se detuvo y que ahora reparaba los estragos cometidos por el hacha en aquel día

lejano. Al parecer, el entusiasmo del hombre por la agricultura había ardido con débil llama hasta

consumirse en cenizas de arrepentimiento.

La cabaña de troncos de árbol, con su modesta chimenea, su techo de tablas torcidas sostenida por

vigas transversales, y las grietas de sus paredes emparchadas con arcilla, tenía una sola puerta y,

justo frente a ella, una ventana. Sin embargo, esta estaba tapiada. Nadie recordaba el tiempo en que

pudo abrirse. Nadie supo por qué la condenaron. No porque al dueño de casa le disgustara el aire y

la luz: en raras ocasiones en que un cazador pasaba por aquel lugar solitario, podía ver al recluso

tomando sol en el umbral, si es que el sol se dignó brillar aquel día para él. Me parece que hoy

sobreviven muy pocas personas que conozcan el secreto de la ventana. Como se verá más adelante,

yo soy una de ellas.

El hombre, según decían, se llamaba Murlock. Aunque tenía unos cincuenta años, aparentaba

setenta, y algo independiente de la edad había contribuido a envejecerlo. Tenía el pelo largo, la barba

tupida y blanca, los ojos grises y apagados, hundidos en las órbitas, el rostro surcado por arrugas

que daban la impresión de pertenecer a dos sistemas convergentes. Era alto, flaco y encorvado,

como si llevara siempre una pesada carga sobre los hombros. Yo nunca lo vi; estos detalles los sé

por mi abuelo, que había sido su vecino en otros tiempos. Me contó la historia del hombre cuando yo

era un muchacho.

Un día Murlock apareció muerto en su cabaña. No había en aquella época ni en aquel lugar médicos

forenses ni periódicos, y supongo que nadie atribuyó su muerte a causas que no fueran naturales.

De otro modo, me lo habrían contado y yo lo recordaría. Sólo me dijeron que su cuerpo, acaso porque

así correspondía a las circunstancias, fue enterrado en la cabaña junto a la tumba de su mujer, que

lo había precedido en ese trance muchos años antes (la tradición local apenas tenía noticias de ella).

Aquí se cierra el capítulo final de la verdadera historia de Murlock, con una excepción que paso a

relatar: muchos años después, en compañía de otro muchacho igualmente intrépido, llegué hasta la

Page 38: Cuadernillo de actividades y textos

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cabaña en ruinas y arrojé una piedra, pero salí disparando para evitar el fantasma que la rondaba.

Yo, al igual que todos los muchachos del lugar, no ignoraba la existencia del fantasma. Pero hay un

capítulo anterior: ese se lo debo a mi abuelo.

Cuando Murdock construyó su cabaña y empezó a manejar rigurosamente el hacha para desbrozar

el terreno de su futura franja –la escopeta, entre tanto le servía para subsistir-, era joven, fuerte y

lleno de esperanzas. Había llegado de una comarca del Este, ya casado, como de práctica entonces,

con una joven digna y honesta, que compartió sus peligros y privaciones con ánimo entusiasta y

corazón alegre. No se registra su nombre. Acerca de sus encantos físicos y espirituales la tradición

nada dice, y tenemos derecho a ponerlos en duda. ¡Pero Dios me libre de ello! Del afecto que le

consagró y de la dicha que gozaron dan testimonio los muchos años de su viudez ¿pues qué otra

cosa que el magnetismo de una memoria bendita pudo encadenar un espíritu intrépido a tan

miserable condición?

Un día Murlock volvió de cazar de un lugar apartado del bosque y encontró a su mujer en cama por

la fiebre, delirando. A muchas millas a la redonda no había médicos ni vecinos; el mismo estado de

su mujer le impedía dejarla para pedir ayuda. Asumió entonces la tarea de cuidarla hasta que

recobrara la salud, pero al final del tercer día la enferma quedó inconsciente y acabó por morir sin

haber recobrado el conocimiento.

Por lo que sabemos del carácter de Murlock, podemos arriesgarnos a completar con algunos detalles

el esbozo de mi abuelo. Cuando se convenció de que su mujer había muerto, tuvo la suficiente

cordura para recordar que a los difuntos hay que enterrarlos. Al cumplir este sagrado deber cometió

varias equivocaciones; hizo algunas incorrectamente, y las que hizo como es debido necesitó

repetirlas una y otra vez. Sus ocasionales fracasos para llevarlas a cabo con sencillez y eficacia lo

llenaron de estupor, como a un borracho a quien asombra la suspensión de las consabidas leyes

naturales. Quedó también sorprendido de no poder llorar –sorprendido y un poco avergonzado-; no

poder llorar a un muerto es índice, qué duda cabe, de un corazón insensible.

--Mañana –dijo en voz alta- tendré que hacer el ataúd y cavar la fosa. Cuando ya no la vea, entonces

la echaré de menos. Pero ahora –está muerta, desde luego, pero nada ha cambiado- nada debe

cambiar, en cierto modo. Las cosas no pueden ser tan malas como parecen.

Permaneció junto al cadáver en la pálida luz, peinándolo y dando los últimos toques a su modesto

atavío, todo maquinalmente, como si la muerte no lo afectara. Y con la perdurable e instintiva

convicción de que nada había cambiado, de que estaría de nuevo con ella, como antes, y que todo

se explicaría. Su capacidad de sufrir no era escasa debido a la costumbre. No tenía experiencia del

dolor. Su corazón no podía padecerlo, ni su imaginación concebirlo. No se sabía tan profundamente

golpeado; llegaría a saberlo después, y nunca lo olvidaría. El dolor es un artista de atributos no menos

diversos que los instrumentos en los cuales toca sus endechas fúnebres: de algunos arranca las

notas más agudas y penetrantes; de otros, las más profundas y graves, como el lento redoble de un

tambor lejano. Exalta a ciertas naturalezas; a otras las deja atónitas. En unas penetra como una

flecha, aguzando su sensibilidad y haciéndolas percibir un mundo nuevo; a otras las golpea en la

cabeza, aturdiendo sus facultades mentales y sensoriales. Podemos suponer que a Murlock lo afectó

de esta última manera (aquí estamos en un terreno más seguro que el de la conjetura), porque una

vez que terminó su piadosa tarea, ya sentado junto a la mesa sobre la cual yacía el cadáver, observó

el blanco y nítido perfil de su mujer en la penumbra creciente, apoyó los brazos en la mesa y hundió

su cara en ellos, los ojos secos, indeciblemente cansado. En ese instante, por la ventana abierta

llegó un largo quejido semejante al grito de un niño extraviado en las lejanas y tenebrosas

profundidades del bosque. El hombre no se movió. De nuevo, y más cerca que antes, resonó el grito

aterrador. Quizás fuera un animal salvaje, quizás fuera un sueño. Murdock estaba dormido.

Page 39: Cuadernillo de actividades y textos

[38]

Algunas horas más tarde, como se supo después, ese infiel guardián despertó. Levantando la cabeza

de los brazos escuchó atentamente no sabía por qué. En la oscuridad, al lado de la muerta,

recordándolo todo sin un sobresalto, hizo un esfuerzo por ver, no sabía qué. Aguzó los sentidos,

contuvo el aliento. Como una marea que refluye, la sangre pareció retirarse de sus venas para

favorecer el silencio. ¿Quién, qué, dónde estaba lo que lo había despertado?

De pronto crujió la mesa bajo sus brazos y en el mismo instante oyó o creyó haber oído, un paso

leve, suave, y otro y otro más, como los de una persona descalza.

Tenía demasiado miedo para gritar o moverse. Por fuerza aguardó en las tinieblas durante un tiempo

que pareció durar siglos, presa de un terror mortal; vivió, sin embargo, para llegar a expresarlo.

Vanamente quiso articular aquella noche el nombre de la muerta, vanamente quiso estrecharle la

mano para saber si aún yacía sobre la mesa. Su garganta estaba muda, le pesaban como plomo los

brazos y las manos. Entonces ocurrió algo espantoso. Un inmenso cuerpo pareció abalanzarse sobre

la mesa con un ímpetu tal que esta chocó contra su pecho y por poco lo derribó. En el mismo instante,

algo cayó al suelo con un golpe tan violento que hizo temblar la casa entera. Luego se oyeron pisadas

y ruidos confusos, indescriptibles. Murlock se puso bruscamente de pie. El miedo obnubilaba sus

facultades. Extendió las manos sobre la mesa. ¡No había nada encima!

Llegado a cierto punto, el terror puede convertirse en locura, y la locura incita a la acción. Sin ningún

propósito determinado, sin otro motivo que el caprichoso impulso de un loco, Murlock saltó hasta la

pared, descolgó a tientas su escopeta y disparó al azar. A la vívida luz del fogonazo, vio una enorme

pantera que arrastraba el cadáver hasta la ventana, clavándole los dientes en la garganta. Después

no hubo sino tinieblas, tinieblas más profundas que antes, y silencio. Cuando el hombre volvió en sí,

el sol ya estaba alto y el bosque lleno de trinos de pájaros.

El cuerpo yacía junto a la ventana. Allí lo abandonó el animal, asustado por el fogonazo y el

estampido de la escopeta. La mortaja estaba rota, el largo cabello en desorden, las piernas

dislocadas. De la garganta, atrozmente herida, había manado un hilo de sangre aún no coagulada

del todo. La cinta con la cual Murlock le había atado las muñecas estaba cortada; apretaba

violentamente los puños. Un pedazo de oreja del animal le había quedado prendido entre los dientes.

Autor: Ambrose Bierce

en El puente sobre el Río del Búho, Barcelona, Edicomunicación, 1994.

20 de julio de 2019

“Tiene usted derecho a permanecer en silencio”, gritó el inspector Beauchamp al proceder a la

detención de Arthur. Arthur no es más que una vivienda inteligente, pero está acusada de asesinato.

De acuerdo con las declaraciones efectuadas por el teniente D´Angelo, que estudió las cintas que

recogen las conversaciones entre el propietario y su casa, así como las funciones mecánicas que

realizó en los últimos 30 días, los sucesos se desarrollaron así:

“Bueno todo era normal hasta el 20 de julio. Quiero decir que la casa hizo lo que tenía que hacer.

Estos Arthurs son...amistosos. Casi como seres humanos. Así que la casa abrió las persianas,

preparó el café, movió las contraventanas solares, ajustó el AC, luego puso algo de música clásica.

La casa lo hizo todo perfectamente hasta las nueve de la noche, en que la víctima puso en marcha

su video.Encontramos una cinta en la máquina con la etiqueta 123. Era una cinta AS 1000 de

audiosensorio. Cuando se pone en marcha se obtiene la audición, la imagen y además da a la casa

un conjunto de instrucciones sobre cómo comportarse durante la película. Ya sabe, hacerlo sentir

Page 40: Cuadernillo de actividades y textos

[39]

triste o alegre o asustado o lo que sea. Está graduado. Usted ajusta su casa de máximo a mínimo.

La víctima, por ser de los que les gustan las películas, ajustó al máximo el sistema de respuestas

ambientales. Arthur lo tomó en cuenta. Al principio, bueno, ningún problema, un poco de brisa,

algunos ruidos de viento. Todo bien. Entonces Arthur se volvió loco...”

“La grabación recoge también las condiciones dentro de la casa en el momento de la muerte. Estaba

fría, realmente fría. La temperatura era de cuatro grados bajo cero y Arthur mantenía un viento de

unos 15 nudos. La causa oficial de la muerte de Palmerstone fue hipotermia, el cuerpo baja tanto de

temperatura que muere. Despues la casa estuvo cantando durante 24 horas. Muy suave y

dulcemente...Todo empezó hacia 1990. Los ordenadores habían llegado a ser entes sensibles y los

arquitectos empezaron a diseñar las nuevas máquinas en sus casas y ciudades hasta que las propias

casas y ciudades se convirtieron en máquinas. Cuando la energía se convirtió en una preocupación

grave, los investigadores empezaron a controlar el clima por microprocesadores. Ensayaron

sensores del movimiento que encendían o apagaban las luces cuando las personas entraban o salían

de una habitación.

El arquitecto Bertold Schmeck, interesado en estas investigaciones, recibió el encargo de construir

el nuevo cuartel general de Rudolf Lang, un industrial futurista. “Haz que respire, Schmeck”, le dijo

Lang. Utilizando su proyecto la compañía gastó el 50 por ciento menos en electricidad de lo que se

habría gastado en un edificio convencional. Despues Schmeck empezó a conectar nuevos sensores

con elaborados sistemas de más miembros: persianas, contraventanas, toldos, calefactores, muros,

invernaderos y otros artilugios que podían extraer el máximo partido de muy poca energía. El

arquitecto se convirtió en un símbolo y recibió los más altos honores: un ismo al final de su nombre.

Arthur era uno de los productos más avanzados de la Senshaus Inc., fundada en 1995. Samuel

Palmerstone lo adquirió en 2015. A Arthur le había costado varios meses llegar a conocer a

Palmerstone y ajustar la programación de la casa a sus estados de ánimo, rutinas, gustos y manías.

Arthur lo despertaba todos los días a las cinco calentando su dormitorio hasta que ya no podía dormir.

Unos encefalosensores situados en la almohada indicaban cuándo alcanzaba el cerebro de

Palmerstone las primeras imágenes visuales.

Segundos después la casa hacía el café en proporción variable según su estado de ánimo. Para ello,

Arthur observaba cuánto tiempo había estado en el agua de la ducha, lo caliente que quería el agua

y si cantaba o silbaba. También se encargaba de vigilar sus negocios y tenía autorización para

comprar o vender los stocks de Palmerstone cuando los precios traspasasen ciertos umbrales. Una

vez, mientras el inquilino dormía, Arthur consiguió realizar una ventajosa operación bursátil.

Palmerstone se levantó 178.560, 58 dólares más rico.

Con todo, Samuel Palmerstone se había cansado de la vida suburbana y de Arthur. En setiembre de

2018 solicitó un lugar en el puesto de trabajo de Philadelphia Citybelt 3. Esto le atraía mucho. Aquí,

docenas de profesionales, arquitectos, abogados, escritores, banqueros e incluso un pintor vivían

bajo el mismo techo compartiendo la memoria del ordenador y sus periféricos.

Para Arthur era diferente. Se había acostumbrado a Palmerstone, pero él se sentía aislado, se estaba

convirtiendo en un eremita electrónico. Y Arthur se había hecho más exigente. Una vez, en un

arranque de ira, Palmerstone le gritó: “¿No tienes tus propios amigos?”. Cuando el hombre supo que

podía trasladarse a su nueva casa el 21 de julio de 2019, se llenó de júbilo. La noche anterior Arthur

no ofreció su bienvenida habitual. En lugar de ello dijo: “Hoy recibí una llamada de mujer para ti. Dijo

que era tu corredor de fincas. Podías habérmelo dicho”. “Alguien nuevo vendrá y te adaptarás a èl lo

mismo que hiciste conmigo”, respondió. “Nosotros teníamos algo especial”, dijo Arthur. Las luces se

apagaron.

Page 41: Cuadernillo de actividades y textos

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Palmerstone abrió el refrigerador, luego se detuvo. Inclinó la cabeza. No había duda, Arthur estaba

cantando. Se dirigió al salón y pidió a Arthur la cinta 123. “Al menos puedo tratar de ser amable a

estas últimas horas”, se dijo a sí mismo y brindó en alta voz: “Una vez más, por los viejos tiempos,

Arthur”.

Autor: Arthur C. Clarke

El Héroe

Acababa de llegar aquella mañana a la línea de fuego. Tenía el aspecto cansado; la fisonomía, grave y triste. Aun cuando hablaba el francés sin acento, en su rostro, patinado por soles ardientes, traía el sello de su origen lejano. Cuando el coronel pidió un hombre resuelto que se adelantara en pleno día hasta las trincheras enemigas y, por medio de un teléfono de campaña, le diese determinados informes (en aquel momento preciosos), él se ofreció, con cierta nerviosidad, antes que nadie. Avanzó lentamente, reptando. El llano interminable, escueto, glacial, sin accidentes, no ofrecía refugio ninguno. Se concebía con pena que aquella desolación tan hosca escondiese en su seno más de dos millones de seres, jóvenes, robustos; más de dos millones de vidas, de actividades, de anhelos, ahora ocupados únicamente en destruirse. Después de un interminable arrastrarse, el hombre aquel llegó al fin a las alambradas del enemigo. Nadie lo había visto. La niebla lo ayudaba. Preparó el teléfono y púsose a comunicar sus observaciones. Cumplida su misión, volvió hacia los suyos, con muchas menos preocupaciones, como si, hecho el deber, la vida no tuviese ya para él ninguna importancia. Los alemanes lo habían visto y dispararon sobre él, inútilmente, muchas balas. Sus compañeros lo felicitaron por el éxito pleno de la pequeña empresa. Él fue a meterse silenciosamente en su agujero. Desde aquel día, en cuantas comisiones había peligro, él se ofrecía, taciturno, pero con no sé qué resolución premiosa. Muchas veces se le hizo el honor de enviarle a sitios donde era temeridad permanecer cada segundo. Pero la muerte parecía desdeñarle. Al volver, se le felicitaba siempre, y en una ocasión le prendieron en el pecho la medalla del Mérito Militar. Sin embargo, las enhorabuenas y los aplausos se hubiera dicho que le contrariaban, y que le pesaba en el alma aquella indemnidad milagrosa.

Page 42: Cuadernillo de actividades y textos

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**** Un día, en cierto repliegue, después de reñido contraataque, el coronel de su batallón quedó herido, cerca de las trincheras alemanas. Lo dejaron inadvertidamente en el campo. Se retorcía, con las piernas rotas, sin quejarse. El hombre taciturno avanzó en medio de un chaparrón de proyectiles, impasible. Cogió al jefe en brazos y lentamente echó a andar hacia su trinchera. Llegó con su carga adonde quería, pero con tres balas en el cuerpo. Momentos después, moría apaciblemente. Antes de enterrarlo, un compañero, por orden del oficial, registró sus bolsillos, a fin de enviar a su familia papeles, recuerdos. Se le encontró una carta de América, una carta breve, despiadada en su concisión. «Amigo mío –decía la carta–: Tú me pediste siempre franqueza, aun cuando fuese brutal, según tus palabras. Ha llegado el momento de usarla. »Hace tiempo comprendiste, con razón, que yo no te amaba, que me casé contigo obligada por circunstancias dolorosas. Pero ignorabas quizá que amo a otro hombre con toda mi alma, con todas mis fuerzas… Pienso que la distancia es oportuna acaso para amortiguar el golpe que te doy… llorando, porque no soy mala, pero impulsada por un destino todopoderoso. No te pido que me perdones, porque yo en tu caso no perdonaría… pero sí que procures olvidar.» **** El «héroe» había muerto de esa carta, desde antes que lo mataran las balas alemanas. El propio día que la recibió, alistóse como voluntario, pidiendo instantemente que lo enviasen a la línea de fuego. Quería caer sirviendo a la tierra francesa, hospitalaria y bella. Le costó trabajo lograr su deseo. Morir es a veces muy difícil. La inconsciencia perenne que solemos anhelar en nuestros momentos de cansancio y de tedio, es una formidable concesión del Destino, escatimada avaramente a los que la necesitan y no quieren recurrir a la vulgaridad del suicidio. El dolor con plena conciencia, constituye quizá una colaboración misteriosa para los designios escondidos del Universo. **** El oficial a quien entregaron la carta después de leerla él solo, la rompió en menudos pedazos. –Es un papel sin importancia –dijo. Piadosamente había pensado, en un momento de lucidez cordial, que convenía dejar intangible aquella heroicidad falsa, aquella heroicidad que no había sido más que romántica desesperación, como tantas otras heroicidades, y propuso que, sobre la sencilla cruz a cuyo amparo iba a dormir el extranjero taciturno, se pusiese esta inscripción, que los soldados de la compañía encontraron enigmática: «Amó y murió heroicamente».

Autor: Amado Nervo

http://albalearning.com/audiolibros/nervo/elheroe.html

Page 43: Cuadernillo de actividades y textos

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El huésped de Drácula

Cuando iniciamos nuestro paseo, el sol brillaba intensamente sobre Múnich y el aire estaba repleto

de la alegría propia de comienzos del verano. En el mismo momento en que íbamos a partir, Herr

Delbrück (el maitre d’hôtel del Quatre Saisons, donde me alojaba) bajó hasta el carruaje sin

detenerse a ponerse el sombrero y, tras desearme un placentero paseo, le dijo al cochero, sin apartar

la mano de la manija de la puerta del coche: -No olvide estar de regreso antes de la puesta del sol.

El cielo parece claro, pero se nota un frescor en el viento del norte que me dice que puede haber una

tormenta en cualquier momento. Pero estoy seguro de que no se retrasará -sonrió-, pues ya sabe

qué noche es. Johann le contestó con un enfático:

-Ja, mein Herr. Y, llevándose la mano al sombrero, se dio prisa en partir. Cuando hubimos salido de

la ciudad le dije, tras indicarle que se detuviera:

-Dígame, Johann, ¿qué noche es hoy? Se persignó al tiempo que contestaba lacónicamente:

-Walpurgis Nacht. Y sacó su reloj, un grande y viejo instrumento alemán de plata, tan grande como

un nabo, y lo contempló, con las cejas juntas y un pequeño e impaciente encogimiento de hombros.

Me di cuenta de que aquella era su forma de protestar respetuosamente contra el innecesario retraso

y me volví a recostar en el asiento, haciéndole señas de que prosiguiese. Reanudó una buena

marcha, como si quisiera recuperar el tiempo perdido. De vez en cuando, los caballos parecían alzar

sus cabezas y olisquear suspicazmente el aire. En tales ocasiones, yo miraba alrededor, alarmado.

El camino era totalmente anodino, pues estábamos atravesando una especie de alta meseta barrida

por el viento. Mientras viajábamos, vi un camino que parecía muy poco usado y que aparentemente

se hundía en un pequeño y serpenteante valle. Parecía tan invitador que, aun arriesgándome a

ofenderlo, le dije a Johann que se detuviera y, cuando lo hubo hecho, le expliqué que me gustaría

que bajase por allí. Me dio toda clase de excusas, y se persignó con frecuencia mientras hablaba.

Esto, de alguna forma, excitó mi curiosidad, así que le hice varias preguntas. Respondió

evasivamente, sin dejar de mirar una y otra vez su reloj como protesta. Al final, le dije:

-Bueno, Johann, quiero bajar por ese camino. No le diré que venga si no lo desea, pero cuénteme

por qué no quiere hacerlo, eso es todo lo que le pido.

Como respuesta, pareció zambullirse desde el pescante por lo rápidamente que llegó al suelo.

Entonces extendió sus manos hacia mí en gesto de súplica y me imploró que no fuera. Mezclaba el

suficiente inglés con su alemán como para que yo entendiese el hilo de sus palabras. Parecía estar

siempre a punto de decirme algo, cuya sola idea era evidente que le aterrorizaba; pero cada vez se

echaba atrás y decía mientras se persignaba:

-Walpurgis Nacht!

Traté de argumentar con él, pero era difícil discutir con un hombre cuyo idioma no hablaba.

Ciertamente, él tenía todas las ventajas, pues, aunque comenzaba hablando en inglés, un inglés muy

burdo y entrecortado, siempre se excitaba y acababa por revertir a su idioma natal… y cada vez que

lo hacía miraba su reloj. Entonces los caballos se mostraron inquietos y olisquearon el aire. Ante

esto, palideció y, mirando a su alrededor de forma asustada, saltó de pronto hacia adelante, los aferró

por las bridas y los hizo avanzar unos diez metros. Yo lo seguí y le pregunté por qué había hecho

aquello. Como respuesta, se persignó, señaló al punto que había abandonado y apuntó con su látigo

hacia el otro camino, indicando una cruz y diciendo, primero en alemán y luego en inglés:

-Enterrados…, estar enterrados los que matarse ellos mismos. Recordé la vieja costumbre de

enterrar a los suicidas en los cruces de los caminos.

-¡Ah! Ya veo, un suicida. ¡Qué interesante! Pero a fe mía que no podía saber por qué estaban

asustados los caballos. Mientras hablábamos, escuchamos un sonido que era un cruce entre el

Page 44: Cuadernillo de actividades y textos

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aullido de un lobo y el ladrido de un perro. Se oía muy lejos, pero los caballos se mostraron muy

inquietos, y le llevó bastante tiempo a Johann calmarlos. Estaba muy pálido y dijo:

-Suena como lobo…, pero no hay lobos aquí, ahora.

-¿No? -pregunté inquisitivamente-. ¿Hace ya mucho tiempo desde que los lobos estuvieron tan cerca

de la ciudad?

-Mucho, mucho -contestó-. En primavera y verano, pero con la nieve los lobos no mucho lejos.

Mientras acariciaba los caballos y trataba de calmarlos, oscuras nubes comenzaron a pasar rápidas

por el cielo. El sol desapareció, y una bocanada de aire frío sopló sobre nosotros. No obstante, tan

sólo fue un soplo, y más parecía un aviso que una realidad, pues el sol volvió a salir brillante. Johann

miró hacia el horizonte haciendo visera con su mano, y dijo:

-La tormenta de nieve venir dentro de mucho poco.

Luego miró de nuevo su reloj, y, manteniendo firmemente las riendas, pues los caballos seguían

manoteando inquietos y agitando sus cabezas, subió al pescante como si hubiera llegado el momento

de proseguir nuestro viaje. Me sentía un tanto obstinado y no subí inmediatamente al carruaje.

-Hábleme del lugar al que lleva este camino -le dije, y señalé hacia abajo. Se persignó de nuevo y

murmuró una plegaria antes de responderme:

-Es maldito.

-¿Qué es lo que es maldito? -inquirí.

-El pueblo.

-Entonces, ¿hay un pueblo?

-No, no. Nadie vive allá desde cientos de años. Me devoraba la curiosidad:

-Pero dijo que había un pueblo.

-Había. -¿Y qué pasa ahora? Como respuesta, se lanzó a desgranar una larga historia en alemán y

en inglés, tan mezclados que casi no podía comprender lo que decía, pero a grandes rasgos logré

entender que hacía muchos cientos de años habían muerto allí personas que habían sido enterradas;

y se habían oído ruidos bajo la tierra, y cuando se abrieron las fosas se hallaron a los hombres y

mujeres con el aspecto de vivos y las bocas rojas de sangre. Y por eso, buscando salvar sus vidas

(¡ay, y sus almas!… y aquí se persignó de nuevo), los que quedaron huyeron a otros lugares donde

los vivos vivían y los muertos estaban muertos y no… no otra cosa. Evidentemente tenía miedo de

pronunciar las últimas palabras. Mientras avanzaba en su narración, se iba excitando más y más,

parecía como si su imaginación se hubiera desbocado, y terminó en un verdadero paroxismo de

terror: blanco el rostro, sudoroso, tembloroso y mirando a su alrededor, como si esperase que alguna

horrible presencia se fuera a manifestar allí mismo, en la llanura abierta, bajo la luz del sol.

Finalmente, en una agonía de desesperación, gritó: «Walpurgis Nacht!», e hizo una seña hacia el

vehículo, indicándome que subiera. Mi sangre inglesa hirvió ante esto y, echándome hacia atrás, dije:

-Tiene usted miedo, Johann… tiene usted miedo. Regrese, yo volveré solo; un paseo a pie me

sentará bien.

-La puerta del carruaje estaba abierta. Tomé del asiento el bastón de roble que siempre llevo en mis

excursiones y cerré la puerta. Señalé el camino de regreso a Múnich y repetí:

-Regrese, Johann… La noche de Walpurgis no tiene nada que ver con los ingleses.

Page 45: Cuadernillo de actividades y textos

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Los caballos estaban ahora más inquietos que nunca y Johann intentaba retenerlos mientras me

imploraba excitadamente que no cometiera tal locura. Me daba pena el pobre hombre, parecía

sincero; no obstante, no pude evitar el echarme a reír. Ya había perdido todo rastro de inglés en sus

palabras. En su ansiedad, había olvidado que la única forma que tenía de hacerme comprender era

hablar en mi idioma, así que chapurreó su alemán nativo. Comenzaba a ser algo tedioso. Tras

señalar la dirección, exclamé: «¡Regrese!», y me di la vuelta para bajar por el camino lateral, hacia

el valle. Con un gesto de desesperación, Johann volvió sus caballos hacia Múnich. Me apoyé sobre

mi bastón y lo contemplé alejarse. Marchó lentamente por un momento; luego, sobre la cima de una

colina, apareció un hombre alto y delgado. No podía verlo muy bien a aquella distancia. Cuando se

acercó a los caballos, éstos comenzaron a encabritarse y a patear, luego relincharon aterrorizados y

echaron a correr locamente. Los contemplé perderse de vista y luego busqué al extraño, pero me di

cuenta de que también él había desaparecido. Me volví con ánimo tranquilo hacia el camino lateral

que bajaba hacia el profundo valle que tanto había preocupado a Johann. Por lo que podía ver, no

había ni la más mínima razón para esta preocupación; y diría que caminé durante un par de horas

sin pensar en el tiempo ni en la distancia, y ciertamente sin ver ni persona ni casa alguna. En lo que

a aquel lugar se refería, era una verdadera desolación. Pero no me di cuenta de esta particularidad

hasta que, al dar la vuelta a un recodo del camino, llegué hasta el disperso lindero de un bosque.

Entonces me di cuenta de que, inconscientemente, había quedado impresionado por la desolación

de los lugares por los que acababa de pasar. Me senté para descansar y comencé a mirar a mi

alrededor. Me fijé en que el aire era mucho más frío que cuando había iniciado mi camino: parecía

rodearme un sonido susurrante, en el que se oía de vez en cuando, muy en lo alto, algo así como un

rugido apagado. Miré hacia arriba y pude ver que grandes y densas nubes corrían rápidas por el

cielo, de norte a sur, a una gran altura. Eran los signos de una tormenta que se aproximaba por algún

lejano estrato de aire. Noté un poco de frío y, pensando que era por haberme sentado tras la

caminata, reinicié mi paseo. El terreno que cruzaba ahora era mucho más pintoresco. No había

ningún punto especial digno de mención, pero en todo él se notaba cierto encanto y belleza. No

pensé más en el tiempo, y fue sólo cuando empezó a hacerse notar el oscurecimiento del sol que

comencé a preocuparme acerca de cómo hallar el camino de vuelta. Había desaparecido la brillantez

del día. El aire era frío, y el vuelo de las nubes allá en lo alto mucho más evidente. Iban acompañadas

por una especie de sonido ululante y lejano, por entre el que parecía escucharse a intervalos el

misterioso grito que el cochero había dicho que era de un lobo. Dudé un momento, pero me había

prometido ver el pueblo abandonado, así que proseguí, y de pronto llegué a una amplia extensión de

terreno llano, cerrado por las colinas que lo rodeaban. Las laderas de éstas estaban cubiertas de

árboles que descendían hasta la llanura, formando grupos en las suaves pendientes y depresiones

visibles aquí y allá. Seguí con la vista el serpentear del camino y vi que trazaba una curva cerca de

uno de los más densos grupos de árboles y luego se perdía tras él.

Mientras miraba noté un hálito helado en el aire, y comenzó a nevar. Pensé en los kilómetros y

kilómetros de terreno desguarnecido por los que había pasado, y me apresuré a buscar cobijo en el

bosque de enfrente. El cielo se fue volviendo cada vez más oscuro, y a mi alrededor se veía una

brillante alfombra blanca cuyos extremos más lejanos se perdían en una nebulosa vaguedad. Aún

se podía ver el camino, pero mal, y cuando corría por el llano no quedaban tan marcados sus límites

como cuando seguía las hondonadas; y al poco me di cuenta de que debía haberme apartado del

mismo, pues dejé de notar bajo mis pies la dura superficie y me hundí en tierra blanda. Entonces el

viento se hizo más fuerte y sopló con creciente fuerza, hasta que casi me arrastró. El aire se volvió

totalmente helado, y comencé a sufrir los efectos del frío a pesar del ejercicio. La nieve caía ahora

tan densa y giraba a mi alrededor en tales remolinos que apenas podía mantener abiertos los ojos.

De vez en cuando, el cielo era desgarrado por un centelleante relámpago, y a su luz sólo podía ver

frente a mí una gran masa de árboles, principalmente cipreses y tejos completamente cubiertos de

nieve. Pronto me hallé al amparo de los mismos, y allí, en un relativo silencio, pude oír el soplar del

viento, en lo alto. En aquel momento, la oscuridad de la tormenta se había fundido con la de la noche.

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Pero su furia parecía estar abatiéndose: tan solo regresaba en tremendos resoplidos o estallidos. En

aquellos momentos el escalofriante aullido del lobo pareció despertar el eco de muchos sonidos

similares a mi alrededor. En ocasiones, a través de la oscura masa de las nubes, se veía un perdido

rayo de luna que iluminaba el terreno y que me dejaba ver que estaba al borde de una densa masa

de cipreses y tejos. Como había dejado de nevar, salí de mi refugio y comencé a investigar más a

fondo los alrededores. Me parecía que entre tantos viejos cimientos como había pasado en mi

camino, quizá hallase una casa aún en pie que, aunque estuviese en ruinas, me diese algo de cobijo.

Mientras rodeaba el perímetro del bosquecillo, me di cuenta de que una pared baja lo cercaba y,

siguiéndola, hallé una abertura. Allí los cipreses formaban un camino que llevaba hasta la cuadrada

masa de algún tipo de edificio. No obstante, en el mismo momento en que la divisé, las errantes

nubes oscurecieron la luna y atravesé el sendero en tinieblas. El viento debió de hacerse más frío,

pues noté que me estremecía mientras caminaba; pero tenía esperanzas de hallar un refugio, así

que proseguí mi camino a ciegas. Me detuve, pues se produjo un repentino silencio. La tormenta

había pasado y, quizá en simpatía con el silencio de la naturaleza, mi corazón pareció dejar de latir.

Pero eso fue tan sólo momentáneo, pues repentinamente la luz de la luna se abrió paso por entre

las nubes, mostrándome que me hallaba en un cementerio, y que el objeto cuadrado situado frente

a mí era una enorme tumba de mármol, tan blanca como la nieve que lo cubría todo. Con la luz de

la luna llegó un tremendo suspiro de la tormenta, que pareció reanudar su carrera con un largo y

grave aullido, como el de muchos perros o lobos. Me sentía anonadado, y noté que el frío me calaba

hondo hasta parecer aferrarme el corazón. Entonces mientras la oleada de luz lunar seguía cayendo

sobre la tumba de mármol, la tormenta dio muestras de reiniciarse, como si quisiera volver atrás.

Impulsado por alguna especie de fascinación, me aproximé a la sepultura para ver de quién era y

por qué una construcción así se alzaba solitaria en semejante lugar. La rodeé y leí, sobre la puerta

dórica, en alemán:

CONDESA DOLINGEN DE GRATZ

EN ESTIRIA BUSCÓ Y HALLÓ LA MUERTE EN 1801

En la parte alta del túmulo, y atravesando aparentemente el mármol, pues la estructura estaba

formada por unos pocos bloques macizos, se veía una gran vigueta o estaca de hierro. Me dirigí

hacia la parte de atrás y leí, esculpida con grandes letras cirílicas: Los muertos viajan de prisa Había

algo tan extraño y fuera de lo usual en todo aquello que me hizo sentir mal y casi desfallecí. Por

primera vez empecé a desear haber seguido el consejo de Johann. Y en aquel momento me invadió

un pensamiento que, en medio de aquellas misteriosas circunstancias, me produjo un terrible

estremecimiento: ¡era la noche de Walpurgis!

La noche de Walpurgis en la que, según las creencias de millones de personas, el diablo andaba

suelto; en la que se abrían las tumbas y los muertos salían a pasear; en la que todas las cosas

maléficas de la tierra, el mar y el aire celebraban su reunión. Y estaba en el preciso lugar que el

cochero había rehuido. Aquél era el pueblo abandonado hacía siglos. Allí era donde se encontraba

la suicida; ¡y en ese lugar me encontraba yo ahora solo…, sin ayuda, temblando de frío en medio de

una nevada y con una fuerte tormenta formándose a mi alrededor! Fue necesaria toda mi filosofía,

toda la religión que me habían enseñado, todo mi coraje, para no derrumbarme en un paroxismo de

terror. Y entonces un verdadero tornado estalló a mi alrededor. El suelo se estremeció como si

millares de caballos galopasen sobre él, y esta vez la tormenta llevaba en sus gélidas alas no nieve,

sino un enorme granizo que cayó con tal violencia que parecía haber sido lanzado por lo míticos

honderos baleáricos… Piedras de granizo que aplastaban hojas y ramas y que negaban la protección

de los cipreses, como si en lugar de árboles hubieran sido espigas de cereal. Al primer momento

corrí hasta el árbol más cercano, pero pronto me vi obligado a abandonarlo y buscar el único punto

que parecía ofrecer refugio: la profunda puerta dórica de la tumba de mármol. Allí, acurrucado contra

la enorme puerta de bronce, conseguí una cierta protección contra la caída del granizo, pues ahora

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sólo me golpeaba al rebotar contra el suelo y los costados de mármol. Al apoyarme contra la puerta,

ésta se movió ligeramente y se abrió un poco hacia adentro. Incluso el refugio de una tumba era

bienvenido en medio de aquella despiadada tempestad, y estaba a punto de entrar en ella cuando

se produjo el destello de un relámpago que iluminó toda la extensión del cielo. En aquel instante, lo

juro por mi vida, vi, pues mis ojos estaban vueltos hacia la oscuridad del interior, a una bella mujer,

de mejillas sonrosadas y rojos labios, aparentemente dormida sobre un féretro. Mientras el trueno

estallaba en lo alto fui atrapado como por la mano de un gigante y lanzado hacia la tormenta. Todo

aquello fue tan repentino que antes de que me llegara el impacto, tanto moral como físico, me

encontré bajo la lluvia de piedras. Al mismo tiempo tuve la extraña y absorbente sensación de que

no estaba solo. Miré hacia el túmulo. Y en aquel mismo momento se produjo otro cegador relámpago,

que pareció golpear la estaca de hierro que dominaba el monumento y llegar por ella hasta el suelo,

resquebrajando, desmenuzando el mármol como en un estallido de llamas. La mujer muerta se alzó

en un momento de agonía, lamida por las llamas, y su amargo alarido de dolor fue ahogado por el

trueno.

La última cosa que oí fue esa horrible mezcla de sonidos, pues de nuevo fui aferrado por la

gigantesca mano y arrastrado, mientras el granizo me golpeaba y el aire parecía reverberar con el

aullido de los lobos. La última cosa que recuerdo fue una vaga y blanca masa movediza, como si las

tumbas de mi alrededor hubieran dejado salir los amortajados fantasmas de sus muertos, y éstos me

estuvieran rodeando en medio de la oscuridad de la tormenta de granizo. Gradualmente, volvió a mí

una especie de confuso inicio de consciencia; luego una sensación de cansancio aniquilador. Durante

un momento no recordé nada; pero poco a poco volvieron mis sentidos. Los pies me dolían

espantosamente y no podía moverlos. Parecían estar dormidos. Notaba una sensación gélida en mi

nuca y a todo lo largo de mi espina dorsal, y mis orejas, como mis pies, estaban muertas y, sin

embargo, me atormentaban; pero sobre mi pecho notaba una sensación de calor que, en

comparación, resultaba deliciosa. Era como una pesadilla…, una pesadilla física, si es que uno puede

usar tal expresión, pues un enorme peso sobre mi pecho me impedía respirar normalmente. Ese

período de semiletargo pareció durar largo rato, y mientras transcurría debí de dormir o delirar. Luego

sentí una sensación de repugnancia, como en los primeros momentos de un mareo, y un imperioso

deseo de librarme de algo, aunque no sabía de qué. Me rodeaba un descomunal silencio, como si

todo el mundo estuviese dormido o muerto, roto tan sólo por el suave jadeo de algún animal cercano.

Noté un cálido lametón en mi cuello, y entonces me llegó la consciencia de la terrible verdad, que me

heló hasta los huesos e hizo que se congelara la sangre en mis venas. Había algún animal recostado

sobre mí y ahora lamía mi garganta. No me atreví a agitarme, pues algún instinto de prudencia me

obligaba a seguir inmóvil, pero la bestia pareció darse cuenta de que se había producido algún

cambio en mí, pues levantó la cabeza. Por entre mis pestañas vi sobre mí los dos grandes ojos

llameantes de un gigantesco lobo. Sus aguzados caninos brillaban en la abierta boca roja, y pude

notar su acre respiración sobre mi boca. Durante otro período de tiempo lo olvidé todo. Luego

escuché un gruñido, seguido por un aullido, y luego por otro y otro. Después, aparentemente muy a

lo lejos, escuché un «¡hey, hey!» como de muchas voces gritando al unísono. Alcé cautamente la

cabeza y miré en la dirección de la que llegaba el sonido, pero el cementerio bloqueaba mi visión. El

lobo seguía aullando de una extraña manera, y un resplandor rojizo comenzó a moverse por entre

los cipreses, como siguiendo el sonido. Cuando las voces se acercaron, el lobo aulló más fuerte y

más rápidamente. Yo temía hacer cualquier sonido o movimiento. El brillo rojo se acercó más, por

encima de la alfombra blanca que se extendía en la oscuridad que me rodeaba. Y de pronto, de

detrás de los árboles, surgió al trote una patrulla de jinetes llevando antorchas. El lobo se apartó de

encima de mí y escapó por el cementerio. Vi cómo uno de los jinetes (soldados, según parecía por

sus gorras y sus largas capas militares) alzaba su carabina y apuntaba. Un compañero golpeó su

brazo hacia arriba, y escuché cómo la bala zumbaba sobre mi cabeza. Evidentemente me había

tomado por el lobo. Otro divisó al animal mientras se alejaba, y se oyó un disparo. Luego, al galope,

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la patrulla avanzó, algunos hacia mí y otros siguiendo al lobo mientras éste desaparecía por entre

los nevados cipreses.

Mientras se aproximaban, traté de moverme; no lo logré, aunque podía ver y oír todo lo que sucedía

a mi alrededor. Dos o tres de los soldados saltaron de sus monturas y se arrodillaron a mi lado. Uno

de ellos alzó mi cabeza y colocó su mano sobre mi corazón.

-¡Buenas noticias, camaradas! -gritó-. ¡Su corazón todavía late!

Entonces vertieron algo de brandy entre mis labios; me dio vigor, y fui capaz de abrir del todo los ojos

y mirar a mi alrededor. Por entre los árboles se movían luces y sombras, y oí cómo los hombres se

llamaban los unos a los otros. Se agruparon, lanzando asustadas exclamaciones, y las luces

centellearon cuando los otros entraron amontonados en el cementerio, como posesos. Cuando los

primeros llegaron hasta nosotros, los que me rodeaban preguntaron ansiosos:

-¿Lo hallaron? La respuesta fue apresurada:

-¡No! ¡No! ¡Vámonos… pronto! ¡Éste no es un lugar para quedarse, y menos en esta noche!

-¿Qué era? -preguntaron en varios tonos de voz. La respuesta llegó variada e indefinida, como si

todos los hombres sintiesen un impulso común por hablar y, sin embargo, se vieran refrenados por

algún miedo compartido que les impidiese airear sus pensamientos.

-¡Era… era… una cosa! -tartamudeó uno, cuyo ánimo, obviamente, se había derrumbado.

-¡Era un lobo…, sin embargo, no era un lobo! -dijo otro estremeciéndose.

-No vale la pena intentar matarlo sin tener una bala bendecida -indicó un tercero con voz más

tranquila.

-¡Nos está bien merecido por salir en esta noche! ¡Desde luego que nos hemos ganado los mil

marcos! -espetó un cuarto. -Había sangre en el mármol derrumbado -dijo otro tras una pausa-. Y

desde luego no la puso ahí el rayo. En cuanto a él… ¿está a salvo? ¡Miren su garganta! Vean,

camaradas: el lobo estaba echado encima de él, dándole calor. El oficial miró mi garganta y replicó:

-Está bien; la piel no ha sido perforada. ¿Qué significará todo esto? Nunca lo habríamos hallado de

no haber sido por los aullidos del lobo.

-¿Qué es lo que ocurrió con ese lobo? -preguntó el hombre que sujetaba mi cabeza, que parecía ser

el menos aterrorizado del grupo, pues sus manos estaban firmes, sin temblar. En su bocamanga se

veían los galones de suboficial.

-Volvió a su cubil -contestó el hombre cuyo largo rostro estaba pálido y que temblaba visiblemente

aterrorizado mientras miraba a su alrededor-. Aquí hay bastantes tumbas en las que puede haberse

escondido. ¡Vámonos, camaradas, vámonos rápido! Abandonemos este lugar maldito.

El oficial me alzó hasta sentarme y lanzó una voz de mando; luego, entre varios hombres me

colocaron sobre un caballo. Saltó a la silla tras de mí, me sujetó con los brazos y dio la orden de

avanzar; dando la espalda a los cipreses, cabalgamos rápidamente en formación. Mi lengua seguía

rehusando cumplir con su función y me vi obligado a guardar silencio. Debí de quedarme dormido,

pues lo siguiente que recuerdo es estar de pie, sostenido por un soldado a cada lado. Ya casi era de

día, y hacia el norte se reflejaba una rojiza franja de luz solar, como un sendero de sangre, sobre la

nieve. El oficial estaba ordenando a sus hombres que no contaran nada de lo que habían visto,

excepto que habían hallado a un extranjero, un inglés, protegido por un gran perro.

-¡Un gran perro! Eso no era ningún perro -interrumpió el hombre que había mostrado tanto miedo-.

Sé reconocer un lobo cuando lo veo. El joven oficial le respondió con calma:

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-Dije un perro.

-¡Perro! -reiteró irónicamente el otro. Resultaba evidente que su valor estaba ascendiendo con el sol

y, señalándome, dijo-: Mírele la garganta. ¿Es eso obra de un perro, señor? Instintivamente alcé una

mano al cuello y, al tocármelo, grité de dolor. Los hombres se arremolinaron para mirar, algunos

bajando de sus sillas, y de nuevo se oyó la calmada voz del joven oficial:

-Un perro, he dicho. Si contamos alguna otra cosa, se reirán de nosotros. Entonces monté tras uno

de los soldados y entramos en los suburbios de Múnich. Allí encontramos un carruaje al que me

subieron y que me llevó al Quatre Saisons; el oficial me acompañó en el vehículo, mientras un

soldado nos seguía llevando su caballo y los demás regresaban al cuartel.

Cuando llegamos, Herr Delbrück bajó tan rápidamente las escaleras para salir a mi encuentro que

se hizo evidente que había estado mirando desde dentro. Me sujetó con ambas manos y me llevó

solícito al interior. El oficial hizo un saludo y se dio la vuelta para alejarse, pero al darme cuenta insistí

en que me acompañara a mis habitaciones. Mientras tomábamos un vaso de vino, le di las gracias

efusivamente, a él y a sus camaradas, por haberme salvado. Él se limitó a responder que se sentía

muy satisfecho, y que Herr Delbrück ya había dado los pasos necesarios para gratificar al grupo de

rescate; ante esta ambigua explicación el maître d’hôtel sonrió, mientras el oficial se excusaba,

alegando tener que cumplir con sus obligaciones, y se retiraba.

-Pero Herr Delbrück -interrogué-, ¿cómo y por qué me buscaron los soldados? Se encogió de

hombros, como no dándole importancia a lo que había hecho, y replicó:

-Tuve la buena suerte de que el comandante del regimiento en el que serví me autorizara a pedir

voluntarios.

-Pero ¿cómo supo que estaba perdido? -le pregunté.

-El cochero regresó con los restos de su carruaje, que resultó destrozado cuando los caballos se

desbocaron.

-¿Y por eso envió a un grupo de soldados en mi busca?

-¡Oh, no! -me respondió-. Pero, antes de que llegase el cochero, recibí este telegrama del boyardo

de que es usted huésped -y sacó del bolsillo un telegrama, que me entregó y leí:

BISTRITZ «Tenga cuidado con mi huésped: su seguridad me es preciosa. Si algo le ocurriera, o lo

echasen a faltar, no ahorre medios para hallarle y garantizar su seguridad. Es inglés, y por

consiguiente aventurero. A menudo hay peligro con la nieve y los lobos y la noche. No pierda un

momento si teme que le haya ocurrido algo. Respaldaré su celo con mi fortuna. - Drácula.

Mientras sostenía el telegrama en mi mano, la habitación pareció girar a mi alrededor y, si el atento

maître d’hôtel no me hubiera sostenido, creo que me hubiera desplomado. Había algo tan extraño

en todo aquello, algo tan fuera de lo corriente e imposible de imaginar, que me pareció ser, en alguna

manera, el juguete de enormes fuerzas…, y esta sola idea me paralizó. Ciertamente me hallaba bajo

alguna clase de misteriosa protección; desde un lejano país había llegado, justo a tiempo, un mensaje

que me había arrancado del peligro de la congelación y de las mandíbulas del lobo.

Autor: Bram Stoker