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NÓMADAS 92 NO. 26. ABRIL 2007. UNIVERSIDAD CENTRAL – COLOMBIA Crítica poscolonial desde las prácticas políticas del feminismo antirracista Ochy Curiel* Este artículo señala que la teoría poscolonial hecha desde la academia conlleva una posición elitista y androcéntrica. La autora muestra que las prácticas y luchas del movimiento feminista, tanto en los Estados Unidos como en América Latina, han generado una forma de teorizar lo poscolonial que con frecuencia es ignorada por la academia. Trazando un recorrido que va desde los movimientos feministas negros en los Estados Unidos, pasando por el feminismo chicano, el feminismo afrolatino y el feminismo indígena, la autora muestra que la teoría poscolonial se beneficiaría mucho de los grandes aportes que estos movimientos políticos han hecho al pensamiento sobre la dominación colonial. Palabras clave: feminismo, racismo, poscolonialismo. Este artigo mostra que a teoria pós-colonial feita desde a academia implica uma posição elitista e androcêntrica. A autora mostra que as práticas e lutas do movimento feminista, tanto nos Estados Unidos como na América Latina, têm gerado uma forma de teorizar o pós-colonial que com freqüência é ignorada pela academia. Traçando um percurso que vai desde os movimentos feministas negros nos Estados Unidos, passando pelo feminismo chicano, o feminismo afro- latino e o feminismo indígena, a autora mostra que a teoria pós-colonial se beneficiaria muito das grandes contribuições que estes movimentos políticos têm feito à dominação colonial. Palavras chaves: feminismo, racismo, pós-colonialismo. This article shows that the postcolonial theory made in the academy has an elitist and androcentric position. The author shows that the practices and struggles of the feminist movement, both in United States of America as well as in Latin America, have generated a way of theorizing the postcolonial that most of the time is ignored by the academy. Drawing a way that comes from the black feminist movements in the United States, going through the Chicago feminism, African Latino feminism, and the indigenous feminism, the author shows that the postcolonial theory would be greatly benefited by the contributions that these political movements have done to the colonial domination. Key words: feminism, racism, postcolonialism. * Rosa Inés Curiel Pichardo (Ochy). Feminista dominicana. Teórica, militante, composi- tora y cantante. Docente en varias universidades de América Latina. Fue coordinadora del Proyecto Casa de África, (UNESCO), y de Casa por la Identidad de las Mujeres Afro. E-mail: [email protected] ORIGINAL RECIBIDO: 12-II-2007 – ACEPTADO: 19-II-2007 [email protected] PÁGS.: 92-101

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NÓMADAS92 NO. 26. ABRIL 2007. UNIVERSIDAD CENTRAL – COLOMBIA

Crítica poscolonialdesde las prácticas

políticas del feminismoantirracista

Ochy Curiel*

Este artículo señala que la teoría poscolonial hecha desde la academia conlleva una posición elitista y androcéntrica.La autora muestra que las prácticas y luchas del movimiento feminista, tanto en los Estados Unidos como en AméricaLatina, han generado una forma de teorizar lo poscolonial que con frecuencia es ignorada por la academia. Trazandoun recorrido que va desde los movimientos feministas negros en los Estados Unidos, pasando por el feminismo chicano,el feminismo afrolatino y el feminismo indígena, la autora muestra que la teoría poscolonial se beneficiaría mucho de losgrandes aportes que estos movimientos políticos han hecho al pensamiento sobre la dominación colonial.

Palabras clave: feminismo, racismo, poscolonialismo.

Este artigo mostra que a teoria pós-colonial feita desde a academia implica uma posição elitista e androcêntrica. Aautora mostra que as práticas e lutas do movimento feminista, tanto nos Estados Unidos como na América Latina, têmgerado uma forma de teorizar o pós-colonial que com freqüência é ignorada pela academia. Traçando um percurso quevai desde os movimentos feministas negros nos Estados Unidos, passando pelo feminismo chicano, o feminismo afro-latino e o feminismo indígena, a autora mostra que a teoria pós-colonial se beneficiaria muito das grandes contribuiçõesque estes movimentos políticos têm feito à dominação colonial.

Palavras chaves: feminismo, racismo, pós-colonialismo.

This article shows that the postcolonial theory made in the academy has an elitist and androcentric position. Theauthor shows that the practices and struggles of the feminist movement, both in United States of America as well as inLatin America, have generated a way of theorizing the postcolonial that most of the time is ignored by the academy.Drawing a way that comes from the black feminist movements in the United States, going through the Chicago feminism,African Latino feminism, and the indigenous feminism, the author shows that the postcolonial theory would be greatlybenefited by the contributions that these political movements have done to the colonial domination.

Key words: feminism, racism, postcolonialism.

* Rosa Inés Curiel Pichardo (Ochy). Feminista dominicana. Teórica, militante, composi-tora y cantante. Docente en varias universidades de América Latina. Fue coordinadoradel Proyecto Casa de África, (UNESCO), y de Casa por la Identidad de las MujeresAfro. E-mail: [email protected]

ORIGINAL RECIBIDO: 12-II-2007 – ACEPTADO: 19-II-2007

[email protected] • PÁGS.: 92-101

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Una de las cuestiones queaprendí del feminismo fue a sos-pechar de todo, dado que los para-digmas que se asumen en muchosámbitos académicos están sustenta-dos en visiones y lógicas masculinas,clasistas, racistas y sexistas. A pesarde que nuevas tendencias como losestudios subalternos, los estudios cul-turales y los estudios poscoloniales,con sus diferencias y matices, hanabierto la posibilidad de que vocessilenciadas empiecen a convertirse enreferentes y en propuestas de pensa-mientos cuestionando el sesgo elitistade la producción académica y litera-ria, no dejo de preguntarme ¿qué tan-to los llamados estudios subalternos,poscoloniales o culturales realmentedescentralizan “el” sujeto como pre-tenden? ¿No será que estos nuevosdiscursos apelan a lo que se asumecomo marginal o subalterno para lo-grar créditos intelectuales incorpo-rando “lo diferente” como estrategiade legitimación? Tales preguntas mesurgen porque estas nominacionessalen de académicos norteamerica-nos y británicos, aunque empujadosen algunos casos por migrantes delsur. Por tanto, el sesgo colonial yandrocéntrico sigue siendo caracte-rística de este pensamiento.

Uno de los temas por tratar eneste número de Nómadas es la“colonialidad del poder”, concep-to que en los últimos tiempos haestado en boga en la teoría socialcontemporánea de América Latina.Si bien este concepto nos sirve paraexplicar las realidades sociopolí-ticas, económicas, culturales y deconstrucción de subjetividades,creo que el tema de los efectos delcolonialismo en las sociedades con-temporáneas no es un asunto nue-vo. Las principales propuestas enese sentido salen precisamente de

las luchas concretas por la desco-lonización y la lucha contra el apar-theid en África y Asia, en los años50 y 60, de la lucha por los dere-chos civiles en Estados Unidos ydesde un feminismo hecho pormujeres racializadas desde los añossesenta. Es decir, salen de los movi-mientos sociales y posteriormentese convierten en teorías.

Si hacemos una auténtica ge-nealogía, dos pensadores han sidoreferentes importantes en el análi-sis de los efectos del colonialismo.Uno de ellos es Aimé Cesaire enlos años treinta, iniciador del mo-vimiento Negritud, quien sustentósu propuesta política con un análi-sis del colonialismo y el racismocomo vectores fundamentales delcapitalismo y de la modernidadoccidental, lo que se extendería nosólo a las relaciones económicassino al pensamiento y a los valoreseurocéntricos (Cesaire, 2006). Pos-teriormente en los cincuenta, elmartiniquence Frantz Fanon habíahecho referencia al mundo cortadoen dos, colonizados y colonizado-res. Los primeros, explicaba Fanon,habían sido construidos a partir deun imaginario metropolitano, des-de valores europeos universalistasque los consideraban un otro des-pojado, ajeno, que no sólo se ex-presaría en términos geopolíticos,sino también en el pensamiento yla acción política. Fanon insistiósiempre en la deshumanización pro-vocada por el colonialismo, queacarreaba fenómenos como el ra-cismo, la violencia, la expropiaciónde tierras por parte de los coloniza-dores blancos europeos, convirtien-do a una parte de la población(indígenas, africanos) en los otros,los extranjeros, a través de diver-sos mecanismos de poder y domi-

nación. Propuso la descolonización,no sólo de países frente a las me-trópolis en búsqueda de la indepen-dencia y la autonomía económicay cultural, sino también la necesi-dad de un proceso de lucha políti-ca desde las personas colonizadascontra la negación de su identidad,de su cultura, contra la reducciónde su autoestima. Para Fanon, ladescolonización significaba lacreación de solidaridad entre lospueblos en una lucha contra elimperialismo. En el nivel de pen-samiento intelectual, la descolo-nización suponía combatir la visiónetnocentrista y racista que reducea las culturas no occidentales a ob-jetos de estudio marginales y exó-ticos (Fanon, 2001).

Estos dos autores, entre otros,nos ofrecen un profundo análisis delcolonialismo desde lo que hoy sedenomina “posiciones subalternas”.Como intelectuales negros desafia-ron el eurocentrismo del pensa-miento y de los análisis políticos,dejándonos un legado importantepara la comprensión de la realidadlatinoamericana. Pero a pesar deestos grandes aportes, ni Fanon niCesaire abordaron categorías comosexo y sexualidad. Tampoco lo ha-cen los contemporáneos latinoame-ricanos que escriben sobre estostemas (Mignolo, Quijano, Dussel).Si bien sitúan la raza como criteriode clasificación de poblaciones quedetermina posiciones en la divisiónsexual del trabajo, solo mencionande paso su relación con el sexo y lasexualidad, además de no referirsea los aportes de muchas feministasen la creación de este pensamiento.

Sin utilizar el concepto de “co-lonialidad”, las feministas racializa-das, afrodescendientes e indígenas,

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han profundizado desde los años se-tenta en el entramado de poder pa-triarcal y capitalista, considerandola imbricación de diversos sistemasde dominación (racismo, sexismo,heteronormatividad, clasismo) des-de donde han definido sus proyec-tos políticos, todo hecho a partir deuna crítica poscolonial. Estas vocesse conocen muy poco, pues a pesardel esfuerzo de ciertos sectores en elámbito académico y político paratratar de abrir brechas a lo que sedenomina “subalternidad”, la mismase hace desde posiciones tambiénelitistas y, sobre todo, desde visio-nes masculinas y androcéntricas.

Mi intención en este artículo esrecuperar algunas de las propuestasde feministas que han sido racia-lizadas, no por su condición de mu-jeres racializadas (a fin de cuentas,eso no necesariamente garantiza unapropuesta de transformación episte-mológica y política), sino porque susplanteamientos teóricos y analíticoshan enriquecido enormemente lapráctica feminista y servirían paraampliar el tema de la colonialidad.

Los aportes delfeminismo a una nuevavisión de lacolonialidad

Anibal Quijano define la colo-nialidad como un patrón mundialde dominación dentro del modelocapitalista, fundado en una clasifi-cación racial y étnica de la pobla-ción del planeta que opera endistintos ámbitos. Según el autor,la colonialidad es una estructura dedominación y explotación que seinicia con el colonialismo, pero quese extiende hasta hoy día como susecuela (Quijano, 2007). Quijano

se centra en varios aspectos fun-damentales para explicar las con-secuencias de esta estructura dedominación: la racialización de cier-tos grupos (africanos e indígenas)que dio lugar a clasificaciones so-ciales entre superiores/dominantes/europeos e inferiores/dominados/noeuropeos; la naturalización del con-trol eurocentrado de territorios yde sus recursos, dando lugar a unacolonialidad de articulación políti-ca y geográfica; una relación colo-nial con base en el capital-trabajoque da lugar a clases sociales dife-renciadas, racializadas y distribui-das por el planeta. Para Quijano,la colonialidad del poder tambiénha tenido impacto en las relacio-nes intersubjetivas y culturales: laproducción del conocimiento y demedios de expresión fue coloniza-da, imponiéndose una hegemoníaeurocentrada. Así mismo, destacael cuerpo como espacio donde seejerce la dominación y explotacióny las relaciones de género que seimpusieron desde esta visión: liber-tad sexual de los varones, fidelidadde las mujeres, prostitución no pa-gada, esquemas familiares burgueses,todo ello fundado en la clasificaciónracial (Ibíd.).

El concepto de colonialidad delpoder de Quijano sin duda nos ofre-ce un esquema de explicación paraentender las lógicas de dominacióndel mundo moderno y su relacióncon el capitalismo global, ligado alcolonialismo histórico, al cuestio-nar de fondo las corrientes euro-céntricas y occidentalistas. Sonrescatables también sus análisis entorno a la relación raza, clase, gé-nero y sexualidad que introduce ensu concepto, pero esto no es nove-dad. Ya en los años setenta muchasfeministas desde su condición de

mujeres racializadas profundizaronen esta relación enmarcándola enprocesos históricos como la colo-nización y la esclavitud. Si bienmuchos de los cientistas socialeshan reconocido en los últimos añoslos aportes del feminismo como teo-ría crítica y como propuesta demundo, la mayoría solo se detienea hacer una simple acotación deello. Las producciones de las femi-nistas en la mayoría de los casos noforman parte de las bibliografíasconsultadas, se siguen desconocien-do los grandes aportes de esta teo-ría y práctica política para unanueva comprensión de la realidadsocial. A lo sumo, cuando lo ha-cen, las referencias son las mujeresblancas de países del Norte.

Desde que aparece el feminis-mo, las mujeres afrodescendientese indígenas, entre muchas otras,han aportado significativamente laampliación de esta perspectiva teó-rica y política. No obstante, hansido las más subalternizadas no sóloen las sociedades y en las cienciassociales, sino también en el mismofeminismo, debido al carácteruniversalista y al sesgo racista quele ha traspasado. Son ellas (noso-tras) las que no han respondido alparadigma de la modernidad uni-versal: hombre–blanco–hetero-sexual; pero son también las quedesde su subalternidad, desde suexperiencia situada, han impulsa-do un nuevo discurso y una prácti-ca política crítica y transformadora.

La crítica poscolonialde las mujeres de coloren Estados Unidos1

Si bien el pensamiento feminis-ta antirracista y poscolonial surge

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en los años setenta en los EstadosUnidos, retomo esta referenciacomo antecedente importante paralo que luego se desarrolló en Amé-rica Latina y el Caribe. Asumiendoque descolonizar supone registrarproducciones teóricas y prácticassubalternizadas, racializadas, sexua-lizadas, es importante reconocer atantas mujeres cuyas luchas sirvie-ron para construir teorías. Por elloes necesario traer en esta genealo-gía a Maria Stewart, primera mujernegra que señaló en público el ra-cismo y el sexismo en Estados Uni-dos, en una conferencia en 1831,así como también a Sojourner Truthque en su discurso “¡Acaso no soyuna Mujer!”, emitido en la primeraConvención Nacional de 1851 ce-lebrada en Worcester, Massachu-ssets, proponía a las mujeres (tantoblancas como negras) ser libres dela dominación no solo racista, sinotambién sexista. De igual modo sedestaca la acción de Rosa Parks,quien con su negativa a cederle elasiento a un hombre blanco y mo-verse a la parte de atrás del auto-bús como era la ley de la época dela segregación racial en 1955 en elsur de los Estados Unidos, provo-có miles de manifestaciones porparte de la población afronor-teamericana que derivó posterior-mente en el movimiento por losderechos civiles. Vale la pena re-cordar los aportes de Angela Davis,icono de la lucha por los derechosciviles, quien enriqueció la pers-pectiva feminista al articular laclase con el antirracismo y el an-tisexismo, no solo en sus contribu-ciones teóricas sino también en supráctica política.

Estas mujeres han sido antece-dentes importantes de lo que hoyse conoce como el Black Feminism,

propuesta que interrelaciona cate-gorías como sexo, “raza”2, clase ysexualidad en el marco de socie-dades poscoloniales, y que ha dadolugar a lo que actualmente se de-nomina feminismo tercermundista y,en muchos casos, feminismo posco-lonial. Todas ellas han intervenidodesde sus experiencias como mu-jeres racializadas, o lo que ChandraMohanty denomina posiciones deubicación (Mohanty, 1985). Porotro lado, la afronorteamericanaPatricia Hill Collins ha sistemati-zado el pensamiento político inte-lectual del Black Feminism. Paraella, este pensamiento tiene doscomponentes: su contenido temá-tico y su enfoque epistemológico,que parte de experiencias concre-tas de las mujeres negras como co-nocedoras situadas. Dice la autora:

Para desarrollar definicionesadecuadas del pensamiento fe-minista negro es preciso enfren-tarse al complejo nudo de lasrelaciones que une la clasifica-ción biológica, la construcciónsocial de la raza y el género comocategorías de análisis, las condi-ciones materiales que acompa-ñan estas construcciones socialescambiantes y la conciencia delas mujeres negras acerca de es-tos temas. Una manera de ubi-carse frente a las tensiones dedefinición en el pensamiento fe-minista negro es especificado enla relación entre la ubicación delas mujeres negras -aquellas ex-periencias e ideas compartidaspor las afroamericanas y que lesproporciona un enfoque singu-lar de sí mismas, de la comuni-dad y de la sociedad- y lasteorías que interpretan esas ex-periencias [...] el pensamientofeminista negro comprende in-

terpretaciones de la realidad delas mujeres negras hechas porlas mujeres negras (Collins,1998: 289).

El feminismo negro ha sido sinduda una de las propuestas máscompletas, a diferencia del sesgoracista del feminismo y del sesgosexista del movimiento por los de-rechos civiles; ha contribuido acompletar la teoría feminista y lateoría del racismo al explicitarcómo el racismo, junto con elsexismo y el clasismo, afectan a lasmujeres. Es lo que Hill Collins de-nomina matriz de dominación (Ibíd.).Una de las expresiones organiza-tivas de este feminismo lo fue elcolectivo Combahee River, constitui-do por lesbianas, feministas de co-lor y migrantes del “tercer mundo”.La primera Declaración de este co-lectivo, hecha en abril de 1977,planteaba claramente su propuestapolítica con base en múltiples opre-siones, tomando como marco el ca-pitalismo como sistema económico:

La declaración más general denuestra política en este momen-to sería que estamos comprome-tidas a luchar contra la opresiónracial, sexual, heterosexual y cla-sista, y que nuestra tarea especí-fica es el desarrollo de un análisisy una práctica integrados basa-dos en el hecho de que los siste-mas mayores de opresión seeslabonan. La síntesis de estasopresiones crean las condicionesde nuestras vidas. Como Negrasvemos el feminismo Negro comoel lógico movimiento políticopara combatir las opresiones si-multáneas y múltiples a las queenfrentan todas las mujeres decolor... Una combinada posición

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antirracista y antisexista nos jun-tó inicialmente, y mientras nosdesarrollábamos políticamentenos dirigimos al heterosexismoy la opresión económica del ca-pitalismo (Combahee RiverCollective, 1988: 179).

Desde una visión so-cialista, el Combahee Ri-ver Collective partió deuna política de identi-dad, pero una identidadlejos de sesgos esencia-listas, sustentada en lapráctica de mujeresracializadas. Su pro-puesta planteaba unainterseccionalidad dedominaciones, lo que ledio al colectivo su ca-rácter radical. BarbaraSmith, iniciadora delgrupo, tanto en sus en-sayos y artículos comoa través de la docencia,acentuó la interseccio-nalidad de lo racial, delsexo, de la heterose-xualidad en la vida y laopresión de las mujeresnegras. Su insistenciasobre esta perspectivafue tal, que para difun-dir este pensamientofundó, junto con Au-dre Lorde, la editorialKitchen Table: Womenof Color Press. ParaSmith la imbricaciónde estas múltiples opre-siones significaba asumir una posi-ción radical.

En esta misma época y desdeeste mismo colectivo, Cheryl Clar-ke, conjuntamente con Smith,introduce un análisis de la hetero-sexualidad como sistema político y

ofrece así un nuevo significado dela descolonización de los cuerpos yla sexualidad de las mujeres, pro-poniendo el lesbianismo como unacto de resistencia:

Donde quiera que nosotrascomo lesbianas nos encontremos

a lo largo de este muy generali-zado continuo político/social,tenemos que saber que la insti-tución de la heterosexualidad esuna costumbre que difícilmen-te muere y que a través de ellalas instituciones de hombressupermachistas asegura su propia

perpetuidad y control sobre no-sotras. Es provechoso para nues-tros colonizadores confinarnuestros cuerpos y alienarnos denuestros propios procesos vita-les, así como fue provechoso paralos europeos esclavizar al afri-cano y destruir toda memoria

de una previa libertad yautodeterminación. Asícomo la fundación del ca-pitalismo occidental de-pendió del tráfico deesclavos en el AtlánticoNorte, el sistema de do-minación patriarcal sesostiene por la sujeciónde las mujeres a través deuna heterosexualidadobligada (Clarke, 1988:100-101).

De forma paralela sur-ge el feminismo que hoyse denomina chicano, encontra también de las di-versas opresiones, propo-niendo una política deidentidad híbrida y mesti-za. En articulación con unnovedoso movimiento li-terario crítico, mujerescomo Gloria Anzaldúa,Chela Sandoval, CherrieMoraga y Norma Alarcón,entre otras, con un estilobilingue (spanglish) rom-pen con el canon de “pu-reza gramatical” y rehacena la vez un pensamientopolítico, cruzando así fron-

teras geopolíticas, literarias y con-ceptuales. Desde este feminismoGloria Anzaldúa, en su concepto dela frontera (borderlands), cuestiona elnacionalismo chicano y el racismonorteamericano, a la vez que elracismo y el etnocentrismo del fe-minismo anglosajón, y el heterose-

Ramón Barba. Promesero chiquinquireño. Escultura en madera, 70 cm.Museo Nacional de Colombia. Foto cedida por Julián Barba

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xismo de ambos, tomando comomarco el contexto global del capi-talismo. Anzaldúa ha sido pionerade lo que hoy se denomina pensa-miento fronterizo, que expresa laslimitaciones de identidades esen-cialistas y auténticas. Para Anzal-dúa, la new mestiza suponía rompercon los binarismossexuales, con la impo-sición de un cultura-lismo que definía rolesy funciones para lasmujeres con el fin demantenerlas en la sub-ordinación. Desde suposición de lesbiana yfeminista, Anzaldúafue crítica del impe-rialismo norteameri-cano, pero también delos usos y costumbresde su cultura origina-ria que la subordina-ban. A través de suspoemas y narracionesla autora deja ver suspuntos de vista:

Lo que quiero es con-tar con las tres cul-turas -la blanca, lamexicana, la india-.Quiero la libertad depoder tallar y cince-lar mi propio rostro,cortar la hemorragiacon cenizas, modelarmis propios diosesdesde mis entrañas. Ysi ir a casa me es denegado en-tonces tendré que levantarme yreclamar mi espacio, creandouna nueva cultura -una culturamestiza- con mi propia madera,mis propios ladrillos y argamasay mi propia arquitectura femi-nista. No fui yo quien vendió ami gente sino ellos a mí. Me trai-

cionaron por el color de mi piel.La mujer de piel oscura ha sidosilenciada, burlada, enjaulada,atada a la servidumbre con elmatrimonio, apaleada a lo largode 300 años, esterilizada ycastrada en el siglo XX. Durante300 años ha sido una esclava,

mano de obra barata, coloniza-da por los españoles, los anglo,por su propio pueblo -y enMesoamérica su destino bajo lospatriarcas indios no se ha libra-do de ser herido-. Durante 300años fue invisible, no fue escu-chada, muchas veces deseó ha-blar, actuar, protestar, desafiar. La

suerte estuvo fuertemente en sucontra. Ella escondió sus senti-mientos; escondió sus verdades;ocultó su fuego; pero mantuvoardiendo su llama interior. Semantuvo sin rostro y sin voz, perouna luz brilló a través del velo desu silencio (Anzaldúa, 2004: 79).

Es interesante re-saltar cómo la identidadmestiza que Anzaldúadefiende toma en elcontexto norteameri-cano un significado di-ferente al que tiene enAmérica Latina y elCaribe. En nuestra re-gión ser mestiza res-ponde a una ideologíaracista en la construc-ción del Estado- na-ción, es una identidaddominante. El mestiza-je fue uno de los meca-nismos ideológicos paralograr una nación ho-mogénea, cuyos refe-rentes legitimados eranuna herencia funda-mentalmente europea,en donde la genealogíaindígena y africana des-aparece. En EstadosUnidos, en cambio, su-pone reconocerse sub-alterna y reivindicarse“latina”: es un acto deresistencia.

Muchas de estas voces se hanrecogido en una antología que hasido histórica para el feminismo yel pensamiento antirracista y pos-colonial. Se trata de un libro quereúne ensayos, narraciones y auto-biografías titulado Esta puente, miespalda: voces de mujeres tercermun-distas (1988), escritos por mujeres

Alicia Vitier, Un requiem por alguien. 84 x 64 cm. 1997. Serigrafía P/A,Colección de Arte Centro Colombo Americano, Bogotá.

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chicanas, indígenas, afro y asiáticas,articuladas en la categoría de “mu-jeres de color” y/o “tercermundis-tas”, en un marco feminista desdeel cual denuncian el racismo de lasociedad norteamericana, ademásdel que se expresaba en el feminis-mo, y desde el que denuncianigualmente el sexismo de los movi-mientos políticos y etnoculturalesde los cuales formaban parte.

El Black Feminism y el feminis-mo chicano en Estados Unidos hansido definitivamente dos de las pro-puestas más radicales que se hanproducido contra los efectos delcolonialismo desde una visión ma-terialista, antirracista y antisexista,que mucho ha aportado a las vocescríticas en América Latina y el Ca-ribe, y que deben convertirse enreferencia importante para la teo-ría y práctica poscolonial.

Contribuciones de lasmujeres racializadas enAmérica Latina y el Caribe

Para hablar de la colonialidaddel poder en América Latina y elCaribe y sus efectos en las mujeres,hay que remontarse a la época enla cual se inicia este proyecto. Unade las secuelas del colonialismo, nosólo como administración colonial,sino como proyecto inherente a lamodernidad, fue la manera en quese constituyeron las naciones lati-noamericanas y caribeñas: la homo-geneización con una perspectivaeurocéntrica fue la propuesta na-cional a través de la ideología delmestizaje, que aspiró a lo europeocomo forma de “mejorar la raza”.

Si bien el discurso nacional sepresentaba como algo híbrido, fun-

dado sobre la base de la mezcla de“grupos raciales”, al ser impulsadopor las élites políticas y económi-cas criollas no contempló de hechoa las poblaciones indígenas yafrodescendentes, poblaciones sub-alternas explotadas y racializadas,situación que fue decisiva en el ra-cismo estructural de las repúblicaslatinoamericanas y que se expresahoy en el ámbito económico, polí-tico, social y cultural.

La supuesta democracia racialque muchos de los intelectuales delos años treinta instalaron comomatriz civilizatoria, ha sido princi-palmente una ideología de domi-nación, una manera de mantener lasdesigualdades socioeconómicasentre blancos, indios y negros, en-cubriendo y silenciando la perma-nencia del prejuicio de color, de lasdiscriminaciones raciales y del ra-cismo como dominación. La demo-cracia racial pasa a ser el mitofundador de la nacionalidad lati-noamericana y caribeña, un mitoque niega la existencia del racismo.Esta ideología del mestizaje se hizocon base en la explotación y viola-ción de las mujeres indígenas y ne-gras. Las mujeres fueron siempreinstrumentalizadas para satisfacer elapetito sexual del hombre blancoy así asegurar la mezcla de sangrespara mejorar la raza. Política deblanqueamiento, alimentada y pro-movida por los Estados incipientes.

Uno de los aportes importantesde las feministas afrodescendienteslatinoamericanas y caribeñas hasido evidenciar esta secuela delcolonialismo, este mestizaje quesupuso violencia y violaciones paralas mujeres. Estos análisis han salidofundamentalmente de las mujeresracializadas en nuestro continente,

que desde un enfoque feminista hanintroducido la variable sexo/géne-ro para entender el patriarcado des-de la instalación de los Estadosnacionales. Pero las afrolatinas ycaribeñas también han analizadocómo la visión de los estudios delas mujeres en la época colonial haestado atravesada por una miradacolonialista y occidental, al ser lasmujeres reducidas a sus roles dereproductoras de esclavos, madresde leche o como objeto sexual delos amos, o a lo sumo, estudiadascomo fuerza de trabajo en el siste-ma esclavista. Gracias a la produc-ción feminista contamos hoy conestudios que muestran las diversasformas en que las mujeres se resis-tieron a la esclavitud. Lo que se hallamado “operaciones tortuga” enlas Casas Grandes de los amos, eldesperdicio de productos domésti-cos, los abortos autoinducidos paraevitar que sus hijos e hijas fueranesclavizados, fueron formas coti-dianas de protesta y resistencia delas mujeres que la dominicana Cel-sa Albert denomina cimarronajedoméstico (Albert, 2003). Perotambién las feministas afro hanmostrado las formas radicales yarriesgadas que tenían las mujerespara salirse de la lógica y de la rea-lidad esclavista, como por ejem-plo, las diversas fugas de mujeresde diversas edades y naciones,como lo demostró Sonia Giacomi-ni en un estudio realizado en Bra-sil (Giacomini, 1988).

Aportes importantes como losde Lélia González han permitidotrazar la genealogía indígena y afri-cana. A partir de su concepto deamefricanidad, González denunció lalatinidad como una nueva forma deeurocentrismo, pues subestima odescarta las dimensiones indígenas

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y negras en la construcción de lasAméricas. La amefricanidad es en-tendida por la autora como un pro-ceso histórico de resistencia, dereinterpretación, de creación denuevas formas culturales, que tie-ne referencias en modelos africanospero que rescata otras experienciashistóricas y culturales. Desde aquíse genera una construcción de iden-tidad particular, una mezcla demuchos elementos a la vez (Barrios,2000: 54-55). Situada en una pers-pectiva feminista, Lélia Gonzálezfue de las primeras en la región encolocar la importancia de la interre-lación entre racismo, sexismo yclasismo en la vida de las mujeresnegras.

Jurema Wernerk, haciendo unanálisis de las luchas políticas de lasafrobrasileñas, elabora una genea-logía que recupera la historia de lasIalodês3, mujeres líderes africanasque resistieron a cualquier preten-sión de dominio y sumisión. Estaherencia es reconocida en las mu-jeres de la diáspora, y coloca la lu-cha política de las mujeres muchoantes de haber nacido el feminis-mo como teoría (Wernerk, 2005).Por su parte, Sueli Carneiro haaportado un análisis de la divisióndel trabajo al evidenciar cómo enel caso de las mujeres negras, lasesferas pública y privada nunca fue-ron separadas, ya que desde lostiempos de la esclavitud siempretrabajaron en las calles y en las ca-sas. Carneiro ha propuesto ennegre-cer al feminismo para entender larelación entre racismo y sexismo yfeminizar la lucha antirracista paraentender los efectos del racismo enlas mujeres (Carneiro, 2005).

Pero la ardua tarea que han te-nido las afrodescendientes en Amé-

rica Latina y el Caribe ha sido lavisibilización del racismo y sus efec-tos sobre las mujeres. Precisamen-te por la ideología del mestizaje, ennuestros países el racismo se rela-ciona con experiencias lejanascomo el apartheid de África del Suro el segregacionismo racial de Es-tados Unidos, lo que ha llevado anegar su existencia en nuestro me-dio. En ese sentido, las feministasafrodescendientes han denunciadola ausencia de diferenciaciónpoblacional por cuestiones de razay sexo; la segregación racial exis-tente en los servicios públicos; elcarácter racial de la violencia ha-cia las mujeres; la imagen este-reotipada y violenta de las mujeresafro en los medios de comunica-ción; han enfatizado en los análisisde la división sexual y racial del tra-bajo que las ubica en esferas la-borales menos valoradas y peorremuneradas como el trabajo do-méstico, las maquilas, el trabajoinformal y el trabajo sexual; handenunciado cómo la “buena presen-cia” es un marcador racista y sexistaque les impide entrar a ciertos tra-bajos; todo ello visto como secue-las del colonialismo y la esclavitud.A pesar de que no se ha profundi-zado lo suficiente, también enLatinoamérica las lesbianas yafrodescendientes han relacionadoel racismo y el sexismo con laheterosexualidad como sistemanormativo y obligatorio, uniendoesta visión a sus prácticas políticas(Curiel, 2005). En fin, las afro-descendientes en nuestra región hanaportado significativamente a unacrítica poscolonial, elaborando unpensamiento político y teórico ca-da vez más sistemático y profundoque se ha hecho desde las prácticaspolíticas. Un proceso de descolo-nización en el ámbito académico,

como el que proponen los teóricosposcoloniales latinoamericanos,debe reconocer estas voces y pro-puestas.

Aportando desde elincipiente feminismoindígena

A pesar del debate sobre la exis-tencia de un feminismo indígena enLatinoamérica, las mujeres indíge-nas desde sus prácticas han tenidotambién en los últimos tiempos unaposición crítica poscolonial. Surgencomo movimiento dentro de losmovimientos mixtos de los añossetenta, fortaleciéndose en las dé-cadas posteriores. La campaña con-tinental de resistencia indígena,negra y popular que se llevó a caboen 1992 frente a la conmemoraciónde los 500 años del llamado “Des-cubrimiento de América”, fue unode los escenarios que permitió laemergencia de este movimiento,aunque ya antes había experienciaspolíticas en esta dirección.

El feminismo indígena ha cues-tionado las relaciones patriarcales,racistas y sexistas de las sociedadeslatinoamericanas, al mismo tiempoque cuestiona los usos y costumbresde sus propias comunidades y pue-blos que mantienen subordinadas alas mujeres. El contexto cultural,económico y político en torno a lascomunidades indígenas ha marca-do sus propios puntos de vista y susmaneras de hacer política descen-trando y cuestionando el sesgo ra-cista y etnocéntrico del feminismo.Sus luchas políticas se dirigen ha-cia varias direcciones: la lucha porel reconocimiento de una historia decolonización, por el reconocimientode su cultura, por la redistribución

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económica, así como el cuestiona-miento a un Estado racista y segrega-cionista, el cuestionamiento alpatriarcado indígena y la búsquedade autodeterminación como mujeresy como pueblos (Masson, 2006). Mar-ta Sánchez Néstor, indígena amugade México, señala su posicionamien-to desde el feminismo indígena:

Quizás sea nuestra propia formade pensar en el feminismo, puessi bien estamos de acuerdo enque el sistema en sí ha sido pa-triarcal, vemos también que ennuestra cosmovisión y concep-ción de estos temas polémicos,no ha sido una tarea absorbertodo lo que se genera en el mun-do mestizo. Nosotras vamosretomando todo lo que nutrenuestra lucha, y vamos dando alas otras mujeres todo lo que pu-diera nutrir su propia lucha, enalgunos momentos nos unimosen voces, en eventos, en exigen-cias a quienes corresponde eneste país o fuera de él, pero connuestra propia estrategia paraseguir luchando adentro de lascomunidades y organizacionespor hacer de nuestra lucha, unahistoria realmente de hombres ymujeres indígenas (Sánchez,2005: 48).

Estas perspectivas han abier-to la posibilidad de ubicar cul-turalmente las experiencias de lasmujeres y entender que el génerono es una categoría universal, es-table y descontextualizada. Apesar de que en los espacios aca-démicos se representa a las muje-res indígenas sólo como víctimasdel patriarcado y la fuerza del ca-pital, como actoras políticas hantenido posiciones poscolonialescríticas y radicales.

Conclusión

Uno de los problemas que semantiene en torno al tema de loposcolonial es la tensión que existeentre la producción teórica, pura-mente académica, y lo que se gene-ra desde los movimientos socialesque posteriormente se convierte enteoría. Si bien desde la producciónacadémica se han abierto vías paraun pensamiento crítico, este no dejade ser elitista y, sobre todo, andro-céntrico. Tal situación se complejizaen tiempos de globalización, dondelas relaciones de poder no solo seextienden a los mercados capitalis-tas, sino también a todas las relacio-nes sociales. Hoy la alteridad, lo quese considera diferente, subalterno, estambién potable para el mercado ysigue siendo “materia prima” para elcolonialismo occidental, un colo-nialismo que no es asexuado sinoque sigue siendo patriarcal, ademásde racista.

Hoy la diferencia cultural haproducido un neoracismo, un racis-mo sin razas (Stolcke, 1992) quemantiene a la otra y al otro fuerade todo paradigma válido. Si losubalterno se traduce en un discur-so de multiculturalidad, entoncessigue manteniendo relaciones depoder colonialistas. El otro, la otra,se naturaliza, se homogeniza en fun-ción de un modelo modernizadorpara dar continuidad al control nosolo de territorios, sino también desaberes, cuerpos, producciones,imaginarios y todo ello se basa enuna visión patriarcal en donde lossaberes de las mujeres son relega-dos a meros testimonios, no aptospara la producción académica.

Descolonizar entonces suponeentender la complejidad de relacio-

nes y subordinaciones que se ejer-cen sobre aquellos/as considerados“otros”. El Black Feminism, el femi-nismo chicano y el feminismo afroe indígena en Latinoamérica sonpropuestas que complejizan el en-tramado de poder en las socieda-des poscoloniales, articulandocategorías como la raza, la clase, elsexo y la sexualidad desde las prác-ticas políticas donde han emergidointeresantes teorías no sólo en elfeminismo sino en las ciencias so-ciales en su conjunto. Son propues-tas que han hecho frente a lacolonialidad del poder y del sabery hay que reconocerlas para lograrrealmente una descolonización.

Citas

1 Utilizo mujeres de color como categoríade autodefinición que se asignaron mu-jeres afronorteamericanas.

2 Coloco “raza” entre comillas para de-notar su construcción social y políticay, sobre todo, como categoría de po-der, no porque asuma que exista comocriterio natural de clasificación de gru-pos humanos.

3 Ialodê es la forma brasileña para la pala-bra en lengua iorubá Ìyálóòde. Se refierea la representante de las mujeres y algu-nos tipos de mujeres emblemáticas y lí-deres políticas.

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