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Traducción de un artículo sobre el empleo en el marco de la actual crisis económica para la revista Mirades

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Oriol Estela Barnet

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DESPUÉS DE LA CRISIS: ¿QUÉ EMPLEO? Hacia la integración en el territorio de las diferentes esferas del trabajo “La razón [de este Libro Blanco] es sólo una. Una palabra: paro. Conocemos su magnitud, y también sus consecuencias. Y la experiencia demuestra cómo es de difícil combatirlo”. Estas eran las frases iniciales del Libro Blanco Crecimiento, Competitividad, Empleo. Retos y pistas para entrar en el siglo XXI, conocido también como Libro Blanco de Delors1, que fue elaborado en 1992 y a partir del cual se diseñaron las estrategias comunitarias y de los Estados de la entonces denominada Comunidad Europea para la recuperación económica de mediados de los años 90. Han pasado más de 15 años y las mismas frases podrían encabezar cualquier documento oficial publicado con motivo de la crisis actual. El paro vuelve a ser un problema económico y social de primera magnitud y lo es especialmente en España, donde los indicadores son los peores de toda la Unión Europea y superan muy ampliamente los de los países que nos siguen. ¿Cómo puede ser, pues, que después de tres largos lustros, habiendo superado una situación de paro generalizado en una Europa que ofrecía unas perspectivas altamente inciertas, en gran medida por la propia evolución de la Unión Europea (todavía pendiente de la entrada en vigor del Tratado de Maastricht, que reducía substancialmente el margen de maniobra de los Estados) y por el hundimiento de las economías del Este, volvemos a la misma situación de impotencia ante este fenómeno? En el presente artículo se analizará esta cuestión desde tres perspectivas: el trasfondo de la crisis, las políticas llevadas a cabo antes y durante ésta, y la relación entre economía y trabajo. A partir de aquí, se trazarán algunas propuestas para la reflexión sobre la actitud a adoptar y los cambios a promover desde el mundo local para tratar de dar la vuelta a la situación. ¿Dónde empieza –y dónde acaba- esta crisis? El hundimiento del castillo de arena en que se había transformado buena parte del sistema financiero mundial es identificado por muchos analistas como la chispa provocadora del estado de crisis económica. Efectivamente, cuando los cimientos de una estructura son débiles – y se ha hecho patente cuan débiles eran los de la economía mundial- la amenaza para aquello que soportan es manifiesta.

1 Jacques Delors, entonces Presidente de la Comisión Europea, lo inspiró y lo asumió directamente como su programa de actuación.

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El problema, en este caso, viene de una doble “mala elección” con respecto a los cimientos de la economía. El primer error es situar como ingrediente básico de estos cimientos al dinero o, para ser más exactos, la ilusión del dinero, en forma de dígitos visualizados electromagnéticamente, que son fácilmente transportables de un lugar a otro del mundo y traspasados de unas manos (o unas pantallas) a otras sin tener constancia de qué realidad representan, en un acto de fe sin precedentes en la historia de la Humanidad. El segundo error es, habiendo cometido y en cierta medida asumido el primero, no extremar las precauciones para asegurar que tanto movimiento de cifras arriba y abajo no derivase en fugas continuas y crecientes de dinero hacia lugares equivocados. Organismos internacionales y regulaciones diversas no faltaban en este sentido, pero se encontraron con unos especuladores demasiados avispados y con la excesiva pereza que suele provocar regular con firmeza la economía cuando “las cosas van bien”. Sea como sea, tanto si esta catástrofe financiera se veía venir como si no, es evidente que el sistema no se encontraba bastante protegido ni, lo que resulta más grave, dispuesto a poner remedio antes de hora. O, en una interpretación alternativa y quizás más realista, crisis de este tipo son inevitables e incluso necesarias para el buen funcionamiento de este sistema, del que ya podemos esperar bien pocas manifestaciones benévolas con el grueso de la población. Algunos autores, como Richard Florida, proclaman que éste no es más que un nuevo episodio en la historia de constante reinvención del capitalismo, que se encontraría actualmente en una fase de transición, dentro de un ciclo largo de más de medio siglo y que podría durar todavía medio siglo más, entre la economía (o la sociedad) industrial y la del conocimiento. De esta manera, la salida de la crisis ofrecería un panorama en el que las ciudades, agrupadas en mega-regiones urbanas, actuarían como motores de una economía crecientemente inmaterial y basada en los servicios, siendo los territorios de producción industrial cada vez más reducidos y remotos2. Si esto tiene que ser así, lo que no sabemos todavía es si la hegemonía económica seguirá en manos de los mismos países que la ostentan actualmente o si estos cambios también supondrán un desplazamiento en el centro de gravedad de la economía mundial. De hecho, una de las grandes diferencias entre esta crisis y las que ha habido

2 Richard Florida (2009): “How the Crash Will Reshape America”, en The Atlantic; Marzo 2009. Versión corregida en http://www.theatlantic.com/doc/200903/meltdown-geography.

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anteriormente, desde la Segunda Guerra Mundial, es la emergencia de alternativas poderosas en este sentido: India y, sobre todo, China. Esto quiere decir que, a pesar de que se pueda producir la recuperación a escala global en la que todo el mundo confía, la situación de partida podría variar substancialmente en términos geoeconómicos. Pero no todo el mundo lo ve de la misma manera, ni confía en ninguna reinvención del capitalismo. De hecho, son cada vez más, al menos aparentemente, quienes reclaman una nueva orientación, un nuevo sistema económico que sea capaz de hacer cuadrar la difícil ecuación del desarrollo sostenible, ampliando el campo de visión de este concepto desde los aspectos ambientales hacia las disparidades en el acceso al empleo y la renta, la desterrada justicia social o la amenazada diversidad cultural. Hay quién promueve, no sin fundamentos, la apuesta por el decrecimiento3. En estas discusiones, por tanto, la cuestión de fondo es si existirá o no un “después” (aceptable) de la crisis y, si tal es el caso, si podemos anticipar cómo será el mundo, la economía, las sociedades de este después. Esta es una cuestión fundamental, como es evidente, a la hora de poner en marcha las políticas adecuadas para hacer frente al problema que tenemos actualmente entre manos. Políticas anti-crisis y cambio de modelo El catálogo de políticas que se están llevando a cabo para hacer frente a la crisis es, por ahora, bastante reducido y ofrece pocas dudas acerca del objetivo fundamental que se persigue: recuperar la situación anterior a la crisis. El rescate de entidades financieras, las inyecciones de recursos públicos en determinadas industrias y los planes de obra pública, actuaciones todas ellas llevadas a cabo por la inmensa mayoría de gobiernos, parecen más pensadas para ganar tiempo que para plantear una salida alternativa a la situación. La coyuntura, una vez más, se impone a las tendencias de fondo y provoca la amnesia de muchos de los que, aunque fuera tímidamente, hablaban en sus discursos sobre la necesidad de cambios, mientras se mantenía un modelo productivo poco merecedor de este calificativo y un mercado de trabajo altamente desregulado y precario4.

3 Serge Latouche (2008): La apuesta por el decrecimiento. ¿Cómo salir del imaginario dominante?. Icaria – Antrazyt. Barcelona. 4 El propio The Economist ha señalado a la desregulación y a la precariedad del mercado laboral en España como unas de las principales causas de la crisis en términos de paro (“When jobs disappear”, 12/03/2009: http://www.economist.com/displayStory.cfm?story_id=13278217&source=hptextfeature).

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Tomemos el ejemplo más próximo. La actuación de mayor impacto previsto sobre el empleo del “Plan español para el estímulo de la economía y el empleo” (también llamado “Plan E” o “Plan Zapatero”) del gobierno español ha sido la creación del Fondo Estatal de Inversión Local (FEIL), al que se han destinado 8.000 millones de euros para financiar obras de los más de 8.000 municipios del Estado. Esta intervención podría llegar a recuperar eventualmente unos 300.000 puestos de trabajo en la construcción y 100.000 más de indirectos, pero a nadie se le escapa que el mantenimiento de tal volumen de personas en este sector es ya prácticamente imposible, si no indeseable vistas las consecuencias sobre la estructura productiva y sobre el medio ambiente, entre otras, que se han constatado en los últimos años de efervescencia constructora. En un dilema similar se sitúan el rescate de industrias en declive, con la del automóvil al frente, o las compensaciones para detener procesos de deslocalización o cierre camuflados tras Expedientes de Regulación de Empleo (ERE), que nos hacen recordar las medidas paliativas de los años 80 con las que no se evitó que la industria pesada y la minería tocaran fondo para no volver a recuperarse, y que otras como el textil simplemente aplazaran su minimización. Ninguna de estas medidas, por lo tanto, tendrá efecto si no se empieza a pensar en qué actividades trabajarán las personas que hoy se encuentran en estos sectores y sin una actuación inmediata para facilitar su transición. En este sentido, el denominado Green New Deal, la apuesta por el impulso de sectores de actividad como las energías renovables o la industria eco-eficiente, aparece como la iniciativa que podríamos calificar de más intrépida. Ahora bien, el enfoque primordial que se le otorga no es tanto el de provocar un cambio en las bases de funcionamiento del sistema económico como el de asegurar la satisfacción de unas necesidades energéticas crecientes hasta el infinito y el de generar nuevos segmentos de negocio a base de renovar el arsenal de bienes de consumo duradero de la población mundial solvente. No disimula la Comisión Europea cuando en los documentos preparatorios del Consejo Europeo de primavera manifiesta que “la transición a una economía con bajas emisiones de carbono tendría que crear nuevas oportunidades de crecimiento no sólo en Europa, sino también en todo el mundo”5. Hay quién trabaja ya con la hipótesis de una nueva burbuja, la de las energías renovables, como próxima parada en el trayecto errático del sistema a medio plazo.

5 Comisión Europea (2009): Comunicación para el Consejo Europeo de Primavera. Gestionar la recuperación europea. Disponible en línea: http://eur-

lex.europa.eu/LexUriServ/LexUriServ.do?uri=COM:2009:0114:FIN:ES:PDF

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Las políticas, por lo tanto, son el reflejo de la falta de respuestas y la pérdida de rumbo de unos gobiernos que durante demasiado tiempo se han inhibido en su obligación de velar por una economía al servicio de las personas. “Una economía como si las personas y el planeta importaran”, como reza el eslogan de la New Economics Foundation6 (nef) de Londres, uno de los think-tanks más importantes entre los que reclaman una nueva forma de organizar la economía y actúan a escala local para conseguirlo. Las tres esferas del trabajo Llegados a este punto, en el que no parece contemplarse una perspectiva de cambio en profundidad del sistema económico ni de las políticas que se le aplican, conviene adoptar un punto de vista más local y situarse lo más cerca posible de las necesidades de la ciudadanía. Antes de hacerlo, no obstante, hará falta retomar una reflexión, no por clásica menos actual, no por repetida menos olvidada en la práctica, sobre la naturaleza del trabajo y su papel en el funcionamiento de la economía. El trabajo en el ámbito del mercado, al que solemos denominar empleo, y su cara opuesta, el paro, forman parte de los engranajes fundamentales de la economía y, por descontado, de nuestra manera de vivir. En general, disponer de un trabajo remunerado abre la vía por la cual es posible acceder al consumo y, en términos más amplios, a la satisfacción de la mayoría de las necesidades personales y familiares. Satisfacer las necesidades de las personas. Esta expresión se encuentra en la definición de economía, cuando se dice que consiste en “satisfacer las necesidades humanas utilizando recursos escasos”. La economía, pues, no presupone nada más que existen unas necesidades a satisfacer y unos recursos limitados para conseguirlo. Con respecto a las necesidades, es conocida la formulación teórica de su jerarquización en forma de pirámide propuesta por A. Maslow7, según la cual, en esencia, a medida que se van satisfaciendo las necesidades más básicas (fisiológicas primero, de seguridad después, etc.), los seres humanos van desarrollando otras más “sofisticadas”, hasta llegar a las de autorrealización, donde se encuentra un sentido a la vida gracias al desarrollo de una determinada actividad que proporciona plenitud.

6 Su web es http://www.neweconomics.org/gen/. El eslogan es una adaptación de la premisa de uno de los padres de la economía ecológica E.F.Schumacher, a quien Keynes señaló como continuador de su legado. 7 Abraham Maslow (1943): “A Theory of Human Motivation”, en Psychological Review, 50, 370-396. Disponible en http://psychclassics.yorku.ca/Maslow/motivation.htm.

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La pirámide de las necesidades humanas de A. Maslow

Fuente: http://es.wikipedia.org/wiki/Pir%C3%A1mide_de_Maslow

Nuestro sistema, además de incrementar constantemente las posibles necesidades a satisfacer y de distorsionar la jerarquía propuesta, aplica una interpretación restringida e interesada de la definición de economía, tratando de canalizar todas las necesidades, sean de la naturaleza que sean, hacia el consumo, y nos convierte en hiperconsumidores cada vez, sin embargo, más insatisfechos8. Pero si hay algo claro es que la Humanidad es capaz de encontrar otras formes de organizarse para satisfacer sus necesidades y que, aunque no lo parezca, todas ellas superan bastante ampliamente en importancia a los mercados de consumo, todavía ahora, en esta tarea. Veamos, pues, a continuación cuáles son las diferentes esferas del trabajo que, debidamente combinadas, pueden dar lugar a nuevas respuestas políticas a la crisis desde los entornos locales. Trabajo en la economía de mercado La previsible evolución del empleo en un mercado relanzado es la de una progresiva desaparición de los puestos de trabajo poco cualificados en la industria, el mantenimiento de un cierto volumen de empleos industriales cualificados y la creciente dualización del empleo en los servicios9. En realidad, la heterogeneidad del terciario y su integración con el resto de sectores implica que hablar de dualización sea una simplificación excesiva, puesto que el abanico de situaciones posibles es enorme, pero es evidente que nos encontramos ante un gran grupo de población que disfruta de una situación de alguna manera privilegiada en el mercado de trabajo y otro gran grupo, previsiblemente mayor que

8 Gilles Lipovetsky (2007): La felicidad paradójica. Anagrama, Barcelona. 9 Todo esto considerando que la división tradicional de la economía en grandes sectores (industria, servicios, etc.) siga teniendo sentido en la práctica.

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el anterior, instalado en la precariedad y en lo que algunos autores han denominado la violencia “laboral”10. El fenómeno de los working poor, o trabajadores con dos o más trabajos sin ingresos suficientes para una vida digna, podría ser la próxima tendencia social procedente de los EEUU11 que adopte nuestro país. Entre ambos grupos, encontraríamos otros que parecen crecer con las crisis, como el de las personas emprendedoras con suficiente ingenio para inventarse negocios o profesiones orientadas a prestar toda clase de servicios o simplemente “entretener” fundamentalmente al grupo privilegiado12: paseadores de perros, consejeros de compras, entrenadores personales, redactores de biografías, vendedores de basuras-souvenir, taxistas de mascotas, supernannies, sustitutos en colas... una nueva clase de dignos sirvientes que, a pesar de poder llegar a obtener grandes ingresos, se sostienen simplemente por la irracionalidad del sistema. En cualquier caso, igual que el mencionado Libro Blanco de Delors de los años 90 introducía el concepto de nuevos “yacimientos de empleo” para designar las actividades con mayor potencial de creación de empleo y que, por lo tanto, tendrían que ser fomentadas desde la inversión pública, en la actualidad, de nuevo a partir del Green New Deal, la esperanza se encuentra en los “empleos verdes”, a los que por ejemplo hace referencia continuamente la Comisión Europea en sus informes13. Hay que recordar, no obstante, que estos empleos ya formaban parte del catálogo de nuevos yacimientos, de forma que nos encontramos otra vez ante soluciones y propuestas de escasa originalidad y de cuestionable viabilidad como fuente significativa de nuevos empleos. El reto esencial al que se enfrentan las políticas de empleo respecto al mercado de trabajo no es tanto, sin embargo, identificar cuáles son los sectores realmente emergentes como mantener a las personas en condiciones de máxima empleabilidad, debidamente formadas y motivadas para el cambio, si este es necesario. Asimismo, tienen que garantizar la mejor calidad posible del empleo, especialmente frente al

10 Rafael Díaz-Salazar (2004): “De la violencia laboral a la democracia industrial”, en El País, 04/07/2004. Accesible en http://www.elpais.com/articulo/opinion/violencia/laboral/democracia/industrial/elpepiopi/20040704el

pepiopi_8/Tes/. 11 Ver, por ejemplo: Barbara Ehrenreich (2003): Por cuatro duros. Cómo (no) apañárselas en Estados Unidos. RBA, Barcelona. 12 Sergio Bulat (2008): El arte de inventarse profesiones: destacar en un mundo laboral en crisis. Empresa Activa, Barcelona. 13 Ibid, nota 2.

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auge de la forma más extrema de precariedad que es la economía informal14. Un ejemplo sería el de la atención a las personas, ámbito en el cual la denominada Ley de la Dependencia presentaría ciertos potenciales de creación de empleo, pero que choca con la asfixia presupuestaria de los entes locales, que disponen de unos 2.000 millones de euros asignados para su aplicación en el año 2009. La aparentemente fácil cuadratura del círculo consistente en dedicar más recursos a este ámbito en lugar de hacerlo a actuaciones como el FEIL tendría ahora mismo unos resultados bastante inciertos, puesto que requeriría una más que complicada transición en términos de calificación (en sentido amplio) e incluso motivación de las personas que engrosan a diario las listas del paro, así como el incremento substancial de las medidas de control sobre la abundante informalidad en el sector. Desde otra perspectiva, encontraríamos el mercado “con rostro humano”; iniciativas que difícilmente pueden escapar de la lógica del mercado, como la banca, pero planteadas sobre unos principios éticos y de proximidad que las sitúa, exactamente tal y cómo ha sucedido en la actual crisis, al abrigo de los efectos perniciosos de la globalización. Su importancia radicaría no tanto en el empleo directo creado como en el tipo de proyectos y actividades que ayudarían a impulsar, muchos de ellos situados en esferas diferentes de la de mercado. Trabajo en la economía colaborativa En nuestra sociedad de mercado, el paro deja a las personas descapitalizadas que lo padecen sin más alternativas que el apoyo de la familia o de la colectividad (sea a través del Estado o no). Ahora bien, como hemos visto, el concepto de economía no excluye ninguna alternativa a la hora de satisfacer las necesidades humanas. Y es precisamente en la familia y, sobre todo, en la colectividad donde se puede encontrar la clave del inicio de la transformación del sistema. La economía colaborativa se sitúa en una esfera similar a la de la economía social15 (de hecho, funciona siguiendo la mayor parte de sus principios), pero así como esta última puede integrarse en el funcionamiento del mercado, en el caso de la primera no existen 14 En España, el propio Ministerio de Economía cifraba en un 23% del PIB el peso de la economía sumergida en el año 2008. Ver: http://www.eleconomista.es/economia/noticias/450875/04/08/La-economia-sumergida-en-Espana-

supone-un-23-del-PIB-son-208000-millones-de-euros.html. 15 La economía social es una alternativa que, situándose a caballo entre la esfera de mercado y la colaborativa, resulta imprescindible potenciar en la perspectiva de un cambio de modelo, pero por motivos de espacio y por existir una amplia literatura y de voces más cualificadas para abordarla, no se trata en este artículo con la profundidad que requiere.

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contraprestaciones monetarias en la adquisición de bienes o la prestación de servicios. Se trata, efectivamente, de la economía del intercambio, de la economía del compartir, de la economía del reciclaje y la reutilización; formas de satisfacción de las necesidades humanas que han existido siempre, pero que vuelven a aparecer con fuerza ante la crisis. La situación de crisis lleva, por necesidad o por reflexión, a adoptar actitudes más colaborativas y solidarias. Y es sorprendente a veces cómo resurge un sentido de comunidad que parecía vencido por el individualismo inherente al sistema, como demuestra el incremento en las cifras de participación en las organizaciones de voluntariado16. Incluso se recuperan autores como Piotr Kropotkin, padre del anarco-comunismo y de las teorías de la ayuda mutua como motor de la evolución humana17 (en una crítica a las teorías de la evolución competitiva de Darwin). El voluntariado tal y como se ha entendido tradicionalmente, pero también los bancos del tiempo, todavía no bastante desarrollados en nuestro país, o la co-producción18, consistente en la implicación de las personas que han sido beneficiarias de determinados servicios públicos en la prestación de estos mismos servicios a otras personas, son claros ejemplos de esta forma de actuar en la satisfacción de necesidades fuera del mercado. Por otra parte, hay que destacar otro fenómeno que ha adquirido una nueva dimensión con la crisis, y es el de la eclosión de la denominada web 2.0 o web colaborativa. En primer lugar, porque si nos encontramos en la economía del conocimiento, sorprende que éste, en tanto que materia primera fundamental, se “regale” mediante blogs, wikis, mapas on-line, etc. por la acción de millones de personas en todo el mundo que dedican una parte importante de su tiempo a publicar y comentar información sin más recompensa, en muchas ocasiones, que el incremento de visitas a su espacio virtual y el de su autoestima. Se trata de una “colectivización” en toda regla y sin precedentes de un medio de producción, el conocimiento, a escala global19. La acción pública en la lucha contra la brecha digital y el empuje de los movimientos por el software libre tendrían que completar esta revolución.

16 Un 24% en el último trimestre del año 2008 según la Obra Social de La Caixa. 17 Libros de la Catarata ha publicado en 2009 una compilación de los artículos de Kropotkin (1841-1921) bajo el título La selección natural y el apoyo mutuo. 18 Ver, al respeto, el siguiente documento de la New Economics Foundation: http://www.neweconomics.org/gen/uploads/wyifkx552bjzvkjumj2zcnyq11072008194321.pdf. 19 Colectivización que, en todo caso, se ha dotado de unas reglas coherentes, como los sistemas de licencias copyleft (Creative Commons, por ejemplo), que le aportan mayor solidez.

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En segundo lugar, porque gracias en gran parte a la utilización de las tecnologías de la web 2.0, se contribuye al fortalecimiento y la ampliación de redes sociales como las que soportan este tipo de economías de carácter colaborativo. Iniciativas como por ejemplo intercambios.net, viajamosjuntos.com, makeatuvida.net, basurillas.org o guifi.net forman parte de este universo en constante crecimiento y diversificación. Un universo colaborativo que no sólo saca provecho del trabajo y el conocimiento humano, sino que ayuda a satisfacer muchas de las necesidades que, en su ausencia, requerirían de contraprestación económica en el mercado. Trabajo en la economía doméstica La economía doméstica es la esfera más próxima a las necesidades básicas de las personas y, como es ampliamente reconocido, la fundamental para el funcionamiento de todas las otras esferas, muy especialmente la de mercado, hasta el punto que en las visiones críticas con el sistema de mercado se la llega a considerar el verdadero “núcleo de la economía” (core economy en inglés20). Sin el trabajo en el ámbito doméstico, también denominado trabajo reproductivo, ninguna persona podría llevar a cabo decentemente una actividad laboral en el mercado y la economía, como es evidente, colapsaría. El reconocimiento de la importancia de este trabajo se podría considerar ya general, a pesar de que aún un 25% de la población española creía en el año 2002 que el hombre es quien tiene que trabajar fuera de casa y la mujer lo tiene que hacer en el hogar21. Otra cuestión es cómo se traduce tal reconocimiento en el funcionamiento de la sociedad, y la verdad es que los datos no engañan: las tareas domésticas siguen siendo responsabilidad casi exclusiva de las mujeres de forma avasalladora, ya que dedican a ellas casi el triple de tiempo de media que los hombres (21,3 frente a 7,95 horas semanales, según datos del Instituto de Estadística de Catalunya22).

20 La traducción más correcta sería “economía nuclear”, pero se ha preferido la expresión del texto para evitar connotaciones que podrían derivar en confusiones innecesarias. Asimismo, hay que resaltar que en la acepción original anglosajona también se introduciría en este concepto parte de la economía colaborativa entendida como se ha descrito anteriormente. 21 John MacInnes (2005). «Diez mitos sobre la conciliación de la vida laboral y familiar». Cuadernos de Relaciones Laborales. Disponible en línea en: http://www.jornadausosdeltemps.net/public/assets/pagina_8/doc_002_es.pdf.

22 http://www.idescat.cat/territ/BasicTerr?TC=5&V0=3&V1=3&V3=1456&V4=1504&ALLINFO=TRUE&PARE

NT=25&CTX=.

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No es sólo que resulte complicada la conciliación de la vida personal y de la vida familiar con la laboral, vista la amplia dedicación horaria que se produce en esta última. Es que incluso en un hipotético contexto de disponibilidad de tiempo, los hombres se abstienen mayoritariamente de realizar tareas domésticas. Y hace falta tener en cuenta, además, que también es necesario disponer de tiempo para la comunidad con el fin de poder participar de la vida social en general y de la economía colaborativa en particular. En consecuencia, podemos decir que existe una malformación de base en la organización de los usos del tiempo que tiene su impacto sobre la capacidad de la sociedad para satisfacer sus necesidades. Una malformación que limita estructuralmente a las mujeres a llevar el peso de la economía doméstica y que reserva para los hombres la “parte del león” de la esfera de mercado. A priori, esto no tendría que ser intrínsecamente negativo, en el sentido que no es mejor un tipo de trabajo u otro, si no fuera porque en nuestra sociedad el segundo es el que aporta en exclusiva ingresos directos y prestigio social, y el segundo sólo genera dependencia económica. Una mejor organización de los usos del tiempo23, acompañada de una mayor igualdad en la participación de hombres y mujeres en todas las esferas de la economía que aquí se han revisado, resulta imprescindible para dotarnos de los fundamentos que permitan construir un modelo de satisfacción de las necesidades personales y sociales alternativo y, previsiblemente, más resistente a las acometidas de la globalización y de las crisis que trae aparejadas.

Las esferas del trabajo en la economía

Fuente: elaboración propia.

23 En este sentido, se puede ver la documentación y las intervenciones grabadas en las Jornadas “¿Hacia donde va nuestro tiempo? Escenarios de futuro”, recientemente organizadas por el Ayuntamiento de Barcelona y la Diputació de Barcelona: http://www.jornadausosdeltemps.net/.

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Conclusiones: construyendo un Plan B desde las políticas locales Teniendo en cuenta, pues, los diferentes elementos expuestos, sería posible construir un marco de actuación para las políticas locales que representara un programa alternativo, un Plan B, frente a las recetas típicas de la economía de mercado con las que hemos ido avanzando en las últimas décadas. Un marco que supusiera la integración progresiva de las diferentes esferas del trabajo aquí expuestas hasta llegar de entrada a una relación de igualdad, de tal manera que la satisfacción de las necesidades personales y sociales se sustentara equilibradamente sobre todas ellas y fuera el fruto de la contribución de todo el mundo en todos los ámbitos. Evidentemente, se trata de un marco que requeriría afrontar la realidad con un nuevo esquema mental general y que tendría que traer aparejados ciertos ajustes en el marco legislativo y en políticas que van más allá del nivel local, empezando por el regreso a la regulación del mercado laboral, a la progresividad del sistema fiscal y al enfrentamiento creíble y decidido a otras cuestiones como los movimientos descontrolados de capitales o los límites a determinado tipos de remuneraciones. En lo que atañe a las propuestas de este artículo, el primero y más necesario paso para la integración propuesta es el establecimiento de la renta básica de ciudadanía24. Una renta que permita optar de manera más libre por la participación en cualquier de las tres esferas citadas y, muy especialmente, en la colaborativa y la doméstica, disponiendo de unos ingresos que permitan asegurar la satisfacción de las necesidades básicas cuando sólo exista la alternativa de mercado para satisfacerlas. El segundo ámbito de intervención es el de las políticas de conciliación y nuevos usos del tiempo, implicando a las empresas, las administraciones y la sociedad civil, organizada o no, en la construcción de un nuevo modelo de organización del trabajo, de los servicios y de los tiempos en general que tenga en cuenta la participación equitativa de hombres y mujeres en cada una de las esferas25. Esta intervención supone, de forma inherente, la utilización de todos los instrumentos

24 El alcance del artículo tampoco permite entrar en profundidad en este aspecto, que por otro lado ya se encuentra bastante documentado y debatido, en especial en http://www.redrentabasica.org. 25 Fundació Maria Aurèlia Capmany (2006): Conciliació i nous usos del temps. Institut Català de les Dones, Barcelona. Disponible en línea en http://www.jornadausosdeltemps.net/public/assets/pagina_8/doc_001_ca.pdf.

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posibles (educativos, legislativos, etc.) para incorporar efectivamente al hombre en las tareas del hogar y del cuidado familiar. El tercer ámbito de intervención, entrando ya más específicamente en la esfera colaborativa, es el del fortalecimiento de las redes sociales, prestando la atención merecida y el apoyo necesario a las que ya ejercen actualmente la economía colaborativa, e incluyendo el impulso decidido a la economía social, que tiene que ser tratada desde los departamentos de promoción económica local como algo más que una “forma jurídica” para la creación de empresas. La economía colaborativa precisa también de un espacio público inclusivo26 y los instrumentos necesarios para promover la autonomía de las personas a la hora de realizar cualquier tarea física e intelectual, dentro de sus posibilidades, invirtiendo en todos los ámbitos de la formación y, específicamente, en todos los relacionados con la eliminación de las diversas “brechas digitales”27. El reconocimiento del hecho que cualquier persona puede ser creativa y que cualquiera de nosotros tiene unas habilidades y unos activos personales útiles para una u otra tarea, base de planteamientos como el de la anteriormente citada co-producción, representa otro cambio que hace falta operar en la manera de hacer y de organizarse de las comunidades locales. Hasta aquí, como se ve, pocas propuestas relacionadas con las políticas de promoción económica y empleo “al uso”. Obviamente, se podrían citar unas cuantas imprescindibles para adelantar en el nuevo marco, entre ellas, claro está, el impulso de las actividades económicas asociadas a la “economía verde” y a los servicios de proximidad, no por menos novedosas poco convenientes, o todas las que supongan una explotación sostenible de los recursos endógenos (del turismo no masificado a la artesanía y los productos agroalimentarios locales, entre otras). También algunas más nuevas en proceso de consolidación, como el apoyo a las empresas de inserción, y otras incipientes, como la promoción de la responsabilidad social territorial28, el fomento de la emprendeduría social y la banca ética.

26 Podríamos incluir aquí, por ejemplo, la propuesta de dedicar de manera exclusiva los recursos de una eventual nueva edición del Fondo Estatal para la Inversión Local a obras de eliminación de barreras arquitectónicas y mejora de la accesibilidad. 27 Que, como mínimo, son tres: 1) la del acceso; 2) la del uso; y 3) la de la apropiación. Ver el análisis al respecto de Juan Freire en http://www.soitu.es/soitu/2008/11/07/pieldigital/1226072627_186473.html?id=81ee49c7d5f47fff3d08

af751ece79e2&tm=1238589332. 28 Ver la propuesta formulada en este sentido en la comarca del Vallès Occidental: http://www.projecteressort.net/docs/Ressort3(1).pdf.

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El problema es que por sí solas, sin una visión integral de las esferas del trabajo en cada territorio, las políticas únicamente centradas en la ampliación y diversificación de las opciones de empleo en el mercado seguirán siendo insuficientes para garantizar la equidad y para evitar la destrucción acelerada del entorno. La vertiente colaborativa y doméstica tienen que ser reconocidas como parte de la economía y, en consecuencia, los poderes públicos, y muy concretamente los locales, deben integrarlas en sus estrategias y sus políticas para procurar un futuro mejor a la ciudadanía. Los entes locales y las personas organizadas e implicadas en sus comunidades tienen, pues, la oportunidad – y algunos consideramos que el deber-, de “mover ficha” en estos momentos. En definitiva, de presentar y promover desde el mundo local un Plan B que, articulado sobre unas nuevas bases, aleje lo máximo posible tanto el fantasma de la crisis y el paro como el de la economía al servicio de unos pocos. [email protected] http://estelabo.wordpress.com Barcelona, abril de 2009.

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Bibliografía recomendada Alvin Toffler; Heidi Toffler (2006): La revolución de la riqueza. Debate, Madrid. Daniel Cohen (2007): Tres lecciones sobre la sociedad postindustrial. Katz Editores, Madrid. Guy Aznar (1994): Trabajar menos para trabajar todos. Ediciones HOAC, Madrid. Jeremy Rifkin (1996): El fin del trabajo. Paidós, Barcelona. Joe Bageant (2008): Crónicas de la América profunda. Despachos desde la guerra de clases. Libros del Lince, Barcelona. María Ángeles Durán (2007): El valor del tiempo. ¿Cuántas horas te faltan al día?. Espasa-Calpe, Madrid. Massimo Gaggi; Edoardo Narduzzi (2008): Pleno desempleo. Lengua de Trapo, Madrid. Richard Sennett (2006): La corrosión del carácter. Las consecuencias personales del trabajo en el nuevo capitalismo. Anagrama, Barcelona.