crisis a finales del siglo 20- caso mexico y el efecto tequila

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I NSTITUTO SUPERIOR INTERCULTURAL BILINGUE MARTHA BUCARAM DE ROLDOS" TEMA: LA CRISIS A FINALES DEL SIGLO 20 (Caso México Y El Efecto Tequila) Las economías latinoamericanas retomaron durante 1996 la senda de crecimiento que interrumpió abruptamente en 1995 el llamado efecto tequila, la crisis financiera de México que se propagó hasta Argentina. El incremento medio del PIEB (producto interior bruto) este año, que será del 3,5% según un informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), refleja la tendencia de esta región del mundo a tasas de crecimiento entre el 3% y el 4% anual, un logro considerado significativo si se compara con los escuálidos resultados de los años ochenta. El lastre de aquella década era el agobio del sobreendeudamiento externo. Ahora, pese a todo, una tasa de crecimiento como la mencionada sigue siendo por completo insuficiente para países que deben enfrentarse a elevadas tasas de desempleo y pobreza y a una muy desigual distribución de los ingresos. Por persona, el crecimiento latinoamericano fue del 1,5% en 1996, mientras la inflación se redujo en promedio a cerca de un 20%. Según el secretario ejecutivo de la CEPAL, el guatemalteco Gert Rosenthal, "Ia región vuelve a retomar una trayectoria con claves de crecimiento entre el 3% y el 4% anual, niveles de inflación cada vez menores y déficit de cuenta. Corrientes manejables". El crecimiento de las economías latinoamericanas se ha basado en una sostenida expansión de las exportaciones y en un mayor flujo de capitales externos, en un contexto internacional un poco menos favorable. El aumento del volumen de las exportaciones casi triplicó al del producto interior bruto y, en total, las ventas al exterior ascendieron a 248.000 millones de dólares, algo más de 32 billones de pesetas. Paralelamente, los países del continente ingresaron unos 5.0.000 millones de dólares (6,5 billones de pesetas) en préstamos e inversiones, apartados que habían quedado

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Page 1: Crisis a Finales Del Siglo 20- Caso Mexico y El Efecto Tequila

I NSTITUTO SUPERIOR INTERCULTURAL BILINGUE MARTHA BUCARAM DE ROLDOS"

TEMA:

LA CRISIS A FINALES DEL SIGLO 20 (Caso México Y El Efecto Tequila)

Las economías latinoamericanas retomaron durante 1996 la senda de crecimiento que interrumpió abruptamente en 1995 el llamado efecto tequila, la crisis financiera de México que se propagó hasta Argentina. El incremento medio del PIEB (producto interior bruto) este año, que será del 3,5% según un informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), refleja la tendencia de esta región del mundo a tasas de crecimiento entre el 3% y el 4% anual, un logro considerado significativo si se compara con los escuálidos resultados de los años ochenta.

El lastre de aquella década era el agobio del sobreendeudamiento externo. Ahora, pese a todo, una tasa de crecimiento como la mencionada sigue siendo por completo insuficiente para países que deben enfrentarse a elevadas tasas de desempleo y pobreza y a una muy desigual distribución de los ingresos. Por persona, el crecimiento latinoamericano fue del 1,5% en 1996, mientras la inflación se redujo en promedio a cerca de un 20%. Según el secretario ejecutivo de la CEPAL, el guatemalteco Gert Rosenthal, "Ia región vuelve a retomar una trayectoria con claves de crecimiento entre el 3% y el 4% anual, niveles de inflación cada vez menores y déficit de cuenta. Corrientes manejables".

El crecimiento de las economías latinoamericanas se ha basado en una sostenida expansión de las exportaciones y en un mayor flujo de capitales externos, en un contexto internacional un poco menos favorable. El aumento del volumen de las exportaciones casi triplicó al del producto interior bruto y, en total, las ventas al exterior ascendieron a 248.000 millones de dólares, algo más de 32 billones de pesetas.

Paralelamente, los países del continente ingresaron unos 5.0.000 millones de dólares (6,5 billones de pesetas) en préstamos e inversiones, apartados que habían quedado parcialmente restringidos durante la crisis financiera mexicana.

En este comportamiento del PIB ha influido el hecho de que México y Argentina, dos de las mayores economías latinoamericanas, hayan vuelto a registrar tasas positivas de crecimiento (4,5% y 3,5%, respectivamente), aunque no superan la caída de 1995.

Por el contrario, en el gigante económico, de la región, Brasil, se ha desacelerado el ritmo de expansión (3,0%) por las políticas destinadas a mitigar la inflación. y sólo cinco países (República Dominicana, Chile, Guyana, Barbados y Nicaragua) registraron una expansión del PIB superior al 5%.

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La frustración se origina en que el mundo consideró que la economía de México, con todo y sus desequilibrios, estaba bajo control. El gran flujo de inversiones hacia ese país, se pensaba, respaldado en la firma del Acuerdo de Libre Comercio de Norte América, el TLC, permitiría manejar el déficit comercial. Error inmenso, puesto que éste se había salido de madre: el 8 por ciento del Producto Interno Bruto o los 31.000 millones de dólares proyectados para 1995, no eran magnitudes financiables fácilmente. El problema, sin embargo, se subestimó. Las autoridades mexicanas siguieron una estrategia gradualista para resolverlo que, a la hora de la verdad, resultó insuficiente. Así lo reconoció el nuevo ministro de Hacienda de México segundo en lo corrido de la Administración Zedillo, quien se había desempeñado como viceministro en el Gobierno anterior, al afirmar en Nueva York el jueves anterior que las acciones seguidas a lo largo de 1994 apenas atacaron parcialmente las fuerzas tras el deterioro de la cuenta corriente de la balanza de pagos.

El problema económico protuberante era la existencia de un desequilibrio de la balanza de pagos que no podía sostenerse por más tiempo y que requería medidas drásticas para corregirlo. Pero tanto el Banco de México como el nuevo Gobierno se demoraron en actuar: este último presentó al Congreso un programa económico para 1995 que mantenía los mismos parámetros del año anterior y cuya viabilidad dependía de flujos de capitales del exterior. Mientras esa discusión tenía lugar, comenzó a erosionarse la confianza y el Banco de México se vio obligado a ajustar la banda de flotación de la tasa de cambio. Y ahí fue Troya. Muy rápidamente acabó por perderse del todo la credibilidad en el peso, lo que llevó a las autoridades a liberar la tasa de cambio. En dos semanas se produjo una devaluación del 40 por ciento.

El Efecto Tequila irradió inmediatamente. Los fondos de inversión extranjera en América Latina, muy concentrados en México en papeles gubernamentales de corto plazo se retiraron en masa de México. Algunos lo hicieron de Brasil y de Argentina. El análisis retrospectivo señala que estos fondos estaban sobreinvertidos en México, por lo cual tuvieron que darse la pela. La sorpresa fue que éstos, expertos aparentes en administrar portafolios, no diversificaron lo suficiente sus riesgos. Algunos tenían más de 40 por ciento de sus recursos en México y un 30 por ciento en Brasil.

En la primera semana de enero el Gobierno armó a la carrera un nuevo programa y lo presentó a la comunidad financiera internacional. Es una estrategia ortodoxa que busca minimizar el impacto inflacionario de la devaluación mediante el control de los aumentos de salarios se ha convenido un 7 por ciento para 1995 y de los precios la meta de inflación es de 16 por ciento. El Gobierno se ha comprometido a reducir sus gastos y a continuar el proceso de privatizaciones. Y ya obtuvo el apoyo financiero del exterior para evitar una crisis de liquidez. Pero la confianza en el país y en su economía tardará tiempo en recuperarse.

La preocupación tiene que ver con la viabilidad en el largo plazo de un modelo económico que permite que se generen brechas comerciales muy grandes y que se financien con capitales de corto plazo. Este no es el caso de Colombia en la actualidad por lo que no nos ha afectado el Efecto Tequila . Pero podría llegar a ocurrir, si nos descuidamos. Por eso es crucial no perder nunca de vista que el determinante del comportamiento de los países, como lo acaba de demostrar México, no son el carisma de un presidente, ni las relaciones públicas internacionales, sino la solidez de los fundamentos económicos.

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