crimen pasional en mera
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Capítulo del coleccionable "El Crimen en Galicia" publicado por La Voz de Galicia. Autor: Carlos Fernández. Ilustraciones: Xoan González.TRANSCRIPT
Et CRIMEN EN GALICIA
5 kilómetros, es inferior a la que existe
por tierra, pues para llegar allí es necesa-
rio bordear toda la ría de La Coruña que
en 1910, año de nuestro relato, obligaba,
además, a ir hasta el puente de El Burgo.
En dicho año, Mera no debía pasar de los
cien o doscientos habitantes. La ciudad
quedaba lejos, tanto que sólo se acordaban
de ella cuando las puestas de sol, en los
claros días de primavera y Yerano, contor-neaba a lo lejos las casas de La Coruña y,
sobre todo, su torre de Hércules.En este pequeño pueblo, mitad pesquero y
mitad labrador, se iba a producir el 7 de
mayo de l9l0 un crimen que iba a llenar las
páginas de todos los periódicos de Gaücia.
María Cividanes era una agraciada jo-ven de Mera de 38 años, cuYo marido,
Manuel Rodríguez Yáñez, con el que se
había casado en 1895, estaba trabajando
en Buenos Aires como emigrante desde ha-
cía cuatro años. Su padre era condueño de
la fábrica de ladrillos del señor Labarta ypara ayudar a su hija le había puesto una
iaberna, que servía comidas, en el propiopueblo, junto a la fábrica de ladrillos de laque era su padre copropietario.
Como casi todas las mujeres que tenían a
su marido en la emigración, María era ase-
diada por varios hombres, a Yeces en broma
con frases pícaras dirigidas por clientes de
la taberna, a veces en serio con acosos y
persecuciones. María Cividanes se escudaba
en sus cuatro hijos de corta edad, como Al-bina, que la acompañaba a todos los sitios,
pero no siempre podía librarse de tales aco-
ios, especialmente de los de Hipólito de
Trisur, que la dejó embarazada.
Tras haber sido despedido Hipólito de
la fábrica en que trabajaba en Mera e irse
a vivir en La Coruña, venía todos los fines
de semana a visitar a María. Según parece,
María Cividanes no era muy solícita en
contestar las cartas de su esposo y parece
que de esto él se quejó varias veces. En di-chas cartas enviaba con frecuencia dinero.
Hipólito de Trisur García, portugués,
de 28 años, soltero, más conocido Por<Alvaren, había comenzado a trabajar en
1906 en la fiibrica de ladrillos del señor
Labarta y siempre acudía a comer a la ta-
berna de María Cividanes. Su acoso a ésta
resultó en dos embarazos a los que tuvie-
ron que seguir dos abortos para salva-
guardar el honor de la joven. Uno había
ocurrido en 1908, sin que se pudiera pre-
cisar el mes, y otro en febrero de 1909.
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ERA es un pequeño pueblo
que se halla enfrente de La
Coruña. Su distancia por mar,
Las relaciones eran afectuosas y notorias
hasta el extremo de que llegaron a conoci-
miento del padre de María, el cual le despidió
del establecimiento. Como casi todos los
amantes, Hipólito era celoso y creía que Ma-
ría le habia abandonado por gustarle más
Benjamín Simón, un convecino de Mera, que
acudia con asiduidad a la taberna de la joven.
Hipólito pretendía que María rompiese
todo trato con aquel y creía que así se había
hecho pretextando una diferencia en la üqui-
dación-de unas cuent¿ñ. Sin embargo, quedó
mucho más tranquilo cuando Benjamín mar-
chó a Melilla a hac¿r el servicio militar. Sin
embargo, todo en esta vida tiene su fin y con
la vuelta de &njamín volvieron a nacer los
celos en el portugua.Hipólito, que vivía en La Coruña desde
que le despidieron, tenía en Mera fama de
conquistador. De mediana estatura, rostro
agraciado, bigote amplio y recortado, ojos
verdes, cejas pobladas, pelo bien peinado
con ligero flequillo, ya había rondado a va-
rias jóvenes hasta que se decidió por María.Las dificultades que surgieron ante el
acoso, empezando por la pérdida del em-
pleo, no hicieron sino redoblar sus ímpetus.
Hipólito había conseguido cortar varios
mechones de pelo a su amante, así como una
foto suya y, lo que era más comprometido,
varias cart¿s de su marido, Manuel Rodrí-guez. enviadas desde la Argentina.
Ultimamente Hipólito trabajaba como
albañil y vivía en la casa número 6 del lu-gar del Espino. Además de por <Alvaren se
le conocía por <El asturianol.
El crimen
antes de franquear el dintel de la puerta,
recibe dos tiros por la espalda, causándole
dos heridas mortales y, ya en la calle, hace
otros dos disparos.
Cuando María, despavorida y enlo-
quecida por el terror sin saber 1o que
hacia volvió a casa gritando, Hipólito,que permanecía en el portal en estado de
gran agitación, le hizo el quinto disparo
que, alcanzándola en el cuello, le hizorodar sin vida por el suelo ante el llantodesconsolado de sus asustados hijos.
Seguidamente, Hipólito volvió el ar-ma contra sí mismo, disparándose dos
tiros, uno que le causó una pequeña ero-sión en la cara, y otro que le atravesó el
ala del sombrero.
Quien primero acudió a la taberna fue
Benjamín, el rival amoroso de Hipólito.Este al verlo, y a pesar de estar malherido,
comenzó a disparar sobre é1, pero no le al-
canzó. Benjamín se echó al suelo y comen-
zaron una feroz pelea.
Pronto los propios vecinos detuvieron a Hi-polito, al que ataron de pies y manos y lo ence'
rraron en lugar seguro bajo la cu$odia del al-
calde pedáneo. Como la Guardia Civil más
próxima est¿ba en Oleiros, optaron por llevar-
lo al día siguiente en una lancha a La Coruña,
adonde arribaron a las siete de la noche del día
8, atracando a una de las rampas del muelle de
Montoto en la canetera de la Marina.
Directamente dede el muelle fue conducido
Hipólito al juzgado, en donde se hallaba el ti-
tular, Moquera Montes. Mandó este al algua'
cil a buscar al escribano, mas como éste no ve-
nía, el propio juez comenzó a extender la decla-
ración, que rellenó luego el señor Couceiro.
Tras dmlarar ante el juez, Hipolito fue
llevado a la casa de socolro, en donde se le
hizo la primera cura. Luego, siempre custo-
diado por dos guardas de Sguridad, fue
conducido a la c'árcel, donde ingresó.
Entre las pruebas depositadas en el juz-
gado figuraba el arma con la que cometió
el crimen: un revólver Velo-Dog.
Al día siguiente el juez Mosquera se tras-
lada a Mera para enterarse del desarrollo
del crimen. Cuando llegó a la casa de la
víctima, aun estaba el cadáver de esta echa-
do sobre el colchón. Seguidamente se tras-
lada el cadáver al cementerio de la parro-
quia de Mera, donde se le hace la autopsia
por los médicos municipales de Oleiros, a
quienes auxilia el practicante señor Vegas.
El juez tomó declaración a la familia de
la víctima y a todos cuantos vecinos de
aquel punto pudiesen decir algo útil'
I
L 7 de enero, provisto de un re-
vólver, Hipólito se trasladó desde
La Coruña a Mera, yendo a casa
de Maria, a la que no encontró, diciéndole a
su hija Albina que le guardase el arma,
mientras esperaba a su madre en la taberna
tomando una copa de vino. Hipólito, ante la
llegada de su rival amoroso Benjamín, estaba
decidido a dar un fuerte correctivo a María.
Al poco tiempo llegó la joven; acom-pañada de uno de sus hijos de corta
edad. Como uno de ellos se había moja-
do las ropas, María lo sentó dentro del
portal para mudárselas, momento que
aprovechó Hipólito, que ya había recu-
perado el arma que había dejado a guar-
dar, para, de forma rápida, sin que la
víctima pudiera verlo, pues Hipólito se
hallaba apoyado en el mostrador, dispa-
rarle un tiro que no la hirió.María huye asustada hacia la calle, pero
EL CRIMEN EN GALICIA
En. las paredes de la habitación en queocurrió la escena sangrienta se advierienlas huellas de los proyectiles disparadospor Hipólito. Ello viene a confirmar que, el criminal tenía bien premeditado el aseii_nato. y_que en previsión de que se vieseprecisado a defenderse llevaba gran canti_dad de munición, cargando al ienos tresveces los cinco tiros del Velo-Dog.
Todos los vecinos concuerdan en airibuir elasesinato al estado de verdadera locura que se
apoderó de Hipólito, celoso de que María ad-mitiese en su casa a Benjamin Simón.
Este negó ante el juez que hubiese sosteni-do con María Cividanes las relaciones que leatribuia Hipólito, manifestando que hacíam¿ls de dos meses que no frecuentaba la casade María, así como que no trataba al autordel crimen, pues sólo lo conocía de vista.
También declaró Albina, la hija mayorde María. Dijo que momentos ántes delcrimen se hallaba ella sola en la taberna desu.madre y se le presentó Hipólito. Le pi-dió una copa de vino y despúés de bebeilale preguntó por su madre.
-Fue a casa del abuelo- le dijo laniña.
-_.-Pues yo voy a verla allá- replicóHipólito, dejándole a guardar-su revólver.
Momentos después se presentó de nuevoen el establecimiento a recoger el arma conla que cometeria el crimen.
De regreso de Mera, en donde pasó casitodo el día, el juez visitó el númeró 6 de lacalle del Espino, donde vivía el asesino. Allise hallaba su madre, Isabel García Elena.
Es una anciana de sesenta años, que vi-vía de lo que ganaba su hijo. Se entóró delo ocurrido a éste por los periódicos. Lapobre mujer está tan conmovida por ladesgracia que pesa sobre su hijo que nopuede hablar. Practicó el juez un rócono-cimiento de la casa y habló de una cartareciente del esposo de la víctima, escrita enBuenos Aires. La madre declaró que igno-raba_las.relaciones que mantenía su h¡ocon la yíctima y que ni la conocía.
Y el lunes estalla la sorpresa, aunqueno lo es tanto si tenemos en cuenta las nu-merosas retractaciones que se dan en estoscasos. Hipólito comparece de nuevo anteel juez y niega que hubiese sido el autor delos disparos que mataron a María.
Cuando el juez le llama la atención sobrelo que tenia declarado, manifiesta que norecordaba nada de cuanto había dicho ante-riormente. En este alarde de fingimiento,añade que quien le hirió a ól fue <el otro>,0 sea, su rival amoroso Benjamín. En cuan-to a quién pudo ser quien mató a María di-
Et l>roc6!o(lo, I{tf)rtlito <t{} .l'rlÉrt\ I_¡r.r-¡etloa, -}f rio (jll.ldaúoa
Dibujos de la época de asesino y víctima
l
I
i
jo que fue ella quien se suicidó.Obviamente, ello resulta inverosimil an-
te lo que en su dictamen señalan los médi-cos que hicieron la autopsia. Se advierteclaramente en ella que la víctima tenia dosbalazos en la espalda, entre la novena y ladécima costilla y a una distancia el uno delotro de dos dedos aproximadamente.
NO de los proyectiles se le hallóalojado en el yientre cerca del\.-/ ombligo. Los dos balazos debió
recibirlos nor la esneldn crrrndn h'íq .loreclbirlos por la espalda, cuando huía desu agresor. Que Hipólito el día que salióHipólito el día que salió
Proyectil en el vientre
traba en la enfermeria y podía intentar sui-cidarse, utilizando para ello algunos de losfrascos medicinales que alli se almacenaban,está siendo constantemente vigilado.
El redactor de <La Voz de Galciu quevisita al prisionero, dice en su crónica:
<Hipólito es una frgura poco simpática.Mira receloso a todo el que le visitá y re-huye bruscamente hablar del crimen, delque ha dicho anteriormente ser inocente>.
Finalmente, el Juzgado decreta contraHipólito auto de procesamiento y prisiónincondicional.
A primeros de febrero llegará a la Co-ruña, procedente de Buenos Aires, el espo-so de la víctima, Manuel Rodríguez Yá-ñez. Dice que tuvo la primera noticia delcrimen por los periódicos de la capital ar-gentina, en la que se hallaba trabajando.Inmediatamen.te gestionó su viaje a Espa-ña, lo cual hizo en un buque francés. Ensus declaraciones ante el juez Mosquera,negó Manuel que hubiese tenido nunca elmenor motiyo de duda sobre la fidelidadde su difunta mujer, expresando su deseode mostrarse parte en el sumario que se se-guía contra Hipólito de Trisur.
_ El acusado, transcurrido cierto tiempode su sorprendente negativa, acaba decia-
!ándose culpable y el sumario se acelera,frjándose el juicio para la segunda quince-na de septiembre del mismo año de-1910.
de La Coruña iba decidido a cometer elcrimen lo confirma las declaraciones quehizo a los tripulantes del bote que lo cón-dujeron al pueblo.
-{onque ¿allá? -le dijeron.
. _-Sí -les contestó Hipólito- Voy de-
cidido a que hoy acabe todo. Esto no puedecontinuar así. y si es preciso la mato.
Los lripulantes de la embarc¿ción no die-ron mucha importancia a estas palabras, es-timándolas como uno de tantos desahogosnaturales de Hipólito, siempre excitado.
El mismo lunes I l, estuvieron en la cár-cel el médico forense y el practicante parahacer una cura al asesino. Creen quó enquince días estará curado. Como se óncon-
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Et CRIMEN EN GATICIA
El miércoles, dia 21, a las diez y media de
la mañana, da comienzo el juicio en la Au'
diencia de La Coruña en medio de una gran
exoectación que se traduce en un lleno com-
otito ,n la sala. Constituyen el Tribunal' Joa-
Iuin ,ttsurlt. presidentel y los magistrados
Érancisró J. Sanz y Félix Alvarez Santullano'- Reoresenta al ministerio fiscal Bernardo
I-onsi¿. la acusación privada José Pan de
S;;;i;.; v la defensa Jbsé María ozores de
Prado.^ ^tti'el sorteo para la composición del
Iurado popular iale elegido el siguienle:
l¡.""tt ¡,lionrt Blanco, Antonio Fernán-
dez Pereiro, Ramón Castro, Jesús Rouco,
José lglesiÁ, Juan Oviedo' Julio Cirlot
Buffe, Ramón Rodríguez Monterroso,
Carlos Fernández, José Pego' Jesús Mase-
da y Juan Camino García.
Comienza el señor Peñaranda a leer la
calificación del hscal, que es de asesinato
con las circunstancias agravantes de alevo-
sía, desprecio del respeto que la rictimameiecía^por razón de sexo, premeditacióny reincid'encia. por haber sido condenado
ánteriormente por un delito de lesiones y
pide que se imponga al procesado la pena^de
múerte y Z.OOO pesetas de indemniza-
ción a los herederos de María Cividanes'
Circunstancia agravante
irse le amenazo diciendo:< Te vas a acor-
áar de esto. Cuida bien a tu hijar' .--ttlutia
era para su padre <un modelo de
esDosaD. que ientía un gran cariño por su
rurido e ñiios. Cree que las cartas de su yer-
no. ou, f, fueron encontradas a Hipólito' las
,urt.uio éste de la tienda, pues su hija era
muy descuidada en la custodia de estos obje-
tosÍuan Cividanes no puede evitar llorar
.n diut.tot momentos de su declaración'
A continuación comparece Albina, la
hiia mavor de la víctima. quien narra con
niun trulitto los momentos del crimen'
íuando su madre estaba cambiando las ro-
oui u tu hermanito. Hipólito le disparó
iarius netet. Niega que su madre tuviera
relaciones con el procesado y conftrma qu.e
la amistad de aquélla con Benjamin. termt-
* u iuutu de lai diferencias en la liquida-
ción de una cuenta.
Magdalena Díaz Moscoso era la intima
amiga"rle la víctima, tanto que.le esc¡ibía sus
*nát. vu que Maria no sabia' Niega que
aouélla iuviae relaciones intimas con el acu-
*'¿o. o al menos que ella escribiese a áste
carta alguna. Dice que en su casa no estuvo
hospedaáo de continuo el acusado, sino que
este le manifestó que no tenía en donde dor-
mir y entonces le facilitó albergue, creyendo
que no ataría más de ocho dias.
A requerimiento del defensor se acuerda
un careó entre Magdalena y el procesado'
Hipólito sostiene que aquélla le había facilitádo hospedaje a instancias de María pa-
ra evitar lás murmuraciones de los vecinos'
Interviene a continuación Juan Suárez Pe-
reiro, alcalde pedáneo de Mera y que condu-
jo a Hipolito a La Coruña tras el crimen'
Oir. qoé en el momento de cometer el asesi-
nato no est¿ba bonacho y que María Civi-
danes era una mujer seria y trabajadora'
Seguidamente comparece Eduardo Gar-
cía, qie fue uno de los que vinieron en el bo-
te acbmpañando al detenido y oyó.decir a
Hipólito que hacia tiempo que.debió de ha-
b,ei matadb a María y a sus hijos y que es€
día había ido a Mera a liquidarlos' Esta ver-
sión es confirmada por Manuel Alvarez Siso'
A continuación comparece Andrés Ote-
ro. natrón del bote que trajo preso a Hi-póliio, el cual corrobora la declaración de
ios dos testigos anteriores. Añade que oyó
en la embaicación comentar al acusado
oue a aquella hora el marido de Maria ya
debia sa'ber lo ocurrido, pues lo suponía
noticioso de la infidelidad de su esposa'
Uno de los testigos decisivos, el segun-
do amante, Benjamín Simón, no compare-
ce, leyéndose sú declaración escrita en el
rutuiio donde expresa que por euestión
de unas cuentas en la taberna riñó con
üaría, a la que nunca cortejó' .También¿irc out nun.á tuuo discusiones ni penden-
cias cbn Hipólito e ignoraba si éste reque-
ria a María de amores.
A instancias de la acusación particular
comDarece Antonio Garcia. que maniftesta
oue'li4aria era una mujer amante de sus hi-
j'os y conducta intacháble. negando por lo
iunío qut tuviese amores con Hipólito .y
oue lo único que sabe es que éste comía
ümo huésped en la taberna de aquella'.
Josefa Rjos Suárez, no estaba comprendi-
da en la üsta del acusador, pero el Tribunal
estimó que su declaración podia ser impor-
tante. Dijo que un dia, estando comiendo en
casa de María, llegó Hipolito y de un cajón
de la máquina de coser cogió un retrato, un
ooco de pelo y variu c¿rtas que alli tenia la
victima í que-al dars 6ta cuenta del hcho
salió en persecución de Hipolito pero ya no
lo vio, pues scapo raudo en una bicicleta'
Los demás testigos presentados por la
acusación confirman la buena conducta de
María Civiclanes y desconocen la relación
amorosa de ésta cón el acusado' Sorprende
iu no to*puttcencia del marido de la víc-
tima. nuei tras su llegada a La Coruña
Jrsdé guenot Aires, se había puesto a dis-
oosición del Juzgado para todo lo que fue-
ie necesario al ésclarecimiento de los he-
chos. Presentados por la defensa, compare-
cen Antonio Temprano y Eugenio Trigo'
A continuación se lee la prueba docu-
mental v al terminar' el frscal, señor Lon-
gué. módifrca sus conclusiones, retirando
ía óircunstancia agravante de premedita-
ción. El acusador sostuvo íntegramente sus
conclusiones y el defensor' señor Ozores,
las modihca én el sentido de asentir a los
hechos, negando la concurrencia de las
circunitancús de agravación y alegando la
atenuante de embriaguez. No obstante la
rnodificación hecha por el fiscal, subsiste
la netición de pena de muerte para Hipóli-
to Trisur. I ültima hora de la tarde, la
vista es suspendida hasta el día siguiente'
Vibrante intervención del fiscal
OMIENZA la sesión del jueves 22
de septiembre con la intervención
del fiscal señor Longué, Persona
de espíritu fogoso y verbo florido que
u.runóu reprobáciones y aplausos del públi-
co. La tesii de su discurso va a ser la necesi-
dad, no sólo legal sino también social, de
,onátnat al acusado como autor de un ase-
sinato con una sola circunstancia aparente,
desmarcándose así claramente de las tesis de
la acusación privada y de la defensa'
A acusación privada añade una
circunstancia agravante: la de que
el procesado añadió la.ignominia
a los efectos del hecho, calumniando a su
víctima como adúltera. La defensa niega
los hechos, aunque se supone modificará
sus conclusiones. A continuación da co-
mienzo el interrogatorio del procesaCc
por parte del fiscal..Hipólito responde con
viveza y su expreslon es nerYlosa'
Dice oue en 1906 comenzó a trabajar
en la fábrica de ladrillos del señor Labarta
v oue comía en la taberna de María Civi-
áanes. Que las relaciones que entabló con
ella fuerón tan intimas que dieron por re-
sultado dos embarazos seguidos de dos
abortos. Que enterado de ello el padre de
María. le desPidió'
Declaró qui sus relaciones con Maria se
turbaron poi la <intromisióu de &njamin'
oue concúr.ía con asiduidad a la trberna'
fras la vuelta de este del servicio militar en
Melilla, la crisis se reproduct y un día,.exci-
tado por la embriaguez, cometió el crimen.
cuvos detalles no recuerda muy bien''El primer testigo que declara es el pa-
dre de la víctima, Juan Cividanes. que dice
haber despedido de la fábrica al acusado
por su toai comportamiento y que antes de
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f,L CRIMEN EN GALICIAr
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riUn revólver Velo-Dog fue el arma utilizada paro éj ni^",
Comienza don Bernardo eyocando elrecuerdo del venerable fiscal D. Juan Me-léndrez Valdés y expone su trabajo de ob-servación de la dificil psicología del acusa-do, estableciendo la conclusión de no ha-ber percibido en los latidos anímicos deaquél nada que signifique movimiento yo-litivo honroso.
F.xcluye la calificación de pasional ques¡ le pretende dar al crimen porque ,,losdelitos son casi todos pasionales y la pa-
lign og debe ni puede justificarlos> (el pú-blico inicia un aplauso que el presidentede la Sala corta fulminantemente).
Enumera a continuación don Bernardolos casos delictivos bautizados como (pa-sionales> y señala que si tales calificativosno tuvieran más transcendencia que la dedar vida a folletines para diversión de afi-cionados morbosos, se podría pasar poralto como de tantas impurezas del génirohumano. Pero ello revelaría una teoríaantisocial que desembocaría en el reinado
del revólver y del cuchillo, añadiendo:
-Todos estos mal llamados delitos pa-
sionales obedecen a la pasión bastaráa,protagonizados por hombres de rebaño alos qle algunos periódicos locales, en grá-fica frase, califican como gentes de tufós ypantaleones de odalisca, suponiendo siem-pre que son materia bastante para la im-punidad, dejando al libre albedrío y laresponsabilidad plena para los que no tie-n€n por base el amor, los celos o el despe-cho provocado por los celos de una mujer.
Ataca duramente a estos <criminales sacri-ficadora de mujereu en los cuales obra lotirTo d amor que el desvío, su verdugo yestableciendo un simil entre el hombre I úbestia, segrin las teorías de Bucher, da venta-ja.al segundo contra el primero, porque noexiste en la escala zoológica ninguna-bestiaque emplee su energía sobre la hembra hi-riéndola o malándola, procedimiento salvajereservado al hombre civilizado. <homo hó-minis lupuu, que decía Plauto en su célebre
proloquio y repitió Hobbes en versión poste-rior: <el hombre es el lobo del hombrel.
Y mirando al acusado, dijo:
-Hombra como Hipóüto de Trisur que
se convierten en lobos y que cuando matan,huyen y si no lo logran mienten, embaucan,enmarañan, suman a su desgracia el daho-nor y nunca tienen la nobleza del arrepenti-miento para gritar al üento: <¡He delinqui-do y soy culpable. Condenádme!>.
Una espontánea y gran ovación estallael el público, que es acallada por el presi-dente con rápidos campanillazos. Én elbanquillo de los acusados, Hipólito pali-dece y traga saliva.
S ocupa seguidamente don &rnardo delos móviles del crimen, combatiendo el adul-terio como tal, que atribuye a la maldad delacusado. Defiende el honor de la familia Ci-vidanes. Descarta t¿mbién los celos por riva-lidades amorosas y establece por selección,como único impulso el de la venganza anteel desaire y el honor mantenido por María.
77
EL CRIMEN EN GALICIA
ACE un cuadro conmovedor de
la actitud de los huérfanos de la
madre asesinada, testigos mudos
del crimen y con los que la sociedad tiene
el deber dé borrar de sus mentes el estig-
ma lanzado sobre ellas por el acusado.
Habla a continuación de la figura trá-
gica de María Cividanes; la honradez de su
ñrarido que en tierra extraña y en dihciles
condiciones labra por el bien de su mujer e
hiios, sin pensar en que la ira y la barbarie
esiaban cavando la tumba de su esposa.
Se refiere a la ocupación de las cartas
que a la víctima dirigía su marido desde
Ársentina y del hallazgo del retrato en
noier de Hipólito. señalando la impudicia
del acusado que pretendió arrancar del co-
razón de María esos testimonios de amor'
Hace un análisis minucioso de la prueba
resultante del juicio, desde el flagrante de-
lito del asesinato hasta los numerosos in-
tentos de fuga de la cárcel. Demuestra la
existencia de alevosía en el asesinato, en
las diferentes etapas del crimen y en su to-
talidad, porque en cada uno de los dispa-
ros presidía la alevosía.
Examina las circunstancias de premedi-
tación; la de añadir la ignorancia del he-
cho, la de la morada y la de embriaguez,
que no está justificada. Termina exhortan-
do a los señores del Jurado por un vere-
dicto justo que no puede ser otro que el de
culpabilidad Por él ProPuesto.
El acusador privado toma a continua-
ción la palabra én un ambiente de idéntica
expectaóión. Solicita la benevolencia del
Tribunal en atención a que es la primera
vez que acusa y que se <siente bisoñol. Di-
ce qúe tiene pára hablar un problema más
moial que legal, pues después del discurso
del fiscál, nada se puede añadir en el terre-
no de la ley.
Afirma que él no viene a acusar a Hipoli-
to de Trisui sino solamente a rectificar el he-
cho que provisionalmente sentaba en sus
conclusiones el ministerio púbüco, de que to-
do el delito había tenido como génesis unos
amores entre María Cividanes y el acusado, y
que para rectificar esta venión y- defender a
ú amiUa de la ditunt¿ estaba él allí.
Alaba al fiscal Longué por haber de-
nunciado gallardamente lo que se caliltca
como <crímenes pasionalesr, que si bien
ante la ley no tienen atenuación algu-na,
los seres Lumanos han ideado ante ellos
una circunstancia atenuante que no puede
admitirse, a no ser que consideremos a la
mujer como un mero objeto decorativo de
placer carnal.
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Hipótito de Trisur se trasladó en bote de ln Coruña- á Uno con la intención de cometer el crimen
Et CRIMEN EN GALICIA
Recuerda que Meléndez Valdés, el fa-moso fiscal poeta que pasó a la posteridadpor unos versos mediocres, cuando deberíahaber pasado por unos discursos de granbelleza literaria, dijo que <al amor se lecargaban muchas más culpas de las que enrealidad le correspondíanl.
Al amparo de la prueba testifical re-cuerda que todos afirmaron la honradaexistencia de María Cividanes y aun en elcaso de que dicha existencia hubiera sidoirregular, ello no justificaria en modo al-guno el crimen, preguntándose:
-¿Es que, además de poseer a la mu-
jer, podemos poseerla con tal dominio quenos faculte para privarla de la vida?
-De existir -añade- amores entre
el acusado y su víctima, aquél sería muchomás criminal del delito que se le imputa.
Dice a continuación que vaciló en traercomo testigo al marido de la muerta,hombre honrado y dolido por la afrenta,porque el recuerdo le iba a traer dolor yamargura, así como a sus hijos, privadosno sólo de la madre sino de la memoria decariño con que les dispensaba, brutalmenterota por el crimen.
Pan de Soraluce defiende la existenciade alevosía, pues el procesado acometió aMaría en el momento en que ésta, confiaday descuidada, realizaba una faena domésti-ca. Alevosía que se demuestra en la frial-dad del matador, pues cuando la interesa-da huía y cuando, tras ser herida dos ve-ms, volvia al lugar ante el peligro que po-dían.correr sus hijos, siempre tropezibacon la hábil puntería del asesino.
-
Habla a continuación del Derecho pe-nal italiano, más adelantado que el dere-cho constituyente, cuyo criterió es amplio,en el sentido de que <todo delito qué nosurge en el momento, es premeditado>,considerando que hay premeditación cuan-do hay serenidad suficiente para discurrir.Recuerda que Hipólito fue a Mera provis-to de revólver, que lo dejó en casa de Ma-ría y que cuando observó que iba para sucasa, recogió el arma. Se pregunta:
__ -¿Tenía necesidad de hacerlo a aque-
lla hora, las cuatro de la tarde, en un paísque no estaba en guerra, y donde no cons-ta que campasen los bandidos? Esto por sísolo, justifica la premeditación.
. Examina luego la agravante de ignomi-nia, y sostiene que en el delito hubo refi-namiento, pues el hecho añadió la deshon-ra. Sostiene también que no es verosimilque Hipólito destruyese las cartas de Ma-ria, si las tuviere, puesto que el enamora-do, cuya pasión llevase inherente los ma-
yores-peligros, nada destruiria. Añade queal infamar y calumniar a la interfecia,añadió la ignominia al hecho, rodeando eidelito de una aureola de indignidad.
_ En cuanto a la agravante de ejecutane elhecho en la morada de la ofendida. rebatela tesis del fiscal, pues aunque según la leyuna taberna no es domicilio, si lo es cuandósucede, como en Galicia, que uno y otro es-tán confundidos hasta el punto de no saberdónde empieza uno y acába el otro.
- Concluye su oración el acusador priva-do manifestando al Jurado que en ú ma-yor parte de los casos es más humano y so-cial acusar que defender y que la tareimásnoble y que el mayor homenaje que puedehacerse a la sociedad es que cada uno acusesrempre que sea necesano, y cree que elmayor daño que puede hacerse es defendercausas injustas.
Y finaliza diciendo:
-Señores del Jurado. Vuestra tarea es
ardua y dificil, por ser estrecha, pues juz-gar con criterio amplio siempre es fácil,pero la ciudadanía se cumple mejor juz-gando con criterio angosto.
El redactor de <La Voz> que informadel juicio, dirá sobre el discurso de pan deSoraluce:
<La oración del acusador privado, fácil,sencilla, conmovedora y elocuente, fue unabella turquesa en que podrian moldearsediscursos de esta clase. Tuvo aciertos in-traducibles en una reseña judicial, y perio-dos tan artisticos que arrancarian aplausossi lo permitiese el lugan.
La defensa de Ozores de hado
gación, dura, pero noble, de defenderle.
Empieza haciendo notar la divergenciaque existe entre las acusaciones, ya que laprimera ve en el delito todo lo abyecto,menguado y escarnecido, el fiscal lo ve deun modo distinto. En el escrito de conclu-siones provisionales, el frscal afirmaba quehabía habido amores y que llevado de supasión intentó suicidarse, lo cual hoy niega,considerándolo todo como una comedia.
_. Dice que el fiscal y el acusador, al ha-blar.de crimenes pasionales, no se fijaronque éstos existen, y que donde hay qué ver-los es en el pueblo. que es donde se produ_ce el delito en toda su pobreza y en todasu bajeza. si bien está conforme cón los de-seos de vituperar y poner remedios a estosdelitos, remedios que tienen que ser no só-lo de orden represivo sino también social.
^ Recuerda a la gran socióloga penalConcepción Arenal, que dijo que nerá unainjusticia condenar a muertó sólo paraaplicar después la gracia del indulto, puescon esto se comete otra injusticiu.
Llama el señor Ozores de prado laatención del Jurado respecto a que para
Juzgar a un acusado hay que tener encuenta el medio ambiente en el que vive yque aquel no tiene la culpa de haber naci-do en un estrato social bajo ni de sufrir laspasiones de la atmósferain que alienta.
Se refiere a continuación a las contra-dicciones que existen entre las declaracio-nes del padre de la víctima y sus hijos, queen el sumario manifestaron que a ellos ha-bían llegado los rumores de los amores delacusado y María y la rectificación que hi-cieron en el juicio oral.
Se refiere a las cartas que obran en elsumario, escritas por el marido de la vícti-ma desde Buenos Aires, en las que se quejade que su mujer no le contestaba, ;i jeacusaba recibo del dinero que enviaba, locual indica que no existía entre ambos lapasión de la que hablaban los acusadores.Rectifica la versión hecha por la acusaciónde que Hipolito aportó al Juzgado talescartas, cuando resulta que éstas fueronocupadas por la Policía.
Combate la agravante de alevosía di-ciendo que el crimen se cometió por amor,y por ello es de suponer que precedió al-guna discusión, con la que es incompatiblela.alevosía y que desde que le disparó elprimer tiro la víctima pudo decidiise a ladefensa de algún modo, con un cuchillo ocon un palo, y que ello repugna la existen-cia de la alevosia.
Combate Ozores de Prado la reinciden-cia, presentándose un problema juridico al
ON José María Ozores de PradoL, Hil l'Jfr,l: i:f,T",3;,?i-il;verbo fiicil y preciso, da a sus palabras unaemoción natural que causa no sólo la aten-ción sino también el respeto en su audien-cia. En este juicio lo tiene dificil pues laacusación, tanto la fiscal como la privada,ha sido de gran consistencia, pero él no se
arredra, más bien se crece. ante la adversi-dad.
Comienza su oración reconociendo queel procesado se encuentra solo, desampaia-do, sin amigos, sin influencias, enfrenie nosólo del tribunal sino de una familia, co-mo la Cividanes, que está unida y que la-bora por la vindicación de una oñnia, su-puesta o real.
Resalta que el procesado ha venido deotras tierras, sin recursos, encadenado a larueda de la pobreza y que él tiene la obli-
79
E[ CRIMEN EN GALICIA
no constar en autos el tiempo de duración
de las lesiones, porque fue Hipólito conde-
nado anteriormónte, relacionando esto con
la reforma del Código Penal'
lmouta la agravante de premeditación'
oum no hav na-tla que lo justifrque' defen-
diendo en iambio la existencia de la ate-
nuunt, ¿t embriaguez, justificada por la
lecUraci¿o de loimism-os parientes de- la
;i.tit;. aparte de estar acreditado que be-
uilnuiiui'**s y excita al Jurado a que lo
estime así para evitar las gravísimas conse-
cuencias que se deducen de no hacerlo'
Termina diciendo:ji*." del Jurado' Una sentencia de
muerte está en el juego' Aunque creo quj
;;;úá hacer faltá recordároslo, la vi-
da es un don supremo de Dios y.nunca una
efimera bengala que se quema alegremente
,"'""* f".?.s aitihciaies' Os pido ju$i-
cia, pero también templanza y compren-
sión. Nada más'
El señor Ozores de Prado es muy felici-
tado, diciendo de él <La Von:((Áfortunado de palabra, con frases b-ien
.o.tudu, v expresión elocuente, el señor
óItirt u.l¿¿ una oración llena de doctri-
"r ¡it¿* y tuvo periodos afortunados
rebatiendo las acusactonesl'
El veredictocontinuación el presidente'señor
nÁcft hace un breve resumen de
iu iru* y seguidamente el Jurado
popular se retira a deliberar'' be hs tres preguntas que se le presen-
tun. irtpoo¿. áfrrñrativamente a la prime-
,, ila eiistencia del asesinato) y negattva-
mente a la segunda (sobre la agravante de'ü;btitgó) y tercera (relativa a lareincidencia)..''ititiiiu'u
continuación a deliberar el
Tribunal de Derecho, que tras cuarenta
;i;;i";. v a última hori de la tarde del
iueves 2z ie septiembre de 1910 condena a
fiipólito de Trisur a la pena de cadena
neioetua. asi como a una indemnización a
ios'familiares de la víctima'- ttioótito besa las manos del abogado
oue lé acaba de librar de la pena de muer-
i, v ttuce ademán de arrodillarse, lo que el
,ríot Oto.tt evita al mismo tiempo que le
da frases de alivio.Afuera hay división de opiniones' Mien-
tras unos consideran el veredicto como Jus-
io y prudente, otros piensan que la justicia
oaia'serlo tiene que -ser
ejemplar y que si
iriste seria quitar la vida a Hipólito' Tq lo
ire et asesinito de María Cividanes y la des-
gracia en que se sumió a su familia'¡en Pasional
FHF.