creo y soy feliz. el credo explicado

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CREO Y SOY FELIZ

El Credo explicado

INTRODUCCION

Me has pedido que te explique la fe de los cristianos, esta fe de la que has odo hablar tantas veces y en las que, quizs, has nacido y te has movido, al menos, exteriormente. Se trata de un sentimiento o de un conocimiento?, me has dicho. Tiene un contenido la fe?

La primera imagen que me viene a la mente es la de los seguidores enfervorizados de un equipo de futbol, que, llenos de alegra y de entusiasmo, cantan el himno de su club, en el campo, a medio partido. Se sienten unidos en el canto, en el sentimiento, en lo que significan sus colores, en el compromiso por su equipo, que ocupa sus conversaciones, que los obliga a veces a grandes desplazamientos y que los llena de alegra cuando ganan y de tristeza cuando pierden. Con todo respeto, podemos pasar de la dimensin ms superficial, a la dimensin ms profunda. Y sobreponer otra imagen, la imagen de los creyentes reunidos en la eucarista del domingo, recitamos todos juntos el Credo, la profesin de fe. Lo sabemos de memoria, porque as lo hemos recibido. Es nuestro signo, nuestro distintivo, que nos hace reconocernos cuando nos encontramos. Es nuestro compromiso, nuestro pacto con Dios, realizado como expresin de nuestro bautismo. Es este resumen de la fe, el smbolo, lo que te quiero explicar para contestar a tu peticin. Sus palabras son ciertamente breves, pero contienen todos los misterios.

Te lo quiero explicar, sin embargo, en la intimidad del t al t. Porque la fe no se puede aprender en los libros, ni se puede conocer en la calle. Te has de acercar a la comunidad cristiana para respirarla, para escuchar de viva voz la palabra que es oracin, la palabra que es anuncio, la palabra que es presencia. Por esto hoy, el t a t entre t y yo se convertir en vivencia sencilla, un eco prolongado de la comunidad reunida el domingo pasado y preparacin de cuando te animes y vengas a vivir la fe y a proclamarla.

En la eucarista se acostumbra a recitar la regla de fe que profesaron los dos primeros concilios ecumnicos, el concilio de Nicea, el ao 325, y el segundo concilio, el concilio de Constantinopla, el 380. A veces, se utiliza el llamado Smbolo de los Apstoles, que es el antiguo credo bautismal de la comunidad de Roma, del siglo II. Los dos siguen las pautas de la frmula del bautismo, tal como se refleja en las palabras finales de Jess resucitado a sus discpulos: Hagan discpulos de todos los pueblos, bautizndolos en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espritu Santo (Mt 29,19).

Recuerda que, cuando recitas el Credo con fe, entras en comunin con Dios, Padre, Hijo y Espritu Santo, y entras tambin en comunin con toda la Iglesia que nos ha transmitido la fe y en el interior de la cual creemos. Te lo ir explicando poco a poco, siguiendo doce apartados, que simbolizan segn una antigua tradicin, la palabra de cada uno de los doce apstoles, es decir, la fe apostlica. Seguir la pauta del Credo de Nicea-Constantinopla en sus enunciados principales.

1. CREO EN UN SOLO DIOS,

PADRE TODOPODEROSO,

CREADOR DEL CIELO Y DE LA TIERRA

Creer no es simplemente sentimiento, sino que es poner la confianza de una forma plena en Dios que nos ama. El creyente cree en Dios, de tal manera que su vida queda apoyada plenamente en l.El creyente sabe ha experimentado que Dios es su creador, es decir, que Dios se encuentra en el origen de su ser y de todo aquello que existe. Cuando los padres creyentes cogen por primera vez su nuevo hijo acabado de nacer, exclaman, agradecidos: Gracias, Dios mo por el hijo que nos has dado! Por encima de su amor saben que aquel hijo es un don de Dios. De forma semejante. Cuando la primera pgina de la Biblia dice: Al principio cre Dios el cielo y la tierra (Gn 1,1), nos est hablando de la formacin de los continentes o de las nebulosas planetarias, sino de aquello que es el sentido ms profundo de toda la naturaleza, su principio: en el fondo de toda la realidad se encuentra la llamada de Dios. Las cosas existen porque la palabra de Dios las sostiene, las ilumina y les da vida. Dios dijo: Que exista la luz. Y la luz existi (Gn 1,3). Dios dijo tambin que t existieses y ahora t existes. No eres un accidente ni una casualidad, eres, por encima de todo, el fruto del amor de Dios.Dios dijo que hubiese la evolucin y la evolucin existi. Pero el amor de Dios es siempre nuevo, en cada individuo, en cada persona, en cada pjaro, en cada cabello de nuestra cabeza, en cada estrella del firmamento. Por esto el salmista dice: Seor, Dueo nuestro, qu admirable es tu nombre en toda la tierra! Cuando contemplo el cielo, obra de tus manos; la luna y las estrellas que has creado, qu es el hombre, para que te acuerdes de l; el ser humano para darle poder? (Sal 8,2.4-5).

La contemplacin de la naturaleza de la creacin nos lleva hacia Dios, origen y principio de toda la realidad. Y este Dios es uno. Esta ha sido la gran experiencia del pueblo de Israel, el primer pueblo que ha reconocido un nico Dios personal. Esta es la oracin diaria de todo buen israelita: Escucha, Israel: El Seor nuestro Dios es solamente uno. Amars al Seor tu Dios con todo el corazn, con toda el alma, con todas las fuerzas (Dt 6,4-5). Y si Dios es el nico es el Dios de todos, hasta de los que no creen.

A veces la palabra Dios puede parecer vaca de tan utilizada o sin sentido de tan deformada. Por esto hay en la Biblia aquella pgina tan preciosa que presenta a Moiss contemplando una zarza que quemaba y no se consuma. Entonces Moiss le dice a Dios: Si me preguntan cmo se llama, qu les respondo? (Ex 3,13) Cul es la realidad que expresamos con la palabra Dios? La respuesta es muy sencilla y profunda: Dios es Aquel que est siempre al lado de su pueblo para salvarlo. Dios es aquel que siempre est, aquel que no falla nunca, aquel que no abandona, aquel que es siempre fiel. No es de extraar que Dios le diga a Moiss que no se acerque de cualquier forma, que se descalce, porque est pisando lugar sagrado. El nombre de Dios es realidad sagrada, porque es la fuente amorosa de toda realidad y de cada uno de nosotros. Su luz ilumina lo que es la persona humana, de tal forma que cuando miramos hacia Dios, sabemos que todos somos criaturas suyas, sabemos que no estamos solos, que l siempre nos ama, con amor fiel. l es el Todopoderoso, no en el sentido de aquel que tiene todo el poder, sino de aquel que es todo Amor y que, con su amor, todo lo sostiene. Porque el amor es ms fuerte que el poder y el amor lo puede todo.Afirmar que Dios es el creador de todas las cosas y el creador de todas las personas es indicar que toda la creacin y toda la humanidad encentra en Dios su unidad. En este sentido podemos decir que todas las personas somos criaturas de Dios. Pero cuando los cristianos reconocemos que Dios es nuestro Padre y que somos hijos de Dios no lo decimos slo a partir de la afirmacin de Dios creador, sino que lo decimos de forma nueva a partir de nuestra fe en Jesucristo, que, al mostrarse en medio de nosotros como Hijo de Dios, nos muestra a Dios como Padre, Hijo y Espritu Santo. De esta forma, la expresin Creo en Dios Padre nos introduce en la realidad ms profunda de Dios, que, en Jesucristo, se nos muestra como comunidad de amor, insondable. As san Pablo desea que el creyente viva siempre inmerso en Dios: La gracia del Seor Jesucristo, el amor de Dios Padre y la comunin del Espritu Santo est siempre con ustedes (2Cor 13,13).Para expresar esta experiencia cristiana de Dios la tradicin ha utilizado el trmino Trinidad: la Santsima Trinidad. Porque Dios, que es Padre, nos ha dado a su Hijo, Jesucristo; y Jesucristo nos hace participantes del Espritu Santo. De esta forma se puede tomar conciencia de cmo Dios se nos hace presente en Jesucristo: Dios es nico pero no solitario. Entrar en comunin con Dios es adentrarse en su amor, que es donacin hacia nosotros, en la misma creacin, en la venida de Jesucristo en medio de nosotros, en la llamada a vivir como hijos suyos. En Jesucristo, en su muerte y su resurreccin, se nos manifiesta Dios en su proximidad ms grande y, al mismo tiempo, en su ms grande trascendencia. Dios se nos manifiesta como Padre amoroso que, en Jesucristo, el Hijo, nos llena de su Espritu Santo. Por esto, cuando hacemos la seal de la cruz la seal del cristiano los bautizados decimos: En el nombre del Padre y del Hijo y del Espritu Santo. Amn. Nos sabemos fundamentados, creados y redimidos, en la manifestacin de Dios, en la cruz de Jess, en su Espritu Santo.

Creo, Seor, creo en ti.Pongo mi confianza en tu amor y en tu misericordia.

Mira mi fe: bien pequea. Pequea y dbil hasta el punto de fallar.

A veces no tengo claro si existes cuando pienso en ti, pero, Dios mo, si existes, manifistate a mi corazn.

Que los ojos de mi interior te puedan contemplar.

Cuando veo las montaas, la nieve, el mar y las estrellas, s que existes detrs de todo.

Tanta belleza, tanta armona, tanta diversidad, no es posible, sino es como reflejo de una Sabidura de un Amor, de una Bondad infinita.

No somos fruto del azar ni del error.

Te reconozco como el Creador de todas las cosas y mi Creador.

Cuanto ms miro hacia el interior de mi corazn y de mi espritu, ms te encuentro a ti.

T sostienes todas las cosas en la existencia y las llenas con tu bondad.

Haz que siempre respete la naturaleza que has creado, que tenga cuidado de ella y la haga fructificar en una sociedad en paz y armona.

Seor y Creador de todo, gracias porque no te manifiestas tan solo como Padre de toda la realidad, sino que, por encima de todo, te manifiestas Padre en Jesucristo, el Hijo amado.

Que tu Espritu, derramado en mi corazn, grite de alegra dicindote siempre:

Padre nuestro.

2. CREO EN UN SOLO SEOR, JESUCRISTO,

HIJO UNICO DE DIOS

Si podemos decir a Dios Padre nuestro es slo porque Jess nos lo ha enseado es decir, porque nos une a l en la oracin y nos ha hecho, en l, hijos de Dios.

El cristiano lo es porque contempla a Dios en Cristo.

Jess es el Ungido por el Espritu de Dios -esto es lo que significa Cristo en griego-, es decir, aquel que tiene plenamente el Espritu Santo. Por esto las comunidades cristianas, desde un principio, han confesado a Jesucristo como el Hijo de Dios, es decir, la manifestacin de Dios entre nosotros.

Es cierto que la expresin hijo de Dios se puede utilizar en el sentido de una persona santa, muy cercana a Dios, nica en su relacin con Dios. Pero el sentido que le dan los evangelios, san Pablo y la fe de la Iglesia es de una forma totalmente nueva. Cuando Pedro dice a Jess: T eres el Mesas, el Hijo de Dios vivo (Mt 16,16), Jess le contesta claramente: Eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que est en el cielo (Mt 16,17). Por esto las autoridades judas buscaban matarlo, porque llamaba a Dios Padre, hacindose igual a Dios (Jn 5,18). De esta forma, el apstol santo Toms, cuando contempla a Jess resucitado, cae a sus pies y le dice: Seor mo y Dios mo! (Jn 20,28). Pablo de Tarso, una vez convertido se pondr a predicar afirmando que Jess es el Hijo de Dios (Hch 9,20). De tal forma que la comunidad creyente podr decir que hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo nico del Padre (Jn 1,14). A principios del siglo IV hubo un predicador muy popular, llamado Arrio, que era sacerdote de la iglesia de Alejandra. Deca que Jesucristo no es propiamente Dios, sino slo un hombre muy cercano a l. Por esto, la profesin de fe del concilio de Nicea tuvo que proclamar solemnemente que, para los cristianos, Jesucristo es el Hijo Unignito de Dios en el sentido de nacido del Padre antes de todos los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho. Se nota en la reiteracin de expresiones el deseo de dejar muy clara la fe que los cristianos hemos recibido de las primeras comunidades de los apstoles. No se trata de demostrar a quien no est convencido, sino de mantener la fidelidad a la fe recibida.

En el corazn de la catequesis cristiana encontramos siempre, esencialmente, una persona, no una simple doctrina: la persona de Jess de Nazaret, Hijo nico del Padre. En l somos conducidos al amor del Padre en el Espritu Santo, para hacernos participar de la vida de la Santsima Trinidad.Este es el sentido que damos los cristianos a la expresin el Seor cuando confesamos a Jesucristo como el Seor. Si los romanos llamaban al emperador dominus noster, Seor nuestro, en el sentido de aquel que est por encima de todos y que lo puede todo, los primeros cristianos proclamarn que el Seor es Jess y no el emperador ni el imperio romano. El libro del Apocalipsis, escrito durante la persecucin de Diocleciano, a finales del siglo I, proclama a Jess: Rey de reyes y Seor de seores (Ap 19,16).

Pero la afirmacin de fe de Jess como Seor va an ms all. En texto griego del AT sustitua las cuatro letras el tetragrama sagrado del nombre de Dios por la expresin Seor, siguiendo la costumbre de los mismos judos hebreos. De esta forma, cuando el NT confiesa a Jess como el Seor, le est reconociendo como Dios verdadero. Este es el reconocimiento de Toms cuando adora a Cristo resucitado diciendo: Seor mo y Dios mo! (Jn 20,28) y del discpulo amado cuando exclama: Es el Seor! (Jn 21,7).Cmo es posible esta confesin de fe? San Pablo lo afirma muy claramente: Nadie puede decir: Jess es Seor, si no es bajo la accin del Espritu Santo (1Cor 12,3). Reconocer a Jess como Seor es afirmarlo Dios en medio de nosotros. Slo el Espritu Santo puede poner en nuestros labios y en nuestro corazn esta fe.

Creo en ti, Jess.En tu persona Dios se nos ha manifestado plenamente.

En tu persona podemos contemplar a Dios como Padre y verte como el Hijo de dios.

Seor nuestro y Dios nuestro, haz que siempre contemple la naturaleza y el ser humano a partir de ti, y que, tambin desde ti, contemple a Dios cerca de nosotros.Eres uno de los nuestros, pero, al mismo tiempo, eres todo donacin, todo amor.

De tal forma que en ti reconocemos el amor de Dios, su entrega, su presencia.

Eres el Dios tan cercano que eres hombre como nosotros y eres hombre en tanta plenitud que eres Dios.

As el hombre se encuentra en la intimidad de Dios y a Dios le encontramos en lo ms profundo del hombre.

Dios se abaja y el ser humano se eleva.

3. POR OBRA DEL ESPRITU SANTO

SE ENCARN DE MARIA, LA VIRGEN,

Y SE HIZO HOMBRE

Cmo expresar que Jess, un hombre como nosotros, es Dios entre nosotros? Dios se ha acercado a nosotros y se ha hecho no de nosotros, para que nosotros participemos de l. Dios ha bajado hacia nosotros, para hacernos subir hacia l.

Las imgenes son siempre limitadas, pero quieren expresar la realidad profunda, que solo la experiencia puede palpar. La profesin de fe del concilio de Nicea lo dice as: Que por nosotros los hombres, y por nuestra salvacin baj del cielo, y por obra del Espritu Santo se encarn de Mara, la virgen, y se hizo hombre. Es la expresin de aquello que dice el prlogo del evangelio de san Juan: La Palabra se hizo carne, y acamp entre nosotros (Jn 1,14). De esta forma el Hijo de Dios se ha hecho tambin el Hijo del hombre, modelo y plenitud de la vida humana, para que nosotros seamos hijos de Dios. Esta nueva creacin es nuestra verdadera salvacin. La luz de Dios nos ilumina.Por esto el evangelio de san Juan dice que Tanto am Dios al mundo, que entreg a su Hijo nico, para que no perezca ninguno de los que creen en l, sino que tengan vida eterna (Jn 3,16). Y su primera carta: En esto se manifest el amor que Dios nos tiene: en que Dios mand al mundo a su Hijo nico, para que vivamos por medio de l (1Jn 4,9). Qu experiencia ms profunda, qu visin de la realidad ms llena de luz; Dios nos ama, se nos manifiesta, nos une a l y nos transforma en l! Esta es la plenitud del amor, transformar el amado en aquel mismo que ama. El amor de Dios quiere transformarnos de tal forma que, habiendo experimentado su amor sin lmites, seamos capaces tambin de salir de nosotros mismos y de amar a los dems, como l nos ha amado.Es el inicio de la nueva creacin, el Espritu santo ha iniciado una realidad nueva, que es la presencia misma de Dios entre nosotros. Por esto, cuando el evangelio habla del origen de Jess no lo puede situar simplemente en la dimensin humana. Si los creyentes, los hijos de Dios, no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios (Jn 1,13), mucho ms an el Hijo de Dios se ha encarnado, se ha hecho hombre por obra del Espritu Santo, nacido de Mara virgen.

As lo expresa en reflexin de fe el evangelista Lucas cuando pone en boca del ngel Gabriel estas palabras dirigidas a Mara, cuando sta le pregunta cmo puede ser un hijo suyo Hijo del Altsimo: El Espritu Santo vendr sobre ti, y la fuerza del Altsimo te cubrir con su sombra; por eso el santo que va a nacer se llamar Hijo de Dios (Lc 1,35).

La concepcin de Jess por obra del Espritu Santo en el seno de Mara virgen, no es un lenguaje metafrico, influenciado por las mitologas paganas, para expresar que es el Hijo de Dios. Desde los primeros siglos del cristianismo ha habido burlas de los no creyentes, que han llegado hasta querer insinuar una concepcin pecaminosa. A finales del siglo I, san Ignacio de Antioqua escribe en sus cartas que la falta de fe ignora la virginidad de Mara, es decir, ignora la obra del Espritu Santo. El evangelio de san Mateo lo ve como la gran seal anunciada por el profeta Isaas al rey Acaz, indicando que Dios no ha abandonado a su pueblo: El Seor, por su cuenta, les dar una seal: Miren: la virgen est encinta y dar a luz un hijo, y le pondr por nombre Emmanuel (que significa Dios-con-nosotros) (Is 7,14). Como escribe un autor antiguo, quien en el cielo es el Hijo nico, tambin en la tierra nace nico y de forma nica.

Por esto, haz t tambin como los pastores, que, en la noche de navidad, vieron todo lo que les haba sido anunciado. Como los magos de Oriente, que, postrndose ante el Nio, lo adoraron. De la misma forma que el creyente sabe contemplar a Cristo resucitado, as ha de saber contemplar el misterio del nacimiento de Jess, la manifestacin de Dios entre nosotros. Porque, como dice la carta a Tito, ha aparecido la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor al hombre (Tt 3,4). Es lo que los ngeles anunciaron a los pastores: Hoy les ha nacido un Salvador: el Mesas, el Seor (Lc 2,11).Creo en ti, Jesucristo, hombre como nosotros, por obra del Espritu Santo.Siendo Dios te has hecho hombre, te has encarnado, te has abajado hacia nosotros y has querido palpar el barro del que estamos hechos.

Tu nacimiento es una nueva creacin, la manifestacin de la luz que ilumina el mundo.

Venido de Dios naciste de Mara virgen.

Necesitbamos un nuevo inicio y necesitbamos, dejando de lado el no primigenio, el s de Mara.

Dame la fe de los pastores de Beln, dame la fe de los magos de Oriente, llenos de humildad y de sencillez, para que, de rodillas, te adore.

4. Y POR NUESTRA CAUSA FUE CRUCIFICADO

EN TIEMPOS DE PONCIO PILATO:

PADECI Y FUE SEPULTADO

Toda la vida de Jess fue una entrega de amor a las personas que tenia a su alrededor y a toda la humanidad, y una comunin continua con Dios Padre en la oracin y en la intimidad del corazn. De la vida de Jess lo que sabemos de una forma bien segura es su muerte en la cruz, en tiempo del gobernador romano Poncio Pilato. Esto lo recogen no slo los cuatro evangelios, sino tambin las profesiones de fe ms conocidas. No deja de ser importante subrayar que la muerte de Jess, crucificado, bajo Poncio Pilato, se encuentra tambin documentada en el historiador judo Flavio Josefo, de finales del siglo I, y en el historiador romano Tcito, de principios del siglo II. Precisamente el ao 1961 se encontr en Cesarea Martima, ciudad de Palestina donde estaba situada la sede del gobernador romano en tiempos de Jess, una inscripcin que deca en latn: Poncio Pilato, prefecto de Judea. Se sabe que Poncio Pilato fue gobernador de Judea desde el ao 26 hasta el ao 36.La muerte de Jess en la cruz fue la consecuencia de toda su vida. Si abrimos los evangelios vemos a Jess predicando la proximidad del Reino de Dios, expresin del amor de Dios, que se acerca a la humanidad para liberarla de la injusticia, de la falta de solidaridad y de la lejana de Dios. Por esto los presentes se quedaron asombrados de su doctrina, porque no enseaba como los escribas, sino con autoridad (Mc 1,22). Encontramos tambin a Jess cerca de los marginados y de los enfermos. Los episodios que recogen los evangelios no son casos puntuales, sino todo lo contrario, imgenes de lo que era Jess. Cuando la Ley mandaba que los leprosos viviesen en las afueras de las poblaciones y gritando, para que ninguno se acercase a ellos, Jess acoge a los leprosos, va a casa de los publicanos y pecadores, defiende a la mujer condenada a muerte. De tal forma que, ante Jess, hasta los ciegos ven, los sordos oyen y los muertos resucitan. Jess indica as su criterio de actuacin: El Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida (Mt 20,28). Por esto cuando el evangelio de san Juan empieza la narracin de la ltima cena de Jess, hace este resumen de su vida: Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los am hasta el extremo (Jn 13,2). As, a los ojos del creyente, la traicin de Judas y de los otros discpulos, la detencin de Jess por parte de las autoridades judas, su entrega a los soldados romanos, su acusacin de rebelin poltica, su condena a muerte, su sufrimiento y humillacin en la cruz y su muerte, no son vistos simplemente como un arrebatarle su vida, sino como la plenitud de su amir y de su entrega. Jess mismo lo dijo: nadie me la quita la vida, son que yo la entrego libremente (Jn 10,18). El libro del profeta Isaas y el libro de los Salmos ayudaron a los discpulos de Jess y a las primeras comunidades a entender el sentido de su muerte: Nosotros lo estimamos leproso, herido de Dios y humillado (Is 53,4b), l soport nuestros sufrimientos y aguant nuestros dolores (Is 53,4a). Mi siervo justificar a muchos, porque carg con los crmenes de ellos (Is 53,11). Por esto no nos ha de extraar que san Pablo recoja esta profesin de fe tan antigua: Cristo muri por nuestros pecados, segn las Escrituras (1Cor 15,3).Esta es la misma imagen que utiliza Jess en la ltima cena, cuando despus de haber partido el pan dice a sus discpulos: Esto es mi cuerpo, que se entrega por ustedes (Lc 22,19). Y lo mismo sobre la copa de vino: Esta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos (Mc 14,24). Jess parte el pan y lo da a sus discpulos. Su vida entregada por nosotros es fuente de vida. Por esto, la eucarista, la comunin con el pan partido, es para el creyente fuente y cumbre de su vida de fe.

Gracias, Jess, porque t eres una entrega continua al Padre, recibiendo de l la vida y viviendo, en todo momento segn su voluntad.Gracias, porque esta donacin como Hijo de Dios se expresa en la donacin a los dems, cerca de los necesitados, fortaleciendo a los enfermos, liberando de los malos espritus, acogiendo a los marginados, mostrando el verdadero rostro del hombre y el verdadero rostro de Dios.

Esta generosidad te llev a ser perseguido, detenido, torturado, ultrajado y condenado a muerte.

Te colgaron de la cruz, a ti, la Fuente de la vida, el Inocente, el Hijo amado del Padre, acusado de blasfemia, de romper la convivencia y la paz.

Tu muerte asume todas las muertes de los inocentes y de los culpables, de los santos y de los pecadores.

Nadie puede ya morir sin tenerte a ti a su lado.

Nadie podr ya sufrir, sin llevar tu cruz.

Te has adentrado en el sufrimiento y en la muerte, par que en el reino de la soledad ya nadie se encuentre solo.

Has muerto poniendo tu Espritu en manos del Padre.

T que recibes toda la existencia del Padre, has confiado plenamente en su fidelidad.

5. Y RESUCIT AL TERCER DIA,

SEGN LAS ESCRITURAS

Jesucristo ha resucitado!, este es el gran anuncio de nuestra fe y la gran experiencia salvadora. Hasta el punto que san Pablo escribe: Si Cristo no ha resucitado, nuestra predicacin carece de sentido y su fe lo mismo (1Cor 15,14). No se trata de una afirmacin del pasado, ni de una simple afirmacin sobre Jess despus de su muerte. Si Cristo no ha resucitado, entonces toda su predicacin y su ejemplo no es sino la palabra y la accin de un gran maestro espiritual: nada ms. Si Cristo no ha resucitado, la muerte contina siendo la ltima apalabra. Si Cristo no ha resucitado, entonces no somos hijos de Dios, en el sentido fuerte de la palabra. Y, por tanto, tampoco somos plenamente hermanos. Si Cristo no ha resucitado, entonces tampoco despus de la muerte, nosotros participaremos de su resurreccin. Y, como dice san Pablo, si los muertos no resucitan, comamos y bebamos, que maana moriremos (1Cor 15,32) y se ha manifestado a sus discpulos, hacindolos participantes de su Santo Espritu.De la misma manera que, para el creyente, la afirmacin de la muerte de Jesucristo es inseparable de la confesin de su resurreccin, as tambin la confesin de su resurreccin es inseparable de la experiencia de su Santo Espritu, la experiencia de Cristo resucitado. Por eso el Viernes santo no hay celebracin de la eucarista, hasta que no llega la gran celebracin de la resurreccin de Jesucristo, con la eucarista de la Vigilia Pascual. Y la celebracin de la Pascua se alargar cincuenta das, hasta el domingo de Pentecosts, celebracin de la donacin del Espritu Santo sobre todos los discpulos y nacimiento de la Iglesia.La muerte de Jess es una muerte salvadora, porque va seguida del don de la resurreccin. Esto es lo que expresa con un lenguaje muy oriental el smbolo de los apstoles, cuando dice: descendi a los infiernos. Aqu la expresin a los infiernos del latn ad inferos est indicando lo profundo de la tierra (Ef 4,9), como smbolo del Sheol o Hades, es decir, del reino de la muerte. Jesucristo se sumerge en el reino de la muerte para romper sus cadenas y liberar a la humanidad. Es lo que expresan los iconos de la resurreccin de Jess de las iglesias orientales, que presentan a Jesucristo resucitado sacando del reino de la muerte a Adn y Eva, es decir, venciendo a la muerte y llamando a la vida eterna a todos.Pero, s, no tengamos miedo. No estamos yendo simplemente detrs de un Jess crucificado. l no ha quedado atrapado por las cadenas de la muerte. Ha resucitado, vencedor de la muerte, tal como dijo. ste es el gran anuncio, la gran experiencia, que nos ha sido transmitida por las primeras comunidades, por los apstoles.

No busques una demostracin, una prueba palpable. Fjate que los evangelios presentan la experiencia del resucitado solamente a aquellos que creen. No es que la fe construya la resurreccin, sino al revs, la manifestacin de la resurreccin abre los ojos a la fe. Si te fijas en el sepulcro vaco, podras decir que sus discpulos robaron su cuerpo, o que su muerte fue slo aparente. Por qu buscan entre los muertos al que vive? (Lc 24,5), dice el anuncio de la fe. La muestra de la resurreccin es la experiencia de la fe, la experiencia de la alegra, la experiencia del amor. Los apstoles decan: Hemos visto al Seor (Jn 20,25). Este es el gran don de la resurreccin. Jesucristo ha muerto en la cruz, ha resucitado.

Gracias, Jess, por tu resurreccin.

El amor de Dios Padre ha roto en ti las cadenas de la muerte.

La donacin, la entrega, el amor, han sido ms fuertes que las injusticias, el pecado y la muerte.

El Espritu de Dios se ha manifestado plenamente como Espritu de vida.

Gracias, Jess, porque tu resurreccin es el inicio de una nueva creacin.T eres el primero y la fuente de una humanidad victoriosa sobre la muerte.

Realmente has resucitado de entre los muertos, la oscuridad de la muerte no ha podido destruir tu amor y tu donacin.

La luz de tu resurreccin ilumina al mundo e ilumina mi interior.

De ti nace mi esperanza y mi alegra.

6. Y SUBI AL CIELO,

Y EST SENTADO A LA DERECHA DEL PADRE

Proclamar que Jesucristo ha resucitado y ha venci a la muerte es la proclamacin de la gran victoria de Dio sobre la injusticia y sobre la muerte. Esta victoria nos muestra en toda profundidad la realidad de la persona de Jesucristo. l no es solo el gran hroe, el inocente condenado injustamente, el ejemplo que asume todas las injusticias y sufrimientos que hay en nuestro mundo, sino que es, por encima de todo, la manifestacin de Dio smismo al lado del perseguido, del explotado, del torturado, del que sufre. En una palabra, la proximidad plena del Dios al lado de la humanidad.Por eso, en la resurreccin de Jess, el cielo y la tierra se tocan: Dios se sumerge plenamente en nuestra humanidad y nuestra humanidad penetra en el cielo. El concilio de Calcedonia, en el siglo V, lo expres diciendo que Jess era plenamente hombre y plenamente Dios. El Nuevo Testamento lo dice con la expresin: sentado a la derecha de Dios, que recoge la expresin del salmo que la Iglesia ora cada domingo por la tarde: Orculo del Seor a mi Seor: Sintate a mi derecha, y har de tus enemigos estrado de tus pies (Sal 109,1). De esta manera el libro de los Hechos de los Apstoles dice del primer mrtir cristiano, san Esteban, que, antes de morir, lleno del Espritu Santo fij la mirada en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jess de pie a la derecha de Dios (Hech 7,55). De esta manera se comprueba que la meta del camino de Jess, su misin, no es conducir a sus discpulos a un paraso terrenal, a una tierra que mana leche y miel, a un estado de silencio interior o a un camino sin fin, sino a la comunin plena con Dios. La carta a los Hebreos lo expresa mediante la imagen del gran sacerdote judo que entraba en el santuario de Jerusaln una sola vez al ao: Jesucristo, con su muerte y resurreccin, ha entrado no en un santuario construido por hombres (), sino en el mismo cielo, para ponerse ante Dios, intercediendo por nosotros (Heb 9,24). As la expresin a la derecha del Padre es una imagen que designa la gloria de Jesucristo como Hijo de Dios, en su intimidad con el Padre.Puedes levantar, por tanto, tu mirada y fijar los ojos en la meta hacia la cual caminamos. Avanza confiado, porque la fe te lleva donde Jesucristo ha querido precedernos como cabeza nuestra, como dice el prefacio de la festividad de la Ascensin. All a la derecha del Padre, es donde se encuentra Jess, que ora e intercede por nosotros. A su oracin nos unimos cuando nos atrevemos a decir, tal como l nos ense: Padre nuestro, que ests en el cielo, santificado sea tu Nombre, venga a nosotros tu reino, hgase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada da, perdona nuestras ofensas como tambin nosotros perdonamos a os que nos ofenden, no nos dejes caer en la tentacin, y lbranos del mal. Amn.

Gracias, Jess resucitado, porque has llevado a plenitud la historia de la humanidad.

Con tu victoria sobre la muerte has subido al cielo, es decir, has abierto el camino hacia la comunin plena con Dios.

T, que eres la manifestacin de Dios entre nosotros, por tu resurreccin eres tambin la manifestacin de la humanidad en el seno de Dios.

Ests vivo, resucitado, y nos indicas la meta de nuestro caminar: la comunin plena con Dios.

Has subido a prepararnos sitio en la casa del Padre, en la mesa celestial.

As volvers a buscarnos.Nuestra meta ya nos es esta tierra, ni la frialdad del sepulcro, sino el cielo nuevo y la tierra nueva, que son la comunin plena con Dios: el cielo.

7. Y DE NUEVO VENDR CON GLORIA

PARA JUZGAR A VIVOS Y MUERTOS,

Y SU REINO NO TENDR FIN

El verbo juzgar te puede producir escalofros, pero no temas, porque aquel que viene como juez es aquel que dijo: no juzguen y no sern juzgados (Mt 7,1)Como indica san Pablo, si Dios est con nosotros, quin estar contra nosotros? El que no perdon a su propio Hijo, sino que lo entreg por todos nosotros, cmo no nos dar todo con l? Quin acusar a los elegidos de Dios? Dios, el que justifica? Quin condenar? Ser acaso Cristo que muri, ms an, resucit y est a la derecha de Dios, y que intercede por nosotros? Quin podr apartarnos del amor de Cristo? (Rom 8,31-35).Jess es la medida con que sers juzgado. El joven Saulo, cuando iba contra los primeros cristianos, se encontr con la presencia de Jess resucitado, que le dijo: Soy Jess, a quien t persigues (Hech 9,5). De la misma manera, en la parbola sobre el juicio final, los colocados a la derecha del Hijo del hombre le preguntan: Seor, cundo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?, cundo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?, cundo te vimos enfermo o en la crcel y fuimos a verte? (Mt 25,37-39). Y la respuesta de Cristo es muy clara: Cada vez que lo hicieron con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicieron (Mt 25,40).

La realidad del Hijo de Dios, que contemplamos en Cristo que est junto a los marginados y a los que sufren que acoge a todo, que perdona y ama, que vive para los dems, es la verdadera medida del ser humano. Corresponde a la persona humana solo aquello que corresponde a Dios. Si es cierto que a veces utilizamos el trmino humano para indicar nuestra debilidad en el fondo somos humanos tambin es cierto que el trmino humano lo utilizamos en otras ocasiones ara indicar la bondad, la proximidad, la misericordia es muy humano en su comportamiento . En este sentido, cuanto ms nos acercamos al Hijo del hombre, ms se manifiesta el Hijo de Dios.

Este es el juicio de vivos y muertos. La medida de Jess es vlida no slo en esta vida, sino que es la verdadera medida en el ms all. Slo en l se encuentra la verdadera vida, de tal manera que todo aquello que no est realizado en Jess, desaparecer con la muerte. Slo aquello que sigue las huellas del Hijo del hombre, modelo y criterio de toda la humanidad, tendr consistencia para siempre. Este es el reinado de Dios, el reino de la verdad y la vida, el reino de la santidad y la gracia, el reino de la justicia, el amor y la paz como dice el prefacio del ltimo domingo del ao litrgico. Por eso, slo lo que es expresin de la fe, de la esperanza y del amor, permanece para siempre.Si la manifestacin de Dios se ha realizado en Jesucristo, en la humildad de la cueva de Beln, en el silencio de Nazaret, en la incomprensin de Cafarnam, en la oposicin de Jerusaln, en el sufrimiento de la cruz, la manifestacin definitiva de Dios, en Jesucristo, se realizar de forma gloriosa. La luz de la humanidad, que brilla en la tiniebla y que no ha podido ser ahogada (Jn 1,4-5), ha de brillar de forma radiante. Por eso, en la tradicin cristiana, se habla de la venida definitiva de Jesucristo, su manifestacin gloriosa.

De esta manera podemos decir que Jesucristo ha venido al mundo con su nacimiento, viene continuamente a nosotros en la vivencia de la fe, y vendr de forma definitiva al final de los tiempos.

Gracias, Jess, porque eres nuestro Juez, la medida que nos ha de medir, el estilo con que seremos juzgados.

T, el resucitado, llevas abiertas las llagas de la cruz, las marcas de tu amor y de tu entrega.

Si es el amor que nos has mostrado con tu cruz el que nos ha de juzgar, no tengo miedo.

Tu luz, victorioso y resucitado, har desaparecer toda tiniebla e iluminar nuestro ser.

Juez bondadoso y salvador, tu juicio es tu amor, tu juicio es nuestra salvacin.

8. CREO EN EL

ESPRITU SANTO

El reconocimiento de Jesucristo como Hijo de Dios, no slo como participante de la santidad de Dios, sino siendo l mismo Dios, nos muestra de una forma nueva y profunda la realidad de Dios. El reconocimiento del Dios creador, que ha hecho alianza de amor con el pueblo de Israel, se convierte, a la luz de Jesucristo, en manifestacin de Dios Padre. Como dice el evangelio de san Lucas: Nadie conoce quin es el Hijo, sino el Padre; ni quien es el Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar (Lc 10,22). Es decir, es conociendo a Jesucristo como el Hijo de Dios que nos adentramos en la profundidad de Dios y le reconocemos como Padre, que se manifiesta en primer lugar en habernos enviado a su Hijo amado. La revelacin que Jesucristo, el Hijo, nos hace de Dios Padre se realiza en la donacin del Espritu Santo. Como dice san Pablo: Han recibido, no un espritu de esclavitud, para recaer en el temor, sino un espritu de hijos adoptivos, que nos hace gritas: Abb! Padre (Rom 8,15). Jess no solo nos habla de Dios Padre, sino que nos hace hijos, es decir, nos hace participar de la misma realidad que le hace a l Hijo, es decir, el Espritu Santo.De esta manera los primeros cristianos podan recibir esta salutacin: La gracia del Seor Jesucristo, el amor de Dios y la comunin del Espritu Santo est siempre con todos ustedes (2Cor 13,13). Era la experiencia que haban sido sumergidos en nombre del Padre y del Hijo y del Espritu Santo (Mt 28,19). Por esto, cuando algunos pusieron en discusin el sentido del Espritu Santo, la profesin de fe del concilio de Constantinopla afirm que el Espritu Santo es Seor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoracin y gloria, y que habl por los profetas. El creyente hace experiencia del Espritu Santo, al escuchar la Sagrada Escritura, al participar de la Eucarista, al orar, al vivir en la comunin de la Iglesia, en los diversos servicios, al acoger la enseanza de los apstoles, al vivir la misin y el anuncio de la Buena Nueva, al contemplar el testimonio de los santos.La accin del Espritu Santo se contempla en la creacin, en la alianza con Moiss en el Sina, en la palabra de los profetas y, sobre todo, en la encarnacin de Jesucristo. Jess se hizo hombre por obra del Espritu Santo. l es el Ungido por el Espritu, aquel sobre quien reposa el Espritu del Seor. Todo su obrar est impulsado por el Espritu. Por esto, Jess se convierte en la fuente del Espritu para aquellos que creen en el l. Lo dice as el evangelio de san Juan: Jess en pie gritaba: el que tenga sed, que venga a mi; el que cree en mi que beba. (Como dice la Escritura: De sus entraas manarn torrentes de agua viva). Deca esto refirindose al Espritu, que habran de recibir los que creyeran en l (Jn 7,37-39). La resurreccin de Jess, por obra del Espritu Santo, se manifiesta a sus discpulos mediante la venida del Espritu Santo. Por esto, Jesucristo, cuando se manifiesta resucitado a sus discpulos, les dice: Reciban el Espritu Santo (Jn 20,22).Recuerda siempre que has recibido el Espritu Santo. l es la misma uncin de Cristo. De esta forma, quien ha recibido la uncin de Cristo se hace cristiano, participante de su mismo Espritu. La fe en la accin del Espritu Santo es inseparable de la fe en Jesucristo como Hijo de Dios y, por tanto, inseparable tambin de la fe en Dios como Padre.

Creo en ti, Espritu Santo, presencia del Padre y del Hijo, comunin de amir, que has sido derramado en nuestros corazones.Viento suave que todo lo renueva; fuego ardiente que estableces alianza eterna; agua viva, que brotas del costado abierto del crucificado; don gratuito del resucitado que se nos manifiesta.

Que tu fuerza gue, mueva y acompae toda mi existencia.

Transfrmame segn la imagen de Jesucristo, para que sea en l hijo de Dios, en comunin con todos mis hermanos.

9. CREO EN LA IGLESIA, QUE ES UNA,

SANTA, CATLICA Y APOSTLICA

El fruto primero y principal de la resurreccin de Jesucristo es la comunidad de discpulos: la Iglesia. La palabra iglesia indica la asamblea, la reunin, aquella que ha nacido de la llamada de Dios. Este fruto de la resurreccin lo representa muy grficamente san Luca cuando presenta a la primera comunidad constituida por obra del Espritu Santo en el da de Pentecosts, en la Pascua granada.No mires nunca a la Iglesia como una realidad nicamente terrena. No es una reunin de amigos, ni un club, ni una ONG. De la misma forma que no se puede entender a Jesucristo si no se le contempla como fruto del Espritu Santo, as tampoco intentes mirar a la Iglesia desde una perspectiva meramente humana.

La Iglesia es el pueblo de Dios, nacido de la respuesta de la fe. La alianza de amor que Jesucristo ha hecho con la humanidad en la donacin de su vida y el derramamiento de su sangre se manifiesta en aquellos que han recibido el sello del Espritu y han nacido de nuevo por el agua del bautismo. Todos han sido llamados por Dios a formar parte de la Iglesia, pero solo algunos reciben el don de la fe. La entrada en el pueblo de Dios supone una misin de servicio hacia toda la humanidad.

As como Jess no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida, as tambin sus discpulos son llamados a vivir en el servicio a los dems. Se trata de un pueblo sacerdotal, una comunidad que ha de vivir en la intercesin por toda la humanidad, presentando a Dios Padre todas las alegras y todas las penas de la humanidad.

Este pueblo de Dios encuentra su identidad en Jesucristo, de tal forma que constituye, por esta unin con l, su propio Cuerpo.

La Iglesia, en tanto que cuerpo de Cristo, unida a l, es una, porque una sola es la llamada de Cristo. l or as en la ltima cena: Que todos sean uno, como t, Padre, en m y yo en ti, que ellos tambin lo sean en nosotros, para que el mundo crea que t me has enviado (jn 17,21). A pesar de esto, desde el mismo siglo I, el nico cuerpo de la Iglesia ha sufrido roturas y divisiones. Las divisiones ms terribles han sido el cisma entre las iglesias de Oriente y las iglesias de Occidente, ocurrido el ao 1054; la gran divisin producida en la poca de la reforma de Lutero, en el siglo XVI, entre las iglesias de Europa, agravado por el cisma de la iglesia de Inglaterra, en el mismo siglo XVI. Posteriormente han ido naciendo diversas iglesias libres, las iglesias evanglicas, a partir de las grandes iglesias reformadas.Catlicos, ortodoxos, protestantes y anglicanos son la muestra de las grandes heridas, que lleva la unidad de la Iglesia en la comunin y en la doctrina. Hay, entre todos los cristianos, elementos muy importantes de unidad: la divinidad de Jesucristo y la Trinidad de Dios, la Palabra de Dios, los sacramentos.

La situacin, sin embargo, cambia en algunos grupos. La divinidad de Jesucristo y la Trinidad no son confesados, por ejemplo, por los testigos de Jehov. La Biblia, reconocida por todos los cristianos como manifestacin escrita de la Palabra de Dios, es colocada por los mormones a la misma altura que el Libro del Mormn. Se comprende, entonces, que el Consejo Ecumnico de todas las Iglesias no reconozca como cristianos a unos y otros.Catlicos, ortodoxos, anglicanos y todas las grandes iglesias protestantes reconocen el bautismo, a pesar que ste se haya recibido en otra iglesia. Las iglesias libres, como los evangelistas, no reconocen, sin embargo, el bautismo recibido en otra iglesia, especialmente si se ha recibido de nio. Qu lstima que no se mantenga la tradicin que nos recuerda la unidad!

El camino de la unidad no es fcil. Se ha de profundizar en la doctrina, se ha de superara los prejuicios del pasado, se han de acoger estilos y acentuaciones diferentes, se han de dejar de lado novedades que an nos dividen ms. No es slo cuestin de buena voluntad y de decisiones individuales. Se ha de realizar un camino comunitario de dilogo, de colaboracin, de oracin. No se trata de renunciar a las propias creencias, sino de crecer en la unidad, manteniendo la fidelidad a la propia tradicin.

El papa Juan XXIII, que inici la gran renovacin de la Iglesia catlica con la convocatoria del concilio Vaticano II, indic las pautas que han de marcar el camino hacia la realizacin de la unidad. En primer lugar, no ver las diversas iglesias cristianas como cismticas o herticas, sino como hermano separados. Es la aplicacin de su mxima: es mucho ms lo que nos une, que no lo que nos separa. La fe en Jesucristo resucitado nos une ms que lo que puede dividirnos la manera de entender la comunidad eclesial o los sacramentos. La oracin, el mutuo conocimiento y el trabajar juntos son la mejor manera de abrirse al don de la unidad.La Iglesia tiene tambin otra caracterstica: participa de la santidad de Jesucristo. En este sentido, a pesar de estar formada por personas pecadoras, es santa porque Jesucristo est en medio de ella. Revestida de una santidad autntica, aunque imperfecta, como dijo el Concilio Vaticano II, porque la Iglesia es santa, pero formada por pecadores. Quiz la imagen ms grfica en este sentido es ver cmo el evangelio nos presenta a Jess con Lev, en su casa, sentado en la mesa con los publicanos y los pecadores. Los escribas de los fariseos se escandalizan y exclaman: De modo que come con publicanos y pecadores! (Mc 2,16). Pero Jess lo tiene muy claro: No necesitan mdico los sanos, sino los enfermos (Mc 2,17). La santidad de la Iglesia se encuentra esencialmente en que en ella se proclama la Palabra de Dios, se parte el Pan de la eucarista y se recibe el perdn de Dios. En este sentido, la profesin de fe que conocemos con el nombre de Smbolo de los apstoles ve a la Iglesia no como una organizacin externa, sino como comunin de los santos, comunidad de aquellos que han sido llamados a ser hijos de Dios y han sido convocados a la mesa de Cristo.

La Iglesia es, al mismo tiempo, catlica, como proclama la profesin de fe. El trmino catlica no se ha de entender aqu, evidentemente, como referido a la divisin entre las iglesias, sino en su sentido ms profundo de esta palabra griega. Catlica significa universal, total, y, por lo tanto, indica que la Iglesia contiene toda la gracia de Jesucristo y al mismo tiempo est abierta a toda la humanidad. La Iglesia no es una secta cerrada, ni el grupo de los puros, de los perfectos, de los que saben, de los adultos. La Iglesia es la familia de Dios, la comunidad abierta a todos. Como decimos popularmente, casa de Dios y casa de todos.

Gracias, Trinidad santsima, por el don de la Iglesia, comunin del Padre, del Hijo y del Espritu Santo, manifestada en la comunin entre los discpulos de Cristo, entre los hermanos.Gracias por la Iglesia, Madre ma y Maestra ma, que me pone en contacto con la santidad de Jess, con su Palabra y con Santo Espritu.

Gracias, porque me acoge en su seno, a mi, que soy pecador y dbil.

Gracias, porque a pesar de que seamos una comunidad de pecadores, Jesucristo contina actuando en medio de nosotros, llamando y salvando a los publicanos y pecadores.

Gracias, porque es universal, abierta a todos.

Gracias, porque me ensea a vencer la tentacin de encerrarme en m mismo o en mi grupito de amigos, aquellos que piensan igual.

Gracias, porque a pesar de todas las divisiones, me llama a la unidad.

Cmo podemos amarnos, sino estamos unidos y nos sentimos hermanos?

Cmo podemos estar divididos, si todos tenemos a Jesucristo como hermano?

Gracias, Jess, por este don de tu Iglesia, que trae la luz de tu resurreccin y tambin las llagas de la pasin.

10. CONFIESO

QUE HAY UN SOLO BAUTISMO

PARA EL PERDN DE LOS PECADOS

La verdadera luz del ser humano es Jesucristo. l nos muestra a Dios y nos muestra, al mismo tiempo, la persona humana, el sentido de nuestra vida. Si hay una nica luz verdadera, tambin hay una nica verdadera iluminacin, aquella que nos hace hijos de Dios y nos hace hermanos. Esta es la iluminacin que recibimos por el bautismo. El alejamiento de Dios, que comporta la falta de fe, queda transformado por la experiencia de ser hijos de Dios.El bautismo es el don de Dios, que nos llama a la vida. Este amor de Dios puede quedar sin respuesta. Y esto es una gran lastima. La falta de vivencia de fe en los padres hace que, muchas veces, el bautismo sea ms una costumbre social que un nacimiento espiritual. Queda, entonces, una semilla sin regar y sin cultivar, de tal manera que no llega a dar los frutos que Dios espera. La falta de un cuidado amoroso y paciente, que haga con naturalidad y pedagoga una verdadera iniciacin a la fe en el crecimiento del nio, hace que muchas veces la flor que ha nacido no llegue a madurar como se poda esperar.

A pesar de todo, el bautismo no deja de ser la manifestacin del amor gratuito de Dios, que nos ama y nos da su Santo Espritu. La falta de respuesta o la infidelidad no pueden entenebrecer del todo la fidelidad de Dios. Tambin el amor de los padres hacia el hijo engendrado es primero y pide esperanzadamente una respuesta. El reconocimiento del don de la vida es uno de los deberes bsicos de la persona.

Gracias a Dios, en todas las comunidades cristianas ms fieles a la tradicin se ha conservado el respeto por el bautismo, sea vivido en una iglesia luterana, ortodoxa, anglicana o catlica. Es consolador leer en los escritos de san Agustn, en una poca de grandes tensiones doctrinales, la crtica a la doctrina de las comunidades herticas, pero, al mismo tiempo, el reconocimiento siempre fiel de su bautismo. El reconocimiento de un nico bautismo no deja de ser una muestra admirable del reconocimiento que la Iglesia de Jesucristo es una sola, a pesar de sus divisiones.

El perdn de los pecados se encuentra, en la profesin de fe, unido a la fe en el Espritu, vivida en la Iglesia. Esto indica el sentido profundo de este perdn de los pecados: se trata de la vida segn el Espritu de Jesucristo, vivida como hermanos, formando comunidad cristiana. El pecado es alejamiento de Dios y su perdn es el Espritu Santo, como dice Jess resucitado a los apstoles reunidos en la tarde de la Pascua: Reciban el Espritu Santo; a quienes les perdonen los pecados les quedan perdonados; y a quienes se los retengan, les quedan retenidos (Jn 20,22-23).La nueva vida recibida en el bautismo es la presencia misma del Espritu Santo, que hace que la vida del creyente sea vida de hijos de Dios, que, en Jesucristo, pueden decir a Dios: Padre! Esta vida se ha de mantener en todo momento y ha de ir creciendo cada vez ms, en el amor a los dems y en la fe y la confianza puestas en Dios. La oracin de cada da, la lectura de la Palabra de Dios y la participacin en la eucarista dominical son elementos fundamentales en este crecimiento espiritual, que ha de dar los frutos del Espritu: el amor, la alegra, la paz.

En esta lnea de mantenimiento y de crecimiento de la vida de hijos de Dios se sita el sacramento de la reconciliacin, que de una forma especial renueva el bautismo en medio de la peregrinacin en esta vida. A veces nos fijamos demasiado en la confesin de los pecados en el sacramento de la penitencia-reconciliacin, de tal manera que se convierte en una grave dificultad de orden psicolgico: Por qu he de confesarme con un sacerdote? Quiz sera mejor fijarse en que el perdn, en el sacramento, se hace palpable y se recibe como miembro de la Iglesia. el bautismo lo recibimos en el agua de las fuentes bautismales y lo recibimos como un don, de manos del sacerdote o del dicono; la uncin del Espritu, en la confirmacin, la recibimos tambin con el santo crisma, de manos del obispo; la comunin con el Cuerpo y la Sangre de Cristo la recibimos en el pan y el vino de la eucarista, de manos del sacerdote o de quien da la comunin. Qu tiene de extrao que el perdn de Dios lo recibamos de mano del sacerdote en la celebracin del sacramento de la reconciliacin? No se acerca el catecmeno a la pila bautismal y dice: Renuncio al pecado y Creo en Dios Padre, Hijo y Espritu Santo? O la criatura, no es llevada en brazos de sus padres como el paralitico fue puesto delante de Jess? No se acerca al obispo aquel que quiere recibir la confirmacin con la uncin del santo crisma? No nos acercamos todos en procesin para recibir la comunin y decimos: Amn al Cuerpo y a la Sangre de Cristo? Qu tiene de extrao que nos acerquemos al sacerdote y confesemos nuestro pecado para recibir el perdn de Dios? En todos los sacramentos es Jesucristo quin acta: en el bautismo es Cristo quien bautiza; en la confirmacin es Cristo quien unge con el santo crisma; en la eucarista es Cristo quien nos da la comunin con l. En el sacramento de la penitencia es Cristo quien nos perdona. El sacerdote es slo instrumento de quien se sirve Jesucristo. La materialidad de los sacramentos, el agua, la uncin, el pan y el vino, el gesto de la absolucin, son expresin de la proximidad y de la ternura de Dios, son vivencia de la encarnacin de Jesucristo. Tus pecados estn perdonados (Lc 5,20), dijo Jess al paraltico; tus pecados estn perdonados (Lc 7,48), dijo Jess a la mujer que le regaba los pies con sus lgrimas. Ahora yo puedo escuchar la palabra de Jess, que me dice, llena de amor y de ternura, llena de vida y de fuerza renovadora: Yo te absuelvo de tus pecados. De nuevo se hace presente la palabra de Jess a la mujer pecadora, condenada por la Ley: Yo no te condeno. Anda, y en adelante no peques ms (Jn 8,11). Palabras de amor, palabras de consuelo, palabras de vida. El nico bautismo para el perdn de los pecados, para nacer de nuevo, para vivir en la vida del Espritu. Hemos sido llamados a vivir, en Jesucristo, como verdaderos hijos de Dios. Este es el don de Dios, la comunin con el Padre, y el Hijo y el Espritu Santo.Gracias, Jess, por el don del bautismo, que nos une a ti.

Gracias, porque tu presencia salvadora contina presente en medio de nosotros y nos hermana a todos.

Gracias, porque nos haces renacer y nos introduces en la nueva creacin, la creacin de los hijos de Dios, la creacin de los hermanos, la creacin de los movidos por el Espritu.

Gracias, porque tienes misericordia de nuestros pecados y de nuestra dimensin pecadora.

Tienes paciencia con nuestra debilidad.

Sabes que la nueva creacin se ha de ir rehaciendo cada da, porque de lo contrario volveramos al caos y al pecado.

Slo tu misericordia y su Santo Espritu nos mantienen en la novedad de la vida.

Gracias, porque dentro de las grandes divisiones de la Iglesia has permitido que se mantenga la unidad del bautismo en la mayor parte de confesiones.

Es el don de tu amor, el don de tu unidad, el don de tu misericordia, a pesar de nuestro pecado y de nuestras divisiones.

Gracias, porque tu palabra de renovacin yo te bautizo, yo te absuelvo de tus pecados, contina resonando en medio de nosotros, cercana y clida.

Gracias porque nos haces hermanos tuyos.

Gracias, porque nos das tu Santo Espritu.

Gracias, porque nos haces hijos de Dios.

11. ESPERO LA RESURRECCION

DE LOS MUERTOS

La fe en Jesucristo resucitado es esperanza en nuestra resurreccin, en la participacin en su victoria sobre la muerte. Porque, si Cristo ha resucitado, entonces es evidente que hay resurreccin de los muertos. Lo dice san Pablo: Si nuestra esperanza en Cristo acaba con esta vida, somos los hombres ms desgraciados (1Cor 15,19). Y, sin embargo, hay muchos que se dicen cristianos, pero no tienen demasiado claro el ms all. Si no hubiese ms all, si no hubiese resurreccin de los muertos, cmo podramos estar afirmando la resurreccin de Jesucristo? Su resurreccin es la victoria para siempre sobre el dominio de la muerte. El sepulcro ha quedado abierto para siempre. Si el Espritu del que resucit a Jess de entre los muertos habita en ustedes, el que resucit de entre los muertos a Cristo Jess vivifica tambin sus cuerpos mortales, por el mismo Espritu que habita en ustedes (Rom 8,11).El credo apostlico lo expresa con una afirmacin de sabor hebreo, que puede escandalizar los odos griegos: la resurreccin de la carne. No se utiliza la expresin inmortalidad del alma, sino resurreccin de la carne, es decir, haciendo referencia al ser humano en su condicin de debilidad y de solidaridad con toda la creacin. Si hablar de la inmortalidad del ala nos podra indicar una caracterstica de la persona humana desde su creacin, la expresin resurreccin de la carne o resurreccin de los muertos nos indica que hay un don absolutamente gratuito, que encuentra su fundamento en la resurreccin de Cristo. Jesucristo resucitado, vencedor de la muerte, se hace primognito de entre los muertos (Col 1,18). En l se manifiesta su humanidad transfigurada la carne gloriosa, la solidaridad con toda la humanidad y con toda la creacin. Hablar de resurreccin no es solo hablar de pervivencia y de ms all, sino que es hablar de solidaridad, de plenitud, de fraternidad. Cuando a san Pablo le preguntan con qu cuerpo resucitaremos?, l contesta diciendo que se trata del cuerpo glorioso, del cuerpo espiritual (1Cor 15,43-44). Evidentemente no se trata del cadver, de la carne y de los huesos. Lo sembrado en la tierra no es el cuerpo de la planta que ha de crecer, sino slo la simiente de aquello que ha de ser. Quiero decir, hermanos dice san Pablo que esta carne y sangre no pueden heredar el Reino de Dios, ni lo ya corrompido heredar la incorrupcin (1Cor 15,50). La experiencia de la fe, de la unin con Jesucristo resucitado, la comunin con el Cuerpo de Cristo resucitado, te ha de ayudar a entender este misterio de comunin, que es el Cuerpo de Cristo. De esta manera, en tu vida en este mundo, en tu muerte, unido a Cristo, y al final de los tiempos, en la manifestacin plena de Jesucristo, te ser dada la plenitud, que es nuestra resurreccin, cuando Dios lo sea todo en todos. Entonces, lo corruptible, lo ordinario se har glorioso, lo dbil se har lleno de fuerza. La carne se revestir plenamente del Espritu, del Espritu de Cristo resucitado. Dios con su poder, resucit al Seor y nos resucitar tambin a nosotros (1Cor 6,14). Esta es nuestra fe, nuestra esperanza y nuestro consuelo gozoso.Gracias, Jess resucitado, porque tu resurreccin es la garanta de nuestra resurreccin de entre los muertos.

Tu victoria sobre la muerte es nuestra victoria.

No tenemos delante la realidad de la muerte, que nos lleva a la finitud de nuestra existencia, sino que nos has dado con tu resurreccin la llamada a participar de la nueva creacin, que es la comunin plena contigo y la plenitud de nuestra humanidad.

Gracias porque en ti somos llamados a la vida eterna, a la plenitud de la existencia, a la resurreccin de la carne.

12. Y LA VIDA

DEL MUNDO FUTURO

La participacin en la resurreccin de Cristo es la llamada a la vida de la gloria, a la vida perdurable, a la vida eterna. Como dice el Catecismo el cristiano que une su propia muerte a la de Jess ve la muerte como una ida hacia l y la entrada en la vida eterna. Esta plenitud de nuestra unin a Cristo, este estar siempre con el Seor (1Tes 4,17), es lo que llamamos el cielo. Esta es la meta hacia la que caminamos, siguiendo a Jess. l nos dijo: En la casa de mi Padre hay muchas estancias () Cuando vaya y les prepare un sitio, volver y los llevar conmigo, para que donde yo est, estn tambin ustedes (Jn 14,2-3). Jess es el camino que lleva al Padre, el camino que lleva a la vida eterna.Como expresa de forma grfica la parbola del banquete final, para entrar hay que llevar puesto el traje de fiesta (Mt 22,11). La obra del Espritu, en esta vida, es el revestimiento y el crecimiento en este traje de luz para la comunin plena con Dios, para el banquete nupcial. La imagen ayuda tambin a entender que el traje supone la purificacin interior. Quin puede subir al monte del Seor? Quin puede estar en el recinto sacro? El hombre de manos inocentes y puro corazn, que no confa en los dolos ni jura contra el prjimo en falso (Sal 23,3-4). Esta purificacin para la comunin plena con Dios, para entrar en el cielo, es lo que tradicionalmente se llama purgatorio. Quin puede pensar entrar en una casa sin limpiar la suela de sus zapatos en la alfombra de la entrada? Lo expresa tambin grficamente el relato de la llamada del profeta Isaas, cuando despus de indicar haber sido introducido en la visin de Dios, exclama: Ay de m, estoy perdido! Yo, hombre de labios impuros [], he visto con mis ojos al Rey y Seor de los ejrcitos (Is 6,5). E inmediatamente un serafn purifica sus labios con un carbn ardiente.Hay alguna otra plenitud para la vida humana? Puede reposar el corazn de cada persona en alguien ms que no sea en Dios? Hay alguna otra meta definitiva? Ciertamente, no. El rechazo de la plenitud del ser humano supondra la autonegacin de uno mismo, el intento que, en vez del amor, saliese vencedor el odio, la violencia, el mal, el egosmo, la muerte. Este intento inhumano y blasfemo es lo que tradicionalmente se llama infierno. Como dice el Catecismo, la separacin eterna de Dios en quien nicamente puede tener el hombre la vida y la felicidad par las que ha sido creado y a las que aspira. No, no es esta la meta, Dios nos llama a la comunin plena con l, a la unin con todos, en verdadera fraternidad. Esta es la plenitud de la humanidad. Por esto, todos tus esfuerzos, tu confianza y tu esperanza, han de estar puestos en recorrer el camino verdadero, que nos lleva a la vida eterna, que es Jesucristo, el Seor.As nos uniremos a todos los santos, que nos han precedido en este camino de seguimiento de Jesucristo. Con la virgen Mara, la Madre de Dios, la bienaventurada por haber credo. Ella es figura de la Iglesia que nos va ayudando a glorificar a Dios, que ha puesto su mirada en los pobres y pequeos. Por esto, recordando las palabas del ngel a Mara, recibimos la Palabra de Dios, que da el fruto de su Espritu Santo: Dios te salve, Mara, llena eres de gracia, el Seor est contigo. Bendita t eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jess. Santa Mara, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amn.

A M N

La expresin hebrea Amn indica la solidez, fiabilidad y fidelidad de aquello que es afirmado. De esta manera, como indica el Catecismo, el Amn final del Credo recoge y confirma su primera palabra: Creo. Creer es decir Amn a las palabras, a las promesas, a los mandamientos de Dios, es fiarse totalmente de l que es el Amn de amor infinito y de perfecta fidelidad. La vida cristiana de cada da ser tambin el Amn al Creo de la Profesin de fe de nuestro Bautismo.

Que tu smbolo sea para ti como un espejo. Mrate en l: para ver si cree todo lo que declaras creer. Y regocjate todos los das en tu fe.

De esta manera, toda la existencia del creyente se convierte en un canto de alabanza a Dios, que nos ha adentrado en su intimidad y nos la ha hecho conocer como Padre, Hijo y Espritu Santo, en la alabanza de gloria, que resuena en medio de la Iglesia reunida y en el amor, el perdn y la misericordia de la vida de cada da. Por esto podemos decir, en la fe y la esperanza: Gloria al Padre, y al Hijo y al Espritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amn. Nicetas.

Papa Dmaso.

Rufino.

LG 48.

CEC 1020.

CEC 1035.

CEC 1064.

San Agustn.