creer solo en dios martin gelabert ballester

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  • 7/28/2019 Creer Solo en Dios Martin Gelabert Ballester

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    creerSl o en D i os

    Mar t n Ge laber t Ba l les te r

    S A N PA B LO

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    M a r t n G e l a b e r t , rel igioso de la Orden de Predicadores, escatedrtico de Teologa fundamen tal y Antropologa teolgica enla Facultad de Teologa de Valencia, de la qu e ha sido decanohasta e l ao 2004. Es acadmico numerario de la Real Academia de Doctores de Espaa y autor prol f ico tanto de artculos ycolaboraciones en revistas especializadas como de l ibros, entrelos que destacan, e n SAN PABLO, Vivir en e l amor . Amar y se ramado, y Vivir la salvacin. A s e n la t ierra como en el cielo.

    SAN PABLO 2007 (Pro tas ioGmez, 1 1 - 1 5 .2 8 0 2 7 M a dr id )Tel. 9 1 7 4 2 5 1 1 3 - Fax 917 425 [email protected]

    Mart in Gelabert Ballester 2007Dist r ibucin: SAN PABLO. Divisin ComercialResina, 1 . 2 8 0 2 1 MadridTel. 9 1 7 9 87 3 7 5 - Fax 915 05 2 0 50 - [email protected] ISBN: 978-84-285-3161-0Depsi to legal : M. 23.394-2007Impreso en Artes Grficas Gar.Vi. 28970 Humanes (Madrid)Printed in Spain. Impreso en Espaa

    El prime r verb od e l cristiano

    E l p r im er ve rbo que p rc t ica men te aparece en boc ade Jes s (M e 1 ,15 ) es ta mb i n e l p r im er ve rbo queconjuga e l c r i s t iano y que le acompaa a lo la rgode toda su v ida : e l verbo c reer . Mient ras Jess loem plea de form a ex hor tat iva : Cree d, e l c r i s t ianolo conjuga en p r im era person a de l p resente de ind i ca t i vo : creo . En e fec to , as com ienza e l l lamadoS mb o l o de l os A p s to l es , esa p ro fes i n d e fe quese ensea en toda ca teques is y que cada domingo proc lamamos en la Eucar is t a . E l creo con e lque comienza la pro fes in de fe s ign i f i ca : yo doym i a dh es in , y o a co jo f i rm em en te , con t od a s m i sfue rzas -c o n t od o m i co ra zn , t od a m i i n t e li genc iay toda mi vo luntad- es ta verdad que voy ahora aproc lamar porque co lm a m i v ida de a legr a . Y sobrees ta verdad fundamento mi v ida . Es te creo esdeterminante de toda la existencia cr is t iana. Hasta

    mailto:[email protected]:[email protected]://www.sanpablo.es/http://www.sanpablo.es/mailto:[email protected]:[email protected]
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    el punto de que bien podra de cirse que cr istiano esel que cree (cf Jn 3,16.18; 6,69) .En qu o en quin cree el cr ist iano? No eslo mismo creer en algo que creer en alguien.Las cosas no pueden l lenar e l corazn. E l conoc imiento de grandes y muchas verdades puededejar le a uno vaco. Slo el encuentro amorosopuede sat isfacer al ser humano. Sin duda la fecr ist iana t iene unos contenidos, pero conviene dejar bien claro desde el pr incipio que la conf ianzadel creyente se dir ige, ante todo y sobre todo, auna real idad personal . En la fe no se trata de unconoc imiento de verdades o dogmas, s ino de unencuentro personal con el Dios vivo. Como diceBenedicto XVI , no se com ienza a ser cr ist iano poruna decis in t ica o una gran idea, s ino por el encuentro con un aco ntec imiento, con una Persona,que da un nuevo hor izonte a la v ida y, con el lo, unaor ientacin decis iva 1 . Esa Persona es Jess deNazaret, Palabra hecha carne que nos ha contadola int imidad de Dios y por medio del cual podemosllegar hasta el Padre2.1 Deus caritas est, 1 b.2CiDeiVerbum(D\l), 2 y 4.

    ^ ^ B J

    No creemos en a lgo, c reemos en Alguien, enDios, comunin de amor , revelado y reconoc idocomo Padre, Hi jo y Espr i tu Santo. Y slo en Dios.l es el nico digno de fe, el nico que merecenuestra entrega total , nuest ra adhes in inco ndic ional. El nico seguro, el que nunca fal la. Creemosen Dios que es Padre bueno, miser icordioso y f iel.Creemos en D ios que en Jesucr is to nos ha mani festado su amor y nos ha dejado ver la cara ocul tade su ser : este Dios, al que nadie ha visto jamsy que le di jo a Moiss que no se le poda ver enlas condic iones de es te mu ndo, se nos ha dado aconocer en la v ida, muer te y resur recc in de Jesucr is to; l es la traducc in humana del ser y delobrar de Dios, de las costumbres de la Tr inidad.Creemos en el Espr i tu Santo, que es el amor deDios hecho vida de nuestra v ida, el Dios cercano,prx imo, der ramado en nuest ros corazones.

    Creer no es slo cu est in de p alabras ni de sa beres. No son las grandes palabras -aun qu e seanlas del Credo- las que nos hacen creyentes. Noson los que dicen Seor, Seor los que entrarnen el Reino de los c ielos (Mt 7,2 1) . No es el saberque Dios existe lo que nos acerca a l . La Carta de

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    Santiago (2,19) llega a decir que los demonioscreen. Y aade: y tiemblan. Creer es un verbocon muchos sentidos. De ah la importan cia de lapregunta: qu queremos decir cuando decimosfe? Fe puede ser un saber inseguro, una actitudequiparable a la duda. Cuando decimos creo quemaana llover, en realidad estamos diciendo: esposible que maana llueva, pero no es seguro; alo mejor incluso no llueve. Pero fe puede ser uncompromiso personal, la confianza incondicionalen una persona. Decir creo en ti, no slo en loque dices, sino en ti, es expresar la fuerza irreba-tible de un amor.

    Conozco el caso de una persona a la que unamigo en dificultades llam para recriminarle esomism o que lamenta amargamente el salmista: In-cluso mi am igo, de quien yo me fiaba, es el primeroen traicionarme. Slo que en este caso no habatal traicin. Quien se senta traicionado haba sidohbilmente engaado por un tercero que le habahecho creer que su amigo no le era fiel. Cuando elamigo escuch las lgrimas y lamentos del otro,slo dijo: Eso que te han dicho no es verdad.El otro inmediatamente contest: Te creo. Eso

    es amar y eso es creer: tu palabra tiene ms valorpara m que todos los argumentos y aparienciascontrarios. Creer es este verbo que expresa lafuerza de una relacin semejante a una casa edifi-cada sobre roca: vienen los vientos, aparecen lastempestades y la casa se mantiene firme .Creer es una actitud, una disposicin. En elcaso de Dios, creer es apoyarse plenamente enl, estar seguro de su fidelidad. En realidad Dioses el nico seguro, ms que los mejores amigos,ms que la madre para su hijo de pecho. Porque elamigo y la madre son lim itados. Llega un mom en-to en que no dan ms de s. Con Dios eso nuncaocurre. Dios es como un manantial que nunca seagota, un alimento que nunca cansa, una maravi-lla que siempre se renueva, una fuerza que jamsfalla.

    Ya hemos dicho que fiarse de Dios no es unacuestin de palabras. Es una actitud y una disposi-cin, un situarme frente a Dios poniendo mi ser ensus manos am orosas y poderosas; pero eso impli-ca un cam bio, una conversin, un orientar mi vidade una determinada manera. Si yo me fo de Diosa despecho de todos los obstculos, eso significa

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    que doy la espalda a todo lo que me aparta de l .Conf iar en alguien es, por eso mismo, desconf iarde los ene migos de ese en quien con fo. De ah lasal ternat ivas que, en ocasiones, encontramos enel Evangel io: Nadie puede servi r a dos seores;porque a borrecer a uno y am ar a otro; o bien seentregar a uno y despreciar al otro (Mt 6,24) ; lo que es es t imable para los hom bres, es abom i -nable ante Dios (Le 16,15); como no sois delmundo, e l mundo os odia (Jn 15,19) . Para quela fe pueda l lenarnos de Dios ser necesar io antesvaciarse de lo que impide la presencia de Dios.

    As se expl ica que cuando uno va a recibi r elsacramento de la fe, el baut ismo, ese signo quesel la mi adhesin incondic ional al Dios de Jesu-cr isto, no slo proclame su fe en Dios, s ino t a m -bin su renuncia a todo lo que es contrar io a Dios.En efecto, el catec m eno , para recibi r el bau t ismo ,debe respond er a una tr iple pregunta con una claraintencionalidad Trinitaria: Crees en Dios Padre,en su H i jo na cido de M ara, en el Espri tu Sa nto? .Pero antes debe hacer una tr iple renuncia: Re-nunc ias a Satans, a todas su s obras , a todas susseducciones?. Tras la renuncia y la confesin

    E

    viene la tr iple inmersin, que signi f ica un mor i rpara nacer, un m or i r al pecado para nacer a la v idanueva en Cr isto. La fe que el baut ism o sel la imp l i -ca un cam bio de v ida, una convers in.

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    Rodeados de una nubede testigos

    El cristian o no est solo a l creer. Su fe es u n es la-bn ms de una larga histor ia. Muchos otros hanrealizado y siguen realizando una experiencia comola suya . Saberse acompa ado tranqui l iza la fe . Y laestimula. Saber, no slo en teora, sino desde lacercana y la exper iencia, que otros v iven esa mis-ma fe, con las mismas dif icul tades, pero tambincon parecidas alegr as, ayuda a sostener mi fe. M ehace pensar que mi exper iencia de encuentro c o nel Dios que ha resuci tado a Je ss no es una i lusinvaca, porque veo que otros tambin l a han he -cho . Y la exper iencia de otros no slo sost iene m ife , sino que me ayuda a viv i rla ms ntegramente,a corregir aquel los aspectos q u e e n realidad s o nmanas o cosas mas. Poder contrastar c o notros la fe la pur i f ica. En este sentido lo s santosson aquel los q u e n o s h a n precedido en e l signo

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    de la fe. Ellos, que han vivido en circunstanciasparecidas a las nuestras, son un ejemplo de vidacristiana y un estmulo para nosotros. Cada unotiene su santo, del que puede aprender mejor qucomporta vivir como cristiano.

    La Carta a los hebreos se refiere a una grannube de testigos de la fe que nos rodea. Y cita amuchos de ellos por su propio nombre para quetambin nosotros corramos con constancia la carrera que se nos propone (Heb 12,1). De hecho, elcaptulo 11 de la Carta a los hebreos es una lectu ra de la historia de la salvacin en clave de fe. Msque definiciones de la fe, la Escritura nos ofrecemodelos de fe. Porque la fe no se define, se vive.A continuacin voy a referirme a algunos modelosbblicos de fe, que pueden servir, por una parte,para profundizar en la comprensin de la fe y, porotra, de estmulo a nuestra propia vida de fe.

    1 . Abrah n, justo por haber credoTanto para el Antiguo como para el Nuevo Testamento, Abrahn aparece com o un acabado m ode

    lo de fe. Abrahn es figura del que sabe escuchar,discernir y encontrar en la propia historia la presencia de Dios. Pablo llama a Abrahn padre detodos los creyentes (cf Rom 4,1 1-1 2). En efecto,con l comienza la historia de la fe, la historia delos que responden y obedecen a las llamadas deDios. El primer ser humano que aparece en la historia de la salvacin, el Adn, es el hombre de lano fe, el que desobedece a la palabra de Dios,el que prefiere fiarse de otra palabra que le aparta de Dios: dijo Yav, y Adn no le crey; dijola serpiente (Gen 3,1), y Adn se dej engaar.El primer contrapunto a esta historia de no fe esAbrahn: Yav dijo: "Sal de tu tierra", y Abrahnobedeci (Gen 12,1.4). Y obedeci -nos aclarala Carta a los hebreos (11,8)- sin saber adondeiba. Un desarraigo as representa para el hombreantiguo una empresa irrealizable que slo podaconducir a la ruina. Pero en contra de todo (cfRom 4,18) Abrahn obedeci incondicionalmente,fundamentando en la palabra de Dios su vida y sufuturo, porque para l la palabra de Dios era msfirme y segura que la tierra mism a en la que viva.Eso es lo que se describe com o fe.

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    Esta fe est sujeta a duras pruebas. Primeroen referencia a la tierra que se le promete, que yaest en posesin de unos pobladores; despuspor lo que respecta a la descendencia, que se leha prometido en una edad avanzada, una promesa humanamente imposible de cumpl i r : qu meests prometiendo, Seor mo?, pensaba Abrahn(Gen 15,2). Porque el creyente no es una personaciega, alguien que no razona o no piensa. El creyente t iene muchas preguntas. La fe es un camino muchas veces oscuro. La fa l ta de clar idad noes impedimento para confiar , aunque sea ocasinpara preguntar. A pesar de todas las preguntas, elcreyente sigue adelante porque para l la palabrade Yav es una roca segura en la que apoyarse enmedio de las tempestad es. A pesar de las preguntas , a pesar de la oscu r idad, yo con fo. La pruebams grande por la que tuvo que pasar Abrahn fueaquella en la que se orden a: Toma tu h ijo... y ofrcelo en holocausto (Gen 22,2-19). La fe que sele exige a Abrah n, y que l vive, sign ifica el olvidodel pasado (vete de tu tierra) y el sacrificio del futuro ( toma a tu h i jo) .

    La Carta a los hebreos (11,17 -19) y la Carta a

    ^^^E&Si

    los rom anos (4,17 -25) nos dicen algo m s: toda laexperiencia de Abrahn apunta al evento salvficode la muerte y resurreccin de Cristo. Si Abrahnofreci a Isaac fue porque pensaba que Dios erapoderoso para resuci tar de entre los muertos. Laposible muerte de su hijo no l lev a Abrahn a ladesconfianza, sino a dejar la expl icacin en man osde Aquel en quien confiaba. El patr iarca Abrahn,nuestro padre en la fe, sin saberlo, introduce atodos los creyentes en el p lan eterno de Dios.En esta perspectiva se comprenden mejor unaspalabras de Jess en una de sus polmicas conlos far iseos: Vuestro padre Abrahn se regoci jpensando en ver mi da; lo vio y se alegr (Jn8,56). El da de Jess es el acontecimiento desu muerte y resurreccin; Abrahn lo vio desdelejos (Heb 11,13). La fe de Abrahn nos or ientahacia las promesas de Dios que se cumplen def i nitivamente en Cristo.

    La obediencia a Dios t iene consecuencias imprevistas no slo para uno mismo, sino tambinpara los dems. Si colaboramos en los planes deDios, los creyentes somos portadores de una bendicin para los dems, somos la mano de Dios

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    para otros. Tambin ah la fe de Abrahn resultailustrativa: Por ti se bendecirn todos los linajesde la tierra (Gen 12,3). La respuesta de fe deAbrahn le fue reputada como justicia (Gen15,6; Rom 4,22), Dios reconoci en l a un hombre justo, grato a Dios por su obediencia. Peroesta justicia no slo le alcanz a l, sino tambina nosotros, sus descendientes en la fe, que creemos en Aquel que resucit de entre los muertosa Jess, nuestro Seor (Rom 4,23-24). Nuncasabemos el bien que podemos hacer cada vez quenos fiamos de Dios. Eso debera alegrarnos y movernos a la accin de gracias.

    2 . Mara, feliz por haber credoEn el Nuevo Testamento la gran figura de la fe esMara: Feliz la que ha credo que se cumpliranlas cosas que le fueron d ichas de parte del Seor!(Le 1,45). Mara, hija de Abrahn p or la fe, ademsde serlo por la carne, comparti personalmentela experiencia de Abrahn. Tambin ella, comoAbrahn, dirige nuestra mirada hacia el da de

    E

    Jess, el de su muerte y resurrecc in, creyendo yesperando de pie junto a la cruz (cf Jn 1 9,25 ).

    Mara, como Abrahn, como nosotros, tienemuchas preguntas, porque hay muchas cosasque no comprende (Le 2,50). Pero lo importantees que, sin comprender, acoge y guarda la Palabra(Le 2,19.51). Ms an: Mara transmite la Palabra, busca contagiar su fe a o tros, y as engendranuevos hijos a la fe. Por todo ello Mara puede sercalificada, siguiendo al Vaticano II, de tipo de laIglesia en el orden de la fe, de la caridad y de launin perfecta con Cristo1. Ella es la oyente dela Palabra y la peregrina de la fe 2. En Mara la feencuentra una realizacin perfecta, dice Juan Pablo II3. Jess mismo, de forma indirecta, pero muyclara, elogia esta fe: Dichosos los que oyen lapalabra de Dios y la guardan (cf Le 11,2 7-2 8).

    La fe es la actitud fundamental de la vida deMara. Esta fe es una ayuda y una leccin paranuestra fe. La fe (ya lo hemos hecho notar) va unida a la conversin, exige un cambio, una nueva1 Lumen gent ium (LG), 63.2 Cf LG 58.3 Redemptor sMater (RM) , 13 .

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    or ientacin de la v ida. Tambin en el caso de Mara. Mara era juda y, como todo buen judo piadoso, esperaba un Mesas. Pero los judos pidens ignos ; la fe cr ist iana en un Cr isto cruci f icado espara el los un escnd alo (1 Cor 1,22-23), porque lacruz, ms que un signo, es un ant i -s igno. El cr ist iano est l lamado a una fe que no depende de lossignos (cf Jn 20,29), s ino de la conf ianza en lapalabra de Dios. Mara t iene que dar el paso de lafe juda a la fe cr ist iana y f iarse, co m o A brahn , dela palabra de Dios, con signos o s in el los.

    Mara da ya este paso en el anuncio decis ivopara el la y para todos los seres humanos que,siendo todava joven, recibe: concebirs un hi jo yle pondrs por nombre Jess. Mar a se sorprende, no comprende y adems encuentra una ser iede d i f i cu l tades muy lg icas y muy humanas paraque se l leve a cabo tal anuncio (cf Le 1,26-38).Entonces el mensajero celest ial le ofrece un signo de que para Dios nada hay imposible: Isabel , tu par iente, ha concebido un hi jo en la vejez(L e 1,36) . La reaccin de M ara es la de creer an tes de ver e l s igno (antes de comproba r e l em barazo de Isabel) , respondiendo con fe incondicionalIK]

    en la palabra que viene de Dios: He aqu la esclava del Seor; hgase en m segn tu palabra(Le 1,38) . De pronto Mar a ya no neces i ta s ignos,ant ic ipando en es te m ome nto de su v ida e l mo delocr ist iano de fe.Hay otro episodio en donde resplandece anm s, s i cabe , este paso de una fe judaizante a unafe cr ist iana. Ocurr i en Cana de Gal i lea, duranteuna boda, a la que Jess y Mara estaban invi tados (Jn 2,1-12). Ante la fal ta de vino, Mara veuna ocasin propic ia para que su hi jo mani f iesteque es el Mesas. Y le pide un signo, una seal :

    No les queda vino. Todo profeta deba probarla autent ic idad de su mis in por medio de seales, de prodigios real izados en nombre de Dios:Qu seal haces para que vindola creamos ent i? (Jn 6,30) . Mar a, como todo judo, esperabaun Mesas que, cual nuevo Moiss, renovase losmi lagros del xodo. Si Jess es este Mesas t ieneque real izar los s ignos mi lagrosos esperados (cfJn 2,18) . Ahora -p iensa Mar a- se presenta unabuena ocasin de real izar un signo mesinico.

    En su respuesta, Jess co nduce a Mar a a ot rosigno, el de la cruz, esta cruz en la que se mani-nm

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    fiesta la gloria de Dios, escndalo para los judos,pero sabidura de Dios para los llamados a la fe(1Cor 1 ,22-2 5). De ah la referencia de Jess asu hora, la de la glorificacin a travs de la cruz:Todava no ha llegado mi hora (Jn 2,4). Jesspretende que Mara pase de una fe judaizante auna fe cristiana; en una palabra, pretende que seconvie rta a la obediencia de la fe, que crea sin versignos. Jess quiere que Mara se aleje de una fedemasiado humana, demasiado dependiente delmilagro, para que entre en el terreno de la fe queno necesita de ningn milagro: dichosos los quecreen sin ver signos (cf Jn 20,29). Jess quiereque Mara se eleve al plano de la fe, que ve, a travs de signos o sin ellos, la gloria del hijo de Dios;Jess quiere que Mara acepte la palabra de Dios yla acepte incondicionalmente.

    La prueba de que Mara ha dado el paso de lafe , el paso al que Jess la invita, la tenemos ensus palabras a los sirvientes: Haced lo que l osdiga. Ya no pide signo, sino que cree y obedeceantes de verlo, confa totalmente en Jess y en suPalabra; y as nos muestra que lo imp ortante no esel milagro, sino la aceptacin total de la voluntad

    ^^g

    de Dios, sea cual sea. Mara ya no insiste ante suHijo, se dirige a los sirvientes y les invita a creery a obedecer, sea cual sea la palabra, la actitudy la voluntad de Jess. As transmite su fe a lossirvientes y se convierte en figura de la maternidadde la Iglesia que engendra nuevos hijos a la fe.

    3. Fijos los ojos en Jess (Heb 12,2)Despus de citar una larga lista de hroes de la fe ,la Carta a los hebreos nos reserva una sorpresaal presentar a Jess com o la culminacin de estahistoria de la fe, calificndolo como el que iniciay consuma la fe (Heb 12,2). La mayora de nosotros estamos acostumbrados a que nos hablende fe en Jess, pero seguramente no de la fede Jess. Nos dejaremos interpelar por estetexto de la Carta a los hebreos? Aceptaremos eldesafo que plantea? No se dice en este texto queJess es causa de nuestra fe , sino que de antemano la vive como en una imagen original y ejemplar.Jess es el que inicia, el que va por delante, elque nos precede en el camino de la fe. Y Jess

    SH

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    es el que consuma este camino, el que lo real izaper fec tamente.Es bueno recordar aqu una escena del Evangel io de Marcos (9,14-24) , en la que Jess, a lcontrar io de sus discpulos, que son gente sinfe (9,19) , se atr ibuye a s mismo el tener fe. Enefecto, ante la pet ic in del padre de un endemoniado: Si a lgo puedes, aydanos, compadcetede noso t ros, Jess responde: Qu es eso de s ipuedes! Todo es posible para quien cree (9,23) .Esta palabra so bre el pode r de la fe es una palabrade Jess sobre s m ism o, es tambin una palabrasobre el poder de Dios en el que Jess se apoya(cf Me 9,29), y es f inalmente una palabra sobreel t ipo de fe al que estn l lamados los discpulos:Si tenis fe com o un grano de m ostaza. . . nada osser impos ib le (Mt 17,20) .

    Cmo comprender es ta fe de Jess? En estafe aprendemos a lgo de suma impor tanc ia paranuestra p ropia v ida de fe . En pr ime r lugar, la fe deJess hay que en tender la en clave de f idel idad . Jess es f iel a Dios, al que l lama Padre, t iene en luna conf ianza incondic ional , se pone en sus manos incluso en Getseman y en la cruz, con vencidoEl

    de que en esas manos est seguro, a pesar de lasapar iencias con trar ias. Esta conf ianza de Jess enel Padre es un reflejo en su vida de lo que el Padremismo es. Ya en e l Ant iguo Testamento, D ios sehaba def inido como r ico en miser icordia y f idel i dad (x 34,6 ; Sal 85 ,15 ) . En e l Nuevo Testamento,Pablo apela a la f idel idad y miser icordia de Dios(Rom 3,3; 15,8-9) . Lo que Dios es se ref leja en lavida de Jess, como debera ref lejarse en la v idade todo cr ist iano. Por eso la Carta a los hebreos(2,17) cal i f ica a Jess de sacerdote miser icordioso y f iel, y aade que es semejante a sushermanos, es dec i r , a nosot ros , l lamados a sercomo l . Igualmente el cuarto evangel io af i rmaque por Jesucr isto ha l legado a nosotros la graciay la verdad (Jn 1,17) , o lo que es lo mismo, lamiser icordia y la f idel idad. Si Jess es la traduccin humana de lo que Dios es, la fe- f idel idad deJess es e l modo como se ref le ja en e l mundo laf idel idad de Dios.

    Si apl icamos esto a la v ida de cada uno denosotros , los que seguimos a Jess y c reemosen Dios, habra que decir : nuestra fe es lo que secorresponde en nuestra v ida a la previa inic iat iva

    H

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    de Dios que ha sido fiel co n nosotros. Fidelidadcon fidelidad se paga. De la fe de Jess aprende-mos una segunda cosa: que la fe no es ante todoun conocimiento de verdades o doctrinas, sino unf iarse del Dios f iel . Creer es ante todo apoyarse enalguien que merece un crdito absoluto y otorgaplena confianza. Dios es fiel porque mantiene suspromesas. Jess es f iel a Dios porque se apoyatotalmente en Dios; es f iel a nosotros porque nonos falla. Nosotros estamos l lamados a una fide-lidad as: apoyarnos en Dios y no fallarle a Jess.Finalmente, s i todo cristiano est l lamado a con-formarse co n Cristo, podramos decir que todocristiano participa vital y activamente en la m i s -m a fe de Jess, en su confianza incondicional enDios; y que Jess acua e imp rime en nosotro s sum ism a fe vivida al incorporarnos a l com o cabezanuestra. Al imprimir en nosotros su propia actitud,su propia imagen, Jess no s hace hijos de Dios yse convierte en el primognito entre muchos her-manos (Rom 8,29) .

    HEB

    La fe, encuentro con Diosen Jesucristo

    La Carta a los hebreos se refiere a la fe de J ess .Jess no s incorpora a nosotros, miembros de s ucuerpo, a esta fe que l vive como cabeza nuestra.Eso significa que nuestra fe est ligada a la suya.Pero hay otra perspectiva que resulta igualmentedecisiva para la fe en Dios y que tambin implicaque nuestra fe est ligada a la persona de Jess,es decir, que Jess es e l perfecto revelador deDios, e l que manifiesta la voluntad de Dios, el ca-mino para llegar a Dios. Jess habla con autoridad(M e 1,22) , como mensajero plenamente acredita-do. De ah que la fe cristiana implique e l creer enJess, el fiarse de s u palabra, porque a travs lomos la palabra de Dios (Le 5 ,1) .

    As se explica que, segn e l cuarto evange-l io, Jess hable directamente de creer en l(Jn 2 ,11; 3 ,16.18; 6 , 3 5 ; 7,38). Esta fe en Jess

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    est indisolublemente ligada a la fe en Dios (Jn1 4 , 1 ; 12,44). El propsito explcito de este evangelio es suscitar la fe en Jess, para que, creyendo en l, tengamos vida (Jn 20,31). Por eso, elautor insiste en que el hombre debe tomar partidoa favor o en contra de la verdad, cuyo testigo yrevelador es el Hijo de Dios (Jn 14,6). La fe daacceso a la Verdad, hacindonos conocer al Padrepor el H ijo en el Espritu Santo. Ver al Hijo es ver alPadre (Jn 12,44-50; 14,9-10). Conocer al Hijo esconocer al Padre (Jn 14 ,7) . El Dios al que nadie havisto jams, al que ningn ser humano puede alcanzar, el Hijo nos lo ha dado a conoce r (Jn 1,18).Su vida, sus palabras, sus signos y milagros, sumuerte y su gloriosa resurreccin son la ms preclara manifestacin de que Dios est con nosotrospara librarnos del pecado y de la muerte y parahacernos resucitar a una vida eterna (cf DV 4).

    Segn san Pablo, lo que hay que creer, el contenido de la fe, lo conocemos por medio de lapredicacin (1Cor 15,11). La predicacin anunciael acontecimiento por excelencia, a saber: Cristo,muerto por nuestros pecados, resucitado, aparecido a Pedro... (1Cor 15,3-5). Creer es aceptar la

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    accin que Dios ha realizado en Jesucristo. Puesen l Dios interviene de forma definitiva en nuestrahistoria con una intencin salvfica. Este acontecimiento pide una decisin , una respuesta total. Estarespuesta-conversin es la fe.

    1 . Necesidad de la fePuesto que la predicacin cristiana anuncia unacontecimiento decisivo y pide una respuesta total, la necesidad absoluta de la fe es una implicacin de este mensaje. Segn el ms antiguo delos evangelios, la fe divide a los seres humanosen funcin de su destino eterno: El que crea yse bautice se salvar, el que no crea se condenar (Me 1 6,1 6). Inicialmente, en la predicacin deJess slo se pide la fe en la buena noticia de lasalvacin (Me 1,15). Esta fe en Jess resulta decisiva para la posicin de cada uno frente a Dios:A quien se declare por m ante los hombres, yotambin me declarar por l ante mi Padre queest en los cielos; pero a quien me niegue antelos hombres, le negar yo tambin ante mi Padre

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    que est en los cielos (Mt 10,32; cf Le 12,8;Me 8,38 ; Le 9,26). La fe implica la aceptacin totalde la persona y del mensaje de Jess y, por tanto,el convertirse.

    Hablar hoy de la necesidad de la fe cristianapara salvarse suscita preguntas que no podemossoslayar. Acaso esto significa que todo ser humano, si quiere salvarse, debe creer de maneraexplcita los misterios fundamentales de la fe cristiana, como la Encarnacin y la Trinidad, expresinteolgica de la confesin de Jess como el Hijoeterno de Dios Padre? Si eso fuera as habra queconcluir, lgicamente, que la mayora de los sereshuman os que han venido a este mund o estn condenados. Resulta posible creer en un Dios as?Este modo de entender la necesidad de la fe, noconduce a la intolerancia, al fundamentalismo y alfanatismo? Es posible presentar as la fe en uncontexto de dilogo interreligioso como el actual?Ms an, cmo entender lo que dice 1Tim 2,4:Dios quiere que todos los hombres se salven?Ser el de Dios un poder impotente o un podercondicionado?

    La necesidad de la fe en Cristo para la salva-

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    cin no puede entenderse en sentido rigorista.Una primera distincin se impone: no es lo m ismono haberse encontrado nunca con Jesucristo quehaberle abandonado despus de conocerle. Estosegundo, en trminos rigurosos, parece muy difcil. Quien ha encontrado en Jesucristo la plenitud de sus aspiraciones, el gozo de su corazn yel sentido de su vida, difcilmente le abandonar.Para quienes no le han conocid o o le han co noc idomal, el Concilio Vaticano II ofreci a los catlicosun criterio que deja abierta una amplia puerta parala salvacin de todos: Quienes, ignorando sinculpa el Evangelio de Cristo y su Iglesia, buscan,no obstante, a Dios con un corazn sincero y seesfuerzan, bajo el influjo de la gracia, en cumplircon obras su voluntad, conocida mediante el juiciode la conciencia, pueden conseguir la salvacineterna. Y la divina Providencia tampoco niega losauxilios necesarios para la salvacin a quienes sinculpa no han llegado todava a un conocimientoexpreso de Dios y se esfuerzan en llevar una vidarecta, no sin la gracia de Dios (LG 16). Ms recientemente Juan Pablo II ha reconocido la presencia del Espritu Santo en las religiones no cris-

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    tianas y en las diversas culturas de la humanidad.De ah se deduce, y vuelvo a citar al Vaticano II,que un cristiano debe creer -no es una opinin:hay que creerlo- que el Espritu Santo ofrece atodos la posibilidad de que, en la forma de sloDios conocida, se asocien al misterio pascual deJesucristo1.

    De modo que el cristiano debe afirmar, poruna parte, la necesidad universal de Cristo parala salvacin. Pero por otra debe afirmar la accinuniversal del Espritu Santo que, incluso sin quelos seres humanos lo reconozcan, hace presentea Cristo en su corazn. As resulta posible afirmar -ntese bien que esto es una conviccin delcristiano, no es una verdad que haya que echaren cara a nadie- que Cristo es necesario para lasalvacin de todos, pero tambin que Cristo llega-por medio de su Espritu- a quienes no le reconocen. Jess mismo dijo que haba ovejas que noson de su redil y que, sin embargo, son suyas (Jn10,16).

    iGaudumetspes{GS), 22.

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    2. Entonces, da lo mismo tener feque no tenerla?

    Con lo que acabamos de decir surgen dos preguntas: da lo mismo tener fe explcita en Cristo queno tenerla, conocerle que no conocerle? La segunda es: qu ocurre con la misin de la Iglesia, conel testimonio de la fe?

    Comencem os con la primera pregunta. LeyendoMt 25,31-46 puede parecer que, de cara a la salvacin, da lo mismo tener fe que no tenerla. Porqueen este texto se dice claramente que muchos quese imaginan conocer a Cristo no sern recono cidospor Cristo como suyos; y, al contrario, muchos quenunca han pensado encontrarse con Cristo, en realidad se lo han encontrado sin saberlo: Venid, benditos de mi Padre, porque tuve hambre y me disteisde comer... Cada vez que lo hicisteis con uno deestos hermanos m os ms pequeos, a m me lo hicisteis. Qu aade el saber que cuando amam osal prjimo nos estamos encontrando con Cristo?Parece que lo importante es el amor al prjimo, noel saber que all est Cristo. El saber no es lo quesalva, lo que salva es el amor. Pero no es menos

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    cierto que el saberlo aade un nuevo valor a nuestroamor al prjimo y hace que tengamos una mejorcalidad de vida. El conocer explcitamente a Cristo no hay que plantearlo en trminos de salvacin.Hay que plantearlo en trminos de calidad de vida.Vive ms alegre, ms confiado, ms seguro el queconoce a Cristo que el que no le conoce. Conocer aCristo hace que nuestra vida, en el aqu y el ahora,sea ms gozosa, m s plena, ms agradecida.

    Entender el ser cristiano nicamente en trminos de salvacin puede conducir a una concepcin muy egosta de la vida cristiana. Ser cristianose reduce entonces a hacer un buen negocio: soycristiano para que Dios me d un premio. No. Elser cristiano es una cuestin de amor. Y el amores gratuito. Se es cristiano por el gozo de vivir enel amo r y co nocer al amado. Quien no entiende deamores no com prende el valor de lo gratuito. Sloel necio -deca Antonio Machado- confunde valory precio. El ser cristiano no es cuestin de precio, sino de valor. No hacemos negocios, vivimosde amor. El nio que sabe que su padre le ama vivede otra manera que aquel que no lo sabe, aunque el padre le ame igual. El que no lo sabe suele

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    estar triste, el que lo sabe conoce la alegra. ConCristo no se trata solamente de salvacin, sino detener vida y vida en abundancia (Jn 10,10).

    3. Y por qu hay que dar testimoniode la fe?Antes hemos citado parcialmente el texto de 1Tim2,4: Dios quiere que todos se salven. Es hora decitar lo que sigue: tambin quiere que todos le conozcan. La salvacin es un problema de Dios. Elque Dios sea conocido es un problema de la Iglesia. El creyente, por el mero hecho de serlo, es untestigo de su fe. Si no confiesa su fe pblicamentees porque no cree. La fe privada es una falsa fe,una incredulidad escondida. No hay fe sin testimonio: Creemos y por eso hablamos (2Cor 4,13);no podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y odo (He 4,20).

    La fe no se confiesa principalmente en funcinde los no creyentes. Se confiesa, en primer lugar,porque el creyente no puede contener la alegra desu fe y por eso siente necesidad de transmitirla:

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    Ay de m si no pre dico el Evangelio! (1 Cor 9,16).No dice: ay de ellos!, dice: iay de m! Confesar lafe es un problema que se me plantea primero a mmismo. Y qu gano confesando a Cristo? Noson los otros los que tienen algo que ganar? Larazn que ofrece el apstol Pablo es sorprendente:predico para ser partcipe del Evangelio (1 Cor9,23). En la medida en que doy testimonio, par-ticipo yo tambin del Evangelio; en la medida enque conduzco a otros a Dios, me conduzco a mtambin. Slo se conoce a Dios en la medida enque se le da a conocer. Confesar la fe es el mejormodo de aumentar la propia fe. Al confesar la feno slo descubrimos perspectivas inditas de lafe , pues confesarla es buscar el modo de decirlapara que otros la entiendan; tambin desaparecenlas dudas que uno pensaba tener. Por qu y paraqu dar testimonio de la fe? No hay que buscargrandes razones. Cuando uno es feliz no puedeocultarlo ni necesita razones para decirlo.

    Creer es confesar la fe. Pero es tambin impor-tante el modo de la confesin. La fe se confiesa,en primer lugar, con el lenguaje de la Iglesia. Nopodemos renunciar a estas antiguas y venerables

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    confesiones de fe que nos unen a toda la tradicineclesial. En ellas el creyente se siente en com unincon el conjunto de la Iglesia extendida por todo elmundo y con aquellos que nos han precedido en elsigno de la fe. Pero la fe tambin se confiesa conel lenguaje del mundo. Es importante que la genteentienda lo que decim os; no m enos impo rtante esel evitar y aclarar malentendidos. El Evangelio seexpres en una determinada cultura, pero no estligado a ninguna, ni siquiera a la cultura con la quese expres. Puede decirse en todas las culturas.

    Finalmente la fe se confiesa con actitudes con-secuentes. La vida del creyente no puede ir por unlado y su fe por otro. De nada servira una confe-sin clara y adaptada a los oyentes si la propia vidano estuviera en consonancia con ese Dios del quedamos testimonio. Los ltimos papas han afirmadoque el divorcio entre fe y vida es uno de los grandesmales de nuestro tiempo. Y el Vaticano II advirtique la mala vivencia de la fe es una de las causasdel atesmo. Por su parte la Escritura denuncia:Profesan conocer a Dios, mas con sus obras leniegan; son abominables y rebeldes e incapacesde toda o bra buena (Tit 1,16).

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    Importa aclarar que un buen test imonio noconl leva automticamente una respuesta posi t ivade parte de aquel los que ven u oyen el test imo nio.Toms de Aquino notaba que, viendo un mismotest imon io u oyendo una misma pred icac in , unoscreen y otros no cree n. La fe, com o bien dice sanPablo, nace de la predicacin. Pero la predicacinno conl leva autom ticamente la acogida de la Pa-labra. En esta acogida interviene siempre la l iber-tad. De ah que sea posible ver un buen test imon ioy permanecer indi ferentes o incluso reaccionarde malas maneras. El buen test imonio y la bue-na predicacin no son c ausa de la fe, pero s quemuestran su credibil idad y la seriedad del testigoque la propone.

    Segn dice san Pablo, lo que anuncia la pre-dicacin es una tontera para la gente inteligentey una locura para la gente religiosa. No hay quesorprenderse s i , a veces, nuestra vida c r istiana escalificada de insensata. Eso s, hay que dejar claroque hay dos t ipos de necedad. Una es la necedadde la cruz, que en ningn caso debe ser amort i -guada. Otra necedad es debida a nuestra incom-petencia, a nuestra desidia, a nuestra cobarda o a

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    nuestros deficientes m odos de proponer la fe. Esasegunda necedad debe ser combatida con todaslas fuerzas para que resplandezca la locura y ne-cedad de la cruz de Cristo, que para los creyenteses fuerza y sabidura de Dios.

    4. La fe se celebraNo hay fe sin test imonio. Pero tampoco hay fe sincelebrac in. Si el que no confiesa su fe es porqueno cree, tam bin hay que decir que el que no cele-bra su fe es porque no cree. Uno de los sntomasde la crisis de fe de nuestros das es precisamentela disminucin de la asistencia a las celebracio-nes l i trgicas y, ms en concreto, a la Eucar ista.A veces se aduce, como motivo de no asistencia,la d istancia de las celebraciones con respecto a lavida cotid iana; otras veces se lamenta la mala cal i -dad de la celebracin, b ien por parte del presiden-te , bien por parte de los fieles. No cabe duda deque hay m alas celebraciones que no invitan a par-t ic ipar. La mala celebracin es tam bin un sntomade la fe del que celebra: d ime cmo celebras y te

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    dir cmo es tu fe. Por el contrario, all donde haycomunidades maduras, formadas, responsables einquietas, las celebraciones se preparan con inters, se viven con alegra y resultan atractivas.

    Quienes piensan que la celebracin puede dejarse de lado es porque no se han iniciado ade cuadamente en la fe. Pues la fe y la celebracin sondos realidades estrechamente unidas. La fe transforma nuestra vida como resultado del encuentrocon Cristo. Esa transformacin es fuente de alegra, una alegra desbordante que necesita de lafiesta para encauzarse y expresarse. La Eucaristay los dems sacramentos son la fiesta de la fe, lossignos de una fe viva y adulta. Cuando no hay signos es porque no hay nada que significar, en nuestro caso porque la fe est apagada o simplementeno existe. No es menos cierto que la vida cristianatamp oco puede reducirse a sacram entos; si as lohacemos, convertimos el sacramento en un ritosin sentido. No se entiende una fe sin sacram entosy mucho menos unos sacramentos sin fe.

    A veces se ha acusado a la Iglesia de preocuparse mucho de sacramen talizary poco de evangelizar.Sin duda una mala evangelizacin no favorece una

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    buena prctica sacramental. No es menos ciertoque una buena evangelizacin, que conduce a unafe adulta, encuentra su culminacin en los sacramentos: en el del bautismo, como signo de la fe yde la entrada en la Iglesia, comunidad de fe; y enla Eucarista, actualizacin de la pascua de Cristo,celebracin de la alianza de Cristo con su Iglesia, ybanquete celestial en el que Cristo es nuestra co m ida. Un viejo adagio latino deca: lex orandi, lex cre-dendi; me parece afortunada esta traduccin libre:dime cmo oras y celebras y te dir cmo crees 2.La oracin es el lenguaje de la fe y la celebracin essu vivencia necesaria.

    En resumen, es imposible vivir la fe en profundidad sin celebrar la vida de la fe. En la fe, en elencuentro con Cristo, ocurre como en todas lascosas importantes de la vida. Pinsese en el matrimonio, esa alianza de amor entre una mujer y unvarn. Este amor tiene una historia, con sus momentos, sus pasos, que se recuerdan y celebrancon alegra. Celebrar es declarar el dinamismo de2 V. B O T E L L A , Sacramento. Un a nocin crist iana fundam ental, San Esteban, Salamanca 2007, 34. Sobre la relacin entre fe y celebracin,interesan las pginas 79-84 de este libro.

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    un amor vivo y con futuro. Sin duda, lo ms rele-vante del matrimonio no son esas celebraciones,pero sin ellas falta algo importante y, lo que espeor, sin ellas nos encontramos ante un sntomade que el amor ha entrado en crisis. Lo mismopuede decirse de la fe : sin oracin y sin sacramen-tos la fe languidece.

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    Por Jess al Padre: Dios,nico contenido de la fe

    Qu hay que creer? Esta pregunta ha recibidocon frecuencia respuestas insuficientes. Por ejem-plo, cuando se dice que hay que creer aquellosdogmas que la Iglesia propone. La fe cristianano se refiere a dogmas, verdades o cosas. En lafe cristiana no se trata de un qu. Se trata de unQuin. La fe cristiana es una firme confianza enDios, revelado como Padre, Hijo y Espritu San-to . En la fe cristiana somos conducidos al Padrepor Jesucristo gracias a la accin del Espritu quecambia nuestro corazn y nos pone en la buenadisposicin para acoger la Palabra del Hijo.

    En el captulo anterior hemos hablado de la fecomo encuentro con Jesucristo. Ahora completa-mos lo dicho y aadimos: por Jesucristo vam os alPadre, l es el camino que nos conduce al Padre.El Dios que Jess revela es el trmino de nuestra

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    fe . A Dios nadie le ha v is to jams. Y, s i n e m -bargo, e l Hijo Unigni to, que est en e l seno de lPadre, l lo ha contado (Jn 1,18). Dios, desde e lcomienzo de la creac in, se ha dado a conocer demuchos modos. En Jesucr isto ha dicho su def in i -tiva Palabra. l es el que cuenta a los hombres laint imidad de Dios, lleva a plenitud toda la revela-cin y la conf i rma con tes t imo nio d iv ino (DV 4) .Jess de Nazaret es e l test igo de l Padre. Perono es el trmino de la fe. Jess or ienta y conducems all de s m i s m o : a l Dios invis ible, verdaderameta de l se r hum ano , pues toda la vida de Cr istoes revelacin del Padre1. De la misma fo rma queMoiss con dujo al pueblo de Israel a la t ierra pro-me t ida, Jess , cual nuevo M oiss, nos co nduce ala verdadera t ierra prometida, que es e l seno de lPadre.

    1 Catecismo de la Ig lesia cat l ica (CCE), 516 .

    1 . La fe, virtud teologalDios es e l obje to, e l trmino y e l nico contenidode la fe. Dios es quien da todo su sent ido y valor ala fe . Y esto de sde un triple punto de vista:1 . En pr ime r lugar, Dios es todo el contenido dela fe , aquel en el que creem os, el nico que m e-rece nuestra adhesin y confianza total. Todaslas cosas de este m undo so n l imi tadas, todoslos seres humanos son fal ibles. Todas las ri-quezas no valen lo que vale e l amor. Pero lo s

    amores de este mundo son f ini tos, ningn se rhumano puede l lenar totalmente nuestro cora-zn. Slo Alguien que fuera Amo r inco ndicion al,permanente y durade ro, Alguien que fuera tota l-mente seguro, que n unca fallase, podra colm arnuestras ansias infinitas de vida y de amor.La teologa c al i f ica a la fe de vi r tud teolog al.Vir tud es una act i tud, un a d i spos i c i n pe rma-nente de la persona. Teologal es lo que se re-f iere a Dios. La fe es una vi r tud teologa l porqueel creyente se pone en dispos ic in de acogera Dios y de conformar su v ida segn D ios . La

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    fe es vir tud teologal porque se dir ige a Dios yno a las cr iaturas. Todo lo que creemos estal servicio del encuentro con Dios y del mejorconocimiento de Dios. Las verdades de fe,los dogmas, lo que decimos en el Credo, esoson frase s, palabras . El creyente no cree en pa-labras, cree en lo que estas palabras expresan,cree en Aquel a l que con estas palabras cono-cemos un poco mejor. Creemos en los dogmasen la med ida en que nos co nducen a Dios.

    2 . En segundo lugar, Dios es la razn, la causa yel motivo del creer. Creemos en Dios porqueDios se nos ha dado a conocer y porque Diosgarantiza lo que creemos: slo Dios habla biende Dios, pues lo que Dios revela supera todolo que el ser humano puede imaginar (cf 1Cor2,9). Es importante dejar claro que el motivodel creer, el fundamento en el que se apoya elcreyente, es Dios mismo, ante posibles escn-dalos que, a veces, nos invaden al notar losreales o supuestos pecados de la Iglesia, de sujerarqua o de fieles cualificados. Yo no creo nidejo de creer porque el papa o el obispo sean

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    santos o pecadores, acten a mi gusto o a midisgusto. La Ig lesia es motivo de credibi l idad(y eso es importante de cara a su responsabi-l idad), pero no es motivo l t imo y decisivo demi fe. Yo no creo en la Iglesia, sino en D ios. Nocreo a causa de la Ig lesia, sino mo vido por Dios(volveremos mas adelante sobre el papel querepresenta la Iglesia en el acto de fe). Yo creoen Aquel del que da testimonio la Iglesia, perocreo en defin i tiva porque Dios se nos ha dado aconocer en Jesucr isto y porque el Espr i tu memueve a creer. Si la fe es virt ud teo logal porquesu contenido es Dios, la fe es tambin teologalporque su razn, motivo, causa, es Dios.

    3. Finalmente, este Dios en el que creemos estambin la meta de nuestra vida, aquel queahora no vemos pero que queremos ver. Elque ahora anhelamos y un da encontraremos.El Dios en el que creemos es el fin de la vidahuma na, su se ntido, e l nico que puede hacer-nos fe l ices. La fe es vir tud teologal porque sucontenido es Dios, porque su motivo es Dios yporque su trmino, su f in, su meta, es Dios.

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    2 . La fe suscita preguntasSi no posee todas e stas caractersticas no se puede decir que el acto de fe sea perfecto. No bastacon creer que Dios existe y que ha hablado a travs de Jesucristo. No basta con considerar que loque recitamos en el Credo es verdad. Es necesariotambin buscar a ese Dios que se nos ha dado aconocer c on todo el corazn, tender a l con todasnuestras fuerzas, desearle con todo el ser, acudira l como al nico que puede hacernos felices,como aquel que da pleno sentido a la vida humana. En la fe entra en juego toda la personalidad,porque se trata en ella de un encuentro personalcon Dios.

    Ahora bien, el creyente muchas veces no acaba de comprender con claridad a ese Dios que,incluso cuando se manifiesta, sigue siendo el Misterio por excelencia. El Dios que se da a conoceres tambin el Dios que se esconde. De ah la paradjica situacin del creyente: realiza un encuentro que nunca le deja plenamente satisfecho, unencuentro no exento de duda s, preguntas e inquietudes, y que le mueve a una permanente profun-

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    dizacin, a un querer ir siempre ms all, con loque psicolgicamente la fe toma la forma de unabsqueda constante por parte de aquel que nuncaalcanza del todo el objeto de su bsqueda.

    En el acto de fe se da un doble movimiento: elreposo o seguridad que da todo encuentro a moro so , y la inquietud o bsqueda que provoca el misterio. Reflexionemos sobre ello:

    2.1. Una actitud de bsquedaUna actitud de bsqueda, puesto que el objeto dela fe (Dios mismo) carece de evidencia objetiva.Es un misterio que atrae, pero por ser misterio estambin inalcanzable en su totalidad, y slo enparte puede vislumbrarse. En la fe no se consigueel objeto de las pro mes as, se las ve y se las saludadesde lejos, dice Heb 1 1 ,1 3. En la fe no se trata devagos anuncios incomprobables, pero s de visinvelada de realidades invisibles. La visin explicaque el creyente se sienta seducido; el que estvelada explica que se sienta inquieto, que busquemayor claridad.

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    De modo que en la fe no hay nada completa-mente c laro; no es un conoc imiento per fec to. E lque lo t iene todo claro, hace t iempo que dej decreer. Esta falta de clar idad ni es m otivo para glo-r i f icar la obediencia, ni es una prueba que Diosnos enva. Es la forma de nuest ro conoc imientode Dios en las condiciones de este mundo. En lafe hay un aspecto equiparable a la duda, a la sos-pecha y a la op in in, d ice Tom s de Aqu ino. Pre-guntar no demuestra mi fal ta de fe. Es posible quedemuestre la madurez de mi fe : cuanto ms meacerco a D ios , ms co nsc iente soy de su grandezay, por tanto , de la inf ini ta distancia que me sep arade l ; cuanto m s penetro en el m ister io, ma yor esmi conc ienc ia de su incomprens ib i l idad, aunquetambin aumenta mi deseo de conocer le.

    La fal ta de evidencia de la fe es consecuen-cia de la trascendencia de Dios, de que Dios noes manipulable. En e l momento en que se da, seretrae y se sustrae. Pretender acaparar lo es c o n -vert i r lo en objeto ut i l i tar io, y entonces deja de serel Dios de la gracia, el que siempre sorpren de. Conla fe sucede como con la amis tad: cuando quie-res apoderar te del amigo para estar ms seguro

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    de l , mani f iestas tu desconfianza y destruyes laamis tad. La presencia de Dios es una presenciaen form a de huel la . Huella de un paso ya pa sado,pero que invi ta a seguir las espaldas del que yaha pasado (cf x 33,23) . As , D ios se da a conocerpor medio de s ignos, s ignos que remi ten s iemprems al l de el los, que apuntan hacia un mister iotrascendente. De modo que el creyente vive en latens in del que s iemp re busc a s in a lcanzar nuncadel todo, aunque la oscur idad esencial de su fe nole paral iza, s ino que le hace viv i r c om o si v iera alinvis ible (Heb 11,27). Parece como si Dios ju-gase al escondi te. El verdadero creyente vive, deuna u ot ra form a, la exper ienc ia que pot icame nteexpresa Juan de la Cruz:

    Adonde te escondis te,Amado, y me dejas te con gemido?Como el c iervo huste,habindome he r ido;sal t ras t i c lam and o, y eras i do.Y eras ido. . . ! Las m ayores com unicac iones deDios son de D ios , pero no so n D ios .

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    2.2. Una firme seguridadEn la fe hay tambin una certeza inquebrantable.La oscuridad no es incompatible con la seguridad.El creyente est seguro de Dios y seguro de la verdad de la palabra de Jess. La fe est firmementegarantizada y seriamente probada, dice Heb 11 ,1 .Descansa sobre una base slida. Por eso el futuro,a pesar de todas las decepciones sufridas, no espara el creyente incierto ni angustioso. Sin duda,en la fe la garanta y la prueba de las que hablaHeb 11,1 no estn al nivel de lo que se percibe ex-teriormente y se palpa con las manos, de aquellode lo que se puede disponer. Por este motivo loscreyentes suelen ser objeto de burla por parte deaquellos que se apoyan tan slo en datos empricamente verificables, como le ocurri a No, quebajo un cielo sereno construy un arca para salvara su familia. A pesar de ello No consider que lapalabra de Dios, en la que se apoyaba, era msfirme y segura que la tierra misma en la que seapoyaba. Y as conden al mundo y lleg a serheredero de la justicia segn la fe (Heb 11,7).

    Esta discord ia interior entre el asentimiento y la

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    ansiedad, el reposo del que est seguro y el movimiento irremediable del que busca, no son dosetapas sucesivas, sino dos aspectos simultneosen el acto de creer. En la fe, el asentimiento y labsqueda se dan al mism o tiem po. Tal es la paradoja de la fe: participa de la perfeccin de la certeza y de la imperfeccin de la bsqueda, lo queexplica las descripciones ansiosas de los msticoscuando avanzan en las tinieblas de la fe, y lafacilidad de movimientos contrarios de duda y devacilacin en todo creyente.

    3. La fe necesita m ediaciones

    La fe se dirige a Dios y slo a Dios. Pero Dioses un Misterio impenetrable y trascendente, queest ms all de todo lo mundano y que no puede confundirse con nada mundano. Sin embargo,este Dios trascendente se nos ha hecho cercano,prximo, se nos ha dado a conocer por medio derealidades de nuestro mundo. El cuarto evangeliocomienza por afirmar que a Dios nadie le ha vistojams, pues est ms all de todo. Y, sin embargo,

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    este Dios invis ible se ha hecho vis ible a travs deJess. l es la v is ibi l idad humana del Dios invis i ble. Jess es la mediac in ms acabada, e l modohumano de ser y de actuar de Dios. Ya desde susinic ios, la Iglesia, a la luz de la resurrecc in, co m prendi que la humanidad de Jess era el modocomo Dios nos hablaba y se expresaba en estem undo ; en suma, la Ig les ia c rey y p roc lam quela hum anidad de Jess era la humanidad de D ios .La mediac in de Jess se pro longa en la mediacin de la Escr i tura, que transmite su vida, supalabra y su mensaje. La Escr i tura es uno de los

    modos por los que Jess resuci tado sigue hoypresente y es accesible a los creyentes. En la Escr i tura resuena para los corazones bien dispuest os , a travs del lenguaje de sus autores humanos,la palabra de Dios que sal a de la boca de Jess (Le 5,1) . La Escr i tura, y en concreto el NuevoTestamento, es la mediac in necesar ia para quela palabra de Dios l legue a los seres humanos detodos los t iem pos y cu l turas .Los dogmas - tambin la cateques is y la predicacin de la Iglesia- se si tan en este contexto.Son mediac iones humanas por las que D ios y su

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    verdad se hacen accesibles a travs de nuestrolenguaje. Son dist intos modos de decir , en un lenguaje di ferente del de la Escr i tura, en funcin delas dist intas cul turas, exper iencias y necesidadesdel pueblo de Dios, los mismos contenidos de laEscr i tura. A este res pecto, hay que dejar bien claroque el creyente no cree en las frases en las que seform ula el dogm a, s ino en la realidad que estas frases y palabras expresan, s i bien imperfectamente,porque ninguna palabra humana agota la real idaddivina. Pero estas palabras son necesar ias para lacomn confes in de la fe , y tambin porque loshumanos conocemo s a base de concep tos . A t ra vs de el los expresam os y a lcanzam os la real idad.De ah que, como bien d ice Toms de Aquino, e lacto del creyente no se termina en los enunciadosdogmt icos (de los que no podemos presc indi r ) ,sino en la Realidad divina a la que ellos se refiereny a la que el los exp resan.

    Los en unciados de la Escr i tura, las confesionesde fe ec les ia les o del dogm a no son me dios que seinterponen entre D ios y el creyen te, co m o si a Diosse le conociera ms al l de estas mediaciones.Son el medio en el que se cono ce a Dios. A Dios[3 B

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    le conocemos encarnado en mediaciones huma-nas. Y, sin embargo, tambin hay que mantenercon fuerza que Dios est ms all. Est a untiempo en esas mediaciones y ms all deellas. De ah que, por muy importantes que seanlas mediaciones, las frmulas dogmticas, hayque advertir que estn al servicio del encuentrocon Dios y no Dios al servicio de las me diaciones.Y hay que advertir tambin que este encuentro co nDios en Cristo es ms rico que todas sus expresio-nes, por muy ortodoxas que sean.

    En suma, Dios se comunica en lo humano y ala manera hum ana; lo encontramos en lo huma no,y no en un imaginario empalme directo, individuale interior, o en un contacto de tipo iluminista. La fealcanza lo sobrena tural, es sobrehum ana, pero noinhumana. Porque es sobrenatural, el hombre nodispone de Dios (Dios siempre es ms grande).Dios es quien nos alcanza en Cristo Jess (cf Flp3,12 ). Porque no es inhum ana, la fe tiene cuerpo: latrascendencia se ofrece en contenidos humanos.Ahora bien, la afirmacin de que Dios se encuentray manifiesta en lo corporal no puede derivar en laidolatra del que manipula o reduce lo divino a los E S

    lmites de lo hum ano; o en el fundam entalismo delque confunde a Dios con los dogmas. La fe re-cuerda que Dios siempre est ms all y qu e, si esaccesible en nuestra historia, nunca se confundeni se identifica sin ms con lo histrico. Lo divinoslo se encuentra en lo concreto, pero nunca sereduce ni se identifica totalmente co n lo co ncreto:estando ah, Dios siempre es algo ms, siemprese escapa.

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    afe, obra del EsprituSantoJess es e l cam ino que conduce a l Padre. La presencia de Jess ho y acontece p o r el Espr i tu, querecuerda (Jn 14,26) lo que Jess di jo e hizo y, endefini tiva, a Jess m ism o. Pongo el verbo reco rdarentre comil las porque e l recuerdo, en sent ido b blico, no es una simple no stalgia del pasado. D iosrecuerda sus a cciones salvficas cuan do realiza enel presente nuevas obras de salvac in. De modoque recordar es hacer presente, es actualizar. ElEspritu explica lo que ha de venir (J n 16,13) ,porque la fe se vive en cad a presente histr ico, encircunstancias nuevas, en si tuaciones indi tas. Lapresencia del Espr i tu en el corazn del creyente lemueve a vivir su ser cr ist iano en funcin de estasnuevas si tuaciones. Incluso en las c i rcunstanc iasms di f c i les: No seris vosotros los que habla-

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    ris, sino el Espritu de vuestro Padre el que habla-r en vosotros (Mt 10,2 0).

    Por Jess vamos al Padre en el Espritu. La fe,encuentro del ser humano con Dios por medio deJesu cristo, es posible porque Dios tom a la iniciati-va . En primer lugar, Dios viene hacia nosotros, senos da a conocer por m edio de Jesu cristo. Si Diosno viniera, si no se abajara, con nuestras fuerzasy posibilidades sera imposible conocerle y llegarhasta l. Pero, adems, Dios toma la iniciativa ilu-minando nuestra inteligencia y cambiando nuestrocorazn, ponindonos en disposicin de com-prenderle y acogerle. Todos los datos bblicos ytradicionales insisten en este punto: la fe es obrade la gracia, de la accin del Espritu Santo queilumina la inteligencia de la persona y le invita acreer. En sum a, la fe es don de Dios.

    En pleno corazn de su relato, el autor del cuar-to evangelio, tras poner en boca de Jess unaspalabras sobre los ros de agua viva, aclara: Estolo deca refirindose al Espritu que iban a recibirlos que creyeran en l. Porque an no haba Esp-ritu, pues todava Jess no haba sido glorificado(Jn 7,39 ). No haba E spritu. Por eso, an no seKE]

    crea en Jess, y haba dudas, rupturas, desercio-nes y abandono por parte de muchos discpulos(Jn 6,60ss .; U n 2,19 ). El Espritu es enviado alos discpulos para afianzarlos en su fe y permi-tirles descubrir a Jess como Seor y Salvador.Como no haba Espritu, el mensaje de Jess habachocado contra odos sordos y corazones endu-recidos. Slo con la presencia del Espritu podanabrirse los odos y ablandarse los corazones. Elapstol Pablo lo dice de forma terminante: nadiepuede decir Jess es el Seor, sino movidopor el Espritu Santo (1Cor 12,3). Porque la fe esobra el Espritu y este viene por la glorificacin delHijo.

    1 . La fe como graciaLa fe es un don de Dios. En primer lugar porqueel conocimiento de Dios slo es posible si Diosmismo se da a conocer. Cuando el apstol Pablodice que la fe nace de la predicacin (Rom 10,1 7)se est refiriendo a este aspecto de la fe: no hayfe sin p redicacin de la palabra de D ios; para creer

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    es necesario que alguien me diga quin es Dios,y para que este alguien me lo diga correctamente debe transmitirme la palabra de Dios reveladaen Jesucristo. Para creer necesito, por decirlo as,que me presenten a Jess, para que Jess me lleve al Padre.

    Ahora bien, lo que Dios da a conocer sobrepasa las capacidades de conocimiento, de deseo yde amor del ser humano. Ms an, Dios se manifiesta de form a sorprendente, de un modo tal querompe la lgica de lo humano. Jess crucificadoes la manifestacin suprema de Dios-Amor, queperdona los pecados y ama a sus enemigos. Humanamente parece imposible que Dios se manifieste en la humillacin de la cruz. Cmo puedeestar all el Todopoderoso? De modo que reconocer a Dios en Jesucristo es el triunfo de la Verdadsobre la simple mirada humana, es descifrar elverdadero sentido, la significacin divina que seesconde y se revela en lo humano, en la vida y enla muerte de Jesucristo. De ah que este Dios, queen Jess se manifiesta, slo se revela a una ciertacualidad de la mirada y del odo. Jess, estandoen medio de todos, puede no ser conocido (Jn

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    1,26). Y la cruz puede pasar por necedad y escn dalo (1 Cor 1,22ss).

    Dios aparece en Jess como un Dios ocultoporque el ser humano no sabe mirar ni sabe escuchar. De estos mo dos deficientes de ver y or hablala Escritura. Basta recordar las paradojas de or,pero no entender; mirar, pero no ver (Mt 13,13).O la parbola del sembrador (Me 4,1-9; Mt 13,1-9; Le 8,4-8): los diferentes suelos en que cae lasemilla no se aplican slo a los distintos tipos deoyentes, sino a cada uno de los oyentes y a losdistintos niveles de su propio corazn, a estas disposiciones que facilitan o dificultan la acogida dela palabra de Dios. Estn tambin las duras palabras de Esteban a los judos que buscaban matarleen He 7,51-57: Duros de cerviz, incircuncisosde corazn y de odos! Vosotros siempre ofrecisresistencia al Espritu S anto!. M ientras oan estascosas, dice el relator, sus corazones se consuman de rabia. Y como mxima manifestacin deeste no querer or, gritando fuertemente, se taparon sus odos.

    El ser humano se niega a escuchar porque s loquiere escucharse a s mismo, se resiste a que

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    nadie le diga lo que tiene que hacer. Este es el granpecado que desde sus inicios acompaa a la humanidad: Dios dice y el hombre o no escucha oprefiere escuchar a otros dioses, a otras serpientes encantadoras (cf Gen 3,1). Cuando Diosdice, no dice para oprimir, ni para molestar, ni paraponer a prueba. Dice para orientar, para indicar elbuen camino. Pero el orgullo hace que el hombreslo se oiga a s mismo. El ser humano no quieredeberse a nadie. Aspira a ser seor de s mismoy a convertirse en norma de todas las cosas. Lomismo sucede con el ver: el hombre quiere versea s mismo, lo que l ha realizado. As descubre suimportancia, su prestigio. Se comprende de estaforma que el Nuevo Testamento recuerde insistentemente que la fe es obediencia (Rom 1,5;16,26). Obediencia significa, literalmente, abrir elodo a las buenas palabras.

    Esto explica que para que surja la fe no bastacon la manifestacin de Dios en Jess. Esta revelacin debe ir acompaada del don interior de lagracia, que invita a aceptar la verdad, ilumina lainteligencia y dispone la libertad del ser humanopara que acoja a la verdad. Esta accin de la gra-

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    cia el Nuevo Testamento la atribuye o bien al Padre(Mt 11,25; 16,17; Jn 6,44-46), lo que subraya latrascendencia: nadie puede venir a m si el Padreno lo atrae; o bien al Espritu Santo (sobre todoen Jn 14,26; 16,13-15; y en Pablo: Rom 8,15), loque subraya la intimidad de la accin divina: ElEspritu os guiar hacia la verdad completa.

    2. La fe, acto libreLa fe es una gracia de Dios. Ahora bien, algunas expresiones del Nuevo Testamento (cf Jn 6,27-39; 6,44; 6,65; 12,39-4 0; Rom 1,18-3,20; 9 ,16;11,34-35) parecen tan fuertes y exclusivistas quenecesariamente suscitan la pregunta de si la graciano anula la libertad. Y si Dios es el que nos conducesin contar con nuestra libertad, cmo puede ser lafe un acto plenamente humano y plenamente responsable? Pongamos un ejemplo del cuarto evangelio y otro de los escritos de san Pablo: Nadiepuede venir a m, si el Padre que me ha enviadono lo atrae (Jn 6,44); no se trata de querer o decorrer, sino de que Dios tenga misericordia (Rom

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    9,16), un Dios del que acaba de decir san Pabloque tiene misericordia de quien quiere (Rom 9,15).Entonces, qu ocurre si el Padre no nos atrae, siDios no tiene misericordia? Qu responsabilidadhay entonces si el hombre no cree?

    Esta enseanza no debe ser atenuada en suafirmacin esencial: en el origen, el desarrollo yla vida de fe, Dios tiene la iniciativa. Pero esto nosignifica que Dios fuerce al ser huma no, anulandosu libertad. Ni significa tampoco que Dios hagaacepcin de personas, llamando a unos y a otrosrechazndolos. Dios llama a todos, de una u otramanera. A unos los llama mediante la predicacindel Evangelio. Y a otros los llama por los medios que slo l sabe. Pues Dios no hace magia.Y como no hace magia, el Evangelio slo puedellegar a travs de sus mensajeros. Pero Dios tambin ama y cuida a aquellos que nunca han escuchado a los mensajeros del Evangelio.

    La llamada de Dios respeta la libertad, el mo dode ser de cada uno. Para entender la iniciativa divina hay que buscar imgenes como la seduccindel corazn. Dios seduce, pero el ser humano sedeja seducir. El Padre, deca san Agustn comen-

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    tando Jn 6,44, atrae la voluntad por medio delamor e incluso del placer: Sea el Seor tu deliciay l te dar lo que pide tu corazn (Sal 37,4).Para creer es necesario, al menos, convencersede que es bueno creer, bien porque se descubre enel Evangelio una nueva alegra o un nuevo modo devivir, bien porque la vida de algunos cristianos meresulta atractiva, bien porque una buena presentacin de la figura de C risto me resulta sedu ctora.La gracia divina se sirve de muchas cosas paraseducir, pero finalmente uno cree porque qu iere.

    Dios est permanentemente llamando a nuestra puerta de muchos modos, pero slo entra sile abrimos la puerta (Ap 3,20). La fe es obra delEspritu Santo, pero es el hombre el que cree, noDios po r l y en su lugar. La fe es un acto pe rsona-lsimo en el que nadie puede reemplazarme. La fees una respuesta provocada, pero tal provocacinno anula la responsabilidad personal. La tradicinde la Iglesia, al mismo tiempo que afirma que lafe es obra de la gracia, nota tambin que es librepor naturaleza y digna del ser humano. Al creer,el hombre responde voluntariamente a Dios. Sinlibertad, la fe deja de ser.

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    Que la fe sea un acto libre afecta al modo deproponerla y al modo de dar testim onio . La fe debeofrecerse con buenos modos y respeto. En cuantoaparece el menor atisbo de fuerza, desaparece lafe . De ah que no quede ms remedio que lamentar todos los procedimientos inquisitoriales que sehan dado a lo largo de la historia. Creer a la fuerzaes una contradiccin. Y forzar a alguien a creer pormedio de la violencia o el miedo es condenable.Por el mismo hecho de hacerlo se est negandoel Evangelio.

    La libertad del acto de fe nos conduce a otrareflexin, quiz hoy ms necesaria que en otraspocas. Pues la libertad supone capacidad y posibilidad de eleccin. Supone que hay otras opciones posibles, que el creyente conoce y no sigue,porque entiende que la cristiana es la mejor. Losfanatismos religiosos cierran las puertas a otrasposibilidades, tratan de impedir su existencia y, deeste m odo , la fe pierde su libertad . En el fondo, losfanatismos suponen que las otras posibilidadesson un peligro que hay que evitar, so pena de quesus adeptos les dejen en cuanto conozcan esasotras posibilidades. De este modo el fanatismo

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    muestra su debilidad. La fe cristiana, por el contrario, no tiene miedo a la confrontacin, pues confaen la verdad que se impone por s misma a despecho de todos los obstculos. La fe cristiana, paramostrar su luminosidad, no necesita del ataque odel desprestigio del otro, porque la oscuridad nodesaparece cuando se la critica, sino cuando sela ilumina.

    3. La fe salvaUna vez que ha quedado claro que la fe se dirigeslo a Dios, o dicho de otro modo, que la fe es unencuentro con Dios Padre por medio de Jesucristogracias a la accin del Espritu Santo que camb ia ytransform a nuestro corazn, estamos en condiciones de comprender una de las afirmaciones msimportantes que hace san Pablo: el ser humanoes justificado -hecho justo- por la fe. La fe salva.Decir que la fe salva es otra manera de decir queel nico que salva es Dios. Salva el Dios que con ocemos gracias a Jesucristo y que acogemos porla fe. En ese Dios depositamos nuestra confianza:

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    todo el que cree en l no perece, sino que tienevida eterna (Jn 3,16).

    San Pablo dice polmicamente que salva la fesola y no las obras: Pensamos que el hombrees justificado por la fe, independientemente de lasobras de la ley (Rom 3 ,28 ). Sin embargo Santiagodice que la fe sin obras es fe muerta (Sant 2,17).No hay contradiccin entre ambos autores. Paradarse cuenta es necesario antes preguntarse: dequ estamos hablando cuando decimos fe? Por-que con esa palabra podemos designar un tipo deconocimiento: Creo que existe Australia, aunquenunca he estado all, porque me fo de los librosde geografa. Ese conocim iento ni me cam bia, nime inmuta, ni me emociona. Pero con la palabrafe podemos referirnos a la confianza que nos me-rece una persona o al compromiso existencial quetenemos con esa persona: Me fo de ti, te creo ati. De esta fe hemos hablado a lo largo de estelibro: la fe es un co mp romiso existencial, un ponermi vida en manos de Dios, un estar seguro de sufidelidad. Esa fe me ca mbia, me emociona, me daseguridad y tranquilidad, me compromete.

    Pues bien, la Carta de Santiago, cuando habla

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    de fe muerta, se est refiriendo a este tipo de feque es un mero conocimiento de verdades. Y asdice: los demonios tambin creen que Dios existey tiemblan (Sant 2,19). Ese saber que Dios existeno slo no cambia en absoluto a los demonios,sino que aumenta su rabia y su odio. El saber queDios existe no les mueve al amor, sino al odio. Esetipo de fe, que no transforma a la persona, es elque critica Santiago. Y por eso dice: esa fe, sinobras, est muerta. Porque si t tienes fe en Dios,si tu vida est guiada por e! Evangelio, entonceshars caso a Dios y te com portars segn los cri-terios del Evangelio. Santiago escribe en un con-texto de teologa de los pobres. De ah que estinteresado en dejar claro que no se puede decircreo en Dios y al mismo tiempo dejar morir dehambre a los necesitados. Esa fe est muerta, nosalva. Porque la verdadera fe cambia a la personay le dispone a cumplir la voluntad de Dios. Desdeeste punto de vista la fe exige obras de amor.

    San Pablo, cuando habla de la sola fe, est ha-blando de una fe que incluye la esperanza y la ca-ridad. Por eso dice bien claro que la fe acta porla caridad (Gal 5,6). Cuando dice que el hombre

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    es justificado por la fe independientemente de lasobras de la ley, esas obras de la ley a las quese refiere son el cumplimiento de meros ritos ex-ternos o de una serie de preceptos. Cumplir nosalva. Salva Dios. Salva a los que cumplen, perono los salva porque cumplen. Los salva por puroamor. Los salva porque se fan de l, porque creen.Tambin para san Pablo la fe se traduce en buenasobras de amor, pero el contexto en el que habla (elcontexto de una teologa farisaica, que entiendeque el hombre se gana la salvacin cumpliendouna serie de precep tos) le obliga a dejar claro quequien salva es Jesucristo muerto por nuestrospecados y resucitado para nuestra justificacin.Nosotros con Dios no hacemos negocio: yo cum-plo una serie de normas y Dios me paga con lasalvacin. No. Dios me salva gratuitamente si mefo de l. El buen orden no es: hacer buenas obrasme hace creyente; sino: ser creyente me muevea hacer buenas obras. No son los frutos los quehacen al rbol, sino el rbol el que produce bue-nos frutos. El rbol es la fe, el estar firmementeenraizados en Jesucristo. As se comprende quela fe y slo la fe nos salva.

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    Conviene aclarar una ltima cosa sobre esafe que salva. Salvacin tiene que ver con salud,con bienestar. Cuando hablamos de salvacin nodebemos pensar nicamente en la vida eterna, enel ms all de la muerte. Debemos tambin pen-sar en esta vida, en el ms ac. Porque la fe enDios tiene mucho que ver con este mundo y conla vida presente. Fiarnos de Dios nos hace msmaduros, ms humanos, ms personas. Creer enel Dios de Jesucristo es fuente de alegra para elpresente. El cristiano vive en la alegra de sabersehijo de Dios, amado por Dios. Esta fe nos conducea m irar de otra manera a los herm anos, a tratarlesde otra forma, a respetar con ms conviccin susderechos y a perdonar con ms generosidad susofensas. Creer en Dios es vivir de otra manera.Una manera que llena ya de gozo y alegra nuestrocorazn, que nos hace ms human os. El Evange-lio que Jess proclama es una buena noticia parael aqu y el ahora. Sus parbolas, por ejemplo, nonos remiten al mundo futuro, sino a otra mane-ra de vivir en el presente. Nos descubren nuevasposibilidades de vida, abren nuestra existencia adimensiones inesperadas. Cuando uno escucha

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    la parbola del samar i tano miser icordioso slo laent iende si se plantea esta pregunta: despus deescuchar esta parbola, voy a volver a mi rut inade todos los das o voy a entrar en ese mundonuevo que la parbola me descubre, un mundonuevo que es posible real izar ya, ahora y aqu? Sime dejo interpelar por esa nueva manera de viv i rencontrar una fuente de alegr a inter ior que nadiepodr ar rebatarme .

    Slo Dios colma de bienes nuestros anhelos.El ser humano, con sus fuerzas l imi tadas, slopuede alcanzar bienes parciales. La paradoja esque nunca se conforma con lo que t iene. Todole parece poco. Sus fuerzas son l imi tadas, perosus deseos son i l im i tados, su corazn insac iable,sus anhelos inacabables. Hasta Sartre lo recono-ce, cuando af i rma que e l hombre es una pas in,aunque Sartre dice que inti l . Inti l porque el serhumano desea ser d ios , pero como Dios no ex is te,la pasin es inti l . San Agustn tam bin lo recon o-ce cuando habla del corazn inquieto de la perso-na pero, como cree en D ios , a f i rma convenc idoque este corazn se saciar cuando se encuentrecon Dios. Slo Dios puede l lenar nuestro corazn

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    inquieto, colmar nuestra pasin de eternidad. Eneste m undo a lcanzamos ya, parc ia l pero realmen -te a Dios. La fe es la posibi l idad de encontrarnoscon D ios en es te mundo, es e l modo humano dere lac ionarnos con l .

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    Creer dentro de la Iglesia

    1 . Creo en el Espritu Santo quesantifica la IglesiaHemos dicho que Dios es e l nico que debe sercredo, el que merece una confianza sin reservas.Ahora bien, en e l Credo, adems de decir quecreemos en Dios Padre, en Dios Hijo y en DiosEspri tu Santo, decimos tambin qu e creemos enotras realidades, la primera de todas la Iglesia, quees una, santa, catlica y apostl ica.

    A este respecto conviene hacer una aclaracinimportante. Porque en realidad la Iglesia no esobjeto de fe . Estrictamente hablando e l creyenteslo cree en Dios. La Iglesia es una criatura, un acomunidad de personas humanas. Cmo enten-der entonces lo que dec imos en e l Credo? Tene-m os un problema con la t raduccin castellana de

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    la profesin de fe. En el texto latino del Credo sedistingue lingsticamente la afirmacin Creo enDios Padre, en Dios Hijo y en Dios Espritu San-to de la afirmacin creo en la Iglesia. El verbocreer no tiene el mismo valor ni la misma fuerzacuando se aplica a Dios y cuando se aplica a laIglesia.

    En el Credo, despus de nombrar al Padre sedice que es creador. Despus de nombrar al Hijose dice que naci de Mara, muri bajo el poder dePoncio Pilato y resucit al tercer da. Pues bien,despus de nombrar al Espritu Santo el Credoexplcita su obra propia y as enumera la Iglesia,el perdn de los pecados, la comunin de lossantos, la resurreccin de los muertos, y la vidaeterna. Lo que en realidad se est diciendo es:Creo en el Espritu Santo que santifica la Iglesia,que crea la comun in, que resucita a los m uertosy que nos da la vida eterna. La santificacin dela Iglesia es la primera obra del Espritu Santo.Si creemos en la Iglesia, por tanto, no es por ellamism a, sino en la medida en que est relacionadacon el Espritu Santo. La Iglesia forma parte de laobra san tifica do s del Espritu Santo porque por s

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    misma es una criatura que necesita ser santifica-da y purificada.

    La Iglesia no es Dios. Siempre se refiere a Cris-to y est a su servicio. Si el Espritu la conduce y lasantifica es precisamente en orden a esta misin.Por eso, en sentido fuerte, la fe slo se dirige aDios. Dicho esto, tambin hay que afirmar que laIglesia ocupa un lugar de primer orden en el actode fe. Ella es el espacio en el que creemos, la co-munidad de los creyentes; ella es tambin la quetransmite la fe, la que da testimon io de Cristo. Lovemos a continuacin.

    2. La fe: acto pe rsonal,pero no solitario

    La fe es un acto libre y personal. Nadie puedecreer por m. Sin embargo no es un acto aisla-do . Cuando recito el Credo estoy proclamando lafe de la Iglesia. Por eso el lugar adecuado de suproclamacin es la asamblea de los creyentes.La profesin de fe no es una oracin personal. Esuna proclamacin com n. Al recitar el Credo estoy

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    afirmando una verdad que no es slo ma, que yono he inventado. Es tambin de otros, y a travs deotros la he recibido.

    En realidad, un creyente individual, solitario , nopuede decir con toda verdad creo con todo suser, todas sus fuerzas y toda su inteligencia. Hay lu gares y aspectos de su vida que no estn en coherencia con su fe, que no dicen creo; ms biendicen: Todava me falta mucho para creer. Porpecador y por limitado. Por otra parte, al menosalgunas verdades de fe son confesad as de maneraimplcita por bastantes creyentes y el seguimientode Cristo se vive en la fragilidad. De ah que nicamente el conjunto de la Iglesia, en la medida enque est animada por el Espritu, confiesa la fe ensu plenitud. Y as lo que falta a la fe de uno escompletado por la fe de otro. Por eso el Credo noes una confesin de creyentes solitarios. Cuandoconfesamos la fe lo hacemos en nombre de todala Iglesia. Esto es lo que permite -dicho sea depaso - el bautismo de los nios. Ellos ni puedenconfesar la fe, ni son conscientes de ser recibidosen la comunidad cristiana. Ahora bien, el bautismoslo puede recibirse como signo de la fe . Al recibir

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    los nios el bautismo, es la Iglesia la que confiesapor ellos la fe . Son bautizados en la fe de la Iglesia.No tiene sentido el bautismo si no hay una Iglesia,una comunidad creyente, que recibe al nefito.

    La fe supone una conversin de toda la persona, pero no es nunca un asunto individual, solitario. La fe es un acto personal, la respuesta librede la persona al Dios que se revela, pero no es unacto aislado. Nadie puede creer solo, como nadiepuede vivir solo. La palabra smbolo con la quese califica al Credo puede ayudar a comprendermejor el carcter comunitario de la confesin defe . El smbolo remite a otra realidad, en nuestrocaso a Dios. Contiene las verdades en las quecreemos, estas verdades esenciales que nos dicen, a nuestro modo, quin es Dios. Pues bien,la palabra smbolo proviene del griego y significajuntar, reunir. Una antigua costumbre constituye eltrasfondo de la palabra: dos partes adaptables deun anillo, de un bastn o de una tableta servancomo signo de reconocimiento para los huspedes, los mensajeros o los contratantes. El smboloremite a otro elemento que lo completa y permiteel mutuo reconocimiento. Es expresin y medio de

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    unidad. El smbolo de la fe permite la comn con-fesin del mism o Dios. El smbolo remite siemprea otro. Por eso, cada creyente posee la fe comoun smbolo, como una parte incompleta que sloencuentra su unidad e integridad al unirse a lasotras. Para realizar el smbolo, para confesar la feen Dios, hay que hacerlo necesariamente en unincon los otros creyentes, ya que mi fe es la fe dela Iglesia.

    3. La Iglesia transmite la feNuestra fe no es fe en la Iglesia, pero s es la fe dela Iglesia. No slo eso: la fe se recibe por mediode la Iglesia. De modo que si la Iglesia no es auto-ra de salvacin, s que es y quiere ser Madre quenutre a sus hijos con su fe vivificadora.

    Este carcter eclesial de la fe queda explci-tamente marcado en el primitivo dilogo que hadado origen a nuestra actual formu lacin del Cre-do y que todava conservan los ritos actuales delbautismo. El catecmeno que desea recibir el bau-tismo es interrogado tres veces por el obispo (o

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    el presbtero), con tres preguntas que tienen unaclara intencin trinitaria: Crees en Dios Padre?,y en Jesucristo, su Hijo?, y en el Espritu San-to?. Tras la respuesta po sitiva, el presidente de lacelebracin bautismal proclam a: Esta es nu estrafe , esta es la fe de la Iglesia. La Iglesia es el suje-to que transm ite la fe, la comunidad que vive la fey el lugar donde se da el conjunto de la fe.

    A las tres preguntas de crees en, el catec-meno responde: creo. La fe es una oferta quepide una respuesta. No es el resultado de elucu-braciones solitarias, es fruto de una escucha, dela acogida de un dato previo. La fe nace de lapredicacin (Rom 10,17), otros me la ofrecen,se me presenta desde fuera de m. No es una re-flexin personal, es una palabra que me interpelay me compromete. Es algo que me ofrecen, perono para que lo adapte a mi gusto, sino para que loacoja tal como me lo ofrecen. Quien me lo ofrecees la Iglesia. Del mismo modo que nadie se hadado la vida a s mism o, nadie se ha dado la fe as mismo.

    La Iglesia es el lugar donde nace, se desarro-lla y se profundiza la fe. Cada creyente es como

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    un eslabn que ha recibido la fe de otros y debetransmitirla a otros. Yo no puedo creer sin estarsostenido por la fe de los otros y sin contribuirpor mi fe a sostener la fe de los otros. Todos loscreyentes, con su fe personal y comn, constituyen la Iglesia, Templo de Dios. Y as resulta posibleexclamar: A Dios sea la gloria en la Iglesia y enCristo Jess por todas las generaciones y todoslos tiempos (Ef 3,21).

    Creer en una sociedadsecularizada

    Nunca ha sido fcil creer. Pues creer en Jesucr isto supone un cambio de vida y de mentalidad.Pero mientras en el pasado pareca que el ambiente social favoreca el creer, hoy ocurre todolo contrario. A las convicciones personales de loscreyentes les falta apoyo social. Creer no est demoda. Parece como si hoy el creyente tuviera quepedir perdn por creer. Hace unos aos en Espaa y hoy todava en aquellos sitios en los que elcreer es socialmente bien visto, los no creyentespedan explicaciones de lo que crean los creyentes. Hoy ya no interesan los contenidos de la fe. Y,en todo caso, lo que se les pide a los creyentes,en un ambiente hostil y lleno de prejuicios, es quejustifiquen su acto de fe, el hecho mismo de quecrean (y no slo aquello en lo que creen). Antesde discutir los co ntenidos de la fe, lo que hoy dis -

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    cute esta sociedad nuestra es la legitimidad detener fe, pues esta se considera un acto i r raciona l e indigno del ser humano. Vamos, pues, a r e f lexionar sobre algunos importantes aspectos de lcreer: aclararemos que e l creer es un acto m u yhumano que t iene, adems, s u s buenos mot ivos;y nos refer i remos explc i tamente a la dignidad de lcreer en Jess, o dicho de o t ro m odo , a que la feen Jess es humanizadora .

    1 . Una actitud profundamente humanaEl creer es o bjeto de burla y menosprecio por partede la cultura ambiental. Muchos lo consideran unacto indigno del ser humano . M e parece acertadoel diagnstico qu e hace la Conferencia EpiscopalEspaola: Espaa se ve invadida po r un m odo devida en el que la referencia a Dios es consideradac o m o un a deficiencia en la madurez intelectual yen el pleno ejercicio de la l ibertad.. . E n no pocosambientes resulta d i f c i l mani festarse como cr istiano: parece que lo nico correcto y a la altura delos t iempos es hacerlo como agnstico y part ida- [ ]

    r io de un laicismo radical y excluyente . Esta consideracin de la fe en Dios como una deficienciaintelectual no es nueva. Ya Nietzsche dej escrito:Toda fe es de po r s una expresin de alienacinde s m ism o, de abdicacin del propio se r2. Estaspalabras expresan una idea m u y difundida entremuchos de nuestros con temporneos: la fe esalienante, infanti l, expresin de inmadurez e incapacidad, incompatib le con la ciencia, resultado deuna ilusin poco realista. Hoy, todo lo que no s eaf s ico, o no pueda se r controlado p o r exper imentos, o no sea traducible a f rmulas matemt icas,es calif icado de irracional.En estos asuntos no se trata slo de lamentar. Se trata de explicar y de i luminar. Debemos,pues, afrontar esta crtica radical qu e hace de lafe algo inmaduro, infanti l, indigno de una personasensata y razonable. Y debemos hacerlo no slode cara a los que nos preguntan, s ino sobre todode cara a los propios creyentes, para que, s i noconvencemos a nuestros cr t icos, a l menos n o s1 CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAOLA, Orientaciones morales ante la situacinactual de Espaa (23 de nov iembre de 2006) nn. 9 y 18.2 F. NIETZSCHE, El a nticristo, n. 54.

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    que la recibe como don de aquellos con quienes

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    quedemos nosotros convencidos. En lo referentea los valores im porta mucho explicarse de cara alos dems, pero importa ms an que quien losvive lo haga sin complejos, convencido de lo seriode su postura.

    Creer, lejos de ser una actitud irreflexiva o alienante, es una actitud profundamente humana.Para darnos cuenta, nada mejor que aclarar quela fe no comienza en el rea de lo religioso ni serefiere, en primer lugar, a Dios. El creer es partede la psicologa humana, es una dimensin antropolgica fundamental sin la cual ni la vida, ni lasrelaciones personales, ni el progreso seran posibles. La fe, lejos de infantilizar, humaniza, y estpresente en todas las etapas de la vida; lejos deser irracional, exige el pensamiento y lo llama a suverdad. Prescindir de la fe, por tanto, no es ganaren autenticidad y grandeza, sino perder parte de laintegridad humana.

    En efecto, la fe hace posible la vida. Desde quenace, el ser humano vive originariamente de laconfianza en sus padres y, por extensin, en otrosque va conociendo a lo largo de su vida. Su identidad com o persona se constituye en la medida en

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    va creciendo. La conciencia de su identidad la recibe y comprende en un lenguaje que tiene queaprender y no produ cir desde la nada. La confianzapersonal y el lenguaje cultural son el suelo naturalque posibilita que cada ser humano sea quien es.Necesitamos de otros para nacer. Pero necesitamos confiar en los dems para crecer y madurar.Sin esta confianza no podramos dar un solo paso,nos aislaramos totalmente y el temor se convertira en obsesin enfermiza. Por muy desconfiadoque sea, cuando salgo a la calle o com o lo que meponen delante estoy realizando un acto de con fianza -m ni m a quizs, pero con fianz a- en que no mevan a matar o no me quieren envenenar. As, elmisterio de la fe est en la profundidad insondabledel ser m ismo , coincide con el ser de la persona.

    Por otra par te, la fe es el nico ca mino que permite el encuentro con los otros y, por consiguiente , con ese Otro que es Dios, si es que existe. Lafe hace posible la comunicacin, nos abre al otroen lo que tiene de indisponible, permite el accesoa lo oculto de su ser. Por muchos anlisis bio-psi-colgicos a que sometam os a una persona, no po-

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    demos conocer su int imidad ms que si entre los de en