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JULIO CORTÁZAR nació en Bruselas en 1914, durante la ocupación nazi de Bél-gica, en los días de agosto que tanto en-tusiasmaron a los intelectuales y artistas alemanes que veían en la guerra el fin de ese mundo viejo, del malestar de la cul-tura, y el inicio del nuevo tiempo. Esos mismos intelectuales y artistas que cam-biaban de héroe, bajaban del pedestal a Goethe, ciudadano del mundo, para en-tronizar a Friedrich Hölderlin y su “nú-cleo ardiente” como lo más profundo del ser alemán. De joven, Cortázar estudiaría alemán entusiasmado por los versos del poeta, pero también remarcaría –en la Prosa del observatorio– que “alguna vez �omas Mann dijo que las cosas anda-rían mejor si Marx hubiera leído a Höl-derlin; pero vea usted, señora, yo creo con Lukács que también hubiera sido necesario que Hölderlin leyera a Marx”. Cuando escribió esto, el socialismo en Cortázar tenía ya forma de militancia ac-tiva: había viajado a Cuba poco después del triunfo de la Revolución y a Chile para la asunción de Salvador Allende. Después vendría su apoyo a la resistencia chilena tras el golpe, a la Nicaragua san-dinista. Y el Libro de Manuel. Con el que, literariamente, se enfrentaba en térmi-

JULIO CORTÁZAR, NACIDO HACE UN SIGLO Y DE CUYA MUERTE SE CUMPLEN 30 AÑOS, FORJÓ LAS BASES DE UN TIEMPO NUEVO.

Por Cristian H. Savio

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nos ideológicos con el Cortázar de Casa tomada, ese maravilloso relato fantástico que trasluce su antiperonismo. “Yo per-tenecía a un grupo –por razones de clase pequeño-burguesa– antiperonista”, con-tó en una carta desde París a Graciela de Sola en 1963. Tiempo después admitiría que “en su momento, en efecto, fui in-capaz de distinguir entre Perón y el pe-ronismo, entre el gobernante ambiguo y la formidable toma de conciencia que había desatado sin ser capaz de llevarla a sus últimas consecuencias, o sea, a la revolución. Me alegraré el día en que el término ‘peronismo’ pueda ser sustitui-do por otro que exprese mejor, con más verdad, esa larga marcha del pueblo ar-gentino hacia su destino socialista”.

De su nacimiento en aquella Bruselas, este 26 de agosto se cumple un siglo, y la Argentina y el mundo se preparan para celebrar el “Año Cortázar”. De su muerte en París, el 12 de febrero de 1984, se cum-plen 30 años.

Como todo artista, Cortázar fue un pro-ducto de su tiempo. Como sólo los gran-des, forjó las bases de un tiempo nuevo. Favorito para la mayoría de los escritores contemporáneos por su escritura, fue uno de los responsables de encender la mecha

para el “boom”. Y como producto de su tiempo, fue un hijo pródigo de la radio, la estrella de los medios de la sociedad de masas, que le llevó hasta su casa de Ban-field sus dos grandes pasiones populares: el boxeo y el jazz. Y en cierta forma, admi-tiría él, su escritura tenía algo de ambos.

La transmisión radial en 1923 de la pelea entre Luis Ángel Firpo y Jack Dempsey, “uno de los acontecimientos más extraordinarios del siglo”, lo mar-có. “Aquella pelea creo que definió mi pasión por el boxeo”, recordaría en una entrevista de 1983 con Antonio Trilla. Lo cuenta en La vuelta al día en ochenta mundos. Como visita el combate de Car-los Monzón con José Ángel “Mantequi-lla” Nápoles en La noche de Mantequi-lla. O como homenajea a Justo Suárez en Torito. Y también en la radio, a los 10 años, escuchó por primera vez un fox-trot, y “fue mágico”. Pronto descubriría a Jelly Roll Morton, Louis Armstrong, Duke Ellington. Y escribiría El persegui-dor en honor a Charlie Parker. “El jazz me enseñó cierto swing que está en mi estilo e intento escribir mis cuentos, un poco como el músico de jazz enfrenta un take, con la misma espontaneidad de la improvisación”.

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