correctores de estilo

4
Correctores de estilo Ante la evidente confusión que suele causar entre algunas personas el ejercicio de esta noble y poco reconocida profesión, quizá convendría comenzar matizando lo que un corrector de estilo no es. Un corrector de estilo no es un profesional dedicado a susurrarle al oído al escritor cómo y de qué manera debe redactar sus textos para que estos sean mejores o más hermosos. Tampoco es un profesional que reescribe páginas y páginas tratando de embellecer la prosa empleada por un autor con el fin de mejorar el estilo de sus textos. Aunque haya mucha gente que crea que su labor es esa. Un corrector de estilo, a diferencia del corrector de pruebas que se encarga de los aspectos tipográficos de un texto —y aunque, en numerosas ocasiones, las dos figuras se reúnan en una sola y única persona—, es un profesional dedicado esencialmente a pulir y limar aquellos aspectos sintácticos y gramaticales que, sin ser errores desde un punto de vista ortográfico, afectan al estilo y que desvirtúan y actúan en detrimento del aspecto formal de la obra: pleonasmos, aliteraciones, fallos de concordancia, ambigüedades, aliteraciones… Normalmente un profano suele preguntarse por qué un escritor —o alguien que se precie de serlo— debería precisar la ayuda de un corrector de estilo. Por qué alguien al que se le supone versado en lo que hace y dotado de unos dones y cualidades inherentes a su desarrollo profesional requiere de la ayuda de otra persona que pula y revise su trabajo. La respuesta es obvia y sencilla y podría resumirse en un viejo dicho popular: porque «cuatro ojos ven más que dos». La ayuda de un corrector de estilo resulta imprescindible para llevar a buen término la redacción de un texto puesto que una de las grandes verdades del oficio de escribir podría resumirse en una única sentencia: no hay peor corrector para un texto que su propio autor. Máxime teniendo en cuenta que de una falta ortográfica es más o menos sencillo darse cuenta pero es mucho más complicado hacerse consciente de una

Upload: escano-ra

Post on 06-Sep-2015

3 views

Category:

Documents


0 download

DESCRIPTION

Un breve comentario acerca de la labor de un corrector de estilo. Algunos puntos sobre este trabajo se dan a conocer. La importancia del oficio.

TRANSCRIPT

Correctores de estiloAnte la evidente confusin que suele causar entre algunas personas el ejercicio de esta noble y poco reconocida profesin, quiz convendra comenzar matizando lo que un corrector de estilo no es. Un corrector de estilo no es un profesional dedicado a susurrarle al odo al escritor cmo y de qu manera debe redactar sus textos para que estos sean mejores o ms hermosos. Tampoco es un profesional que reescribe pginas y pginas tratando de embellecer la prosa empleada por un autor con el fin de mejorar el estilo de sus textos. Aunque haya mucha gente que crea que su labor es esa.

Un corrector de estilo, a diferencia del corrector de pruebas que se encarga de los aspectos tipogrficos de un texto y aunque, en numerosas ocasiones, las dos figuras se renan en una sola y nica persona, es un profesional dedicado esencialmente a pulir y limar aquellos aspectos sintcticos y gramaticales que, sin ser errores desde un punto de vista ortogrfico, afectan al estilo y que desvirtan y actan en detrimento del aspecto formal de la obra: pleonasmos, aliteraciones, fallos de concordancia, ambigedades, aliteraciones

Normalmente un profano suele preguntarse por qu un escritor o alguien que se precie de serlo debera precisar la ayuda de un corrector de estilo. Por qu alguien al que se le supone versado en lo que hace y dotado de unos dones y cualidades inherentes a su desarrollo profesional requiere de la ayuda de otra persona que pula y revise su trabajo. La respuesta es obvia y sencilla y podra resumirse en un viejo dicho popular: porque cuatro ojos ven ms que dos.

La ayuda de un corrector de estilo resulta imprescindible para llevar a buen trmino la redaccin de un texto puesto que una de las grandes verdades del oficio de escribir podra resumirse en una nica sentencia: no hay peor corrector para un texto que su propio autor. Mxime teniendo en cuenta que de una falta ortogrfica es ms o menos sencillo darse cuenta pero es mucho ms complicado hacerse consciente de una incongruencia estilstica. Al margen de la mejor o peor calidad literaria del autor, todos solemos recurrir a muletillas y apoyos de los que no siempre somos conscientes, ms an si, durante ese proceso, estamos pendientes de otras cincuenta cuestiones (personajes, tramas, desarrollo, ritmo narrativo). Expresiones como subir para arriba, bajar para abajo o gran cochazo no son incorrectas desde una perspectiva gramatical pero s deplorables desde un punto de vista estilstico. Y su inadvertido uso, sin ser un pecado mortal, debera ser corregido y enmendado sin ninguna duda.

Por otro lado, el llevar a buen puerto la creacin de una obra literaria es, al fin y al cabo, una tarea ardua y extensa pero sobre todo viva. Un trabajo de larga duracin que muda y cambia a lo largo del prolongado lapso de tiempo en el que se desarrolla (meses e incluso aos). Durante ese proceso, el autor, ms preocupado de insuflar vida a sus textos y personajes, suele descuidar algunos parmetros relativos al propio aspecto formal. Y no siempre por desconocimiento o desidia profesional. Un texto literario se altera, se modifica durante su creacin. Sobre la marcha se introducen retoques, nuevas tramas y argumentos y las escenas cambian de lugar. Eso provoca que, en ocasiones, queden frases deslavazadas, situaciones aisladas de su contexto original, planteamientos viudos. Uno de los personajes puede ser inicialmente un jardinero y meses despus decidimos que sea chofer porque conviene mejor para nuestros fines argumentales. Para ello, revisamos todo y hacemos los cambios pertinentes pero resulta que en una de las pginas hemos pasado por alto que sigue poniendo que es jardinero. Cambiamos de lugar actos y situaciones, lneas temporales. Algo que ocurre antes pasa a suceder despus. Y en el proceso nos dejamos algn rastro de lo anteriormente escrito creando situaciones paradjicas o errneas. Es lo que en el cine se conoce como errores deracord. Y aunque leamos y releamos decenas de veces, pasaremos por encima de muchos de esos errores sin advertirlos por una razn muy sencilla y evidente: nosotros, como autores, no necesitamos leer nuestros textos en su totalidad para entenderlos puesto que nosotros hemos sido sus creadores. Lo conocemos. Sabemos lo que ha pasado, lo que est pasando y lo que pasar. Y esa circunstancia nos conduce, an sin quererlo, a leer muchas veces entre lneas nuestros propios textos pasando por alto infinidad de matices errneos.

De evitar todo eso se encarga el corrector de estilo.

A raz de esta tesitura suelen surgir dos dilemas de compleja resolucin. Uno, desde la perspectiva del autor, cmo interpretar las indicaciones de un corrector de estilo? Bien es cierto que al tratarse de una labor que, enstricto senso, no es correctora puesto que lo apuntado en la mayor parte de las ocasiones no son errores sino posibles mejoras, las indicaciones de un corrector de estilo acertadas en su mayor parte deben ser tomadas como lo que son: sugerencia de cara a mejorar el estilo de un texto. Si nosotros, como autores de un texto, determinamos que por razones de musicalidad, coherencia o expresividad, la frase, el prrafo o la oracin debe mantenerse tal y como la redactamos originalmente, en nosotros debe estar siempre la ltima palabra. Ojo!, que esa circunstancia no ciegue nuestra vanidad tratando de hacer pasar por peculiaridades estilsticas flagrantes errores que no queremos admitir. Para descartar la sugerencia de un corrector de estilo debemos albergar motivos fundados y claros. Como ya he comentado, las sugerencias aportadas por los correctores de estilo son acertadas en su mayor parte.

El otro dilema es ms difuso en su planteamiento pero no por ello menos presente en el mbito real. Muchos autores defienden el errneo postulado de que el corrector siempre actuar en detrimento de la esencia genuina de su obra y renegarn de su labor pero el impulso que los mueve a rechazar dicha ayuda es de otro cariz. El autor, en su fuero interno, no puede evitar ponerse en el lugar del lector y pensar: Qu confianza pueden merecer los textos de alguien al que se le supone ampliamente dotado y versado en su cometido pero que necesita del apoyo de un profesional en teora ms cualificado que l para esa labor? Es el miedo a esa supuesta mala prensa, unido a ciertas dosis de soberbia, la causa por la que muchos escritores nieguen y renieguen de las aportaciones de un corrector de estilo. Apreciacin completamente errnea en mi modesta opinin. A veces es muy necesaria aplicar una cierta dosis de humildad y reconocer que, al margen de nuestra vala literaria, no somos infalibles y cometemos errores. Y como profesionales forma parte de nuestra obligacin entregar al lector, destinatario ltimo de nuestro trabajo, el mejor producto posible.