contra un país al alcance de los niños

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Contra un país al alcance de los niños por Hugo Blumenthal En “Por un país al alcance de los niños” nuestro reconocido Nobel Gabriel García Márquez realiza una magistral crítica (un tanto incisiva, eso sí) a nuestra realidad nacional, para proponer muy convincentemente una alternativa de cambio positivo a esto que nos ha tocado en suerte y de lo que somos actuales responsables. ¿Que somos un país desmesurado? Nadie lo pone en duda. Nos asaltan las evidencias, todos los días, en las noticias. Pero esa no es propiamente la cuestión. Y seguramente Gabo lo sabe pues sin desmesura no hubiera podido escribir lo que escribió ni existiría la literatura como tal. Así pues, no se trata de volvernos mesurados (¿como quiénes, por demás? ¿como los aburridos ingleses o los racionales alemanes? ¿como Hitler o los Beatles, esos otros desmesurados?). Concepto este de la mesura por demás tan poco claro pues ¿quién nos dirá dónde encontrar el patrón de una mesura productiva e infalible, a la que podamos acogernos como seres razonables? El hombre, desde que es hombre, necesita tanto de la desmesura como de su contrario, para él complementario. Necesita de pasiones desmedidas, que rompen records, que van de una cosa a otra, dinámicas. Se trata en últimas de esa parte un poco loca o poeta, que todos los que nos sentimos vivos invariablemente terminamos reconociendo como motor de una buena parte de nuestra vida. Lo que, además, ha llevado al hombre a ser lo que ahora es, con todas las ventajas que podríamos pensar tener sobre una vaca que no puede ni reír ni llorar (y menos al mismo tiempo) con una tan amplia gama de razones para escoger como la que hemos llegado a elaborar. Quizá una solución, entonces, no sea volvernos razonables, adscritos a una aburrida mesura, sino en ser menos desmesurados en tanto ello pueda afectar el derecho de la desmesura de los otros (lo mismo cabría decir de la mesura, pero ese no es el punto en este momento), en ser desmesurados frente al otro más en lo simbólico que en lo real; lugar este de lo simbólico donde todas las diferencias pueden convivir. Y sin embargo, ¿no necesita el hombre anclar sus deseos en algo real, que pueda palpar? Ciertamente. Pero no se trata de pasar a vivir en la imaginación, sino quizás más imaginativamente. Porque en realidad necesitamos un cambio, aquí, ahora. Y si somos realmente seres humanos, los colombianos que todos los días nos matamos como animales (aunque ellos...), debemos buscar otras formas de relacionarnos, de formar sociedad, una sociedad de donde pueda surgir entonces sí un país al alcance de los niños. Porque quizá la educación sea una buena respuesta, apuesta por un mejor futuro. La educación de los niños. Pero entonces ¿qué hacemos nosotros ahora? Y si seguimos así, lo más seguro es no quede país para que los niños practiquen esta educación por la que Gabo parece interceder. Necesitamos trabajar en la educación de todos (en este sentido quizá lo menos preocupante, de momento, sean niños). No para instaurar un saber fijo, una supuesta verdad para todos. No más que de una actitud que tiene que ver con el otro y su diferencia. Actitud de respeto y descubrimiento de lo que el otro siempre aporta, para construir una realidad “real”. Realidad quizás no tan maravillosa como la de nuestras más infantiles fantasías, pero quizás más maravillosa aún ahora si en algo nos permite convivir. Hugo Blumenthal Cali, 1998 Hugo Blumenthal © 2007

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Contra un país al alcance de los niñospor Hugo Blumenthal

En “Por un país al alcance de los niños” nuestro reconocido Nobel Gabriel García Márquez realiza una magistral crítica (un tanto incisiva, eso sí) a nuestra realidad nacional, para proponer muy convincentemente una alternativa de cambio positivo a esto que nos ha tocado en suerte y de lo que somos actuales responsables. ¿Que somos un país desmesurado? Nadie lo pone en duda. Nos asaltan las evidencias, todos los días, en las noticias. Pero esa no es propiamente la cuestión. Y seguramente Gabo lo sabe pues sin desmesura no hubiera podido escribir lo que escribió ni existiría la literatura como tal. Así pues, no se trata de volvernos mesurados (¿como quiénes, por demás? ¿como los aburridos ingleses o los racionales alemanes? ¿como Hitler o los Beatles, esos otros desmesurados?). Concepto este de la mesura por demás tan poco claro pues ¿quién nos dirá dónde encontrar el patrón de una mesura productiva e infalible, a la que podamos acogernos como seres razonables? El hombre, desde que es hombre, necesita tanto de la desmesura como de su contrario, para él complementario. Necesita de pasiones desmedidas, que rompen records, que van de una cosa a otra, dinámicas. Se trata en últimas de esa parte un poco loca o poeta, que todos los que nos sentimos vivos invariablemente terminamos reconociendo como motor de una buena parte de nuestra vida. Lo que, además, ha llevado al hombre a ser lo que ahora es, con todas las ventajas que podríamos pensar tener sobre una vaca que no puede ni reír ni llorar (y menos al mismo tiempo) con una tan amplia gama de razones para escoger como la que hemos llegado a elaborar. Quizá una solución, entonces, no sea volvernos razonables, adscritos a una aburrida mesura, sino en ser menos desmesurados en tanto ello pueda afectar el derecho de la desmesura de los otros (lo mismo cabría decir de la mesura, pero ese no es el punto en este momento), en ser desmesurados frente al otro más en lo simbólico que en lo real; lugar este de lo simbólico donde todas las diferencias pueden convivir. Y sin embargo, ¿no necesita el hombre anclar sus deseos en algo real, que pueda palpar? Ciertamente. Pero no se trata de pasar a vivir en la imaginación, sino quizás más imaginativamente. Porque en realidad necesitamos un cambio, aquí, ahora. Y si somos realmente seres humanos, los colombianos que todos los días nos matamos como animales (aunque ellos...), debemos buscar otras formas de relacionarnos, de formar sociedad, una sociedad de donde pueda surgir entonces sí un país al alcance de los niños. Porque quizá la educación sea una buena respuesta, apuesta por un mejor futuro. La educación de los niños. Pero entonces ¿qué hacemos nosotros ahora? Y si seguimos así, lo más seguro es no quede país para que los niños practiquen esta educación por la que Gabo parece interceder. Necesitamos trabajar en la educación de todos (en este sentido quizá lo menos preocupante, de momento, sean niños). No para instaurar un saber fijo, una supuesta verdad para todos. No más que de una actitud que tiene que ver con el otro y su diferencia. Actitud de respeto y descubrimiento de lo que el otro siempre aporta, para construir una realidad “real”. Realidad quizás no tan maravillosa como la de nuestras más infantiles fantasías, pero quizás más maravillosa aún ahora si en algo nos permite convivir.

Hugo BlumenthalCali, 1998

Hugo Blumenthal © 2007