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Contexto Mundial de la Economía | Unidad 1.
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Introducción Estimados estudiantes:
Bienvenidos y bienvenidas a la Unidad 1 de nuestro curso “Contexto mundial de la economía social y
solidaria”. A lo largo de las próximas semanas nos introduciremos en las bases teóricas de la economía
solidaria. Con una perspectiva que integra saberes desde la economía, sociología, antropología, filosofía e
historia, analizaremos cómo la solidaridad se hace presente en las diferentes fases de la economía
(producción, distribución, consumo, finanzas) por medio tanto de comportamientos cotidianos como de
organizaciones específicas que, con su propia identidad, se constituyen para satisfacer las necesidades de
sus miembros por medio de lazos de cooperación y ayuda mutua.
En esta primera unidad se espera que los estudiantes comprendan justamente los fundamentos de una
economía social y solidaria desde el punto de vista de diferentes disciplinas científicas que convergen para
mostrar la incidencia que los comportamientos económicos alternativos tienen en nuestras sociedades.
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1. El estatuto epistemológico de la
economía solidaria
1.1 Introducción En materia de comportamientos económicos, los últimos años (especialmente las últimas dos décadas) han
sido especialmente fértiles en el rebrote de experiencias y prácticas alternativas en áreas productivas, de
comercialización, de distribución, de finanzas, turismo y agroecología, entre otras. Muchas veces
generadas por sectores críticos a los modelos que hegemonizan en nuestros mercados, otras veces
gestadas por sectores que han quedado excluidos de los mecanismos de mercado, estas prácticas se
caracterizan por recurrir a mecanismos de asociatividad y cooperación, utilizando diferentes mecanismos
de solidaridad económica para satisfacer sus necesidades. Es así como el mundo académico no ha quedado
al margen de este fenómeno, descubriendo muchos puntos de contacto en estos nuevos movimientos
sociales con el cooperativismo y el mutualismo fundacional, aquel de mediados del siglo XIX que se levanta
tanto como una estrategia de mejoramiento de calidad de vida de las clases trabajadoras como de una
transformación social.
De esta manera comienzan a surgir diferentes expresiones para dar cuenta de este fenómeno: economía
solidaria; economía de la solidaridad; socioeconomía solidaria; economía social; economía popular y
solidaria; y economía social y solidaria entre las de mayor notoriedad. Tantas expresiones pueden
explicarse por el contexto de origen o por el autor, pero en todos los casos se refieren a la necesidad de
reconocer miles de experiencias en todo el mundo que se organizan económicamente orientadas por
ciertos valores y principios. Nótese que en todas estas denominaciones el término economía aparece
siempre acompañado de un adjetivo o sustantivo con fuerte identidad valorativa. De alguna manera, este
dato es un indicador de la búsqueda que diversos autores y escuelas de pensamiento han iniciado desde
hace un tiempo y que se traduce en la primera área temática de nuestro curso: comprender una noción de
economía diferente de la predominante.
Este proceso epistemológico no ha sido sencillo: reelaborar una noción de la economía que supere el
paradigma netamente mercantilista ha sido todo un desafío en la historia de las ideas. Y es que tanto los
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conceptos de economía, por un lado, y de solidaridad, por otro, son de por sí complejos y han despertado
muchos diferentes significados a lo largo del tiempo. Cuanto más si aparecen unidos conformando un
verdadero oxímoron .
Eso se debe a que a partir del siglo XVIII buena parte de la doctrina y teoría hegemónica (sobre todo la
teoría económica de base liberal) han ido construyendo todo un discurso por el cual hemos creído que
nuestras motivaciones económicas deben ser fundamentalmente individualistas. De esta manera
asociamos la economía como el campo de estudio del cálculo racional, de la búsqueda de intereses
particulares, de la manera de ampliar el lucro, etcétera. Por otra parte, asociamos la solidaridad al campo
de lo extraeconómico: nos acordamos de ser solidarios en algunas campañas que buscan despertar nuestra
sensibilidad sobre algún tema social, o cuando alguna persona querida o conocida sufre algún tipo de
problema.
Sin embargo, la propuesta de este curso es que comprendamos cómo pueden trabajarse conjuntamente
la economía y la solidaridad. Es así que descubriremos la existencia de comportamientos económicos
solidarios e incluso de empresas económicas solidarias que en su conjunto forman parte de un sector
solidario de la economía diferente tanto al sector capitalista como al sector estatal.
Entonces, en primer lugar podemos definir la economía solidaria como el conjunto de comportamientos,
prácticas y experiencias económicas basadas en relaciones solidarias.
Para comprender mejor nuestro objeto de estudio desagreguemos los dos términos y veamos qué
entendemos por economía y que entendemos por solidaridad.
1.2 El campo de lo económico Comencemos por la economía. Mientras que el grueso de la academia prefiere partir de la definición clásica
de Lionel Robbins, desde las posiciones alternativas asoman —especialmente como fermentales— las
elaboraciones de Karl Polanyi, quien distingue entre la concepción formalista (fuertemente asociada con la
teoría de la acción racional) y la concepción sustantivista.
Partamos de Lionel Robbins y su Ensayo sobre la naturaleza y significación de la ciencia económica. Su
influyente obra de 1932 sin duda es meritoria desde el punto de vista del esfuerzo por comprender el
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significado de la economía. A manera de ejemplo, es de destacar su aporte para superar la versión que
identifica a esta ciencia como la encargada de estudiar las causas del bienestar material, prescindiendo de
las dimensiones no materiales del bienestar (y por tanto no económicas según esta concepción que se
arrastra desde las versiones fisiocráticas). Aún así, su definición ya clásica de la economía como “la ciencia
que estudia la conducta humana como una relación entre fines y medios limitados” (Robbins, 1944)
termina por totalizar el mercado, las relaciones de compra-venta (intercambios) y el atomismo social.
Los seguidores de la teoría de la elección racional, mientras tanto, contribuyen a cierto imperialismo
económico, mal que le pese a Buchanan, quien explícitamente se niega a considerar “un imperialismo de
los economistas” llevar la catalaxia más allá de las relaciones mercantiles cuando define la economía como
“el estudio de todo el sistema de relaciones de intercambio” (Buchanan, 1979, p. 10) en tanto pretenden
explicar buena parte del comportamiento social aplicando la “teoría de mercados”. Finalmente, cierta
tendencia a hacer un uso abusivo de las matemáticas mediante cálculos de costo-beneficio en la línea del
enfoque de la asignación de recursos, termina por reducir a mera técnica cuantitativa asuntos que en
principio no deberían entenderse en clave de “economización”. La obra de Becker (1987) es paradigmática
en ese sentido .
Desde estos paradigmas, entonces, la economía se perfila como una ciencia dirigida a explicar las relaciones
mercantiles pero con una proyección, impensada para Robbins, hacia el estudio de relaciones sociales
permeadas por la elección racional. En esta extensión sobre el campo de estudio sobresale la figura del
“sujeto billetera” (Hinkelammert, 1998, p. 238), esto es, el sujeto calculador y maximizador de utilidades ,
capaz de actuar de este particular modo no sólo en el mundo de los negocios (al fin y al cabo “business are
business” expresan los más pragmáticos) sino además en campos otrora reservados al comportamiento
afectivo, como es el caso de los vínculos con la familia o los amigos.
En este punto, denominado “falacia económica” Karl Polanyi (figura 1.1) viene a nuestro auxilio con su ya
clásica distinción entre la concepción formalista de la economía y la concepción sustantivista de la
economía. La primera —asociada a la versión de Robbins y la teoría de la elección racional— encuentra en
el mercado (como sistema) el formador de los precios. La última, más emparentada con la perspectiva
aristotélica, hace hincapié en la economía como proceso humano orientado a organizar la satisfacción de
necesidades.
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Digamos entonces que la economía solidaria se entronca fundamentalmente con la concepción que
Polanyi denomina sustantivista, o, al decir de Jordi García (2012, en Guerra, 2012):
En el fondo (la economía solidaria), trae a la realidad el sentido originario del término “economía”, esto es
el gobierno de la casa, la reproducción de la vida y la organización racional del conjunto de actividades que
nos permiten subsistir y satisfacer nuestras aspiraciones y necesidades (p. 6).
Marcos Arruda (2005) también se refiere así a esta conexión de la economía solidaria con el sentido original
aristotélico:
Por detrás de la diversidad de conceptos que pretenden instituir nuevos modelos de
organización del trabajo y de la producción […] existe una búsqueda común para recuperar el
sentido original del vocablo economía, que en griego significa la gestión, el cuidado de la casa.
Aristóteles apuntaba que la emergencia y el predominio de la actividad mercantil llegaron a
desfigurar el sentido original de la economía, que se
transformó en algo que fue conocido como
crematística o la actividad de producir riqueza
material (p. 159).
Sobre la crítica a las bases teóricas de la primera
concepción, dice Polanyi (2009):
La acción racional, como tal, es la relación de los fines
con los medios; la racionalidad económica,
específicamente, supone que los medios son escasos. Pero la sociedad humana va
mucho más allá de todo eso. ¿Cuál debería ser el fin del hombre y cómo debería elegir
los medios? El racionalismo económico, en el sentido más estricto de la palabra, no tiene
respuesta a estas preguntas, que implican motivaciones y valoraciones de un orden
moral y práctico que va más allá de la irresistible, y al mismo tiempo vacía, exhortación
de su ser «económico». Es así como el vacío se disfrazó de una jerga filosófica ambigua
(p. 57).
Y sobre la tendencia de llevar esta concepción a todos los planos económicos (¡ya no sociales!) es enfático:
Figura 1. Karl Polanyi, autor de The Great Transformation
(1944)/ Fuente de la imagen:
http://www.eumed.net/economistas/07/karl-polanyi.htm
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Por otro lado, ampliar el concepto de mercado a todos los fenómenos económicos es
atribuir artificialmente a todas las cuestiones económicas las características peculiares
que acompañan al fenómeno del mercado. Inevitablemente, esto perjudica la claridad
de ideas (p. 58).
Por tanto, se hace imprescindible destacar la existencia de relaciones económicas diferentes y anteriores
a las relaciones mercantiles (de intercambios), como es el caso de la reciprocidad y la redistribución. En
consonancia con estas elaboraciones, otros autores más o menos contemporáneos como Perroux, Mauss,
Boulding, Samuelson, Etzioni, Zamagni o Razeto, insisten en integrar al campo económico relaciones y
comportamientos cuyas características y racionalidades se distinguen de aquel derivado del mal llamado
homo oeconomicus.
Incluso la clasificación de Polanyi entre mercado como lugar físico y mercado como sistema, nos abre la
posibilidad de entender al mercado también como un espacio de confluencia de distintas racionalidades y
actores (Polanyi, 2000) o, dicho en otros términos, el “mercado determinado” al que hacía referencia
Antonio Gramsci .
Bajo esta concepción, en el mercado no sólo circulan mercancías que se compran y venden a precios fijados
por ley de oferta y demanda , sino que también circulan bienes a precios subsidiados, precios
reglamentados por el Estado, precios establecidos de acuerdo con determinadas valoraciones éticas,
etcétera. Este mismo mercado, por otra parte, está influido por comportamientos económicos ajenos a los
patrones del intercambio: donaciones, bienes que circulan por reciprocidad, trabajos voluntarios, bienes y
servicios que circulan influidos por relaciones de buena vecindad, etcétera , a lo que se suman bienes
robados, mercancías ilegales o comportamientos inmorales como ejemplos de acciones económicas ajenas
al paradigma de sistema de mercado, aunque ajenas también al paradigma de la solidaridad económica.
Mientras tanto, cuando ponemos acento en la visión sustantivista y en la satisfacción de necesidades
humanas (la búsqueda de una “vida buena” o “sumak kawsay” parecería ser hoy una mejor definición),
descubrimos que la economía abre sus puertas a otros principios más allá de los de la ganancia y el
intercambio instrumental. Desde este punto de vista, la gratuidad, la reciprocidad, la solidaridad y la
confianza pasan a ser concebidos como parte del campo económico (no necesariamente mercantil, pues
el mercado necesita de la transacción). Asimismo, no todo acto tendiente a satisfacer necesidades
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humanas es un acto económico; para que ello ocurra deben darse al menos dos condicionantes: cierta
dosis de gasto de energía exigida para obtener el satisfactor deseado, y cierto ordenamiento consciente o
adecuación de medios a fines.
Desde este punto de vista, dos nociones se destacan en la construcción del espacio de lo económico: las
necesidades y los recursos. Nótese cómo, para los tiempos que corren, surge como unos de los principales
desafíos de la economía, analizar cuáles son las necesidades humanas que debemos privilegiar como
proyecto social y cuál es el uso alternativo de los recursos para darles cuenta. En el campo de las actuales
“opciones económicas” el proyecto de una economía solidaria asoma como especialmente esperanzadora
frente a las propuestas económicas del modelo consumista, individualista y excluyente que predomina en
nuestros mercados.
Dicho de otra manera, el estudio plural de los mercados y una concepción amplia de la economía nos
permiten concluir que muchos de nuestros comportamientos económicos son solidarios (y no egoístas
como creen los seguidores de Adam Smith), algunos de los cuales se expresan incluso en el mercado (tanto
en su variante de lugar físico como de sistema). El estudio de la solidaridad en la economía, sin embargo,
ha sido menospreciado por la mayor parte de la literatura científica. De hecho, la economía política
moderna está fuertemente basada en su antítesis, esto es, el egoísmo y la búsqueda del interés propio. El
discurso económico que reduce la motivación al interés egoísta parte del absurdo de considerar la apertura
hacia el otro —el móvil amoroso y altruista, o incluso el móvil del desprendimiento— como, en última
instancia, “egoísta” (ya sea en su variante de “amor de si mismo” o “amor propio”). Ciertamente ninguno
de nuestros actos es “desinteresado”, en el sentido de que las personas emprendemos acciones
interesadas en sus consecuencias. Lo que debemos remarcar es que ese interés no siempre es propio en el
sentido de preocuparme en mí mismo, sino que también puede ser altruista, esto es, preocupado
fundamentalmente por los demás, en algún otro, o en el bien común. Así por ejemplo, Caillé distingue
entre el “interés por sí mismo” (instrumental, egoísta); el “interés-obediencia” (una suerte de interés
egoísta pasivo); el “interés por el otro” y el “interés pasional”, o dirigido a una actividad placentera (Caillé,
2010, p. 30). El referido autor francés denomina a los efectos de escapar al discurso hegemónico sobre el
interés, al interés altruista, como amancia, “modalidad simpática” de la empatía.
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Es bastante obvio, además, que una buena parte de nuestros comportamientos económicos no están
guiados por la maximización de utilidades, sino que están permeados por una serie de pautas morales.
Veamos a continuación, entonces, cómo se entronca la economía con la solidaridad.
1.3 La solidaridad Para definir a la solidaridad, proponemos partir de su etimología. Solidaridad proviene del latín solidum,
que se refiere a cómo las partes cuando se unen se “solidifican”, esto es, se hacen más fuertes. Este
concepto de la solidaridad, por tanto, nos remite a la importancia del asociativismo y de la cooperación. El
mensaje aquí es claro: también podemos generar experiencias económicas si nos juntamos con otros y
compartimos lo que tenemos. Justamente esta raíz de la
solidaridad es la que ha dado lugar a las experiencias
asociativas y cooperativas que luego analizaremos: las
cooperativas, asociaciones, comunidades de trabajo,
mutuales y otros formatos solidarios son ejemplos de
cómo las partes (en este caso las personas) cuando se
juntan pueden “hacer economía” (satisfacer sus
necesidades combinando sus recursos) con una
racionalidad propia (figura 2).
Pero la solidaridad también da lugar a una segunda variante en su definición que no recoge su etimología
pero sí su uso habitual por parte de las personas. La solidaridad, además de “asociatividad” y
“cooperación”, genera otros significantes, como es el caso de sentimiento de pertenencia más allá de los
intereses personales. Desde este punto de vista, la solidaridad hace referencia a la empatía y al altruismo.
Podemos definir la empatía como la capacidad de sentirnos afectados por los demás. Implica, por tanto,
dejar de pensar por un instante en nosotros mismos y pensar en las necesidades del otro (altruismo), sin
que ello signifique dejar de ser nosotros mismos o incluso despreocuparnos de nosotros mismos.
En la década de los noventa, una serie de investigaciones de neurobiología en Italia y EUA lograron
encontrar en nuestro cerebro unas neuronas (neuronas espejo) que son las que explican nuestra capacidad
de empatía. “Esencialmente, la neurona es parte de una red que te permite ver el mundo ‘desde el punto
Figura 2. Solidaridad (del latín solidum) se refiere a la fuerza
de la asociatividad
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de vista de otra persona’, de ahí el nombre ‘neurona espejo’” (Ramachanddran, 2006, en Olson, 2008).
Esto demuestra que tenemos una tendencia natural y biológica a sentir empatía y entablar vínculos
solidarios con los demás seres: cuando nos “con-movemos” por el otro, nos movemos hacia el otro,
procurando auxiliarlo aún a nuestro costo .
Esto, como es de imaginar, tiene enormes implicancias económicas, pues si somos capaces de sentir algo
por los demás (“ponernos en los zapatos del otro”), entonces seremos capaces de crear instituciones y
experiencias económicas (incluso empresas) que no tengan como propósito obtener sólo una gratificación
individual, sino perseguir un fin social. Dos ejemplos de este tipo de instituciones de economía solidaria
son la banca ética (figura 3) y el comercio justo. Una persona que decide colocar sus ahorros en un banco
ético lo hace a sabiendas de que probablemente recibirá menos interés respecto a un banco tradicional,
pero está dispuesto a hacerlo pues sabe que esos ahorros estarán destinados a financiar proyectos
sustentables social y ambientalmente. Un
consumidor responsable, mientras tanto, compra un
producto del comercio justo sabiendo que un
producto similar puede encontrarse en el mercado a
menor precio. Sin embargo, está dispuesto a pagar
más pues reconoce en ese un producto elaborado en
el marco de una serie de garantías sociales y
ecológicas.
Resulta evidente entonces que el “interés egoísta” no
guía todas nuestras acciones. Caillé (2010) dice:
Puede verse que hay aquí algo forzado. Sin duda, el interés amoroso, por ejemplo, es
extremadamente “egoísta”, pero también es extremadamente “altruista”, está
constitutivamente abierto a la alteridad. Y los “intereses de gloria”, los que en el caso del
ethos aristocrático o del amor a la patria impulsan a arriesgar la vida, están
manifiestamente en las antípodas del afán de autoconservación que el discurso del
interés suele ubicar en la raíz del interés egoísta (p. 27).
Figura 3. La banca ética como ejemplo de economía solidaria que
persigue un fin social / Fuente de la imagen:
http://www.economiasolidaria.org/files/imagecache/image_node/
bancaEtica.jpg
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Resumen 1: Partiendo del reconocimiento de un aparente oxímoron en nuestro objeto de estudio,
hemos visto cómo la ciencia económica debe recuperar sus dimensiones sustantivas elaborando una
teoría que pueda dar cuenta de la solidaridad en el plano de las relaciones y los factores económicos.
Resumen 2: Karl Polanyi introduce la distinción entre la economía formalista y la economía
sustantivista, reconociendo en la actualidad una “falacia economicista”.
Resumen 3: La solidaridad (del latin solidum) puede entenderse desde dos puntos de vista con
importante impacto en nuestros comportamientos económicos, a saber: a) como la acción de
organizarse colectivamente para satisfacer nuestras necesidades, y b) como la acción de trascender
nuestras propias necesidades y pensar en el otro (altruismo). Ambos puntos de vista han dado origen
a diferentes expresiones de la economía solidaria.
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Objetos de Información Nombre del OI Descripción del OI
Entrevista a Luis Razeto
http://www.dailymotion.com/video/xfi768_ent
revista-luis-razeto-1%C2%AAparte_creation
En esta entrevista el profesor Luis Razeto analiza
algunas de las principales características que asume
la economía solidaria y sus desafíos en las actuales
condiciones socioeconómicas.
Texto: The economistics fallacy
Capítulo 1 de la obra The Livelihood of Man, de Karl
Polanyi, en la que desarrolla su tesis sobre la falacia
economicista.
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1 . El aporte de la antropología
económica
2.1 Introducción En las actuales sociedades contemporáneas nuestros comportamientos económicos están muy lejos de
guiarse siempre por una racionalidad de tipo solidaria. Las motivaciones por obtener ganancias, las
estructuras empresariales montadas para maximizar utilidades, la construcción de tipos ideales de corte
individualista, el predominio de una cultura de la competitividad permanente o cierto sistema que lleva a
una íntima unión entre consumismo y producción desenfrenada, como se comprenderá, terminan
componiendo un mercado determinado con predominio de la lógica del sector privado capitalista. Aún así,
no todos nuestros comportamientos, motivaciones, estructuras empresariales y racionalidades responden
al modelo hegemónico.
En este tema veremos cómo el estudio de los comportamientos económicos en los pueblos ágrafos y en
las civilizaciones antiguas resulta de gran utilidad para descartar la falsa idea liberal —difundida sobre todo
a partir del siglo XVIII— según la cual, en materia económica, el comportamiento humano natural consiste
en dejarse llevar por las pasiones egoístas en general y por la búsqueda de las ganancias en particular.
También dejaremos la puerta abierta para comprender que las formas y fórmulas de hacer economía en la
Antigüedad siguen vigentes de algún modo en las sociedades contemporáneas o, como señala Colomer
Viadel: “En consecuencia, en el núcleo del pensamiento occidental, este concepto de reciprocidad está vivo
y paralelo a como existe en otras culturas y civilizaciones consideradas ´primitivas´” (Colomer y Verano,
2011, p. 13).
Uno de los autores que contribuyó a descartar esta visión ideológica es Karl Polanyi. Ante el nuevo avance
de lo mercantil , sus análisis críticos respecto a las características del mercado autorregulado de finales del
siglo XVIII y principios del siglo XIX vuelven a consideración de la academia. Polanyi es uno de los autores
clave para entender cómo fue surgiendo ese comportamiento competitivo mercantilista, que se pretendió
declarar como normal.
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2.2 La tesis de Polanyi La tesis de Polanyi, divulgada especialmente en su texto clásico de 1944, The Great Transformation, es que
en la historia de las civilizaciones y los pueblos antiguos, la economía está sumergida por regla general a
las relaciones sociales que ocurren entre los hombres. En ese sentido, tanto en una pequeña comunidad
como en una vasta sociedad despótica, el sistema económico será administrado por motivaciones no
económicas.
En las comunidades tribales, por ejemplo, el interés económico de los individuos es raramente
predominante, pues la comunidad protege a todos sus miembros con el alimento suficiente. Además, el
mantenimiento de los lazos sociales pasa a ser fundamental, ya que si el individuo viola el código de honor
o de generosidad aceptado, provocará su destierro y separación de la comunidad. Este es un elemento que
pesa para que el sujeto no piense en términos individualistas. A ello se agregan las actividades comunales
como la obtención de alimentos de la pesca común, o la participación en el botín de alguna expedición
tribal remota y peligrosa. El premio otorgado a la generosidad del individuo hacia la comunidad es tan
grande en términos sociales (prestigio), que no es razonable otro tipo de motivaciones.
En eso parecen convenir los etnógrafos modernos al señalar algunas características comunes a las
sociedades preindustriales como la ausencia de motivación de ganancia o motivaciones específicamente
individualistas en el campo económico.
En tales circunstancias, siguiendo a Polanyi, las relaciones económicas no estaban aún basadas en el
mercado autorregulado, sino que hegemonizaban dos tipos de relaciones económicas: la reciprocidad y la
redistribución. El primer tipo, dice Polanyi, es de mayor uso en las relaciones familiares, y el segundo en el
ámbito social o comunitario. Aquí debemos señalar, sin embargo, que ambas son visibles en circunstancias
diversas en el ámbito comunitario. La gran diferencia radica en que el segundo es fundamental ante la
presencia de un poder central encargado de recibir y luego distribuir. Surgen así las tareas de
almacenamiento y acumulación necesarias para la supervivencia en tiempos difíciles.
La refinada administración económica basada en esas relaciones sólo es posible con el auxilio de patrones
como el de la simetría y la centralidad.
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En ese sentido es que la reciprocidad ha tenido un mayor desarrollo en condiciones de simetría, y la
redistribución, de acuerdo con el patrón institucional de la centralidad, que provee un procedimiento para
la recolección, el almacenamiento y la redistribución de bienes y servicios.
En resumidas cuentas, las comunidades que operan de acuerdo con estos tipos de relaciones no tienen en
cuenta el concepto de beneficio; despreciarán el regateo; aclamarán como virtud la donación, y no
aparecerá la propensión a trocar e intercambiar. Esto no debe llevar a confusiones en el sentido de que
solamente una sociedad simple puede basarse en las relaciones de reciprocidad y redistribución. En ese
sentido, el anillo de Kula, en la Melanesia Occidental, basado en el principio de la reciprocidad, es una de
las transacciones comerciales más refinadas que conoce la civilización humana (Polanyi, 2000), en tanto la
redistribución ha estado presente a escala gigantesca, por ejemplo en la civilización egipcia:
Las Islas Trobriand pertenecen a un archipiélago que forma aproximadamente un círculo,
y una parte importante de la población de este archipiélago dedica una parte considerable
de su tiempo a las actividades del comercio Kula. Lo describimos como un comercio,
aunque no hay ningún beneficio involucrado, ya sea en dinero o en especie; los bienes no
se atesoran ni se poseen permanentemente; los bienes recibidos se disfrutan
regalándolos; no hay regateo, ni pago en especie, ni trueque ni intercambio; y todos los
procedimientos están enteramente regulados por la etiqueta y la magia. Sin embargo,
hay comercio, y los nativos de este archipiélago emprenden periódicamente grandes
expediciones para llevar algún objeto valioso a quienes viven en islas situadas en la
dirección de las manecillas del reloj, mientras que otras expediciones llevan otra clase de
objetos valiosos a las islas del archipiélago situadas en la dirección opuesta. A la larga,
ambos conjuntos de objetos —pulseras de conchas blancas y collares de conchas rojas de
fabricación artesanal— circularán por el archipiélago, en un trayecto que puede durar
diez años. Además existe en Kula, por regla general, socios individuales que se reciprocan
los regalos Kula con pulseras y collares igualmente valiosos [...] En el comportamiento
social domina la reciprocidad, no la propensión al trueque. Sin embargo el resultado es
una organización estupenda en el campo económico (pp. 78-79).
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En materia de redistribución, esta tiene lugar en diferentes sistemas de organización económica. En ese
sentido, se puede apreciar la vigencia de este tipo de relacionamiento económico en regímenes tribales,
ciudades-Estado, el despotismo, e incluso el feudalismo. El centro encargado de la recepción y posterior
distribución será, en esos casos, el jefe, el templo, el déspota o el Señor. En todos estos casos la motivación
será diferente: irá desde la repartición voluntaria en las comunidades tribales, hasta el miedo al déspota,
etcétera.
Luego Polanyi nos habla de un tercer principio, cual es el principio que llama del hogar, que consiste en la
producción para el uso propio. Este tipo de relacionamiento económico, lejos de ser anterior a los de
reciprocidad y redistribución (nunca se demostró que el hombre primitivo fuera individualista), es propio
de sociedades agrarias más avanzadas. A pesar de ello, no primaba allí la motivación de la ganancia. Su
patrón en este caso es el grupo cerrado, y por ello puede incorporar desde grupos cerrados y despóticos
como la familia romana, o democráticos como la organización interna de la zadruga de los esclavos sureños,
etcétera.
En definitiva, entonces, los sistemas conocidos hasta el final del feudalismo en Europa Occidental se
basaron en alguno de los tres principios señalados, o en alguna combinación de ellos.
En el siglo XVIII, sin embargo, la literatura económica comienza a legitimar las prácticas mercantiles, siendo
la obra de Adam Smith la más representativa. En este contexto las relaciones económicas ajenas a la
racionalidad del intercambio (compra-venta) comienzan a ser desatendidas, en tanto el mercado
necesitaba difundir al máximo los comportamientos que no implicaran sustento comunitario o moral.
En otros términos, la lógica mercantil de intercambios se vería fuertemente comprometida si compradores
y vendedores sólo negociaran partiendo de vínculos preestablecidos.
2.3 Otras contribuciones Más allá de las diferencias generadas en el debate entre formalistas y sustantivistas, la perspectiva de
Polanyi viene de la mano de las posturas de otros grandes antropólogos como Thurnwald, para quien “el
aspecto característico de la economía primitiva es la ausencia de todo deseo de obtener beneficios con la
producción o el intercambio”. Malinowski, por su lado, señalaría en su obra Argonauts of the Western
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Pacific, que “la ganancia, que es tan frecuente para el estímulo del trabajo en las comunidades más
civilizadas, jamás actúa como un impulso para trabajar bajo las condiciones nativas originales” (Malinovsky,
en Polanyi 2000, p. 85). En su obra llamaría a los economistas a rechazar, de una vez por todas, la teoría
del homo oeconomicus aplicada al hombre primitivo.
La matriz comunitaria y solidaria de los comportamientos económicos en la Antigüedad también queda
visible en las elaboraciones del antropólogo francés Marcel Mauss (figura 4). Para el autor de Ensayo sobre
el don, la entrega de regalos en las culturas antiguas siempre implicaba la obligación de corresponder por
parte de quien lo recibiera, estableciéndose de esta manera un ritual muy eficiente de distribución y
circulación que diversos autores (Mandelbaum, Malinowski, el propio Mauss, etcétera) han catalogado
como relaciones de reciprocidad. En estos casos, las
motivaciones económicas estaban subsumidas a las
sociales, entre las cuales están el estatus, las relaciones
familiares, lo cultural y religioso, etcétera. Notemos
entonces cómo, desde los primitivos regalos, se
establecían verdaderos circuitos de circulación de
bienes y servicios que durante muchos siglos operaron
como básicos para la satisfacción de múltiples
necesidades.
Esto sucedía, por ejemplo, entre diversas tribus de las
colinas de Nilgiri, en la India (Herskovits, 1954). Allí convivían los Kotas, quienes ejercían de músicos y
artistas para los tres pueblos circundantes: los Todas, que vivían del pastoreo, los Kurumbas, que vivían en
la selva, y los Badagas, dedicados a las tareas agrícolas. En estas circunstancias funcionaba a la perfección
la circulación de bienes y servicios producidos en cada uno de los pueblos. Es así como los Todas proveían
a los Kotas de aceite de manteca y de búfalos. Los Kotas, a su vez, recíprocamente le suministraban a los
Todas vasijas y cuchillos, además de servicios musicales, indispensables para las ceremonias y rituales; lo
mismo entregaban a los Badagas, recibiendo de estos granos para la alimentación. Los Kurumbas, por su
parte, a cambio de lo mismo, entregaban miel, cañas y frutos, además de otro servicio fundamental para
sus costumbres: virtuosos en el arte de la brujería, los Kurumbas ofrecían sus valiosos servicios de
Figura 4. Marcel Mauss, autor del Essai sur le don. Forme et
raison de l'échange dans les societés archaiques (1923)/ Fuente de
la imagen: http://www.filosofico.net/mauss.htm
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protección sobrenatural. En este caso observamos cómo todos los pueblos se veían beneficiados por las
relaciones de reciprocidad, que en este caso tenían una base familiar importante.
En el sudeste de Nueva Guinea, la antropóloga Laura Tueting estudió a mediados de la década del treinta
el complejo sistema de intercambios existente en Melanesia. Allí tienen lugar intercambios ceremoniales
de mercancías de gran valor, como lechones, adornos de conchas y canoas. Por su lado, otros bienes
básicos se intercambian por medio del trueque. Cuando tienen lugar los regalos, en Malekula, a nadie se
le ocurriría no retribuirlo, de manera que los antropólogos consideraban el regalo como una verdadera
inversión especulativa. De tal forma lo anterior, que se ha señalado en esas circunstancias que devolver
algo del mismo valor es bastante para evitar una desgracia; sin embargo, si la finalidad es esperar que se
hable bien del oferente, debe devolver algo de mayor valor. Estas reglas de cortesía en el sistema de
reciprocidad han tenido lugar en varias culturas de todo el mundo asumiendo diversas fórmulas, entre las
cuales las detectadas por F. McCarthy son:
Regalos impuestos por obligaciones de parentesco.
Regalos hechos para liquidar agravios o saldar las deudas nacidas de una ofensa inferida o de un delito cometido por un individuo o por un grupo.
Cambios de regalos sobre una base de reciprocidad, para corresponder a un servicio (por ejemplo, para poder extraer almagra o piedras, para tener acceso al agua en sitios áridos, para participar en una fiesta o recompensar a un tutor durante el periodo de iniciación) o a cambio de un regalo de objetos transportables, que puede ser de idéntico carácter.
Intercambio de regalos tipo Merbok, en el que los objetos pasan de una parte a otra en una serie de grupos locales diferentes, pudiendo retenerse tan solo por cierto tiempo (McCarthy, 1938, en Herskovits, 1954, p. 153).
Sin duda los amplios estudios registrados en la zona de la Polinesia son testigos de la importancia que
tenían las relaciones de reciprocidad con base en regalos. En Mangania, por ejemplo, el estatus social lo
otorgaba la cantidad y calidad de regalos ofrecidos por la familia de la novia a los parientes del novio,
quienes, a su vez, debían devolver la gentileza un tiempo después, mediante una nueva fiesta, la cual debía
ser siempre más espectacular que la primera.
Las instituciones que regían en numerosas culturales del norte y sur de nuestro continente también han
sido muy estudiadas. Quizá las de mayor desarrollo académico, en virtud de las vastas investigaciones
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realizadas, hayan sido las vinculadas a las ceremonias del potlatch entre las tribus de la costa noroeste de
Norteamérica.
El potlatch consiste en un reparto ceremonial de obsequios practicado por los pueblos kwakiutl, indígenas
americanos de la costa del Pacífico desde Oregón hasta Alaska, en Estados Unidos.
La ceremonia del potlatch tenía lugar con ocasión de las bodas y las defunciones acaecidas en la familia del
anfitrión. El ritual se iniciaba con el baile, el banquete y las alocuciones. El anfitrión repartía entonces los
obsequios, por lo general en forma de alimentos y pieles, y después podía proceder a destruir dinero e
incluso abusar verbalmente de sus huéspedes a fin de demostrar su superioridad económica y social.
Los invitados que habían sido obsequiados estaban obligados, por su lado, a celebrar más adelante una
fiesta análoga ofreciendo regalos de un valor superior a los recibidos, con el propósito de manifestar su
propia superioridad y prestigio.
La entrega ceremonial de regalos también ha sido fundamental entre las culturas del alto Missouri, como
testimonian Denig y Herskovits (1954):
Un indio nunca entrega nada si no espera recibir algo a cambio o sin algún otro motivo
interesado. Si uno ve a otro en posesión de un caballo fino que le gustaría adquirir,
aprovechará la ocasión de cualquier fiesta o danza para regalarle públicamente una
escopeta u otro objeto de valor, ensalzando su valentía, elogiando su liberalidad y
procurando darle a entender su mira con diversas alusiones, aunque sin mencionarlo
directamente. Dejará pasar algunos días, y si el otro no corresponde con el caballo, le
pedirá que devuelva su regalo, consiguiéndolo siempre (p. 158).
Por su lado, tomando ciertas investigaciones sobre la cultura cric, Swanton señala cómo el intercambio de
regalos era el sistema más importante de circulación de bienes. Citando a Bartram (en Herskovits, 1954)
expresa:
Si una persona va a la casa de otra y necesita algo que ve allí, dice: necesito tal o cual cosa,
se considera simplemente como una manera amable de pedirlo, y la petición es
concedida, sin la menor ceremonia o emoción, a sabiendas de que, cuando el momento
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se presente, aquella persona estará dispuesta a devolver el favor de la misma manera
amistosa y generosa. La lógica observada en estos casos es cómo el intercambio se realiza
no entre objetos de igual valor, sino aproximadamente (p. 159).
Otras prácticas de circulación de bienes en las que lo económico está subsumido a lo social las
encontramos, por lo general, en los rituales de matrimonio, caso de la institución entre los pueblos pastores
del África Oriental, conocido como “precio de la novia” o “riqueza de la novia”. En estos casos se observa
la mayor importancia dada a las relaciones mutuas y a lo ceremonial y cultural sobre la mera racionalidad
económica. Esto se observa fundamentalmente habida cuenta de la escasa importancia reservada a las
relaciones entre el volumen de los bienes intercambiados, su proporción, etcétera.
2.4 La reciprocidad en las sociedades
modernas Los comportamientos económicos basados en una racionalidad más instrumental vendrán en contextos de
menor densidad comunitaria. Eso explica, por ejemplo, que el comercio, tal como lo entendemos hoy en
día, nace con los intercambios a distancia, antes que en los medios locales.
La economía plural parte de la constatación de que en los actuales mercados determinados operan las
diferentes relaciones económicas y que aquellas de carácter más solidarias, a pesar de estar subvaloradas
por la teoría económica hegemónica, siguen teniendo un muy importante peso en nuestras economías.
Por ejemplo, el comportamiento que Mauss (2009) definió en su momento como “don”, lejos de ser
característico sólo de pueblos primitivos, también está presente, y jugando un rol preponderante, en
nuestras economías.
En el mismo sentido, Temple (2004) se refiere a un “mercado de la reciprocidad”. Asimismo, y a pesar de
la embestida neoliberal de los últimos años, los mecanismos redistributivos todavía siguen teniendo una
gran incidencia en nuestras economías. La existencia de estos y otros comportamientos que no obedecen
a la lógica utilitarista, merecen un detenimiento desde las ciencias económicas y sociales contemporáneas.
En las últimas décadas, las ciencias económicas se han enfocado, por lo general, a analizar una forma
concreta de circulación para referirse exclusivamente a los flujos del mercado de intercambios y, más
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concretamente aún, a aquellos que tienen lugar por medio del dinero. Smelser (1965), por ejemplo, aún
confundiendo dentro de la categoría de intercambios a numerosas relaciones económicas, es consciente
de la limitación de la teoría económica para dar cuenta de las numerosas expresiones en materia de
circulación:
Nuestra exposición durante dos siglos de pensamiento económico nos ha llevado
frecuentemente a suponer que el intercambio de bienes económicos y servicios ocurre en el
mercado. Sin embargo, aun en nuestra sociedad dominada por el mercado debemos aceptar
varias formas de intercambio que impiden el análisis mediante las categorías económicas
tradicionales de la oferta y la demanda, los precios, los intereses, utilidades, rentas y cálculos
racionales de ganancias económicas (p. 172).
2.5 Las relaciones económicas Una mirada a lo que realmente sucede en nuestros mercados determinados nos obliga a precisar la teoría
microeconómica de la circulación, estableciendo, identificando y conceptualizando diversos tipos de
relaciones económicas, esto es, aquellas relaciones “que se establecen entre los distintos sujetos
económicos, cuando entre ellos fluyen o se transfieren bienes (factores o productos), en cualquiera de los
momentos del circuito económico y como resultado de la actividad de alguno o de varios sujetos” (Razeto,
1988, p. 247).
Estas relaciones económicas, entonces, refieren a la forma en como fluyen, se asignan y distribuyen los
bienes y servicios en la sociedad. Una manera correcta de teorizar estas relaciones económicas debería
incorporar el análisis de los siguientes componentes:
Sujetos
Elementos
Dirección de los bienes o servicios
Motivación
Contexto
Es así entonces como, con base en las elaboraciones de Razeto, podemos distinguir algunas de las
siguientes relaciones económicas:
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Relaciones de reciprocidad: relaciones bidireccionales sin equivalencia formal con transferencias a menudo separadas en el tiempo, motivadas por normatividad integradora y en contextos sociales abiertos realizada por sujetos vinculados socialmente. Ya hemos hecho referencia anteriormente a algunos ejemplos.
Relaciones de cooperación: relaciones bidireccionales, de carácter vertical, con transferencias a menudo separadas en el tiempo, motivadas por factores asociativos en contextos cerrados realizadas entre asociados y ente organizacional. Es el caso de los aportes realizados por los socios a una cooperativa y la devolución que esta hace en servicios o eventualmente distribuyendo utilidades a prorrata del aporte de cada uno.
Relaciones de comensalidad: relaciones pluridireccionales entre distintos sujetos que constituyen un grupo humano integrado por vínculos familiares, religiosos, sociales, culturales, etcétera. En estos casos, los bienes fluyen libremente en términos de compartir, distribuir y utilizar en función de necesidades individuales o comunes.
Relaciones de redistribución: relaciones bidireccionales verticales entre una parte que tributa y otra (centro de poder) que distribuye. La motivación del sujeto A puede ser coercitiva (por ejemplo tributos al Estado) o culturalmente aceptada (por ejemplo, entrega de ofrenda), en tanto que el sujeto B puede comportarse de manera regresiva (regímenes despóticos) o progresiva (regímenes que incorporan justicia distributiva).
Relaciones de donación: relaciones unilaterales por las cuales una parte (donante) transfiere a otra (beneficiario) un bien o un servicio, con la deliberada intención de lograr determinado efecto positivo en la contraparte, sin esperar por ello algo a cambio. Aplicable a contextos cerrados (familia) o abiertos (sociedad en general).
Relaciones de Intercambio: relación bidireccional entre un sujeto comprador y un sujeto vendedor en la que se transfieren equivalencias en proporciones libremente pactadas en contextos mercantiles. Según su efecto, podemos clasificarlas en:
Relaciones integradoras: reciprocidad, cooperación, donación.
Relaciones competitivas y de negociación: intercambio.
Relaciones de subordinación: redistribución.
Ya habíamos visto con Polanyi cómo hasta la Revolución Industrial primaron las relaciones de reciprocidad
y redistribución, además de las relaciones domésticas, luego opacadas por las relaciones de intercambio.
La irrupción de la donación como objeto de análisis por parte de la literatura ha sido más tardía. En esta
materia podemos mencionar la obra pionera de Kenneth Boulding, sobre finales de los sesenta, quien
fundara, junto con otros investigadores, la Association for the estudy of the grants economy, y publicara
su The economy of love and fear: A preface to grants economy (Boulding, 1976).
¿Por qué la economía no le ha prestado la suficiente atención a este fenómeno? No es que se los
desconozca, ya que obviamente a nadie escapa la importancia de los dones o la reciprocidad en la
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economía moderna. Sin embargo, son escasas sus referencias entre los economistas, y más aún la
elaboración de teoría.
En un artículo de 1974, Paul Samuelson (1984) sentenciaba: “A lo largo de mi vida me han ofrecido muchas
cosas gratuitas... y no sólo en mi primer año de existencia” (p. 16). En otro artículo publicado por Newsweek
un año antes de ser merecedor del Premio Nobel de Economía (1970), contradiciendo según él las
enseñanzas recibidas en la Universidad de Chicago, el citado autor negaba el principio de que todo tiene
precio: “¿No hay nada gratuito? Qué disparate. Una ley científica con sólo cuatro billones de excepciones.
Si fuese verdad eso, ningún miembro de la especie humana sobreviviría ni siquiera una semana (p. 19).
De esa manera, Samuelson (1984) pasa a legitimar el uso de la palabra amor en el análisis económico:
Me refiero, por supuesto, al amor no en el sentido griego de eros, sino más bien de ágape,
que se define como “amor espontáneo y altruista que se expresa libremente sin cálculo
de coste o de ganancia para quien lo otorga o de mérito en quien lo recibe” (p. 20).
Con esto, se distancia de la doctrina más recibida por los economistas, según la cual, en definitiva, el mundo
será de los egoístas y de quienes sepan sacarle una ventaja a los demás.
Desde esta postura, el egoísmo es tanto parte del mercado como el altruismo, la solidaridad y el amor.
Estos valores se expresan en categorías económicas: intercambios, por un lado, y donación, reciprocidad y
redistribución, por el otro.
Desconocidas por la economía convencional en sus análisis mercantiles, sin embargo, constituyen una
relación absolutamente fundamental en cualquier mercado.
Las donaciones materiales, las relaciones de gratuidad, el trabajo voluntario, etcétera, son expresiones en
tal sentido, que aportan su cuota de integración y solidaridad a los mercados determinados. El vínculo de
este mecanismo económico con la reciprocidad descrita por Polanyi es evidente, pues las relaciones de
gratuidad van generando una “espiral de generosidad” (Godbout, 1999) con impactos insospechados. Aún
así, a diferencia de lo que ocurre en los estudios más enclavados en la antropología, debemos distinguir
ambas categorías de análisis por sus características específicas en materia de circulación microeconómica.
En esta tesitura, dice Pelligra (2006), “hay que distinguir, antes que nada, entre la actividad de intercambio
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de dones o gift-giving, y el dar gratuitamente” (p. 84), aunque deberíamos decir “reciprocar dones” antes
que “intercambiar dones” a los efectos de evitar la categoría de análisis más propia del intercambio
capitalista.
Muchos de los trabajos sobre “el tercer sector”, sobre todo los de origen anglosajón, han hecho hincapié
en este “nuevo” fenómeno que implica la puesta en movimiento de enormes masas de dinero, además de
bienes y servicios con sentido de gratuidad. Capítulo aparte merece el trabajo voluntario de millones de
personas que dedican una parte de su tiempo a causas no atendidas por las meras relaciones de
intercambios.
Como se dijo antes, este fenómeno de las relaciones ajenas al cálculo mercantil (tanto la reciprocidad como
la donación) no es novedoso, sino que forma parte de las culturas económicas de todos los pueblos
autóctonos. Para el caso latinoamericano debemos citar la importancia de instituciones como la minga, el
ayllu, el ayni, el jopói o la tupambae. En Europa, las experiencias medioevales de cofradías, hermandades
y misericordias también nos recuerdan cómo el trabajo con sentido comunitario y entregado de forma
gratuita consolidaba verdaderas instituciones de asistencia antes que se generalizara el contrato de trabajo
y se entendiera este como mercancía —mercancía ficticia al decir de Polanyi— y antes de que se
consolidara el Estado de bienestar y por esa vía se procediera a atender determinadas necesidades bajo
criterios de redistribución económica.
En definitiva, cuando ponemos el acento en “la solidaridad en la economía” deteniéndonos en los actos y
comportamientos antes que en las organizaciones, descubrimos que la generosidad y el altruismo son tan
normales como el acaparamiento y el egoísmo; descubrimos que la mayoría de nuestros actos cotidianos
están orientados no a maximizar nuestras utilidades sino a comportarnos solidariamente (en primera
instancia con nuestras familias), y apreciamos cómo este desprendimiento genera espirales que terminan
potenciando la reciprocidad. Y esto es posible pues, como señalaba Polanyi, aún en las civilizaciones
contemporáneas la economía sigue en buena medida subsumida (embedded) a la sociedad.
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Resumen 2: Los aportes de la antropología económica sustantivista se entroncan con las
elaboraciones de Marcel Mauss, destacando relaciones económicas más allá de las de intercambio
que imperan en las actuales circunstancias.
Resumen 3: En nuestras economías contemporáneas es posible reconocer diversas relaciones
económicas, entre las cuales están intercambios, reciprocidad, donación, redistribución,
comensalidad, cooperación, etcétera.
Resumen 1: Según Polanyi, en las sociedades antiguas se observa por regla general que la
economía se encuentra subsumida (embedded) a las normas sociales. La motivación por la
ganancia, por ejemplo, encontraría su caldo de cultivo con el cambio de valores operado en la
transición hacia la Revolución Industrial.
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Objetos de Información Nombre Descripción
Artículo de profesor Carusso sobre la obra
de Boulding:
www.webasa.org/Pubblicazioni/Caruso_2
005_3.pdf
En este artículo de 10 páginas escrito por el
profesor Carusso, se resumen las principales
características de la obra de Boulding,
especialmente de su texto más importante: The
Economy of Love and Fear.
Video:
http://www.youtube.com/watch?v=Pan1
60lYlyE
En este video de Educatina se exponen los
diferentes tipos de reciprocidad que plantea el
notable antropólogo Marshall Sahlins.
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2 .Niveles de análisis: la solidaridad en
la economía y la economía solidaria
3.1 Introducción Nuestro punto de partida en este tema es la distinción conceptual entre la solidaridad en la economía y la
economía solidaria. Mientras que esta última remite a un particular sector económico que entronca con
un movimiento de ideas y un paradigma teórico, la primera se refiere al conjunto de comportamientos
solidarios que es posible advertir en nuestras economías y mercados por parte de sujetos y unidades
económicas con cierta independencia respecto al sector que integran. Como explicamos en el tema
anterior, estos comportamientos responden al principio económico de la reciprocidad destacado por
Polanyi, así como otras relaciones económicas solidarias, como es el caso de las donaciones, mayormente
estudiadas por Mauss.
Por sector económico entenderemos aquella clasificación de las unidades económicas participantes en el
mercado determinado, que por sus características ameritan diferenciarlas respecto al comportamiento de
otras unidades (Guerra, 2012, p. 99).
Entendemos por solidaridad en la economía al conjunto de comportamientos económicos basados en los
valores de solidaridad, cooperación, altruismo, gratuidad y ayuda mutua, entre otros, incluso si estos no
logran transformarse en instituciones.
Es bastante obvio que una buena parte de nuestros comportamientos económicos no están guiados por la
maximización de utilidades, sino que están permeados por una serie de pautas morales. A continuación
expondremos cómo factores biológicos y culturales explican que muchos de nuestros comportamientos en
la economía tengan una base solidaria.
3.2 Bases biológicas y culturales de la
solidaridad en la economía
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Con las neuronas espejo vimos cómo cierto sentido moral responde a nuestra naturaleza biológica,
naturaleza que además compartimos con el reino animal. Las pioneras investigaciones lideradas por Frans
de Waal y realizadas con monos bonomos (luego aplicadas en delfines y elefantes) afirman que estos son
capaces de manifestar altruismo, generosidad y entrega, lo que hecha por tierra las versiones darwinistas
sobre la naturaleza humana (De Waal, 2011). Por ejemplo, ¿sabemos que algunos pequeños monos
sometidos a una investigación caían en el abatimiento al notar que sus acciones habían infringido dolor a
algunos de sus congéneres? La compasión y la empatía llevan a animales y personas a actuar de manera
altruista. En la naturaleza biológica también encontramos un segundo nivel de interés por el otro: la
cooperación. Ya estudiadas en su momento por el príncipe de Kropotkin, las prácticas cooperativas de
abejas u hormigas avergonzarían a más de un humano. Y es que numerosas especies animales han
descubierto que, de manera cooperativa, las posibilidades de sobrevivir, como mínimo, aumentan. Es
cierto que, desde el punto de vista científico, la obra de Kropotkin puede ser cuestionada. Aún así, en
esencia, su llamado a pensar la ayuda mutua como factor fundamental en la evolución de las especies
animales y de la humanidad presenta plena vigencia. Jugó en su momento, y juega en la actualidad, un rol
fundamental para oponerse a la tesis individualista —fundante del capitalismo— según la cual siempre nos
movemos pensando en términos egoístas: en un mundo tan competitivo —se esgrime desde la lógica
individualista— los más aptos para sobrevivir son los más fuertes; aquí no hay lugar para los débiles y
vulnerables. Contra esta versión maltusiana de la economía, textos como los de Kropotkin vienen a nuestro
auxilio para mostrarnos cómo las especies aún débiles, si la analizamos en su individualidad, pueden
volverse fuertes cuando se asocian y se ayudan mutuamente. Observemos en el siguiente pasaje cómo
Kropotkin (2009) advierte —incluso en el terrible marco de la Primera Guerra Mundial (el texto que
reproducimos es de 1914)— algunos comportamientos económicos que desmienten la idea de que sólo
actuamos guiados por nuestras pasiones egoístas:
Las mujeres campesinas que al ver a los exhaustos prisioneros de guerra alemanes y
austriacos caminar trabajosamente por las calles de Kiev, les ponen en las manos pan,
manzanas y ocasionalmente una moneda de cobre; los miles de mujeres y hombres que
asisten a los heridos, sin hacer distinción alguna entre amigo y enemigo, oficial o soldado;
los campesinos franceses y rusos —los ancianos y las mujeres dejados atrás en sus aldeas—
que deciden en sus asambleas arar y sembrar los campos de los que están «allá», bajo el
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fuego enemigo; las cocinas cooperativas y las popottes communistes que afloraron por toda
Francia; la ayuda espontánea a la nación belga que viene de Inglaterra y Estados Unidos, y la
que le envía el pueblo ruso a la Polonia devastada —empresas ambas que implican tan
enorme cantidad de trabajo voluntario libremente organizado y energía que en ellas se
pierde todo carácter de «caridad», y se convierten en mera colaboración de los vecinos—
todos esos actos y muchos otros similares son las semillas de nuevas formas de vida (p. 4).
Los humanos, por tanto (aún en medio de una guerra, como vimos anteriormente), somos capaces de
comportarnos tanto egoístamente como solidariamente; tanto de manera individualista como de manera
cooperativista. La historia de la economía muestra cómo ambas fuerzas han tenido cabida en las
instituciones y los comportamientos humanos. El propio De Waal termina concluyendo, respecto a la
naturaleza humana, que somos “el gran mono bipolar por excelencia” (De Waal, en Caillé, 2010, p. 76).
Capaces por tanto de ser egoístas y solidarias, nuestras conductas están —además— influidas por las
pautas culturales, sociales y religiosas que vamos creando y recreando en la vida social. Estas pautas son
las que explican ciertas normas de convivencia en materia de relacionamiento económico que contradicen
el paradigma utilitarista. A manera de ejemplo: insistir en pagar un café o una comida cuando invito a
alguien, o negarme a recibir un pago por mis servicios profesionales cuando atiendo un amigo o pariente.
3.3 La economía solidaria y sus tres
dimensiones de análisis La economía no se compone sólo de actos o relaciones económicas como las estudiadas en el tema
anterior: también incluye una dimensión más compleja del acto económico que es la institucionalización
de esos comportamientos. A medida que nos vamos desarrollando como sociedad, vamos creando
organizaciones que asumen diversos roles en materia de producción, distribución, consumo y finanzas. De
esa manera surgen tanto las empresas —y con ellas la discusión política y social acerca de cómo deberían
comportarse— como las teorías o los conceptos analíticos que se construyen para darle cuenta y mejorar
su impacto. Es así como podemos distinguir tres dimensiones de la economía solidaria: como un
movimiento de ideas, como un nuevo paradigma científico y como un tercer sector actuando en nuestras
economías. En todas estas dimensiones la economía solidaria ha mostrado un muy alto dinamismo en el
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mundo entero, aunque con mayor presencia en algunas regiones que en otras. En los siguientes apartados
analizaremos cada una de dichas dimensiones.
3.3.1 La economía como un movimiento de ideas
Como movimiento de ideas, la economía solidaria se ha convertido, por ejemplo, en uno de los principales
movimientos sociales animadores del Foro Social Mundial, logrando traducir su lema “Otro mundo es
posible” por uno más concreto: “Otra economía es posible”. Es así como numerosas organizaciones
sociales, sindicales, eclesiales y de los sectores productivos se han sentido unidos por la necesidad de
mostrar caminos alternativos a los hegemónicos. Son tiempos en los que la autogestión, la recuperación
de empresas, el desarrollo comunitario, las prácticas ecológicas, la soberanía alimentaria, el consumo
responsable, el comercio justo o las finanzas éticas encuentran una interesante y necesaria convergencia
que ha dado lugar a la creación de redes locales, nacionales, regionales y continentales para fortalecer el
movimiento.
Entre las redes nacionales destaca por su alto nivel de
organización y movilización el Foro Brasilero de
Economía Solidaria (FBES) (figura 5), un espacio
promovido desde la sociedad civil en el que convergen
emprendimientos productivos, organizaciones de
promoción y gestores públicos (agentes del gobierno).
En su Carta de principios podemos leer como primera
presentación lo siguiente:
La economía solidaria resurge hoy como rescate de la lucha histórica de los trabajadores,
como defensa contra la explotación del trabajo humano y como alternativa al modo
capitalista de organizar las relaciones sociales de los seres humanos entre sí y de estos
con la naturaleza (FBES, s. f.).
Como se puede apreciar, desde este punto de vista la economía solidaria es considerada como una
alternativa al capitalismo. Esta impronta —de fuerte contenido ideológico aunque se exprese
Figura 5. Movilización del movimiento de la economía solidaria
en la Cumbre de Río de Janeiro, 2012/ Fuente de la imagen:
www.fbes.org.br
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fundamentalmente en el ambiente intelectual de Brasil— ya caracteriza buena parte del discurso de la
economía solidaria en el continente.
También es cierto que el discurso de los actores de la economía solidaria se vuelve más pragmático cuando
se refiere a las prácticas concretas y cuando intervienen políticas públicas que necesariamente deben
ampliar el horizonte para mejorar su captación. Es así como, al momento de definir su campo de acción, la
Secretaría de Economía Solidaria de Brasil, organismo encargado de las políticas públicas, abandona el
léxico de disputa con el capitalismo y recurre a una definición más accesible a la comprensión pública:
La economía solidaria es una forma diferente de producir, vender, comprar e intercambiar
lo que es necesario para vivir. Sin explotar a nadie, sin querer llevar ventaja, sin destruir
el medioambiente. Cooperando, fortaleciendo el grupo, sin patrón ni empleado, cada uno
pensando en el bien de todos y no en su propio bien (Senaes, s. f.).
En esta definición se trata de hacer hincapié en las características prácticas de los emprendimientos de la
economía solidaria. La principal categoría ideológica aquí es cuando se refiere a que no se “explota” a nadie
y no existe la diferencia entre “patrón” y “empleado”. De esta manera, la economía solidaria en Brasil
refiere fundamentalmente al campo de la autogestión, sobre todo de experiencias que se cultivan en los
medios populares como estrategias para enfrentar la pobreza y la exclusión social. Como veremos más
adelante, en otros contextos también forman parte de la economía solidaria organizaciones asociativas
que sí pueden generar en su interior las diferencias entre “patrones” y “empleados”. Se trata, por ejemplo,
de cooperativas de usuarios que para organizarse mejor deben contratar mano de obra. Es de suponer que
este vínculo se hará de forma diferente al de una empresa capitalista, pero eso no siempre sucede así,
como veremos más adelante.
Vista como movimiento de ideas, la principal novedad de la economía solidaria es posicionar un discurso
alternativo en materia de desarrollo humano y económico, fuertemente crítico a los resultados mostrados
por el capitalismo neoliberal. Por tanto, aquí la economía solidaria se utiliza muchas veces como sinónimo
de “economía alternativa” u “otra economía” para hacer énfasis en búsquedas diferentes a las
hegemónicas.
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3.3.2 La economía como paradigma científico
La economía solidaria reúne un conjunto desatacado de académicos que pretenden superar las nociones
más divulgadas sobre la economía y el desarrollo. Aunque las definiciones conceptuales pasan por distintas
expresiones (economía del trabajo, economía solidaria, socioeconomía de la solidaridad, economía social,
etcétera), lo que une estas diferentes denominaciones es la necesidad de crear teoría y categorías analíticas
que puedan dar cuenta de las numerosas manifestaciones económicas que dudosamente podrían ser
analizadas bajo los paradigmas convencionales. Ni el liberalismo ni el marxismo, por ejemplo, son
suficientes para comprender muchos comportamientos económicos basados en la solidaridad, la
reciprocidad o el trabajo asociativo animados no por la maximización de las ganancias sino por la
satisfacción de necesidades humanas. Es así como en los últimos años se han multiplicado las cátedras, los
cursos, las redes universitarias o los trabajos de investigación en la materia. Por ejemplo, la Red de
Investigadores Latinoamericanos en Economía Social y Solidaria (Riless) creó hace unos años un sitio web
con el propósito de “dar fundamento científico y sólidas bases empíricas tanto al pensamiento estratégico
como a las acciones referidas al desarrollo de formas de economía alternativa que vienen emergiendo
durante la última década y media en América Latina” (Riless, s. f.). Además, son varias las redes nacionales
e internacionales de intelectuales y académicos que comparten sus trabajos en congresos, revistas
científicas o eventos con el sector solidario. Maestrías como esta impartida por la Universidad Cooperativa
de Colombia son otro ejemplo del crecimiento que han tenido estos asuntos en la academia.
Los vínculos entre academia y movimiento social son notorios. Por un lado, es significativa la importancia
de las categorías analíticas para dar reconocimiento a un conjunto de prácticas que el statu quo intelectual
menosprecia. A partir del reconocimiento se puede dar un paso más en el análisis: esas prácticas no sólo
manifiestan comportamientos diferenciales con respecto a los hegemónicos, sino que además pueden
verse como demostración de prácticas alternativas. Es aquí donde los análisis de los científicos generan
sintonías con el lema del movimiento social “otra economía es posible”. Por lo demás, son numerosas las
prácticas de extensión universitaria o incubadoras de empresas en las que convergen los analistas con los
promotores y el sector solidario de la economía.
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3.3.3 La economía como tercer sector
En este apartado nos referimos a la economía solidaria
como un tercer sector de nuestras economías, distinto por
sus alcances, instrumentos y racionalidades al sector
capitalista y al sector estatal. Esta idea de un tercer sector
es quizá la más conocida, pues presenta antecedentes en
Europa, con la importante institucionalización que ha
logrado la denominada economía social. Desde este
punto de vista, el sector solidario de la economía reúne
distintas expresiones económicas basadas en la
asociatividad y la cooperación (figura 6).
El componente central de este sector son las empresas asociativas que compiten en el mercado
produciendo bienes y servicios bajo determinadas pautas específicas (por ejemplo control democrático,
distribución de beneficios de acuerdo con el aporte, etcétera) así como las instituciones sin fines de lucro
que “producen servicios no destinados a la venta para determinado grupo de hogares” (Ciriec, 2007, p. 28).
3.4 Las vertientes de la economía solidaria Además de estas tres dimensiones, la economía solidaria presenta dos vertientes, y es en ese sentido que
decimos que se llega a la economía solidaria básicamente por dos vías:
La vía de la convicción: el principal motivante es querer emprender alguna experiencia socioeconómica solidaria en la que se practiquen valores alternativos a los hegemónicos, ya sea para contribuir por esa vía a la gestación de una nueva sociedad, ya sea para vivir con coherencia algunos ideales.
La vía de la necesidad: el principal motivante es satisfacer alguna necesidad fundamental, como obtener un ingreso económico, y la vía para ello es agruparse con otros.
Es así como algunas experiencias de economía solidaria se crean y se fundamentan en su accionar por la
fuerza de ciertos ideales como la justicia, la democracia o el cuidado del medio ambiente.
Figura 6. En 2012 se celebró el Año Internacional de las
Cooperativas, señal de la importancia que la comunidad
internacional le ha signado al cooperativismo como actor
central del sector solidario de la economía/ Fuente:
http://www.faecta.coop
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Sin embargo, cualquier analista de la economía popular sabrá señalar que no todas las experiencias de la
economía solidaria se originan para poner en práctica esos ideales, sino que los valores de la cooperación
y participación son más bien los medios para sustentar un proyecto que se crea fundamentalmente por
apremio económico. La mayoría de las empresas recuperadas, por ejemplo, no fueron estructuras
empresariales pensadas originalmente para poner en ejecución dichos valores. Más bien lo que ocurre aquí
es que los trabajadores y trabajadoras recurren a la recuperación como el único medio de asegurarse una
fuente de trabajo luego de que el capitalista abandona la empresa y otros capitales no asumen el riesgo de
invertir. En todo caso, las empresas recuperadas
comenzarán a valorar su emancipación, la participación
o la justicia distributiva en la medida en que avance en
sus concreciones, de tal manera que muchas veces
ocurre que algunas empresas creadas sólo por
necesidad terminan generando una fuerte convicción
que se transforma en verdadero factor económico
(figura 7). Y viceversa: algunas organizaciones creadas
por la fuerza de la convicción continúan operando
muchas veces por la mera necesidad de sus
integrantes.
Figura 7. Asamblea de la Cooperativa de Trabajadores de la
Cerámica, una empresa recuperada por sus trabajadores en
Uruguay / Fuente: Guerra, 2013
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Resumen 1: La solidaridad económica se refiere al conjunto de comportamientos y actitudes
solidarias que más o menos a menudo realizamos en nuestros contextos sociales y que tienen
algún grado de influencia en el conjunto de la economía, aunque sea de manera apenas marginal.
Resumen 2: Esos comportamientos pueden dar lugar a instituciones y organizaciones que,
operando en el mercado determinado, se convierten en empresas solidarias y buscan generar un
impacto ya sea en la satisfacción de las necesidades de sus miembros o en un ámbito social más
amplio que su base social.
Resumen 3: En la economía están presentes tanto los comportamientos solidarios como los
comportamientos egoístas. Investigaciones realizadas en las últimas décadas confirman que los
seres humanos tenemos bases biológicas —además de socioculturales— que explican nuestra
predisposición a colaborar, a generar acuerdos, proyectos colectivos e incluso actitud generosa y
altruista.
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Objetos de Información Nombre Descripción
Video
http://www.youtube.com/watch?v=GcJx
RqTs5nk
En este video Frans de Waal explica de manera muy
amena cómo llega en sus investigaciones con
mamíferos a descubrir una fuerte base biológica en
nuestros comportamientos morales y además
solidarios.
Artículo: “La economía solidaria:
concepto, realidad y proyecto”:
http://www.luisrazeto.net/content/la-
econom%C3%ADa-solidaria-concepto-
realidad-y-proyecto
En este artículo el profesor Razeto se refiere a los
diversos componentes y caminos que conducen a la
economía de la solidaridad.
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Glosario
Asociación Agrupación de personas físicas o jurídicas que comparten ciertos intereses para perseguir determinados
fines, excluidos los del lucro (que corresponde a las sociedades).
Capitalismo Régimen económico que hegemoniza el capital como categoría económica fundamental en detrimento de
los otros factores productivos. En la historia de la humanidad esto comienza a operar con fuerza a partir
de la Revolución Industrial, con el surgimiento de la economía de mercado. Justamente el capitalismo se
caracteriza por aunar la propiedad privada de los medios de producción, con la más amplia libertad
económica posible.
Según Marx, el modo de producción capitalista comienza a emerger luego del siglo XVI, siendo su principal
característica que sus relaciones de producción se sustentan en la propiedad privada de los medios de
producción por parte del capitalista, quien contrata al trabajador a cambio de un salario, generando por
ello un plusvalor o plusvalía.
Cooperación Acto consistente en prestarse ayuda de forma comunitaria, o ayuda mutua. Desde el punto de vista
económico, la cooperación ha sido una de las bases más importantes en la evolución humana, contra la
opinión de muchos intelectuales liberales e individualistas que confían en las bondades del egoísmo como
motor económico.
Cooperativa Según la II Asamblea General de la Alianza Cooperativa Internacional (ACI), reunida en Manchester en 1995,
una cooperativa es una asociación autónoma de personas que se han unido voluntariamente para hacer
frente a sus necesidades y aspiraciones sociales, económicas y culturales comunes por medio de una
empresa de propiedad conjunta y democráticamente controlada.
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El cooperativismo es un movimiento de economía social y solidaria de vastos antecedentes en la historia
de la humanidad. Sin embargo, existe cierta unanimidad en considerar a los pioneros de Rochdale, en 1844,
como los fundadores del cooperativismo moderno.
Las áreas de cooperación también son muy amplias. El cooperativismo actual desempeña un papel
fundamental en todas las áreas económicas: producción, vivienda, ahorro y crédito, comercialización,
actividad rural, etcétera.
Distribución Etapa de la economía en la que tiene lugar la asignación de los bienes y servicios producidos por la sociedad.
En las economías de mercado, los bienes y servicios transformados en mercancías suelen ser distribuidos
mediante infinidad de contratos de “compra-venta”, regidos por la ley de oferta y demanda, haciendo uso
para ello de una tercera mercancía, en este caso una mercancía ficticia, que es justamente el dinero. Sin
embargo, las sociedades cuentan con otras relaciones económicas más allá de las de intercambio (ver
relaciones económicas).
Economía Ciencia enmarcada en las ciencias sociales que estudia la producción, la distribución, el consumo y el ahorro
de los bienes y servicios, con el propósito de mejorar la satisfacción de las necesidades de las personas y la
sociedad en su conjunto.
Economía solidaria Término popularizado por las pioneras elaboraciones de Luis Razeto en Chile, a principio de los años
ochenta, que dan cuenta de las numerosas experiencias de hacer economía (producción, distribución,
consumo y acumulación), caracterizadas por vertebrarse en torno al valor de la solidaridad.
También refiere a un movimiento social que postula la idea de que “otra economía es posible”, así como a
la conformación de un nuevo paradigma analítico y teórico.
Empresas solidarias
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Conjunto de empresas que forman parte del sector de la economía solidaria. Entre sus características se
destacan: (a) en las empresas solidarias el factor organizador no es el capital sino el trabajo y el Factor C;
(b) en las empresas solidarias el capital queda subsumido a la lógica del trabajo y el Factor C; (c) en las
empresas solidarias no se buscan las ganancias con racionalidad maximizadora; (d) los beneficios de las
empresas solidarias incluyen aspectos de rentabilidad económica, pero lo superan integrando el concepto
de satisfacción de una pluralidad de necesidades humanas.
Mercado El mercado como lugar físico designa a la reunión de compradores y vendedores de diversos bienes y
servicios, y como tal ha sido una institución que si bien nunca fue central, siempre fue importante en la
historia de la humanidad. El antropólogo Karl Polanyi, sin embargo, distingue este concepto del mercado
como función en la economía, lo que designa el comportamiento económico o conjunto de transacciones
guiado por la ley de oferta y demanda, de tal manera que los mecanismos puros de mercado serían los
únicos posibles para designar el precio de las diferentes mercancías. Este mecanismo sólo comienza a
operar con fuerza luego de la Revolución Industrial de finales del siglo XVIII en Inglaterra.
Mercado determinado Según Gramsci, “conjunto de las actividades económicas concretas de una forma social determinada”
teniendo en cuenta que “un determinado momento histórico-social no es nunca homogéneo, sino, por el
contrario, rico en contradicciones” (Gramsci, 1970).
Microeconomía Estudio de los problemas económicos desde las unidades elementales de decisión, esto es, las empresas y
los consumidores.
Neoliberalismo Corriente ideológica de gran desarrollo en los años setenta del siglo XX, heredera del liberalismo en el plano
económico. Sus rasgos económicos más característicos son su base monetarista para entender los procesos
macroeconómicos, su visión de un Estado mínimo, y una gran confianza en los mercados. Desde el punto
de vista filosófico, en neoliberalismo tiene un fuerte basamento individualista.
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Los autores más representativos de esta tendencia ideológica a nivel mundial fueron Ludwing Von Misses
y Frederick Von Hayek, con obras escritas en la primera mitad del siglo XX. Algunos de los intelectuales más
reconocidos en la segunda mitad del siglo son Milton Friedman o Michael Novak. En América Latina este
enfoque estuvo particularmente presente en el denominado Consenso de Washington.
Relaciones económicas Categoría de análisis en materia de distribución económica que se refiere a la forma en que fluyen y se
asignan los bienes y servicios en las diferentes sociedades. Estas relaciones pueden ser integradoras
(reciprocidad, donación, cooperación y comensalidad), jerárquicas (redistribución) o competitivas
(relaciones de intercambio).
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Créditos El curso Contexto Mundial de la Economía, con metodología virtual, es propiedad de la Universidad
Cooperativa de Colombia y hace parte de la Maestría en Economía Solidaria. Algunas imágenes se
relacionan con su respectiva fuente y otras fueron creadas por el autor de los contenidos, con el diseño
posterior del equipo de producción. El contenido del curso está protegido por las leyes de derechos de
autor que rigen al país.
Este material tiene fines educativos.
Autor
Pablo Guerra Licenciado en Sociología. Magíster en Ciencias Sociales del Trabajo.
Doctor en Ciencias Humanas con tesis en economía solidaria.
Profesor-investigador de la Universidad de la República, Montevideo,
Uruguay. Asesor y promotor de diversas experiencias de economía
solidaria. Consultor internacional.
Responsable Académico Myriam Carrillo Bautista Decana facultad de Ciencias Administrativas, Económicas y Contables Sede de Bucaramanga Jean Pierre Anchicoque Cadena Coordinador académico Maestría en Economía Solidaria y Desarrollo Territorial
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Subdirectora Nacional E-learning
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Kelly Vanessa Serna Pabón
Practicantes E-learning
Corrección de estilo
Fondo Editorial "Ediciones Universidad Cooperativa de Colombia”
Tercera versión. Agosto de 2015.
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