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1 VER Consumo de medios y percepciones de la inseguridad: el impacto del delito en la vida cotidiana Mg. Brenda Focás Universidad de Buenos Aires Conicet (IDAES- Unsam) Preparado para el Seminario organizado por el Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad de San Andrés, Buenos Aires, 16 de abril, 2015 (por favor no difundir)

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VER

Consumo de medios y percepciones de la inseguridad: el impacto del delito en la vida cotidiana

Mg. Brenda Focás Universidad de Buenos Aires Conicet (IDAES- Unsam)

Preparado para el Seminario organizado por el Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad de San Andrés, Buenos Aires, 16 de abril, 2015

(por favor no difundir)

2

Consumo de medios y percepciones de la inseguridad: el impacto del delito en la vida cotidiana

Las noticias de inseguridad han llegado para quedarse. Crecen en cantidad, se expanden por

distintos medios y acaparan gran audiencia. Las víctimas del delito se mediatizan, cuentan

su experiencia, y profetizan que cualquiera puede ser el próximo mártir. Los familiares de

los muertos por la inseguridad toman el discurso, organizan marchas, se apropian del

aparato mediático para pedir justicia. En tanto los telespectadores acompañan estas

emisiones, pero ¿cómo decodifican la información sobre el delito urbano? ¿Qué

percepciones se construyen frente a las noticias de inseguridad? ¿De qué modo inciden los

medios en las prácticas preventivas del delito?

Para intentar responder estas preguntas, partimos del supuesto de que el sentimiento de

inseguridad, la representación mediática del crimen y el delito urbano conforman una

trilogía difícil de desentrañar. Como se sabe, el sentimiento de inseguridad evoluciona con

una autonomía relativa respecto de las tasas reales de delitos, y en Argentina, las encuestas

más recientes muestran que, a pesar del declive de las tasas delictivas, esta categoría sigue

en alza. Es en esta aparente contradicción donde ubicamos nuestra pregunta por el rol de los

medios de comunicación, como una dimensión más para analizar la construcción de la

inseguridad como problema público estable, en al menos la última década.

De las distintas dimensiones que componen esta relación, entre el sentimiento de

inseguridad y los medios de comunicación, en este trabajo nos focalizaremos en los modos

de recepción, es decir indagaremos en las distintas apropiaciones de sentido que se

construyen y/o solidifican a partir del consumo de las narrativas mediáticas vinculadas al

mundo delictivo.

Para ello, en primer lugar, proponemos indagar en la literatura sobre algunas líneas teóricas

y/o autorales desde donde se investigó en términos empíricos el proceso de recepción y

circulación de la representación mediática del delito para luego exponer los avances de un

campo de investigación propio. Para finalizar proponemos una reflexión sobre el papel de

los medios como “responsables” o “posibilitadores” del sentimiento de inseguridad.

La inseguridad como problema público

Sin lugar a dudas, en la ultima década el delito se incorpora como una temática de

preocupación usual en América Latina y comienza a ser representado por los medios de

comunicación como un problema para la sociedad.

En Argentina el fenómeno tiene lugar de una manera particular, en la se cruzan dos

dimensiones: un efecto general de época y los cambios relacionados al propio delito. Según

la Dirección Nacional de Política Criminal del Ministerio de Seguridad, la cantidad de

hechos delictuosos se duplicó en el periodo 1991-2002 y comenzó a bajar paulatinamente

3

luego de 2003. Datos más recientes indican que las tasas de homicidios experimentan un

leve aumento a partir del año 20081.

Sin embargo, como lo muestran distintos estudios, el sentimiento de inseguridad evoluciona

con una autonomía relativa frente a las tasas reales de criminalidad, con un crecimiento

constante. De acuerdo con las consultoras Latinobarómetro y TNS-Gallup, el crimen y la

violencia pasaron a ser las mayores preocupaciones de la población latinoamericana en

2008, superando al desempleo y la inflación.

Nos preguntamos entonces ¿qué diferencia a la preocupación por el delito hoy, en relación

con otras épocas? ¿Cuál es la especificidad contemporánea?. Una posible respuesta es que

con tendencias distintas, en los años ochenta se registra en diversos países centrales un

aumento del delito urbano y la inseguridad se transforma en un problema público. En ese

sentido marca una diferencia en relación con otras épocas. En la última década la seguridad

pública se ha transformado en una de las más importantes preocupaciones para la

ciudadanía argentina y fuente de una de las principales demandas sociales dirigidas al

Estado.

Desde esta perspectiva algo se transforma en un problema público cuando tienen lugar una

serie de condiciones: consenso social de que es un tema importante, trabajo de los

especialistas, apelación al Estado a dar respuestas, existencia de indicadores y categorías

convincentes que permiten que un tema se estabilice como preocupación en la arena

pública. En el caso argentino, el posicionamiento de la inseguridad como un problema

público no solo se debió al incremento del delito, sino que éste “se produjo en un momento

en el que se experimentaba un cambio en las formas de vida, en el mundo del trabajo, en los

roles tradicionales de cada sexo, en la inmigración, en los modelos de urbanización, en el

tipo de tecnología de control, entre otros factores" (Kessler, 2009: 25).

La inseguridad, entonces, constituye un problema público en tanto preocupación social

pero, como vimos, con un sustento estructural.

La transición de la noticia policial

En consonancia, durante este periodo, los medios de comunicación pasaron a jugar un

papel central en torno a la construcción de los discursos sobre la violencia urbana. En este

sentido, diferentes estudios académicos coinciden en señalar que, en los últimos diez años,

hubo un aumento en la representación mediática del delito, tanto en los medios gráficos

como audiovisuales. La inseguridad comienza a ser tematizada en los medios, marcando un

punto de inflexión que será acompañado por una creciente sensibilidad social. La cámara en

el lugar del hecho, la actualización constante de la información por Internet, y la utilización

de un estilo narrativo sensacionalista configuraron un cambio sustancial en los contenidos

periodísticos. Además, como explica Garland (2005) las reiteradas imágenes sobre el

crimen en la televisión, generaron una cotidianeidad en la que se institucionalizó “la

experiencia del delito colectivo”.

1 http://www.csjn.gov.ar/dbei/ii/caba2011/hc2011.pdf

4

Un elemento común es que los medios -específicamente la televisión- son señalados como

responsables de la creciente inquietud por la inseguridad. Se sostiene que exageran en la

enunciación de las noticias policiales, que tienen intereses o intenciones en generar miedo,

que son sensacionalistas. Es cierto que en los últimos diez años hubo un aumento (en

cantidad y espacio) de la representación mediática del delito, tanto en los medios gráficos

como audiovisuales. El crecimiento cuantitativo fue acompañado por una transición

cualitativa: la noticia policial tradicional se ha convertido en “noticia de inseguridad” y

adquiere nuevas características: generalización (“todos estamos en riesgo siempre y en

cualquier lado”), fragmentación (un relato episódico de cada hecho, sin el contexto ni las

causas generales), una creciente centralidad en las victimas, frente a lo cual el debate sobre

la criminalidad adquiere una fuerte emocionalidad, una figura que se repite como objeto de

temor, el delincuente joven varón y pobre y la apelación a “olas o modas delictivas” (un

tipo de delito que parece en cada momento ser el más frecuente, pero que cuando se

controla con los datos objetivos, no suele haber variado mucho en su ocurrencia). En los

periódicos estas noticias han abandonado su lugar tradicional en la sección policial y se

expanden a todas las restantes secciones, en particular en las páginas políticas o en las de

Sociedad. Este cambio en el sistema de representación del delito retroalimenta la intensa

sensibilidad social frente al tema (Kessler y Focás, 2014).

En síntesis, podemos decir que la seguridad ciudadana se posiciona en los medios como un

problema de orden público que marca una agenda con características similares. Al

convertirse la ciudadanía en blanco de la inseguridad, el consumo de noticias policiales

deja de ser un ejercicio morboso para convertirse en una sección de consulta cotidiana ya

que todos deben estar al tanto de lo que acontece en el mundo delictivo.

En este marco, entendemos que la percepción que la opinión pública construye no solo

tiene lugar a través de la experiencia personal o de la información que se transmite

mediante las redes de comunicación interpersonal, sino también que está íntimamente

relacionada con lo que los medios de comunicación transmiten. La percepción del delito y

la inseguridad es influenciada tanto por el lugar que ocupa el tema en la agenda establecida

por los medios como por el modo en que se realiza la cobertura del delito. La televisión, en

tanto experiencia vicaria central de la actualidad, es una de las formas de victimización

indirecta más importante. En este artículo entonces proponemos retomar los principales

debates sobre el rol de los medios de comunicación y el temor al delito. Para ello

presentaremos, en primer lugar, una revisión bibliográfica de los estudios que se dedicaron

a investigar el tema, tanto en el campo anglosajón como en la región latinoamericana.

Sabemos que los medios gráficos y audiovisuales tienen modelos enunciativos propios en

cada soporte, pero aquí tomaremos las características más generales, y regulares de ambos

discursos, con el fin de lograr reflexionar sobre la problemática. El objetivo no es ni

reafirmar ni negar el impacto de los medios, sino plantear ejes de debate que contribuyan a

justipreciar su incidencia hoy.

5

Consumo de medios y temor al delito: perspectivas teóricas de investigación

Luego de este breve recorrido por las emisiones mediáticas vinculadas con el delito,

consideramos relevante poner en duda la imagen de una sociedad atemorizada que

construyen los medios de comunicación. Distintas investigaciones se enfocaron en

evidenciar las representaciones con ribetes sensacionalistas en las noticias de inseguridad

(Martini, 2007; Rey, 2005). Pero pocos estudios en la región latinoamericana trabajaron el

impacto de las operaciones mediáticas en la audiencia, es decir el modo en que estas

narrativas se entrelazan en la vida cotidiana y su incidencia en la gestión cotidiana de la

inseguridad.

Para reflexionar sobre esta problemática, partimos del supuesto de que lo que emiten los

medios de comunicación impactará de distintos modos en la audiencia. Lejos de una teoría

mecanicista, entendemos que la recepción es un momento del proceso de consumo

atravesado por múltiples mediaciones, que actuarán en mayor o menor medida según el

contexto político social. Así, coincidimos con De la Peza Casares (2006) cuando, en lugar

de recepción, (concepto más relacionado con las etnografías de audiencias) propone pensar

en “procesos de significación”, con el fin de comprender los nudos de significación que

anidan los discursos de distintos sujetos determinados socio históricamente, en su

interrelación con los discursos que reciben de múltiples fuentes institucionales e

interpersonales.

En este marco nos preguntamos, ¿cómo interpretan los sujetos a los medios cuando hablan

de “la inseguridad” y cómo decodifican la información sobre el delito urbano? ¿Qué

legitimidad ocupan estos contenidos mediáticos en la percepción de la audiencia?

Consideramos que, la pregunta por lo que la gente hace con los medios sigue vigente, y en

un contexto signado por la preponderancia del sentimiento de inseguridad, cobra relevancia

dilucidar su rol en esta construcción emocional-cognitiva.

Estamos, sin dudas, ante un nuevo consumidor multimediático, receptor de diferentes

medios por un lado, y a la vez productor de información que circula por los dispositivos

tecnológicos y que disputa con el periodismo profesional su monopolio de la veracidad

sobre los hechos.

A pesar de los cambios, o quizás como consecuencia de ellos, el consumo y la credibilidad

en los medios de comunicación es muy fuerte en la región. Los habitantes prestan mucha

atención a las noticias. Entre los que leen y miran más noticias se encuentran Uruguay

(81,3%), Panamá (79%), Jamaica (78,5%) y Costa Rica (78,5%). Le siguen, entre otros,

Chile y Perú (72,4%), Argentina (61,6%), México (55,4%), y Brasil (53,6%). Las personas

que tienen mayor nivel de educación, los que viven en áreas urbanas, los hombres y quienes

están más interesados en la política consumen más noticias. Por el contrario, los de menores

recursos económicos, o aquellos que viven en áreas rurales suelen estar menos interesados2.

El mismo informe relevó el nivel de confianza y credibilidad que los ciudadanos le otorgan

a los medios de comunicación. Entre los que más confían están los entrevistados de Brasil

(69,9%), Uruguay (69,1 %), Chile (66%) y Costa Rica (65,7%).

2 Arturo Maldonado: “¿Quiénes consumen noticias en los medios en América Latina y el Caribe?”, Perspectivas desde el

Barómetro de las Américas: 2011 No 70, The Latin American Public Opinion Project (LAPOP), 2011.

6

Por otro lado, los de Perú (55,1) Bolivia (55,3) y Argentina, (53,6), se ubican entre los más

escépticos, aunque, el promedio de confianza es alto en toda la región3 y los medios se

ubican entre las instituciones que concitan más aprobación en un subcontinente escéptico

de sus instituciones. Es decir, a pesar de que los medios están en el centro del debate,

perdura una importante confianza en ellos. Este panorama mediático y de los públicos,

diferente al de hace apenas una década atrás, sugiere la necesidad de indagar en este

horizonte cambiante.

A la hora de analizar el impacto de los temas de seguridad, una primera cuestión que surge,

es que si bien no hay acuerdo entre estudios que muestren una relación directa entre la

relevancia que los medios le otorgan a las noticias relacionadas con la delincuencia, y el

aumento del temor ciudadano, sí hay consenso en que los medios contribuyen a crear una

agenda social sobre delitos existentes y riesgos posibles (Tyler y Cook, 1984; Altheide,

1997). Este escenario nos permite inferir, a modo de hipótesis, que la alta exposición

mediática de lo criminal y de lo inseguro podría tener alguna incidencia en la expansión del

sentimiento de inseguridad, siempre que exista una “consonancia intersubjetiva”, es decir

que aquello que aparece en los medios tenga algún tipo de confirmación con lo que las

personas perciben a su alrededor y amplifique el temor u otros sentimientos (Kessler,

2009).

Aunque, existe cierta vacancia de investigaciones sobre el tema en los países

latinoamericanos, quizás por los altos costos que implican los trabajos empíricos, diversos

estudios internacionales han sistematizado algunos debates que consideramos interesantes

para reflexionar sobre el fenómeno. Principalmente estudios anglosajones se refirieron al

lugar de difusión de los medios y a su interpretación por parte de las audiencias en una

“cultura del miedo” (Altheide, 1997; Shrum, 2009).

Dentro de los estudios anglosajones, entonces, consideramos que se han planteado distintos

ejes de discusión en relación con los posibles efectos de las emisiones delictivas. Uno de

los principales debates es acerca de las variaciones en el impacto de las noticias policiales

que se difunden por medios locales en relación con las cadenas nacionales. Aquí se abren

dos miradas: la primera es la de quienes sostienen que en las ciudades más pequeñas (que

no son metrópolis), las noticias nacionales sobre el delito no solo no causarían temor, sino

que además reforzarían un sentimiento de seguridad local (debido a que las noticias

muestran generalmente un aumento del delito en las ciudades capitales).

En tal dirección, Liska y Baccaglini4 en su investigación sobre el impacto de las noticias en

diarios en distintas ciudades norteamericanas acuñaron la idea de “sentirse seguro por

comparación”. Los delitos mediatizados causan temor cuando las noticias son locales;

mientras que cuando han sucedido en otros lugares, se refuerza la idea de que “acá no es tan

malo como en otros lados” y, por ende, se refuerza la sensación de seguridad del hábitat. Es

decir, las noticias sobre robos o asesinatos en otros puntos del país lograban reforzar la

3 Matthew Layton: “¿Quién confía en los medios masivos de comunicación en América Latina?”, Perspectivas desde el

Barómetro de las Américas: 2012 No 74, LAPOP, 2012. 4 Allen Liska y William Baccaglini: “Feeling Safe by Comparison: Crime in the Newspapers”, en Social

Problems vol. 37 No 3, 8, 1990, pp. 360-374.

7

opinión positiva sobre la seguridad del entorno o la propia localidad, que enaltecían por

comparación.

En el mismo sentido, Eschholz, Chiricos y Gertz sostienen - luego de un exhaustivo trabajo

que exploró la relación entre el consumo de noticias policiales y el miedo al delito en doce

muestras de audiencias y seis tipos de programas- que las noticias policiales nacionales no

provocan temor mientras que las locales sí5. El realismo de las imágenes y la proximidad,

funcionan como rasgos influenciables, así como la frecuencia, es decir, la cantidad de veces

que se repite la misma noticia policial. Otras investigaciones, señalan que el consumo de

noticias locales incrementa el temor al delito, solo en las personas que viven en barrios con

altos índices de delitos violentos. La sensación de inseguridad, entonces, tiene lugar cuando

se produce algún tipo de confirmación entre lo que los entrevistados ven en la televisión y

lo que perciben en su vida cotidiana6.

Sin embargo, algunos investigadores especializados relativizan la relación de las noticias en

el miedo al crimen e incorporan otras variables que inciden en él, tales como la fuente que

emite la información, la percepción de las noticias como “realistas” o “exageradas”, y el

lugar donde sucedió el delito7. Al confiar en un canal de noticias, o en un diario

determinado, las noticias logran una credibilidad mayor que si, la misma información es

emitida por otros medios de menor confianza para la audiencia. Asimismo, la cercanía

física con el lugar donde se cometió el delito, generalmente acompañada en los informes

audiovisuales por un mapa virtual, opera como un mecanismo activador del sentimiento de

indefensión y aumenta el temor. También es necesario tener en cuenta diversas variables

sociodemográficas, tales como las tasas reales de delitos, la experiencia previa como

víctima, la condición de género y edad que influyen en el modo del consumo.

Otro eje de discusión que podemos señalar se centra en las diferencias según los soportes

que emiten las noticias de inseguridad, principalmente en medios gráficos y audiovisuales.

En este sentido, la mayoría de los investigadores coincide en que los noticieros tienen una

influencia mayor que los medios impresos en las percepciones y creencias de la gente,

mientras que otras investigaciones encuentran que hay matices.

En general, las noticias delictivas en televisión suelen ser episódicas, es decir, se centran

mayormente en los casos que afectan la vida cotidiana (asaltos en la calle, robos en

propiedades, etc.), mientras que los diarios privilegian una cobertura temática, que muestra

tendencias delictivas y contextualiza los casos. Para Gilliam e Iyengar, la principal

diferencia entre los dos estilos de coberturas, se basa en el modo en que la audiencia o los

5 Sarah Eschholz, Ted Chiricos, y Marc Gertz. “Television and Fear of Crime: Program Types, Audience

Traits and the Mediating Effect of Perceived Neighbourhood Racial Composition”, Social Problems, 50 (3),

2003, pp.395-415. 6 Ted Chiricos, Kathy Padgett y Marc Gertz. “Fear, tv News and the Reality of Crime” en American Society

of Criminology vol. 38 No 3, 2000, pp 755-786. V. tb. Ronald Weitzer y Charis Kubrin: “Breaking News:

How Local tv News and Real-World Conditions Affect Fear of Crime” en Justice Quarterly vol. 21 No 3,

9/2004, pp 497-520. 7 Tom Rogers. “Toward an analytical framework on fear of crime and the relationship to print media

reportage”, en Department of sociological studies, University of Sheffield, 2005. Ver tb Daniel Romer,

Kathleen Jamieson, Sean Aday: “Television news and the cultivation of fear of crime”, en Journal of

communication. Vol. 53, Issue 1, 2003, pp. 88-104.

8

lectores le asignan responsabilidad al origen del delito y a otros problemas públicos8. Así

en su investigación, encuentran que la cobertura episódica se relacionaba con televidentes

que culpan del delito a autores individuales y apoyan penas más duras para los delincuentes

en pos de preservar el orden del establishment. La cobertura temática, preponderante en los

diarios, promueve, en cambio, una mirada a favor de las causas del delito como el resultado

de un problema social y por lo tanto, genera opiniones críticas hacia las políticas estatales.

Una mirada interesante sobre esta cuestión, la proponen Grabe y Drew que en su estudio de

consumo de medios muestran que a diferencia de la lectura en diarios, las noticias

televisivas inciden en las estimaciones del riesgo a nivel general ("el país es inseguro") y no

personal. Así, concluyen, que el carácter sensacionalista del infotainment en la cobertura

televisiva del crimen insensibiliza a la audiencia acerca de su propia vulnerabilidad9.

Un tercer punto de cuestión que plantean los estudios anglosajones se centra en la

incidencia mediática según el género televisivo que se consume: series de ficción (crime

drama), programas magazines, de entretenimiento, noticieros o realities show de policías.

Distintos géneros televisivos representan situaciones relacionadas con el mundo del delito,

tanto desde la ficción como desde la no ficción, como por ejemplo, películas, series,

programas de debate, realities shows, programas magazines, documentales y de

entretenimiento. Estos géneros, muy populares en el mundo anglosajón, se emiten en casi

todos lados por medio de la televisión satelital y en los últimos años también gracias a la

expansión de Internet. Por ejemplo, en los canales de cable proliferan series televisivas que

recrean situaciones delictivas (crime drama), así como programas sensacionalistas, de

entretenimiento o realities shows de policías. Algunos estudios especializados señalan que

las series de ficción tienen más incidencia que los noticieros y aseguran que la audiencia de

las series aprende el uso de medidas preventivas frente a ciertas situaciones (como casos de

ataque sexual en la vía pública, o un robo a mano armada) de las representaciones

ficcionalizadas. Otros le reservan un rol importante a la incidencia de los realities de

policías tanto en la consolidación de una imagen estereotipada del criminal como en la

configuración del sentimiento de inseguridad10

.

Por último, un fuerte debate que plantean los estudios anglosajones es acerca de si la

experiencia previa con el delito refuerza o por el contrario impide los efectos de los medios

de comunicación. En su estudio, Gross y Aday encuentran que la audiencia que había

tenido alguna experiencia con el delito aumentaba su temor a partir del consumo de la

información delictiva. En las entrevistas se percibían a sí mismos más temerosos frente al

delito violento, el uso de drogas, el delito de propiedad y expresaban gran malestar en

caminar solos por la noche en su vecindario. Los investigadores hipotetizan que hay un

8 Franklin Gilliam, Shanto Yengar “Prime Suspects: The Influence of Local Television News on the Viewing

Public”, American Journal of Political Science, Vol. 44, nro 3, 2000, pp. 560-573. 9 María Elizabeth Grabe y Dan Drew. “Crime Cultivation: Comparisons Across Media Genres and Channels”,

Journal of Broadcasting & Electronic Media, Vol. 51, no 1, 2005. 10

Lance Holbert, Dhavan Shah y Nojin Kwak: “Crime-Related TV Viewing and Endorsements of Capital

Punishment and Gun Ownership”, en Journalism & Mass Communication Quartely vol. 81 No. 2, 2004, pp.

343-336.

9

efecto de realce no solo de la sensación de vulnerabilidad personal sino también de distintos

riesgos en general11

.

En síntesis, las principales discusiones están marcadas por los siguientes ejes: por un lado,

el impacto de las noticias locales y las nacionales; la credibilidad en la fuente que emite la

información, el realismo de las imágenes así como la frecuencia y la atención. También se

debate acerca de las diferencias que existen en la recepción de noticias delictivas en

distintos soportes y en los distintos géneros mediáticos. En fin, otro punto de

cuestionamiento es si la experiencia previa con el delito refuerza o impide los efectos de los

medios masivos de comunicación. En este apartado entonces, sistematizamos los avances

sobre el tema de la literatura angloamericana, donde desde hace más de veinte años se

estudia el tema. En las próximas líneas nos centraremos en los trabajos de la región

latinoamericana acerca del rol de los medios de comunicación en las percepciones de la

(in)seguridad ciudadana.

A partir de estos avances entendemos que nos enfrentamos a un consumidor activo, cuya

recepción no es lineal, sino crítica. A la vez, podemos asegurar que los contenidos de los

medios no ocupan un lugar claro de legitimidad y son puestos en cuestión cuando

“construyen una realidad” que no tiene relación con la experiencia cotidiana de la

audiencia.

Aproximaciones a un caso de estudio

Luego de este recorrido introductorio, donde se presentaron los principales debates en este

campo de investigación, nos centraremos en nuestro caso de estudio.

Para dilucidar algunas de las configuraciones que se construyen en torno al tema,

realizamos durante 2012 treinta entrevistas en profundidad a adultos profesionales de entre

30 y 50 años de edad, pertenecientes al sector de clase media, en dos barrios de Capital

Federal con altos índices de temor al delito12

. Con fines prácticos, centramos la

investigación en la televisión, sin restar importancia a la radio, la prensa gráfica, e Internet,

ya que en la actualidad asistimos a un consumidor informativo multimediático.

Con ese fin, se decidió la implementación de otra técnica metodológica, complementaria

de la entrevista. Así, en una segunda parte de la conversación, se exhibió a cada

participante videos de noticieros que trataban distintos casos policiales de gran relevancia

mediática. Los videos fueron bajados de la plataforma virtual YouTube y se procuró que

11

Kimberly Gross, y Sean Aday. “The Scary World in Your Living Room and Neighborhood: Using Local

Broadcast News, Neighborhood Crime Rates, and Personal Experience to Test Agenda Setting and

Cultivation”, Journal of Communication Vol. 53, Issue 3, 2003, pp. 411–426. 12

Realizamos 30 entrevistas en profundidad entre marzo y agosto de 2012, donde se emitieron noticias

policiales como disparadores. La selección de participantes se realizó a partir del último informe de

victimización del GCBA (2007) que nos llevó a trabajar en dos barrios con altos índices de temor al delito,

Saavedra y Villa Urquiza. Por otro lado, relevamos durante esos meses las coberturas de hechos delictuosos

en los principales noticieros y cadenas de noticias que cuentan con mayores niveles de rating: Telenoche,

Telefe Noticias, TN y C5N. Este mapeo previo nos permitió conocer las representaciones vigentes en la

agenda mediática policial.

10

pertenecieran a distintos canales de televisión, es decir que cada noticia correspondía a una

fuente de información diferente. Estos videos, que funcionaron como disparadores,

llevaron a que los entrevistados debatieran no solo sobre la fuente emisora y el caso

específico en cuestión, sino también sobre el delito en forma más generalizada. Asimismo,

esta técnica metodológica resultó funcional para elucidar el modo en que se decodificaba e

interpretaba la información mediática del delito, y para analizar los distintos sentimientos

que afloraban a partir de los discursos que recibían de la televisión.

La elección de los casos se realizó a partir del relevamiento de la agenda mediática criminal

y se agregaron algunos casos paradigmáticos ocurridos durante los dos últimos años. Se

proyectaron noticias sobre casos resonantes, sobre olas de inseguridad, asaltos en la vía

pública, y a la propiedad13

. Por último, se invitó a los entrevistados a hablar libremente

sobre los casos de inseguridad que les preocupaban y en muchas ocasiones, se buscó en la

plataforma virtual YouTube la emisión de la noticia de inseguridad a la que hacían alusión,

con el fin de trabajar la interpretación de la misma.

Las representaciones delictivas de los noticieros funcionaron como disparadores para

analizar los sentidos que se conformaban en torno a la “falta de seguridad” mediante la

práctica de mirar televisión. Durante el estudio se evidenció que se establecía una clara

identificación de clase en el consumo de las noticias sobre inseguridad. Es decir, al trabajar

con sectores medios evidenciamos que la mayoría de los entrevistados se posicionaban

como potenciales víctimas del delito, y en ese sentido hipotetizamos que las

representaciones de los medios interactuaron con otras fuentes de información para

configurar ciertas percepciones sobre lo inseguro. Esta operación funcionaba como una

cinta de Moebius, metáfora que utilizamos para graficar la imposibilidad de desentrañar el

origen de este cruce de sentidos: el medio construye una audiencia modelo, y la audiencia,

a su vez, se identifica y se victimiza con esas imágenes.

Algunas de las dimensiones que se analizaron fueron: la credibilidad de los medios frente al

tema, así como los efectos de la victimización indirecta que ejercerían los contenidos

mediáticos relacionados con el delito. También en qué medida los discursos de los medios

se imbricaban con otras fuentes de información y experiencias de los sujetos, y qué tipo de

mediaciones se evidenciaban en la recepción de este tipo de información. Aquí

presentaremos un resumen de algunas de ellas.

La pregnancia de las noticias sobre inseguridad

Una de las primeras cuestiones que se buscó analizar fue la pregnancia mediática frente al

tema de la inseguridad. Con este fin, se le pidió a los entrevistados que nombren al azar

delitos que se hayan cometido recientemente en el país. Luego se agregaron preguntas

como: ¿Fue cerca de su casa? ¿Recuerda cómo se enteró? ¿Es su fuente de información

13

Una aclaración importante, es que nos centramos sólo en una parte de los delitos, aquellos que en la opinión

pública se engloban dentro de la idea de "inseguridad". Se trata de delitos que son percibidos como amenazas

sobre los bienes y sobre las personas cuya característica común es la aleatoriedad, es decir la percepción de

que le pueden suceder a cualquiera. En general son delitos urbanos con uso de violencia y con intención de

beneficio (Kessler, 2014).

11

habitual? ¿Lo leyó/escuchó en otro lado? ¿Lo comentó luego en su familia, en su trabajo,

en la escuela? ¿Se acuerda qué comentarios se hicieron? Esta técnica metodológica fue

adoptada luego de un intento que resultó fallido, que consistió en iniciar las conversaciones

haciendo referencia explícita a los medios de comunicación. En esos casos notamos cierta

reticencia de los entrevistados, e incluso una postura de intransigencia y negación a

reconocerse como audiencias de ese tipo de información. Este cambio en el contenido de

las preguntas nos permitió ingresar de un modo más sutil en las percepciones mediáticas de

los sujetos en relación con la inseguridad y fue adoptada luego de corroborar que resultaba

más funcional a los fines de nuestra investigación.

Luego, comparamos las respuestas con nuestro relevamiento previo sobre las emisiones de

la agenda mediática en los últimos meses, para observar y analizar qué casos policiales y

por qué habían logrado una mayor pregnancia en los sujetos. En esta etapa entonces

partimos de lo que podríamos llamar la recepción o la interpretación, para luego indagar en

los nudos de sentidos que se conforman con la emisión, a partir de la aleatoriedad de la

memoria. Una de las primeras cuestiones que surgieron fue que, al preguntar por delitos

que recordaran que hayan sucedido en los últimos meses, cada persona nombraba los que se

relacionaban con distintas dimensiones de su contexto personal.

Es decir, si hacemos un balance de las respuestas, hallamos cierto acuerdo en que la

cercanía con el lugar donde sucede el delito es determinante en la pregnancia de la

audiencia. Muchos entrevistados reconocieron hacer zapping cuando el noticiero emitía

informes sobre distintos tipos de delitos, o pasar de largo las páginas de Policiales de los

diarios, excepto si el hecho había sucedido en su barrio, o en un vecindario cercano.

También si se trataba de una zona donde vivía algún familiar o conocido, tal como

muestran los siguientes testimonios de Agustina y Marcos, vecinos de Saavedra (barrio de

la Capital Federal)

Por mi barrio nunca vi nada raro, ni me pasó nada. Pero cuando veo en los

medios que robaron en Saavedra, después me quedo unos días con miedo, sobre

todo si ando seguido por la zona donde fue el robo.

En una época en mi cuadra había salido la noticia de dos o tres violaciones, acá

por mi barrio. Hace unos dos años, uno se había metido por un árbol, otro en

la esquina, otro a la vuelta, y esa misma semana una noche escuché el grito de

una chica, que no tuve tiempo de reaccionar y se terminó. No se qué fue lo que

estaba pasando si la estaban violando, si le robaron, no sé. Pero esos días me

daba mucho miedo salir, miraba para todos lados, desconfiaba de todos los

hombres que me pasaban cerca… que se yo, después se me pasó.

En este último testimonio queda en evidencia la interrelación del texto mediático en la vida

cotidiana, que se manifiesta en la subjetividad del sujeto-audiencia, que “escucha un grito a

la noche” o “cree escucharlo” y lo asocia con un nuevo caso de violación en su barrio, tal

como anunciaban los principales titulares mediáticos esa semana.

En el mismo sentido, los entrevistados recordaban información delictiva relacionada con

algún aspecto de su vida personal. Muchos se identificaban con la victima porque

12

compartían el mismo oficio y/o profesión, otros por sus actividades de tiempo libre,

también por el lugar que ocupaba en la estructura familiar. Entendemos que esta

característica, que se repite en distintas entrevistas, se activa por un mecanismo de

identificación con la víctima, como muestra José, un joven ingeniero, y fotógrafo por

vocación.

Ahora me acuerdo del caso del francés, que todo bien con el arte, pero yo

me paro a sacar una foto en la Torre de los ingleses ni soñando… cuando

lo vi en TN, me puse en el lugar del tipo unas 20 veces y me pregunté cómo

hubiese reaccionado yo en su lugar. Y, la verdad, depende el humor de ese

día, de cómo esté… no es que me sienta más o menos valiente, pero te da

bronca. No soy de una clase social como para decir bueno me desprendo y

después me compro otra cámara, ¿entendés? Hay días que digo y bueno si

me vienen a afanar la largo, y otros días que no, que me está saliendo todo

mal, y pienso yo a la cámara no la largo por nada.

Debido al interés del entrevistado por el caso (un hombre de nacionalidad francesa fue

asesinado de una puñalada en el pecho cuando un delincuente intentó robarle una

cámara de fotos en el barrio de Retiro) buscamos en Internet el video que emitió la

cadena de noticias TN donde mostraban cómo había sido el arrebato (una cámara de

seguridad captó el momento).

En este caso yo creo por lo que se ve, que fue una confusión o un error del ladrón

porque nosotros (NDR: por los fotógrafos) nos atamos la cámara, la correa acá en la

mano (muestra cómo se hace) para evitar que se te caiga en realidad. Entonces yo

creo que cuando el pibe tiró para afanarle, quedó enganchada y el hombre le tiró un

codazo… pero no por resistirse. Aunque no hubo tiempo de explicaciones, porque el

chico tenía un arma y reaccionó.

Notamos que el entrevistado, en su interpretación, se identifica con la victima por su

vocación (ambos son fotógrafos amateurs) e intenta trasladarse a la misma situación.

Incluso no hace mención a ninguna de las demás características de la persona que fue

apuñalada, como ser su condición de extranjero, hombre mayor, etc, pero sí trata de

“ponerse en su lugar” y ensayar sus posibles reacciones.

En otros casos la identificación tiene lugar por características de género, como comenta esta

entrevistada que está esperando su primer hijo.

El caso de Carolina Píparo

14 me marcó, lo pienso todo el tiempo, pienso todo el

tiempo que puedo ser ella. Cuando me enteré no me dio miedo… me generó lo mismo

que cuando hay un hecho de violación o de abuso que decís `que hijo de puta` como

podes dispararle a una mina que encima está embarazada, o atacarla sexualmente

14

Carolina Píparo estaba embarazada de 8 meses cuando fue atacada por un grupo de delincuentes en una salidera

bancaria. Para robarle el dinero le pegaron un tiro en la boca lo que terminó en 48 horas con la vida de su bebé.

Ella logró sobrevivir luego de 42 días de internación en un hospital de La Plata.

13

cuando sabes que sos más fuerte, me da mucha impotencia cuando veo esos casos, a

veces hasta cambio de canal…

Observamos que se establece un movimiento donde los entrevistados, al mirar la noticia, se

trasladan imaginariamente a la situación que experimentó la víctima del delito. La

identificación con alguna característica de la posición del sujeto, funciona para “situarse

una y otra vez en el lugar de la víctima” y en esa configuración afloran distintos

sentimientos de empatía o rechazo.

Podríamos decir que, en la enunciación de las noticias de Inseguridad, la víctima aparece

como representante de los sectores medios: sus características remiten a la de cualquier

“ciudadano común”, por lo tanto pudo haberle pasado a cualquiera. En palabras de Garland,

la víctima surge como un personaje representativo cuya experiencia se supone común y

colectiva, en lugar de individual y atípica. El lenguaje inmediato del relato mediático “se

dirige directamente a los miedos y la ira de los espectadores, produciendo efectos de

identificación y reforzamiento que son usados política y comercialmente” (Garland,

2005:242).

Gestión de la inseguridad – Medios de comunicación

Otra de las dimensiones que indagamos fue acerca de la gestión de la inseguridad en

relación con el consumo de medios. Distintos estudios de mercado muestran que, en los

últimos veinte años, ha sido sideral el crecimiento de dispositivos preventivos del delito:

alarmas satelitales, alambrados, rejas, sistemas de monitoreo, botones antipático y

seguridad privada son algunos ejemplos de un mercado que crece. Según la encuesta de

victimización de la ciudad de Buenos Aires de 2007, el 61% de los hogares tenía al menos

un dispositivo de seguridad: el 12% declaraba tener alarmas, el 5,3% vigilancia, el 6,3%

cámara de seguridad; el 40% rejas, el 31,5% cerraduras especiales, y el 20,6% perros

guardianes. Estos elementos están más presentes en los sectores medios y altos que en los

populares.

En el ámbito académico, los estudios criminológicos difieren acerca de si el uso de

dispositivos de seguridad sirve para atenuar el sentimiento de inseguridad o por el contrario

su mera presencia aumentaría la sensación de estar en un lugar potencialmente peligroso.

En relación con la gestión de la inseguridad, Kessler (2009), propone que los dispositivos

contribuyen a lograr una mayor sensación de seguridad cuando pueden ser incorporados en

la vida cotidiana, en las acciones más habituales y naturalizadas, como conectar la alarma

antes de salir, o una luz fotoeléctrica que se enciende sola en la oscuridad. “Por el contrario,

cuando los implementos tienen una extrema presencia incrementan el temor, o por lo

menos, recuerdan en forma constante la existencia de peligros” (197).

En nuestra investigación buscamos dilucidar si la adopción de distintas medidas de

seguridad, estaba vinculada con algún tipo de influencia de los medios de comunicación, es

decir nos propusimos conocer qué tecnologías y prácticas de prevención del delito

14

incorporaban los sujetos a su vida cotidiana a partir del consumo de la información

mediática delictiva.

Así las cosas, nos encontramos con que los medios actúan en este sentido como un doble

indicador. Una primera cuestión que surge es que algunos de los sujetos entrevistados

reconocen adoptar dispositivos o imitar prácticas preventivas de las noticias policiales.

Muchas de ellas tienen que ver con la incorporación de tecnologías de la protección a raíz

del desenlace de un caso, o porque se muestra en un informe periodístico e incluso por

recomendación de los propios presentadores del noticiero, que funcionan como mediadores

frente a los espectadores. También hacen referencia a las columnas de opinión de los

diarios, o sus versiones on line, y a las cartas de lectores, en las que alguna victima cuenta

su experiencia. A la vez, es común que los entrevistados hagan referencia a un caso

mediático para explicar los cambios en las medidas de precaución que implementaron en su

vida cotidiana.

Entre los primeros casos, se puede ubicar a Natalia de 32 años, que vive en un

departamento sin vigilancia en el barrio de Villa Urquiza y explica su reacción frente a las

noticias de violaciones en su barrio:

Cuando me enteraba de esas noticias me daba mucho miedo estar en mi casa

por lo que aparecía en los medios. Es más, en ese momento fue cuando pusimos

rejas en las ventanas, porque uno de los violadores había entrado a un

departamento por ahí. Mientras estaba en mi casa ni levantaba las ventanas.

Mi marido me decía que era una exagerada, pero yo le decía violaron a dos

pibas acá a la vuelta, ¿por qué no me puede pasar a mi?

En otros, los cambios reposan en las acciones del propio cuerpo, en prácticas que se

naturalizan a partir de la irrupción de la narrativa mediática que marca un punto de

inflexión en la vida cotidiana. Es el caso de Irene, que vive en Saavedra, tiene una hija de

10 años y cuenta cómo cambió su forma de moverse a partir del caso de Gastón, el niño que

fue asesinado cuando ladrones entraron a su casa en Miramar.

El caso de Gastoncito fue terrible para mí, me traumó, de solo imaginarme al

nene tan chiquito… aparentemente el ladrón era conocido de la familia y no

esperaba encontrarlo en la casa. Antes de ese caso no lo había pensado como

una posibilidad, y dejaba sola a mi hija de diez años cuando me iba a hacer un

mandado acá cerca. Pero ahora no la dejo más, pienso todo el tiempo en lo que

le pasó a ese chico y me la llevo a todos lados.

Por el contrario, la gestión de la inseguridad puede tener un efecto inverso para algunos

participantes que construyen una percepción negativa de los dispositivos de seguridad a raíz

de lo que emiten los medios.

En el periodo que realizamos las entrevistas una noticia tuvo gran resonancia debido a las

particularidades que presentó el caso. Se trató del robo en la vivienda de un conocido

periodista, apodado “Baby” Etchecopar, en el barrio de San Isidro, que en ese momento se

encontraba junto con su familia. El conductor se defendió con un arma que guardaba en su

mesa de luz, mató a un ladrón e hirió a otro. Su hijo, que también se defendió con un arma,

15

fue baleado e internado de urgencia. Más allá del efecto que generó en la audiencia este

caso, nos interesa remarcar las lecturas de algunos entrevistados sobre la posesión de armas

para uso personal, en tanto dispositivo de seguridad.

Lo de Baby lo comenté mucho porque es un tipo que me da rechazo. Habló

siempre de más en la radio, decía ´si encuentro a un negro en mi casa lo mato´.

Con mi familia comentamos que era una locura estar armado, que siempre se

termina mal, como quedó demostrado en este caso. Creo que él inventó todo,

que disparó porque quiso, porque tenía el arma, y los medios le dieron mucho

lugar para mostrar la inseguridad de los que viven en zona norte, pero el tipo

mató a una persona.

En otros casos, la mirada no es tan displicente, pero de todos modos ponen en cuestión el

uso de armas como defensa personal.

Es polémico lo de Baby porque uno piensa es bárbaro lo que pudo hacer, zafó, y

pudo matar a un ladrón, unos hijos de puta que iban a armados. Pero después

vivir sabiendo que mataste a alguien, tenés que tener una personalidad muy

fuerte. Yo no podría, prefiero no tener armas en casa, me parece que es más

peligroso que tenerla.

En estos ejemplos, el caso de Inseguridad que tuvo a los medios en vilo durante al menos

dos semanas, sirvió para debatir sobre el uso de un dispositivo particular. Es decir que parte

de la audiencia evaluó los riesgos y beneficios de tener un arma en la propia casa, a partir

de un caso mediático. Así reflexiona Juan, un vecino de Villa Urquiza:

Te digo la verdad, yo lo estaba pensando el tema, ¿no? La posibilidad de tener

un arma como defensa, al menos para amenazarlos si te entran. Pero después

de enterarme de lo que le pasó a ese periodista me arrepentí, puse las cosas en

la balanza y creo que tengo más posibilidades de perder la vida si yo estoy

armado, como que ellos no la van a pensar mucho.

Por último, en otros casos, la información mediática delictiva refuerza o consolida los

rumores de sospecha que se extienden sobre la seguridad privada o el uso del monitoreo

satelital. En muchos barrios circula el rumor de la complicidad entre ladrones y guardias

privados, y algunos entrevistados se oponen a su presencia en el edificio, argumento que

refuerzan haciendo referencia a casos mediáticos. Así, lo que escuchan o ven en los medios

sirve para acentuar una desconfianza previa.

Cada vez hay más inseguridad, y eso que hay cosas que no salen en televisión ni

en los diarios. Mucho robo de celulares, de carteras, en los medios sale cuando

ya te mataron… Ahora están entrando en los departamentos, mostraron en la

tele que en Recoleta sobretodo. Para mi es son los mismos de la vigilancia

privada los que avisan, por eso prefiero no tener nada de eso.

16

En estas primeras aproximaciones entonces, buscamos sintetizar las percepciones acerca de

la pregnancia de las noticias y de los dispositivos de seguridad que se construyen,

confrontan o refuerzan a partir de los casos mediáticos, que como vimos, son recibidos por

la audiencia de diferentes modos. En segundo lugar, y este es el punto que nos interesa

remarcar, tanto por acción o por omisión los sujetos toman las narrativas mediáticas para

evaluar la potencialidad de su propio riesgo, y a partir de ese cálculo, optan por incorporar

los dispositivos de seguridad que consideran más propicios para minimizar las

posibilidades de ser blanco del delito, y a la vez, atenuar su sentimiento de inseguridad.

Una función pedagógica ¿positiva y/o negativa?

En los apartados anteriores analizamos algunas de las percepciones de los entrevistados en

relación con las noticias de inseguridad. En líneas generales, podríamos decir que existe

una mirada crítica y cuestionadora sobre lo que emiten los medios de comunicación masiva

en relación con el tema. Sin embargo, también podemos rescatar otra dimensión de la

audiencia de este tipo de contenidos, más ligada a lo que podríamos llamar ´un uso social´ o

´pedagógico´ de los medios.

En este sentido, nuestros entrevistados rescatan de la información policial un aprendizaje

sobre el delito: los medios, aseguran, les ayudan a la hora de trazar recorridos, prevenirse o

evitar ser víctimas de un delito. Este uso social de la televisión, lleva a cuestionar un rol

meramente adverso en la representación mediática del delito. Es decir, los medios pueden

ser responsables del sentimiento de inseguridad, pero a la vez, pueden posibilitar otro uso

por parte de la audiencia, que no necesariamente derivará en la generación de temor.

Es el caso de Analia, que asegura que mira religiosamente el noticiero vespertino, porque le

sirve “para estar al tanto” de las nuevas modalidades delictivas:

El problema es que si los medios no mostrasen lo que pasa, nosotros no lo sabríamos y

seríamos mucho más vulnerables. El hecho de que lo muestren, aunque se excedan,

hace que vos seas un poco más prudente, y te fijes ciertas cosas, que en otro momento

no te fijarías como ser, mirar para todos lados cuando vas a subir o bajar del auto, no

dejar la cartera a la vista, estar atento por las entraderas…quizás los medios

exageran pero de alguna manera te están poniendo sobre aviso, que algo pasa y cómo

defenderte.

Otros testimonios ubican a los medios como los portavoces de las zonas seguras e

inseguras, y a partir de estos discursos orientan su propia gestión de la inseguridad.

Veo las noticias y me entero de lo que pasa, me sirve para estar informada y para

prevenirme también. Por ejemplo, yo trabajo en Belgrano y gracias a un informe que

vi en el noticiero me enteré que en la zona de Cabildo y Juramento roban mucho y en

las Barrancas también….Desde que vi eso ando con más cuidado con la cartera, estoy

más precavida, porque antes pensaba que Belgrano era seguro y andaba más

despreocupada (Sandra, 40 años)

17

Que muestren los casos en los medios ayuda como forma de denuncia y de prevención,

creo que si los medios no mostrasen tantos casos de inseguridad estaríamos peor,

seriamos más indefensos frente a la delincuencia (Jorge, 49 años)

Además del temor entonces, hay un uso social o pedagógico de las noticias de

inseguridad tal como evidenciamos en un trabajo de recepción de este tipo de

información. Como vimos, en el estudio que realizamos, los porteños reconocían

consumir noticias policiales para estar prevenidos frente al avance de la inseguridad,

para conocer sobre las nuevas modalidades del delito, así como, para incorporar nuevos

dispositivos de prevención que les permitían definir estrategias de supervivencia

cotidiana (Focas, 2013). De este modo, la información sobre las zonas seguras y las

inseguras que brindaban los noticieros funcionaba como una “brújula” que los orientaba

en su vida diaria.

En consonancia con este hallazgo, algunos estudios cualitativos demuestran, que las

series ficcionalizadas (crime drama) son utilizadas por la audiencia femenina para

aprehender estrategias defensivas frente a un ataque criminal. Las espectadoras

aseguraban que en estas emisiones les facilitaban estrategias sobre cómo defenderse en

ciertas situaciones, es decir, las mujeres orientaban su recepción en cómo los medios

brindaban información y oportunidades para pensar situaciones de defensa personal a

través de representaciones realistas (Reiner et.al, 2001; Custers y Van den Bulk, 2011).

También para los entrevistados de una investigación colombiana, las noticias les

permitían enterarse sobre el accionar de la guerrilla, y les brindaba pautas de protección

frente a la violencia al alertar a la comunidad sobre los lugares peligros donde podía

existir alguna situación de violencia (Barón y Valencia, 2001).

Sin embargo, esta dimensión pedagógica también puede adquirir un matiz negativo. Los

públicos indagados por Dammert, Karmy y Manzano (2003) en Chile consideraron que

las noticias policiales cumplían una función pedagógica negativa: a partir de la

sobrerrepresentación de actos violentos, en los que los noticieros muestran la forma en

que se cometen las transgresiones, y luego la impunidad de estos casos, se contribuía a

difundir las conductas delictuales sin aportar soluciones al problema. También

destacaron el lugar prioritario que le otorgan al delincuente en los noticieros, como un

actor principal, e incluso “hasta víctima de las circunstancias”.

En síntesis, a partir de estas y otras investigaciones, se puede cuestionar un rol

meramente adverso en la representación mediática del delito y establecer otras

relaciones que los sujetos-audiencia establecen en el consumo diario de estas emisiones.

18

Reflexiones finales

En este trabajo partimos de la hipótesis de que los medios de comunicación constituyen una

forma de victimización indirecta importante, por lo que consideramos relevante dilucidar el

modo en que los ciudadanos consumen las narraciones mediáticas sobre la inseguridad y

que, muchas veces, como muestran los testimonios, se solidifican en prácticas de

prevención del delito, o en otras acciones y/o formas de pensamiento.

Más allá de una acusación general, tan en boga en estos momentos, en esta reflexión final

nos preguntamos: ¿Los medios son 'responsables' o 'posibilitadores' del sentimiento de

inseguridad? ¿Qué lugar le otorgan las distintas audiencias a los sentidos que se configuran

en cada momento y que impactan en la vida cotidiana?

Entendemos que es imposible imaginar una distancia absoluta entre los discursos

mediáticos y aquellos de la sociedad que los consume. La noticia sobre el crimen hace

sentido en las conversaciones sociales, propone un diálogo y establece una apuesta en el

espacio público, es decir que los medios no operan aisladamente, sino que sus discursos se

interrelacionan con otras fuentes de información como los rumores, las anécdotas, y la

propia experiencia.

Este trabajo pretendió aportar algunas aproximaciones sobre el lugar de los medios en la

construcción del sentimiento de inseguridad. El divorcio entre índices delictivos y

percepción del riesgo continúa hasta nuestros días, motivo por el que, entendemos, gana

relevancia el discurso mediático en el imaginario que una sociedad tiene de sí misma.

En este contexto, consideramos que analizar las representaciones mediáticas sobre el delito,

y dilucidar el modo en que éstas impactan en la audiencia, colaborará en la elaboración de

políticas públicas acordes para bajar los índices del sentimiento de inseguridad.

Sin duda, las noticias de inseguridad han llegado para quedarse y son una de las

beneficiarias del gran crecimiento de nuevas formas de registros, de canales de televisión

que transmiten noticias todo el día y precisan material para ocupar sus horas: los delitos

son, lamentablemente, un material por demás disponible en nuestra región. Se expanden a

todos los medios, secciones y programas, y crece la atención que le otorgan los sujetos. Al

mismo tiempo, sabemos que nada bueno sucede cuando el temor se expande. El incremento

de la sensación de inseguridad afecta la calidad de vida, favorece el apoyo a las políticas

más punitivas, contribuye a la deslegitimación de la justicia penal, promueve el consenso

en torno a las acciones "por mano propia", la difusión del armamentismo, restringe las

actividades y la movilidad e incrementa la distancia social entre las clases. En ese contexto

es importante plantearse al temor como un problema social y político con una autonomía

relativa frente al delito y sus políticas. En efecto, el sentimiento de inseguridad es un

problema en nuestra región, además del delito mismo y los medios tiene un lugar en él: ni

responsables de todo, claro está, pero tampoco un lugar neutro (Kessler y Focás, 2014).

Los medios inciden, pero con tasas de delito altas, sin confianza en las instituciones como

la justicia y la policía, el temor seguirá siendo alto. Una pregunta que queda planteada es si

es posible generar un cambio que promueva nuevas relaciones entre el consumo de medios

y el temor al delito. Un primer objetivo sería complejizar la agenda de la seguridad, para

evitar que esté centrada siempre en los delitos de los más pobres y sobre todo si son

19

jóvenes. Para ello, tematizar los delitos de los poderosos, los medio ambientales, la evasión

impositiva de las empresas y, en otro registro, la seguridad vial, ayudará a una agenda más

compleja y por ende, que en parte, atenúe sus efectos socialmente más adversos.

Es también importante priorizar el lugar de los datos, algo que sin dudas, tendría algún

impacto en el encuadramiento de este tipo de noticias. De este modo, por ejemplo, se podría

atenuar el efecto de temor de las supuestas “olas” de determinados delitos con información

que muestren que dicho aumento no se produjo. También se debería tratar de que se

presenten los cierres de los casos, para disminuir la sensación de impunidad.

De parte de los poderes públicos, es necesario comunicar eficazmente cuáles son los

objetivos y prioridades de las políticas de seguridad, de modo que luego tener con que

contrastar los eventuales logros (en caso de ser cumplidos) y así atenuar la sensación de que

“nadie hace nada ni sabe qué hacer”, presente en muchos países y una de los factores que

explican la adhesión a la demagógica punitiva, que promete con su “mano dura” acabar

rápidamente con el problema.

El tema está instalado. Es agenda en todos los países, lo hemos dicho, tanto en los que

tienen tasas altas de criminalidad como también bajas, porque ambas conviven con altos

índices de temor al delito. De la mano de esta coyuntura, los espacios mediáticos nacionales

están interconectados en tiempo real y se emiten constantemente noticias de inseguridad

sobre lo que sucede en todos lados. Por eso, los gobiernos interesados en disminuir el temor

no deben ni sobredimensionar el rol de los medios ni tampoco subestimarlos y pensar que

no influyen. Es poco realista acusar a los medios como culpables de la inseguridad, así

como también evitar un diálogo necesario sobre su lugar en la construcción de la realidad

social. Pero este debate aún es una tarea que nos debemos en nuestra región15

.

15

Algunas de estas ideas fueron publicadas en: Kessler, G. y Focás, B.(2014).

20

Cuadros/ figuras

Problemas más importantes en América Latina (1995-2013)

Fuente: Latinobarómetro, 2013

Percepción de inseguridad en América Latina

Fuente: LAPOP, 2014

21

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