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Construyendo un futuroConstruyendo un futuro

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La publicación de todas estas historias cuenta con previa autorización de sus protagonistas. Estos relatos y hechos son verídicos, pero por seguridad de las familias, algunos nombres de personas fueron cambiados y ciertos lugares geográficos omitidos; las ilustraciones son retratos inspirados en fotografías de los protagonistas.

Este libro se realizó gracias al apoyo del pueblo norteamericano, a través de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional-USAID, en virtud del Convenio de Cooperación No. 514-A-00-02-00233-00 celebrado entre CHF International y USAID. El punto de vista expresado por el autor no necesariamente refleja la opinión de USAID.

Construyendo un futuro

Copyright © 2005 CHF International

Edición 200 ejemplares

Redacción: Equipos de las entidades operadoras: Corporación Dominicana Opción Vida, Justicia y Paz; Corporación Minuto de Dios; Fundación Caritas Diocesana, y Fundación para el Desarrollo de la Zona Bananera-Fundebán. Equipos regionales CHF International: Barranquilla, Buenaventura, Cali, Eje Cafetero y Santa Marta.

Edición: María Mercedes García

Diseño, diagramación, ilustración e impresión: Carlos Fuentes Baute- correo e: [email protected]

Const o un futuro

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CHF International agradece a las familias beneficiarias del Programa de Asistencia Económica-PAE por su esfuerzo,

dedicación y sentido de superación; a los equipos de las entidades operadoras, a los asesores y las entidades

capacitadoras; a las coordinaciones regionales, porque su trabajo ha hecho posible gran parte de nuestros logros; a las

entidades públicas y privadas que han creído en el PAE; a todos los amigos del Programa, y especialmente al pueblo

norteamericano por su respaldo a través de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional-USAID,

porque sin su apoyo este Programa no sería realidad.

AGRADECIMIENTOS

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CHF International trabaja alrededor del mundo adelantando programas de apoyo dirigidos a poblaciones vulnerables, impulsando actividades económicas y productivas para el beneficio general de estas comunidades, en busca de mejorar sus ingresos económicos y su calidad de vida. En Colombia, CHF International está promoviendo estrategias y acciones con un enfoque en la atención a la población desplazada y de escasos recursos, en aspectos sociales, económicos y productivos. Con este propósito CHF International decidió diseñar e implementar una estrategia de desarrollo denominada Programa de Asistencia Económica-PAE, la cual cuenta con la participación de entidades operadoras como la Corporación Dominicana Opción Vida, Justicia y Paz; la Corporación Minuto de Dios; la Fundación Caritas Diocesana, y la Fundación para el Desarrollo de la Zona Bananera-Fundebán, además de numerosos amigos de los sectores público y privado que apoyan el Programa. El objetivo esencial del Programa-PAE es apoyar el restablecimiento de la población desplazada y vulnerable, a través de su reinserción y estabilización socioeconómica. Con esta directriz, el PAE ha sido ejecutado en Armenia, Barranquilla, Buenaventura, Cali, Manizales, Pereira, Santa Marta y municipios aledaños a estas ciudades. Desde julio de 2002, el PAE ha sido implementado con el apoyo del pueblo norteamericano, a través de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional - USAID. Hasta la fecha, no sólo se ha logrado el mejoramiento de los ingresos de más de 9.000 familias, a través del apoyo de sus planes socioeconómicos, sino que también se han logrado efectos cualitativos que han transformado sus vidas. El aumento en el acceso a la educación, el mejoramiento en la cantidad y calidad de la alimentación, la reducción de los conflictos, el aumento en la autoestima y el mejoramiento de la vivienda son algunos de los efectos que las familias vinculadas al PAE destacan como de gran importancia. Los testimonios de nuestros beneficiarios son notables. Las tragedias que han debido enfrentar y la fortaleza que han demostrado al no desfallecer son dignas de ser compartidas. Por tal motivo, decidimos elaborar y presentar esta publicación en la que se recogen 30 historias de vida, que representan la superación y la esperanza de los colombianos víctimas del desplazamiento forzado. Con estos ejemplos de vida queremos seguir animando a las familias en situación de desplazamiento y motivando a las entidades nacionales e internacionales a comprometerse en la búsqueda de alternativas para la difícil situación socioeconómica que aún enfrenta un alto porcentaje de la población colombiana.

Lisa Marie PacholekDirectora Nacional

CHF Colombia

INTRODUCCIÓN

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La firmeza de una MUJER

La firmeza de una MUJER

on lágrimas en los ojos, pero la inmensa fortaleza que da el no Chaberse rendido, doña Margoth*

decidió contarnos su historia.

Hace diez años vivía con su esposo y sus cuatro hijos en su pueblo, ubicado en el Magdalena. A pesar de estar en medio del conflicto armado, Doña Margoth y su esposo se sentían confiados.

Propietarios de un restaurante, un parqueadero, una tienda, una llantería y un hotel, tenían suficiente bienestar para brindar a sus hijos.

Una noche el pueblo fue atacado por los actores armados. Seguros de no tener nada que esconder, doña Margoth y su esposo ignoraron las amenazas recibidas y decidieron continuar sus vidas con normalidad. Veintidós días después del ataque fue asesinado su esposo. Con rabia e impotencia, esta mujer relata cómo ella y su hijo de un año y medio de edad presenciaron este acto inexplicable.

Debió seguir adelante, a pesar de la tristeza, trabajando en sus negocios y respondiendo por sus hijos, a quienes debió separar de su lado por temor; sólo se quedó con el menor.

Durante cinco años manejó sus negocios con tesón y entereza. Fue empresaria y madre responsable, superándose cada vez más, haciendo próspera su microempresa y fortaleciendo su capital.

Cuando todo parecía normalizarse, iniciaron nuevamente las matanzas. La última noche que estuvo en su pueblo, recibió una nota con una amenaza, si

no se iba, el sábado siguiente irían abuscarla y la matarían.

Incrédula, pero temerosa, recogió lo que más pudo y junto con su hijo, huyó y se refugió en la casa de unos familiares de su esposo. Efectivamente, el sábado siguiente fueron a buscarla.

Por algún tiempo se escondió y en cuanto pudo mandó a recoger algunas de las cosas de su negocio para poder trabajar. Buscó una casa en arriendo y montó una pequeña tienda que le ayudaba a sostenerse, esta vez se encontraba con sus cuatro hijos y juntos debían sobrevivir.

Pasado un tiempo y cuando creía que todo acabaría, fue acechada nuevamente por los grupos ilegales y advertida por sus vecinos del peligro, nuevamente fue hora de huir…. Esta vez llegó al Atlántico.

Confundida y sin entender lo que pasaba, se hospedó en un hotel con sus cuatro hijos. Dos meses después, encontró a una sobrina que vivía en este lugar y se mudó a su casa.

Más tranquila, mandó a un sobrino a recoger lo que quedaba de sus propiedades. Del hotel sólo quedaron dos televisores, tres abanicos y dos enfriadores; con el capital que pudo acumular, se mudó a una casa, en donde montó una pequeña tienda y empezó a trabajar de nuevo.

Como sus ganancias sólo le alcanzaban para cubrir el arriendo y otros gastos básicos de supervivencia, decidió comprar un

lote en un barrio de invasión y construir su propia vivienda.

Montó su tienda en su nueva casa. Pero un día le llegó una notificación, todas las viviendas deberían ser derrumbadas pues eran ilegales…

Doña Margoth no se rindió. Buscó ayuda en muchas partes y empezó múltiples negocios, todos fracasaron. Sólo uno tuvo futuro: la fabricación de sábanas, limpiones y coge ollas, entre otros utensilios para la limpieza del hogar.

Por medio de un amigo, se enteró del Programa-PAE y se inscribió, por lo que fue seleccionada para recibir apoyo. De esta manera, compró una máquina industrial, la cual le permitió darle un mejor acabado a los productos que elaboraba y abrir nuevos mercados, de igual forma, se capacitó en administración de negocios.

En estos momentos, doña Margoth tiene tres vendedoras, con lo que surte de sabanas y multiusos a todos los almacenes aledaños a su pueblo.

En el mes de junio de 2004, recibió un crédito. Con este dinero compró más materia prima para fortalecer su negocio.

“Ahora me siento segura de mí misma, estoy segura de lo que puedo hacer y optimista de que las cosas de aquí en adelante serán mejores... sueño con crecer en mi negocio de confección. Desde que recibí el apoyo del PAE todo se incrementó, mis ventas, mi capital, mis utilidades… y también mi autoestima”.

*El nombre ha sido cambiado por razones de seguridad.

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n febrero de 2002, María debió salir de su pueblo junto con sus dos pequeñas hijas, debido a los E

continuos hostigamientos de los grupos armados al margen de la ley.

Cuando llegó a la ciudad de Pereira se situó en un asentamiento, en donde su madre, también desplazada, la recibió.

Ubicada en una zona de alto riesgo, construyó su vivienda junto al río, rodeada de desechos tóxicos, sobre cimiento rocoso, con paredes de material en esterilla* y techo en plástico.

Por el mal estado de la vivienda, a María y a sus pequeñas las asechaba el frío, la lluvia y la humedad, factores que propiciaron el surgimiento de enfermedades virales y respiratorias.

Sin embargo, María, diligente y laboriosa, empezó a buscar un mejor destino para sus hijas. Motivada por la gran demanda de pañales desechables en el sector, empezó a trabajar en la venta de este producto.

Se vinculó al Programa de Asistencia Económica-PAE, el cual la ayudó con la compra de pañales para niños de diferentes tallas y marcas.

Empezó vendiendo en su barrio y en otros cercanos. Con sus primeras ventas pudo tomar en arrendamiento una casa, que le permitía vivir con sus dos hijas en mejores condiciones y poner un punto de venta más atractivo para sus clientes.

Cuando su negocio comenzó a posicionarse y sus ingresos empezaron a tener una mejoría ostensible, María y sus hijas se trasladaron a una nueva vivienda más segura y confortable.

Los ingresos de esta familia han aumentado en mucho más del 100%, razón por la cual, están destinando una pequeña cantidad al ahorro y otra a la alimentación, educación y abrigo de sus pequeñas.

María ha ido creando poco a poco un mejor entorno para el desarrollo de sus hijas. Ya se enfrentó sola a lo más difícil, lo que viene será fruto del coraje y la poca resignación de esta joven mujer, que ha logrado alcanzar el sueño de recomenzar una nueva vida, después de haberlo perdido todo.

Ella encarna la fortaleza de más de tres millones de colombianos que han sido desplazados y agredidos, pero no se han sometido a ser víctimas de la tragedia, sino que día a día están luchando por un futuro mejor para sus hijos.

*Lámina de guadua.

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María y sus hijas han logrado alcanzar el sueño de recomenzar

una nueva vida, después de haberlo

perdido todo.

Construyendoun

FUTURO

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FUTURO

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a vida de Héctor* era plácida y serena. Nacido en Pereira, pero residente en el corregimiento de L

Cisneros, vivía con su familia en una hermosa finca.

Desafortunadamente, este lugar estaba ubicado frente a una trocha**, que era el paso obligado de los grupos armados ilegales. El Ejército le pedía información y él no podía darla; los grupos armados lo obligaban a alimentar a sus hombres y a atenderlos. Este lugar era estratégico, ya que quedaba en una loma que le daba gran visibilidad; los grupos armados enfrentados por el dominio de la tierra, lo obligaron a marcharse de un día para otro; lo acusaron de ser un informante del Ejército.

Desesperado y con miedo, salió en la madrugada con su mujer y sus hijos: “Me temblaban las piernas del susto de que nos agarraran, además la trocha era empinada y teníamos miedo de caer al precipicio”.

Tenían pensado ir a Buenaventura, pero decidieron llegar a Cali. En su primera noche durmieron en la terminal de transporte; las noches siguientes las pasaron en una iglesia.

Después de unos días y en medio de una inmensa miseria, un vendedor ambulante les brindó apoyo. Propietario de un carrito, en el que vendía papas fritas en las calles de Cali, le dio a Héctor dos cajas de su producto.

“Nunca lo olvidaré, mi caja era roja y la de mi mujer, blanca. Teníamos suerte, Dios estaba con nosotros, siempre las vendíamos”.

Muchas veces dejaban a los niños sin desayuno y sólo a las cuatro de la tarde conseguían dinero para almorzar. Con lo que vendían, compraban una ollita de sopas, que compartían con su nuevo amigo de Cali.

Su protector en Cali, los llevó a su casa; allí habitaba una gran cantidad de familias. En un ejemplo conmovedor de solidaridad, cada uno llevaba lo que podía para el almuerzo. De sus ventas de papa, daban dinero para la sopa comunitaria.

Sin embargo, sin mucho que perder, un amigo les contó que en Barranquilla había más posibilidades de desarrollo. Con mucho esfuerzo, el 23 de diciembre de 2002, llegaron a esta ciudad a las once de la noche, en donde nuevamente debieron alojarse en la terminal de transportes. Los policías y empleados de este lugar reunieron dinero para darles algo de comer; también les permitieron quedarse una noche más.

El 25 de diciembre los llevaron a Palermo. “En una casita nos alojamos; en una choza de enca (paja), ubicada en un asentamiento para desplazados. Fueron una Navidad y un Año Nuevo muy duros para nosotros, pero veíamos la provisión de Dios”.

Durante los primeros seis meses, Héctor se dedicó a cortar cocos para venderlos a los pequeños productores de refrescos y bolis (jugos o aguas saborizadas, congeladas).

Para llegar de Palermo a Barranquilla, sólo se debe cruzar un puente, por lo que Héctor se ganó la confianza de varios vendedores de bolis en esta ciudad, quienes lo contactaron con un mayorista de este producto.

“Empecé con un uniforme y un termo; me venía caminando desde Palermo hasta Barranquilla a vender los bolis”. Le quedaban 30.000 pesos diarios. Con esas ganancias compró la choza en Palermo; le hizo pared, piso, baño y un cuarto; llegó a ser la más bonita del caserío, además le pintó pecas azules, por lo que le decían “La casa de las pecas”.

Sin embargo, las condiciones ambientales del sector eran muy precarias, el agua de consumo venía de un caño, había mosquitos y gran cantidad de moscas, lo que afectó la salud de su pequeña hija recién nacida, quien tuvo convulsiones y entró en estado de coma. Esto los obligó a trasladarse a Barranquilla y a pedir dinero en las calles para pagar la factura del hospital. “Lo más duro de todo, fue pedir casi que limosna, pero de nuevo nos levantamos, nos quedamos sin nada pero había que seguir...”

Héctor consiguió una casa en un barrio de Barranquilla. Allí, un amigo lo contactó con un productor y distribuidor de deditos de queso, éste lo convirtió en uno de sus vendedores. Gracias a la venta de los deditos, pagaba el arriendo, alimentaba a su familia y costeaba el colegio de sus hijos. El panadero le enseñó a elaborar los deditos.

Héctor llegó a producir más de mil deditos al día. Con su esfuerzo compró todos los instrumentos necesarios para elaborar el producto. “Lloré de la felicidad; ya tenía mi

La Solidaridadenriquece a m i l l o n e s de personas

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“Las cosas están duras pero trabajamos

dignamente. Queremos comprar esta casa para

tener un patrimonio propio para mis hijos.

El pasado fue muy malo, pero el futuro tiene que

ser bueno”.

negocio, antes salía con mi masa en una bolsa a aguantar sol a la casa de un panadero y me tenía que esperar hasta que él se desocupara y me prestara una máquina, a pesar de que yo le pagaba. Eso era una humillación, porque dependía de otros para trabajar”.

Héctor supo sobre el Programa de Asistencia Económica-PAE y se presentó en busca de apoyo. El PAE lo ayudó con la compra de una mesa de aluminio, una estufa semi-industrial, un horno, las bandejas para la elaboración de deditos y pan, sillas, mesas y utensilios de cocina.

Gracias a la buena utilización de los recursos, Héctor montó además un restaurante llamado “La Bendición”.

Actualmente, Héctor distribuye cerca de 1.500 deditos al día, los vende en los colegios y las tiendas del sector; con el restaurante tiene utilidades del 60% sobre lo que invierte. Además, piensa montar una panadería para seguir creciendo. En el negocio lo ayudan, su mujer y su hijo mayor.

“Las cosas están duras pero trabajamos dignamente. Queremos comprar esta casa para tener un patrimonio propio para mis hijos. El pasado fue muy malo, pero el futuro tiene que ser bueno”.

Héctor ha recibido una lección de vida: la solidaridad sostiene y enriquece a millones de personas que sufren las consecuencias de la guerra y la injusticia en Colombia.

Por esta razón, cada vez que puede, le da gracias a Dios, envuelve suficiente alimento en una bolsa y se va para otro barrio en donde viven familias amigas, que (igual que él en el pasado) no tienen ni siquiera para comer.

*Su nombre ha sido cambiado por razones de seguridad.**Camino abierto en la maleza.

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n 1998 don Claudio regresó a su lugar de origen, una vereda ubicada en el Río Calima*, en E

donde había vivido durante más de diez años. Allí se enamoró de Doris, con quien conformó un hogar, adoptando a sus dos hijos; en el 2002 Doris y Claudio tuvieron un hijo.

En marzo de 2003, los enfrentamientos entre grupos armados, obligaron a don Claudio a desplazarse a la ciudad de Buenaventura, junto con su mujer y sus tres pequeños. Dejaron todo abandonado, su cultivo, sus animales y su negocio de compra-venta de chatarra.

Un mes después del desplazamiento, frente a la precaria situación en la que vivían en Buenaventura, don Claudio decidió regresar a su vereda, para ver Si podía trabajar y conseguir algo de dinero para el sustento de su familia, pero no logró permanecer mucho tiempo: “…me devolví para ver si la cosa cambiaba, pero me fue peor; me sentí azarado, me sacaron a la fuerza; me enfermé de los nervios; me empezaron a dolor las piernas y no podía caminar, entonces me tocó regresarme a Buenaventura”.

“Teniendo como única garantía la cédula de mi mujer, un vecino me arrendó un lote, que tenía solamente la pared del frente y allí organicé con material de reciclaje, un cuarto pequeño donde nos metimos con mi mujer y los hijos, y el resto quedó libre como bodega para la chatarra”, cuenta don Claudio, quien una vez en Buenaventura, con $30.000 como capital, decidió retornar al negocio de la compra-venta de chatarra.

A través del mismo vecino, logró un préstamo extrabancario (“gota a gota” o “paga diario”), para incrementar su capital de trabajo y así poder comprar y vender más chatarra; empezó con aluminio y cobre.

Siete meses después de haber reiniciado en esta actividad, se enteró, a través de la Organización de Desplazados del Pacífico-ODP del Programa de Asistencia Económica-PAE. En enero de 2004 empezó su participación en el Programa.

En esa época, su familia vivía hacinada en un cuarto, con una sola cama y una mesa que les servía de cocina. Los dos hijos, de ocho y cinco años de edad, no estaban estudiando por falta de uniformes y útiles escolares.

Con el apoyo obtenido en el PAE, don Claudio incrementó su capital de trabajo, aumentando su capacidad de compra y venta de chatarra. En 60 días obtuvo utilidades significativas que le permitieron pagar el préstamo “gota a gota”, disponer de un capital propio, pagar la matrícula y comprar uniformes y útiles escolares para sus hijos y mejorar la alimentación de toda la familia.

El PAE también lo ayudó con la adquisición de herramientas de trabajo para realizar mantenimiento a domicilio de electrodomésticos de refrigeración, oficio que había aprendido a través de capacitaciones radiales y presenciales.

Don Claudio compró hierro-chatarra y utilizando sus nuevas herramientas de

soldadura, fabricó un camarote para sus hijos. También consiguió una nevera usada, en mal estado y la reparó, con lo que los gastos familiares se han reducido, pues ahora pueden comprar y almacenar alimentos perecederos en mayor cantidad y con menores precios.

“…Antes comíamos en platos plásticos; con el aumento de las ventas ya tenemos una vajilla de loza, bonita y nuevecita; arreglamos la licuadora para hacerle los jugos de fruta a los niños y tengo mi neverita para guardar bastante comida”, expresa con satisfacción doña Doris, quien con su jovialidad y alegría atrae a los clientes, razón por la cual, el negocio lleva el nombre de “Chatarrería Doña Doris”.

En la actualidad, don Claudio ha triplicado sus utilidades. Diariamente registra los movimientos contables de su negocio y la familia abrió una cuenta bancaria para el ahorro familiar.

Con las ganancias obtenidas, está mejorando significativamente su nivel y calidad de vida y está reinvirtiendo su capital. Así mismo, está acumulando material para construir su propia vivienda.

Este hombre no sale de su asombro por la experiencia maravillosa que está viviendo y por eso, ha llegado a la conclusión de que “cualquier chatarra es plata”... “Lo mejor es cuando le dan a uno el compromiso de mejorar su medio de vida, hay que responder bien a eso”.

A sus 56 años, sus metas son en grande y optimistas. Reconoce que tiene un futuro deprosperidad para su familia, basado en la capacidad de aprendizaje, “la enseñanza es lo único que no se puede perder” dice, al

Cualquier CHATARRAes plata

Cualquier CHATARRAes plata

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Don Claudio reconoce que tiene un futuro de prosperidad para

su familia, basado en la capacidad de aprendizaje, “la enseñanza es lo único que no se

puede perder.”

tiempo que se siente gratificado al ver en sus hijos interés por aprender este oficio.

Los niños, felices de asistir cumplidamente a la escuela para aprender cosas nuevas, expresan que se sienten bien en donde viven, pues no tienen el temor de ser perseguidos: “lo mejor de vivir acá es que no matan a la gente, no se escuchan tiros”.

*Zona rural de Buenaventura.

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a ciudad de Cali está atravesada de occidente a norte por un río que lleva su nombre: 112 L

hectáreas de ribera y 16 kilómetros de caudal lo convierten en la principal arteria fluvial de la ciudad.

Sin embargo, las basuras en la rivera y el poco mantenimiento a las zonas verdes, eran causantes de la contaminación de gran parte de la ciudad. Además, personas sin vivienda, se habían alojado allí.

Conocedores de esta problemática, en marzo de 2003 la Cámara de Comercio de Cali y el Programa de Asistencia Económica iniciaron un proyecto con el objetivo de recuperar el río, generando empleo e ingresos para la población desplazada y los miembros de comunidades receptoras, que tenían su hábitat en las riberas del río.

Fue así como se seleccionaron 40 beneficiarios, 17 mujeres y 23 hombres, de los cuales 32 son desplazados y ocho indigentes. Una parte de esta población (los habitantes de la calle) carecía de las condiciones mínimas de vivienda, alimentación, vestuario y educación; la otra, no tenía un ingreso fijo mensual, lo que hacía que sus condiciones de vida fueran muy precarias.

A todos los beneficiarios se les capacitó en manejo de zonas verdes, espacios públicos y reforestación, con el fin de que hicieran el mantenimiento y limpieza de la ribera del río y los árboles. Producto de esta labor, se constituyó una cooperativa de trabajo.

Simultáneamente los beneficiarios participaron en procesos de construcción de proyectos de vida, con fuerte énfasis en la integración y la cohesión social de estos dos grupos poblacionales, que padecen niveles agudos de exclusión social y económica.

Después de algún tiempo, es evidente lo acertado del Proyecto en varios aspectos: la recuperación de las zonas verdes de las riberas del río y de sus áreas aledañas, así como la reforestación y la recuperación ambiental, son actividades que corresponden al perfil campesino de los beneficiarios, lo que les ha permitido un desempeño eficiente y de recuperación en contextos urbanos de su saber y experiencia.

La integración lograda entre población desplazada y receptora es muy buena; han conformado un grupo de trabajo unido y solidario, con el propósito colectivo de consolidar su organización empresarial, para continuar prestando un servicio a la ciudad en la que habitan.

Los resultados en términos de mejoramiento de calidad de vida son evidentes. Los beneficiarios cuentan con un ingreso fijo mensual y con acceso a servicios de salud.

Los ocho beneficiarios que habitaban en la calle, viven hoy en día en una pequeña pensión que los acoge. Todos los beneficiarios, en el desarrollo del trabajo, tienen un espacio para preparar y consumir dos

comidas, lo que ha permitido una considerable mejoría de la alimentación.

Además de contar con acceso a la educación de los hijos, catorce de los beneficiarios están vinculados a procesos de validación de la educación primaria y secundaria, así como de alfabetización.

Esta organización cooperativa tiene como reto continuar trabajando e identificar nuevos y más servicios para este grupo social, que avanza en un proceso de impacto ambiental relevante para el desarrollo de la ciudad y una transformación social que ha permitido a estas dos poblaciones excluidas, ser actores productivos de la sociedad.

LA RECUPERACIÓNdel Río Cali genera impacto social ya m b i e n t a l

LA RECUPERACIÓNdel Río Cali genera impacto social y

a m b i e n t a l

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En este momento tiene 22 máquinas y cinco

empleados:cuatro son de producción y uno es empacador y mezclador. De esta manera, el bienestar que el hogar de Jesús ha conseguido, se ha extendido

a otras cinco familias.

La perseveranciadel ÉXITO

La perseveranciadel ÉXITO

esús llegó a Pereira hace tres años. Con 25 años de edad y una hija de dos años, fue desplazado del J

nororiente antioqueño.

Desesperado por la falta de ingresos para mantener a su niña, conoció a Marlén (al poco tiempo ella se convirtió en su mujer) quien lo animó a comprar un negocio de obleas.

Este proyecto se inició hace dos años y medio con un dinero prestado, ocho máquinas y ninguna experiencia en el oficio de hacer obleas. Con tan mala suerte, que al poco tiempo de haber iniciado, a Jesús le robaron cuatro máquinas y debió trasladar su negocio.

Como algunas veces los segundos intentos son más fáciles y para quien lo ha perdido todo a los 25 años, cuatro máquinas significan poco, Jesús volvió a empezar.

Sin ningún apoyo, empezó produciendo entre cinco y seis paquetes de cien obleas al día. Tuvo pérdidas mientras aprendía a manejar las máquinas y a preparar bien el producto.

Luego, aumentó la producción a catorce paquetes diarios, trabajando de cuatro de la mañana a ocho de la noche, seis días a la semana. Después de seis meses de mantener esta producción, contrató a una persona y alquiló otras cuatro máquinas.

Al siguiente año, consiguió un préstamo para comprar más materia prima y otras cuatro máquinas. Luego contrató a una persona y aumentó la producción a 30 paquetes diarios.

En enero de 2004 Jesús se vinculó al Programa-PAE, que lo apoyó con capital

de trabajo. Con esta ayuda compró siete nuevas máquinas, contrató a un tercer operario y aumentó la producción a 40 paquetes diarios.

En este momento tiene 22 máquinas y cinco empleados: cuatro son de producción y uno es empacador y mezclador. De esta manera, el bienestar que el hogar de Jesús ha conseguido, se ha extendido a otras cinco familias.

Actualmente cuenta con un inconveniente, la planta de producción es pequeña, por lo que su rendimiento no cubre con la demanda de obleas. Para hacer frente a esta dificultad, está entrenando a tres personas para implementar otro turno: dos de producción y uno para mezclar y empacar.

Está terminando de pagar una deuda, con el fin de empezar a ahorrar para comprar la casa en la que vive en arriendo, ampliar la planta de producción y registrar el negocio ante la Cámara de Comercio.

Jesús ha sido muy temeroso en la expansión de su negocio, pero Marlén siempre lo ha impulsado a invertir y crecer cada vez más. Por el momento es ella quien está al frente de la pequeña empresa.

Gracias a su restablecimiento económico, han mejorado su nivel de vida: empezaron viviendo en una pequeña habitación y hoy tienen una casa, han adquirido electrodomésticos para su hogar, tienen una alimentación completa y rica en nutrientes y pagan el jardín infantil para su hija.

Paralelo a un próspero negocio, fruto de un excelente producto, ha crecido el amor y la confianza en las relaciones interpersonales, tanto en el hogar, como en el entorno laboral.

La familia cuenta con la fuerza, la perseverancia y la nobleza de la gente realmente exitosa, por eso no es raro que cada día aumenten sus clientes, ni que sus empleados se sientan afortunados de hacer parte de esta empresa.

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Esta mujer, con su amor, dedicación y esfuerzo, ha podido consolidar una empresa que mejora

sustancialmente la vida de su familia.

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Una mujer sinónimo de tenacidad

Una mujer sinónimo de tenacidad

uando doña Inés llegó a Risaralda, ubicó su taller de confecciones en Csu lugar de residencia, una casa

de sólo dos habitaciones. Con dos máquinas de coser familiares y una fileteadora, consiguió una empleada, con quien elaboraba los trabajos de maquila; algunas empresas le mandaban uniformes para que los cosiera y los terminara.

En esa época tenía serias dificultades con su negocio, debido a que sus clientes eran escasos (a pesar de la calidad de su trabajo) y no había logrado desarrollar su propio producto.

En busca de nuevas alternativas para su negocio, se vinculó al Programa-PAE en junio de 2003 y solicitó un crédito en Microdes*. Gracias a su nuevo capital, doña Inés se cambió a una casa más amplia, en donde reside con mayor comodidad: mejor distribución de espacio, iluminación y ventilación en su taller; además, pudo adquirir maquinaria industrial que le permitió mejorar su producción y contratar a cinco personas para que la apoyaran en su taller. Doña Inés trabaja por contrato con una empresa. Ésta le entrega los cortes para que ella ensamble y devuelva terminado el producto, bien sea pantalones, camisas, faldas, blusas y sacos.

Paralelamente a estos contratos, doña Inés se encuentra produciendo ropa con su propia marca , “Domini”, la cual ya fue registrada en la Cámara de Comercio con el acompañamiento del PAE.

Doña Inés es jefe de ún hogar conformado por sus dos hijos varones de 11 y 17 años, quienes se han convertido en su fuente de fortaleza.

Esta mujer, con su amor, dedicación y esfuerzo, ha podido consolidar una empresa que mejora sustancialmente la vida de su familia, dando la oportunidad a otras mujeres cabeza de hogar de contar con un empleo digno.

*Programa que ofrece crédito a los microempresarios.

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Embelleciendo

la VIDA DE OTROS

a mirada de Nancy* a veces cambia y en ella se nota una profunda tristeza, producto de la L

tragedia que ella y su familia vivieron cuando debieron huir de San Luis.

En el pueblo era modista y su esposo tenía una tienda, un estadero, un billar y una finca. Nancy se casó joven con la ilusión de progresar y ver a sus hijos crecer en las hermosas tierras en donde vivía.

Pero el conflicto armado irrumpió en su apacible vida; los grupos ilegales empezaron a “desaparecer” gente del pueblo y del sector. Una niña de trece años, varias parejas, compañeros tenderos… La guerra los llenó de temor y angustia.

“Allá a uno no le provocaba hacer nada, uno no podía ni siquiera dormir tranquilo, pensando que se le iban a meter a matarlo”; más de una vez los amenazaron a muerte.

Fue aumentando el número de tenderos asesinados, acusados de apoyar a los grupos ilegales, porque les vendían víveres, licor y enseres.

Desesperados por el miedo, decidieron huir, malvendieron todo lo que pudieron, animales y algunos enseres... No se despidieron de nadie.

Llegaron al Atlántico y se alojaron donde los padres de Nancy. Durante un buen tiempo no salieron de la casa, asustados con la idea de que los estuvieran persiguiendo. “Pero después, uno supera un poco eso y por los hijos vuelve a levantarse”.

Ella trajo su máquina de coser, con lo que conseguía algunos trabajos esporádicos. A través de unos vecinos se enteró del Programa-PAE. Ingresó entusiasmada, con la idea de aprender algo nuevo y tener su propio negocio; se inscribió en un curso de belleza.

A los tres meses terminó el curso y el Programa financió el montaje de su peluquería con un kit básico de tocador, una silla de peluquería, un lava cabello y capital para la compra de champú, utensilios, materiales de peluquería, tintes, guantes y secador.

“…Recibí más de lo que esperaba. Tengo mi salón de belleza, y ahora la miscelánea, con el tiempo y con la mano de Dios, saldremos de este barrio y pondré mi negocio en un

local aparte. Quiero comprarme una moto y hacer domicilios”.

Gracias al apoyo, la asesoría y la capacitación administrativa, el negocio está limpio, muy bien surtido y decorado por el buen gusto de esta hermosa mujer. Nancy tiene unas utilidades del 80%. Maneja las cuentas de los dos negocios de manera independiente, “para ver qué tan rentables son”. Además, reinvierte las utilidades para aumentar su capital y poder comprar su moto.

Ahora aporta a la economía familiar, se siente útil, independiente y con grandes sueños. Sueños de superación y de un futuro que la guerra quería arrebatarle.

Para su familia, Nancy es un ejemplo de tenacidad: para su esposo, una ayuda incondicional, para sus hijos una madre cariñosa y para sus vecinos “la mona” que los embellece.

“Ahora lo que más quiero es que el negocio siga creciendo, después vendrá más… mis muebles, la casa en otro sector y la educación de mis hijos. ¡Gracias a Dios a nadie he trasquilado!”, expresa esta mujer y termina con una hermosa sonrisa que la embellece; en ese momento su mirada refleja una felicidad infinita.

*El nombre ha sido cambiado por seguridad de la beneficiaria.

“Yo siempre quise tener un salón de belleza. Ahora, a veces me levanto y no lo creo, miro mi salón y mi vitrina, y me da

emoción...”

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abio es un paisa* caracterizado por su robustez y pujanza. Su empresa de lácteos es preferida F

por las universidades, clínicas y supermercados de Manizales. Sus 6.000 unidades mensuales de queso pera y quesadillas (queso relleno de bocadillo de guayaba) se venden como “pan caliente”.

Ahora que visualiza un futuro próspero, este hombre de 47 años de edad, recuerda que su destino no fue siempre indulgente. En el 2001, Don Fabio debió abandonar su finca, ubicada en Marquetalia, Caldas -plagada por la violencia-, y huir con su esposa y sus tres pequeños hijos a la capital del país.

Una vez en Bogotá, sus familiares los albergaron. Como sus parientes tenían un negocio de quesos, don Fabio encontró una oportunidad para aprender un oficio nuevo que le sirviera de sustento para su familia.

Aunque la vida en la gran ciudad era muy dura, logró conseguir clientes para los productos que estaba aprendiendo a elaborar. Sin embargo, la competencia fue absorbiendo a este pequeño aprendiz, por lo que decidió vender su negocio y retornar al Eje Cafetero, a Manizales.

En esta ciudad se fue fortaleciendo gracias al contacto con los proveedores, quienes confiando en su capacidad empresarial, le brindaron facilidades de pago para adquirir parte de la materia prima.

A principios del mes de enero de 2002, su sueño se convirtió en una

microempresa que aseguraría el futuro de su familia. Con mucho trabajo, cumplimiento y calidad, don Fabio posicionó la quesadilla y el queso pera, productos que no se elaboraban en la región.

Un año después, este negocio operaba en el sitio de residencia de la familia, sin un nombre propio, ni registros legales que aseguraran la calidad del producto.

En febrero de 2003, don Fabio se vinculó al Programa de Asistencia Económica. Desde ese momento su negocio y su vida no han parado de mejorar.

Cuando inició su microempresa, don Fabio sólo contaba con algunas escasas herramientas de trabajo, como una pequeña estufa eléctrica, una hornilla y unas pocas ollas, que pedía prestadas a su esposa; compraba el empaque del producto a una prima de Bogotá, que se lo vendía por kilos a unos precios muy altos, y sellaba los quesos con el calor de una vela.

Ahora todo esto ha cambiado. Con el apoyo del Programa-PAE, don Fabio pudo tecnificar la elaboración de quesos. Gracias a ello, su producción se triplicó, de igual forma que sus ingresos y su nivel de vida. Actualmente la familia cuenta con una casa, diferente de la planta de producción. Su alimentación ha mejorado y los tres niños tienen garantizada la educación.

En este momento su empresa de lácteos está gestionando la codificación de sus productos en diferentes supermercados de cadena. Además, por contar con una marca propia y registros de calidad, ha logrado el posicionamiento del producto en el mercado local.

Pero los deseos de don Fabio no terminan aquí; tiene proyectado expandir su negocio a otras regiones del departamento y fuera de él, para de esta manera, darle un mejor nivel de vida a su familia.

*Perteneciente a la región del eje cafetero colombiano.

El reto de una VIDA mejor

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Optimismo por la VIDAOptimismo por la VIDA

Wilson le apostó a la creación de la

organización Proservir del Valle, en compañía de la

Fundación Nuevas Luces.Veintiún

beneficiarios conformaron Proservir, que más

adelante se convirtió en una Pre-cooperativa constituida por 70

personas.

ilson tuvo que huir del Caquetá en el año 2001, acosado por la amenaza expresa de los grupos W

armados ilegales de reclutar a sus dos pequeños hijos de once y doce años de edad.

Llegó a Cali e inició un largo y duro proceso de supervivencia en esta ciudad, enfrentado a condiciones de riesgo y desolación. En su travesía como desplazado, llegó a la Corporación Minuto de Dios, en donde inicialmente le brindaron atención humanitaria. Posteriormente, recibió el apoyo del Programa de Asistencia Económica.

Fue en este momento cuando le apostó a la creación de la organización Proservir del Valle, en compañía de la Fundación Nuevas Luces. Veintiún beneficiarios conformaron Proservir, que más adelante se convirtió en una pre-cooperativa constituida por 70 personas desplazadas apoyadas todas por el PAE, que prestan servicios de vigilancia, mantenimiento de zonas verdes, aseo industrial, electricidad y plomería.

Al poco tiempo de constituida la pre-cooperativa, Wilson fue elegido Presidente del Comité Administrativo. Además de esta actividad se desempeñó como portero, cargo del cual fue ascendido a supervisor.

Paralelo a un aumento del 37% en sus ingresos, Wilson ha tenido un incremento incalculable de su autoestima. Su liderazgo, el tener la posibilidad de ayudar a otros y su rápido ascenso en un entorno difícil y desconocido, han significado uno de los mayores triunfos en la vida de este hombre, quien optimista expresa:

“Uno no debe desvanecerse, ni quedarse en el suelo cuando se cae, o cuando el mundo donde uno siempre ha estado se derrumba, porque de los momentos y situaciones difíciles pueden salir cosas buenas.

Nunca pensé que podría ser Presidente del Comité de Administración de una cooperativa y mucho menos supervisor en una ciudad tan importante, pero sobrellevar esta situación de desplazamiento siempre es un poco mas fácil si hay personas o entidades que se comprometen con el problema y encuentran soluciones reales.”

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Con sierra y martillo

moldea su VIDA

Con sierra y martillo

moldea su VIDA

amiro* llegó al Atlántico hace cuatro años. La violencia lo obligó a abandonar su oficio de leñador R

y su hogar ubicado en el departamento de Sucre.

El conflicto no sólo le quería arrebatar su medio de subsistencia, sino también a uno de sus hijos, quien se encontraba en la mira para ser reclutado por un grupo al margen de la ley.

Por esta razón, Ramiro vendió a un muy bajo precio su casa. “Apenas suficiente para adquirir un lotecito y poder construir una piecita que nos permitiera pasar las noches seguros”. Quedó un reducido capital para empezar a trabajar en la carpintería. De su tierra sólo llevó un pequeño mueble y un televisor, motivo por el cual (sin camas) debió dormir con toda su familia en el suelo.

Fue gastando poco a poco el dinero que le quedó. Realizó algunas inversiones comprando y vendiendo madera, pero volver a empezar en una ciudad desconocida fue muy difícil. Por algún tiempo, los niños permanecieron en la escuela, pero por falta de dinero, Ramiro debió retirarlos. Todo iba de mal en peor.

Después de dos años, ya estaban resignados a trabajar en medio de gran incertidumbre, cuando un amigo les contó que el Programa-PAE estaba apoyando a la población desplazada en sus proyectos de microempresa.

Ramiro recibió el apoyo del Programa, a través de lo cual pudo comprar una ruteadora y herramientas suficientes

para trabajar; terminó de construir su casa y en la actualidad cuenta con un espacio destinado exclusivamente al taller; doña Cristina, su esposa, fortaleció su negocio de venta de ropa y artesanía.

Don Ramiro pudo capacitarse en temas de administración y recibir asesoría empresarial, “gracias a las capacitaciones he podido administrar mi negocio y creo que eso es lo que me ha ayudado a crecer”.

Después de más de un año de haberse vinculado al PAE, se enteró a través de la Corporación Opción Vida, de la línea de crédito Microdes**.

A través de la Fundación Mundo Mujer, Ramiro consiguió un crédito, por lo que invirtió más capital en su negocio. Con las utilidades terminó de empañetar las paredes de su casa, las pintó y elaboró un camarote para sus dos hijos y un juego de comedor para su esposa.

En la actualidad, uno de sus hijos se encuentra en la universidad y el otro, quien también lo apoya en el negocio, próximamente se vinculará al SENA.***

Como en la carpintería, la sierra y el martillo lastiman al carpintero, Ramiro comprendió, que aunque a veces la vida golpea fuerte, la dedicación y el amor pueden generar resultados admirables.

Él y sus hijos vivieron una experiencia muy dolorosa, pero también se unieron como familia y ahora valoran cada día que comienza como una oportunidad que la vida les regala.

*El nombre ha sido cambiado por seguridad del beneficiario.** Programa que ofrece crédito a microempresarios. ***Servicio Nacional de Aprendizaje de Colombia.

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En la actualidad William cuenta con un Kiosco grande, de seis metros de largo, en

donde venden productos de panadería,

dulcería, refrigerios, refrescos y productos

lácteos.

Crédito a la visión empresarial

Crédito a la visión empresarial

illiam llegó a Risaralda desplazado por el conflicto armado. Después de W

permanecer desempleado un buen tiempo, consiguió trabajo en el kiosco de un colegio, vendiendo refrigerios y refrescos a los estudiantes en las horas de descanso.

Por ser un hombre responsable, al poco tiempo logró que el propietario del kiosco lo contratara como administrador del mismo, cargo en el que aprendió acerca de la gestión, negociación con proveedores, control de existencias y ventas. Toda esta experiencia y esfuerzo se vieron recompensados cuando al cabo de un par de años, el colegio le propuso administrar la cafetería principal de estudiantes.

Con esta motivación, William debió conseguir dinero para invertir en la cafetería. Acudió a varias personas con el fin de obtener recursos y empezar su propio negocio.

Después de algún tiempo con frecuentes dificultades y ante la imposibilidad de conseguir apoyo, acudió a la Fundación Caritas, a través de la cual ingresó como beneficiario del PAE, Programa que lo apoyó con recursos con los que adquirió la maquinaria necesaria para el montaje del kiosco, en donde estableció además una panadería. Como el negocio empezó a crecer cada vez más y requería contar con mayor surtido y mercancía para sus clientes, decidió solicitar a Microdes* un crédito, que al poco tiempo le fue otorgado a

través de la Cooperativa Multiactiva La Rosa.

En la actualidad William cuenta con un Kiosco grande, de seis metros de largo, en donde venden productos de panadería, dulcería, refrigerios, refrescos y productos lácteos; también tiene un restaurante, en donde prepara y vende alimentos como desayunos y almuerzos.

En la actualidad, William ha mejorado sus ingresos en un 80%, generando seis empleos permanentes. Hace tres años conoció a su pareja, con quien tiene una hermosa hija de dos años. Gracias al apoyo de su familia y su deseo de superación, William se ha convertido en uno de los mejores empresarios apoyados por el PAE en el Eje Cafetero.

*Programa que ofrece crédito a los microempresarios.

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Proyecto ASOCIATIVO de reciclaje

Proyecto ASOCIATIVO de reciclaje

merson y Juan Manuel salieron huyendo de la violencia que se tomó a su pueblo. Allá trabajaban E

sin ninguna preocupación, hasta que llegaron los grupos armados al margen de la ley y se llevaron a los primeros jóvenes. Fue así que decidieron partir en busca de nuevos horizontes.

Llegaron a la ciudad buscando empleo en el área rural con la esperanza de continuar jornaleando en el campo, pero pasados los primeros meses se dieron cuenta de que no podían continuar manteniendo a su familia con el dinero que ganaban. Hicieron un gran esfuerzo y compraron un par de caballos y una carreta, porque dos amigos -también provenientes de su pueblo- les enseñaron el negocio de la recolección de material reciclable.

A diario recogían el material y se lo llevaban a un comercializador, quien les compraba a muy bajo precio todo lo que llevaran, en especial, lata, hierro, cartón y plástico; esto sólo les alcanzaba para la comida de su familia.

Debido a que las ganancias son proporcionales al peso del material, Emerson y Juan Manuel vieron que el negocio podía ser más rentable si recopilaban lo que recogían a diario y lo vendían mensualmente. Pero para eso se requería contar con un lote de almacenamiento, lo cual estaba muy lejos de sus posibilidades. En esa búsqueda de mejorar su negocio, se enteraron del Programa-PAE y acudieron a la Fundación para el desarrollo de la Zona Bananera- Fundebán a inscribirse.

En enero de 2004 el Programa tomó la decisión de que el apoyo debía enmarcarse en el arriendo de un local amplio donde reunir material en cantidades, y en la ampliación de la carreta, para aumentar el material recolectado por día.

Hoy en día, de los cuatro socios, dos decidieron volver a sus tierras, pero Juan Manuel y Emerson continúan en su labor diaria de recolectar y comprar material, para lo cual contrataron a una persona que les atiende el negocio, mientras ellos recorren las calles de la ciudad buscando material.

Al finalizar el mes, los tres reciben ingresos suficientes para vivir. Por esta razón, Juan Manuel se trasladó del cerro en donde vivía y arrendó una vivienda en un barrio próximo a su trabajo, en el cual cuenta con un patio grande, donde su mujer va comprando y recolectando lo que otros recolectores del barrio le llevan.

Emerson vivía en una casa de cartón y lata; ahora está terminando de construir una vivienda en concreto, lo que ha aumentado en gran medida sus condiciones de seguridad y el bienestar de su familia.

Cada uno de ellos invierte diariamente 50.000 pesos en la compra, al tiempo que vende varillas y puertas de nevera, lo que

quintuplica sus recursos, debido a que el hierro que compran en cien pesos, lo pueden vender en quinientos.

Hoy en día, como empresarios venden más de ocho toneladas mensuales al comercializador, quien además les presta dinero cuando no tienen para la compra del material. Durante los meses de mayor actividad, contratan personal para que ayuda a clasificar, cargar y descargar el material, generando ingresos para cerca 16 familias más.

En la actualidad, Juan Manuel ha recuperado su tranquilidad. Ya no se estresa y vive más descansado, porque su familia cuenta con una buena alimentación y sus niños asisten diariamente al colegio. En un futuro próximo, Juan Manuel piensa alquilar un lugar más amplio y seguro, porque en el que están ubicados es pequeño para la proyección de su negocio.

Emerson por su parte, siente que su vida ha cambiado a partir del apoyo que recibió del Programa-PAE y sabe -ahora que asiste a la capacitación empresarial- que hoy no es un desplazado más, sino un empresario de la ciudad.

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Sastre de ESPERANZAS

n la actualidad Alexis vive en una casa que es de su propiedad. Pero esto no siempre fue así. E

Cuando llegó desplazado de su pueblo alguien le regaló un pequeño lote donde empezó a soñar en construir su vivienda.

Ahora, dos años después, Alexis ha construido dos habitaciones, una para la sala y el comedor y otra en la que duerme con su esposa Yalizbeth y sus dos pequeñas niñas.

Desde su arribo a la ciudad, su suegro le prestó la sala de su casa para que montara su taller de alta costura. Desde allí, como no era un sitio muy transitado, generaba a medias el sustento para su familia; en ese mismo lugar, Alexis dictaba clases de costura; de igual forma prestaba servicio de mantenimiento a las máquinas de coser de las mujeres del sector.

En búsqueda de obtener mayores ingresos, consiguió establecer vínculos comerciales con las mejores sastrerías de la ciudad, que poco a poco le fueron entregando costuras, por las que le pagaban muy poco, pero que le generaron renombre dentro del sector. Sin un sitio donde vivir y con muy poco dinero, Alexis se enteró de Programa de Asistencia Económica, al cual logró vincularse.

Con el apoyo del PAE y motivado por los asesores de seguimiento técnico, Alexis decidió arrendar un local comercial, desde donde no sólo hace costuras para la comunidad, sino que tiene la capacidad de realizar contratos grandes con universidades y empresas.

De esta manera, sus ingresos se duplicaron y ha tenido la posibilidad de crear una excelente fama en su barrio.

Con las ganancias que ha obtenido, Alexis compró otra máquina de coser y en la actualidad le está solicitando apoyo a otra beneficiaria del Programa, debido al alto volumen de trabajo con el que cuenta.

Actualmente Alexis tiene una clara contabilidad del negocio y ha adquirido una mejor visión de su crecimiento empresarial. De esta manera, su objetivo principal es trasladar su local a un sitio mucho más concurrido, en donde él está seguro de que sus ventas aumentarán.

En la familia se respira un aire de mayor tranquilidad, gracias a la comodidad de su vivienda y a la adecuada alimentación; su niña de siete años está asistiendo cumplidamente a un buen colegio, para lo cual cuenta con todos sus útiles escolares, e incluso, tiene merienda en el recreo, lo que no ocurría en el pasado. La relación con Yalizbeth, su esposa, ha mejorado mucho, pues la pareja ya no tiene la angustia producida por las dificultades económicas.

Yalizbeth, define a Alexis como “fuerte y luchador… cuando toma decisiones no las cambia por nada”.

Ahora, el gran sueño de esta familia es terminar de construir su casa y así darles mayor bienestar a sus dos pequeñas.

Sastre de ESPERANZAS

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Desde noviembre de 2002, Beatriz se vinculó al Programa. Fue así como en mayo de 2003 la familia pudo comprar el negocio de doña

Fabiola.

Una NUEVA VIDAcon coraje

Una NUEVA VIDAcon coraje

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eatriz y José vivían tranquilamente en Caldas. Él se dedicaba al comercio y ella, B

licenciada en Educación Básica Primaria, trabajaba en la Caja Agraria (hoy Banco Agrario). Eran propietarios de una casa, en la que vivían con sus dos pequeños hijos.

En medio de gran angustia, producto del constante hostigamiento de un grupo ilegal al municipio en el que vivían, la familia debió abandonar su casa y huir rumbo a Risaralda. Allí fueron recibidos por una amiga, quien tenía una venta de verduras. Doña Fabiola les enseñó todo sobre su negocio y como tenía problemas de salud les permitió hacerse responsables de éste durante algunos momentos del día.

Algún tiempo después, la pareja asumió toda la responsabilidad del negocio. Empezaron vendiendo solamente papa, debido a que su poco capital afectaba la variedad y calidad de los productos. A pesar de esto, su espíritu osado y emprendedor y la excelente ubicación del local los motivaron a la venta de verduras, aunque en muy pocas cantidades.

Desde noviembre de 2002, Beatriz se vinculó al Programa-PAE. Fue así como en mayo de 2003 la familia pudo comprar el negocio de doña Fabiola.

A partir de ese momento, Verduras “Los Pastusos” tuvo un aumento en las ventas de más del 100%. Razón por la cual, Beatriz y José han podido comprar electrodomésticos y enseres, que hacen mucho más confortable su vivienda.

Adicionalmente, adquirieron un automóvil Renault 6 que utilizan en la distribución de verduras a otros negocios más pequeños.

Beatriz y José, llenos de amor, están aprovechando con valentía esta nueva oportunidad que les da la vida.

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Fuerte como el mármol Fuerte como el mármol

udith* tiene cuatro hijos y vive en compañía de su esposo. De 44 años de edad, fue desplazada de la Sierra J

Nevada de Santa Marta. Extraña sus tierras y a sus vecinos, los indios Mamanongos… Cultivadora de café, amaba la vida de campo.

Presa del terror, tomó la decisión de huir junto con su esposo del corregimiento en el que vivía, porque los grupos al margen de la ley querían alistar a su hijo de catorce años de edad, ofreciéndole trabajo y dinero.

Desesperada lo envió a estudiar a Barranquilla. En uno de sus viajes a visitarlo, su esposo se accidentó, fracturándose las piernas; un mes después a su hijo mayor le ocurrió algo similar, quedando en estado de coma por quince días.

Angustiada por la situación de su familia, y con la decisión de abandonar su vida de campo para salvar a su hijo de un futuro en medio de la guerra, doña Judith vendió lo poco que tenía para irse a vivir al Atlántico y de esta manera, cuidar a su esposo y a sus hijos. “No pude vender la finca, ¿quién compra por allá? Vendimos todo lo que pudimos, recogimos un capital, que sirvió para solventar los gastos de hospitalización de mi esposo y mi hijo. Quedamos sin un peso, pero tranquilos”.

Una vez en el Atlántico, no sabían qué hacer, empezaron a vender mercancía pero no les iba muy bien, porque en el sector existía mucha competencia. Sin embargo, mientras su esposo se recuperaba, ella fue el pilar de la casa.

Un día, un amigo de la familia enseñó a doña Judith un arte que sería la fuente de ingreso de la familia, el trabajo con mármol. Ella compró unos cuantos moldes y en el patio de su casa, empezó a practicar, hasta que resultó la primera figura: un marco para espejo.

Algún tiempo después, doña Judith se enteró, por una vecina, del Programa-PAE; asistió a las reuniones de información y luego se vinculó. Después llegó el desembolso en efectivo, con lo que compró materia prima, para adornos y figuras: espejo imperial, century, reloj, mesa de centro y lámparas.

Antes de esta ayuda, el negocio casi sucumbe, debido a que ella no conocía el mercado. “El apoyo llegó en un momento muy oportuno… Como la plaza estaba llena, había que innovar en figuras, la ayuda nos sirvió para comprar nuevos moldes y así estar a la moda”.

Con las utilidades del negocio montó otra microempresa, la venta de mercancías como electrodomésticos, enseres, utensilios, vasos, cortinas y tanques, entre otros. Actualmente sus ventas y su cobertura han aumentado, vendiendo sus productos inclusive en Venezuela.

La asesoría que el Programa-PAE le ha brindado, le ha dado las herramientas para manejar mejor el negocio; gracias a la capacitación, lleva su cartera organizada y su hijo registra los movimientos del negocio.

Ya empezó a ahorrar para comprar la casa en donde viven actualmente. “Todo se sostiene de los dos negocios. Yo arranqué gracias al PAE; ahora trabajo más cómoda, quiero comprar mi casa y encerrar el patio adecuando un espacio para la fundición de los materiales y la fabricación de las figuras... los accidentes nos descapitalizaron, pero ya vamos saliendo adelante”. Judith es fuerte como el mármol, es el espejo de su casa en donde todos se reflejan. Ahora toda su familia goza de buena salud y sus dos hijos le colaboran en el negocio. “Sin necesidad de hacer cosas malas, están ganando plata ayudándonos. Ahora tienen el poder que da la honestidad”.

* Por razones de seguridad el nombre de la beneficiaria ha sido cambiado.

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La Gran Esquina La Gran Esquina

Gloria se vinculó al Programa-PAE, con lo que sus ganancias se triplicaron, de manera proporcional a su producción y sus ventas.

loria vivía con su esposo y sus cinco hijos en un pequeño Gmunicipio del Huila, en donde se

dedicaba a la comercialización de café. Pero la violencia que aqueja a nuestro país causó su desplazamiento, obligándolos a abandonar sus tierras, junto con gran parte de su historia.

Otra vida empezó en el Eje Cafetero. En busca de una nueva forma para subsistir, encontraron a alguien que les dio en arrendamiento una panadería, junto con todos los equipos de trabajo. Luego compraron a crédito la materia prima. Debido a que tenían poco capital, la producción era escasa y las utilidades les alcanzaban sólo para pagar el arriendo. El montaje, las vitrinas y el local no eran de su propiedad.

Adicionalmente, no tenían el suficiente dinero para contratar a un panadero todos los días de la semana y cuando iba uno, debían entregarle un porcentaje de las ganancias. Se vincularon al Programa-PAE con lo que sus ganancias se triplicaron. Con un panadero contratado de manera estable, empezaron a pagar la panadería. Como debían cancelar el excedente en cuotas mensuales, Gloria solicitó un crédito a Microdes*, que le fue concedido a través de la Cooperativa Multiactiva La Rosa.

Actualmente doña Gloria y su esposo remodelaron el local en donde está ubicado el negocio, además, empezaron a adecuar y a ampliar la casa en donde viven.

“La Gran Esquina” ha ido creciendo a tal punto, que han tenido que contratar a tres personas adicionales: un panadero, un chef y un auxiliar. Además, las ventas diarias han incrementado en un 214%. Proporcional a este incremento, también han aumentado el bienestar y la estabilidad de la familia.

*Programa que ofrece crédito a los microempresarios.

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Hagamos Arte y FUTUROHagamos Arte y FUTURO

El trabajo con la comunidad provocó el desplazamiento de

Yineth y su familia. Aunque ha sido muy duro reconstruir una

nueva vida, ella empezó a soñar con la creación de su propia

empresa de productos manuales.

ineth* llegó al Valle del Cauca en enero de 2003 acompañada de sus cuatro pequeños hijos. Esta Y

mujer cabeza de familia provenía del departamento de Antioquia, en donde se dedicaba al trabajo comunitario con adultos mayores, jóvenes en drogadicción e indigentes. Su trabajo consistía en enseñarles la elaboración de trabajos manuales, como una forma de integración social, entretenimiento y superación de conflictos.

Su trabajo con la comunidad provocó el desplazamiento de su familia y aunque ha sido muy duro reconstruir una nueva vida, Yineth empezó a soñar con la creación de su propia empresa de productos manuales.

A pesar de sus sueños, Yineth tenía grandes dificultades con la sostenibilidad de su numerosa familia. Sin un ingreso mensual, agravado por una baja autoestima -producto de la expulsión violenta de su tierra de origen- hacía verdaderas hazañas para conseguir la alimentación y el abrigo de sus hijos.

Sin embargo, en agosto de 2003 se vinculó al Programa-PAE y con este apoyo logró constituir su propia empresa para elaborar tarjetas en filigrana, collares, correas, muñecas y artículos en madera.

Teniendo capital de trabajo, se dedicó a la búsqueda de clientes para establecer contactos estratégicos que le ofrecieran nuevas posibilidades.

Los productos han empezado a salir al mercado con la marca de su empresa, “Hagamos Arte” y se comercializan en importantes centros comerciales. Con la orientación recibida por el PAE, Yineth expresa haber fortalecido su autoestima y generado nuevamente confianza en sí misma, en el negocio y en otras personas, lo que le proporcionó nuevas herramientas para luchar y salir adelante, aprovechando sus habilidades y haciendo lo que más le gusta: CREAR.

Si antes del apoyo del PAE sólo podía estudiar el menor de sus hijos, hoy en día los cuatro están asistiendo a la escuela, debido a que el ingreso familiar ha aumentado en más del 100%.

También, por esta razón, la familia adquirió una nueva vivienda, ubicada en un sitio más seguro y con un mejor acceso al transporte público. Yineth abrió una cuenta de ahorros a su nombre y está completando el dinero para empezar a comprar su propia casa.

Con una mejor vida y un futuro próspero, Yineth, inspirada y convincente, expresa a sí misma y a quienes serán sus futuros clientes: “Basta poner en juego la imaginación para que la naturaleza nos brinde ideas infinitas, y de esas ideas emana el espíritu creador”.

* El nombre ha sido cambiado por seguridad de la beneficiaria.

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UN EJEMPLO a seguirUN EJEMPLO a seguir

Carmen se vinculó al Programa a través de la

Fundación Caritas Diocesana y obtuvo

asesoría y apoyo económico para fortalecer

su negocio.

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UN a seguir

EJEMPLO

El impacto que ha producido el Programa en su vida es considerado por ella como altamente positivo, pues a la fecha ha aumentado la comodidad de su hogar, debido a que ella y su familia viven en una casa más grande, con muebles y electrodomésticos que han podido comprar.

Carmen se proyecta como una empresaria que busca mejorar cada vez más, no sólo su nivel de vida y el de su familia, sino también la calidad en la producción de su empresa. En busca de este objetivo, ha decidido explorar con nuevos productos y es así como ha creado uno nuevo, el yogur de plátano. Tiene otros proyectos en mente, pero dice que hasta que las pruebas no le resulten exitosas no divulgará sus innovaciones.

armen nació en Quindío en el año de 1966. Cuando tenía ocho años Cse trasladó al Caquetá debido a

que su padre compró una finca en esta región.

Desde los 16, Carmen empezó a trabajar como modista. Durante 20 años se dedicó a esta labor hasta que debió dejarla por problemas de salud. Con los pocos ahorros que logró obtener de su trabajo, empezó a producir y a comercializar lácteos, labor que sólo ejerció durante dos meses, debido a que el conflicto armado en la región la obligó a desplazarse.

Carmen decidió regresar al Quindío con su esposo y sus dos hijos. Allí la acogió un hermano y con la ayuda de sus familiares emprendió nuevamente su trabajo con lácteos, vendiendo puerta a puerta 40 litros mensuales de yogur, lo que le significó pocas utilidades.

Como hacía parte de una asociación de desplazados, Carmen se enteró del Programa de Asistencia Económica. Se vinculó a través de la Fundación Caritas Diocesana y obtuvo asesoría y apoyo económico para fortalecer su negocio.

En tan solo 45 días, la señora Carmen pasó de producir y vender 40 litros de yogur puerta a puerta, a producir y vender en un local comercial de manera mensual 200 litros de yogur, 100 libras de arequipe y 200 libras de queso. Con esto ha generado cinco empleos directos, el de ella, un operario, un repartidor y dos vendedores; además genera alrededor de cinco empleos indirectos.

Por su espíritu emprendedor y capacidad empresarial, esta mujer les ha demostrado a las demás familias en situación de desplazamiento de la región que sí se puede. Basta con tener muchos deseos de salir adelante y trabajar con calidad y constancia en lo que se quiere.

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Amasando VIDASAmasando VIDAS

l 9 de julio de 2002 un grupo al margen de la ley despojó de sus propiedades a don Simón, quien E

huyó con su esposa y sus dos hijos de ocho y diez años de edad. Salieron rumbo al Atlántico, dejando abandonados su restaurante y su casa.

Procedentes de un municipio ubicado en el departamento de Bolívar, llegaron a una ciudad totalmente desconocida. Fueron acogidos por un hermano. En búsqueda de apoyo, don Simón llegó a la Corporación Opción Vida, en donde el Programa de Asistencia Humanitaria fue su primer soporte. Como debía mejorar sus condiciones de vida, vendió un molino de maíz, junto con algunos implementos de panadería que había traído consigo; compró harina, grasa, queso y leche y comenzó a vender galletas. Al ver su entusiasmo, colaboradores del Programa-PAE lo inscribieron. Allí recibió, en primera instancia, apoyo psicosocial y capacitación administrativa. Posteriormente asistió a un curso de panadería y luego recibió capital de trabajo. Los cambios en el negocio y en las condiciones de vida no se hicieron esperar. Don Simón obtuvo mejoras en la identificación, organización y almacenamiento de materias primas, en la asepsia del negocio y de los implementos de trabajo y en la calidad del producto.

Las ventas aumentaron en un 520%, por lo que don Simón amplió sus canales de distribución, vendiendo

galletas en tiendas, micromercados y colegios. Ahora maneja una producción promedio en forma semanal y -gracias a la capacitación recibida en el Programa- lleva algunos registros contables del movimiento diario de su negocio.

Además de su mercado normal, don Simón provee los refrigerios a los beneficiarios del PAE durante los diferentes talleres que el Programa realiza.

Él sirve gustosamente a sus compañeros, suscitando gran admiración entre ellos, al demostrarles que sí es posible reconstruir la vida.

Mientras sus niños van creciendo en un entorno mucho más saludable y con mayores condiciones de seguridad, don Simón acérrimo y vigoroso, sigue trabajando en su futuro, al tiempo que piensa alquilar un local para producir y comercializar su producto.

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Creciendo JUNTOSCreciendo JUNTOS

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l 7 de mayo del año 2001 se constituyó la Asociación de Productores Agrícolas El Rodeo, la E

cual nació no sólo de la necesidad de supervivencia de seis familias, sino en un intento por sembrar un mejor futuro.

Es así como seis estirpes con raíces antioqueñas, desplazadas de Antioquia y Chocó, se asentaron en tres hectáreas de la zona rural de Risaralda. Con sus manos como único instrumento de trabajo, iniciaron el duro proceso de reconstruir sus vidas y de volver a creer en el campo y en el país.

Estas tierras les fueron entregadas por el INCORA* el 18 de junio de 2000, con un compromiso de pago a diez años, el cual poco a poco han ido cubriendo a pesar de todos los tropiezos por los que han pasado. Estas familias lo único que han hecho es demostrar que sólo si se trabaja unidos y con entusiasmo se pueden lograr los objetivos trazados.

Esta asociación tiene como pilar fundamental para su crecimiento económico la porcicultura. En este momento cuentan con cuatro cerdas de cría, 35 lechones de engorde y algunos cultivos de maíz y café y bancos de proteínas para la suplementación de la dieta nutricional de los animales, que les permiten ganar espacio en el mercado local, contribuyendo efectivamente al mejoramiento de los ingresos de sus familias. Pero llegar hasta aquí no ha sido fácil, debido a que al inicio desearon diversificar ampliamente, basados en la vocación agropecuaria que cada uno tenía. Inicialmente tuvieron pollos de

engorde, gallinas ponedoras y cerdas de cría, negocios con los cuales fracasaron. Los pollos se murieron, las gallinas no alcanzaron los niveles de postura deseados y las cerdas no dieron crías; el panorama del sector pecuario era desolador.

Adicionalmente, estaba el sector agrícola, en donde iniciaron con café, plátano, fríjol y maíz, con unos resultados no tan adversos como los pecuarios, pero sí muy por debajo de las expectativas que tenía la asociación.

Desde febrero de 2003, con el apoyo del Programa-PAE y haciendo gala de su visión de empresarios, decidieron seguir adelante. Para ello, cada uno buscó especializarse en una rama específica, enfocándose en los proyectos realmente rentables.

Es así como encaminaron sus esfuerzos esencialmente al mejoramiento del cultivo de café y plátano y a los cerdos de engorde.

Gracias a los buenos manejos técnicos y económicos y a la calidad de sus productos, se han convertido en proveedores del Programa.

En aras de consolidar una empresa agropecuaria, el PAE les dio un apoyo adicional que los fortaleció en la explotación porcícola, mejorando considerablemente sus ventas. Las familias de la asociación también fueron apoyadas por el Programa de Asistencia Humanitaria, de manera especial en la construcción de sus propias viviendas. Por lo que poco a poco han ido mejorando integralmente sus vidas y las de sus familias.

Estos campesinos con espíritu de empresarios, se han arraigado a esta tierra. Ya no están desplazados, ahora hacen parte de esta región y desde allí han restituido su proyecto de vida y su futuro.

*Instituto Colombiano de Reforma Agraria.

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Blanca hace parte del proyecto “Tejedores de Ilusiones”, que beneficia a 350 personas en

condición de desplazamiento, al promover su recalificación laboral y vinculación al mercado laboral

formal.

Tejedora de ILUSIONES

Que las personas desplazadas son una fuerza laboral atractiva para ¿los empresarios? y ¿que éstos

abren sus puertas para capacitar población que no tiene ninguna experiencia laboral? Eso definitivamente no es común en el mercado laboral actual.

En cambio, sí es común que estas personas sufran por el desempleo, la crisis, la exclusión, la carencia de oportunidades, la marginalidad, los prejuicios, la pobreza…

Con esta motivación, un grupo de empresarios costeños, liderados por el gerente de la Zona Franca de Barranquilla S.A., decidió emprender “Tejedores de Ilusiones”, un proyecto ambicioso y revolucionario que cuenta con el apoyo del Programa de Asistencia Económica-PAE y del Programa Alianzas de la Red de Solidaridad Social de la Presidencia de la República; seis empresas de la Zona Franca de Barranquilla S.A. están vinculadas a este Proyecto.

Blanca* es una de las mujeres afortunadas que hoy tiene la oportunidad de trabajar en una empresa.

A sus 32 años, Blanca se vio obligada a abandonar su casa en el Cesar, huyendo de la violencia causada por los grupos al margen de la ley. Perdió su rancho y sus animales y llegó a Barranquilla con su esposo, sus tres pequeños niños y su padre.

Por su bajo nivel educativo y su escasa formación técnica no tuvo oportunidad de acceder a un empleo formal; se

dedicó al comercio informal esporádico y a los oficios varios. Su esposo tampoco logró generar ingresos, por lo que tuvieron serias dificultades para sostener a su familia.

Blanca no conocía el arte de la modistería, pero gracias a una amiga, se puso en contacto con la Corporación Opción Vida para hacer parte del proyecto “Tejedores de Ilusiones”. Se dirigió a esta entidad y participó del proceso de selección, orientación ocupacional y formación psicosocial para la adaptación laboral, obteniendo uno de los mejores puntajes en la evaluación que se realiza para remitir al personal a las empresas. Su puntaje de 95.5 le dio el tiquete de ida a una nueva oportunidad de vida.

Ella y un grupo de 24 mujeres más ingresaron a la etapa de formación técnica que se imparte al interior de las empresas de confecciones. Una vez culminada su formación técnico- práctica, la empresa enganchó al 80% de los beneficiarios.

Blanca se encuentra vinculada en una empresa de confecciones, en donde recibe un ingreso fijo mensual y cuenta con todas las garantías laborales que otorga la ley colombiana, que son extensivas a su familia.

“Que las empresas le abran las puertas a un desplazado, eso es un milagro, pero una vez aquí adentro, hay que cuidar el puesto, porque oportunidades como ésta no se consiguen”, expresa Blanca, quien ha

tenido un desempeño destacable, convirtiéndose en una de las mejores trabajadoras de la empresa.

Hoy en día, esta mujer no sólo tiene un empleo, ha recuperado la confianza en sí misma y su capacidad de soñar, está tejiendo sus ilusiones, trabajando para hacerlas realidad. Ahora sabe que a pesar de sus múltiples dificultades, tiene una oportunidad de trabajo para restablecer su vida y la de su familia.

* Su nombre ha sido cambiado por razones de seguridad.

Tejedora de ILUSIONES

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Un destino transformadopor la fe

*Camacol -Cámara Colombiana de la Construcción del Valle- está trabajando desde julio de 2003 con el Programa-

PAE, en un proyecto de capacitación y enganche laboral en el sector de la construcción. Cerca de cien personas se han beneficiado hasta el momento,

consiguiendo empleo y formación en el oficio de la construcción.

sus 35 años, don José goza de la admiración y el respeto de sus compañeros. En actitud A

permanente de aprendizaje, alterna con versatilidad entre su papel de alumno y maestro, gustoso de enseñar todo lo que sabe a quienes lo requieran.

Empezó a trabajar en Camacol* en enero de 2004, desempeñándose como auxiliar de construcción especializado en soldadura. Siempre ha sido considerado un operario de confianza, por su proyección y destreza.

Don José, nacido en Santander, heredó de su tierra la templanza, el ímpetu para el trabajo y el carácter invencible. Su entusiasmo es fortuna de su crianza en la ciudad alegre de Colombia, Barranquilla.

Por cosas de la vida o del amor, fue a parar en el departamento del Cauca, en donde conformó su hogar al lado de Mercedes y sus dos hijos. Allí estudió bachillerato y vivió en su casa, ubicada en la plaza principal del pueblo, hasta que actos de violencia lo llevaron al Valle del Cauca. Allí llegó en agosto de 2003, con unos pocos enseres y una enorme tristeza -producto de múltiples abandonos- pero con muchos deseos de transformar su destino.

En este lugar, los afanes y las necesidades lo llevaron a jornalear en plantíos de azúcar en Palmira, a arreglar jardines de parroquias y cementerios y a aprender algo del oficio de la construcción. Vendió las pocas herramientas que aún conservaba, para suplir sus necesidades.

Llegó a la Corporación Minuto de Dios remitido por la Unidad de Atención y Orientación a la Población Desplazada- UAO. En esta Corporación se enteró del Programa-PAE, al cual no dudó en vincularse en busca de una oportunidad para mejorar sus ingresos y poder volver a estudiar.

Fue capacitado en el sector de las construcciones y mientras efectuaba su práctica, pudo realizar un curso de soldadura en el SENA. Desde entonces, ha estado vinculado en diferentes obras de construcción.

Ahora sus ingresos han aumentado en un 40%, tiene prestaciones sociales y sus jefes continúan apoyando sus estudios. Los fines de semana trabaja en parroquias, apoyando en la construcción y mantenimiento de jardines, oficios que le generan un ingreso extra para lograr estudiar y cumplir con su sueño de ser tecnólogo en construcción.

Sus hijos también están estudiando; el menor de ellos con una beca en un colegio privado de la ciudad. Hoy en día, don José, su esposa y sus hijos

viven en un lugar mucho más seguro y confortable, en una casa grande, que comparten con un compañero del trabajo.

Aunque no ha recuperado todas las comodidades que tenía antes, con las deudas canceladas, esta familia está sólida y tranquila, soportada por la imponderable fe de don José… el destino parece haberse transformado.

Un destino transformadopor la fe

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Don Augusto inició su actividad prestando los

servicios de enfermería a sus vecinos como voluntario.

Posteriormente, consiguió una estantería de madera y un

dinero prestado, con el fin de vender medicamentos.

Superávit de voluntadSuperávit de voluntad

on Augusto, a pesar de sus abatimientos, decidió convertirse en enfermero voluntario en la D

ciudad de Pereira. Días antes había vivido en la calle, subsistiendo de caridades.

El señor Augusto Carvajal*, padre de cinco hijos, enfermero de profesión y con amplia experiencia en el manejo de medicamentos y droguerías, fue desplazado de los Llanos Orientales en agosto de 2002.

Llegó a Risaralda con su hijo menor, después de haber perdido a su esposa y a dos de sus hijos -asesinados por grupos ilegales-, dejando a sus otros dos pequeños bajo la custodia de un familiar, mientras encontraba una nueva oportunidad de vida en otro lugar del país.

Una vez en esta ciudad, don Augusto deambuló por las calles durante varios días, hasta que fue acogido por una señora, quien le dio alojamiento y alimentación.

Don Augusto inició su actividad prestando los servicios de enfermería a sus vecinos como voluntario. Posteriormente, consiguió una estantería de madera y un dinero prestado, con el fin de vender medicamentos.

Su clientela empezó a crecer; su altruismo y emprendimiento lo dieron a conocer en barrios aledaños. Pero su objetivo principal era reunirse con sus otros dos hijos, y lo consiguió. Don Augusto y sus pequeños lograron estar nuevamente juntos.

A pesar de este primer triunfo, el dinero no alcanzaba para la alimentación de tantas personas, por lo que la Red de Solidaridad Social remitió a la familia a la Fundación Caritas Diocesana, la cual lo vinculó al Programa de Asistencia Humanitaria, en donde le dieron alimentación, elementos básicos de aseo y vivienda y acompañamiento psicosocial durante tres meses.

Pasado este período, el Programa de Asistencia Económica ayudó a don Augusto, con el propósito de fortalecer su droguería.

Hasta ahora, Drogas Salud se ha valorizado en más del 100%, frutodel aumento equivalente en sus ventas, en sus ingresos y en sus productos.

Ahora don Augusto lleva contabilidad estricta de sus ganancias. Del dinero -que aprendió a contar a la perfección gracias a las capacitaciones del Programa-PAE-, y de sus logros, que cuenta y recuenta, por el inmenso significado que da a cada uno de ellos. Sumados todos dan un superávit de cuatro vidas restablecidas con futuro y esperanza.

* Su nombre ha sido cambiado por razones de seguridad.

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P R O Y E C T OEbanisteríaP R O Y E C T OEbanistería

orge* nació en Totoró, Cauca en el año de 1973. A los 24 años se casó con Ana y tuvo cuatro hijos; con el fin J

de darle bienestar a su familia, trabajó durante cinco años en el oficio de la ebanistería.

Un viernes de septiembre de 2002, don Jorge recibió una visita poco deseada. Un líder de un grupo armado ilegal llegó a su casa, acusándolo de ser informante del Ejército. Por fortuna, ese día don Jorge no estaba en su casa.

Pero las visitas continuaron y los obreros del taller también recibieron acusaciones y amenazas. Se les exigió abandonar su pueblo en menos de ocho días.

Jorge llegó al Valle del Cauca sin techo ni comida y con la angustia de la inseguridad de su familia. Guiado por el destino, conoció a don Edinson, también ebanista, quien no sólo le brindó albergue y alimentación, sino que también le ofreció la oportunidad de trabajar en su taller.

Aunque el ritmo de trabajo era constante, los ingresos no cubrían todas sus necesidades, por lo que Jorge debió buscar nuevas alternativas que le permitieran incrementar sus ingresos.

Fue así como decidió acercarse a la Corporación Minuto de Dios en busca de ayuda; allí se vinculó al Programa-PAE e inició su plan de inversión.

En el mes de noviembre, el PAE lo apoyó económicamente para fortalecer su negocio de ebanistería con la compra de una ruteadora, un juego de fresas y materia prima.

También le brindó acompañamiento en su proceso de crecimiento empresarial y personal.

Con esto, Jorge logró incrementar su mercado, debido a que en el barrio existían otras ebanisterías, pero ninguna contaba con una máquina ruteadora, por lo cual, los clientes debían trasladarse hasta el centro de la ciudad para adquirir el servicio, lo que les implicaba gastar tiempo y dinero en transporte.

Por esta razón, la ebanistería de Jorge se convirtió en la mejor opción en el barrio, con buenos precios, cumplimiento y excelentes acabados en los productos.

Con fe, humildad y optimismo, Jorge se ha ido consolidando lentamente como empresario independiente, con dos empleados permanentes y otros

dos esporádicos, sus ingresos han aumentado en un 300%, por lo que sus cuatro hijos tienen asegurada la educación.

Ahora este hogar cuenta con mucho más que el sustento diario. Jorge ha realizado arreglos a la casa donde vive junto con su familia, lo que le ha permitido un mayor bienestar.

La familia está ahorrando $200.000 mensuales, con el fin de comprar su propia casa en un futuro próximo.

*El nombre fue cambiado por seguridad del beneficiario.

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Una mujer exitosa y pujante

Una mujer exitosa y pujante

n las manos creadoras de las abuelas paisas, la masa de maíz fresco se transforma en un E

producto netamente de nuestra tierra, de nuestros ancestros. El ingenio para hacer arepas es una virtud robada de antaño.

Y es así, como una bella mujer, no tanto en su contextura como en su sonrisa angelical, robusta y llena de utopías, ha logrado día a día convencernos de que las arepas paisas saben mejor cuando salen de las manos de una mujer Salonicence.

Casi que afortunadamente, esta Salónica no es la antigua ciudad Griega, sino un pequeño pueblo del Valle del Cauca colombiano, sitio de donde Doña Consuelo se vio obligada a partir en abril de 2002. Desde ese momento se ubicó en Risaralda, donde llegó sólo con su ropa “teníamos que dormir encima de unas canastas de gaseosa”, expresa.

Pero como buena paisa, no se dejó amedrentar, y en julio de 2003, con la ayuda del Programa-PAE reinició el negocio de toda su vida, la elaboración y venta de arepas precocidas, tarea que en Salónica realizó durante ocho años en compañía de su esposo e hijos. Hoy en día, tan sólo cuenta con su esposo, pues su familia se disolvió en el momento del desplazamiento.

Este negocio, que al principio parecía otro más de venta de arepas, ha ido posicionándose en distintos mercados con una acogida sorprendente, no sólo por el sabor de las arepas “La Paisita”, sino por la excelente atención que doñaConsuelo y su esposo dan a susclientes.

Ahora tiene los recursos suficientes para comer, pagar su arriendo y su medicina, recuperando nuevamente su fortaleza y autoestima.

“Al inicio fue muy duro, pues no nos conocían”, dice esta mujer, cuya tenacidad jamás le permitió rendirse y en cambio, la ha impulsado para hoy en día contar con dos empleados y tener un mercado garantizado en la mayoría de las tiendas del sector y en algunos supermercados.

Ahora esta humilde Salonisense es una de las paisas adoptadas más exitosas y pujantes de la ciudad.

Atrás quedaron los días en los que llegó a la Fundación Caritas sin tan siquiera una cama. Ahora ya la cama no es lo que importa, en este momento histórico de su vida, el objetivo es consolidar su empresa para poder algún día reconformar su familia.

“Ahora tengo mi empresa con mis propios clientes; cuento con posibilidades de brindarle un futuro a mi familia; he tenido un cambio relacionado con lo material; pero aún es difícil olvidar la vida que tenía antes y empezar de nuevo”.

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Orosman cumple uno de sus SUEÑOS

Orosman cumple uno de sus SUEÑOS

rosman tuvo que dejar su pueblo en Córdoba, asediado por el Oconflicto armado. Él, su esposa y

su hijo -que aún estaba en el vientre de su madre- salieron una tarde del mes de enero, dejando todo atrás: su casa, su negocio de reparación de calzado, su familia y parte de sus sueños.

Llegaron a Ibagué, ciudad ubicada a 25 horas, aproximadamente, del lugar donde vivían. Allí habitaba parte de la familia de María -esposa de Orosman- por lo que contaron con apoyo para establecerse.

Lejos de la tierra en donde había sido concebido, nació su hijo. Con el desafío de brindarle una buena educación, Orosman empezó a trabajar en el calzado. Viviendo del día a día, conoció a un empresario, quien le ofreció un trabajo en el Valle del Cauca.

Orosman llegó a Cali a finales de 2003. En la Unidad de Atención y Orientación al Desplazado de esta ciudad se enteró del Programa de Asistencia Económica, se inscribió y realizó la capacitación para formular su plan de negocios, el cual tuvo como resultado la financiación de su proyecto.

Uno de los sueños que había conservado, a pesar del desplazamiento, era el de montar su propia empresa de calzado. Para esto, decidió retirarse de la empresa donde trabajaba y con su liquidación arrendó una casa, que le sirvió, no sólo de vivienda, sino como lugar para poner su propio negocio. Con una pequeña suma de dinero y una máquina prestada empezó a fabricar calzado.

En enero, el Programa-PAE entregó a Orosman un capital de trabajo, que le permitió aumentar su producción y ahorrar para comprar maquinaria de segunda.

Su negocio -en el que trabaja con su esposa y un ayudante- pasó de producir 36 pares semanales de un solo modelo a 136 pares de cuatro modelos, aumentando sus ingresos y el bienestar de su familia. Para mantener este incremento, debió adquirir maquinaria nueva y acordar con los proveedores la compra semanal de los materiales de producción (antes lo hacía diariamente).

También su vida ha mejorado. La familia, desintegrada por las dificultades económicas, está nuevamente unida; ha mejorado su alimentación, e inclusive, en la actualidad cuenta con recursos para salir de paseo los fines de semana y tomarse unas cortas vacaciones.

Por el éxito que han tenido, Orosman y su esposa piensan abrir mercado en otras ciudades y ampliar su línea de producción a calzado para hombre. Para ello van a contratar más personal.

Ahora que su hijo tiene dos años, el futuro de su familia es diferente.

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UNIDOS en torno a una ESPERANZA

UNIDOS en torno a una ESPERANZA

a Asociación Agropecuaria La Esperanza está conformada por 12 familias afrocolombianas L

desplazadas del noroccidente de Risaralda. La mayoría de ellas trabajaba la tierra en sus parcelas, participando en los procesos de siembra y recolección.

Al llegar a Pereira en el año 2003, se ubicaron en diferentes invasiones a la espera de algún apoyo. En su búsqueda, fueron acogidas por la Red de Solidaridad Social y el gobierno departamental a través del proyecto de Desarrollo de Comunidades Rurales.

El 13 de mayo de 2003 la Gobernación de Risaralda los ubicó en la Granja Integral Guillermo Hoyos Salazar. Dicho predio pertenecía al INCORA*, pero fue cedido a la Gobernación, la cual lo entregó en comodato a las familias.

Una vez instaladas, las familias buscaron el apoyo del Programa-PAE, a través del cual se empezó el proyecto de seguridad alimentaria. En esta misma línea, la Gobernación solicitó al Banco Agrario recursos para subsidio de vivienda y proyectos productivos, con lo que iniciaron la preparación de terreno para el cultivo de fríjol, hortalizas, habichuela, aguacate, eucalipto, granadilla, curuba y lulo, utilizando prácticas de trabajo limpias, como el uso de abonos orgánicos, compostaje y uso de plantas repelentes.

Para esto, se ha contado con el apoyo del SENA**, a través de un programa de capacitación en seguridad alimentaria y agricultura orgánica. Además, la Universidad Nacional Abierta y a Distancia-UNAD ha dictado a las

familias varios talleres con el fin de enseñarles cómo identificar plantas aromáticas, repelentes y medicinales, para su utilización en la vida cotidiana.

El trabajo colectivo no ha sido fácil, el proyecto ha sufrido algunas demoras y percances. Hoy en día el INCORA empezó a reclamar el terreno a la Gobernación de Risaralda, que a su vez lo solicitó a la asociación. Sin embargo, ésta está a punto de conseguirlo como predio de paso por tres años, con la expectativa de que finalmente sea cedido a las familias.

A pesar de estas dificultades, se observa en las familias integrantes de la asociación una gran tenacidad, perseverancia y unión, que les ha permitido ir encontrando soluciones a los problemas y de esta manera, ir alcanzando el sueño de hacer de este pedazo de tierra una oportunidad de vida y esperanza.

Adicionalmente, se han construido doce albergues que sirven de bodegas para cada familia y se han fortalecido las huertas familiares, asegurando la buena alimentación de los hogares. Hasta el momento se ha sembrado fríjol y habichuela, con la proyección de cultivar granadilla y maíz.

La asociación cuenta con un pequeño banco de alimentos que beneficia a los asociados y les abre puertas para el mercado en la zona. Además, se proyecta como futuro centro de turismo ecológico por la biodiversidad de la granja.

La asociación se ha convertido en un medio para alcanzar el sueño y la esperanza común de fortalecer una empresa, que les ha permitido a sus miembros conseguir mejores condiciones de vida.

*Instituto Colombiano de Reforma Agraria.**Servicio Nacional de Aprendizaje de Colombia.

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Símbolo de Liderazgo Femenino

Símbolo de Liderazgo Femenino

olicarpa, haciendo gala de su nombre, es una mujer luchadora, activa y valiente. Pola, como la P

llaman sus amigos, es una de las integrantes más comprometidas de la Asociación Agropecuaria La Esperanza, ya que desde sus inicios ha liderado varios procesos para el grupo y hoy, como vicepresidenta, está consciente de que su mayor fortaleza es su empeño y constancia en la consecución de beneficios para los asociados.

Su historia comienza en Santa Cecilia, donde además de responder por su hogar en las labores como madre cabeza de hogar, cultivaba la tierra. En uno de los tantos conflictos de la zona, salió desplazada por temor de que su familia -conformada por sus cinco hijos, su sobrina y su mamá- sufriera algún daño.

Fue así como llegó a la ciudad, esperanzada en conseguir un mejor futuro. Como los demás, llegó a una invasión; buscó trabajo, pero encontró sólo oficios en servicio doméstico. Frente a las difíciles condiciones de subsistencia (de hecho ésta fue su época más dura). Pola se encontró con la posibilidad de asociarse con sus coterráneos.

Hoy en día Pola y su familia viven en la granja, en un lugar que juntos adecuaron. Esta mujer desempeña los oficios de la casa, cultiva y recoge los alimentos y es la encargada de pesar y sellar las bolsas de fríjol.

Su tenacidad la ha llevado a que el grupo de asociados la respete y confíe en ella para el manejo de la

asociación. Fue la primera en terminar el albergue y su huerta posee diferentes productos, que le han permitido asegurar su alimentación y venderle al banco de alimentos de la asociación. Su permanencia en la casa le permite educar a sus hijos y acompañarlos con amor y paciencia en su crecimiento.

Al igual que la heroína más conocida y popular de los colombianos -Policarpa Salavarrieta-, Pola es un símbolo de la feminidad. En este caso, de la mujer actual que lucha día a día por el bienestar de su hogar y que lidera procesos comunitarios para mejorar las condiciones de su asociación.

Pola es una de las integrantes más

comprometidas de la Asociación

Agropecuaria La Esperanza. Ella sabe

que su mayor fortaleza ha sido su empeño y

constancia en la consecución de beneficios

para los asociados.

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oña Felicia -mujer afrocolombiana de 40 años de edad- jovial y emprendedora, ha criado sola a D

sus cinco hijos.

Oriunda del río Anchicayá, agricultura de oficio, se dedicó desde sus diez años de edad a la extracción y venta de piangüa*. En su potrillo** remaba hasta llegar a Buenaventura, en donde vendía la piangüa.

En Anchicayá doña Felicia tenía una casa construida en paja y madera, con espacios amplios, “cada hijo tenía su propio cuarto”, el fogón se encontraba aparte de la casa, al igual que la cocina. Lo que más le gustaba era el espacio exterior de la casa, la pampa, “que era grande y llena de matas de colino, palma'e cristo y la caña, que era amarillita”. En mayo de 2002 los enfrentamientos entre los grupos ilegales produjeron su desplazamiento. Ella y sus cinco hijos (uno de los cuales murió dos años después del desplazamiento), se tuvieron que ir a Buenaventura.

A pesar de todas sus pérdidas, doña Felicia continuó viviendo con coraje, para salir adelante con sus otros cuatro hijos.

Al llegar a esta ciudad, la familia se dispersó en casas de varios parientes. Doña Felicia, en compañía de varias amigas, alquiló un potrillo para seguir vendiendo pingüa al por mayor en restaurantes del centro de la ciudad y al detal, a pobladores y turistas.

En el año 2001 la señora Felicia participó, junto con 20 familias más, en

el programa de alojamiento temporal del Barrio La Paz de Buenaventura, apoyado por CHF y ejecutado por la Pastoral Social. Fue así como la familia se volvió a integrar bajo un mismo techo.

A través de otras organizaciones, doña Felicia gestionó becas para sus hijos, pues siempre ha considerado que el estudio es lo más importante para ellos: “Yo no pude estudiar, no sé leer ni escribir; por eso lucho para que mis hijos sí lo hagan”.

En el año 2002 obtuvo un crédito con una ONG. Con este capital empezó a comprar producción a mujeres que sacaban piangüa en pocas cantidades cerca de Buenaventura.

El crédito lo canceló en el transcurso de 30 días. Sin embargo, el capital que logró consolidar en cinco meses, debió utilizarlo en los gastos de hospitalización y funerarios del hijo que falleció. Superando esta nueva crisis, consolidó un pequeño capital, con lo cual siguió trabajando, pero en pequeñas cantidades.

En el mes de noviembre de 2003 el Programa-PAE fue divulgado en el Barrio La Paz, en donde vivía doña Felicia. Ella decidió participar para fortalecer su negocio.

Con el apoyo recibido, en el mes de febrero de 2004 compró su propio potrillo, lo que le ha permitido viajar con mayor constancia y al ritmo de la demanda de sus clientes; incrementó su capital y está obteniendo mayores utilidades.

Cuando se le pregunta a doña Felicia por qué realiza este trabajo de “piangüar”, responde: “Esta es mi profesión. Estoy acostumbrada a mi canalete, mientras voy a mi trabajo visito a mis amigos y familiares, me doy una paradita en mi potrillo para conversar, y así me siento feliz. A mí me conocen como la Piangüera”

Como resultado del apoyo, ha mejorado su presentación personal en el trabajo (botas blancas y bata blanca) y ha aumentado sus ventas. Con las ganancias ha empezado a mejorar su vivienda: cambió las paredes que eran de plástico por madera, separó la cocina del dormitorio y le hizo una división al baño. Además, les compró a sus hijos libros, cuadernos, maletines, uniformes y les da algunos pesos para el recreo; ha mejorado su dieta alimenticia en cantidad (tres comidas diarias) y calidad (están consumiendo carnes y frutas).

Esta situación actual aumenta la alegría de doña Felicia, quien de modo alborozado y con fuerte voz expresa: “Mi profesión no la dejo; la piangüa es mi vida. Lo único que me falta es aprender a leer y a escribir, por eso le pido a mi Diosito que no me deje morir sin aprender a firmar mi nombre”

En abril de 2004 la asesora le enseñó a graficar su nombre y así pudo abrir una cuenta bancaria donde está guardando parte de las utilidades. Aunque es iletrada, doña Felicia lleva todas sus cuentas de compra y venta en la memoria y sabe sumar y restar.

El PAE también le va a facilitar el ingreso a un programa de alfabetización de adultos, suministrándole recursos para la compra de útiles escolares.

FELICIA LA PIANGÜERAFELICIA LA PIANGÜERA

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En el mes de abril de 2004 la asesora en seguimiento le enseñó a graficar su nombre y así pudo

abrir una cuenta bancaria donde está guardando parte de

las utilidades. Aunque es iletrada, doña Felicia lleva

todas sus cuentas de compra y venta en la memoria y sabe

sumar y restar.

Todo esto ha contribuido a que doña Felicia continúe alegre, dándole gracias a Dios. Siempre la acompaña una sonrisa en sus labios por todo lo que la vida le ha brindado, a pesar de sus grandes dificultades; se promete así misma que su vida continuará cambiando para bien de todos, como ella dice “yo sigo pa'lante, pa'tras nada, ni pa'enfermarme”.

* Molusco que se encuentra en los raiceros del manglar.** Pequeña embarcación de madera.

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