construcción y reconstrucción de tenochtitlan a la ciudad de méxico by israel hinojosa baliño

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ESCUELA NACIONAL DE ANTROPOLOGÍA E HISTORIA INAH SEP ENAH CONSTRUCCIÓN Y RECONSTRUCCIÓN DE TENOCHTITLAN A LA CIUDAD DE MÉXICO ACULTURACIÓN Y URBANISMO EN EL MAPA DE NÜREMBERG Y EN EL MAPA DE UPPSALA A TRAVÉS DE UN SISTEMA DE INFORMACIÓN GEOGRÁFICA T E S I S QUE PARA OBTENER EL TÍTULO DE LICENCIADO EN ARQUEOLOGÍA PRESENTA ISRAEL HINOJOSA BALIÑO DIRECTOR DE TESIS: GERARDO GUTIÉRREZ MENDOZA ASESORES: FIORELLA GINA FENOGLIO LIMÓN HECTOR PATIÑO RODRÍGUEZ-MALPICA MÉXICO, D.F. 2009

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Tesis para obtener el grado de Licenciado en Arqueología / Thesis to get the degree of Bachelor in ArchaeologyTo quote / Para citar:Hinojosa Baliño, I. 2011. Aculturación y urbanismo en el Mapa de Nüremberg y en el Mapa de Uppsala a través de un Sistema de Información Geográfica. Unpublished Bachelor's thesis, Escuela Nacional de Antropología e Historia.

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Page 1: Construcción y Reconstrucción de Tenochtitlan a la Ciudad de México by Israel Hinojosa Baliño

ESCUELA NACIONAL DE ANTROPOLOGÍA E HISTORIA

INAH SEP

ENAH

CONSTRUCCIÓN Y RECONSTRUCCIÓN DE TENOCHTITLAN A LA CIUDAD DE MÉXICO

ACULTURACIÓN Y URBANISMO EN EL MAPA DE NÜREMBERG Y EN EL MAPA DE UPPSALA A TRAVÉS DE UN SISTEMA DE INFORMACIÓN GEOGRÁFICA

T E S I S

QUE PARA OBTENER EL TÍTULO DE

LICENCIADO EN ARQUEOLOGÍA

PRESENTA

ISRAEL HINOJOSA BALIÑO

DIRECTOR DE TESIS: GERARDO GUTIÉRREZ MENDOZA

ASESORES:

FIORELLA GINA FENOGLIO LIMÓN HECTOR PATIÑO RODRÍGUEZ-MALPICA

MÉXICO, D.F. 2009

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Hinojosa Baliño, Israel 2009 Construcción y reconstrucción de Tenochtitlan a la Ciudad de México. Aculturación y urbanismo en el Mapa de Nüremberg y en el Mapa de Uppsala a través de un Sistema de Información Geográfica. Director de tesis Dr. Gerardo Gutiérrez Mendoza, ENAH-INAH-SEP, Tesis de Licenciatura de Arqueología, México. Incluye Disco Compacto con la tesis en formato PDF y otros archivos. Requisitos mínimos para la computadora: Unidad de CD; Procesador con más de un 1GHz de velocidad; 516 MB de memoria RAM mínimo y al menos 1GB de memoria de almacenamiento para descargar los datos. Diseñado para PC.

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A tu mamá…

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Créditos

El presente trabajo de investigación fue posible gracias a:

⟩ Gerardo Gutiérrez Mendoza, por el apoyo y confianza desde el primer día.

⟩ Héctor Patiño Rodriguez Malpica, por las críticas, las discusiones y las sugerencias.

⟩ Fiorella Fenoglio Limón, por sus palabras de aliento, cada punto y coma, cada idea concretada.

⟩ Enah Montserrat Fonseca Ibarra, por los regaños, la paciencia, por lo inexplicable y lo indecible.

⟩ Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS-DF), por la tolerancia y la oportunidad.

⟩ Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), porque uno se hace como lo hacen.

⟩ Adriana Baliño Zamora, tu mamá, porque siempre ha estado ahí y porque te enseñó a crecer, incluso antes de que te conociera.

⟩ Rebeca Zamora Serdán, por ser como los abuelos que algún día tuviste.

⟩ Amelia Hinojosa Zamora y Xochimilli Hinojosa Zamora, porque siempre han cuidado y creído en su hermano.

⟩ Paulina Rivero Hinojosa, porque te enseñó que la sangre no siempre fluye por las arterias, a veces fluye por los oídos.

⟩ José Hinojosa Saavedra, porque te enseñó que la vida en la ciudad y el trabajo bien hecho, requieren de teoría y práctica, no de títulos.

⟩ Toda tu familia, porque no cabe duda que han sido tus mejores maestros.

⟩ Tus amigos, porque siempre han estado ahí, en las buenas y en las malas, la locura no se hereda, parece que se aprende: de alguna u otra forma te han modelado la cabeza.

⟩ Tus profesores, porque te han guiado –consciente e inconscientemente- hasta este punto y porque supones que ahí seguirán.

⟩ Tus conocidos y percibidos, porque uno nunca sabe cuánto aprende de la vida diaria, del mundo, de todo. Cada día uno aprende algo nuevo y casi siempre se te olvida la fuente.

⟩ Todos los que no aparecen o han desaparecido.

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Genealogía

No se puede mencionar a pocos porque son muchos y no se puede a todos porque son muchos. Faltaba una hora para que fuera el diecinueve, pero no importaba porque de todos modos ahí estaba. Era tarde y no podía abrir sus ojos, faltaba que llegara más gente; al final de cuentas, no se pudo esperar más y salió. No tuvo idea de quién la despertó aunque igual no abrió sus ojos. Primero su madre la tomó y luego vino la tía y las hermanas y el papá. De eso nada se acuerda. Los primeros minutos del diecinueve, se preparaba para su primer tropezón, ignoraba que un humano tropieza muchas veces con la misma piedra. El tropezón fue con un vidrio y luego con otro y luego fue con cinta adhesiva. La madre y el padre de su madre y de los tíos que venían con sus hijos, también fueron a verla. La familia completa se congregaba.

A las 12:00AM hubo fiesta y dicen que abrió sus ojos, pero la verdad es que fue inútil porque la gente seguía llegando -primos y más primos, tíos y más tíos-. La fiesta siguió en la madrugada, todos dando lo mejor de sí mismos, pero mirándola con gravedad porque se les hacía que se veía muy triste como se veía, sola.

Y entonces todo el vecindario supo de su existencia, y así llegaron Pepe, Iván y Manuel –el de la central, el de enfrente y el Cozumel, que iban juntos pero cada quien iba por su lado-. Durante horas el cuarto se fue llenando de gente hasta que no cupo más. Llegaron los de la primaria, el profe Bernardo y las profas de antaño, también llegaron Julio, Kato, Gerardo, César, los “vampiros” y otros más.

Cuando amaneció ahí estaba, rodeada de gente ansiosa por saber cómo era. El día de hoy miramos el espejo y aparecieron más de nosotros. Al principio nos dio miedo pero avanzaba el día y así como se multiplicaban menos miedo nos daba. Llegaron Juan, Juan, Jorge, Jorge, Laura, Laura y el Adrián, y demás personas que crecieron con Neurisma -sin a-. Y luego llegó Oscar que enseguida brindó por más de cinco horas de fiesta. Y vinieron todos los de la secundaria pero los únicos que se quedaron a ver si abría sus ojos fueron Adolfo, Omar, Boris, Soraya, Venecia y Cristian, los demás sólo fueron por un trago y haber si encontraban a Rutilio y otros profesorcillos.

Cuando la reunión llevaba como catorce horas, llegaron Christian, Homar, Genaro y Wendy. Luego otros que habían llegado y otros que llegaron después, se dispersaron pero ahí andaban, como Rodrigo, Memo, Olga y Cecilia -que sería mejor llamarla Ivet-. Cuando por fin dieron las 5:00PM, más de la mitad dejó el jolgorio, cansados y aburridos. Afortunadamente todos la vieron abrir sus ojos. Hasta los profes que en su cabeza pasaron como de rebote.

Primero llegó la ENAH y luego la Enah, Dante y Malena; en seguida el Chaco y el Gordo -que qué bueno que no se casaron-.; luego aparecieron Olinca, y los dos Yones, el Pakal e Isis, que tenían en común, que se conocían. Nando y Poncho, el uno con caguamas y el otro con pulque y libro pa’ la panza. Y luego llegaron más y más personas, un Jorge, una Gaby, una Bere, un Julk, un Paco y un Rodrigo Pacheco, entre otras personalidades, que así como llegaron se fueron y regresaron. Como a las 8:00PM entraba tu tocayo, el Coste, el Cristian y todos los grandulones. Ya no había con qué brindar pero en eso llegó la Fis con un tal Gerardo y atrás de ellos Héctor y Alejandro; la primera llegó de Zacatecas, el segundo del gabacho y los terceros de San Mateo con un poco más de veneno.

Se fue la ENAH y permanecía Enah. Al final sólo quedaron los que se quedaron los que se quedaron (Rosa es una rosa es una rosa es una rosa) y son los que al final se la tomaron. Todos salieron bien en la foto, pero qué difícil resultó acomodar a todos para que todos salieran. No cabe duda que es difícil hacer que en una foto quepan muchas fotos. Luego se revelaron, ora por el sur ora por todos lados, pero las fotos todos las miraron. Al final se hizo el silencio y esto fue lo que todos dijeron:

Hoy iniciamos un cambio en nuestro cuerpo, en nuestra mente. Nuestro corazón late con más fuerza que nunca. Nuestros brazos se sienten agotados de tanto pensarte. Nuestras piernas y abdomen sufrirán tu gran peso pequeña. Tan insignificante para algunos, tan liviana para otros. Te sufrimos porque nos pesas, te deseamos porque te queremos en las manos; leer cada rincón que ocultes. Cada pliegue, cada palabra, cada impulso. Hoy nos iniciamos, te inicias, mañana seremos uno mismo, en un año, serás única; hace un año.

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Índice General

Créditos ...................................................................................................................... vii

Genealogía ......................................................................................................... viii

Índice General............................................................................................................. ix

Índice de Figuras ........................................................................................................ xi

Índice de Tablas ......................................................................................................... xii

Introducción ............................................................................................................. 13

1. Delimitación espacio-temporal. .......................................................................... 20

2. Justificación y objetivos ..................................................................................... 21

3. Hipótesis ............................................................................................................. 23

Capítulo 1

Aculturación y Urbanismo ........................................................................................ 27

1.1. La Cultura ........................................................................................................ 27

1.2. Aculturación .................................................................................................... 31

1.2.1. Problemas en torno al estudio de la aculturación ...................................... 35

1.3. Sobre el urbanismo, lo urbano y la historia ..................................................... 41

1.3.1 El Urbanismo y lo Urbano ......................................................................... 44

Capítulo 2

Sistemas de Información Geográfica ......................................................................... 53

2.1. El espacio y el tiempo. Los Sistemas de Información Geográfica .................. 54

2.1.1. El espacio .................................................................................................. 55

2.1.2. Los Sistemas de Información Geográfica ¿Una forma de ver el espacio-

tiempo? ................................................................................................................ 58

2.2. Los mapas históricos. Su inclusión en un Sistema de Información Geográfica

................................................................................................................................ 62

2.2.1. La georeferencia ........................................................................................ 65

2.2.2. Sobre las proyecciones geográficas ........................................................... 70

2.3. Cómo se hizo lo que se hizo ............................................................................ 75

2.3.1. El objeto de estudio: De la destrucción de Tenochtitlan a la Ciudad de

México. ................................................................................................................ 81

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Capítulo 3

Construcción y Reconstrucción ................................................................................. 85

3.1. Apuntes preliminares sobre la Conquista: la traza .......................................... 85

3.2. La cartografía indígena ................................................................................... 92

3.3. El Mapa de Nüremberg ................................................................................... 97

3.3.1. Elementos iconográficos en el Mapa de Nüremberg .............................. 107

3.4. El Mapa de Uppsala. Breve recuento histórico. ........................................... 117

3.4.1. Sobre los orígenes del mapa y el proceso de aculturación en su

manufactura. ...................................................................................................... 120

Capítulo 4

¿Qué es lo que SIGue? ............................................................................................ 129

4.1. Distorsión y precisión: El caso del Recinto de Tlatelolco en el Mapa de

Uppsala ................................................................................................................. 130

4.1.1. Reconstrucción de la plataforma que rodeaba al Recinto Sagrado de

Tenochtitlan: coatepantli. .................................................................................. 137

4.2. Georeferencia y vectorización: Transformando el Mapa de Uppsala al

lenguaje de los SIG ............................................................................................... 150

4.2.1 La representación de chalchihuites en el Mapa de Uppsala .................... 156

4.3 Similitudes entre el Mapa de Uppsala y el Mapa de Nüremberg ................. 160

Conclusiones ........................................................................................................... 165

Propuestas para la aplicación de un SIG en arqueología .................................. 171

Obras Consultadas ................................................................................................... 175

Anexo ....................................................................................................................... 197

I. Diferentes datos cartográficos que se incluyeron en el SIG ............................. 198

II. Atributos para algunos elementos en el Mapa de Uppsala ............................. 199

III. Mapa de Uppsala georeferenciado con ID de elementos clasificados........... 206

IV. Mapas elaborados a partir del archivo SHP ................................................... 207

V. Parte central del Mapa de Uppsala. ................................................................ 215

VI. Mapa de Nüremberg....................................................................................... 217

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Índice de Figuras

Figura 1. Momento histórico ..................................................................................... 57

Figura 2. Diferentes tipos de datos que utiliza un SIG. ............................................. 61

Figura 3. Georeferencia y tipos de transformaciones. ............................................... 67

Figura 4. Mapamundi de Rumold Mercator. ............................................................. 73

Figura 5. Algunas características del Momento Histórico plasmado en un mapa

histórico. .................................................................................................................... 78

Figura 6. Modelo tetradimensional de trabajo ........................................................... 84

Figura 7. Representación del mapa costero que acompañaba la Tercera Carta de

Relación de Hernán Cortés a Carlos V. ..................................................................... 93

Figura 8. Isla de Utopía ........................................................................................... 100

Figura 9. Fusión de estilos y formas en el Mapa de Nüremberg............................. 105

Figura 10. ¿Lago de Xochimilco o representación del topónimo de Culhuacán? ... 109

Figura 11. Diferentes elementos representados dentro del recinto ceremonial de

México-Tenochtitlan en el Mapa de Nüremberg. ................................................... 111

Figura 12. ¿Los albarradones según los tlacuilos? .................................................. 112

Figura 13. El Palacio de Moctezuma en el Mapa de Nüremberg............................ 114

Figura 14. La casa de los animales o el “zoológico” de Moctezuma ...................... 115

Figura 15. Mapa de la ciudad de Jerusalén.............................................................. 127

Figura 16. Grabado francés (1880), Ciudad de México según Trasmonte (1628) y

Mapa de Uppsala (¿1537-1556?) ............................................................................ 132

Figura 17. Recinto Sagrado de Tlatelolco ............................................................... 134

Figura 18. Comparación entre los recintos sagrados de Tlatelolco y Tenochtitlan en

el Mapa de Uppsala. ................................................................................................ 136

Figura 19. Detalle de la “Casa del Marqués” en el Mapa de Uppsala. ................... 154

Figura 20. Acequias y Cuerpos de Agua en el Mapa de Uppsala........................... 155

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Figura 21. Algunos edificios en el centro de la ciudad española según el Mapa de

Uppsala. ................................................................................................................... 159

Figura 22. Comparación entre el Mapa de Uppsala y el Mapa de Nüremberg al norte

de la ciudad .............................................................................................................. 161

Figura 23. Comparación del centro de la ciudad en el Mapa de Uppsala y el Mapa

de Nüremberg. ......................................................................................................... 163

Figura 24. Recinto Sagrado de Tlatelolco. .............................................................. 139

Figura 25. Plataforma del Recinto Sagrado de Tenochtitlan según el Mapa de

Nüremberg ............................................................................................................... 142

Figura 26. Teotihuacan en Tenochtitlan .................................................................. 143

Figura 27. Reconstrucción hipotética del Recinto Sagrado de Tenochtitlan .......... 146

Figura 28. El mapa de la Plaza Mayor de México de 1562 ..................................... 148

Figura 29. Basamento de la Casa de las Águilas. .................................................... 149

Índice de Tablas

Tabla 1. Comparación entre algunos elementos de la simbología moderna y la

simbología indígena. .................................................................................................. 96

Tabla 2. Número de elementos descritos en el Mapa de Uppsala a partir de su forma

................................................................................................................................. 150

Tabla 3. Esquema de la base de datos ..................................................................... 152

Tabla 4. Significado de cada encabezado para la base de datos .............................. 153

Tabla 5. Medidas aproximadas de los recintos sagrados de Tenochtitlan y Tlatelolco,

según Matos-Luján-Guilliem ................................................................................... 138

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Introducción

"In quexquichcauh maniz cemanahuatl ayc pollihuiz yn itenyo yn itauhca in Mexico Tenochtitlan"

"En tanto que permanezca el mundo, no acabará la fama y la gloria de México-Tenochtitlan"

(Chimalpahin, 1998)

El 8 de noviembre de 1519 las huestes del Capitán1 Hernán Cortés entraron a

Tenochtitlan. Los conquistadores, según sus propias crónicas, estaban realmente

fascinados con el panorama de la cuenca lacustre. Fue tal su impresión de las

chinampas, jardines y del entorno en su conjunto que -aún con una conquista por

delante- lograron grabar en su mente todo lo que vieron y que plasmaron en diversos

textos que han sobrevivido hasta nuestros días. Hernán Cortés y Bernal Díaz del

Castillo, dos de los principales narradores de la Conquista de México, describieron

detalladamente la ciudad, tanto que logran recrear en nuestra mente el grandioso

asiento de la ciudad prehispánica, su vida, su ajetreo, sus costumbres y sus

construcciones. No obstante, Tenochtitlan -con menos de dos siglos de existencia-

ya había sufrido varios procesos de remodelación, de hecho, la ciudad que describen

los españoles, seguramente era muy diferente de aquélla que se encargó de

reconstruir Moctezuma Ilhuicamina; ciudad cuya fisonomía era reflejo de un largo

peregrinar azteca y, por tanto, de la adaptación de modelos existentes como el de

Tenayuca o el de Culhuacán. En 1519 Tenochtitlan era diferente; pues desde que

Moctezuma I otorga a la ciudad la imagen que postularía como el modelo por

excelencia en la mente de los gobernadores mexicas -quizá tratando de imitar la

imagen de Teotihuacan-, éstos sólo se encargarían de engrandecer los edificios y

mantener arreglada y limpia la ciudad y muy raramente modificarían la

configuración de los espacios.2 En esta ciudad fluyeron por aquí y por allá cientos de

1 En adelante cuando se mencione al Capitán, se hace referencia a Hernán Cortés, haciendo alusión a la forma como se le menciona en los Anales de Tlatelolco. 2 Sobre la historia de México-Tenochtitlan desde el punto de vista urbano se puede consultar a Lombardo, 1973. Para una revisión breve sobre el crecimiento urbano de la Ciudad de México, desde sus orígenes, consúltese Gutiérrez, 1998. Sobre la Recuperación del pasado Teotihuacano véase Luján, 1988. Otra hipótesis acerca de la traza de México-Tenochtitlan retomando el modelo

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14 | I n t r o d u c c i ó n

personas en sus plazas “donde [había] continuo mercado y trato de comprar y

vender”, palacios, jardines, anchas calles “como dos lanzas jinetas” donde [cabían]

hasta “ocho de caballo” (Cortés, 1981: 50 y 62). Ciudad, al fin, que es conquistada

en 1521 después de una larga resistencia, cuando se aprehende al último emperador

mexica (Martínez, 1990a).

Tenochtitlan, inigualable para el conquistador,3 teóricamente la más grande

de su tiempo según las fuentes arqueológicas e históricas (Bray, 1972; Díaz del

Castillo, 1980; Cortés, 1981 y Sanders y Webster, 1988), con aproximadamente 9 ó

10 km2 de extensión (Calnek, 2003) y con una población aproximada de 60 000

personas (Calnek, 1972 y Sanders y Webster, 1988), la ciudad debió causar revuelo

entre un gran porcentaje de conquistadores que, seguramente, no conocían ciudad

más grande que Sevilla.4

Recién conquistada y pestilente, escenario de las más cruentas batallas,

México-Tenochtitlan es abandonada (Díaz del Castillo, 1980 y Anales de Tlatelolco,

2004). Posteriormente, y con opiniones encontradas entre Hernán Cortés y su

ejército, se decidió construir la ciudad hispana donde antes existió la afamada y

gloriosa urbe, pues para Cortés ahí debía ser la reedificación “por la grandeza y

maravilloso asiento de ella” (Cortés, 1981: 196).5 La ciudad prehispánica parece

haber fascinado tanto al Cortés, que incluso se molestó cuando los frailes mandaron

quemar los templos, pues para él era importante conservarlos para la memoria

tolteca se puede consultar a Smith, 2006. 3 Autores como Alberto Zambrana (2007) sostienen que el discurso de Cortés es retórico y evidentemente utiliza la comparación de los elementos que va observando en su incursión a territorio americano con los elementos de su patria. La Ciudad de México es inigualable per se, sin embargo, se comparar con ciudades españolas pues son el único referente directo para los conquistadores. 4 Según estimaciones de Grunberg (1994) acerca del origen de los conquistadores y por la referencia en que se hace de Sevilla y Córdoba en la Segunda Carta de Relación (Cortés, 1981). Para una referencia rápida y actualizada sobre el origen de los conquistadores también se puede consultar Grunberg, 2004. 5 Algunos autores sugieren que Cortés usó la retórica para justificar su conquista ante la corona (Zambrana, 2007).

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(Martínez, 1990: 398). Una vez construidas las atarazanas,6 Cortés llevó a los

naturales “ausentados desde la guerra” a poblar la ciudad “con toda la gente” de su

compañía. Se repartieron los solares y se construyeron las casas donde habitarían

“los vecinos”. De los dos mercados que existían, uno se encontraba donde habitarían

los españoles y otro donde les tocó residir a los indios, separados de los primeros

por un “brazo de agua, aunque en todas las calles que por ella atraviesa [la

población] hay puentes de madera, por donde se contrata de la una parte a la otra”

(Cortés, op. cit.: 197).

El alarife encargado de delinear el espacio que ocuparían los españoles fue el

“jumétrico” -o geómetra- Alonso García Bravo,7 que tenía “ciertos estudios, pues

6 Primera edificación hispana sobre las ruinas mexicas que servía de cuartel y almacén. Una de las características que llama mucho la atención es que tenían salida al lago y podían resguardar los bergantines. 7 Perteneció a las huestes de Pedrarias Dávila (oficial que estaba a cargo de Alonso García Bravo y de donde se supone este último retoma las ideas para construir la Ciudad de México, tomando como base las experiencias de Panamá y Veracruz) y esto es lo que lo hace conocedor de ciertas cosas, dado que a Pedrarias se le dieron instrucciones sobre los nuevos asentamientos (Stanislawski, 1947 y Toussaint et al, 1990). El rey Carlos V le ordenó a Pedrarias Dávila: “One of the most important things to observe is that […] the places chosen for settlement […] be healthy and not swampy, good for unloading goods [if ports]; if inland to be on a river if posible […] good water and air, close to arable land […] In view of these things necessary for settlements, and seeking the best site in these terms for the town, then divide the plots for houses, these to be according to the status of the persons, and from the beginning it should be according to a definite arrangement; for the manner of setting up the solares will determine the pattern of the town, both in the position of the plaza and the church and in the pattern of streets, for towns being newly founded may be established according to plan without difficulty. If not started with form, they will never attain it” (Carlos V en Stanislawski, 1947: 96, las cursivas son mías). O sea que en primer lugar, la ciudad no debió fundarse ahí; segundo, que algo esté ordenado, no necesariamente implica que deba ser en forma de damero y, tercero, aunque según Stanislawski, la descripción se refiera al plano Romano, para que la ordenanza tenga sentido, tanto el rey, como Pedrarias Dávila y Alonso García Bravo, debieron saber que esa forma de construir las ciudades correspondía a la base Romana. Pero ni la cuadrícula ni el campamento de Sante Fé se reflejan en la Ciudad de México, las manzanas rectangulares, largas de Norte a Sur y también de Este a Oeste y la orientación de las calles con respecto a los edificios prehispánicos, hablan por sí solos. Por otro lado, Kubler dice: “Puesto que la tradición escrita tardó mucho tiempo en adquirir peso en España, no podemos suponer una adhesión a los cánones del gusto clásico en América hasta la segunda mitad del siglo XVI” (op. cit.: 109-114). En una obra anterior a Arquitectura Mexicana, Kubler indica que “el estilo y la técnica de la construcción americana fue firmemente establecida antes de 1550. Después de eso, la llegada de verdaderos profesionistas simplemente significó el refinamiento de una fórmula existente de construcción” (La traducción es mía. “The style and technique of American building were firmly established before 1550. Later arrivals of European professionals simply signify the refinement of an existing formula of construction” (Kubler, 1944: 19).

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parece conocedor de geometría, sobre todo aplicada a la tierra, es decir topografía”

(Toussaint, 1956: 9-10). García Bravo no trabajó solo, “especialmente en las casas

del Ayuntamiento”, sino con “la supervisión de Cortés y ayudado por Bernardino

Vázquez de Tapia y dos indígenas” (Martínez, op. cit.: 394-396).8 Esta delineación o

zonificación impuesta por los españoles es conocida en el mundo académico como

la traza y puede referirse a 1) el espacio destinado para el uso exclusivo de los

españoles; ó 2) al trazado de calles y manzanas; ó 3) al registro y delimitación de

solares para los españoles; ó, incluso 4) a un plano maestro que ubicara las

propiedades de los vecinos (Kubler, 1982; Toussaint et al., 1990; Martínez, 1990 y

Bielza de Ory, 2002).9

Si bien la traza se mencionó por primera vez en las Actas de Cabildo, el

nombre del alarife que la había delineado era una incógnita, hasta que Manuel

Toussaint difundió un documento del Archivo de Indias donde se dio a conocer a

Alonso García Bravo. Años antes, el ingeniero José R. Benítez había publicado un

folleto donde hablaba del susodicho alarife y describía el documento del Archivo de

Indias que después daría a conocer Toussaint, sin hacer referencia al hallazgo de

Benítez. A partir de estos trabajos, cada vez se sabe más sobre Alonso García

Bravo.10

8 Lo interesante de esto es que Cortés nunca menciona en sus Cartas de Relación a Alonso García Bravo, y que además, nunca se habla de construir una nueva ciudad. En cambio, se habla de poblar una ciudad y edificarla con mejores construcciones: “y porque hay mucho aparejo de piedra, cal y madera, y de mucho ladrillo, que los naturales labran, que hacen todos tan buenas y grandes casas, que puede creer vuestra majestad que de hoy en cinco años será la más noble y populosa ciudad que haya en lo poblado del mundo, y de mejores edificios” (Cortés, 1981: 197). 9 Se pueden revisar las Actas de Cabildo y podrá observarse que se refieren a la traza como si fuera un espacio que limita espacios. Por otro lado, tanto las preguntas como las respuestas del Interrogatorio General presentado por Hernando Cortés para el examen de los testigos de su descargo relacionadas con la destrucción de la Ciudad de México [preguntas 169 y 171] no dejan claro qué se destruyó o “derrocó por el suelo” ni tampoco permiten dilucidar a qué se le llama traza (Martínez, 1991b: 252, 327, 341, 365). 10 Para una revisión sobre las inconsistencias alrededor del personaje Alonso García Bravo confróntese: Lira, 2005; Martínez, 1990; Sánchez, 1991; y las Actas de Cabildo de la Ciudad de México donde se hace referencia a la repartición de solares y donde de mencionan a varios alarifes que se encargaron de la medición de los mismos, e.g. el acta del día 16 de mayo de 1525 donde “se acuerda pagar el tercio del salario anual de Alonso García “albañil” por sus servicios como maestro de obras del consejo (Mier y Terán, 2005: 174).

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Durante la construcción de la nueva ciudad se hace énfasis en la traza

española y, por el contrario, la traza prehispánica parece desaparecer para siempre,

aún cuando el mismo Cortés mencione a Carlos V que sobre las ruinas de México-

Tenochtitlan será construida la ciudad española por el magnífico asiento de la otra;

por cuestiones de dominio, poder y resguardo (Cervantes de Salazar, 2002) y por la

celeridad de los sucesos:

[…] habiendo platicado en qué parte haríamos otra población alrededor de las lagunas, porque de ésta había más necesidad para la seguridad y sosiego de todas estas partes; y asimismo viendo que la ciudad de Temixtitan, que era cosa tan nombrada y de que tanto caso y memoria siempre se ha hecho, pareciónos que en ella era bien poblar […] (Cortés, 1981: 165).

De hecho, Bernardino Vázquez de Tapia, un soldado y enemigo de Cortés,

señaló que a pesar de que el éste puso especial énfasis en tratar de poblar -de la

mejor manera- los pueblos y ciudades y ubicarlos en los mejores lugares, no hizo lo

mismo con Tenochtitlan:

[…] cuando se hobo poblar de españoles, todos quisieran que fuera la población en Cuyuacan, ques dos leguas desta cibdad o en Tacuba, ques una legua de aquí o en Tezcuco ques ocho leguas, e que sólo el dicho don Fernando fue de opinión que aquí poblasen […] e que todos sospechamos questo hacía el dicho don Fernando por se facer fuerte, creyendo que como había preso a Narváez e echado a Tapia de la tierra, temía que habían de venir sobre él, e que viniendo en esta cibdad estaba más fuerte para defenderse que no en otro lugar ninguno, puesto quel dicho don Fernando decía que, pues esta cibdad en tiempo de los indios había sido señora de las otras provincias a ella comarcanas que también era razón que lo fuese en tiempo de los cristianos […] (Bernardino Vázquez de Tapia en Martínez, 1990b: 41).

Según Francisco Cervantes de Salazar, las casas construidas parecen

fortalezas porque “así convino hacerlas al principio, cuando eran muchos los

enemigos, ya que no se podía resguardar la ciudad, ciñéndola de torres y murallas”

(2002: 33). Pero a pesar de que Cervantes de Salazar hable de las primeras

construcciones con nostalgia, en realidad no había pasado mucho tiempo desde la

conquista y aún menos desde que la ciudad como un todo viviente11 había logrado

estabilizarse. Pues, incluso, Lucía Mier y Terán indica que alrededor de 1535 existía

11 La ciudad no sólo es un espacio físico, “la ciudad no está en sus formas sino en las prácticas de los habitantes” (Monnet, 2003: 32).

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18 | I n t r o d u c c i ó n

temor entre los habitantes de la Ciudad de México de un levantamiento indígena, y

que por ésta y otras razones, hubo desinterés en poblarla. A partir de 1535 se ordenó

explícitamente que la construcción de casas en las calzadas hacia tierra firme no se

realizarán a contramuro “puesto que en caso de levantamiento indígena, las casas

fuertes podrían caer en sus manos” (2005: 136-139).12 En el mismo año se evidenció

un despoblamiento de la ciudad, “obligando a los regidores a promulgar ordenanzas

coercitivas cuyo objetivo era impedir la salida de los vecinos” (Mier y Terán, 2005:

136). Estas evidencias ponen de manifiesto que la construcción de la ciudad

novohispana fue un proceso paulatino y que la transformación no se dio sólo por la

llegada de los españoles; sin embargo, sí evidencian que en las narraciones -como

las de Cervantes- permea un eurocentrismo; en cambio las Actas de Cabildo lo que

demuestran es que aún cuando se supone que la ciudad ya está construida se

continúan haciendo modificaciones según las necesidades y las circunstancias. A

pesar de que siempre se cita la frase de Motolinía acerca de que la séptima plaga fue

la construcción de la Ciudad de México, la ciudad española no se hizo de la noche a

la mañana. Después de todo, la retórica no fue exclusiva de Cortés, así lo

demuestran las Actas de Cabildo de la Ciudad de México.

En este trabajo se considera que la traza de la ciudad indígena delineaba la

imagen de la ciudad hispana. El antecedente urbano indígena fundamental se

preservó, pues “conservaron en términos generales la ubicación de los elementos

principales: la plaza del mercado, los grandes palacios de Moctezuma, la dirección

de las grandes calzadas” (Sánchez, 1991) y algunos “brazos de agua” o acequias,13

incluso Cortés apuntó -en su Tercera Carta de Relación- en 1522 que la ciudad se

12 Obsérvese que a menos de 20 años de distancia, es la razón que adjudica Cervantes de Salazar, para el tipo de casas que se observan sobre la Calzada a Tacuba (Cervantes de Salazar, 2002). Sin embargo, el primer registro de un levantamiento en la Ciudad de México, poco tiene que ver con indígenas. En 1548 el virrey Mendoza “prohibió la venta de armas a negros y las reuniones públicas de tres o más negros sin la presencia de su dueño” ante la amenaza de la creciente población negra y la primera noticia de una posible rebelión en 1537 (Mejía, 2004: 15). 13 En las Actas de Cabildo se refiere a la repartición de solares en “la calle del agua”, otros por la Acequia Real (Mier y Terán, 2005). La delimitación entre la población de los indios y los españoles es un “brazo de agua” (Cortés, op. cit..: 197).

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| 19

reparaba. Poco antes de regresar a la Ciudad de México en 1523, Cortés ya pudo

enseñarle a Francisco de Garay los palacios que se estaban construyendo, sobre o

tomando como base los antiguos palacios de los gobernadores indígenas (Martínez,

1990).

Según los documentos históricos, al cabo de no más de dos años después de

1521, la Ciudad de México ya estaba lista para ser repoblada, y en no más de tres o

cuatro décadas parece desdibujarse la ciudad prehispánica. En 1554, Cervantes de

Salazar, describió en sus Diálogos una ciudad española que, en su opinión, en nada

se parecía a la antigua ciudad de los “indios”, cuyo rastro sólo era observable si se

miraba fuera de la famosa traza, donde lo que más se notaba era su desorden

(Cervantes de Salazar, 2002).

Cientos de años después, ciertas excavaciones aisladas descubrieron

fragmentos del pasado indígena con piezas como la Coatlicue o la Piedra del Sol

(León y Gama, 1990); sin embargo, parecía que sólo eran señales de humo de la

ciudad que se asfixiaba en el suelo fangoso de la capital novohispana, y pasarían

más de cien años antes de que otros indicios de su permanencia física salieran a la

luz con las excavaciones acaecidas entre los años de 1897 y 1901 (Peñafiel, 1910 y

Bernal, 1992). A pesar de tales descubrimientos, de los constantes estudios sobre los

mexicas, de las innovaciones teóricas y técnicas, así como de la creciente

disponibilidad de recursos documentales que, año tras año se publicaban, no es sino

hasta 1974 (con las excavaciones en el Centro Histórico de la Ciudad de México

para la construcción de la Línea 2 del Metro) que Tenochtitlan emerge del suelo

fangoso y del olvido.

Desde 1521 y hasta mediados del siglo XVI, la Ciudad de México-

Tenochtitlan-Tlatelolco se fue desmantelando piedra por piedra, hasta que lo poco

que sobrevivió a la guerra de conquista se enterró por completo. A partir de este

momento, la ciudad prehispánica parece convertirse en leyenda y su recuerdo

perdurará, únicamente, en la conciencia de algunos.

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20 | I n t r o d u c c i ó n

1. Delimitación espacio-temporal.

Esta tesis intenta estudiar las trasformaciones que sufrió el primer cuadro de la

Ciudad de México entre los años 1519 y 1554, área que ocupaba el Recinto

Ceremonial de Tenochtitlan, aproximadamente, y las áreas aledañas inmediatas. Las

fechas que delimitan este trabajo son figuradas puesto que el proceso de

transformación de la Ciudad de México no inicia en 1519 ni termina en 1554, en

realidad es un continuum desde su fundación -alrededor de 1325- hasta el día de

hoy. Sin embargo, se toma 1519 como punto de partida –límite inferior- ya que en

este año comenzó el punto de quiebre y encuentro entre ambas sociedades, la mexica

y la hispana. En este año los conquistadores europeos vieron por primera vez la

ciudad de Tenochtitlan y se crearon las condiciones para que estallara la guerra de

conquista, es el momento cuando se creó -de alguna u otra forma- un desequilibrio

político en el Altiplano mexicano cuando los pueblos tributarios de los mexicas

unieron fuerzas para derrocar al régimen mexica.

Se toma el año de 1554 como límite superior por ser el año en que se escriben

los famosos Diálogos de Cervantes de Salazar. La fecha es aproximada y enseguida

se muestra por qué. Para empezar, debe ensamblarse con otra fecha muy particular,

1535-1541. En 1535 entró en funciones el primer virrey de Nueva España y fue en

los primeros años de su gobierno cuando el bello ejemplar cartográfico que se

conserva en la Universidad de Uppsala (Mapa de México o Mapa de Uppsala, mal

llamado de Alonso de Santa Cruz),14 fue dibujado. Ambas fuentes esbozan la imagen

de la ciudad con tan sólo tres décadas de diferencia desde aquel día de San Hipólito

(13 de agosto), aquél 3 calli (1521). La Ciudad de México comenzó a transformarse

paulatinamente en lo que ahora se conoce, en gran medida por las Ordenanzas de

Felipe II (1573) en una ciudad reticulada a manera de damero. Por eso, 1554 es el

límite superior aproximado de esta investigación, porque lo que interesa averiguar 14 A partir del análisis iconográfico del mapa y la comparación con los códices elaborados por los tlacuilos del Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco, se piensa que este mapa no fue elaborado por el cosmógrafo Alonso de Santa Cruz (León-Portilla y Aguilera, 1986). Sobre la corrección en la fecha de origen de dicho mapa véase: Capítulo 3. Mapa de Uppsala y Calnek (2003).

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es el proceso de transformación de la ciudad prehispánica en una ciudad

españolizada antes de que adquiriera la figura reticulada, la cual pareció borrar la

imagen de la ciudad antigua desde la segunda mitad del siglo XVI.

2. Justificación y objetivos

Entre más se profundiza en un tema, más inquietudes afloran. Y es la inquietud de

abordar un tema ya trabajado desde una perspectiva diferente lo que impulsa esta

investigación. Se intentó utilizar la información histórica sobre la construcción de la

Ciudad de México y la información arqueológica en torno a la Conquista para

reconstruir, cartográficamente, el proceso de desmantelamiento de Tenochtitlan,

mientras la ciudad colonial se edificaba.

Al menos tres autores -Valero, 1991a, 1991b; Lira, 2000 y Mier de Terán,

2005- abordan el proceso de desmantelamiento de la afamada México-Tenochtitlan

y la construcción de la muy noble y leal Ciudad de México. La principal crítica a

estos trabajos es su falta de fuentes arqueológicas -o la descalificación de tales (Mier

de Terán, 2005)- y de estudios urbanos (como el de Sánchez de Carmona, 1991 o el

de Bielza de Ory, 2002), anteponiendo el estudio de los textos del siglo XVI. El

mapa utilizado para representar la disposición de los elementos urbanos en los

trabajos de estos tres autores es un híbrido entre un mapa moderno y una

interpretación de la traza española diseñada por Alonso García Bravo, según los

estudios de Manuel Toussaint y José R. Benitez con la Información de Méritos y

Servicios de Alonso García Bravo, como el primer documento que se refiere a la

traza.15 No obstante, desde 1521 hasta la actualidad, la Ciudad de México ha

sufrido varias transformaciones. La proyección original con que, supuestamente, fue

trazada no se ha conservado al cien por ciento. Pareciera que la configuración en

damero se alcanzó grosso modo hasta el siglo XX, y es probable que esta

15 Edward Calnek afirma que el término traza “se refiere originalmente a un mapa de papel indígena de fibra de maguey en el cual fue registrada la localización de los solares y los nombres de sus propietarios”, según un documento del Archivo General de Indias (2003: 171).

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22 | I n t r o d u c c i ó n

configuración se le debe más a su dinamismo que a un proyecto unificador y

regulador del siglo XVI.

Por ello, se consideró necesario hacer un Sistema de Información Geográfica

(SIG) que integrara diferentes tipos de fuentes tratando de explicar a) el proceso de

destrucción de la ciudad de Tenochtitlan con base en la planificación y construcción

de la ciudad española y, b) mostrar que esta planificación española correspondía en

gran medida con la ciudad prehispánica.

Con base en lo anterior, esta investigación se planteó los siguientes objetivos:

● Reconstruir, cartográficamente, el proceso de desmantelamiento de la ciudad

de Tenochtitlan a partir de las fuentes arqueológicas e históricas sobre la

Ciudad de México en los primeros años de dominio español.

� Desarrollar un Sistema de Información Geográfica que permitiera evaluar

las diferencias y similitudes entre los distintos estadios de la ciudad, desde

1519 hasta 1554.

� Mostrar -a partir del Mapa de Uppsala y el Mapa de Nüremberg- que la

traza de la nueva ciudad es, en realidad, una readaptación del espacio

urbano indígena con base en los modelos españoles y que corresponde

más a una redistribución de terrenos e interpretación de los espacios, que

a una proyección totalmente innovadora de la ciudad.

� Conseguir una imagen diacrónica de la ciudad.

� Mostrar, a partir del análisis arqueológico e histórico y con una visión

geográfica y urbana, que la traza con que fue delineada Tenochtitlan se

conservó por motivos prácticos, históricos y culturales.

Estos objetivos delinearon las hipótesis que serían eje fundamental de la

investigación.

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3. Hipótesis

Para intentar explicar la construcción y el trazado de la Ciudad de México a partir de

1521 se tomaron en consideración diversas discusiones sobre el estereotipo de

ciudad que al tiempo de la Conquista irradiaban en Europa: desde las ciudades

turolenses y castellonenses -punto de partida para las ordenanzas de Jaime II- hasta

la ciudad teórica de Eximeniç y la ciudad utópica de Tomás Moro, pasando por el

modelo práctico del campamento de Santa Fé, construido ortogonalmente por los

reyes católicos (Bielza de Ory, 2002; Mier y Terán, 2005). En todas estas

discusiones se acentúa, principalmente, la influencia europea para la configuración

de las ciudades novohispanas. Por otro lado, los estudios morfológicos de éstas han

arrojado importantes datos acerca de la función que juegan -dentro de las nuevas

redes sociales que comienzan a tejerse- la jerarquización de los espacios como punto

de partida para imponer un nuevo orden citadino.

Si bien la influencia europea en la construcción de las ciudades novohispanas

es evidente, y en efecto, la jerarquización y diferenciación de espacios a partir de

una ortogonalidad resulta clara muchas de las veces, en este trabajo se trató de no

generalizar; después de todo, la construcción de la Ciudad de México fue un caso

excepcional, tanto para los mesoamericanos, como para los conquistadores.

Finalmente, se construyó sobre las ruinas de una ciudad cosmopolita, el centro de un

gran imperio, una ciudad que no tenía comparación en miles de kilómetros y que se

acoplaba, de alguna u otra forma, a la concepción de ciudad de los españoles.

Hernán Cortés y Alonso García Bravo no eran urbanistas; no obstante,

planificaron una ciudad admirable, a juzgar por los Diálogos de Cervantes de

Salazar. Ambos tenían estudios, pero ni sus conocimientos sobre Eximeniç o Moro,

o las ordenanzas de Jaime II, fueron su punto de partida para la edificación de la

nueva ciudad. La ciudad se adaptó a las nuevas circunstancias; por un lado, un

espacio arreglado de tal forma que los españoles vivieran protegidos; y por otro,

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24 | I n t r o d u c c i ó n

implantando la nueva forma de organización social para darle vida, nuevamente, a la

ciudad recién conquistada.

A partir de estas reflexiones, junto con los objetivos antes mencionados, se

formularon las siguientes hipótesis que trazaron la ruta de esta investigación:

• Hipótesis general

Si en la reedificación de la Ciudad de México se respetaron los trazos fundamentales

de la ciudad prehispánica, entonces la influencia y la participación directa de los

indígenas en la planificación y construcción de la ciudad fueron vitales. Es probable

que la nobleza indígena jugara un papel decisivo en la organización del trabajo

(planificación urbana) para la realización de los nuevos edificios y espacios urbanos,

en tanto que mantuvieron el control sobre los indígenas (macehuales) al menos en

los primeros años de dominio español.

• Hipótesis particulares

1. Si la traza española respetó el trazado de la ciudad prehispánica, entonces

no fue necesario destruir todos los edificios indígenas mientras la ciudad se

acondicionaba para ser repoblada. En lugar de destruir los remanentes de la

ciudad, se limpiaron los escombros de las calles, se azolvaron acequias con

los restos de algunos edificios que fueron destruidos durante la guerra -

especialmente aquellos que sirvieran como refugio-, se restauraron algunas

obras de infraestructura -como los albarradones- y se construían nuevas

edificaciones -como las atarazanas-. Conforme el Cabildo otorgaba los

solares para su construcción, es probable que algunos edificios

prehispánicos se fueran destruyendo, es decir, era tarea de los vecinos

acondicionar su terreno para edificar su casa. Cuando el edificio indígena

era lo suficientemente macizo como para reutilizarse (e.g. templos o casas

de élite), se usaba parte de su estructura para construir sobre de ellos, y los

escombros, para nivelar el terreno y construir la casa. Además, si se

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| 25

considera que los cimientos indígenas estaban diseñados para “flotar” sobre

el terreno fangoso, debió ser impensable arrasar la base de la construcción

indígena, pues el edificio hispano quedaría por debajo del nivel del suelo, de

lo contrario, hubiera requerido una base lo suficientemente alta para evitar el

hundimiento o las inundaciones.

2. Si algunas propiedades indígenas permanecieron dentro de la planificación

urbana española, entonces, se puede sugerir, que la presencia de los nobles

nativos en el ámbito de gobierno de la ciudad colonial continuó siendo

importante durante el siglo XVI.

3. Si el conocimiento indígena para la urbanización en espacios lacustres fue

fundamental para construir la ciudad española, entonces los españoles

consultaban a los gobernantes indígenas para la construcción y

remodelación de obras de infraestructura. La tradición hispana no tenía

referencias para construir ciudades en terrenos pantanosos o lacustres, el

proceso de aculturación no sólo fue un efecto del choque entre ambas

culturas sino un proceso necesario para que la ciudad volviera a ser

poblada.

4. Si la traza urbana que se observa en el Mapa de Uppsala tiene

correspondencia con la traza prehispánica, entonces debería encontrarse una

correspondencia espacial entre el mapa y los vestigios arqueológicos

encontrados en el Recinto Sagrado de Tenochtitlan y sus inmediaciones. Así

mismo, debería existir una correspondencia entre la documentación

cartográfica e histórica –Mapa de Nüremberg y documentación del siglo

XVI- y la ubicación de edificios, calles y acequias representadas en el Mapa

de Uppsala.

Estas hipótesis guiaron el proceso de investigación, evitando que la magnitud

y complejidad del objeto de estudio rebasara los alcances de esta tesis. Por otro lado,

la estructura del trabajo tuvo que revisarse una y otra vez, dado que la forma original

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26 | I n t r o d u c c i ó n

como se concibió, parecía dejar ideas sueltas y sin relación. Aunque la figura

general del trabajo se preservó -marco teórico, metodología, desarrollo y

conclusiones-, algunas secciones se cambiaron de lugar y otras, por salirse del

planteamiento principal, fueron eliminadas. Al final, se trató de que cada sección

fuera comprensible de forma independiente, tratando sin embargo, de que tuvieran

relación con las hipótesis, el marco conceptual y el método, de tal forma que el

resultado final estuviera lo más hilado posible.

Cuando dos culturas permanecen en contacto continuo, se crean las

condiciones para que pueda surgir una forma distinta de concebir y darle significado

al mundo, es decir, se crea una nueva cultura. Para esta investigación, la Ciudad de

México -durante la primera mitad del siglo XVI- es una muestra de ello, por tal

motivo, en el primer capítulo se decidió abordar el problema de la aculturación y de

la urbanización, con el fin de dotar al lector del bagaje teórico necesario para

comprender cómo la organización social del espacio puede ser modificada en un

proceso de aculturación. El análisis de distintos mapas puede hacer evidente las

modificaciones urbanas y culturales que sufre determinada ciudad; sin embargo,

para lograr acceder a tal información es necesario generar un modelo que permita

estudiar este proceso. Así, en el segundo capítulo se muestra el modelo de análisis

que se propone para estudiar este fenómeno social a través de la inserción de la

información arqueológica, histórica y cartográfica a un Sistema de Información

Geográfica.

Ambos capítulos dan pie al tercero, el capítulo de análisis y resultados. En él

se detalla la cartografía indígena y se hace referencia a la traza española, se pone a

prueba el modelo y se analizan los dos mapas que se consideraron fundamentales

para comprender el proceso de cambio cultural y urbano de la Ciudad de México: el

Mapa de Nüremberg y el Mapa de Uppsala. Finalmente, con esta investigación se

espera mostrar que la ciudad española es, también, un reflejo parcial, pero vivo, de

lo que alguna vez fue la afamada y gloriosa Mexico-Tenochtitlan.

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Capítulo 1

Aculturación y Urbanismo

…un hormiguero no tiene tanto animal. (Flores, 1988)

Durante la Conquista de México y el nacimiento de la ciudad novohispana, se puede

suponer que la participación y la influencia indígena fueron elementos decisivos en

los primeros años de dominio español y, a pesar de que la cultura española se

impuso a la mexica, ambas confluyeron en un espacio y tiempo determinados,

transformando su cultura mientras compartían rasgos culturales. Esta conjunción de

elementos se podría explicar desde lo que se ha llamado aculturación. En las páginas

siguientes se expone qué es y en qué consiste el proceso de aculturación donde se

considera necesario retomar las ideas planteadas por Gonzalo Aguirre Beltrán

(1992), para tratar de describir el proceso de cambio que sufrieron ambas culturas y

que, se considera, se refleja en la constitución urbana de la Ciudad de México

posterior a 1521. No obstante, para comprender mejor el fenómeno, es necesario

exponer lo que se entiende por cultura, porque es, justamente, la cultura lo que se

comparte en un proceso de aculturación. No se pretende hacer una revisión profunda

y detallada de tan complejo concepto, sino otorgarle al lector una breve introducción

para facilitar la comprensión del concepto eje de esta investigación.

1.1. La Cultura

Mucha tinta se ha derramado para tratar de entender lo que es la cultura; infinidad de

definiciones se han elaborado, intensos estudios se han desarrollado, cientos de

investigadores se han desvivido por comprenderla. Sin embargo, y sin afán de

demeritar tales intentos, se considera pertinente retomar, únicamente, una pequeña

fracción de ese inmenso universo. Para empezar, y dados los objetivos particulares

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28 | A c u l t u r a c i ó n y U r b a n i s m o

de esta investigación, se decide retomar las ideas de Guillermo Bonfil Batalla en

torno al concepto de cultura, quien plantea que es un fenómeno social porque

Sólo existe por la relación organizada entre los miembros de una sociedad. Cada individuo tiene su cultura, que puede diferir en ciertos aspectos de la cultura común de su sociedad, pero nunca al grado de llegar a ser una cultura diferente, porque entonces deja de existir la posibilidad de interactuar y convivir con los demás (Bonfil, 1991:16).

Este aspecto es importante porque implica que la cultura se comparte y, como

se verá más adelante, cuando entran en contacto dos o más individuos que participan

de culturas diferentes, necesitan compartir su cultura para poder interactuar y

convivir. La forma como Bonfil Batalla aborda el tema del fenómeno social

conocido como cultura se asemeja mucho a la concepción que emanó en los Estados

Unidos con la escuela Cultura y Personalidad. Para esta escuela, “la cultura no

puede definirse más que a través de los hombres que la viven” (Cuche, 1999: 49),

además, reconoce la relación entre individuo y cultura, considerando que ésta última

no existe como una realidad ‘en sí’ o independiente de los individuos dado que la

cultura tiene una relativa dependencia con respecto a estos (Cuche, op. cit.: 45). Se

preocupan “por tener en cuenta nociones de la psicología científica y del

psicoanálisis y están todos muy abiertos a la interdisciplina” (ídem) haciendo énfasis

en que la cultura es una abstracción y no, como Alfred Louis Kroeber pensaba, una

realidad independiente de los individuos y que escapa a su control (Cuche, op. cit.).

Para Bonfil Batalla “ninguna creación humana ocurre en el vacío, ni a partir de cero.

Todo lo que hacemos, individual o colectivamente, conscientes o sin consciencia, lo

hacemos a partir de lo que previamente tenemos” (1991: 16), es decir, a partir de la

cultura en que se nace.

Según la escuela Cultura y Personalidad, la cultura se reflejaría en una

“personalidad de base”, definida por Abram Kardiner como “una configuración

psicológica particular perteneciente a los miembros de un sociedad dada y que se

manifiesta en cierto estilo de comportamiento sobre el cual los individuos bordan

sus variables singulares” (Kardiner en Cuche, op. cit.: 51). La personalidad de base

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A c u l t u r a c i ó n | 29

configura y refleja, al mismo tiempo, la cultura de un individuo y se desarrolla -a

través de un proceso de compartición cultural- desde que nace. Ahora bien, se ha

dicho que la cultura se comparte, pero aún no se ha detallado sobre qué es eso que se

comparte, en otras palabras, no se ha mencionado lo que se entiende por cultura.

En 1871, Edward Tylor definió la cultura como “la expresión de la totalidad

de la vida social del hombre”16 (Cuche, op. cit.: 22), ya para 1957, Aguirre Beltrán

señalaba que la palabra cultura expresaba formas de vida. Estas diferencias ponen de

manifiesto las variantes que ha tenido el concepto de cultura a lo largo del tiempo, se

percibe que no es un concepto estático y que cada día, como la cultura misma, se

transforma y corresponde, quizá de forma paralela, con las transformaciones

conscientes e inconscientes de las diversas culturas que permean el planeta,

incluidas las diversas culturas académicas.17

El concepto de cultura puede llegar a ser ambiguo y heterogéneo; los

significados que le han dado al término las distintas disciplinas son diversos;

desgraciadamente, no se puede hacer ni una síntesis de los diferentes conceptos ni

tomar uno al azar, como tampoco se puede desecharlos todos por considerarlos

falsos o, por el contrario, aceptarlos como verdaderos. No se puede apostar por un

liberalismo ontológico y epistemológico y asumir que “todo se vale”, (Gándara,

1994). Por lo anterior, y siguiendo a Roberto Varela (2005), se retoma la definición

de cultura propuesta por Robert Ackerman, quien la define como “la matriz, tanto

consciente e inconsciente, que da significado al comportamiento y a la creencia

social” (Varela, 2005: 75).18 La definición de Ackerman contiene los elementos

necesarios para explicar el proceso de aculturación, pero se retoma la definición de

Roberto Varela porque desglosa la definición y le da sentido.

16 El texto en inglés dice a la letra “that complex whole which includes knowledge, belief, art, law, morals, custom, and any other capabilities and habits acquired by man as a member of society” tomado de Hervé Varenne en http://varenne.tc.columbia.edu/hv/clt/and/culture_def.html 17 O comunidades científicas que es el término que emplea Gándara (1994:75) para definir al grupo de investigadores en un tiempo y espacio específicos que comparten una posición teórica. 18 Traducción de Varela “The matrix, both conscious and incounsciuos (sic), that gives meaning to social behavior and belief” (Varela, op. cit.: 66).

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30 | A c u l t u r a c i ó n y U r b a n i s m o

Según la postura de Varela, los signos y símbolos de los que habla Ackerman,

deben transmitir conocimientos e información sobre algo, pero además deben portar

valoraciones, emociones y sentimientos, e ilusiones y utopías. Al mismo tiempo,

estos signos y símbolos se comparten con otros, pues para que una cultura sea tal,

debe compartirse. La matriz, siguiendo a nuestro autor, es la combinación particular

que de los cuatro rubros (es decir, incluyendo los conocimientos y la información)

cada cultura conforma un conjunto integrado (Varela, op.cit.). Para que exista una

cultura debe existir una relación multilateral entre individuo e individuo, grupos

sociales, sociedad y, actualmente, el mundo entero. Empero, esta relación no es

simétrica dado que el individuo comparte sólo algunos signos y símbolos que el

grupo o los grupos al que pertenece portan y, así, el grupo o grupos pueden mostrar

sólo algunos de estos.19

Esta maraña de signos y símbolos que dan sentido al comportamiento,

consciente e inconscientemente, se transforman históricamente creando,

reproduciendo o desechando lo que se puede llamar, reglas culturales,20 con lo cual

la cultura se convierte en un modelo diacrónico que, irónicamente, define o

caracteriza a un individuo o grupo de individuos en un tiempo y espacio definidos.

Dado que la cultura es aprendida, las relaciones entre los diversos actores sociales

modifican el espectro sígnico y simbólico, siempre enmarcado por las reglas que

modelan la cultura que pueden modificarse por agentes externos, esto es, individuos

o grupos de individuos pertenecientes a otro sistema de reglas culturales. Para

caracterizar una cultura, “lo significativo está en el mundo compartido, en el sentido

de aprobar, consentir, aceptar, sentir, experimentar” (ídem). La cultura de los

agentes externos se modifica en este proceso de compartición, porque si las

19 Como quedó demostrado en la obra de George Foster, Cultura y Conquista (1962) y que autores como Linton han hecho ver (Cuche, op. cit.) o como expresa Roberto Varela: “El panorama es más complicado, pues se puede compartir […] un rubro de los cuatro anteriormente expuestos sin hacer suyos los demás. Más aún, los rubros no son necesariamente unitarios sino múltiples de tal modo que se pueden aceptar ‘paquetes’, pero difícilmente la totalidad” (Varela, op. cit.: 68). 20 Y aquí sí, siguiendo a la escuela Cultura y Personalidad, con autores como Linton, Kardiner y Benedict según Cuche, op. cit.

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A c u l t u r a c i ó n | 31

relaciones entre los individuos transforman los signos y los símbolos que dan

sentido al comportamiento de un grupo social, entonces el contacto entre individuos

con diferentes reglas culturales, automáticamente, imprime en ambos un “sesgo” de

las reglas culturales que caracterizan a uno y otro, en diferentes grados y de

diferentes formas.

El hecho de que una cultura pueda ser compartida es uno de los elementos

más importantes para poder explicar un proceso de aculturación, pues cuando dos o

más culturas entran en contacto es, justamente, esta compartición -en el sentido que

Varela le otorga- la que permite que esas culturas puedan interactuar o convivir. A

continuación se hablará de este proceso, el cual ayudará a entender mejor el

urbanismo desarrollado en América a partir de la llegada de los españoles en 1492.

1.2. Aculturación

En 1957 se publicó por primera vez el libro El proceso de aculturación de Gonzalo

Aguirre Beltrán, en él -y gracias al análisis etimológico, los estudios precedentes y

la problemática de la integración del indígena a la sociedad mexicana- se enunció la

definición de aculturación que es la base de este trabajo:

Aculturación es el proceso de cambio que emerge del contacto de grupos que participan de culturas distintas. Se caracteriza por el desarrollo continuado de un conflicto de fuerzas, entre formas de vida de sentido opuesto, que tienden a su total identificación y se manifiesta, objetivamente, en su existencia a niveles variados de contradicción (Aguirre, 1992: 44).

A lo largo de esta importante obra antropológica, Aguirre Beltrán expone de

forma minuciosa, analítica y congruente una serie de argumentos para justificar la

definición operativa que se ha escrito arriba. El autor utiliza algunos ejemplos para

mostrar las diferentes categorías de análisis que él desarrolla y que -según su marco

teórico- son fundamentales para comprender cabalmente el término de aculturación.

Puesto que el estudio de Aguirre se basa, esencialmente, en las transformaciones que

devienen del contacto entre los españoles y los grupos indígenas de América, se

considera pertinente retomar sus ideas como sustento teórico-conceptual para

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32 | A c u l t u r a c i ó n y U r b a n i s m o

intentar describir la metamorfosis de la Ciudad de México; no obstante, dada la

complejidad del proceso de aculturación y sus implicaciones en prácticamente

cualquier rubro de la cultura, es importante acotarlo al objeto de estudio y hacer una

pequeña revisión del término de forma paralela.

Aguirre Beltrán (1992) sugiere que para evitar situaciones conflictivas con el

término, lo primero que se debe comprender es la etimología del mismo. La palabra

aculturación está formada por dos vocablos de origen latino: 1) la preposición ad

que es una partícula formativa que denota cercanía, unión o contacto y que -por

asimilación- se transforma en ac con palabras que comienzan con c, y 2) la forma

nominal culturatio cuya primera acepción denota cultivo o cuidado. Es decir,

aculturación significa “contacto cultural, unión cultural o cercanía cultural”

(Aguirre, op. cit: 9). Sin embargo, no debe confundirse la preposición latina ad con

la partícula alfa (α) de origen griego, que significa negación o privación (Mateos,

1999), de lo contrario, se puede caer en problemas lingüísticos e incluso

etnocéntricos ya que, si se retoma la partícula alfa, aculturación significaría “sin

cultura”, haciendo del término un híbrido grecolatino y tergiversando, tajantemente,

el significado que se pretende dar. Ante este problema, según Aguirre Beltrán

(1992), algunos autores pensaron que el significado que se le quería imprimir al

término aculturación quedaba mejor enunciado en el de transculturación partiendo

de la idea de que expresaba mejor “el tránsito de un cultura a otra y sus

repercusiones”. Pero, como bien dice Aguirre, se pierde la idea que algunos querían

expresar: “interacción o acción recíproca”, como Robert Redfield, Ralph Linton, y

Melville Herskovits, quienes en 1935 -a través del Memorandum for the study of

acculturarion- definieron aculturación en los siguientes términos:

Aculturación comprende aquellos fenómenos que resultan cuando grupos de individuos que tienen diferentes culturas comienzan un contacto continuo de primera mano, con cambios subsecuentes en los patrones culturales de cualquier grupo o de ambos (Redfield, R., R. Linton, y M. Herskovitz, 1935:145-146).21

21 La traducción es mía “Acculturation comprehends those phenomena which result when groups of individuals having different cultures come into continuous first-hand contact, with subsequent changes in the original cultural patterns of either or both groups” (Redfield, R., R. Linton, y M.

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A c u l t u r a c i ó n | 33

Esta definición, anterior a la que propone Aguirre Beltrán, olvida los cambios

que experimentan los grupos en contacto, que es el mismo problema que Aguirre

identifica en la definición propuesta por Barnett, et al. (en Aguirre, 1992). Por otro

lado, la Escuela Funcional Inglesa, hablando sobre el contacto cultural (que no de

aculturación, aunque posteriormente confluyeran ambos conceptos), enfatiza que el

cambio se da en los individuos y las comunidades, no en las costumbres (Fortes en

Aguirre, 1992). Por su parte, Kroeber expone un definición que sintetiza ambas

posiciones, partiendo de la idea de que una “definición amplia es comúnmente más

útil si se centra en la parte medular del significado involucrado” y entonces define

aculturación como “el efecto sobre las culturas del contacto con otras culturas [y] el

efecto sobre las sociedades que portan las culturas” (Kroeber en Aguirre, 1992).

El término de aculturación, según el Memorandum, encontraría adeptos en

varias partes del mundo (occidental al menos). En México su impacto se evidencia

con Aguirre Beltrán, por ejemplo, pero se cuenta con evidencia que indica que en

Francia el término fue adoptado y renovado. Para Denys Cuche (1999), se le debe a

Roger Bastide la incursión del término en Francia y fue él, más que nadie, quien

hizo posible el reconocimiento de este campo de estudio en la antropología. Roger

Bastide critica el culturalismo estadounidense por la visión limitada sobre la relación

entre lo cultural y lo social. Este problema es similar al que se presentaba en

Inglaterra con los estudios funcionalistas y su crítica a los estudios culturales. Para

los franceses, tal parece que la sociedad (o los actores sociales), es parte

fundamental del cambio histórico y/o cultural, lo que podría explicarse por el fuerte

vínculo con sus vecinos del norte como Inglaterra, Bélgica o Alemania y, por

supuesto, por las ideas emanadas de la Revolución Francesa (Cuche, 1999; Aguirre

Rojas, 2002; Wallerstein, 2003). En concreto, la aportación de Bastide a los estudios

de aculturación consiste en incluir el factor social a la ecuación, que imprime en ésta

última resultados diferentes a los que se esperaban:

Herskovitz, 1935:145-146).

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34 | A c u l t u r a c i ó n y U r b a n i s m o

Bastide lamenta que haya un desconocimiento de la dialéctica que va de las superestructuras a las infraestructuras y recíprocamente […] Todo cambio cultural produce efectos secundarios no previstos, efectos que, aún cuando no sean simultáneos, no podrán ser evitados.

Los hechos de aculturación forman un ‘fenómeno social total’ […] Alcanzan todos los niveles de la realidad social y cultural (Cuche, op. cit.: 75).

Retomando la definición de cultura de Ackerman y los planteamientos de

Roberto Varela, se puede decir que aculturación es el proceso de cambio que emerge

del contacto de grupos que participan de matrices que dan significado al

comportamiento y a la creencia social de dos grupos diferentes. Se caracteriza por el

desarrollo continuo de un conflicto de fuerzas, entre formas de vida –léase culturas-

de sentido opuesto, que tienden a su total identificación y se manifiesta,

objetivamente, en su existencia en variados ámbitos de contradicción, dependiendo

la relación que pueda existir entre los 1) conocimientos e información; 2) las

valoraciones; 3) las emociones y sentimientos y 4) las ilusiones y utopías, de ambos

grupos.

En un proceso de aculturación no hay una cultura donadora y una receptora,

cada cultura “dona” o comparte de diferentes formas y en varios niveles, al mismo

tiempo que “recibe” signos y símbolos de la cultura con la que está en contacto. En

este sentido, la cultura no se presta, ni se da, ni se pierde, ni se recibe; se comparte,

pues la aculturación nunca se da en un solo sentido (Cuche, op. cit.). En este sentido,

Teske y Nelson han subrayado que

una revisión de la literatura sobre aculturación indicaría que denota un proceso bidireccional, sin embargo, por su investigación o sus perspectivas históricas, muchos escritores lo tratan como un proceso unidireccional sin negar su naturaleza recíproca. Aunque, también debería saberse que un proceso bidireccional no es necesariamente igualitario (Teske y Nelson, 1974: 354).22

22 La traducción es mía “An examination of literature on acculturation would indicate that it is connotatively a bidirectional process; however, because of their research or theoretical perspectives many writers are given to treating it as a unidirectional process while not denying its reciprocal nature. It should be acknowledged, though, that this two-way process is not necessarily egalitarian” (Teske y Nelson, 1974: 354).

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A c u l t u r a c i ó n | 35

Dado que es un proceso donde intervienen grupos o individuos, está por

demás decir que debe ser continuo (continued) (Redfield, R., R. Linton, y M.

Herskovitz, 1935; Aguirre, op. cit.). Se considera que en este punto se debe tener

precaución cuando se habla de individuos puesto que un individuo es la unidad

mínima necesaria para que la aculturación ocurra, aunque un individuo por sí solo

no podría tejer la red de significados necesaria para iniciar un proceso de

aculturación, e.g.:

parece indudable que, cuando una situación de contacto se halla compuesta por un individuo que participa de una cultura y un grupo de individuos que corresponden a otra cultura, la acción recíproca que caracteriza al proceso queda desequilibrada. […] Mas, cuando el individuo no rompe, ni real ni simbólicamente sus relaciones con la cultura madre, sino que actúa como un representante de su propio grupo [...] estamos en presencia de una situación de contacto aculturativa y no asimilativa (Aguirre, 1992: 31).

Un individuo es un agente aculturativo enmarcado por una cultura, de tal

forma que el proceso de aculturación, retomando la definición propuesta por

Aguirre, “se caracteriza por el desarrollo continuado de un conflicto de fuerzas […]

y se manifiesta, objetivamente, en su existencia en niveles variados de

contradicción” (op. cit.), es decir, para que exista aculturación deben existir dos o

más culturas diferenciadas una de otra en contacto continuo y, si el individuo es

portador de una parte de su cultura, el contacto entre individuos genera un proceso

aculturativo.

1.2.1. Problemas en torno al estudio de la aculturación

Hasta aquí, se ha esbozado lo que es la aculturación. Es pertinente ahora revisar los

diversos autores que han investigado el proceso y que han intentado describir la

variabilidad del fenómeno, tratando de caracterizar los tipos de aculturación que

pueden observarse y/o presentarse en una situación de contacto. El Memorandum for

the Study of Acculturation, es quizá, el primer intento por esclarecer qué era la

aculturación y bajo que tipos puede presentarse, cómo acercarse al problema, cómo

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36 | A c u l t u r a c i ó n y U r b a n i s m o

analizar el proceso, qué factores intervienen en el mismo e, incluso, cuáles son sus

resultados (Redfield, R., R. Linton, y M. Herskovitz, 1935). Algunos años después

de que se elaboró el Memorandum, seguía “siendo […] una buena definición

operativa”, en palabras de Aguirre Beltrán (1992: 14). No obstante, es difícil

catalogar y tratar de tipificar un fenómeno social como la aculturación. Aunque la

definición del Memorandum y la de Aguirre sirvan como definiciones operativas

óptimas, caracterizar el fenómeno con base en sus diferentes manifestaciones puede

resultar una tarea abrumadora. Es necesario mencionar los tipos de aculturación que

se indican en el Memorandum para después contrastar esos tipos con los que

propusieron, sucesivamente, otros investigadores. Como podrá observarse, es difícil

catalogar el fenómeno, aunque estas premisas permiten comprender las diversas

formas en que puede presentarse.

Para Redfield, R., R. Linton, y M. Herskovitz los tipos que pueden

presentarse se resumen de la siguiente manera:

1) Cuando los contactos son entre grupos enteros o cuando son entre una población entera y grupos selectos de otra población

2) Cuando el contacto es hostil o amigable 3) Cuando el contacto es entre grupos de igual tamaño o cuando difieren

mucho 4) Cuando el contacto es entre grupos con diferente grado de complejidad o

por el contrario tienen un grado similar 5) Cuando es resultado de migraciones o colonización.

Aunque dichos autores presentan algunos tipos de contactos, no se pueden

señalar como los únicos existentes, dado que pueden existir muchas otras formas en

que la gente puede relacionarse y, con ello generar un proceso de aculturación. Lo

que se quiere resaltar en este punto es que las relaciones sociales son demasiado

complejas como para caracterizarlas en tipos de acercamiento entre grupos

culturales diferentes. Para los fines de esta investigación, se puede decir, en términos

generales, que el contacto entre españoles e indígenas fue hostil (la Conquista de

México o Perú), aunque se debe considerar que muchas veces fue amigable (alianza

con los tlaxcaltecas). Fue hostil por parte de los españoles y, a veces, por parte de

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A c u l t u r a c i ó n | 37

los indígenas (Benedict y Vaillant, 1943). El grupo español era reducido y, según

Foster, superior tecnológicamente (Foster, op.cit.: 391). Finalmente, el contacto a

partir de 1492 fue resultado de migraciones, anhelos de colonización, conquista,

exploración. El problema radica en que durante la Conquista pudieron darse diversos

tipos de contacto, así como diversas combinaciones. Porque además, ¿cómo podría

entenderse el tipo de contacto entre los grupos indígenas en contra de los mexicas,

aliados con los españoles? ¿Cómo podría explicarse el proceso de aculturación

sufrido por un sólo misionero que impartía la doctrina cristiana a miles de

indígenas?

Otra forma de abordar esta problemática la proporciona Emory S. Bogardus

(en Teske y Nelson, 1974) quien diferencia entre tres tipos de aculturación: 1) ciega

(que puede entenderse como simple ósmosis por cercanía); 2) impuesta y 3)

democrática (prevalece el pluralismo cultural). De la misma forma, Roger Bastide

(en Cuche, op. cit.) sugiere tres situaciones tipo, aunque no para los procesos de

aculturación sino de interpenetración -término que prefiere utilizar para evitar el

problema direccional que plantea el primero-: 1) Aculturación espontánea (similar a

la aculturación ciega); 2) Aculturación organizada, pero forzada (parecida la

aculturación impuesta) y 3) Aculturación planificada (difiere de la aculturación

democrática de Bogardus, en tanto que tiende más a la homogenización).23 Como se

puede observar, llegan a conclusiones similares y aún así, no existe ningún problema

en agregar a la ecuación la homogenización, por un lado, y la pluralidad, por otro.

Para Foster sólo existen dos tipos procesos de aculturación, y aunque en su

marco conceptual limita estos procesos al estudio de la cultura de conquista, se

podrían retomar en este trabajo dado que quedan incluidas diferentes situaciones de

contacto cultural. Estos dos procesos son:

1) Formales: “todas aquellas situaciones en las que las instituciones y los

individuos que tienen una posición autoritaria desempeñan un papel 23 Bastide prefiere utilizar el término interpenetración en lugar de aculturación; sin embargo, Cuché, parafraseando a Bastide, emplea el término de aculturación para definir las tres situaciones tipo señaladas (Cuché, op. cit.).

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38 | A c u l t u r a c i ó n y U r b a n i s m o

positivo en la planeación […] se establecen metas específicas y se hacen

los esfuerzos para alcanzarlas” (Foster, op. cit.: 37).

2) Informales: “todos aquellos mecanismos no planeados, de acuerdo con los

cuales se seleccionan y mantienen en el nuevo país los hábitos personales

de los emigrantes, […] nos ocupamos de un gran número de decisiones

personales, de las que cada individuo, de acuerdo con su patrón de vida, es

un canal de transmisión cultural a la región de contacto” (ídem).

Para Angeliki E. Laiou, es prácticamente imposible crear modelos predictivos

que establezcan categorías capaces de predecir otras situaciones de conquista aparte

de las que ella estudia,24

por el hecho de que cada situación es el resultado de las interrelaciones de muchos factores en ambos lados; las permutaciones permiten similaridades entre experiencias históricas pero difícilmente permiten construir modelos […] sin embargo, es posible y útil identificar los factores que eventualmente determinan las actitud colonialistas y la respuesta nativa; sobre todo, hay una relación dialéctica entre los colonizadores y las poblaciones nativas, donde cada factor puede tener diferente efecto, dependiendo de los otros factores operando al mismo tiempo (Laiou, 1998: 26).25

Algunos autores han resaltado el hecho de que en todo proceso de

aculturación existe un grupo dominante; sin embargo, esto no es, necesariamente, un

factor para que exista la aculturación. El mismo Foster, cuya forma de ver los

procesos aculturativos a partir de Cultura y Conquista se consideran

unidireccionales, ha dicho que “el español igual que el indio, se vio expuesto a la

24 Laiou menciona 3 diferentes patrones de conquista: 1) Economía mercantil, depende del intercambio y la colaboración (adoptada por los comerciantes italianos); 2) La religión cuando funciona como justificación ideológica para la Conquista (que se da con la expansión germana en el Báltico; 3) Grupos militares y comerciantes foráneos asentados entre una población local de judíos, musulmanes y cristianos nativos de sectas diferentes, con un régimen de explotación “a distancia” donde el contacto es fiscal. Los grupos conquistados conservan sus leyes, costumbres, etcétera -ejemplificada con el Reino Latino de Jerusalén establecido en el siglo XI y hasta 1291 d. C.- (Laiou, 1998: 17-23). 25 La traducción es mía. “By the fact each situation is the result of the interplay of many factors on both sides; the permutations allow for similarities between historical experiences, but hardly for model building. […] nevertheless, possible and useful to identify the factors that eventually determine colonial attitudes and native response; overall, there is a dialectic relationship between the colonizers and the native populations, in which each factor may have a different effect, depending on the other factors operating at the same time” (Laiou, 1998: 26).

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A c u l t u r a c i ó n | 39

cultura de conquista” (op.cit.: 390). En una situación como ésta, el grupo dominante

dirige y, de alguna forma, establece el grado de aculturación, pero hay que

considerar que esto no siempre ocurre de esta manera, sobre todo cuando el grupo

dominado opone resistencia en el proceso. Otras veces el grupo dominante se

acultura más que el grupo dominado (Teske y Nelson, 1974). Además, se debe

considerar que en un proceso de aculturación -un proceso bidireccional- poco

importaría reconocer a la cultura dominante, es decir, por poner un ejemplo extremo,

si el indígena se convirtió en siervo, el conquistador se convirtió en encomendero.

Siguiendo con una idea similar, los indios que resisten la imposición de ciertas

reglas culturales, durante el contacto cultural y/o el inicio del proceso de

aculturación o punto cero (Aguirre, op.cit.), en realidad ya están siendo aculturados

por el simple hecho de crear reglas culturales contra una cultura que busca

imponerse. Por otro lado, la cultura que quiere imponer ciertas reglas culturales a los

indios, parte del supuesto de que los indios son inferiores y/o su cultura no es la

mejor y/o algún otro prejuicio acerca de los indios. No obstante, lo que está

ocurriendo es que este grupo tiene prejuicios porque, en realidad, comienza a crear,

igual que el indio, reglas culturales contra la cultura a la que quiere imponerse:

también ha comenzado su proceso de aculturación.

Ahora bien, son bastantes los problemas que ha acarreado el concepto de

aculturación, al grado de que, en la actualidad, ha perdido impacto en la

antropología o al menos eso es lo que parece. Sin embargo, se apela a Julian H.

Steward y Frank Tannenbaum cuando dicen que “de hecho, cualquier campo de

investigación moderno [en antropología] es un estudio de gente aculturada”

(Steward y Tannenbaum, 1943: 203),26 ya que sin importar que lo haya dicho en

1943, es evidente que en la actualidad es difícil encontrar pueblos aislados en el

mundo -si es que alguna vez los hubo- (Cuche, op. cit.).

Pero ¿por qué se perdió el interés? Pareciera que después de la Revolución

Cultural de 1968, las Ciencias Sociales le dan la espalda al concepto. No está de más

26 La traducción es mía “In fact, any modern field investigation is a study of an acculturated people” (Steward y Tannenbaum, 1943: 203).

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decir que la mayoría de los autores que hasta ahora se han mencionado, escribieron

antes de 1970. Pues bien, el principal problema que se detecta en los estudios de

aculturación es que denotan un sesgo de nacionalismo. Según Immanuel

Wallerstein, los movimientos revolucionarios del 68 pusieron en evidencia que “la

orientación del reformismo nacional era en sí misma un medio esencial para el

mantenimiento del sistema-mundo que ellos querían rechazar” (Wallerstein, 2002:

129). Las críticas que se le hacen a Aguirre Beltrán y a los aculturalistas (Palerm,

1976; De la Peña y Vázquez, 2002; Robichaux, 2002; Pérez, 2003) no son gratuitas,

y resulta interesante pensar que su obra no se criticó sino hasta las décadas de los 70

y los 80 (casi 30 años después de haberse escrito), fundamentalmente, por su

“reduccionismo histórico” donde el indio no podía más que ser asimilado en la

sociedad mestiza, aunque también por su “visión negativa de la cultura indígena y de

las formas locales de representación política, y su irrelevancia para muchas

situaciones en el país” (De la Peña y Vázquez, 2002: 25).

Pero si la aculturación inducida se convirtió en política del Estado Mexicano

-y aún en su libro sobre El proceso de aculturación, Aguirre Beltrán expone los

mecanismos para integrar a la sociedad mexicana a los pueblos indios- entonces por

qué a los indios se les consideraba marginados y por qué se creía, fervientemente, en

su integración para evitar su supuesto rezago.27A pesar de las críticas que se le hacen

a Aguirre al respecto, también es cierto que es considerado como “el indigenista de

mayor consistencia teórica y que logró construir una teoría del cambio cultural”

(Pérez, 2003: 123). No sólo desarrolló una definición de aculturación que criticaba a

las definiciones de sus colegas estadunidenses, sino además, esta definición tenía

correspondencia con la realidad concreta que vivía el país (y el mundo). Su

“problema” fue haber vivido en una época donde se exacerbaba el nacionalismo,

tratando de poner en práctica su teoría para dar una solución a la exclusión de los

pueblos indígenas. Por lo demás, se entenderá que la definición operativa de

Gonzalo Aguirre Beltrán, sigue siendo adecuada para intentar explicar los procesos

27 En el capítulo 7 del libro Conocer el mundo, saber el mundo: el fin de lo aprendido. Una ciencia social para el siglo XXI, Immanuel Wallerstein abunda sobre los problemas de la marginación y la integración (2002).

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U r b a n i s m o | 41

aculturativos y que en este trabajo se utiliza tomando en cuenta lo que anteriormente

se ha expuesto.

Después de haber mostrado la forma como se entiende la aculturación y

algunas formas bajo las que se puede manifestar, se tratará de vincularla con el

proceso de urbanismo, intentando generar un marco que explique el cambio urbano

en un momento de contacto entre cultura, durante un proceso de aculturación.

1.3. Sobre el urbanismo, lo urbano y la historia

Dado que el objetivo de esta investigación es delinear la destrucción-reconstrucción

de México-Tenochtitlan en los primeros años hasta transformase en la ciudad

novohispana, se considera necesario hacer una breve revisión de dos conceptos

básicos: urbano y urbanismo, para tratar de comprender cómo se vinculan dichos

términos con la construcción de una ciudad que mezcla dos concepciones diferentes

del espacio. Si la aculturación es el proceso de cambio que emerge del contacto

continuo entre grupos que participan de matrices diferentes, tanto conscientes e

inconscientes, que dan significado al comportamiento y a la creencia social,

entonces, ¿de qué forma se puede percibir este cambio en el ámbito urbanístico? En

las páginas siguientes se retoman definiciones para lo urbano y para el urbanismo,

que a su vez, pueden vincularse con la definición de aculturación que se ha

mencionado y, al mismo tiempo, permitirían explicar el proceso de cambio. No se

pretende hacer una revisión exhaustiva de los problemas relacionados con las

definiciones, pero convendría partir de algunas que se han elaborado para mostrar,

aunque sea breve y superficialmente –sin ánimos de generar polémica-, ciertos

problemas que acarrea el uso de algunos términos.

Según el Diccionario María Moliner, urbanismo es el “conjunto de

conocimientos y actividades relacionados con el planeamiento, reformas,

ampliación, etc., de las ciudades” (2001). De ser así, la palabra a la que se refiere

excluiría a cualquier otra forma de ordenación artificial del territorio que no sea

considerada como ciudad y, si sólo a las ciudades, entonces ¿qué término se debería

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42 | A c u l t u r a c i ó n y U r b a n i s m o

utilizar para referirse a la acción y el efecto de “hacer en un terreno las operaciones

necesarias, tales como trazado de calles, tendido de luz, o canalizaciones, para que

se pueda edificar en él y convertirlo en un centro de población” (ídem) que no sea

citadino? Según el mismo diccionario, a este proceso se le llama urbanizar, pero

entonces, ¿de qué se encarga el urbanismo? Hilando los conceptos ¿se podría decir

que el urbanismo es el conjunto de conocimientos y actividades relacionadas con la

urbanización de las ciudades? ¿Qué es una ciudad?

Para el Grupo Aduar -en su Diccionario de geografía urbana, urbanismo y

ordenación del territorio (2000)- ambos conceptos se pueden definir como:

Urbanismo: "Reflexión, proyección y construcción de las ciudades o partes de ellas, generalmente de acuerdo con un plan previamente realizado" (pp. 360).

Urbanización: “Núcleo de población con características de asentamiento urbano, morfológicamente diferenciado por su viario y edificación, generalmente separado del continuo urbano y de funcionalidad esencialmente residencial” (pp. 364).

Como se observa, estas definiciones resultan poco claras, excluyentes e,

incluso, contradictorias en cuanto al contenido, acotando el significado de uno y otro

elemento. Según este diccionario, el urbanismo es una actividad exclusiva de los

planeadores de ciudades que de alguna u otra forma excluyen a sus residentes,

puesto que todo trabajo de urbanización no es un trabajo de urbanismo, aunque tiene

características de asentamiento urbano y generalmente está separado del continuo

urbano. Dicho lo anterior, no se juzga como atrevido el comentario que al respecto

hace George L. Cowgill:

A menudo los términos “ciudad”, “sitio urbano”, “sociedad urbana” y “urbanización” son poco sustentados teóricamente y es fácil encontrar publicaciones en las cuales los autores dejan sin definir y asumen sencillamente que todos sabemos lo que significan (Cowgill, 2003: 2).

Por otro lado, si se remite a la definición de urbanismo tanto del Diccionario

María Moliner como del Diccionario del Grupo Aduar, se estaría negando la

historicidad de cada ciudad o al menos en parte, porque cada ciudad se construye

por la acción de muchos actores sociales y es un espacio físico dinámico que vive

gracias a la relación intrínseca con sus habitantes, que pueden o no, participar de

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U r b a n i s m o | 43

culturas diversas. Cuando en un diccionario se dice que el urbanismo es el conjunto

de conocimientos (o la reflexión) para la planificación (proyección) o ampliación de

las ciudades, se dejaría de lado la idea, relativamente reciente, de que las ciudades

existen en tanto que la gente puede percibirlas como ciudades (Capel, 1975); se

ignora la tendencia actual a poner más atención a las personas que pululan y viven

en la ciudad como agentes activos en la construcción de una ciudad (Kostof, 1991);

o incluso, aquella idea que comienza a gestarse a principios de los sesenta sobre la

introducción del fenómeno cultural en los análisis urbanos como plantean J.

Beaujeu-Garnier y G. Chabot (Capel, 1975) y que parece consolidarse con La

cuestión urbana de Manuel Castells (1980). Si se atiene a la definición del Grupo

Aduar o del diccionario María Moliner, se eluden las ideas anteriores,

principalmente, porque la dinámica de desarrollo de una ciudad a través de sus

habitantes es diferente a aquella que puede devenir de un proyecto o plan previo. Es

decir, no es lo mismo el desarrollo cultural de una ciudad, al desarrollo coyuntural

conducido por un plan prediseñado.

Con esta revisión, de ninguna forma se quiere plantear que estas tres ideas

son las únicas que no cubren ambos diccionarios, ni tampoco se ha querido invalidar

las definiciones que plantean. Lo que se intenta es esbozar un panorama general

sobre algunos de los problemas que surgen cuando se aborda un término como el de

urbanismo, pues es necesario que se consideren las posibles variables que el

problema presenta y mostrar, que aún desde un punto de vista nominal y hasta

descriptivo, definir este concepto sigue siendo una tarea extremadamente difícil y no

por eso, poco practicada. No de balde, diversas esferas o vertientes del conocimiento

han intentado hacerlo, como la sociología, la arquitectura, la antropología, la

arqueología, la historia, la geografía, entre otras.

Después de esta breve revisión, se considera que el principal problema de la

aplicación de los conceptos es histórico, gestándose y “aculturándose” cuando los

investigadores miran de soslayo a la sociedad, compartiendo sus problemas, sus

anhelos, sus ideas, sus actos. Puede ser histórico por varias razones; una de las

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principales es el haber definido a la ciudad por su oposición a lo que alguna vez se

consideró rural, y viceversa. Dicen algunos autores -como Castells o Capel-, que

antes del surgimiento del capitalismo y de la era moderna, sí era evidente la división

campo-ciudad, por lo que los términos se sustentaron en tal diferencia, generando

definiciones tautológicas, como lo plantean J. Beaujeu-Garnier y G. Chabot en su

Tratado de geografía urbana (1963).

Aunque la especialización se promueve cada vez más, irónicamente las

fronteras entre las ciencias parecen abrirse y cada día se obtienen trabajos más ricos

en contenido y formas de abordar los problemas. Si no, ¿cómo abordar el problema

del significado en las ciudades y considerar los aspectos políticos, económicos,

jurídicos, los valores, las expectativas de los habitantes, las implicaciones

arquitectónicas, comparar ciudades a partir de sus mapas, fotografías aéreas,

etcétera? Dado que esta tesis no es una tesis sobre el urbanismo en México-

Tenochtitlan, no se puede ahondar en este punto para hacer una crítica extensa

acerca del uso y aplicación del concepto de urbanismo y aún de lo urbano; sin

embargo, es necesario explicitar nuestra postura en torno a estos conceptos y ligarlos

con el tema central de esta investigación.

1.3.1 El Urbanismo y lo Urbano

Una ciudad no se construye de la noche a la mañana a partir de un plano; cada

ingeniero, cada autoridad, cada habitante, cada generación, en fin, cada cultura y

cada actor social -al tiempo que las diversas fuerzas históricas que mueven el mundo

revolucionan lo propio-, forman parte del nacimiento de una ciudad, de sus

transformaciones e incluso de su muerte. Por ello, en este trabajo, el urbanismo no

es considerado como una disciplina pues, sin negar la existencia de los diseñadores

de ciudades, se considera pertinente la postura de Spyro Kostof cuando dice:

Más importante, muchas ciudades llegan a ser sin la asistencia de los diseñadores, o una vez diseñadas, instantáneamente se adaptan ellas mismas a los rituales de la vida diaria y los pormenores de la historia […]. Miles de actos conscientes e inconscientes

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U r b a n i s m o | 45

cada día alteran sus líneas en formas que sólo son perceptibles en un cierto periodo de tiempo (Kostof, 1991: 12-13).28

Además, es necesario hacer hincapié en que el hecho de referirse a lo urbano,

no se relaciona, automáticamente, con la urbe, con la ciudad; es por ello que se

retoma la aportación de Castells, ya que define el concepto desde el punto de vista

de la organización que las sociedades hacen del espacio, agregando variables de

análisis y no características definitorias (Castells, 1980). Para Castells el término

urbano:

[…] designará una forma particular de ocupación del espacio por una población, o sea, la aglomeración resultante de una fuerte concentración y de una densidad relativamente elevada, que tendría, como correlato previsible, una diferenciación funcional y social cada vez mayor (op. cit.: 16).29

Además, se toma como punto de partida la observación de Walburga

Wiesheu,

[…] la investigación urbana ha sido caracterizada por un pluralismo teórico y metodológico, sin que se haya llegado a un estudio integral del fenómeno y de sus múltiples manifestaciones. Se han usado los criterios más diversos para abordar la problemática urbana […] lo que señala la necesidad de formular criterios identificatorios generalizables a todos los contextos empíricos y sin importar el tiempo ni el espacio (Wiesheu, 2002: 168).

Por lo tanto, se retoma la definición operativa de Castell -contra las

definiciones descriptivas o nominales de algunos geógrafos o arquitectos- porque el

trabajo sociológico de Manuel Castells plantea una forma de abordar el problema

urbano y, aunque él lo describe como un “tanteo”, no deja de ser una propuesta

metodológica interesante. Sin embargo, el estudio de la cuestión urbana de Castells

se centra en el modo de producción capitalista y explica este tipo de urbanismo a

partir del proceso de consumo, por ello, las críticas hacia su propuesta no tardaron 28 La traducción es mía “More importantly, many cities come about without benefit of designers, or once designed, set about instantly to adapt themselves to the rituals of everyday life and the vagaries of history […]. Thousands of witting and unwitting acts every day alter its lines in ways that are perceptible only over a certain stretch of time” (Kostof, 1991: 12-13). 29 Esta definición es similar al Objeto Socio-Espacial Identificable (OSSI, por sus siglas en francés) de Jerôme Monnet (2003, ver infra).

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46 | A c u l t u r a c i ó n y U r b a n i s m o

en aparecer. Aunque Castells aclara que “la problemática urbana en términos de

consumo colectivo y […] las “unidades espaciales” en cuanto unidades de

reproducción de la fuerza de trabajo, no tienen sino un sentido histórico y que, por lo

tanto, tal análisis es específico al modo de producción capitalista.” (Castells, op.cit.:

491), su definición puede considerarse como operativa pues no considera variables

específicas al modo de producción capitalista y sí, en cambio, propone una

herramienta de trabajo que podría aplicarse a cualquier formación social y desde una

perspectiva más general (Castells, op. cit. y Wiesheu, 2002). Inclusive desde el

punto de vista de Wiesheu (2002), esto podría considerarse como holista, porque

incluye diversas variables sociológicas que pueden aplicarse a cualquier sociedad en

cualquier tiempo, ya que relaciona el espacio-tiempo histórico -y por tanto social-

con las instancias económica, político-jurídica e ideológica.

Una de las variables más importantes para Castells es el sistema ideológico,

pues “organiza el espacio marcándolo con una red de signos, cuyos significantes se

componen de formas espaciales y de significados” (op. cit.: 155). Dentro de este

trabajo dicho sistema es fundamental, pues se relaciona con los procesos de

aculturación. Sin embargo, se debe tener cuidado cuando se trate de explicar el

fenómeno urbano en México-Tenochtitlan, porque la cultura enmarcaría las formas

sociales, pero serían justamente las formas sociales, las que -en todo caso-, producen

el espacio “especificado siempre por una relación definida entre las instancias de

una estructura social” (ver infra, ídem: 473). Dicho en otras palabras, en el ámbito

cultural se gesta el componente que dará significado a la organización espacial, pero

la forma como se organice el espacio depende, sobre todo, de las instancias

económica y político-jurídica.

En este sentido, la postura de Amos Rapoport (1978) resulta vital para esta

investigación pues gran parte de su argumentación se sustenta en explicar el

fenómeno urbano desde la cultura y desde el punto de vista psicológico, puesto que

involucra variables de análisis como la percepción. Para Rapoport, “lo que distingue

un medio ambiente construido de otro es la naturaleza de las reglas por él

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U r b a n i s m o | 47

codificadas” (Rapoport, 1978:29). Esta idea permite profundizar sobre el encuentro

de dos concepciones espaciales diferentes que confluyen en la destrucción-

reconstrucción de determinada ciudad -en este caso México-Tenochtitlan- y permite

comprender las valoraciones subjetivas de una concepción sobre otra. Así, se podría

comprender porque para los españoles la Ciudad de México podía ser comparada

con ciudades españolas; porque de algún modo comparten ciertos rasgos o son

percibidos ciertos rasgos de su sistema de valores (punto de arranque para la

comparación). Por el contrario, cuando hablan de una ciudad mala o sin orden, en

realidad puede significar que el sistema de valores no es compartido. Como bien

dice Rapoport:

Podría deducirse de lo dicho, que el sistema de valores y los sistemas de normas de los diferentes grupos ayudan a entender las formas urbanas producidas por su diseño selectivo. Los valores, por lo tanto, afectan la definición de los problemas, los datos que se tienen en cuenta y las soluciones que se proponen. En este sentido, la planificación y el diseño urbanos reflejan el sistema de valores de las personas participantes, profesionales o no-profesionales (op. cit.:38).

Por lo tanto, se considera que para poder explicar la destrucción de la ciudad

de Tenochtitlan y luego su reedificación, sería necesario tomar en cuenta el sistema

de valores, la cultura, la sociedad y la ciudad misma porque -entre las múltiples

formas de entender la coyuntura histórica de la Conquista de México- dichas

variables son fundamentales para comprender los procesos de aculturación. Es por

ello que –como se menciona anteriormente-, en esta investigación se retoma la

definición que propone Castells para lo urbano, pues en ella la organización social

del espacio se relaciona directamente con un componente ideológico o cultural, y

por tal motivo, susceptible de sufrir un proceso aculturativo.

Lo urbano, según Castells (1980), designa una forma particular de ocupación

del espacio que se construye a partir de la conjunción de diferentes instancias. Así

entonces, las formas espaciales están determinadas por 1) las instancias económica,

político-jurídica e ideológica; 2) por la combinación de las tres instancias; 3) por la

persistencia de formas espaciales ecológicas, suscitadas por estructuras sociales

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48 | A c u l t u r a c i ó n y U r b a n i s m o

anteriores -estas formas se articulan a las nuevas produciendo situaciones concretas

siempre específicas-; y 4) por la acción diferencial de los individuos y de los grupos

sociales sobre su marco -esta acción viene determinada por la pertenencia social y

espacial de estos grupos, pero puede producir efectos nuevos debido a la

especificidad del sistema de interacciones-. Por lo tanto, Castells (1971), sugiere

establecer la diferencia entre las formas espaciales a partir de su diversidad (pueblo,

burgo, metrópoli, megalópolis, etcétera), en función de las diferentes formas como

se puede constituir una “sociedad urbana”, definida como un sistema de valores,

normas y relaciones sociales con una especificidad histórica y una lógica propia de

organización y transformación. Los actores sociales se comportan, actúan y opinan

en función de este sistema, por lo cual, las formas espaciales pueden variar

dependiendo de las características propias de cada sistema (Castells, 1971; Castells

en Capel, 1975).

Una forma similar para conceptualizar lo urbano la proporciona Jérôme

Monnet con su propuesta sobre definir a la ciudad como un Objeto Socio-Espacial

Identificable (OSEI). Para él, el urbanismo es un objeto, no una disciplina, y es

tratado como una organización espacial resultado de un sistema de actores sociales.

No reduce a la ciudad a sus dimensiones espaciales ni a sus dimensiones sociales; en

cambio, lo observa como un ir y venir entre ambas dimensiones, entre lo objetivo y

lo subjetivo, lo material y lo ideal (Monnet, 2003). Esta concepción resulta

interesante porque para identificar el OSEI -aplicado al caso particular de las

ciudades- se deben considerar seis variables espaciales “partiendo de una geografía

descriptiva para desembocar en una geografía humana”: 1) la discontinuidad, 2) la

relatividad, 3) la densidad, 4) la estructura, 5) la funcionalidad y 6) la jerarquía (op.

cit.: 23-24).30 Pero el objeto sólo es un artefacto científico para facilitar el análisis al

que luego se le debe restituir su dimensión social -la geografía humana- luego

entonces, la realidad de la ciudad, y en general de cada OSEI, “no está en sus formas

sino en la práctica de sus habitantes”. Para abordar esta dimensión, Monnet utiliza el

30 Castells, en 1970-1975, propone variables similares de análisis para el fenómeno urbano. Lo interesante es que Monnet no cita a Castells, el primero es geógrafo y el segundo es sociólogo.

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U r b a n i s m o | 49

término de urbanidad y lo define como “las relaciones sociales que las personas

sostienen entre sí por intermediación del espacio urbano” (op. cit.: 31-32). Para

Monnet, la geografía urbana y la arqueología confluyen en sus postulados porque los

usos sociales “‘informan’ los espacios, definiendo, limitando, ordenando y

adaptándolos continuamente” (ídem), no obstante, un OSEI existe si y sólo si la

sociedad tiene conciencia de su existencia.

Aunque ambas posturas son muy similares -la de Castells y aquella propuesta

por Monnet-, en su forma de abordar el espacio urbano, difieren mucho cuando

incorporan en su discurso a la sociedad. Por un lado, Castells parte de una postura

materialista histórica, otorgándole mayor peso a la construcción de la realidad

espacial, una realidad que se construye históricamente. Propone un estudio

diacrónico y sistémico, en tanto que la sociedad urbana tiene normas y valores y el

actor social se comporta de acuerdo a esas normas y a esos valores. Por otro lado,

Monnet parte de una postura llamada “in transit”31 que significa que va y viene de lo

subjetivo a lo objetivo, de lo material y lo ideal. Para él, no existe una construcción

de la realidad espacial, sino una percepción del espacio, es decir, propone un estudio

sincrónico donde los actores sociales, dependiendo de sus valores, crean una

conciencia social.

Esta investigación se adhiere a la posición de Castells porque, -como ha sido

señalado por diversos autores enfocados a los estudios en arqueología (Wiesheu,

2002; Gutiérrez, 2003; Hirth, 2003)- no se puede prescindir del aparato económico

ni del político-jurídico, en sus diversos niveles y/o escalas, para explicar el

fenómeno urbano. Dicho de otra forma, para que exista una consciencia de ciudad,

por ejemplo, debe existir algo a lo que se le pueda llamar ciudad.32

En este sentido, es importante retomar los planteamientos de Hirth (2003) y

Gutiérrez (2003), que señalan que la mayoría de los enfoques para el estudio de las

ciudades se basan en la experiencia urbana del Viejo Mundo, adoptando modelos 31 Este término se traduce como “trayectiva”. Monnet retoma este término de Berque (Monnet, 2003). 32 Se retoma la definición sociológica de ciudad propuesta por Louis Wirth, criticada y explicada por él mismo, por Castells (1980:95-106) y por Wiesheu (2002: 174-181): “Localización permanente, relativamente extensa y densa, de individuos socialmente heterogéneos” (Wirth, 2005: 4).

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50 | A c u l t u r a c i ó n y U r b a n i s m o

como el de Weber o Gordon Childe. Tanto Hirth como Gutiérrez, consideran que

para el caso concreto de Mesoamérica, es necesario definir las ciudades en sus

propios términos y tratar de responder a preguntas como estas:

“¿en la cultura o grupo que estudiamos existía un concepto de ciudad propio y si lo había cómo se concebía? y ¿qué tan diferentes o similares serían esos conceptos político-territoriales autóctonos, de los conceptos europeos en el momento del contacto con Europa?” (Gutiérrez, 2003: 92).

En otras palabras, a pesar de que desde finales del siglo XV -con la

expansión político-económico mundial europea- que impuso en lo que va de la era

moderna “su cultura y visión del mundo en el sistema internacional [y que] provocó

la necesidad de adaptar términos político-territoriales europeos a la realidad de los

pueblos colonizados” (Ídem), se debería poder identificar y acceder a la categorías

nativas para comprender cabalmente su sistema de organización territorial.

En efecto, este tipo de enfoque acarrea diversos problemas,33 no obstante,

dado que la instancia ideológica permea la concepción del urbanismo de forma

histórica, y las formas espaciales construidas por cada formación social son

diferentes en función del sistema de valores, la percepción y la cognición (Rapoport,

1978), se considera que un estudio sobre un proceso aculturativo urbano no puede

obviar la instancia ideológica. De hecho Castells -retomando a Henri Lefebvre- dice

que la “cultura urbana” no puede entenderse más que por la relación implícita entre

el contexto ecológico y el contenido cultural, mas toda problemática de las

subculturas urbanas requiere una “ligazón” directa entre variables sociales y

espaciales (Castells, op. cit.:128).

Así pues, la definición propuesta por Castells es particularmente interesante

pues independientemente de identificar a Tenochtitlan como ciudad, se identifica

como una forma espacial específica de un tipo de formación social determinada, con

un sistema cultural implícito. A la producción de una forma espacial específica

Castells le llama urbanización y se refiere a:

[…] la constitución de formas espaciales específicas de las sociedades humanas, caracterizadas por la significativa concentración de las actividades y poblaciones en un

33 Véase Gutiérrez, 2003:90-92 y Hirth, 2003: 60-66.

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U r b a n i s m o | 51

espacio restringido, [así] como a la existencia y difusión de un particular sistema cultural, la cultura urbana (Castells, 1980: 26).

La cultura urbana no se define por su oposición a la cultura rural, sino por el

contenido específico que le es propio. Hay especificidades culturales en los

diferentes medios sociales; y la explicación de cada modo de vida debe articularse

con una estructura social, en lugar de atenerse a la pura correlación empírica entre

un contenido cultural y su asiento espacial.34 Dicho de otro modo, -y siguiendo a

Roberto Varela (2005)-, la cultura urbana puede definirse como la matriz, tanto

consciente e inconsciente, que da significado al comportamiento y a la creencia

social, articulada en una forma particular de ocupación del espacio por una

población -e.g.: ciudad, burgo, aldea, pueblo, polis o altépetl,35 etcétera- (Castells,

1971 y 1980; Capel, 1975). La relación entre cultura urbana y la constitución de

formas espaciales específicas genera un confusión ideológica que tiene como

finalidad, 1) “establecer la correspondencia entre formas ecológicas y contenido

cultural” y, 2) “sugerir una ideología de la producción de los valores sociales a partir

de un fenómeno “natural” de densificación y heterogeneidad sociales” (Castells,

1980: 26).

En conjunto, todos estos elementos son importantes para entender la

organización social del espacio, pero entonces, ¿cómo se podría explicar el

fenómeno urbano México-Tenochtitlan durante el proceso de aculturación que

devino con la llegada de los españoles y la Conquista? ¿Cómo fue que se articularon

dos tipos de estructuras sociales (mexicas-españoles) y produjeron una situación 34 Sobre el Mito de la cultura urbana ver Castells (1980: 95-106). 35 En esta investigación se considera a Tenochtitlan como la parte urbanizada de un altépetl. Algunos textos sobre el altépetl como sistema urbano -desde un punto de vista similar al de Castells- son el de Kenneth G. Hirth, The Altepetl and Urban Structure in Prehispanic Mesoamerica (2003) y el de Gerardo Gutiérrez Mendoza, Territorial Structure and Urbanism in Mesoamerica: The Huaxtec and Mixtec-tlapanec-nahua cases (2003). Ambos trabajos abordan este tipo particular de organización espacial desde una perspectiva emic. Para Hirth “[…] el altépetl representa la unidad de interés político y administrativo, sin que se establezca una fuerte distinción entre lo que podríamos clasificar como asentamientos urbanos o rurales al interior del mismo” (2003:64). Los centros urbanos indígenas, desde este punto de vista, no constituyen lugares cualitativamente distintos y entidades independientes del paisaje rural. Por ello “[…] un asentamiento con características urbanas no existía como un ente jurídicamente separado del altépetl, en realidad representaba el lugar donde coincidían las casas de múltiples pipiltin (macehuales) o calpultin en torno a los tecpan de varios tehutli, y del tlatoani mismo” (Gutiérrez, 2003:98).

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52 | A c u l t u r a c i ó n y U r b a n i s m o

concreta siempre específica llamada Ciudad de México, teniendo en cuenta la

persistencia de las formas espaciales ecológicas y, por supuesto, los procesos de

aculturación? ¿Por qué fue destruida Tenochtitlan más allá de lo evidente? Es decir,

independientemente de la guerra, ¿por qué se dice que fue destruida? Después de

terminada la guerra ¿cómo se reconstruyó la ciudad y bajo qué parámetros? ¿La

ciudad fue destruida por completo? ¿El urbanismo mexica desaparece y después de

1521 sólo se debería hablar del urbanismo español? ¿De qué forma se puede

identificar esa forma particular de ocupación del espacio? ¿Cómo comprender sus

cambios en el tiempo? ¿Cómo saberlo?

La propuesta concreta de esta investigación es que se pueden encontrar

algunas respuestas a estas interrogantes a través de abordar la problemática

empleando los Sistemas de Información Geográfica (SIG o GIS por sus siglas en

inglés), en combinación con un estudio arqueológico e histórico, estableciendo un

puente entre las culturas urbanas inmersas en el proceso de aculturación iniciado en

1519 -mexicas y españoles- y la constitución de una forma espacial específica -

Ciudad de México-. Como podrá observarse, no se intenta caracterizar el urbanismo

europeo o el urbanismo prehispánico, sino que se pretende evaluar las diferencias y

similitudes entre la ciudad prehispánica y la ciudad construida después de la

Conquista para estudiar el proceso de cambio que emerge del contacto entre dos

culturas, por medio de la comparación entre diversos datos cartográficos y con base

en la información histórico-arqueológica que permita establecer un puente entre los

mapas y el proceso de urbanización. En otras palabras, no interesa saber cómo era el

urbanismo indígena o el europeo y cómo se fusionaron ambas formas de concebir el

espacio;36 lo que interesa es poder apreciar cuánto y cómo cambió Tenochtitlan, la

parte urbanizada del altepetl (Lockhart, 1999: 35).

36 Una revisión exhaustiva sobre las diferentes formas de concebir el urbanismo, desde un punto de vista arqueológico, puede encontrarse en Walburga, 2002; Sobre el urbanismo en Mesoamérica véase Sanders y Webster, 1988 y sobre los modelos occidentales y la perspectiva emic para estudiar el urbanismo consúltese Hirth, 2003 y Gutiérrez, 2003.

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| 53

Capítulo 2

Sistemas de Información Geográfica

En arqueología, espacio, tiempo y objetos son los elementos indispensables de la ecuación con la cual se pretende conocer el pasado. Espacio y

tiempo, modelan el contexto en el que se encuentran los objetos y donde subyace una noción de sistema. Los objetos son unidades pero también

piezas de un gran rompecabezas que forman la imagen que el arqueólogo se empeña por descubrir. Así, las partes tienen sentido sólo en función de

otras partes, en la medida en que se relacionan entre sí. (Fonseca, 2008).

Con la llegada de Cristóbal Colón a América, se iniciaron una serie de procesos

aculturativos entre europeos (españoles, principalmente) y los múltiples grupos que

habitaban el continente americano. Sin embargo, en esta investigación, se estudia el

proceso de aculturación en un espacio concreto y entre dos grupos culturales

específicos: españoles y mexicas, quienes coexistieron en la ciudad de México-

Tenochtitlan. A partir de que dichos grupos entraron en contacto, comenzó un

proceso de aculturación y, por consiguiente, se iniciaron una serie de

restructuraciones culturales que fueron modificando la organización social del

espacio, entre otras tantas transformaciones. Se parte de la idea de que la

recuperación de mapas históricos permite estudiar los cambios en el entorno y

evaluar las transformaciones que sufrió el espacio organizado socialmente, antes,

durante y después de un proceso aculturativo como el acaecido en la ciudad de

México-Tenochtitlan.

Desde esta perspectiva, el uso de los Sistemas de Información Geográfica

(SIG) funge como una herramienta adecuada para estudiar estas transformaciones

urbanas a partir de la comparación y análisis cartográfico. Por medio de un SIG es

posible reducir gran parte de la compleja y enorme totalidad espacial de la ciudad de

México, abstrayéndola en forma de puntos, líneas, polígonos e imágenes. Es decir,

teniendo como base una realidad espacial dotada de atributos históricos, es posible

abstraerla en un sistema como el que a continuación se describe.

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54 | L o s S i s t e m a s d e I n f o r m a c i ó n G e o g r á f i c a

2.1. El espacio y el tiempo. Los Sistemas de Información Geográfica

Las telecomunicaciones en general, y más recientemente el Internet, han acelerado

la vida de las personas, y el mundo parece moverse con más velocidad. Con la

tecnología satelital y el teléfono se podía hablar con alguien a miles de kilómetros,

pero ahora, si se combinan diferentes tipos de tecnología espacial, aérea y

computacional, es posible saber cómo es el lugar donde vive y las condiciones

climatológicas, ver su casa, el parque que está cerca, verificar si hay tráfico,

identificar dónde hay restaurantes o gasolineras, etcétera. Los modernos sistemas de

producción, almacenamiento y procesamiento de información, trabajando en red

gracias al Internet, permiten que todo este conjunto de datos estén interconectados, a

disposición de la gente, a lo largo y ancho de la Tierra. Sin embargo, sumergirse en

este universo de datos, prácticamente inconmensurable, que proporciona

información específica en un tiempo determinado, y estar al día de las innovaciones

que la genialidad humana desarrolla, ha sido y seguirá siendo, en la medida en que

siga acelerándose exponencialmente la producción tecnológica, un proceso tortuoso

para las generaciones que nacieron antes del advenimiento de esta explosión

tecnológica y un proceso que ha cambiado la constitución cognitiva de las nuevas

generaciones, colocando al mundo en una coyuntura singular donde las ciencias

sociales deben repensarse y el ser humano debe evitar convertirse en un fiel siervo

de los adelantos científicos.

En este mundo, donde la información fluye impresionantemente rápido, es

necesario un mecanismo que permita almacenarla de forma que pueda ser

recuperada en cualquier momento. Hasta hace algunos años, el principal problema

era obtener los datos necesarios para realizar un Sistema de Información Geográfica

y, por supuesto, obtener el hardware y el software para procesar la información. En

la actualidad, los problemas de hace algunos años son tan sólo unas pequeñas

piedras en el camino que se hacen más pesadas más por razones económicas que por

la falta de disponibilidad de los recursos. Hoy por hoy, el obstáculo más grande se

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E l e s p a c i o y e l t i e m p o | 55

lo pone uno mismo, por desconocimiento de la herramienta de análisis o,

simplemente, porque se ignore todo su potencial. Prácticamente, cualquier dato

geográfico que pueda ser analizado espacialmente es un recurso en potencia; por lo

anterior, para comprender el uso y aplicación de los Sistemas de Información

Geográfica, y tomando en cuenta que lo que se representan son atributos espaciales,

es necesario hacer un breve resumen acerca del concepto de espacio y la forma en

que será abordado en esta investigación.

2.1.1. El espacio

Aunque en principio resulta difícil de creer, la física ha mostrado que la materia no

se crea ni se destruye, sólo se transforma; por tal motivo, cuando se hace referencia

al espacio físico, en tanto materia, necesariamente se transforma o es transformado.

Para Castells, el espacio es un producto material en relación con otros productos

materiales, los cuales, al contraer determinadas relaciones sociales, dan a ese espacio

una forma, una función y una significación social (Castells, 1999 y Castells, 1980).

El hombre “se transforma y transforma su medio ambiente en su lucha por la vida y

por la apropiación diferencial del producto de su trabajo […]. El espacio es la

expresión concreta de cada conjunto histórico en el cual una sociedad se especifica”

(Castells, 1980: 141). Consecuentemente, -desde el punto de vista sociológico- el

espacio se diferencia del medio ambiente porque el primero resulta de la relación

dialéctica entre el segundo y “una especie biológica particular”, en este caso, el

hombre.

Según el Gran Diccionario de las Ciencias la

[…] extensión que contiene y rodea todo cuanto existe y cada una de sus partes es un espacio de tres dimensiones al cual puede aplicarse nuestra geometría común o geometría del espacio, que es la de Euclides, para medir cuanto en él se halla: una línea puede ser considerada como un espacio de una sola dimensión, un plano como un espacio de dos dimensiones, y un cubo como uno de tres dimensiones (1987: 398).

Pero, desde el punto de vista físico e histórico, un espacio no puede ser

comprendido si no es por la relación intrínseca con el tiempo. De acuerdo con las

teorías de la relatividad, un acontecimiento puede ser situado en el espacio con las

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56 | L o s S i s t e m a s d e I n f o r m a c i ó n G e o g r á f i c a

tres coordenadas x, y, z del sistema de Euclides y también, en el tiempo t, es decir,

en términos relativistas, todo espacio tiene cuatro dimensiones (Asimov, 1986; Gran

Diccionario de las Ciencias, 1987; Tippens, 1996). Marc Bloch dijo que la historia

“es la ciencia de los hombres en el tiempo” -un tiempo continuo y de cambio

perpetuo- y de la antítesis de sus atributos provienen los grandes problemas de la

investigación histórica (Bloch, 2000: 31-32). Immanuel Wallerstein, -retomando las

ideas de la complejidad expuestas por el Premio Nobel de Química, Ilya Prigogine-,

sugiere que todo sistema es histórico y que el concepto de historia implica un

proceso diacrónico. Más aún, desde un punto de vista psicológico, y dado que los

seres vivos le dan significado al mundo a través de un proceso cognitivo,37 el

espacio creado a partir de la cultura es, necesariamente, subjetivo y, por lo tanto

“requiere distancias subjetivas y no euclídeas (sic) […] y como al parecer el tiempo

tiene aquí importancia, tendrá que haber una experiencia temporal en el proceso”

(Rapoport, 1978: 118).

Como se observa, no se puede hablar del espacio sin hablar del tiempo, pero

además, como el espacio al que se refiere esta investigación es un espacio cultural,

no se puede abordar sin incluir las variables sociales esbozadas por Castells, que se

enunciaron anteriormente: político-jurídica, económica e ideológica. De lo anterior,

se puede esquematizar la manera como se aborda la problemática desde el punto de

vista espacio-temporal-cultural (Figura 1).

37 Según Rapoport, "La cognición es un proceso taxonómico y el mundo obtiene significado a través de ser nombrado, clasificado y ordenado mediante determinados instrumentos conceptuales. Cada cultura realiza este trabajo a su manera basándose en significados relativos, aunque existen algunas regularidades específicas de la especie humana” (1978: 114). De los análisis que se desprenden de la explicación de los procesos cognitivos, Rapaport concluye que “[...] el medio ambiente cognitivo y subjetivo ha de corresponderse en algo con el medio real, ya que sin esta correspondencia la gente ya se hubiera muerto «Sprout y Sprout, 1956». Una de las funciones esenciales de estos procesos cognitivos es la de reducir la información y la de convertir la base caótica de un medio ambiente cualquiera en algo manejable, predecible y mínimamente ordenado” (1978: 118).

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E l e s p a c i o y e l t i e m p o | 57

Figura 1. Momento histórico

En la Figura 1 se muestra un cuadro que representa un Momento histórico,

que se entiende como la conjugación entre un Espacio físico natural determinado, un

espacio cultural -Organización social del espacio-, y la flecha del tiempo histórico.

Cuando el Espacio físico es transformado artificialmente, se convierte en un espacio

cultural creado a partir de la Organización social del espacio y que puede

manifestarse en diversos niveles, desde una forma urbana sencilla -como una aldea o

un pueblo-, hasta una más compleja -un país, el Mundo o inclusive en los tiempos

modernos, el Sistema Solar-. Por otro lado, la Organización social del espacio o

espacio cultural, puede comprenderse -a grandes rasgos- por tres esferas

interconectadas: la instancia político-jurídica, la instancia económica y la instancia

ideológica.

Ahora bien, ¿cómo se pueden estudiar los cambios espaciales a través del

tiempo? Al desarrollar un Sistema de Información Geográfica se pueden evaluar las

diferencias y similitudes entre distintos momentos históricos y, en el caso específico

de la Ciudad de México, para identificar momentos cruciales y tratar de explicar el

proceso de cambio urbano acaecido durante los primeros años de dominio español,

se dispone de información cartográfica, por ejemplo, el Mapa de Nüremberg, -que

representa la ciudad de Tenochtitlan y sus alrededores poco antes de ser conquistada

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y aculturada- y el Mapa de Uppsala -que representa a la Ciudad de México veinte o

treinta años después de conquistada, durante el proceso de aculturación-. La

conjunción de estos documentos con otros datos cartográficos -que muestren una

ciudad aculturada-, con datos arqueológicos y datos históricos, permite estudiar el

proceso de cambio que sufrió la ciudad.

En este trabajo se parte del supuesto de que el proceso de transformación de

México-Tenochtitlan se puede estudiar a partir de la elaboración de un SIG que

conjunte los elementos antes mencionados –Momento Histórico, Espacio Físico,

Organización social del espacio-; sin embargo, se considera indispensable mostrar

qué es y cómo funciona un SIG para que el lector comprenda por qué es viable

emplear este tipo de sistemas en una investigación histórica.

2.1.2. Los Sistemas de Información Geográfica ¿Una forma de ver el espacio-tiempo?

Los Sistemas de Información Geográfica se pueden definir como aquella tecnología

que proporciona una forma comprehensiva, eficiente y flexible para representar

algún fenómeno en el tiempo y en el espacio a través de cuatro elementos básicos: 1)

Equipos electrónicos (hardware); 2) Programas computacionales para el manejo de

datos geográficos (software); 3) Diversos tipos de datos que puedan ser

comprendidos y manipulados por el software (datos geográficos) y; 4) Personas

encargadas de manipular, procesar y administrar los tres elementos anteriores

(Gregory, 2005; Ortiz, 2005; Gutiérrez, 2007; Goodchild, 2008). A pesar de que su

uso es multivariado, Ian Gregory (2005) identifica tres utilidades básicas: como una

base de datos espacialmente referenciada, como una herramienta de visualización y

como una herramienta de análisis.

Según Michael F. Goodchild (2008), antes de 1990 el uso de los SIG se

limitaba a una “metáfora del mapa” porque se partía del hecho de que si la realidad

era tan compleja, era prácticamente imposible representar atributos de esa realidad

con datos cartográficos y su transformación a través del tiempo. Sin embargo,

actualmente los datos geográficos se pueden emplear como modelos orientados a

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E l e s p a c i o y e l t i e m p o | 59

objetos (object-oriented model) lo que significa que es posible conferir a cualquier

dato geográfico atributos espaciales y temporales, organizados en clases

interrelacionadas. Un SIG que parte de modelos orientados a objetos presupone que

cualquier cosa en el mundo puede clasificarse a partir de sus atributos. De esta

manera, si todo puede clasificarse entonces sí es posible abstraer, aunque sea sólo

una parte, esa realidad tan compleja e introducirla en un Sistema de Información

Geográfica, rompiendo en esencia la metáfora del mapa.

Los datos que en la actualidad pueden componer un SIG pueden ser de dos

tipos: 1) Datos vectoriales y 2) Datos tipo raster (Figura 2). Los datos vectoriales

resultan de la representación gráfica de vectores definidos por pares de coordenadas

en un sistema geográfico determinado (que por su simplicidad y bajo costo de

almacenamiento en medios electrónicos, resultan ser los más utilizados). Cuando a

los datos vectoriales se les aplica un análisis espacial, se pueden distinguir tres

modelos: a) Análisis de patrones de puntos, que se refieren a la simple localización

de eventos en el espacio; b) Modelos geoestadísticos, cuando los datos se presentan

de forma continua, como una dispersión de puntos, por ejemplo, y; c) La perspectiva

lattice, que se refiere a un área que incluye una colección de datos espaciales

discretos -figurillas dentro de un cuarto, cuartos dentro de un conjunto residencial,

conjuntos arquitectónicos dentro de un sitio, etcétera -(Fonseca, 2008). Los datos

vectoriales, se dividen, a su vez, en tres tipos: puntos, líneas y polígonos.

Los datos tipo raster, por el contario, son el resultado de la digitalización de

una imagen. Este tipo está conformado por una rejilla uniforme de celdas del mismo

tamaño (píxeles), donde cada celda contiene información relativa al color del píxel y

algún otro valor asociado al mismo, como la elevación o tipo de píxel de acuerdo

con un color específico (vegetación, mancha urbana, deforestación, arena, entre

otros); sin embargo, los límites de la imagen están referenciados espacialmente

(georeferencia) por lo que cada celda tiene información espacial (Ortiz, 2005 y

Gregory, 2005). Los datos tipo raster incluyen imágenes satelitales, fotografía aérea,

modelos de elevación digital, imágenes representando el uso del suelo y, en general,

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cualquier dato que pueda referenciarse espacialmente -georeferencia- con atributos

simples y regularmente que represente objetos con límites difusos.

Con el modelo orientado a objetos se puede añadir a la información vectorial,

una base de datos relacional, otorgando al grupo de objetos vectoriales diversos

atributos de clase con un identificador único. Este identificador permite relacionar

los objetos contenidos en una base de datos con otra base de datos que contenga

atributos de clase que tengan en común este identificador (Goodchild, 2008; Ortiz,

2005 y Gregory, 2005). Además, con este modelo se puede manipular y relacionar

datos que varían espacial y temporalmente, por lo que su utilidad en las ciencias

sociales puede ser enorme.

Para lograr comprender el desarrollo de las diferencias entre una ciudad y

otra, se remite a la Primera Ley de Geografía -la cual dice que todas las cosas están

relacionadas entre sí, pero las cosas más próximas en el espacio tienen una relación

mayor que las distantes (Tobler, 1970)-. Como se había señalado, al desarrollar un

SIG se pueden evaluar las diferencias y similitudes entre distintos momentos

históricos y se puede decir, con base en la importancia del tiempo para explicar las

transformaciones espaciales, que las cosas más próximas en el tiempo tienen mayor

relación que las distantes. Como se verá en las páginas siguientes, un mapa histórico

es reflejo de un momento histórico, con lo cual, al incluirlo en un SIG, se puede

estudiar el proceso de cambio en la organización social del espacio con base en un

principio de continuidad entre diversos momentos históricos que representen los

cambios que sufre un fenómeno urbano en el tiempo.

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E l e s p a c i o y e l t i e m p o | 61

Figura 2. Diferentes tipos de datos que utiliza un SIG. El modelo orientado a objetos permite vincular datos a partir de bases de datos relacionales y de esta forma, generar datos a partir de la relación entre los objetos y sus atributos.

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2.2. Los mapas históricos. Su inclusión en un Sistema de Información

Geográfica

Los mapas históricos -así llamados porque son antiguos y porque, normalmente,

representan realidades espaciales diferentes a las actuales38-, se pueden transformar

en un dato de tipo raster. Normalmente, los mapas antiguos se encuentran en medios

perecederos, como papel, madera, piel, entre otros; sin embargo, pueden encontrarse

mapas históricos que, desde su origen, fueron hechos en medios digitales, dado que

pueden considerarse mapas históricos aquéllos que representan realidades espaciales

que ya no existen o que han sido modificadas, como aquéllos que se elaboraron por

medio de SYMAP (Synagraphic Mapping System) por Howard Fisher, una

aplicación automatizada para la creación de mapas a partir de caracteres.

Un mapa elaborado por medios analógicos puede convertirse en un dato

raster, o sea, en un dato que pueda utilizarse en un SIG. Su transformación no es, en

esencia, difícil, sin embargo puede ser costosa, sobre todo cuando se intenta

transformar un mapa elaborado sobre material perecedero y antiguo. La mayoría de

las veces sólo se necesita una copia del mapa original, se escanea y, posteriormente,

se agrega a un software que admita el formato de archivo en que se guarda la

imagen. En término generales, esto es crear un dato raster: transformar una imagen

análoga en formato digital. No obstante, los mapas antiguos -e incluso la fotografía

aérea- tienen errores de origen que deforman la imagen y, la mayoría de las veces,

hacen imposible emparejar los datos vectoriales o ya georeferenciados con las

imágenes digitalizadas. Por ello, para emparejar los datos, es necesario

38 No se necesitan muchos años de antigüedad para considerar a un mapa, mapa histórico, de hecho, un mapa de la Guía Roji con un año de antigüedad puede considerarse como tal si la información vertida en el mismo se puede contrastar con un mapa actualizado. Un mapa histórico continuo con menos de un día de antigüedad puede ser aquél que represente el clima o a un poblado después de una catástrofe; en este caso, conforme aumenta la antigüedad del dato cartográfico se va convirtiendo cada vez más en un mapa que puede utilizarse como apoyo a la investigación para entender transformaciones espaciales, migraciones, abandono de poblados o su desaparición, entre otras.

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L o s m a p a s h i s t ó r i c o s y l a g e o r e f e r e n c i a | 63

referenciarlos espacialmente; durante la realización de dicho proceso se esta

definiendo un sistema de coordenadas para las imágenes digitalizadas. Al definir un

sistema de coordenadas, se otorga a los mapas históricos una proyección geográfica

que no necesariamente coincide con la que fueron creados. En términos generales,

una proyección geográfica es una técnica que han usado los cartógrafos para

representar en dos dimensiones, la superficie terrestre -que es tridimensional y con

forma geoide, una esfera achatada en los polos-. La única forma de representar los

mapas sin proyección sería sobre una superficie tridimensional idéntica a la de un

geoide, por tanto, por su facilidad de transporte y uso, los mapas casi siempre se

elaboran sobre una superficie plana, con lo que se establece una relación entre

puntos terrestres reales y una superficie en dos dimensiones. Los mapas históricos

no se elaboraron de la misma forma, y su proyección puede variar, así como el

sistema de coordenadas utilizado para crearlo; por tal motivo, el proceso de

georeferencia es un paso que no puede obviarse a la hora de transformar un mapa

análogo a un dato raster, porque permite unificar los datos con una proyección y un

sistema de coordenadas definidos.

La transformación de un dato análogo a un dato digital para implementarlo en

un SIG, puede resumirse de la siguiente forma:

En el caso específico de esta investigación, se emplean datos raster obtenidos

de la digitalización de mapas históricos, razón por la cual, no se hablará sobre las

fotografías aéreas, ni sobre las cartas topográficas digitalizadas. Cuando se incluyen

mapas históricos dentro de un Sistema de Información Geográfica, se debe tomar en

cuenta que

• No todos los mapas históricos se elaboraron a partir de un sistema de

coordenadas conocido y pueden no contar con una proyección

definida. Algunos de estos se elaboraron a partir de la imagen que el

Obtención de datos Digitalización Georeferencia (escaneo, fotografía)

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64 | L o s S i s t e m a s d e I n f o r m a c i ó n G e o g r á f i c a

autor del mapa creó de un espacio determinado (como dice Rapoport

ver infra) y luego, cuando lo representó sobre un plano, es posible que

tratara de conservar las proporciones de los elementos que dibujó, con

base en distancias aproximadas o reales que conocía. Además, no

todos los sistemas de medición son universales, estandarizados o

conocidos en la actualidad.

• Por su antigüedad o porque el material en el que fueron elaborados es

frágil, no todos los mapas pueden escanearse, algunos deben ser

fotografiados.

• Los mapas históricos que se utilizan en esta investigación fueron

elaborados -en su mayoría- por indígenas y siempre se han catalogado

como representaciones aproximadas del espacio, por lo que pocas

veces se han tratado de emparejar con un mapa moderno con

“precisión” cartográfica. Lo anterior indica se desconfía de los

métodos utilizados en la cartografía indígena, y se privilegia la

cartografía europea por considerar que presenta proyección y una

supuesta precisión en la representación de los datos. Dependiendo de

la proyección empleada para dibujar un mapa, la superficie

representada puede deformarse lo suficiente para llegar a pensar que

un mapa no es preciso. Por ejemplo, a pesar de que la proyección de

Mercator representa de forma inverosímil la superficie real de los

continentes, es un ejemplo de cartografía precisa.

• Georeferenciar cualquier dato raster supone un gran reto, sobre todo

cuando la imagen original presenta deformaciones de origen; peor aún

cuando se trata de un mapa histórico y se cuenta con sólo algunos

puntos que se pueden identificar y relacionar con un mapa

georeferenciado. Pues bien, se debe considerar que un mapa histórico

no siempre se empalma con los datos de manera óptima, siempre habrá

errores y se debe tener conciencia de ello.

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L o s m a p a s h i s t ó r i c o s y l a g e o r e f e r e n c i a | 65

Georeferenciar un dato raster hace posible medirlo espacialmente en relación

con la superficie terrestre o hacer comparaciones entre datos raster y datos

vectoriales, pero como se puede observar, no es un proceso sencillo; resulta

indispensable ser consciente de su proyección original, del contexto en el que fue

elaborado y de las transformaciones que sufrirá cuando se re-proyecte y

georeferencie en un sistema de coordenadas conocido. A continuación, teniendo en

cuenta estas consideraciones, se hablará en detalle sobre la georeferencia y sobre las

proyecciones, para después, especificar la forma como se relacionan los diferentes

tipos de información que se utilizan en este trabajo.

2.2.1. La georeferencia

Si el desarrollo tecnológico de la especie humana no hubiera producido

computadoras o algo similar a ellas, los Sistemas de Información Geográfica no

existirían, o al menos, no como se conocen. La cantidad de operaciones matemáticas

que una computadora lleva a cabo cuando se procesa información es enorme. De la

misma forma, definir un sistema de coordenadas en una proyección determinada

para un mapa histórico -cuya proyección y sistema de coordenadas se ignora-,

requiere de diversas operaciones matemáticas, y éstas sólo pueden realizarse si se

dispone de un sistema computacional y un software capaz de procesarlas; un

software como el que se utiliza en esta investigación: ArcMap, el cual es un

programa para el manejo de datos geográficos, denominado por antonomasia

programa GIS o SIG, justamente porque permite elaborar un Sistema de

Información Geográfica.

Este programa entre sus múltiples herramientas, incluye una para

georeferenciar datos raster llamada Georeferencing, la cual permite alinear y

corregir datos provenientes de fotografía aérea, imágenes de satélite y, por supuesto,

mapas históricos:

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Cuando se georeferencia un grupo de datos raster, se define su localización usando coordenadas de mapa y asignando un sistema de coordenadas. Cuando se georeferencian los datos raster pueden verse, consultarse y analizarse con otros datos geográficos (ESRI, 2008). 39

Un mapa histórico -elaborado antes del descubrimiento-invención de la

fotografía aérea- difícilmente puede ser alineado a la perfección porque es común

que la escala representada, los ángulos, las distancias y la dirección del mapa sean

imprecisos (Rumsey y Williams, 2003). Además, según David Rumsey y Meredith

Williams (2003), al georeferenciar un mapa se debe tener en cuenta que no

necesariamente se mejora o se hace más preciso; de hecho, como apunta Ian N.

Gregory (2005), el simple hecho de escanear, digitalizar40 y georeferenciar cualquier

dato raster, es fuente de errores espaciales, y además, es necesario considerar los

errores de precisión que devienen del propio personal encargado de digitalizar los

datos.

Cuando se inicia el proceso de georeferencia (Figura 3), el programa SIG

concibe los pixeles de una imagen como puntos cartesianos, donde las coordenadas

0,0 se sitúan en la esquina inferior izquierda. Cada pixel se relacionará con otro par

de coordenadas del mapa base que ya está referenciado espacialmente; luego, con

uno y dos puntos se localiza la imagen y, automáticamente, se orienta. Sin embargo,

es necesario, por lo menos, un tercer punto para que la imagen pueda ser ajustada a

la proyección del mapa base. Cuando se asignan al menos tres puntos y el mapa no

se deforma y sólo se adapta al sistema de coordenadas, se utiliza un proceso de

transformación llamado polinominal de primer orden. El objetivo de vincular el

último pixel ajustado, o sea a partir del tercero, es poder derivar una fórmula general

que pueda aplicarse a todos los pixeles para que tengan una relación espacial con el

39 La traducción es mía. “When you georeference your raster dataset, you define its location using map coordinates and assign a coordinate system. Georeferencing raster data allows it to be viewed, queried, and analyzed with other geographic data” (ESRI, 2008). 40 Digitalizar entendido no como transformar en digital datos analógicos (transformar en datos binarios la imagen de un mapa sobre papel), dado que esto es lo que hace un escáner, sino en el sentido de convertir el dato digital (dato raster) y transformarlo a vectores a partir de un dispositivo digitalizador como una pluma o un ratón. En inglés se usa la palabra digitise.

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sistema de coordenadas del mapa base. Con más de 6 puntos, la transformación

polinominal puede ser de segundo orden, y con más de 10, de tercer orden. Los

mapas en papel que están elaborados en una proyección determinada conocida y que

fueron escaneados sólo necesitan una transformación de primer orden, aunque una

imagen sin proyección definida u obtenida con medios fotográficos rústicos o

incluso las fotografías aéreas, necesitan transformaciones polinominales de segundo

o tercer orden porque el lente de las cámaras produce imágenes que se deforman del

centro a las orillas. En el caso de los datos raster que presentan imágenes curvas o

con inclinaciones (bent), también se puede requerir una transformación polinominal

de segundo y tercer orden (Gregory, 2006 y ESRI, 2008).

Cuando se vinculan tres puntos, la ecuación matemática usada con una

transformación de primer orden puede mapear cada punto exactamente a su objetivo,

encogiendo, agrandando, girando y, algunas veces, deformando la imagen al grado

de que parezca un romboide. Cuando se añaden más de tres puntos, cada vínculo

introduce errores o residuos, que se distribuyen a través de todos los vínculos. No

obstante, ESRI (2008) sugiere añadir más de tres puntos porque si un vínculo está

mal posicionado, tiene mayor impacto en la transformación (y por eso la imagen

Mapa B

aseD

ato raster geore ferenciado

Transformación de primer orden (Afinación)

Imagen raster sin georeferencia

Transformación polinomialde segundo orden

Transformación polinomialde tercer orden

Figura 3. Georeferencia y tipos de transformaciones. En esta imagen podemos observar cómo funciona la georeferencia y los diferentes tipos de transformación que puede sufrir el dato raster dependiendo del número de puntos que se desee alinear y la deformación que laimagen original puede tener.

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puede parecer un romboide). Bajo los mismos fundamentos, aún cuando el error

puede incrementarse cuando se añaden más puntos, la precisión general de la

transformación se incrementará también.

Entre mayor sea el nivel de transformación -orden-, más compleja es la distorsión que puede ser corregida, sin embargo, las transformaciones de mayor orden son raramente necesitadas. Este tipo de transformación requiere más vínculos y, por tanto, progresivamente involucra más tiempo de procesamiento. En general, si los datos raster necesitan ser redimensionados o escalados y rotados, se usa la transformación de primer orden, pero si los datos deben ser inclinados o curvados, se usa una transformación de segundo o tercer orden (ESRI, 2008).41

Otro tipo de transformación es la que se denomina spline -la cual puede

considerarse como una transformación de cuarto orden-, que logra corregir casi

todos los errores, posicionando exactamente cada vínculo en el mapa base. Esta

técnica sólo gana detalle a nivel local, porque los pixeles que estén lejos de los

puntos de control pueden no ser ajustados correctamente; por eso, para incrementar

la exactitud y evitar deformaciones innecesarias, se necesita una gran cantidad de

puntos de control y cercanía entre ellos. Como se puede observar en la , entre mayor

es el nivel de transformación, mayor es la deformación del mapa original; sin

embargo, la transformación spline es útil cuando se necesita georeferenciar puntos

que deben ser registrados con precisión.

Los desfases entre el mapa base y el dato raster -perceptibles a través de los

puntos de control- son medidos por la herramienta georeferencing, interpretados

como errores o residuos y computados tomando la suma de la raíz cuadrada media -

RMS por sus siglas en inglés, Root Mean Square- de todos los “residuos”,

obteniendo el error RMS (Gregory, 2006 y ESRI, op. cit.). Este valor indica la

consistencia de los datos, o sea, qué tan correlacionados están con los datos del

mapa base. Sin embargo, se debe considerar que un bajo índice RMS no es reflejo 41 La traducción es mía. “The higher the transformation order, the more complex the distortion that can be corrected. However, transformations higher than third order are rarely needed. Higher-order transformations require more links and, thus, will involve progressively more processing time. In general, if your raster dataset needs to be stretched, scaled, and rotated, use a first-order transformation. If, however, the raster dataset must be bent or curved, use a second- or third-order transformation” (ESRI, 2008).

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de un registro preciso, de hecho entre más puntos de control se usen, la

transformación polinomial convertirá con mayor precisión los datos de origen a

coordenadas de base. Además, la transformación spline y de ajuste dan un RMS de

cero o cercano a cero; no obstante, eso no significa que los datos estén bien

georeferenciados (ESRI, op. cit.).

Por ello, Rumsey y Williams (2003) no se equivocan al decir que se gana

conocimiento cuando se procesan los mapas históricos para incluirlos en un SIG,

aunque también se pierde algo si el mapa original no es representado en

comparación con su tamaño real, proporciones y cualidades; inclusive sugieren que

el investigador incluya en las publicaciones, tanto el mapa deformado

(georeferenciado) como la imagen del original.

Al georeferenciar un mapa histórico, seguramente habrá errores y en

ocasiones, graves. Por tal motivo, no debe perderse de vista cualquier dato que

ayude a realizar un buen trabajo de georeferencia -como documentos históricos o

arqueológicos- que permitan identificar puntos de referencia y que ayuden a mostrar

las diferencias y similitudes entre un mapa histórico y un mapa moderno. Además,

aunque un mapa histórico refleje una realidad espacial de forma precisa, las formas

de elaborar un mapa producen distorsiones y, por tanto, las proporciones o escalas

pueden variar con respecto a esa realidad espacial representada.

Con la herramienta de georeferencia es posible evaluar el grado de exactitud

que un mapa histórico puede tener con respecto al espacio “real” representado y, con

ello, otorgar al mapa histórico de un dato implícito de relevancia arqueológica, como

identificar restos arqueológicos a partir de su localización espacial en un mapa

histórico. El método de proyección utilizado en esta investigación hace

prácticamente imposible reproyectar un mapa histórico a un sistema de coordenadas

moderno conocido; sin embargo, las herramientas de transformación de

georeferencing, permiten deformar los mapas sin que se pierda su referencia

espacial y, además, se puede conocer y evaluar el grado de error (RMS) de nuestros

datos.

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2.2.2. Sobre las proyecciones geográficas

Los mapas son una representación de la realidad o una forma de representarla, no

más. Por elaborado que un mapa pueda ser -aún aquellos mapas sofisticados que

pueden visualizarse con ayuda de Google Earth- no son capaces de mostrar toda la

complejidad de la realidad; por tanto, sólo pueden considerarse como una

representación de la misma.42 En un mapa, por ejemplo, se puede representar

cualquier tipo de población, su ubicación e, incluso, su movilidad, pero difícilmente

podría representarse su forma de vida o sus costumbres. Además, a decir de Silvina

Quintero (2000), si se piensa en los mapas como íconos, no debe olvidarse que no

reflejan, en un espacio más pequeño, un modelo “capturado”, sino que plasman un

modelo que ha sido reconfigurado para “formar un nuevo objeto”:

Todo ícono transforma los significados imputados a lo real y construye nuevos significados a través de la imagen nueva de lo real […]. Los símbolos no representan directamente "la cosa", sino una representación conceptual que tenemos de "la cosa". El ícono congela, recorta, selecciona y simplifica una cierta representación conceptual de lo real que se toma como modelo para imaginar el objeto ("real") como símbolo gráfico (Quintero, 2000: 192-193).

Por ello, la cartografía se puede definir como “el conjunto de documentos que

de una manera selectiva, abstracta y simbólica, representan los rasgos físicos y

ficticios de la superficie de la Tierra” (Alegre, 1995: 307), pero además, se “concibe

ante todo como una herramienta que permite a los sujetos ver su propia posición en

un espacio de relaciones” (Quintero, 2000: 187),43 y en tanto que los mapas son

hechos por sujetos, no sólo tienen imperfecciones, sino que además son subjetivos

(Pickels, 2004).44 Hace algunos años, se pensaba que un mapa tenía que ser

42 “La representación cartográfica es selectiva, por cuanto no es posible introducir todos los rasgos físicos o ficticios del ámbito geográfico cartografiado. La selección de rasgos efectuada por el cartógrafo dependerá de la finalidad para la cual se ha producido” (Alegre, 1995: 307). También puede verse Pickles (2004) y Quintero (2000). 43 Una definición más ortodoxa se encuentra en Errázuriz et al.: “una representación exacta y detallada de la superficie terrestre, referente a la posición, forma, dimensiones e identificación del terreno, así como de los objetos concretos que se encuentran permanentemente sobre él" (1988: 16). 44 “El objeto ante la cámara dibuja su propia imagen a través de una operación óptica y un proceso químico. La imagen en un mapa es dibujada por manos humanas, controladas por las operaciones

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absolutamente fiel a la realidad y el trabajo cartográfico debía ser objetivo

irremediablemente; sin embargo, como hace constar John Pickles, en los últimos

años la elaboración de mapas está sufriendo una crisis (Pickels, op.cit.: 27-59),

porque la objetividad cartográfica ha sido seriamente cuestionada (cfr. Quintero,

2000; Pickels, op. cit.). Desde el momento en que se produce una proyección,

inevitablemente se generan distorsiones (Pickels, 2004), pues esta acción consiste en

aplanar la superficie del globo, reproducir una región de la Tierra o la Tierra misma

en una superficie plana (mapa, plano o pantalla). Sin embargo, algunos autores -

como Alegre- consideran que un mapa sí puede alcanzar la objetividad. Para ello

propone que un mapa debe permitir controlar la métrica del documento, la

proyección y la escala, porque de lo contrario, el dominio de la cartografía abarcaría

“cualquier representación selectiva, abstracta y simbólica de la superficie terrestre

[…] desde las magníficas panorámicas renacentistas de ciudades, hasta los mapas

mentales utilizados para el estudio de la percepción del espacio” (op.cit.: 312). Para

otros -como Quintero- “la adopción de algunas de estas convenciones

representacionales frente a otras obedeció, en gran medida, a la elección de aquellas

herramientas de medición que fueran más adecuadas a estos usos prácticos y

estratégicos de la cartografía [‘los inicios de las aventuras colonialistas’]” (op. cit.

203), y sabido es que occidente ha impuesto convenciones. Dicho de otra forma ¿por

qué saber la proyección del mapa, la escala o la métrica? ¿Acaso desde que el

hombre ideó dibujar algo que representara un espacio terrestre, ideó las

de una mente humana «Wright 1966: 33». Cada mapa, entonces, es un reflejo en parte de realidades objetivas y en parte de elementos subjetivos…Ningún mapa…puede ser completamente objetivo” (La traducción es mía; Pickels, 2004: 36), “The object before the camera draws its own image through the operation of optical and chemical processes. The image on a map is drawn by human hands, controlled by operations in a human mind' «Wright 1966: 33». 'Every map is thus a reflection partly of objective realities and partly of subjective elements ... No map ... can be wholly objective' «Wright 1966: 33»).Y cabría preguntarse si el que una máquina inventada por el hombre con capacidades determinadas por la programación de los hombres, para que realice ciertas tareas enmarcadas por los límites que el hombre le puso, podría considerarse totalmente objetiva. Incluso, aunque existiera inteligencia artificial y sin leyes de la robótica como en Fundación de Isaac Asimov, el hecho de que un robot piense por cuenta propia podría considerarse subjetivo. Con leyes de robótica, la objetividad regresaría al humano, con lo que el círculo vicioso de la objetividad absoluta es tan pequeño que podrían darse miles de vueltas en poco tiempo.

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proyecciones, la escala y la métrica? Si, como dice Rapoport, los animales

construyen su espacio a través de un proceso cognitivo (ver supra) y este espacio

creado a partir de la cultura es, necesariamente, subjetivo y, por lo tanto, requiere

distancias subjetivas y no euclidianas, entonces, ¿por qué pensar que la única forma

de representar el espacio de forma precisa es a través de una proyección cuya

métrica y escala pueden ser controladas? Por otro lado, ¿cómo puede medirse la

precisión de un mapa? ¿En qué sentido es preciso? ¿Es preciso porque es útil o a

caso porque refleja fielmente un espacio? Por ejemplo:

La [Proyección] de Mercator permitía conservar los ángulos y posiciones, mientras que distorsionaba las magnitudes y distancias. Otras proyecciones conservan las magnitudes de áreas y distancias, lo que podría parecer más relevante a nuestro sentido común “correspondentista”. Sucede que la distorsión en los mapas de Mercator sólo empieza a producirse a partir de las 250 millas, lo que permitía, en la era de la navegación por mar, corregir las mediciones que se hacían sobre la posición de barcos propios y ajenos con el margen de distancia-tiempo suficiente para impedir cualquier avance inadvertido del enemigo. En cambio, aquellas proyecciones que conservan las superficies y distancias, distorsionan los ángulos y por lo tanto las posiciones. La llamada “fidelidad angular” de la proyección Mercator basa su éxito en su carácter estratégico para organizar un sistema comercial y militar basado en la navegación marítima (Quintero, 2000: 203).

Entonces, ¿qué hace que un mapa sea preciso, exacto? Aparentemente, no es

la proyección, ni la escala, ni la distorsión, ni la métrica. Parece, en cambio, que un

mapa es preciso cuando tiene correspondencia con una realidad construida

culturalmente y que al mismo tiempo, sea reflejo de un particular sistema de

medición y representación de esa realidad. Se dice que la proyección de Mercator es

imprecisa y tendenciosa porque exagera los tamaños de los países al norte del

ecuador, como glorificando Europa al ponerla al centro de su mapa (Quintero,

op.cit.: 204).45 Sin embargo, la controversia sobre lo tendencioso de la proyección es

relativamente reciente, tal vez no más de 100 años; y entonces, cabría preguntarse si

Mercator (casi 400 años antes), efectivamente, deseaba representar Europa más

45 Sobre los mapas propaganda véase Pickels, op.cit.: 37-47; sobre Mercator y su proyección “tendenciosa” puede verse Gómez Gutiérrez, 2008. Tan colonialista en mi desdén, La Insignia, Madrid, 5 de septiembre del 2006, Sitio Web, consultado en agosto de 2008: http://www.lainsignia.org/2006/septiembre/cul_010.htm

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L o s m a p a s h i s t ó r i c o s y l a g e o r e f e r e n c i a | 73

grande que el resto de los continentes considerando que en aquella época ni se

conocía todo el mundo ni se sabían con certeza las superficies de los continentes

(Figura 4).

Figura 4. Mapamundi de Rumold Mercator. Este mapa fue dibujado en 1587 (publicado en 1595) por Rumold Mercator, el hijo de Gerard Mercator, a partir de un mapa de su papá de 1567. Como se puede observar, el ecuador está en el centro y, en efecto, pareciera que hacia el sur los continentes se hacen más pequeños, volviéndose a agrandar hasta la Antártida que se ve descomunalmente grande. En efecto, años después este mapa fue conveniente para los imperialistas; sin embargo, es imposible afirmar que las intenciones de Mercator eran igualmente imperialistas (tomado de Wikipedia contributors, 2008).

En efecto, un mapa es una construcción cultural que, normalmente, proyecta

lo que el cartógrafo quiere representar o lo que las convenciones creen que vale la

pena plasmar. El mensaje de un mapa no se transmite como por arte de magia, un

mapa se lee culturalmente, históricamente; el sujeto que visualiza el mapa puede o

no, entender el mensaje implícito. A decir de Pickels, “un mapa es neutral hasta ser

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74 | L o s S i s t e m a s d e I n f o r m a c i ó n G e o g r á f i c a

activado dentro de un contexto específico” (op. cit.: 47).46 Los mapas no se explican

a sí mismos, así como el cartógrafo les da vida y sentido, el lector también les da

vida y significado. Los mapas son interpretables y si la cartografía es un reflejo

selectivo de la realidad, ¿cómo saber lo que un mapa omite, inventa, exagera o

ignora? Tal vez la única forma de saberlo, es interpretándolo, tratando de darle un

nuevo sentido sin que, por ello, el mapa pierda su integridad y precisión: en tanto

que un mapa tenga correspondencia con la realidad, se puede decir que es preciso y

útil y, por tanto, susceptible de manipularse para medir distancias euclidianas. El

cartógrafo muestra una parte del mundo, esa realidad construida que fue

selectivamente sesgada por él, pero puede dejar pistas que al ser rastreadas permiten

reconstruir lo que él no quiso o no pudo mostrar.

Por tanto ¿qué es proyectar? Categóricamente, proyectar es representar una

parte de la superficie terrestre sobre una superficie plana y, dado que la superficie

terrestre tiene la forma de un geoide, no hay forma de representar en plano la

tridimensionalidad sin evitar la deformación, es por ello que algunas proyecciones

modernas, a partir de modelos matemáticos, han tratado de resolver “la cuadratura

del círculo”.47 En esta definición de ninguna forma se excluyen los mapas sin

proyección aparente que algunas culturas han desarrollado, pues el no conocer la

forma como proyectaron la superficie del globo en una superficie plana, no significa

que las proporciones y medidas de esos mapas no correspondan con la realidad,

además, las formas de representar un espacio determinado pueden ser tan variadas

como variables son las culturas. El grado de correspondencia entre los mapas “sin

proyección” o paisajísticos y la realidad representada, se puede evaluar a partir de su

inclusión en un Sistema de Información Geográfica porque, considerando que al

utilizar este sistema se parte de distancias euclidianas basadas en una proyección

geográfica conocida, el grado de deformación que pueda presentar un mapa

46 La traducción es mía: “maps are neutral until activated within a specific context”. 47 Sobre las proyecciones geográficas y la cartografía en general se puede consultar Larousse Temático (1995); Gran Diccionario de las Ciencias. En color, (1987); “Proyección Geográfica” en Google (http://www.google.com); Alegre (1995) y Silva (2001).

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L o s m a p a s h i s t ó r i c o s y l a g e o r e f e r e n c i a | 75

georeferenciado puede indicar, al mismo tiempo, el grado de correspondencia con la

realidad. De facto, lo que aquí se pretende, es mostrar que algunos mapas históricos

sin proyección aparente, como el Mapa de Uppsala, son tan precisos y tan valiosos

cartográficamente, como cualquier documento cuya precisión está basada en

convenciones modernas. Dicho de otro modo, los mapas cuyo valor artístico e

histórico impiden ver su valor geográfico, pueden ser útiles en la investigación

arqueológica porque es posible realizar una prospección a través del objeto, una

prospección diacrónica y sincrónica, que permita reconstruir un contexto

arqueológico a partir de una excavación cartográfica.

2.3. Cómo se hizo lo que se hizo

En la Figura 1 se muestra un esquema que representa un momento histórico. Se ha

señalado que éste se da en un espacio físico definido que puede ser desde una forma

urbana sencilla -como una aldea o un pueblo-, o una más compleja - un país, el

Mundo o inclusive en los tiempos modernos, el Sistema Solar-. Por otro lado,

también se mencionó que la organización social del espacio (espacio cultural),

inmersa en un espacio físico, puede comprenderse, a grandes rasgos, por tres esferas

interconectadas: la instancia político-jurídica, la instancia económica y la instancia

ideológica. Cuando se introduce información en un SIG, se trata de abstraer la

realidad para simplificarla lo más posible, dependiendo de los objetivos que se

persigan; como ya se mostró, esta realidad al simplificarse debe convertirse en

puntos, líneas, polígonos e imágenes raster. Durante o después del proceso de

conversión, se otorgan cualidades a este tipo de datos para describirlos o

identificarlos con relación a otro tipo de datos. Normalmente, cuando se trabaja un

SIG, se deben agrupar los datos por tema, por visibilidad y por tiempo, esto es,

elaborar un conjunto de datos (data set o data frame) agrupados por tipo

dependiendo de la visibilidad, con información que es compartida temporalmente.

Cada conjunto de datos debe corresponder a un contexto específico, pudiéndose

caracterizar, de esta forma, un momento histórico con un conjunto de datos

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76 | L o s S i s t e m a s d e I n f o r m a c i ó n G e o g r á f i c a

específico ( ). Un mapa histórico es una representación de un momento histórico y,

como tal, incluye diversas capas fusionadas y, probablemente, encriptados que son

susceptibles de análisis, partiendo del supuesto de que contienen información

implícita relativa a las esferas para entender lo social. Cada capa de información es

independiente porque se usan diversos tipos de datos (un río, por ejemplo, será una

línea, mientras un lago un polígono). En general, a todo este cúmulo de información

se le puede llamar conjunto de datos, caracterizados porque están contextualizados

en un tiempo y espacio definidos.

Como se puede observar, al aplicar dicho modelo a un mapa histórico no es

necesario preocuparse por la obtención del conjunto de datos, sino por discriminar

sus capas de información para “regenerarlas”, o sea, dibujarlas con ayuda de un SIG

para poder analizarlas, teniendo en cuenta que se hacen presentes las esferas

económica, político-jurídica e ideológica, porque se considera que un mapa es ante

todo una construcción social y sólo tiene sentido dentro de un contexto específico.

Por lo tanto, se considera a los mapas históricos como un conjunto de datos que

representan un momento histórico y que son susceptibles de ser analizados a partir

de un Sistema de Información Geográfica. Pero, ¿de qué forma son analizados?

Se ha señalado que el espacio es relativo al tiempo y viceversa, además, se

sabe que lo social es una construcción a través del tiempo y, por ende, toda sociedad

es histórica. Para comprender un proceso diacrónico es necesario comparar

diferentes conjuntos de datos si la intención es analizarlo a través de un SIG.

Piénsese en un conjunto de datos como una instantánea histórica (momento

histórico) que tiene sentido en un contexto determinado con un desarrollo específico.

Si se tiene más de un conjunto de datos, siguiendo un proceso “normal” de

agrupamiento, cada conjunto representaría un momento determinado porque los

datos estarían agrupados en función de que compartieran una variable temporal

común, por tal motivo, es posible ordenarlos por temporalidad como si fueran

estratos geológicos, donde los datos más antiguos estarían en los niveles más bajos y

los más recientes en el nivel más alto.

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C ó m o s e h i z o l o q u e s e h i z o | 77

En el presente trabajo, los estratos cartográficos se componen esencialmente

de mapas históricos que fueron georeferenciados y no fue necesario redibujarlos o

vectorizarlos para discriminar las diversas capas de información que un mapa puede

tener –topografía, hidrografía, fronteras, uso de suelo o caminos-.48 En el caso del

Mapa de Uppsala, el proceso de georeferencia para transformarlo en un estrato

cartográfico consistió en la identificación de edificios, calles y acequias que se

conservaban en mapas posteriores que se pudieron localizar gracias al estudio de

diversos autores (Toussaint et al., 1990; Mier y Terán, 2005 y Calnek, 2003; entre

otros); una vez georeferenciado -y observando la correlación espacial con elementos

posteriores- se realizó un ejercicio de vectorización para ejemplificar los alcances

que puede tener la georeferencia de un mapa histórico para un estudio más

minucioso que requiera analizar con detalle diversos atributos del mapa.

Para este caso específico, este procedimiento sirvió como base para realizar

ciertos análisis de correlación entre los elementos que se observan en el Mapa de

Uppsala y otras capas de información para apoyar las pruebas de hipótesis que se

desarrollan en el Capítulo 4. Aunque el ejercicio de georeferencia fue suficiente

para dar sentido algunas de las hipótesis planteadas, la construcción de una base de

datos asociada al archivo de vectores -donde se describen algunos elementos

arquitectónicos y urbanos del Mapa de Uppsala, con base en la metodología para la

descripción de elementos arqueo-arquitectónicos desarrollada por Patiño (1994;

Comunicación personal, 2008)- permitió un acercamiento más profundo al mapa y

con ello, un mejor reconocimiento de ese estrato cartográfico.

48 El Mapa de Uppsala fue el único que se vectoriza. Ver Capítulo 3 apartado 3.4.2.2. Georeferencia y vectorización: Transformando el Mapa de Uppsala al lenguaje de los SIG.

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Figura 5. Algunas características del Momento Histórico plasmado en un mapa histórico.

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C ó m o s e h i z o l o q u e s e h i z o | 79

Se llama estrato cartográfico al conjunto de datos raster o vectoriales que

sirvan para representar un momento histórico y cuya característica en común sea la

temporalidad. La información contextual del estrato cartográfico puede ser parte

integral del SIG, pero no necesariamente dado que algunos datos (en este caso,

arqueológicos e históricos) que deben tenerse en consideración para el análisis

sincrónico del estrato, por su naturaleza, no puedan ser incluidos en una base de

datos relacional. En términos generales, se hará una suerte de décapage horizontal.49

De la misma forma, cierta información contextual, implícita o explícita, que

sirva para desarrollar el análisis diacrónico, debe estar presente en la mente del

investigador, aunque su inclusión al SIG resulte imposible. A diferencia del análisis

sincrónico, cuando se desarrolla un estudio de cambio cultural a través de los mapas

-estudio diacrónico-, el estudio no se centra en las cualidades del dato cartográfico,

sino en el valor cartográfico del mapa en sí, lo que significa que debe haber una

correspondencia espacio-temporal entre los estratos cartográficos. Si se usan mapas

históricos, éstos deben ser susceptibles de ser georeferenciados en un sistema de

coordenadas conocido para poder hablar de una correspondencia espacio-temporal.

“Cada mapa representa la situación en el momento en que se hace y, por lo tanto, es

comparable con otros más antiguos o más modernos” (Litvak, 2000: 62). En este

sentido, se pretende desarrollar una excavación estratigráfica, tratando de reconstruir

la historia cultural de un espacio.50

Ramírez (2008) señala que ambas perspectivas –sincrónica y diacrónica- no

constituyen extremos antagónicos de una antinomia epistemológica irreconciliable y

el hecho de que, históricamente, haya ganado en occidente el método diacrónico, no 49 Una excavación etnográfica en términos de André Leroi-Gourhan, con lo cual se intenta “‘despejar’ la superficie para facilitar la observación y la interpretación de determinadas características estructurales progresivamente reveladas [construyendo] múltiples superficies a partir del análisis de un único sol d’habitat […] encaminadas a revelar las facetas sincrónicas que conforman su compleja estructura” (Ramírez, 2008: 132-133). Décapage horizontal o “despeje horizontal” es la técnica utilizada por André Leroi-Gourhan y que tiene por principio rector la chaîne opératoire o cadena operatoria. Sobre la cadena operatoria desde el punto de vista de la historia intelectual, cfr. Ramírez, 2008. 50 Similar a la méthode de Bordes Para un acercamiento a este método desarrollado por François Bordes, desde el punto de vista de la historia intelectual cfr. Ramírez, 2008.

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80 | L o s S i s t e m a s d e I n f o r m a c i ó n G e o g r á f i c a

significa que la única aproximación arqueológica posible sea la estratigráfica. Tanto

el análisis sincrónico como el análisis diacrónico, deberían estar presentes en toda

labor arqueológica. Una forma de poder conciliar ambas perspectivas puede partir de

la identificación de indicios que permitan hacer una correlación diacrónica entre

diferentes momentos históricos y que puedan estudiarse sincrónicamente.

En el famoso artículo de Carlo Ginzburg, Huellas: Raíces de un paradigma

indiciario, se dice que los historiadores, arqueólogos, geólogos, astrónomos y

paleontólogos, aplican el “método de Zadig […] capacidad de hacer profecías

retrospectivas”, porque, dice Ginzburg, “cuando las causas no son reproducibles, no

queda más alternativa que inferirlas desde los efectos” (Ginzburg, 2003a: 139). Es

obvio que no se puede reproducir la Conquista de México y que entonces,

prácticamente cualquier trabajo de investigación sobre este tema es un trabajo de

inferencia o de deducción. Cuando Carlo Ginzburg habla sobre una fábula sobre tres

hermanos que describen a un animal que nunca han visto, dice que los tres son

depositarios de un saber de tipo venatorio (relativo a la caza) y que lo que

caracteriza a este saber es “la capacidad de remontarse desde datos experimentales

aparentemente omitibles (sic) hasta una realidad compleja no directamente

experimentada” (Ginzburg, 2003a: 108). Para conocer las intenciones y comprender

una pintura o un texto acompañado de un mapa, es necesario un modelo

epistemológico basado fundamentalmente en el diagnóstico de los indicios que un

documento pueda ofrecernos (Ginzburg, 2003a). Carlo Ginzburg le llama a esta

forma de saber, paradigma indiciario. En términos generales, la escuela de

arqueología mexicana enseña que un arqueólogo va en busca de pistas para poder

armar argumentos lógicos y coherentes que tengan correspondencia con la realidad,

como Sherlock Holmes, diría Jaime Litvak. Y aunque el ejemplo sobre el proceder

del arqueólogo ha cambiado de Sherlock Holmes y Watson a Gil Grissom y

Catherine Willows de CSI, la idea es la misma: armar rompecabezas enteros con

sólo unas cuantas piezas, con indicios.

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C ó m o s e h i z o l o q u e s e h i z o | 81

En este trabajo se trata, entonces, de hacer una excavación cartográfica

sincrónica que permita relacionar, diacrónicamente, por medio de un SIG, dos

estratos cartográficos -el Mapa de Nüremberg y el Mapa de Uppsala- con el

propósito de reconstruir arqueológicamente la destrucción de México-Tenochtitlan.

Es común pensar que la arqueología se hace excavando mas no es del todo cierto -

diría Jaime Litvak-, porque en muchas ocasiones ni siquiera es recomendable

excavar (Litvak, 2000.), por lo tanto, si “el arqueólogo es generalmente un buen

cartógrafo y está capacitado para leer, interpretar y hacer mapas y planos” (Litvak,

op. cit.: 61), ¿por qué no excavar cartográficamente? Que sea, excavar sin excavar.

2.3.1. El objeto de estudio: De la destrucción de Tenochtitlan a la Ciudad de México.

En esta investigación se considera a la Ciudad de México como un contexto

arqueológico susceptible de ser excavado cartográficamente. A partir de la creación

de un SIG con el software ArcMap de la empresa ESRI, incluido en la suite

informática ArcGIS, es posible retroceder en el tiempo y recrear las

transformaciones de un espacio urbano, georeferenciando los mapas más recientes y,

posteriormente, con ayuda de puntos en común, georeferenciar -hasta donde sea

posible- los mapas más antiguos. Se estudiaron las partes que integran el mapa de la

ciudad para poder distinguir transformaciones en el uso de los espacios y, de esta

forma, generar un modelo de cambio metropolitano. Luego, dado que el objeto de

estudio es la Ciudad de México en los años subsecuentes a la Conquista -siglo XVI-,

se prestó más atención a los mapas de esta época. Dichos mapas se agregaron al SIG

y -en el caso específico del Mapa de Uppsala y el Mapa de Nüremberg-, algunos de

sus rasgos se dibujaron -con ayuda del software- para reducirlos a vectores (puntos,

líneas y polígonos).

El mapa más antiguo incorporado al SIG, con precisión cartográfica y

representación de elementos urbanos y arquitectónicos reconocibles en mapas

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posteriores es el Mapa de Uppsala.51 Su inclusión al SIG permitió conocer la

configuración urbana a partir de la cosmovisión de un tlacuilo52 tlatelolca a no más

de 20 años de la Conquista. Al combinar y analizar la información cartográfica con

el registro arqueológico e histórico fue posible reconstruir parte del proceso de

desmantelamiento de la ciudad mexica. Con este sistema se puede comparar la

ciudad del siglo XVI con la ciudad del siglo XXI a través de los adelantos

tecnológicos, las excavaciones recientes, las reconstrucciones hipotéticas de la

ciudad de México-Tenochtitlan y los estudios históricos. El Sistema de Información

Geográfica quedó construido a partir de diversos datos cartográficos, que van desde

fotografías aéreas de la Ciudad de México y mapas históricos, hasta datos

vectoriales y raster que se obtuvieron de distintas fuentes,53 entre las que se

incluyen: los datos que arrojó una topografía54 a cargo del Dr. Gerardo Gutiérrez

Mendoza -en la región que se supone ocupó el Recinto Sagrado de México-

Tenochtitlan- realizada entre el 27 de mayo y el 3 de junio de 2007 para identificar

variaciones en el terreno producidas por las edificaciones prehispánicas y; el modelo

de elevación digital elaborado por la NASA a través de la Shuttle Radar Topography

Mission.

Para elaborar el sistema, también se consideraron documentos de la época

que se refieren a la ciudad de Tenochtitlan y su conquista, como las Cartas de

Relación de Hernán Cortés, los Documentos cortesianos, publicados por José Luís

Martínez, la Historia Verdadera de la Conquista de Nueva España de Bernal Díaz

del Castillo, los Anales de Tlatelolco, los Diálogos de Francisco Cervantes de

Salazar y las Actas de Cabildo de la Ciudad de México, publicados entre 1889 y

1913 por Ignacio Bejarano. 51 Más delante se hablará de este mapa, conocido también como Mapa de Alonso de Santa Cruz o Mapa de México-Tenochtitlan y sus contornos (cfr. León-Portilla y Aguilera, 1986). 52 En adelante se usará la palabra tlacuilo (palabra para designar a los expertos en el arte de la pintura en época prehispánica) para referirse a los cartógrafos indígenas del siglo XVI. 53 En el anexo se incluye una lista de los elementos que fueron utilizados. 54 Para la realización de esta topografía se siguió el método propuesto por Gerardo Gutiérrez Mendoza el cual consiste en obtener las coordenadas x y y por medio de un GPS (Global Positioning System) de alta precisión -marca Trimble GeoExplorer con antena Hurricane- y la coordenada z con la ayuda de un nivel topográfico óptico -marca Leica- que permite controlar de manera eficiente la altitud. Participaron en la topografía los arqueólogos Alfredo Vera Rivera, Juana Mitzi Serrano Rivero e Israel Hinojosa Baliño.

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C ó m o s e h i z o l o q u e s e h i z o | 83

Durante un proceso de aculturación, el choque entre dos culturas modifica la

organización social del espacio –urbanización- por las transformaciones que se

suscitan en las esferas económica, político-jurídica e ideológica. Si durante este

proceso de aculturación se elabora un mapa histórico que pueda georeferenciarse, se

obtiene una instantánea de ese momento histórico que, a su vez, se convierte en un

estrato cartográfico, con lo cual se obtiene una imagen sincrónica u horizontal.

Luego, cada estrato representa un momento histórico que se relaciona con otros

momentos históricos por la correspondencia espacial y la continuidad temporal que

pueda existir entre ellos y, por lo tanto, se puede obtener una imagen diacrónica o

vertical (Figura 6). Los mapas históricos georeferenciados están representados por

cada capa o estrato (cuadros verdes), los cuales son modelos tridimensionales que

pueden ubicarse en el espacio euclidiano y cuyo estudio se considera sincrónico. Por

otro lado, el vínculo entre estos mapas se da por la relación que guardan a través del

tiempo y que puede observarse espacialmente; la dimensión temporal o histórica

(flecha azul), además, permite reconocer cambios en la organización social del

espacio (círculos verdes), lo que permite hacer un estudio diacrónico.

A partir del esquema que se acaba de presentar, se puede suponer que a partir

de los estratos cartográficos -Mapa de Nüremberg y Mapa de Uppsala- es posible

entender el proceso de destrucción-urbanización acaecido durante las primeras

décadas que sucedieron a la conquista de Tenochtitlan, partiendo del hecho de que

ambos mapas representan momentos históricos diferentes. Sin embargo, cabe

señalar, que el Mapa de Uppsala abarca una superficie mayor que puede ser

georeferenciada, ya que guarda una relación de escala con respecto a la antigua

Ciudad de México en su totalidad, desde Tlatelolco hasta Tenochtitlan y, en cambio,

el Mapa de Nüremberg, sólo presenta esta relación en la parte central de la misma,

en concreto, en el Recinto Sagrado de Tenochtitlan.

Los mapas referidos guardan una relación histórica, pero espacialmente es

difícil encontrar alguna y, es por ello, que la forma de abordar uno y otro mapa

puede parecer diferente. Por un lado, el análisis que se hace al Mapa de Nüremberg

es esencialmente iconográfico, tratando de mostrar que, pese a su apariencia

europeizada, muestra elementos propios de la cartografía indígena. Por otro lado, el

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84 | L o s S i s t e m a s d e I n f o r m a c i ó n G e o g r á f i c a

Figura 6. Modelo tetra-dimensional de trabajo

análisis del Mapa de Uppsala -donde se funden las edificaciones que parecen

hispanas sobre una traza urbana mexica- es esencialmente morfológico, en tanto que

trata de mostrar la correspondencia espacial de las formas, la ubicación de lugares y

los elementos urbanos representados en el mapa, con la configuración de la Ciudad

de México.

Sin embargo, aunque los análisis parecen diferentes, están relacionados en la

medida en que ambos mapas representan el mismo espacio y la comprensión de uno

facilita la comprensión del otro y porque ayudan a entender el proceso de cambio

que sufrió la ciudad. El análisis simultáneo de los dos documentos cartográficos,

entonces, permite generar una propuesta sobre la destrucción de Tenochtitlan. En las

páginas siguientes se trata de caracterizar los dos mapas con base en los análisis

sincrónicos y diacrónicos que se han descrito; y el uso de un Sistema de Información

Geográfica para elaborar una reconstrucción del Recinto Sagrado de Tenochtitlan y

la propuesta sobre la destrucción de la ciudad mexica, son la guía para elaborar

dichos análisis.

Page 85: Construcción y Reconstrucción de Tenochtitlan a la Ciudad de México by Israel Hinojosa Baliño

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Capítulo 3

Construcción y Reconstrucción

Esta ciudad está enferma. Cuando su enfermedad haga crisis, será su cura. Esta soledad colectiva, multiplicada en millones y potenciada, terminará por encontrarse y encontrar la razón de su impotencia.

Entonces, y sólo entonces, esta ciudad perderá el gris que la viste y se adornará con esas cintas de colores que abundan en provincia.

(Subcomandante Marcos, 2005)

3.1. Apuntes preliminares sobre la Conquista: la traza

Una forma interesante de aproximarse al estudio de una ciudad sepultada, destruida

reconfigurada y reconstruida por una serie de coyunturas sociales a lo largo de siete siglos

-desde la fundación de Tenochtitlan ca. 1325 hasta 2008, año en que se lleva a cabo este

trabajo-, es a través de la reconstrucción cartográfica,55 pues sería imposible pensar

excavar todo el Centro Histórico de la Ciudad de México para obtener una imagen

fidedigna de la ciudad prehispánica. Por ello, se plantea que los mapas -como reflejo de

una realidad geográfica pasada- pueden ayudar a reconstruir una ciudad que sólo ha

podido observarse parcialmente, gracias a las obras urbanas de remodelación e

implementación de infraestructura que han permitido a los arqueólogos rescatar algunos

fragmentos del pasado indígena. En 1790 -con el descubrimiento de los monolitos de la

Coatlicue y la Piedra del Sol- se logró identificar una pequeña parte de la ciudad

prehispánica; pasarían cien años antes de que se volvieran a hacer excavaciones

importantes que pusieran al descubierto más vestigios prehispánicos. En términos

generales, los hallazgos de los últimos doscientos años no son suficientes para hacernos

una idea general de la ciudad de Tenochtitlan y, lamentablemente, gran parte de las

55 Para el caso de Tenochtitlan otros lo han hecho anteriormente, como Maudslay, 1990 [1912]; Toussaint et al., 1990 [1938]; Marquina, 1951; González, 1968 ó Calnek, 1974.

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86 | C o n s t r u c c i ó n y R e c o n s t r u c c i ó n

reconstrucciones de la ciudad -en especial del Recinto Sagrado de Tenochtitlan- se siguen

basando, fundamentalmente, en las fuentes escritas del siglo XVI.

Por tal motivo, y dado que los mapas reflejan realidades geográficas en un

momento determinado -como se vio en el Capítulo 2-, también pueden reflejar las

diversas transformaciones que ha sufrido la Ciudad de México y, por tanto, sería posible

hacer un reconstrucción parcial del espacio en retrospectiva, combinando datos

arqueológicos e históricos, con datos cartográficos. En las siguientes líneas se aborda el

tema de la traza española con base en la revisión de algunos documentos históricos para

intentar demostrar que si la traza urbana española se fundamenta en la traza prehispánica

de Tenochtitlan, entonces la imagen de la ciudad que se ve reflejada en el Mapa de

Uppsala, corresponde con la traza urbana prehispánica, a pesar de que la mayoría de los

edificios que están representados parecen construcciones españolas; fenómeno que podría

mostrarse como un proceso de aculturación.

Cuando se dota de información a los mapas, es posible observar que el proceso de

transformación de la ciudad ha sido tan paulatino que, erróneamente, se podría decir que

con la llegada de los españoles la ciudad quedó destruida y que ellos se encargaron de

hacer otra ciudad, la ciudad hispana. Como apunta Georges Kubler:

[…] a dos años de ocupación, no existía una traza definida, lo que nos lleva a sacar dos conclusiones: la red de calzadas ya existía con anterioridad a la elaboración de la traza; y Alonso García Bravo no pudo haber elaborado su plan maestro antes de 1524. En otras palabras, el “trazador” modificó el existente, mas no lo creó. Este plano preestablecido, posterior a la reocupación y anterior a la creación de la traza, seguía probablemente las principales arterias y manzanas de la ciudad azteca (Kubler, 1982: 78).

Manuel Toussaint, Justino Fernández y Federico Gómez Orozco (1990),

concuerdan con que la traza “diseñada” por Alonso García Bravo respetó el trazado

fundamental de México-Tenochtitlan. Justino Fernández hace énfasis en que es erróneo

pensar que cuando los españoles destruyeron Tenochtitlan, se borró toda huella indígena.

Para él, el Mapa de Uppsala muestra claramente “lo mucho que aceptaron el trazo

fundamental” y añade que “de los trazos secundarios muchos subsistieron” (Toussaint et

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al., 1990: 38), los cuales van desde zanjas y calzadas, hasta elementos como la Plaza

Mayor.

Por otro lado, recurriendo a la topografía y los fundamentos de la arquitectura, Luis

González Aparicio dice:

[…] García Bravo seguramente trazó la ciudad hispánica sobre las bases de la prehispánica. No puede haber otra posibilidad […].

De manera que hubo una modulación no dictada por García Bravo, sino una modulación impuesta por la ciudad prehispánica […] (González Aparicio en González y Cué, 2006: 207).

No son pocos los investigadores que suponen que la ciudad española es un reflejo

de la ciudad indígena,56 y a pesar de ello, se considera que la Ciudad de México fue

trazada con base en un modelo español. En este trabajo lo que se propone es que la

Ciudad de México, en efecto, es reflejo de la ciudad indígena, pero que sufrió un proceso

de aculturación que, al menos en la primera mitad del siglo XVI, hizo posible la fusión de

dos formas de concebir el espacio en diferentes niveles y que pueden percibirse el Mapa

de Uppsala; la traza urbana y la infraestructura de la ciudad es esencialmente indígena,

mientras la traza arquitectónica en el centro de la ciudad, es esencialmente española. En el

proceso, estos elementos se fueron fusionando de forma gradual y, con el paso del tiempo,

el espacio se organizó socialmente de tal forma que se sintetizaron las concepciones de

ambas culturas.

56 Georges Kubler dice al respecto: “Después de la Conquista, la forma de los pueblos indígenas pudo haber afectado y condicionado las trazas españolas […]. En otras palabras, la disposición urbana indígena se consideró bastante adecuada, y más fácilmente adaptable que los modelos contemporáneos europeos” (1982:108). Vicente Bielza de Ory (2002) -retomando a Juan Manuel Sánchez Carmona (1991)- habla sobre un proceso de innovación-difusión en el proceso de urbanización español en América, y dice que México-Tenochtitlan se adaptaba de alguna forma a las ideas renacentistas de configuración del espacio, por lo cual esta ciudad se convierte en un modelo teórico cuya evidente puesta en práctica y su supuesta funcionalidad, trata de repetirse en las posteriores fundaciones. Por otro lado, Holguer Lira Medina en su tesis de licenciatura habla sobre un Urbanismo Mestizo apelando a la teoría sobre la planificación y construcción de ciudades desarrolladas por Eiximenic o Vitruvio, los cuales pudieron ser impulsores indirectos de una tradición urbana fundada en el castrum romano en la tarea de urbanización española que se llevó a cabo en América.

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Si se leen con detenimiento algunos escritos sobre la destrucción de la Ciudad de

México y sobre lo que pasó después de ganada la ciudad, es posible inferir que cuando se

habla de que la ciudad fue destruida, los españoles se refieren más a las edificaciones o

espacios habitacionales que a la ciudad en sí, o sea, a la organización social del espacio;

de haber destruido por completo la ciudad, no existirían vestigios prehispánicos tan bien

conservados -como la Casa de las Águilas (Luján, 2006)-. Según Cortés, la ciudad estaba

toda destruida, no obstante -como se señaló en la introducción-, si opta por poblarla

nuevamente, es justamente por el gran asiento que tenía, entre otros factores, por eso

permanecen en Coyoacán “entre tanto que las casas se hacen” (op.cit.: 165). Después de

cuatro o cinco meses de comenzadas las labores de reconstrucción, Cortés le dice a Carlos

V que Tenochtitlan se va reparando, “[...] y crea vuestra majestad que cada día se irá

ennobleciendo en tal manera, que como antes fue principal y señora de todas estas

provincias, que lo será también de aquí en adelante” (op.cit.: 165). Según las palabras que

el Hernán Cortés le dirige a Carlos V, no se pueden encontrar indicios claros para suponer

que la base urbana de Tenochtitlan fue destruida, al contrario, se está reutilizando o

reparando, pues todavía en 1555 se pedía la opinión de los señores indígenas para resolver

el problema del agua en la ciudad (Pérez-Rocha, 1996). De ninguna forma se pone en

duda que un “jumetra” -como Alonso García Bravo- haya realizado una traza,57 lo que se

pone en duda es que haya rediseñado la configuración urbana de la ciudad; se insiste en

que la construcción de la ciudad novohispana fue un proceso aculturativo y gradual.

Bernal Díaz del Castillo, cuando se refiere a lo que se hizo después de ganada la

ciudad, comenta:

57 Ya sea que se haga referencia a la delimitación del espacio que se supone habitarían exclusivamente los españoles; o al trazado de calles y manzanas; o al registro y delimitación de solares para los españoles; o incluso a un plano maestro que ubicara las propiedades de los vecinos (sobre cómo puede entenderse la traza véase: Kubler, op. cit.; Toussaint et al, op. cit.; Martínez, op. cit.; Bielza de Ory, op. cit. Además, se pueden revisar las Actas de Cabildo donde se observa que se refieren a la traza como si fuera un espacio que limita espacios. Por otro lado, tanto las preguntas como las respuestas del Interrogatorio General presentado por Hernando Cortés para el examen de los testigos de su descargo relacionadas con la destrucción de la ciudad de México [preguntas 169 y 171] no dejan claro qué se destruyó o “derrocó por el suelo”, ni tampoco permiten dilucidar a qué se le llama traza (Martínez, 1991b).

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La primera cosa, mandó Cortés a Guatemuz que adobasen los caños de agua de Chapultepec, según y de la manera que solían estar, y luego fuese el agua para sus caños a entrar en la ciudad de México; que limpiasen todas las calles de los cuerpos y cabezas de muertos, que los enterrasen, para que limpias, y sin hedor ninguno la ciudad, y que todas las puentes y calzadas que las tuviesen muy bien aderezadas como de antes estaban, y que los palacios y casas los hiciesen nuevamente, que dentro de dos meses se volviesen a vivir en ellas y les señaló en qué parte habían de poblar y la parte que habían de dejar desembarazada para que poblásemos nosotros (Díaz del Castillo, 1980: 373-374).58

Como puede observarse, la ciudad se está limpiando, reparando, adaptando a las

necesidades de los españoles. Según el testimonio de Bernal Díaz, puede suponerse que la

construcción de la ciudad novohispana consistió en reconstruir la ciudad prehispánica,

salvo por los edificios destruidos durante la guerra, ya que se construyeron nuevos y,

según los españoles, mejores.

En el Interrogatorio General presentado por Hernando Cortés para el examen de

los testigos de su descargo, Francisco de Terrazas declaró que se tuvo que hacer nueva

traza porque la de los indios era contraria a la que estaban acostumbrados en Castilla;

según él, los indios tenían mal orden en calles y entradas (Martínez, 1990b). Sin embargo,

no es posible saber si se refiere a las calles de agua, a las calzadas que tanto impactaron a

Cortés y Bernal, o a las entradas desde las calles hasta las casas. Las declaraciones de

Francisco de Terrazas contrastan con las declaraciones de Martín Vázquez -oriundo de

Segovia y que vino a América con Pedrarias Dávila- en cuyo testimonio sobre las razones

para poblar en la ciudad de México, mencionó que era importante establecerse en

Tenochtitlan porque los canales de agua facilitaban el transporte de víveres, madera y

otras cosas (Martínez, 1991b). Además, dijo que fue necesario hacer nueva traza porque

“aunque no se destruyera, el modo de poblar de los naturales y el modo de ella [de la

ciudad] no estaban al modo que los españoles suelen tener sus villas y cibdades, y era

necesario derribar y facer traza nueva, porque los dichos naturales tienen poco respeto a

calles e pueblos muy desconcertados” (Martín Vázquez en Martínez, 1990b: 341).59 Por

58 Las cursivas son mías. 59 Las cursivas son mías.

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su parte, Luis Marín -quien apoya las versiones de Cortés y se había casado con una

indígena (Martínez, 1991b)-, dijo que se hizo nueva traza porque la que tenían “los indios

en la dicha cibdad para su vivienda, no era conveniente a la nuestra, porque ellos viven de

un modo e nosotros de otro” (Luis Marín en Martínez, 1990b:327).60

Si se analizan los testimonios de Díaz del Castillo, Terrazas, Vázquez, Marín y

Hernán Cortés, se puede inferir que la traza de Tenochtitlan fue respetada, pero los

edificios tuvieron que destruirse y, tal vez, sobre ellos construir nuevos, porque no

correspondían con la forma de vivir de los españoles. Para Georges Kubler el urbanismo

indígena era rico en la variedad de sus trazas y, seguramente los conquistadores realzaban

el esplendor de sus hazañas por medio de comparaciones con las grandes ciudades de

España, pero los edificios indígenas -con su peculiar estructura de terrazas y materiales

permeables- no eran útiles a los colonos europeos (Kubler, op. cit.). Aunque las

afinidades de la traza urbana de Tenochtitlan con la teoría italiana fueran asombrosas, la

traza arquitectónica parece que era radicalmente diferente.61 Carlos Chanfón Olmos

expone elocuentemente estas diferencias:

60 Las cursivas son mías. 61 “Una arquitectura tan incomprensible como inútil para la mentalidad y los usos hispanos sólo podía tener como destino su rápida demolición” (Luján, 2006: 23-24). También puede leerse al respecto la “Introducción” de Carlos Chanfón en el libro Arquitectura y Urbanismo en Nueva España. Siglo XVI (Sártor, 1992: 11-17).

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Tras la visión indígena del espacio urbano, está su concepto de espacio vital, su conciencia del entorno geográfico y su modo de vida a cielo abierto apoyado en condiciones climáticas. Para el indígena el espacio cerrado y cubierto era solamente para dormir, y a nivel hogareño quizá también para honrar a sus dioses; todas sus demás actividades en la vida diaria eran a cielo abierto. Por este camino logró a través del tiempo desarrollar una gran capacidad de percepción del entorno que le llevó a la planeación minuciosa de los espacios urbanos, con ordenamientos a la escala apropiada, con visión panorámica tanto itinerante como radical, en el sentido de Giedion, pero en espacio abierto. Esta capacidad aparece ya plenamente desarrollada en Teotihuacan, Tula y Tenochtitlan que continuaron la tradición imprimiéndole cada una, su personalidad individual.

Los abundantes espacios abiertos -que molestan a Benévolo- así como las capillas abiertas y los grandes atrios, no son más que resultados de esa visión del espacio vital. Es explicable que quienes han desarrollado un modo de vida cubierto y en espacios cerrados, en casa habitación y en ciudad amurallada sientan miedo al espacio abierto (agorafobia), tanto como el indígena contemporáneo de la conquista, sintió miedo del espacio cubierto y encerrado entre muros en los nuevos edificios de tipo europeo (claustrofobia) (Chanfón, 1990: 14).

Por lo anterior, Miguel León-Portilla y Carmen Aguilera (1986) no se equivocaron

en llamar al Mapa de Uppsala como Mapa de México-Tenochtitlan. Es decir, si la ciudad

hispana fue una adaptación de la ciudad prehispánica, y si se toma como cierta la fecha de

elaboración del mapa propuesta por Calnek (2003)62 -entre 1537 y 1541- entonces, el

Mapa de Uppsala -como se decidió nombrarle en esta investigación- no sólo permite

apreciar la ciudad reconstruida por los españoles a escasas dos décadas de consumada la

guerra de conquista, sino también puede observarse en el mapa la constitución urbana de

Tenochtitlan. En el proceso de aculturación que comenzó a experimentar la ciudad a partir

de 1519 -año en que Cortés y sus huestes entraron a Tenochtitlan- se comenzaron a crear

las condiciones para reconfigurar la organización social del espacio y, por tanto, no se

puede hablar tajantemente de una ciudad antes y después de la guerra de conquista, pues

esta reconfiguración fue paulatina. Si los indígenas no se convirtieron en cristianos en

1521 nada más porque los españoles los conquistaron,63 de igual forma, la ciudad de

62 Más adelante se hablará con detenimiento sobre este mapa y la importancia de la corrección en la fecha. 63 Como el caso de un sacerdote en Tlaxcala que -vistiendo ropas de sacerdote indígena y masticando navajas de obsidiana- fue asesinado a pedradas por unos catecúmenos indígenas, quienes justificaron su acción ante los frailes argumentando que habían matado al demonio. Otro ejemplo es Martín Ocelotl, un

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México no se convirtió en ciudad hispana sólo porque los españoles la hubieran

conquistado.

Como se ha señalado, cuando los españoles hablan de que la ciudad fue destruida

se refieren más a los edificios que a la configuración urbana. Es como decir que la Ciudad

de México fue destruida con el terremoto de 1985. Para muchos en verdad la ciudad se

vino abajo, pero aún cuando miles de personas murieron, muchos edificios quedaron en

ruinas y, según testimonios de algunos testigos, la ciudad se veía asolada y triste, tanto,

que a veces no se reconocía, la Ciudad de México -desde el punto de vista urbano- sigue

en pie.64

3.2. La cartografía indígena

En noviembre de 1519 los españoles entraron a Tenochtitlan de forma pacífica y

permanecieron en la ciudad alrededor de siete meses, durante los cuales -después de

aprisionar a Moctezuma Xocoyotzin- se dedicaron a hacer un reconocimiento general de

la ciudad y de los territorios aledaños y con injerencia mexica (Cortés, op.cit.: 54-69).

“Cortés pedía e inquiría y Motecuhzoma daba y concedía sin límites” (Martínez, 1990a:

253)”, lo mismo el oro que las tierras y, en general, cualquier información útil para el

conquistador. Como el mapa de la costa del Golfo de México que Moctezuma -por

órdenes del Capitán- mandó pintar; parecido, quizá, al de la Figura 7

Asimismo rogué al dicho Mutezuma que me dijese si en la costa de la mar había algún río o ancón en que los navíos que viniesen pudiesen entrar y estar seguros. El cual me respondió que no lo sabía; pero que él me haría pintar toda la costa y ancones y ríos de ella […]. Otro día me trajeron figurada en un paño toda la costa […] (Cortés, op. cit.: 57).

“brujo” que se convertía en jaguar y cuyas acciones lo llevaron al exilio una década después de la muerte del sacerdote en Tlaxcala (Escalante y Rubial, 2004). 64 Los testimonio son de Adriana Baliño Zamora y Rebeca Zamora Serdán, pero también puede escucharse la narración de Jacobo Zabludovsky que hizo la mañana del 19 de septiembre de 1985 en http://www.youtube.com/watch?v=gA5GLHFPe90&feature=related

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L a c a r t o g r a f í a i n d í g e n a | 93

Para León-Portilla y Aguilera, cuando Cortés dice “otro día”, no sólo significa que

de un día para otro los mexicas pudieron obsequiarle un mapa a Cortés, sino además, que

los mexicas, seguramente, tenían una especie de mapoteca (León-Portilla y Aguilera,

1986). No se sabe con seguridad si el mapa le fue entregado a Cortés al día siguiente o un

día de tantos que estuvieron rondando por la ciudad, pero lo que sí se puede asegurar es

que había personas encargadas de elaborar mapas y que tenían conocimientos de

cartografía, si se prefiere, cartografía a la manera indígena, con cánones y convenciones

que los europeos desconocían. Cartografía al fin, que reproducía los accidentes

geográficos que requería el Capitán.

Figura 7. Representación del mapa costero que acompañaba la Tercera Carta de Relación de Hernán Cortés a Carlos V. Sólo como referencia se agregó un fondo con la silueta de México, tratando de mostrar la relación entre ambos mapas. De igual forma, se agregó la ubicación real de México-Tenochtitlan con respecto al mapa de México, para mostrar la relación entre el mapa histórico y el moderno con respecto a la ciudad.

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Hasta el momento no se conoce ningún mapa prehispánico65 que haya sobrevivido

a la Conquista, pues algunos documentos precolombinos que se conservan y que parecen

representaciones cartográficas, no pueden ser considerados mapas en el sentido estricto

del término (léase geográfico) según algunos autores (León-Portilla y Aguilera, op. cit.;

Reyes, 2003), a pesar de que los dibujantes usaron convencionalismos para simbolizar

rasgos físicos del paisaje y mezclaban aconteceres histórico-genealógicos -además de

representar su cosmovisión-, se podría pensar que no sabían disociar la dimensión

espacial de la temporal y, por lo tanto, la representación exclusiva del espacio en época

prehispánica no existía (Reyes, op. cit.).66 Sin embargo, en el Capítulo II se ha tratado de

argumentar que la representación exclusiva del espacio es sólo una parte de la cartografía

y, por eso, de ninguna forma se cree que los códices que aparentemente no disocian el

espacio y el tiempo deban descartarse en un estudio cartográfico; por el contrario,

tendrían que revisarse minuciosamente desde un punto de vista geográfico que vincule

ambas dimensiones. Probablemente, los indígenas conocían métodos para elaborar mapas

sumamente complejos, incluso antes del proceso de aculturación. Salvador Reyes

Equiguas (2003) ha resaltado que el complejo sistema simbólico cartográfico indígena -

que si bien puede parecer complicado a nuestros ojos modernos y occidentales- pone de

manifiesto las variadas convenciones topográficas usadas por los cartógrafos indígenas,

cuya representación del paisaje es increíblemente parecida a los modernos sistemas de

simbología topográfica (Tabla 1).

65 Son varios los testimonios que apoyan la idea de la existencia de mapas prehispánicos, entre los que destacan el de Hernán Cortés, Bernal Díaz del Castillo, Pedro Mártir de Anglería, Fernando de Alva Ixtlilxóchitl y fray Juan de Torquemada, que en unas pocas líneas mencionan lienzos o paños que mostraban diversos accidentes geográficos, pintados por expertos en retratar los términos, límites y mojoneras de las ciudades, provincias, pueblos y lugares (León –Portilla y Carmen Aguilera, op. cit.; Toussaint et al, 1990; Reyes, 2003). 66 En el Capítulo II, Apartado 1 se dijo que el espacio euclidiano es insuficiente para representar fielmente una realidad física, de ahí en gran medida el surgimiento de los SIG. Por otro lado, en la actualidad, uno de los mayores retos de la cartografía es justamente representar visualmente aconteceres históricos a través de un mapa, o sea, representar la dimensión temporal. Para conocer más sobre el tema, Gregory, 2005.

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L a c a r t o g r a f í a i n d í g e n a | 95

En Europa, durante el siglo XVI, se trataba de conseguir la precisión cartográfica

absoluta en términos espaciales (Reyes, 2003), pero se perdían de vista los diversos

rasgos que pueden ser representados en un mapa y que, actualmente, con las bases de

datos y los sistemas computacionales, se pueden utilizar y discriminar para diversos

propósitos. En un proceso de compartición cultural, probablemente resultado de la

aculturación, no es aventurado pensar que algunos elementos de la simbología

cartográfica indígena hayan impactado los convencionalismos europeos que se

desarrollaron durante los siglos posteriores a la conquista, de hecho, según Reyes, “la

relación de los funcionarios coloniales con los indígenas en la manufactura de los mapas

era más para consultarlos que para instruirlos” (Reyes, 2003: 183).

A través de una simbología precisa y regularizada, los indígenas pudieron

representar diversos rasgos paisajísticos, característica inmanente de la cartografía

moderna y, por lo visto, de la cartografía indígena del siglo XVI. Reyes señala que la

simbología no sólo servía para representar características geográficas naturales, sino

también se disponía de una simbología que representaba los atributos humanos del

entorno. Como puede observarse en la Tabla 1, los indígenas del siglo XVI, contaban con

símbolos para representar las corrientes de agua y los diferentes tipos de caminos; así

mismo existió una convención para demarcar los suelos, las rocas y los cerros. Otro

elemento dentro de la cartografía indígena que puede considerarse como tal, según

diversos investigadores incluyendo a Reyes (León-Portilla y Aguilera, op. cit.; Toussaint

et al., op. cit.), es el uso de glifos toponímicos para representar, gráficamente, la

ubicación y el nombre de lugares e, inclusive, algunos glifos o dibujos representando la

flora y la fauna.

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Tabla 1. Comparación entre algunos elementos de la simbología moderna y la simbología indígena.67

Simbología Moderna Simbología indígena s. XVI Es común representar las vías de comunicación con diferentes tipos de líneas, colores y grosores: carreteras, autopistas, caminos en general, calles, ferrocarril, terracería.

Caminos de formas distintas dependiendo del tipo de camino y de su importancia: caminos principales, camino entre pueblos donde pasan carretas, camino entre pueblos que se recorre a pie, calles, camino empedrado, veredas.

A veces es importante señalar los ríos y qué tipo de corriente tienen: ríos en general, río navegable, riachuelo, río intermitente, canal y acueducto.

Era importante señalar los ríos con diferentes colores y símbolos, dependiendo el tipo de agua y la corriente: corriente perenne68 de agua dulce, corriente perenne (el agua podría ser salitrosa o azufrosa), corriente perenne en general, riachuelos, corrientes intermitentes, canales artificiales y ¿acueducto?69

67 En el libro Cartografía de Tradición Hispanoindígena (Montes de Oca et al, 2003) se incluye un extenso catálogo de los elementos iconográficos de diversos mapas elaborados en el siglo XVI en las regiones de Hidalgo, Estado de México, Morelos y Puebla. 68 El autor de este interesante texto incurre en el error de llamar perenne a las corrientes intermitentes, haciendo una diferencia entre permanente y perenne. 69 Todas la imágenes relacionadas con la simbología indígena, con excepción de la última (serie agua-extremo inferior derecho) fueron tomadas del libro Cartografía de tradición indígena. Mapas de Mercedes de Tierra siglos XVI y XVII de Mercedes Montes de Oca Vega, Dominique Raby, Salvador Reyes Equiguas y Adam T. Sellen (2003). Con respecto a la imagen final (serie agua-extremo inferior derecho) fue tomada del Mapa de Uppsala y es una pequeña porción del acueducto que iba desde Chapultepec hasta la Ciudad de México. Equiguas no menciona una simbología indígena para los acueductos, sin embargo, es de notar que la imagen con dos franjas cafés, como caminos, paralelas a la franja azul (el agua), no se repite aún en los caminos llamados de agua, por donde corría agua de un lado y el camino iba por otro. Es probable que no exista una simbología para acueductos, pero no es común encontrar la representación de agua cuya anchura está limitada por dos caminos que corren paralelos al canal.

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En concreto, se puede sugerir que tanto la Ciudad de México como la cartografía

del siglo XVI, sufrieron un proceso de aculturación que puede percibirse a través de la

mezcla de estilos, formas y convenciones que muestran los mapas de la época -como los

que se incluyen en el libro Cartografía de tradición indígena. Mapas de Mercedes de

Tierra siglos XVI y XVII (2003)-. Debido a esta mezcla, los documentos cartográficos

pueden analizarse desde diferentes puntos de vista; por ello, como se había señalado, el

análisis del Mapa de Nüremberg y el Mapa de Uppsala resulta diferente; pero es gracias a

las características que uno y otro presentan -en cuanto a fusión de elementos de una y otra

cultura- lo que permite analizarlos desde el punto de vista de la aculturación y, por el

cruce de información arqueológica e histórica, es factible correlacionarlos espacialmente a

partir de los rasgos urbanos que uno y otro mapa comparten.

3.3. El Mapa de Nüremberg

Precisas y detalladas han sido las descripciones sobre el mapa que acompañaba la Tercera

Carta de Relación de Hernán Cortés, actualmente conocido como Mapa cortesiano o

Mapa de Nüremberg -por haberse publicado en Nüremberg, Alemania- y, en realidad,

poco se puede agregar al corpus literario sobre el tema, aunque sigan existiendo

discrepancias.70 La importancia de este mapa radica en que es el único documento

cartográfico de Tenochtitlan antes que fuera destruida, además, muestra elementos

urbanos -calzadas principales, albarradas, plazas, palacios o templos, acequias y canales-,

simbología indígena que permite hacer una reconstrucción hipotética de la plataforma que

rodea el Recinto Sagrado de Tenochtitlan y hacer inferencias sobre la construcción de la

ciudad novohispana.

70 Se puede consultar una descripción detallada y un análisis exhaustivo en el trabajo de Manuel Toussaint, Justino Fernández y Federico Gómez Orozco (1990), en donde se propone que el mapa fue elaborado por un soldado a cargo del Cortés. Por otro lado, Barbara Mundy propone que el mapa original, de cuyos trazos se basaron los dibujantes de Nüremberg, fue elaborado por tlacuilos, inclusive llega a ver algún parecido con la lámina 42 del Lienzo de Tlaxcala (Mundy, 1998). Para León-Portilla y Aguilera, es incuestionable que este mapa fuera realizado por europeos, porque son evidentes las pautas de un sinnúmero de planos de ciudades del Viejo Mundo (op. cit.).

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El origen enigmático del mapa ha generado al menos tres hipótesis sobre su origen:

La primera dicta que el mapa no fue elaborado por Hernán Cortés, pero sí por algún

soldado de su compañía. Manuel Toussaint (1990) desechó la hipótesis de que el mapa

fuera elaborado por Cortés pues dice que en ningún documento consta que el

conquistador fuese dibujante y, además, si él hubiese hecho el mapa, no hubiera dejado de

mencionarlo; por lo cual, propone que el mapa lo elaboró algún soldado de su compañía.

Por su parte, Martínez Baracs (2006) dice que el mapa fue mandado a hacer a amantecas

durante el sitio a la ciudad y luego -ya con modificaciones y “mejorado”- se envió una

copia a Carlos V que, posteriormente sería la que utilizaran en Nüremberg.71

La segunda hipótesis indica que el mapa se basa en un diseño elaborado por un

tlacuilo. Esta hipótesis es muy aceptada y el biógrafo de Cortés, José Luis Martínez,

parece confirmarla cuando dice que el testimonio de Pedro Mártir y el del Cortés -que

señala que había gente diestra en la elaboración de planos-, son pruebas de que existió un

plano elaborado por algún tlacuilo que conocía la topografía de la ciudad, del cual se

basaron los soldados de Cortés para hacer el que seguramente utilizaron para la conquista

de la ciudad mexica (Martínez, 1990a: 311).72 Se cree que el mapa original fue elaborado

71 “Al emprender el sitio de la ciudad de México en 1521, Hernán Cortés (1485-1547) mandó a amantecas indios dibujar un mapa de la ciudad de México, del sistema lacustre y las calzadas, para poder coordinar el ataque por tierra y por mar con los bergantines, a la gran ciudad. El plano fue reelaborado por un español, como mapa de guerra. Probablemente se hicieron copias para los capitanes Pedro de Alvarado (1485-1541), Cristóbal de Olid (1488-1524) y Gonzalo de Sandoval (1497-1528). Luego se sacó una nueva copia mejorada, que Cortés envió a Carlos V junto con su Tercera Carta de Relación, firmada el 15 de mayo de 1522, días antes de iniciar el sitio” (Martínez, 2006). Aunque esta hipótesis reforzaría la propuesta de José Luis Martínez, se debe hacer notar que los amantecas eran los especialistas en el arte plumario y no creo que hayan sido diestros en cuestiones de cartografía. Sobre los amantecas se puede revisar el artículo Oficial de pluma. Recuento de una Tradición Alada de María de los Ángeles Olay Barrientos (2001). 72 José Luis Martínez al igual que Barbara Mundy (op.cit), observan algún parecido entre la lámina 42 del Lienzo de Tlaxcala y el Mapa de Nüremberg, además de que “el pequeño bolsón” al Sur del mapa, identificado por Toussaint y Fernández como el lago de Xochimilco (op. cit.), “los amontonamientos rocosos que hay al Sureste y Suroeste, y el convencional diseño en círculos tienen alguna semejanza con la imagen de la siete cuevas de Chicomoztoc, que aparece en el folio 16 r de la Historia Chichimeca” (Martínez, 1990a: 311-312). Según Martínez, en el mapa no hay un propósito de realismo geográfico, sino una intención esquemática a partir de la cual, los pilotos españoles como Antón de Alaminos (que según Toussaint hizo el mapa del Golfo), Galdín y Lorenzo Ginovés, o los jumétricos como Alonso García Bravo, Alonso Martín Velázquez y Alonso Yañez (Toussaint, op. cit.), pudieron haber hecho algunos

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por un tlacuilo, pero modificado por algún soldado de Cortés y, posteriormente, la copia

modificada fue enviada a Carlos V. Según José Luis Martínez, el mapa tuvo que ser

dibujado después de que los españoles fueran expulsados de Tenochtitlan, porque de otra

forma Cortés lo hubiera enviado con la Segunda Carta de Relación en donde por cierto,

no se menciona. El plano originalmente debió ser táctico porque los conquistadores

necesitaban un esquema donde se indicaran las calzadas, sus cortes y la ubicación de

monumentos, pues preparaban un ataque a la ciudad (Martínez, 1990a). Esta versión es

contraria a la propuesta por Toussaint pues para él se tuvo que dibujar antes de que los

mexicas le declararan la guerra a los españoles -después de la matanza del Templo

Mayor- porque después ya hubo mucha agitación (Toussaint et al., 1990).

La tercera hipótesis es la menos aceptada y difundida de todas, aunque no por ello

la menos apegada a la realidad. De acuerdo con esta versión, el mapa es una idealización

de la ciudad indígena que se elaboró a partir de las descripciones de Hernán Cortés, y que,

posteriormente, envió a España, pero no se conoce -hasta la fecha- ningún mapa que haya

llegado a Europa que muestre la Ciudad de México y sus contornos que pueda

considerarse como el modelo original en cual se basaron los impresores de Nüremberg.

Por otro lado, la similitud entre el Mapa de Nüremberg y el mapa que se incluye en

Utopía (Figura 8) de Tomás Moro es tal, que hay quien afirma que los impresores de

Nüremberg basaron sus trazos en este mapa utópico y en las descripciones plasmadas en

las Cartas de Relación para elaborar el de México-Tenochtitlan (Apenes, 1947; Martínez,

1990a; Martínez Baracs, 2006; Medina, 2007; Toussaint et al., op. cit.; León-Portilla y

Aguilera, op.cit.).73

ajustes y sustituyeron los glifos toponímicos por las glosas con caracteres latinos (Martínez, op. cit.). 73 Un estudio detallado sobre este mapa lo se encuentra en Toussaint et al., 1990 y Martínez, 1990. Llama la atención el estudio realizado por Federico Gómez Orozco acerca del posible impresor que modificara el plano original, porque refuerza la idea de un plano elaborado por un tlacuilo. Según Orozco, el impresor Martín Plinius -grabador en Nüremberg entre 1510 y 1536 y cuyas obras pudieron estar influenciadas por Alberto Durero (Martínez, 1990a; León-Portilla, 2007)- fue quien pudo realizar el grabado en madera por una serie de obras que llevan su firma y que “acusan un estilo perfectamente identificado con el del Plano atribuido a Cortés” (Apenes, 1947: 20). Por un lado, el Mapa de Uppsala -de manufactura indígena- no está firmado y Alonso de Santa Cruz nunca se lo atribuyó. Por otro lado, el Mapa de Nüremberg tampoco

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Figura 8. Isla de Utopía Según Manuel Toussaint, el Mapa de Nüremberg puede compararse con la imagen de la segunda edición de Utopía de Tomás Moro “sobre todo cuando se trataba de un isla” (Toussaint et al., op. cit.: 93). Para Martínez Baracs es comparable con ambas ediciones, pero sobre todo con la segunda (Martínez Baracs, 2006). En 1516 fue publicada la primera versión de Utopia en Lovaina, Bélgica, donde aparece un mapa de Utopia que es más sencillo que el que aparece en la versión publicada en 1518 en Basel, Suiza, dibujada por Ambrosius Holbein. Por la cercanía geográfica y porque se consideraba que en Nüremberg estaban los mejores grabadores de Alemania, no es difícil que los artistas e impresores hayan conocido una copia de alguna edición, lo que no necesariamente explicaría la supuesta similitud (Barreda, 2006; Wikipedia contributors, 2008: Utopia (book); Morse Library, 2003; Martínez, 1990a).

está firmado por el supuesto autor -Martín Plinius-, cuyas obras están firmadas y gracias a la cuales es posible establecer un relación de estilo-autoría. Entonces, dicho lo anterior ¿acaso ambas obras no están firmadas porque tanto Alonso de Santa Cruz como Martín Plinius, no quieren darse crédito de algo que no hicieron?

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Lo que aquí se quiere señalar, es que las tres hipótesis no son totalmente

excluyentes, de hecho, es probable que el diseño original haya sido indígena, pero con

añadiduras españolas y que en Nüremberg se haya idealizado la ciudad representada con

base en el mapa de Utopia. No se sabe con certeza si el mapa original fue elaborado en

México-Tenochtitlan durante la ocupación pacífica de la ciudad o, en cambio, lo

elaboraron los aliados indígenas de los españoles durante la guerra, pero, en efecto, hay

indicios que hacen pensar que fue elaborado por un tlacuilo. No obstante, con los datos

que se disponen, sólo es posible plantear nuevas suposiciones; por ejemplo, si el mapa fue

dibujado en la Ciudad de México antes de la guerra, probablemente lo dibujó algún

mexica, pero si se hizo después de la matanza de Templo Mayor, es poco probable que los

tlacuilos fueran mexicas, a no ser que se tratara de un prisionero o acaso un desertor. Por

otro lado, si el tlacuilo fue aliado de los españoles (tlaxcalteca, por ejemplo), entonces se

explicaría hasta cierto punto la relativa simpleza del mapa, porque el tlacuilo estaría

dibujando un territorio desconocido y enemigo, aunque de ser así, son notables algunos

detalles que se observan dentro de la ciudad y que, difícilmente, podrían haber sido

conocidos por los aliados españoles. Tlacuilo mexica o no, el mapa fue manipulado por

algún europeo que conocía la ciudad, el uso de caracteres latinos para indicar el nombre

de lugares y cosas, así como la cruz que aparece arriba y al costado izquierdo de lo que

era el Templo Mayor -Templum ubi sacrificant- son indicios que permiten asegurarlo y, si

se parte del análisis que hicieron Toussaint et al. (1990), seguramente fue un europeo que

conocía la ciudad, por lo tanto, es muy probable que haya sido español y como las glosas

están en latín, la posibilidades se reducen; seguramente, Hernán Cortés, con sus

conocimientos de latín, fue quien modificó el mapa indígena.

En 1525, Pedro Mártir de Anglería escribió acerca de dos mapas que llevaba Juan

de Ribera -enviado de Cortés- hecho por indígenas. En uno de ellos, probablemente,

estaba representada una porción de la Cuenca de México dado que quedaron dibujados un

posible albarradón y quizá la ciudad de Tenochtitlan. Mártir de Anglería describe el plano

y -a juzgar por lo que menciona- parecería conocer su orientación:

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[…] Hay por el Norte unos montes, distantes en algunas partes, y separados unos de otros por valles fertilísimos, a través de cuyas gargantas penetran con gran violencia en la llanura los vientos septentrionales; por eso el costado de la ciudad de Tenustitán que mira en la susodicha dirección, está protegido con anchos parapetos de vigas clavadas y enormes piedras a fin de ponerlo al abrigo de ímpetu de los torbellinos […] (Pedro Mártir de Anglería en León-Portilla y Aguilera, op. cit.: 14-15).

En efecto, parece que estaban representados el albarradón y la ciudad de México

porque de los dos mapas que revisó, uno representaba “pintada en manos de sus naturales,

con sus dos lagunas, la propia ciudad de Tenustitán” (Pedro Mártir de Anglería en

Martínez, 1990: 309). Aunque Pedro Mártir estaba observando el mapa mal orientado

porque el albarradón -que tal vez sea el que construyera Nezahualcóyotl en 1449-74 no

estaba hacia el septentrión sino al oriente, es notable la cantidad de detalles que sobre el

mapa menciona: grandes montes, valles fertilísimos, piedras y vigas, de forma tal que el

europeo fue capaz de leer un mapa de manufactura posiblemente indígena.

Si los mapas que Juan de Ribera enseñó a Pedro Mártir iban con la Tercera Carta

de Relación, entonces, es probable que el mapa que se usó en Nüremberg haya sido

elaborado por tlacuilos y quizá, incluía glosas con caracteres latinos para hacerlo

comprensible, tal y como ocurrió con muchos otros mapas del siglo XVI.75 En este

sentido, esto apoyaría la tesis de Barbara Mundy, pues ella dice que en el Mapa de

Nüremberg, a pesar de que está reelaborado con métodos indudablemente europeos,

74 Sobre este albarradón puede consultarse Lorenzo, 1991 y Carballal y Flores, 2004. 75 Mercedes Montes de Oca Vega afirma que “la eficacia con la que los mapas transmiten la información acerca de las relaciones espaciales sobrepasa la comunicación verbal, [por eso] la presencia de glosas junto a las imágenes de los mapas significa la imposición de una visión del mundo diferente, y siempre occidental. […] Sin embargo, en el ámbito de la Colonia, privilegiar el empleo de la forma escrita en los contextos de la impartición de justicia, administración de la propiedad, [y] tenencia de la tierra se transforma en un problema de hegemonía lingüístico-escritural y la imposición de las glosas es una evidencia de la necesidad de establecer este sistema desde una perspectiva prescriptiva como el más adecuado y correcto para la comunicación” (Montes de Oca, 2003:145-146). Por otro lado, refiriéndose al plano conocido como Plano en papel de Maguey o papel de Izote (Toussaint et al., 1990: 59 o papel de amate (León-Portilla y Aguilera, op. cit.: 19), Miguel León-Portilla y Carmen Aguilera, se preguntan si “los elementos europeo-cristianos que se observan localizados en su parte derecha […] no fueron añadidos, en diversos tiempos, a la elaboración original de tan vigoroso estilo indígena” (León-Portilla y Aguilera, op. cit.: 19), de hecho, como se ha observado, existen añadiduras al plano original que se identifican porque son de otro material (González, 1992; León-Portilla y Aguilera, ídem; Toussaint et al., 1990).

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todavía pueden observarse algunos indicios que permiten vincularlo con tlacuilos

(Mundy, 1998).

El hecho de que el mapa haya sido elaborado por tlacuilos o por españoles

parecería un detalle minúsculo, pero para los efectos de esta investigación resulta

apremiante tratar de dilucidarlo, ya que es probable que existan elementos en el Mapa de

Nüremberg que permitan correlacionarlo espacial e iconográficamente, con el Mapa de

Uppsala, por una serie de convenciones cartográficas indígenas que permanecieron en el

tiempo. De hecho, la vista de la ciudad a ojo de pájaro es un rasgo que podría catalogarse

como meramente indígena, después de todo, según Linné (1948), el primer plano de

Viena data de 1547 y otro del Cairo data de 1546, es decir, posterior al Mapa de

Nüremberg.76 Además, el mapa del Cairo según Erich Bier -de Copenhague- tendría cierta

similitud con los mapas que se tratan en esta investigación, pues según su descripción, es

un mapa preciso al centro, pero distorsionado en los alrededores (ídem). Si bien es cierto

que la comparación que se hace en el libro de Linné se refiera al Mapa de Uppsala, el

mismo fenómeno -precisión al centro y distorsión en los alrededores- puede observarse en

el de Nüremberg.

Una suma de tradiciones y estilos (Figura 9) pueden verse reflejados en el Mapa de

Nüremberg; el cual, entre su origen prehispánico, las añadiduras españolas y la

recomposición que se hizo en Nüremberg es, en esencia, producto de la aculturación.

76 En la Crónicas de Nüremberg (Morse Library, 2003), prácticamente ninguna ciudad está representada a ojo de pájaro y las crónicas se pueden considerar un antecedente directo del Mapa de Nüremberg

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Figura 9. Fusión de estilos y formas en el Mapa de Nüremberg De arriba abajo y de izquierda a derecha: Las ciudades de Jerusalén, Turquía, Ulma y Salzburgo en la Crónica de Nüremberg (tomadas de Morse Library, 2003); Isla de Utopía en la segunda edición de Utopía de Tomás Moro (tomada de Barreda, 2006); Recinto Sagrado de México-Tenochtitlan según el folio 269r del Códice Matritense (tomada de Barrera, 2008); Las siete cuevas de Chicomóztoc, folio 16r de la Historia tolteca-chichimeca (a propósito se ha orientado con el cerro de Culhualcán hacia abajo para que pueda compararse con “el bolsón” hacia abajo de la imagen del Mapa de Nüremberg, identificado por Toussaint como el lago de Xochimilco, pero que según Mundy, es una tergiversación del glifo toponímico de Culhuacán (Mundy, 1998).

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3.3.1. Elementos iconográficos en el Mapa de Nüremberg

El Mapa de Nüremberg se concibió a partir de convenciones europeas y de un estilo

que es propio de los mapas elaborados por Michael Wolgemut, Alberto Durero o

Martín Plinius (Figura 9). El gran parecido con la imagen de la isla de Utopía,

publicada con el texto de Tomás Moro unos años antes, hacen suponer que tanto los

impresores de Nüremberg como aquéllos que hicieron copias de este mismo mapa

(véase Toussaint et al., 1990), pensaban en Tenochtitlan como si se tratara de Utopía

misma. Después de todo, según Carlo Ginzburg, el discurso de Tomás Moro

acompañado de un mapa de la ciudad imaginada es un discurso retórico que intenta

dar validez a la existencia de algo que no existe (Ginzburg, 2003b).

El trabajo de Barbara Mundy invita a hacer una reflexión y un análisis acerca

del mapa que es posible -aunque un poco aventurado- gracias a los elementos

proporcionados por Montes de Oca et al. (2003). Para Mundy, es factible observar

rasgos que están relacionados con la cosmovisión mexica, de hecho, el lago de

Xochimilco -Sur del mapa, forma de bolsón (Figuras X y X), según fue identificado

por Toussaint et al.-, podría representar el topónimo de Culhucán (Mundy, 1998):

Dada la importancia de Culhuacan para los mexicas, es probable que lo hubieran incluido en un mapa de México-Tenochtitlan y sus alrededores a principios del siglo XVI; los europeos, entre ellos Cortés y el grabador de Nüremberg, pudieron no saber la importancia que tenía Culhuacán para los mexica (Mundy, 1998: 23).77

No es difícil que los impresores de Nüremberg hayan confundido el topónimo

de Culhuacán (Figura 10) con un lago, ora por los colores verdosos del cerro y el

azul o el verde del agua, ora por la forma como se representa un cerro según

convenciones indígenas. Martínez (1991a) identifica un parecido entre el Mapa de

Nüremberg y Las siete cuevas de Chicomóztoc, en la Figura 9 se ha orientado esta

77 La traducción es mía “Given the importance of Culhuacan to the Culhua-Mexica, it is likely they would have included it on an early sixteenth century map of Tenochtitlan and environs; yet Europeans, among them Cortes and the Nuremberg engraver, could not have known the importance that Culhuacan had to the Mexica” (Mundy, 1998: 23).

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imagen con el cerro que representa el glifo de Culhuacan hacia abajo para mostrar la

similitud entre éste y el “bolsón” del Mapa de Nüremberg, que se orientó con el

“bolsón” hacia abajo. De la misma forma, se podría pensar que los españoles o los

grabadores de Nüremberg confundieron la franja horizontal en la parte inferior del

símbolo “cerro” con un albarradón, el cual parece figurar la boca del “bolsón” que

formaría, según Toussaint et al., el lago de Xochimilco. Como se aprecia en la

figura, las albarradas se pudieron representar de manera similar al topónimo de

Tenayuca. ¿Acaso el edificio representado dentro del “bolsón” azul es una

tergiversación del tecpan de Culhuacán combinado con una albarrada o incluso con

el topónimo de Tenayuca? Si se observa con detenimiento el mapa, puede notarse

que los edificios que se ven en esta parte, son diferentes al resto, tanto por los

“cuadritos” como por las torres en punta. Los cuadritos debajo de las torres dentro

del “bolsón” ¿no se parecen a los círculos del tecpan de Culhuacán o a los del

topónimo de Tenayuca? Luis González Aparicio descubrió que si se traza una línea

imaginaria desde la Pirámide de Tenayuca hasta Culhuacán, su trazo pasaría sobre

los templos mayores de Tlatelolco y Tenochtitlan. González Aparicio (en González

y Cué, 2006) atribuye esta sorprendente coincidencia al vínculo ancestral entre

ambos lugares, el cual puede inferirse por las representaciones de ambos en la

primera lámina del Códice Mendoza y por las representaciones en la fachada de la

capilla de Tenayuca, donde se observan dos glifos tallados en piedra, uno al Sur -el

de Culhuacan- y otro al Norte -el de Tenayuca-.78

78 Sobre la relación entre Tenayuca y Culhuacan consultar Lombardo, 1973 y Smith, 2006.

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Figura 10. ¿Lago de Xochimilco o representación del topónimo de Culhuacán?

Por otro lado, siguiendo nuevamente a Mundy (1998), el gran cuadro al

centro del mapa, -el Recinto Sagrado de México-Tenochtitlan (ver Capítulo 4)- se

puede visualizar un esquema representativo de la cosmovisión mexica.79 El esquema

incluye: 1) El Templo Mayor (templum ubi sacrificant), cuyos remates están

diferenciados -como aparecen en varios códices-; 2) La figura de un sol entre dos

torres -que podría representar el paso del sol entre los dos templos en el equinoccio

(Aveni et al., 1988; Mundy, op. cit.); 3) Dos tzompantli o “muros de cabezas” -

señalados como capita sacrificaturum- uno de los cuales puede observarse a un

costado de la fachada Norte de Templo Mayor en el sitio arqueológico; 4) La figura

de un cuerpo decapitado que, probablemente, represente a Coyolxauhqui, que estaba

79 Para una descripción detallada sobre esta porción del mapa véase Toussaint, et al., op. cit.

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al pie del templo, como fue descubierto con las excavaciones del Templo Mayor en

1978 (Matos, 1990).

La ubicación del Templo Mayor (Templum ubi sacricant -Templo donde

sacrifican-) no corresponde con la ubicación real según los recientes datos

arqueológicos (Matos, 1990; Barrera Rivera, 2006); sin embargo, al rotar los

elementos al interior del Recinto unos 180 grados, los elementos parecen coincidir

con la ubicación real aproximada según las excavaciones (Gutiérrez, 2003b); es

probable que el error en la ubicación de estos elementos al haberse rotado, se deba

más a un convencionalismo de la cartografía indígena que a un error del tlacuilo o

del grabador de Nüremberg, pero lamentablemente no se tienen los elementos para

poder esclarecer esta incógnita. Por el contrario, el cuadro que rodea al Recinto

Sagrado de Tenochtitlan, curiosamente, corresponde con el ancho que se propone

más adelante y, si los grabadores de Nüremberg hicieron una copia del mapa

indígena respetando las proporciones del mismo, confirmaría la idea de que la

cartografía indígena es precisa.

Llama la atención la cruz sobre el Templo del lado izquierdo (que

correspondería al Templo dedicado a Tlaloc), lo cual hace pensar que Hernán Cortés

ya había tumbado las figuras de los dioses mexicas y puesto en su lugar las

imágenes cristianas que menciona en su Segunda Carta; sin embargo, la cruz está

ubicada al margen de los templos, como si en el dibujo original ya no hubiera

espacio para ponerla y entonces se hubiera tenido que agregar en un espacio vacío.

A la postre, los impresores o grabadores de Nüremberg probablemente pusieron la

cruz donde la vieron dibujada, aún cuando el remate del Templo esté

conspicuamente vacío, a diferencia del templo del lado derecho (que correspondería

al Templo de Huitzilopochtli), que tiene -en su remate- rayas verticales.

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Figura 11. Diferentes elementos representados dentro del recinto ceremonial de México-Tenochtitlan en el Mapa de Nüremberg.

Otro elemento que para Mundy pudo corromperse cuando se redibujó el

mapa, es la forma como está representado el albarradón de Nezahualcóyotl, pues

para ella, el dibujo original quizá representaba una hilera de piedras según la

iconografía indígena (Figura 12).

Con la misma lógica que Mundy propone, se estudiaron otros elementos que

valdría la pena mencionar: 1) el dibujo que representa el palacio de Moctezuma

Xocoyotzin y 2) el dibujo que representa el llamado “zoológico” de Moctezuma. El

palacio de Moctezuma se representa en el Códice Mendoza como una construcción

de dos pisos con base en forma de herradura. De arriba abajo, dos cuartos flanquean

una entrada a un posible patio donde pueden observarse unas escaleras que

conducen a un cuarto superior, dentro del cual está dibujada la figura de

Moctezuma. Un edificio similar, con patio, dos pisos y con escaleras externas, se

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Figura 12. ¿Los albarradones según los tlacuilos? En esta figura se muestran una serie de imágenes tratando de ejemplificar cómo pudieron haberse visto los albarradones en el mapa dibujado por tlacuilos siguiendo sus convenciones cartográficas y la interpretación de Mundy. De arriba abajo: Detalle del Mapa de Nüremberg; interpretación de un albarradón siguiendo el artículo de Barbara E. Mundy con el topónimo para piedras que la autora dibujó (1998: 24); interpretación de albarradas siguiendo el libro Cartografía de tradición hispanoindígena (op. cit.,: 45), tomando como base los topónimos de Tetenanco del Códice Azoyú I y el Códice Mendocino. Nótese el símbolo para representar las piedras en la parte inferior del topónimo; hilera de piedras en un mapa de 1591 de Huejotzingo, Puebla. Según la glosa que aparece debajo de la hilera, podría representar un malpaís (Mapa 1285, Cartografía de tradición hispanoindígena, op. cit.); albarradas en el Mapa de Uppsala.

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puede observar en el Códice Osuna, sólo que ya presenta detalles de origen español

como los arcos en las puertas o, incluso -como seña por demás evidente- la imagen

del virrey Mendoza de frente al tlatoani o gobernador tenochca en turno; la imagen

que presenta este códice es del tecpan calli de México-Tenochtitlan hacia 1565.

Resulta interesante observar la imagen del palacio de Moctezuma que aparece en el

Mapa de Nüremberg puesto que se asemeja a las imágenes antes referidas. Se debe

señalar, no obstante, que la tridimensionalidad para representar construcciones

podría tener origen europeo, empero, la similitud planimétrica es la que interesa

(Figura 13).

Por su parte, el zoológico (Figura 14) se representa en el Mapa de Nüremberg

como una serie de cuadros que contienen una especie animal determinada, como si

fueran corrales representados a la manera indígena (Montes de Oca et al., 2003).

Cabe decir que entre los animales que pueden identificarse se incluye una garza -

animal emblemático del lago-, un felino, varias especies de aves y -como si se

tratara de animales- pueden observarse dos siluetas humanas que, probablemente,

hagan referencia a las personas “monstruos” que Moctezuma reclutaba y que

incluían enanos, jorabados, deformes y albinos (Cortés, op. cit.: 67). En el Mapa que

se atribuye al Conquistador Anónimo, el género de animales ya había cambiado y se

redujeron; llama la atención que se haya dibujado lo que parece ser un elefante,

evidentemente, fruto de la ignorancia y la fantasía del dibujante.80.

80 Una copia de este mapa puede verse en Apenes, 1947, lámina no. 7.

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Figura 13. El Palacio de Moctezuma en el Mapa de Nüremberg Similitudes entre diferentes representaciones del tecpan de Moctezuma: En la esquina inferior izquierda, Códice Mendoza folio 69r (tomada de Berdan, 2007), el tecpan calli de Tenochtitlan según el Códice Osuna y el palacio de Moctezuma II como se ve en el Mapa de Nüremberg.

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Figura 14. La casa de los animales o el “zoológico” de Moctezuma

Como se ha tratado de mostrar, el mapa que fue reelaborado por el imaginario

alemán del siglo XVI, constituye una fuente inapreciable de información geográfica.

Sus trazos se basaron en el sistema cartográfico indígena y, afortunadamente,

algunos elementos que denotan la mano del tlacuilo han logrado sobrevivir a pesar

de su inclusión al sistema europeo, o si se prefiere, de su modificación sistemática a

la convención pictórica de Nüremberg.

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A grandes rasgos, esto es lo que se puede decir de este extraordinario mapa

que se ha catalogado como fantasioso en muchos sentidos, pero apegado a la

realidad en otros más. A través de este recorrido sincrónico, se puede decir que se ha

logrado hacer un décapage del mapa, dotándolo de la información que permitirá

vincularlo a nuestro Sistema de Información Geográfica. Dicho de otro modo, ya se

tiene la información de una capa o estrato, que muestra la ciudad de Tenochtitlan a

partir de los convencionalismos indígenas reelaborados por los grabadores de

Nüremberg. A continuación, se hablará sobre otra capa que interesa, el Mapa de

Uppsala, el cual, a simple vista, no se asemeja al Mapa de Nüremberg; no obstante,

algunos de los elementos que se han puesto en relieve -como el alabarradón, los

círculos del tecpan, los topónimos y, eventualmente, la ubicación de algunas

calzadas y elementos arquitectónicos- se pueden apreciar en el mapa del que a

continuación se hablará, que como se ha dicho, muestra la fisonomía de la ciudad

prehispánica sólo que con edificios españoles.

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3.4. El Mapa de Uppsala. Breve recuento histórico.

Este mapa presenta un problema similar al Mapa de Nüremberg y es que después de

tres estudios extensivos y minuciosos, poco se puede agregar (Linné, 1948;

Toussaint et al., op. cit.; León-Portilla y Aguilera, op. cit.). Ya en 1938 -año en que

se publica por primera vez Planos de la Ciudad de México. Siglos XVI y XVII-,

Manuel Toussaint señalaba “bien conocido es de historiadores y americanistas el

plano que representa a la Ciudad de México, que existe en la Universidad de

Uppsala y ha sido tomado unánimemente por obra del famoso cosmógrafo Alonso

de Santa Cruz” (Toussaint et al., op.cit.: 135).

Desafortunadamente, las reproducciones que se habían hecho hasta 1938 no

eran lo suficientemente fieles como para hacer un estudio en detalle sin tener que

maniobrar el mapa original. De hecho, Toussaint, Fernández y Gómez ocuparon la

reproducción en litografía y colores elaborada por Adela Bretón y que aparece en la

edición de 1910 de la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España de

Bernal Díaz del Castillo hecha por Alfred Persival Maudslay, considerada una de las

mejores reproducciones hasta ese momento, de acuerdo con Federico Gómez de

Orozco (Toussaint et al., op. cit.).

Sin embargo, estaban por publicarse los Planos de la Ciudad de México,

cuando los autores de dicha obra recibieron noticias de Alfonso Caso acerca de una

reproducción a colores un poco reducida con respecto al original que, no obstante,

reproducía fielmente el mapa a partir del original. Esta copia -impresa en Estocolmo,

Suecia, por Sigvald Linné- pudo ser consultada por Toussaint, Fernández y Gómez

gracias a la “amabilidad” de Bodil Cristiansen, propietaria de un ejemplar. Sin

embargo, este duplicado no se usó para el análisis del Mapa de Uppsala que los tres

autores hicieron en su libro y, aunque Federico Gómez de Orozco no demerita su

valor, admite que la copia de Adela Bretón carece de detalle plástico y omite

algunos elementos como “las orlas y los ornatos que enmarcan el códice [además]

tuvo casi que reconstruir el mapa al hacer su copia, lo cual, aunque explicable, le

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resta interés en cierto aspecto, pero por otro lado constituye una gran ayuda para su

estudio” (ídem: 166).

Diez años después del estudio de Manuel Toussaint, Justino Fernández y

Federico Gómez apareció el trabajo que, de acuerdo con León-Portilla y Aguilera,

puede considerarse como una de las dos aportaciones más relevantes sobre este

mapa. Sigvald Linné, después de diez años de haber realizado la copia fiel del Mapa

de Uppsala, publica -también en Estocolmo- El Valle y la ciudad de México en

1550. Relación histórica fundada sobre un mapa geográfico que se conserva en la

Biblioteca de la Universidad de Upsala (Linné, 1948; León-Portilla y Aguilera, op.

cit.: 35). En este trabajo, el autor invita a recorrer cada detalle del mapa con ayuda

de los Diálogos de Francisco Cervantes de Salazar y, al mismo tiempo, hace un

estudio etnográfico mostrando fotografías de la Cuenca de México donde se

observan imágenes de la vida humana que aún sobrevivían cuando él escribió su

libro y que se observan en el Mapa de Uppsala, haciendo que el estudio sea ameno y

fácil de leer. Linné, además identifica varios elementos del códice cartográfico y

hace un pequeño estudio histórico de cada uno, con lo cual, autores como Edward

Calnek, lograron plantear otra hipótesis acerca de la fecha de elaboración del mapa

(Calnek, 2003).

Después de Sigvald Linné, prácticamente no se realizaron estudios tan

profundos sobre el mapa y, por desgracia, su libro tuvo una distribución un tanto

restringida. De hecho, hasta 1988 se publicó una segunda edición en español. En

1989, Miguel León-Portilla y Carmen Aguilera -con ayuda de Kjell Holm de la

embajada de Suecia en México- publicaron el Mapa de México-Tenochtitlan y su

contornos hacia 1550, que además de poner en relieve alrededor de 200 glifos

toponímicos contenidos en el mapa, hacen un estudio extensivo complementando los

trabajos de Toussaint et al. y Linné. Caracterizan algunos de los elementos de la

cartografía indígena, retomados por Reyes Equiguas en su estudio sobre Los

elementos topográficos de tradición indígena en los mapas de la región de Tula

(2003), donde se excluye la intencionalidad de la manufactura, la variación de los

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E l M a p a d e U p p s a l a | 119

formatos o la base en que fueron hechos los mapas, so pretexto de que estas

características las comparten otros documentos de manufactura indígena. Este libro,

que también tuvo una distribución restringida, contiene un análisis cartográfico que

se puede dividir en dos tipos. Por un lado, a través de un estudio histórico, se trata

de caracterizar las dos formas de cartografía que pueden observarse en el mapa y,

por otro, se presenta un análisis por sectores a partir de una división que se hizo ex

profeso para el estudio. Finalmente, una de las características más importantes de

esta obra es que incluye una reproducción facsimilar doble, “una, integrada al libro,

para ser estudiada, y otra, para enmarcarla y, así, disfrutarla” (León-Portilla y

Aguilera, op. cit.: 9). Estas reproducciones toman como base las fotografías que los

autores mismos tomaron, gracias a las facilidades que les otorgaron en la Biblioteca

de la Universidad de Uppsala. Empero, como ya se había dicho, la obra tuvo una

distribución restringida y, como dice Rodrigo Martínez Baracs, “urge reeditar

porque se ha vuelto inaccesible” (2006b).

Afortunadamente, en 1997 -gracias a los adelantos tecnológicos disponibles

para un público cada vez más amplio- la Biblioteca de la Universidad de Uppsala en

colaboración con el Laboratorio de Medios Audiovisuales (Media Lab) de la

Universidad de Helsinki y el Departamento de Fotogrametría de la Universidad de

Tecnología de Helsinki, iniciaron un proyecto para reproducir digitalmente y crear

lo que ellos llaman, un facsímile digital del Mapa de Uppsala, el cual permite

visualizar el mapa y estudiarlo sin necesidad de tenerlo en nuestras manos y con

detrimento del mismo (Nuikka et al., 2004; Díaz-Kommonen, 2007). Gracias a

dicha labor es posible hacer un estudio como éste, ya que el mapa utilizado en esta

investigación se compiló a partir de las imágenes del Facsímile Digital de México

1550, que son ofrecidas por el sitio web Systems of Representation.81

Dicho lo anterior, se comprenderá que no se pretende repetir lo que ya otros

autores, de manera profunda y extensiva, han dicho sobre el mapa, y eventualmente

81 http://systems_of_representation.uiah.fi/map_of_mexico/project

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120 | C o n s t r u c c i ó n y R e c o n s t r u c c i ó n

sus estudios son retomados para realizar el análisis de este mapa porque de ellos

depende la fiabilidad de los datos.

3.4.1. Sobre los orígenes del mapa y el proceso de aculturación en su manufactura.

El Mapa de Uppsala fue considerado por mucho tiempo obra del cosmógrafo de

Carlos V -Alonso de Santa Cruz-, pero después del análisis historiográfico e

iconográfico -y hasta paleográfico- exhaustivo, así como la identificación de

alrededor de 200 glifos con distintas representaciones de pueblos y lugares diversos,

de sitios antiguos, cerros, etcétera (León-Portilla y Aguilera, op. cit. y Aguilera,

1990), se puede decir -con toda certeza- que el mapa fue elaborado por un tlacuilo

(Linné, 1948; Toussaint, 1990; Díaz-Kommonen, 2004; Martínez Baracs, 2006;

Medina, 2007 y León-Portilla y Aguilera, op. cit.).

Por otro lado, Carmen Medina considera que el mapa es muy interesante

porque “no es ni un típico mapa azteca, ni uno español, lo cual lo hace único en su

género” (Medina, op. cit.: 6); idea que sería apoyada por León-Portilla y Aguilera

dado que los mapas indígenas antes de la llegada de los españoles no eran “mapas-

paisaje”, los cuales tienen su origen en el contexto renacentista, y como puede

observarse en el Mapa de Uppsala, “perduraron algunos de los rasgos y elementos

hasta aquí identificados como mesoamericanos pero ya en fusión con otros de

insoslayable origen europeo” (León-Portilla y Aguilera, op. cit.: 25 y 27). No

obstante, no se debe obviar el acertado comentario de Barbara Mundy:

Cuando Keen escribió, era aceptado ampliamente entre los historiadores y los historiadores del arte, que el estilo era, tal vez, el mejor índice de autoría -si algo parecía europeo, entonces su dibujante o grabador o artista, era europeo-. Lo mismo aplicaba para lo azteca, y el trabajo influyente de Robertson acerca del estilo indígena, explicaba cómo distinguir ese estilo del europeo. Desde que Robertson escribió, sin embargo, numerosos trabajos de arte del Nuevo Mundo colonial que parecen europeos cuya autoría es indígena, contradicen cualquier ecuación simple de estilo acerca de la autoría. Nuevas investigaciones históricas sugieren que la cultura indígena persiste más allá de sus más visibles y altamente organizadas formas (como la religión) que fueron erradicadas. Como resultado, ahora se tiende a pensar en la cultura del Nuevo Mundo,

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incluida su cultura visual, como una polinización-cruzada [¿fusión?] de lo Europeo y lo indígena, y de sus artefactos como híbridos (Mundy, 1998: 13).82

Como se apuntó anteriormente, un rasgo que puede considerarse

característico de la cartografía indígena es la representación de un marco que

contextualice la parte central del mapa, que normalmente es aquella que tiene mayor

relevancia.

El Mapa de Uppsala o Mapa de México-Tenochtitlan hacia 1550 como fue

nombrado por Miguel León-Portilla y Carmen Aguilera, es obra de tlacuilos,

probablemente del Colegio de Santa Cruz Tlatelolco (Linné, 1948; Toussaint et al.,

op. cit. y León-Portilla y Aguilera, op. cit.). Su origen se remonta a los primeros

años de dominio español: posterior a 1536 -fecha en que se fundó el Colegio- y

antes de 1556 -año en que Carlos V deja el trono-.83 En palabras de Edward Calnek,

algunos autores como Toussaint (op. cit.) y, posteriormente seguido por Linné

(1948), “basándose en la suposición equivocada de que el dique junto al lado

oriental de la ciudad se construyó a raíz de la inundación de 1555” (Calnek, 2003:

156-158), pensaron que el mapa fue elaborado después esta fecha, y obviamente,

antes de que el rey de España dejara el trono, por lo que fechan el mapa para 1556.

Sin embargo, actualmente se sabe que este dique o albarradón -denominado en

época colonial como de San Lázaro- fue construido a finales del siglo XV, después

de la gran inundación de 1499 que, según dicen, mató al impulsor del proyecto:

82 La traducción es mía. “When Keen wrote, the Widely accepted view among historians and art historians was that style was perhaps the best index of authorship-if something looked European, then its painter or carver or artist was European. The same held for the Aztec, and Donald Robertson's influential work on native style systematically laid out how to distinguish that style from European. In the years since Robertson wrote, however, numerous art works from the colonial New World that look European but were authored by indigenes disprove any simple equation of style to authorship. New historical research also suggests that indigenous culture persisted long after its most visible and highly organized forms (like religion) were suppressed. As a result we now tend to think of culture in the New World, and with it visual culture, as a cross-pollination of the European and the indigenous, and of its artifacts as hybrids” (Mundy, 1998: 13). 83 El mapa es un regalo que el cosmógrafo Alonso de Santa Cruz da a Carlos V, cuando todavía es rey de España, y aunque la dedicatoria que aparece en el mapa, en la esquina inferior derecha, resulta difícil de leer, en ningún lado figura que el mapa lo haya elaborado el cosmógrafo, aunque sí parece que es un regalo para el rey (Toussaint et al., op. cit.; Linné, op. cit.; León-Portilla y Aguilera, op. cit. y Medina, 2007).

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Ahuízotl, el penúltimo emperador mexica (Lombardo, 1973; Pérez y Rocha, 1996;

Calnek, 2003; Carballal y Flores, 2004 y Martínez Baracs, 2006).

Después de la inundación de 1555, el virrey Luis de Velasco convocó a los

señores de México, Texcoco y Tacuba para que le dijeran u orientaran acerca de

cómo resolvían el problema de las inundaciones, el problema de vivir en un entorno

lacustre, puesto que tenía miedo que la inundación fuera peor en 1556.84 Después de

que los señores de reunieron, concluyeron que lo mejor era hacer una albarrada junto

a las atarazanas, como antiguamente estaba hecha (Pérez y Rocha, 1996 y Martínez,

2006). Luego, el 23 de octubre de 1555, el virrey entregó al Cabildo una pintura

hecha por los indígenas donde estaba dibujada la ciudad de Tenochtitlan con la

representación de los ríos y acequias que entraban a ella, así como el lago que la

bordeaba (Toussaint et al., op. cit. y Pérez-Rocha, 1996). Por lo tanto, la fecha de

elaboración del mapa planteada por Toussaint no es del todo errónea porque, al

parecer, se elaboró un mapa cuya descripción coincide con el de Uppsala. De hecho,

si se piensa que este mapa era un plano para solucionar el problema de la

inundación, explicaría que el albarradón de Nezahualcóyotl y el de Ahuízotl

presentaran ese aspecto tan acabado, como nuevos, porque era una propuesta, un

plano, que indicaba que debían repararse los antiguos albarradones.

Aun así, no debes pensarse que los indígenas elaboraron un mapa de la noche

a la mañana, sobre todo considerando el grado de detalle, precisión y extensión

abarcada por el mismo. Es decir, durante el mes de septiembre la ciudad se inunda,

en octubre están planeando cómo van a prevenir futuras inundaciones, hasta finales

de noviembre se llega a un acuerdo sobre la reparación de los albarradones y es

hasta principios de diciembre que comienza su construcción (Pérez-Rocha, 1996 y

Martínez, 2006). Resta decir que faltaba sólo un mes para que Carlos V dejara el

trono, por lo cual, esta hipótesis sobre el año en que fue dibujado el mapa resulta un

poco inverosímil porque, en algún momento -como apunta León-Portilla y Aguilera- 84 Sobre los problemas que acarreaba vivir en un entorno lacustre como el de México-Tenochtitlan, desde sus orígenes hasta la Conquista, consúltese el libro de Josefina García Quintana y José Rubén Romero Galván, México-Tenochtitlan y su problemática lacustre (1978).

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E l M a p a d e U p p s a l a | 123

el cosmógrafo “requirió de algún tiempo para estudiarlo, copiarlo y comentarlo en

su Islario” (op. cit.: 31).

Calnek propone una hipótesis alternativa. Para él, este mapa fue dibujado

entre 1537 y 1541, porque

El hecho de que la construcción de dos iglesias (Santa Catalina [#21] y San Agustín [#90]), comenzadas en 1537, se muestren en el mapa «Orozco y Berra, 1867: 108; Rosell, 1961: 39, 191» y, que el área ocupada por el Convento de la Concepción [#36], comenzado en 1541 «Linné, 1948:56; Orozco y Berra, 1867: 108; Rosell, 1961: 255», esté conspicuamente vacía, sugiere que el mapa fue creado entre estas dos fechas (Calnek, 2003: 158).

Esta hipótesis se refuerza si se apela a la cartografía y la coyuntura histórica

que se vive en Nueva España en aquellos momentos. Por un lado, el Mapa de

Uppsala, contrario a lo que se plantea, no refleja fielmente la ciudad descrita por

Francisco Cervantes de Salazar en sus Diálogos, es decir, una ciudad despoblada de

indios, fortificada y sin indicios de edificaciones indígenas; en cambio, refleja una

ciudad con varios lotes baldíos, construcciones sencillas y edificaciones que pueden

considerarse indígenas tanto por su forma, como por la decoración con motivos

circulares -similares al símbolo para representar el tecpan-. Según Mier y Terán

(2005), para 1534-1535, existen pocos vecinos en la ciudad, siguen habitando

indígenas en la traza y se evidencia un proceso de despoblamiento. Es hasta 1541,

después de que el alzamiento indígena en el Norte -Guerra del Miztón- pusiera en

alerta a los españoles, cuando comienzan a fortificarse las casas (León-Portilla,

2005). Como se observa en el Mapa de Uppsala, las casas no parecen estar

fortificadas; de hecho, si las se comparan con los edificios de un mapa de la Plaza

Mayor en 1562, se notará que éste último presenta torres, característica que no

puede observarse en el de Uppsala.85

85 El hecho de que en el Mapa de Uppsala no se representen casas con torres no quiere decir que no las hubiera, de hecho, es probable que el elemento pictográfico anteceda al elemento arquitectónico; los edificios no necesariamente están representados como fueron en realidad, aún cuando su ubicación y área ocupada corresponda con ésta, según se demostró con el SIG. Los edificios pueden estar representados a través de una serie de convenciones para diferenciarse entre si, por jerarquías o tipos, más que por diferencias de materiales y formas.

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124 | C o n s t r u c c i ó n y R e c o n s t r u c c i ó n

Si, como dicen León-Portilla y Aguilera (op. cit.: 34), el virrey Mendoza

tenía relación epistolar con Alonso de Santa Cruz, no es difícil que el virrey le haya

enviado un mapa de la ciudad recién formado el Colegio de Santa Cruz. Estos

autores -siguiendo a Linné para reforzar su hipótesis sobre el origen del mapa-,

dicen que en abril de 1546 el príncipe Felipe había pedido al virrey Mendoza que se

realizaran trabajos de índole cartográfico para “ordenar mejor la administración del

virreinato” y, luego se preguntan “¿Es mucho imaginar que, en cumplimiento de la

orden del príncipe Felipe, Mendoza se dirigiera al Colegio, qué él mismo había

inaugurado, y solicitara la elaboración de nuestro mapa?” (ídem); con lo cual, llegan

a la conclusión de que fue posterior a esa fecha la hechura del mapa, en 1550. Sin

embargo, se propone una pregunta similar ¿es mucho imaginar que el mapa ya

estuviera hecho y que, en cumplimiento de la orden del príncipe, el virrey se

dirigiera al Colegio para que le dieran una copia? Después de todo, la realización del

mapa tomó bastante tiempo, pero se duda que después de cuatro años, el príncipe

siguiera esperando por algo que ordenó para un objetivo concreto.

Ahora bien, establecer la fecha precisa de elaboración del mapa, no es en sí

mismo importante, lo que interesa es contextualizar lo que se observa en el mapa

con relación a la transformación de la Ciudad de México en los primeros años de

dominio español. Si se considera que la ciudad estaba lista para poblarse dos años

después de conquistada, sólo habían pasado entre 15 y 20 años hasta el momento en

que el mapa fue elaborado, retomando la fecha que propone Calnek. Esto resulta

significativo dado que la ciudad representada en el mapa corresponde a la ciudad

construida por los conquistadores, los frailes y los indígenas, es decir, una ciudad

que, en términos generales, no era muy diferente a la que existía antes de la

Conquista, pero lo suficientemente aculturada para mostrarse diferente.

Este mapa sigue, en cierta medida, las convenciones cartográficas

prehispánicas, pero es evidente que mezcla componentes europeos que, al parecer de

León-Portilla y Aguilera, siguen el modelo renacentista. Sin embargo, debe

recordarse lo que Kubler (op. cit.), y más recientemente Equiguas (2003), dicen al

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E l M a p a d e U p p s a l a | 125

respecto del modelo renacentista, que los indígenas, probablemente, nunca

recibieron instrucción formal sobre estas ideas. De hecho, como parte de esta

investigación, se revisaron algunos mapas del siglo XVI europeo86 para encontrar

posibles similitudes con el Mapa de Uppsala y, salvo el mapa de la ciudad de

Jerusalén (Figura 15) -dibujado por Christiaan van Adrichem en 1548- y el mapa del

Cairo -dibujado por Domenico delle Greche en 1546-, ningún mapa es comparable.

En efecto, algunos animales de carga, viviendas y ciertos españoles

golpeando indígenas o, simplemente, caminando por alguno de los tantos caminos

que pueden observarse, son imágenes recurrentes, pero es curioso que muchos

mapas europeos del siglo XVI que representan ciudades, no están elaborados a ojo

de pájaro. Más aún, ¿acaso la cartografía indígena se estancó con la llegada de los

españoles? Parece que no. Los indígenas del Colegio de Santa Cruz, probablemente,

fueron instruidos por los frailes e imitaron algunos elementos de la iconografía

europea, pero el Mapa de Uppsala no se parece, como bien lo dijo Carmen Medina

(op. cit.) a ningún mapa indígena, ni a ningún mapa europeo.

86 La búsqueda de los mapas se realizó a través de Internet tratando de localizar fuentes confiables, como universidades o bibliotecas, que han digitalizado algunos mapas de Europa del siglo XVI y los han puesto en la World Wide Web (www). Algunas de estas fuentes son: The Jewish National and University Library & The Hebrew University of Jerusalem (Israel), Library of Congress Geography and Map Division (EU), Morse Library, Beloit College (EU).

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Figura 15. Mapa de la ciudad de Jerusalén Dibujado por Christiaan van Adrichem e impreso en 1584 (The Jewish National and University Library & The Hebrew University of Jerusalem, Maps of the Holy Land from the Eran Laor Collection, http://jnul.huji.ac.il/dl/maps/pal/html/).

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Capítulo 4

¿Qué es lo que SIGue?

…Un penitente soñó varias veces la invasión de los extranjeros. Los vio que entraban con grandes animales a las casas de los sacerdotes, y que dormían allí todos revueltos, hombres y bestias. Traían gallinas,

muchas gallinas, que subían a los templos y se zurraban en ellos. (Antiguos tarascos en López, 1988)

En el Capítulo anterior se trató de hacer un estudio sincrónico de los mapas para

otorgarles -al mismo tiempo- un trasfondo histórico. A continuación se muestran

algunos resultados que pudieron obtenerse a partir del estudio diacrónico de acuerdo

con la metodología propuesta aplicada al caso concreto de la Ciudad de México;

constituyen un ejemplo de aplicación de los SIG en combinación con los mapas

históricos, las fuentes escritas y las fuentes arqueológicas.

En primer lugar, se hablará sobre la distorsión y la precisión en el Mapa de

Uppsala con base en su georeferencia y una reconstrucción hipotética de la

plataforma que rodeaba al Recinto Sagrado de Tenochtitlan y al Recinto de

Tlatelolco, realizada a partir del Sistema de Información Geográfica y el estudio de

diversas fuentes arqueológicas e históricas. La reconstrucción hipotética de ambos

recintos es un producto alterno de la investigación, no obstante, permite

correlacionar algunos elementos coloniales con la traza prehispánica y permite un

mayor entendimiento del proceso de cambio que sufrió la ciudad.

Posteriormente, se describe un ejercicio de vectorización de la parte central

del Mapa de Uppsala para identificar algunos elementos arquitectónicos mostrando

un ejemplo de uso posible que resulta después del proceso de georeferencia de un

documento cartográfico –en este caso un mapa histórico-. Durante el proceso de

vectorización no sólo se georeferencia el mapa histórico, sino que pueden ser

georeferenciados diversos elementos que el mapa puede tener, con lo que se obtiene

un mayor control de los atributos que el mapa presenta.

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130 | ¿ Q u é e s l o q u e S I G u e ?

Para finalizar, se hace una comparación entre el Mapa de Uppsala y el Mapa

de Nüremberg, que trata de sintetizar lo que se aborda en este capítulo y lo que se

abordó en el Capítulo 3, retomando el proceso de aculturación y urbanización.

4.1. Distorsión y precisión: El caso del Recinto de Tlatelolco en el Mapa de

Uppsala

Una de las características principales del Mapa de Uppsala es el detalle con que

representa a la Ciudad de México -representada a una escala cercana a 1:10000-.

Este detalle no es casual, a pesar de que para Justino Fernández (Toussaint et al., op.

cit.) esté dibujado sin medida, proporción o escala y sólo sea un croquis fantasioso.

A partir de la inclusión del mapa a un Sistema de Información Geográfica, se pudo

observar que el mapa se realizó pensando en la isla donde estaba la Ciudad de

México -que para la fecha en que se realizó ya parece más bien península- y no en

los alrededores. Pareciera que la distorsión que sufre el mapa es totalmente

consciente y sólo sirve para contextualizar y ubicar la ciudad, más que para

pretender representar fielmente una realidad, aunque se haya puesto empeño en que

los pueblos, caminos y parajes estuvieran ubicados adecuadamente; en la actualidad,

resulta más fácil poner en un recuadro un mapa a mayor escala -llamado “mapa de

referencia”- que sirve para ubicar el mapa capital.

A partir del análisis se identificó que la parte central del Mapa de Uppsala -

prácticamente sin distorsión- se acopla adecuadamente al trazo del mapa base -que

es un mapa moderno de la ciudad-, considerando la ubicación de lugares conocidos,

calles que se han conservado y, en general, cualquier indicio que permitió ubicarlo

en el espacio a partir del SIG.87 Por otro lado, parece que el mapa se realizó tomando

como base diferentes puntos de observación y contrario a lo que parece, Tlatelolco

no está distorsionado espectacularmente como pensaron Toussaint et al. (op. cit.) o

Miguel León-Portilla y Carmen Aguilera (op. cit.). Según León-Portilla y Aguilera -

siguiendo a Toussaint, Linné y Donald Robertson- esta distorsión puede responder a 87 En el Sistema de Información Geográfica se incluyeron los datos geográficos más recientes: Fotografía aérea del la compañía Digital Globe de los años 2003 y 2005 y la fotografía aérea de la Compañía Mexicana de Aerofoto de los años 1934, 1938, 1939, 1946 y 1947.

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una proclamación de grandeza para ensalzar el Colegio donde fue manufacturado el

mapa “como si se quisiera poner de relieve su grandeza” (op.cit.: 31, 72). No

obstante, en un grabado francés del siglo XIX, el espacio que ocupa el atrio de la

iglesia de Santa Cruz Tlatelolco junto al antiguo Colegio, vuelve a aparecer

distorsionado con respecto al centro de la ciudad. Francamente, sería difícil creer

que los franceses tuvieran interés alguno en enaltecer este espacio que además se

corre a un costado del grabado faltando poco para que no se incluyera. De igual

forma, se ve algo similar en la imagen de la Ciudad de México pintada por Juan

Gómez de Trasmonte,88 que dada la perspectiva y elementos mostrados,

seguramente se relaciona íntimamente con el grabado francés (Figura 16).

Según las crónicas de Hernán Cortés (1980) y Bernal Díaz (1980), el mercado

de Tlatelolco era el mercado más grande que hasta entonces habían visto, por lo

cual, suponiendo que la plaza donde se ubicaba el mercado corresponde con el

espacio que en el Mapa de Uppsala -en la región de Tlatelolco- dice “mercado”, es

comprensible que este espacio sea más grande que la Plaza Mayor al centro de la

ciudad.

El hecho de que el espacio ocupado por el recinto de Tlatelolco (iglesia,

convento, colegio y mercado) sea mayor que el espacio ocupado por el centro de la

ciudad española89 no implica, necesariamente, que esté totalmente

desproporcionado. Es probable, de acuerdo con el SIG elaborado, que una de las

razones por las que se vea más grande sea que el mapa se hubiese elaborado en dos

partes y que se hubiera detallado más la parte correspondiente a la ciudad española.

88 Un interesante estudio sobre esta pintura y otras dos de Adrián Boot, lo ofrece Roberto L. Mayer (2005). Igualmente interesante es el estudio de Edgar Mejía sobre la ciudad “ideal” y “oficial” que Trasmonte quiso plasmar en su pintura (2004). 89 La ciudad se dividió en dos a partir de la conquista: la ciudad donde habitarían los españoles, delimitada por la traza, y la ciudad de los indígenas, fuera de la traza. Según las Actas de Cabildo, los estudios de Edmundo O’Gorman, así como los de Lucía Mier y Terán, a pesar de las restricciones para que los españoles habitaran exclusivamente en la traza y los indígenas fuera de ella, los grupos siempre estuvieron mezclados o, si se prefiere, el proyecto de separación nunca se llevó a cabo con éxito (Actas de Cabildo de la Ciudad de México, 1889; O’Gorman, 1938 y Mier y Terán, 2005).

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Figura 16. Grabado francés (1880), Ciudad de México según Trasmonte (1628) y Mapa de Uppsala (¿1537-1556?) De arriba a abajo: Grabado Francés de 1880 basado, probablemente, en la perspectiva de Trasmonte (autor desconocido); Forma y Levantado de la Ciudad de México (Juan Gómez de Trasmonte). Mapa de Uppsala modificado para simular la perspectiva de las otras dos imágenes. Como se puede apreciar, enmarcado en un rectángulo rojo, el espacio abierto en Tlatelolco es muy grande con respecto a cualquier otro espacio abierto en las imágenes. Compárense ambas con la imagen del Mapa de Uppsala.

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P r u e b a s y a p l i c a c i o n e s | 133

Es decir, Tlatelolco podría ser parte del marco contextual del mapa, pero en

efecto, se trató de emparejar su importancia con respecto a Tenochtitlan y por ello

conserva cierta precisión; una posible explicación sería, justamente, como sugieren

Toussaint et al. (1990) y León-Portilla y Aguilera (op. cit.), que los dibujantes eran

del Colegio de Santa Cruz, aunque no aparezca anunciado el colegio.

Si se observa el Mapa de Uppsala en la región ocupada por Tlatelolco, se

nota un recinto con forma rectangular, alargado en el eje Norte-Sur, al poniente de la

Iglesia de Santa Cruz. Si se pone atención, este espacio está enmarcado por una serie

de cuadros blancos que se parecen a aquéllos que delimitan el Recinto Sagrado de

México-Tenochtitlan en el Códice Matritense, por lo cual, puede suponerse que

estos cuadros representan una barda o muro, o inclusive, una plataforma, si se

consideran los hallazgos arqueológicos (Figura 17). Cuando se hizo la georeferencia

de este espacio de acuerdo con una reconstrucción hipotética del Recinto Sagrado de

Tlatelolco -mostrada en el siguiente apartado-, el RMS90 era tan sólo de 6 con una

deformación de primer orden. A pesar de un error RMS tan bajo, el mapa se alarga

de Este a Oeste; no obstante, la calzada Vallejo y la que va al Tepeyac, se alinean

con unos caminos del Mapa de Uppsala que corresponden a los antiguos caminos

hacia Tenayuca y hacia Tepeaquilla (Martínez, 2006 y González y Cué, 2006).

En efecto, si las inferencias sobre el tamaño del Recinto Sagrado de

Tlatelolco -a partir del SIG y la información arqueológica e histórica- son correctas,

se puede pensar que el espacio cercado que aparece en el Mapa de Uppsala

corresponde al recinto ceremonial antiguo, y de ser así, es otra evidencia de que no

está exageradamente desproporcionado este espacio en el mapa. Ciertamente, el

mapa en esta región está desproporcionado con respecto al tamaño real que pudo

tener; pero el tamaño que muestra en el Mapa de Uppsala es directamente

proporcional al tamaño que pudo haber ocupado el Recinto Sagrado de Tenochtitlan, 90 Los desfases entre el mapa base y el dato raster -perceptibles a través de los puntos de control- son medidos por la herramienta georeferencing, interpretados como errores o residuos y computados tomando la suma de la raíz cuadrada media -RMS por sus siglas en inglés, Root Mean Square- de todos los “residuos”, obteniendo el error RMS (Gregory, 2006 y ESRI, op. cit.). Este valor indica la consistencia de los datos.

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Figura 17. Recinto Sagrado de Tlatelolco Se debe advertir que no todo el marco que rodea la Iglesia tiene el mismo motivo, de hecho sólo el que está debajo de la iglesia tiene la trama de rectángulos y lo demás está liso. Llama la atención que no tiene entrada al frente de la iglesia.

como si los dibujantes del Colegio de Santa Cruz Tlatelolco quisieran darle a

Tlatelolco la misma importancia que a Tenochtitlan, aún cuando el trazo de esta

región pudo no ser fundamental para los fines del mapa.

Resulta interesante que la proporción con que está dibujado el recinto de

Tlatelolco corresponde con el espacio que se ha asignado al Recinto Sagrado de

Tenochtitlan. Si los cálculos son correctos y el recinto de Tlatelolco mide 260

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metros, aproximadamente, por lado91 -tomando como referencia el eje mayor del

recinto de Tenochtitlan de 378 metros, aproximadamente-, la diferencia entre ambos

recintos serían tan sólo del 40% y no, como aseguran León-Portilla y Aguilera (op.

cit.), hasta 4 veces más grande con respecto al centro de la Ciudad de México.

Ambos autores consideran que los límites del Recinto Sagrado de Tenochtitlan, se

ubican entre las calles de Guatemala y Corregidora -de Norte a Sur- y las calles de

Palma y Correo Mayor -de Oeste a Este-; sin embargo, el espacio que puede

compararse con el recinto de Tlatelolco debe corresponder con el Recinto Sagrado

de Tenochtitlan para que sea comparable. Dicho de otro modo, este espacio debe

compararse desde los recintos ceremoniales, porque la evidencia arqueológica y

cartográfica, hace suponer que el atrio de la Iglesia de Santa Cruz Tlatelolco

correspondía con el Recinto Ceremonial de Tlatelolco, de ahí que en varios mapas y

vistas de la Ciudad de México donde aparece Tlatelolco, representen este espacio

tan grande, porque de hecho lo era.

Para comparar ambos espacios en el Mapa de Uppsala se copió una imagen

del recinto tlatelolca y se montó sobre el espacio que se propone como el ocupado

por el Recinto Sagrado de México-Tenochtitlan (Figura 18). Sorprendentemente, sin

ningún tipo de deformación -exceptuando la que resulta de rotar una imagen con un

programa de cómputo- los límites de este espacio coincidieron casi a la perfección,

lo cual lleva a suponer que el dibujante del mapa deformó la imagen a propósito,

para hacer a Tlatelolco tan grande como Tenochtitlan, pero conservando las

proporciones reales del recinto tlatelolca, como resaltando su importancia histórica y

cultural -como suponen Toussaint et al.(op. cit.) y León-Portilla y Aguilera (op.cit.),

es decir, sí aumentan la escala del Recinto Sagrado de Tlatelolco y del mercado,

pero no exageradamente, sino emparejando este recinto con el de Tenochtitlan.

91 Cabe mencionar que la orientación de dicho recinto, siguiendo la plataforma Este, coincide con la orientación de la ciudad de Teotihuacan, a diferencia del recinto de Tenochtitlan que está orientada 7 grados al Oeste, aproximadamente, con respecto a Teotihuacan. Es decir, Tenochtitlan tiene una desviación con respecto al Norte real de 7°, mientras que Tlatelolco tiene una desviación, según la plataforma oriente del Recinto Ceremonial, de 14°, igual que Teotihuacan.

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Figura 18. Comparación entre los recintos sagrados de Tlatelolco y Tenochtitlan en el Mapa de Uppsala. Arriba, la comparación que se hizo a partir del área que ocupa el Recinto Sagrado de México-Tenochtitlan, marcado en naranja. Abajo, la comparación que hacen León-Portilla y Aguilera.

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P r u e b a s y a p l i c a c i o n e s | 137

4.1.1. Reconstrucción de la plataforma que rodeaba al Recinto Sagrado de Tenochtitlan: coatepantli.

A partir del estudio de los mapas de Nüremberg y de Uppsala, y tomando en

consideración los hallazgos arqueológicos en el Recinto Sagrado de Tenochtitlan

junto con algunos documentos históricos, se propone una reconstrucción de la

plataforma que rodeaba al Recinto Sagrado de Tenochtitlan, con la finalidad de

entender parte del proceso de construcción de la ciudad novohispana, cómo se

organizó espacialmente la ciudad durante el proceso de aculturación y cómo se

configuró el espacio desde el urbanismo indígena y la arquitectura española.

Gracias a los recientes hallazgos arqueológicos, puede afirmarse que

Tlatelolco y Tenochtitlan -como ciudades gemelas- no sólo compartían una historia

en común. Salvador Guilliem -en el artículo “Tlatelolco: espejo de Tenochtitlan”

(2006)-, hace una comparación entre ambos lugares con base en los monumentos

que han podido ser identificados en los recintos sagrados de cada sitio. Salvador

Guilliem -retomando los datos proporcionados por Matos Moctezuma- afirma que el

recinto ceremonial de Tlatelolco tiene la misma proporción que el recinto

ceremonial de Tenochtitlan, sólo que es más reducido (

Tabla 2). Si se toman como ciertos los datos aproximados de ambos recintos,

según Matos, López Lujan y Guillem, el recinto ceremonial de Tlatelolco sólo es

0.16±0.02 veces más pequeño que el de Tenochtitlan. Sin embargo, José Álvaro

Barrera Rivera (2006), propone otras medidas para el recinto de Tenochtitlan,

reduciendo sus medidas un 11%, aproximadamente (440x380m). Esta medida, sin

embargo, corresponde al interior del recinto y, por lo tanto, se tendría que añadir el

ancho de la plataforma que, según el SIG y un recorrido de superficie somero, tiene

un promedio de 30±1 m al oriente de Templo Mayor.92 Por lo tanto, suponiendo que

este ancho se mantiene a lo largo de toda la plataforma, las medidas al exterior del

92 Tomando como medida la plataforma mejor conservada porque hay indicios de otra que, según Barrera Rivera, tendría hasta 41 metros de ancho (Barrera Rivera, 2006).

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recinto serían de, aproximadamente, 470x410m, o sea, 20m de diferencia en el eje

Norte-Sur y 50m en el eje oriente-poniente, según las medidas proporcionadas por

Matos-Luján-Guilliem.

Tabla 2. Medidas aproximadas de los recintos sagrados de Tenochtitlan y Tlatelolco, según

Matos-Luján-Guilliem

Tlatelolco Tenochtitlan Escala Redondeo Diferencia en metros

Largo (m)

Norte a Sur 390 460 1:1.1794487 1.18

Variación de 7.4 metros a lo

ancho Ancho (m)

Este a Oeste 372 430 1:1.1559 1.16

Variación de 7.9 metros a lo

largo

Dicho lo anterior, y con base en el SIG, parece que las medidas que proponen

Matos-Luján-Guilliem son exageradas, porque del centro del Templo Mayor de

Tlatelolco al inicio de la plataforma en la parte interna al recinto hay una distancia

aproximada de 100m, y si el recinto de Tlatelolco es parecido al de Tenochtitlan

pero más reducido, es muy probable que la plataforma no sea mayor a los 30m de

ancho. Por tal motivo, y suponiendo que el Templo Mayor de Tlatelolco estaba al

centro del recinto en el eje Norte-Sur, si se suman 100m desde el centro del templo

hacia el Sur, donde posiblemente esté el inicio de la plataforma Sur, más otros 30m

de ancho, entonces, resultaría un total de 260m de largo en el eje Norte-Sur, casi

200m menos que la propuesta mencionada. Curiosamente, el edificio del IMSS -

alargado de Este a Oeste- se encuentra sobre lo que sería la plataforma Norte del

recinto ceremonial. De igual forma, al Oeste del Templo Mayor, cruzando la

avenida Eje Central, se encuentra otro edificio alargado, sólo que de Norte a Sur; si

se hacen corresponder las medidas del recinto de 260m, este edificio estaría sobre la

plataforma Oeste a 170m, aproximadamente, del centro del Templo Mayor. Estos

dos edificios parecerían dibujar los límites Norte y Oeste, respectivamente, del

antiguo Recinto Sagrado de México-Tlatelolco. Desgraciadamente, sólo una

excavación arqueológica podría confirmar esta suposición (Figura 19)

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P r u e b a s y a p l i c a c i o n e s | 139

Por otro lado, una tercer propuesta para las medidas del Recinto Sagrado de

Tenochtitlan la enuncia William Sanders (2006), y se basa en el plano de Ignacio

Marquina, algunas fuentes históricas -como el esquema de Templo Mayor que

aparece en el folio 269r del Códice Matritense- y las excavaciones recientes en

Templo Mayor. En esta propuesta, Sanders deja entrever que el recinto ceremonial

abarcaba una superficie similar a la propuesta por Marquina, aunque al Sur el límite

lo marcaba la calle de Moneda, cuyo ancho puede estar delineado por la plataforma.

Sin embargo, a raíz de las excavaciones en el Centro Histórico desde la creación del

Figura 19. Recinto Sagrado de Tlatelolco. El punto negro al centro del recinto, donde se cruzan dos líneas continuas negras, representa el centro del Templo Mayor de Tlatelolco. Nótese cómo ha sufrido alteraciones la plataforma Norte y, prácticamente, la figura geométrica del recinto se ha perdido (líneas naranjas).

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140 | ¿ Q u é e s l o q u e S I G u e ?

Programa de Arqueología Urbana (PAU) en 1991, ahora se puede afirmar que el

límite oriental del Recinto Sagrado, a diferencia del que propuso Marquina¸ no

llegaba hasta la calle de Correo Mayor (Barrera Rivera, 2006 y Barrera Rodríguez,

2006).93 Sanders no precisa ni los límites de la plataforma, ni establece una medida

en particular; sin embargo, lo interesante de su propuesta es que compara la

plataforma del Recinto Sagrado de Tenochtitlan con la plataforma que rodea el

recinto denominado La Ciudadela en Teotihuacan (Sanders, 2006).

A principios de los noventa se descubrió una parte de la plataforma que

delimitaba el recinto al Este del Templo Mayor, la cual corre de Norte a Sur y se

pierde debajo de la calle Licenciado Verdad. Los edificios que se encuentran a lo

largo de la calle, cuya fachada apunta al poniente, marcan el límite exterior del

recinto, lo cual explicaría el desplome del edificio de Santa Teresa la Antigua, ya

que se asienta en el filo de la plataforma prehispánica (Barrera Rivera, 2006). Al

descubrirse esta plataforma, se descartó la presencia de un muro que rodeaba el

Recinto Sagrado -el famoso Coatepantli (Barrera Rodríguez, 2006)- que puede estar

representado de forma estilizada o simbólica por medio de esta plataforma. De

hecho, como dice Sanders, la descripción de un muro por parte de cronistas y

conquistadores pudo deberse a que visto desde fuera, daba la impresión de que un

muro lo rodeaba, porque, -como en Teotihuacan- los templos o edificios que estaban

sobre la plataforma pudieron tener grandes paredes entre ellos (Sanders, 2006). El

PAU arrojó un dato que, probablemente, apoye la propuesta de Sanders ya que una

excavación en el Palacio de la Autonomía Universitaria descubrió un muro sobre

una banqueta encima de la plataforma (Barrera Rodríguez, 2006)

Sobre las similitudes entre esta plataforma que enmarca el Recinto Sagrado

de Tenochtitlan y La Ciudadela en Teotihuacan, se pueden mencionar los siguientes

datos: Durante el gobierno de Moctezuma Ilhuicamina, con Tlacaelel como

cihuacóatl o consejero y Nezahualcóyotl como el genio detrás de las obras de

ingeniería, la ciudad de Tenochtitlan se reconstruye casi en su totalidad, sobre todo

en la parte central. Es en este periodo cuando se construyen las llamadas Casas

Viejas de Moctezuma (que delimitaban el Recinto Sagrado de Tenochtitlan hacia el 93 Según Raúl Barrera Rodríguez, desde las excavaciones de 1978-1982 ya se suponía esto.

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P r u e b a s y a p l i c a c i o n e s | 141

poniente), se construye “esa gran plaza rodeada por la muralla de serpientes” o

coatepantli y quizá también se haya modificado la posición del tianguis, que desde

entonces ocuparía un lugar al Sur del Recinto Sagrado, donde actualmente es la

Plaza de la Constitución -popularmente conocida como Zócalo- (Lombardo, 1973).

A partir del ascenso al poder de Moctezuma Ilhuicamina, en 1440, es que los

mexicas comienzan a depositar antigüedades en el Recinto Sagrado de Tenochtitlan

y antes de su llegada, con Itzcóatl, se habían quemado los libros antiguos de historia

como para borrar el pasado oscuro de los mexicas y después de eso, comenzar a

reinterpretarlo (Luján, 1988):

Ese rescate de una tradición extinta debe entenderse como una de tantas estrategias esgrimidas por la nobleza mexica para sustentar ante propios y extraños, y ante mortales y dioses, su posición dominante[…]

Los mexicas rescataron un pasado que nunca fue suyo. Estos “advenedizos” de la Cuenca hicieron así de su presencia un suceso menos contingente y su lugar en el cosmos apareció menos arbitrario para los vecinos. Al final de cuentas, la filiación mítica con los constructores de Teotihuacan los despojaba de todo anonimato, así como su descendencia indirecta del pueblo tolteca los hacía sentir que pertenecían a un mundo de que se habían adueñado (Luján, 1988: 50-51)

Dados los nexos con Teotihuacan en la época en que se reconstruye

Tenochtitlan y adquiere la forma que los españoles encontraron años más tarde, no

es difícil que la plataforma que rodeaba al Recinto Sagrado de México-Tenoctitlan

se pareciera a la que puede observarse en la actualidad en Teotihuacan, en el espacio

denominado La Ciudadela, después de todo, estaban copiando modelos. Si los

mexicas copiaron el modelo teotihuacano para diseñar el Recinto Sagrado de

Tenochtitlan, entonces explicaría que hacia el poniente del recinto, no se muestre

claramente una desnivelación en el terreno en comparación con los desniveles hacia

el Oriente, tal y como lo mostró un topografía de la zona que se realizó entre el 27

de mayo y el 3 de junio de 2007 a cargo del Dr. Gerardo Gutiérrez Mendoza -con la

participación de los arqueólogos Alfredo Vera Rivera y Juana Mitzi Serrano Rivero-

y como también puede observarse con el modelo de elevación digital elaborado por

la NASA a través de la Shuttle Radar Topography Mission porque, como se observa,

en La Ciudadela o en la Pirámide de Sol, en Teotihuacan, la plataforma era menos

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142 | ¿ Q u é e s l o q u e S I G u e ?

alta hacia el poniente. En este sentido, no parece una coincidencia que en el Mapa

de Nüremberg se haga una distinción hacia el poniente de la plataforma, mostrando

dos líneas que cortan la continuidad del recinto hacia el Norte y hacia el Sur; como

si la plataforma hubiera sido diferente justamente hacia el poniente (Figura 20).

Figura 20. Plataforma del Recinto Sagrado de Tenochtitlan según el Mapa de Nüremberg

Por otro lado, en la Figura 21, se muestran dos imágenes que tratan de

mostrar la semejanza entre las plataformas que rodean la Ciudadela y la Pirámide

del Sol en Teotihuacan, con la plataforma del Recinto Sagrado de Tenochtitlan. En

primer lugar se muestra una imagen del Centro Histórico con la imagen sobrepuesta

de La Ciudadela, tratando de emparejar el Templo de Quetzacóatl con el Templo

Mayor de Tenochtitlan, según las excavaciones del Proyecto Templo Mayor (cuadro

naranja). Debajo de esta imagen, está una sobreposición del recinto que rodea la

Pirámide del Sol sobre el Centro Histórico, en este caso, haciendo coincidir el lado

oriente de la plataforma del Recinto Sagrado de Tenochtitlan, según la propuesta de

esta investigación (polígono amarillo), con el lado oriente de la plataforma del

recinto de la Pirámide del Sol, cuyo centro se alinea con la calle de Guatemala para

hacerlo coincidir con el centro del Templo Mayor. El área del Recinto Ceremonial

en Tenochtitlan, retomando la propuesta de José Álvaro Barrera Rivera y según el

planteamiento de esta investigación, es más parecida en medidas y proporciones al

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P r u e b a s y a p l i c a c i o n e s | 143

recinto de la Pirámide del Sol, incluyendo el ancho de la plataforma, aunque

probablemente la plataforma del recinto de Tenochtitlan, tuviera edificios como los

que se observan en La Ciudadela.

Figura 21. Teotihuacan en Tenochtitlan

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Ahora bien, con base en la topografía que se hizo en 2007, un pequeño

recorrido de superficie realizado el 5 de octubre de 2008 – cuya área de estudio fue

delimitada por las capillas de los barrios antiguos de Tenochtitlan (San María

Cuepopan, San Sebastián Xolalpan, San Pablo Zoquiapan y San Juan Moyotlan)- y

el análisis de los planos y mapas que se disponen, se formuló la propuesta sobre la

extensión del Recinto Sagrado de México-Tenochtitlan, y sobre la cual ya se ha

hecho mención en los apartados anteriores.

Los límites de la plataforma, estarían definidos, en principio, por los edificios

que existían en época prehispánica y que colindaban con el Recinto: al Sur, el

recinto delimitaba con las Casas Nuevas de Moctezuma, que después de que se

conquistó Tenochtitlan, se convirtieron en las Casas Nuevas de Cortés94; también al

Sur, el Recinto delimitaba con la plaza que hasta donde se sabe, no ha cambiado su

tamaño, aunque actualmente se conoce como Plaza de la Constitución; al poniente,

delimitaba con las Casas Viejas de Moctezuma o Palacio de Axayácatl, que se

convirtió en las Casas del Ayuntamiento y actualmente es parte del Monte de

Piedad. Se debe hacer notar, que el límite del Recinto lo marcan los locales y no los

portales que fueron construidos posteriormente; Hacia el Norte no se puede precisar

alguna edificación prehispánica salvo la Casa de Cuauhtémoc, que posiblemente

ocupó parte de la Plazuela de Santo Domingo, entre las calles de República de Cuba

y República de Brasil (véase Toussaint et al, op. cit.; Linné, 1948); el límite oriente,

coincide con la calle Licenciado Verdad según las excavaciones de 1991 del PAU.

Según el software ArcMap, la plataforma oriente tiene un ancho promedio de

35 metros, que pudieron medirse en el plano de las excavaciones que se muestra

afuera del sitio arqueológico Templo Mayor y que corresponde al Plano General del

Proyecto Templo Mayor (Luján, 2006: Tomo II). En este plano se pueden observar

94 El límite norte de las Casas de Cortés llegaban, aproximadamente, hasta la parte sur de los patios marianos, a 160 metros de la calle Corregidora; no abarcaban toda la superficie que actualmente ocupa el Palacio Nacional, de hecho, en un plano de 1562 –Plaza Mayor de México en 1562 (tomado de Serrera, 2006)-, en el lugar que posteriormente ocuparían los patios marianos, o sea, la esquina norponiente del Palacio Nacional actual, se lee una leyenda que dice “solares para labrar”, y es que el área está completamente vacía según el plano (SHCP, 1974 y SHCP, 2005).

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dos plataformas, una de las cuales, la mejor conservada, mide sólo 30 metros. La

otra plataforma y que parece ser posterior, es la que mediría hasta 35 metros, pero

sólo pueden identificarse los desplantes al interior del recinto, a unos 10 metros de la

plataforma sobre la que desplanta el Templo Mayor.

Hacia el Sur, como se había dicho, el límite del recinto lo marcan las Casas

Nuevas de Moctezuma o Casas Nuevas de Cortés. Como puede observarse en las

Figura 22 y Figura 23, con líneas punteadas moradas, el espacio que ocupaban las

Casas Nuevas de Cortés era menor que el espacio que actualmente ocupa Palacio

Nacional, lo cual se sabe, en parte, gracias a un mapa de 1562 que se conserva en el

Archivo General de Indias y que muestra la Plaza Mayor de México y sus

alrededores. En cierta medida, esto explicaría que la plataforma oriente del Recinto

Sagrado, se meta en Palacio Nacional casi 35 metros, después de los patios

marianos, sin embargo, se dice que en este espacio había suelo cenagoso y

dificultaba la cimentación (SHCP, 1976), por lo que la existencia de la plataforma

en este punto se podría poner en duda, empero, los estudios de Barrera Rivera

(2006), permiten afirmar que la plataforma si se metía hasta finalizar los patios

marianos. Por otro lado, si bien el límite lo marcan las Casas Nuevas de Cortés, se

dejó un pequeño espacio entre el Recinto y las Casas, de 15±1 metros,95 suponiendo

que entre ambas edificaciones existiera un espacio libre -como la calle que se

observa al lado de la “Casa del Marqués” o Casas Nuevas de Cortés en el Mapa de

Uppsala-.

Los límites del recinto hacia el Norte, se sacaron de forma similar a como

Barrera Rivera (2006) sacó los límites que él propone. Se proyectaron

simétricamente los límites conocidos del Sur hacia el Norte, a partir del centro del

recinto, marcado por el Templo Mayor. Obviamente, partiendo de la idea de que el

recinto era simétrico y que el Templo Mayor estaba ubicado al centro del mismo en

el eje Norte-Sur, y corrido hacia el Este, en el eje Este-Oeste.

95 Medida aproximada de la acequia en el mapa de 1562 según SIG y que corresponde al ancho de la calle de Corregidora a la altura de Palacio Nacional.

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Figura 22. Reconstrucción hipotética del Recinto Sagrado de Tenochtitlan

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Ahora bien, la parte superior de la plataforma se pudo utilizar como guía y

nivel de las calles que recorre, como en el caso de la calle Licenciado Verdad, cuya

nivelación y orientación está marcada por la plataforma Este del Recinto, según

revelan las excavaciones en el Palacio de la Autonomía Universitaria (Barrera

Rodríguez, 2006:283-288). Hacia el poniente, el espacio que hay entre la antigua

Catedral y las Casas Viejas, según el mapa de 1562, corresponde con el ancho de la

plataforma y al mismo tiempo con el ancho de la calle (Figura 23). De igual forma,

hacia el norte, la plataforma pudo servir como base de la calle que actualmente se

conoce como República de Cuba. Cabe apuntar que, según la configuración urbana

actual, la plataforma se mete aproximadamente 15 metros por debajo de las

construcciones, no obstante, la ciudad ha sufrido diferentes modificaciones a lo

largo de su historia y tanto el ensanchamiento como el adelgazamiento de las calles

ha sido común, según lo revela el SIG que se que se elaboró, por lo que algunas

veces, el ancho de la plataforma pudo abarcar -en un principio- toda la calle y luego,

los edificios que se fueron construyendo utilizaron parte de la plataforma como base

de su cimentación.

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Figura 23. El mapa de la Plaza Mayor de México de 1562 Nótese el espacio vacío al norte de las Casas Nuevas según el mapa de la Plaza Mayor de México de 1562 (tomado de Serrera, 2006: 247, Archivo General de Indias, Sevilla).

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Aunque puede ser evidente la relación que se hace entre la plataforma y las

calles, según los límites propuestos del Recinto Sagrado de Tenochtitlan, no es tan

evidente que los basamentos prehispánicos hayan sido utilizados para soportar las

edificaciones hispanas; pero el hecho de que las excavaciones arqueológicas

localicen los pisos de estos basamentos y en algunas ocasiones, los postes de

cimentación clavados en ellos, hacen suponer que así fue como se construyó la

ciudad novohispana. La evidencia más tangible de que la base de los edificios

prehispánicos se utilizó para soportar las edificaciones hispanas es, eventualmente,

el hallazgo de vestigios arqueológicos in situ y semicompletos, seña evidente de que

la ciudad prehispánica no se destruyó por completo Una fotografía que fue tomada

cuando estaba siendo excavada la Casa de las Águilas habla por sí sola; las

columnas de origen español, que demarcan un patio de Oeste a Este y que están

sobre el basamento prehispánico de la Casa, parece que no sólo están ocupando la

base del edificio mexica, sino además, las escaleras que daban acceso al mismo. Es

decir, están reutilizando el edificio de manera funcional y práctica: las escaleras

darían acceso al patio y, el basamento, soporte al nuevo edificio (Figura 24).

Figura 24. Basamento de la Casa de las Águilas. Nótense las bases de las columnas sobre el basamento y su orientación, correspondiendo con la orientación de las escaleras de acceso de la Casa de las Águilas (tomada de Luján, 2006).

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4.2. Georeferencia y vectorización: Transformando el Mapa de Uppsala al

lenguaje de los SIG

A partir del proceso de georeferencia se pudo notar que el Mapa de Uppsala resultó

tener un alto grado de precisión; posteriormente, una vez que se referenció

espacialmente, pudo compararse con otras capas de información o estratos

cartográficos por medio de un Sistema de Información Geográfica. Una vez

georeferenciado fue factible realizar otro tipo de análisis más allá del comparativo.

La complejidad espacial e iconográfica que muestra el mapa, difícilmente podría ser

analizada espacialmente si no se simplifica. En el Capítulo 2, se habló sobre el

supuesto de que cada cosa en el mundo puede clasificarse a partir de sus atributos y,

con ello, una realidad tan compleja como la que muestra el Mapa de Uppsala se

podría abstraer y reducir a vectores.

Tabla 3. Número de elementos descritos en el Mapa de Uppsala a partir de su forma

Nombre de la forma

Número de formas por tipo

Acequia 13 Albarrada 4 Atrio 2 Barda 1 Calle 19 Calzada 4 Casa 35 Convento 3 Cruz 1 Cuerpo de Agua 3 Fortaleza 1 Fuente 1 Manzana 1 Palacio 3 Plaza 3 Templo 14 (en blanco)

Total general 108

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Con el fin de simplificar el mapa y analizarlo con más detenimiento, diversos

elementos urbanos y arquitectónicos que se muestran en el mismo fueron

redibujados como polígonos -por medio del software ArcMap de ESRI- con el fin de

poder discriminarlos a partir de su forma.96 Después de vectorizar el elemento por su

forma, se describieron algunos de sus atributos según el método sugerido y

propuesto por Patiño (1994; Comunicación personal, 2008) y se incorporaron a la

base de datos relacionada con el archivo de vectores. Se describieron un total de 108

elementos y se identificaron 17 formas diferentes (Tabla 3). Para la realización de la

base de datos, se utilizaron las descripciones del Mapa de Uppsala de Toussaint et

al. (1990) y Linné (1948). También se recurrió a la base de datos que elaboró Mier y

Terán (2005) sobre el otorgamiento de solares en la Ciudad de México de 1524 a

1536, el artículo de Calnek (2003) sobre los barrios de Tenochtitlan y Tlatelolco, así

como al mapa de localización de solares de conquistadores que elaboró Ana Rita

Valero de García Lascurain (1991). Los atributos que se otorgaron a cada elemento

permiten tener un control de cada rasgo por medio del SIG pues se puede localizar

cualquier atributo de forma sencilla y dinámica. Incluso es posible hacer mapas

coropléticos a partir de los valores únicos que se describieron (en la Tabla 4 se

muestra un esquema de la base de datos).

Cabe decir que la base de datos podría crecer y extenderse hacia los

elementos que se localizan fuera del área urbana, sin embargo, dado que esta parte

del mapa no pudo ser georeferenciada, los polígonos de estos elementos suburbanos

no estarían georeferenciados y sólo servirían para ubicarlos con relación al dibujo

pero no en correspondencia con el geoide. Por tal motivo y porque rebasaba los

límites de esta investigación, se decidió construir la base de datos únicamente de los

elementos que están dentro de la zona urbana del mapa, en especial aquéllos que se

pudieran identificar y otorgarles algún nombre -con base en las fuentes que se

enunciaron- y cuya descripción pudiera ser clara. Los elementos que se ven borrosos

96 En el Anexo se encuentra una imagen del Mapa de Uppsala donde se indican los elementos clasificados.

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o que son iguales y están dispersos, no fueron clasificados porque difícilmente se

podría establecer una relación espacial con mapas posteriores. Para el caso del mapa

en cuestión fueron clasificados diferentes atributos con el fin de elaborar una base de

datos relacional (objeto-atributos) que permitiera tener un control de algunos

elementos que se identificaron en el mapa y otros que se consideró necesario

clasificar por representar un rasgo sui generis. Los elementos que fueron descritos y

que se incluyeron en la base de datos se muestran en la Tabla 5 (la base de datos

completa se incluye en el Disco Compacto).

Tabla 4. Esquema de la base de datos

-Función probable -Notas

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Finalmente, en la Tabla 5 se especifica cada campo de la base de datos. Hacer

este ejercicio permitió hacer un reconocimiento general de los diversos elementos en

el Mapa de Uppsala y se observaron rasgos que pueden servir para futuras

investigaciones.

Tabla 5. Significado de cada encabezado para la base de datos

ID Identificador único de cada elemento NOMBRE Nombre del elemento con base en Toussaint et al

(1990), Calnek (2003), Mier y Terán (2005), entre otros.

REFPREHIS Referencia con algún elemento prehispánico con base en Toussaint et al (1990), Calnek (2003), entre otros.

FORMAGEN Forma General del Elemento Arquitectónico (Ver Tabla 3)

ORIENTA Orientación del elemento según la fachada. En el caso de calles y acequias se especifican los puntos cardinales en que corren, por ejemplo, Norte-Sur.

ACCESOS Número de accesos ACCESTIP Tipo de acceso (e.g. arco, cuadrado) ARCOS Número de arcos COLUMNAS Número de columnas TORRES Número de torres REMATE Tipo de Remate (e.g. chapitel, bóveda, almenas) TECHO Tipo de techo (e. g. Dos aguas, Cuatro aguas, Teja,

Tejamanil, Vigas, Terrado) CRUZ El elemento tiene cruz (Si -1- o No -0-) ATRIO El elemento tiene atrio (Si -1- o No -0-) BANQUETA El elemento tiene banqueta (Si -1- o No -0-) CHALCHIS El elemento tiene chalchihuites (Si -1- o No -0-) NumChal Número de Chalchihuites COLOR Color general del elemento MATERIAL Clase de Material (e. g. Piedra, madera, paja) TIPO Tipo de material (e. g. empedrado, apisonado, tapial,

sillar, sillerejo, mampostería) FUNC_PROB Función Probable (normalmente coincide con la

forma) Notas Notas adicionales

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154 | ¿ Q u é e s l o q u e S I G u e ?

Al desarrollar el Sistema de Información Geográfica -en especial la

georeferencia del Mapa de Uppsala y su vectorización- se observaron diversos

detalles que lamentablemente no han podido ser estudiados en esta tesis porque

rebasaba sobremanera los límites de la investigación;97 gracias al ejercicio de

georeferencia y elaboración de vectores, es posible realizar otro tipo de análisis que

podrían irse refinando conforme se perfecciona la base de datos.

Figura 25. Detalle de la “Casa del Marqués” en el Mapa de Uppsala.

Nótese el edificio con tres columnas sin arcos -acceso cuadrado-, similar al tecpan calli.

En el Anexo se muestran algunos mapas que se pueden desarrollar gracias al

SIG. Estos mapas sólo son un ejemplo de uso de las bases de datos en combinación

con los datos vectoriales, el Mapa de Uppsala georeferenciado y el modelo de

elevación digital de la Shuttle Radar Topography Mission (SRTM). En esta serie de

mapas se discriminaron diversos tipos de atributos a partir de la forma general que

se les asignó -e.g. agua, calles, casas-; como podrá observarse, el núcleo urbano de

la Ciudad de México se ubica sobre la parte más elevada de la ciudad actual según la

ubicación de los edificios en el Mapa de Uppsala con relación al modelo de la

SRTM98 y, por otro lado, los elementos urbanos -como calles y acequias- se

97 Como ejemplo, puede observarse la Figura 25, que muestra un acercamiento a la Casa del Marqués, donde se aprecia un edificio con tres columnas, similar al del tecpan calli de Moctezuma del Mapa de Nüremberg o al de Tenochtitlan del Códice Osuna (ver Figura 13. El Palacio de Moctezuma en el Mapa de Nüremberg) 98 En los mapas se ven unos manchones blancos que están en la parte del centro de la ciudad y en el

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P r u e b a s y a p l i c a c i o n e s | 155

distribuyen con relación a esta topografía. Por ejemplo, en la Figura 26 puede verse

que en la parte más elevada del centro de la ciudad no pasan acequias, como si la

topografía hubiese sido decisiva para que el agua fluyera de forma natural o

inclusive, podría ser que las acequias se convirtieran en canales subterráneos.

Figura 26. Acequias y Cuerpos de Agua en el Mapa de Uppsala.

recinto de Tlatelolco; estos manchones corresponderían a las partes más elevadas y probablemente indiquen la presencia de las islas originales donde se asentaron los mexicas.

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156 | ¿ Q u é e s l o q u e S I G u e ?

Aunque la forma de darle sentido a los datos que se despliegan en la pantalla

de una computadora puede ser prácticamente ilimitada, en este trabajo sólo se

utilizaron para tratar de conocer más de cerca el mapa y examinar diversos

elementos de la iconografía prehispánica y, eventualmente, algunos rasgos que se

consideraron importantes se retomaron para apoyar algunos argumentos que pueden

encontrarse a lo largo de la tesis; en este sentido, gracias al análisis arqueo-

arquitectónico que se hizo, se puede sugerir que la presencia de chalchihuites en

casas con jambas y dintel y/o en casas con techo terrado o tejamanil y/o accesos

cuadrados en el centro de la ciudad -en la traza- podrían ser un indicio de la

presencia de indígenas en el centro y puede creerse que su influencia en los asuntos

de gobierno resultaba fundamental en la construcción de la nueva ciudad, por ello se

permitía que tuvieran construcciones dentro del espacio que se supone estaba

destinado exclusivamente para los españoles.

En las páginas siguientes se aborda de forma sintética la presencia de

chalchihuites en el centro de la ciudad; gracias al SIG se podría hacer un análisis

minucioso sobre los elementos que se observan en el mapa, sin embargo, dados los

objetivos de esta investigación sólo se hizo énfasis en los chalchihuites. En el Disco

Compacto se encuentra una copia de los mapas y el archivo de vectores junto con su

base de datos para que se puedan hacer análisis alternos.

4.2.1 La representación de chalchihuites en el Mapa de Uppsala

Una de las representaciones importantes en las fachadas de algunos edificios dentro

del Mapa de Uppsala son unos círculos conocidos como chalchihuites; su

importancia radica en que se han interpretado como un elemento característico de la

iconografía prehispánica utilizado para denotar grandeza y alto estatus (Kiracofe,

1995; León-Portilla y Aguilera, op.cit.; Evans, 2005). Su representación en el centro

de la ciudad podría indicar la presencia de nobles indígenas o edificios con

funciones de gobierno que los tlacuilos del Colegio de Santa Cruz Tlatelolco

consideraron importantes. León-Portilla y Aguilera, mencionan que los “discos o

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P r u e b a s y a p l i c a c i o n e s | 157

anillos al modo de los que se ven en palacios y otras edificaciones prehispánicas”

(op. cit.: 73), contrastan con las glosas escritas en caracteres latinos, los edificios

españoles y con una veleta con la figura de un gallo (ídem). Aunque nadie puede

saber con certeza lo que estos discos quisieron comunicar, James B. Kiracofe

(1995), propone que pudieron expresar significados fácilmente reconocidos por

aquellos iniciados en el entendimiento de ese complejo sistema simbólico. En todo

el Mapa de Uppsala, Susan Toby Evans identificó 72 edificios residenciales o

administrativos con chalchihuites de los cuales, 62 tienen un “estilo nativo” y sólo

10 un “estilo europeo” (Evans, 2005). Según Evans, estos símbolos pudieron ser

dibujados por los pintores del Colegio de Tlatelolco para representar edificios o

lugares importantes, edificios con funciones de gobierno español e indígena, o

edificios de personas importantes o con poder, como caciques indígenas o

gobernadores, por ejemplo.

La existencia de este símbolo dentro de la traza española podría ser otro

indicio de la presencia indígena en el centro de la ciudad y, es probable, que algunos

de estos indígenas tuvieran injerencia para las cuestiones de gobierno y obras

públicas. Como señaló O’Gorman, los españoles y los indígenas siempre estuvieron

juntos, de hecho, algunos españoles -en los primeros años de Colonia- se casaban

con hijas de indios de condición noble y ricos “con el objeto de adquirir derechos

del señorío indígena” (O’Gorman, 1938: 793). Por lo tanto, no es difícil pensar que

algunas casas con discos dentro de la traza, estén ocupadas por indígenas o por

españoles casados con indígenas o incluso con cacicas -como la de Teposcolula, que

decoró su casa precisamente con estos motivos- (Kiracofe, 1995). Además, llama la

atención que, en la calle de Guatemala, anteriormente conocida como “la calle que

va a las Atarazanas” -justo donde se descubrió el Templo Mayor de Tenochtitlan-

aparezcan dos edificios paralelos con esta decoración. Los dueños de estos espacios,

hasta donde se sabe (Valero, 1990; Mier y Terán, 2005; Luján, 2006: Tomo 1), sólo

eran conquistadores y no ejercieron cargos de gobierno, y los edificios no fueron

utilizados para funciones de gobierno u otras que los indígenas consideraran de

prestigio como para ponerles motivos de disco en los frisos (Valero, 1991; Kiracofe,

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158 | ¿ Q u é e s l o q u e S I G u e ?

1995; Mier y Terán, 2005 y Evans, 2005). El hecho de que allí estuviera el

Uchilobos -como se le conocía al Templo Mayor según las Actas de Cabildo-,99 es

interesante porque los discos podrían indicar que allí estuvo el Templo Mayor, pues

“estas representaciones pudieron servir como recursos mnemotécnicos para los

viejos y a veces prohibidos, mapas cognitivos” (Evans, 2005: 33).100 Según Orozco

y Berra, en los primeros años de vida colonial -en medio de las nuevas

construcciones- subsistían el Templo Mayor de Tlatelolco y de Tenochtitlan

(Martínez, 1990). Por tal motivo, es probable que estos edificios con chalchihuites

en el área que ocupó el Templo Mayor, simbolicen la grandeza del templo y, con

ello, se perpetuara su memoria.

Como puede observarse en el Mapa de Uppsala, a pesar de que sí aparecen

representaciones piramidales, no es posible observar algún indicio del Templo

Mayor de Tlatelolco o Tenochtitlan, lo que indica: 1) que este mapa es posterior al

derrumbe total de ambos templos o 2) que, de existir, eran elementos que no debían

mostrarse en el mapa. No es difícil que los frailes impidieran que se mostrara

cualquier indicio de los restos, aún en pie, de la ciudad mexica, sobre todo

considerando que este documento cartográfico pudo haberse elaborado ex profeso

para el rey Carlos V (León-Portilla, op.cit.). Parece que los tlacuilos tuvieron

cuidado en no dibujar topónimos dentro de la ciudad, como si los frailes del Colegio

lo hubieran impedido. Aún así, las diferentes representaciones arquitectónicas dentro

de la ciudad en combinación con los chalchihuites, reflejan un sesgo de la

iconografía indígena de forma discreta. Aunque no es evidente, algunos de estos

chalchichuites, -más allá de indicar edificios que se consideraran de alto estatus-

pudieron indicar la presencia de nobles indígenas o, inclusive, edificios indígenas

todavía en pie o cuyos restos fueron utilizados como base para la construcción de las

casas españolas. Es notable que las Casas Nuevas de Cortés -anteriormente el

Palacio de Moctezuma- no tengan la representación de chalchihuites, aún cuando se

99 Todavía en 1527 se menciona al Uchilobos como referencia para ubicar un solar (Actas de Cabildo de la Ciudad de México, Acta del 8 de febrero de 1527 y Mier y Terán, 2005). 100 La traducción es mía: “Thus the hilltops depicted on the Mapa de Mexico served as mnemonic devices for the old and often forbidden cognitive maps” (Evans, 2005: 33).

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P r u e b a s y a p l i c a c i o n e s | 159

convirtieron en el palacio de gobierno por su grandeza y simbolismo desde el punto

de vista español (Ver Nota al Pie Número 97 y Figura 27).

Figura 27. Algunos edificios en el centro de la ciudad española según el Mapa de Uppsala. Aunque son bastantes los edificios con la representación de chalchihuites, en esta imagen sólo se muestran los que están ubicados en el área que corresponde al Templo Mayor y otros que, según Evans (2005), son edificios indígenas. Como puede observarse, los chalchihuites no están presentes en las Casas Nuevas de Cortés.

En la Figura 27 -además de mostrarse algunos edificios con chalchihuites- se

puede observar que los edificios son parecidos entre sí, pero hay elementos que

permiten identificar su origen, importancia y tipo. Por ejemplo, -salvo por la “Iglesia

Mayor”- todos los templos tienen una torre con techo puntiagudo –chapitel- con una

cruz como remate; por otro lado, las casas habitacionales pueden ser de varios tipos -

dependiendo del dueño y estatus-, pero normalmente están representadas como un

cuadro con una puerta. Algunas de las casas que aparecen al norte de la ciudad no

están coloreadas de ese tono blancuzco que caracteriza a las del centro, pero la

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160 | ¿ Q u é e s l o q u e S I G u e ?

presencia de chalchihuites puede reflejar su jerarquía. Los edificios que tienen puertas

en arco podrían ser de origen español, pero si tienen chalchihuites podrían pertenecer

a un indígena o indicar funciones de gobierno o poder. No es el momento para hacer

una caracterización de los edificios que se observan en el Mapa de Uppsala, lo que se

quisiera recalcar es que el elemento pictográfico antecede al elemento arquitectónico

–cuestión que anteriormente ha sido señalada por otros autores como Toussaint et al.,

op. cit. y León-Portilla y Aguilera, op. cit.; la representación de las edificaciones

parece corresponder al convencionalismo pictográfico indígena en fusión con algunas

convenciones que los frailes del Colegio de Santa Cruz Tlatelolco pudieron enseñar a

los tlacuilos; en este sentido, puede observarse parte del proceso de aculturación, ya

que, aunque se diferencien los edificios por sus tipos y según las convenciones de los

pictogramas indígenas, la forma general de representarlos corresponde más una

convención europea.

4.3 Similitudes entre el Mapa de Uppsala y el Mapa de Nüremberg

Como se había apuntado anteriormente, a partir de las características de cada mapa

estudiado se puede establecer una relación entre ambos, de tal forma que se pueden

identificar algunos elementos que comparten. La fusión de estilos en la manera de

elaborar un mapa y otro, es la muestra más contundente del proceso de aculturación

durante el siglo XVI. Los elementos urbanos que se muestran en el Mapa de

Nüremberg y que se repiten en el Mapa de Uppsala, demuestran una continuidad

espacial más que una modificación en el proceso de urbanización que transformara la

configuración del espacio. Desde el punto de vista arquitectónico, es fácil detectar

diferencias entre el Mapa de Uppsala y el Mapa de Nüremberg -dado que éste último

se dibujó con una convención europea-, pero como se vio en el apartado sobre la

iconografía en el Mapa de Nüremberg, entre la tergiversación de los edificios, aún es

posible percibir la naturaleza indígena del mapa. Por lo tanto, es posible encontrar

similitudes entre los dos mapas desde el punto de vista urbano, aunque desde el punto

de vista arquitectónico existan diferencias notables; por lo demás, parece claro que la

ciudad prehispánica delineó la ciudad novohispana.

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S i m i l i t u d e s e n t r e l o s m a p a s | 161

Figura 28. Comparación entre el Mapa de Uppsala y el Mapa de Nüremberg al norte de la ciudad Abajo se trata de mostrar, esquemáticamente, algunas similitudes entre ambos mapas. De arriba abajo: 1) Calzada a Tacuba; 2) Calzada a Tenayuca y Azcapotzalco; 3) Calzada a Santa Catalina; 4) Recinto Ceremonial de Tlatelolco; 5) Posible calzada o canal que entronca con otros caminos que van hacia el norte, incluyendo la calzada al Tepeyac; 6) Acequia que entronca con el camino anterior y con la calzada al Tepeyac y 7) Albarradón de Nezahualcóyotl.

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162 | ¿ Q u é e s l o q u e S I G u e ?

En la Figura 28 se muestran algunas semejanzas entre la sección norte de

ambos mapas que podrían confirmar la idea de que el trazo de la ciudad mexica no

fue borrado, aún cuando la ciudad se veía desolada porque las casas fueron

derribadas por los españoles conforme las iban ganando, según los Anales de

Tlatelolco (2005). En la Figura 29 se muestra una imagen similar a la de la Figura

28, pero muestra algunas semejanzas entre los dos mapas en la sección central de la

ciudad. Aunque los mapas son diferentes y el grado de detalle alcanzado en el de

Uppsala opaca al de Nüremberg, guardan una relación espacial que permite suponer

que la ciudad no cambió su fisonomía urbana a pesar de que gran parte de las

construcciones prehispánicas fueron destruidas.

Tanto el Mapa de Uppsala como el Mapa de Nüremberg, reflejan una ciudad

lacustre; se observan pantanos que rodean la inmediaciones de la parte urbanizada,

canales de agua o acequias que cruzan la ciudad y ríos que desembocan en los lagos

o las lagunillas que se forman al sureste y al noreste del centro de la ciudad; también

muestran gente que va y viene en canoa -viajando, pescando o transportando

alimentos-, cazadores de aves acuáticas o recolectores de sal. Sin lugar a dudas, los

pobladores adaptados a un estilo de vida lacustre, diferían de los españoles, cuyo

único referente similar -aunque lejano- era Venecia. Los españoles se enfrentaron a

un entorno al que no estaban acostumbrados y que, de hecho evitaban, como lo

demuestran las instrucciones que Carlos V le da a Pedrarias Dávila, donde se dictaba

que para establecer un nuevo asentamiento era necesario observar que el lugar

escogido fuese saludable y no húmedo o pantanoso (Stanislawski, 1947). En estas

circunstancias, el proceso de aculturación no sólo fue un efecto del choque entre dos

culturas, sino de la necesidad imperiosa de los españoles de adaptarse a un entorno

lacustre que se imponía y que, lamentablemente, con el transcurso del tiempo, fue

sucumbiendo ante la incapacidad de los mestizos para lidiar con él.

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S i m i l i t u d e s e n t r e l o s m a p a s | 163

Figura 29. Comparación del centro de la ciudad en el Mapa de Uppsala y el Mapa de Nüremberg. En la imagen inferior, de arriba abajo: 1) Acueducto que traía agua de Chapultepec; 2) Calzada a Tacuba; 3) Plaza Mayor; 4) Calzada a Iztapalapa; 5) Acequia Real; 6) Cuerpo de Agua; 7) Calle a las Atarazanas y 8) Albarradón de Nezahualcóyotl.

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| 165

Conclusiones

…lo que presentamos son las piezas asimétricas y deformes de un rompecabezas diferente, uno que -por sus características- se

podría armar de varias maneras, uno que -según como se enlacen sus partes- resultará en un paisaje cultural disímil. Esta tesis es

una de las posibilidades de ensamblaje. (Fenoglio, 2008)

A lo largo de este intento fallido por develar el hilo negro, se hizo lo posible por

participar en las discusiones en torno a la destrucción de Tenochtitlan y la

construcción de la ciudad novohispana para tratar de develar otra clase de hilos. En

la Introducción se mencionó que el objetivo de esta investigación era reconstruir,

cartográficamente, el proceso de desmantelamiento de Tenochtitlan. Sin embargo, a

pesar de que la validez de una investigación no radique en la comprobación de sus

hipótesis o alcanzar de manera íntegra los objetivos, debe admitirse -con cierto

pesar- que no se logró reconstruir cartográficamente el proceso de

desmantelamiento. Empero, lo anterior no significa que se haya fracasado en el

intento; por el contrario, pues al tratar de reconstruir este proceso, se descubrió que

otro se anteponía a la destrucción: el proceso de aculturación.

En un principio se pensaba que Tenochtitlan había sido desmantelada

sistemáticamente para construir, sobre sus escombros, la Ciudad de México; sin

embargo, durante el proceso de investigación se descubrió que tal aseveración era

errónea. La ciudad de Tenochtitlán no fue destruida sistemáticamente; no se impuso

sobre ella una nueva concepción hispana de ciudad de forma consciente; se

construyó una nueva ciudad, una diferente: una ciudad aculturada, producto de un

proceso paulatino que respondía a diversos factores, pero quizá el menos influyente

de todos era precisamente el factor consciente de destrucción y desmantelamiento.

En efecto, algunos edificios indígenas fueron destruidos durante la guerra de

conquista y, posteriormente, durante la construcción de la ciudad novohispana para

que sirvieran como materiales de construcción para las nuevas edificaciones y como

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166 | C o n c l u s i o n e s

soporte; pero la ciudad no fue destruida por completo, de haber sido así, sería casi

imposible hallar vestigios prehispánicos in situ y tan bien conservados como los que

día a día se descubren. En conjunto, los mexicas y los conquistadores hispanos

produjeron una forma particular de organizar socialmente el espacio: la Ciudad de

México. A partir del contacto entre mexicas y españoles se inició un proceso

aculturativo que se desarrolló antes y después de la guerra de conquista y que,

posteriormente, derivó en una cultura mestiza. La influencia y participación directa

de los indígenas en la planificación y construcción de la ciudad fueron vitales en las

obras de infraestructura. La circunstancia ambiental particular de la Cuenca de

México -un entorno lacustre y fangoso- fue la que obligó a los españoles -sin una

referencia directa similar- a recurrir a la experiencia y tradición indígena para

resolver los problemas de poblamiento. El proceso de aculturación no sólo fue un

efecto del choque entre ambas culturas, sino un proceso necesario para que la ciudad

volviera a ser poblada. Este proceso -en el caso particular de la organización social

del espacio- jugó un papel fundamental para que los españoles se adaptaran al nuevo

entorno y, por ello, es probable que hayan permitido que los señores indígenas a

cargo de los macehuales -la mano de obra, heredera de la tradición lacustre-

habitaran en el centro de la ciudad, pues eran los supervisores de las obras, al menos

en los primeros años de dominio español (véase Pérez, 2005 y Rojas, 2005). La

presencia de algunos edificios con la representación de chalchihuites en el Mapa de

Uppsala, así como las diferentes casas que parecen de indígenas y que están

esparcidas por toda la ciudad, podrían ser evidencias que corroborarían dicha idea.

Si el estudio sólo se hubiese basado en las fuentes históricas para tratar de

mostrar la influencia indígena en la construcción de la nueva Ciudad de México,

difícilmente se hubiera observado el impacto del proceso aculturativo en la

urbanización de la ciudad. Por otro lado, la escasez de fuentes indígenas sobre la

reconstrucción de Tenochtitlan lleva irremediablemente a que las inferencias

históricas resulten unilaterales y, como el objeto de estudio fue producto de la

aculturación, sería absurdo hablar de aculturación si sólo se retoma el punto de vista

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| 167

español. Por lo tanto, para compensar de alguna forma la escasez de fuentes

indígenas, aunado al estudio de las fuentes arqueológicas e históricas, se optó por

analizar dos mapas que se consideraron fundamentales para comprender el proceso

de cambio cultural y urbano: En primer lugar, el Mapa de Nüremberg, que es el

único documento cartográfico de Tenochtitlan antes que fuera transformada. En éste

se muestran elementos urbanos -calzadas principales, albarradas, plazas, palacios o

templos, acequias y canales- y simbología indígena que permitieron hacer una

reconstrucción hipotética de la plataforma que rodeaba el Recinto Sagrado de

Tenochtitlan y hacer inferencias sobre la construcción de la ciudad novohispana. En

segundo lugar, se analizó el Mapa de Uppsala que, al igual que el de Nüremberg,

fue contextualizado histórica y arqueológicamente, pero además, fue incluido en un

Sistema de Información Geográfica con el fin de comprobar que, a pesar de que

muestra edificios españolizados, refleja parcialmente lo que alguna vez fue la ciudad

de Mexico-Tenochtitlan.

Al georeferenciar el Mapa de Upssala se observó que la parte central del

mapa -más urbanizada o modificada espacialmente- se acoplaba adecuadamente con

otros mapas georeferenciados a través de la ubicación de algunos elementos que han

sobrevivido en el tiempo y que aparecen en los mapas modernos -ubicados

espacialmente con la precisión de los Sistemas de Información Geográfica-.

Por otro lado, al haberse desarrollado un Sistema de Información Geográfica

que permitiera evaluar las diferencias y similitudes entre distintos estadios de la

ciudad desde 1519 hasta 1554 -teniendo como base para tal fin el Mapa de Uppsala

y el Mapa de Nüremberg- se sugiere que la traza urbana española respetó el trazado

de la ciudad prehispánica. Con esta investigación, se trató de mostrar que la traza

española no es sinónimo de traza urbana de la ciudad novohispana -o sea, la

configuración de calles, acequias, tamaño de solares, espacios públicos, entre otros

elementos urbanos-, sino una delimitación del espacio que ocuparían los españoles

para no mezclarse con los indígenas y una traza arquitectónica de los nuevos

edificios ubicados de acuerdo con un disposición específica de los terrenos para que

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168 | C o n c l u s i o n e s

los españoles pudieran habitar en el centro de la ciudad, principalmente, aquéllos

que intervinieron en la Conquista.

Hasta el siglo XVIII, la Ciudad de México comenzó a adquirir la forma que

presenta actualmente -un trazado uniforme con calles paralelas, manzanas similares

en intervalos regulares, entre otros elementos- y es, prácticamente, hasta la segunda

mitad del siglo XX cuando la ciudad adquirió la forma que los renacentistas

hubieran considerado idónea. Si los mapas son el reflejo de un espacio en un

momento específico, se puede decir -según el Sistema de Información Geográfica

que se elaboró- que durante los tres siglos de Colonia la ciudad española pudo

parecerse más a la ciudad prehispánica que a la ciudad ideal renacentista, aunque la

ciudad prehispánica, de algún modo, se adaptaba a las ideas renacentistas y, por ello,

se conservó durante tanto tiempo su configuración urbana.

Desde el punto de vista cartográfico se pueden encontrar semejanzas entre el

Mapa de Nüremberg y el Mapa de Uppsala que permiten afirmar que la traza

urbana española es, prácticamente, idéntica a la traza urbana prehispánica. En

términos generales, Tenochtitlan se transformó en una ciudad española desde un

punto de vista arquitectónico. La traza de los edificios se tuvo que rehacer para que

los españoles habitaran según sus costumbres y como grupo dominante tuvo el

tiempo y el cuidado suficiente para construir sus casas para sentirse como en

España. La traza española es producto de un proceso de aculturación más que una

proyección innovadora del espacio urbano unilateral; el estudio sincrónico de los

mapas de Nüremberg y Uppsala, así como su comparación espacial y diacrónica,

permiten sugerirlo. Además, fue posible encontrar una correspondencia entre la traza

urbana que se observa en el Mapa de Uppsala y los vestigios arqueológicos del

Recinto Sagrado de Tenochtitlan y sus inmediaciones; gracias al SIG se pudo

observar que algunas modificaciones que ha sufrido la ciudad durante los últimos

quinientos años han alterado la constitución original que pudo tener Tenochtitlan,

pero se puede asegurar que a pesar de las constantes transformaciones, la fisonomía

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| 169

urbana de la Ciudad de México en la actualidad es, en esencia, de origen

prehispánico.

El Mapa de Uppsala y el Mapa de Nüremberg guardan una relación histórica,

pero la relación espacial no es evidente; por ello, se realizaron estudios que

permitieran contextualizarlos histórica y cartográficamente para así descubrir la

relación espacial que existía entre ellos. Se partía del hecho de que el análisis de

ambos documentos cartográficos debería permitir generar una propuesta sobre la

destrucción de Tenochtitlan pues permitiría identificar los rasgos que desaparecieron

cuando la ciudad fue conquistada. No obstante, en contra de lo esperado, se

observaron diversas similitudes entre ambos mapas que mostraban una continuidad

de elementos urbanos -como calles y acequias- que indicaban una permanencia del

urbanismo prehispánico. Por ello, se consideró apropiado hablar de una

reconstrucción y construcción de la Ciudad de México, más que de la destrucción de

Tenochtitlan porque a pesar de que los edificios prehispánicos -que se muestran en

el Mapa de Nüremberg- desaparecieron, el asiento de la ciudad mexica corresponde

con el de la ciudad hispana -según la evidencia histórica y cartográfica (Mapa de

Uppsala)-, mostrando una reorganización social del espacio a partir de un proceso

de aculturación, reflejado en la cartografía indígena del siglo XVI. Se considera que

esta permanencia en la estructura urbana y espacial en los primeros años de dominio

español, podría responder a que se conservó la estructura básica del altepetl -que

puede definirse como la forma en que algunos pueblos mesoamericanos organizaban

socialmente el espacio, incluidos los mexicas-, por lo tanto, no sería extraño que la

constitución urbana de Tenochtitlan -respondiendo a este tipo de organización- se

conservara, modificara y transformara de distintas maneras para poder administrar y

gobernar la Ciudad de México (Hirth, 2003 y Gutiérrez, 2003). Después de todo, la

ciudad estaba “iyolloco in altepetl, «en el corazón del altepetl» que era la in

altepeyotl Mexico, «la parte construida de México Tenochtitlan (con casas y calles)

»” (Lockhart, 1999: 35). Por otro lado, si en un altepetl nahua ningún agrupamiento

urbano constituye una jurisdicción autónoma (Lockhart, 1999; Hirth, 2003 y

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170 | C o n c l u s i o n e s

Gutiérrez, 2003), entonces es probable que cuando se realizaba un mapa, se

representaba tanto el corazón del altepetl como las localidades que lo componían.

Así, sería probable reconocer un altepetl cartográficamente a través del marco que

rodea los mapas -y que se ve distorsionado con relación al centro-. El marco,

entonces, es una forma de contextualizar la parte central del mapa, como si los

dibujantes quisieran mostrar la ubicación de la ciudad, pero en relación con otras

localidades. Esto explicaría que la parte de la ciudad correspondiente al centro de

Tenochtitlan, tenga mayor precisión que los alrededores y que Tlatelolco, pues lo

que se representa es el corazón del altepetl, el lugar que en aquel momento lo

españoles decidieron poblar exclusivamente. En tanto que el Mapa de Uppsala

representa el altepetl de Tenochtitlan, todos los alrededores sólo reflejan, de forma

un tanto esquemática, la situación de la isla urbanizada. Sería necesario elaborar un

trabajo de investigación en este sentido para tratar de encontrar una relación al

respecto, pero resulta interesante que tanto el Mapa de Nüremberg como el Mapa de

Uppsala -elaborados por indígenas- incluyan un marco de referencia similar. En esta

investigación se consideró que este marco de referencia se pudo transformar -a

través de un proceso de aculturación- en el “mapa de referencia” de los mapas

modernos, lo cual es una hipótesis, una veta que se deja expuesta para futuras

investigaciones.

En 1492 comenzó una coyuntura que agitaría ferozmente el mundo indígena

y español. El proceso de aculturación en América -iniciado con la llegada de

Cristóbal Colón- no sólo modificó las matrices que daban significado al

comportamiento y a la creencia social de ambos grupos, sino que a la larga generó

una cultura mestiza. Cultura mestiza que se refleja en la construcción de la Ciudad

de México, y que perdura hasta nuestros días.

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Propuestas para la aplicación de un SIG en arqueología

Esta tesis es un estudio de aculturación relativamente simple que trata de vincular

tanto la visión española de la conquista, como la indígena desde un punto de vista

espacial a través de la aplicación de los Sistemas de Información Geográfica.

Conforme se avanzaba en la investigación, surgieron ideas que devienen del uso de

esta tecnología aplicada y que podrían aprovecharse en distintos tipos de estudios.

Por ello, se consideró pertinente esbozar algunas de las aplicaciones viables. Como

puede observarse, los documentos históricos podrían representar al grupo español y

con los documentos cartográficos, al grupo indígena; evidentemente, a través de un

proceso de análisis de estos documentos, se infieren cuestiones relativas de uno y

otro grupo. La evidencia arqueológica, por otro lado, es un puente que evidencia el

contacto entre las dos culturas y permite analizar las transformaciones que sufrieron

los españoles y los indígenas desde el punto de vista material.

Por lo demás, aunque la cartografía histórica sirva “como auxiliar para

agilizar la interpretación de los usos del suelo y contextos arqueológicos” (Medina y

Peñaflores, 1994), en general, se debe contextualizar históricamente y, de ser

posible, georeferenciarse para poder verificar su utilidad. Si sólo se comparan los

datos que arroja una excavación con ciertos mapas históricos que parecen

representar el espacio excavado, se otorga al mapa información que no

necesariamente es correcta porque se ignora la ubicación espacial precisa de los

elementos observados. Además, la cartografía no sólo permite agilizar

interpretaciones, en esta investigación se trató de mostrar que en combinación con

los SIG, puede ser una herramienta que permitiría explicar situaciones espaciales en

el tiempo e, incluso, generar otro tipo de interpretaciones sobre un fenómeno

determinado.

Los Sistemas de Información Geográfica permiten evaluar los cambios que

sufre el espacio a través del tiempo y, por tanto, se postulan como una herramienta

de análisis fundamental para la investigación arqueológica. En el caso específico de

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esta investigación, los mapas se georeferenciaron para utilizarse como estratos

cartográficos -considerados como instantáneas de un lugar y tiempo determinado

contextualizados históricamente- con la finalidad de excavar sin excavar. El SIG se

convirtió en un “radar de penetración” que permitió conocer diferentes estadios de la

Ciudad de México; de alguna forma se pudo excavar sin excavar. Mientras esta

investigación se llevaba a cabo, Luis Barba Pingarrón trataba de realizar -por medio

de un georradar- un mapa de la Ciudad de México que integrará un trazado urbano

antiguo, con la finalidad de ubicar estructuras arqueológicas y evitar su afectación

durante obras de remodelación e infraestructura en la Ciudad de México (Rodríguez,

2008). Si la tecnología de los SIG se implementara en combinación con la

tecnología de georradar, no sólo se podría trazar un mapa antiguo, sino estudiar la

ciudad desde un punto de vista urbano que contemplara diferentes estratos

cartográficos, de forma que las excavaciones de rescate arqueológico y salvamento

en contextos urbanos estarían controladas a partir de un Sistema de Información

Geográfica constituido por planos del cableado telefónico y eléctrico, tuberías de

gas, agua o drenaje. A través de un Sistema con estas características tanto las obras

públicas como las privadas tendrían que recurrir a este Sistema para no afectar

contextos arqueológicos y los arqueólogos lo utilizarían para planear una estrategia

de excavación en caso de rescate.

Eventualmente, sería factible elaborar un SIG para cualquier lugar con

información cartográfica para estudiar las transformaciones del espacio por medio

de un estudio histórico-arqueológico-cartográfico, que a su vez pueda utilizarse

como medio de referencia obligado en casos donde el terreno tenga que ser

excavado. La utilidad del Sistema radicaría en la correspondencia espacial entre los

mapas antiguos y los modernos, averiguando si los primeros pueden ser utilizados

en un SIG dada su correspondencia espacial con la realidad. En efecto, se necesitan

estudios similares a éste que permitan corroborar la precisión de los mapas

indígenas, que a pesar de haber sido elaborados a partir de convenciones o

proyecciones desconocidas, guardan una relación estrecha con el espacio real

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representado que puede observarse por medio de la georeferencia. Si la realización

del SIG arqueológico para obras de rescate y remodelación de espacios urbanos

resultara una tarea compleja, entonces se podría comenzar elaborando un catálogo

de diferentes mapas históricos susceptibles de ser georeferenciados dada su

correspondencia espacial con la realidad -desde mapas tipo códices del siglo XVI o

anteriores, hasta los mapas topográficos del siglo XX-, de tal forma que se disponga

de una base de datos geográfica formada a partir de estos documentos, que se vaya

construyendo a partir de las investigaciones regionales de diversos científicos

sociales.

Las constantes obras de remodelación, la ampliación de calles, la

introducción de los vehículos motorizados, el desagüe del lago, el azolve de

acequias y los esfuerzos recurrentes por hacer del Centro Histórico de la Ciudad de

México un espacio moderno y organizado de acuerdo con teorías urbanas

occidentales -en combinación con las políticas de sus gobernantes y el curso, a veces

caprichoso, que toma la historia- han dado como resultado una ciudad que guarda en

sus entrañas la historia de un pueblo que fusiona, de manera admirable, diversas

matrices que de manera consciente e inconsciente, dan significado al

comportamiento y a la creencia social que sufre, ininterrumpidamente, procesos de

aculturación y urbanización.

El 13 de agosto de 1521 Tenochtitlan murió. Su corazón se detuvo y pronto todos

los órganos que le dieron vida comenzaron a podrirse. Sin embargo, algunas células

del cerebro seguían con vida. El cuerpo mismo seguía existiendo ¿acaso hay algún

ser vivo que desaparezca apenas muere? La sangre que alguna vez fluyó por sus

arterias abandonó al cuerpo que daba vida. Pasaron más de 400 años para que la

ciudad dejara entrever sus entrañas para permitir observar, una vez más, aunque sea

en ruinas, los fragmentos del pasado indígena.

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Obras Consultadas

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Anexo

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I. Diferentes datos cartográficos que se incluyeron en el SIG

• Mapa de Nüremberg atribuido a Cortés (1524)

• Mapa de Uppsala (1550)

• Forma y levantado de la Ciudad de México, de Juan Gómez de Trasmonte

(1628)

• El Plano de la Imperial México de José Antonio de Alzate y Ramírez (1769)

• Plano general de la Ciudad de México de Don Diego García Conde (1793).

• Plano del perimetro central, directorio comerical de la Ciudad de Mexico de

Julio Popper (1883)

• Fotografía Aérea de la Compañía Mexicana de Aerofoto (años de 1934, 1938,

1939, 1946 y 194)

• Mapas de Manuel Toussaint y Justino Fernández para esquematizar los planos

que analizan en Planos de la Ciudad de México (1990 [1938])

• Plano reconstructivo de la región de Tenochtitlan al comienzo de la Conquista

de Luís González Aparicio (2006 [1973])

• México-Tenochtitlan. Primer Traza 1524-1534 de Ana Rita Valero de García

Lascurain (1991)

• Ortofoto INEGI Clave E14A39 B (1996)

• The barrios of Tenochtitlan-Tlatelolco de Edward Calnek (2003)

• Colección de Mapas de Tomas Filsinger (2005)

• Fotografía aérea del la compañía Digital Globe de los años 2003 y 2005

• Cartografía Geoestadística Urbana 2005 del INEGI Claves 090150001 y

090170001

• Mapa del Centro Histórico de la Ciudad de México elaborado por la Secretaría

de Turismo (2008)

• Mapa ruteable del Distrito Federal elaborado y mantenido por MexGPS

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II. Atributos para algunos elementos en el Mapa de Uppsala

A continuación se presentan algunas fichas que se elaboraron a partir de la base de

datos que se realizó para el Mapa de Uppsala. Sólo se han impreso algunas fichas

como ejemplo; la totalidad de las fichas y el archivo vectorial con la base de datos se

encuentran en el Disco Compacto incluido en la tesis. Después de las fichas se

encuentra una impresión del Mapa de Uppsala con la ubicación de los elementos

clasificados, en seguida se muestran algunos mapas que se hicieron a partir de la

base de datos.

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III. Mapa de Uppsala georeferenciado con ID de elementos clasificados

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IV. Mapas elaborados a partir del archivo SHP

Los archivos SHP son los archivos predeterminados para utilizarse con ArcMap y se han convertido en

un estándar para el manejo de datos vectoriales en un SIG. Un archivo SHP está asociado a una base de

datos en formato dBase y en el caso de este trabajo, esta base de datos fue la que se utilizó para

desarrollar los siguientes mapas; corresponde con la base de datos para la descripción de los elementos

arquitectónicos en el Mapa de Uppsala y es la misma que se utilizó para la elaboración de las fichas

que se presentaron en el Anexo II y el mapa del Anexo III.

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V. Parte central del Mapa de Uppsala.

La versión completa del mapa se encuentra en el Disco Compacto.

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VI. Mapa de Nüremberg.

La versión completa –con el mapa del Golfo de México- se encuentra en el Disco Compacto.