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Marta Pidal, bisnieta de Pedro Pidal, y Ramiro Campillo, tataranieto del Cainejo, señalan desde la Vega del Urriellu el Naranjo, a cuya cima ascendieron. MONTAÑEROS SE CITAN EN LA VEGA DEL URRIELLU PARA HOMENAJEAR A PIDAL Y EL CAINEJO Y LAMENTAN LA ESCASA REPERCUSIÓN NACIONAL DE LA EFEMÉRIDE LA NUEVA ESPAÑA, TESTIGO DE LA REUNIÓN EN LA CUMBRE DE LOS MÁS EMBLEMÁTICOS ALPINISTAS DEL NARANJO, QUE SUMA CASI MIL ASCENSIONES A SU CIMA PEDRO UDAONDO, ERIK PÉREZ, PEP MASIP Y FER- NANDO CALVO, CUATRO GRANDES CONOCEDORES DE LA PEÑA, CUENTAN TODOS LOS SECRETOS DE LAS PRINCIPALES VÍAS CABRALES Y EL URRIELLU SE UNEN DE FORMA SIMBÓLICA EN UNA CORDADA DE CUATRO JÓVENES DEL CONCEJO Jueves, 5 de agosto de 2004 EL ASCENSO DE LOS DESCENDIENTES «HEMOS CUMPLIDO UN SUEÑO», AFIRMAN FAMILIARES DE PEDRO PIDAL Y EL CAINEJO AL CORONAR EL URRIELLU CUATRO GENERACIONES DESPUÉS 1904-2004 CIEN AÑOS DE LA CONQUISTA DEL PICU La conmemoración de una gran gesta

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Marta Pidal, bisnieta de Pedro Pidal, y Ramiro Campillo, tataranieto del Cainejo, señalan desde la Vega del Urriellu el Naranjo, a cuya cima ascendieron.

n MONTAÑEROS SE CITANEN LA VEGA DEL URRIELLUPARA HOMENAJEAR APIDAL Y EL CAINEJO YLAMENTAN LA ESCASAREPERCUSIÓN NACIONALDE LA EFEMÉRIDE

n LA NUEVA ESPAÑA, TESTIGO DE LA REUNIÓNEN LA CUMBRE DE LOS MÁSEMBLEMÁTICOSALPINISTAS DEL NARANJO,QUE SUMA CASI MIL ASCENSIONES A SU CIMA

n PEDRO UDAONDO, ERIKPÉREZ, PEP MASIP Y FER-NANDO CALVO, CUATROGRANDES CONOCEDORESDE LA PEÑA, CUENTANTODOS LOS SECRETOS DELAS PRINCIPALES VÍAS

n CABRALES Y EL URRIELLU SE UNEN DEFORMA SIMBÓLICA EN UNA CORDADA DE CUATROJÓVENES DEL CONCEJO

Jueves, 5 de agosto de 2004

EL ASCENSO DE LOS DESCENDIENTES«HEMOS CUMPLIDO UN SUEÑO», AFIRMAN FAMILIARES

DE PEDRO PIDAL Y EL CAINEJO AL CORONAR EL URRIELLU CUATRO GENERACIONES DESPUÉS

1904-2004CIEN AÑOS DE LACONQUISTA DEL PICU

La conmemoraciónde una gran gesta

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CIEN AÑOS DE LA CONQUISTA DEL PICU Jueves, 5 de agosto de 20042 LA NUEVA ESPAÑA

REENCUENTRO EN LA CUMBRE

Los tataranietos repiten la gesta

N. M. C.

Ramiro Campillo, tataranieto del Cainejo, camina entre laniebla hacia el Urriellu, a la altura de la Terenosa.1 La familia Moreno Pidal, descendientes de Pedro Pidal, por

la canal de la Celada, que lleva a la cara Sur del Naranjo.2 Pep Masip y Casilda Moreno Pidal esperan, junto a otracordada, para subir por la vía «Víctor».3

LA NUEVA ESPAÑA REVIVE JUNTO A LOSDESCENDIENTES DEL MARQUÉS Y EL CAINEJO LA

ASCENSIÓN A LA CUMBRE DEL NARANJO DE BULNES

Naranjo de Bulnes, Nacho M.DEL CAMPO, enviado especial

de LA NUEVA ESPAÑACien años y cuatro generacio-

nes después, un Pidal y un «Cai-nejo» volvieron a abrazarse, elpasado martes, en la cumbre delNaranjo de Bulnes, situada a2.519 metros de altitud, para cele-brar el éxito de la que para ellostambién era su primera escalada alPicu. LA NUEVA ESPAÑA fuetestigo de excepción de la ascen-sión, por la cara Sur, protagoniza-da por Ramiro Campillo Sadia,tataranieto de Gregorio PérezDemaría, «el Cainejo», y deMarta Pidal y sus hijos Nacho,Casilda y Santiago Moreno Pidal,bisnieta y tataranietos, respectiva-mente, de Pedro Pidal, Marquésde Villaviciosa.

Cien años y cuatro generacio-nes después las cosas han cambia-do mucho en el Naranjo de Bul-nes, pero la sensación de ponerlos pies sobre su cumbre por vezprimera continúa siendo algo difí-cil de describir. Marta Pidal, ove-tense y descendiente directa delprecursor de la primera escalada,definía sus sensaciones en la cimacomo «la culminación de unsueño». Ramiro Campillo, de 32años, criado en Caín y vecino dePoncebos, escribió en el libro deregistro de cumbres del refugio dela vega de Urriellu lo que le costa-ba expresar con palabras: «No mepuedo imaginar cómo mis antepa-sados, sin los medios actuales, lopudieron hacer. Me siento orgu-lloso por ser descendiente de estosvalientes».

La soltura y resolución con laque treparon por la pared los Pidal–que ascendieron simultáneamen-te por la «Vía Directa de los Mar-tínez» y la «Víctor»–, y el Cainejo–que lo hizo por la «Teógenes»–propiciaron comentarios de susguías, como «se nota que son des-cendientes de quienes son» o «lle-van la escalada en la sangre». ErikPérez, el guía en activo con máscumbres en el Naranjo –unas200– comandaba la expedición delos Pidal, en compañía de susalumnos y compañeros FernandoCalvo –el guía más joven de losPicos, con 26 años– y Alberto

Mediavilla, un alpinista bilbaínoal que cautivó la montaña asturia-na y se quedó a vivir en Cangasde Onís.

Ramiro Campillo explica a sumanera la atracción que ejerce elUrriellu sobre los escaladores:«siempre dije que esti picu debede tener dentro un imán así degrande», señala con las palmas delas manos separadas metro ymedio a la altura del pecho. Lodice alguien que mamó la monta-ña desde niño, ya que, aunque noconoció a su tatarabuelo, se crioen Caín con su abuelo materno,Bonifacio Sadia, conocido como«el diablu de la Peña» por su agi-lidad en los Picos. «Atrevíasemucho, como todos los cainejos,por eso muchos murieron “despe-ñaos”», indica, en perfecto cabra-liego, el descendiente de GregorioPérez.

El joven Cainejo subió alNaranjo guiado por el himalayistade Sotres Cipriano López, queholló la cima del Sisha Pangma yal que un temporal hizo retroce-der a apenas 200 metros de lacima del Everest hace cuatroaños. En la cordada de los Pidalayudaba también la canguesa deLlueves Estela Alonso, una expe-rimentada montañera que ha estu-diado Técnico Deportivo y seprepara ahora, con cursos especí-ficos en la Escuela de Escalada deBenasque para ser la primeramujer que guíe escaladas en lasparedes de los Picos. «Es unaescaladora extraordinaria», ladefine su mentor, Erik Pérez. Lalabor de Estela Alonso fue deter-minante para ayudar a hacer cum-bre a uno de los benjamines delUrriellu, Nacho Moreno Pidal,que el martes consiguió la cimacon tan sólo nueve años.

Nacho Moreno y su madre,Marta Pidal, iniciaron la escaladapor la «Directa de los Martínez»,la vía más utilizada de la cara Surdel Naranjo. Unos diez metros asu izquierda, Carlos Moreno y sushijos Casilda y Santiago arranca-ban por la «Víctor», y cincuentametros más abajo Ramiro Sadia lohacía por la «Teógenes».

Pasa a la página siguienteDe izquierda a derecha, Santiago Moreno Pidal, su hermana Casilda, Ramiro Campillo, Nacho MorenoPidal y Marta Pidal, el martes, junto a las banderas colocadas en la cima del Naranjo por el centenario.8

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CIEN AÑOS DE LA CONQUISTA DEL PICUJueves, 5 de agosto de 2004 LA NUEVA ESPAÑA 3

REENCUENTRO EN LA CUMBRE

La inmensidad de la pared Sur espera a las cordadas delos Pidales y los Cainejos. Sólo la cumbre las uniría.5 Erik Pérez asegura a Marta Pidal y su hijo Nacho Moreno

en el tramo final de la vía.6 El guía Fernando Calvo, Casilda M. Pidal y su hermano,Santiago, en el último tramo, con la cumbre a la izquierda.7

La lluvia respetóa las cordadas

hasta la bajada,cuando una grantromba descargósobre el Urriellu

La mañana estaba despejada ylucía un tímido sol que calentabalo justo durante el ascenso por laCelada, la canal que conecta elrefugio de la Vega de Urriellucon la cara Sur, tras algo más deuna hora de caminata. La calizade la pared estaba totalmenteseca y las condiciones para laescalada eran inmejorables, de noser por la saturación de escalado-res en la «Directa de los Martí-nez», muchos de ellos inexpertos,lo que retrasó el ritmo de las doscordadas de los Pidal, que coinci-dieron en la segunda reunión yluego se juntaron en el gran anfi-teatro donde nace la zona final,de trepada. En esta parte, talladade canalizos por la erosión delviento y el agua, ya no sonimprescindibles las cuerdas ni lasherramientas utilizadas durante laescalada, como los seguros, quese van fijando a la pared en laszonas más complicadas (los másutilizados en esta vía son los«friends», que se fijan a las grie-tas por expansión, y los lazos,que se anudan en los agujeros dela roca). Tampoco se utilizabanya las «líneas de vida» (una cuer-da anudada al arnés que terminaen un mosquetón con el que losescaladores se aseguran a las reu-

niones clavadas a la pared quehay al final de cada largo). Pese ala saturación de la «Directa», lascordadas iban paralelas, a pocosmetros, por la misma cara y elavance era prácticamente simul-táneo, lo que permitía a los Pidalestar en contacto permanente einteresarse por el «neñu», que asíllaman cariñosamente al pequeñoNacho Moreno en su familia.

Erik Pérez abría la cordada de

Nacho Moreno y su madre yEstela Alonso ayudaban alpequeño por detrás. Los dos pri-meros largos (el primero de ellosel más complejo de la vía) pusie-ron un tanto nervioso al niño, quese fue soltando a medida queavanzaba en la pared. Su padre ysus dos hermanos demostrabanque no eran novatos en el Naran-jo. Carlos Moreno subía a lacumbre por tercera vez y sus

hijos Casilda y Santiago la ha-bían escalado ya, el verano pasa-do, junto a su tía, Ágata Pidal.

Cipriano López y el entrenadordel grupo de montaña de la Guar-dia Civil de Jaca, Bernabé Agui-rre, conducían con soltura la cor-dada de Ramiro Campillo por lavía «Teógenes». La verticalidadde la vía, que además estaba des-pejada de escaladores, y lademostrada fortaleza del Cainejo

Viene de la página anterior

permitieron a este grupo alcanzarla cumbre más de una hora antesque a las cordadas de los Pidal,que tuvieron que detenerse envarias ocasiones para permitir rap-pelar a algunos escaladores que yahabían coronado y regresaban alsuelo. Entre ellos se encontrabanel popular César Pérez de Tudela,que había subido acompañado porPedro Antonio Ortega, «El Ardi-lla», y en su descenso se paró asaludar a Marta Pidal.

A la una y cuarto de la tardedel pasado martes, cien años ycuatro generaciones después, losdescendientes de los precursoresde la escalada en el Naranjo deBulnes, Pedro Pidal y GregorioPérez, se saludaban en la cumbre,ante un grupo de espectadores delujo, entre los que se encontrabanPedro Udaondo y Pep Masip, dosde los mejores escaladores espa-ñoles de todos los tiempos.

Un mar de nubes, presagio dela torrencial tormenta que descar-garía minutos más tarde sobre losPicos de Europa, impedía contem-plar desde lo más alto la verticali-dad del emblemático monolitorojizo, pero no restaba un ápice asu majestuosidad. La paulatinacercanía del sonido de los truenosdio el pistoletazo de salida a lascordadas de vuelta al refugio. Latromba de agua descargó sobre losúltimos en rappelar y durante eltrayecto de la canal de la Celadacaían chuzos de punta, pero nadapodía empañar ya las caras defelicidad de la familia Pidal y delCainejo Ramiro Campillo, queayer repitió el ascenso, por la vía«Pidal». Cien años y cuatro gene-raciones después Pidal y Cainejovolvieron a ser las palabras quemás sonaron en el Urriellu.

El guía Fernando Calvo, los tataranietos del marqués de Villaviciosa Santiago Moreno y Casilda Moreno, junto asu padre, Carlos Moreno, detrás, colgados en la pared Sur, con el espolón de los Martínez al fondo.4

Casilda Moreno Pidal, tataranieta del marqués de Villavicio-sa, rappela el tramo final de la cara sur. Sueño cumplido.9 El guía Erik Pérez, «Asturiano del mes» de LA

NUEVA ESPAÑA, junto a dos cabras, en el regreso.10 Erik Pérez, Casilda y Santiago Moreno, ante la casa deRosa Guerra, una parada obligatoria a la vuelta.11

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CIEN AÑOS DE LA CONQUISTA DEL PICU Jueves, 5 de agosto de 20044 LA NUEVA ESPAÑA

EL TESTIMONIO DE UNA ASCENSIÓN

Caballo al verde

La piel en el PicuEn recuerdo de Pedro Pidal y

Gregorio Pérez, con admiración.

C uando se va haciendomayor, uno se da cuentade que tan sólo ha guar-dado unas pocas fechas

de su vida. ¿Caprichos de lamemoria? Mejor, tal vez, clavesque ignoramos. No sé si lo que sepreserva es lo más importante,pero tiendo a creer que se trata delo más necesario. Y constato queapenas pongo fecha a unos pocosacontecimientos personales y fami-liares. Y que el 25 de agosto de1999 subí al Naranjo de Bulnes.

Sé que si, al margen incluso demi voluntad, preservo este últimohecho no es por lo que pudieratener de mérito, relevancia osiquiera dificultad, sino por su sig-nificado íntimo, que pondera eneste caso la enorme distancia quellegó a haber entre lo deseado y loconseguido. Adoro la montaña yme fascinan los Picos de Europa,pero no paso de ser un aprendiz demontañero y es imposible que lle-gue nunca a ser algo parecido a unescalador. Y aunque también escierto que pocas cosas hay como lamontaña para poner a prueba lospropios límites y que he podidosuperarlos a veces, gracias sobretodo a la ayuda de algunos amigosa los que admiro tanto como quie-ro –citaré a Obdulio Fernández y aOscar Arias para simbolizar enellos a muchos más–, subir al PicuUrriellu fue durante mucho tiempopara mí un sueño por encima de miambición.

Me fascinaba su provocadorabelleza, que, allá donde se muestra,atrae la mirada con un magnetismoirresistible, leía con avidez las pro-ezas de sus conquistadores, meapasionaba su densa historia deglorias y tragedias. Soy asturiano,además, y pocos símbolos hay deAsturias que tengan la fuerza y laelocuencia del Picu. Pero habíaasumido sin la menor frustración elpapel de admirador respetuosa-mente distante del gran monolitocabraliego. No era para mí. Poreso, la primera vez que subí a Vegade Urriellu me acerqué hasta lacara Oeste, allí desde donde el Picusurge de la tierra, liso y vertical,como un inmenso menhir, y, altocarlo con la mano, di por supues-to que en mi relación con él ya nopodía aspirar a a más.

LA OPORTUNIDAD. Mantu-ve ese convencimiento hasta aque-lla calurosa tarde de agosto de1999 cuando Erik Pérez Lorente,con quien nos habíamos citadopara una travesía hasta el Llam-brión, nos dijo a Avelino Suárez ya mí que ya estaba bien de buscarevasivas a la oferta de subir al Picuque, por separado, nos llevabahaciendo desde años atrás. En otrascircunstancias probablementehubiéramos respondido una vezmás con evasivas a su incitación,pero esa vez estábamos en la mis-mísima Vega de Urriellu y, sobretodo, nos acompañaban Jorge, unode los hijos de Avelino, que yahabía subido al Picu, y mi hijaLucía, que no deseaba otra cosaque hacerlo. Los dos apoyaron conentusiasmo la propuesta del guía.

Acorralados, Avelino y yo nosmiramos. Y dijimos que sí. Menti-ría ahora si dijese que fue un arran-que o un gesto de valor. Más bienlo fue de debilidad, al menos pormi parte. Lo cierto es que apenasmedia hora después estábamos alborde de una pequeña canal para

aprender con nuestro guía los rudi-mentos de la escalada y el rappel.

Aquella noche tuvimos la fortu-na de cenar en el refugio con PedroUdaondo, leyenda viva de losPicos y uno de esos escasos mitosque se agrandan en la distanciacorta. Pero, cuando nos fuimos adormir, ni Avelino ni yo pudimospegar ojo, según nos confesaría-mos el uno al otro a la mañanasiguiente. Y no por la proverbialincomodidad de los refugios, sinopor una preocupación que bien sepodía identificar con el miedo.Miedo al peligro, tal vez, pero,sobre todo, al fracaso, a perder elcontrol, a convertirse en fuente deproblemas.

POR LA CELADA. Cuandonuestro guía acudió a llamarnos yconstatamos que el tiempo eraexcelente, por lo que quedaba des-cartada la última excusa para nosubir, ya no cupo pensar más. Aca-baba de amanecer cuando, despuésde desayunar, nos pusimos en mar-cha, cargados con una impedimen-ta que nos resultaba inusual: cuer-das, arneses, pies de gato, cascos.

En la canal de la Celada, quebordea el Naranjo por el Norte,hay una ruta helicoidal que

comienza siendo un sendero dependiente suave y acaba por con-vertirse en una exigente trepada.De esa forma se salva por fuera delPicu, eso sí, a costa de más de unahora de esfuerzo, una parte muyimportante de su desnivel: nomenos de 300 metros. La cara Surno sólo es la menos difícil delPicu, aunque difícil lo es, sino tam-bién la más corta, con poco más decien metros de escalada.

La llegada a la collada de laCelada, desde la que ya se avistala pared que constituye el objetivo,depara la sorpresa de que la zonade escalada queda bastante porencima y que para llegar a ella espreciso trepar por un empinadoplano de «escares» calizos, que seprolonga, sin un solo rellano, hastael fondo del Jou Tras el Picu, hastadonde corre el peligro de rodarcualquier objeto que se deposite enel suelo (una mochila o una bota)sin buscarles previamente unasiento seguro en el suelo.

EL PRIMER LARGO. Conese cuidado previo nos equipamospara escalar. Calzamos los incómo-dos, por apretados, pies de gato,nos colocamos el casco y nos ajus-tamos el arnés, en cuya anilla fron-

tal Erik ató a cada uno su cuerdacorrespondiente con un nudo mari-nero, no sin recomendarnos viva-mente que no lo tocáramos. Ycuando todos estuvimos listos, élcomenzó a escalar, llevando consi-go las cuerdas de cada uno denosotros y, poniendo en la pared amedida que ascendía la de seguri-dad, que fijaba a la pared cada cier-to trecho con elementos («friends»,empotradores) de la ferralla quellevaba colgada a la cintura.

Ésa es la delicada misión delguía: no sólo abrir la ruta y señalarel camino, sino asegurar a toda lacordada. Cuando Erik llegó a laespecie de hornacina donde estásituada la primera reunión, llamó aAvelino para que comenzase aescalar. La seguridad con que lohizo nos animó a todos. Todo elmundo ha oído que el primer largode esta vía es el más difícil, un IVsuperior o tal vez un V, pero elefecto combinado de las dos cuer-das –la de seguridad infunde con-fianza y a través de la propia sepercibe la tensión ascensional quetransmite desde arriba el guía–hacen que uno se atreva a loimpensable, forzando posturas oinventando pasos. Erik nos habíadicho la tarde anterior que la pareda la que habíamos ido a ensayarera técnicamente más difícil que elprimer largo. Y ahora comprobá-bamos que no nos había engañado.

BAILANDO SOBRE LAVIRA. Uno a uno fuimos llegandola reunión y al hacerlo nos asegu-ramos con la cinta que llevábamosen bandolera, encajando su mos-quetón en la corta cadena que estáanclada en la roca. Agrupados enaquel nicho no tardé en descubrirla famosa vira por la que habría-mos de salir para proseguir la esca-lada. Allí estaba, a la derecha, a lamisma altura que el suelo de lahornacina y con el caprichosoaspecto de una estrecha tablilla depiedra adosada a la pared. Losescaladores ocasionales del Naran-jo han agrandado la leyenda terro-rífica de este minúsculo relievecolgado sobre el vacío, en el quehay que apoyarse necesariamentepara salvar el único y corto pasohorizontal que existe en la «VíaDirecta de los Martínez».

De ese terror me había hechoeco la tarde anterior con Erik y élme había contestado quitándoleimportancia. «Ya os diré el trucopara salvarla. No es ningún proble-ma». Erik es un guía fantástico.Transmite sensación de poderíofísico, de solvencia técnica y deconocimiento del medio. Ese díahacía su 109.ª ascensión al Picu.Pero es también un psicólogosagaz que sabe cómo dar tranquili-dad a sus clientes.

De la vira sólo habló entonces ylo justo. Fue su forma de quitarledramatismo. «Esto se salva con unpaso de bailarina. Fijaros en mí».Avanzó el pie derecho hasta apo-yarlo en la vira y, aprovechando elimpulso, llevó el otro por entre lapierna derecha y la pared, mientrasestiraba el brazo derecho para bus-car un agarre en el saliente de lagrieta. De esa forma aterrizó sua-

Para un aprendiz demontañero subir alNaranjo de Bulnes

puede pasar de sueñoimposible a reto

asumible. Basta conatreverse a aprovechar

la oportunidad,aunque no se haya

buscado, y contar conun buen guía. La

memoria guardaráluego para siempre la

fecha de esaexperiencia

Pasa a la página siguiente

ERIK PÉREZ LORENTE

Integrantes de una cordada en la cara Sur del Naranjo de Bulnes, en la tercera reunión de la «Vía Directa de los Martínez».

MELCHOR FERNÁNDEZ DÍAZ

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CIEN AÑOS DE LA CONQUISTA DEL PICUJueves, 5 de agosto de 2004 LA NUEVA ESPAÑA 5

EL TESTIMONIO DE UNA ASCENSIÓN

vemente en la pequeña y resguar-dada plataforma desde la que partela grieta por la que se perdió haciaarriba. Cuando minutos despuésme llamó para que le siguiera, tratéde imitarle. No me salió mal.

LA «VÍA DE LOSMARTÍNEZ». La vía directa de lacara Sur del Naranjo, con mucho lamás usada desde hace muchos añospara subir al Picu, lleva con todomerecimiento el nombre de losMartínez. La parte superior la des-cubrió en los años veinte el granVíctor Martínez, de Camarmeña,tercer escalador del Naranjo y pri-mero en subirlo por la cara Sur. Lainferior, que desde la base enlazaen línea recta con ella, la abrieronen 1944 sus hijos Alfonso y JuanTomás con seis clientes. En con-junto la vía es un hallazgo magis-tral, no sólo porque brinda uncamino asequible para los menosexpertos sino, sobre todo, porquepermite asegurar siempre en verti-cal, evitando las caídas pendulares,que provocan tremendos restrego-nes contra la pared.

Víctor y Alfonso ya han muerto.Juan Tomás, que reside en Caín,está felizmente vivo. Pero en ciertomodo los Martínez nos estabancontemplando, porque, mientrasseguíamos sus pasos, teníamos anuestra espalda, al otro lado del JouTras el Picu, formando parte de lalegendaria Collada Bonita, la esbel-ta aguja que lleva su nombre.

HACIA LA GRAN TERRA-ZA. Las grandes cualidades de lavía no la convierten en un caminode rosas. No en vano está clasifica-da como «difícil superior». Siabundan las buenas presas, hay queaprender sobre la marcha a saberaprovecharse de ellos.

Escalar es, antes que nada, unalabor mental. No se trata sólo desuperar el miedo, para lo que valecualquier recurso, como no mirarhacia abajo, sino saber elegir losapoyos y asegurarse con firmeza.La regla de oro es no mover nuncaun miembro si los otros tres noestán bien afirmados. Los minerosasturianos, que cuando trabajan encapas verticales son auténticos alpi-nistas de las tinieblas, lo saben muybien, como saben que se sube conlas piernas y que las manos y losbrazos sirven ante todo para asegu-rarse, porque intentar subir a pulsoes agotador.

Siguiendo la cuerda fijada en lapared, por la que corría el mosque-tón que nos ligaba a ella y quehabía que liberar en cada seguro,fuimos subiendo hacia la LajaAdosada y luego por la grieta de suborde exterior. Así llegamos unotras otro a la segunda reunión,situada en la Gran Terraza Central,denominación hiperbólica para unaestrecha plataforma colgada sobreun impresionante vacío, en la que,sin embargo, pudimos acomodar-nos los cinco.

EL SONIDO DEL MIEDO.A partir de la Gran Terraza lapared pierde verticalidad y secomba algo. No recuerdo grancosa de ese tramo, quizá por con-traste con lo mucho que me acuer-do del siguiente. Erik llevó consi-go nuestra cámara para hacernosalgunas fotos mientras ascendíahacia la nueva reunión y nosadvirtió de que luego no le vería-mos y que, si hacía algo de viento,posiblemente nos oiríamos condificultad. En ese caso la cuerda

serviría de código de señales.Cuando llegó mi turno salí de la

reunión y, a los pocos metros, y sinsaber muy bien cómo, me encontréen la zona de los Tubos de Órgano,una famosa peculiaridad geológicade la cara Sur del Naranjo. Se tratade unos canalizos estrechos, com-pletamente verticales y adosadosunos a otros que tal parecen tubosque hubieran sido serrados de arri-ba abajo por la mitad.

Yo había oído que eran fácilesde escalar, porque bastaba meter lapunta del pie en el hueco para quelos pies de gatos, cuyo piso degoma cocida tan bien se adhiere ala roca, obtuvieran buenos apoyosen la pared rugosa. Pero aquellostubos ante los que me encontrabaeran tan anchos que cabía el pieentero y, por otra parte, no veía enellos asidero alguno para lasmanos. Desconcertado, miré porprimera vez hacia abajo y lo únicoque vi bajo mis pies fue un tremen-do vacío, como si la pared, quepoco antes presentaba un aspectocombado, hubiera desaparecido.

Me sentí atrapado en un lugarsin salida y, por un instante, medominó una sensación de pánico,sin que la tensión de la cuerda, queseguía sintiendo, me sirviera deninguna ayuda. Grité entonces elnombre del guía y éste por fortuname oyó y me contestó. A voces, leconté como pude mi problema yél, tras aflojar la tensión de la cuer-da, me gritó una sola frase: «Cóge-te en pinza». Por fortuna, acerté ainterpretarle bien y agarré con losdedos los bordes de los tuboscomo quien coge el lomo de unlibro. Entonces le pedí que tirase.Y, aunque la presa que yo podíahacer con las manos era muy pre-caria, «espatuxé» con toda la deci-sión que pude y para mi sorpresa y,sobre todo, para mi enorme alivio,me vi de pronto coronando lostubos de órgano para salir a unazona muy tendida, surcada porestrechos y profundos canalizos, a

cuyo final contemplé a Erik. Unpequeño esfuerzo más, comocaminando a gatas, y alcancé elborde del Anfiteatro.

Poco después llegó Avelino, ydespués, Lucía. Jorge, como en lasotras reuniones, fue el último, por-que, como escalador más experto,había asumido el papel de cerrar lacordada para ir recogiendo el mate-rial. Mi hija, que tiene muchas másdotes naturales que yo para la esca-lada, como la elasticidad y la deci-sión, me contó entonces que tam-bién lo había pasado mal en lostubos de órgano y que se habíadado ánimos a sí misma pensandoque, tal como nos había contadoErik el día anterior, por allí mismohabía pasado pocos días antes unanorteamericana de 78 años deedad.

EN LA CIMA. En el borde delAnfiteatro termina la escalada de lacara Sur del Naranjo, pero no laascensión a la cumbre. Para alcan-zarla es preciso realizar una larga ya veces incómoda trepada hasta laarista somital y, una vez situadosen ese ancho y aéreo pasillo, quedomina Peña Castil y su entorno,recorrerlo en una trayectoria ligera-mente ascendente, ya dominadospor la ansiedad de pisar la cima.

Es pequeña. La forman propia-mente dos grandes peñas separadaspor una grieta, en una de las cualeshan labrado un nicho donde encajala pequeña imagen de la Virgen delas Nieves. Desde el borde del tre-mendo acantilado que vierte haciael Oeste no se ve el refugio. Sí unapanorámica impresionante, abiertahacia el Norte, donde la vista quie-re buscar el el mar por encima de laPeña Maín y el Cuera –Celoriosólo está a 26 kilómetros en línearecta– y quebrada por mil cumbreshacia los otros puntos cardinales.El Neverón y los Albos tapan elCornión, del que sólo asoma la altacúpula de la Peña Santa, del mismomodo que la Torre de La Párdidaoculta casi por completo a Torrece-

rredo. Es como si los gigantes semostrasen cohibidos ante quien noha necesitado ser el más alto paraser sin discusión el primero.

Pero lo que se ve no resume loque se siente. Y en casos comoéste lo que se siente es a menudoimposible de expresar e incluso decomprender. Entre la plenitud y elvacío hay quizá una distanciamínima. ¿No equivale el nirvana–y el éxtasis– al despojamientototal? Nosotros estábamos dema-siado aturdidos para valorar lo quehabíamos conseguido. Y demasia-do excitados para asimilar lo esen-cial. En cambio, la pareja de mon-tañeros suizos que a nuestra llega-da encontramos en la cumbre,sentados e inmóviles, tras haberculminado la «Amistad con el Dia-blo», una vía muy difícil de la caraEste, parecía entregada en un reco-gido silencio a un disfrute tan ínti-mo como intenso.

Aunque sin duda se lo perturba-mos, nos ayudaron amablemente ahacer las inevitables fotos degrupo. Luego bebimos mucho ycomimos algo. Nos entretuvimos,de todos modos, menos de lo pre-

visto, porque el tiempo había cam-biado y amenazaba lluvia. Desan-dando el camino por la arista, Eriknos mostró la estrecha y verticalcanaleta en que termina la vía queinventaron Pidal y el Cainejo en suprimera ascensión. Mientras destre-pábamos el Anfiteatro, se iba acen-tuando una inquietud que habíaensombrecido nuestro disfrute en lacumbre. ¿Cómo sería el descenso?Hacia la mitad del Anfiteatro, Erikmontó un rappel para bajar hasta elborde. El ensayo sirvió para darnosconfianza. Rappelar es caminarhacia atrás, aunque el camino seavertical. La mano izquierda marcala dirección. La derecha, al ir sol-tando la cuerda, la velocidad de lamarcha. Si se cierra el puño, el des-censo se detiene.

Ya en la pared, me tocó bajar elprimero. A pocos metros de mi tra-yectoria ascendía una cordada. Meempezaba a sentir seguro, perotenía la necesidad de espantar losúltimos temores y traté de haceruna gracia. «Es la primera vez quelo hago. ¿Qué tal voy?». Alguienme contestó: «Vas bien. Pero sacamás el culo». Procuré hacerle caso.

Bajamos en dos largos, sin pro-blemas. Pero mentiría si no recono-ciese que sólo cuando alcanzamosla base comenzamos a disfrutar porcompleto.

CAMBIO DE PIEL. Si la cali-za de los Picos, de tacto áspero yfrío, es espléndida para trepar yescalar, la adherencia de la delNaranjo llega a ser excepcional.Pero por ese motivo es aún másabrasiva. En los días siguientes a laascensión me comenzaron a picarlas yemas de los dedos y luego lapiel se fue deshaciendo como papelhasta que la mudé por completo.Fue como si el Picu me reclamaseun tributo. Lo pagué con la satis-facción de quien participa en unintercambio ventajoso. Porque acambio de un poco de mi piel, élme había entregado su alma. Esailusión me hago.

Viene de la página anterior

La «Vía Directa de losMartínez» por la caraSur es un hallazgomagistral, al ofreceruna trayectoria, conmuchos y buenosagarres, asumible ypermitir asegurar envertical. Se sube conseguridad, pero no sinesfuerzo niconcentración. Porqueescalar es, sobre todo,una labor mental

M. F. D.

Primer largo de la bajada en rappel por la cara Sur. Aunque la imagen no parece reflejarlo, la pared es prácticamente vertical.

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CIEN AÑOS DE LA CONQUISTA DEL PICU Jueves, 5 de agosto de 20046 LA NUEVA ESPAÑA

CRÓNICA DE VÍSPERAS

Un inexplicable olvidoMONTAÑEROS HISTÓRICOS LAMENTAN LA ESCASA

REPERCUSIÓN DE LA FECHA DEL CENTENARIOVega de Urriellu

Fernando CANELLADASólo la mítica silueta del Picu

Urriellu permanece tal y como lacontemplaron hace cien añosPedro Pidal y Gregorio Pérez.Nada recuerda ya aquella gestade los pioneros que el 5 de agos-to de 1904 pisaron la cumbremás emblemática de los Picos deEuropa ni la pared rocosa estácomo la encontraron Pidal y «elCainejo» ni las gentes de la mon-taña.

Frente a aquellos primerosescaladores con cordel de pita yalpargatas que caminaron dosdías para aproximarse a la basedel Picu sin encontrar nada másque a varios pastores, la Vega deUrriellu con su confortable refu-gio estaba ayer abarrotada –ésteúltimo con más de 150 montañe-ros. La pradería de Pandébanoque pisaron «el Cainejo» y Pidalalbergaba ayer en el aparcamien-to 30 coches y un helicópteroatrapado por la niebla. Centena-res de turistas subían a Bulnes enel moderno funicular y algunosescaladores subieron en pocashoras por las cuatro caras delnaranjo. Una veintena de román-ticos montañeros pisaron ayer lacima pese al mal tiempo en sim-bólicos homenajes a los pione-ros.

Entre la niebla del Urriellupoco recuerda la efeméride salvola presencia de históricos de lacumbre y una representación delas federaciones montañeras deAsturias y España. «Para mí esteaniversario es más importanteque el Xacobeo», comentabaAndrés Villar, guardia civil, de47 años, gallego de Noia, unaautoridad en el Picu y autor conRubén Suárez de la vía de ascen-so denominada «Centenario».Villar, que pasó diez años enCangas de Onís y tiene en suhaber vías en las cuatro caras delPicu, define lo que hicieron «elCainejo» y Pidal como «una bar-baridad», «sobre todo por bajaral vacío y a pulso», remata elguardia civil.

Pero el pulso en este aniversa-rio ha sido entre el Ayuntamientode Cabrales y la Federación del

Principado por la organizaciónde los actos, con la inexplicableausencia del Gobierno de Astu-rias. Aunque algunos cabraliegoscomo Tomás Hernández intenta-ron que la silueta del Urriellufuese el emblema turístico deAsturias en 2004, ganaron losdinosaurios del Jurásico al Picu.

Tal día como hoy en el quehace un siglo Pidal y «el Caine-jo» hicieron historia no habráescalada de homenaje. A las 9.30en la Vega de Urriellu se descu-brirá una placa y se rezarán unasoraciones con música de gaitapara recordar el aniversario. Todala representación institucionalpresente en la Vega saldrá a todaprisa hacia el Pozo de la Oraciónen Poo de Cabrales, donde otroacto formal recordará a los pio-neros con discursos y misa. Enpresencia de familiares de PedroPidal y Gregorio Pérez y de losMartínez que tanto contribuyerona la gloria de la montaña.

La ascensión oficial queda parapróximos aniversarios, pero nofaltarán quienes hagan cumbre enesta fecha como el avilesino Ber-nardo Wensell, que tendrá quesubir a algunos de sus «clientes».Bernardo Wensell, de 37 años,uno de los guías del Picu, cumpleen esta fecha 50 ascensionesacompañando a turistas comotoda la vida hicieron los cabralie-gos de la peña. El avilesino expli-ca que para subir hoy al Picu sólohace falta «ilusión, ganas, unbuen día de sol y un buen profe-sional que acompañe».

Como en la mejor tradiciónhay una larga retahila de profe-sionales de Cabrales que repre-sentan la herencia de aquel «Cai-nejo» y de los Martínez en lacomprometida tarea de subir gen-tes al Picu. «Me emocionohaciendo la vía Pidal», insistíaWensell ayer entre la nieblamientras llovía en el Urriellu. Y asu lado Rubén Suárez, de 33años, de La Coruña, remataba:«Mucho lloré cuando terminé lavía del centenario», que atraviesalas paredes que pisaron los pio-neros Pidal y «el Cainejo».Ahora no se sube para «conquis-tar la montaña, se hace más a la

carrera», apostillaba AndrésVillar.

Los últimos en hacer la carreradel Urriellu fueron el madrileñoLuis Gómez y el gijonés DanielRobles, cuatro ascensiones unapor cada cara en unas horas. Yano hay horas de contemplacióndesde la cumbre como los prime-ros en subir ni horas de bajada nipastores en Camburedo. Lasparedes «están equipadas» parasubir.

Un testigo de la trasformaciónestá en Cabrales para celebrar «elcentenario más importante de unmito que abre las puertas al alpi-nismo universal». Son las pala-bras de Jordi Pons, de 71 años,vicepresidente de la FederaciónEspañola de Montaña, primerespañol que hizo un 8.000 en elAnnapurna. Pons cree que estecentenario se merecía mas reper-cusión en España.

La opinión de Pons es compar-tida en una improvisada tertuliaen Urriellu con Juan Rionda, pre-sidente de la Federación de Mon-taña del Principado y por TomásFernández, guardia de Urriellu yedil del PSOE en Cabrales. Ni elAyuntamiento de Cabrales quegobierna el PP ni el Ejecutivo delPrincipado que controla el PSOEcreyeron en el aniversario, sostie-nen todos los que pasan esta his-tórica noche a los pies del Naran-jo de Bulnes. Al final, Federacióny Ayuntamiento decidieron coor-ganizar sus actos del centenariopor exigencia de Cajastur, que esel subvencionador de este fugazcentenario.

¿Qué permanece de aquel 5 deagosto de 1904? «El recuerdopara la historia de una conquistaromántica que abrió las puertas alalpinismo», responde Pons des-pués de recorrer 800 kilómetrosdesde Barcelona a Cabrales.«Debería haber tenido otra tras-cendencia», remata el catalán, ymedios no faltan. Si hace cienaños «el Cainejo» y Pidal levan-taron en la cumbre tres hitos depiedra para transmitir la noticiade la hazaña a los cabraliegos,hoy la subida a la mítica cumbrese puede contemplar en directoen el telediario de las 3.

NACHO DEL CAMPO

Montañeros en las puertas del refugio, ayer por la mañana.

NACHO DEL CAMPO

Por las sendas del Collado Vallejo, entre la niebla que cubrió buena parte de lamañana de ayer, camino de la base del Naranjo.

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CIEN AÑOS DE LA CONQUISTA DEL PICUJueves, 5 de agosto de 2004 LA NUEVA ESPAÑA 7

RECUERDOS Y MIRADAS

En el carácter emblemático del Naranjo de Bulnes tiene mucho que ver su imagen, esa estética monu-mental y atractiva. Asturias es sede de uno de los certámenes de fotografía de montaña y naturalezamás importantes del mundo, el Memorial «María Luisa». En su decimoquinta edición, la de 2004, elcertamen tendrá un premio singular en referencia al Naranjo y a la escalada en roca. Las fotos que ilus-tran esta página y las siguientes pertenecen al fondo del memorial. Arriba, la que precisamente ganó elconcurso de 1994, titulada «El Picu», y que sirve para homenajear a esta mole símbolo de Asturias. Suautor, Eduardo Velasco de la Torre. A la izquierda, fotografía de la cara Oeste, la más popular de lasestampas del Urriellu y, con 500 metros de desnivel, la pared de roca más importante de España.

Una foto de premio y la roca nacional

Sólo subí una vez. Para unmontañero el Naranjo de Bulneses un reto secundario, no es igualque para un alpinista. A pesar detodo, me decidí a subir. Toda mifamilia lo había hecho antes queyo y me daba rabia no probarsuerte con la cima más mítica delos Picos de Europa y de Astu-rias. Más aun siendo presidentede la Federación de Montaña delPrincipado. La verdad es quedurante la ascensión sólo desea-ba tener de nuevo los pies en elsuelo. Después, en la cumbre,cuando coroné hice una devotareverencia a la imagen de la Vir-gen de las Nieves que se encuen-tra en la cima y miré hacia abajohorrorizado por la altura y por elvértigo. Realmente parece queestás colgado de las nubes.

El recuerdo más inten-so que tengo del Naranjode Bulnes son los dos his-tóricos rescates de losaños 1969 y 1970, quetuvieron gran repercusiónen los medios de comuni-cación. Recuerdo que elNaranjo de Bulnes fueportada en la prensanacional en aquellosmomentos y se dio grandifusión a la montaña.Para mí fueron auténticasgestas del montañismo.La verdad es que yo fui elmás mediático de todosaquellos alpinistas queparticiparon en aquellascircunstancias, a pesar deque todos los que partici-paron en el rescate tuvie-ron el mismo mérito. Aúnrecuerdo cuando me des-colgué para rescatar a las dos personas. Seríainjusto si no hiciera mención también a la pri-mera invernal que se hizo en la mítica monta-

ña, en 1973. Aquel añorompimos el mito de lainaccesibilidad del Na-ranjo en invierno. Lasrepetidas muertes demontañeros en la caraOeste en invierno hacenque el mito permanezca.Fue muy especial y unmotivo de orgullo aque-lla invernal. Esto de-muestra que el PicuUrriellu no es fácil porninguna de las caras. Yosiempre comento que esmás difícil que el míticoK-2. No quiero decirque el K-2 sea un retosencillo, es una de lasmontañas más duras eimprevisibles del mun-do, pero si subes con unsherpa que te sepa llevarpor pasos accesibles se

puede llegar a subir. Pero eso de los sherpas yde los pasos accesibles en el Picu Urriellu nosirve.

«El Naranjo es más difícil que el K-2;aquí no tienes sherpas»

CésarPérez de Tudela

ALPINISTA, GUÍA, CONFERENCIANTE YCRONISTA DE MONTAÑISMO. LLEVÓ A CABO LA PRIMERA INVERNAL

POR LA CARA OESTE DEL PICU

«Pareceque estáscolgado

de las nubes»

JuanRionda

PTE. FEDERACIÓNASTURIANA DE

MONTAÑA

Fue un sueño subir esta cum-bre. Es la cima por excelenciadel montañismo español. Desdejoven siempre quise subir lacara Oeste. Tuve un paréntesisen mi etapa de montañero debi-do a mi matrimonio y al naci-miento de mis hijos. Posterior-mente, fue mi hijo quien seempeñó en subir la mítica cum-bre, pero me dio miedo porqueél era demasiado joven. Ahorame da pena no haber subido conél. Mi única subida la realicécon Carlos Soria y tomamos lavía murciana. Fue la ascensiónmás bonita de mi vida y larecuerdo con unas vistas espec-taculares. Los madrileños siem-pre hemos admirado el PicuUrriellu y prueba de ello es quedurante años sólo fueron madri-leños los que abrieron vías enesta montaña.

«Madridadmira

el Naranjo»

JoséLuis Hurtado

PTE. ASOCIACIÓNPEÑALARA DEMONTAÑISMO

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CIEN AÑOS DE LA CONQUISTA DEL PICU Jueves, 5 de agosto de 20048 LA NUEVA ESPAÑA

RECUERDOS Y MIRADAS

A la izquierda, en la parte superior, la vertientenorte de la montaña, el itinerario escogido porPidal y el Cainejo para su ascensión en 1904. Laruta no fue repetida hasta 1916 por Víctor Mar-tínez.A la izquierda, abajo, la cara Sur, por cuya corta yvertical pared discurren los itinerarios menos difí-ciles de la montaña. Víctor Martínez inauguró elprimer recorrido en 1924.En el centro, la cara Oeste y la vega del Urriellu.En la vega, a 2.050 metros de altitud, se instaló en1954 el primer refugio, ampliado en sucesivasocasiones (1964, 1978, 1979...).Arriba, la cara Este. En 1974 fue abierta en ella laruta Martínez-Somoano. Por esta pared discurrenmodernos itinerarios de escalada libre.

Las cuatro caras

Siempre he estado muy vinculadoal Naranjo de Bulnes. Participé en laprimera invernal de 1973. Entre 1970y 1983, yo y otros escaladores murcia-nos, entre ellos mis hermanos JoséLuis y Juan Carlos, abrimos variasrutas y durante estos años los escala-dores murcianos fuimos los únicos enabrir rutas en el Naranjo. Muchas deestas rutas son ahora clásicas.

No obstante, la experiencia que másrecuerdo es la ascensión al Naranjoque duró 69 días. Habíamos tenidoascensiones de 40 o 50 días, pero ladel Naranjo fue excepcionalmentedura. Batimos el récord de permanen-cia en la pared. Sabíamos que la

ascensión iba a ser muy larga. Noshabíamos preparado psicológicamentepara ello. Las circunstancias exigieronestos 69 días, que culminaron en laapertura de la vía «Sueño de invier-no», en la cara Noroeste. Estuvimosparados en el vivac de la pared duran-te veinte días seguidos sin poderascender por culpa del mal tiempo ylas avalanchas de nieve. La ruta esdura, ya que muchos tramos de la víason incluso superiores a la vertical ycreo que sólo cuatro o cinco cordadastrataron de repetir nuestra experiencia,aunque creo que ninguna puede sertan dura como aquella primera ascen-sión hace 100 años.

«69 días en lapared se hacen

duros, peroestábamospreparados»

Miguel ÁngelGarcía Gallego

ALPINISTA,PROTAGONISTA DEL

RÉCORD DE ESTANCIAEN EL PICU

La ascensión que más tengo grabadaen mi mente es la primera invernal quese hizo al Naranjo, en 1956. Siempreme impresionaron los Picos de Europa,quizá porque cuando fui era la primeravez que salía del País Vasco y nuncahabía ascendido picos de tal magnitud.Es algo que puede sonar muy anecdóti-co, pero eran otros tiempos. Recuerdoque en 1955 organicé una subida con laalpinista vasca María Jesús Aldecoa,

pero aquello no estaba bien visto, elque una pareja sin otra relación que lade la amistad viajara sola. Así que vinocon nosotros otro montañero muyjoven, Jaime Cepeda. La expedición seconvirtió en una gran aventura. Cogi-mos la vía «Y», una ruta que es deextrema dureza. Hubo un momento enque tuve que llevar a hombros a nues-tra compañera y durante la ascensiónrecuerdo que una mochila se precipitóal vacío. Mi sensación en la cima fuede una gran felicidad por haber com-pletado una experiencia tan difícil yapasionante. A día de hoy llevo ya 120ascensiones hechas, aunque ése es undato intrascendente para mí.

«Realicé 120ascensiones,pero para mí

ése es un datointrascendente»

PedroUdaondoPROTAGONISTA DE LAPRIMERA INVERNALAL NARANJO, EN 1956

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CIEN AÑOS DE LA CONQUISTA DEL PICUJueves, 5 de agosto de 2004 LA NUEVA ESPAÑA 9

RECUERDOS Y MIRADAS

Estos días el Naranjo sufre un moles-to «overbooking». Todo sea por lacelebración del centenario de unagesta con la que se inició la historiadel alpinismo español. Pero el Picuejerce de santuario montañero duran-te buena parte del año, un lugar alque acudir, una piedra que tocar. Elpoder de atracción del Naranjo deBulnes va más allá de su estética y desu historia, y del imán que producenlas páginas, algunas negras, escritasen sus paredes.

El santuario

«Tormenta en el Picu» es el título deesta fotografía, reproducida aquí par-cialmente. Cualquiera que sea la ver-tiente por la que se observe o la rutapor la que se ascienda, el Naranjo seagiganta con la llegada del invierno.Fue precisamente la unión de monta-ña e invierno lo que hizo que estacumbre trascendiera de los ambientesmontañeros y saltara a los medios decomunicación, a raíz de los acciden-tes ocurridos en 1969 y 1970 en supared Oeste. Con la dimensión que leaporta la meteorología invernal, elPicu Urriellu se puede codear, a jui-cio de Javier Benito, uno de los orga-nizadores del Memorial «MaríaLuisa», «con las más significativascumbres rocosas de La Patagonia,Karakorum o los Alpes».

El invierno

El Naranjo es hermoso desde cualquier perspectiva. Esta fotografía está tomada en pleno verano, consol de justicia, desde el Pico Albo. No es el Picu Urriellu la cumbre más alta de los tres macizos delos Picos de Europa, pero su silueta consigue resaltar sobre todas las demás, quizá porque es la másconocida, el símbolo distintivo de toda una cordillera. Los que conocen el Naranjo destacan sus sor-prendentes cambios de imagen a tenor de la luz del día, sus impresionantes tonos rojizos al atarde-cer, sus grises en la mañana. Una caliza rocosa que evoluciona y se transforma, y que plantea mildificultades y aporta mil sorpresas.

El Naranjo desde el Pico Albo

Recuerdo aquella subida en 1935, pero no los nom-bres de quienes ascendieron con Teófila y conmigo.Teófila Gao subió con alpargatas y con falda. En lacima firmamos en un libro que guardaba los registrosde quien sube y que permanecía bajo una roca. Lo quemás me impactó fue comprobar que allí arriba no cre-cía ni siquiera una hierba.

Mi experiencia más dura allí fue el accidente de dosgallegos, Senén y Javier, que conocía y vi cómo secaían al vacío. Otra recuerdo imborrable fue abrir la vía«Diosa Turquesa», que es la más larga de todas las queexisten en el Urriellu. El Naranjo es muy familiar paramí, tengo abiertas vías en las cuatro caras; no lo hicepor buscar el éxito personal, sino porque me gusta lamontaña».

Las tormentas son lo más durode esta montaña. Yo he padecidoalguna. Un temporal en la caraOeste con un descenso estrepito-so de temperatura me quedó gra-bado como una de las experien-cias más duras de mi vida demontañero. Tuvimos que actuarrápidamente y bajamos cuantoantes de allí.

La primera vez que ascendítenía 13 años y recuerdo el miedoque pasé. A día de hoy llevo 196ascensiones. La ascensión másentrañable que hice sucedió an-teayer. Nacho del Campo, redac-tor de LA NUEVA ESPAÑA,reunió a descendientes de PedroPidal y de «el Cainejo» y subi-mos. Siempre sentí devoción porestos pioneros y para mí ha sidoahora un orgullo hacer una esca-lada con sus familias. Además, enla expedición iba un chico de 9años y me sorprendió verle contanta soltura. Fue una jornadamuy emotiva.

«Subí por vezprimera a los13 años y aún

recuerdoel miedo»

ErikPérez

GUÍA DE MONTAÑA

Mi gran reto fue abrir la vía«Diosa Turquesa» en compañíade mi compañero Andrés Villar.Y además la abrimos durante elinvierno, con una enorme dure-za de ascensión. Tardamosvarios días. En aquella época–me estoy refiriendo al inviernode 1989-1990– estábamos pre-parando la primera expediciónasturiana a la cima himalaya deuno de los “ocho miles”, elCho-Oyu, que en el idiomaautóctono significa precisamen-te «Diosa Turquesa». Y decidi-mos poner ese nombre a lanueva vía en el Naranjo de Bul-nes para promocionar precisa-mente nuestra expedición alHimalaya. «Diosa Turquesa»fue, sin duda, la vía que más mecostó completar.

«Abrimosla vía “DiosaTurquesa”

parapromocionar

una expediciónal Cho-Oyu»

SalvadorMuñoz

GUARDIA CIVILDE MONTAÑA

Subí el Picu muchas veces, perola experiencia que más me marcófue sobrevolarlo en parapente.Realmente le doy más importanciaahora que en aquella época, yahace más de diez años. El trucopara poder hacer aquel vuelo fueno pensar demasiado; ahora cuan-do reflexiono sobre lo que hice meda algo de temor. Mientras estabaen el aire me quedé en blanco, sólodisfruté de un momento único queno sé si repetiré. Ahora prefieroescalarlo. Todos los años asciendoalguna vez al Naranjo. La últimade estas escaladas la hice con elguía Erik Pérez, que me llevó porla vía «Pidal». Esto me hizo darmecuenta de lo que hicieron PedroPidal y «el Cainejo» hace ahora unsiglo, fue una verdadera hazaña,aunque a mí me entusiasma habersido un pionero aquí en Asturiasen el mundo del parapente demontaña.

«El truco fueno pensar ennada, volar

con la menteen blanco»

AnselmoMenéndez

PARAPENTISTA,SOBREVOLÓ EL PICU

EN 1993

«En la cima no crecía nisiquiera una hierba»

JuanCampillo NoriegaACOMPAÑÓ EN LA ESCALADA A TEÓFILA

GAO, LA SEGUNDA MUJER QUEASCENDIÓ AL NARANJO, EN 1935

«Vi caer al vacío a dos personas»

AndrésVillar

GUARDIA CIVIL DE MONTAÑA, ELMONTAÑERO QUE MÁS RUTAS TIENE

ABIERTAS EN EL URRIELLU

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CIEN AÑOS DE LA CONQUISTA DEL PICU Jueves, 5 de agosto de 200410 LA NUEVA ESPAÑA

RECUERDOS Y MIRADAS

A cada alba y a cada ocaso la silueta del Naranjo –en la fotografíasuperior– separa de forma sublime el mundo de las luces y de las som-bras. Luces y sombras nada distintas a las que podemos contemplar enotros entornos del parque nacional, creado y auspiciado por la mano dePedro Pidal, marqués de Villaviciosa. Sobre estas líneas, una fantásticaimagen del Picu en medio de un incipiente mar de nubes sobre la vegade Urriellu. La fotografía está tomada por Santiago Vázquez y formaparte del libro «Las historias del Naranjo de Bulnes», de FranciscoBallesteros.

Luces y sombras

Situado en el corazón del macizo de los Urrieles, el Naranjo domina claramente las depresiones de Cambu-rero y Balcosín, y su esbeltez y verticalidad hacen pequeñas a otras grandes montañas del entorno, comoPeña Castil o la Torre El Carnizoso. La fotografía, cedida para su reproducción por los organizadores delMemorial «María Luisa», está tomada en invierno. Lo delata la nieve, que cubre prácticamente el entorno,aunque no las paredes verticales del coloso, pero también la luz nítida de la mañana. Lejos del verano elNaranjo se vuelve solitario y a veces inhóspito. Las tormentas, sin embargo, pueden llegar en cualquiermomento del año, la última y muy grande, el pasado martes.

La luz nítida del invierno

Siempre sentí debilidadpor el Picu Urriellu por suinaccesibilidad. Participé enel rescate de los cadáveresde Ramón Ortiz y PachiBerrio en 1969 y en el sona-do rescate de Gervasio Las-tra y José Luis Arrabal (quefalleció posteriormentedebido a lo sufrido en lapared) en 1970. Son de esasexperiencias que no se olvi-dan, al igual que nuncaolvidaré mi participación enla primera invernal alNaranjo en 1973. Nosempeñamos en subir por lacara Oeste en invierno.Pudo ser una locura; nadie adía de hoy hace estos sacri-ficios para subir a lugarescomo éste. Hace unos díasascendimos a la «Pidal» conmotivo del centenario. Miimpresión fue de ser unaescalada a vida o muerte.Admiro a aquellos pionerosque se jugaron el tipo enesta montaña. En mi juven-tud no lo veía tan arriesga-do, la prudencia es algo queganas con los años. A pesarde la mejora de los equipos,aún hay infinitud de riesgos,ya que la técnica no ha evo-lucionado, sigue siendo lamisma que en los alboresdel siglo XX.

«Pudo seruna locura;nadie hace

ya esossacrificios»

Pedro AntonioOrtega,«el Ardilla»

PARTICIPÓ EN LAPRIMERA INVERNAL

POR LA OESTE

He podido abrir variasvías en el Naranjo de Bul-nes. Recuerdo la de LosRebecos, en 1980, con JoséVidal, o la Why, en compa-ñía de Antonio Sahelices.También las del Pájaroloco, o Niebla Nocturnacon Antonio Gómez. Conél igualmente culminé laPilar del Cantábrico, en1981. Algunas vías nos lle-varon varios días. Nuncahe ido al Naranjo en plangrande. A mí no me atraíani me atrae la leyenda delPicu, sino su paisaje.

«Me atrajoel paisaje

del Naranjo,no la

leyenda»

JesúsGálvez

AUTORDE LA APERTURADE VARIAS VÍAS

EN EL PICU

Para mí es una enorme sor-presa haber sido consultado paraeste reportaje, ya que me consi-dero un humilde montañero yun humilde enamorado delNaranjo de Bulnes. Como estu-dioso de nuestros montes, elPicu Urriellu fue una de las pri-meras montañas asturianas queinspeccioné en mi objetivo dedar a conocer los rincones másdesconocidos de nuestra geogra-fía. La primera vez que subí lohice con 54 años y fue motivode una emoción indescriptible.No se me olvida cuando llegué alo más alto del pico: recordé laemoción de Pedro Pidal enaquella expedición legendaria ygrité un hurra todo lo alto quepude. Había cumplido un sueño.

«Grité unhurra todo

lo altoque pude»

FranciscoBallesteros

ESCRITOR YMONTAÑERO

Recuerdocuando hice tresvías en la caraOeste en unsolo día. Fue unesfuerzo terri-ble, pero muygratificante.Encadenamoslas rutas históri-cas «Rabadal»,«Murciana» y«Leiva». Haber participado en laapertura de la primera vía asturiana,la «Ópera Vertical», en la cara Oesteme llena de orgullo. La abrimos TitoClaudio y yo en el año 1985.

«Hice tresvías enla cara

Oeste enun solo día»

NachoOrviz

ALPINISTACON AMPLIA

EXPERIENCIAINTERNACIONAL

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CIEN AÑOS DE LA CONQUISTA DEL PICUJueves, 5 de agosto de 2004 LA NUEVA ESPAÑA 11

EL GUÍA MÁS VETERANO, EL GUÍA MÁS JOVEN

Fernando Calvo, 26años y 74 ascensiones

Vega de Urriellu,Lochi Cayarga

Los guías de montaña serán nuestroscómplices, nuestros ojos y nuestros com-pañeros de viaje a través de las peñas, losriscos y las rocas del majestuoso PicuUrriellu. Pedro Pidal, marqués de Villavi-

ciosa, en compañía de Gregorio Pérez, «elCainejo», natural de Caín, lo conquistópor vez primera el 5 de agosto de 1904.Desde entonces, el Naranjo ha sido elmítico pico, orgullo de los escaladoresque consiguen alcanzar su cumbre.

Es el caso de Fernando Calvo, el guíamás joven del Urriellu, que con tan sólo26 años ya cuenta con 74 ascensiones alNaranjo. Así, Fernando, que se introdujoen el mundillo de la escalada en picoscon tan sólo 15 años, cuenta cómo su pri-mera subida fue de la mano de su colegay compañero Eric Pérez, el más curtidode los guías asturianos en la actualidad.De esta manera, Fernando, que pisa lacumbre unas 15 veces al año, explica sutrabajo y el de sus cinco compañeros per-tenecientes a la Unión de Guías delNaranjo, que su labor no sólo consiste ensubir a la montaña y ayudar a los demásen la dura subida, sino que va mucho másallá. «Nuestro objetivo es ayudar a lagente a conquistar una cumbre quemuchos consideran estar fuera de sualcance», explica Calvo, mientras comen-ta la paciencia necesaria para llevar acabo este trabajo.

Así, el Urriellu, que se encuentra situa-do en el corazón del macizo central de losPicos de Europa, en la parte superior de laVega de Urriellu y dentro del parquenacional de los Picos de Europa, no sóloes el lugar de trabajo de Fernando Calvo,sino toda su vida, ya que este joven ase-gura que el Urriellu es para él toda unaforma de vivir el día a día, ya que estacima no sólo se distingue por su marcadapersonalidad y genialidad geográfica, sinotambién por constituir la herencia de losgrandes conquistadores del Urriellu.«Tenemos el orgullo de proseguir con la

tradición que en su día comenzaron esca-ladores de la talla de Pedro Pidal, el Cai-nejo y Alfonso Martínez, entre otrosmuchos grandes personajes del Naranjo.El mérito es de los que lo abrieron, lonuestro es un oficio».

De su trabajo Fernando explica quesuben a la cima con gente muy diversa,desde grandes escaladores hasta gente queno tiene idea de escalada, pero, sin dudaalguna, la mayor variedad la encuentra enla edad, ya que ha subido con gente queva de 6 a 80 años. No obstante, la jornadaes la misma para todos y cada uno deellos, comenzando la escapada con unprevio encuentro en el refugio de monta-ña, donde se explica la ascensión, se pre-para y expone el material y cenan antes deacostarse para emprender con fuerzas unaaventura que comienza muy temprano.

Pero si hay algo que realmente le gustaa Fernando de su oficio es el contacto conla gente, el ir y venir del paisaje y paisa-naje de un lugar tan especial como losPicos de Europa. «El momento más espe-cial de la subida es la cara de sorpresa dela gente al conquistar la cima. Me encantael trato con los clientes, sobre todo cuan-do consiguen tomar una cumbre que creí-an que estaba fuera de su alcance», expli-ca. «No estamos en los Picos de Europapor dinero, el trato con la gente es, sinduda alguna, lo más gratificante», confie-sa al tiempo que explica que su pasión porla escalada lo llevó, incluso, a estudiarEnfermería para completar su labor deguía en la montaña.

Pero, como todo en esta vida, el trabajoen la montaña también tiene su partenegativa y es que, como el propio Fernan-do revela, «la distancia y el escaso con-tacto con la familia y los amigos son qui-zás lo que peor se lleva».

Así, pues, con una altitud de 2.519metros, el Naranjo se ha convertido a lolargo de su historia en la más singular yatractiva cumbre de los Picos de Europa,un reto constante para montañeros y esca-ladores de todo el mundo, que ven en sucumbre una dura pero atractiva prueba desuperar, que Fernando y compañía tratande facilitar.

De esta manera, hoy en día, guías,montañeros y escaladores de la talla deeste joven guía siguen viendo la primeraconquista del Urriellu como una hazañaque todavía hoy asombra, tanto por superfecta proyección y organización comopor la habilidad y la destreza que derro-charon los héroes de la primera ascen-sión.

Pero, sin duda, lo que más sorprende aFernando de esa primera aventura es lamanera que tuvieron Pedro Pidal y el Cai-nejo para desafiar lo desconocido conunos materiales hoy en día impensables.Algo que hoy evoca y aún sigue alabando.«Lo que hacemos ahora es muy diferentea cómo lo hacían anteriormente, cuandocontaban con mucho menos material ycasi subían a pulso a los clientes».

Una de las características del jovenguía no son sólo sus excepcionales capa-cidades físicas para afrontar el trabajo,sino una corta pero intensa trayectoria enla montaña, que lo ha llevado a trabajar enArgentina, Chile, la Patagonia o, incluso,en el Kilimanjaro. Conoce Calvo muchascumbres, pero asegura distinguir Urriellucomo la cima más bonita de cuantas haconquistado. Entre sus próximos objeti-vos, seguir abogando por la profesionali-zación del oficio y disfrutando cada díacon un trabajo que asegura estar basadoen la seguridad y la confianza.

Fernando Calvo, en la cumbre del Naranjo,junto a la imagen de la Virgen de las Nieves.

Juan Tomás Martínez,historia de la peña

Caín (León),J. E. CIMA

«Con tantas cuerdas, clavos y demásaparatos que hay enganchados en lasparedes del Picu Urriello aquelloahora parece una ferretería». Así derotundo es Juan Tomás Martínez, his-

tórico guía y guarda del Coto Real quesubió en más de 60 ocasiones elNaranjo de Bulnes, muchas de ellas enescalada libre, sin seguridad. Era suespecialidad.

De casta le viene al galgo. Su padre,Víctor Martínez Campillo, de Bulnes,hizo la tercera ascensión al Picu (1916)e impresionó a los pioneros PedroPidal, marqués de Villaviciosa y Gre-gorio Pérez, «el Cainejo», porque lesrecogió los restos de cuerda que ellosno pudieron bajar de la primera subidaal Naranjo. Con su hermano Alfonso,que sucedió a su padre en el puesto deguarda del Coto Real, hicieron y crea-ron una propia vía al Picu, más directa.

Por su edad lleva dos décadas sinsubir, pero está al tanto de lo que suce-de en su montaña. Recuerda que en sustiempos «si era en verano íbamos conun pantalón y sin camiseta y con lacuerda de 60 metros enrollada alrede-dor de la cintura. Utilizábamos de cal-zado las albarcas –chanclos de goma–porque agarraban como una ventosa ala pared lisa y no resbalaban como lasotras botas o crampones que traíanalgunos extranjeros. La pared de piedrapulida las «comía» pronto y había queconseguir otras nuevas. La escaladalibre se basaba en agarrarse bien conlas manos. Si fallabas, caías y te mata-bas. No teníamos clavijas para la paredy muy pocas cuerdas y lo subíamos enpoco más de dos horas. Cuando losforasteros nos veían escalar –ellosbien amarrados– nos decían que éra-mos muy buenos, pero que íbamos adurar poco».

No tuvo muchas experiencias con supadre, Víctor Martínez, porque cuando

murió, a los 48 años, Juan Tomás teníasólo 11, pero sabe que «fue algoextraordinario: bajó los restos de cuer-da de Pedro Pidal y el Cainejo en laprimera subida. Se las fue a llevar almarqués de Villaviciosa a Covadonga,quien le encargó que plantara en el altouna bandera de España para que laviera el rey Alfonso XIII que venía acazar a Aliva. Mi padre cogió una varade fresno de dos metros y allá arribacolocó la bandera que impresionó atodo el mundo».

Ante estas gestas, el marqués deVillaviciosa, según Juan Tomás, nom-bró a «mi padre guarda del Coto Real ytuvieron buena amistad. Cuando falle-ció mi padre, el marqués repescó a mihermano Alfonso del servicio militaren África y le puso en el mismo puestoal inicio de la década de los treinta.Más tarde me metió también a mí, queestuve 40 años entre guarda de CotoReal y guía del parque hasta que mejubilé en 1985».

Subió todas las caras del Naranjo ennumerosas ocasiones, salvo la Oeste.Con su hermano participó en muchosrescates. «Nos tocó sacar a muchosaccidentados a hombros desde el Picuhasta Poncebos. En algunas ocasioneshacíamos una camilla con unas varas yuna manta. La Guardia Civil andabamal por allí. Ahora ya no es igual por-que hay helicóptero, camillas y muchagente especializada en rescates».

Su hermano Alfonso y él se dedica-ron a ir de guías y subir a muchosmontañeros al Picu Urriellu. JuanTomás explicó que «por llevarlos porTorrecerredo, Llambrión o Peña Viejacobrábamos 10 pesetas diarias en ladécada de los cuarenta. Como subir alNaranjo era algo mítico y peligroso yahabía que ajustar entre los montañerosy nosotros. Nos daban propinas, lamayor fue de 125 pesetas, mucho.Algunos, nada. Nosotros hacíamosescalada libre y llevábamos cuerdapara subir a los montañeros. En ocasio-nes, hasta ocho al día. Nunca tuvimosun herido. La última vez que subí fuehace dos décadas, fue acompañando aJuan Blas Sitges, directivo de Asturia-na de Zinc».

En noviembre de 2001 la FederaciónEspañola de Montaña le entregó un tro-feo con una espectacular águila comoreconocimiento a sus grandes cualida-des y promoción de esta actividad.

Juan Tomás quiere recalcar la cali-dad de su padre, Víctor Martínez, por-que «antes de subir Pedro Pidal-Grego-rio Pérez, «el Cainejo», los nativos nole daban importancia al Picu y subíanotras peñas muy peligrosas. Luego, aldarle tanto realce la prensa, vino el ale-mán Schulze, que puso clavijas en lapared, y después subió mi padre. Huboentonces mucha euforia y ascendieronvarios nativos, entre ellos otros fami-liares».

Juan Tomás Martínez es natural deCamarmeña, pero se casó en Caín.Tuvo 11 hijos y 24 nietos. No les diopor las escaladas famosas, comenta suotro hijo, también llamado JuanTomás, de 39 años: «No hubo elmomento oportuno y yo lo hacía porocio». Tiene otro hijo, Julio, que esguarda del parque nacional y que estádestinado en Oseja de Sajambre. Espe-ran que algún nieto, como Alejandrode 6 años, tome el relevo de la dinastíacuando le llegue el momento.

Juan Tomás, junto a su hijo, del mismonombre, y su nieto Alejandro, de 6 años.

«CON TANTOSCLAVOS

ENGANCHADOS, ELURRIELLU PARECEUNA FERRETERÍA»

«EL MÉRITO ES DELOS PIONEROS QUEABRIERON LA VÍA;LO NUESTRO SÓLO

ES UN OFICIO»

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CIEN AÑOS DE LA CONQUISTA DEL PICU Jueves, 5 de agosto de 200412 LA NUEVA ESPAÑA

CUATRO EXPERTOS, CUATRO RUTAS

Los grandes caminos

CARA NORTE

Fernando CALVOPara afrontar esta vía, la utilizada por

el marqués de Villaviciosa y «el Caine-jo» en la primera ascensión, es recomen-dable llevar «friends» variados y algúnlazo. Es muy aconsejable para quienquiera rendir homenaje a los precurso-res. De cierta dificultad, se entra desdela Celada, y en la base de la cara Este, alpie de la «Y», arranca un largo en trave-sía hasta una pequeña cueva.

Justo antes del segundo largo seencuentra la famosa Llambrialina, unode los pasos que causaron mayor difi-cultad al marqués y «al Cainejo».Desde ahí es una ascensión de cuartosuperior hasta un primer hombro enotros setenta metros y un largo de granrecorrido te planta ya en el hombro dela cara Norte. Ésta es una zona impre-sionante, con un gran patio que te dauna vista vertical sobre el refugio de laVega de Urriellu. Luego se recorren 60metros de hombro de la cara Norte, deIV grado superior y no demasiado sen-

cillo de proteger porque se trata de untramo muy mantenido.

Este largo te pone al pie de la chime-nea de la cara Norte, que en tres largoste saca a la chimenea superior, muypulida por el agua y las piedras que caenen invierno. Da una sensación muy ver-tical.

Es una vía peligrosa porque la gentese confía, al ser una de las más repetidasdel Picu, y más ahora, coincidiendo conel centenario de la primera ascensión.Hay que ser un buen escalador paraafrontarla. En la zona de la chimenea setuvieron que realizar el año pasado dosrescates. Desde ese punto quedan unos100 o 150 metros a la cumbre de trepadapor una canaleta muy peligrosa de pie-dra suelta. Sales a unos 15 metros de lacumbre.

La vía está equipada con reunionescon clavos y hay algún clavo sueltoentre los largos.

UN BONITOHOMENAJE QUE

NO ADMITECONFIANZAS

CARA SUR

Erik PÉREZ LORENTESi hoy en día el Picu es escalado por

cientos de cordadas todos los años esgracias a Juan Tomás y Alfonso Martí-nez, los guías legendarios del Urriellu.

Ellos fueron quienes dieron con lallave para que cientos de escaladores denivel medio y cientos de personas noiniciadas a la escalada sean capaces desubir. Desde 1904 hasta 1944 todas lasvías abiertas en el Picu, tanto por la caraNorte como por la cara Sur, suponíanlargas y expuestas travesías horizontales,lo cual significa técnicamente hablandoel mismo riesgo de caída peligrosa parael que va delante de la cuerda como parael que le sigue.

Con ese problema se encontrabanconstantemente Alfonso y Juan Tomás,los hijos de Víctor, al subir a sus clientespor la vía de su padre. Juan Tomás yAlfonso, escaladores naturales y genia-les, decidieron solucionar este problemade las travesías abriendo una variantedirecta hasta la terraza central de la caraSur. Así abrieron la vía más segura delPicu y, por lo tanto, la más recorrida

desde entonces a hoy, la única en la caraSur que tiene las reuniones montadascon anclajes fijos, pues también es pordonde normalmente se rapela.

Consta de cuatro largos, con los quese alcanza el anfiteatro, y a partir deaquí se sigue ya trepando. Ha de buscar-se el centro de la pared Sur, justo debajode unos marcados canalizos un poco a laizquierda y debajo de un nicho o cavi-dad muy marcada. Se trepa estos prime-ros 15 metros por esos canalizos muyverticales, muy técnicos, fáciles de pro-teger con un empotrador al principio yotro casi al final del largo. La reuniónen el nicho es muy cómoda para 3 o 4personas. Se inicia el segundo largohacia la derecha buscando una grietaque está a unos 3 metros de la reunión,con un paso delicado que muchos danen denominar el «paso bailarina», puesse hace cruzando los pies en una estre-cha regleta y se da con rapidez. Estamosa mitad de la escalada. El tercer largo esya más fácil, pero no debe bajarse laconcentración, dado lo pulido de la cali-za debido al mucho chorrear de agua losdías de lluvia en esta parte. Del cuarto,ojo a la zona llamada de los «tubos deórgano». La escalada de la vía «Directade los Martínez» supone de media unas2 horas y 30 minutos hasta la cima parauna cordada de tres personas, pero esimprescindible que al menos uno deellos sea un escalador habituado a ir deprimero protegiendo los largos.

El mayor peligro no es tanto unacaída, sino las caídas de piedras sueltasque se encuentran en el anfiteatro.

LA LLAVE PARAPOPULARIZARLA ASCENSIÓN

LA VÍA DE PIDALY «EL CAINEJO»

LA VÍA «DIRECTADE LOS MARTÍNEZ»

El hombro dela cara Nortetiene un patioimpresionanteque da unavista verticalsobre el refugio

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CIEN AÑOS DE LA CONQUISTA DEL PICUJueves, 5 de agosto de 2004 LA NUEVA ESPAÑA 13

CUATRO EXPERTOS, CUATRO RUTAS

hacia la gloria del mito

CARA ESTE

Pedro UDAONDOAbrimos esta vía en 1955. Yo había

estado escalando la cara Sur la primeravez que vine a los Picos y me dejaronimpresionado. En septiembre de ese añovolví a los Picos con Jaime Cepeda yMaría Jesús Aldecoa y abrimos la vía,tomando como partida el arranque de la«Schulze», en la parte izquierda de la«Y». En tres largos te pones sobre esta«Y», es un tramo de IV que pasa a IVmás y ahí se deja la «Schulze», que se vaa la derecha.

En ese momento fue cuando vimos laposibilidad de seguir hacia arriba, defrente, en un largo de unos 30 metros,que es el que da paso a la vía «Cepeda»propiamente dicha, en la cara Este. Es unlargo muy bonito, muy aéreo, que pasa ala otra cara y se sigue ascendiendo endiagonal, hacia la izquierda, a situarsebajo una canal de chimenea, que es elpunto al que salen la mayoría de las vías

de la cara Este. Casi todas desembocanaquí.

Sesenta metros más arriba de esa con-fluencia se sitúa la zona conocida comoRompetobillos, donde hay algún IV oincluso un IV más, toda de roca y muycompacta. En Rompetobillos la vía origi-nal iba por la izquierda del trazado quese sigue ahora porque los segundosascensionistas no se atrevieron a pasar defrente. La vía original va hacia un nichoque se extraploma y se sale a una fisuraque no está asegurada. Por este lado lahe hecho unas 8 o 10 veces, la última en1995, con Isidoro Rodríguez. Es un pasocomplicado, pero es de cabeza, de notener miedo.

La primera vez la hicimos con unacuerda de cáñamo de 30 metros atada ala cintura y abarcas de goma, de las delos pastores, que agarraban mucho y,cuando luego volví con más medios,tuve problemas para salir por el agujerodel nicho porque no me pasaba el casco.La gente sale por un agujero al anfitea-tro, de ahí, por la arista hacia la cumbreoccidental y desde ese punto, hacia lacumbre. En total he hecho la vía unas 15veces en mi vida.

CON UNACUERDA DE

TREINTAMETROS YABARCAS

CARA OESTE

Pep MASIPLa «Rabadá-Navarro» es la vía de las

vías, tanto del Picu como de la geografíapeninsular. En el Urriellu hay algunasposteriores más difíciles y más técnicas,pero ésta, para mí, es la mejor, por todolo que representa. Fue la primera abiertaen la cara Oeste, a principios de los años60, y significó un paso adelantado encuanto a la escalada, y es que Rabadá yNavarro eran dos personajes adelantadosa su tiempo. Hasta finales de los 70 yprincipios de los 80, tras las primerasascensiones invernales, cuando la vía eraconsiderada de gran pedigrí, era necesa-rio hacer vivaque en los Tiros de la Torca,pero luego, gracias a las mejoras en latécnica, se empezó a hacer en el día.

Mi primera ascensión a la «Rabadá-Navarro» la realicé en 1980, en ochohoras, en una jornada normal de escalada.Desde esa vez la he repetido otras sieteveces en distintas épocas, entre ellas en

invierno, y en una ocasión la hice sincuerdas. De todos modos, esta vía essiempre una experiencia diferente pormuchas veces que la repitas.

Para mí, aunque no es una vía directa,es muy lógica. Te pones en la piel de losaperturistas cuando estás subiendo. Tienemuchos más metros de recorrido que lavertical del Picu. Arranca a la derecha deuna laja y luego sube por una fisura obli-cua conocida como «la cicatriz» hastaTiros de la Torca, que es el escape naturalsi se quiere salir por la Sur. De los Tirosregresas a la Oeste por un diedro oblicuoy de nuevo se mete en la pared Oeste porla conocida como Gran Travesía, queconecta con un diedro de unos 100metros que da acceso a la barriga deRocasolano.

De Rocasolano salen dos largos confisuras oblicuas que llevan a la aristafinal, de otros cuatro largos. En total tiene21 largos, pero hoy por hoy se puedehacer en menos, entre 8 y 10.

Es de gran calidad por su roca, y tieneun recorrido con zonas muy aéreas comoLa Travesía o Rocasolano. Es una vía, sinduda, de las más bonitas del mundo.

UNAEXPERIENCIA

DIFERENTE, DE LO MÁS BONITO

DEL MUNDO

LA VÍA«CEPEDA»

LA VÍA «RABADÁ-NAVARRO»

No podía salirpor el agujeroporque no mecabía el casco

Hay vías mástécnicas, peroesta es la mejorpor todo loque representa

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CIEN AÑOS DE LA CONQUISTA DEL PICU Jueves, 5 de agosto de 200414 LA NUEVA ESPAÑA

EL CONCEJO Y EL NARANJO SE HERMANAN

Arenas de Cabrales, Ramón DÍAZ

«El Picu es especial, unamontaña distinta a las demás».Lo certifica un experto, Cipria-no López, «Cipri», que ha con-quistado el Naranjo de Bulnesen casi medio centenar de oca-siones. La última ocurrió el díadel Carmen, cuando ascendió ala mítica cima del Urriellu encompañía de Sergio GonzálezBada, Jesús Morán Coro yRubén Carbajal Fernández.

No fue una escalada más: erala primera vez que cuatro cabra-liegos ascendían juntos por lacara Este, por la denominada«vía Cepeda», que abrieron el21 de septiembre de 1955 MaríaJesús Aldecoa, Jaime Cepeda yPedro Udaondo.

El asunto surgió por casuali-dad, el pasado día 15. RubénJesús habían decidido subir elTorrecerredo. Pero en el refugiode Urriellu se encontraron conCipri, quien les propuso uncambio de planes: «Subir a laPeña». El «sí» fue unánime einmediato, pero antes los mon-tañeros decidieron ir a buscar aSergio González, que se encon-traba en el refugio de Cabrones.Así se completó el cuarteto.

Jesús, de 20 años, y Rubén,de 24, nunca habían escalado

Cipriano López, superando el «agujero» que conecta las caras este y sur del Picu.

Cabraliegosen la cima

de «su» mundo

Sergio González, en plena escalada. Abriendo la cordada, en segundo término, Cipri.

Jesús Morán y Rubén Carbajal. Pasa a la página siguiente