con magno concierto inauguran plaza civica

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Publicación mensual 18 de Julio 1 18 de Julio publicacíón mensual cronista municipal h. ayuntamiento de jojutla morelos 2019-2021 n° 3 abril 2019 CON MAGNO CONCIERTO INAUGURAN PLAZA CIVICA pag. 6

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Publicación mensual 18 de Julio

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18 de Juliopublicacíón mensual cronista municipal

h. ayuntamiento de jojutla morelos 2019-2021

n° 3 abril 2019

CON MAGNO CONCIERTOINAUGURAN PLAZA CIVICA

pag. 6

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Ignacia Domínguez nació en Tehuixtla en 1885 y murió en la misma población, al parecer, de enfisema pulmonar en 1943. Del matrimonio entre Lucio Domínguez Orihuela y Gregoria Delgado nacieron tres hijas: Rosa, Micaela e Ignacia, la más pequeña, tenía tres años cuando su padre murió, dejándo-las desamparadas. Aprendieron de su madre a ser trabaja-doras, a bordar, a coser a mano exquisitamente y a guisar como no hay Dios. Ignacia y Micaela cocinaban como los án-geles, tanto así que abrieron en el año 1900 la primera fonda de Tehuixtla. Ignacia fue una mujer muy guapa, delgada, de tez morena clara y de estatura media. Vestía a la usanza de la época: naguas largas y saquito, a veces usaba sandalias de cue-ro o andaba descalza. Mujer sola «sin marido», afamada por toda la comarca. Pacífica pero bragada, de carácter fuerte, no toleraba las injusticias, le gustaba fumar, jugar a las cartas y a la lotería. El papel de las mujeres durante la revolución mexicana fue determinante; obligada o volunta-riamente, fueron soldaderas, aguadoras, enfermeras, coci-neras, acompañantes, espías, correos, esposas abnegadas; muchas alcanzaron el grado de «coronelas» o «generalas», marcando así el destino de la nación. En la monografía de Tehuixtla se lee que, a las cuatro de la mañana del 10 de diciembre de 1910, llegaron a donde hoy es la plaza cívica, mil hombres revolucionarios maderistas. En ese momento Ignacia tenía veinticinco años y dos hijas; Febronia de diez y Eustacia de apenas seis años. La presen-cia de los revolucionarios quedaría muy grabada en Ignacia pues un soldado se llevó a su hija Febronia para deshonrarla, quizá por eso más adelante se unirían a las filas de Zapata. La leyenda cuenta que, cuando llegó Emiliano Zapata con su tropa, al actual zócalo de Tehuixtla, en donde Ignacia tenía una enramada y vendía comida, dulces y galletas, salió ésta a recibirlo y, a pesar de la hambruna que había a causa de la lucha, agarró valor y viendo al general montado en su caballo le dijo:«No es mucho lo que puedo ofrecerles, un caldo de cala-bazas y unas tortillas de comal, es todo lo que tengo para alimentar a mi familia, pero lo ofrezco gustosa para la causa mi general». «Mi generala» contestó Zapata, asintiendo con la cabeza y ladeando su sombrero.Dicen que ese gesto agradó tanto a Miliano y a su tropa, que desde aquel día Ignacia Domínguez fue conocida como la generala.El 6 de diciembre de 1914, se cuenta, Ignacia acompañó a Emiliano Zapata con su ejército Libertador del Sur a la toma del Palacio Nacional e incluso que ella le advirtió de no sen-tarse en la silla presidencial porque estaba embrujada.

Dicen que la mujer que aparece detrás de Villa y Zapata es Ignacia, quedando inmortalizada en la famosa fotografía de Agustín Víctor Casasola. Ignacia fue, al parecer, buena católica, devota del santísimo rosario y asidua de la biblia. Fue contemporánea del ahora San David Uribe Velasco y cuando a éste lo tuvieron preso y escondido en Tehuixtla, ella lo vio, pues en el mismo lugar (el actual hotel El Cisne) tenían cautivo a su yerno Modesto González. Corrió a darle aviso a una tía del padre David que vivía en el pueblo, sin embargo para cuando sus familiares llegaron al sitio, al Santo ya se lo habían llevado a Cuernava-ca, con órdenes de quebrárselo en el camino un 12 de abril de 1927.En 1936 Ignacia y su hermana Micaela formaron parte de la «Unión de Mujeres Americanas», una asociación de mu-jeres encabezada por Ana María, hija del general Emiliano Zapata, que se encargó de solicitar la igualdad de los derechos para las mujeres principalmente en lo que respecta al voto. En 1938 la asociación cambió su nombre al de «Unión de Mujeres Revolucionarias del Estado de Morelos». Anita Zapata me platicó que, en una ocasión, tenía que ponerle a Ignacia, en su credencial, que era vecina de

IGNACIA DOMÍNGUEZ DELGADO La GeneralaEmmanuel Espín

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Jojutla, sin embargo Ignacia se negó rotundamente a que en su documento apareciera ese nombre, ar-gumentando que si Zapata había hecho la revolución para darle dignidad a todos los pueblos de Morelos, por qué a ella tenían que ponerle por cuna otro lugar que no fuera su Tehuixtla y ganó esa batalla pues así se lo escribieron. En cambio su hermana Micaela aceptó, sin chistar, ser originaria del municipio de Jojutla. Muchos fueron los amores y las cosas que se cuentan en el pueblo de Ignacia Domínguez, algunas tan antitéticas como de que fue hechicera o santa. Dicen que tuvo los hijos que «quiso» como los hombres que «quiso».Los padres de sus hijas fueron importantes rancheros o terratenientes de la comarca; Pedro Espín, padre de Febronia; José Uribe, padre de Eustacia; Samuel Espín, padre de Félix y Ángela. De Alejandro, su único hijo va-rón, nunca quiso revelar el nombre de su progenitor porque decía que era sólo de ella y puro Domínguez. Se rumoró que tuvo una hija del «Padre Lecho», Florencio Arizmendi primer párroco de Tehuixtla. Sin embargo su nieta Vita Martínez me develó que, su tía Eustacia Uribe le confesó que el papá de María de Jesús «Chucha», fue Baldomero Peralta. Ignacia guardó celosamente el secreto por mucho tiempo, ocasionando el rumor del cura porque por esos años ella atendía el curato: guisa-ba, barría, lavaba y planchaba.Se dice que Marciano Silva Peralta, corridista de Za-pata nacido en Tilzapotla, se enamoró frenéticamente de ella, al grado de componerle la canción: «Coplas a Ignacia». «Quiero que escuches de mis labios este prólogo dijo Micaela a esa jovencita escríbele, he venido al compas de hermosa cítara a dirigirle a tu deidad mis tristes cánticos, no las desdigas jovencita rosa nítida, nunca te muestres que al hablarte seas tímida, mi pecho se halla sumamente tristísimo, porque al mirarte es mi co-razón enérgico, al ver tu talle tan bello y tan purísimo,

que tanto tanto me encanta tu rostro angélico. Deja que mire ese tu rostro de ópalo, porque sin verte yo me encuentro muy atónito, abre mi pecho y mi corazón colócalo entre tu seno pero allá en lo más recóndito. «Oye Ignacia quiero que escuches mis súplicas, voy a decirte cual es mi ilusión frenética, aunque carezco de práctica y política, yo te suplico que conmigo seas be-néfica. Cuando mi cuerpo se halle puesto en un sar-cófago y que mis restos se hallen bajo una lápida. Tú nunca te olvides visitar un sitio sólido que allá estará tu trovador niña simpática. En fin Ignacia voy a terminar mis páginas, que en bellas trovas te entoné al pie de la música y como eres tan benévola y magnánima, yo te suplico que conmigo seas benéfica». A pesar de tan hermosa canción y declaración de amor, Ignacia desairó a Marciano Silva que venía des-de Tlaltizapán sólo para verla y como a él, a muchos otros rechazó. Tenía un dicho pícaro: «Hombre que me gusta, me lo echo y después lo echo». Dicen que algu-nos se disputaban a balazos la paternidad de las hijas de Ignacia, porque eso sí, las Domínguez eran mujeres muy bonitas. Algunas voces aseguraban que Ignacia fue bruja. Este rumor surgió después de la muerte por fiebre tifoidea de su hijo Alejandro. Dicen que lo amó tanto que su muerte la enloqueció un poco, que con él una gran parte de ella también murió. Dicen que iba a llorarle a su sepulcro, vestida con el traje de novia de mamá Goya, que sollozaba por el camino «¡Ay Alejan-dro!, ¡Ay mi hijo!», asustando a su paso a los «teporo-chitos» que se encontraba a deshoras por las calles. Una noche Ignacia Domínguez comenzó a toser, siem-pre fue una mujer sana a pesar de que fumaba mucho, cuando la tos se hizo más fuerte, su hija Ángela se le-vantó a auxiliarla, sin embargo el carraspeo no se detu-vo, por el contrario, de un de repente sacó bocanadas de sangre. Ángela, asustada, mandó llamar a sus her-manas, al cura y al doctor, diciendo que su madre ago-nizaba. Ignacia falleció una madrugada del año 1943.Entre recuerdos pueriles su nieta Vita Martínez Espín se contempla arrodillada junto a su mamá Ángela, a un lado de un cuerpo tendido.La historia de Ignacia Domínguez me fue dada por pe-queños fragmentos de sus familiares, amigos y cono-cidos, es una mezcla de díceres, rumores, anécdotas y documentos que juntos la convierten en una mujer de leyenda, una mujer adelantada a su época, que vivió sencillamente y amó profundamente a su tierra y su gente.

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«Mis padres salieron del estado de México, aquí llega-ron en 1930. Baltazar, mi padre, vino a trabajar, a puro pico y pala, en la construcción de la planta eléctrica del Río Amacuzac. Rentaron un cuarto a don Porfirio Oje-da, allá por el panteón.A los siete años me inscribieron en la primaria 10 de Abril. A esa edad yo ya regaba las milpas. Vicente Hui-dobro le prestó a mi padre una parcela de termporal, pero él, ingenioso, compró un montón de botes alcoho-leros, los abrió y ensambló para construir un canalito por donde le metió agua a su siembra.El terreno donde está la escuela se llenaba de huiza-ches, a mi papá le permitían meter la yunta para sem-brar maíz. En cada extremo de un galerón de adobe y tejas estaban los salones, primero y segundo. No había más. Aprendimos las primeras letras con el Silabario de San Miguel.

Había dos letrinas, esas de tablón con agujero. Por cier-to, una ocasión se rumoró que en la letrina de mujeres había un muerto; todos teníamos miedo. Las mujeres prometieron dar un beso a quien abriera la puerta y comprobara si era cierto; yo, cerrero y arrinconado como perrito de cuadrilla, les gusté para desentrañar el entuerto; temeroso, me acerqué, agarré la manija, cerrando los ojos, dí el jalón, gritando «¡No hay nada, no hay nada! Besuqueado por todas, la que se rajara le daban caballo, quedé todo embarrado de saliba.De mi maestra de primer año solo recuerdo su nombre: María Luisa. En segundo fue Raquel Bazán Tapia. En el terreno baldío de Lupe Mena (esquina de Altamirano y Aquiles Serdán), donde hoy está una farmacia, se ha-cían bailes para recaudar fondos para la escuela. A los

hombres les cobraban 15 centavos por pieza. Santos --hijo de Timoteo Sotelo y María La Zarca-- y Epifania, su esposa, manejaban el dinero. Después los bailes se celebraron donde los Flores, los panaderos, al fondo de la calle Matamoros.

Una mañana, en la calle, alguien gritó «ahí viene el di-putado», la directora, apresurada, sacó formados a los niños para pedir ayuda al diputado. Tremendo chasco se llevó al ver que en la calle el único caminante era Ja-cinto Valentín apodado El Diputado, que iba cayéndose de borracho.

ALBERTO HERNÁNDEZ LÓPEZ (1935)

«A inicios de los 60 aún había quien creía que la mujer estaba destinada a ser esposa, madre y ama de casa. Así lo creía mi mamá».«Para qué pierdes tu tiempo --me recriminaba--, en nada te ayudará la escuela si pa lo único que servirás es para atender a tu marido. Pa eso no necesitas estu-dio. Aprende a lavar, a planchar, a cocinar, a limpiar la casa, a criar hijos».«Yo, con tal de ir a la escuela, me levantaba temprano, para hacer todo mi quehacer» relata Adelina.«Terminé la primaria a los 16 años y no porque fue-ra burra o me reprobaran sino porque mi madre me ponía muchas trabas, hacía que yo me ausentara por largos periodos».«Su hija es inteligente, permítale inscribirse en la secun-daria» le dijo el maestro Francisco Alonso.«Ella ya tiene edad para trabajar, ya no está para que la mantenga ni para que siga perdiendo el tiempo en la escuela» le contestó al maestro.

ADELINA ROBLES BARRERA (1949)

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Agradezco a mi vecina Juana Cruz Peralta que me ayudara a identiicar a la mayoría de esta fotografía, casi lo logramos. 1. Alvaro Cruz Peralta 2. Abel Morales Ramírez 3. David Hernández 4. Joaquin Alvarez 5. Bonifacio Molina Dávila 6. Sergio Zavaleta 7. Alfonso Corrales Castro 8. Cipria-no Téllez 9. Julián Vences Camacho 10 Rosa Juárez 11. Sara Ibarra 12. Yolanda Alvarez 13. María Barrera Molina 14. Profesora Eleuteria Cerezo 15. Catalina 16. Bertha Torres 17. Yolanda Uribe Figueroa 18. María de Jesús Camacho Carreto 19. María Elena 20. Esperanza Manjarrez 21. Salvador Uribe Figueroa 22. Adelina Robles Barrera 23. David Silva Camacho 24. Teodoro Núñez 25. Feliciano 26. Mauro Popoca 27. Juana Cruz Peralta 28. Alejandra Guzmán 29. Ana María Molina Dávila 30. Irma Villa 31. Asunción Sánchez 32. Juana Carrillo.

ESCUELA PRIMARIA 10 DE ABRIL * GENERACIÓN 1959-1964

La familia Curiel Pozas tiene la arraigada costumbre de,

los domingos, desayunar juntos en la casa paterna.

Doña Gloria, de 89 años, nos dice que si viviera Vicente,

su esposo, el pasado 5 de abril habría cumplido 101 años.

De nítida memoria, relata que don Santos Guzmán inició

los trámites para que se hiciera la Primaria 10 de Abril y

doña Inés, esposa de Rosalío Mena fue de las primeras

maestras.

«En Higuerón, Chucha García y yo, apoyadas por la edu-

cadora Esther Galván, le entregamos a Eva Sámano,

esposa del presidente Adolfo López Mateos, la petición

para que se construyera el kinder. Tres meses después

contestó la Presidencia que lo harían. Cuando se inau-

guró el kinder yo no pude ir pero después me llegó una

carta de Eva Sámano, en hoja membretada, donde me

informaba que el trabajo estaba hecho y entregado».

FAMILIA CURIEL POZAS

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CON MAGNO CONCIERTO INAUGURAN PLAZA CIVICACon el lastimado Palacio Municipal de testigo mudo, el 12 de abril se inauguró el nuevo zóca-lo. El concurrido evento resultó grandioso. La orquesta Sonemos, del Mtro. Arturo Márquez Navarro tocó marabillosas piezas como Poeta y campesino, la Obertura 1812, Colombia tierra querida y otrás más. La Orquesta de Cámara de Minería, a cargo del Mtro. Óscar Herrera deleitó al público con música mexicana como El Huapango y canciones de Agustín Lara. La fiesta concluyó al modo morelense: con Los Chinelos, bailados por mucha gente.

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LAS MUJERES EN LA REVOLUCIÓN MEXICANAEsmirna Salinas Muñoz * Doctorante en Derecho.

109 años han pasado desde el inicio de nuestra Revolu-ción Mexicana de 1910 y, siempre es momento propicio para hacer visible el papel que desempeñaron las mu-jeres y que destacaron con su participación decidida.La doctrina bibliográfica cita a las aguerridas comba-tientes y hábiles estrategas, que se caracterizaron por ser buenas soldados, empuñando sus armas y estando al frente de batallones, como «soldaderas» y parte de la tropa revolucionaria en sus distintas corrientes o gru-pos, lo que corrobora su aportación valiente dentro de las fuerzas militares.

En el presente artículo, cobran vigencia aspectos rele-vantes de grandes mujeres que vivieron en aquel mo-mento heroico, en las actividades sociales, políticas, in-telectuales, culturales, económicas y que, con sus actos trascendentales, cada una desde su respectiva trin-chera, dejaron para la posteridad, dignos y valerosos ejemplos de lucha, tenacidad, sororidad, resiliencia y aportaciones. Mujeres solteras, lo mismo que casadas, viudas o separadas, jóvenes o con mayor experiencia, demostraron el temple y la casta e hicieron lo propio hacia aquella causa, en su esfera y espacio, desde su intelecto, con voz, pluma o imprenta; muchas otras iban de la mano con sus hombres, hermanos, familiares o maridos, compartiendo la lucha.

Las circunstancias de la época vivida hace más de cien años no eran sencillas y nada fáciles; pero de incon-tables mujeres con distintas aptitudes, como las de su intelecto, se citan a las que participaron en la redacción del Plan Político y Social proclamado en Tacubaya en 1911, o a las que elaboraron el prólogo del Plan de Ayala.

Puesto que había las que tenían otros estudios y pre-paración académica, participaron con su intelecto, talentos en diversas áreas según su formación, desde manifiestos y proclamas en actividades de propaganda en los escasos partidos opositores al poder de Porfirio Díaz, hasta las que dirigieron Partidos Políticos o las que lanzaban agitadas campañas de información y movi-lizaban a grandes grupos de mexicanos y mexicanas.

Las páginas históricas hablan de mujeres responsables en comisiones formadas para la liberación de presos

políticos, que buscaban la amnistía de revolucionarios detenidos, solicitando indultos o amparo contra actos de jueces en asuntos jurídicos donde había detenidos, como hábiles negociadoras y letradas en asuntos lega-les, políticos y de Estado.

Se citan mujeres extranjeras de tendencia socialista que se sumaron al movimiento magonista como «pro-pagandistas», estableciendo juntas, en unión herma-nada, asociaciones en pro de los asilados políticos y participando como hábiles oradoras en mítines o ela-borando escritos revolucionarios estando en el exilio,

Hermila Galindo (2-junio-1886 * 19-agosto-1954), pionera feminista y primera candidata a diputada federal. Gran ora-dora, revolucionaria, maestra y periodista. La defensa de los derechos de las mujeres marcó su vida personal y su trayectoria política.

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para no ser encarceladas, torturadas o fusiladas como sucedía con otros cientos de mujeres en México.Hubo precursoras del Feminismo en México -socialis-tas y sufragistas que lucharon por los derechos políticos como el voto-; con un número alto de mujeres adheri-das y miembros destacadas de las mesas directivas de los Partidos y Clubes, que crearon asociaciones feme-ninas antireeleccionistas.La milicia, el periodismo, la política y la literatura fue-ron de los primeros medios de expresión utilizados por mujeres para manifestar sus ideas, convicciones, ne-cesidades y demandas. Algunas fundaron y dirigieron periódicos importantes en la época, como el Vésper, Mujeres de Anáhuac, La Corregidora, Juan Panadero, El Campo Libre, Fiat Lux, La Guillotina o la revista Violetas de Anáhuac, del que se derivó la fundación del grupo «Hijas de Anáhuac».Dice la historia que mujeres de diversas clases sociales y distintas profesiones y oficios, se afiliaron a los recién establecidos Clubes y Grupos políticos, teniendo una alta participación en la organización de estos, distin-guiéndose por su militancia política y partidista, antes, durante y después de la Revolución, pues, muchas ocu-paron diversos cargos públicos estatales y federales en salud o educación, aún en la secretaría de guerra. De algunas quedaron grabados para la historia sus apo-dos de corte pistolero junto a sus nombres, otras se cambiaron el nombre y la vestimenta a uno masculi-no al liderar batallones. Aún se recuerda a las mujeres agentes secretas, correo o confidenciales que con cada recado o mensaje llevado a jefes militares ponían en riesgo su propia vida.Hubo mujeres contrabandistas de armas, parque y dinamita, así como de alimentos o materiales médi-cos; hábiles enfermeras que cuidaban a los cientos de heridos; otras cooperaban desde sus casas, haciendo ropa para el ejército revolucionario o compraban mu-niciones para la causa constitucionalista. Otras muje-res destacadas fueron profesoras, algunas, incluso con recursos propios, establecieron escuelas; destacan ofi-cinistas, telegrafistas, obreras de diferentes ramas de la producción que formaron grupos demandantes de mejores condiciones laborales. Originarias heroínas de la revolución mexicana, casos de familias enteras cuyas mujeres, abuelas, hermanas, primas, cuñadas, madres e hijas se acompañaban en las causas sociales.Aquellas centenas de miles de mujeres se ganaron res-peto, confianza, honorabilidad, corridos y, desde luego, grados militares desde Teniente, hasta Coronela o Ge-

nerala. Tienen nuestro reconocimiento y gratitud por abrir caminos, horizontes y nuevas perspectivas. Co-nocer nuestra historia es crucial, ello nos permite en-tender, desde la reflexión, el trascendental papel de las mujeres en aquel momento histórico, de apoyo, de so-lidaridad, de valentía, jugándosela con sus familias, con sus hombres y con sus propias correligionarias muje-res, demostrando así que, el papel de las mujeres tuvo implicaciones importantes en todo ámbito de la vida mexicana.A un siglo de 1910 el rol de las mujeres en la partici-pación política, de poder, de toma de grandes decisio-nes, vislumbra inequidad e invisibilidad. El voto para las mujeres llegó hasta el 17 de octubre de 1953. Después se hicieron reformas constitucionales político-electora-les para la paridad de género en escaños legislativos y espacios más equilibrados en la función pública. En el devenir histórico se observa la lentitud con que nuestro país, ha podido incidir, como Estado, en dar una ver-dadera garantía de paridad de género e igualdad de derechos. La Revolución Mexicana, a las mujeres, aún nos queda debiendo mucho.

DIRECTORIO:Juan Ángel Flores Bustamante

Presidente Municipal

Bertha Gómez OcampoSíndico Municipal

Erika Cortés MatínezSecretaría General de Jojutla

Regidores:

Alejandro Peña OjedaCarlos Salgado Olvera

José de Jesús Pedroza BautistaCarlos Alberto Brito Ocampo

Daniel Dircio Sánchez

Oscar Julián Vences CamachoCronista Municipal

Nora Celia Domínguez MaldonadoDirección Comunicación Social

Alejandro Vázquez HernándezDirección de Diseño e Identidad Institucional

Israel Rafael HernándezCoordinación de Diseño e Identidad Institucional

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Convivio Anual de la Generación 66-68 Sec. Benito Juárez

«Año con año, llueva, truene o relampagueé, nos reuni-mos el 21 de Marzo» dice Jesús Mora Torres.

Esta vez festejaron a lo grande en conocido salón de fiestas: disfrutaron de platillos espléndidos, amenas charlas y sacudieron la polilla al son de música en vivo. A Carolina, mi esposa, la invitan por ser hermana del bien recordado Gilberto Estudillo Macías, miembro de esa generación que tomó clases donde hoy es el audi-torio municipal Juan Antonio Tlaxcoapan. Por cierto, se recordó que, Gilberto, se fracturó una pierna al colap-sar parte del taller de carpintería.

Algunos miembros de tan distinguida generación: Gon-zalo Hernández, Roberto Núñez Ruiz, Rafael Espino-za Rentería, Hugo Javier Quintanilla Gutiérrez, Héctor Martínez Carvajal, José Inocente Benítez Gutiérrez, Juan Flores Hernández, Guadalupe Vargas, José Ca-macho, Evangelina Herrera Salgado, Miguel Angel Del-gado Guevara, Edith Tapia Uribe, Diana Pliego García, Ma. Carmen Goytisolo Urzúa, Haideé Ponce, Alicia Pue-blos.

Han fallecido seis: Gilberto, Irene, Pagita, Próspero Raúl,Julio y Eduardo.

En el número anterior publicamos esta imagen sinel crédito. El autor es Jesús Pavel Mora Delgado.

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Tras cuatro meses de agotadores ensayos, el Ba-

llet Folklórico Grandeza Mexicana --unos cuarenta

hombres y mujeres-- regresará al majestuoso y ex-

clusivo escenario del Teatro Ford, de Hollywood, Ca-

lifornia.

Durante esos meses, en 12727 S Budlong Ave. Gar-

dena, sede de esta Organización Comunitaria sin

fines de lucro, numerosos voluntarios preparan con-

cienzudamente el vestuario, discuten y preparan la

escenografía.

Para una presentación como la del proximo 6 de julio

requieren un complejo equipo de logística. Mueven

toneladas de vestuario, equipo y material escéni-

co; todo deberá estar meticulosamente organizado,

para que cada miembro del ballet se cambie de ves-

tuario a velocidad vertiginosa.

Con esmero, un centenar de personas trabajan para

garantizar que, la del 6 de julio, sea una velada má-

gica y que resalte, que brille el misterio y el encanto

del suroeste mexicano. Las piezas de danza moder-

na de inspiración maya relatarán la leyenda de la

destrucción de las ciudades centrales del imperio

maya, Uxmal, Chichen Itza y Mayapan.

Habrá bailes de Oaxaca, Chiapas y Tabasco, pre-

sentados en un mosaico de movimientos, colores y

sonidos que representan el orgullo y la diversidad de

las tradiciones indígenas en el sureste.

GRANDEZA MEXICANA fue fundada por el jojutlense

José Vences en septiembre de 2003.

La compañía se formó para perpetuar y

mostrar el esplendor de la danza popular mexicana;

cultivar y promover la conciencia pública y la apre-

ciación de este rico y diverso patrimonio cultural y

presentar producciones de alta calidad.

Cada danza, tratese de celebraciones, ceremonias

o rituales diarios, son una porción colorida del sabor

de México.

Grandeza Mexicana preserva las tradiciones y cos-

tumbres del pasado histórico y el presente prome-

tedor de México y para ello realiza una cuidadosa y

bien documentada investigación.

DIRIGIDO POR JOSÉ VENCES, DE JOJUTLA

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La selva baja de Morelos, ya en límites con Guerrero, sigue siendo un prodigio que te envuelve de verdor, cantos de aves y enredos de plantas, matorrales y cactus. Para donde ca-mines, te atrapa con lianas y yerbas, cobijándote, como di-ciéndo: ¿a dónde va usted?Así era también en los años cincuenta del siglo pasado, cuando a falta de caminos, sólo podía accederse a sus pue-blos por veredas para caminantes, caballos y jumentos. Eso me platicaba mi padre, campesino de temporal, con sus va-cas pastando por el lomerío de Ajuchitlán, cajas de abejas y sueños de algún día, poder vender en Cuernavaca la leche y sus mieles perfumadas.En eso, que llega a caballo un tipo requetesimpático, di-charachero, que no dejaba de arreglarse sus largos bigotes mientras platicaba con los campesinos y ganaderos que iba encontrando a su paso, por cuanto pueblo visitaba. Su pláti-ca admiraba por los detalles de un novedoso invento de las ciencias: una impresionante troca que atravesaba por los cerros sin necesidad de brechas o carreteras. Era una espe-cie de máquina con patas y ruedas, a la que no le estorba-ban los matorrales, el breñal, los arroyos o las barrancas. Se las arreglaba para brincarlas como a grandes pasos, giros y saltos. Ya se vendía en Estados Unidos, y estaba llegando de México.Como él estaba en arreglos para comprarse una troca de tales poderes, lanzaba su pial a los rancheros: «Quiero afi-gurarme qué podremos hacer por ustedes si traigo para acá la troca que voy a comprar». Llegó a Ajuchitlán. Entre plática y plática, de jacal en jacal, le fue servido un vasto almuerzo acompañado de un gran vaso de la mejor leche de las vacas de Obdulio. Su contento fue mayúsculo, lo cantó mientras le goteaban por los bigotes densos hilos blancos: «¡Qué leche, Obdulio! ¡Imagínate si vengo con mi troca todas las mañanas, para llevar la leche de estos ranchos a vender hasta Cuernavaca! ¡Todos se harán ricos!»Los campesinos y ganaderos murmuraron con asombro ante tan inesperada oportunidad. Empezaron a recuperar viejos sueños e ilusiones. No faltó uno que preguntó: «¿Y cómo le vamos a hacer para que traiga su troca todos los días?»El tipo estaba sorbiendo un largo trago, parecía no haber escuchado la pregunta. «¡Pero qué leche, Obdulio!»«¿Qué hay que hacer entonces para que su troca pase a recoger la leche y las mieles?», insistió el campesino.«Es muy fácil, organícense para que todos los días a las 6 de la mañana tengan lista la leche, para que no nos la dañe el sol. Llego tempranito y nos la llevamos. Al siguiente día les traigo sus ganancias, y así todos los días. ¡Pero qué leche,

Obdulio!»Obdulio, picado de la cresta, tomó la iniciativa. «Entonces estaremos listos para el próximo lunes, a las 6 de la mañana con nuestros peroles, sin falta».El visitante los sintió preparados para cerrar el trato:«Si me entregan cada uno de ustedes veinte litros diarios, calculo que sus ganancias serán arriba de mil pesos cada dos meses. Para traer la troca necesito que cada uno de us-tedes me dé 500 pesos, así juntaremos 15,000 pesos con lo que ya me dieron del pueblo vecino. No es nada 500 pesos comparado con las ganancias que obtendrán por año. ¡Qué leche, Obdulio!»Se vieron unos a otros con ojos brillantes y preocupados. Quinientos pesos equivalían a dos reses medianas, no era poca cosa. Asomó la duda en algunos, él se dio cuenta. «Si no se animan, me arreglo con el siguiente pueblo. Estoy listo para el próxicmo lunes. ¿Cómo ves, Obdulio?»Obdulio se quitó el sombrero para rascarse la cabeza, dán-dose unos segundos para contestar:«No dejaremos ir esta oportunidad que nadie más nos ha dado. Señores, saquen sus guardaditos y tráiganlos. Ajuchit-lán hará que llegue esa troca el próximo lunes».Dijo eso y fue a su casa a traer el dinero. Siguiendo su ejem-plo, los demás se dirigieron a sus jacales para aportar su cuota. Ajuchitlán no se rajaba ante tal reto que estaba a la vuelta de la loma resolver. Terminó el almuerzo, el tipo distribuyó para despedirse do-bles abrazos con manotadas sobre las espaldas de los entu-siasmados campesinos. Agradeció a Obdulio y a su señora el almuerzo, como la calidad de su leche y subió triunfante al caballo, con los fajos de billetes en las alforjas.Cuando estuvo a punto de desaparecer de la vista, para siempre, les alcanzó a gritar:«¡Nos vemos el lunes! ¡Pero qué leche, Obdulio!»Por meses siguieron esperando la troca, ilusionados.

¡Qué leche, Obdulio!Miguel Ángel Izquierdo

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