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COMENTARIO A LA EPÍSTOLA DE SAN PABLO
A LOS EFESIOS
SANTO TOMAS DE AQUINO
Traducción Castellana del Texto Latino por J.I.M.
EDITORIAL TRADICIÓN, S. A. MÉXICO, 1978
Derechos reservadosc) en cuanto a la traducción castellana por Editorial Tradición, S. A.
Av. Sur 22 No. 14entre Oriente 259 y Canal de San Juan), Col Agrícola
Oriental. México 9, D. F.
Primera edición: Abril de 1978.-1,000 ejemplares.
Título del original latino: Sancti Thomae Aquinatis Doctoris Angelici super Epistolam Sancti
Pauli Apostoli ad Ephesios exposition
TABLE OF CONTENTS
PROLOGO
CAPITULO 1
Lección 1: Efesios 1,1-6
Lección 2: Efesios 1,7
Lección 3: Efesios 1,8-10
Lección 4: Efesios 1,11-12
Lección 5: Efesios 1,13-14
Lección 6: Efesios 1,15-19
Lección 7: Efesios 1,20-21
Lección 8: Efesios 1,22-23
Capítulo 2
Lección 1 : Efesios 2,1-3
Lección 2: Efesios 2,4-7
Lección 3: Efesios 2,8-10
Lección 4: Efesios 2,11-13
Lección 5: Efesios 2,14-18
Lección 6: Efesios 2,19.21
Capítulo 3
Lección 1: Efesios 3,1-6
Lección 2: Efesios 3,7-9
Lección 3: Efesios 3,10-12
Lección 4: Efesiso 3,13-17
Lección 5: Efesios 3,18-21
Capítulo 4
Lección 1: Efesios 4,1-4
Lección 2: Efesios 4,5-6
Lección 3: Efesios 4,7-10
Lección 4: Efesios 4,11-13
Lección 5: Efesios 4,14-16
Lección 6: Efesios 4,17-19
Lección 7: Efesios 4,20-24
Lección 8: Efesios 4,25-26
Lección 9: Efesios 4,27-28
Lección 10: Efesios 4,29-31
Capítulo 5
Lección 1: Efesios 5,1-2
Lección 2: Efesios 5,3-4
Lección 3: Efesios 5,5-7
Lección 4: Efesios 5,8-11
Lección 5: Efesios 5,11-14
Lección 6: Efesios 5,11-17
Lección 8: Efesios 5,22-28
Lección 9: Efesios 5,29-30
Lección 10: Efesios 5,31-33
Capítulo 6
Lección 1: Efesisos 6,1-4
Lección 2: Efesios 6,5-9
Lección 3: Efesios 6,10-12
Lección 4: Efesios 6,13-17
Lección 5: Efesios 6,18-24
PROLOGO "Yo afiancé sus columnas". No es menor hazaña -como dice el sabio-conquistar) que
procurar mantener lo conquistado. No inmerecidamente, por tanto, se hace plausible el Apóstol,
quien, ya que a los Efesios no los fundó en la fe, una vez fundados, de tal manera les hizo echar
raíces que, con toda verdad, -hablando de la Iglesia de los Efesios- pudiese decir: Yo afiancé sus
columnas: yo, quiero decir, Israelita por linaje, Cristiano por religión, Apóstol por dignidad.
Israelita por raza, pues lo soy, del linaje de Abraham, de la tribu de Benjamín. Asimismo por
religión Cristiano: "pues la verdad es que estoy muerto a la ley antigua, por lo que me enseña la
ley misma; a fin de vivir para Dios, estoy clavado en la cruz juntamente con Jesucristo. Y yo
vivo, o más bien, no soy yo el que vivo, sino que Cristo vive en mí. Así la vida que vivo ahora en
esta carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios". Otrosí Apóstol por dignidad, "el menor de todos".
Y de todas 3 cosas en "¿Son hebreos?, yo también lo soy. ¿Son israelitas?, también yo. ¿Son del
linaje de Abraham?, también lo soy yo. ¿Son ministros de Cristo?aunque me expongo a pasar por
imprudente), diré que yo lo soy más que ellos".
Tal debe ser el predicador de la sabiduría de la salud, a saber, Israelita en la
contemplación de Dios, Cristiano en la fe religiosa, Apóstol en la autoridad de su oficio. Yo,
pues, Judío de origen que busco a Dios por la fe, Apóstol de Dios por imitación, afiancé las
columnas de esta iglesia. Las afiancé para que no vacilasen en su fe, como el arquitecto lo hace
con el edificio para que no se venga al suelo. De aquí que se le dijera a Pedro: "y tú, cuando te
conviertas, confirma en ella a tus hermanos", encargo que cumplió Pablo. De donde le viene
como nacido lo de "tus palabras eran el sostén de los vacilantes, y tú fortalecías las trémulas
rodillas de los débiles". Asimismo los confirmó para que no se dejasen amedrentar de falsos
temores, así como el Obispo confirma al niño para armarlo de fortaleza contra la pusilanimidad.
De ahí que en el se le diga a David: "con mi sagrado óleo le ungí, para que mi mano esté siempre
con él, y mi brazo le fortalezca. No lo engañará el enemigo, ni el maligno lo abatirá".
"Con la palabra del Señor, escrita por Pablo, los cielos, esto es, los Efesios, firme y
sólidamente se asentaron", es a saber, para que no perdiesen el premio de la gloria; así como el
prelado o el príncipe confirma la donación, para que después no se quite. "Mas tú por mí
inocencia me has recibido, y conservado incólume, y me pondrás en tu presencia para siempre".
Estas confirmaciones pedía el Salmista diciendo: "Haz firme, oh Dios, esto que has obrado con
nosotros". Estas prometía el Apóstol: "pero fiel es Dios, que os fortalecerá y defenderá del
espíritu maligno". Yo, pues, he afianzalestis columnas, es a saber, a los fieles de la Iglesia de
Éfeso, pues los fieles se dicen columnas porque deben ser rectos, estar levantados y ser fuertes:
rectos por la fe, levantados por la esperanza, fuertes por la caridad. Rectos digo por la fe, porque
la fe nos muestra el camino recto para llegar a la patria; en significación de lo cual estaba la nube
en forma de columna, de que habla el "e iba el Señor delante para mostrarles el camino, de día en
una columna de nube"; ya que la fe, a modo de nube, porque es enigmática, tiene obscuridad;
disolución, porque se acaba; humedad, porque excita a devoción. Levantados por la esperanza,
que encara la puntería en lo sobrenatural y divino, de donde es representada por la columna de
humo, de la cual se dice: "viendo subir de la ciudad una columna de humo" ; pues la esperanza, a
modo de humo de fuego, proviene de la caridad, sube a lo alto, al fin se disipa, es a saber, en la
gloria. Fuertes por la caridad "porque el amor es fuerte como la muerte" ; de donde signo e
indicio de ella es una columna de fuego, que todo lo consume, al que hace alusión el libro de la
Sabiduría: "tuvieron por guía una luminosa columna de fuego" ; porque así como el fuego
ilumina ¡o diáfano, apura y afina los metales, las incendajas las reduce a nada; así también la
caridad ilustra con su resplandor las acciones, purifica la intención y da muerte a todos los vicios.
Pónese, pues, de manifiesto, cuál sea la causa eficiente de esta carta, Pablo, como se hace
notar allí: Yo. La final, la confirmación en la fe, que asimismo se hace notar: afiancé. La
material, los Efesios: sus columnas. La formal se da a conocer por la división de la carta y el
modo de proceder. Esta carta la encabeza el glosador con un prólogo o argumento, donde toca
principalmente el por qué y el modo de escribir y nos presenta a los Efesios, a quienes alaba el
Apóstol y los describe en tres pinceladas: por la región Asianos, porque eran del Asia Menor; por
la religión, porque ya estaban adoctrinados con la predicación de la verdad cristiana; por la
perseverancia, porque se habían mantenido firmes en la fe. Lo primero se refiere a la patria; lo
segundo a la gracia; lo tercero a la perseverancia. Alábalos el Apóstol y añade aquí también el
por qué y el modo de escribir, en que incluye estas 4 circunstancias: a) el por qué de la escritura;
b) el autor que es el Apóstol, que escribepor su puño y letra, o por el amanuense); c) el lugar de
donde escribe, de Roma, desde la cárcel; d) el delegado, de quien se vale para escribir, el diácono
Tíquico. Bastante claro está todo por la misma carta.
CAPITULO 1
Lección 1: Efesios 1,1-6 Después de saludar a los Efesios, hacerles patente su afecto y confirmarlos en sus buenos
hábitos, da principio San Pablo a su narración.
1. Pablo, por voluntad de Dios, apóstol de Jesucristo, a todos los santos, residentes en
Éfeso y fieles en Cristo Jesús.
2. La gracia sea con vosotros, y la paz de Dios, Padre nuestro, y del Señor Jesucristo.
3. Bendito el Dios y Padre de Nuestro Señor Jesucristo, que nos ha colmado en Cristo de
toda suerte de bendiciones espirituales del cielo,
4. así como por El mismo nos escogió antes de la creación del mundo, para ser santos y
sin mácula en su presencia, por la caridad;
5. habiéndonos predestinado a ser hijos suyos adoptivos por Jesucristo a gloria suya, por
un puro efecto de su buena voluntad.
6. a fin de que se celebre la gloria de su gracia,
Escribe el Apóstol esta carta a los Efesios, Asíanos del Asia Menor, que es parte de
Grecia. San Pablo no los convirtió a la fe -que ya antes de venir a ellos estaban convertidos- sino
los confirmó en ella. Pero después de su conversión y confirmación por el Apóstol,
mantuviéronse firmes en la fe, no la recibieron como falsos conversos. Así pues, merecedores se
habían hecho de consuelo, no de reprensión, y por eso San Pablo no les escribe carta para darles
una buena mano, mas para consolarlos. Escríbeles, por medio de Tíquico, el diácono, desde la
ciudad de Roma , con la intención de confirmarlos en sus buenos hábitos y despertarles la
aspiración a metas más elevadas.
Su modo de proceder nos lo indica la división de la carta. Va por delante el saludo, que
les hace patente su afecto; sigúese la narración, en la que los confirma en sus buenos hábitos; en
pos la exhortación, con la que los enciende a desear bienes de más alta esfera; por último la
conclusión, en la que los esfuerza para el combate espiritual.
En el saludo pónese la persona que saluda, la saludada, la forma del saludo. Nómbrase
primero la persona: Pablo; segundo, su autoridad: Apóstol de Cristo; tercero, el dador de la
autoridad: por voluntad de Dios. Dice pues: Pablo Apóstol, contrapuesto el nombre a la dignidad,
porque Pablo es un nombre humilde, y Apóstol, de dignidad; ya que quien se humilla será
exaltado. Apóstol, digo, de Jesús, no de Satanás, como los seudoapóstoles. "Y no es de
admirar… ; así no es mucho que sus ministros se transfiguren en ministros de justicia". Apóstol,
repito, y esto no por mí linda cara, mas "por voluntad de Dios"; al revés de lo que pasa en
muchos, que "reinaron, pero no por Mí".
-"a todos los santos, residentes en Éfeso y fieles", suple, les escribe; o yo, Pablo, escribo
a los que han arribado a la santidad, mediante el ejercicio de las virtudes, en lo que a costumbres
se refiere; y a los que se han mantenido fieles, en lo tocante al fin, por la rectitud del
conocimiento y la doctrina; o a los santos, esto es, los mayores y perfectos; y a los fieles, los
menores e imperfectos, "y a los fieles", digo, "en Cristo", no en sus acciones.
-"la gracia sea con vosotros y la paz". A renglón seguido añádese la forma del saludo,
adornado de 3 galoncillos o ribetes, que hacen agraciada cualquier dádiva, es a saber, la
suficiencia del don: "la gracia y la paz"; el poder del dador: "de Dios Padre"; la excelencia del
mediador: "y del Señor Jesucristo". Que entonces viene el don, como caído del cielo, cuando es
bastante lo que se da; cuando el poderoso, como el rey o príncipe, lo da; cuando por una solemne
embajada, como por la del del Hijo, lo da.
Dice pues: "la gracia", es a saber, de la justificación de la culpa, "y la paz", esto es, la
tranquilidad de la mente, o la reconciliación con Dios, cuanto a quedar libre de la pena debida
por la ofensa; "con vosotros", suple sea; "de Dios nuestro Padre", de quien todo bien procede ; "y
del Señor Jesucristo", sin cuya mediación ninguna merced se otorga. De aquí que casi todas las
oraciones concluyan asir Por Nuestro Señor Jesucristo. No nombra al Espíritu Santo, que se
sobreentiende en los extremos, por ser nexo entre el Padre y el Hijo, o en los dones que se le
apropian: la gracia y la paz.
Dando gracias luego: "bendito el Dios y Padre", los confirma en el bien de 3 maneras: a)
de parte de Cristo, de quien recibieron muchos bienes; b) de parte de ellos, que fueron mudados
y trasladados del estado malo en que vivían al bueno en que al presente viven; c) de parte del
Apóstol, por cuyo ministerio y diligencia fueron confirmados en ese buen estado. Y al dar
gracias distingue, de los beneficios hechos a todos, los que de manera especial a los Apóstoles y
de modo particular a los Efesios. Aquí toca 6 de esos beneficios hechos en general al género
humano: El 1 de bendición, por la certeza de la futura gloria.
El 2 de elección, por la preordenada separación de la masa de perdición.
El 3 de predestinación, por la preordenada asociación con los buenos, a saber, los hijos de
adopción.
El 4 de gratificación, por la colación de la gracia.
El 5 de redención, por la libertad de la pena, esto es, del cautiverio del diablo.
El 6 de perdón, por la anulación de la culpa.
Cuanto al beneficio de la bendición considera ya el loor que en obsequio de Dios debe
rendirse, ya el beneficio por el cual debe rendírsele: "que nos ha colmado en Cristo de toda
suerte de bendiciones espirituales del cielo". Dice pues: "sea bendito", esto es, bendígale yo,
bendecidle vosotros, bendíganle los demás, con el corazón, con la boca, con las obras; alabado
sea "el Dios y Padre", es a saber, el que es Dios por su esencia divina, y padre por la propiedad
de la generación. La conjunción de Dios y Padre no es por razón del supuesto, que es el mismo,
mas por razón de la significación esencial y relativamente considerada. Padre, digo, "de Nuestro
Señor Jesucristo", esto es, del Hijo, que es Señor nuestro según la divinidad, Jesucristo según la
humanidad; el cual, a saber, Dios, "nos ha bendecido", al presente con la esperanza, en lo
porvenir con la posesión de la realidad. Pone el pretérito por el tiempo futuro, por la certidumbre
de lo que dice. Repito, nos ha bendecido, aunque hemos merecido la maldición, "con todo género
de bendiciones espirituales", es a saber, cuanto al alma y cuanto al cuerpo; que entonces será el
cuerpo espiritual. Con bendición, digo, bajada de las alturas, esto es, del cielo; y esto en Cristo,
quiero decir, por Cristo, o por obra de Cristo; que El es quien "transformará nuestro vil cuerpo, y
le hará conforme al suyo glorioso". Esta sí que es bendición y hésenos de ir el alma por ella;
tanto por razón de la causa eficiente, porque es Dios mismo esta bendición; como por razón de la
materia, porque nos ha bendecido; y por razón de la forma, porque nos ha colmado de todo
género de bendición espiritual; y últimamente por razón del fin, porque son bendiciones del
cielo. "Ved: ¡así es bendecido el varón que teme al Señor!".
Sigúese el segundo beneficio de la elección, cuando dice: "así como por El mismo nos
escogió", que tiene en su abono el haber sido libre, porque "por El mismo nos escogió"; eterna,
porque "antes de la creación del mundo"; fructuosa, porque "para que fuésemos santos y sin
mácula en su presencia"; de pura gracia, porque "por la caridad". Dice pues: su bendición será de
tal guisa, que no por nuestra linda cara, sino por gracia de Cristo nos la dará, así como por El
mismo nos escogió, y. apartándonos de pura gracia de la masa de perdición, de antemano dispuso
en El mismo, esto es, por Cristo, salvarnos. "No me habéis elegido vosotros a Mí, sino Yo a
vosotros". Y esto "antes de la creación del mundo", esto es, desde toda la eternidad, antes que
hubiésemos nacido.
-"Nos eligió", repito, no porque tuviésemos en nuestro haber la santidad, "si ni siquiera
existíamos", mas para esto, "para que fuésemos santos", ejercitando las virtudes, "y sin mácula",
dando muerte a los vicios; cosas ambas que obra la elección, según las 2 partes de la justicia:
"apártate del mal y haz el bien". Santos, digo, "en su presencia", esto es, internamente en el
corazón, teatro reservado a sólo sus divinos ojos. O "en su presencia", esto es, para verle a El,
porque, según San Agustín, todo el galardón consiste en la visión. Y esto lo hizo, no por méritos
nuestros, mas por su caridad, o por la nuestra, con la que formalmente nos santifica.
-"Habiéndonos predestinado". Tercer beneficio por el que Dios, con una providencia
amorosísima, dispuso de antemano, salvar a los suyos deparándoles la compañía y trato de los
buenos. Seis cosas incluye el concepto efe predestinación:
1) el acto eterno: predestinó.
2) el objeto temporal: nosotros.
3) el provecho presente: la adopción.
4) el fruto futuro: El mismo, la gloria.
5) el modo gratuito: un puro efecto de su buena voluntad.
6) el debido efecto: que se celebre la gloria de su gracia.
Dice pues: el cual, es a saber, Dios, "nos predestinó", esto es, por sola su bella gracia, se
anticipó a elegirnos "para hijos adoptivos suyos"; "porque no habéis recibido el espíritu de
servidumbre para obrar todavía solamente por temor, sino que habéis recibido el espíritu de
adopción de hijos" ; y más abajo: "aguardamos el efecto de la adopción de los hijos de Dios".
Porque, a.sí como para que un hierro se ponga al rojo vivo es menester caldearlo en la
fragua, porque la participación de una cosa no se logra sino por aquello que por su naturaleza es
tal, así también la adopción filial ha de hacerse por medio del hijo natural. Por eso añade el
Apóstol: "por Jesucristo".
Y esto es lo tercero que se toca en este beneficio, a saber, el mediador atrayente. "Envió
Dios a su Hijo, formado de una mujer, y sujeto a la ley, para redimir a los que estaban debajo de
la ley, y a fin de que recibiésemos la adopción de hijos". Y esto, "tomándole a El por dechado",
esto es, tanto cuanto a su molde nos ajustamos y le servimos en espíritu. "Mirad qué amor hacia
nosotros ha tenido el Padre, queriendo que nos llamemos hijos de Dios y lo seamos en efecto" ; y
más adelante: "sabemos, sí, que, cuando se manifestare claramente Jesucristo, seremos
semejantes a El". Donde conviene notar que los predestinados tienen con el Hijo de Dios dos
semejanzas: una perfecta y otra imperfecta, o por gracia; y dícese imperfecta por 2 razones: a)
porque esta semejanza sólo apunta a la reforma del alma y b) porque, aun cuanto al alma, tiene
cierta imperfección; porque nuestro conocimiento de ahora es parcial. La otra perfecta lo será en
la gloria, cuanto al cuerpo y cuanto al alma, porque llegado que fuere lo perfecto, lo imperfecto
dejará de ser. Lo que aquí, pues, dice el Apóstol, de haber predestinado Dios nuestra adopción
filial, puede referirse a la imperfecta asimilación con el Hijo de Dios, que en esta vida se logra
por la gracia; pero es mejor referirla a la perfecta, que será en la patria, de la cual se dice en
"suspiramos de lo íntimo del corazón, aguardando el efecto de la adopción de los hijos de Dios".
La causa de la predestinación divina no es ninguna necesidad que tenga Dios, ni deuda de
parte de los predestinados, sino más bien un puro efecto de su buena voluntad; con lo cual se nos
encarece el cuarto beneficio, porque proviene de puro amor; ya que la predestinación, conforme
a razón, presupone la elección, y la elección el amor.
Señálase, con todo, una doble causa a este beneficio inmenso: una eficiente, la simple
voluntad de Dios: "Con quien quiere usa de misericordia, y a quien quiere endurece" ; y otra
final, para alabar y conocer la bondad de Dios: "a fin de que se celebre la gloria de su gracia". Y
esto es nuevo encarecimiento de este insigne beneficio, es a saber, un servicio provechoso en su
ejercicio; ya que la causa de la divina predestinación es la pura voluntad de Dios, y el fin de ella
el conocimiento de su bondad. Donde conviene advertir que la voluntad de Dios no tiene causa,
por ningún motivo, sino que de todas las cosas es la primera causa. Empero, con todo eso, puede
señalársele alguna razón, o de parte de lo querido, o de parte del queriente. En este sentido, cierta
razón de la divina voluntad es su bondad, que es objeto de la voluntad divina y la mueve; de
donde razón de todo lo que Dios quiere es la divina bondad. "Todas las cosas las ha hecho el
Señor para gloria de sí mismo". De parte de lo querido la razón de la divina voluntad puede ser
algún ser creado, como cuando quiere coronar a Pedro, porque peleó en buena lid; pero esta
razón no es la causa de querer, sino la causa de que así se haga.
Pero es de saber, de parte del objeto querido, que los efectos son la razón de la divina
voluntad, mas de tal suerte que el efecto anterior es razón del ulterior; con todo eso, en llegando
al primer efecto, no puede señalársele ya más causa que la voluntad divina; pongo por caso: Dios
quiere que el hombre tenga manos, para que sirva a la razón; y que el hombre tenga razón,
porque quiso que fuese hombre; y quiso que fuese el hombre, por la perfección del universo. Y
por ser éste el primer efecto en la criatura, no puede señalársele al universo alguna razón de parte
de la criatura, sino de parte del Creador, y ésta no es otra cosa que la voluntad divina. Luego,
según esta norma, ni a la predestinación puede señalársele alguna razón de parte de la criatura,
sino sólo de parte de Dios; pues sus efectos son dos, a saber, la gracia y la gloria. Mas a los
efectos que se eslabonan en orden a la gloria, de parte de lo querido puede señalárseles alguna
razón, es a saber, la gracia. Pongo por caso: coronó a Pedro, porque éste peleó en buena lid, y
esto postrero, porque fue confirmado en gracia; mas a la gracia, que es el primer efecto, no puede
señalársele alguna razón de parte del hombre, como el por qué de la predestinación; porque esto
sería afirmar -y en esto consiste la herejía Pelagiana- que el hombre tiene de sí, y no por la
gracia, el principio del bien obrar. Y así queda en claro que la razón de la predestinación es la
simple voluntad de Dios, o, como dice el Apóstol: "por un puro efecto de su buena voluntad".
Mas para que se entienda cómo todo lo hace y quiere Dios por causa de su bondad, es de
saber que ser necesario obrar unas cosas por amor del fin puede entenderse de 2 maneras: o para
alcanzar el fin, como el enfermo que toma la medicina para cobrar salud; o por amor de difundir
el fin, como el médico que ejercita su arte para comunicar a otros la salud. Mas Dios de ningún
bien exterior tiene necesidad, según lo del Salmo XV; y así, cuando se dice que Dios quiere y
hace todo por su bondad, no ha de entenderse que lo que hace lo haga para comunicarse su
bondad, mas para difundirla en otros. Y comunícase la divina bondad a la criatura racional con
toda propiedad, a fin de que la misma la conozca; y de esta suerte todo lo que Dios hace en las
criaturas racionales lo ha creado para alabanza y gloria suya, conforme a lo que dice Isaías : "a
todos aquellos que invocan mi nombre los creé, los formé e hice para gloria mía", es a saber,
para que conozcan mi bondad y conociéndola la alaben. Por eso añade el Apóstol: "a fin de que
se celebre la gloria de su grada", esto es, para que conozcan que Dios se merece toda alabanza y
toda gloria.
Mas no dice: en alabanza de su justicia, que no tiene lugar donde no hay deuda, o en
algún caso aun rédito; porque la predestinación para la vida eterna no es deuda, como ya se dijo,
sino pura gracia dada de balde. Ni sólo dice de la gloria, sino añade de la gracia, como si dijera:
de la gloriosa gracia -que tal es en realidad la gracia-, en cuyo modo de hablar despliega sus
galas la magnificencia de la gracia, que consiste también en la magnitud de la gloria y el modo
de dar, porque la da, no sólo no mereciéndola por méritos precedentes, mas desmereciéndola por
deméritos ya existentes; lo que hace decir a San Pablo: "pero lo que hace brillar más la caridad
de Dios hacia nosotros es que entonces mismo, cuando éramos aún pecadores, fue cuando, al
tiempo señalado, murió Cristo por nosotros"; y poco después: "cuando éramos enemigos de
Dios, fuimos reconciliados con El por la muerte de su Hijo". Queda, pues, claro que la
predestinación divina no tiene otra causa, ni puede tenerla, que la simple voluntad de Dios; y está
claro también que la divina voluntad que predestina no tiene otra explicación que la
comunicación a los hijos de la bondad divina.
Lección 2: Efesios 1,7 Muéstranos la gracia que Dios nos ha dado de balde por Cristo, por cuya sangre fuimos
redimidos.
Mediante la cual nos hizo gratos a sus ojos en su querido Hijo.
7. En quien por su sangre logramos la redención, y el perdón de los pecados, por las
riquezas de su gracia.
Aquí pone el Apóstol el cuarto beneficio, es a saber, el de la gratificación en la colación
de la gracia; en donde habla de la colación de este beneficio, y muestra el modo de darlo y con
qué condición. Dice pues: afirmo que hemos sido predestinados, como hijos adoptivos, para
alabanza y gloria de su gracia, digo la gracia, "mediante la cual nos hizo gratos a sus divinos
ojos"; acerca de lo cual es de saber que lo mismo es caerle bien a uno que serle querido; ya que
yo amo al que me lleva los ojos y el corazón. Habiéndonos pues Dios amado desde toda la
eternidad, puesto que por amor nos eligió antes de la creación vdel mundo, como va dicho,
¿cómo es que en el transcurso del tiempo vino de su bella gracia a hacernos este don? A esto se
responde que, a quienes amó en Sí mismo desde la eternidad, a éstos en el tiempo, y en la propia
naturaleza de cada uno, los hace gratos; cuanto a lo eterno y lo temporal hay esta diferencia: que
lo eterno no ha sido hecho, lo temporal dícese que se hace. De donde aquí exclama el Apóstol:
"nos gratificó", esto es, nos hizo gratos, por ser por dignación suya queridos. "Mirad qué amor
hacia nosotros ha tenido el Padre, queriendo que nos llamemos hijos de Dios y lo seamos en
electo". Costumbre ha sido distinguir la gracia gratis data, dada de balde, sin merecimientos de
parte del agraciado, y la gratum faciens, la que hace agradable, la que nos hace gratos y aceptos a
Dios, de la cual se trata aquí.
Notemos que unos son amados por otro, y otros por sí mismos; que cuando a uno mucho
lo quiero, quiérolo a él y lo que es de su pertenencia; y a nosotros nos quiere Dios, mas no por
nosotros mismos sino en Aquel que por sí mismo le es querido al Padre. Por eso añade el
Apóstol: "en su querido Hijo", por el cual nos ama, es a saber, a proporción de nuestra semejanza
con El, porque el amor se funda en la semejanza. De donde se dice en el Eclesiástico que "todo
animal ama a su semejante". Pero el Hijo es por su naturaleza semejante al Padre; razón por la
cual es principalmente y por sí querido, y por tanto, de modo natural y excelentísimo, es amado
del Padre. Nosotros, en cambio, somos hijos por adopción, tanto cuanto mayor es nuestra
conformidad con la imagen del Hijo, y, por consiguiente, participamos en alguna forma del
divino amor. "El Padre ama al Hijo, y ha puesto todas las cosas en su mano. Aquel que cree en el
Hijo de Dios tiene vida eterna" ; "nos ha trasladado al reino de su Hijo muy amado".
-"En quien logramos la redención". Explícase aquí de qué modo, o bien de parte de
Cristo, o de parte de Dios. De parte de Cristo es doble, ya que por 2 cosas Cristo nos hizo gratos;
pues 2 son los estorbos que en nosotros se oponen a la gratificación divina: la mácula del pecado
y la culpa de la pena. Y así como a la vida es contraria la muerte, así a la justicia el pecado, de
suerte que alejados, por causa suya, de la semejanza divina, gratos a Dios no fuésemos, mas por
Cristo nos hizo gratos; en primer lugar, quitando la pena, que nos trajo el pecado, de cuyo
cautiverio, como él dice, nos redimió Cristo; que "no con oro o plata, que son cosas perecederas,
sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero inmaculado y sin tacha, fuisteis
rescatados de vuestra vana conversación, que recibisteis de vuestros padres". En segundo lugar,
porque nos libró de la servidumbre, en que nos había estancado la culpa, de la cual no podíamos
por nosotros mismos dar plena satisfacción; pues por su muerte dio por nosotros satisfacción a
Dios Padre y con esto finiquitó a la funesta culpa. Por eso dice: "para perdón de los pecados".
"¡He aquí el Cordero de Dios, ved aquí el que quita los pecados del mundo!".
El modo de parte de Dios se expresa en las palabras "por las riquezas de su gracia", como
si dijera que Dios, al hacernos gratos, no sólo nos perdonó la culpa, sino que nos dio a su Hijo,
que pagó por nosotros; y esto fue efecto de sobreabundante gracia, con la cual y por este medio
quiso conservarle a la naturaleza humana su lugar honroso, cuando por la muerte de su Hijo
quiso librar a los hombres de la servidumbre del pecado y de la muerte, como si de justicia se les
debiese. Por eso dice: "por las riquezas de su gracia", como si dijera: el hecho de haber sido
redimidos y agraciados, por la satisfacción de su Hijo, fue efecto de una abundante gracia y
misericordia, en la medida que a los que la desmerecen se concede la misericordia y la
compasión.
Lo que va dicho lo hemos explicado conforme a la exposición de la Glosa, que parece
traída por los cabellos, porque lo mismo se contiene en un concepto que en otro: elegit y
praedestinavit; ya que lo mismo es decir nos eligió que nos predestinó. Y equivale a lo mismo
decir "para ser santos e inmaculados" y decir: "para ser hijos adoptivos suyos". Por lo cual es de
saber que es costumbre del Apóstol, cuando habla en una materia difícil, hacer, en las palabras
que inmediatamente se siguen, una explicación de las que preceden, de suerte que no se trata de
inculcar las palabras sino de explanarlas, y éste es el estilo que aquí observa el Apóstol. De
donde, abalanzada cada palabra con el mismo fiel, hagamos otra división desde el principio, y
digamos que esta parte: "bendito el Dios" se divide primero en 3 partes, porque el Apóstol, lo
primero, da gracias: "bendito el Dios y Padre"; lo segundo, hace una letanía de todos los
beneficios que la divina largueza nos ha otorgado: "que nos ha colmado de toda suerte de
bendiciones espirituales"; lo tercero, hace de los divinos beneficios en especial una expresa
declaración: "así como por El mismo nos escogió". Esta parte se divide en otras 2, porque,
primero, expresa distintamente los beneficios; segundo, los expone: "habiéndonos predestinado".
Y explica los beneficios: a) cuanto a la elección; b) cuanto a sus secuelas: "para que seamos
santos". Y empieza su exposición con la elección, que es doble, a saber, de la justicia presente y
de la predestinación eterna. De la primera dice San Juan: "¿por ventura nos os elegí 12, y uno de
vosotros es un demonio?" Mas de esta elección no trata el Apóstol, porque no existió antes de la
creación del mundo, y por eso al instante manifiesta que lo entiende de la segunda, a saber, de la
eterna predestinación, de la cual dice: "nos predestinó". Y porque dice también: "en Cristo", es a
saber, para que fuésemos semejantes y conformes a Cristo, razón por la cual somos adoptados
por hijos, por eso añade: "para ser adoptados por hijos por Jesucristo". Mas lo que dice: "en
caridad", lo explica al decir: "en quien por su sangre logramos la redención"; como si dijera:
nosotros la tenemos; "e inmaculados" lo explica cuando dice: "para perdón de los pecados". Por
fin, "en su presencia", al decir: "para alabanza de su gloriosa gracia".
Lección 3: Efesios 1,8-10 Hace un recuento de los beneficios singulares hechos a los Apóstoles, que se resumen en
la excelencia de la sabiduría y en la revelación del misterio escondido, que explica en qué
consiste.
8. que con abundancia ha derramado sobre nosotros, colmándonos de toda sabiduría y
prudencia.
9. para hacernos conocer el misterio de su voluntad, fundada en su mero beneplácito, por
el cual se propuso
10. el restaurar en Cristo, cumplidos los tiempos prescritos, todas las cosas de los cielos,
y las de la tierra, por El mismo.
Después de haber expuesto los beneficios hechos generalmente a todos, menciona aquí el
Apóstol los hechos dé modo especial a los Apóstoles. Divídese esta parte en 2, que tratan
respectivamente de los beneficios hechos a los Apóstoles de modo singular y de su causa. Acerca
de lo primero propone los beneficios hechos singularmente a los Apóstoles cuanto a la
excelencia de la sabiduría y cuanto a la revelación especial del misterio escondido, y explica en
qué consiste ese misterio. Dice pues: afirmo que, por las riquezas de su gracia, todos los fieles en
general, tanto vosotros como nosotros, logramos la redención y el perdón de los pecados por la
sangre de Cristo; y esta gracia la ha derramado Dios "con sobreabundancia sobre nosotros", esto
es, ha sido más abundante que en otros. De donde se pone de manifiesto la temeridad -por no
decir error de los que se atreven a comparar, en gracia y gloria, a algunos santos con los
Apóstoles; porque estas palabras dan claramente a entender que los Apóstoles, después de Cristo
y su santísima Madre, tienen mayor gracia que cualesquiera otros santos. Mas si se objetare que
otros santos pudieron tener tantos méritos cuantos los Apóstoles y otro tanto, por consiguiente,
de gracia, se responde que la objeción estaría en su lugar si a proporción de los méritos se diese
la gracia; pero si así fuese, ya no sería gracia, como se dice en
Por tanto, así como Dios dispuso de antemano levantar a mayor dignidad a algunos
santos, de la misma manera derramó sobre ellos con mayor abundancia su gracia, así como a
Cristo hombre confirióle una gracia singular, por haberlo elevado a unidad de persona con el
Verbo. Lo mismo a la gloriosísima Virgen María, que eligió para madre suya, la llenó de gracia
cuanto al alma y cuanto al cuerpo; y a los Apóstoles, por haberios llamado a una singular
dignidad, dotólos también del privilegio de una gracia singular; por lo cual dice el Apóstol:
"nosotros mismos que tenemos las primicias del espíritu", con antelación en el tiempo y mayor
abundancia que los demásGlosa). Es pues temerario parangonar con los Apóstoles a algún santo,
ya que en ellos, por tener la primacía, como pastores de la Iglesia, sobreabundó la gracia divina,
engalanada con sabiduría de todo género. "Os daré pastores según mi corazón, que os
apacentarán con la ciencia y con la doctrina". Dos cualidades han de tener los pastores, a saber,
que descuellen en el conocimiento de las cosas divinas y tengan maña para poner en ejecución la
vida religiosa; porque a los súbditos hay que instruirlos en la fe, y para esto es necesaria la
sabiduría, que es el conocimiento de las cosas divinas, y a esto va lo que dice: "colmándonos de
toda sabiduría". "Yo pondré unas palabras en vuestra boca y una sabiduría a que no podrán
resistir ni contradecir todos vuestros enemigos". Asimismo hay que gobernarlos en las cosas
exteriores, y para esto es necesaria la prudencia, que sirve para manejarse bien en las cosas
temporales, y por eso dice: "y prudencia". Así se ve con claridad qué beneficio hizo Dios a los
Apóstoles cuanto a la excelencia de la sabiduría.
Sigúese el otro beneficio cuanto a la excelencia de la revelación "para hacernos conocer
el misterio", como si dijera: nuestra sabiduría no consiste en conocer las naturalezas de las cosas,
el curso de las estrellas, la revolución de los planetas… sino en sólo Cristo; "puesto que no me he
preciado de saber otra cosa entre vosotros, sino a Jesucristo, y Este crucificado". Por eso dice
aquí: "para hacernos conocer el misterio", esto es, el sagrado secreto, el misterio de la
Encarnación, que al principio estuvo escondido.
La causa de este secreto escondido la añade diciendo: "de su voluntad"; porque, a no
conocerse sus causas, tampoco se conocerían los efectos futuros, así como no conocemos un
futuro eclipse si no conocemos su causa. Siendo pues causa del misterio de la Encarnación la
voluntad de Dios -ya que por el excesivo amor que Dios tuvo a los hombres se quiso encarnar- y
dejando nuestros ojos en cerradísimas tinieblas para sus divinas trazas ; sigúese que la causa de
la Encarnación fue una pura obscuridad, a no ser para aquellos a quienes Dios lo reveló, como
dice el Apóstol, por medio del Espíritu Santo: "para hacernos conocer el misterio", esto es, el
sagrado secreto, que por esto es secreto, porque es obra de su voluntad. "Yo te glorifico, Padre
mío. Señor del cielo y de la tierra, porque has tenido encubiertas estas cosas a los sabios y
prudentes, y las has revelado a los pequeñuelos". Asimismo en "el misterio escondido a los
siglos y generaciones pasadas, y que ahora ha sido revelado a sus santos, a quienes Dios ha
querido hacer patentes las riquezas de la gloria de este arcano".
Y en qué consista este misterio lo expone seguidamente diciendo: "fundada en su mero
beneplácito", sentencia enredada que debe construirse así: "para hacernos conocer". Y este
misterio consiste en "restaurar todas las cosas en Cristo", esto es, por Cristo. Digo todas las cosas
"de los cielos, y las de la tierra". Restaurar, repito, en El, es a saber, en Cristo, "cumplidos los
tiempos prescritos", y esto "según su beneplácito". Donde se tocan 3 cosas, es a saber: la causa
del misterio y su utilidad y la sazón del tiempo.
En cierto modo alude a la causa al decir: "según su beneplácito"; porque, aunque bueno
es todo lo que a Dios agrada, con todo, este beneplácito de Dios por antonomasia se dice bueno,
ya que por él llegamos a la perfecta fruición de la bondad; "a fin de acertar qué es lo bueno, y lo
más agradable, y lo perfecto que Dios quiere de vosotros". La sazón del tiempo estuvo en la
dispensación de la plenitud, de la cual se dice en "mas cumplido que fue el tiempo, envió Dios a
su Hijo, formado de una mujer".
De donde el Apóstol da aquí de mano a una frívola controversia en que los Gentiles
acostumbraban enzarzarse; porque como se dice en "al Todopoderoso están presentes los
tiempos". Por consiguiente, así como todo lo dispensa y ordena, del mismo modo los tiempos,
dispensando y acomodándolos a los efectos que produce según su oportunidad. Y así como
dispuso tiempos para otros efectos producidos por El, así también para el misterio de la
Encarnación dispuso con antelación, desde toda la eternidad, un tiempo determinado, que
empezó a existir, en opinión de la Glosa, luego que el hombre quedó convicto, antes de la ley
escrita, de su necedad, es a saber, cuando daba culto, como si fuesen el Creador, a las criaturas,
"y mientras que se jactaban de sabios, pararon en ser unos necios" ; y convicto también de
impotencia por la ley escrita, que no podía cumplir; para que así los hombres no presumiesen de
su sabiduría y virtud, ni despreciasen, por consiguiente, la venida de Cristo, sino que como
enfermos y en cierto modo ignorantes suspirasen con mayores ansias por que Cristo viniese. Y
efecto de este misterio es restaurarlo todo; que tal denominación se adapta a la ejecución de
cuanta cosa se hizo en atención al hombre. "En aquel tiempo restauraré el tabernáculo de David,
que está por tierra, y repararé los portillos dé sus muros, y reedicaré lo destruido, y lo volveré a
poner en pie". Todas las cosas, digo, de los cielos, esto es, los Ángeles, no porque Cristo hubiese
muerto por los Ángeles, sino porque con la redención del hombre se hizo un reparo general de la
ruina angélica109). Mas con esto no vayamos a caer en el error de Orígenes creyendo, como él
fantaseó, que Cristo redimirá también a los Ángeles condenadoslos demonios). "Y las de la
tierra", haciendo las paces entre ella y el cielorestableciendo la paz entre cielo y tierra, por medio
de la sangre que derramó en la cruz) ; lo que ha de entenderse cuanto a la suficiencia, aunque no
todo se restaure cuanto a la eficacia.
Lección 4: Efesios 1,11-12 Demuestra que los beneficios excelentes que recibió no los recibió por sus méritos, mas
por gracia de Dios; y que el fin de la vocación gratuita, que aquí propone, y de la predestinación
voluntaria, es la alabanza y gloria de Dios.
11. Por El fuimos también nosotros llamados como por suerte, habiendo sido
predestinados según el decreto de Aquel que hace todas las cosas conforme al designio de su
voluntad,
12. para que seamos la gloria y el blanco de las alabanzas de Cristo, nosotros los judíos,
que hemos sido los primeros en esperar en El.
Arriba trató el Apóstol de la abundante gracia que él y los otros Apóstoles recibieron de
Cristo; mas no fuese alguno a creer que por sus propios méritos la recibieron, muestraque no fue
así, sino que de balde la recibieron, llamados por Dios sin consideración a sus propios méritos.
Divídese esta parte en 3, a saber: la vocación gratuita, la voluntaria predestinación de Dios y el
fin de ambas. Dice pues: dije que esta gracia se derramó sobreabundantemente sobre nosotros y
que todo fue restaurado en Cristo; por el cual, esto es, por Cristo, "fuimos también nosotros
llamados como por suerte", esto es, no por nuestra linda cara, mas por divina elección; por lo
cual "damos gracias a Dios Padre, que nos ha hecho dignos de participar de la suerte de los
santos" ; "que está en tu mano". Para cuya inteligencia es de saber que entre los hombres suceden
muchas cosas que parecen casuales y contingentes, y no son sino disposiciones tomadas con
mucho acuerdo por la divina Providencia. Las suertes no son otra cosa que la indagación de la
divina Providencia sobre una cosa contingente y humana; de donde San Agustín, sobre aquello
del "en tu mano está mi suerte", dice que las suertes no son cosa mala, sino la indagación de la
voluntad divina en las dudas e incertidumbres.
Pero en esta indagación hay que evitar 3 pecados: a) de superstición; pues toda vana e
ilícita religión es superstición; y en las suertes se incurre en pecado de ilícita superstición cuando
en ellas se entabla algún pacto con los demonios. Así se dice en "el rey de Babilonia se parará en
la encrucijada, al principio de los dos caminos, buscando el adivinar por medio de la mezcla de
las saetas; preguntará a los ídolos y consultará las entrañas de los animales"; porque mezclar las
saetas es un género de sortilegio, e interrogar los ídolos, de superstición; y condénase ahí el
sortilegio entre los pecados que huelen a superstición;
b) de tentación de Dios; que cuando un hombre por sí puede hacer algo y saber lo que
debe hacer, si entonces por suertes o cosa parecida quiere averiguar de Dios lo que debe hacer,
tienta a Dios. Mas cuando apremia la necesidad, ni él por sí mismo puede ayudarse en nada,
lícitamente entonces indaga de Dios qué debe hacer. "No sabiendo lo que debemos hacer, no nos
queda otro recurso que volver a Ti nuestros ojos"II Par. X10,12);
c) de vanidad, que es cuando investigamos de cosas impertinentes e inútiles, en que no
nos va ni nos viene, corno, por ejemplo, de los futuros contingentes, de los que dice Jesucristo:
"no os corresponde a vosotros el saber los tiempos y momentos que tiene el Padre reservados en
su poder".
Así pues, según lo dicho,, las suertes pueden ser divisorias, consultorias y adivinatorias.
Son divisorias las de los que se reparten la herencia, que, no pudiendo llegar a un acuerdo, echan
suertes, mostrando, por ejemplo, un anillo, una baraja… y diciendo: el que se la saque tendrá esta
parte de la herencia. Tales suertes pueden lícitamente echarse. "La suerte acaba las contiendas y
las decide aun entre los poderosos", esto es, entre los que quieren hacer partijas.
Las consultarías son cuando uno, en duda de lo que debe hacer, consulta a Dios echando
suertes. En el libro de Jonás se cuenta que, cuando sobrevino aquella tempestad en el mar,
consultaron a Dios echando suertes, para saber por culpa de quién se había levantado aquella
borrasca. Y este género de suertes es lícito, mayormente en las necesidades y en las elecciones de
las potestades seculares. De aquí que empleen unas bolitas de cera, que llaman redolinos, en
algunos de los cuales ponen cédulas y en otros no, de modo que a los que les toque el redolino
con las cédulas tengan voz en la elección. Aun los Apóstoles se valieron de este medio, en una
elección espiritual, cuando cayó la suerte en Matías ; pero esto antes de la venida del Espíritu
Santo; mas después de su venida, ya no es lícito en tales elecciones acudir a las suertes, porque
acudiendo a ellas se haría injuria al Espíritu Santo, ya que es creíble que provea a su Iglesia de
buenos pastores. De aquí que, cuando eligieron a los 7 diáconos, ya no echaron suertes; y de
entonces para acá ya no es lícito emplear este medio en ninguna elección eclesiástica.
Las adivinatorias son la indagación de cosas futuras reservadas exclusivamente al
conocimiento divino; suertes viciadas siempre de curiosidad, con su mixtura de vanidad.
Ya pues, no siendo las suertes sino la indagación de las cosas que por divina voluntad se
hacen, y estando su gracia pendiente de sola la divina voluntad, de ahí que se diga suerte la
gracia de la elección divina, ya que a modo de suerte, según su oculta providencia, llámanos
Dios por una gracia interna, y no por méritos que tengamos.
Que es lo que dice: "predestinados", por voluntaria predestinación de Dios ; cuya razón -
de la tal predestinación- no son nuestros méritos, sino la pura voluntad de Dios. Por eso añade:
"según su decreto". -"Sabemos también nosotros que todas las cosas contribuyen al bien de los
que aman a Dios, de aquellos, digo, que El ha llamado según su decreto para ser santos". Y
prueba que ha predestinado según su decreto, porque no sólo eso, sino todo lo que Dios hace "lo
hace conforme al designio de su voluntad". Mas no dice conforme a su voluntad, porque no creas
que procede sin ton ni son, sino "conforme al designio de su voluntad", esto es, conforme a su
voluntad gobernada por la razón, empero no considerada como discursiva, sino como que
entraña una cierta y deliberada voluntad.
Toca por último el fin de ambas: predestinación y vocación, es a saber, la gloria de Dios.
De donde dice: "para que seamos la gloria y el blanco de las alabanzas de Cristo" y por nosotros,
que hemos creído en Cristo, se dé a Dios la gloria. "Los montes y los collados resonarán delante
de Dios en cánticos de alabanza". Y alabanza de la gloria de Dios -en sentir de San Ambrosio- es
cuando muchos se ganan para la fe, como es gloria del médico tener muchos pacientes y
curarlos. "Los que teméis al Señor, esperad en El, que su misericordia vendrá a consolaros".
Lección 5: Efesios 1,13-14 Hace un recuento de los beneficios que Dios ha hecho de manera especial a los Efesios,
como son la predicación del Evangelio, la conversión a la fe y la justificación gratuita.
13. en El habéis esperado también vosotros, luego que habéis oído la palabra de la
verdadel Evangelio de vuestra salud) y en quien habiendo asimismo creído recibisteis el sello del
Espíritu Santo que estaba prometido,
14. el cual es la prenda de nuestra herencia hasta la perfecta libertad del pueblo, que se ha
adquirido para loor de la gloria de El mismo.
Luego que hizo el Apóstol una enumeración de los beneficios hechos a todos los fieles en
general, y de modo especial a los Apóstoles, como consecuencia enumera aquí los hechos a los
Efesios. Divídese esta parte en 2, en que propone los beneficios hechos y el afecto que en él se
ha despertado por causa de los mismos. Subdivídese nuevamente la primera, según los 3
beneficios de la predicación, de la conversión a la fe y de la justificación. Dice pues cuanto al
primero: "en el cual", a saber, en Cristo, vosotros también, "luego que habéis oído", esto es, por
cuyo favor y poder habéis oído "la palabra de la verdad", es a saber, la palabra de la predicación,
tan pronto como Cristo os mandó sus predicadores. "Y ¿cómo oirán hablar de El, si no se les
predica? Y ¿cómo habrá predicadores, si nadie los envía?". "Así que la fe proviene del oír, y el
oír depende de la predicación de la palabra de Cristo". Oyen, pues, gracias al que les envió los
predicadores: bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica.)
Tres cartas de recomendación da el Apóstol a esta palabra de la predicación: la primera
de parte de la verdad, al decir: "la palabra de la verdad", ya que su origen lo trae de Cristo, del
cual se dice: "tu palabra es la verdad". La segunda, porque es la buena nueva; de donde dice:
"Evangelio", o anuncio del sumo bien y de la vida eterna; y por antonomasia la palabra de la fe
se llama Evangelio, como si dijéramos: anuncio del sumo bien. "¡Oh, cuan hermosos son los pies
de aquel que sobre los montes anuncia y predica la paz; de aquel que anuncia la buena nueva; de
aquel que pregona la salud!". "Súbete sobre un alto monte tú que anuncias buenas nuevas a
Sión". Y esto cuanto a los bienes futuros. La tercera carta de recomendación es de parte de los
bienes presentes, porque salva. De donde dice: "de vuestra salud", porque creído da la salud.
"Que no me avergüenzo del Evangelio; siendo él, como es, la virtud de Dios para salvar a todos
los que creen". "Quiero renovaros la memoria del Evangelio que os he predicado, que vosotros
recibisteis, en el cual estáis firmes, y por el cual sois salvados".
Cuanto al beneficio de la conversión a la fe dice: "en el cual", a saber, Cristo, habiendo
creído por obra suya, "habéis sido sellados". Y este beneficio se apropia a la fe porque es
necesaria para los oyentes; que de balde oyera uno la palabra de la verdad si no creyese, y el
mismo creer es por obra de Cristo; "que de gracia habéis sido salvados, por medio de la fe, no
por obra vuestra, ya que es don de Dios".
Mas cuanto al beneficio de la justificación dice: "habéis sido sellados"; y esto "por el
Espíritu Santo que se os ha dado", del cual dice 3 cosas, a saber, que es sello, espíritu de promesa
y prenda de herencia. Es sello en cuanto que por El se infunde la caridad en nuestros corazones,
por la que nos distinguimos de los que no son hijos de Dios; y en este sentido dice: "habéis sido
sellados", es a saber, divididos del rebaño del diablo. "No queráis contristar con vuestros pecados
al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados". Que así como los hombres marcan sus
rebaños para con la marca distinguirlos de los demás, así también el Señor quiso marcar su
rebaño, esto es, su pueblo, con una marca espiritual. El Señor tuvo un pueblo de modo muy
singular dedicado a Sí, que en el Antiguo Testamento fue el judío. "Vosotros, pues, ¡oh
hombres!, vosotros sois los rebaños míos, los rebaños que Yo apaciento" ; de donde toma pie el
Salmista para decir: "nosotros somos su pueblo y ovejas de su dehesa". Mas puesto que este
rebaño se apacentaba con pastos corporales, es a saber, con una doctrina que hacía mucho
hincapié «n el cuerpo y en los bienes temporales ; por la misma causa lo separó y distinguió el
Señor de otros pueblos con una marca corporal, a saber, la de la circuncisión: "estará mi pacto
señalado en vuestra carne" ; pero antes se dice: "circuncidaréis vuestra carne, en señal de la
alianza contraída entre Mí y vosotros".
Eso en el Antiguo; mas en el Nuevo Testamento tiene por rebaño al pueblo cristiano.
"Mas ahora os habéis convertido al pastor y obispo o superintendente de vuestras almas". Pero
este rebaño se apacienta con pastos de doctrina espiritual y bienes espirituales, y por lo mismo lo
ha distinguido el Señor de otros con una marca espiritual, que es el Espíritu Santo, por el que se
distinguen los que son de Cristo de los que no lo son; y siendo el Espíritu Santo amor, luego
dásele a uno cuando hácese amador de Dios y del prójimo.
Así pues, señal de distinción es la caridad, que proviene del Espíritu Santo, -"En esto
conocerán que sois mis discípulos, si os tenéis amor unos a otros"-, y el sello con que somos
marcados es el Espíritu Santo; el cual se dice espíritu de promesa por 3 razones: a) porque fue
prometido a los fieles ; b) porque se da con cierta promesa; pues por el hecho mismo de
dársenos, hacémonos hijos de Dios, ya que por el Espíritu Santo hacémonos una cosa con Cristo
y, por consiguiente, hacémonos hijos de Dios adoptivos; por cuya causa tenemos la promesa de
la herencia eterna, porque, si somos hijos, también somos herederos.
Dícese prenda, en tercer lugar, por cuanto nos da certeza de la herencia prometida; ya que
el Espíritu Santo, al adoptarnos por hijos de Dios, se trueca, por decir así, en espíritu de promesa
y en sello de fianza de que la alcanzaremos. Pero, según la Glosa, otro texto dice: que es arra de
la herencia, y quizá mejor, porque prenda a secas es algo diferente de la cosa por la cual se da, y
se devuelve luego que la persona que recibió la prenda recobra lo suyo que se le debía. Arra, en
cambio, no es cosa diferente de la que se da ni se devuelve, pues dase del mismo precio, que no
ha de quitarse sino completarse; pero Dios nos dio como prenda la caridad, por el Espíritu Santo,
que es espíritu de verdad y de amor. Por consiguiente, esta prenda no es otra cosa sino cierta
particularidad e imperfecta participación de la divina caridad y amor, que no ha de quitarse sino
perfeccionarse; por tanto, con más propiedad dícese arra que prenda; con todo eso, puede decirse
también prenda, ya que por el Espíritu Santo, de su liberalidad y largueza, nos hace Dios gracia
de diversos dones, de los cuales quédanse algunos en la patria, como la caridad, que jamás
fenece; otros en cambio que por su imperfección no permanecen, como la fe y la esperanza, que
se acabarán. Así pues el Espíritu Santo dícese arra respecto de lo que permanece, mas al
contrario prenda respecto de lo que se acabará.
Pero a qué fin nos sellaron lo añade diciendo: "para ser libres"; porque si alguno
adquiriese de nuevo algunos animales y los añadiese a su rebaño, los marcaría en señal de
haberlos adquirido. Y Cristo se conquistó un pueblo entre los Gentiles, "tengo otras ovejas que
no son de este redil, y es necesario que las traiga a él" ; por eso las marcó con el sello de
adquisición: su sangre preciosa. Mas por haber Cristo adquirido este pueblo, no de manera que
nunca hubiera sido suyo, sino que alguna vez lo fue suyo, pero que entonces se veía oprimido
por la servidumbre del diablo, a la que por el pecado había venido a parar, por eso no dice
sencillamente adquirió sino que añade: "para ser libres"; como si dijera: no simplemente nos
adquirió de nuevo, sino que como si por su sangre nos hubiese rescatado del cautiverio diabólico.
"No habéis sido rescatados con oro o con plata, cosas deleznables". Así pues, nos adquirió Cristo
rescatándonos, no porque con eso medre en algo Dios, que de nuestros bienes no tiene necesidad
; sino "para loor de la gloria de El mismo", esto es, para que sea alabado el mismo Dios.
Lección 6: Efesios 1,15-19 Por los beneficios que Dios les ha hecho se siente Pablo enternecido con los Efesios, y
dando gracias de los pasados pide por que en lo futuro reciban otros.
15. Por eso yo, estando, como estoy, informado de la fe que tenéis en el Señor Jesús, y de
vuestra caridad para con todos los santos,
16. no ceso de dar gracias por vosotros, acordándome de vosotros en mis oraciones,
17. para que Dios, Padre glorioso de Nuestro Señor Jesucristo, os dé espíritu de sabiduría
y de ilustración, para conocerle,
18. 1lluminatos oculos cordis vestri, ut sciatis quae sit spes sepáis cuál es la esperanza de
su vocación, y cuáles las riquezas y la gloria de su herencia destinada para los santos,
19. y cuál aquella soberana grandeza de su poder sobre nosotros que creemos.
Luego de haber enumerado el Apóstol los beneficios hechos a los Efesios por Cristo,
muestra aquí cómo ha crecido su afecto para con ellos. Divídese esta parte en 3, en que
respectivamente recuerda las cosas buenas que le contaron de ellos, da gracias por los beneficios
recibidos y hace oración por que reciban otros nuevos. Las cosas buenas que le contaron de ellos
son 2, según el norte a que han de mirar, o Dios, o el prójimo. Cuanto a lo primero, la fe, o
brújula que apunta al norte divino, dice: "por eso yo, estando, como estoy, informado de la fe que
tenéis en el Señor Jesús", que hace por cierto que Dios habite en el hombre ; asimismo purifica
los corazones y justifica sin la ley; pues pensamos que "el hombre se justifica por la "fe sin las
obras de la ley".
Cuanto a lo segundo, la caridad, que apunta al norte humano, el prójimo, dice: "y de
vuestra caridad", esto es, obras de caridad, que son indicio espiritual de que el hombre que las
hace es discípulo de Cristo ; caridad, digo, "para con todos los santos"; porque a todos los que
amamos por caridad debemos amarlos o porque son santos o para que lo sean. "Así que, mientras
tenemos tiempo, hagamos bien a todos, y mayormente a aquellos que son, mediante la fe, de la
misma familia del Señor que nosotros".
-"No ceso de dar gracias". Aquí las da el Apóstol por los bienes y beneficios que de ellos
le habían contado. Pero se objeta que no siempre podía estar dando continuamente las gracias.
Respondo: dice el Apóstol: no ceso, se entiende, a su debido tiempo, o no ceso, porque
habitualmente estoy inclinado a dar por vosotros incesantemente las gracias. Por consiguiente,
ora también el Apóstol por que en lo futuro Dios les conceda otros beneficios: "acordándome de
vosotros en mis oraciones". Y esta parte se divide en 3, donde propone y explica ciertas cosas
que les pide y les muestra el modelo y la forma de ellas.
Dice pues cuanto a lo primero: no sólo doy gracias por los beneficios que en lo pasado
habéis recibido, y por los bienes que me han contado de vosotros, sino que pido también para
que en lo futuro se mejoren en tercio y quinto. "Acordándome de vosotros en mis oraciones, para
que Dios, Padre glorioso de nuestro Señor Jesucristo"; donde es de saber que Nuestro Señor
Jesucristo es Dios y hombre. En cuanto hombre tiene a Dios, siendo compuesto de alma y
cuerpo, a cada una de cuyas partes, por ser creaturas, les corresponde tener a Dios; y en cuanto
Dios tiene padre. De modo semejante, por ser Dios, es gloria del Padre, y también es gloria
nuestra, por ser la vida eterna. Dice pues así: "para que Dios, Padre glorioso de nuestro Señor
Jesucristo", en cuanto hombre, y Padre del mismo, en cuanto Dios, Padre, digo, de la gloria, es a
saber, de Cristo, que es gloria suya, y gloria nuestra, por cuanto a todos nos da la gloria.
-"os dé", las cosas que pide, que son 2. Donde conviene saber que hay ciertos dones
comunes a todos los santos, a saber, los que son necesarios para la salvación, como la fe, la
esperanza, la caridad, que tenían, como es notorio. Pero hay otros dones especiales, y éstos pide
para ellos, y en primer lugar el don de la sabiduría: "que os dé espíritu de sabiduría", que nadie
sino Dios puede dar. El segundo don que pide es el de entendimiento, que consiste en la
revelación o manifestación de secretos espirituales, y por eso dice: "y de ilustración",
proveniente también de solo Dios.
Explica de qué naturaleza son las cosas que pide diciendo que pertenecen al don de
sabiduría y de entendimiento. Al de sabiduría pertenece el conocimiento de las cosas divinas. De
donde se sigue que pedir el don de sabiduría es lo mismo que pedir tengan conocimiento de Dios,
que es lo que aquí pide: "para conocerle"; como si dijera: esto es lo que pido, que por el espíritu
de sabiduría "tengáis iluminados los ojos de vuestro corazón para conocer a Dios mejor", con un
conocimiento más claro. Esta doctrina de principal intento va enderezada contra aquellos que
parece no tienen ojos sino para las cosas temporales, habiendo, por el contrario, mayor
necesidad, y aun gloria, en conocer a Dios. "No se gloríe el sabio en su saber; ni se gloríe el
valeroso en su valentía; ni el rico se gloríe en sus riquezas; mas el que quiera gloriarse, gloríese
en conocerme y saber que Yo soy el Señor".
Tres cosas pone tocantes al don de entendimiento, una que mira al estado presente, y dos
al futuro. Al estado presente pertenece la esperanza, que es necesaria para salvarse, "porque por
la esperanza nos salvamos" ; por eso dice: "a fin de que sepáis cuál, esto es, cuanta es la
esperanza de su vocación", es a saber, la virtud de la esperanza, y de qué cosas de tomo; y esta
virtud es de las mayores ya que se trata de las mayores cosas, que en la excelencia ocupan la
precedencia: "Nos ha regenerado con una viva esperanza, mediante la resurrección de Jesucristo
de entre los muertos" ; y la más fuerte de las virtudes. "Tengamos un poderosísimo consuelo los
que consideramos nuestro refugio y ponemos la mira en alcanzar los bienes que nos propone la
esperanza, la cual sirve a nuestra alma como de un áncora segura y firme". Mas ya que lo que
esperamos son cosas de la otra vida, los dos elementos restantes pertenecen también a ella: uno,
que mira a todos los justos en general, que es el premio esencial: "y cuáles las riquezas y la
gloria". Donde toca 4 cosas que pertenecen a aquellos dones: a) que son copiosísimas; por eso
dice: "riquezas"; "en su casa hay gloria y riquezas"CXI; ; b) esclarecidísimas; que eso quiero
decir, "de la gloria" ; c) de firmeza inconmovible; que es la ¡dea de "herencia"; porque lo que es
hereditario se posee con seguridad. "Por eso sus bienes están asegurados en el Señor" ; d) serán
íntimas: "para sus santos". "Porque las aflicciones, tan breves y tan ligeras de la vida presente
nos producen el eterno peso de una sublime e incomparable gloria".
Otro elemento que pone, tocante a la gloria futura, es uno que mira especialmente a los
Apóstoles. De donde dice: "y cuál aquella soberana grandeza de su poder sobre nosotros", es a
saber, los Apóstoles; como si dijera: aunque a todos los santos dispense abundantemente las
riquezas de su gloria, sin comparación las dispensará con mayor abundancia a los Apóstoles;
pues la grandeza del poder se demuestra por el efecto. De donde cuanto mayor efecto del poder
divino en alguno, tanto con mayor brillo manifiéstase ahí el poder divino, aunque en sí mismo
sea uno e indiviso. Por consiguiente, ya que mayor efecto del poder divino se halló en los
Apóstoles, a proporción del mismo será también la grandeza de su poder. Que así sea
efectivamente lo demuestra diciendo: "que creemos", esto es, que somos las primicias de los
creyentes. "Nosotros también creemos, y por eso hablamos; estando ciertos de que quien resucitó
a Jesús nos resucitará también a nosotros con Jesús". Por lo cual decía: "sé de quién me he
fiado". Por tanto, aquellos de entre vosotros que han sido instrumentos para que otros se
instruyeran y a la fe vinieran, como doctores, serán galardonados con un premio que exceda con
eminencia a los demás; porque, como dice la Glosa, los doctores consumados en ciencia y
doctrina tendrán un acrecentamiento de gloria superior al que comúnmente todos tendrán; razón
por la que en Daniel 12 los doctos se asemejan al esplendor del firmamento, pero los doctores a
las estrellas: "mas los que hubieren sido sabios brillarán como la luz del firmamento; y como
estrellas por toda la eternidad aquellos que hubieren enseñado a muchos la justicia o la virtud".
Lección 7: Efesios 1,20-21 Pone por dechado de nuestra exaltación la de Cristo, cuya gloria, virtud y poder inmenso,
celebra con grandísimas alabanzas.
Traducción:
según la eficacia de su poderosa virtud,
20. que El ha desplegado en la persona de Cristo, resucitándole de entre los muertos, y
colocándole a su diestra en los cielos,
21. sobre todo principado, y potestad, y virtud, y dominación, y sobre todo nombre, por
celebrado que sea, no sólo en este siglo, sino también en el futuro.
Después de enumerar los beneficios que desea el Apóstol les haga Dios a los Efesios en
lo futuro, pone aquí como consecuencia la forma y dechado de esos beneficios; que así como
forma y dechado de nuestra justicia es la vida de Cristo, así de nuestra gloria y exaltación la de
Cristo. Por eso propone aquí el Apóstol en general la forma de la exaltación de los beneficios y
de los dones, y luego la manifiesta en especial.
Y la forma y dechado de la operación divina en nosotros es la operación divina en Cristo;
que eso dice: "según la operación", esto es, a semejanza de la operación "de su poderosa virtud",
es a saber, de la virtuosa potencia de Dios "que El ha desplegado en la persona de Cristo", suple,
exaltando aquella cabeza, con la misma virtuosa potencia obrará en nosotros. "Estamos
aguardando al salvador Jesucristo Señor nuestro, el cual transformará nuestro vil cuerpo, y le
hará conforme al suyo". Y es frecuente leer en la Escritura que nuestra exaltación será semejante
a la de Cristo; "con tal, no obstante, que padezcamos con El, a fin de que seamos con El
glorificados" ; "al que venciere le haré sentar conmigo en mi trono; así como Yo fui vencedor y
me senté con mi Padre en su trono".
Consiguientemente explica el dechado y la forma en especial, poniendo de manifiesto lo
que pertenece a la exaltación de Cristo, y hablando de Cristo en cuanto hombre dice:
"resucitándole de entre los muertos". Y cuanto a esta exaltación reseña 3 beneficios: 1) el paso de
la muerte a la vida: "resucitándole de entre los muertos"; 2) la exaltación a una gloria altísima:
"colocándole a su diestra"; 3) la sublimación al máximo poder: "poniendo todas las cosas como
escabel de sus pies".
Dice, pues, respecto de lo primero, que esto lo obrará con la misma operación.que en
Cristo, es a saber, Dios Padre, con el mismo poder que tiene con Cristo. De donde si Dios Padre
lo resucitó, el mismo Cristo se resucitó a Sí mismo.
Respecto de lo segundo, la alteza de la gloria puede considerarse tomando por punto de
comparación a Dios, a las criaturas corporales y a las espirituales. Si pues se considera, tomando
como punto de comparación a Dios, entonces está colocado a su diestra, que no ha de entenderse
materialmente la mano derecha, porque "Dios es espíritu" ; sino metafóricamente; que así como
por la diestra entiéndese la parte más noble y poderosa del hombre, así, cuando decimos que
Cristo Jesús está sentado a la diestra de Dios, entendemos que, según su humanidad, en los
bienes del Padre, aventájase en preeminencia a los demás; y según la divinidad, que es igual al
Padre. De donde el Salmo CIX: "dijo el Señor a mi Señor: siéntate a mi diestra". Asimismo San
Marcos: "así el Señor Jesús, después de haberles hablado, fue elevado al cielo por su propia
virtud, y está allí sentado a la diestra de Dios".
En comparación de las criaturas corporales dice: "en los cielos", ya que los cuerpos
celestes, en comparación de otros cuerpos, ocupan el más alto lugar. "El que descendió es el
mismo que ascendió sobre todos los cielos". Pero en comparación de las espirituales dice,
primero, que Cristo sobre algunas fue encumbrado especialmente; segundo, que en general sobre
todas: "sobre todo principado, y potestad y virtud… y sobre todo nombre, por celebrado que
sea".
Para mejor inteligencia de esta cuestión, es de saber que entre los Ángeles hay 9 órdenes,
a cuatro de los cuales, los intermedios, se refiere aquí el Apóstol; pues por encima de ellos estén
los 3 superiores: los Tronos, los Querubines y Serafines; y debajo los 2 inferiores: los Arcángeles
y los Ángeles. Y estos 9 órdenes se distinguen en 3 jerarquías o sagrados principados; a
cualquiera de las cuales corresponden 3 órdenes, mas en lo que toca a la primera todos los
doctores están de acuerdo en que el orden supremo corresponde a los Serafines, el segundo a los
Querubines y el tercero a los Tronos. No así en los órdenes de las otras 2 jerarquías, la ínfima y
media, en que discuerdan Dionisio y San Gregorio; pues Dionisio pone, en escala descendente en
el orden supremo de la media jerarquía, a las Dominaciones; en el orden segundo, a las Virtudes;
y en el tercero, a las Potestades. En la ínfima jerarquía puso en el orden supremo a los
Principados, en el orden segundo a los Arcángeles y en el tercero a los Ángeles. Esta asignación
de órdenes a jerarquías concuerda con el texto presente, ya que el Apóstol, por escala ascendente,
empieza con el supremo de la última jerarquía, que es el séptimo.
San Gregorio, en cambio, se va por otro camino, porque pone a los Principados, que
pertenecen al orden segundo de la media jerarquía, en medio de las Dominaciones y Potestades;
y a las Virtudes, que pertenecen al orden supremo de la ínfima jerarquía en medio de las
Potestades y de los Arcángeles. Y esta asignación también se apoya en palabras del Apóstol:
"sean Tronos o Dominaciones, Principados o Potestades", donde enumera esos órdenes por
escala descendente. Mas dejando la ordenación de San Gregoriohasta que leamos la Carta a los
Colosenses), seguiremos con la de Dionisio más de acuerdo con el tertio presente.
Para cuya inteligencia es de saber que el orden de las cosas puede considerarse a 3 visos:
1) según que estén en la primera de todas las causas, es a saber, en Dios; 2) según que en las
causas universales; 3) según que estén determinadas para especiales efectos. Y ya que en todo lo
que acontece en las criaturas meten mano los Ángeles, por eso mismo, según la triple acepción
del orden en las cosas, distínguense 3 angélicas jerarquías, a las que corresponde
respectivamente recibir la razón de las cosas en la misma cumbre de ellas, a saber, en Dios; en
sus causas universales; en sus propios efectos; pues cuanto más altas las inteligencias angélicas,
tanto con mayor universalidad reciben la luz de Dios. Por tanto, toca a la suprema jerarquía
administrar las cosas en lo que mira a Dios, y por la misma razón la nomenclatura de sus órdenes
dice respecto a su función con Dios: porque Serafines es lo mismo que ardientes y unidos a Dios
por amor; Querubines es algo así como resplandecientes, por cuanto conocen con un
conocimiento sobreeminente y perfectísimo los secretos divinos; y Tronos por cuanto Dios como
que se sienta en ellos para ejercer sus juicios. Pero de estos 3 órdenes no hace aquí el Apóstol
ninguna mención.
A la jerarquía de en medio toca la administración de las cosas en lo que mira a las causas
universales. De donde los nombres con que se denominan los órdenes de esa jerarquía entrañan
la idea de potestad, ya que las causas universales han de señorear con virtud y potestad sobre las
inferiores y particulares. 3 cosas pertenecen a las Potestades de gobierno universal: a) que haya
quienes dirijan mandando; b) que haya quienes quiten los estorbos a la ejecución de lo mandado;
c) que haya quienes ordenen cómo poner en ejecución lo mandado. Lo primero pertenece a las
Dominaciones que, como dice Dionisio, están libres de toda sujeción, ni son enviadas al mundo
exterior, sino que mandan a los que son enviados. Lo segundo pertenece a las virtudes, que dan
facilidad para cumplir lo mandado. Lo tercero a las Potestades, que se encargan de hacer que
otros pongan en ejecución lo mandado.
A la ínfima jerarquía toca la administración de las cosas en lo que mira a especiales
efectos, de donde los nombres con que se nombran. Así que llámanse Ángeles los que toman a
pechos aquellas cosas que pertenecen a la salvación de cada uno; Arcángeles, lo que pertenece a
la salvación y utilidad de los grandes; Principados los que están al frente de cada provincia. Esto
supuesto, Cristo está sobre todos; y de estos 4 órdenes hace el Apóstol mención especial; ya que
si se nombran como se nombran es por la dignidad, y por tratarse de la dignidad de Cristo, para
demostrar que sobrepuja a toda dignidad creada.
Por consiguiente, cuando dice: "y sobre todo nombre, por celebrado que sea", muestra
que Cristo generalmente ha sido exaltado sobre toda criatura espiritual; porque, aunque había
dicho esto mismo hablando de las criaturas espirituales que reciben su nombre de la potestad que
tienen; mas porque, además de ellas, hay otros órdenes de espíritus celestiales en la Sagrada
Escritura, es a saber, Tronos, Querubines y Serafines, que no había mencionado; por eso
muestra que O1fisto, en cuanto hombre, ha sido exaltado sobre todos estos órdenes; por lo cual
añade diciendo: "y sobre todo nombre", esto es, no sólo sobre los principados, áino sobre todo lo
que puede tener algún apellido o nombradla. Porque es de saber que ¡mpónese nombre a una
cosa para conocerla) significa pues la substancia de ella, ya que el significado del nombre es su
razón definitiva. Así pues, cuando dice: "y sobre todo nombre, por celebrado que sea", da a
entender que ha sido exaltado sobre toda substancia de que pueda tenerse justicia y que pueda
nombrarse en alguna forma, claro está, sin incluir la substancia divina, que es incomprensible.
De donde lo que dice la Glosa: "sobre todo nombre", quiere decir, que puede nombrarse. Y para
que no se entienda que está sobre el nombre de Dios, por eso añade: "que se nombra"; ya que la
majestad divina no puede nombrarse o encerrarse en algún nombre. Mas agrega: "no sólo en este
siglo, sino también en el futuro"; porque muchas cosas suceden en este siglo que dé algún modo
las conocemos y nombramos; y algunas en el siglo futuro que ,aquí no pueden entenderse ni
nombrarse, ya que, como dice "ahora nuestro conocimiento es imperfecto, e imperfecta la
profecía". Con todo eso, los bienaventurados, que viven en el siglo futuro, les dan algún nombre,
de los que dice el Apóstol que "oyó palabras inefables, que no es lícito a un hombre el
proferirlas". Pues también sobre todos estos nombres fue exaltado Cristo: "le dio un nombre, que
está sobre todo nombre".
Lección 8: Efesios 1,22-23 Demuestra el gran poder que tiene Cristo, sobre toda criatura y sobre toda la Iglesia.
22. Ha puesto todas las cosas bajo de los pies de El; y le ha constituido cabeza de toda la
Iglesia,23. la cual es su cuerpo, y en la cual Aquel que lo completa todo en todos halla el
complemento de todos sus miembros.
En la lección anterior trató el Apóstol de la exaltación de Cristo y de lo tocante a su
tránsito de muerte a vida en esa frasecilla: "resucitándole de entre los muertos"* y de su
exaltación a la más encumbrada gloria en la otra: "y colocándole a su diestra en los cielos". Aquí
trata de su exaltación en lo tocante al máximo poder y considera esta potestad a dos visos:
respecto de todas las criaturas y respecto de la Iglesia. Dice pues que respecto de todas las
criaturas tiene potestad universal, porque "todo lo ha puesto bajo sus pies". Donde es de saber
que lo de los pies puede entenderse de dos maneras: a) o bien como locución figurada y por
semejanza, para dar a entender que toda criatura totalmente está sujeta al poder de Cristo; que lo
que hollamos con los pies enteramente nos está sujeto; y a esa potestad aluden y b) o bien como
locución metafórica; ya que por los pies se entiende la ínfima parte del cuerpo, así como por la
cabeza la suprema: que aunque en Cristo no hay partijas entre divinidad y humanidad, con todo
eso, siendo la divinidad lo supremo en Cristo, signifícase por la cabeza,la cabeza de Cristo es
Dios -; la humanidad, en cambio, que es la ínfima, por los pies. Así pues, el sentido es que el
Padre no sólo sujetó a Cristo todo lo creado en cuanto Dios, a quien todo está sujeto desde la
eternidad, sino también en cuanto hombre.
Mas conviene advertir que a Cristo unas cosas se le sujetan de grado y otras por fuerza.
Esto fue lo que no entendió Orígenes, motivo por el cual estas palabras del Apóstol diéronle
ocasión a su error: que siendo Cristo la verdadera salud, los que se le sujetan participan de ella;
por consiguiente, todos los condenados y los demonios algún día se salvarán, ya que están
sujetos a los pies de Cristo. Pero esto es contrario a la sentencia del Señor: "¡Apartaos de Mí,
malditos! ¡Al fuego eterno, preparado para el diablo y sus ángeles!" Y por consiguiente,
concluye, "irán éstos al eterno suplicio". Digamos pues que todo lo sujetó debajo de sus pies,
pero unas cosas de su voluntad como a Salvador, esto es, los justos, que en la presente vida
cumplen la voluntad de Dios. Estos se le sujetan, para El a su vez henchirles el deseo y la
voluntad, cuando tenga su cumplimiento aquello que de los buenos dicen los "a los justos se les
concederá lo que desean". Pero otras cosas se le sujetan contra su voluntad como a juez, para que
Cristo haga en ellas su voluntad; y éstas son los malos, de quienes puede entenderse lo de San
Lucas: "pero en orden a aquellos enemigos míos, que no me han querido por rey, conducidlos
acá y quitadles la vida en mi presencia".
-"y le ha constituido cabeza de toda la Iglesia". Aquí trata de la potestad de Cristo
respecto de la Iglesia, es a saber, qué relación tiene Cristo con la Iglesia y viceversa, y en qué
consiste esa relación. Cuanto a lo primero dice: "y le ha constituido" Dios Padre "cabeza de toda
la Iglesia", así de la militante, que es la de los hombres que al presente viven, como de la
triunfante, que es la de los hombres y de los ángeles en la patria; pues Cristo, según ciertas
razones comunes, es también cabeza de los ángeles ; pero, según razones especiales, es cabeza
espiritual de los hombres; pues la cabeza, respecto de los miembros dice triple relación: a) por la
preeminencia de lugar; b) por la difusión de las virtudes, ya que de ella derívanse todos los
sentidos a los miembros; c) por la conformidad en la naturaleza.
Así pues, cuanto a la preeminencia y la difusión, Cristo es cabeza de los Ángeles; pues
los aventaja aun por lo que mira a su humanidad; "hecho tanto más superior y excelente que los
Ángeles, cuanto es más aventajado el nombre que recibió por herencia". Asimismo Cristo, aun
en cuanto hombre, ilumina a los Ángeles e influye en ellos, como lo prueba Dionisio con
palabras de Isaías : "¿Quién es ése que viene de Edén y de Bosra, con las vestiduras teñidas de
sangre?", diciendo que esas palabras las profieren los Serafines; y lo que sigue: "Yo soy el que
predico la justicia", dice que son palabras de Cristo que les responde inmediatamente. De donde
se colige que no sólo a los inferiores ilumina Cristo, sino también a los ángeles superiores.
Mas cuanto a la conformidad de la naturaleza, Cristo no es cabeza de los Ángeles,
porque, como se dice en "no tomó jamás la naturaleza de los Ángeles, sino que tomó la sangre de
Abraham"; pero sí de los hombres. "Heriste mi corazón, hermana mía", a saber, por la naturaleza,
y esposa por la gracia.
Cuanto a la relación que guarda la Iglesia con Cristo, dice: "la cual es su cuerpo",
conviene a saber, en cuanto le está sujeta y recibe su influjo de El y tiene una naturaleza
conforme con Cristo. "Porque así como el cuerpo humano es uno, y tiene muchos miembros, y
todos los miembros, con ser muchos, son un solo cuerpo, así también el cuerpo místico de Cristo.
A cuyo fin todos nosotros somos bautizados en un mismo Espíritu, para componer un solo
cuerpo".
Explica lo que dice "la cual es su cuerpo", agregando: "y su plenitud"; pues preguntando
por qué en el cuerpo natural hay tantos miembros, a saber, las manos, los pies, la boca… ,
respóndesele que precisamente para que sirvan a las diversas operaciones del alma, cuya causa y
principio puede serlo ella misma y que virtualmente están en ella; que el cuerpo ha sido hecho en
atención al alma, y no al contrario. De donde, según esto, el cuerpo natural es cierta plenitud del
alma; que, a no tener un cuerpo con sus miembros cabales, no pudiera el alma plenamente
ejercitar sus operaciones. De modo semejante con Cristo y con la Iglesia; y porque la Iglesia fue
instituida en orden a Cristo, dícese que la Iglesia es su plenitud, de Cristo, esto es, que todo lo
que en virtud se halla en Cristo, como que de algún modo se complete en los miembros de su
Iglesia, es a saber, en tanto que todos los sentidos espirituales, y dones, y todo lo que puede
haber en la Iglesia -todo lo cual se halla sobreabundantemente en Cristo-, de El se deriven y
derramen sobre los miembros de la Iglesia y se completen en ellos. De donde añade: "y en la cual
Aquel que lo completa todo, en todos halla el complemento de todos sus miembros", es a saber,
cuando a éste, que es miembro de la Iglesia, lo hace sabio según la perfecta sabiduría que se halla
en El, y al otro justo según la perfecta justicia, y así con los demás.
CAPÍTULO 2
Lección 1 : Efesios 2,1-3 Tráeles a la memoria el beneficio de la vida que Dios les ha hecho, pintándoles el estado
de pecado en que vivían los Gentiles y Judíos.
1. El es el que os dio vida a vosotros, estando como estabais muertos por vuestros delitos
y pecados.
2. en que vivisteis en otro tiempo según la costumbre de este siglo mundano, a merced
del príncipe que ejerce su potestad sobre este aire, que es el espíritu que al presente domina en
los hijos rebeldes,
3. entre los cuales fuimos asimismo todos nosotros en otro tiempo siguiendo nuestros
deseos carnales, haciendo la voluntad de la carne, y de las demás sugestiones de los demás
vicios, y éramos por naturaleza u origen hijos de ira, no menos que todos los demás;
En el capítulo anterior hizo el Apóstol una reseña de beneficios hechos en general al
humano linaje por medio de Cristo; aquí nuevamente los trae a la memoria para cotejarlos con su
estado de vida pretérito, que puede considerarse cuanto al estado de culpa y cuanto al estado de
gentilidad, y en ambos casos entabla el mismo cotejo, pues trae primero a cuento su estado de
culpa, y luego el beneficio de la gracia de la justificación; y el estado de culpa, tanto de Gentiles
como de Judíos, y del beneficio primero su generalidad, luego su necesidad.
Dice pues: afirmo que Dios ha obrado maravillas en los fieles según la operación
poderosa de su virtud, que obró en Cristo, y esto por haberlo resucitado de éntrelos muertos. Así
pues, según esta operación y a ejemplo suyo, nos hizo revivir, con la vida de la gracia, de la
muerte del pecado.
La necesidad de este beneficio la demuestra cuando dice: "estando como estabais
muertos", donde describe admirablemente su culpa; primero cuanto a su multitud, porque:
"estando como estabais muertos", a saber, con muerte espiritual, que es la peor ; pues el pecado
se dice muerte, ya que por él sepárase el hombre del Señor, que es su vida. Muertos, digo, "por
vuestros delitos y pecados"; he aquí la multitud. Delitos cuanto a los pecados de omisión.
Pecados cuanto a los de comisión, "en que vivisteis en, otro tiempo". Dícelo así para exagerar la
muchedumbre de los pecados; que si algunos, al cabo de una hora de pecar y delinquir, murieron,
cesan por fin alguna vez y dejan de pecar; pero éstos, de mal en peor subiendo y caminando,
pasaban adelante hasta llegar a su colmo; "porque muchos andan por ahí, como os decía
repetidas vecesy aun ahora lo digo con lágrimas) que se portan como enemigos de la cruz de
Cristo" ; "se fueron tras de la vanidad, haciéndose también ellos vanos".
Describe en segundo lugar su culpa cuanto a la causa, que puede ser el mundo o el
demonio. De parte de este mundo, porque los atraían las cosas del mundo, como dice: "según la
costumbre de este siglo mundano", esto es, según la vida secular y mundanerías, que os lisonjean
con sus halagos y roncerías. Pero "si alguno ama al mundo, no habita en él la caridad del Padre" ;
por eso dice antes: "no queráis amar al mundo ni las cosas mundanas".
La otra causa es de parte de los demonios, a cuyo servicio estaban y de quienes se dice:
"siendo el abominable culto de los ídolos la causa y el principio y fin de todos los males".
Cuanto a esto dice: "a merced del príncipe que ejerce su potestad sobre este aire"; y esta causa la
describe con 3 pinceladas diciendo: a) cuanto a su potestad: "a merced del príncipe que ejerce su
potestad", esto es, no que la tenga de sí naturalmente, no siendo por naturaleza ni el Señor ni el
Creador, mas por cuanto ejerce su señorío sobre los hombres que por el pecado le quedan
sujetos. "Ahora el príncipe de este mundo será arrojado fuera".
b) cuanto a la habitación, que es "de este aire", esto es, que tiene poder en este aire
tenebroso. Y sobre este punto hay dos opiniones entre los doctores: unos dijeron que los
demonios que cayeron no eran de los órdenes supremos, sino de los inferiores, a cuyo cargo
están los cuerpos inferiores; pues consta que Dios gobierna todas las criaturas corporales por
ministerio de los ángeles. Esta es la opinión de San Juan Damasceno, es a saber, que el primero
de los que cayeron estaba al frente del mundo terrenal -opinión que quizá la tomó de Platón, que
ponía ciertas substancias celestes o mundanas-. Y a tenor de esta opinión se ajusta la exposición
de "este aire", esto es, creado con ese fin de servirle de presidencia a ese demonio.
Otros, en cambio, prefieren, y a mi entender con más tino, que hayan sido de los órdenes
supremos, de suerte que, al decir "de este aire", sea para demostrar que el aire mismo si es
habitación suya, pero lo es para castigo, para cárcel. De aquí que San Judas diga en su canónica:
"y a los ángeles que no conservaron su primera dignidad, sino que desampararon su morada, los
reservó para el juicio del gran día, en el abismo tenebroso con cadenas eternales". Y la razón por
qué, luego de su caída, no dieron de esos cielos abajo hasta lo más" profundo del infierno, sino
que se les dejó en el aire, fue porque Dios no quiso que por sus pecados se frustrase enteramente
su creación; y con este fin se los dio a los hombres para ejercicio: a los buenos para labrarles su
corona, y a los malos su muerte eterna; y hasta el día del juicio -que es nuestro tiempo de
guerrear y de merecer- permanecerán en el aire; después de ese día serán precipitados al infierno.
Advirtamos también que un texto tiene spiritus, que está en genitivo, y pónese el singular
por el plural, como si dijera: spirituum. Otro tiene spiritum, en acusativo, de modo que según eso
se dijera: según el espíritu príncipe, esto es, el que hace cabeza entre ellos;
c) cuanto a la operación, al decir: "que al presente domina en los hijos rebeldes", esto es,
en aquellos que de sí rechazan el fruto de la pasión de Cristo, que eran hijos de la desconfianza, o
porque no creen en lo eterno ni esperan salvarse por Cristo -y en los tales, de los que se dice más
abajo: "no teniendo ninguna esperanza, se entregan a la disolución, para zambullirse con un
ardor insaciable en toda suerte de impurezas", el príncipe que gobierna estos aires los maneja a
su talante-; o "de la desconfianza", esto es, en quienes no se puede confiar, pues pecan de malicia
y el príncipe de este mundo los gobierna a su sabor. No así con los que pecan por ignorancia o
flaqueza, ni este príncipe los gobierna a su voluntad; sino, al contrario, no hay que desesperar de
nadie mientras viva.
Respondo: digamos que esperanza puede haberla de alguno, o de parte del hombre, o de
parte de la divina gracia. Según esto, puede no haberla de parte de él, habiéndola de parte de
Dios; como en Lázaro, que yacía en el sepulcro, no había esperanza que resucitase de parte suya,
habiéndola en cambio de parte de Dios, que efectivamente lo resucitó. Así pues, de quienes están
sumergidos, por su malicia, hasta la coronilla en el pecado, no hay esperanza alguna si nos
atenemos a su propia virtud, que, como dice el no tiene en donde hacer pie: "non est substantia";
no así considerada la virtud divina. De estos hijos de la desconfianza se dice abajo: "nadie os
engañe con palabras vanas, pues por tales cosas descargó la ira de Dios sobre los incrédulos".
-"entre los cuales fuimos asimismo todos nosotros en otro tiempo siguiendo nuestros
deseos carnales". Saca ahora a colación a los Judíos en estado de culpa, mostrando que todos
ellos estuvieron en pecado, según aquello de "ya hemos demostrado que así judíos como gentiles
todos están sujetos al pecado". Con todo, hay que observar una diferencia, ya que el Apóstol, al
tratar de la culpa de los Gentiles, le señaló 2 causas: una de parte del mundo y otra de parte de
los demonios a quienes daban culto; mas como los Judíos, aunque semejantes a los Gentiles
cuanto a la primera causa del estado de culpa, no lo eran cuanto a la segunda, no hace mención el
Apóstol de su culpa sino cuanto a la causa de parte del mundo; y esta mención apunta al pecado
del corazón, al pecado de obra y al pecado de origen.
El pecado del corazón lo insinúa por los pecados carnales diciendo: en los cuales, a saber,
pecados o delitos, todos nosotros, los Judíos, anduvimos en otro tiempo, llevando una vida al
hilo de los deseos de nuestra carne, esto es, carnales; "porque también nosotros éramos en algún
tiempo insensatos, incrédulos, extraviados, esclavos de infinitas pasiones y deleites".
El pecado de obra no es otra cosa que desencovarse y salir a luz la concupiscencia del
corazón. Pero así como hay concupiscencias naturales, de la comida, por ejemplo, por la que se
conserva el individuo, también hay ciertas concupiscencias carnales, de deleites venéreos, por los
que se conserva la especie; y tocante a esto dice: "haciendo la voluntad de la carne", esto es,
aquellas cosas en que se deleita la carne. "Por donde los que viven según la carne no pueden
agradar a Dios". Pero hay una concupiscencia de conocimiento, a saber, de cosas que no
provienen de deseos carnales, sino del mismo apetito del alma, como la ambición de honores, de
la propia excelencia y así por el estilo. Cuanto a esto dice: "y de las sugestiones de los demás
vicios", esto es, poniendo por obra esas concupiscencias causadas por sugestión de nuestros
pensamientos.
El pecado de origen lo insinúa diciendo: "y éramos por naturaleza u origen hijos de ira";
y el pecado de nuestro primer padre pasó no sólo a los Gentiles, sino también a los Judíos. "Así
como por un hombre entró el pecado en este mundo, y por el pecado la muerte; así la muerte se
fue propagando en todos los hombres, porque todos pecaron". Y así como los hombres por el
bautismo quedan limpios del pecado original con limpieza exclusiva para sus propias personas,
de donde los hijos que engendran están por bautizarse todavía; de la misma manera la
circuncisión limpiaba del pecado original a solas las personas circuncidadas, que engendraban a
los que estaban por circuncidarse todavía. Esto es lo que dice: "éramos por naturaleza", esto es,
por origen de la naturaleza; no de la naturaleza como tal, que así buena es y de Dios dimana, sino
de la naturaleza como viciada, "hijos de ira", esto es, de venganza, pena e infierno; y esto "como
los demás", esto es, Gentiles.
Lección 2: Efesios 2,4-7 Encomia el beneficio de la gracia justificante, que prueba por muchos capítulos, ya por
amor de Dios, porque Cristo nos la obsequió, ya por darnos la vida eterna.
4. Pero Dios, que es rico en misericordia, movido del excesivo amor con que nos amó,
5. aun cuando estábamos muertos por los pecados, nos dio vida juntamente en Cristopor
cuya gracia vosotros habéis sido salvados)
6. y nos resucitó con El, y nos hizo sentar sobre los cielos en la persona de Jesucristo,
7. para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia, en vista de la
bondad usada con nosotros por amor de Jesucristo.
Luego de haber cargado la mano sobre la culpa inficionante, encarece aquí el Apóstol el
beneficio de la gracia justificante, que describe considerando sus 3 causas: eficiente, formal o
ejemplar y final. La causa eficiente del beneficio divino de la justificación es la caridad, como él
dice: "pero Dios, que es rico en misericordia, movido del excesivo amor con que nos amó". Dice
"del excesivo amor", porque podemos considerar en él una cuádruple bondad y eficiencia, a)
porque nos dio el ser. "Tú amas todo cuanto tiene ser…" ; b) porque nos hizo a imagen suya y
capaces de su felicidad ; c) porque reparó la quiebra del hombre corrompido por el pecado ; d)
porque entregó a su propio Hijo para que nos salváramos. "Tanto amó Dios al mundo que le dio
a su Hijo unigénito". Y aquí exclama San Gregorio:
"¡Oh fineza sin precio del amor! Para acudir del siervo, a su rescate Entregaste a tu
Hijosin regate).
Mas dice: "que es rico en misericordia", porque, siendo la causa del amor del hombre la
bondad del ser amado, el hombre que ama de justicia entonces ama, por cuanto es justo que a tal
ser ame. Mas cuando la causa de la bondad en el ser amado es el amor, tal amor tiene por fuente
a la misericordia. Ahora bien el amor con que Dios nos ama causa en nosotros la bondad, razón
por la cual pónese aquí la misericordia como raíz del amor divino. A propósito Isaías : "Yo me
acordaré de las misericordias del Señor, y al Señor alabaré por todas las cosas que El ha hecho a
favor nuestro, y por la muchedumbre de sus beneficios concedidos a la casa de Israel, según su
benignidad, y dilatada serie de sus piedades". Y dícese Dios rico en misericordia porque la tiene,
no como el hombre, sino infinita e inagotable; ya que el hombre, si de alguno se compadece, es
con término y limitación, como se ve en estos 3 casos:
a) dispensando con pródiga mano beneficios temporales, donde la misericordia corta se
queda, porque se para la rueda de la propia facultad ; mas Dios -como se dice en también es rico
para con todos los que lo invocan.
b) no perdonando sino ofensas propias, ,en que su modo ha de haber: que no perdone sin
más, de suerte que el perdonado se torne más inclinado, ligero y desvergonzado, para de nuevo
ofender; "pues sucede que los hijos de los hombres, viendo que no se pronuncia luego la
sentencia contra los malos, cometen la maldad sin temor alguno". Pero a Dios nada le puede
empecer, que no pueda toda ofensa perdonar. "Si pecares, ¿qué daño le harás?… Si obrares bien,
¿qué recibe El de tus manos?".
c) relajando la pena, en que también hay que guardar modo, para no obrar contra justicia
de una ley superior; pero Dios, no estando ligado con traba de ninguna ley, a todos puede
relajarles la pena. "¿Ha cedido El a algún otro sus veces sobre la tierra? O ¿a quién ha encargado
gobernar el mundo que fabricó?".
Así pues, la misericordia de Dios es infinita, ya que no se ve en aprietos por penuria de
riquezas, ni atajada por temor a algún daño ni sujeta a ley superior.
La causa ejemplar del beneficio está en que por Cristo se nos dio. Así dice: "aun cuando
estábamos muertos por los pecados, nos dio vida juntamente en Cristo"; donde toca el triple
beneficio de la justificación, de la resurrección de entre los muertos y de la ascensión a los
cielos, 3 cosas por las que a Cristo nos asemejamos. Dice pues, cuanto a lo primero, que el texto
se lea con puntos suspensivos: "pero Dios que es rico…"; "aun cuando estábamos muertes por
los pecados, nos dio vida juntamente en Cristo", esto es, nos hizo vivir al mismo tiempo con
Cristo. Nos dio vida juntamente, digo, por el camino de la justicia ; y esto "en Cristo", es a saber,
por gracia de Cristo, "por la cual habéis sido salvados". Cuanto a lo segundo, dice: "y nos
resucitó con El", con Cristo, de hecho cuanto al alma, en esperanza cuanto al cuerpo. Cuanto a lo
tercero: "y nos hizo sentar sobre los cielos en la persona de Jesucristo", ahora en esperanza, y en
lo futuro de hecho; porque, como dice San Juan: "donde Yo estoy, ahí estará también el que me
sirve". Asimismo el "al que venciere le haré sentar conmigo en mi trono; así como Yo fui
vencedor y me senté con mi Padre en su trono". Usa
aquí el Apóstol el pretérito por el futuro, anunciando como una realidad pasada la que
aún está por venir, por la certeza de la esperanza. Así pues, cuanto al alma, nos dio vida
juntamente en Cristo; cuanto al cuerpo, nos resucitó con El; y cuanto al alma y al cuerpo
juntamente nos hizo sentar sobre los cielos.
Por consiguiente, al decir: "para mostrar…", indica la causa final del beneficio recibido; y
esto puede leerse de dos maneras, porque por siglos venideros o bien pueden entenderse los de
esta vida o los de la vida futura. En el primer caso por siglo se entiende cierta medida del tiempo
y el período de una generación, de suerte que venga a decir: afirmo que a los que somos
primicias de los durmientes "nos dio vida juntamente en Cristo", y esto, "para mostrar en los
siglos venideros", esto es, en los que vendrán después de nosotros, "las abundantes riquezas de
su gracia", y por cierto no por méritos nuestros, mas por bondad suya, que usó "con nosotros en
Cristo Jesús", esto es, por Cristo Jesús. "Verdad es cierta que Jesucristo vino a este mundo para
salvar a los pecadores, de los cuales el primero soy yo. Mas por eso conseguí misericordia, a fin
de que Jesucristo mostrase en mí el primero su extremada paciencia, para ejemplo de los que han
de creer en El, para alcanzar la vida eterna". Así que a los santos primitivos con tanta largueza
les dispensó Dios los dones de su gracia, que les allanase a los venideros el camino de su
conversión a Jesucristo.
O puede entenderse por siglo el de la otra vida, de que dice el Eclesiástico: "no dejaré de
existir en todos los siglos venideros". Pero aun siendo el de ahí un siglo, por ser el de ahí la
eternidad, dice, con todo: "en los siglos venideros", por la multitud de santos que participarán de
la eternidad, de suerte que pueda decirse: ahí transcurrirán tantos siglos cuantas fueren las
eternidades participadas. "Tu reino es reino de todos los siglos". Dice pues, según este sentido:
digo que nos hizo vivir con la esperanza, es a saber, por Cristo, o con la gracia, para mostrar en
los siglos venideros, esto es, para completar en la otra vida, las abundantes riquezas de su gracia,
o gracia abundante, que dispensa con larga mano, aun en este mundo, al perdonar tantos pecados
y conceder los mayores dones; gracia que en la otra vida revertirá de abundante; que allí los
brolladores la manarán siempre a borbollones. "Yo vine para que tengan, en este mundo, vida, es
a saber, de gracia, y la tengan con más abundancia", esto es, de gloria, en la patria. Y esto "por su
bondad" Tr. 3) "sobre nosotros", esto es, por encima de nuestro deseo, de nuestro entendimiento
y más allá de nuestra capacidad. "Desde que el mundo es mundo, jamás nadie ha entendido, ni
ninguna oreja oído, ni ha visto alguno, sino sólo Tú, ¡oh Dios!, las cosas que tienes preparadas
para aquellos que te están aguardando".
Asimismo "en Cristo Jesús", esto es, por Cristo Jesús; porque así como la gracia se nos da
por Cristo, así también la gloria consumada ; que el mismo que nos justifica es el que nos
beatifica. Dice: "para mostrar", porque el tesoro de la gracia lo tenemos oculto en vasos de barro.
"Somos ya ahora hilos de Dios; mas lo que seremos algún día no aparece aún"
. Pero ese tesoro, oculto porque aún no parece, en los siglos venideros dará muestras de
sí, ya que en la patria ninguna cosa que toque a manifestar la gloria de los santos quedará secreta
y encubierta.
Lección 3: Efesios 2,8-10 Dice que si hemos sido salvados lo hemos sido de pura gracia, por medio de la fe, que
también es don divino; y esto para que nadie pueda gloriarse.
8. Porque de pura gracia habéis sido salvados por medio de la fe, y esto no viene de
vosotros, siendo como es un don de Dios;
9. tampoco en virtud de vuestras obras anteriores, puramente naturales, para que nadie
pueda gloriarse.
10. Por cuanto somos hechura suya en la gracia, como lo fuimos en la naturaleza, criados
en Jesucristo para obras buenas, preparadas por Dios desde la eternidad para que nos ejercitemos
en ellas y merezcamos la gloria.
Al recordar, en páginas anteriores, el beneficio divino de haber sido librados del pecado,
había adelantado el Apóstol que por gracia de Cristo habíamos sido salvados; ahora intenta
probarlo, proponiendo su intención y manifestando su propósito. Dice pues: bien di¡e que habíais
sido salvados por gracia suya, y aun lo digo con mayor seguridad ; "siendo justificados
gratuitamente por la gracia del mismo" ; que lo mismo es ser salvado que justificado, ya que
salvación dice dar por libre a uno de los peligros. De donde salvación cumplida y acabada para el
hombre sólo en la vida eterna, cuando inmune se vea de todos los peligros; tal como se dice de la
nave: ya está salvada, si anclada en el puerto. "Reinará la salud dentro <Je tus muros, y resonarán
en tus puertas cánticos de alabanza". Los hombres conciben esperanza de esta salvación cuando
al presente son justificados de pecado, y según esto se dicen salvados, a tenor de "por la
esperanza nos salvamos". Pero esta salvación de la gracia se obra por la fe en Cristo; ya que en la
justificación del impío, tratándose de adultos, junto con la infusión de la gracia concurre también
el movimiento de la fe en Dios. "Vete en paz, tu fe te ha salvado" ; "justificados, pues, por la fe,
mantengamos la paz con Dios".
-"y esto no viene de vosotros". Manifiesta lo que había dicho, y primero cuanto a la fe,
que es el fundamento de todo el edificio espiritual, luego cuanto a la gracia. Acerca dejo primero
cierra la puerta a dos errores: a) ya que había dicho que por la fe nos salvamos, pudiese alguno
creer que esta fe procedía de nosotros y que a nuestro arbitrio quedaba creer o no. Por eso dice,
dando de mano a ese error: "y esto no viene de vosotros"; pues no basta para creer el libre
albedrío, ya que las cosas de la fe están por encima de la razón: "muchas cosas se te han
enseñado que sobrepujan la humana inteligencia" ; "las cosas de Dios nadie las ha conocido sino
el espíritu de Dios". Por consiguiente, de sí no puede tener el hombre, a no dársele Dios, el don
de creer, según aquello: "¿quién podrá conocer tus designios, si Tú no le das sabiduría, y no
envías desde lo más alto de los cielos tu santo espíritu?"9,17). Por eso añade: "siendo como es un
don de Dios", es a saber, la misma fe; "pues por los méritos de Cristo se os ha hecho la gracia, no
sólo de creer en El, sino también de padecer por su amor".
b) el otro error, que pudiese alguno creer que la fe se nos daba por mérito de las obras
precedentes; y para cerrar la puerta a este error, agrega: "tampoco en virtud de vuestras buenas
obras", es a saber, anteriores, merecimos alguna vez este don de salvarnos, porque esto, como ya
se dijo, es de pura gracia, según aquello de Romanos: "si de gracia, luego no por las obras; de
otra suerte la gracia ya no sería gracia". Y da la razón de por qué salva Dios a los hombres por la
fe sin méritos anteriores: "para que nadie pueda gloriarse" en sí mismo, sino que toda la gloria se
refiera a Dios.
-"por cuanto somos hechura suya". Manifiesta lo que había dicho cuanto a la gracia, en su
infusión y predestinación, a cuya razón o modo de ser pertenecen dos cosas -de que ya se habló
antes-: la primera de las cuales es que aquello que tiene el ser por gracia no lo tenga el hombre
por sí mismo, o de sí mismo, sino de mano de Dios. Y cuanto a esto dice: "por cuanto somos
hechura suya", es a saber, que cuanto de bien tenemos, de Dios lo tenemos, no de nosotros
mismos. "El nos hizo, no nosotros a nosotros mismos" ; "¿por ventura no es El tu padre, que te
rescató, que te hizo y te crió?". Continúase inmediatamente con lo anterior, de manera que diga:
para que nadie se gloríe, porque hechura suya somos. O puede continuarse con lo que arriba
había dicho; pues de pura gracia hemos sido salvos.
Lo segundo que entra en razón o concepto de gracia es que no sea por obras precedentes,
lo cual se expresa por lo que añade: "criados", ya que crear es de nada hacer algo. De donde
cuando alguno, sin méritos anteriores, es justificado, puede decirse creado, como si dijéramos:
hecho de nada. Y esta acción, es a saber, creación de justicia, hácese por virtud de Cristo que da
al Espíritu Santo. Por eso añade: "en Cristo Jesús", esto es, por Cristo JesúsSa. 6. Más adelante
no sólo se nos da el hábito de la virtud y de la gracia, sino que interiormente por el espíritu nos
renovamos para bien obrar; de ahí que añada: "para obras buenas", ya que Dios está con nosotros
para obrar esas mismas obras buenas; "porque todas nuestras buenas obras Tú nos las hiciste"en
nosotros y con nosotros, por medio de la gracia, que da el "querer" y el "obrar").
Y porque a los que ha predestinado también los ha llamado, a saber, por la gracia -como
se dice en , por eso agrega lo de la predestinación diciendo: "preparadas por Dios", esto es, las
buenas obras: pues no es otra cosa la predestinación que la preparación de los beneficios de Dios,
entre los que se cuentan nuestras mismas buenas obras. Y dícese que Dios nos prepara algunas
cosas, por cuanto dispuso dársenos a Sí propio. Mas no fuese alguno a entender la preparación de
las buenas obras de suerte que todo viniese de Dios, y nosotros en nada cooperásemos a ellas con
el libre arbitrio, añade: "para que nos ejercitemos en ellas", como si dijera: nos las preparó de tal
modo que nosotros mismos, en provecho nuestro, con nuestro albedrío, cumpliésemos en ellas su
propósito; pues, como se dice en somos coadjutores de Dios. Razón por la cual decía de sí
mismo el Apóstol: "mas por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia no ha sido estéril en mí,
antes he trabajado más copiosamente que todos; pero no yo, sino la gracia de Dios que está
conmigo". Pero señaladamente dice: "caminemos", para hacer notar el adelantamiento en las
buenas obras, según aquello de "caminad mientras es de día"; "caminad como hijos de la luz"..
Lección 4: Efesios 2,11-13 Para que los Efesios den en la cuenta de que todo lo han recibido gratuitamente de manos
de Dios, tráeles a la memoria qué tales eran en el estado antecedente al de la gracia.
11. Así pues, acordaos que en otro tiempo vosotros, que erais gentiles de origen y
llamados incircuncisos por los que se llaman circuncidados a causa de la circuncisión hecha en
su carne, por mano de hombre,
12. acordaos, digo, que vosotros no teníais entonces parte alguna con Jesucristo, estabais
enteramente separados de la sociedad de Israel, extranjeros por lo tocante a las alianzas, sin
esperanza de la promesa, y sin Dios en este mundo.
13. Mas ahora que creéis en Cristo Jesús, vosotros, que en otro tiempo estabais alejados
de Dios, os habéis puesto cerca por la sangre de Jesucristo.
Después de haberse detenido en ponderar el beneficio hecho por Dios a los Gentiles en
librarlos del pecado, ocúpase ahora el Apóstol en relatar el beneficio de haberlos sacado del
estado de la Gentilidad. Refréscales primero la memoria de su condición en el estado pretérito y
contrapóneles luego los beneficios que han recibido en el presente estado. Cuanto a lo primero,
después de una exhortación, declárales la condición de su estado pretérito. Dice pues: "por lo
cual", es a saber, para que podáis caer en la cuenta de que todo nos lo ha dado Dios de su bella
gracia, "acordaos" "que en otro tiempo": les trae a la memoria la condición de su anterior estado:
a) cuanto a los males que tenían; b) cuanto a los bienes de que se veían privados. Los males eran
tres: 1) el crimen de la gentilidad, por la que daban culto a los ídolos: "vosotros, que erais
gentiles de origen" ; 2) su vida carnal: "in carne", esto es, viviendo al fuero de la carne, por la
que no podían agradar a Dios ; 3) el vilipendio y desprecio con que los traían debajo de los pies
los Judíos: "llamados prepucio", esto es, incircuncisión, "por aquella1 a saber, circuncisión,
"hecha en la carne por mano de hombre", esto es, por los Judíos circuncidados por tal
circuncisión. Y dice "por mano de hombre", para distinguirla de la circuncisión espiritual, de la
cual se dice en "en el cual fuisteis vosotros también circuncidados con circuncisión no carnal o
hecha por mano que cercena la carne del cuerpo, sino con la circuncisión de Cristo; siendo
sepultados con El por el bautismo"; y poco después: "en efecto, cuando estabais muertos por
vuestros pecados, y por la incircuncisión de vuestra carne, entonces os hizo revivir con El,
perdonándoos todos los pecados".
A continuación, los bienes de que se veían privados: "vosotros que no teníais entonces
parte alguna con Jesucristo"; y 19 de participar en los sacramentos; 2 del conocimiento de Dios:
"sin Dios en este mundo". Los sacramentos, de cuya participación se veían privados, eran tres: 1)
la dignidad de Cristo; de donde dice: "vosotros que no teníais entonces parte alguna con
Jesucristo", esto es, sin la promesa de Cristo que se hizo a los Judíos ; 2) la compañía de los
santos, de que se veían privados mientras permanecían en la gentilidad, Dice: "separados de la
sociedad* de Israel", ya que a los Judíos no les era lícito tratar con los Gentiles, como dice San
Juan que Samaritanos y Judíos no se llevan entre sí; 3) cuanto a los que eran recibidos en el
Judaísmo, al hacerse prosélitos, se les trataba con desprecio. Por eso añade: "extranjeros por lo
tocante a las alianzas", como si dijera: tales prosélitos, al convertirse al Judaísmo y hacerse
prosélitos, eran recibidos no como ciudadanos, sino como huéspedes, para tener parte en las
alianzas divinas. Dice "de las alianzas" en plural, porque a los Judíos se les había dado el
Antiguo Testamento y prometido el Nuevo; porque, como dice el "confirmó su pacto o promesa
sobre la cabeza de Jacob"; lo cual puede entenderse del Antiguo Testamento, pues Dios había
prometido dar otro: "y asentaré con ellos otra alianza, que será sempiterna". Este se lo dio a
aquellos "de quienes es la adopción de hijos de Dios, y la gloria, y la alianza, y la legislación, y
el culto, y las promesas", como se dice en Romanos 9,4.39 la esperanza de los bienes futuros:
"sin esperanza de la promesa"; porque, como se dice en Gálatas 3, las promesas se hicieron a
Abraham y a su descendencia. Para colmo de desventuras, la peor de todas, por la ignorancia de
Dios, es a saber: "sin Dios en este mundo", esto es, sin conocimiento de Dios. "Dios se ha dado a
conocer en Judá", no así a los Gentiles, a quienes alude "no con pasión libidinosa, como hacen
los Gentiles, que no conocen a Dios"; texto, con todo, que puede entenderse del conocimiento
por la fe; ya que del conocimiento natural se dice en "porque, habiendo conocido a Dios, no le
glorificaron como a Dios".
Consiguientemente, al decir: "pero ahora que creéis en Cristo Jesús", les recuerda los
beneficios que recibieron por Cristo en el estado de su conversión; acerca de lo cual les muestra
de qué modo se hicieron partícipes de los bienes de que antes se veían privados, y que no como
extranjeros, sino como ciudadanos, fueron admitidos a la participación de esos bienes o
beneficios, de que habla en general y en especial. Dice pues: dije que en otro tiempo estabais sin
Cristo, enteramente separados del trato y comunicación con Israel; pero ahora, esto es, luego que
os convertisteis a Cristo, vosotros que estáis en Cristo, quiere decir, que le estáis unidos por la fe
y por la caridad ; vosotros, digo, "que en otro tiempo estabais alejados", esto es, distantes de
Dios, no por el lugar, mas por el mérito ; y del trato de los santos y participación de las alianzas -
como está dicho- ya "os habéis puesto cerca" de Dios, de sus santos y de sus testamentos. "Tus
hijos vendrán de lejos"; "algunos de ellos -de los Gentiles- han venido de lejos", es a saber, de la
región de la desemejanza y del estado de la gentilidad. Pero vosotros ha poco "os habéis puesto
cerca, en la sangre de Cristo", esto es, por su sangre, por la cual os atrajo Cristo ; y esto por su
excesiva caridad, que de modo especialísimo se manifestó en la muerte de cruz.
Lección 5: Efesios 2,14-18 Reséñanse los beneficios hechos a los Efesios, que se resumen en el acercamiento y
vecindad a Dios y a los Judíos.
14. Pues El es la paz nuestra, el que de los dos pueblos ka hecho uno, rompiendo, por
medio del sacrificio de su carne, el muro de separación, esa enemistad que los dividía,
15. aboliendo con sus preceptos evangélicos la Ley de los ritos, para formar en Sí mismo
de dos un solo hombre nuevo, haciendo la paz,
16. y reconciliando a ambos pueblos ya reunidos en un solo cuerpo con Dios por medio
de la cruz, destruyendo en Sí mismo la enemistad de ellos.
17. Y así vino a evangelizar la paz a vosotros, que estabais alejados de Dios, como a los
judíos que estaban cercanos,
18. pues por El es por quien unos y otros tenemos cabida con el Padre eterno unidos en el
mismo Espíritu.
Después de haber pasado lista a los beneficios hechos a los Efesios en general por Cristo,
los menciona ahora en especial; acerca de lo cual muestra cómo se acercaron al pueblo judío y
avecináronse más a Dios; del cual acercamiento muestra aquí la causa, el modo y el fin.
La causa del acercamiento es Cristo, y por eso dice: "pues El es la paz nuestra", -locución
enfática para expresar con más fuerza la idea- como si dijera: bien digo que os habéis puesto
cerca; pero esto es obra de Cristo, porque "El es la paz nuestra", esto es, la causa de nuestra paz;
por eso decía: "mi paz os doy". Y es costumbre emplear este modo de hablar, cuando todo lo que
está en el efecto depende de la causa; así como cuando decimos de Dios que es nuestra salud,
porque todo lo que en nosotros hay de saludable lo causa Dios. De la misma manera dícese que
Cristo es nuestra paz, porque todo lo que en nosotros hay de paz, y por consiguiente de
acercamiento -ya que el hombre, cuando anda de paz con uno, puede andar con él o acercársele
confiadamente- lo causa Cristo; pues en su nacimiento los ángeles anunciaron la paz. También
en vida de Cristo el mundo tuvo una paz tan grande, como nunca la había tenido ; y al resucitar
también anunció la paz.
-"el que de los dos pueblos ha hecho uno"; ya que Cristo juntó en uno a los dos pueblos,
es a saber, al de los Judíos que adoraban al Dios verdadero, y al de los gentiles bien ajenos a este
culto de Dios. "Otras ovejas tengo, que no son de este redil… y se hará un solo rebaño y un solo
pastor". El modo del acercamiento se indica al añadir: "rompiendo, por medio del sacrificio de su
carne, el muro de separación"; y este modo se hace quitando lo que dividía.
Para inteligencia del texto imaginémonos un gran campo, con muchos hombres juntos,
por en medio de los cuales se extienda y eleve una pared que los divida, de suerte que no parezca
un pueblo sino 2. Así pues, quien quitase esa pared, juntaría esa turbamulta en un cuerpo
conjunto y ordenado y se constituiría un solo pueblo. Así hay que entender lo que aquí se dice;
porque este mundo es como un campo, y este campo está lleno de hombres, y en este campo hay
una pared, porque unos están de una parte y otros de otra; y esta pared puede decirse que es la
ley vieja según las carnales observancias, en la que -como dice la Carta a los Gálatas- estaban los
Judíos "como encerrados y sometidos a su custodia", ya que la ley vieja era figura de Cristo.
Pero esta pared la quitó Cristo, y no habiendo quedado ningún intersticio, hízose de Gentiles y
Judíos un solo pueblo. A esto se refiere cuando dice que "de los dos pueblos ha hecho uno, de
esta manera, es a saber, rompiendo la pared de separación"; la pared digo de la cerca, no del
muro, que es cuando las piedras no se argamasan o conglutinan con cemento, ni se levanta para
que dure siempre, sino para un tiempo determinado. Así pues, la antigua ley es pared de cerca
por dos razones: 1º porque no se conglutinaba con la caridad, que es como una especie de
cemento que conglutina a cada uno con los otros, y a todos juntamente con Cristo, "solícitos de
conservar la unidad del espíritu con el vínculo de la paz". Porque la antigua ley es ley de temor,
que induce a los hombres, con penas y amenazas, a la observancia de los mandamientos; y si
algunos en aquel tiempo la observaban por caridad, ya pertenecían -como dice San Agustín- al
Nuevo Testamento, que es ley de amor ;
2- porque no se dio para que durase perpetuamente, sino para un tiempo determinado.
"Mientras el heredero es niño en nada se diferencia de un siervo, no obstante ser dueño de todo;
sino que está debajo de la potestad de los tutores y curadores, hasta el tiempo señalado por su
padre; así nosotros, cuando éramos todavía niños, estábamos servilmente sujetos a las primeras y
más groseras instrucciones que se dieron al mundo".
Pero aquí se atraviesa una dificultad, porque dice: "rompiendo la pared de la cerca", lo
contrario de lo que dice "no vine a quebrantar la ley, sino a cumplirla". Respondo: diremos que
en la antigua ley había preceptos morales y ceremoniales. Ciertamente los preceptos morales no
los quebrantó Cristo, sino los cumplió, más aún, sobreañadió los consejos y explicó lo que
Escribas y Fariseos entendían mal. De aquí que dijera: "si vuestra justicia no es más llena y
mayor que la de los escribas y fariseos". Y más adelante: "habéis oído que fue dicho: amarás a tu
prójimo y tendrás odio a tu enemigo. Yo os digo más: amad a vuestros enemigos".
En cambio, los preceptos ceremoniales, si los quebrantó cuanto a lo substancial, los
cumplió cuanto a lo figurado haciendo que respondiese a la figura. Entiéndase pues que lo que
aquí dice: rompiendo ha de referirse a la observancia de la ley carnal. Y este romper, a saber, la
pared de la cerca, es acabar con las enemistades que había entre Judíos y Gentiles; porque unos
querían guardar la ley, los otros de ninguna manera, y de aquí se originaban entre ellos iras y
envidias; pero es cosa averiguada que a estas enemistades Cristo puso fin con la carne que tomó,
ya que luego en naciendo anuncióse a los hombres la paz. O "en su carne" ofrecida en sacrificio,
porque, como más abajo se dice: "entregóse por nosotros como ofrenda y víctima a Dios"; y en
ese sacrificio hallaron su plenitud y cumplimiento todos los otros sacrificios, para dejar de ser;
"porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los que ha santificado".
Y cuál sea la naturaleza de esta pared lo insinúa diciendo: "la ley de los mandamientos o
ritos"; como si dijera: rompiendo la pared, esto és, la ley de los mandamientos; que así se llaman
no porque otras leyes carezcan de mandamientos, ya que la nueva ley los tiene, sino por 2
razones: ! por el gran número de mandamientos legales, que por ser tantos no podían observarlos
los hombres, según aquello de "un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido
soportar". O dícese "de los mandamientos", esto es, de los hechos. "Ahora, pues, ¿dónde está el
motivo de gloriarte? Queda excluido. ¿Por qué Ley? ¿Por la de las obras? No; sino por la Ley de
la fe". De donde así como el bautismo de Juan dícese bautismo de agua, porque limpiaba sólo
por fuera, mas no santificaba por dentro; del mismo modo la ley antigua dícese ley de los hechos,
porque ordenaba sólo lo que debían hacer, mas no daba gracia que ayudase a cumplir la ley.
Pero la ley nueva, ordenando, da norte a las acciones, y ayuda a cumplirlas dispensando
gracia. Aboliendo digo, así como lo imperfecto es abolido por lo perfecto y la sombra por la
verdad. "Mas llegado que sea lo perfecto, desaparecerá lo imperfecto", es a saber, la
imperfección y sombra de la antigua ley, a que alude la Carta a los Hebreos. Y esto "con
decretos", esto es, preceptos del Nuevo Testamento, que dejan abolida la antigua ley. "Comeréis
los frutos añejos de mucho tiempo", esto es, los preceptos de la ley natural junto con los de la
nueva ley, por cuya sobreabundancia, una vez recibidos, "arrojaréis los añejos", esto es, los
preceptos ceremoniales de la antigua ley, cuanto a lo substancial, como va dicho.
El fin del acercamiento lo indica diciendo: "para formar en Sí mismo de dos un solo
hombre"; el cual fin se endereza a que los dichos dos pueblos se hagan un solo pueblo. Ahora
bien, las cosas que se unen en algo han de unirse para que haya unidad; mas como la ley dividía,
no podían unirse en la ley. Cristo, en cambio, al suceder a la ley, y su fe con Elcomo la verdad a
la figura), los aunó en Sí mismo ; y esto "en un solo hombre nuevo, haciendo la paz", es a saber,
en el mismo Cristo, que se dice hombre nuevo por el modo inusitado, novedoso, de su
concepción. Asimismo por la novedad de la gracia que dioSa. 6;. Otrosí por los nuevos
mandamientos que trajo. Y aunque parezca ser ésta la intención del Apóstol, con todo, en la
Glosa hay doble pared: porque de parte de los Judíos pónese la ley como obstáculo, de parte de
los Gentiles la idolatría.
Por consiguiente, al decir: "para reconciliar a ambos", muestra cómo se acercaron a Dios;
acerca de lo cual manifiesta su reconciliación con Dios y la que de su parte hizo Jesucristo
terciando entre ellos y el mismo Dios. Es de saber que el amor del prójimo es el camino para
tener paz con Dios; porque, como se dice en 1 Juan: 4 "pues el que no ama a su hermano a quien
ve, ¿a Dios, a quien no ve, cómo podrá amarle?" Y San Agustín dice que no piense tener paz con
Cristo quien no la tiene con algún cristiano. Así pues, pone primero la paz entre sí de los
hombres hecha por Cristo, y luego la paz de los hombres con Dios. Por eso dice: "para
reconciliar a ambos, ya unidos, en un solo cuerpo" de la Iglesia, es a saber, en Cristo; "que
muchos en El formamos un solo cuerpo". Para reconciliar, digo, con Dios, por la fe y la caridad:
"Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo". Y esto lo hizo "por medio de la cruz,
destruyendo en Sí mismo la enemistad de ellos"; porque las que traían entre sí judíos y gentiles
sobre la observancia de la ley las destruyó dando su lleno a las figuras del Antiguo Testamento;
pero las que había entre Dios y los hombres por el pecado las destruyó en Sí mismo, cuando
muriendo en la cruz borró el pecadoSa. 1;. Dice pues: "destruyendo las enemistades, esto es, los
pecados, en Sí mismo con la inmolación de su cuerpo ; "pues plugo al Padre poner en El la
plenitud de todo ser, y reconciliar por El todas las cosas consigo". Habiendo pues Cristo dado
suficiente satisfacción por nuestros pecados, se seguía, por consiguiente, que, pagado el precio,
se hiciese la reconciliación.
-"Y así vino a evangelizar la paz". Pone la manifestación de esta reconciliación, y
primero su anunciación, luego su causa y razón. Es pues una manifiesta reconciliación de Dios
con el hombre por Cristo, ya que el mismo Cristo no sólo nos reconcilió con Dios y destruyó las
enemistades, sino que al venir, en carne se entiende, evangelizó, esto es, anunció, la paz. O
viniendo después de la resurrección, cuando se puso en medio de sus discípulos y les dijo: "la
paz sea con vosotros", evangelizó, digo, no a un pueblo solo, sino a vosotros, gentiles, que
estabais alejados de Dios, a quienes, aunque no en propia persona, anunció la paz por medio de
sus Apóstoles ; como a los judíos que estaban cercanos, suple: anunció Cristo en propia persona.
La causa y la forma de esta paz la indica diciendo: "pues por El es por quien unos y otros
tenemos cabida", esto es, 2 pueblos, "unidos en un espíritu", quiere decir, unidos con la unión del
Espíritu Santo. La razón de esta cabida con el Padre por Cristo es porque lo que obra Cristo lo
obra por el Espíritu Santo. Por consiguiente, todo lo que hace el Espíritu Santo lo hace también
Cristo. Entiéndase también que pertenece a toda la Trinidad lo que dice: con el Padre, pues, por
la unidad de esencia, en el Padre está el Hijo y el Espíritu Santo, y en el Espíritu Santo está el
Padre y el Hijo. Por consiguiente, cuando dice con el Padre, señala de modo especial que todo lo
que el Hijo tiene lo tiene del Padre y aun así lo reconoce.
Lección 6: Efesios 2,19.21 Muestra que no menos dignos que los Judíos han sido los Gentiles para recibir dones
espirituales.
19. Así que ya no sois extraños ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos y
domésticos de Dios,
20. pues estáis edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, y unidos en
Jesucristo, el cual es la principal piedra angular,
21. sobre quien trabado todo el edificio se alza para ser un templo santo del Señor; por El
entráis también vosotros a ser parte de la estructura de este edificio para llegar a ser morada de
Dios por medio del Espíritu Santo.
Habiendo arriba demostrado que tanto Judíos como Gentiles fueron admitidos a la
participación de beneficios espirituales, muestra ahora que para recibirlos no menos dignos que
los Judíos fueron los Gentiles, sino que con la misma plenitud y liberalidad fueron admitidos por
Cristo para recibir sus beneficios. Acerca de lo cual propone el intento y manifiesta su propósito
por un ejemplo. Cuanto a lo primero, excluye del estado presente, en que ahora viven, lo propio
del estado pretérito, y concluye con lo que al estado presente pertenece. Así pues, ya que el
Apóstol asienta como conclusión: "luego ya no sois extraños y advenedizos", sigúese que la
semejanza fluye de las premisas: a) por el hecho de haberse reconciliado con Dios, luego de
unidos; b) por tener ambos cabida con el Padre en un solo Espíritu. Por tanto, ya que juntamente
están configurados con toda la Trinidad: con el Padre con quien, con el Hijo por quien, con el
Espíritu Santo en quien tienen cabida, luego por ningún motivo dejan de participar de los bienes
espirituales.
Para inteligencia del texto, es de saber que el colegio de los fieles a veces en las
Escrituras se llama casa, según aquello de "para que sepas cómo debes portarte en la casa de
Dios, que es la Iglesia del Dios vivo". A veces empero llámase ciudad, según aquello del
"Jerusalén, que está edificada como ciudad", ya que una ciudad tiene colegio político, y una casa
económico; y entre ambos hay estas dos diferencias: 1º que los del colegio doméstico
comunícanse en actos privados, y los del ciudadano en públicos;
2- que a los del colegio doméstico los gobierna uno que se llama padre de familia, y a los
del ciudadano el rey. Que el padre de familia es para su casa lo que para el reino el rey. Así pues,
algo de ciudad y algo de casa tiene el colegio de los fieles; mas si se atiende a la condición del
rector del colegio, es padre, y así el colegio es casa; pero si a la condición de los súbditos,
entonces es ciudad, porque comunicábanse entre sí con los actos principales de fe, esperanza y
caridad. De esta manera, si se atiende a los fieles en sí, es colegio ciudadano; si al rector del
colegio, es colegio doméstico; y esta es la razón de poner aquí el Apóstol las dos palabras:
"huéspedes y advenedizos"; que lo que para la casa son los huéspedes lo son para la ciudad; pues
huésped es como si dijéramos extraño a la casa. "Es una vida infeliz la del que va hospedándose
de casa en casa". Advenedizo, en cambio, es el extranjero que llega a la ciudad; como si dijera el
Apóstol: otrora erais para el colegio de los fieles unos extraños, como lo son los huéspedes en la
casa, y los advenedizos en la ciudad, y los prosélitos en la ley vieja. Pero ahora ya no es así,
porque ya no sois huéspedes. "He aquí que vendrá el forastero que no estaba conmigo; unirse ha
contigo aquel que en otro tiempo era para ti extranjero".
Por consiguiente, al decir: "sino conciudadanos de los santos", concluye con lo que
conviene al estado presente, es a saber, ser conciudadanos de los santos; como si dijera: ya que el
colegio de los fieles dícese ciudad respecto de los súbditos, y casa respecto del rector, el colegio
a que habéis sido llamados es la ciudad de los santos y la casa de Dios. De donde dice San
Agustín: dos amores edificaron dos ciudades; porque el amor de Dios, hasta el desprecio de sí, es
a saber, del hombre que ama a Dios, edifica la ciudad de la celestial Jerusalén; pero el amor de sí,
hasta el desprecio de Dios, edifica la ciudad de Babilonia. Así pues» todo hombre o es
conciudadano de los santos, si ama a Dios hasta el desprecio de sí ; o es ciudadano de Babilonia
si se ama a sí hasta el desprecio de Dios.
Por tanto, al decir "edificados sobre", manifiesta su propósito. Es costumbre en la Biblia -
por una figura que se llama metonimia- poner el continente por lo contenido en él, así como
algunas veces la casa por los que la*habitan. Según, pues, este modo de hablar, habla el Apóstol
de los que están en la casa de Dios, es a saber, de los fieles, como de una casa, y los compara a
un edificio. Y cuanto a esto propone su intento y muestra que los Efesios se han hecho parte de
este edificio, cuyo fundamento propone, así como su construcción y complemento. El
fundamento es doble: uno secundario, y otro principal. El secundario son los Apóstoles y
Profetas; y aludiendo a este fundamento, les dice que ya no son huéspedes, sino conciudadanos;
que ya pertenecen al edificio espiritual, por estar "edificados sobre el fundamento de los
Apóstoles y Profetas", esto es, sobre su doctrina; o, explicado de otra manera, sobre Cristo, que
es el fundamento de los Apóstoles y Profetas; como si dijera: estáis edificados sobre el mismo
fundamento que los Apóstoles y Profetas, que fueron Judíos.
Estas dos explicaciones sólo difieren de palabra, pero la primera viene más a pelo que la
segunda; que, si así no fuese, saldría sobrando la añadidura: "siendo Jesucristo la principal piedra
angular", ya que el mismo Jesús es el fundamento principal. Consuena, pues, mejor conforme al
primer sentido, mas de manera que Cristo sea la piedra angular y el fundamento principal. Pero
cuanto al sentido del concepto en nada difieren, porque lo mismo es decir que Cristo es el
fundamento que decir que la doctrina es de los Apóstoles y Profetas, ya que no a sí se predicaron
sino a Cristo solo; de donde recibir su doctrina es recibir a Cristo crucificado.
Notemos que los Apóstoles se dicen fundamentos. "Te edificaré sobre zafiros", esto es,
sobre varones celestiales. Expresamente se les llama fundamentos en "el muro de la ciudad tenía
12 cimientos, y en ellos los 12 nombres de los 12 apóstoles"; que en tanto se dicen fundamentos
en cuanto con su doctrina anuncian a Cristo. "Sobre esta piedra edificaré mi Iglesia". Dice "de
los Apóstoles y Profetas" para darnos a entender que la doctrina de.unos y otros es necesaria para
la salvación. Asimismo para mostrar la concordia entre una doctrina y otra, ya que ambas tienen
el mismo fundamento; pues lo que los Profetas predijeron futuro los Apóstoles predicaron
cumplido.
Pero el fundamento principal lo es solo Cristo Jesús: "el cual es la principal piedra
angular", donde 3 cosas dice de El, a saber: que es piedra, que angular, que principal. Piedra, por
la firmeza de los cimientos, como se dice en San Mateo 7, que la casa fundada sobre piedra
estaba tan firmemente edificada que ni la lluvia, ni los ríos, ni los vientos pudieron destruirla. No
así la casa fundada sobre arena. Dícese angular por la conjunción de los dospueblos, doctrinas,
testamentos); porque así como en el ángulo se unen dos paredes, así en Cristo se unieron el
pueblo de -los Gentiles y el de los Judíos. Sumo o principal por su excelsa dignidad. "He aquí
que yo pondré en los cimientos de Sien una piedra, piedra escogida, angular, preciosa, asentada
por fundamento". Pero la razón del fundamento no es la misma en el edificio espiritual que en el
material; porque el material tiene su fundamento en la tierra y, por consiguiente, el principal
fundamento ha de ser el que más hondo yazga; pero el edificio espiritual tiene su fundamento en
el cielo; por tanto, cuanto más principal, tanto más encumbrado ha de estar; de suerte que nos
imaginemos una ciudad que baja del cielo, cuyo fundamento nos parezca estar en el cielo, y el
edificio, sobre nuestras cabezas, en la parte inferior.
-"sobre quien trabado el edificio". Aquí habla de su edificación, que requiere 4 cosas: la
cimentación, la construcción, el levantamiento de la fábrica, la consumación, que toca
sucintamente: a) cuando dice: "sobre quien", es a saber, el cimiento, el principal, Cristo; el
secundario, la doctrina de los Apóstoles y de los Profetas, porque, como dice "nadie puede poner
otro fundamento que el que ya ha sido puesto, el cual es Jesucristo"; b) al decir: "trabado todo el
edificio". En sentido alegórico designa a la misma Iglesia, que se va construyendo cuando los
hombres se convierten a la fe. En sentido moral significa el alma santa, y entonces se construye
este edificio cuando sobre el fundamento, que es Cristo, se van asentando las piedras de las
buenas obras, y "cada uno -dice San Pablo- mire cómo va asentando las piedras". Así pues, sobre
este fundamento, es a saber, Cristo, toda edificación espiritual, de Gentiles o Judíos, construyese
o por autoridad, de parte de Dios ; o instrumentalmente, de parte del hombre, que se edifica a sí
mismo, o de los prelados; c) cuando dice: "se alza para ser un templo santo", y esto sucede
cuando se multiplican los que se salvan.. Se alza también cuando el hombre crece en buenas
obras; y crece en gracia en este sentido de hacerse templo santo; que el templo es morada de
Dios, por tanto es necesario sea santo ; y porque nosotros debemos ser morada de Dios, para que
Dios habite en nosotros hemos de disponernos para llegar a santos. "¿No sabéis vosotros que sois
templo de Dios, y que el espíritu de Dios mora en vosotros?". ¿Mas por ventura ya desde un
principio, al tener caridad, somos templo de Dios? Respondo que sí, y cuanto más adelantamos,
tanto más Dios mora en nosotros; por consiguiente d) requiérese en cuarto lugar la perfección y
consumación, que señala cuando dice: "en el Señor".
Consiguientemente al decir: "por el cual entráis también vosotros" muestra cómo los
Gentiles han venido a ser parte de este edificio; no sólo se edifican sobre ese cimiento los Judíos,
sino también vosotros, Efesios, piedra con piedra, "sois coedificados", esto es, a semejanza de
los otros, entráis a ser parte de la estructura de este edificio, para llegar a ser morada de Dios; "al
cual, arrimándoos como a piedra viva que esdesechada, sí, de los hombres, pero escogida de
Dios, y apreciada por la principal del edificio), sois también vosotros a manera de piedras vivas
edificadas encima de El, siendo como una casa espiritual". Por eso añade: "para llegar a ser
morada de Dios", es a saber, para que Dios habite en vosotros por la fe. Pero esto no puede
hacerse sin caridad, porque el que permanece en la caridad en Dios permanece, y la caridad se os
da por medio del Espíritu Santo ; por eso agrega: "por medio del Espíritu Santo".
CAPÍTULO 3
Lección 1: Efesios 3,1-6 El Apóstol, luego de aludir a las tribulaciones que, según su costumbre, sufría con
paciencia, tráeles a los Efesios a la memoria los especiales beneficios que de Dios había recibido.
1 Por este motivo, yo, Pablo¡ estoy preso por amor de Jesucristo, por causa de vosotros
los gentiles,
2. porque sin duda habréis entendido de qué manera me confirió Dios el ministerio de su
gracia entre vosotros,
3. después de haberme manifestado por revelación este misterio, sobre el cual acabo de
hablar en esta carta aunque brevemente,
4. por cuya lectura podéis conocer la inteligencia mía en el misterio de Cristo,
5. misterio que en otras edades no fue conocido de los hijos de los hombres, en la manera
que ahora ha sido revelado a sus santos apóstoles y profetas por el Espíritu Santo,
6. Esto es, que los Gentiles son llamados a la misma herencia que los judíos, miembros
de un mismo cuerpo, y partícipes de la promesa divina en Jesucristo mediante el Evangelio,
En los capítulos anteriores hizo memoria el Apóstol de muchos beneficios hechos por
Dios al género humano y a los mismos Apóstoles; aquí trae a la memoria los beneficios que de
manera especial le ha hecho a él, y propone su intención en general, luego la explica por partes
en especial. Cuanto a lo primero, refiérese a su costumbre de sufrir con paciencia las
tribulaciones y a los dones de gracia que Dios le ha hecho. Dice pues: di¡e que también vosotros
entrabais a ser parte de la estructura de este edificio. "Por este motivo", esto es, para que fueseis
edificados y os convirtieseis a Cristo, yo, Pablo, que por ser Apóstol de Jesucristo y maestro, en
la fe y en la verdad, de los Gentiles, soy persona de mucha cuenta, me veo ahora encadenado en
Roma. Porque esta carta la escribió desde la Ciudad, donde lo tenían aherrojado en la cárcel ; de
donde se echa de ver su tribulación y pasión por el horror de la mazmorra. Mas como al mártir
no lo hace la pena sino la causa, por eso añade la causa de sus tribulaciones que, por lo que mira
al martirio, es doble: a) una, si padece por la fe de Cristo, o por otra virtud cualquiera que sea.
"Jamás venga el caso en que alguno de vosotros padezca por homicida, o ladrón, o maldiciente, o
codiciador de lo ajeno; mas si padeciere por ser cristiano, no se avergüence" ; que es lo que aquí
dice San Pablo: "encadenado por Cristo Jesús"; b) otra, si padece por el bien de la Iglesia; como
él mismo dice: "por causa de vosotros, los Gentiles", esto es, no busco otra cosa sino vuestra
conversión, y os predico la doctrina de la salvación. He aquí por qué me han encarcelado!.
-"porque sin duda habréis entendido". Refiérese al don de la gracia que le hizo Dios;
como si dijera: digo que si estoy en cadenas es por vosotros, los Gentiles; "porque sin duda
habréis oído", esto es, entendido, "de qué manera me confirió Dios el ministerio de su gracia
entre vosotros". Lo cual puede entenderse de dos modos, o pasivo o activo. Si pasivo, el sentido
es éste: porque sin duda habréis entendido de qué manera me confirió Dios el ministerio de su
gracia, esto es, si habéis entendido que se me confirió este don del apostolado entre los Gentiles;
pues, como se dice abajo: "a cada uno de nosotros se le ha dado la gracia a medida de la
donación gratuita de Cristo"4,7) y "El mismo a unos ha constituido apóstoles, a otros profetas, y
a otros evangelistas"; de donde a mí me ha dispensado el Señor
Jesús, esto es, me ha tocado en suerte esta gracia de Dios, de hacer fruto en vosotros ;
quiero decir "el ministerio que Dios me ha conferido en atención a vosotros", esto es, se me ha
confiado ese ministerio sagrado. Si activo, el sentido es el siguiente: porque sin duda habréis
oído, esto es, entendido, que a mí se me confió el dispensar los dones de la gracia por la
comunicación de los sacramentos, y esto entre vosotros.
Por consiguiente, al decir: "después de haberme manifestado por revelación este
misterio", pone de manifiesto su condición, en lo espiritual, y por partes: primero, lo que
pertenece a la dignidad de su oficio, es a saber, la dispensación de la gracia; segundo, a la prueba
de la paciencia: la tribulación. Respecto a la dispensación de la gracia la muestra en el
conocimiento de los diversos misterios y en la ejecución de los mismos; y ese conocimiento se le
ha dado a él; explica también en qué consiste este misterio. Cuanto a su conocimiento demuestra
que es cierto, que es pleno, que es excelente, a) Cierto, porque no lo consiguió por industria
humana o por humana intención, que puede engañarse, mas por la ley divina que es ciertísima;
por eso dice: "por revelación".
b) Pleno, porque se me ha revelado punto por punto, y lo someto a vuestro juicio, porque
en pocas palabras compendiosamente lo expresé, por las que podéis conocer que el conocimiento
que tengo de los misterios de la fe es perfecto, "como escribí brevemente", esto es, en pocas
palabras, pero tan claramente que "de una leída lo podéis entender", Así dice el Cantar: "tus
labios son un panal que destila". El labio es un pedazo reducido de carne. Panal que destila son
los labios del doctor cuando en breves y pocas palabras insinúa muchas y grandes cosas; pero
advertid -dice San Agustín- que a lo que ha de tirar el doctor es a ser entendido; y mientras en
esto se afane, sus palabras no están demás; mas, si habiéndole ya entendido, se entretiene con
ellas, sus palabras salen sobrando. Pero dice: "mi prudencia", según aquello de los "la ciencia de
los santos es la prudencia", la cual no es cesa de mundo, sino divina y celestial; por eso dice: "en
el misterio de Cristo".
c) Excelente, porque a solos los Apóstoles se reveló; por eso añade: "misterio que en
otras edades no fue conocido de los hijos de los hombres". Que, aunque también a los patriarcas
y profetas se revelaron los misterios de Cristo, pero no con tanta claridad como a los Apóstoles;
porque a los patriarcas y profetas se revelaron con una vaga generalidad; mas a los Apóstoles con
todos sus pelos y señales, con sus singulares y determinadas circunstancias.
Lo de "que en otras edades no fue conocido" puede explicarse de dos maneras: una, que
por edades se entiendan los tiempos de las edades, según aquello del "tu señorío perdura por
todas las generaciones", y el sentido entonces es éste: lo que en otras generaciones, esto es,
tiempos, "no fue conocido de los hijos de los hombres", o criaturas racionales, es a saber, ni de
les hombres ni de los ángeles, "en la manera que ahora ha sido revelado a sus santos Apóstoles y
profetas por el Espíritu Santo", es a saber, cuando interpretan las Escrituras y explanan la ley con
el espíritu del Nuevo Testamento. "A vosotros se os ha dado a conocer el misterio del reino de
Dios; pero a los demás en parábolas".
Otra explicación es que por edades o generaciones se entiendan los hombres
engendrados, según aquello de San Mateo: "en verdad os digo que todas estas cosas vendrán a
caer sobre la generación presente"; y entonces el sentido será: lo que de otras generaciones, esto
es, hombres engendrados en las precedentes generaciones, no fue conocido. De donde Isaías:
"¿quién ha creído a nuestro anuncio? ¿y a quién ha sido revelado ese brazo del Señor?". Pero este
misterio de fe fue revelado a algunos padres del Antiguo Testamento, como dice San Juan:
"Abraham, vuestro padre, ardió en deseos de ver este día mío; lo vio y se llenó de gozo" ; y
también a los profetas, según aquello de Joel: "después derramaré Yo mi espíritu sobre toda clase
de hombres, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas". Pero a ellos se les reveló con cierta
vaga generalidad, mas a los Apóstoles clara y perfectamente; y esto por 3 razones: a) porque les
fue revelado inmediatamente por el Hijo de Dios, según dice San Juan: "el Hjio Unigénito,
existente en el seno del Padre, El mismo en persona es quien le ha hecho conocer a los hombres".
En cambio, los Profetas y los padres del Antiguo Testamento lo supieron por los Ángeles o por
algunas semejanzas; de ahí el texto de Isaías : "voló hacia mí uno de los serafines, y en su mano
tenía una brasa ardiente". Por eso los Apóstoles se enteraron de este misterio con mayor claridad.
b) porque no vieron las cosas en figuras y enigmas, como los profetas, sino a rostro
descubierto contemplando la gloria del Señor ;
c) porque los Apóstoles fueron constituidos ejecutores y dispensadores de este misterio;
por consiguiente, era necesario que estuviesen mejor instruidos que otros.
Por tanto, al decir: "los Gentiles son llamados a la misma herencia", pone de manifiesto
en qué consiste ese misterio; acerca de lo cual es de saber que los Judíos tenían una triple
prerrogativa respecto de los Gentiles, es a saber: l? la promesa de una herencia ;
2- una elección y distinción especial de otras gentes: "Tu Señor Dios te ha escogido para
que seas pueblo peculiar suyo, entre los pueblos todos que hay sobre la tierra" ; 3 la promesa de
Cristo. Tres prerrogativas que los Gentiles no tenían ; pero a las que fueron admitidos por medio
de la fe: a) a participar de la herencia; como él dice: "coherederos", es a saber, con los mismos
judíos, de la herencia celestial ;
b) al colegio especial de los fieles. Eso quiere decir: "concorporales": en un solo cuerpo.
"Otras ovejas tengo, tas Gentiles" ;
c) a participar de la gracia prometida de nuevo, según dice: "copartícipes", a saber, de las
promesas hechas a Abraham. "Digo, pues, que Jesucristo fue ministro o predicador del Evangelio
para con los de la circuncisión, a fin de que fuese reconocida la veracidad de Dios en el
cumplimiento de las promesas que El había hecho a los padres; mas los Gentiles deben alabar a
Dios por su misericordia". Y todo esto lo consiguieron los Gentiles, no por Moisés, sino "por
Cristo" ; "por quien nos ha dado Dios las grandes y preciosas gracias que había prometido". Ni
por cumplir con la ley, porque este es un yugo -como dicen los que ni nuestros padres ni nosotros
hemos podido soportar, sino "por el Evangelio", por el que todos se salvan.
Lección 2: Efesios 3,7-9 Pablo toca el punto del desempeño de los ministerios divinos, y muestra que ha recibido
ayuda para eso.
7. del cual yo he sido constituido ministro, por el don de la gracia de Dios, que se me ha
dado conforme a la eficacia de su poder.
8. A mí, el más inferior de todos los santos, se me dio esta gracia: de anunciar entre los
gentiles las riquezas ininvestigables de Cristo
9. y de ilustrar a todos los hombres, descubriéndoles la dispensación del misterio que
después de tantos siglos había estado en el secreto de Dios, criador de todas las cosas.
Luego de haber mostrado el Apóstol que le fue dispensada la gracia de conocer los
misterios divinos, muestra aquí lo mismo cuanto al desempeño de ellos, para cuyo ministerio, si
se le cometió el oficio, diósele también el auxilio de la gracia. Fiósele asimismo, a modo de
ministerio, la ejecución de lo divino, como él dice: se me confió este ministerio de anunciar que
los gentiles, por el Evangelio, son coherederos y particioneros de las promesas de Dios en Cristo
Jesús, "del cual yo, Pablo, he sido constituido ministro"; como si dijera: no cumplo con mi
cometido o lo llevo a efecto, de propio impulso o como cosa mía, mas como ministerio que de
Dios procede. De ahí que diga: "a nosotros, pues, nos ha de considerar el hombre como unos
ministros de Cristo, y dispensadores de los misterios de Dios".
-"por el don de la gracia de Dios", esto es, el auxilio que para el desempeño de estos
ministerios se le dio, que fue doble: uno, la misma facultad de llevar a efecto; otro, la misma
operación o actualidad. La facultad la da Dios infundiendo la virtud y la gracia, que dan al
hombre aptitud y eficacia para obrar; más la operación al obrar internamente en nosotros
moviendo e instigando al bien. Habiéndolo así recibido de Dios, por lo cual dice el Apóstol: "he
sido constituido ministro", mas ciertamente no por mis méritos o por mí propia virtud, sino "por
el don de la gracia de Dios, que se me ha dado"; pues no tiene otra explicación que habiendo sido
antes perseguidor, sea yo ahora tan idóneo instrumento de los divinos misterios. "He trabajado
más copiosamente que todos; pero no yo, sino la gracia de Dios que está conmigo".
-"conforme a la operación" que Dios hace, por cuanto su poder "obra en nosotros, por su
buena voluntad, no sólo el querer, sino el ejecutar". Lo cual, según la Glosa, puede explicarse de
otra manera, es a saber, que lo que acaba de decirse se refiera a lo precedente: que el ser los
Gentiles coherederos y miembros de un mismo cuerpo y copartícipes de la promesa de Dios
Padre es un don que Dios hizo a los Gentiles en Cristo, esto es, por Cristo; y esto conforme a la
eficacia de su poder, o, en otras palabras, por el hecho de haber obrado tan poderosamente,
resucitando a Cristo de la muerte.
-"A mí, el más inferior de todos los santos". Refiérese al oficio que le han confiado, cuya
gracia se encarece por 3 razones:
a) por la condición de su persona;
b) por la magnitud del encargo: "anunciar las riquezas de Cristo";
c) por la utilidad del fruto: "manifestar la sabiduría de Dios".
Encarece, pues, el oficio que le han encargado, por la condición de su persona. Porque si
un rey confíase un elevado cargo a un magnate o excelente príncipe, no le haría tan gran favor en
ponerlo a él, de tanta categoría, en tan ilustre empleo; pero si a un nadilla de por ahí lo
encumbrase a un oficio de lustre y de muchísima dificultad, gran cortesía le hace y no poco favor
le otorga, y tanto más cuanta mayor ventaja le lleva la excelencia del oficio. Del mismo modo
encarece San Pablo la gracia del oficio que le han encomendado: "a mí, el más inferior de todos
los santos". Y llámase el menor, no por el poder que le han dado, mas por consideración al
pretérito estado de su vida, de perseguidor de la Iglesia de Dios.
Segundo encarecimiento, por la magnitud del oficio: revelar y manifestar los secretos de
Dios, que son grandes y ocultos, pongo por caso la grandeza de Cristo y la salvación de los fieles
hecha por El, dos puntos en que se cifra todo el Evangelio.
Cuanto a lo primero dice: "evangelizar", como si dijera: se me dio esta gracia de anunciar
lo bueno, es a saber, "las riquezas ininvestigables de Cristo", que son las verdaderas riquezas.
"Dios, que es rico en misericordia" ; "rico para todos los que lo invocan" ; "¿o desprecias tal vez
las riquezas de su bondad, y de su paciencia, y largo sufrimiento?". Como si dijera: estas
riquezas son en verdad insondables, pues tanta es su misericordia que no se la puede escandallar
o hallarle fondo. "La sabiduría y la ciencia son tus riquezas saludables, y el temor del Señor tu
tesoro", es a saber, de Cristo, porque en
Cristo moró abundantísimamente el temor del Señor, y en El están escondidos todos los
tesoros de la sabiduría y de la ciencia, que no se pueden apear, porque la ciencia y sabiduría de
Cristo por perfectas son insondables. "¿Acaso puedes tú comprender los caminos de Dios, o
entender al Todopoderoso hasta lo sumo de su perfección?". Como si dijera: claro está que no;
pues no puede llegarse a un perfecto conocimiento del Creador por medio de las criaturas en
quienes reluce una huella suya. De tales riquezas estupefacto se pasma el Apóstol diciendo: "¡Oh
profundidad de los tesoros de la sabiduría y de la ciencia de Dios: cuan incomprensibles son sus
juicios, cuan insondables sus caminos!".
Cuanto a lo segundo, esto es, a manifestar a los fieles la salvación que proviene de Cristo,
dice: "e ilustrar a todos los hombres", no sólo Judíos, sino también Gentiles, por la predicación y
los milagros ; ilustrar, digo, cuanto está de mi parte, a todos los que quieran creer, a fin de que
entiendan "cuál es la dispensación del misterio", ya que estas cosas ningún valor tienen si no se
dispensan; como si dijera: derramaré luz sobre este punto, a saber: con cuánto amor y con qué
admirable traza llevóse a efecto el misterio de la arcana redención; y estas inapeables riquezas os
han sido dispensadas por Cristo.
Mas porque pudiera objetarse: esto que dices, aunque grande, todos lo saben; por eso
responde el Apóstol que no es así, porque "después de tantos siglos había estado en el secreto de
Dios". Donde es de saber que todo lo contenido en el efecto hállase en virtud latente en sus
causas, así como en la virtud del sol hállanse todas las cosas sujetas a generación y corrupción.
Con todo eso, unas cosas están allí escondidas y otras manifiestas; porque el calor
manifiestamente está en el fuego, no así la razón de ciertas cosas que produce a ocultas. Dios, en
cambio, es causa eficiente de todas las cosas, mas produce algunas, cuya razón puede estar
patente, a saber, las que produce por medio de las causas segundas. Otras, por el contrario, están
escondidas en El a saber, las que produce inmediatamente por Sí mismo. Esta es la razón de
hallarse solo en Dios escondido este misterio de la redención humana, porque por Sí mismo lo
obró El. Esto es lo que quiere decir: "de siglos escondido en Dios", esto es, reservado
exclusivamente al conocimiento de Dios; de suerte que si hay cosa que merezca la denominación
de grande ésia es: investigar los secretos de la Causa Primera. "Enseñamos sabiduría entre los
perfectos; mas una sabiduría no de este siglo, ni de los príncipes de este siglo que se destruyen,
sino que predicamos la sabiduría de Dios en el misterio, sabiduría recóndita, que predestinó Dios
antes de los siglos", Dios, digo, que todo lo creó.
Lección 3: Efesios 3,10-12 La dignidad del misterio pénese de realce por haberse revelado las cosas más subidas a
los personajes de más elevada alcurnia.
10. con el fin de que en la formación de la Iglesia se manifieste a los principados y
potestades en los cielos la sabiduría de Dios en los admirables y diferentes modos de su
proceder,
11. según el eterno designio que puso en ejecución por medio de Jesucristo nuestro
Señor,
12. por quien, mediante su fe, tenemos segura confianza y acceso libre a Dios.
Demostrada la dignidad del oficio por la magnitud del encargo, encarece aquí el Apóstol
dicha dignidad por la utilidad del efecto, a saber: la revelación de grandes cosas a grandes
personajes; acerca de lo cual 3 cosas hay que considerar: 1º a quiénes se hace esta revelación: "a
los Principados";
2- por quién: "por la Iglesia"; 3° qué es lo que se revela: "la multiforme sabiduría de
Dios".
Y para pintamos esta sabiduría 4 cosas toca el Apóstol: a) su multiplicidad: "la
multiforme sabiduría de Dios"; b) el modo de esta multiplicidad: "el eterno designio"; c) la
autoridad de esta multiplicidad: "por medio de Jesucristo nuestro Señor"; d) el efecto de esta
autoridad: "por quien tenemos segura confianza y acceso".
Así pues, la sabiduría que se revela es multiforme, como se dice en "Ojalá se dignase
Dios responderte, y abrir sus labios para hablar contigo, y te hiciese ver los secretos de su
sabiduría, y la multiplicidad de sus leyes"; "porque en ella tiene su morada el espíritu de
inteligencia, santo, único, multiforme" ; múltiple, a saber, en los efectos; único en la esencia; y el
modo de multiplicarse la ciencia revelada es "según el eterno designio", esto es, distinción y
determinación de los diversos tiempos; ya que Dios ordena que unas cosas sean para unos
tiempos, y otras para otros, y conforme a esto esta sabiduría dícese multiforme según el eterno
designio, porque a diversos tiempos adorna de diversos efectos. El autor de esta multiplicidad es
Cristo; de ahí que diga: "que puso en ejecución en Cristo Jesús Señor nuestro", esto es, por
Cristo; ya que El muda los tiempos y las estaciones.
Puede también referirse lo que dice: "puso en ejecución", 0 a la eterna predestinación, ya
que la puso en ejecución el Padre en su Hijo, por ser el Hijo la
sabiduría del Padre, pues nada define u ordena de antemano sino por medio de la
sabiduría; o a darle su cabal a la predestinación, que Dios Padre consumó por medio de su Hijo
"en quienes nos hallamos al fin de los siglos".
El efecto del autor es la magnitud del fruto, que de Cristo nos viene, "por quien tenemos
segura confianza"; acerca de lo cual indica los bienes que recibimos, y el medio apropiado por el
que lo recibimos, "por la fe suya". Los bienes que recibimos son dos: uno que pertenece a la
esperanza de conseguir lo que queremos, y cuanto a esto: "tenemos la segura confianza de que
por El", por Cristo, llegaremos al cielo y a la herencia eterna. Otro bien pertenece a la facultad de
conseguirlo; como dice: "tenemos acceso confiado a Dios". Y añade por qué medio se nos dan
estos bienes: "por su fe", a saber, la de Cristo. "Justificados, pues, por la fe, mantengamos la paz
con Dios mediante nuestro Señor Jesucristo".
Así pues, para resumir lo dicho en breves palabras, digamos que la sabiduría de Dios, de
multiforme variedad, ha sido revelada según la distinción y fijación anticipada de Jos siglos, que
nos ha dado una firme confianza de acercarnos al Padre mediante la fe en El.
Indica luego a quiénes se ha revelado esta multiforme sabiduría de Dios, y entonces se
toma el texto que arriba dejamos: "con el fin de quo se manifieste a los Principados y
Potestades", para hacernos ver la grandeza de los personajes; y porque también en la tierra hay
príncipes y potestades añade: "en las regiones celestiales", esto es, en el cielo, donde estaremos
nosotros.
Notemos aquí que Principados y Potestades son dos órdenes que según su nombre
significan preeminencia en obrar. El orden de las Potestades está ordenado para quitar los
estorbos de la salvación, y el de los Principados para llevar a efecto las buenas obras. Que al
orden de los Principados toque llevar la batuta está claro por aquello del Salmo: "preceden los
príncipes, detrás van los citaristas" ; y que a las Potestades dar sofrenada está claro también:
"¿quieres tú no tener que temer nada de aquel que tiene el poder? Pues obra bien, y merecerás de
él alabanza; porque el príncipe es un ministro de Dios puesto para tu bien. Pero si obras mal
tiembla, porque no en vano ciñe espada, siendo como es ministro de Dios, para ejercer su
justicia, castigando al que obra mal". Grandes, pues, son estos personajes, a quienes se dio a
conocer, puesto que son los santos Ángeles, por quienes son dirigidos y defendidos los santos.
De qué medio se valga para darles a conocer esta multiforme sabiduría de Dios, lo añade
diciendo: "por medio de la Iglesia", expresión que entraña no poca dificultad; porque la Glosa lo
expresa de esta manera: por medio de la predicación de los Apóstoles en la Iglesia. Un sentido
que pudiera admitirse y que lleva algún camino sería éste: que los Ángeles aprendieron de los
Apóstoles; pues vemos que en el cielo entre los Ángeles los superiores, que inmediatamente son
iluminados por Dios, iluminan y enseñan a los inferiores que no reciben esa iluminación. No
parece, pues, va fuera de camino decir que enseñen a los Ángeles los Apóstoles, que
inmediatamente fueron enseñados por Dios, según aquello de San Juan: "El Hijo Unigénito,
existente en el seno del Padre, El mismo en persona es quien le ha hecho conocer a los hombres".
Pudiéramos pasar por ello, si no se atravesase otra dificultad; pues teniendo Cristo dos
naturalezas, la divina y la humana, cierto que cuanto a la humana enseñó Cristo inmediatamente
a los Apóstoles; pero los Ángeles, aun los inferiores, ven inmediatamente la naturaleza divina; de
otra suerte no fuesen bienaventurados, ya que en la sola visión de la divina esencia consiste la
bienaventuranza de la criatura racional. No es pues conveniente ni razonable decir que a los
santos que están en la patria los enseñan los viadores, por perfectos que sean; porque, aunque
"entre los nacidos de mujeres ningún profeta es mayor que Juan Bautista, con todo, aquel que es
más pequeño en el reino de Dios es mayor que él", como dice San Lucas. Decir que a los
demonios los enseñen los hombres, esto sin prejuicio es creíble; mas que a los bienaventurados,
que inmediatamente miran al Verbo, espejo sin mácula en que reaparece conveniente, luce todo,
les enseñen los viadores, no debe decirse ni
Digamos entonces que se dio a conocer a los Ángeles por medio de la Iglesia, esto es -
como dice la Glosa- por medio de la predicación de los Apóstoles; no que los Ángeles hayan
aprendido de ellos, sino en ellos; porque, como dice San Agustín, antes de crear Dios las
criaturas -antes, digo, en el orden de la naturaleza, no del tiempo, en que todo simultáneamente
fue creado- infundió en las mentes angélicas la razón de las cosas naturales, con lo que los
Ángeles pudiesen conocer las cosas naturales de dos modos: uno, porque las conocieron en el
Verbo, y este conocimiento se llama matutino; otro, porque las conocieron en sus propias
naturalezas, y este conocimiento se llama vespertino.
Demás de esto, es de notar que los misterios de la gracia tienen ciertas razones que
sobrepujan la capacidad de todas las criaturas, y, por consiguiente, no fueron infundidas en las
mentes angélicas, sino ocultas se quedan en solo Dios. Por tanto, los Ángeles no las conocen en
sí mismas, ni aun en Dios, sino en los efectos, como se van dando a conocer. Siendo, pues, de tal
género, las razones que pertenecen a la multiforme sabiduría de Dios, es a saber, quedándose
escondidas en solo Dios, para salir luego a vistas en sus efectos exteriores, es cosa clara que los
Ángeles no las conocieron ni en sí mismas, ni en el mismo Verbo, ni por medio de los Apóstoles
u otros viadores; sino desplegadas en los mismos Apóstoles, primero las conocieron escondidas
en la mente divina. Así como una casa o la idea de hacerla nadie puede conocerla mientras está
en la mente del artífice, sino sólo Aquel que penetra en las almas, es a saber, Dios; pero después
que la idea ha salido ya a vistas en el efecto extrínseco, porque la casa ya está hecha; de la misma
manera llega uno al conocimiento de la casa ya hecha, que primero estaba escondida en la mente
del artífice, mas no por la casa, sino en la casa.
La otra explicación del "a fin de que se manifieste a los Principados" es que la conjunción
ut no se tome en sentido causal sino en cierta manera consecutivo y que se lea como sigue:
ilustrar a todos los hombres, descubriéndoles la dispensación del misterio que después de tantos
siglos había estado en el secreto de Dios, criador de todas las cosas, pero tan secreto y escondido
que se da a conocer a los Principados… quiere decir, este misterio de tal suerte estuvo escondido
en Dios que vinieron a conocerlo los Principados no desde la eternidad, sino al empezar los
siglos, porque toda criatura principio tiene. Y llegó a su noticia, no por medio de la Iglesia
terrena, sino de la celeste, porque allí está la verdadera Iglesia, la que es madre nuestra, a la que
nos dirigimos, de cuyo dechado la nuestra, la militante, es imitación. Así que la preposición per
sólo indica el orden de la naturaleza, de suerte que decir por la Iglesia celestial sea lo mismo que
de uno en otro; así como se dice: eso se hizo notorio por todo el reino o la ciudad, porque las
nuevas, al paso que las palabras, corren de boca en boca. En los Hechos 9,42, a propósito de la
resurrección de Tabita, beguina de San Pedro, se dice que este hecho "fue notorio en toda la
ciudad de Jope, por cuyo motivo muchos creyeron en el Señor".
El Maestro de las sentencias echa por otro camino en la lectura de San Agustín de suerte
que el texto aludido se lea así: por la Iglesia, esto es, por todos los que están en la Iglesia terrena;
pero esto no corresponde a la intención de San Agustín. Aquí vendría bien preguntarse si los
Ángeles, al principio del mundo, conocieron el misterio de la Encarnación. Los Ángeles mayores
sí -responde el Maestro- pero no los menores; por eso preguntan: "¿quién es éste que viene de
Edón y de Bosra, con las vestiduras teñidas de sangre?". Pero esta opinión es contraria a la del
bienaventurado Dionisio, que toma las dos interrogaciones que hacen los Ángeles sobre Cristo de
la Sgda. Escritura; una del "¿quién es este rey de la gloria?"; la otra de "¿quién es éste que viene
de Edón?" La primera interrogación o pregunta, según él, es de los Ángeles inferiores; la
segunda, de los supremos; y así parece, porque a la primera no responde Dios, sino otro; por eso
dice: "el Señor de los ejércitos; El es el Rey de la gloria"; pero a la segunda responde
inmediatamente el mismo Dios; de donde habla en esta forma: "Yo soy el que predico la justicia
y soy el protector que da la salud".
Así pues, según Dionisio, unos y otros a medias supieron y a medias ignoraron, porque al
principio supieron en general del misterio de la Encarnación, pero en especial las razones de ese
misterio las vinieron a saber tiempo adelante o en el decurso del tiempo, según se iban dando a
conocer en sus efectos exteriores.
Lección 4: Efesiso 3,13-17 Exhorta San Pablo a los Efesios a no desmayar en la fe por las tribulaciones que padecen,
y ruega al Señor les entre en provecho su exhortación.
13. Por tanto, os ruego no decaigáis de ánimo en vista de tantas tribulaciones como sufro
por vosotros, pues estas tribulaciones son para vuestra gloria.
14. Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo,
15. el cual es el principio y la cabeza de toda esta gran familia que está en el cielo y sobre
la tierra,
16. para que, según las riquezas de su gloria, os conceda por medio de su Espíritu el ser
fortalecidos envirtud en el hombre interior,
17. y el que Cristo habite por la fe en vuestros corazones, estando arraigados y
cimentados en caridad.
Tratado que hubo el Apóstol de la dignidad de su oficio, que pertenece a su condición,
trata aquí luego de lo tocante a su aflicción, es a saber, de sus trabajos y padecimientos; a cuyo
propósito los exhorta a no alterarse por sus tribulaciones, sino a tener paciencia; mas como para
eso es necesario el auxilio divino, con la oración armado se adelanta, para que por la divina
gracia logren no turbarse.
Dice pues: sucede que por la grandeza de mi oficio y firmeza que tengo por la fe de
Cristo padezco tribulaciones, mas no me quitan la paz ni pueden arrancarme de Cristo. "¿Quién
nos apartará del amor de Cristo? ¿la tribulación? ¿la angustia?" ; como si dijera: nada. "Por tanto,
os ruego, y os induzco a ello, a no decaer de ánimo en vista de tantas tribulaciones como padezco
por vosotros", quiero decir que, por ocasión de mis tribulaciones, no vaya a apagarse en vosotros
enteramente la fe y dejéis de hacer buenas obras; "no desmayéis perdiendo los aceros". Digo que
no habéis de perder el ánimo, porque estas tribulaciones las padezco por vosotros, esto es, van
encaminadas a vuestro provecho ; o para vuestra probación
-"que son para gloria vuestra", esto es, si no desmayáis y estáis a pie firme en las
tribulaciones; porque el que perseverare hasta el fin se salvará. Otro modo de entender esa gloria
es que el soportar esas tribulaciones es para vuestra gloria en este sentido: que Dios expuso a sus
Apóstoles y profetas a los padecimientos y tribulaciones por vuestra salud.
Por consiguiente, al decir: "por esta causa", les implora el auxilio divino por medio de la
oración para que saquen provecho de su exhortación; y primero.se adelanta con la oración, luego
da gracias como si ya hubiera sido escuchada. Propone asimismo el objeto de la oración, su
propósito y fruto. Y como la oración se hace oír por medio de la humildad, luego al punto
humillándose empieza diciendo: "por esta causa, a saber, para que no desmayéis en la fe, doblo
mis rodillas al Padre", que por dos razones es señal de humildad: a) porque el que dobla las
rodillas en cierto modo se empequeñece y se sujeta al que le dobla las rodillas; de suerte que esta
muestra exterior es un reconocimiento de la propia fragilidad y pequenez.
b) porque en la rodilla estriba la fortaleza del cuerpo; así que cuando alguno dobla la
rodilla hace una protestación de cuan flaco es su poder o virtud; razón por la cual el hacer con el
cuerpo señales exteriores es para manifestarle a Dios la conversión y el ejercicio espiritual
interior del alma. Así Manases en su oración: "doblo las rodillas de mi corazón".
Describe después el objeto de la oración, que es Dios, y lo describe por afinidad y por
autoridad; pues por afinidad levantamos el rostro para orar con confianza, como dice: "al Padre
de nuestro Señor Jesucristo", cuyos hijos somos. Por autoridad confírmase la confianza de
obtener lo que pedimos, porque El "es el principio y la cabeza de toda esta gran familia que está
en el cielo y sobre la tierra".
Aquí pudiera ponerse a discusión si en el cielo hay paternidad, y brevemente podría
responderse que en el cielo, esto es, en Dios o en los seres divinos hay una paternidad, que es
principio de toda paternidad; pero al presente no es esto lo que se averigua, por ser cosa de todo
fiel conocida, sino si en los cielos, esto es, en los Ángeles hay alguna paternidad, y respondo que
la paternidad es exclusiva de los seres dotados de vida y conocimiento. Hay dos vidas, una en
potencia, otra en acto. La vida en potencia consiste en tener obras vitales en potencia; así que un
hombre dormido, cuanto a los actos exteriores, dícese vivir en potencia. La vida en acto consiste
en estar actualmente ejercitando las acciones vitales; de modo que no es sólo padre el que da la
potencia de la vida, mas puede también denominarse con ese nombre el que da el acto de la vida.
Así pues, todo aquel que induce a otro a un acto vital, pongo por caso, a una buena obra, a
entender, querer, amar, puede llamarse su padre; "porque aun cuando tengáis millares de ayos en
Jesucristo, no tenéis muchos padres". Por tanto, siendo así que entre los Ángeles unos a otros se
iluminan, perfeccionan y purifican, y éstos sean actos jerárquicos, es claro que un Ángel es padre
de otro, como el maestro es padre del discípulo.
Ahora bien, es cosa dudosa que se derive de la divina la paternidad celeste y terrestre;
más bien parece que no, que tal es el nombramiento según el conocimiento que tenemos de las
cosas que nombramos; pero no habiendo otra vía de llegar a conocer sino por medio de las
criaturas, cuanto nombre imponemos, antes que al mismo Dios, ajústasele a las criaturas con
mayor propiedad y conveniencia.
Respondo y digo que de dos modos podemos tomar el nombre de una cosa nombrada: a)
o en cuanto expresa o significa un concepto intelectual, ya que las voces son divisas o señales de
las pasiones o conceptos que están en el alma, y de esta manera primero está el nombre en las
criaturas que en Dios; b) o en cuanto manifiesta la quididad o esencia de la cosa nombrada
exteriormente, y así primero está en Dios. Por tanto, este nombre paternidad, en cuanto significa
la concepción del entendimiento que da nombre a la cosa, hállase primero en las criaturas que en
Dios, porque lo que a prima faz se nos da a conocer es antes la criatura que Dios; pero en cuanto
significa la misma cosa nombrada, hállase primero en Dios que en nosotros, porque en verdad
toda virtud generativa de Dios proviene para tenerla nosotros. Por eso dice: de quien toda
paternidad, en cielo y tierra, dimana y tiene nombre; como si dijera: la paternidad de las criaturas
es como nombre o el timbre de una voz; pero aquella paternidad divina, por la que el Padre al
Hijo, sin rastro de impureza, da su naturaleza, total y sin fealdad, ¡ésa es paternidad! Por
consiguiente, al decir: "para que os conceda", indica lo que pretende con la oración y de qué
medio se ha de valer para conseguirlo. Así pues: digoSan Pablo) que os ruego no desmayéis sino
os mantengáis a pie firme varonilmente; pero sabiendo que eso no lo podréis de vuestra cosecha,
sin un favor especial de Dios, por eso le pido a El os lo conceda ; y esto "según las riquezas de su
gloría", esto es, según la opulencia y magnificencia de su majestad. "En mi mano están las
riquezas y la gloria, la opulencia y la justicia" ; riquezas, digo, que hacen "a la virtud
fortalecerse" -"el que robustece al débil, y el que da mucha fuerza y vigor a los que no son para
nada"-. Y esto "en lo interior del hombre", que si por dentro no está el hombre fortalecido, muy
fácilmente por el enemigo es vencido. Tómese entonces nuevamente esa partícula interpuesta, es
a saber, "por medio de su Espíritu", con la que muestra de qué medio ha de valerse para
conseguir lo que pide; porque el mismo Espíritu que robustece es espíritu de fortaleza, y es causa
de no desmayar en las tribulaciones, y lo conseguimos por la fe que es fortísima; porque la fe es
el fundamento o firme persuasión de las cosas que se esperan, esto es, hace que esas cosas
subsistan en nosotros. Por eso dice San Pedro que al demonio le resistamos "firmes en la fe".
Añade: "que Cristo habite por la fe en vuestros corazones" ; pero no sólo por la fe que
como don es fortísima, sino también por la caridad que esta en los santos. Por eso agrega:
"estando arraigados y cimentados en la caridad". Por tanto, así como un árbol sin raíces y una
casa sin cimientos fácilmente se vienen al sueio; del mismo modo el edificio espiritual, si no está
arraigado y cimentado en la caridad, no puede durar.
Lección 5: Efesios 3,18-21 Pónese en la fe el fruto del robustecimiento de los Efesios, en la fe, digo, que no es otra
cosa sino el conocimiento de la humanidad y divinidad de Cristo.
18. a fin de que podáis comprender con todos los santos cuál sea la anchura y longura y la
alteza y profundidad de este misterio,
19. y conocer también aquel amor de Cristo hacia nosotros, que sobrepuja a todo
conocimiento, para que seáis plenamente colmados de todos los dones de Dios.
20. Y, en fin, a aquel Señor que es poderoso para hacer infinitamente más que todo lo que
nosotros pedimos, o de todo cuanto pensamos según el poder que obra en nosotros;
21. a El sea la gloria, por medio de Cristo Jesús, en la Iglesia, por todas las generaciones
de todos los siglos. Amén.
Indicó arriba el Apóstol el propósito de su oración y petición por los Efesios, es a saber,
la corroboración del espíritu en la fe y en la caridad; por consiguiente, aquí muestra el fruto de
esa corroboración, que es cierto conocimiento. De ahí que primero proponga la misma noticia,
luego la eficacia de tal noticia y conocimiento. Dice pues: de tal modo, carísimos, arraigados y
cimentados habéis de estar en la caridad, "que podáis comprender cuál sea la anchura…", texto
que puede leerse
de dos maneras: de una, más apegada a la intención del Apóstol, que es la siguiente: Es
pues de saber qué tanto para el porvenir como para el tiempo presente nos es necesario el
conocimiento de Dios; porque en el futuro el conocimiento de Dios y de la humanidad tomada
por el Verbo será nuestro gozo. "La vida eterna consiste en conocerte a Ti, solo Dios verdadero,
y a Jesucristo, a quien Tú enviaste". "Entrará, en la contemplación de la divinidad, y saldrá, en la
contemplación de la humanidad, y hallará pastos". Y porque la fe es principio de aquel futuro
conocimiento, ya que es el fundamento de las cosas que se esperan, a tales cosas como que las
hace subsistir en nosotros a modo de cierto comienzo. De ahí que nuestra fe consista en la
divinidad y humanidad de Cristo. Así que primero trata del conocimiento de la divinidad;
después, de los misterios de la humanidad.
El conocimiento de la divinidad lo manifiesta por estas palabras: "para que podáis", como
si dijera: cobrad fuerzas por la fe y la caridad, que con esta condición llegaréis a la vida eterna,
donde tendréis a Dios presente y lo conoceréis perfectamente. Que Dios se manifieste al amante,
claramente lo dice San Juan: "el que me ama será amado de mi Padre, y Yo le amaré y Yo
mismo me manifestaré a él". Que se manifieste al creyente, lo dice Isaías : "si no creyereis no
entenderéis" ; porque es necesario, para que podáis comprender, que seáis robustecidos por la fe
y la caridad. Donde es de saber que comprender se toma algunas veces por incluir, y entonces es
menester que en el ámbito del comprensor se contenga totalmente lo comprendido. Otras se toma
por aprehender, y entonces dice remoción de distancia e insinúa la vecindad. De la primera
manera no hay entendimiento creado que pueda comprender a Dios, "¿Acaso puedes tú
comprender los caminos de Dios, o entender al Todopoderoso hasta lo sumo de su perfección?",
como si dijera: por cierto que no; porque así pudiera perfectamente conocerlo, cuanto da de sí su
cognoscibilidad. Pero no se entiende de este conocimiento o de este modo de conocer, sino del
otro, lo que se dice: "para que podáis comprender". Es una de las 3 dotes, y de ésta habla el
Apóstol, al decir: "para que podáis comprender", esto es, tener a Dios presente y en su presencia
conocerlo. "No que lo haya logrado ya todo, ni llegado a la perfección, pero yo sigo mi carrera
para ver si alcanzo aquello para lo cual fui destinado por Jesucristo". Esta comprensión es común
"a todos sus santos", a quienes se dice lo de "corred de manera que alcancéis".
-"cuál sea la anchura". Notemos que estas palabras parecen tener su origen en las de Job
arriba citadas: "¿acaso puedes tú comprender los caminos de Dios?"; como si dijera: es
incomprensible, y da por razón de esta incomprensibilidad lo que sigue: "Es más alto que los
cielos; ¿qué harás, pues? Es más profundo que los infiernos; ¿cómo has de poder conocerle? Su
dimensión es más larga que la tierra y más ancha que el mar". De donde al parecer Job nos lo
muestra comprensible, por atribuirle la diferencia de estas 4 dimensiones, a que alude el Apóstol
diciendo: "para que podáis comprender cuál sea la anchura…", como si dijera: es menester
tengáis tanta fe y caridad que podáis por fin comprender lo que es comprensible. Así lo explica
Dionisio; no por eso hay que entender, de ninguna manera, que estas dimensiones en Dios sean
corporales, porque "Dios es espíritu"; pero sí metafóricamente están en Dios. Así que por la
anchura desígnase la dimensión o extensión de su virtud y de la sabiduría divina sobre todas las
cosas. Por la longitud desígnase su eterna duración. Por la alteza o sublimidad la perfección o
nobleza de su naturaleza, que excede infinitamente a toda criatura. Por la profundidad la
incomprensibilidad de su sabiduría. "¡Oh, cuan grande es su profundidad! ¿Quién podrá llegar a
sondearla?".
Así pues, queda liso y llano que el fin de nuestra fe y caridad es llegar a un perfecto
conocimiento de la fe, por la que conozcamos la infinita extensión de su virtud, su eterna e
infinita duración, la alteza de su naturaleza perfectísima, la profundidad e incomprensibilidad de
su sabiduría, del modo que a nuestra capacidad es permitido.
Por consiguiente, por sernos aún necesario otro conocimiento, es a saber, el de los
misterios de la humanidad, por eso añade: "y conocer también aquel amor de Cristo hacia
nosotros, que sobrepuja todo conocimiento". Donde es de saber que todo lo que abarca el
misterio de la Redención y el de la Encarnación de Cristo es todo él una pura obra de amor.
Porque el haberse encarnado de puro amor procedió ; el haber muerto, de amor también ; por
cuyo motivo exclama San Gregorio:
¡Oh amor de caridad inestimable! Que para hacer al siervo redimible Diste en precio a tu
Hijo ya pasible.
Por tanto, conocer el amor de Cristo es conocer todos los misterios de la Encarnación de
Cristo y Redención nuestra, que dimanaron del inmenso amor de Dios, amor que sobrepuja todo
entendimiento creado y toda ciencia, por ser incomprensible al pensamiento. Por eso dice: "que
sobrepuja todo conocimiento", conviene a saber, natural, y está por encima de todo
entendimiento creado ; "el amor de Cristo" esto es, que por medio de Cristo nos tuvo Dios Padre.
Puede leerse el texto también de modo que se refiera a la perfección de nuestra caridad,
como si dijera: fortaléceos, arraigados y cimentados en la caridad, para que podáis, no sólo
conocer, sino comprender con todos los santos; porque este don, a saber, el de la caridad, es
común a todos, ya que nadie puede ser santo sin caridad, como se dice en podáis, digo,
comprender "cuál sea la anchura", a saber, de la caridad, que se extiende hasta a los enemigos,
"tus mandamientos son espaciosos en demasía" ; pues ancha es la caridad para difundirse. La
longura de la caridad consiste en la perseverancia, porque jamás se acabará; aquí empieza y en la
gloria tendrá su perfección. Su alteza, si está fija la mira en el celeste blanco, quiero decir, que a
Dios no se le ame por míramientos temporales -que semejante caridad no tendría fuerza- sino por
Sí solo. Su hondura y profundidad, si se atiende al origen de la misma caridad; porque el hecho
de amar a Dios no tiene su origen en nosotros sino en el Espíritu Santo, como se dice en "el amor
de Dios se ha derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo".
Por tanto, el que uno tenga una caridad larga, ancha, profunda y elevada, y otro no,
proviene del insondable misterio de la divina predestinación. Luego todo esto es para que podáis
comprender, esto es, alcanzar con todos los santos perfectamente, cuál sea la anchura, para que
vuestra caridad se extienda hasta los enemigos; cuál sea la longura, a saber, para que nunca se
acabe; cuál sea la alteza, a saber, para que Dios sea amado por Sí mismo; y cuál la profundidad,
esto es, de la predestinación…
Aquí hay que saber que Cristo, a cuyo arbitrio quedó elegir el género de muerte que
quisiese, porque por amor murió, eligió la muerte de cruz en que se hallan las antedichas 4
dimensiones. Allí está la anchura, es a saber, en el madero atravesado en que quedaron sus
manos enclavadas, porque nuestras obras han de extenderse por caridad hasta los enemigos. Allí
la longura en el palo vertical, en que se apoya todo el cuerpo, porque la caridad, que soporta y
salva al hombre, debe ser perseverante. Allí la alteza en el leño superior, en que la cabeza se
reclina; porque nuestra esperanza debe levantarse a lo eterno y divino.. Allí también está lo
profundo en el madero que estriba en la tierra y sostiene la cruz, y se oculta a la vista; porque lo
profundo del amor divino nos sostiene, pero no se ve, ya que, como va dicho, el por qué de la
predestinación excede nuestra razón.
Así pues, hemos de comprender la virtud de nuestra caridad y la de Cristo, pero no sólo,
mas conocer aún el amor de Cristo que sobrepuja toda cienciahumana); pues nadie puede tantear
la hondura del amor con que Cristo nos amó, o esguazar el amor o caridad de la ciencia de
Cristo, que va conjunta con la ciencia de Cristo; digo la caridad que a otra caridad hace ventaja,
es a saber, a la que está sin ciencia. ¿Mas por ventura es cierto que la caridad con ciencia
descuella sobre la que está sin ciencia? Tal parece que no, que en ese caso caridad mucho mayor
tuviera un teólogo que una velezuela santita. Respondo: esto se entiende de la ciencia de afición;
porque en virtud del conocimiento es arrastrado a más amar, que Dios más conocido, a
proporción es tanto mas amado. Por cuyo motivo San Agustín esto rogaba: conózcate a Ti,
conózcame a mí. O si esto se dice es por aquellos que, celosos de Dios, lo son sin ciencia. A tal
caridad, a la de éstos, aventájase la que con la predicha ciencia está conjunta.
-"para que seáis plenamente colmados de todos los dones de Dios". Refiérese a la eficacia
del conocimiento divino, esto es, que tengáis una perfecta participación en todos los dones de
Dios, para que aquí seáis plenamente colmados de virtudes, y allí de felicidad, obra por cierto de
la caridad.
-"y, en fin, a aquel Señor que es poderoso para hacer…" Da gracias el Apóstol de haber
Dios oído su oración; acerca de lo cual apunta 3 cosas: el poder de Dios para conceder lo pedido,
un ejemplo de esta potestad, materia del hacimiento de gracias. El poder de Dios nos lo pinta
infinito llamándole "poderoso", es a saber, Dios Cristo, y Dios Padre, "que poderoso es para
hacerlo todo": y para hacer "infinitamente más" que todo lo que nosotros acertamos a pedir por el
afecto, o a entender por el entendimiento; y esto es lo que quiere decir "que todo lo que nosotros
pedimos, o todo cuanto pensamos".
Ejemplo de esta abundancia, que derramó en nosotros, la muestra diciendo: "según el
poder que obra en nosotros", como si dijera: a la vista está si ponemos los ojos en lo que obró en
nosotros los hombres. Porque eso de hacerse Dios hombre, y el hombre Dios y consorte de la
naturaleza divina, ¿en qué seso o afecto podía caber, o ser de él entendido y menos pedido a
Dios? Con todo, según su poder, esta obra magna la obró en nosotros, en la Encarnación de su
Hijo. A esto alude el Eclesiástico: "¿quién es capaz de referir todas sus obras?". O ¿quién puede
investigar sus maravillas? Pues y su omnipotente grandeza, ¿quién podrá jamás explicarla?
O también -otra explicación- lo que obró en nosotros, esto es, los Apóstoles, a quienes
dio la gracia de anunciar las insondables riquezas de Cristo, y de ilustrar a todos los hombres,
descubriéndoles la dispensación del misterio que después de tantos siglos había estado en el
secreto de Dios.
La materia del hacimiento de gracias es el doble beneficio que Dios nos hizo: la
institución de la Iglesia y la Encarnación del Hijo de Dios. Dice pues: a El, es a saber, Dios
Padre, sea la gloria, en la Iglesia, esto es, por lo que hizo en la Iglesia, que instituyó en Cristo, es
a saber, por Cristo, o en favor de Cristo, a quien nos dio. A El, digo, sea la gloria, para que
glorioso se deje ver, no sólo al presente, sino "por todas las generaciones de todos los siglos",
esto es, del siglo que lo abarca todo.
CAPÍTULO 4
Lección 1: Efesios 4,1-4 Exhorta a los Efesios a conservar la unidad de la Iglesia y a portarse de una manera digna
del estado a que fueron llamados.
1. Yo, pues, que estoy entre cadenas por el Señor, os conjuro que os portéis de una
manera que sea digna del estado a que habéis sido llamados,
2. con toda humildad, y mansedumbre, con paciencia, soportándoos unos a otros con
caridad,
3. solícitos en conservar la unidad del espíritu con el vínculo de la paz,
4. siendo un solo cuerpo y un solo espíritu, así como fuisteis llamados a una misma
esperanza de vuestra vocación.
Trajo a la memoria, arriba, el Apóstol, los beneficios divinos que dan a la Iglesia su
constitución y conservación; aquí los amonesta a permanecer en la unidad de Ella y los instruye
sobre el modo de hacerlo. Amonéstalos asimismo a guardar la unidad eclesiástica y propóneles la
forma de esa unidad. Amonéstalos, pues; muéstrales el fin de la amonestación y propone ciertos
motivos que los induzcan a guardar dicha unidad:
a) el afecto de caridad;
b) el recuerdo de sus cadenas;
c) la consideración de las cosas divinas.
El afecto de caridad insinúalo con sus ruegos; así que dice: ya pues, recibido que habéis
tantos beneficios del Señor, os ruego, siendo así que pudiera mandarlo, mas por humildad no lo
mando, sino más bien lo ruego. Asimismo por el amor, que para obrar es mejor motor que el
temorFlm.). Finalmente por el recuerdo de sus cadenas diciéndoles: "yo, encadenado por el
Señor". Motivos con que los induce a guardar la unidad por 3 razones: a) pues de un amigo otro
amigo más se conduele de su aflicción y esfuérzase, por todos los medios, en cumplir su
voluntad, para siquiera así darle un consuelo ;
b) porque las cadenas que lo aprisionaban las arrastraba para bien de ellos; razón por la
que los induce al recuerdo, cual si quisiese obligarlos ;
c) porque -como arriba se dijo- esto les era materia de grande gloria, cuando por causa
suya y para su salvación, a sus amigos y elegidos Dios los exponía a la tribulación. Por eso
añade: "en el Señor", esto es, por el Señor. O dice esto, porque al Apóstol era glorioso el estar
encadenado, no por ladrón u homicida, mas por cristiano y por Nuestro Señor Jesucristo.
Indúcelos también por la consideración de los divinos beneficios diciendo: "que os
portéis de una manera que sea digna del estado a que habéis sido llamados", esto es, poniendo los
ojos en la dignidad a que habéis sido llamados, observéis un proceder que esté de acuerdo con
ella; que si uno fuese llamado a la nobleza superior de un reino, no fuera bien se dedicase a
roturar el campo. A este tono amonesta el Apóstol a los Efesios; como si dijera: habéis sido
llamados para ser conciudadanos de los santos y de la casa de Dios; no pega, pues, con esto el
que hagáis obras terrenas y que os afanéis por las cosas del mundo. Por eso dice: "que os portéis
de una manera digna". ¿Y por qué? porque os llamó Dios de las tinieblas a su admirable luz.
Por tanto, al decir: "con toda humildad", señala el modo de su amonestación
enseñándoles cómo podrán portarse dignamente. Pone, pues,4 virtudes y excluye otros tantos
vicios opuestos:
a) la soberbia; que si alguno, por terquedad quiere estar del otro encima, pero el otro no
se anima a doblarle la cabeza, se engendra la disensión dentro de la sociedad y se acaba la paz.
Por eso dicen los Proverbios: "entre los soberbios hay continuas reyertas". Pues para quitartan
mala cizaña, aplica la contrayerba): "con toda humildad, interior y exterior". "Cuanto fueres más
grande, tanto más debes humillarte en todas las cosas" ; "que Dios a los soberbios resiste, pero a
los humildes da su gracia" ;
b) la ira, porque los iracundos están en un tris de agraviar a uno de palabra o de obra, y
con eso se alborota el cotarro. "El hombre iracundo suscita riñas; el sufrido apacigua las que se
han excitado". Pues contra ira mansedumbre, que aplaca los pleitos y conserva la paz. "Hijo, haz
tus cosas con mansedumbre y, sobre ser alabado, serás amado de los hombres" ;
c) la impaciencia; porque algunos hay de natural humilde y sufrido que, aunque no
molesten al prójimo, pero no llevan en paciencia se les moleste o se intente molestarlos. Por eso
añade: "con paciencia" de las cosas adversas. "Humilla tu corazón y ten paciencia" ;
d) el celo desordenado; que se alborota la sociedad, cuando estos zelotes, de celo
desordenado, sin razón ni coyuntura, constitúyense fiscales de lo que sus ojos ven. "Si unos a
otros os mordéis y roéis mirad no os destruyáis los unos a los otros". Por eso dice: "soportándoos
unos a otros con caridad", es a saber, sobrellevando mutuamente los defectos ajenos, y esto por
caridad; porque cuando cae alguno, no ha de corregírsele luego, a no ser se ofreciese coyuntura
favorable, sino aguárdesele con clemencia, porque la caridad todo lo aguanta. Lo cual no quiere
decir que haya uno de hacerse de la vista gorda con tales defectos, por negligencia o connivencia,
familiaridad o carnal amistad, sino soportarlos con caridad. "Comportad las cargas «nos de otros"
; "y así, nosotros, como más "fuertes en la fe, debemos soportar las flaquezas de los inenos
firmes".
-"Solícitos en conservar la unidad". Este es el fin de la amonestación: conservar la unidad
entre los fieles; y procede a hablar de la misma unidad, que es el fin; del modo de ella; del por
qué de conservar dicha unidad. Así pues: digo que os portéis dignamente, y haced esto "solícitos
en conservar la unidad del espíritu". Adviértase que hay doble unidad, una para lo bueno y otra
para lo malo. Es mala la que se emplea para obrar mal, y puede llamarse unidad carnal. La del
espíritu es buena y sirve para el obrar bien @Ps 132; Jn 17@).
El modo de guardar la unidad es qon el vínculo de la paz; que la caridad es la que auna
las almas; pero en Jo material ninguna junta puede tener ser sino atada con alguna atadura. Del
mismo modo los ánimos no pueden estar unidos sino asidos y prendidos en una lazada,, que Jo es
a boca llena la paz. Según San Agustín, es la tranquilidad en el modo, especie y orden, es a saber,
cuando cada uno tiene lo que es suyo. Por eso dice: "con el vínculo de la paz". Y esta paz se
guarda con la observancia de la justicia. "No te sean desabridas sus cadenas", que ciertamente,
como allí mismo se dice, "son una venda saludable".
Ahora bien, habiendo en el hombre doble unidad, una, de los miembros que entre sí se
ordenan, otra, del cuerpo y del alma para formar un compuesto; y hablando el Apóstol de la
unidad de la Iglesia, a semejanza de la unidad humana, por eso añade: "un cuerpo"; como sí
dijera: ataos con el vínculo de la paz para que, cuanto a la primera unidad, seáis un cuerpo, es a
saber, que entre todos los fieles haya un orden mutuo, como miembros de un solo cuerpo.
-"y un solo espíritu", quiero decir, que unidos er> fe y caridad tengáis en espíritu
unanimidad; o, de otra manera, constituyáis un cuerpo en lo que toca al prójimo, y un espíritu en
lo que mira a Dios; porque quien unido está con Dios es con El un mismo espíritu.
Al decir luego: "así como fuisteis llamados a una misma esperanza de vuestra vocación",
agrega el por qué de esta unidad, así como vemos en una sociedad, de mutua beneficencia y de
mancomún tenencia, que en orden a sus negocios permanecen juntos y también varí juntos; lo
mismo en el terreno espiritual: ya que habéis sido llamados con un solo fin, esto es, del premio
final, por lo mismo juntos debéis andar y unidos en un mismo espíritu y con la misma esperanza
de vuestra vocación, es a saber, hacia una esperada esperanza, que es el efecto de la vocación.
"Por lo cual vosotros, santos hermanos, partícipes que sois de la vocación celestial", "considerad
esa vocación vuestra". Mas pudiera alguno decir: ¿quién nos llamó y a qué? A esto responde San
Pedro: "Dios, dador de toda gracia, nos llamó a su eterna gloría", en donde está vuestra dicha:
"Dichosos los que son convidados a la cena de las bodas del Cordero".
Lección 2: Efesios 4,5-6 Declárase la unidad de la Iglesia, porque no hay más que un solo Dios, una fe, un
bautismo.
5. Uno es el Señor, una la fe, uno el bautismo.
6. Uno el Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y gobierna todas las cosas, y
habita en todos nosotros.
Luego de haberlos exhortado a conservar la unidad de la Iglesia, ahora en esta parte les
traza el Apóstol a los Efesios una forma de esa dicha unidad; donde hay que advertir que, siendo
la Iglesia de Dios como una ciudad, tiene la unidad de un todo pero distinta, por no ser como un
cuerpo simple sino como uno compuesto de diversas partes. Por eso el Apóstol primero nos
muestra lo que es común en la Iglesia, luego lo que en ella es distinto. Y toda ciudad, para ser
una, ha de tener 4 cosas comunes, es a saber: un gobernador, una ley, las mismas insignias, el
mismo fin; todas 4 cosas que, según el Apóstol, tiene la Iglesia. Ya pues: digo que debéis formar
un cuerpo y un espíritu, por estar en la unidad de la Iglesia, que es una:
I9 porque tiene una cabeza, que es Cristo; un Señor, no muchos, a cuyas diversas
voluntades tengáis, discordando, que obedecer. "Persuádase, pues, certísimamente toda la casa
de Israel que Dios ha constituido Señor y Cristo a este mismo Jesús, al cual vosotros habéis
crucificado" ;
29 porque tiene una ley, la de la fe. "Ahora, pues, ¿dónde está el motivo de gloriarte?
Queda excluido. ¿Por qué ley? ¿Por la de las obras? No; sino por la Ley de la fe". Pero la fe unas
veces se toma por la misma cosa creída, según aquello: ésta es la fe católica, esto es, éstas son las
cosas que hay que creer. Otras se toma por el hábito de la fe, con que se cree en el corazón; y en
ambos sentidos puede emplearse lo de una fe: en el primero, de modo que diga: una fe, esto es,
se os manda creer lo mismo y obrar de la misma manera, porque una misma cosa es la que creen
todos los fieles; de ahí que la Iglesia sea universal o católica, y que San Pablo diga: "todos
tengáis un mismo lenguaje", esto es, un mismo sentir. En el otro sentido una es la fe, es a saber,
uno es el hábito de la fe por el que se cree; una fe, digo, no numéricamente, sino
específicamente, porque lo mismo ha de estar en el corazón de todos, y de los que por tal modo
quieren lo mismo dícese una voluntad;
39 porque las insignias de la Iglesia son las mismas, es a saber, los sacramentos de Cristo,
el primero de los cuales es el bautismo, que es la puerta de todos los otros; por eso dice: "un
bautismo". Y dícese uno por 3 razones: a) porque los bautismos no difieren según los
bautizantes, ya que tienen la misma virtud, sea quien fuere quien lo administra, que quien bautiza
por dentro es uno, Cristo ;
b) dícese uno porque se administra en nombre de uno, la Trinidad ;
c) porque no puede repetirse. La penitencia, el matrimonio, la Eucaristía y la
extremaunción pueden repetirse, no así el bautismo ; y no se repite o porque imprime carácter, o
porque su causa no se repite. "En el bautismo hemos quedado sepultados con El, muriendo al
pecado" ; ahora bien, Cristo murió una vez por los pecados, como dice San Pedro ;
49 porque en la Iglesia el fin es el mismo, que es Dios; pues el Hijo nos lleva al Padre; y
cuanto a esto añade: un Dios; donde primero pone el Apóstol su unidad; luego su dignidad. Lo
primero pertenece a la naturaleza divina ; lo otro a su benevolencia para con nosotros y a su
piedad; de donde dice: "y Padre de todos". Su dignidad la encarece por 3 capítulos: a) por la
alteza de la divinidad, al decir: "que está por encima de todos" ;
b) por la amplitud de su potestad, que "gobierna todas las cosas", ya que "todas fueron
hechas por El" ; mas del modo que se dice en Sg XI: "con número, peso y medida";
c) por la largueza de su gracia, que "habita en todos nosotros". Mas lo primero se apropia
al Padre, que es el principio fontal de la divinidad y excede a todas las criaturas. Lo segundo al
Hijo, la sabiduría, que abarca fuertemente de un cabo a otro todas las cosas. Lo tercero al
Espíritu Santo, que llena el orbe terráqueo.
Lección 3: Efesios 4,7-10 Demuéstrase la unidad de la Iglesia por lo que es propio y peculiar de cada uno de los
miembros.
7. Si bien a cada uno de nosotros se le ha dado la gracia a medida de la donación gratuita
de Cristo.
8. Por lo cual dice la Escritura: al subirse a lo alto llevó consigo cautiva a una grande
multitud de cautivos, y derramó sus dones sobre los hombres.
9. Mas, ¿por qué se dice que subió, sino porque antes había descendido a los lugares más
ínfimos de la tierra?
10. El que descendió Ese mismo es el que ascendió sobre todos los cielos, para dar
cumplimiento a todas las cosas.
En la lección anterior nos hizo ver el Apóstol la unidad de la Iglesia cuanto a lo que en
ésta hay de común; aquí nos hace ver lo mismo cuanto a lo que es propio y especial de cada uno
de sus miembros fieles; acerca de lo cual propone la distinción, trae para probarla una autoridad,
explica el texto de esa autoridad. Dice pues: tenemos en la Iglesia un Dios, una fe, un bautismo;
pero también gracias diversas hechas en particular a diversas clases de personas, porque "a cada
uno de nosotros se le ha dado la gracia"; como si dijera: no hay nadie entre nosotros que no haya
participado de la gracia y comunión divina ; pero es cierto también que esta gracia no se da a
todos por un mismo rasero o de una misma forma, sino "a medida de la donación gratuita de
Cristo", esto es, según que Cristo es para cada uno el dador y tasador de la gracia. "Tenemos, por
tanto, dones diferentes, según la gracia que nos es concedida". Esta diferencia no viene dei hado,
ni del mérito, ni de la casualidad, mas de la donación de Cristo, esto es, según que Cristo nos la
mide con la debida proporción; que a El sólo, y a nadie más, diósele el espíritu sin ponerle tasa;
tasadamente y con su conque a los otros santos; "según la medida de fe que Dios ha repartido a
cada cual" ; "a cada uno según su capacidad" ; que, como queda al arbitrio de Cristo dar o no dar,
así también dar menos o más.
a) "Por lo cual dice la Escritura". Aquí pone una autoridad tomada del y se refiere a lo
que dijo: "a medida de la donación de Cristo", donde recuerda la ascensión de Cristo y el rescate
del género humano y L rolación de dones espirituales. Trábanse Y Rúense 19 2 las partes, y
demuestra lo primero duendo.
una a "para significar lo cual diceel profeta David): "al subir Cristo a lo alto" ; al subir,
digo, pero no solo, pues "llevó consigo cautiva la cautividad", es a saber, los que el diablo había
hecho cautivos, puesto que el género humano estaba en cautiverio, y los santos que en caridad
"partían de esta vida" y habían merecido la gloria veíanse detenidos en la cautividad del diablo
como cautivos en el limbo. Esta cautividad a que Cristo puso en libertad y llevósela consigo al es
cielo. "¿Por ventura podrá quitársele a un hombre esforzado la presa? ¿O podrá recobrarse
aquello que ha arrebatado un varón valiente? Porque esto dice el Señor: ciertamente que le serán
quitados al hombre esforzado los prisioneros que ha hecho, y será recobrado lo que arrebató el
valiente".
Por cierto no sólo en los muertos tuvo este vaticinio cumplimiento, sino también en los
vivos, que vivían en el cautiverio del pecado y a quienes, libres ya de la culpa, puso al servicio
de la justicia, como se dice en Romanos 6; y así en cierto modo se los llevó cautivos, no para
perdición, mas para salvación. Ni sólo libro a los hombres del cautiverio diabólico y los sometió
a su servicio, sino también los dotó de bienes espirituales. Por eso añade: "derramó sus dones de
gracia y gloria sobre los hombres". Ni se opone lo que en el texto precedente se dice: recibió
dones de los hombres; porque dio como Dios, y recibió como hombre, de los fieles, como de sus
miembros. Dio en el cielo como Dios, y recibió en la tierra al modo que dice San Mateo: "lo que
hicisteis con uno de estos mis pequeñitos conmigo lo hicisteis".
Al decir luego: "mas ¿por qué se dice que subió?",
explica la autoridad que trae para probar su dicho, y primero, por lo que toca a la
ascensión; segundo, cuanto a la materia de la donación. Acerca de lo primero, cómo subió, hay
que considerar que, siendo Cristo verdadero Dios, no parecía conveniente le estuviese bien
descender, porque nada más sublime que Dios; por lo cual, para poner fuera de combate esta
duda, añade el Apóstol: "mas, ¿por qué se dice que subió, sino porque antes había descendido?";
como si dijera: si dije que subió fue porque primero había bajado para luego subir; de otra
manera no hubiese podido subir.
Lo segundo, cómo bajó, lo agrega diciendo: "a los lugares más ínfimos de la tierra"; texto
que puede entenderse de dos maneras: a) de suerte que por partes inferiores de la tierra se
entiendan estas partes de la tierra, en las que nosotros habitamos, y se dicen inferiores por estar
debajo del cielo y del aire; a las que se dice haber descendido el Hijo de Dios, no con
movimiento local, sino por haber tomado una naturaleza inferior y terrenal, según aquello: "se
anonadó a Sí mismo" ;
b) de modo que por las ínfimas partes de la tierra se entienda el infierno, que también está
debajo de nosotros; porque allí descendió para todos en espíritu para librar de allí a los santos; y
así parece venirles a pelo lo que había dicho: llevóse consigo cautiva la cautividad. "Y tú mismo,
¡oh Salvador!, mediante* la sangre de tu testamento has hecho salir a los tuyos, que se hallaban
cautivos del lago en que no hay agua".
Considera después 3 cosas en la Ascensión: 1º la persona del que sube, al decir: "el que
descendió Ese mismo es el que ascendió", con lo cual desígnase la unidad de persona
deJesucristo) Dios y hombre, pues descendió, como va dicho, el Hijo de Dios en la Encarnación,
y subió el Hijo del hombre, en esa naturaleza humana que había tomado, a la sublimidad de la
ida inmortal. Así que uno mismo es el Hijo de Dios que descendió y el hijo del hombre que
ascendió. "Ello es así que nadie subió al cielo sino Aquel que ha descendido del cielo, a saber, el
Hijo del hombre, que está en el cielo". Donde notemos que los humildes que por voluntad
descienden, por espíritu, remontándolos Dios, ascienden; porque el que se humilla será exaltado ;
2º el término de la Ascensión, al decir: "sobre todos los cielos" ; lo cual no ha de
entenderse de solos los cielos corporales, sino también de toda criatura espiritual, como arriba 1;
3º el fruto de la Ascensión: "para dar cumplimiento a todas las cosas", esto es, para
henchir de dones espirituales a todos los hombres ; o, de otra manera, para dar cumplimiento a
todo lo que de El estaba escrito.
Lección 4: Efesios 4,11-13 Les hace saber que Dios ha repartido sendas gracias a cada uno de los miembros de la
Iglesia, y explícales la utilidad de estas gracias.
11. Y así El mismo a unos ha constituido apóstoles, a otros projetas, y a otros
evangelistas, y a otros pastores y doctores
12. a fin de que trabajen en la perfección de los santos en las funciones de su ministerio,
en la edificación del cuerpo de Cristo,
13. hasta que arribemos todos a la unidad de una misma fe, y de un mismo conocimiento
del Hijo de Dois, al estado de un varón perfecto, a la medida de la edad perfecta, según la cual
Cristo se ha de formar místicamente en nosotros.
Aquí toca el Apóstol lo que arriba había dicho de la colación de los dones; acerca de lo
cual muestra que el Señor reparte diferentemente sus dones a cada fiel en particular; muestra
asimismo el fruto y utilidad de esos dones; y ya que por los dones de Cristo signifícanse los
diferentes estados y cargos que hay en la Iglesia, es de considerar que entre los dones de Cristo el
primer lugar se lo da a los Apóstoles: "a unos ha constituido Apóstoles". Y tienen el primer
lugar, porque fueron los de la llave dorada en todos los dones de Cristo. Así:
a) en gracia y sabiduría tuvieron la plenitud; unos hasta en lo concerniente a la revelación
de los divinos misterios ;
b) estuvieron dotados de una elocuencia copiosa para anunciar el Evangelio. "Os daré una
sabiduría a que no podrán resistir ni contradecir todos vuestros enemigos" ;
c) cuanto al cuidado de la grey del Señor tuvieron, lo que otros no, prerrogativa de
autoridad y de poder.
Por eso aquí añade el Apóstol 3 grados eclesiásticos según que uno partícipe en cada uno
de los cargos arriba enunciados. Así, en lo tocante a la revelación de los divinos misterios, los
Profetas, prenunciadores de la Encarnación de Cristo, de quienes se dice: "prenunciaron la gracia
que había de haber en vosotros". Pero los Apóstoles profetizaron, después de venido Cristo, los
gozos de la vida futura. Asimismo explicaron las profecías de los antiguos profetas.
En lo concerniente a anunciar la buena nueva los Evangelistas, que tienen por oficio
predicar el Evangelio, o aun escribirlo, bien que no fuesen de los principales entre los Apóstoles.
Otros, pastores, o cuidadores de la grey del Señor, en lo que mira a la atención de la
Iglesia; y Doctores, para mostrar que el oficio propio de los pastores eclesiásticos es la enseñanza
de lo que toca a la fe y a las buenas costumbres; mas no dice con los Obispos, sucesores de los
Apóstoles, administrar y dispensar las cosas temporales; eso es mas bien incumbencia de los
diáconos. "No es justo que nosotros descuidemos la predicación de la palabra de Dios por tener
cuidado de las mesas". En Jeremías 3,15 se dice de los Obispos: "os daré pastores según mi
corazón que os apacentarán con la ciencia y con la doctrina".
Después, al decir: "a fin de que trabajen en la perfección de los santos", muestra el fruto
de los antedichos dones u oficios; y primero señala el fruto, luego cómo los fieles puedan llegar a
conseguirlo. Propone también el efecto próximo y apunta el último fruto. El efecto próximo de
los antedichos dones u oficios puede considerarse a 3 visos: a) respecto de los mismos que
constituidos están en oficios, a quienes para eso se les ha hecho gracia de dones espirituales, para
que sirvan a Dios y al prójimo; que eso quiere decir: "en las funciones de su ministerio", por el
cual se procura el honor de Dios y la salud de los prójimos. "A nosotros, pues, nos ha de
considerar el hombre como unos ministros de Cristo y dispensadores de los misterios de Dios" ;
b) respecto de la perfección de los que ya creen, al decir: "para la consumación", esto es,
perfección, "de los santos", es a saber, de los que han sido ya santificados por la fe de Cristo;
pues de manera especial han de procurar los prelados llevar a sus súbditos al estado de la
perfección; que por eso son más perfectos, como dice Dionisio en su Jerarquía Eclesiástica ;
c) respecto de la conversión de los infieles, y cuanto a esto, dice: "para la edificación del
cuerpo de Cristo",
esto es, para que se conviertan los infieles, con quienes se edifica la Iglesia de Cristo, que
es su cuerpo.
-"hasta que arribemos todos". Indica el último fruto, que puede entenderse de dos modos:
de uno, si se refiere al fruto simplemente último, cuando la resurrección de los muertos; y, según
esto, habrá dos concursos o concurrencias de resucitados, una corporal y otra espiritual. La
corporal entiéndese en el sentido de que todos los santos se juntarán para salirle al encuentro a
Cristo ; y tocante a esto dice: "hasta que salgamos al encuentro todos", como si dijera: hasta aquí
llega el antedicho ministerio y consumación de los santos y edificación de la Iglesia: hasta que a
Cristo le salgamos al encuentro en la resurrección. "Mirad que viene el esposo, salidle al
encuentro" ; "prepárate, ¡oh Israel!, para salir al encuentro a tu Dios". Y nos salgamos también al
encuentro unos y otros: "seremos arrebatados, juntamente con ellos, sobre nubes al encuentro de
Cristo en el aire".
La concurrencia espiritual entiéndese cuanto al mérito, que abraza la misma fe, como
dice: "en o a la unidad de la misma fe"; al mismo propósito "la unidad de espíritu" y el "un
Señor, una fe" de arriba; y cuanto al premio, que consiste en la perfecta visión y conocimiento de
Dios, a que alude "entonces lo conoceré con una visión clara, a la manera que soy yo conocido".
Y respecto de esto dice: "y de un mismo conocimiento del Hijo de Dios", "pues todos me
conocerán".
La segunda cosa que declara es el predicho fruto cuanto a la perfección de los
resucitados; y pone primero la misma perfección al decir: "al estado de un varón perfecto"; que
no ha de entenderse -como algunos lo entendieron- en el sentido de que al resucitar se mudarán
las hembras en varones, porque ambos sexos permanecerán, bien que no para tener comercio
entre sí, que ya no lo habrá más,según aquello de San Mateo "después de la resurrección, ni los
hombres tomarán mujeres, ni las mujeres tomarán maridos, sino serán como los ángeles de Dios
en los cielos"); mas para la perfección de la naturaleza y para gloria de Dios, que tal naturaleza
creó. Dice pues: "varón perfecto" para indicar la omnímoda perfección de aquel estado ; y en este
sentido la palabra varón se emplea más propiamente para contraponerla a niño que para oponerla
a mujerfoemina: hembra).
Señala en segundo lugar el dechado de esta perfección, al decir: "a la medida de la edad
perfecta, de Cristo"; donde es de considerar que el cuerpo de Cristo es un verdadero dechado del
cuerpo místico, ya que ambos constan de muchos miembros trabados y ordenados para formar un
todo; y el cuerpo de Cristo llegó a la plenitud de la edad viril, los 30 años, edad en que murió, y
que será como el molde a que se amoldarán las edades de los santos resucitados, que serán todo
un primor, sin estrago o fealdad de vejecía. "Transformará nuestro vil cuerpo, y le hará conforme
al suyo glorioso".
La otra manera de entender el fruto último puede referirse no al fruto simplemente
último, acabado de explicar, sino al fruto último de esta presente vida, en la que concurrirán
todos los fieles al redil de una fe y conocimiento de la verdad ; y en la que también el cuerpo
místico de Cristo queda acabado y perfecto con una perfección semejante a la del verdadero
cuerpo de Cristo. Y conforme a esta doctrina todo el cuerpo de la Iglesia se dice un cuerpo viril,
según aquella semejanza de que se vale el Apóstol: "mientras el heredero es niño, en nada se
diferencia de un siervo.".
Lección 5: Efesios 4,14-16 Quítanse dos estorbos: la malicia humana y la flaqueza intelectual, que son causa de que
no lleguemos a alcanzar el fruto de los dones.
14. por manera que ya no seamos niños fluctuantes, ni nos dejemos llevar aquí y allá de
todos los vientos de opiniones humanas por la malignidad de los hombres, que engañan con
astucia para introducir el error.
15. Antes bien, siguiendo la verdad con caridad, en todo vayamos creciendo en Cristo,
que es nuestra cabeza,
16. y de quien todo el cuerpo trabado y conexo entre sí recibe por todos los vasos y
conductos de comunicación, según la medida correspondiente a cada miembro, el aumento
propio del cuerpo, para su perfección mediante la caridad.
Demostrada ya la diversidad de dones espirituales y el fruto de ellos, nos señala aquí el
Apóstol el camino para llegar a alcanzar ese fruto; y primero quita dos estorbos, luego enseña el
modo de llegar. Dice pues: díjose, y bien dicho está, que el fruto último de estos dones es que
lleguemos al estado de un varón perfecto en el Señor. Luego es de necesidad que busquemos el
modo de "no ser ya niños llevados a la deriva", sino varones en verdad perfectos; porque
mientras es uno niño no es perfecto varón. Dejar, pues, debe la niñez quien ha de salirle al Señor
al encuentro. Así lo hacía el Apóstol: "pero cuando fui ya hombre hecho, di de mano a las
niñerías". Lo desfavorable del niño estriba en que no está fijo o determinado en algo, sino que a
toda palabra le da crédito. Si pues querernos nos tengan por varones perfectos, hemos de dejar
ese pensar fluctuante, que cualquier viento arrebata, cualquier ola se ¡leva. Eso quiere decir
"llevados a la deriva" o fluctuantes, de fluctus: ola, porque los tales, a maniera de olas, no tienen
firmeza en la fe, "pues quien anda dudando es semejante a la ola del mar alborotada, y agitada
del viento, acá y allá".
Así que hemos de estar firmes y no fluctuantes; y porque el viento es la perversa doctrina
que, como el viento norte disipa las lluvias y, como los vientos de la parábola, da en tierra con la
casa cimentada en arena, por eso dice: "no nos dejemos llevar aquí y allá de todos los vientos de
opiniones humanas"; como si dijera: no hemos de dejarnos mover del soplo de ninguna doctrina
perversa que sacuda nuestro corazón y dé en tierra con el edificio espiritual, porque no es buena
doctrina; y se conoce por 3 cosas:
a) por su principio, la malicia humana; por tanto, no es buena doctrina, sino falsa y
perversa, la que alguno como dogma propone, para perder las almas, para obtener una prebenda
p principado; como la del perversísimo Arrio, que reventó por medio, de modo que a él pudiera
aplicársele lo del Eclesiástico "su maldad da testimonio contra él";
b) por su desenvolvimiento, con astucia y engaño, porque pretende una cosa y simula
otra. Por eso dice el Apóstol: "mas temo que así como la serpiente engañó a Eva con su astucia,
así sean maleados vuestros espíritus y degeneren de la sencillez propia del discípulo de Cristo" ;
c) por su efecto: "introducir el error". Tales doctores con sus raposerías arman lazos para
sembrar sus errores, no para enriquecerse o conseguir otros bienes temporales. De éstos dice "los
malos hombres y los impostores irán de mal en peor, errando y haciendo errar a otros".
-"Antes bien, siguiendo la verdad". Luego de haber señalado los impedimentos que
estorban la consecución del fruto de los dones espirituales, muestra aquí por qué camino se llega
a conseguir ese debido fruto. Y arguye de esta manera: díjose ya que si queremos conseguir el
fruto de los dones espirituales, es necesario no ser ya niños. Pero en tanto lo seremos en cuanto al
estado de varones no lleguemos ni crezcamos. Luego nos es necesario que crezcamos. Y esto es
1b que dice: "antes bien, siguiendo la verdad"; y muestra en qué debemos crecer y por medio de
quién.
Dice pues cuanto a lo primero: "siguiendo la verdad, vayamos creciendo", es a saber, en
dos cosas: la obra buena y la forma de la obra buena, que son ambas a dos la verdad y la qaridad.
Por verdad a veces se entiende toda obra buena, como se dice en Tobías "sin embargo de hallarse
en cautiverio, no abandonó la senda de la verdad". Hagamos pues la verdad, o toda obra buena, o
la verdad de la doctrina; porque no ha de bastarnos sólo oír o enseñar la verdad, sino que es
menester obrarla; por lo cual decía el Apóstol: "que haciendo eso, te salvarás a ti mismo y a los
que te oyen". "Llevad, pues, a la práctica la doctrina", como dice "que no son justos delante de
Dios los que oyen la Ley, sino los que la cumplen; ésos son los que serán justificados". Y hágase
esto en caridad, que es la forma de la buena obra ; de otra suerte nada valdría.
Mas ya que en el camino de Dios no dar paso adelante es echar pie atrás, por eso añade el
Apóstol: "para que vayamos creciendo en El"; donde señala al autor de nuestro aumento, la
verdad del mismo y su modo. Dice pues: "vayamos creciendo en El", en Cristo, de quien dice
"para que con El vayáis creciendo en salud", en El digo, que es nuestra cabeza, Cristo, y en la
Iglesia que es su cuerpo ; crezcamos, repito, no en posesiones, como se dicede Job, sino en
bienes espirituales; ni en uno solamente, sino en todos, esto es, dando fruto, día con día cada vez
mayor, en todo género de bienes. "Hacedlo todo a gloria de Dios".
Por consiguiente, al decir: "de quien todo el cuerpo", muestra la verdad de Cristo, por
quien debemos crecer; donde es de saber que un cuerpo natural tiene mutua trabazón y conexión
de miembros, enlace de nervios y mutuo servicio. "Si dijere el pie: pues que no soy mano no soy
del cuerpo, ¿dejará por eso de ser del cuerpo? Y si dijere la oreja: pues que no soy ojo, no soy del
cuerpo, ¿dejará por eso de ser del cuerpo? Si todo el cuerpo fuese ojo, ¿dónde estaría el oído? Si
fuese todo sordo, ¿dónde estaría el olfato?". Así pues, en el orden espiritual, del mismo modo
que un cuerpo se constituye de muchos miembros, de estas 3 maneras, a saber, por trabazón o
adunación, por enlace y mutua operación y socorro; así también, en el cuerpo eclesiástico, todo
lo que tiene la cabeza del cuerpo: la trabazón, el enlace de los nervios, el movimiento para obrar,
lo tiene nuestra cabeza Cristo, y de ella se comunica al cuerpo de la Iglesia. Y la trabazón por la
fe. De donde dice: del cual, Cristo, que es nuestra cabeza, "todo el cuerpo recibe trabazón", esto
es, coadunación. De esta cabeza se dice en "de la cual todo el cuerpo, alimentado y organizado
por medio de los nervios y junturas, va creciendo con el aumento que es de Dios";
2° la conexión y enlace derívase de Cristo, cabeza, a su cuerpo místico, que es la Iglesia,
por ser necesaria, para casar en una junta cosas tan distintas, una lazada, vínculo o ligadura. Por
lo cual dice: "de quien todo el cuerpo recibe trabazón y cohesión por medio de toda clase de
junturas", esto es, por medio de la fe y la caridad que juntan y traban los miembros del cuerpo
místico para un mutuo servicio y apoyo. De aquí que el mismo Apóstol, confiado en este mutuo
servicio entre los miembros de la Iglesia por la divina unión, decía: "porque sé que esto
redundará en mi bien, por vuestras oraciones y el auxilio del Espíritu de Jesucristo";
39 la virtud de obrar actualmente para que los miembros vayan creciendo dimana
espiritualmente en ellos de su cabeza Cristo. De donde dice: "según la medida correspondiente a
ceda miembro, hace el aumento propio del cuerpo"; como si dijera: de nuestra cabeza, Cristo, no
sólo tenemos, por medio de la fe, la trabazón de los miembros de la Iglesia, ni sólo el enlace o
atadura por el mutuo servicio de la caridad, sino también la actual operación de los miembros o
movimiento para obrar, según la medida y competencia correspondiente a cada miembro. De
donde dice que a proporción de la operación y medida de cada miembro debidamente medido,
así es el aumento del cuerpo: pues no sólo por la fe compagínase y trábase el cuerpo místico de
Cristo, ni sólo por el servicio de la caridad, que estrecha los lazos de la amistad, crece y se
aumenta el cuerpo; sino también por el actual concierto y composición que pone de su parte cada
miembro, según la medida de la gracia que a cada uno se da, y la moción actual para obrar, que
Dios produce en nosotros. Muy a cuento Isaías : "todas nuestras obras Tú nos las hiciste" ; mas el
mismo Dios es el que obra todas las cosas en todos ; exposición que concuerda con la Glosa.
Mas ¿para qué hace Dios que cada miembro aumente? para edificar el cuerpo. "Sois el
edificio que Dios fábrica". Y todo esto se hace con caridad, porque "la caridad edifica" ; o hácelo
Dios todo por caridad, esto es, por puro amor. Y nuevamente "te edificaré, y serás edificada".
Esto es, pues, lo que dice: "para su edificación, mediante la caridad".
Lección 6: Efesios 4,17-19 Apártalos de vivir a la usanza gentílica y exhórtalos a permanecer en la unidad
eclesiástica.
17. Os advierto, pues, y yo os conjuro de parte del Señor, que ya no viváis como todavía
viven los gentiles que proceden en su conducta según la vanidad de sus pensamientos,
18. teniendo obscurecido y lleno de tinieblas el entendimiento, ajenos enteramente de
vivir según Dios, por la ignorancia en que están, a causa de la ceguedad de su corazón,
19. los cuales no teniendo ninguna esperanza, se entregan a la disolución, para
zambullirse con un ardor insaciable en toda suerte de impurezas.
Arriba exhortó el Apóstol a los Efesios a permanecer en la unidad eclesiástica,
describiendo su modo y su forma; enséñales ahora el camino por donde pueden permanecer en
ella. Para eso propóneles los preceptos por los que pueden permanecer en dicha eclesiástica
unidad y el poder que tienen para cumplir los preceptos; y propone primero los que se refieren a
todos, luego los que a los diferentes grados que hay en la Iglesia. De los primeros pone en primer
lugar ciertos preceptos generales, a que se reducen todos los demás, y en segundo los especiales.
De nuevo la primera parte se divide en dos, ya que siendo la intención del Apóstol retraerlos de
sus envejecidas costumbres para desañejarse de lo que son y transmudarse con la nueva doctrina
de Cristo, muestra primero que esa doctrina es contraria a la antigua perversidad gentílica, y
luego los induce a desnudarse de ella para revestirse de la vestidura de Cristo. Describe, por
tanto, la manera de vivir pagana, para demostrar que se opone de punta en blanco a la doctrina de
Cristo, y exhortarlos con eso a evitar el trato y familiaridad con los Gentiles, cuya vida acaba de
pintarnos por dentro y por fuera.
Dice pues: para que podáis dar cumplimiento a lo que va dicho, os advierto, esto es, no
ruego, como antes, sino digo y declaro lo que dijeSa. 5;. ¿Y qué dijo? que ya, es a saber, en este
tiempo de fe y de conversión a Cristo, por estar ya limpios, "no viváis más como todavía viven
los Gentiles", que, como manada de borregos, conducidos por el rabadán, se van en pos de los
ídolos. No habéis,, pues, de vivir así.
-"según la vaciedad de su mente". Explica el por qué de la prohibición; donde es de
advertir que siendo la andanza espiritual sinónimo de aprovechemiento, según aquello del
"camina delante de Mí y sé perfecto", dicho por Dios a Abraham, para que el hombre camine por
la senda de la justicia, esto es, aproveche espiritualmente, conviene que ponga en orden y
concierto 3 cosas que tiene dentro de sí; a saber: la razón práctica, que juzga lo que ha de hacer,
en los casos particulares, el entendimiento de los principios universales, que es la sindéresis, la
ley divina o Dios. Así pues, la acción será buena y meritoria cuando uno se gobierne por estas 3
cosas bien ordenadas entre sí, de suerte que la acción vaya dirigida por el juicio de la razón, y
ésta, a saber, la razón, juzgue según el dictamen del entendimiento recto o sindéresis, y ésta se
rija por la ley divina.
Ahora bien la vida gentílica no está ordenada así; más todavía, ni aun tiene esas 3 cosas:
a) pues la razón que juzga viene a parar en nada, viviendo como viven, al sabor de la
vanidad de sus sentidos, que son la fuerza aprehensiva para juzgar de las cosas singulares. De
donde hombre recto es aquel que piensa bien primero lo que ha de hacer; pero estos sentidos a
veces son rectos, a veces vanos. Rectos, cuando se rigen por la debida regla, que los conduce al
debido fin. Vanos, por el contrario, cuando no llegan al debido fin, por gobernarlos indebida
regla. "Vanidad son ciertamente todos los hombres en quienes no se halla la ciencia de Dios" ;
"devanearon en sus discursos" ; "fuéronse tras de la vanidad e hiciéronse también ellos vanos".
¿Y por qué?
b) porque para obrar la razón de éstos no la dirigía un entendimiento iluminado sino
erróneo. Esto es lo que dice: "teniendo obscurecido y lleno de tinieblas el entendimiento". Y la
razón es:
c) porque los tales no participan de la luz divina, o de la ley divina que gobierna y
alumbra. Por eso añade: "ajenos enteramente de vivir según Dios", esto es, alejados de Dios, que
es la vida del alma ; o "de la vida de Dios", esto es, de la caridad y gracia espiritual, por la que
formalmente el alma tiene vida. "La gracia es la vida eterna", de la que ninguna esperanza tenían
éstos, porque poniendo al alma mortal, no tenían que esperar ni creer en esa vida. "No
entendieron los misterios de Dios, ni creyeron que hubiese galardón para el justo, ni hicieron
caso de la gloria reservada a las almas santas". O dígase también "de la vida de Dios", esto es, de
vivir santamente la vida, por medio de la fe ; pero el justo vive de la fe ; o por medio de la
caridad. Estos en cambio no vivían así, sino todo lo contrario.
El modo de este enajenamiento no lo achaca a ignorancia de las estrellas o al curso de los
astros, sino al desconocimiento de la naturaleza divina, porque es cierto que entonces sólo en
Judea se conocía a Dios; pero ahora -como dicen los Hechos- "habiendo disimulado o cerrado
Dios los ojos sobre los tiempos de esta ignorancia, intima a los hombres que todos en todas
partes hagan penitencia". Pero bien mirado y cuanto estaba de su parte, Dios no era la causa de
esa ignorancia, -como se dice en pues se les dio a conocer; mas digamos era la causa "a causa de
la ceguedad de su corazón". Y con toda propiedad dice ceguedad, ya que por las criaturas no
podían llegar en conocimiento del Creador, porque -como dice "los encegueció su malicia" y "no
entendieron los misterios de Dios, ni creyeron que hubiese galardón para el justo". De aquí que,
-"perdida toda esperanza…", donde nos pinta el Apóstol la vida que exteriormente
llevaban, vida infeliz y desgraciada, porque sin esperanza y desesperanzada, porque ajenos
enteramente de la verdadera vida. "Hemos perdido la esperanza; y así, seguiremos nuestros
pensamientos, y cada cual hará lo que le sugiera la perversidad de su malvado corazón" ; que es
lo que aquí dice: "se entregaron a la disolución", lo cual puede leerse de dos maneras, o por
separado, de suerte que se diga "en avaricia", porque eran avaros y, como dice el "no hay cosa
más detestable que un avaro" ; o junto con lo anterior, de modo que diga modificándolo, "en
avaricia", esto es, con avaricia. Y según esto su vida desordenada se hace más culpable por 3
capítulos:
a) porque pecaron no por pasión, mas por elección; de ahí que se diga: "entregáronse a sí
mismos a la lujuria"; como si dijera: no pecaron por flaqueza o arrastrados por la pasión, sino
que a sí mismos se entregaron a la disolución ;
b) por el desenfreno presente, pues que "para satisfacer sus impuros deseos, siguen la
concupiscencia de la carne" ; que es lo que aquí dice: "para zambullirse en toda suerte de
impurezas" ;
c) por la continuación del pecado, porque pecaban sin destanso. "Han prevaricado
incesantemente, porque dejaron al Señor". Por eso dice: "con avaricia", esto es, con un ardor y
apetito continuo e insaciable. Estos son -dice San Pedro- los que "ponen su felicidad en pasar
cada día entre los placeres, siendo la misma horrura y suciedad, regoldando deleites, mostrando
su disolución en los convites que celebran con vosotros, puesto que tienen los ojos llenos de
adulterio y de un continuo pecar teniendo el corazón ejercitado en la avaricia. Son hijos de
maldición".
Lección 7: Efesios 4,20-24 La doctrina de Cristo es contraria a la vida de los Gentiles, cuyas condiciones pone,
20. Pero en cuanto a vosotros, no es eso lo que habéis aprendido en la escuela de
Jesucristo,
21. pues en ella habéis oído predicar, y aprendido, según la verdad de su doctrina,
22. a desnudaros del hombre viejo, según el cual habéis vivido en vuestra vida pasada, el
cual se vicia siguiendo la ilusión de las pasiones.
23. Renovaos, pues, ahora en el espíritu de vuestra mente,
24. y revestios del hombre nuevo, que ha sido criado conforme a la imagen de Dios en
justicia y santidad verdadera.
Después de haber sacado a plaza la perversidad de la vida gentílica, muéstranos aquí
ahora el Apóstol que la doctrina de Cristo es totalmente contraria a este estado y manera de
portarse. Y porque los pervertidores de la doctrina de Cristo afirmaron que después de esta vida
no había otra, sino que a una, como los animales, morían alma y cuerpo, para desvanecer este
error demuestra el Apóstol que la doctrina de Cristo es contraria a la vida y estado precedente, y
señala en segundo lugar las condiciones que pide esa doctrina.
Dice pues: dicho está que aquéllos, perdida toda esperanza, entregáronse a una vida
disoluta, "mas vosotros no es eso lo que habéis aprendido en la escuela de Cristo", es a saber, no
es así como habéis aprendido a imitar a Cristo. Entonces ¿cómo? Vosotros mismos habéis
aprendido de Dios a amaros mutuamente. "Así que, hermanos míos, estad firmes y mantened las
tradiciones que habéis aprendido". Y "¿cómo las mantendremos?" ; "porque cuando recibisteis la
palabra de Dios, oyéndola de nosotros, la recibisteis no como palabra de hombre, sinosegún es
verdaderamente) como palabra de Dios". "Unidos a El como a vuestra raíz, y edificados sobre El
como sobre vuestro fundamento, y confirmados en la fe que se os ha enseñado, creciendo más y
más en ella con acciones de gracias".
Y esto es así, "mas si le disteis oído", porque al servicio de la enseñanza está el oído. Si
en lugar de porque, quia, siendo ésta la nueva que habéis oído. Y esto cuanto a la predicación.
-"y habéis aprendido de El" cómo hay que guardar y cumplir lo tocante a la fe ; y esto
"según la verdad de su doctrina"; como si dijera: si habéis oído predicar la fe de Cristo, y cómo
hay que cumplir lo predicado, entonces en verdad que habéis aprendido de Jesús que es la verdad
y el blanco de la predicación. Pero vosotros no habéis de portaros así, como algunos que
perdieron la esperanza. Pues ¿cómo entonces? Añade: "desnudaos…", texto que puede leerse de
dos maneras: o con infinitivo y se liga con lo anterior, de modo que diga: esta es la verdad que
habéis aprendido de Jesús: a desnudaros. O con imperativo -la interpretación común- y entonces
diremos que por ser contraria la vida y doctrina de los Gentiles a la vida y doctrina de Jesús, que
habéis aprendido, resta que os desnudéis del hombre viejo.
Así que, habiendo de extirpar los vicios antes de sembrar las virtudes, primero les enseña
a desnudarse las vejecías de la vida antigua y prístino estado, para vestirse luego la nueva vida y
nuevo estado en Jesús. Dice pues: desnudaos… Donde 3 cosas hay que considerar:
a) ¿qué se entiende por hombre viejo? Unos dicen que el hombre exterior, por
contraposición al interior, que sería el nuevo. Pero a esto hay que responder que todo el hombre,
por dentro y por fuera, que se consiente gobernar de la vetustez, cuanto al alma por el pecado,
cuanto al cuerpo, por poner sus miembros, como armas, a disposición del pecado. Y así, rendido
el hombre, en alma y cuerpo, al pecado, llámase hombre viejo, porque vetustas son las cosas que
están por corromperse o corrompiéndose están; ya que -como dice en cerca está de quedar
abolido lo que se da por anticuado y viejo. De suerte que el hombre sometido al pecado llámase
viejo, porque está en trance de corromperse; por eso añade: "el cual se vicia siguiendo la
seducción de las concupiscencias". Que cada cosa se corrompe cuando se aparta de su origen
natural; y lo natural en el hombre es que su deseo apetezca lo que es conforme a razón; mas lo
que es perfección y bien de la razón es la verdad. Así que cuando descaminada toma la rota del
error, y por este error de la razón corrómpese el deseo, llámase entonces tal extravío y corrupción
hombre viejo.
Y dice: siguiendo los deseos, se entiende, malos, "inútiles y perniciosos, que hunden a los
hombres en el abismo de la muerte y de la perdición". Por consiguiente, "no busquéis cómo
contentar los antojos de vuestra sensualidad". Mas ya que en algunos estos deseos nacen de
flaqueza, y en otros de malicia, como los que afirman que en Dios no hay providencia, por eso
dice: "del error"; porque en los tales que así desatinan corrómpese el entendimiento y el afecto. O
siguiendo los deseos del error, esto es, que hacen que los hombres cometan errores, según
aquello de la "esto pensaron, pero erraron".
Cómo haya de quitarse este error lo enseña el Apóstol diciendo: "desnudaos del hombre
viejo con sus acciones" ; por tanto, no substancialmente, del pellejo y del alma, sino sólo de la
mala vida y de las malas acciones, "llevando una vida ajustada entre los gentiles".
Al decir luego: "renovaos", danos a entender que hemos de vestirnos de la novedad del
nuevo estado; acerca de lo cual muéstranos de qué medio hemos de valemos para conseguir esta
novedad, en qué consiste y cuál es. Cuanto a lo primero dice: "renovaos en el espíritu"; donde es
de advertir que, aunque en el hombre tenga múltiples acepciones la palabra espíritu, en realidad
no hay más que 3, a saber:
a) el Espíritu Santo: "¿no sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita
dentro de vosotros?" ;
b) el espíritu racional: "la carne codicia contra el espíritu" ;
c) el espíritu fantástico: "sábete, ¡oh Israel!, que tus profetas son unos fatuos. Esos que se
creen varones espirituales, esto es, fantásticos, son unos insensatos".
Así pues, lo que aquí dice: "espíritu de la mente", se toma por el Espíritu Santo, y dice
que la causa de la renovación es el Espíritu Santo, que habita dentro de nuestra mente. O puede
tomarse la palabra espíritu por espíritu racional, y.entonces espíritu equivale a nuestra mente, y
es cosa parecida a lo que se dice en "con despojo de la carne del cuerpo", esto es, del cuerpo, que
es carne; así también aquí: en el espíritu de vuestra mente, esto es, en el espíritu, que es mente. Y
esto lo dice, porque tenemos otro espíritu, que no es la mente, es a saber, el que nos es común a
hombres y a brutos.
Dice: "renovaos en el espíritu de vuestra mente", porque lo que no está echado a perder
está nuevo y no ha menester renovación. Que si Adán no se hubiese corrompido, no hubiese
menester renovación, ni tampoco nosotros; mas por haberse corrompido, también la renovación
fue necesaria para él y para sus descendientes. Por tanto, es necesario que al presente nos
renovemos en el alma, y en lo futuro en el cuerpo, cuando este cuerpo corruptible sea revestido
de incorruptibilidad, y este cuerpo mortal sea revestido de inmortalidad.
Dice pues: "renovaos en el espíritu", se entiende, aquí, pues si al presente no se renueva
el espíritu, jamás su cuerpo se renovará. O puede explicarse también así: en el espíritu de vuestra
mente, esto es, hecha espiritual, que significa lo mismo.
En qué consiste esta renovación lo dice al añadir: "y revestios del hombre nuevo". Hay
que advertir aquí que así como Adán, origen del pecado en todos, es para toda cosa el primer
principio de su vetustez, así también, por el contrario, Cristo, el primer principio de su novedad y
renovación; porque, así como en Adán mueren todos, así en Cristo todos serán vivificados. De
ahí que en se diga: "para con Jesucristo nada importa el ser circunciso o incircunciso, sino la fe,
que obra animada de la candad"la nueva creatura). Revestios, pues, de nuestro Señor Jesucristo.
Cuál sea esta renovación nos lo indica a renglón seguido: "que ha sido criado conforme a
la imagen de Dios", que puede entenderse de 3 maneras:
I* de modo que lo que se refiera al espíritu, esto es, el espíritu, que es nuestra mente, ha
sido criado por Dios, en justicia original, es a saber, con el vestido nuevo que le convenía, o
vuelto a crear, con una nueva creación, para que fuese justo ;
2º o qui puede referirse al hombre nuevo, Cristo; y entonces la frase se construirá así:
"que ha sido criado", esto es, formado en el vientre de la Virgen según Dios, es a saber, no con
semen humano, sino por medio del Espíritu Santo. O ha sido criado según el ser y plenitud de
gracia, y esto "en justicia", por lo que toca a los hombres, "y en santidad", por lo que mira a
Dios, y "de verdad", verdadera, no falsa. O digamos que la santidad esté en el corazón, la verdad
en la boca, la justicia en la obra.
Lección 8: Efesios 4,25-26 Por corromper el espíritu los pecados internos, prohíbense los que mayormente lo son, la
mentira y la ira.
25. Por lo cual, renunciando a la mentira, hable cada uno verdad con su prójimo, puesto
que somos miembros los unos de los otros.
26. Si os enojáis, no queráis pecar; no sea que se os ponga el sol estando todavía airados.
No deis lugar o entrada al diablo.
Después de haber dado arriba una instrucción general para revestirse la novedad, pone
ahora el Apóstol unos preceptos especiales; acerca de lo cual prohíbeles primero los pecados
internos que corrompen el espíritu; segundo, los pecados externos que corrompen la carne. De
los pecados internos prohíbe los que consisten en la perversión del orden, para consigo y para
con los demás. De estos primeros pecados unos corrompen la parte racional, otros la irascible,
otros la concupiscible, y las 3 especies las prohíbe. Acerca de la primera especie prohíbe uno de
esos pecadosla mentira), que le da pie para inducirlos a hablar verdad, por este motivopor ser
miembros los unos de los otros). Prohibe, por consiguiente, lo que pertenece al hombre viejo, de
suerte que este texto sea como una explanación del anterior: "revestios del hombre nuevo", a
cuyo fin prohíbe primero la mentira, ya que por este pecado de la lengua corrómpese la verdad
de la razón. De ahí que diga: "por lo cual", es a saber, para revestirse del hombre nuevo, "dad de
mano a la mentira", porque -como dice el Salmo V- "destruyes a todos los que hablan mentira",
es a saber, perniciosa.
Indúcelos fuego a la novedad diciendo: "hable cada uno verdad con su prójimo". ¿Y por
qué? "puesto que somos miembros los unos de los otros", y los miembros amanse entre sí y
ayúdanse mutuamente en la verdad. "Formamos en Cristo un solo cuerpo, siendo todos
recíprocamente miembros los unos de los otros".
-"Si os enojáis". Veda el pecado que corrompe la parte irascible, con su correspondiente
admonición, explicación y razón de por qué. Pone la admonición, al decir: "si os enojáis", que
puede declararse de dos maneras, según las dos especies de ira, una buena y otra mala. La mala,
cuando uno se inclina desordenadamente a la venganza, es a saber, contra justicia; la buena,
cuando ordenadamente a una venganza debida, es a saber, cuando uno se aira cuando conviene,
con quienes conviene y cuanto conviene. La declaración puede aplicarse a estos dos géneros de
ira. Si a la mala, el sentido es éste: no la manda, sino la permite; como si difera: demos que se
levante el movimiento de ira -achaque y flaqueza humana-: en tal caso, no queráis pecar, esto es,
no lo llevéis a efecto, dándole puerta franca, por el consentimiento, -"Líbreos Dios de caer en
tentación superior a las fuerzas humanas"- pues cierta cosa es que quien de otro modo se enoja
contra su hermano "será reo de juicio", como dice San Mateo 5. Sobre esta ira advertía José a sus
hermanos: "no os enojéis en el camino".
Mas si se declara de la buena, entonces el sentido no es sólo de permisión, como en la
mala, sino de imperio: airaos, es a saber, contra vuestros pecados, que doble es la venganza que
el hombre busca: una contra sí mismo pecador, y así la penitencia es una especie de venganza
que el hombre hace y toma de sí mismo. Y esta ira es buena y con ésta reza lo del imperio:
airaos, es a saber, contra vuestros pecados; "y no queráis pecar", esto es, haced libro nuevo para
adelante y no deis materia para tornar a enojaros.
Todavía creen algunos que eso de airarse contra sí propio por sus pecados es cosa que el
hombre puede tranquilamente hacer, mas no contra el prójimo por los suyos; y en eso se
equivocan; que así como contra sí mismo uno se enoja por sus propios pecados, así también
contra el prójimo por los suyos. Luego airaos contra los vicios ajenos, y esto con celo divino.
"Finees fue arrebatado de celo mío contra ellos". También Elías: "me abraso de celo por el Señor
Dios de los ejércitos, porque los hijos de Israel han abandonado su alianza". Y no queráis pecar,
previniendo el juicio de la razón, sino más bien siguiéndolo; "y así sea todo hombre pronto para
escuchar, pero tardo para hablar y refrenado en la ira".
-"No se os ponga el sol". Explica lo que había dicho, y según las 3 antedichas
declaraciones pueden darse también 3 explicaciones; porque si se refiere a la ira mala, entonces
lo del sol se explicará así: no recozcáis la ira concebida, sino despedidla antes de la puesta del
sol; que ya que por la fragilidad se permita el movimiento, no se permite el entretenimiento.
Si se refiere a la ira buena, contra los propios pecados, entonces de esta manera: "el sol,
esto es, Cristosol de justicia) no se os ponga, estando todavía airados", esto es, sobre vuestros
pecados, con que deis nueva materia a la ira y al látigo que os castigue.
Si se refiere a los pecados ajenos, se explica así: el sol, a saber, de la razón no se ponga
sobre vuestra ira, esto es, no se obscurezca el dictamen de la razón.
-"No deis lugar o entrada al diablo", donde indica el por qué de la admonición; porque el
diablo halla en nosotros la puerta abierta por el pecado o por el consentimiento. Así dice San
Juan: "cuando ya el diablo había sugerido en el corazón de Judas el designio de entregarle…
después que tomó éste el bocado, se apoderó de él Satanás plenamente". Ahora bien, semejantes
pasiones inclinan mucho la balanza al consentimiento, mayormente cuando pervierten el juicio
de la razón, y en especial la ira, que consiste en un encendimiento de la sangre, y por razón de la
velocidad de su movimiento previene el juicio de la razón. Y porque estando así perturbados
empieza el diablo a hallar entrada en nosotros, por eso dice: "no deis entrada al diablo"; como si
dijera: no permanezcáis airados, que con eso dais entrada al demonio, que todo él es un fuego de
ira. Cuando entra en el hombre lo hace con una ira furiosa ; mas no con los justos, a lo menos en
el alma, mientras permanecen justos; pero esta justicia se pierde por la ira, "porque la ira del
hombre no se compadece con la justicia de Dios".
Así pues, si no queréis dar entrada al demonio, a lo menos en el alma, no se os ponga el
sol estando todavía airados. Por tanto, "arranca de tu corazón la ira".
Lección 9: Efesios 4,27-28 Védase la vejez del pecado para que el espíritu pueda renovarse.
28. El que hurtaba no hurte ya; antes bien, trabaje, ocupándose con sus manos en algún
ejercicio honesto para tener con qué subsistir y dar al necesitado.
29. De vuestra boca no salga ningún discurso malo, sino los que sean buenos para
edificación de la fe, que den gracia o inspiren piedad a los oyentes.
Habiendo ya dado de mano a las vejecías del hombre por lo que mira a la fuerza racional
y a la irascible, prohíbelas aquí nuevamente en lo que toca a la concupiscible, que tiene su origen
en el apetito desordenado de las cosas; acerca de lo cual veda primero esa antigualla de codiciar
lo ajeno, para exhortar luego a la renovación. A esa antigualla pertenece el robo, que nace de
apetecer, con desordenada y corrompida concupiscencia, las cosas temporales. Por eso dice: "el
que robaba que ya no robe", como si dijera: el que tenía descompuesta y envejecida la
concupiscible, por el corrompido apetito de las cosas temporales, ya no eche mano a lo ajeno, si
es que quiere renovar la concupiscible, porque "para el ladrón la confusión" ; por lo cual dice el
Éxodo XX "no robarás".
Y por si alguno quisiese excusarse so capa de pobreza, le sale al encuentro diciéndole: en
vez de ponerse a cortar bolsas, "póngase más bien a trabajar", como lo hizo el mismo Apóstol.
Donde hay que notar que el trabajo manual fue introducido para 3 fines:
a) para buscar con qué comer. "Comerás el pan con el sudor de tu frente". Por
consiguiente, quien no tiene otro medio de vivir honradamente, está obligado a trabajar con sus
manos. "El que no quiera trabajar que no coma" ; como si dijera: así como peca el que no come
en caso de necesidad, así también el que no trabaja. Es el caso presente, para evitar el hurto;
b) algunas veces para evitar la ociosidad, maestra de muchos males. Por tanto, el que
anda de ocioso está obligado al trabajo manual: "Hemos oído que andan entre vosotros algunos
bulliciosos que no entienden en otra cosa que en indagar lo que no les importa". Pues a estos
tales los apercibimos y les rogamos encarecidamente por nuestro Señor Jesucristo que,
trabajando quietamente, coman su propio pan o el que ellos se ganen.
Algunas veces también para domar y macerar la carne. De ahí que se catalogue entre las
otras obras de la continencia.
Así pues,3 razones hay para recomendar el trabajo corporal; pero la primera es necesaria
para todos, y ésta con necesidad de precepto, porque el ocio puede evitarse de otras maneras, lo
mismo la lascivia carnal puede domarse y refrenarse de otro modo, y para lograr su propósito,
hágase como se haga, basta.
-"ocupándose con sus manos en algún ejercicio honesto"; que puede entenderse de dos
maneras: o poniendo bonum en acusativo, y se construirá de este modo: más bien trabaje,
ocupándose con sus manos, no por cierto en cosas ilícitas, sino en las que son buenas. O
poniéndolo en nominativo, como si esta fuese la razón de trabajar, como si dijera: no sólo es
necesario trabajar, sino hasta bueno, para que el trabajador pueda vivir y "tenga de dónde tomar
para darle al que padece necesidad".
-"No salga de vuestra boca palabra mala". Pone ahora lo concerniente al hombre viejo en
su desordenada manera de proceder con otro, y veda primero lo añejo para introducir lo nuevo;
trae en segundo lugar, para imitarlo, el ejemplo de Dioscp. 5). Con el prójimo puede uno portarse
mal de dos maneras: de una, ofendiéndolo con malas palabras; de otra, con malos ejemplos; y
ambos procedimientos los prohíbe. En la otra división hace lo mismo. Dice pues: "no salga de
vuestra boca palabra mala". Las palabras de la boca son correos y pregoneros de lo que guarda el
alma; porque las voces nos dan a conocer las pasiones que en el alma anidan. Palabra buena es la
que indica la buena disposición interior; la mala, por el contrario, la disposición mala.
Con triple orden ordénase el hombre por dentro, es a saber, para consigo, de arte que todo
esté sometido a la razón; para con Dios, de suerte que la razón le esté sujeta; para con el prójimo,
cuando lo ama como a sí mismo. Así pues, en veces la palabra es mala cuando es indicio de que
el hombre anda desordenado en sí; y falso es este lenguaje del que habla una cosa y pretende
otra; y de igual modo la plática inútil y vana. Asimismo es palabra mala la que es indicio de que
el hombre anda desordenado contra Dios, como los perjurios, las blasfemias y voces del mismo
género. También es palabra mala cuando va contra el prójimo, como las injurias, los engaños, las
falacias. Por eso dice: "no salga de vuestra boca palabra mala"; donde es de advertir que omnis:
todo, no equivale a nullus: ninguno. "Guardaos, pues, de la murmuración, la cual de nada
aprovecha, y refrenad la lengua de toda detracción, porque ni una palabra dicha a escondidas se
irá por el aire" ; pues ciertamente a Dios no se le pasa por alto ningún pensamiento y ninguna
palabra se le hurta a escondidas, como dice el "Mas ahora dad ya de mano a todas esas cosas: a la
cólera, al enojo, a la malicia, a la maledicencia, y lejos de vuestra boca toda palabra deshonesta".
-"sino las que sean buenas". Rechazado lo malo, induce a lo bueno, porque la palabra
buena, según el tiempo y lugar, bendecida ha de ser. "Óptima palabra es la más oportuna" ; "el
que habla hágalo de modo que parezca que habla Dios por su boca". ¿Y para qué? "para
edificación de la fe", esto es, para que eche firmes raíces en los corazones de los apocados y
débiles. "Hágase todo para edificación". Y esto "para que den gracia a los oyentes", es a saber, si
tales palabras llevan el cuño de bondad con la aprobación, o si es plática entre dos o más
personas; pues frecuentemente por las buenas palabras, o por virtud de una buena conversación o
sermón, muévese el hombre a compunción y se dispone a la gracia. "Estando aún Pedro diciendo
estas palabras, descendió el Espíritu Santo sobre todos los que oían la plática". Así hablaba el
Señor, de quien dice San Lucas: "estaban pasmados de las palabras tan llenas de gracia que
salían de sus labios".
Lección 10: Efesios 4,29-31 Amonéstalos a no obligar al Espíritu Santo a que se retire de ellos por cualquier pecado.
30. Y no queráis contristar con vuestros pecados al Espíritu Santo de Dios, con el cual
fuisteis sellados para el día de la redención.
31 Toda amargura, ira y enojo, y gritería y maledicencia, con todo género de malicia,
destiérrese de vosotros.
32. Al contrario, sed mutuamente afables, compasivos, perdonándoos los unos a los otros,
así como también Dios os ha perdonado a vosotros por Jesucristo.
Exhortó el Apóstol arriba a evitar las palabras malas y perniciosas; aquí exhorta a
abstenerse de las que turban o contristan al prójimo, acerca de lo cual les veda, en general y en
especial, todo lo que huela a pátina, y les persuade lo que huele a nuevo. Dice pues: "no queráis
contristar al Espíritu Santo". Pero dirá alguno: ¿cómo es eso? ¿No es Dios el Espíritu Santo, en
quien no cabe pasión alguna ni tristeza? Respondo: dícese que el Espíritu Santo se contrista
cuando está triste aquel en quien está el Espíritu Santo ; o digamos que es una locución
metafórica. Que así como se dice: Dios se enoja, por la semejanza del afecto, lo mismo se dice:
se contrista; porque así como cuando alguno se entristece se aparta del que le causa la tristeza,
así también el Espíritu Santo se aparta del pecador. Entonces el sentido es éste: no queráis
contristar al Espíritu Santo de Dios, esto es, no queráis ahuyentarlo o expulsarlo por el pecado;
"porque el Espíritu Santo, que la enseñala sabiduría), huye de las ficciones, y se aparta de los
pensamientos desatinados, y se ofenderá de la iniquidad que sobrevenga".
Así pues, no hay que contristar al Espíritu Santo, y esto por el beneficio del sello
saludable. Por eso añade: "con el cual fuisteis sellados", esto es, reformados y distinguidos de los
otros; porque el que tenga esta señal tendrá la vida eterna. Por consiguiente, hay que cuidar no se
nos vaya el Espíritu Santo, y por ningún motivo contristarlo, porque sin El no hay vida eterna.
"El que asimismo nos ha marcado con su sello, y que por arras de los bienes que nos ha
prometido nos da el Espíritu Santo en nuestros corazones". Pero ¿cuándo? "en el día de la
redención", esto es, del bautismo ; porque en el bautismo participa el hombre de la redención
hecha por Cristo.
-"Toda amargura…" Muestra en especial lo que pertenece a lo anticuado; que unas veces
contrista el hombre a su amigo por ira, otras de propósito. Pero en la ira hay 3 grados:
1) cuando se retiene y permanece en el corazón, como la ira del que sólo por dentro la
concibe, y no pasa de allí;
2) cuando se expresa con sonidos, pero sin proferir ninguna contumelia, como la del que
dice: raca;
3) cuando se prorrumpe en palabras contumeliosas, como la del que dice:
fatuoequivalente a impío y criminal).
Pone pues, escalonadamente, lo que pertenece primero a la ira del corazón; segundo, lo
que a una desordenada articulación de la voz; tercero, lo que a la contumelia. Pero en la ira del
corazón estas olas se van sucediendo unas a otras: primero por ser la ira efecto de la tristeza, que
en la Sgda. Escritura se llama amargura. Por eso dice: "toda amargura", que se origina por la
memoria de la injuria pasada. Segundo, por acudir inmediatamente a la venganza; por eso dice:
"e ira", que es apetito de venganza. Tercero, porque el airado juzga al ofensor por indigno de
perdón e indigno de que pueda decir que le quedó el brazo sano y que le salió muy barato; de ahí
la "indignación". Mas cuanto a la desordenada expresión, brota, como dice, "el clamor". Lo
mismo la blasfemia: o es contra Dios o contra los santos ; por eso dice: "y blasfemia"; y añade:
"destiérrese de vosotros, con todo género de malicia", es a saber, de obra.
-"Al contrario, sed mutuamente afables". Contrapone a las pasiones antedichas la
novedad de la vida cristiana; así, contra amargura benignidad; de donde dice: "sed mutuamente
afables", porque el espíritu de la sabiduría es benigno. Contra ira misericordia:
"misericordiosos". Contra indignación condonación: "perdonándoos los unos a los otros", "así
como también Dios os ha perdonado", "que ni a su propio Hijo perdonó". ¿Cómo, por
consiguiente, "después de habérnoslo dado, dejará de darnos cualquier otra cosa?"
CAPÍTULO 5
Lección 1: Efesios 5,1-2 Propóneles a los Efesios a Cristo, como dechado que imitar, mayormente en el amor.
1. Sed, pues, imitadores de Dios, como hijos muy queridos,
2. y proceded con amor, a ejemplo de lo que Cristo nos amó, y se ofreció a Sí misino a
Dios en oblación y hostia de olor suavísimo.
Después de haberlos exhortado a la benignidad ya la misericordia, que son efectos de la
caridad, aquí les propone un ejemplo. Acerca de lo cual, indúcelos primero a la imitación del
dechado, Dios, y muestra en segundo lugar en qué deben imitarlo. Dice pues: dije que debéis
mutuamente perdonaros, así como Dios en Cristo os perdonó; "sed, pues, imitadores de Dios", ya
que esto es necesario, aunque no fácil. "Mas ¿quién es el hombre, dije, para poder seguir las
obras del rey su Criador?". Pero, a no ser en unión con Dios, la naturaleza humana jamás llegará
a su perfección. De ahí que diga Job: "sus huellas siguieron mis pisadas". Luego imitarlo hemos,
conforme a las posibilidades que tenemos, pues toca al hijo imitar al padre. Por eso añade:
"como los hijos a su padre", que lo es Dios por la creación. "¿Por ventura no es El tu Padre, que
te rescató, que te hizo y te crió?". Y agrega: "queridísimos", es a saber, a quienes eligió para
participar de Sí mismo; "y proceded", donde primero pone el modo de imitarlo: en caridad, y
luego la muestra de esa inmensa caridad o amor: "entregóse a Sí mismo por nosotros". Así que el
amor de Dios, o la caridad, hace que seamos hijos muy queridos.
Hemos, pues, de imitarlo en el amor. Y dice: "caminad, proceded", esto es, id siempre
adelante ; y esto "en el amor", porque el amor es un bien de tal calidad, que debe el hombre
adelantar en él, y una deuda tal, que debe el hombre estarla siempre pagando. "Ninguna deuda
tengáis con nadie sino la del mutuo amor". O digamos, en el amor, que es el camino para seguir a
Dios a más corta distancia; y esto a ejemplo de Cristo; de donde añade: "así como Cristo nos
amó". Y ya que, según San Gregorio, la prueba que el amor es de verdad por las obras se muestra
en realidad, por eso añade: "y entregóse a Sí mismo por nosotros". "La vida que vivo ahora, la
vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y entregóse a Sí mismo a morir por mí". Y por
habernos sido esta muerte provechosa y necesaria, por eso añade: "en oblación y hostia". Habla
aquí el Apóstol a usanza de la antigua ley, en la cual, cuando uno pecaba, tenía que ofrecerse por
él la que se llamaba hostia y oblación por el pecado. Lo mismo cuando uno daba gracias a Dios o
quería conseguir algo, era necesario -como se dice en ofrecer una hostia pacífica, la cual -como
se dice allí mismo- era para el Señor una oblación de suavísimo olor.
Todo lo cual tuvo su cumplimiento en Jesucristo, quien, para que fuésemos limpios de
pecados y alcanzásemos la gloria, "entregóse a Sí mismo por nosotros en oblación", por medio
de aquellas cosas que durante su vida hizo, "y hostia de olor suavísimo a Dios" por el pecado.
Alude aquí a lo que se dice en aunque ciertamente aquel olor no le era entonces a Dios agradable
como tal olor, sino por cuanto significaba la oblación odorífera del cuerpo de Cristo, Hijo de
Dios. Así es como debemos ofrecernos espiritualmente a Dios en sacrificio.
Lección 2: Efesios 5,3-4 Destiérrase de todo punto la vejecía del pecado carnal, para revestirse de la limpieza de
una vida nueva.
3. Pero la fornicación, y toda especie de impureza o avaricia, ni aun se nombre entre
vosotros, como corresponde a los santos,
4. ni tampoco palabras torpes, ni truhanerías, ni bufonadas, lo cual desdice de vuestro
estado; sino, antes bien, acciones de gracias.
En líneas anteriores el Apóstol, luego de amonestarlos a dejar lo envejecido para tomar lo
nuevo, enseña con esa veda a los Efesios a evitar los vicios espirituales; aquí, con nueva
prohibición, les veda también los vicios carnales, valiéndose del mismo procedimiento de
prohibir lo viejo de esos vicios para inducirlos a la novedad de la virtud contraria; y junto con la
prohibición propóneles la pena de esos vicios y precávelos contra los embaucadores para no
dejarse engañar. Da de mano primero a ciertos vicios que hacen cabeza, luego a los que hacen
cauda o secuela. Los vicios a que da de mano son 3:
a) la lujuria natural, que es cuando peca con mujer ajena; por eso dice: "la fornicación",
de que hay que huir, como hacía Job, que hizo pacto con sus ojos de ni por pensamiento saber de
doncella. Dícese fornicación, de la palabra latina fornix: arco triunfal, porque cerca de él estaban
los lupanares o prostíbulos ;
b) la lujuria no natural: "toda inmundicia", esto es, toda polución contra la naturaleza, es
a saber, la que no se ordena a la generaciónSa. 5);
c) la avaricia; aunque había que preguntar ¿por qué? ¿Tiene acaso que ver con los
pecados de la carne?
Respondo: digamos que no, pero tampoco separada a mil leguas, sino que es como un
cancel divisorio entre los pecados espirituales y los carnales; lo cual queda claro si consideramos
estos dos elementos que tiene el pecado: el objeto y la delectación en el objeto. Así pues, hay
pecados cuyo objeto y delectación son espirituales, como la ira; pues la venganza, que es el
objeto de la ira, y la delectación de ahí nacida, son algo espiritual; lo mismo la vanagloria. Otros
pecados son del todo carnales, en objeto y delectación, como la gula y la lujuria; pero la avaricia
es un término medio, porque su objeto es carnal: el dinero, mas la delectación es espiritual, pues
todo su descanso es para el avaro el dinero. Y esta es la razón de catalogar mitad la avaricia con
los pecados carnales por razón del objeto, y mitad con los espirituales por razón del deleite.
O digamos también que la avaricia se opone a la justicia, y entonces se toma por la
especie de lujuria, que es el adulterio y consiste en el uso injusto de la mujer ajena, así como la
avaricia es el uso injusto del dinero. Pero arriba dijo: "el que robaba ya no robe"; aquí en cambio
que "ni aun se nombre" este vicio; pues los primeros vicios que en el combate espiritual hay que
vencer son los carnales; que en vano se fatiga uno luchando contra los vicios de dentro, si
primero no vence los vicios de fuera, es a saber, los carnales, contra los cuales hay perpetua
guerra. Por eso dice: aun se nombre entre vosotros, como corresponde
ni a los santos", es a saber, abstenerse de acciones, de pensamientos, de dichos.
-"ni tampoco palabras torpes". Pone ahora los vicios que van convoyando a esta damala
lujuria). Acerca de lo cual primero da de mano a dicho cortejo, para poner luego en su lugar la
escolta de virtudes contrarias. 3 pues son los vicios que destierra de la vida cristiana, es a saber,
la torpeza, que consiste en los tocamientos torpes, abrazos y besos libidinosos. Asimismo las
truhanerías, esto es, palabras que provocan al mal. Así, dice el de la mala mujer que "su
conversación quema como fuego". En tercer lugar las bufonadas, esto es, chufetas y cuchufletas,
con que algunos quieren agradar a otros. Pero, además de que "de toda palabra ociosa darán
cuenta el día del juicio", todas estas cosas impuras son mortales, en cuanto se ordenan a los
pecados mortales; porque una cosa, aunque buena de suyo, si se ordena al pecado mortal, es
mortal. De ahí induce a lo contrario, es a saber, al nacimiento de gracias. "Allí será el gozo y la
alegría, el nacimiento de gracias y las voces de alabanza".
Lección 3: Efesios 5,5-7 Declárales la pena de estos vicios, que es la exclusión de la visión divina, y los pone
sobre aviso para que no se dejen engañar.
5. Porque tened bien entendido que ningún fornicador, o impúdico, o avariento, lo cual
viene a ser una idolatría, será heredero del reino de Cristo y de Dios.
6. Nadie os engañe con palabras vanas, pues por tales cosas descargó la ira de Dios sobre
los incrédulos.
7. No queráis, por tanto, tener parte con ellos.
En la lección anterior prohibió el Apóstol los pecados carnales; aquí amenaza con pena
de condenación, que se inflige a los pecadores; y primero los certifica de que así es, luego,
pecado a pecado, señala cuáles abarca esta pena. Dice pues: "tened bien entendido", esto es,
tened por cierto, no sólo habitualmente, sino actualmente, ¿qué cosa? "que ningún fornicador, o
impúdico, o avariento, lo cual viene a ser una idolatría, será heredero del reino de Cristo y de
Dios". Advirtamos que aquí llama a la avaricia idolatría, porque efectivamente hay idolatría
cuando se rinde a la criatura la honra debida a solo Dios. Ahora bien, esta honra se le debe por
doble título, es a saber, el de poner en El nuestro fin, y el de, como término, depositar en El
nuestra confianza. Luego, el que en las criaturas pone esta confianza y este fin es reo de idolatría.
Y así lo hace el avaro, que pone en una cosa creada su fin y también toda su confianza. "De su
plata y de su oro se forjaron ídolos para su perdición" ; porque, como dicen los "quien confía en
sus riquezas caerá por tierra".
Pero -se objetará - siendo así que en los otros pecados pone su fin el hombre en la criatura
que ama y estele unido con ternura, ¿por qué también en ellos no se le llama al pecador idólatra?
Respondo: porque la idolatría consiste en rendirle exteriormente a algún objeto el culto que no se
le debe. Ahora bien, en los otros pecados pónese el fin en lo interior, como para buscar la propia
exaltación. Pero el que pone el fin en las riquezas, lo pone en ellas, como hace el idólatra, en un
objeto exterior.
Más todavía, ¿por ventura el avaro, al rendirle a la criatura la honra que a solo Dios se
debe, es realmente idólatra de suyo? Digo que no, porque en materia moral las acciones u obras
se juzgan por el fin. Es entonces de suyo idólatra el que de por sí y como tal pretende rendir culto
a la criatura; cosa que no intenta el avaro de por sí y como tal, sino accidentalmente lo hace, por
cuanto ama a la criatura con amor superfluo y desordenado. Mas ¿qué será del tal? Que no tendrá
parte en la herencia, que es para los hijos, y los tales no son hijos, porque son carnales; luego ni
herederos, que, como dice "la carne y la sangre no poseerán el reino de Dios", esto es, a Dios,
que dice: "Yo soy su herencia".
Mas pudiera objetarse: si esta herencia es el mismo Dios, siendo como es indivisible e
impartible, ¿por qué dice dividiendo: "en el reino de Cristo y de Dios", como si esta herencia
fuese divisible? Respondo: nuestra herencia consiste en la fruición de Dios, pero ahora Dios goza
y disfruta de Sí de otra manera, y nosotros de El, perqué en Dios ese gozo y disfrute de Sí es
perfecto, ya que el conocimiento que de Sí tiene también es perfecto, y ama totalmente, sin dejar
parte, cuanto en Sí es conocible y amable, no así nosotros; que, aunque en la patria le
conoceremos perfectamente y, por consiguiente, le amaremos -ya que el conocimiento de algo
simple, bien que no total, abarca todo el objeto; como la luz del sol, si estuviese compuesta de
puntos, el ojo humano la abarcaría toda, pero no totalmente en sus partes, al contrario del ojo del
águila que de un vistazo la abarcaría- pero no le abarcaremos totalmente; por cuyo motivo parece
haber allí cierta particular imperfección; razón por la cual dice de Cristo y de Dios
conjuntamente, cual si pusiera parte con parte, esto es, porque por Cristo, y no por otro, se
alcanza la herencia. Al decir luego: "nadie os engañe", da de mano a las trapazas de los
embusteros, amonestándolos a que no se dejen dar gato por liebre dando oídos a vanas palabras,
y que no se hagan a una con ellos imitándolos en sus malas acciones. Así que primero quita del
paso los trampantojos en que pudieran caer, luego les muestra en qué podrán conocerlos.
Notemos entonces que en los vicios carnales sólo les enseña a precaver el engaño, porque desde
el principio, para que los hombres pudiesen espaciarse a sus anchas disfrutando de sus
concupiscencias, se devanaron los sesos para hallar razones justificativas de que la fornicación y
otros deleites venéreos no eran pecados. Por eso dice: "con vanas palabras", que tales son, como
nuez vana, las que dicen no ser pecados los placeres venéreos, ni excluir del reino de Cristo y de
Dios. "Que nadie os deslumbre con sutiles discursos".
Que de tal ralea sean esos embaidores, y tales sus melifluidades y risas fingidas con que
engaitan a la gente, lo demuestra con el castigo con que Dios castiga esos pecados carnales, que,
a no ser pecados, no fueran condenados a multa y pena, pues siendo Dios justo, no inflige pena si
no existe culpa. Ahora bien, tales deleites los castiga Dios; luego son pecados. Prueba la menor
diciendo: "pues por tales cosas descargó la ira de Dios", es a saber, por los pecados carnales,
"sobre los incrédulos o hijos de la desconfianza", como se vio en el diluvio y en los Sodomitas.
Asimismo la tribu de Benjamín fue toda ella casi raída de la faz de la tierra por causa de tales
pecados. Y llámalos hijos de la desconfianza, porque los que se dan a semejantes pecados
desesperan de alcanzar la vida eterna; pues si la esperasen entregándose a los deleites vedados,
habría que llamar a eso más bien presunción que esperanza, la cual se apoya en los méritos para
esperar con fundamento y razón la bienaventuranza advenidera. De ahí que arriba dijera: "los
cuales, no teniendo ninguna esperanza, se entregan a la disolución, para zambullirse, con un
ardor insaciable, en toda suerte de impurezas". "No haya prado donde no dejemos las huellas de
nuestra intemperancia". Mas ¿por qué? Porque "no creyeron que hubiese galardón para el justo".
Dice, por tanto, que "sobre los hijos de la desconfianza", esto es, que no la tienen de
alcanzar los gozos eternos, "descargó la ira de Dios" por los pecados; o dígase, de desconfianza,
esto es, en quienes, por lo que mira a méritos, no hay motivo ninguno para esperar. Por
consiguiente, la conclusión: "no queráis, por tanto, tener parte con ellos", es a saber, haciéndoos
cómplices de tales obras; porque "¿qué tiene que ver la justicia con la iniquidad? Y ¿qué
compañía puede haber entre la luz y las tinieblas? O ¿qué concordia entre Cristo y Belial? O
¿qué parte tiene el fiel con el infiel?".
Lección 4: Efesios 5,8-11 Amonéstalos a que, ya que han echado por el camino de la virtud, no echen pie atrás y
tornen a la vida viciosa.
8. Porque verdad es que en otro tiempo no erais sino tinieblas; mas ahora sois luz en el
Señor. Y así, proceded como hijos de la luz.
9. El fruto de la luz consiste en proceder con toda bondad y justicia y verdad,
10. inquiriendo lo que es agradable a Dios.
11. No queráis, pues, ser cómplices de las obras infructuosas de las tinieblas, antes bien
reprendedlas.
En páginas anteriores el Apóstol puso un ¡hasta aquí! a los pecados carnales, dando de
mano a las falacias de los embusteros y amenazando con la pena eterna; aquí señala otra razón,
tornada de su condición, de la que saca dos conclusiones. La condición la examina a dos visos:
en su aspecto pretérito y en el presente. Dice pues: "erais un tiempo tinieblas", esto es, estabais
enceguecidos por la ignorancia y el error y entenebrecidos por el pecado. "El camino de los
impíos está lleno de tinieblas; no advierten el precipicio en que van a caer". Pero notemos que no
dice indeterminadamente tenebrosos, sino tinieblas; porque así como cualquier hombre parece
ser Jo que principalmente se halla en él, pongamos por ejemplo, toda una ciudad parece ser el
rey, y lo que el rey hace dícese que lo hace la ciudad; de la misma manera, cuando reina el
pecado en el hombre, dícese todo el hombre pecado y tinieblas.
-"mas ahora sois luz en el Señor". Aquí pone la condición presente; como si dijera: pero
ahora tenéis la luz de la fe. Mas, al contrario, dícese de San Juan Bautista que "no era él la luz";
entonces, ¿cómo puede decirse de los otros fieles que son luz? Respondo: no se llaman luz por
esencia, sino por participación.
Al decir luego: "proceded como hijos de la luz", saca las dos conclusiones, puesto que
había dicho que fueron en otro tiempo tinieblas, y que ahora son luz. Por consiguiente, la primera
conclusión es que se ajusten a lo que ahora son; la segunda, que eviten lo que antes fueron; y
pone primero la admonición, seguida de su explicación. Dice pues: puesto que ahora sois luz,
haced obras luminosas; luego portaos como hijos de la luz. Pensamiento que explana diciendo:
"que el fruto de la luz consiste…" De dos modos se dice que procede uno como hijo de la luz:
cuanto a la substancia o género de la obra; cuanto al modo o intención del que la hace. De suerte
que primero pone las obras que conviene hacer, luego con qué intención deben hacerse.
Dice entonces: dicho queda que os portéis como hijos de la luz, cuyos frutos son las obras
esclarecidas y fructíferas: "mis flores dan frutos de gloria y de riqueza" ; y esto "en toda
bondad". Donde conviene advertir que todo acto virtuoso se reduce a 3 cosas; porque es
menester que el agente guarde orden consigo, para con el prójimo y para con Dios. Orden
consigo, de arte que en sí mismo sea bueno; por lo cual dice: "en toda bondad". Para con el
prójimo, por medio de la justicia: "en justicia". Para con Dios, por medio del conocimiento y
confesión de la verdad: "y verdad". O explicando el texto de otra manera, de suerte que la
bondad se refiera al corazón, la justicia a la obra, la verdad a la boca.
-"inquiriendo". Muéstrales con qué intención han de obrar, no de repente, sino
inquiriendo, esto es, discerniendo con la razón, o, como dice en "examine cada uno sus propias
obras"; inquiriendo, digo, "lo que es agradable a Dios", esto es, procuréis hacer lo que es
agradable a Dios.
Después, por contraposición, los exhorta a no volver a las andadas, al estado que dejaron:
"y no queráis ser cómplices"; porque los que tal hacen son, dice San Pedro "como el perro que
vuelve a comer lo que vomitó, y la marrana lavada que torna a revolcarse en el cieno". Divídese
esta parte en dos, con amonestación en la primera para que no obren mal, y en la segunda
aconsejándolos para que no dejen sin reprensión lo malo. Dice pues: "inquiriendo lo que es
agradable a Dios. Y no queráis ser cómplices de las obras infructuosas de las tinieblas", esto es,
de las obras carnales cuyo paradero son las tinieblas perpetuas; y son infructuosas, porque es
veloz como el rayo su deleite momentáneo. "Arboles otoñales, infructuosos, dos veces muertos,
sin raíces; olas bravas de la mar, que arrojan las espumas de sus torpezas". "Y ¿qué fruto
sacasteis entonces de aquellos desórdenes de que al presente os avergonzáis?". Asimismo, como
capa de malhechores, buscan los sitios tenebrosos, por la torpeza de sus malas acciones, con las
que se ponen al nivel de los brutos. "Ei ojo del adúltero está aguardando la obscuridad, diciendo:
nadie me verá; y embózase para que no sea conocido su rostro. Fuerza de noche las casas, según
lo acordado por entrambos entre día, y huyen de la luz. Si da de repente sobre ellos la aurora,
míranla como sombra de muerte; y así andan de noche tan agitados como de día".
No queráis, pues, ser sus cómplices, imitándolos, ayudándolos, consintiendo sus
perversas acciones. "¿Qué comunicación puede haber entre un hombre santo y un perro,impío)?".
Pero no basta la no comunicación, si no se acude a la reprensión, porque, como dice San
Agustín, Dios algunas veces castiga a los que sin culpa tienen trato con ellos, porque algunos
buenos no reprenden, como es razón, a los malos; "que a cada uno mandó el amory corrección)
de su prójimo". Por eso dice: "antes bien, reprendedlas". Mas ¿por ventura pecamos siempre si
no reprendemos? Responde San Agustín: si el no reprender nace de un temor caritativo, es a
saber, no sea que el reprendido, sintiéndose escarnecido, vuélvase entonces peor, y a los buenos
dé aflicción, digo que así no hay pecado. Pero si el no reprender nace del miedo a perder la
prebenda y beneficioporque el reprendido airado se volverá contra ti), digo que por este vicio de
codicia sí hay pecado.
Lección 5: Efesios 5,11-14 Explica por qué no han de hacerse cómplices de las acciones gentílicas, porque es
vergonzoso aun decirlas.
12. Porque las cosas que hacen ellos en secreto no permite el pudor ni aun decirlas.
13. Mas todo lo que es reprensible se descubre por la luz; siendo la luz la que lo aclara
todo.
14. Por eso dice el Señor: levántate tú que duermes, y resucita de la muerte, y te
alumbrará Cristo,
Luego de las amonestaciones que puso arriba, que no tuviesen parte en las obras
tenebrosas, que reprendiesen a los pecadores, señala aquí el Apóstol el por qué de ellas. Dice
pues: bien dije que no os hicierais cómplices; más todavía: que deberíais reconvenir y redargüir a
tales hombres. ¿Por qué? "Porque las cosas que hacen en secreto no permite el pudor ni aun
pronunciarlas". Esto se refiere a los vicios carnales, que, por brutales, salen de compás y término
en deshonestidad y torpeza; donde apenas hay pizca de bien racional, siendo como son tales
actos a nosotros y a los brutos comunes.
-"Mas todo lo que es reprensible". Aquí va la razón de la otra monición, con su autoridad
confirmativa; y cuanto a lo primero, quiere probar que es conveniente que reconvengan a los
delincuentes, de esta manera: lo que por malo se vende, y así ostenta la fachada, es digno de
reprensión; que es toda redargución cierta manifestación. Mas ya que toda manifestación se hace
por medio de luz, y vosotros sois la luz; luego es cosa conveniente que los saquéis a la luz y a la
pública vergüenza. La mayor de este silogismo la pone allí diciendo: "mas todo lo que es
reprensible"; y la menor también: "todo lo que se manifiesta"; como si dijera: por eso es
conveniente los reprendáis, porque, como dice "el hombre espiritual discierne o juzga de todo, y
nadie que no tenga esta luz puede a él discernirle". De aquí la explicación de la Glosa: todo ¡o
que es reprensible, es a saber, los pecados, se descubre por la luz, esto es, por los hombres
buenos y santos, que son hijos de la luz; se descubre, digo, por medio de la confesión, según
aquello: "quien encubre sus pecados no podrá ser dirigido; mas el que los confesare y se
arrepintiere de ellos alcanzará misericordia". Y todo lo que por medio de la confesión sale a la
luz es luz, esto es, se convierte en luz.
Lo antedicho lo confirma por autoridad diciendo: "por eso dice el Señor: levántate tú que
duermes", que así expone la Glosa: por ser luz, dice, a saber, el Espíritu Santo: tú, que duermes,
levántate… Pero éste no es estilo de Pablo. Digamos, por tanto, que aquí introduce el Apóstol la
figura del profeta Isaías: "levántate, oh Jerusalén, recibe la luz", diciendo: por eso dice, a saber,
la Escritura: levántate de la negligencia en obrar bien, tú, que duermes. "¿Hasta cuándo has de
dormir, tú, oh perezoso?". "¿Acaso el que duerme no volverá a levantarse?".
-"y resucita de la muerte", esto es, de las obras muertas o que dan la muerte. Levántate,
pues, "y te iluminará Cristo". Pero al decir eso ¿quiere decir que podemos por nosotros resucitar
de los pecados? Respondo.: para la justificación del impío dos cosas son menester: la
cooperación del libre arbitrio para resucitar y la misma gracia. Y ciertamente este primer paso lo
da el libre arbitrio prevenido de la gracia, o ayudado de la gracia preveniente, para luego, con la
gracia subsiguiente, obrar con mérito. Por eso dice Jeremías: "conviértenos, Dios, y nos
convertiremos".
Lección 6: Efesios 5,11-17 Quiere que procedan con cautela, como hacen los sabios, y que rescaten el tiempo,
porque los días que atraviesan son breves y malos.
15. Y así, mirad, hermanos, que andéis con gran circunspección, no como necios,
16. sino como prudentes, recobrando el tiempo perdido, porque los días de nuestra vida
son malos.
17. Por tanto, no seáis indiscretos, sino atentos sobre cuál es la voluntad de Dios.
Arriba puso coto el Apóstol a las mañas viejas de las falacias carnales, aquí los exhorta a
la novedad contraria a ellas: a la falacia y a la lujuria; y primero los induce a la cautela contraria
a la falacia, muestra su novedad y enseña su modo. Dice, por tanto: "así quecomo una conclusión
de las premisas), mirad que andéis con gran circunspección". La cautela es una condición de la
prudencia, por la que uno evita los impedimentos de las cosas en la vida práctica; cautela que
todos deben tener. "Dirige tus ojos reciamente, y adelántese tu vista a los pasos que des". Esta es
industria propia de sabios, y por eso dice: "no como necios", desmañados para evitar los
estorbos, "sino como prudentes". Algunos dicen: si castamente no, al menos con cautela; pero no
es éste el sentir del Apóstol, que dice cautamente, como si dijera: guardaos de los hombres que
hacen guerra a la castidad.
Muestra la necesidad de esta cautela diciendo: "recobrando el tiempo", que puede
explicarse de dos maneras:
a) Algunas veces recobra uno alguna cosa de su propiedad a cambio de presentes o algo
parecido, así como se dice que uno redime su vejación con presentes o dinero, o cuando renuncia
a su derecho. Dice pues: todo el tiempo, esto es, el tiempo de la calumnia; por consiguiente,
recobrando el tiempo, "ya que los días son malos". Desde que pecó Adán, desde entonces
emboscados están los enemigos y armadas sus zancadillas para hacernos caer en pecado. No así
en el estado de la inocencia, en que no le era menester al hombre abstenerse de algo lícito,
porque en su voluntad no había cosa que lo impulsara al pecado. Pero ahora es necesario
recobrar el tiempo, "porque los días son malos", esto es, debemos evitar la malicia de los días,
precaver, como dice el el día malo, y abstenerse aun de ciertas cosas lícitas; que "si todo me es
lícito, pero no todo es conveniente". De este modo se dice que uno redime su vejación, porque
deja malograrse algo que de derecho le corresponde.
b) sucede que alguno una buena parte de su vida la vivió en pecado, y ésta se reputa por
tiempo perdido. Mas ¿cómo recobrarlo, no teniendo el hombre de dónde echar mano para pagar
sus deudas? Respondo: diremos que tanto más debe dedicarse a obras buenas cuanto primero se
estancó en las malas; porque "demasiado tiempo habéis pasado durante vuestra vida anterior
entregados a las mismas pasiones que los paganos, viviendo en lascivias, en codicias, en
embriagueces, en glotonerías, en excesos en las bebidas, y en idolatrías abominables". Pero la
primera explicación es mejor.
Al decir después: "por tanto, no seáis indiscretos", enseña de qué modo ha de cautelarse
uno: por tanto, es a saber, para que podáis recobrar el tiempo, no queráis ser imprudentes.
Diferencia hay entre sabiduría y prudencia; porque la prudencia es una especie de sabiduría, pero
no es toda la sabiduría. "La sabiduría del hombre está en su cordura" ; que al sabio sin
massimpliciter) le toca poner orden en todo; al sabiosecundum quid) según su término y facultad
poner orden en lo que abarca su acotada sabiduría ; ya que poner orden es propio del sabio, como
dice Aristóteles en su Metafísica. Ahora bien, todo ordenador tiene presente el fin. Por
consiguiente, sin más es sabio el que conoce el fin, o el que obra por el fin universal, es a saber,
Dios. "En esto consiste vuestra sabiduría" que, corno dice San Agustín, es el conocimiento de las
cosas divinas. La prudencia, en cambio, es la providencia en una cosa particular, a saber, cuando
uno pone en orden sus acciones, y, por consiguiente, la sabiduría para el hombre está en su
prudencia. Por eso dice: "no seáis imprudentes, sino avisados". Así como la razón especulativa
ordena y juzga, lo que hay que hacer; pero conviene sacar conclusiones y juzgar por principios,
lo mismo en lo que ha de llevarse a la práctica; y este primer principio por el que debemos
juzgarlo y gobernarlo todo es la voluntad de Dios; y, por tanto, en las cosas morales y divinas el
entendimiento debe tener por principio la voluntad de Dios, que, si es así, es un entendimiento
que obra con prudencia. Así lo enseñó Cristo: "Hágase tu voluntad". Por puro don de Dios lo
recibimos. La otra manera es dispositiva, y aun así no hay en nosotros capacidad suficiente para
recibirlo, esto es, para disponernos, sin la gracia de Dios. "No porque seamos suficientes por
nosotros mismos para concebir algún buen pensamiento, como de nosotros mismos; sino que
nuestra suficienciao capacidad para todo lo bueno) viene de Dios". O dígase que alguno recibe al
Espíritu Santo -mas no que está lleno del Espíritu Santo- cuando tiene la gracia del Espíritu
Santo para alguna operación del hombre, no para todas; que entonces se dice lleno, cuando el
Espíritu Santo le sirve generalmente para todo.
El modo de este henchimiento se reduce al amor de Dios y del prójimo, que toca cuando
dice: "habiéndoos", de parte de Dios, y de parte del prójimo, al decir: "subordinados unos a
otros". Cuanto a lo primero, pónese la meditación espiritual, con su modo y materia, la alegría
espiritual, el hacimiento de gracias. Dice pues: "hablando entre vosotros"; acerca de lo cual es de
considerar que hay dos géneros de locución, una exterior y otra interior, según que un hombre
hable con otros o consigo mismo. Esta última debe ser de compunción: "hablaré en medio de la
amargura de mi alma". Asimismo debe hacerse en secreto. "Mas tú cuando hubieres de orar,
entra en tu cámara, y, a puerta cerrada, ora en secreto a tu Padre". La materia de la meditación
son los Salmos. Dice: "entreteniéndoos con Salmos". Salmear es usar el salterio; y así, decir con
salmos es lo mismo que entretenerse en buenas acciones. "Tocad el salterio y tañed el címbalo, la
dulcísona cítara con el arpa". -"con himnos", esto es, alabanzas divinas ; "y canciones
espirituales" que hacen suspire uno por la vida eterna..
Meditemos, pues, a propósito de la recta operación, qué hay que hacer; sobre las divinas
alabanzas, qué imitar; acerca del gozo y fiesta del cielo, qué servicio y cómo lo hemos de prestar.
Así que el primer efecto del Espíritu Santo es la sagrada meditación, el segundo el regocijo
espiritual, ya que de tanto meditar enciéndese en el corazón el fuego de la caridad. "Enardecióse
mi corazón dentro del pecho; al reflexionar se escendió fuego". De aquí la alegría espiritual que
se engendra en el alma. Por eso dice: "cantando y loando al Señor en vuestros corazones", esto
es, que al hacer nuestras acciones las hagamos con sentimientos bañados de gozo espiritual.
Con esto quedan corridos y avergonzados los herejes que yerran diciendo que al Señor
han de cantársele cánticos espirituales solamente, pero que en vano se le cantan cánticos vocales;
porque en las alabanzas de la Iglesia hay algo de por sí digno de consideración, y esto es lo que
el Apóstol insinúa al decir: "en vuestros corazones". Y este algo tiene su buen porqué, que somos
nosotros y los demás. Nosotros, para que nuestra alma se despierte y mueva a devoción interior -
que si a alguno con eso se le alborotase la sensualidad o se le subiesen los humos de la gloria
vana, eso sería contra la intención de la Iglesia-. Los otros, porque con esos cantos la gente
indocta se hace más devota. "Mientras al son del arpa cantaba el arpista, la virtud del Señor se
hizo sentir sobre Elíseo"4 Reyes,3,15).
El tercer efecto es el hacimiento de gracias, porque, embargado uno con esos
sentimientos, reconoce que todo se lo debe a Dios. Que cuanto más enamorado está uno de Dios,
y más lo conoce, tanto mayor diferencia advierte entre Dios mayor y él, hombre, menor; más
todavía, se ve casi nada en comparación de Dios. "Ya, Señor, te conocía de oídas; pero ahora
parece que te veo con mis propios ojos. Por eso yo me acuso a mí mismo, y hago penitencia
envuelto en polvo y ceniza". Por eso dice: "dando siempre gracias por todo", es a saber, por los
dones, y por los acontecimientos, o prósperos o adversos ; porque también éstos son dádivas en
nuestro camino al cielo. Y esto "en el nombre de nuestro Señor Jesucristo", porque por El nos
vienen todos los bienes. Pero añade: "a Dios", en cuanto por la creación es nuestro autor, "y
padre", en cuanto nos envió a Cristo, por el cual nos dio nueva vida. Y así hemos de dar gracias a
Dios por los bienes de naturaleza; y al Padre por los de gracia. Tocante al prójimo, el modo del
henchimiento lo señala diciendo: "subordinados unos a otros por el santo temor de Cristo", esto
es, no por el temor humano, sino por el de Cristo.
Lección 8: Efesios 5,22-28 Enseña a las mujeres a estar sujetas a sus maridos, y a éstos amonéstalos a amarlas, como
Cristo amó a la Iglesia.
22. Las casadas estén sujetas a sus maridos, como al Señor,
23. por cuanto el hombre es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la Iglesia,
que es su cuerpo, del cual El mismo es salvador.
24. De donde así como la Iglesia está sujeta a Cristo, así las mujeres lo han de estar a sus
maridos en todo.
25. Vosotros, maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a su Iglesia, y se
sacrificó por ella,
26. para santificarla, limpiándola en el bautismo de agua con la palabra de vida,
27. a fin de hacerla comparecer delante de El llena de gloria, sin mácula, ni arruga, ni
cosa semejante, sino siendo santa e inmaculada.
28. Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus propios cuerpos.
En las lecciones anteriores dio el Apóstol preceptos generales para todos; aquí los da
especiales para determinados estados y clases de personas. Y porque según el Filósofo, en su
Política, la casa, para ser perfecta, ha de estar trabada con 3 conexiones, a saber: la del marido
con su mujer, la del padre con el hijo, la del amo con el siervo, por eso, prosiguiendo en su
instrucción, adoctrina también a estas 3 categorías de personas, y primero al marido y a su mujer,
a quien enseña que ha de estar sujeta, y al marido que le tenga amor; junto con la admonición
pone también la razón. Dice pues: "las casadas estén sujetas a sus maridos"! porque es cierto que
la mujer, si echa mano del poder, va en contra de su marido, como dice el Eccli. 25; razón por la
que muy especialmente las amonesta a que estén sujetas, y esto "como a señor", porque entre
marido y mujer hay cierta proporción como la hay entre el amo y el siervo, en cuanto a regirse
por orden del Señor, pero con esta diferencia: que el amo se vale del siervo para lo que le es útil;
pero el marido de la mujer y los hijos para la utilidad común; por eso dice: "como a señor", no
porque en verdad lo sea, mas como si lo fuera.
Luego agrega el motivo, fundado en el ejemplo de Cristo, de donde saca la conclusión. Y
la razón es ésta: porque el marido es de la mujer cabeza, donde la vista ocupa el primer lugar ;
por cuya primacía el marido debe gobernar a la mujer como cabeza suya. A renglón seguido
pone el ejemplo de Cristo, al decir: "como Cristo lo es de la Iglesia". "Le ha constituido cabeza
de toda la Iglesia, la cual es su cuerpo" ; y esto no para utilidad suya, sino de la Iglesia, porque
"es el salvador de su cuerpo". De aquí concluye diciendo: "de donde así como la Iglesia está
sujeta a Cristo"; como si dijera: no es conveniente que un miembro se oponga a su cabeza en
algo. Ahora bien, así como Cristo es cabeza de la Iglesia, a su modo; así el marido lo es de la
mujer. Por consiguiente, no debe la mujer desobedecer a su marido, "sino estarle sujeta, como la
Iglesia a Cristo". Y esto "en todas las cosas", se entiende, que no van contra Dios; porque "antes
que a los hombres hay que obedecer a Dios".
Después, al decir: "maridos, amad a vuestras mujeres", los amonesta a que las amen, y
por motivo alega el ejemplo de Cristo. Dice pues que las amen, porque es cierro que de ese amor,
que tiene a su mujer el marido, brota, como de raíz y fuente, una vida más casta en él y un trato
apacible entre ambos. Pero si el marido quiere más a otra mujer que a la suya, a sí y a su esposa
los pone a grande peligro. "Maridos, amad a vuestras mujeres, y no las tratéis con aspereza". Y
trae para esto una triple razón. La primera la toma del ejemplo de Cristo; la segunda de parte del
marido; la tercera de parte del mandato divino. Cuanto a lo primero propone el ejemplo y señal
del amor de Cristo, y saca la conclusión. Dice pues: "así como Cristo amó a la Iglesia". "Sed,
pues, imitadores de Dios, como hijos muy queridos". Señal de que Cristo amó a la Iglesia es que
"se entregó a Sí mismo por ella". Pero ¿a qué? "para santificarla". Este es efecto de la muerte de
Cristo; pero el efecto de la santificación es el dejarla limpia de las manchas de los pecados; por
eso añade diciendo: "limpiándola en el bautismo de agua"; el cual bautismo o lavatorio recibe su
virtud de la Pasión de Cristo. Y esto "con la palabra de vida", que al ser pronunciada da al agua
la virtud de lavar.
El fin de santificar a la Iglesia es para tornarla inmaculada; por eso dice: "a fin de hacerla
parecer delante de El llena de gloria", como si el Apóstol dijera: no es decoroso que un esposo
sin tacha tome en matrimonio a una esposa manchada. Por eso hácela parecer delante de Sí
inmaculada, aquí por gracia, allí en lo por venir por gloria. De ahí que la llame gloriosa, a saber,
por la claridad del alma y del cuerpo. Por eso añade: "sin mácula", "ni arruga", esto es, sin
defecto de pasibilidad;porque, como dice "ya no tendrán hambre, ni sed"); "ni cosa semejante,
sino siendo santa confirmada ya en gracia, e inmaculada" de toda inmundicia.
Todo lo cual puede entenderse de la presentación que hará en lo futuro por gloria. Pero en
caso de referirse a la fe, entonces se dirá: para hacer parecer delante de Sí a su Iglesia llena de
gloria por la fe;pues no es poca gloria, como dice el seguir al Señor), y sin rastro de mancha, es a
saber, de pecado mortal ; ni arruga o pliegue de doblada intención, que no tienen los que están
unidos a Cristo y a la Iglesia con rectitud de intención ; pero más santa por la intención e
inmaculada por su pureza de todo género. De todo lo cual concluye diciendo: "así también los
maridos deben amar a sus mujeres como a sus propios cuerpos".
Lección 9: Efesios 5,29-30 Siendo como son, casi la misma cosa, deben los casados amarse mutuamente.
Quien ama a su mujer, a sí mismo se ama.
29. Ciertamente que nadie aborreció jamás a su propia carne; antes bien, la sustenta y
cuida, así como también Cristo a la Iglesia,
30. porque nosotros, que la componemos, somos miembros de su cuerpo, formados de su
carne y de sus huesos.
De parte de Cristo, motivándolos con el ejemplo de su amor a la Iglesia, indujo a los
casados, en la lección anterior, a que amaran a sus esposas; aquí demuestra lo mismo de parte del
mismo casado, poniendo la razón y confirmándola por un ejemplo. La razón es ésta: marido y
mujer, en cierto sentido, son la misma cosa; de donde, así como al alma está sujeta la carne, así
la mujer al marido; pero nadie jamás ha tenido odio a su carne; luego ni el marido a su esposa.
Dice pues: "quien ama a su mujer, a sí mismo se ama". "Así que ya no son dos, sino una
sola carne". Por consiguiente, como pecaría contra la naturaleza quien se odiase a sí mismo, así
también el que aborreciera a su mujer. Que así deban amarse lo prueba diciendo: "pues nadie
jamás tuvo odio a su carne", como se ve por el efecto, que quien ama lo demuestra obrando;
porque sin duda amamos lo que con todas nuestras fuerzas conservamos; pero todo hombre, a
trueque de conservarla, "cuida y sustenta su propia carne".
Pero lo contrario dice San Lucas: "el que no aborrece a su mujer… no puede ser mi
discípulo". Respondo: digamos con esta distinción que el hombre debe amar a su mujer como se
ama a sí mismo, y a sí mismo por debajo de Dios. Por tanto, así debe amar a su mujer, no por
encima, por debajo de Dios. Y dice: "el que no aborrece a su mujer", no porque, mande odiarla,
que fuera pecado mortal, sino amarla como a sí es lo que manda. Ahora bien, amar menos es
como una especie de odio respecto del amor sumo con que más se ama a otro ser, esto es, a Dios.
Así que nadie aborrece su propia carne.
Otra objeción: quien siente amor por alguno no quiere ni le viene en gana separarse de él;
pero los santos quieren separarse de la carne. "¡Infeliz de mí!, ¿quién me librará de este cuerpo
de muerte o mortífera concupiscencia?". Nadie, además, atormenta lo que ama; pero los santos
afligen en este mundo su carne. A mayor abundamiento, hasta se matan algunos, como se oye
con frecuencia. Así Judas. Respondo; la carne puede considerarse en sí misma, y así no es
aborrecible, sino que todo hombre desea naturalmente que exista, y la cuida y sustenta para que
se mantenga en pie. O puede considerarse como estorbosa de un bien que queremos, y así
accidentalmente, en cierto sentido, se le tiene odio. Pues todo lo que queremos o es bueno o es
malo; si bueno, o es el fin último o lo que dispone al fin.
a) si es el fin último, es a saber, la vida eterna, nos lo estorba la carne ; y porque
naturalmente apetecemos nuestro bienestar y conseguir nuestro fin, cosa que no podemos
mientras en esta carne nos envolvemos, por eso quisiéramos arrojarla de nosotros, no como a un
mal aborrecible, sino como a un bien menos amado por impedir otro mayor bien.Y así han de
explicarse las autoridades traídas arriba y otras parecidas).
b) o es lo que dispone al fin, como los hábitos de las virtudes, que estorba a su vez la
lascivia carnal; razón por la cual los santos afligen y maceran su carne, para reprimir sus
concupiscencias y hacer que se someta al espíritu; porque la carne con sus torpes codicias impide
la adquisición de las virtudes que nos disponen para alcanzar el bien sumo. Así que quien aflige
su carne para tenerla sometida al espíritu no la aborrece, mas procura su bien, que consiste en
estar sujeta al espíritu, como el bien del hombre en estar sujeto y rendido a Dios. "Mas para mí
mi bien es estar junto a Dios". Así se entiende el "castigo mi cuerpo" y textos parecidos.
De donde concluimos que hacer estas penitencias no decía bien con aquel estado de
inocencia, mientras el hombre estuvo sometido a Dios y la carne totalmente sujeta al espíritu, en
cuya mutua sujeción consistía el don de la justicia original. Pero algunas veces lo que queremos
es malo, y, por consiguiente, así como los buenos afligen su carne o quieren desembarazarse de
ella, en cuanto les impide el bien que desean; así, por el contrario, los malos, ya que les estorba
el mal que apetecen, le dan muerte y se ahorcan, como lo hizo Judas.
Muestra luego la necesidad de que el marido ame a su mujer, valiéndose de un ejemplo:
"así como Cristo amó a la Iglesia", como algo suyo, porque somos miembros del cuerpo. Y dice
"de su carne", por la participación de la misma naturaleza, o, en sentido místico, de los débiles,
que son de carne, "y de sus huesos", refiriéndose a los fuertes, que son de hueso.
Lección 10: Efesios 5,31-33 Induce al marido a amar a su esposa con la autoridad de la Escritura, que expone, en
sentido místico, refiriéndola a Cristo y a la Iglesia.
31. Por eso está escrito: dejará el hombre a su padre y a su madre, y se juntará con su
mujer, y serán los dos una carne.
32. Sacramento es éste grande, mas yo hablo con respecto a Cristo y a la Iglesia.
33. Cada uno, pues, de vosotros ame a su mujer como a sí mismo, y la mujer tema y
respete a su marido.
En las lecciones precedentes exhortó el Apóstol a los Efesios al amor de sus mujeres por
dos motivos, a saber, por el ejemplo del amor de Cristo a la Iglesia, y por el amor del hombre a sí
mismo; aquí los exhorta valiéndose de la autoridad de la Escritura, como tercer motivo, que
expone en sentido místico y acomoda, según el sentido literal, a su propósito. Estas palabras del
Génesis las dijo Adán al ver a su mujer, esto es, recién formada de su costilla; pero en San
Mateo, al contrario, parece que el Señor las dijo. Respondo: Adán las dijo como inspirado por
Dios, y Dios como inspirador y maestro. Nosotros también decimos lo mismo y muchas otras
cosas que dijo el Señor, movidos por su divino espíritu que nos las enseña. De donde aquello de
San Mateo: "pues no sois vosotros los que habláis".
Notemos aquí que en la antedicha autoridad se señala una triple unión del marido con su
mujer: a) la primera por afecto de amor, que es tan grande en los dos que dejan a sus padres 2Esd
9); lo cual es muy natural, porque el apetito natural se acompaña bien con la debida acción; y
está probado que todas las personas superiores sienten la inclinación de darse y comunicarse a
las inferiores; por tanto, sienten naturalmente amor hacia las inferiores; y como el hombre
respecto de su padre y de su madre es inferior, no superior, naturalmente se siente más inclinado
a su mujer, cuyo superior es, y a sus hijos más que a sus padres; y también porque su esposa se
une con él para el acto de la generación.
b) la segunda es por el trato y conversación; de donde dice: "y se júntará con su mujer" ;
c) la tercera por la unión carnal: "y serán dos en una carne", esto es, en el acto carnal. En
toda generación hay virtud activa y pasiva; pero en las plantas ambas están en el mismo sujeto,
no así en los animales perfectos, en quienes se distinguen las dos virtudes. Por eso en el acto de
la generación lo mismo se observa en animales que en plantas respecto del elemento masculino y
femenino, sino que en las plantas todo se hace en un cuerpo.
De ahí, por consiguiente, pasa a la exposición mis-5.cet y dice: "Sacramento es éste
grande", esto es, señal de una cosa sagrada, la unión de Cristo y la Iglesia. Notemos aquí que hay
4 sacramentos que se dicen grandes, a saber, el bautismo, por razón del efecto, porque borra la
culpa y abre las puertas del paraíso; la confirmación, por razón del ministro, pues sólo los
pontífices y no otros lo confieren; la Eucaristía, por razón de que a todo Cristo contiene; el
matrimonio, por razón de su significación, porque significa la unión de Cristo y la Iglesia. Por
consiguiente, si queremos darle a la letra del texto una interpretación mística, la explicación será
la siguiente: por esto dejará el hombre, es a saber, Cristo, a su padre y a su madre; quiero decir, a
su Padre, por cuanto fue enviado al mundo y tomó carne ; y a su madre, esto es, la sinagoga ; y
se júntará con su mujer, la Iglesia.
Ajustándose, por tanto, al sentido literal, y exponiendo el dicho ejemplo, entáblase el
argumento; porque hay ciertas cosas en la Sagrada Escritura del Antiguo Testamento que sólo se
dicen de Cristo, como aquello del "han taladrado mis manos y mis pies" y "he aquí que una
virgen concebirá". Otras hay que a Cristo y a otros pueden aplicarse, pero a Cristo de modo
principal; a otros, en cambio, en figura de Cristo, como el antedicho ejemplo; por tanto, primero
hay que explicarlo de Cristo, después, de otros. Por eso dice., "cada uno, pues, de vosotros, ame
a su mujer como a sí mismo"; como si dijera: a Cristo se aplica en primer lugar, bien que no
exclusivamente, porque en figura de Cristo ha también de explicarse y cumplirse en otros. Y
añade: "corno a sí mismo", porque así como cada uno se ama en orden a Dios, así debe amar a su
mujer, no en cuanto la arrastra al pecado. "Si alguno viene a Mí y no aborrece… a su mujer… no
puede ser mi discípulo". Pero ¿qué dice de la mujer? "y la mujer tema y respete a su marido", es
a saber, con temor de reverencia y sujeción, porque debe estarle sujeta.
CAPÍTULO 6
Lección 1: Efesisos 6,1-4 Declárase el amor que ha de haber, recíprocamente, entre padres e hijos.
1. Hijos, vosotros obedeced a vuestros padres con la mira puesta en el Señor, porque es
ésta una cosa justa.
2. Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento que va acompañado con
recompensa,
3. para que te vaya bien, y tengas larga vida sobre la tierra.
4. Y vosotros, padres, no irritéis a vuestros hijos; mas educadlos, corrigiéndolos e
instruyéndolos según la doctrina del Señor.
En el capítulo anterior tocó, amonestando al marido y a la mujer, la primera conexión de
la familia; aquí toca la segunda, amonestando al padre y a los hijos; y primero se dirige a los
hijos, luego a los padres, para enseñarles cómo han de haberse entre sí; y en pos de la
admonición pone luego la razón. Dice pues: "hijos, obedeced". Notemos aquí que los padres
deben, como lo pide la naturaleza, educar a sus hijos en las buenas costumbres, y los hijos, por la
misma razón, deben obedecer a sus padres, que se toman ese trabajo de educarlos e instruirlos,
como a los médicos obedecen los enfermos. De donde propia virtud de los hijos es la obediencia.
"Hijos, obedeced, es a saber, a vuestros padres en todo, que esto es cosa agradable al Señor" Y
dice: "en el Señor", porque si algo va contra Dios, no hay que obedecer ni a los padres ni a nadie
; y con esto se destruye la autoridad hace poco alegada: "si alguno viene a Mí, y no aborrece a su
padre", porque esto se entiende en cuanto mandan algo contra Dios.
La razón que da la funda en dos motivos: en la justicia y la utilidad. Que sea justo se
demuestra, y es cosa clara, porque la ley divina nada ordena que no sea justo. Es así que esto
ordena la ley divina: "honra a tu padre y a tu madre". Luego… Pero la honra lleva consigo la
demostración de reverencia a los que nos son superiores; razón por la cual se vale de este
nombre: honra, porque nuestros padres están sobre nosotros. Dice pues: "porque es ésta una cosa
justa, honra a tu padre y a tu madre". "El que honra a su padre vivirá larga vida; y da consuelo a
la madre quien al padre obedece". Eso de honrar a los padres se entiende de 3 maneras: porque
los hijos les deben reverencia como a mayores, obediencia como a instructores, sustento como a
nutridores, cuando sean ya hombres hechos.
Indica a continuación la dignidad de este precepto diciendo: "porque es el primer
mandamiento". Pero, al contrario; más aún, el primer mandamiento es que la honra hay que
dársela al único Dios. Respondo: en dos tablas se contienen los Mandamientos: én la primera los
que se refieren a Dios; en la segunda los que al prójimo, y en esta segunda el primer
mandamiento es honrar a los padres. Y esto por dos motivos: primero, porque en esa segunda
tabla no hay más precepto afirmativo que éste, ya que es cosa natural que sirvamos a nuestros
padres, no así a otros prójimos; por eso no hay más precepto afirmativo que éste. Mas es dictado
de la naturaleza que el hombre no infiera a sus prójimos ningún daño, y por eso se prohíbe; pero
está primero el cuarto mandamiento, y por eso ocupa el primer lugar en la segunda tabla, porque
tiene más de deuda y la primera es la que se debe a los padres.
Segundo, porque a Dios hay que honrarlo como a principio de nuestro ser; y porque
nuestros padres son también principio de nuestro ser y porque -como dice la Ética de Aristóteles-
3 cosas hemos recibido de nuestros padres: el ser, la vida, la educación, es cosa puesta en razón
que, en pos de los mandamientos que se refieren al honor de Dios, el primero de la segunda tabla
se refiera a los padres. O, digamos, es el primero con recompensa, porque a éste solo se le
promete, por dos razones: una, porque en las cosas que hacen buscan los hombres su propio
provecho y porque, si no es de Dios, de sus padres decrépitos no tienen ya nada que esperar.
Otra, por si alguno creyese que, por ser natural, no es meritorio honrar a los padres; por eso
añade: "para que vivas largos años sobre la tierra". En el Antiguo Testamento se prometían
recompensas temporales, porque aquel pueblo era un párvulo, y al párvulo el ayo lo instruye
dándole confites y haciéndole caricias. Con todo, en esos regalillos, que muy a pelo le venían a
ese pueblo pequeño, grandes bienes estaban figurados, es a saber, espirituales; por tanto,
conforme a la letra, puede esto referirse a los bienes temporales, y por eso dice: "con
recompensa, para que te vaya bien", esto es, tengas abundancia de esos bienes prometidos; que
quien en los beneficios de menos tomo se muestra agradecido merece recibirlos de mayor
cuantía; y ¡vaya si de nuestros padres recibimos los máximos beneficios que pudieran hacernos,
como la vida, el sustento, la educación! Así que, cuando uno se muestra reconocido a estos
favores, hácese digno de alcanzar mayores. Por eso dice: "para que te vaya bien", porque, como
se dice en "para todo es provechosa la piedad, con recompensa, aquí abajo, en la vida presente, y
en la futura". Por tal motivo añade: "para que vivas largos años sobre la tierra"; es, dijéramos,
como una gratificación sobreañadida a la gracia y beneficio de la vida que has recibido de tus
padres. "En su mano derecha trae la larga vida, y las riquezas y la gloría en su izquierda".
Pero en contra de este texto tenemos la rápida muerte de muchos hijos que se han
señalado en honrar a sus padres. Sépase, por tanto, que no han de llamarse absolutamente1
bienes éstos temporales, sino en cuanto se ordenan a los espirituales; por consiguiente, en tanto
para el hombre son bienes en cuanto le ayudan para la vida espiritual. De donde a la fortuna no
hay que llamarla buena si es un estorbo para la virtud; razón por la cual la longevidad en tanto es
buena en cuanto ordenada al servicio de Dios, por cuyo motivo, para no estorbarlo, no raras
veces se le echa tijera. "Fue arrebatado para que la malicia no alterase su modo de pensar". O
puede interpretarse este texto en sentido espiritual, es a saber, para que tengas larga vida en la
tierra de los vivos..
Por consiguiente, en pos de la instrucción de los hijos se da doctrina a los padres con dos
preceptos como contrapuestos, uno inductivo, otro prohibitivo: "y vosotros, padres, no irritéis a
vuestros hijos", lo cual no quiere decir que en cualquier cosa hayáis de consentir sus caprichos.
Donde es de advertir que uno es el señorío del padre con el hijo y otro el del amo con el siervo;
porque el amo se vale del siervo para su propia utilidad, pero el padre del hijo en provecho del
hijo. Por tanto, es necesario que los padres instruyan a sus hijos en provecho suyo, no empero
alejándolos o sometiéndolos con amenazas. Por eso se dice en "padres, no provoquéis a ira a
vuestros hijos", es a saber, para que no se hagan pusilánimes, porque tal provocación no anima a
la buena acción. Entonces ¿cómo? mas educadlos con la disciplina, es a saber, de azotes, y con la
corrección de palabras, esto es, corregidlos y educadlos para que sirvan al Señor. O con la
disciplina, induciéndolos al bien, y la corrección, apartándolos del mal.
Lección 2: Efesios 6,5-9 Exhorta a los amos y siervos a que mutuamente se estimen.
5. Siervos, obedeced a vuestros señores temporales con temor y respeto, con sencillo
corazón, como a Cristo,
6. no sirviéndolos solamente cuando tienen puesto el ojo sobre vosotros, como si no
pensaseis más que en complacer a los hombres, sino como siervos de Cristo, que hacen de
corazón la voluntad de Dios,
7. y servidlos con amor, haciéndoos cargo que servís al Señor, y no a hombres;
8. estando ciertos de que cada uno de todo el bien que hiciere recibirá del Señor la paga,
ya sea esclavo, ya sea libre.
9 Y vosotros, amos, haced otro tanto con ellos, excusando las amenazas, considerando
que unos y otros tenéis un mismo Señor allá en los cielos, y que no hay en El acepción de
personas.
Acabadas de instruir las dos conexiones de la familia, del padre y el hijo, del marido y la
mujer, la emprende con la tercera, del amo y el siervo, a cada uno de los cuales instruye por su
orden, poniendo primero la admonición, segundo la exposición, tercero la retribución. Por lo que
hace al siervo, lo amonesta a obedecer y a respetar a su señor con sencillez de corazón.
Obedecer, porque así lo manda el Señor. De ahí que diga: "siervos, obedeced a vuestros señores
temporales". Respetarlos, con acatamiento interno y externo: "con temor y temblor" y "con
sencillo corazón". Hablando de Job, llámale el Señor "hombre sencillo"; que con esa disposición
hay que servir a Cristo; por eso dice: "como a Cristo". Dice también: "como a Cristo", porque si
algo puede el amo, lo puede porque ha recibido su poder de Cristo, el Señor. Por consiguiente,
hay que servirles como a Cristo, en todo lo que no se oponga a la fe y a Cristo; y explica lo de la
sencillez, quitando lo que le hace contradicción y enseñando el modo conveniente.
Y a tenor del refrán: "al ojo del amo engorda el caballo", nada sencillo es el siervo que
tiene miramiento al miramiento, no al beneplácito de su señor; pues tal siervo no tiene sencillez
ni rectitud de intención; por cuyo motivo lo prohíbe diciendo: "no sirviéndolos solamente cuando
tienen puesto el ojo sobre vosotros", a saber los amos, por la pura ganancia temporal, "como si
no pensaseis más que en complacer a los hombres", esto es, queriendo darles gusto ; "sino como
siervos de Cristo". Y ¿cómo? "haciendo la voluntad de Dios", es a saber, poniendo por obra sus
mandamientos ; como Cristo: "bajé del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que
me envió", que está en que obedezca Yo, por Dios, a los hombres. De ¿qué manera? "de
corazón". "Todo lo que hagáis hacedlo de buena gana, como quien sirve a Dios, y no a hombres".
Lo mismo da a entender aquí diciendo: "haciéndoos cargo que servís al Señor, y no a hombres",
"con buena voluntad", esto es, recta intención.
A continuación habla del galardón diciendo: "estando ciertos de que cada uno…" "ya sea
esclavo, ya libre", sin acepción de personas, que no la hay en Dios, "de todo el bien que hiciere",
que hay que hacérselo a todos, "recibirá del Señor la recompensa".
Por último se dirige a los señores diciendo: "y vosotros, amos, haced otro tanto con
ellos", es a saber, lo mismo, con una identidad proporcionada; que así como ellos prestan de
corazón y con buena voluntad sus servicios, de la misma manera habéislo de hacer vosotros ;
"excusando las amenazas", no sólo de palabra, sino también los latigazos. Y ¿por qué?
"considerando que unos y otros tenéis un mismo Señor allá en los cielos", ya que no hay más que
un Señor para todos ; como si dijera: consiervos sois; por tanto, ganadles la gracia tratándolos
con obsequio y amor ; "ya que no hay en Dios acepción de personas".
Lección 3: Efesios 6,10-12 Enseña a los Efesios a depositar su confianza en el auxilio de Dios y a pertrecharse con
su armadura, para que puedan cumplir los preceptos ya dichos.
10. En lo demás, hermanos, confortaos en el Señor y en su virtud todopoderosa.
11. Revestios de toda la armadura de Dios, para poder contrarrestar las asechanzas del
diablo;
12. porque no es nuestra pelea solamente contra hombres de carne y sangre, sino contra
los príncipes y potestades, contra los adalides de estas tinieblas del mundo, contra los espíritus
malignos esparcidos en los aires.
Muchos preceptos generales y especiales para acabar con la vetustez del pecado, y
reemplazarla con la novedad de la gracia, nos dio arriba el Apóstol; aquí nos enseña la virtud que
para cumplir estos preceptos nos es necesaria y la confianza que hemos de tener en el auxilio
divino. Puesta la admonición, que explica en especial, nos enseña en qué hemos de depositar
nuestra confianza por dentro y por fuera. Por dentro, en el auxilio divino; por eso dice: "en lo
demás, hermanos, confortaos". Si alguno confía en otro es por dos motivos: uno, porque le toca
defenderlo; otro, porque es poderoso y apercibido está a su defensa; ambos a dos motivos que se
hallan en Dios respecto de su criatura, porque Dios -como dice San Pedro- "tiene cuidado de
vosotros". Asimismo es poderoso y presto está para darnos auxilio; por eso dice: "en lo demás,
hermanos"; como si dijera: luego de haberos instruido sobre el cumplimiento de los
mandamientos, "confortaos" ya, no en vosotros, sino en el Señor, porque corréis a su cargo ; "y
en el poder" ; y aunque en Dios poder y virtud es lo mismo, empero porque la virtud es lo último
de la potencia y como su perfección, por eso dice: "en el poder de su virtud", esto es, virtud
todopoderosa. "Todo lo puedo en Aquel que me conforta".
Mas pudiera objetarse: si Dios todo lo puede y quiere, debemos dormir a pierna suelta;
por eso responde diciendo: líbrenos Dios de afirmar tal cosa; más bien, por el contrario, cada uno
debe hacer lo que está en su mano, porque si inerme se presentase al combate, sin espada y
rodela, por muy protegido que lo tenga el rey, correría grande peligro. Por eso dice: "revestios de
toda la armadura de Dios", esto es, de las virtudes y dones ; porque por las virtudes abroquélase
el hombre contra los vicios. Mas, por el contrario, Dios es un rey tan poderoso, que no hay nadie
que pueda hacerle resistencia. Respondo: verdad es por lo que a violencia se refiere; pero en sus
miembros, no en su persona, y valiéndose de emboscadas y arterías, lo impugna el demonio,
según aquello del "muchas son las asechanzas del mentiroso". Por eso añade: "para poder
contrarrestar las asechanzas del diablo".
Por consiguiente, al decir: "que no es nuestra pelea…", explica de modo especial la
amonestación, tocando primero lo que se refiere a las emboscadas de los enemigos, y luego a la
armadura que hay que revestirse, y en tercer lugar a la confianza que hay que depositar en Cristo.
En punto a emboscadas, cuando un enemigo pone en peligro una ciudad, si es débil, desmañado
y con tachas semejantes, no hay mucho que temer ni cautelarse de él; mas cuando es poderoso,
perverso y marrajo, entonces sí, y es el caso del demonio: a) porque no es débil. Por eso dice: "la
lucha que traemos no es contra la carne y la sangre", por cuyas palabras se entienden los vicios
carnales y los hombres carnales, como dice el mismo San Pablo en "al punto no tomé consejo de
la carne ni de la sangre", esto es, de los hombres carnales.
Dice pues: "nuestra pelea no es…", que, como quiera que se tome, falso parece por los
cuatro costados; porque, como se dice en "la carne codicia contra el espíritu". Respondo de dos
maneras: una, que en el texto hay que suplir solamente, de modo que digamos: no sólo contra la
carne y la sangre, sino también contra el demonio. Otra, porque la acción que se atribuye al
instrumento es principalmente del agente, como aquello de "así que no es obra del que quiere ni
del que corre, sino de Dios, que usa de misericordia", como si dijera: el querer o hacer algo no
procede de vosotros sino de otro, es a saber, de Dios; así también aquí: "nuestra pelea no es…"
puede explicarse de esta manera: el impugnarnos la carne y la sangre no dimana principalmente
de ellos, sino del agente superior que los mueve, es a saber, del diablo; que es descrito por su
poder: "contra los príncipes y potestades, contra los adalides de estas tinieblas de este mundo";
"pues viene el príncipe de este mundo".
Llámase príncipe del mundo no por título de creación, sino a imitación de lo que se estila
en el mundo; "y el mundo no lo conoció", esto es, el príncipe del mundo. O llámase príncipe,
como quien dice: el que toma el primer lugar; de donde decir príncipes es como decir los que
hacen cabeza en algo. Eso por lo que hace a los príncipes. A las potestades toca ejercer la
justicia. Así que, si los demonios se llaman príncipes, es por cuanto inducen a los hombres a
rebelarse contra Dios; y potestades, por cuanto gozan de poder para castigar a los que se les
someten.
Pero habiendo caído entreverados algunos de todos los órdenes angélicos, ¿por qué hace
mención el Apóstol de esos órdenes, llamándolos demonios? Respondo: 3 cosas hay que
considerar en los nombres de los órdenes angélicos; porque en unos se atiende más al orden, en
otros al poder, en otros al ministerio divino; así, por ejemplo, en los nombres de los Querubines,
Serafines y Tronos, lo que hace al caso es su conversión a Dios; mas siendo los demonios
enemigos de Dios, no les cuadran estos nombres. Asimismo ciertos nombres, como Ángeles y
Arcángeles, dicen orden a un ministerio divino, y tampoco estos nombres les cuadran a los
demonios, sino con el aditamento: de Satanás. Las Virtudes y Dominaciones dicen orden al
servicio de Dios, y, por consiguiente, ni estos nombres les vienen a pelo, sino solo estos dos, que
son comunes a buenos y malos, es a saber, Principados y Potestades. Son, pues poderosos y
grandes, y por eso tienen un gran ejército, contra el que tenemos que pelear, "adalides de estas
tinieblas", es a saber, de pecadores. "Que erais algún tiempo tinieblas" ; pues todo lo tenebroso
en todo pertenece a estos órdenes y les está sujeto. Aquí acota la Glosa: los hombres malos son
caballos, los diablos los jinetes; por tanto, matemos los jinetes y apoderémosnos de los caballos.
También son astutos, porque, -dice el texto- "contra los espíritus malignos", esto es,
hablando enfáticamente, contra las perversidades espirituales, con lo que se da a entender la
maldad en todo su lleno. Y dice espíritus malignos, porque, cuanto más encumbrados por
naturaleza, tanto más consumados en maldad y peores cuando se dedican a hacer el mal. De aquí
que diga el Filósofo que un hombre es el peor de todos los animales. Por eso dice: "espíritus
malignos", porque son espirituales y perversísimos. Y añade: "en las regiones, del cielo", por dos
razones: o para mostrar su poder y ventaja para vencernos, porque nosotros estamos en la tierra,
y ellos en lo alto, es a saber, en el aire caliginoso; por consiguiente llevan la mejor partetienen la
cuesta y las piedras) ; o dice así, porque esta reñida lid es por el cielo o por los bienes celestiales,
y esto debe animarnos a la batalla.
Lección 4: Efesios 6,13-17 Tócase y píntase la necesidad y diversidad de las armas divinas ofensivas y defensivas.
13. Por tanto, tomad las armas todas de Dios, para poder resistir en el día aciago, y
sosteneros apercibidos en todo.
14. Estad, pues, a pie firme, ceñidos vuestros lomos con el ángulo de la verdad, y
armados de la coraza de la justicia,. 15. y calzados los pies, prontos a seguir y predicar el
Evangelio de la paz,
16. embrazando en todos los encuentros el broquel de la fe, con que podáis apagar todos
los dardos encendidos del maligno espíritu.
17. Tomad también el yelmo de la salud, y empuñad la espada del espíritu, que es la
palabra de Dios.
Arriba explicó el Apóstol lo que va dicho de las asechanzas del diablo; aquí trata de la
armadura que hemos de vestirnos; acerca de lo cual saca, como conclusión de las premisas, la
necesidad de armarnos y describe luego la diversidad de las armas. Dice pues: malos enemigos
tenéis, perversísimos y poderosos, que hacen guerra por un negocio de la mayor importancia,
pues se trata nada menos que del cielo. "Por tanto tomad las armas todas de Dios", esto es,
armaos con las armas espirituales ; y esto "para que podáis resistir" ; que cuanto más va uno de
retirada más acomete él y persigue; "en el día aciago"; y esto por los males que día con día
suceden.
Tomad asimismo las armas no sólo para resistir, mas para penetrar en campo enemigo, "y
sosteneros apercibidos en todo", esto es, estar de un temple en sucesos adversos y prósperos,
"para que así vengáis a ser perfectos y cabales, sin faltar en cosa alguna".
¿Mas por ventura han todos de ser perfectos? Respondo: hay triple perfección: una de
suficiencia, llamada así porque con ella tiene el hombre lo necesario para su salvación, como
aquello: "amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón"; como si dijera: que nada tengas en tu
corazón que vaya contra Dios; y esto es necesario para salvarse, "para que así vengáis a ser
perfectos y cabales, sin faltar en cosa alguna" ;
b) otra perfección es la de la total abundancia, que es la perfección de la patria y gloria
consumada, porque el hombre estará a Dios tan total y perfectamente adherido que no discrepará
de El ni una tilde. De ésta hablaba el Apóstol: "no que lo haya logrado ya todo, ni llegado a la
perfección"; y poco después: "yo, hermanos, no pienso haber tocado al fin de mi carrera" ;
c) otra es intermedia, esto es, de consejo, por la cual el hombre se esfuerza a renunciar a
estas cosas terrenas y a poner la mira en aquéllas, las celestiales.
Al decir luego: "estad, pues, a pie firme", describe de la panoplia espiritual la diversidad
de sus armas, de que hay 3 géneros, a semejanza de las corporales; porque unas, semejantes a las
vestiduras, son para cubrirse, otras para protegerse, otras para acometer. 3 cosas son necesarias
para cubrirse: primero ceñirse; y a eso se refiere al decir: "estad, pues, a pie firme, ceñidos
vuestros lomos". Pero antes de ceñirse primero se viste uno; mas el Apóstol se ajusta en esto al
orden de la armadura espiritual; y en la guerra espiritual lo primero es menester tener a raya las
concupiscencias de la carne, así como el primer enemigo que hay que vencer es el que está
vecino; y esto se hace dándole una sofrenada a los lomos, asiento de la lujuria, por medio de la
templanza, que se opone de punta en blanco a la lujuria y la gula.
Pero "con el cíngulo de la verdad", esto es, con rectitud de intención, no con simulación.
Hay otro texto que, en lugar de verdad, trae en caridad. Amonesta en segundo lugar a poner bajo
el pie las codicias terrenas, contra las cuales hay dos armas, a saber, la justicia y la renuncia a las
cosas temporales; de ahí que ordene primero -oficio que toca a la justicia- no usurparlas
injustamente. Por eso dice: "armados de la coraza de la justicia", virtud por la cual se abstiene el
hombre de echar mano a las cosas ajenas. Y dícese la justicia coraza, porque así como la coraza
cubre los miembros, así la justicia resguarda las virtudes todas. Prescribe asimismo el dar de
mano al cuidado excesivo por las cosas temporales, pues la nimia atención que a ellas prestamos
nos estorba la prontitud que hemos de tener para anunciar y predicar los. misterios y verdades
divinas. Por eso dice: "y calzados los pies", esto es, dispuestos con el afecto "a seguir y predicar
el Evangelio de la paz". En figura de esto envió el Señor a los Apóstoles calzados de sandalias,
que tienen suelas debajo, -con lo que dase a entender que la mente se eleva de las cosas terrenas-
y por arriba están abiertas, lo cual significa la presteza para la sabiduría divina. Y dice "de la
paz", porque por el Evangelio se nos anuncia la paz.
La segunda clase de armas es la de las defensivas. Dos partes del cuerpo tenemos que
proteger, que son principios de vida, es a saber, el pecho, donde está el corazón, y la cabeza,
donde el cerebro. Para el pecho está el escudo; por eso dice: "embrazando en todos los
encuentros el broquel de la fe", porque así como el escudo pónese debajo de todas las armas, así
la fe debajo de todas las virtudes; pues son diversas las armas de las virtudes morales, a saber, de
la templanza el ceñirse los lomos, y de la justicia el guarnecimiento de la coraza; y este género
de armas, es a saber, el escudo, es de la virtud teológica de la fe; porque así como el escudo
resguarda de las saetas, así la fe de los tiros contrarios, y se alcanza la victoria. "Los santos por la
fe conquistaron reinos", así como nosotros por las virtudes morales vencemos las potestades
terrenas. Por eso dice: "con que podáis apagar todos los dardos encendidos del maligno espíritu",
es a saber, del diablo, cuyos dardos son ciertos tiros que disparan los ángeles malos. Son
encendidos, porque van llameando fuego de torpes concupiscencias, pero todos los apaga la fe,
que extingue las tentaciones presentes y pasajeras contraponiéndoles los bienes espirituales y
eternos que promete la Sagrada Escritura; como lo hacía el Señor con el diablo tentador
alegándole y opiniéndole las autoridades de. la Sgda. Escritura. Ejemplo que hemos de imitar. Si
tienta de gula, "no de solo pan vive el hombre", o "el reino de Dios no es comer y beber". Si de
lujuria, "no fornicarás". Si de hurto, "no robarás", y así por el estilo. Y dícese escudo de la fe,
porque así como el escudo protege todo el pecho, así la fe debe estar en el pecho. La esperanza
se dice yelmo, porque así como el yelmo está en la cabeza, así es cabeza de las virtudes morales
el fin, a que apunta la esperanza. Por eso se dice: "y tomad el yelmo de la salud".
Tercer género de armas el de las ofensivas, pues no basta defenderse si no acomete uno
también al enemigo. Y esto, así como se hace materialmente por la espada, así también
espiritualmente por la palabra de Dios, que es la espada del Espíritu Santo. Por eso dice: "y la
espada del espíritu, que es la palabra de Dios" ; y la predicación llámase espada del espíritu,
porque no penetra hasta dentro del espíritu si no la guía el Espíritu Santo.
Aquí tenemos, pues, las armas para defendernos de los enemigos carnales, es a saber, la
gula y la lujuria, por medio de la templanza; para vencer las codicias terrenas las armas de
lajusticia, que hacen que nos abstengamos de las cosas ilícitas; la pureza afectiva o pobreza, que
nos aparta aun de lo lícito; asimismo armas para protegernos de los errores, las de la fe," y
también de los enemigos del género humano; armas, por fin, para afirmarnos en los bienes
espirituales, las de la esperanza. Encasquétase el yelmo en la cabeza, pónese la esperanza así en
el fin. Ahora bien, el fin, que es lo que busca la esperanza, hace cabeza en las virtudes morales.
De donde concluyese que ponerse el yelmo de la salud no es otra cosa que fijar el hito de la
esperanza en el último fin. Hasta hay armas para impugnar a los mismos demonios, es a saber,
"la espada del espíritu, que es la palabra de Dios", como se hace frecuentemente en los sermones,
en donde la palabra de Dios, hundiéndose hasta la empuñadura en los corazones de los
pecadores, echa fuera, con el muelo de pecados, a los demonios que los amontonan.
Lección 5: Efesios 6,18-24 Confírmalos y enséñalos a confortarse en el Señor y a confiar, por medio de la oración,
en el poder y virtud de Dios, y da fin a su carta con la imprecación de costumbre.
18. Haciendo en todo tiempo con espíritu continuas oraciones y plegarias, y velando para
lo mismo con todo empeño, y orando por todos los santos;
19. y por mí también, a fin de que se me conceda el saber desplegar mis labios para
predicar con libertad, manifestando el misterio del Evangelio,
20. del cual soy embajador, aun estando entre cadenas, de modo que hable yo de El con
valentía, como debo hablar.
21. En fin, en orden al estado de mis cosas, y lo que hago, os informará de todo Tíquico,
nuestro carísimo hermano y fiel ministro en el Señor,
22. al cual os he remitido ahí con este mismo fin, para que sepáis lo que es de nosotros, y
consuele vuestros corazones.
23. Paz a los hermanos, y caridad y fe de parte de Dios Padre, y de nuestro Señor
Jesucristo.
24. La gracia sea con todos los que aman a nuestro Señor Jesucristo con un amor puro e
incorruptible. Amén.
En las lecciones precedentes trató el Apóstol de emboscadas y armaduras; aquí expone lo
que había dicho también de confirmarlos y confortarlos en la virtud todopoderosa de Dios; lo
cual se obtiene por la oración para lograr el auxilio divino; y los exhorta a orar por sí mismos,
por otros, por el mismo Apóstol. Cuanto a lo primero, pone 7 condiciones que ha de tener la
oración:
la. que sea perfecta; de ahí que diga: "con toda, o todo género de oración", esto es,
cuando en todo evento acude uno a la oración o ruega para conseguir todo bien.
2a. que sea humilde, no presuntuosa, que es cuando el hombre no atribuye a sus méritos
el ser oído sino a la misericordia divina. Por eso dice: "súplica", en latín: "obsecratio" o
aceptación de una cosa sagrada.
3a. que sea continua: "en todo tiempo".
4a. que sea devota, porque "con espíritu". "Cantaré salmos con el espíritu, pero también
con la mente", esto es, sin divagar.
5a. que sea vigilante: "velando".
6a. que sea empeñosa y porfiada: "con todo ahinco".
7a. que sea caritativa, esto es, se haga por todos los otros santos: "y orando por todos los
santos".
Por último pide se hagan oraciones por él, para alcanzar 3 cosas que a todo predicador
son necesarias, es a saber, que sepa desplegar los labios, y cuanto está de su parte se prepare a la
predicación y se le dé gracia de saberlo hacer. Y para que estas 3 cosas se le
concedan pide se ruegue por él diciendo: "a fin de que se me conceda el saber desplegar
mis labios"; que no podré hablar -decía aquel Balaam- sino lo que el Señor pusiere en mi boca.
De ahí que dijera el Señor: "puesto que no sois vosotros los que habláis, sino el espíritu de
vuestro Padre… os será dado en aquella misma hora lo que hayáis de decir".
Esto es lo primero que dice el Apóstol: que se me conceda desplegar los labios. ¿Y para
qué, Pablo? Para que pueda -responde- "predicar con libertad, manifestando el misterio del
Evangelio, del cual soy embajador, aun estando entre cadenas". Y esto es lo segundo que pide;
pues no sólo necesita el predicador se le conceda ciencia para poder hablar, sino que la palabra
dada la predique con valentía y sin miramiento. Esto es lo que quiere decir "con confianza". Así
predicaban los Apóstoles, como dicen los "anunciaban con firmeza la palabra de Dios". Oficio
éste de la predicación, que encarece el Apóstol por su excelencia y alteza. De ahí que le llame:
"el misterio del Evangelio". Póneles asimismo en su conocimiento las tribulaciones e ignominias
que gustosamente ha padecido por él; de donde dice: "del cual soy embajador, aun estando entre
cadenas". A las dos cosas juntas se refiere en "para que Dios nos abra la puerta de la predicación,
a fin de anunciar el misterio de Cristo, por cuya causa estoy todavía preso". Y porque, como dice
el "la parábola no tiene gracia en boca del fatuo, porque la dice fuera de tiempo", por eso el
Apóstol no sólo pide se le concedan palabras o ciencia para predicar, sino la gracia de hablar con
valentía, es a saber, para que estando como estaba en cadenas, por míedo a las mismas cadenas
no desistiese de proseguir fiel y confiadamente con el oficio que se le había encomendado.
Lo tercero que pide es se le conceda el tiempo oportuno, porque hay tiempo de hablar y
tiempo de callar, como dice el Eclesiastés. Por eso dice: "de modo que hable yo de El con
valentía, como debo hablar", porque como dicen los "óptima es la palabra oportuna".
Al fin de esta carta da a conocer a los Efesios el estado en que se halla, al decir: "en fin,
en orden al estado de mis cosas…", y a qué propósito se lo manifiesta, es a saber, para
consolarlos. junto con eso los saluda, según su costumbre, y recomienda de muchas maneras al
discípulo portador de las nuevas. Dice pues: "en fin, en orden al estado de mis cosas, y lo que
hago, os informará de todo Tíquico", como si dijera: por el misterio del Evangelio, por el cual
me veo en cadenas, quiero que sepáis que las cadenas, y todas las tribulaciones, y todos los
suplicios, que por razón del oficio a mí encomendado, fulminen sobre mí sus carniceros estragos,
no me quitan el sueño, ni mudan mi corazón, ni trastornan ni llegan adentro; pero mi angustia
por cierto es que todo esto gira en torno de mí y no penetra. Y ya que no puedo ir de viva voz a
decíroslo, ya que arrastro cadenas, de todo os informará Tíquico, carísimo hermano mío y
ministro fiel en el Señor. Por tanto, podéis darle crédito en todo. "¿Quién piensas es el siervo fiel
y prudente…?". Tal es éste que os he remitido con este mismo fin de que sepáis lo que es de
nosotros. Así recomienda a su discípulo. ¿Y para qué? "para que consuele vuestros corazones".
Por fin, al decir: "paz a los hermanos", pone el Apóstol su saludo de costumbre. Y
advirtamos que, aunque la gracia anteceda a la paz y a la mutua caridad de los hombres entre sí y
para con Dios cuanto a la colación -pues no hay paz para los impíos, dice el Señor-, con todo,
cuanto a la ejecución de la gracia y de la verdad, y conservación de la caridad, la paz precede a
su modo; por eso les desea la paz mutua y la caridad para con Dios diciendo: "paz a los
hermanos, y caridad y fe". Y porque, aunque la paz y la caridad mucho contribuyan a la
conservación de la gracia, empero por suponer siempre la misma gracia, sin la cual no fuera
posible tenerlas, por eso les desea la gracia. De ahí que diga: "la gracia sea con todos los que
aman a nuestro Señor Jesucristo con un amor puro e incorruptible". Amén.