columnista manuel jesus orbegoso

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21 GENTE el ejemplo. Los padres no necesitaríamos decir a los hijos que lean, si nos ven leyendo a nosotros. En casa de padres lectores, tengan por seguridad que los hijos también lo serán. — Entonces, ¿qué debemos hacer? Pues los propios padres debemos cambiar, que los hijos vean que estudiamos, que tenemos ganas de superarnos, es decir, tener hogares más organizados, con apego a la cultura. Entonces los niños crecerán con otra actitud. No todo se aprende en el aula, el hogar también es un muy importante centro de enseñanza. Lo malo es que también ahora los adultos hemos dejado de ser modelo de vida. Todo el mundo quiere ser joven. El orgullo de la persona mayor ahora es estar en onda. Renun- ciamos al papel educador del adulto. Recuerdo en mi época que no se podía permitir que los adolescentes fumen. Si algún jovencito era encontrado fu- mando por algún adulto, éste le ordenaba arrojar el cigarro de inmediato y se obedecía. Era el respeto. Ahora la reacción del joven sería diferente y hasta irrespetuosa con el mayor. —La época se está caracterizando por una falta de respeto a la persona mayor. Se desprecia la experiencia y la sabiduría que dan los años… Es lamentable que eso ocurra. En el Perú eso es más grave y es un desperdicio. La sociedad incaica logró el desarrollo tan alto porque la ancianidad daba autoridad. Cualquier proble- ma que se presentaba se resolvía recorriendo a los mayores. Quien más años tiene, se supone que más ha vivido, tiene más experiencia y ningún joven puede reemplazar eso. Eso tiene que cambiar entonces para dar un verdadero lugar a la experiencia de vida. Mis amigos y otras personas allegadas saben que soy coleccionista de lechuzas artesanales. La última vez que las conté eran 319, la mayoría adquiridas en el extranje- ro. Alguien curioso me pregunta por qué colecciono lechu- zas si estas son signadas como aves de mal agüero. Yo le afirmo terminantemente que no. Hay muchos que piensan como yo, como que no son de mal agüero. Muchas lechuzas me han sido obsequiadas por es- tudiantes de la Escuela de Comunicación Social de San Marcos. Un mes antes de caer enfermo de muerte, un sanmarquino me trajo como regalo una lechuza de maguey desde Huanchaco. Después de 3 días de septicemia total, me salvé de la muerte. Entonces, los agoreros decimos que la lechuza me ayudó a salvar- me de la muerte, mientras los apostólico-romanos afirman con toda su fe que fue el Rosario de la madre Teresa de Calcuta que mi mujer y sus amigas cuida- ban de que todos los días estuviera al rededor de mi cuello. Para corroborar esa mi resurrección, toda una Promoción de sanmarquinos, -aquella que lleva mi nombre-, me ofreció días después un homenaje en la Municipalidad de Miraflores aunque no por haberme salvado de la muerte sino para celebrar mis Bodas de Oro profesionales. El homenaje fue apoteósico, aunque al final yo recibí un flechazo al corazón. Al salir de la reunión, me encontré con uno de mis ex alumnos que también intervino en el homenaje. Nos detuvimos, conversamos, él me confió llorando que estaba enfermo de gravedad. Entonces, los dos llora- mos por igual. Días después mi ex alumno se murió. Sufría VIH. En otra oportunidad llegó a mi casa otra Promoción, el día de mi cumpleaños, Me dejó un paquete que al abrirlo me causó tamaña sorpresa: era una casita de campo que tenía 5 lechuzas en su tejado. Claro que estas versiones implican no solamente hablar de lechuzas sino también de la empatía MJO y los perio- distas que estudiaron en San Marcos cuando yo era su profesor, o estudian aun. En días recientes, toda una promoción cumplió 30 años de haber egresado de la Universidad. Me telefonearon para decirme que iban a celebrar su onomástico en mi casa. Aquí se reunieron más de 20 entre hombres y mujeres, muchos ya con hijos y alguna belleza, aquí almorzaron y tomaron vino hasta la media noche. Hay otra Promoción que todos los años se reúne aquí para recibir el Año Nuevo. Toman la casa y bailan, comen, beben y luego al amanecer me dejan la casa limpia como si no hubiera pasado por aquí ni una mariposa. Hace unos días, un grupo de jóvenes periodistas –los llamo así y nunca estudiantes o alumnos- me invitaron para conversar sobre ética periodística. Yo me pasé en clase casi toda la mañana. Al despedirme, me ofrecieron un regalo que me resultó bastante difícil traerlo hasta mi casa. Cuando abrí la bolsa, se trataba de una lechuza gigante colgada de tres ramas de árbol de eucalipto. La inmensa lechuza ya está iluminando mi salita de recibo, pero más todavía iluminando el ocaso de mi vida que, aunque no lo quiera ya no es tan luminoso como cuando pasaba la mitad de mi tiempo enseñando en San Marcos. Escribe: Manuel Jesús Orbegoso Periodista [email protected] SANMARQUINOS Y LECHUZAS DESIDERATAS La infraestructura y el equipamiento es básico para la universidad. ENTREVISTA EXCLUSIVA

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ENTREVISTA EXCLUSIVA Escribe: Manuel Jesús Orbegoso 21 Periodista [email protected] La infraestructura y el equipamiento es básico para la universidad.

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Page 1: COLUMNISTA MANUEL JESUS ORBEGOSO

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GENTEel ejemplo. Los padres no necesitaríamos decir a los hijos que lean, si nos ven leyendo a nosotros. En casa de padres lectores, tengan por seguridad que los hijos también lo serán. — Entonces, ¿qué debemos hacer? Pues los propios padres debemos cambiar, que los hijos vean que estudiamos, que tenemos ganas de superarnos, es decir, tener hogares más organizados, con apego a la cultura. Entonces los niños crecerán con otra actitud. No todo se aprende en el aula, el hogar también es un muy importante centro de enseñanza.

Lo malo es que también ahora los adultos hemos dejado de ser modelo de vida. Todo el mundo quiere ser joven. El orgullo de la persona mayor ahora es estar en onda. Renun-ciamos al papel educador del adulto.

Recuerdo en mi época que no se podía permitir que los adolescentes fumen. Si algún jovencito era encontrado fu-mando por algún adulto, éste le ordenaba arrojar el cigarro de inmediato y se obedecía. Era el respeto. Ahora la reacción del joven sería diferente y hasta irrespetuosa con el mayor.—La época se está caracterizando por una falta de respeto a la persona mayor. Se desprecia la experiencia y la sabiduría que dan los años…Es lamentable que eso ocurra. En el Perú eso es más grave y es un desperdicio. La sociedad incaica logró el desarrollo tan alto porque la ancianidad daba autoridad. Cualquier proble-ma que se presentaba se resolvía recorriendo a los mayores. Quien más años tiene, se supone que más ha vivido, tiene más experiencia y ningún joven puede reemplazar eso. Eso tiene que cambiar entonces para dar un verdadero lugar a la experiencia de vida.

Mis amigos y otras personas allegadas saben que soy coleccionista de lechuzas artesanales. La última vez que las conté eran 319, la mayoría adquiridas en el extranje-ro.

Alguien curioso me pregunta por qué colecciono lechu-zas si estas son signadas como aves de mal agüero.

Yo le afirmo terminantemente que no. Hay muchos que piensan como yo, como que no son de mal agüero.

Muchas lechuzas me han sido obsequiadas por es-tudiantes de la Escuela de Comunicación Social de San Marcos.

Un mes antes de caer enfermo de muerte, un sanmarquino me trajo como regalo una lechuza de maguey desde Huanchaco. Después de 3 días de septicemia total, me salvé de la muerte. Entonces, los agoreros decimos que la lechuza me ayudó a salvar-me de la muerte, mientras los apostólico-romanos afirman con toda su fe que fue el Rosario de la madre Teresa de Calcuta que mi mujer y sus amigas cuida-ban de que todos los días estuviera al rededor de mi cuello.

Para corroborar esa mi resurrección, toda una Promoción de sanmarquinos, -aquella que lleva mi nombre-, me ofreció días después un homenaje en la Municipalidad de Miraflores aunque no por haberme salvado de la muerte sino para celebrar mis Bodas de Oro profesionales. El homenaje fue apoteósico, aunque al final yo recibí un flechazo al corazón. Al salir de la reunión, me encontré con uno de mis ex alumnos que también intervino en el homenaje. Nos detuvimos, conversamos, él me confió llorando que estaba enfermo de gravedad. Entonces, los dos llora-

mos por igual. Días después mi ex alumno se murió. Sufría VIH.

En otra oportunidad llegó a mi casa otra Promoción, el día de mi cumpleaños, Me dejó un paquete que al abrirlo me causó tamaña sorpresa: era una casita de campo que tenía 5 lechuzas en su tejado.

Claro que estas versiones implican no solamente hablar de lechuzas sino también de la empatía MJO y los perio-distas que estudiaron en San Marcos cuando yo era su profesor, o estudian aun.

En días recientes, toda una promoción cumplió 30 años de haber egresado de la Universidad. Me telefonearon para decirme que iban a celebrar su onomástico en mi casa. Aquí se reunieron más de 20 entre hombres y mujeres, muchos ya con hijos y alguna belleza, aquí almorzaron y tomaron vino hasta la media noche.

Hay otra Promoción que todos los años se reúne aquí para recibir el Año Nuevo. Toman la casa y bailan, comen, beben y luego al amanecer me dejan la casa limpia como si no hubiera pasado por aquí ni una mariposa.

Hace unos días, un grupo de jóvenes periodistas –los llamo así y nunca estudiantes o alumnos- me invitaron para conversar sobre ética periodística. Yo me pasé en clase casi toda la mañana. Al despedirme, me ofrecieron un regalo que me resultó bastante difícil traerlo hasta mi casa.

Cuando abrí la bolsa, se trataba de una lechuza gigante colgada de tres ramas de árbol de eucalipto.

La inmensa lechuza ya está iluminando mi salita de recibo, pero más todavía iluminando el ocaso de mi vida que, aunque no lo quiera ya no es tan luminoso como cuando pasaba la mitad de mi tiempo enseñando en San Marcos.

Escribe: Manuel Jesús OrbegosoPeriodista

[email protected]

SANMARQUINOS Y LECHUZASDESIDERATAS

La infraestructura y el equipamiento es básico para la universidad.

ENTREVISTA EXCLUSIVA