colombia internacional no. 45

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Universidad de los Andes, Colombia Facultad de Ciencias Sociales Departamento de Ciencia Política Revista de libre acceso Consúltela y descárguela http://colombiainternacional.uniandes.edu.co/

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LA CRISIS EN TAILANDIA I: DETERMINANTES COYUNTURALES Y ESTRUCTURALES

Philippe De Lombaerde*

INTRODUCCIÓN

Una de las características más impor-tantes de la economía mundial en la se-gunda mitad de los años noventa es in-dudablemente la crisis asiática. La crisis puso fin a varias décadas de rápido cre-cimiento en varios países del Este y Su-reste Asiático, el llamado "milagro asiá-tico". Esto no quiere decir que deben desconocerse los resultados económicos excepcionales en la región en la posgue-rra, sino que nos permite delimitar el milagro en el tiempo.

El reino de Tailandia tuvo el dudable honor de constituirse en la primera ficha de un efecto dómino que ha producido esa "crisis asiática" y que ha producido efectos significativos a nivel mundial. El análisis del caso tailandés, lo cual es el objetivo de este artículo, permite enton-ces aislar mejor los determinantes inter-nos de esta crisis, independiente del efec-to de contagio1.

Es importante ver una crisis, no sólo como un conjunto de factores negati-vos, sino también como una cadena de causalidades parciales. Esto implica que

un cambio beneficioso en los "primeros" eslabones de la cadena puede conducir a una nueva cadena de efectos causales, con signo positivo. Una crisis de tipo hará landing, como en el caso tailandés, pare-ce también un sistema caótico, en el cual hechos en sí poco importantes pueden ser cruciales para entender la dinámica en el tiempo de la misma.

A tratar de esquematizar la crisis, se hará la distinción entre las esferas eco-nómica y político-social, entre efectos estructurales y coyunturales, y entre factores internos y externos. El presente artículo, el primero de dos, busca iden-tificar los determinantes de la crisis en Tailandia. Un segundo artículo estará de-dicado al manejo político de la crisis y presentará las conclusiones generales.

LA CRISIS EN CIFRAS

Una primera aproximación a la grave-dad de la crisis económica tailandesa ofrece la evolución de las tasas de creci-miento en los últimos años. Mientras que el crecimiento promedio en el pe-ríodo 1961-1972 alcanzó el 11,3%, entre

* Profesor, Departamento de Teoría y Política Económica, Facultad de Ciencias Económicas, Universi-dad Nacional de Colombia. Miembro de ALADM-Colombia.

1 Aunque la crisis tailandesa evidentemente ha sido retroalimentada por un efecto de contagio de segundo orden.

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1973-1979 el 7,7%, entre 1980-1990 el por debajo de las proyecciones iniciales; 7,6% y entre 1990-1995 el 8,4% (Warr, en 1997, la expectativa del 8% quedó fí- 1993:57; Banco Mundial, 1997:259), es nalmente reducida a un crecimiento decir, de las más altas tasas en el mundo, cero y para 1998 se espera un crecimien- en 1996 las tasas se quedaron 1,5 puntos to negativo (Cuadro I)2.

2 Se supone que un crecimiento de 5% se traduce en un crecimiento 0 en el empleo.

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La crisis en Tailandia I • 7

Las cifras, además de mostrar la mag-nitud de la crisis, muestran muy bien la incapacidad de los analistas para preverla y entenderla. La crisis tailandesa también es una larga secuencia de revisiones de las proyecciones hacia abajo.

Otra manera de aproximarse a la gravedad de la crisis es a través de los indicadores financieros. En el Anexo se encuentra una selección de indicadores financieros, en la medida de lo posible, registrados semanalmente. Por un lado, estas cifras reflejan bien la dinámica eco-nómico-política durante la crisis (toma de decisiones, flotación del baht, cambios políticos...), pero, por otro lado, mues-tran también fenómenos de sobrerreac-ción típicos del comportamiento de los agentes en los mercados financieros.

A mediados de 1997, Graham Muir-head de HSBC Asset Management, seña-ló que el SET ya había caído en un 74%, muy cercano a la caída del DOW de 85% en 1929-1931, lo cual permitió suponer, que la crisis estuvo cerca de su punto más bajo (Far Eastern Economic Review, 1997a:46).

DETERMINANTES EN LA ESFERA ECONÓMICA

La cuenta corriente tailandesa a la luz de la crisis mexicana

La primera señal de crisis, que no fue per-cibida como tal en ese entonces, se mos-tró probablemente en enero de 1995, a raíz de la crisis mexicana, cuando los in-versionistas internacionales empezaron

a ejercer presiones sobre las monedas de países con déficit importantes en la cuen-ta corriente y a vender bahts3. El Banco de Tailandia (Bank of Thailand -BOT-) reaccionó rápida y oportunamente y lo-gró restablecer el interés en la moneda, aumentando básicamente las tasas de in-terés.

Sin embargo, a pesar de esta respues-ta efectiva por parte de las autoridades monetarias tailandesas a los movimien-tos del mercado en este caso particular, empezó a vislumbrarse un problema más fundamental. En efecto, en los años no-venta, a raíz de la tendencia hacia una mayor liberalización de los mercados cambiarios y de capital, los gobiernos de Tailandia y de la región se vieron enfren-tados a mayores volúmenes negociados por parte de los inversionistas en los mer-cados cambiarios y bursátiles (Cuadro 2).

La globalización de los mercados fi-nancieros en los noventa se debió a va-rios factores:

• El mejoramiento de las tecnologías de información y comunicación;

• las reformas económicas en los paí ses de destino, como son los del Su reste Asiático;

• las nuevas oportunidades en térmi nos de tasas de retorno a largo plazo y diversificación de riesgo en los paí ses en desarrollo; y

• la baja en las tasas de interés a nivel mundial (Rana, 1997:29). Los crecientes volúmenes negocia-

dos en la bolsa disminuyeron también la

3 En mayo de 1994, un equipo del FMI ya había advertido el riesgo del tipo de cambio fijo.

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CUADRO 2 MERCADOS CAMBIARIOS FUTUROS: VOLÚMENES DIARIOS ONSHORE (1994-1995)

Volúmenes negociados a diario (US$) 1994 1995

dólar de Hong-Kong

rupee hindú*

rupiah de Indonesia

won coreano*

dólar malayo

nuevo dólar taiwanés*

peso filipino

dólar de Singapur*

baht tailandés

* indica existencia de mercado ofshor Fuente: Sender (1995a:60)

importancia de los inversionistas peque-ños. La dominación resultante de los grandes fondos ocasionó una mayor con-vergencia en el comportamiento y las es-trategias de los inversionistas y una ma-yor volatilidad (Sender, 1996:43).

Ese crecimiento acelerado de los vo-lúmenes negociados en los mercados cambiarios dejó a los sectores económi-cos con cierta preocupación acerca de la capacidad de los bancos centrales para manejar el tipo de cambio en el merca-do. Por esta razón el 20 de noviembre de 1995, los bancos centrales de Hong-Kong4, Tailandia, Indonesia y Malasia, a raíz de una reunión de diez bancos cen-trales, firmaron un pacto para la defensa contra ataques especulativos, comprome-tiendo a los firmantes de los acuerdos bilaterales, a prestarse mutuamente dó-lares estadounidenses, apoyados en tí-

tulos. Sin embargo, esta iniciativa, sien-do importante como primera expresión de una voluntad de cooperación mone-taria en la región, encontró una recep-ción muy escéptica por parte de los ana-listas (Sender, 1995a: 60; 1995b:70).

La baja en la competitividad y los problemas políticos generaron nuevas presiones sobre la moneda en la primera mitad de 1996. Con base en estos facto-res no era posible, sin embargo, predecir una crisis de la magnitud que se presen-ció posteriormente. La posibilidad de un agravamiento abrupto de la situación sí empezó a contemplarse entre los analis-tas, pero sin otorgarle necesariamente mayores probabilidades.

En marzo de 1996, justamente, el BOT proyectó una disminución del déficit en cuenta corriente de 8% del PIB en 1995 a

4 El Hong-Kong Monetary Authority era uno de los promotores más activos de la reunión, puesto que allí se presentó adicionalmente la incertidumbre acerca de su futuro político cercano.

1 mil millones - 2 mil millones 1 mil millones - 2 mil millones 100 millones -150 millones 500 millones -1 mil millones 500 millones - 700 millones 1 mil millones - 2 mil millones 30 millones - 40 millones 10 millones - 20 millones

500 millones -1 mil millones 1,5 mil millones - 2,5 mil millones 10 millones - 20 millones 100 millones 5 millones -15 millones 30 millones

500 millones -1 mil millones 2 mil millones - 3 mil millones 1 mil millones - 2 mü millones 2 mil millones - 3 mil millones

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La crisis en Tailandia I • 9

un 6,5% en 1996 (Fairclough, 1996d:55,56). Esto coincidió con una coyuntura mo-deradamente optimista entre los analis-tas sobre la sostenibilidad de los déficit en cuenta corriente en los países de la re-gión, calificando además los fundamen-tos económicos de Tailandia más sólidos que los de Malasia, por ejemplo.

Entre los elementos que se han des-tacado, para matizar la situación de la cuenta corriente, se pueden mencionar, por ejemplo:

• la composición de las importaciones (60% corresponden a bienes de capi tal e intermedios);

• la canalización importante del déficit hacia la expansión industrial y el up- grading tecnológico, lo cual produjo un crecimiento de 24,5% en las expor taciones en 19955;

• las medidas tomadas por el gobierno para estimular el ahorro de los parti culares: otorgamiento de incentivos fiscales y esquemas contractuales, y la intención del BOT para controlar el crédito6;

• un mercado laboral estrecho, pero no tanto como en Malasia.

Sin embargo, otros elementos encon-traron una recepción más ambigua, por ejemplo:

• el anuncio del gobierno de Banharn de organizar un monitoreo mensual de la situación de la cuenta corriente y de diseñar un plan de acción;

• los planes del gobierno para expan dir la inversión en infraestructura y defensa;

• la falta de transparencia en la finan ciación de la cuenta corriente.

Este último punto tenía que ver con el hecho de que gran parte de la inver-sión extranjera era canalizada a través del Bangkok International Banking Fa-cility -BIBF-7. Cuando el BOT sostenía que 11,1 mil millones de dólares de los 18,1 mil millones de dólares de la entra-da neta de capital eran de "alta calidad", habían incluido la inversión de portafo-lio en la llamada categoría, lo cual no se percibió como algo evidente (Vatikiotis, 1996d:55,56).

De todos modos, en el primer semes-tre de 1996, varias encuestas mostraron que el mundo de negocios todavía estu-vo muy confiado en el curso de la situa-ción económica en Tailandia y en la re-gión. En febrero, una mayoría (56%) de altos ejecutivos, encuestados en 10 paí-ses de Asia, estimó que los altos índices bursátiles reflejaban en primera instan-cia fuertes factores fundamentales, y no factores externos (Far Eastern Economic Review, 1996b:32). El 60% de los empre-sarios encuestados en Tailandia (es de-cir, superior al promedio en la región, que era del 50,2%) opinaba que la bolsa iba a sostener su desempeño en el resto del año. En marzo, el 94% de los altos ejecutivos encuestados en la región ca-lificaba las perspectivas de crecimiento

5 Según, Surakiart Sathiratai, ministro de Finanzas, citado en, Fairclough (1996d:55).

6 La tasa de ahorro en 1995 era el 34% del PIB, del cual 7,3% correspondía a las familias. 7 Se trata de un centro financiero off-shore, creado en 1992.

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en la región como buenas o muy buenas (Far Eastern Economic Review, 1996c:31). El 50% de los altos ejecutivos esperaba un valor del dólar estable en 1996 y el 22% (40% de los tailandeses) incluso una devaluación del mismo (Far Eastern Economic Review, 1996d:30).

Los señales de desaceleración de la economía tailandesa, en abril-mayo de 1996, parecieron sugerir que de pronto un soft-landing de la economía era posi-ble, lo cual convirtió las perspectivas de los inversionistas en más optimistas acerca del segundo semestre del año (Far Eastern Economic Review, 1996f:43). El BOT publicó una proyección del creci-miento para 1996 de 8,3%, frente a un 8,6% en 1995, y de la inflación para mar-zo de 7,3%, por debajo de la cifra de fe-brero de 7,4%8. Las proyecciones del déficit en cuenta corriente para 1996 oscilaron entre 7,5% del PIB (Crosby Se-curities) y 7,8% (BOT), frente al 8,1% en 1995 (Fairdough, 1996i:40). Otros indica-dores como los índices de la producción y el crecimiento de las importaciones mostraron tendencias conformes (Vati-kiotis, 1996g:69). El crecimiento más lento hizo decrecer las importaciones de bie-nes de capital, los cuales constituyeron más del 50% del déficit comercial en el 1995. Otras señales, en la misma direc-ción, incluyeron algunas medidas del

BOT. En abril se dio inicio a una política monetaria más restrictiva para enfrentar la inversión extranjera de corto plazo y para bajar la inflación. Entre las medidas tomadas se encontró el aumento en las reservas del sistema bancario del 2 al 7% de los depósitos (VarMotis, 1996g:69). Las tasas interbancarias a tres meses mostra-ron una baja, dadas las expectativas so-bre tasas de interés más bajas9.

A pesar de este nuevo optimismo moderado, las exportaciones reflejaron, sin embargo, un problema estructural de competitividad. Aunque se presenta-ron ciertas muestras de reestructuración y upgrading (por ejemplo, en semicon-ductores, carros, acero y petroquími-cos), el crecimiento previsto por el BOT para 1996 era del 10%, claramente por debajo del 24% del 1995 (Fairclough, 1996i:38)10. El retorno de las acciones del sector no financiero en la bolsa de Tai-landia (SET) bajó de 26,6% en 1990 a 7,7% en 1996 (Chanda y Vatikiotis, 1997:71).

A comienzos del segundo semestre de 1996, se empezaron a detectar más claramente ciertos paralelos con la situa-ción mexicana de 1994. El Consejo Eje-cutivo del FMI advirtió del riesgo del dé-ficit en la cuenta corriente.

Con base en la experiencia mexicana, Goldstein, del FMI, desarrolló una regla

8 En julio de 1996, 91% de una muestra de altos ejecutivos en Tailandia esperaba un crecimiento eco nómico más moderado en los siguientes 5 años; y el 82% no creía en la capacidad del gobierno de invertir esta tendencia (Far Eastern Economic Review, 1996g:34).

9 El hecho de que los mercados financieros entraran en una nueva fase de volatilidad en el segundo trimestre de 1996, debido a la creciente incertidumbre entre los inversionistas, se debió al menos parcialmente a la incertidumbre sobre la política monetaria del FED (Sender, 1996:43).

10 Las expectativas sobre las exportaciones se vieron afectadas por los precios deprimidos de los pro ductos agrarios a nivel mundial.

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La crisis en Tailandia I • 11

heurística para detectar situaciones eco-nómicas con posibilidad de convertirse en crisis agudas, con base en un conjunto de "señales de peligro" a nivel macro-económico.

El país que más síntomas mostraba del "México de la pre-crisis" era justamen-te Tailandia, y aquí encontramos proba-blemente la razón por la cual la crisis asiática se inició en este país, y no en otro. Para varias de las "señales" propuestas por Goldstein, el cuadro diagnóstico de Tailandia se parecía al de México (The Economist, 1996:55,56; Cuadro 3).

Tailandia proyectaba para 1996 un déficit en cuenta corriente que como porcentaje del PIB coincidía con el déficit mexicano en 1994 (cerca del 8%). Aun-que un déficit así es lógico en economías de desarrollo acelerado, es muy difícil

establecer hasta qué nivel sea sostenible. Lo que pudo haber inquietado, en el caso tailandés, fue la combinación de este déficit con el importante stock de deuda externa, que mostraba, básica-mente, un sobreendeudamiento del sec-tor privado

Como único país de la región, Tailan-dia mostraba una mayor dependencia de capital financiero o de portafolio que México en 199412. A pesar del reconoci-do éxito de Tailandia en atraer la IED, en 1996 el déficit en cuenta corriente estaba financiado casi totalmente por capital de portafolio. En estas circunstancias, el BOT optó por acumular reservas exter-nas para estabilizar la balanza de pagos.

Aunque los bancos centrales pueden tratar de frenar la expansión de la masa monetaria, a través de coeficientes de

CUADRO 3 SEÑALES DE PELIGRO DE GOLDSTEIN PARA MÉXICO EN 1994 Y PARA PAÍSES ASIÁTICOS SELECCIONADOS EN AGOSTO DE 1996

1996 1994 Indonesia Malasia Filipinas Corea Sur Tailandia México Reservas exteriores (% de la deuda a corto plazo) 73 186 84 147 109 20 Reservas exteriores (meses de importación) 4,4 3,7 3,4 3,2 6,6 1,0 Deuda externa (% del PIB) 47 39 54 17 46 35 Déficit en cuenta corriente (% del PIB) 3,7 9,7 1,7 2,3 7,7 7,8 Ahorro doméstico (% del PIB) 29 32 19 32 36 15 Balanza del sector público (% del PIB) -2,4 0,7 0,9 1,0 2,9 -0,7 IED más déficit en cuenta corriente (% del PIB) -1,8 -3,8 0,0 -2,12 -7,5 -5,6 Sobre-/subvaluación de la moneda (%) -26 -36 -30 19 -20 5 Oferta monetaria (crecimiento porcentual, últimoaño) 21 16 24 15 18 23 Fuente: The Economist (1996:55,56).

11 Se ha estimado que el 80% de la deuda externa de las empresas tailandesas era unhedged (Granitsas, 1997:66).

12 En 1993, el 40% de la inversión extranjera en la región del Asia-Pacífico era inversión en portafolio (Miller, 1996).

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reservas más exigentes o la emisión de bonos del Estado, la acumulación de re-servas externas generalmente ocasiona una expansión del crédito doméstico y en un aumento de la inflación, lo que los deja, básicamente, con dos alternativas: dejar apreciar la moneda (con las conse-cuencias adversas para la competitivi-dad) o introducir medidas de control dirigidas a la inversión en portafolio misma (dificultar los retiros rápidos, afectar los rendimientos, etc.) (Miller, 1996:34).

Finalmente, en el último año corrido, Tailandia mostró un crecimiento de la cantidad monetaria cercano al crecimien-to de la oferta monetaria en México.

A pesar de estas coincidencias, debe constatarse también que la similitud o coincidencia entre la situación tailande-sa y la mexicana era sólo parcial. Para otras de las "señales de peligro" de Goldstein, Tailandia no mostraba cifras inquietan-tes, al contrario.

En cuanto a la señal que Goldstein estimó de mayor importancia, la discre-pancia entre deuda a corto plazo y re-servas exteriores, Tailandia mostró una situación mucho más "saludable". Mien-tras México llegó apenas al 20%, en Tai-landia las reservas exteriores llegaron a más del 100% de la deuda a corto plazo (109%) (Cuadro 3). Esto produjo una menor inquietud entre los inversionistas acerca de la capacidad de Tailandia para pagar sus deudas.

Contrario al caso mexicano, donde el déficit en la cuenta corriente reflejaba, al menos parcialmente, un déficit del sec-tor público, Tailandia contó con un exce-

dente confortable en sus finanzas públi-cas (2,9 % del PIB).

Tailandia tampoco coincidía con el diagnóstico mexicano, ya que no tenía una moneda sobrevaluada; lo cual cons-tituye evidentemente un elemento im-portante, capaz de desencadenar ata-ques especulativos contra la misma. A pesar de una leve revaluación real del baht en 1995-1996 debido a la revalua-ción del dólar estadounidense, al cual estaba atado, se considera que estaba to-davía subvaluado frente a las monedas relevantes.

Con base en esta coincidencia parcial entre el diagnóstico tailandés y el mexi-cano, los analistas empezaron a expre-sar cierta prudencia. Señalaron además cierta incertidumbre alrededor de la po-sibilidad de movilizar apoyo externo en un escenario de crisis, que en el caso me-xicano, con el compromiso estadouni-dense, había sido determinante en el desarrollo de la crisis (The Economist, 1996:56).

En octubre de 1996 se mostraron ciertos signos de estabilización: el déficit en cuenta corriente se redujo por debajo de 1,2 mil millones de dólares (30 mil millones de baht), subió el excedente de la balanza de pagos (8,6 mil millones de baht), y crecieron las reservas oficiales a 39,5 mil millones de dólares (Fairclough, 1996n:86).

En enero-febrero de 1997 el baht per-dió 2% de su valor frente al dólar. Fue cuando el BOT decidió relajar las bandas cambiarías. Esto provocó una cierta preocupación sobre un posible ataque especulativo frontal e incidió negativa-mente en el índice bursátil de dos mane-

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La crisis en Tailandia 1 • 13

ras. Primero, afectó de manera adversa el sector real con exposición al dólar, y, segundo, afectó la percepción general del estado de la economía por parte de los inversionistas. La confianza en el baht se vio afectada porque el gobierno no logró garantizar el crecimiento en las exportaciones, lo cual implicaba un con-tinuado deterioro del déficit en la cuen-ta corriente13. El BOT negó rotundamente la posibilidad de una devaluación y mostró su fortaleza y determinación a través de intervenciones importantes en el mercado de divisas (con base en sus amplias reservas, que representaban el 21 % del PIB) y un incremento en las tasas de interés (Vatikiotis, 1997b:72).

En marzo, los inversionistas extran-jeros empezaron a considerar nueva-mente la compra de acciones de empre-sas tailandesas, por sus bajos precios y, por otro lado, las empresas tailandesas, muchas de las cuales de tradición fami-liar, empezaron a buscar activamente socios extranjeros, por las altas tasas de interés domésticas.

La desaceleración de la economía tailandesa durante el primer semestre de 1997 se reflejó en las nuevas proyec-ciones para el año corriente de los déficit en cuenta corriente (4% del PIB) y de la balanza comercial (4,7%) (Vatikiotis, 1997d:85).

El gobierno enfatizó en varias ocasio-nes, como lo hizo el ministro de Comer-cio, Narongchai Akrasanee, en mayo de 1997, que la situación de Tailandia era

fundamentalmente diferente a la de Mé-xico antes de su crisis. Se mencionaron como argumentos las grandes reservas oficiales y el superávit en las cuentas del Estado (Vatikiotis y Silverman, 1997:50).

En julio, el gobierno decidió dejar flotar el baht, causando así una devalua-ción drástica, y negociar un plan de ayu-da con el FMI (cfr. infra).

En diciembre de 1997, se presenta-ron ciertas señales de mejoramiento en los fundamentos económicos, básicamen-te en las exportaciones. Esto, sin embar-go, no afectó el SET, debido a que mu-chas firmas exportadoras no estaban registradas en la bolsa.

Reputación y credibilidad

Hoy en día, se reconoce que las varia-bles que reflejan la reputación y la credi-bilidad de las autoridades económicas son claves en el entendimiento de los fe-nómenos macroeconómicos, porque in-fluyen crucialmente en los efectos de las medidas económicas, no sólo en su mag-nitud, sino incluso pueden determinar el signo del efecto.

En el caso de Tailandia, se puede afir-mar que la (deficiente) reputación y cre-dibilidad de sus autoridades económi-cas no han sido un factor causal al iniciar la crisis. Incluso se podría suponer que ellas han frenado probablemente el de-sencadenamiento de los elementos que han constituido la crisis.

13 Una devaluación del baht tiene sólo un efecto limitado sobre las exportaciones, dado que cada dólar exportado tiene un contenido importado del 43% (Ignatius, 1996:56).

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En varias ocasiones se ha descrito y evaluado positivamente el manejo ma-croeconómico de las autoridades econó-micas y monetarias en el país14. Gracias al manejo macroeconómico, por ejemplo, las crisis de los años setenta y ochenta a nivel mundial ocasionaron solamente desviaciones del growth path.

La experiencia tailandesa de los últi-mos años muestra, sin embargo, que si bien las autoridades de un país que ha-yan construido una reputación a lo lar-go de varias décadas pueden permitirse algunos errores sin perjudicarla, esta re-putación se verá afectada rápidamente si los errores persisten y no se corrigen adecuadamente.

Esto es justamente lo que ocurrió en Tailandia desde finales de 1995. Diferen-tes hechos contribuyeron a que la repu-tación de las autoridades fuera erosio-nándose gradualmente. Entre ellos se puede mencionar:

• La toma de medidas no muy bien pensadas o de tipo stop-go, por parte del gobierno, por ejemplo, la dismi nución de los impuestos a una serie de bienes de lujo para desarrollar a Tailandia como centro comercial, se guida por alzas en los impuestos so bre otros productos de lujo, dado el crecimiento lento de las exportacio nes (Fairclough, 1996m:17).

• El conflicto de intereses, por parte de Vijit Supinij, gobernador del Banco de Tailandia, que tenía acciones en

Siam City Credit Finance & Securi-ties, filial del Siam City Bank, y pos-teriormente participó en las delibe-raciones sobre medidas de salvación del banco cuando éste se encontró en problemas financieros.

• El papel probable de Vijit en el des pido del reputado Ekamol Khiriwat como Secretario-General de la Stock Exchange Commission (SEC) y vice gobernador del BOT.

• Las estimaciones muy erradas del BOT sobre la tasa de inflación y la cuenta corriente para 1995.

• Los cambios ad hoc en las regulacio nes para legalizar ex post una transac ción de Finance One y el Thai Danu Bank (el primero tomando una parti cipación del 20% en el Banco, cuan do el límite vigente era del 5%, pos teriormente avalado por el BOT, con el argumento que ya había previsto subir este límite hasta el 30% sobre la base de caso por caso), sabiendo que el presidente de Finance One, Pin Chakkaphak, era cercano a Vijit.

• La ambigüedad por parte del BOT so bre las regulaciones en materia de es tructura de capital de nuevos bancos domésticos.

• Las acusación de favoritismo en el tratamiento del Bangkok Bank of Commerce, también en problemas (cuyo presidente era el ex goberna dor del BOT, Kirkkiat Jalichandra, y donde parte de los préstamos pro blemáticos se habían otorgado a po líticos) (Fairclough, 1996c:61,62).

14 Véase, por ejemplo, Nidhiprabha (1993), Warr (1993), Sahasakul (1993), Muscat (1994), Vandewalle y De Lombaerde (1994), De Lombaerde et al. (1995), Kochlar et al. (1996), Warr y Nidhiprabha (1996) De Lombaerde (1997) y Cuyvers et al. (1997).

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La crisis en Tailandia 1 • 15

Desde un punto de vista de más lar-go plazo, analistas como Fairclough (1996o:62) han planteado que la politi-zación del BOT refleja de alguna manera la preponderancia de gobiernos civiles en los años noventa. Se considera que el aislamiento tecnocrático que caracterizó los años ochenta, benefició la presencia de gobiernos dirigidos por primeros mi-nistros no elegidos15.

En este sentido, se podría concluir que, al menos en el caso tailandés, ha existido un trade-off entre la democrati-zación de la sociedad y la independencia del banco central.

Comercio internacional y competitividad

El comercio internacional de Tailandia en los últimos años ha estado influido por una serie de factores. Primero, la competitividad fue afectada tanto por factores reales (el efecto sobre los pre-cios internos de la escasez en ciertos re-cursos, la incursión en los mercados re-gionales y mundiales de países como la RP China y Vietnam) 6, como por razo-nes financieras (el efecto sobre el tipo de cambio de la apreciación del dólar esta-dounidense). Segundo, se presentó una sobreoferta en ciertos mercados, frente a

una demanda mundial en recesión o al menos deficiente. Y, tercero, se presentó un auge en la demanda de importacio-nes de bienes de consumo, lo cual inci-dió en la naturaleza del déficit en cuenta corriente (como en el caso mexicano).

La sostenibilidad de altas tasas de crecimiento en una economía a media-no y largo plazo suponen evidentemen-te una reestructuración de las activida-des económicas, un upgrading de los factores de producción, una inversión sostenida en infraestructura, ajustes oportunos en el marco legal y adminis-trativo, un manejo macroeconómico adecuado para atenuar el overheating, etcétera17.

Un déficit comercial, parcialmente debido a una pérdida de competitivi-dad puede ser financiado, por supuesto. Sin embargo, su importancia reside en varios factores:

• se convierte en un factor estructural en el mercado de divisas;

• tiene un efecto estructural sobre el nivel doméstico de precios, y

• constituye un factor negativo para los inversionistas extranjeros.

La falta de competitividad hizo que, en 1996, la desaceleración de la econo-

15 Como por ejemplo, durante el gobierno de Prem Tinsulanond. 16 La escasez del factor trabajo ha causado en ciertos sectores, como en la construcción, flujos (tempo

rales) de migrantes buscando mayores salarios en un escenario regional de competencia por el tra bajo; Tailandia sigue siendo todavía un exportador neto al respecto (Hiebert, 1995:54-56; Fairclough, 1995b:58-59). La inmigración de trabajadores en Tailandia se dio principalmente desde Myanmar, y significó circunstancias laborales lamentables y salarios por debajo del 50% del salario mínimo de Tailandia (Fairclough, 1996h:67).

17 Acerca de la problemática de la sostenibilidad del milagro asiático, véase, por ejemplo, Krugman (1994), De Lombaerde et al. (1995) y Kochlar et al. (1996).

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mía (y de las importaciones) no resulta-ra en una mejora sustancial de la cuenta corriente. Como ya se mencionó, los re-sultados de las exportaciones se queda-ron muy por debajo de los de 1995. Esto reveló un problema estructural que te-nía que ver con las dificultades de adap-tar la oferta exportadora hacia bienes y servicios con mayor valor agregado y nivel tecnológico, a su vez, en gran me-dida debido a la escasez de trabajo ca-lificado. Por un lado, esta escasez de tra-bajo presiona los salarios hacia arriba y, por otro lado, limita la receptividad frente a nuevas tecnologías. Obviamen-te, este problema estructural no tenía y no tiene una solución a corto plazo, sino, por ejemplo, a través de inversión en educación. Campañas mercantilistas del tipo "Buy Thai", lanzadas por el go-bierno de Banharn, generalmente tie-nen sólo efectos marginales y acentúan aún más el grado de desesperación fren-te a los analistas. A corto plazo, la falta de competitividad provocó sobrecapaci-dades y sobreoferta y, por esta razón, rentabilidades a la baja, lo cual, a su vez, ejerció presión sobre las autoridades para bajar las tasas de interés.

Por otro lado, el contenido importan-te de bienes de capital en las importacio-nes no necesariamente tenía el potencial de generar exportaciones, como lo han mostrado las industrias pesadas del acero y la petroquímica (Fairclough, 1996j:62).

En noviembre-diciembre de 1997, hubo señales de una cierta recuperación en las exportaciones, sobre todo, en los sectores tradicionales como textiles, con-fección y calzado (Vatikiotis, 1997r:42). Debido a que el gobierno buscaba bajar las tasas de interés antes de controlar el

baht, la devaluación afectó a los exporta-dores con dependencia importante de las importaciones, por ejemplo, a los productores de electrónicos y automó-viles.

Finalmente, se debe observar que durante los noventa, los niveles, de co-mercio intrarregional, tradicionalmente marginales, estaban subiendo gradual-mente, entre otros, debido al AFTA. En 1995, ya 20% de las exportaciones tailan-desas se dirigían hacia la Asean (Esca-lona, 1997:412). Esto hizo que Tailandia sufriera posteriormente también el efec-to de contagio en la región en sus expor-taciones.

Sector financiero e inmobiliario

No es equivocado decir que en los secto-res financiero e inmobiliario radicaron las raíces de la crisis tailandesa.

Se ha enfatizado mucho en la falta de reglamentación y control del sector fi-nanciero por parte del gobierno tailan-dés (y, en general, de los gobiernos de la región), lo que condujo a un sobreen-deudamiento, altos niveles de riesgo y un comportamiento procíclico por parte del sector privado.

Este sobreendeudamiento también fue consecuencia de políticas cambiarías y de liberalización financiera no compa-tibles. Después del inicio de la crisis, se han mencionado en varias ocasiones las consecuencias no previstas de la crea-ción del Bangkok International Banking Facility (BIBF), como un centro bancario off-shore, en 1992. Los objetivos origina-les de esta iniciativa incluyeron la faci-litación de préstamos a los países de la región, y la organización de mayor com-

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petencia en el sector financiero domés-tico (Vatikiotis y Silverman, 1997:48-50). En la práctica, sin embargo, el BIBF ha sido utilizado sobre todo por los bancos para conseguir fondos baratos en dóla-res para prestarlos a empresas domésti-cas, protegidos del riesgo cambiarlo a través de la fijación del báht en términos de una canasta de monedas, en la cual el dólar tenía un peso del 80%. Se optó por no flexibilizar el baht, debido al riesgo de una revaluación, que afecta la competi-tividad de las exportaciones tailandesas. La deuda off-shore creció entre finales de 1992 y finales de 1995 de 20 a 75 mil mi-llones de dólares (Chanda y Vatikiotis, 1997:71). Los préstamos otorgados al sec-tor no financiero, a su vez, se invirtieron frecuentemente en inversiones no pro-ductivas.

Adicionalmente, el sector financiero tailandés se encontró en un proceso de reestructuración para enfrentar la com-petencia extranjera. Se pudo observar una tendencia hacia la concretización de alianzas entre corporaciones finan-cieras y bancos, para así llegar a entida-des con mayores escalas, estimulada por cambios en las regulaciones bancarias, que aumentó los límites máximos para las participaciones mutuas entre las dos categorías de entidades del 5 al 30%. La primera operación planeada era la de Fi-nance One, la corporación financiera más grande de Tailandia, tomando una par-ticipación del 20% en el Thai Danu Bank, concretando así una alianza estratégica. En algunos casos, entidades tailandesas emprendieron negociaciones con bancos extranjeros (Fairclough, 1996a:55,56).

En julio de 1996, el sector se vio en-frentado con una mayor competencia

debido al otorgamiento de nuevas licen-cias a bancos domésticos y se anunció la liberalización de operaciones de bancos extranjeros (Vatikiotis, 19961:76).

En el segundo semestre de 1996, se empezó a ver la complejidad de la situa-ción del sector financiero; se empeoró la calidad de los préstamos de las corpora-ciones financieras, sobre todo, por su vinculación a los problemas del sector inmobiliario. Los préstamos se habían otorgado al sector inmobiliario directa-mente y a inversionistas (margin loans). Ahora, estos inversionistas eran fre-cuentemente los accionistas mayorita-rios de las mismas corporaciones finan-cieras y de las empresas inmobiliarias. Invirtieron directamente en el sector in-mobiliario y a través de la bolsa trataron de empujar aún más la cotización de sus acciones en el sector financiero. Las cor-poraciones financieras se vieron enton-ces expuestas a los problemas del sector inmobiliario doblemente: debido a los préstamos al sector y a través de sus ac-cionistas (Fairclough, 19961:106).

Según algunos observadores, como Tasker, esta crisis del sector inmobiliario inició en 1991 y no encontrará su real re-cuperación antes del 2000 (1997c:44).

Lo cierto es que, desde el comienzo de 1994, se pudo observar una baja casi per-manente de las acciones del sector inmo-biliario, que había sido un destino impor-tante de la "burbuja" crediticia. Grandes proyectos de construcción habían sido emprendidos, sobre todo, en Bangkok y sus suburbios, pero con una factibilidad cuestionable (Fairclough, 1995a:47). La si-tuación era aún más delicada por el he-cho de que una parte importante de la fi-

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nanciación provino de préstamos en di-visas (entre otros, en francos suizos). El éxito de estos negocios grandes dependía entonces tanto del crecimiento económi-co del país, como de la estabilidad del tipo de cambio.

Una importante señal negativa con-creta dio la compra de Finance One por parte del Thai Danu Bank, justamente cuando el primero había tratado de ha-cer lo contrario en 1996. Esto tuvo un efecto inmediato en la bolsa y se genera-lizó la preocupación por la situación de las entidades financieras frente a la cre-ciente cesación de pagos en marzo. Se especuló sobre la reacción del BOT en cuanto a su manejo de la tasa de interés: mientras una baja favorece al sector fi-nanciero, ésta no es compatible con una política cambiaría con bandas estrechas.

Conviene advertir, sin embargo, que en el caso tailandés, las políticas más res-trictivas dirigidas al sector financiero no podían ser totalmente efectivas, debido al hecho de que alrededor del 60% de los préstamos de la banca internacional estuvieron dirigidos a entidades no fi-nancieras (Unctad, 1998).

Sólo en diciembre de 1997 se empie-za a observar un interés real para inver-tir en el sector por parte de bancos ex-tranjeros, como ING Bank, Asahi Bank y City Bank.

El cuadro 4 muestra la situación del sector financiero en abril de 1998, es de-cir, después de las medidas tomadas por el gobierno de Chuan Leekpai, en una perspectiva comparada.

DETERMINANTES EN LA ESFERAS POLÍTICA Y SOCIAL Estabilidad o inestabilidad política y social en Tailandia Hay bastante confusión, por parte de los analistas, acerca del grado de estabili-dad política y social de Tailandia. En efecto, una lectura superficial de la his-toria política moderna del país -que es una sucesión de golpes de Estado, go-biernos militares, gobiernos democrá-ticos y semidemocráticos- implicaría a clasificarlo como un ejemplo por exce-lencia de inestabilidad política.

Sin embargo, la inestabilidad políti-ca no ha degenerado en caos por la pre-

CUADRO 4 REESTRUCTURACIÓN DEL SECTOR FINANCIERO: JULIO 1997-ABRIL 1998

Tailandia Malasia Singapur Indonesia Corea del Sur

Número de bancos y

compañías financieras en julio de 1997

108 60 13

228 56

Situación abril 1998 Nacionalizados Mayoría de o administrados las acciones por una entidad adquiridas por

Cerrados o encargada de la Planificando inversionistas suspendidos reestructuración una fusión extranjeros

56 4 0 4 0 0 41 0 0 0 4 0

16 56 11 0 16 2 0 0

Fuente: The Economist (1998c:81).

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senda de ciertos factores de estabilidad, como son: el rol de la monarquía, del bu-dismo como religión mayoritaria, la casi ausencia de conflictos étnicos18, el alto grado de ruralidad (Cuadro 6), los relati-vamente bajos niveles educativos, etc.

Lo que sí es cierto es que se trata de una democracia en transición, "a medio camino", en donde confluyen elemen-tos tradicionales y modernos19.

El Rey

Se podría considerar que la historia po-lítica "moderna" de Tailandia comenzó en 1932, cuando un golpe de Estado ter-minó con la monarquía absoluta e ins-tauró la monarquía constitucional. Los eventos llevaron en 1935 a la abdicación del rey Prajadhipok (Rama VII) y la su-cesión del príncipe Ananda Mahidol (Rama VIII). La cabeza del Estado desde 1946 es el rey Bhumibol Adulyadej, her-mano de Ananda Mahidol, también lla-mado Rama IX, por ser el noveno Rey de la dinastía Chakri. El príncipe here-dero es Maha Vajiralongkorn.

Mientras que en 1946, después de la Segunda Guerra Mundial, los sentimien-tos antimonarquistas fueron marcados,

la monarquía empezó nuevamente a ga-nar más fuerza en 1957 bajo la instiga-ción del mariscal Sarit Thanarat.

Hay consenso entre los analistas, de que el Rey juega un rol muy importante en la estabilidad de la nación. Su impor-tancia tiene que ver con: su papel como arbitro, la restauración de un simbolismo, sus actividades encaminadas hacia la ar-monización de las relaciones entre las clases sociales (aunque al mismo tiempo fortalece la estructura de la sociedad), su relación con los militares y los contactos estrechos con el gobierno de turno (Va-tikiotis y Fairclough, 1996a:21-22).

Los militares

Como es el caso en Indonesia y, por su-puesto, en Myanmar, los militares toda-vía juegan un papel importante en la so-ciedad y en la política tailandesa. Desde la caída de la monarquía absoluta en 1932, se han producido nada menos que 18 golpes militares. En otros países de la región, la subordinación de los militares al ámbito civil es más claro y explícito.

El poder político de los militares se ejerce de varias maneras:

18 La minoría étnica más importante es la china. Sin embargo, está muy integrada en la sociedad, no tiene diferencias religiosas y, a pesar de que su presencia es muy notable en los centros de poder económico, está presente en todas las clases sociales. Acerca del rol actual de los chinos en Tailandia, véase por ejemplo, Vatikiotis (1996a:22-24; 1996b:24,25). La minoría musulmana en el Sur no constitu ye un factor de inestabilidad en la actualidad, aunque está buscando aumentar su poder político a nivel nacional. No hay un movimiento secesionista con base popular importante, el cual sí existió, en sinergia con la insurgencia comunista, en la frontera tailandesa-malaya en décadas anteriores. Véase, por ejemplo, Vatikiotis (1996e:29,30). Sin embargo, parece haber peticiones crecientes para afirmar las identidades culturales respectivas de los chinos, los musulmanes, los Isarn en el Noreste y la cultura Lanna en Chiang Mai (Vatikiotis, 1996o:31-32).

19 Véanse, por ejemplo, Songsamphan (1995), Falkus (1997) y Escalona (1997).

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• el poder de fado en materia de rela ciones internacionales fronterizas a través del Ministerio de Defensa;

• la parte sustancial y no decreciente del presupuesto nacional que correspon de al sector militar (entre 15 y 20%);

• la presencia de militares en las asam bleas de las empresas del Estado;

• la participación activa de oficiales militares (o, de la policía) retirados en política, como ha sido el caso, por ejemplo, de los primeros ministros Chatichai Choonhavan, Banharn Sil- pa-archa y Chavalit Yongchaiyudh en los últimos años; y

• la mayoría de los militares (en servi cio o retirados) en el Senado, que al iniciar la crisis era un órgano no ele gido con ciertas facultades de veto.

Cabe advertir, sin embargo, que no se trata necesariamente de un bloque con filas cerradas y cabeza visible. Cons-tituyen un elemento de inestabilidad los conflictos entre fracciones dentro de lo militar, generalmente asociadas con de-terminadas "clases" (levas).

Ciertos analistas creen que el espacio de maniobra de los militares en la vida política se está restringiendo gradual-mente, sobre todo, en cuanto a la in-tervención directa en la sociedad civil. Y se refieren generalmente a dos hechos para fundar esta tesis: la caída del dicta-dor militar, mariscal Thanom Kittika-chorn, a raíz de una protesta de masas dirigida por estudiantes en 1973, y el re-tiro forzado del general Suchinda Kra-

prayoon en junio de 1992, después de un enfrentamiento sangriento con una manifestación de masas prodemocracia, mostrando bien la participación crecien-te de la clase media en política.

Los partidos políticos

Una característica importante del siste-ma político tailandés es la persistencia de una multitud de partidos políticos con perfiles ideológicos muy bajos, con evidentes consecuencias para la estabili-dad de las coaliciones en el poder20. El gobierno de Banharn Silpa-archa, por ejemplo, era una coalición de siete par-tidos. Esto tiene como implicación que un cambio en la percepción del interés por parte de un partido en particular pueda definir la suerte de un gobierno (Vatikiotis, 1996d:23).

Los hechos que ocurrieron a raíz de la caída del gobierno de Banharn pusie-ron nuevamente en evidencia la inma-durez del sistema político: una fracción del Chart Thai se unió con el New Aspi-ration Party del nuevo primer ministro; hubo un acercamiento entre el Chart Pattana de Chatichai Choonhavan y el Partido Demócrata, y surgieron problemas internos en el Partido Palang Dharma.

Dado el elevado grado de ruralidad del país, los partidos todavía están en su gran mayoría dominados por los polí-ticos de origen rural . Esto está provo-cando a las clases urbanas, quienes pre-fieren otro estilo de liderazgo y políticos

20 Todavía existe la arbitraria Ley para la Prevención de la Actividad Comunista (Vatikiotis, 1996j:23,26).

21 Incluyendo, por ejemplo, los partidos a los cuales pertenecen los últimos primeros ministros: el Chart Tai y el Partido Democrático.

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con mayores conocimientos del sector moderno de la economía (tecnócratas).

Existieron intentos serios para pro-mover una práctica política "limpia", pero varios de ellos fracasaron. Esto ocurrió, por ejemplo, al menos parcial-mente con el Partido Palang Dharma, fundado por el carismático Chamlong Srimuang, que presentó una plataforma basada en principios éticos y que encon-tró un eco importante en las clases me-dias urbanas. El nuevo líder Thaksin Shinawatra, viceprimer ministro, y pro-pietario de un imperio de telecomunica-ciones, se vio rápidamente involucrado en un escándalo, arrastrando consigo el partido en publicidad negativa

22

La corrupción

Relacionada con las mencionadas prác-ticas políticas, existe una percepción de un alto grado de corrupción en Tailan-dia. Además, debido a la creciente atrac-ción del sector privado, la calidad de los funcionarios públicos se fue gradual-mente deteriorando en los noventa. Se supone que los ministerios y los depar-tamentos se fueron también politizando más (Vatikiotis, 1997f:76).

Según los resultados de una encues-ta del Far Eastern Economic Review en 1996, en la región sólo Filipinas e Indo-

nesia tendrían niveles de corrupción más altos (1996e).

Estos resultados corroboran los re-sultados de la investigación de Transpa-rency International que coloca a Tailan-dia en el lugar 39 en una clasificación de 52 países, según grado de corrupción (de menos a más corruptos), virtual-mente empatada con Filipinas y China (Cuadro 5).

La inestabilidad política y la formación de la política económica

Para entender la factibilidad del milagro tailandés, es importante anotar que la inestabilidad política no se ha traducido en inestabilidad en la formación de las políticas. Básicamente, por dos razones: primero, por el conservatismo y relativa independencia de la burocracia y, se-gundo, por el limitado contenido ideo-lógico de las disputas políticas y el con-senso sobre los objetivos generales de la política económica, como son: el creci-miento económico y el papel central de la economía de mercado.

Cambios estructurales y distribución del ingreso

Esta "inestabilidad estable", que se ha podido observar durante gran parte del siglo xx no implica que no se esté pre-

22 La caída del gobierno de Chuan Leekpai en mayo de 1995 ya era parcialmente debida a problemas internos del Palang Dharma entre las fracciones budista y moderada, los cuales continuaron después. El partido adquirió poco a poco un perfil más elitista bajo el mando de Thaksin Shinawatra. Por esta razón, ciertos sectores de la clase media baja y de los trabajadores se dirigieron hacia el Prachakorn Thai, un partido de perfil nacionalista, conservador, proteccionista y populista, dirigido por Sawak Sundaravej. Cuando Chamlong se presentó otra vez como candidato a la gobernación de la Bangkok Metropolitan Área (BMA) en 1996, perdió las elecciones del 2 de junio contra Bhichit Rattakul, un ambientalista independiente, ex MP (Fairclough, 1996e:18).

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CUADRO 5 GRADO PERCIBIDO DE CORRUPCIÓN EN 52 PAÍSES EN 1997: RESULÍADOS SELECCIONADOS

Grado de corrupción percibido Rango País (10,00 = libre de corrupción)

1 Dinamarca 9,94 9 Singapúr 8,66 18 Hong-Kong 7,28 21 Japón 6,57 31 Taiwan 5,02 32 Malasia 5,01 34 Corea del Sur 4,29

39 Tailandia 3,06 40 Filipinas 3,05 41 China 2,88 46 Indonesia 2,72 52 Nigeria 1,76

Fuente: Transparency International (citado en: Islam, 1997:69).

CUADRO 6 DISTRIBUCIÓN DEL INGRESO Y RURALIDAD EN TAILANDIA Y ALGUNOS PAÍSES SELECCIONADOS

Distribución del ingreso Año de la Coeficiente ' Quintil inferior Quintil superior Población rural País encuesta de Gini (%) (%) (%) (1995) Vietnam 1993 35,7 7,8 44,0 79 RP China 1995 41,5 5,5 47,5 70 Indonesia 1993 31,7 8,7 40,7 66 Filipinas 1988 40,7 6,5 47,8 47 Colombia 1991 51,3 3,6 55,8 27 Tailandia 1992 46,2 5,6 52,7 SO Malasia 1989 48,4 4,6 53,7 46 Singapúr 1982-1983 5,1 48,9 0 Japón 1979 8,7 37,5 22

Fuente: Banco Mundial (1997:246-247,254-255)

sentando una dinámica estructural en la cíente toma de conciencia y participa- sociedad tailandesa. Desde el punto de ción política, la creciente importancia de vista social y político, es una sociedad en las clases media, el lento progreso de las transición. Esta dinámica se muestra en inequidades en los ingresos y entre re- diferentes aspectos; por ejemplo: la ere- giones23, etc.

23 Este fenómeno podría estimular las sensibilidades regionales en la política. Acerca de la dinámica del desarrollo regional, véanse, Cuyvers et al. (1996), Hill (1997), Wattanapanom et al. (1997).

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Estas inequidades en el ingreso y en-tre regiones son muy marcadas y tienen una tendencia ascendente (Cuadro ó)24. Se puede prever entonces que adquiri-rán una importancia creciente en la vida sociopolítica en el futuro.

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26 • Colombia Internacional 45

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ANEXO INDICADORES MERCADOS FINANCIEROS TAILANDIA, 1960-1998

Tipo de cambio Tasas de interés índice bursátil (spot rate)

THB/USD Prime lending Interb. 1 mes Interb. 3 mes. bolsa de Bangkok

SET index dic. 1960 21,0 dic. 1965 20,8 dic. 1970 20,9 dic. 1975 20,4 dic. 1980 20,6 dic. 1985 26,7 dic. 1990 25,2 29 dic. 1995 25,17 13,75 14,00 13,25 1280,81 30 dic. 1996 25,61 13,25 13,00 12,75 831,57 27 enero 1997 25,81 13,25 12,50 12,25 842,63 24 feb. 1997 25,91 13,25 16,00 15,00 739,75 31 marzo 1997 25,96 13,25 9,50 11,50 694,74 28 abril 1997 26,11 13,25 10,00 10,75 658,59 26 mayo 1997 25^0 13,00 12,50 12,00 569,84 30 junio 1997 25,79 13,00 20,00 19,50 527,28 28 julio 1997 32,06 12,75 20,00 18,00 682,16 25 agosto 1997 34,04 13,75 17,00 16,50 525,49 29 sept. 1997 35,85 14,25 22,00 21,00 544,54 27 oct. 1997 38,53 14,75 17,00 16,50 460,80 24 nov. 1997 39,60 14,75 18,50 17,50 396,58 29 dic. 1997 46,76 15,25 27,00 26,00 365,82 23 enero 1998 54,22 15,25 26,50 25,50 424,51 4 feb. 1998 49,10 24,00 505,60 4 marzo 1998 44,40 25,50 528,20 1 abril 1998 39,70 24,00 456,60

Nota: SET = Stock Exchange of Thailand. Fuentes: Muscat (1994:295); The Economist; Far Eastern Economic Review; Royal Thai Government.

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LOS APORTES DE LA PERSPECTIVA DE GÉNERO ÁL CONOCIMIENTO EN LAS CIENCIAS SOCIALES, LA TEORÍA DE LAS RELACIONES INTERNACIONALES Y LACONCEPCIÓN

DE LOS ESPACIOS*

Suzy Bermúdez Q. Marcela Londoño

Arlene B. Tickner**

LA CONTRIBUCIÓN DE LA PERSPECTIVA DE GÉNERO Y EQUIDAD A LAS CIENCIAS SOCIALES

La construcción histórica de la praxis social y cultural en el mundo occidental, moldeada en gran medida por la influen-cia de los imaginarios de la tradición ju-deocristiana, la Revolución Francesa y la Revolución Industrial, se cimentó en la creación de relaciones asimétricas de dominación, así como en la constitución de jerarquías fundamentadas en aspec-tos como género, raza, clase y etnia, las cuales ocasionaron la "invisibilizadón" de ciertos grupos sociales frente a la pre-eminencia de otros. En esencia, la con-solidación de estas perspectivas discrimi-natorias fue el resultado de la tendencia occidental de valorar lo masculino por

encima de lo femenino, a partir de lo cual se configuró una interpretación del mundo, basada en dicotomías excluyen-tes, tales como el yo/otro, lo público/pri-vado, lo letrado/iletrado y lo racional /irracional.

De forma paralela, y como producto de esta representación particular de la experiencia humana, los marcos teóri-cos y planteamientos científicos de las ciencias sociales, formulados desde la tradición del Occidente letrado hege-mónico, se construyeron sobre pilares culturales caracterizados por un marca-do androcentrismo. En consecuencia, la transmisión del conocimiento elabora-do en este contexto histórico-social, coadyuvó a la justificación y legitima-ción de modelos de relación social pro-

* El presente documento corresponde a un resumen ejecutivo realizado por Marcela Londoño, en el cual se esbozan los planteamientos generales más importantes que se exponen en los primeros cuatro capítulos de la parte I de la investigación "Las relaciones internacionales en el marco de la equidad para las mujeres. El caso de Colombia" del Centro de Estudios Internacionales (CEI). Este proyecto fue elaborado por Arlene B. Tickner y Suzy Bermúdez Q., y financiado por el Ministerio de Relaciones Exteriores y la Dirección Nacional de Equidad para las Mujeres.

* Suzy Bermúdez Q. se desempeña como profesora del Departamento de Historia de la Universidad de los Andes. Marcela Londoño es investigadora del CEI. Arlene B. Tickner es la actual directora del CEI.

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vistos de serias limitaciones frente al res-peto por la diferencia y la pluralidad.

En efecto, los saberes generados por las diversas disciplinas dentro de las ciencias sociales han fomentado la per-petuación de relaciones sociales de desi-gualdad, al pretender darles a éstas una explicación con base en aproximaciones esencialistas y biológicas que tienden a separar la relación que existe entre la na-turaleza y la cultura, creando, por lo tan-to, una acentuada reticencia a aceptar la naturaleza social de la construcción de la experiencia humana.

A través de esta lectura de la reali-dad, basada en binariedades asimétri-cas, uno de los polos de las categorías utilizadas para denotar diferentes con-textos y espacios sociales suele mostrar-se como el superlativo y deseable frente al otro, al tiempo que es asociado con ac-titudes y comportamientos de género. En esta medida, a lo femenino se le han endilgado propiedades de inferioridad, tales como el otro, lo privado, lo iletra-do, lo subjetivo y lo irracional, mientras que se tiende a asignar los atributos opuestos a lo masculino (el yo, lo públi-co, lo letrado, lo objetivo, lo racional) y, por ende, superiores, con lo cual se han sustentado, de manera aparentemente "objetiva", las diferencias fundamenta-les entre el hombre y la mujer.

Al ser generadas desde el conoci-miento masculino-hegemónico y etno-céntrico, en el cual se privilegia el supues-to uso de la razón, estas aproximaciones han sido presentadas como "neutrales" e "imparciales" y, en consecuencia, como las únicas válidas y universales para to-dos los demás grupos humanos en gene-

ral, sin tener en cuenta la pluralidad so-cial.

Durante la primera mitad de este si-glo aproximadamente, la generalización e imposición de estas interpretaciones particulares y ahistóricas, formuladas mediante los análisis teóricos y empíri-cos de las ciencias sociales, favorecieron la cristalización de relaciones patriarca-les, y procesos de explotación y subordi-nación del hombre hegemónico frente a la mujer (y otros sujetos sociales). No obstante, hacia la segunda mitad del si-glo, el cambio en la situación de la mujer y su papel dentro de la sociedad, a pesar de haber estado gestándose durante va-rios siglos de forma anónima y cotidia-na, comenzó a manifestarse en diversos escenarios y momentos. Concomitante-mente, a medida que estas transforma-ciones sociales se fueron haciendo cada vez más visibles, la experiencia de las mujeres y su labor contributiva en todos los dominios de la vida comenzó a ser reconocida de manera lenta, aunque creciente, por parte de las ciencias hu-manas gestadas en el Occidente letrado, principalmente desde la década de los años setenta.

De forma paulatina, ciertas discipli-nas, como la psicología, la antropología, la sociología, la historia y, posterior-mente, la ciencia política y las relaciones internacionales, dieron inicio a fuertes cuestionamientos y reflexiones acerca de los pilares de la cultura occidental y sus premisas para justificar un orden so-cial de opresión y exclusión generaliza-das. El surgimiento de una variedad de interrogantes en torno a esta condición permitió la consolidación de diversas corrientes alternativas al conocimiento

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Los aportes de la perspectiva de género • 29

tradicional, entre las cuales se encuen-tran los debates de la teoría crítica, la posmodernidad y la perspectiva de gé-nero y equidad.

La incursión de este tipo de enfoques en la construcción del conocimiento en las ciencias sociales ha hecho posible la aceptación de algunos planteamientos que hasta el momento no habían sido contemplados a cabalidad. Sin duda, el más importante de éstos es la afirmación de que toda interpretación de la reali-dad, al igual que todo paradigma desa-rrollado por la ciencia, no son más que creaciones históricas particulares y, por consiguiente, arbitrarias, contingentes y, en esa misma medida, transformables. Como resultado, se ha podido demos-trar que las ópticas esencialistas y bioló-gicas para diferenciar al hombre de la mujer sólo esconden el hecho de que el género es una idea construida mediante interacciones histórico-sociales entre los seres humanos.

Desde sus inicios, los debates susci-tados alrededor de la problemática de la mujer fueron liderados por las corrien-tes feministas, dentro de las cuales se empezaron a cuestionar las relaciones patriarcales, junto con la situación de opresión y subordinación que vivían las mujeres, partiendo del estudio centrado casi exclusivamente en éstas. Sin embar-go, el foco de estudio se fue ampliando más adelante hacia un examen integral de las relaciones entre hombres y muje-res, en la medida en que la perspectiva de género alude a la construcción tanto femenina como masculina de la reali-dad en términos históricos y culturales, y no simplemente a la búsqueda de una reivindicación de lo femenino.

En este sentido, cabe anotar que la perspectiva crítica predominante en el análisis de este tema hasta el último de-cenio ha sido particularmente la "mujer-centrada", aunque tal delimitación ya ha comenzado a ser superada, en la me-dida en que en algunos países han co-menzado a desarrollarse estudios acerca de los hombres y la forma como éstos han ejercido históricamente su hegemo-nía, tanto en el ámbito de la cultura como en la producción y socialización del co-nocimiento.

En términos generales, gracias a los aportes de la perspectiva de género fue posible develar las implicaciones éticas de los supuestos de la filosofía masculi-na hegemónica, y evidenciar las ya men-cionadas limitaciones de las ciencias humanas tradicionales para producir modelos sociales abiertos a la diferencia, manifiestas en aspectos como el racis-mo, el etnocentrismo, la lectura dicotó-mica de la realidad y la prerrogativa del hombre blanco. En este sentido, las aproximaciones "naturalistas" y esen-cialistas han sido ampliamente rebati-das y reemplazadas por análisis a partir de categorías simbólicas, abiertas a acto-res diversos y atravesados por el género.

Adicionalmente, se pasó de plantear la "igualdad" de las mujeres con respec-to a los hombres, cuyo punto de refe-rencia eran las categorías controladas por el hombre blanco, anglosajón y de-fensor de la propiedad privada, a pro-poner una visión más asimilable a la "equidad", la cual aboga por una exami-nación de la igualdad dentro de un con-texto de heterogeneidad, marcada por diferencias dentro del mismo sistema cultural en términos de etnia, edad, cía-

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se y origen, entre otras, que no siempre son equiparables a los preceptos que se reclaman como "válidos" dentro de la óptica occidental letrada.

Entre los proyectos más importantes de la perspectiva de género se encuen-tran la deconstrucción del conocimiento occidental androcéntrico y la recons-trucción de éste desde parámetros sen-sibles al problema de género. La labor deconstructiva ha permitido identificar la existencia de diversos factores de opresión no sólo hacia las mujeres, sino hacia todos los sectores no hegemónicos dentro de la población, entre los cuales también están incluidos los hombres tradicionalmente subyugados por los grupos humanos hegemónicos. En este sentido, el principal logro de la decons-trucción ha sido rescatar la importancia de múltiples sujetos silenciados históri-camente, lo cual ha implicado reconocer que lo femenino, lo doméstico y lo coti-diano también han jugado un papel preponderante en la transformación de la historia.

De forma similar, a través de esta vi-sión se pudo avanzar en la aceptación del hecho de que, en la medida en que existe una clara interdependencia entre lo femenino y lo masculino, no es posible estudiar al nombre ni a la mujer como categorías singulares, ya que se trata de grupos heterogéneos que presentan di-ferencias y paradojas no solamente en-tre sí, sino al interior de ellos mismos, lo cual ha abierto sendas más propicias para el fortalecimiento de relaciones de equi-dad de género.

Por su parte, el proyecto reconstruc-tivo intenta ir más allá de los menciona-

dos reconocimientos históricos. De esta forma, busca explorar las implicaciones teóricas y prácticas que se ponen de ma-nifiesto al escrutar las fuentes estructu-rales de exclusión social presentes en el conocimiento androcéntrico, en la me-dida en que resalta no sólo el rol de las mujeres en la sociedad, sino también el valor del conocimiento producido por las mismas, al igual que por los demás actores no hegemónicos, y su contribu-ción a la creación de formas alternativas de percibir y conceptualizar la realidad.

En suma, el análisis reconstructivo desde una perspectiva de género ha ge-nerado nuevas propuestas epistemoló-gicas desde las cuales se ha rebatido el modelo positivista, objetivo, racional, y con pretensiones de "neutralidad", so-bre el cual se han forjado las ciencias so-ciales tradicionales. Asimismo, la crítica al proyecto de la modernidad como re-flejo de dicha filosofía positivista ha po-sibilitado la inclusión de categorías nor-malmente asociadas a lo femenino, tales como la subjetividad, la sensibilidad y la contingencia, como variables válidas en los debates que se libran en la actualidad en torno al conocimiento y la cultura.

De esta forma, las diversas corrientes de pensamiento alternativo que se han puesto de manifiesto en el marco de la perspectiva de género y equidad, en su empeño por "desnaturalizar" las relacio-nes de dominación a lo largo de la histo-ria, han ofrecido nuevas visiones ontoló-gicas, epistemológicas y metodológicas desde la ciencia que hoy por hoy son im-prescindibles para abordar la realidad so-cial de una forma más justa y tolerante.

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Los aportes de la -perspectiva de género • 31

LA PERSPECTIVA DE GÉNERO EN LAS RELACIONES INTERNACIONALES

A raíz de la experiencia histórica de la Guerra Fría y la amenaza nuclear en el contexto mundial, el estudio de los pro-blemas internacionales durante aproxi-madamente cincuenta años se centró exclusivamente en el análisis del papel que jugaban en el escenario internacio-nal los Estados soberanos, y en especial las grandes potencias. En este sentido, en las principales escuelas tradicionales de pensamiento al interior de la discipli-na de las relaciones internacionales se han generado aproximaciones teóricas que privilegian asuntos, tales como la centralidad, naturaleza unitaria y racio-nalidad del Estado como actor principal en el sistema internacional, la defensa del interés nacional, el ejercicio de po-der, la soberanía, la autoayuda, la anar-quía y las cuestiones de paz y guerra, entre otros, en la medida en que se le confirió al paradigma realista, plantea-do fundamentalmente por autores nor-teamericanos, un rol preponderante en la evolución de dicha disciplina.

A modo de generalidad, de acuerdo con la interpretación del mundo, profe-rida desde el paradigma realista, las pre-misas centrales en torno a los actores, te-mas de la agenda global, conceptos sobre el poder, herramientas metodoló-gicas y mecanismos de cooperación en-tre naciones empleadas para la cons-trucción teórico-práctica de la disciplina de las relaciones internacionales se han ubicado en las esferas de la guerra, la se-guridad nacional, los asuntos estratégi-co-militares y la diplomacia, dominios que, por antonomasia, han pertenecido

históricamente al campo de acción del hombre hegemónico eurocéntrico.

Al designar la política del poder y la defensa de la seguridad nacional como ejes de las relaciones internacionales, la escuela realista suele medir el poder del Estado en términos de su capacidad mi-litar y habilidad política para sortear las diferentes situaciones que surgen den-tro del escenario de anarquía propio del sistema internacional. Esta interpretación teórica del quehacer mundial, reforzada por una concepción relacional del poder, propició en la práctica un modelo de je- rarquización internacional caracteriza-do por una división tajante entre países del centro y la periferia, junto con una clara posición desventajosa de los países subdesarrollados, frente a los más desa-rrollados en cuanto a su posibilidad de injerencia en el ámbito internacional, me-diante un ejercicio efectivo del poder.

Por su parte, debido a la entroniza-ción del Estado unitario y racional como actor principal de las relaciones interna-cionales, el paradigma realista no logró escapar del imperio de la lógica racional de Occidente y su implacable tendencia a delimitar lo "pertinente" y a excluir lo "irrelevante" en pos de una maximiza-ción de los beneficios en la toma de de-cisiones. En este sentido, la rotunda preponderancia de la alta política (que comprende los fines estratégico-políti-co-militares relacionados con la defensa de la seguridad nacional) sobre la baja política (que incluye asuntos económi-cos, sociales y culturales, entre otros) ha determinado que las esferas de lo do-méstico y lo privado (espacios de inte-racción de la familia, la mujer y grupos sociales no hegemónicos en general) ha-

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32 • Colombia Internacional 45

yan sido sistemáticamente excluidas por largo tiempo de los procesos de formu-lación y toma de decisiones estatales so-bre política exterior.

De esta forma, los desarrollos teóri-cos asociados a la escuela realista anglo-sajona, generados en función de las ex-periencias y necesidades de las élites de los países del centro, y cimentados en la observación de supuestas leyes objetivas y naturales de la historia, han sido exhi-bidos como parte de un "conocimiento universal" e "irrebatible", ajustado a las aproximaciones positivistas y empiricis-tas desde las cuales, como se ha señalado, han sido abordadas tanto las relaciones internacionales como las demás discipli-nas construidas desde la óptica sesgada de la cultura letrada occidental.

Pese a lo anterior, el advenimiento de procesos histórico-sociales de gran en-vergadura mundial, tales como la caída del muro de Berlín, el fin de la Guerra Fría y la consecuente aceleración del proceso de globalización, trajo consigo la inicia-ción de un "nuevo orden mundial" que produjo una realidad mundial más de-sequilibrada y fluctuante de lo que se tenía pensado. Dicho contexto ha pro-ducido una convulsión en las estructu-ras tradicionales de poder y presupuso el reconocimiento de diversas identida-des, relaciones intersubjetivas y formas de asociación distintas a los Estados como partícipes activos y, de una u otra forma, influyentes dentro del sistema interna-cional.

De igual modo, a partir de dicha co-yuntura histórica, aproximadamente a partir de la década de los ochenta, la for-ma dominante en que ha sido abordada la disciplina de las relaciones internacio-

nales comenzó a ser polemizada desde múltiples corrientes teóricas, entre las cuales cabe destacar el postpositivismo, la teoría crítica, el posmodernismo y, en especial, la perspectiva de género y equi-dad, las cuales se condensan en lo que se conoce en la actualidad como el "Tercer Debate".

Las controversias generadas ante el surgimiento de las mencionadas corrien-tes permitieron objetar la cimentación positivista-empiricista de las relaciones internacionales, así como situarla como una disciplina que, si bien no ha sido ajena a los avatares de la construcción social, ha sido desarrollada tradicional-mente de manera ahistórica, sin tener en cuenta la práctica social y la construc-ción lingüística de la realidad.

De otro lado, desde la perspectiva de género se ha identificado cómo las rela-ciones internacionales han secundado el forjamiento de una sociedad interna-cional militarizada, etnocéntrica, andro-céntrica y, por ende, "hipermasculiniza-da" y adversa a la mujer, en la medida en que la perspectiva realista ha asocia-do lo femenino a lo débil, desordenado e indefenso y, en consecuencia, a lo pro-clive a desafiar la seguridad estatal y el interés nacional.

Varias teorías alternativas al realis-mo, entre las cuales se incluyen la inter-dependencia y las ya aludidas corrien-tes que conforman el Tercer Debate, han avanzado en el cuestionamiento de la centralidad del Estado en los estudios internacionales y en la definición prácti-ca de los temas de la agenda global. En este sentido, desde diferentes puntos de vista, han explorado las múltiples rela-ciones existentes entre éste y la sociedad

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Los aportes de la perspectiva de género • 33

heterogénea en su interior, como crítica al modelo sociopolítico tradicional defen-dido por el realismo, tendiente a la ho-mogeneización y dominación cultural y al establecimiento de órdenes sociales de opresión y subordinación internacio-nal. De esta manera, se ha superado el posicionamiento de los Estados como fi-guras exclusivas de la política interna-cional, para pasar al reconocimiento de los derechos de asociaciones culturales y genéricas, diversas tanto al interior de las naciones como por fuera de ellas.

A pesar de que las escuelas de pen-samiento asociadas a la representación realista del mundo continúan ejercien-do una fuerte influencia en el ámbito de las relaciones internacionales, la perspec-tiva de género y equidad ha advertido la urgencia de actualizar las interpretacio-nes tradicionales sobre la problemática internacional, a los procesos y desafíos que plantea la sociedad mundial contem-poránea.

A este respecto, la adecuación de los planteamientos teóricos, procesos polí-ticos globales y programas de desarrollo a las necesidades de la sociedad mun-dial contemporánea, en función del gé-nero, comienza por la eliminación del predominio de los temas estratégico-militares propios de la "alta política" y se amplía a la incorporación de los asuntos político-sociales y culturales, tradicio-nalmente considerados de "baja políti-ca", dentro de las aproximaciones a las relaciones internacionales y la formula-ción de la política exterior de los países.

Lo anterior implica readecuar los postulados y marcos teóricos conven-cionales de la disciplina a un tratamien-

k.o. adecuado de la tensión que se presenta actualmente entre la heterogeneidad de identidades socioculturales en el ámbito doméstico y local, y la tendencia a la homogeneización cultural propia del proceso creciente de globalización polí-tica, económica y cultural del sistema in-ternacional. En este sentido, con el fin de enfrentar los efectos desiguales y de-safíos que este proceso impone en di-versos ámbitos sociales y culturales, la perspectiva de género plantea la necesi-dad de profundizar en la aceptación de las diferencias culturales, el reforza-miento de las identidades de género y etnia y el logro de un "empoderamien-to" de múltiples actores sociales provis-tos de una heterogeneidad de intereses y necesidades. Al indagar sobre las dis-tintas formas de ser y actuar que tanto hombres como mujeres exhiben en sus localidades, de acuerdo con las culturas en las cuales se inscriben, se unen en una sola propuesta el multiculturalismo y el género, lo cual permite hacer refe-rencia a una perspectiva cultural de género. Esta supone el reconocimiento de la ín-tima relación que existe entre género y cultura, necesaria para alcanzar la con-vivencia de las comunidades y socieda-des diversas en un mundo globalizado.

El reto de acoger los aportes de la perspectiva de género como una varia-ble cultural, tanto en la teoría como en la práctica de las relaciones internaciona-les, constituye un imperativo ineludible que obliga a reconocer la relevancia de la dimensión doméstica e interna de lo político, dentro de las consideraciones efectivas sobre la política exterior y las relaciones internacionales, más allá del marco convencional unilateral del Esta-

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do, y teniendo en cuenta el carácter in-terméstico que estas últimas han adqui-rido en el contexto de la globalización.

La perspectiva de género invita no sólo a indagar las especificidades de cada espacio local e identificar las diver-gencias culturales y genéricas de los ac-tores de lo doméstico, sino además a asegurar la participación activa y "em-poderamiento" de los mismos en la multidimensionalidad de las relaciones internacionales. Al permitir la inclusión no sólo de temas estratégico-militares, económicos o políticos dentro de las prioridades de la política exterior, sino también temas sociales, culturales, eco-lógicos, ideológicos y de toda índole, se le da cabida a los variados intereses pre-sentes en el seno de las sociedades y, por ende, las relaciones internacionales se ven nutridas de la cotidianidad política que surge de la dimensión doméstica, a su vez permeada por relaciones diver-sas de género, raza, etnicidad y clase.

La apertura al reconocimiento de las relaciones intersubjetivas que conlleva la noción de diferencia cultural de géne-ro aquí expuesta, al identificar la absolu-ta inseparabilidad entre las cuestiones domésticas y las internacionales y su continua retroalimentación, señala la necesidad de buscar la desaparición de las fronteras entre lo público y lo priva-do, y lo doméstico y lo externo que han caracterizado durante tanto tiempo el quehacer político del mundo occiden-tal. Asimismo, exhorta a valorar las con-tribuciones históricas de las mujeres y hombres no hegemónicos en las esferas del desarrollo humano a través de acti-vidades que hasta hace poco sólo esta-

ban catalogadas como parte de lo priva-do y, por ende, eran invisibilizadas.

No obstante, vale recalcar que, más allá del simple reconocimiento de los aportes de las mujeres y demás actores históricamente marginados de la partici-pación en asuntos de política exterior, y su eventual inclusión dentro de las rela-ciones internacionales, el reto que aspira enfrentar la perspectiva de género en el de-sarrollo de esta disciplina es ante todo la creación de nuevos tipos de acción políti-ca efectiva que, partiendo de una concien-cia acerca de las diferencias genéricas y culturales existentes al interior de las mis-mas naciones, permitan poner en prácti-ca el poder transformativo de actores so-ciales heterogéneos, de suerte que éstos tengan la posibilidad de interactuar en el contexto de la globalización, encarando sus desafíos a través de sus acciones directas desde el ámbito doméstico.

LAS RELACIONES INTERNACIONALES Y LOS ESPACIOS

En la medida en que, como se ha indica-do con anterioridad, la teoría y la prácti-ca de las relaciones internacionales han sido tradicionalmente dominadas por la "racionalidad" defendida por la pers-pectiva realista, la cual centra su aten-ción en la "política del poder" en desme-dro de los asuntos político-sociales, esta disciplina se ha revelado ahistórica y, por lo tanto, ajena a cualquier conside-ración conceptual sistemática acerca de las implicaciones de los entornos espa-ciales. Sin embargo, es precisamente el espacio la categoría sobre la cual dicha disciplina se construye.

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Los aportes de la perspectiva de género • 35

En el contexto de una crítica al para-digma predominante de las relaciones internacionales desde una perspectiva de género, el abordaje del tema del es-pacio se torna esencial, por cuanto el análisis de la forma en que éste se ha concebido en la visión occidental y la teoría en las ciencias sociales contribuye a consolidar la búsqueda de las raíces de la invisibilización de ciertos grupos hu-manos, dado que es el espacio lo que de-limita las posibilidades o impedimentos de los actores sociales para desempeñar-se de una u otra forma dentro de la construcción social-histórica de la reali-dad humana.

De hecho, el espacio constituye una dimensión de la experiencia humana que se encuentra presente tanto en la simbo-logía de la construcción de la vida comu-nal, como en la materialidad del ejercicio del poder. Es decir, se trata de una catego-ría planificada y heredada que determina los intereses que se defienden y la forma como las distintas sociedades perfilan su organización política, social, económica y legal. Por lo tanto, el entorno posee una injerencia directa en la definición de qué identidades son incluidas o excluidas al interior de un contexto social determina-do. Por esta razón un examen crítico del espacio es un complemento imprescindi-ble de las reflexiones en torno a la posibi-lidad de abrir caminos hacia el respeto por la diferencia, a partir del lente crítico de la perspectiva de género y equidad.

En la realidad mundial actual, en donde el proceso de la globalización ha intensificado las intercomunicaciones entre diferentes actores individuales y colectivos y ha hecho posible la relación entre múltiples instancias a nivel inter-

nacional, multilateral y transnacional, se ha conformado una sociedad mundial de tipo interdependiente, en la cual se hallan articuladas todas las escalas espa-ciales que van desde el cuerpo, la locali-dad, la nación y el sistema internacional, hasta el planeta en su totalidad.

En este ambiente de apertura que se ha configurado, las identidades indivi-duales, genéricas, étnicas, nacionales, regionales, transnacionales e internacio-nales se hallan concatenadas espacial-mente. Comenzando por el cuerpo, es-pacio con el cual se relaciona en primera instancia el individuo, la cadena relacio-nal de la "realidad global" contemporá-nea pasa por lo habitacional, lo local y lo nacional, hasta llegar a lo global. La fuerte tendencia a la desterritorializa-ción de las actividades humanas, y en especial de aquéllas desarrolladas en los ámbitos de la economía y los medios de comunicación, se encuentra al mismo tiempo en una continua tensión con procesos contrarios de territorialización. Las contradicciones entre la globaliza-ción y la localización constituyen el re-sultado lógico de una realidad, en la cual se ha ampliado sustancialmente el número de escalas y relaciones espacia-les tenidas en cuenta para la conceptua-lización de lo internacional y geopolítico, pues se pasa de consideraciones centra-das en lo estatal y lo nacional, al examen de otras categorías de análisis que van de lo doméstico o urbano-rural, hasta lo nacional o estatal y, por último, lo inter-nacional o global.

En este contexto, la tendencia predo-minante dentro de la disciplina de las relaciones internacionales ha sido pre-sentar esta nueva realidad espacial a

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partir de la óptica occidental hegemónica, es decir, como "el mundo planetario" o como "un solo mundo", con la consiguiente inclinación a homogeneizar las percepciones que actores sociales heterogéneos en distintas sociedades puedan tener sobre un mismo entorno, así como a desdeñar las diferencias que sobre el particular puedan erguirse a nivel de localidad, habitación o corporalidad.

En efecto, al definir la territorialidad del Estado como dimensión espacial por excelencia para la reflexión teórico-prác-tica tradicional sobre las relaciones in-ternacionales, puede afirmarse que éste en principio asume un papel mediador entre lo doméstico y lo global, pues se instituye como la entidad política encar-gada de canalizar y planear las realida-des políticas de las comunidades, así como de aglutinar identidades en torno a la idea de identidad nacional.

No obstante, en la medida en que el espacio occidental se elabora desde una óptica androcéntrica, la espacialidad proporcionada por el Estado se vuelve la norma por seguir y, por ende, absorbe y homogeneiza forzadamente a los ac-tores heterogéneos de los sistemas peri-féricos. Entre tanto, los asuntos estatales delineados de este modo pasan por alto lo local, lo habitacional y lo corporal para definir las prioridades en lo inter-nacional, es decir, no consultan el nivel "micro" con el fin de articularlo con el nivel "macro", y por eso la mediación es-tatal entre lo doméstico y lo global resul-ta débil en lo referido al reconocimiento de la diferencia.

La microespacialidad del cuerpo, primer espacio natural y simbólico, es la instancia en la cual se articulan la natu-

raleza y la cultura, dimensiones normal-mente tratadas por separado en la vi-sión hegemónica occidental. Asimismo, es el lugar en el cual confluyen catego-rías tales como etnia, género, nación o lo global, y en donde, en esencia, se anclan los procesos de localización y globaliza-ción. Desde el punto de vista de la teoría crítica y el debate postestructuralista, el Estado ya no es el único ente involucrado en los asuntos de relaciones internacio-nales, pues éstas son también un asunto que compete a los individuos y colecti-vidades dentro de la comunidad política nacional. Por esta razón resulta primor-dial reconocer el espacio de la corporali-dad individual como parte de la formu-lación de la política internacional, ya que constituye la piedra angular que permi-te desentrañar la conexión existente en-tre identidad personal, identidad nacio-nal y relaciones internacionales.

Por otra parte, tal como se ha diluci-dado a lo largo de este resumen, la men-talidad occidental ha identificado espa-cios arquitectónicos y simbólicos de actividad claramente definidos para lo masculino y lo femenino, referidos es-pecíficamente a los ámbitos público y privado respectivamente, sobre los cua-les se han trazado los lincamientos de los roles sociales de género. Mientras que históricamente sí se han producido cambios sociales que han facilitado una mayor conquista del espacio público a las mujeres, con implicaciones directas en torno a la igualdad de éstas frente a los hombres, la posibilidad de apertura del espacio doméstico a estos últimos se ha generado de forma más lenta -aun-que ha venido incrementándose desde los años sesenta-, en la medida en que

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Los aportes de la perspectiva de género • 37

las repercusiones de esta transformación plantean cambios más profundos en re-lación con la equidad y, por lo tanto, van más allá de la simple igualdad entre am-bos sexos.

Una visión crítica de la dicotomiza-ción de los espacios en el Occidente per-mite afirmar que las particularidades del cuerpo y lo habitacional no pueden pasarse por alto en la definición y ejecu-ción de las prioridades nacionales e in-ternacionales, pues las identidades de género, etnia y cultura son los puentes vinculantes al interior de la intrincada interrelación entre las diferentes escalas espaciales existentes en la contempora-neidad mundial.

De hecho, en la medida en que los límites entre localidades, regiones y paí-ses se disipan cada vez más en la reali-dad presente, es inevitable plantear el carácter mundial y el sentido de "globa-lidad" presente en cada una de las expe-riencias espaciales que se inscriben en este contexto. Por lo tanto, tener en cuenta las especificidades de cada nivel espacial resulta imprescindible para que la parti-cipación política de los diversos actores en la sociedad mundial se inscriba en el marco de una verdadera "espacialidad de la diferencia".

Por último, vale resaltar que una po-lítica internacional contemporánea que realmente reconozca a todos los actores sociales, debe comenzar por considerar todas las escalas y niveles espaciales en toda su diversidad genérica y multicul-tural, de manera que procure una ade-cuada mediación entre las particularida-des de cada identidad genérica y cultural y las tendencias mundiales hacia la ho-mogeneización.

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¿CUÁL ES LA TEORÍA MÁS ADECUADA PARA EXPLICAR LAS RELACIONES COLOMBIA-ESTADOS UNIDOS

ENTRE 1986 Y1994?

El Debate de la Teorías de Relaciones Internacionales

Tatiana Matthiesen*

Durante los años ochenta la estrategia de los Estados Unidos para persuadir a los países productores y exportadores de droga en Latinoamérica a cooperar ple-namente en la lucha contra las drogas consistía en el uso de presión externa, a través de canales diplomáticos, económi-cos y (en algunos casos) militares (Tokat-lian, 1988a, 1988b, 1995,1996; Lee, 1989; Bagley, 1987, 1988a, 1988b; Craig, 1987; Nadelmann, 1988,1993).

Sin embargo, el viraje en la respuesta de Colombia desde 1990 a la presión di-plomática y económica en el tema de las drogas sugiere que la lógica de la política internacional de los Estados Unidos fue equivocada. En comparación con el go-bierno de Virgilio Barco, el presidente César Gavina Trujillo cambió el discurso sobre el tema de las drogas, separando el concepto del problema de drogas en dos partes: el narcotráfico y el narcoterroris-mo. El consideraba que el narcotráfico

era un problema internacional y el narco-terrorismo un problema nacional.

Según esta conceptualización, el go-bierno de Gavina se comprometió a lu-char contra el terrorismo asociado con el narcotráfico, pero insistió en que con res-pecto al tráfico de drogas había que en-contrar una solución internacional. Ade-más el presidente César Gaviria cambió la -política de cumplimiento (politics of com-pliance) de Virgilio Barco (quien se some-tía a las exigencias de los Estados Unidos) a una política de conciliación (politics of com-promise), que reconciliaba la exigencia de Estados Unidos con la de los grupos y partidos dominantes en Colombia . Por ejemplo, Gaviria impulsó la política del sometimiento a la justicia colombiana (si-milar al proceso de plea bargaining en Es-tados Unidos), que permitió a los narco-traficantes una rebaja en sus penas y que aseguró la no-extradición al someterse a la justicia y confesar sus crímenes. Al mis-

* Este ensayo es un capítulo de la tesis doctoral (Ph.D.) de la autora con la cual se graduó en la New School for Social Research en mayo 1998. Actualmente la autora trabaja en la GTZ (Cooperación Ale-mana al Desarrollo) en Santafé de Bogotá.

1 Los términos politics of compliance y politics of compromise son adaptados de Robert Putnam (1988).

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mo tiempo el gobierno se comprometió a usar solamente el instrumento de la ex-tradición en caso de que los narcotrafi-cantes se negaran a someterse a la justicia y que fueran capturados por la justicia colombiana.

Durante el gobierno de Gaviria se abandonó el uso de la extradición como una de las herramientas más útiles en la lucha contra el narcotráfico, con lo cual ocurrió un cambio institucional impor-tante en el sistema político de Colombia. Con la Asamblea Constituyente se dise-ñó una nueva Constitución que abrió los canales de acceso a aquellos que se opusieron a una estrategia confronta-cional al tráfico de drogas y, al mismo tiempo, a una política de plena coopera-ción a nivel internacional. La nueva Constitución de 1991 tenía previsto un marco para reforzar el sistema judicial, descentralizar el proceso de decisión política y de garantizar la protección de los derechos humanos y económicos. De todas formas, la decisión más importante que se tomó en la Asamblea Constituyente fue en el área de las drogas: la prohibición de la extradición de nacionales a los Estados Unidos. Hasta entonces, la extradición había sido el eje más importante en la agenda diplomática de Colombia y Estados Unidos sobre el tema de las drogas.

A nivel conceptual, es interesante la siguiente pregunta: ¿Cómo es posible que un país en desarrollo como Colombia haya sido capaz de resistir las presiones internacionales, es decir, particularmen-te de los Estados Unidos, y adelantar una estrategia de drogas menos represiva y dura? Asimismo, ¿cómo logró Colombia cambiar una política exterior de plena

cooperación a una política de concilia-ción, es decir, una política que respondía tanto a las presiones internacionales como a los domésticas?

El objetivo de este ensayo es discutir diferentes teorías de la literatura sobre relaciones internacionales que pueden servir para interpretar el cambio de po-lítica exterior de Colombia en 1991 y la dinámica de las relaciones entre Colom-bia y Estados Unidos, entre 1986 y 1994. Para adelantar un marco teórico que sir-va como instrumento de análisis, es per-tinente examinar diferentes perspecti-vas dentro de la teoría de las relaciones internacionales y evaluar su utilidad para entender el cambio de política del gobierno de Gaviria. La pregunta cen-tral que este ensayo busca responder está relacionada con el nivel de análisis: ¿Pueden ser explicadas las relaciones Colombia-Estados Unidos a partir de un nivel sistémico del escenario internacio-nal y, por consiguiente, entender el comportamiento de política exterior de Colombia y Estados Unidos como pri-mordialmente el resultado de presiones y oportunidades externas? ¿O es más adecuado comenzar por el nivel de aná-lisis de cada país y, en consecuencia, el comportamiento internacional de Co-lombia y Estados Unidos se puede expli-car a partir de la organización interna de sus sistemas políticos y los procesos in-ternos de cada país? ¿Qué impacto tie-nen los actores sociales en las relaciones colombo-estadounidenses? En el pre-sente ensayo se discutirán los enfoques sistémico, Estado-céntrico y socio-cén-trico y su utilidad para el análisis de las relaciones entre estos países.

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¿Cuál es la teoría más adecuada? • 41

¿QUÉ TAN ÚTIL ES UNA PERSPECTIVA SISTÉMICA?

Los enfoques sistémicos -tales como el realismo y el institucionalismo liberal-se concentran en el sistema internacio-nal como nivel relevante de análisis, se-ñalando que las relaciones de poder en este sistema internacional determinan el comportamiento del Estado. Aunque el realismo no constituye una escuela homogénea, la mayoría de los realistas comparten al menos cuatro premisas básicas acerca de la dinámica de las rela-ciones internacionales. En primer lugar, ellos argumentan que la fuerza principal que influye las motivaciones y acciones de los Estados subyace en la anarquía estructural o la ausencia de autoridad supranacional para garantizar la seguri-dad e independencia de los miembros del sistema (Waltz, 1959; 1979; Hoff-mann, 1965; Aron, 1966). El carácter sis-témico del escenario internacional está asociado primordialmente a los plantea-mientos que expone Kenneth Waltz en Theory of International Politics (1979), en donde el autor, basado en la posición rousseauniana, señala que una teoría de la guerra debe incluir el nivel sistémico (la tercera imagen) y no solamente las primeras (teorías de la naturaleza hu-mana), o segundas (atributos del Esta-do) imágenes. En segundo lugar, los Es-tados unificados que actúan de forma racional son los actores principales de los asuntos internacionales (Morgenthau, 1973; Waltz, 1979). Tercero, el escenario internacional castiga severamente a los Estados si no logran proteger sus intere-ses vitales, o si persiguen objetivos fuera de su alcance. Por lo tanto, los Estados son sensibles a los costos externos y se

guían por la lógica del interés nacional, usualmente definido en términos de su-pervivencia, seguridad, poder y capaci-dades relativas (Waltz, 1986). Finalmen-te, en cuarto lugar, la anarquía en el sistema internacional restringe la volun-tad de los Estados para cooperar. Por ende, la escuela realista considera que las instituciones internacionales (como la Naciones Unidas, Organización de los Estados Americanos) afectan las expec-tativas de cooperación sólo marginal-mente (Waltz, 1977; Morgenthau, 1973; Hoffmann, 1973; Grieco, 1990).

Los institucionalistas liberales com-parten con los realistas los primeros tres supuestos básicos sobre el sistema inter-nacional, pero no están de acuerdo con la última premisa de que las institucio-nes internacionales facilitan la coopera-ción internacional (Keohane, 1984, p. 89; Keohane, Nye and Hoffmann, 1993; Krasner, 1983; Oye, 1986). Según esta perspectiva, los Estados buscan benefi-cios absolutos (es decir, los que otros países logran) más que relativos, lo cual conduce a una visión más optimista acerca de la posibilidad de cooperación internacional. Para los institucionalistas liberales, tanto las organizaciones inter-nacionales como una estrategia coope-rativa de reciprocidad pueden disminuir los conflictos internacionales. Las orga-nizaciones o regímenes internacionales pueden ayudar a suministrar informa-ción y transparencia, reducir la incerti-dumbre y aumentar la predictibilidad; asimismo, pueden alterar los cálculos de costo-beneficio de los Estados al otor-garles los beneficios de la cooperación, regularizar las interacciones y sancionar las deserciones. Ambos enfoques parten

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del supuesto de que los Estados son los actores principales en los asuntos inter-nacionales y que el curso de la política exterior está determinado por las rela-ciones de poder entre los Estados en el sistema internacional. Los formuladores de política son percibidos como actores que responden a un conjunto particular de oportunidades y restricciones que se generan de acuerdo con la posición que un Estado cualquiera posea dentro del sistema internacional en un momento determinado. La fricción entre los Esta-dos en torno a objetivos en conflicto puede ser resuelta por los formuladores de políticas de los Estados relativamente más poderosos mediante presiones a otros Estados. De acuerdo con Mor-genthau (1973, p. 521), los formuladores de política pueden acudir a dos formas de presión externa: la diplomacia y la fuerza.

Al emprender un análisis del cambio de la política exterior de Colombia fren-te a los Estados Unidos en 1990, el im-pacto no se puede ignorar del sistema internacional en el comportamiento de la política exterior de ambos países. De-bido a la relación asimétrica entre Co-lombia y Estados Unidos en lo referente a sus capacidades militares, económicas

y políticas, el margen de maniobra de los formuladores de política colombia-nos fue restringido2.

Dada su dependencia económica en Estados Unidos y sus capacidades mili-tares y políticas relativamente limitadas, Colombia no logró contrarrestar las pre-siones del país del Norte relacionadas con el tema de las drogas. Entre 1980 y 1994, el principal socio comercial de Co-lombia era Estados Unidos; el porcenta-je de exportaciones hacia ese país sobre el total exportado creció del 26.7% en 1980 al 34.54% en 1994. Esto se vio forta-lecido por el aumento de los precios del petróleo, producto del cual Estados Uni-dos se convirtió en el mayor importador, con el 34.7% de las exportaciones petro-leras del país (Banco de la República, marzo 1995, p. 72). Por consiguiente, la dependencia económica con respeto a Estados Unidos exacerbó la exposición del país a presiones externas y lo hizo altamente sensible a los costos externos.

Por ejemplo, el proceso anual de cer-tificación ha jugado un papel dominan-te en presionar a países como Colombia para cooperar plenamente en la lucha contra el narcotráfico3. En las Leyes Anti-Abuso de Drogas de 1986 y 1988, la elegibilidad de países productores y ex-

2 Por ejemplo, la invasión a Panamá el 20 de diciembre de 1989 le demostró a los formuladores de política colombianos que Estados Unidos estaba dispuesto a usar su poder militar para forzar a los países exportadores y traficantes de drogas a cumplir con sus demandas (Tokatlian, 1990:178).

3 El proceso de certificación requiere que, al comienzo de cada año fiscal, el Presidente de Estados Unidos retenga el 50% de la ayuda externa designada para el país en cuestión, mientras se toma la decisión de certificarlo el 1 de marzo. En esa fecha, el Presidente le envía al Congreso una lista de aquellos países que ha certificado como elegibles para recibir ayuda completa por parte de Estados Unidos. A partir de ese momento, el Congreso tiene 45 días de sesiones continuas para evaluar las determinaciones del Presidente y, si es necesario, promulgar resoluciones de desaprobación especí-ficas para un país determinado.

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portadores para recibir ayuda externa de Estados Unidos se ha condicionado a la cooperación con Estados Unidos en el control del tráfico ilegal de drogas. Bási-camente, la certificación se justifica a partir de dos argumentos: (1) que el in-terés nacional vital de Estados Unidos impide la continuación de las sanciones y que, por lo tanto, se deba desembolsar ayuda; o (2) que un país haya cooperado plenamente con los Estados Unidos a po-nerle freno al tráfico de drogas y que haya tomado "medidas adecuadas por su propia iniciativa para prevenir la pro-ducción, procesamiento y tráfico de drogas, lavado de dinero, soborno y co-rrupción pública" (Perl, 1998, p. 25).

Sin embargo, la premisa de la políti-ca de antidrogas estadounidense hacia países latinoamericanos asume implíci-tamente que los formuladores de políti-cas de dichos países pueden hacer caso omiso de las presiones domésticas. Sólo las presiones internacionales impuestas en los Estados se identifican como de-terminantes para la formulación de po-lítica exterior, mientras que la política doméstica se concibe como una caja ne-gra. No obstante, en el caso de las rela-ciones colombo-estadounidenses du-rante 1986 y 1994, la dinámica interna de cada país no se puede pasar por alto. Por ejemplo, según las estadísticas crimina-les de la Policía Nacional de Colombia, el número de homicidios aumentó de 5.788 en 1975 a 28.284 víctimas en 1991 y disminuyó a 25.398 homicidios en 1995 (Policía Nacional de Colombia, 1995).

La revista colombiana Semana de ju-nio de 1990 suministró datos más espe-cíficos sobre homicidios relacionados con drogas {Semana, junio 12, 1990, pp.

38-39). Aunque es difícil en muchos ca-sos establecer la autoría de un asesinato específico, las siguientes cifras dan una idea de cómo la violencia asociada con las drogas aumentó durante la década de los ochenta en Colombia: los homici-dios relacionados con drogas se incre-mentaron dramáticamente de 2.023 en 1980 a la alarmante cifra de 11.254 vícti-mas en 1989. El nivel de violencia asocia-da con las drogas indica que una decisión sobre política exterior de cooperación total, que fue recompensada internacio-nalmente, produjo costos sociales y po-líticos crecientemente altos.

En particular, los líderes políticos y funcionarios públicos, legisladores, jue-ces, policía y fuerzas militares y periodis-tas que apoyaban la política exterior del país orientada a una cooperación inter-nacional -es decir, apoyo al Tratado de Extradición, la militarización de la lucha contra las drogas y altos niveles de erra-dicación- se convirtieron en los principa-les blancos de las organizaciones narco-traficantes. Entre 1980 y 1989, unos 350 empleados judiciales, incluyendo 50 jue-ces, fueron asesinados en el contexto de la violencia relacionada con las drogas {Semana, junio 12,1990, pp. 38-39).

La dinámica interna de Colombia demuestra que, si bien es cierto que el sistema internacional premia algunos ti-pos de comportamiento bajo determi-nadas condiciones, y castiga otros, esto es igualmente cierto en el escenario do-méstico. Los formuladores de política exterior no son simplemente agentes del interés nacional, sino "animales po-líticos" que deben preocuparse por su permanencia en su trabajo y la viabili-dad de sus objetivos políticos en su con-

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junto, tanto los domésticos como los in-ternacionales. Existen pocas razones para esperar que coincida el patrón de incentivos y castigos para varias clases de decisiones sobre política externa. Cuando los casos no concuerdan, los formuladores de política exterior se ven obligados a escoger entre incentivos do-mésticos con costos internacionales, o incentivos internacionales con costos internos.

¿QUÉ SUCEDE CON LAS PERSPECTIVAS SOCIO-CÉNTRICA Y ESTADO-CÉNTRICA?

Un cierto número de enfoques ha desa-rrollado marcos teóricos que hacen én-fasis en la importancia de, primero, los actores sociales y, segundo, las estructu-ras estatales para determinar el compor-tamiento de política exterior de un Esta-do. Tales perspectivas se pueden dividir en dos líneas de pensamiento diferen-tes: la primera hace referencia al papel de los actores sociales (tanto en el nivel doméstico como en el internacional), y el otro se centra en el papel de los Estados.

Actores sociales a nivel doméstico

Por ejemplo, a nivel doméstico, los enfo-ques centrados en factores sociales con-sideran que la política exterior de un país, o bien refleja las preferencias del grupo o clase dominante en la sociedad, o es el resultado de la lucha por la in-fluencia que toma lugar entre varios grupos de interés o partidos políticos. El enfoque de pluralismo doméstico hace én-fasis en los grupos de interés domésti-cos, políticas burocráticas y la opinión pública, y su impacto en la formulación de política exterior (Allison, 1969; Hal-

perin, 1974). Esta perspectiva supone que los formuladores de política se preocu-pan más por mantener un alto nivel de apoyo político interno. Tal como lo plan-tea Gourevitch (1986), la interacción en-tre los líderes políticos y las coaliciones cambiantes entre las fuerzas sociales y sus asociaciones representativas determi-nan el grado en que los Estados pueden o están dispuestos a cooperar con otros Estados. Este autor sostiene que los go-bernantes seleccionan aquellas alterna-tivas políticas que reflejan las preferencias de las coaliciones sociales dominantes para ganar y/o mantener el apoyo polí-tico doméstico.

Otro enfoque socio-céntrico, el del análisis de bloques sociales, pone un mayor énfasis en la sustancia de la política do-méstica e internacional (por ejemplo, el conflicto económico). Se asume que el poder se concentra en las manos de re-lativamente pocos bloques sociales, que pueden incluir grupos de interés, parti-dos políticos o fracciones, corporaciones y otras organizaciones de negocios, y elementos estatales. Las divisiones entre estos bloques tienden más a perpetuarse que a desaparecer, y las coaliciones son estables y resistentes a diversos temas y al paso del tiempo. Cuando un sistema político es dominado por sólo uno o unos cuantos bloques fuertes, es poco probable que un líder político pueda su-bir al poder sin una afiliación explícita a una base particular. En consecuencia, las preferencias de los formuladores de po-lítica externa reflejan de manera consis-tente los intereses e inclinaciones ideo-lógicos del bloque con el cual están asociados. Desde esta óptica, ni los for-muladores de políticas ni las institucio-

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nes juegan un papel interventor autó-nomo o significativo a la hora de dar for-ma o restringir los resultados de la polí-tica exterior. En cambio, esta perspectiva explica la política exterior en términos de los intereses y capacidades de los grupos o coaliciones que compiten en la arena política4.

Actores sociales a nivel internacional

Por otro lado, analizando la importancia de los actores sociales a nivel internacio-nal, los transnacionalistas liberales, por ejemplo, sostienen, de manera similar a los institucionalistas liberales, que la coo-peración entre los Estados puede sobre-pasar los aspectos negativos de la anar-quía en las relaciones internacionales (Burton, 1972; Keohane and Nye, 1972: 1979: Haas, 1964). Pero en lugar de cen-trarse en los Estados como los actores primordiales en las relaciones internacio-nales, se concentran en actores no-esta-tales -incluyendo, por ejemplo, corpo-raciones multinacionales y comunidades científicas-, así como en las transacciones y procesos que los vinculan. Con base en la observación de que los gobiernos están enfrentando tareas cada vez más complejas y globales -o lo que Keohane

y Nye han denominado complejidad creciente de la interdependencia-, los transnacionalistas liberales indican que el sistema internacional estado-céntrico es limitado para explicar las relaciones internacionales. Para ellos, el crecimien-to de la interdependencia económica, el avance en el transporte y las telecomu-nicaciones, la creciente importancia de los problemas globales y la divulgación de información a través de una red de medios masivos de comunicación global-mente organizada, ha forzado a los for-muladores de política exterior a abando-nar la idea de la autonomía nacional al momento de formular la política exter-na. Desde su punto de vista, los actores sociales han sustituido crecientemente la política externa de los Estados, y los lazos transnacionales han penetrado la fuerte coraza de la soberanía nacional. En esta medida, argumentan que la creación de vínculos recíprocos entre los actores sociales puede mitigar el conflic-to internacional.

Estructuras estatales

Por el contrario, los enfoques estado-céntricos han enfatizado la importancia de los arreglos institucionales (Skocpol,

4 El análisis de bloques sociales abarca una variedad de enfoques, tales como el análisis de bloques de interés, el análisis sectorial y el enfoque del orden social contendiente. Por ejemplo, James Nolt define un grupo de interés no como una organización formal, sino como una red informal que puede incluir grupos de interés, partidos políticos o fracciones, corporaciones y otras organizaciones de negocios, y elementos estatales (1994, p. 6). Señala que "los grupos de interés luchan por cierto orden social definido, alguna forma de organización social a nivel mundial, y no por el poder en sí mismo" (1994, p. 6). Por lo tanto, los bloques de interés se preocupan más por asegurar un orden social particular que los privilegios, que por defender por encima de todo la soberanía de su Estado, como su interés nacional primordial. El comportamiento estatal en la arena internacional se explica como la función de los intereses y propósitos generados por los órdenes sociales más amplios, en los cuales los Estados se hallan inmersos (Skidmore, 1996).

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1985; Evans, 1979; 1994), los políticos y los funcionarios públicos de la rama eje-cutiva (Allison, 1971; Halperin, 1974; Hermann, 1978), la estructura domésti-ca, redes políticas y el poder del Estado (Gourevitch, 1986; Katzenstein, 1978, 1985; Krasner, 1978), así como el tipo de régimen doméstico (Russet, 1993), para explicar el comportamiento de política exterior.

Por ejemplo, el enfoque institucional concibe al Estado primordialmente como una estructura organizacional, o un conjunto de leyes y arreglos institu-cionales moldeados por eventos previos (Skocpol, 1985). Desde esta perspectiva, las instituciones tienden a persistir en el tiempo, lo cual les permite influir en las políticas, aún después que las ideas y coaliciones que inicialmente les dieron inicio ya no sean las dominantes. Por el contrario, el enfoque de la política buro-crática se centra directamente en los po-líticos y funcionarios del ejecutivo como participantes independientes en el pro-ceso político. Su énfasis principal es en el proceso político de toma de decisio-nes y el comportamiento orientado a objetivos de los políticos y funcionarios civiles, cuando responden a presiones internas y externas en su esfuerzo por manipular los resultados de las políticas de acuerdo con sus preferencias (Allison, 1971; Halperin, 1974; Hermann, 1978).

En años anteriores, los enfoques Es-tado-céntricos de política exterior han combinado las nociones del Estado como estructura organizacional y como actor. Esta aproximación, denominada el enfoque de las estructuras domésticas, adelantado primordialmete por Peter Katzenstein, sugiere que los países difie-

ren en el grado de descentralización de sus Estados y sociedades (Katzenstein, 1978,1985; Krasner, 1978). El enfoque de las estructuras domésticas tiene que ver con la naturaleza de las instituciones políticas (el Estado) y con los arreglos institucionales y organizacionales que vinculan al Estado con la sociedad. Se concentra en los canales (las redes polí-ticas), a través de las cuales las deman-das sociales son trasladadas al sistema político. De acuerdo con esta perspecti-va, los Estados también se diferencian en el grado de autonomía del cual los formuladores de políticas gozan con respecto a las fuerzas sociales. Dadas ta-les diferencias, diversos Estados pueden ubicarse a lo largo de un continuum que los clasifica como débiles o fuertes en rela-ción con sus sociedades. Los Estados dé-biles son dominados por la sociedad; es decir, la opinión pública, los grupos de interés, el Parlamento y las acciones bu-rocráticas restringen las acciones de los formuladores de políticas. Por el contra-rio, los tomadores de decisiones en Esta-dos fuertes son relativamente indepen-dientes de las demandas y presiones sociales. Otro enfoque, el del tipo de régi-men (también conocido como el enfoque de paz liberal democrática), asume que el tipo de régimen doméstico determina el comportamiento de política exterior (Russet, 1993).

En el caso de las relaciones entre Co-lombia y Estados Unidos entre 1986 y 1994, el impacto de la dinámica interna no se puede negar. Como ya se ha seña-lado, el incremento en los costos inter-nos en Colombia asociados con la coo-peración total en la lucha contra las drogas, en combinación con los cambios

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en el marco institucional, deben ser teni-dos en cuenta para el análisis de las re-laciones colombo-estadounidenses. Las organizaciones de narcotráfico en Co-lombia intentaron ante todo forzar al gobierno colombiano a abandonar el Tratado de Extradición -el cual era la piedra angular de las relaciones entre Colombia y Estados Unidos en lo rela-cionado con la estrategia antinarcóticos. Buscaban paralizar los altos mandos del sistema nacional de justicia criminal y desanimar a opositores potenciales de la industria de las drogas. Los jueces que estaban manejando casos de narcotráfi-co en Colombia fueron amenazados bajo el lema plomo o plata-; es decir, muerte si condenaban y soborno si retiraban los cargos.

Adicionalmente, con la ampliación de reformas democráticas e institucio-nales, se incrementaron los canales de acceso a aquellos actores que rechaza-ban la política confrontacional de dro-gas y les permitieron influir directamen-te en el proceso de toma de decisiones. Por ejemplo, en 1990, la creación de una Asamblea Nacional Constituyente au-mentó las vías de acceso a los actores so-ciales que se oponían a la cooperación total con los Estados Unidos, lo cual condujo en 1991 a la prohibición consti-tucional de la extradición para naciona-les colombianos a dicho país.

La dinámica interna de Colombia demuestra que los formuladores de po-líticas estaban asumiendo altos costos por mantener su compromiso con la cooperación internacional total. Por ende, una decisión sobre política exte-rior que era premiada internacional-mente producía altos costos a nivel do-

méstico. Al mismo tiempo, los formula-dores de política estadounidenses eran presionados por el público para reforzar su compromiso en la guerra contra las drogas.

Sin embargo, al tomar las presiones internacionales como conjuntos de op-ciones que pueden tener o no el apoyo de coaliciones sociales dominantes, y al centrarse únicamente en el arreglo insti-tucional del Estado, los enfoques socio-céntrico y Estado-céntrico tienen una capacidad limitada para explicar los re-sultados de la política exterior colombia-na. Mientras que en Estados grandes, ta-les como Estados Unidos, Alemania o Francia, la dinámica doméstica aún pa-rece ser capaz de contrarrestar las pre-siones internacionales, éste no es el caso de los países en desarrollo. Por lo tanto, a pesar de la facultad de los enfoques so-cio-céntrico y Estado-céntrico de expli-car el resultado de la política exterior de un Estado, las presiones del ámbito in-ternacional necesitan ser integradas al análisis.

HACIA UNA EXPLICACIÓN MÁS INTEGRAL

Robert Putnam señala que en lugar de teorizar si los factores domésticos influ-yen en los asuntos internacionales y vi-ceversa, las teorías deben buscar integrar ambas esferas, tomando en consideración áreas de instancias de causación recí-proca (1988, p. 433). A su juicio, las pre-guntas son cuándo los factores domés-ticos e internacionales determinan el comportamiento de política exterior y cómo responden a ellos los formuladores de política. En su análisis del comporta-miento de política exterior de Estados Unidos, Japón y Alemania en la Confe-

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rencia de Bonn en 1978, el autor sostiene que con el aumento de las diversas presiones, "quienes toman las decisiones luchan para conciliar los imperativos domésticos e internacionales simultáneamente" (1988, p. 460). En lugar de atenerse a cumplir simplemente con unas u otras presiones, los formuladores de política buscan estrategias de concilia-ción de ambos tipos de presiones.

Putnam sugiere que la política inter-nacional puede ser concebida apropia-damente como un juego de dos niveles. A nivel nacional, los grupos domésticos persiguen sus intereses presionando al gobierno a adoptar políticas favorables y los políticos buscan el poder forman-do coaliciones entre dichos grupos. A nivel internacional, los gobiernos nacio-nales buscan maximizar su propia habi-lidad para satisfacer las presiones do-mésticas, mientras que minimizan las consecuencias adversas del acontecer externo. Para sustentar este argumento, Putnam emplea una metáfora de este juego a dos niveles, en la cual describe la vulnerabilidad de los formuladores de política tanto a las presiones internacio-nales como domésticas:

Cada líder político nacional se sitúa en dos mesas de negociación. En la mesa in-ternacional se encuentran sus contrapar-tes extranjeras y a lado y lado del líder se sientan los diplomáticos y otros conseje-ros internacionales. En la mesa domésti-ca, detrás de él se sientan figuras de par-tido y parlamentarias, voceros de agencias domésticas, representantes de grupos de interés importantes y los consejeros polí-ticos propios del líder (Putnam, 1988, p. 434):

Según Putnam, el grado en que los formuladores de políticas cooperan de-pende de tres factores:

1. la distribución de poder, preferencias y posibles coaliciones de posibles ac tores en el nivel doméstico

2. instituciones políticas a nivel domés tico, y

3. las estrategias de los negociadores a nivel internacional.

Las presiones sociales a los formula-dores de política se materializan cuando éstos ignoran las coaliciones y grupos dominantes. Surgen entonces acciones que amenazan la estabilidad económi-ca, política y social proveída de dichos grupos. Las presiones internacionales hacen referencia a la intensidad de las amenazas y/o acciones que ejerce un país sobre otro. Dichas amenazas y acciones pueden incluir el ejercicio o amenaza de fuerza militar, el ejercicio o amenaza de sanciones económicas y el ejercicio de sanciones diplomáticas (Putnam, 1988, pp. 441-443). Putnam sostiene que los políticos buscan mitigar las presiones internacionales y domésticas mediante arreglos. La política de conciliación (po-litics of compromise) se define como la es-cogencia de una política que es aceptable tanto para los grupos rivales domésticos

Putnam's Two Level Game

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¿Cuál es la teoría más adecuada? • 49

como para las contrapartes en las nego-ciaciones internacionales.

Descrito por Helen Milner como "uno de los mejores esfuerzos recientes en teo-ría de cooperación internacional" (Milner, 1992), el modelo del juego de dos niveles fue aplicado en un estudio más exhausti-vo como un marco de análisis para estu-diar la dinámica de las relaciones de Co-lombia y Estados Unidos en 1986-19945. Este estudio incluyó no solamente un ni-vel de análisis en particular, sino que in-tegró los tres niveles sugeridos en este ensayo, concordando con las premisas del modelo de Putnam-sistémico, social e instucional. Los resultados y la interpre-tación para explicar el cambio en la polí-tica exterior -de una política de cumpli-miento de Virgilio Barco a una política de conciliación de César Gaviria- se dejan sin-tetizar de la siguiente manera:

A nivel doméstico, el aumento de la violencia y del narcoterrorismo empujó el cambio de las preferencias de los dife-rentes sectores políticos y de los grupos de interés (por ejemplo, la rama judicial, los grupos económicos, etc.) que cada vez más se opusieron a una política de plena cooperación con los Estados Unidos, la cual generaba altos costos internos. En los términos de Putnam, los actores prin-cipales que antes habían apoyado una estrategia de plena cooperación (llama-do los internacionalistas) -que incluía es-pecialmente el espinoso tema de la ex-tradición- cambiaron gradualmente a una coalición de nacionalistas que exigió del nuevo gobierno una estrategia me-

nos costosa en términos de terrorismo y violencia para Colombia. El aumento de la presión de los actores y grupos prin-cipales en Colombia mostró también que una política que fue internacional-mente premiada, era castigada a nivel nacional. A partir de este momento, Co-lombia empezó a aplacar gradualmente la guerra contra las drogas, empezando con la política de sometimiento a la jus-ticia colombiana para los narcotrafican-tes. Este cambió demostró que la política antidrogas de Estados Unidos se convir-tió en ineficiente y autoderrotada (self-defeating), ya que Colombia empezó a cambiar esta política de plena coopera-ción en el tema de las drogas.

De la misma manera, a nivel interno, el cambio institucional de crear una Asamblea Constitucional que aumentó los canales de participación de aquellos que se opusieron a (y finalmente prohi-bieron) la extradición y a la guerra con-tra las drogas, influyó de la misma ma-nera en el viraje de la política exterior de Gaviria. De esta manera, los Estados Uni-dos así como el gobierno colombiano se quedaron sin un instrumento de intimi-dación y eficacia en la lucha contra las organizaciones de narcotraficantes.

A nivel internacional, a pesar de las re-laciones de poder entre Colombia y Es-tados Unidos, el presidente Gaviria mos-tró una gran capacidad para vender su nueva política antidroga. No hay que ol-vidar que él heredó no solamente el compromiso de Galán, sino también un gran capital político de Virgilio Barco

5 Veáse Tatiana Matthiesen, Narcotráfico, presiones internacionales e influencia doméstica: las relaciones Co-lombia-Estados Unidos, 1986-1994", Mimeo, 1998.

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quién había cumplido con las exigencias de los Estados Unidos (incluso por com-promiso personal) en la lucha contra las drogas. Esto facilitó que los Estados Uni-dos consideraran a César Gaviria como un aliado firme en la lucha anti-drogas. También él fue hábil en separar concep-tualmente el problema de las drogas en narcoterrorismo y narcotráfico, lo cual le permitió diseñar una política antidro-ga de forma distinta, pero que cabía en el rango de aceptabilidad de los actores y grupos principales en Colombia y Es-tados Unidos.

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GLOBALIZACIÓN. UNA PERSPECTIVA DESDE EL COMERCIO Y EL DESARROLLO

Eduardo Ortiz Ramírez*

PRESENTACIÓN

El siguiente trabajo busca precisar ele-mentos de interés en el proceso de glo-balización desde la perspectiva del co-mercio y el desarrollo.

Es llamativo cómo la globalización, es percibida por gobernantes y fórmula-dores de política sin mayores deteni-mientos. Semejante actitud se observa también en los que la precisan como la onda de los nuevos tiempos, o en aque-llos que ven en ella sólo resultados posi-tivos.

Existe, por lo demás, un contexto muy dinámico en el ámbito económico internacional que se asocia a la exis-tencia de varios mecanismos de vulne-rabilidad para las naciones latinoameri-canas. Dos mecanismos que son de im-portancia para estas naciones, en el sentido referido, son los movimientos de capital y el deterioro de los términos de intercambio. Junto al último se en-cuentra el vasto problema de lograr me-jores desarrollos de la competitividad y una más conveniente inserción de los países de la región en el ámbito interna-cional. Así, el comercio es una de las di-

mensiones que se desarrolla en el pre-sente ensayo.

Otra dimensión que se examina es la del desarrollo. La estabilidad, el creci-miento y el desarrollo siguen siendo, al menos desde el ámbito de la economía, punto fundamental para alcanzar au-mentos en el bienestar de las naciones y de sus ciudadanos. Pero la propia idea del desarrollo requiere ser entendida y ajustada en el proceso de globalización.

Existe una amplia literatura que trata el tema de la globalización. En este traba-jo se parte de la idea de que la globaliza-ción es una extensión y profundización de un proceso de internacionalización de la economía en el campo empresarial e institucional, que abarcando los flujos de capital, comercio y personas se ha acen-tuado en las tres últimas décadas, apro-vechando la alta velocidad del cambio tecnológico de la actualidad. Éste se da, por lo demás, en un contexto donde los flujos financieros o de inversión han ve-nido, en años recientes, superando a los comerciales y éstos, a su vez, teniendo mayores tasas de crecimiento que las pre-sentes para la producción a nivel interna-cional (véase Sachs 1998).

* Profesor, Facultad de Ciencias Económicas y Sociales. Universidad Central de Venezuela.

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Globalización. Una perspectiva desde el comercio y el desarrollo • 55

ALGUNOS PROCESOS Y EXPECTATIVAS FUNDAMENTALES

A continuación referimos un conjunto de cinco procesos que, asociados a las expectativas que generan, pueden con-siderarse dentro de los fundamentales en los asuntos de la globalización.

El primer proceso que interesa resal-tar es la llamada convergencia de políti-cas. Ésta, realmente, ha permitido tener un recetario de políticas bastante fácil de repetir por algunos y de aplicar por otros. Entre ellas pueden mencionarse: apertura comercial y financiera, elimi-nación de los controles de capital y dis-minución y cambio en la participación del Estado en la economía y la sociedad. En el caso de los países desarrollados ha habido confluencia hacia el, considera-do necesario, cambio del Welfare State1.

Un segundo proceso atañe a lo que algún tiempo atrás, y desde ciertas pers-pectivas analíticas, se resaltaba como la contradicción capital-trabajo. En térmi-nos directos, trata de cómo los agentes poseedores del capital (inversionistas y empresas internacionales, entre otros) han visto incrementados su poder y ca-pacidad de influencia sobre distintos gobiernos con la globalización {véase Milner 1998). Mientras tanto, los trabaja-dores y sus sindicatos u organizaciones han visto mermado su poder y capaci-dad de influencia en un contexto donde la globalización y movilidad de perso-

nas han desarrollado una notoria dife-renciación en empleos y salarios2. Dán-dose esto en un contexto donde el posi-ble desplazamiento de empresas, o sus inversiones, funciona como un poten-cial o real mecanismo de presión sobre la perspectiva de negociación de los tra-bajadores y sus remuneraciones.

El tercer proceso es el que concierne a las posibilidades de expansión de la propia globalización con base en su ca-rácter inevitable, por el hecho de que los individuos, e incluso los Estados, no puedan resistirse a ella. De este señala-miento derivan varios asuntos de alta relevancia. Uno de ellos atañe al papel irrelevante que algunos le adjudican al Estado. Otro concierne a la señalada, con pertinencia, pérdida de autonomía, que algunas naciones experimentan en cuanto a la dirección de sus economías.

El cuarto proceso remite a la creciente relación que algunos observan entre las naciones de más alto ingreso y las nacio-nes en desarrollo. Existe la percepción de que las políticas proteccionistas ejecutadas en esta últimas, en las décadas inmedia-tamente posteriores a la Segunda Guerra Mundial, las habrían aislado de las posi-bilidades de ser incorporados como so-cios en el comercio y la producción {véase Sachs 1998). Relacionado con esto, se en-cuentra un punto de alta importancia en el contexto actual de la globalización y es el que atañe a cómo el comercio puede ocasionar efectos inconvenientes en la

1 Una discusión interesante sobre éste en la dimensión actual se plantea en Rodrik (1997).

2 Es de interés el análisis de Hobsbawm (1996), en cuanto a lo que representa para los Estados y las sociedades actuales, el hecho de que los ciudadanos planifiquen su vida, pensando en más de un país.

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distribución del ingreso entre países y en específico en determinados grupos so-ciales.

Un quinto proceso es el aprovecha-miento en la profundización de las acti-vidades de las empresas internaciona-les, que estaría asociada al uso cada día más relevante de las cadenas internacio-nales de producción (o producción de bienes con base en elaboraciones dife-renciadas de sus componentes, desde el punto de vista geográfico).

Una aproximación simplista a estos procesos y expectativas los puede pre-sentar como hechos cumplidos, sea en sus concatenaciones positivas o negati-vas. Varias observaciones, contraria-mente, pueden alertar y orientar en di-mensiones analíticas diferentes:

En primer lugar, la llamada conver-gencia de políticas no ha funcionado en todos los países de la misma manera; es claro que los países más transparentes en este sentido son los que se encuen-tran en vías de desarrollo (y muy en par-ticular los de América Latina). En el caso de las naciones desarrolladas, por ejem-plo, los sistemas del Welfare State no se han modificado tan rápidamente como se ha deseado.

En segundo lugar, se ha observado un resurgimiento de los sindicatos en países como Francia y EE.UU.

En tercer lugar, los estados naciona-les no sólo siguen existiendo, sino que en varias ocasiones son ellos los que pueden permitir una más adecuada di-fusión de la propia globalización. Por lo demás, siguen, realizando, entre otras cosas, gestiones de comercio y nego-ciando y firmando acuerdos.

En cuarto lugar, no es claro que las relaciones entre naciones avanzadas y naciones como las latinoamericanas, en el siglo XX, puedan ser entendidas es-quematizando éstas, entre un proteccio-nismo totalmente aislacionista y una in-tensificación de relaciones de tres lustros para acá.

Sobre el último de los procesos, no es tampoco fácil que pueda existir mucho impacto en el planteamiento que se hace sobre las empresas internacionales una vez que el desempeño de éstas ha venido siendo objeto de análisis minuciosos des-de hace por lo menos tres décadas.

GLOBALIZACIÓN Y TEORÍA DE LA COMPLEJIDAD

Distintas evaluaciones presentadas a ni-vel internacional (Streeten, por ejemplo) permiten apreciar, sin dramatismos, que la globalización produce ganadores y per-dedores (entre los primeros se ha desta-cado a varios países asiáticos y entre los segundos a varios latinoamericanos).

Rosenau evalúa y se pronuncia sobre la teoría de la complejidad, tanto en la pers-pectiva de su consistencia teórica como en lo que concierne a la posibilidad de que, desde ella, se elaboren opciones de política en lo que es la perspectiva de la existencia de un mundo fragmentado como el actual, con presencia de ambi-güedades y perfiles lineales y no linea-les (Rosenau, 1997).

Para el campo internacional puede ubicarse, como uno de los determinantes de la propia complejidad, la desaparición del llamado equilibrio del terror, que era consubstancial a los bloques de poder y a la Guerra Fría. Pero también, se le debe

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asignar la debida importancia, entre otros, a la tecnología, globalización y pro-liferación de organizaciones. El análisis de sí la teoría de la complejidad permite entender todos estos procesos en sus ar-ticulaciones y derivaciones es uno de los campos de interés presentados por Rose-nau. En nuestra opinión, esto adquiere alta relevancia cuando se consideran fe-nómenos no esperados y de incertidum-bre, como los recientemente vistos en los mercados financieros asiáticos3 a finales de 1997 y 1998.

De manera específica, la teoría de la complejidad se basa en la idea de los sis-temas complejos adaptables, en tanto conjunto de partes que, con potenciali-dad de autonomía, se relacionan entre sí, pudiendo influir en las demás y mante-niendo patrones de comportamiento o cambiándolos, según las exigencias de adaptación. Su criterio de sistema adapta-ble deriva, precisamente, de la posibilidad de que sus partes componentes tengan capacidad de reaccionar colectivamente ante las nuevas circunstancias. Hasta dónde, fenómenos como la participación económica de los países en desarrollo en experiencias de integración y organiza-ciones diversas, pueden ser ilustrados por un esquema como éste, es, induda-blemente, asunto de alta pertinencia.

Los sistemas complejos, por otra par-te, deben cumplir con las siguientes pre-misas: a) las partes del sistema se autoor-ganizan, adquiriendo nuevos atributos;

b) la adaptación del sistema es fundamen tal y en ella deben considerarse las nece sidades internas y las demanda externas; c) sucesos o elementos pequeños pueden ocasionar efectos de trascendencia; d) las condiciones iniciales son fundamentales en los resultados que presenta un siste ma. Debe señalarse que pueden existir variadas condiciones de incertidumbre que pueden afectar el entendimiento de la propia dinámica de los sistemas.

De todas maneras, tanto lo último, como el hecho de que la teoría de la com-plejidad no siempre permita elaborar opciones de política, no invalida lo que representa un conjunto de aportes muy relevantes para el entendimiento de los sistemas humanos y mundiales, puesto que la misma no descuida la historia o particularidades en la evolución de estos últimos, y estimula una disposición men-tal particular y ajustada a la existencia de un mundo fragmentado. Esto es muy im-portante, cuando se consideran propues-tas de organización o institucionalización de procesos comerciales o financieros con tipos disímiles de países participantes y con relaciones previas diversas, como será ilustrado más adelante.

El entendimiento de la dinámica in-ternacional es, indudablemente, asunto de alta pertinencia para los países en de-sarrollo y para las naciones latinoameri-canas. Basta ver el conjunto de interre-laciones tenido a finales de 1997 y 1998, alrededor de un mecanismo como el

3 Las propias complejidades del escenario económico internacional de los últimos veinte años permi-ten a algunos magnificar la profundidad de sucesos como el asiático, ubicándose en perspectivas de derrumbe del sistema o de los modelos de desarrollo en tales naciones. Algo parecido sucedió con la crisis de Wall Street de finales de 1987.

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Fast Track o vía rápida gestionado por el presidente Clinton, y sobre el cual algu-nos, con exceso, habían fijado sus espe-ranzas para facilitar las negociaciones atinentes a la conformación del Área de Libre Comercio de las Américas o ALCA. No es fácil aplicar la teoría de los sistemas y de la complejidad a estos procesos, pero representan indiscutiblemente propues-tas de reflexión que tienen líneas de uti-lidad.

LA GLOBALIZACIÓN Y EL DESARROLLO

A la luz del proceso de globalización, va-rias dimensiones actuales pueden rela-cionarse con la problemática amplia del desarrollo. Una de ellas tiene que ver con los planes de ajuste y estabilización, en la medida en que los mismos se han convertido, en varios casos de países la-tinoamericanos y Venezuela en particu-lar, en formas regulares de entender la realidad económica y de actuar sobre ella -a través de la política económica-, sustituyendo a la perspectiva más ade-cuada de la elaboración de estrategias de crecimiento y desarrollo. Esto se aso-cia, indudablemente, en el contexto de la globalización, a la llamada convergen-cia de políticas.

Por otra parte, cierto grupo de países que han estado situados como naciones en desarrollo (principalmente Corea y Taiwan, pero también, entre otros, Ma-lasia), están ubicados en proyecciones que los presentan como países desarro-llados para el año 2015 o 2020. Dados los problemas, dinámica y particularidades de tales naciones, esto le crea a la teoría del desarrollo y a las formulaciones sobre la misma, una serie de asuntos que no habían sido previstos por las teorías tra-

dicionales (tránsito de una fase a otra, por ejemplo). Algunos asocian estos re-sultados a la globalización, pero no es cla-ro que sean sólo producto de ella, en la medida en que se precisan elementos de estrategia, política económica o de otro tipo.

Desde el punto de vista conceptual, existen algunas propuestas que, por una parte, han tratado de precisar más com-pletamente la variada realidad actual de distintos países y han generado, por la otra, nuevas confusiones e inquietudes. Es el caso del concepto de economías o mercados emergentes, cuyo uso se ha di-fundido en la globalización. Estos con-ceptos remiten a variados casos de paí-ses que presentan cierta trayectoria en el campo industrial y financiero y que tie-nen, por ejemplo, índices de capitaliza-ciones bursátiles altos. En realidad, el concepto reúne en un mismo grupo a países tan diversos y particulares como pueden ser Malasia, Corea, India, Costa Rica, México, Brasil o Venezuela.

Es claro que existen insuficiencias teóricas para entender el complejo pa-norama actual del desarrollo. En este sentido, es importante el señalamiento de North (1994) sobre alguna de las es-cuelas de pensamiento económico de más amplia difusión y relación actual con la extensión de la economía de mer-cado y la globalización:

...La teoría neoclásica es sencillamente una herramienta inadecuada para anali-zar y prescribir políticas que induzcan el desarrollo. Se interesa por la operación de los mercados, no por el modo en que estos se desarrollan. ¿Cómo se puede prescribir políticas sin entender el desen-volvimiento de las economías?...

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Pero también debe señalarse que se han desarrollado planteamientos de in-terés como es el caso de las teorías del cre-cimiento endógeno que le han dado un nuevo papel y posición a la población y tecnología.

ESTADO VS MERCADO, MERCADO VS SOCIEDAD EN EL CONTEXTO DE LA GLOBALIZACIÓN

Varios elementos son fundamentales en la búsqueda de la precisión relacionada con el desarrollo en el contexto de la glo-balización. Uno de ellos forma parte de los condicionantes operativos y concep-tuales de mayor relevancia en los cam-bios de estrategia en América Latina y en Venezuela en particular: el conflicto Estado vs mercado. A continuación se resumen algunos de los elementos tras-cendentales a la luz de la elaboración de estrategias y de los perfiles que presenta la globalización a los países de la región.

Lograr una mejor inserción en el comercio internacional con base en un incremento de las exportaciones. Existen distintos elementos dinámicos y de interés en cuanto a este punto, en lo que concierne a la región la-tinoamericana. Hoy día, por ejemplo, existe una mezcla más definida de pro-ductos (primarios, manufacturados) tan-to en los volúmenes dirigidos al mercado interno como al externo, que antes era inexistente. Igualmente, seguirá siendo relevante delimitar entre devaluación o revaluación, pues la primera de alguna manera se termina relacionando, en va-

rias ocasiones, con mejores desempeños en las exportaciones. En Venezuela se tie-nen importantes desarrollos en cuanto a las llamadas exportaciones no tradiciona-les, pero mientras no se asuman como una tarea nacional o se les apoye signifi-cativamente no se dará el gran salto que pueda apuntalar la competitividad. Es claro que el Estado, contrario a lo que se señala desde el neoliberalismo extremo, tiene aquí una labor relevante que cum-plir, y la cual no se reduce solamente a la "creación de un ambiente favorable". La estructuración de una adecuada política cambiaría y el establecimiento de meca-nismos de apoyo a las exportaciones como el Draw Back4 son elementos rele-vantes en este sentido.

Procurar un desarrollo tecnológico más significativo y mejor articulado. Con certe-za se ha observado que la innovación tecnológica puede convertirse en una fuente de estímulo considerable para el crecimiento económico. Las nuevas tec-nologías, los aspectos de dimensión científica y educativa, la formación de ingenieros, técnicos y los cambios en cuanto al uso de materiales son parte de lo asociado a esta dimensión del creci-miento. La experiencia internacional demuestra que el mercado y el campo de los agentes privados por si solos no convierten las innovaciones en un fac-tor de fortaleza para el crecimiento.

Consecución de un nuevo perfil de -partici-pación estatal. Esto supera la distinción simple o disfrazada de Estado o mercado o la precisión, muy importante por lo de-

4 Mecanismo de devolución de impuestos de importaciones que estén asociadas a las exportaciones. Véase Ortiz y González, 1997.

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más, de elementos de participación esta-tal como los más arriba señalados. La par-ticipación del Estado en la propia elabo-ración de estrategias de crecimiento; el establecimiento o nivelación de marcos regulatorios en cuanto a los flujos tecno-lógicos y de capital, así como los conve-nios internacionales pertinentes (como los relativos a la protección de inversio-nes), y el impulso de la demorada Refor-ma del Estado en países como Venezuela, que nos remite al cambio institucional planteado por D. North (1993), son ele-mentos básicos de aquel perfil de partici-pación estatal.

Consecución de aumento en el bienestar y calidad de vida de la población. Esto nos remite a los equilibrios y nivelaciones entre mercado y sociedad. La globaliza-ción y las políticas de transformación económica en distintas naciones de la región, ejecutadas por condicionalida-des o por voluntad propia, se han dado en un contexto de disminución de la participación estatal y de obligaciones sociales diversas, en razón de las restric-ciones o de postulados de aquellas polí-ticas. En tal sentido, la propia necesidad y dinámica de la transformación aludi-da ameritan que la problemática social sea atendida con prioridad5 y no estric-tamente con los criterios de la eficiencia neoclásica.

La globalización ha producido una convergencia de políticas, incluidas las del área social. Ante la posibilidad de que

el desmantelamiento de las redes de se-guridad social, en los países avanzados y de otro tipo, pueda afectar el consenso o posición favorable hacia la apertura de los mercados y, correspondientemente, estimular posiciones proteccionistas, Ro-drik (1997) ha planteado una idea de in-terés que refuerza lo señalado en cuanto a la atención prioritaria de la problemática social, aun manteniendo políticas de libe-ralización:

Los responsables de las políticas nacio-nales no deben esconderse tras barreras proteccionistas. En lugar de ello, deben complementar la estrategia externa de li-beralización con una estrategia interna de remuneración, adiestramiento y se-guridad social para los grupos que en-frentan los mayores riesgos.

Por otra parte, el equilibrio y la mejor nivelación entre el corto y el largo plazo, es una dimensión que circunscribe y li-mita las posibilidades y perfiles del cre-cimiento y desarrollo de distintas eco-nomías. Las formas de saber adaptarse y hacer del crecimiento un fenómeno que persista, son, también, parte importante de esta compleja problemática.

Estas líneas de desempeño, que pue-den darse en procesos o por parte de agentes económicos determinados, se complejizan en el contexto de transfor-mación y cambio asociado al impulso de la liberalización y la economía de merca-do presente en las economías latinoame-ricanas. Dada tal circunstancia, es impor-

5 Es importante destacar el señalamiento que hace el Banco Mundial (1997, p. 4) al relacionar esta prioridad que señalamos, con las políticas públicas: "...Las políticas públicas pueden asegurar que el crecimiento sea compartido por todos y contribuya a reducir la pobreza y la desigualdad, pero sólo si los gobiernos atribuyen una elevada prioridad a los factores sociales fundamentales".

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tante pasar revista a lo que puede ubicar-se como algunas de las lecciones que en cuanto al mercado se han percibido en tiempos relativamente recientes en Amé-rica Latina (Ramos, 1987).

En primer lugar, es claro que mien-tras variables como la producción y la exportación son más elásticas a los pre-cios, existen mejores condiciones para la localización y uso interno de los recur-sos, así como para la penetración de mercados externos.

En segundo lugar, el mercado fun-ciona más adecuadamente cuando la economía presenta las variables funda-mentales (salario real, tipo de cambio, entre otras) cercanas a su nivel de equi-librio, en razón de que, en caso contra-rio, pueden producirse en la economía decisiones de inversión erradas o ins-trumentación no conveniente de medi-das de política económica. Por supuesto, una referencia fundamental son los pre-cios de los bienes y la inflación, pues las distorsiones pueden provenir no sólo de los niveles que asuman los mismos, sino también de sus relaciones con la ex-istencia de mercados fragmentados, cuya dinámica y situación pueda reper-cutir en las secuencias e interrelaciones de las variables (mercado de bienes so-bre el mercado de trabajo, por ejemplo).

En tercer lugar, el mercado adquiere una mayor relevancia en la medida en que se supera el muy corto plazo y ello puede relacionarse con una adecuada participación del Estado, con base en

instrumentos adecuados y precisos de política económica.

Esta referencia a ciertos elementos di-námicos del mercado puede comple-mentarse con las restricciones o limitacio-nes del mercado que ha señalado Charles Wolf6: a) La importancia de las externa-lidades (pueden ser positivas o negativas), que en sus resultados inconvenientes pueden ameritar la participación estatal. b) Rendimientos crecientes que pueden llevar a la formación de monopolios y a la correspondiente disminución de la com petencia, y que en tal sentido puede jus tificar la intervención estatal que estimule y promueva el desarrollo de esta última. c) Imperfecciones del mercado en casos particulares y en asuntos como precios o información que pueden llevar a la for mación de las llamadas barreras a la en trada o a la movilidad de capital, y donde el Estado puede participar en la elimina ción de estas últimas, d) Puede no regu larizarse un adecuado patrón de equidad aunque el mercado funcione eficiente mente.

Es claro que ninguno de estos ele-mentos es irrelevante en la actual diná-mica de transformación y cambio de los países latinoamericanos.

Por su parte, la experiencia de la par-ticipación del Estado en los países de América Latina deja algunas lecciones y perfila perspectivas que es necesario con-siderar. El período de mayor crecimiento que ha tenido Latinoamérica (años 1950 a 1980, con tasas mayores al 5%) implicó una participación relevante del Estado (a

6 Citado en Ugarteche (1997).

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través de políticas de crédito, empresas públicas, obras de infraestructura, entre otras vías) que, si bien hoy día no es prac-ticable por su alto costo, dadas las magni-tudes de inversión estatal que significó, se comprueba que sus resultados fueron más provechosos que las experiencias de liberalización en el Cono Sur a finales de los setenta y resultados vistos de las polí-ticas de ajustes en variados países en los años ochenta (Véanse Fanelli y otros, 1993). En varias de las perspectivas de los resul-tados positivos señalados, se reconoce que el Estado ha permitido en América Latina corregir las fallas del mercado en la intermediación de fondos entre aho-rradores e inversionistas. Este último, en la actualidad latinoamericana, no debe seguir usando mecanismos ya obsoletos o inconvenientes como instrumentos de promoción o subsidio indiscriminado. Por otra parte, debe señalarse que buena parte del sector público de variados países de América Latina se asemeja en sus inefi-ciencias así como en las necesidades de que se ejecute efectivamente la reforma del Estado o de las instituciones públicas, para que aquél pueda aumentar la efectividad y la eficiencia en las gestiones que emprenda en cuanto a la estabilización y la promoción del crecimiento.

LA GLOBALIZACIÓN Y EL COMERCIO INTERNACIONAL

Igual que el desarrollo, el comercio in-ternacional es punto fundamental den-tro de los mecanismos y resultados que se asocian a la globalización. Es el co-mercio, en algunos casos, el primer ins-trumento de entrada tangible que tiene la globalización. Por lo demás, algunos proyectos de integración como el del

Área de Libre Comercio de las Américas, adquieren una dimensión espacial y pro-gramática muy asociada a la propia idea de la globalización.

Es conocido que durante los años se-tenta se presentaron elementos de rece-sión e incertidumbre, bastante acentua-dos en el contexto económico mundial. De manera contraria, durante los años ochenta se dieron expresiones de cam-bio que no habían sido, o no habían po-dido ser, siempre previstos, y los cuales contribuyeron a generar un escenario más favorable para la dinámica del co-mercio mundial. Entre ellos pueden mencionarse: • Disminución del precio y volumen

del comercio petrolero. • Control de la inflación en los países

desarrollados. • Profundización del problema de la

deuda de los países en desarrollo. • Extensión de políticas de libre mer

cado en economías en desarrollo y, al final del período, en las de planifica ción centralizada.

• Lanzamiento de la Ronda Uruguay. Teniendo presentes esa evolución y

contexto, es relevante señalar que du-rante el decenio de 1980 el volumen y el valor del comercio mundial aumentaron en 50% y 75%, respectivamente. Estas magnitudes han sido catalogadas como espectaculares (GATT, 1990) y se asocian, indudablemente, a lo que el contexto representó en cuanto a mejores oportu-nidades de comercio.

Por otra parte, puede señalarse que en tres importantes regiones de la economía mundial el crecimiento del comercio su-peró considerablemente al que tuvo el

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Globalización. Una -perspectiva desde el comercio y el desarrollo • 63

PIB, para el período 1979/1989. Tales regio-nes son, en orden de importancia según la relación comentada: América del Nor-te, Europa occidental y Asia. En América del Norte, en particular, el PIB creció en cerca de un 3% y el comercio en práctica-mente un 6%. Otra perspectiva de interés permite señalar que, desde 1980 hasta 1990, el comercio al interior de Europa oc-cidental creció a una tasa anual de 8%. En el caso de la región ubicada como Améri-ca del Norte, su comercio interior aumen-tó a idéntico ritmo para el mismo período {véanse Lang y Hiñes, 1996).

En términos de su situación más re-ciente, el comercio mundial, en cuanto a exportaciones totales de mercancías, as-cendió en 1995 a 4,9 billones de dólares. Ello, visto en términos de su evolución, significó que en tal año el comercio mun-dial creció en 19% en relación con 1994 (la variación de 1994/1993 había sido de 13%). Este importante crecimiento del comer-cio estuvo influido por factores como la depreciación del dólar y el mejoramiento de los precios de algunos productos bási-cos (petróleo y metales no ferrosos, por ejemplo).

Igual que se señaló para el período 1979-1989, en cuanto a lo que ha transcu-rrido de los años noventa, puede afir-marse que el crecimiento del comercio superó a la producción mundial de mer-cancías. De esta manera, para los años 1995 y 1994, el comercio creció, en térmi-nos de volumen, en 8% y 9,5%, respecti-vamente, mientras la producción referi-

da lo hizo en 3% y 3,5% para los mismos años {véase OMC, 1996).

En la actualidad de los años noventa pueden destacarse algunos elementos de dinamización del comercio que son realmente de interés. Uno de ellos es el aumento del llamado tráfico de perfec-cionamiento a través de las fronteras en determinadas regiones. Son los casos de México con la industria maquiladora7, China con las plantas de transformación y montaje, y países con un gran impulso importador como Túnez, en África. Para el caso de China, por ejemplo, las expor-taciones de las plantas referidas alcan-zaron en el año 1995 a la mitad de las totales.

Todos estos elementos señalados, de alguna u otra manera revelan -o permi-ten acercarse a ellos-, aspectos y desa-rrollos fundamentales que constituyen el escenario Post-Ronda Uruguay o for-maron parte de asuntos de trascenden-cia comercial en cuanto al contexto en el que se dio la propia marcha de las nego-ciaciones de la Ronda.

Los resultados de esta última, que constituyen parte del contexto comer-cial institucional de la globalización, trascienden el objetivo de este trabajo. Sin embargo, puede señalarse que den-tro de los logros se encuentra el haber podido llegar a acuerdos sobre las lla-madas zonas grises (agrícola y textiles), avances en la discusión y tratamiento de lo relativo a la propiedad intelectual y a

7 Sobre desarrollos recientes de la industria maquiladora mexicana así como de las experiencias en países como Honduras, Guatemala y El Salvador, pueden verse Coone y Otis (1997) y Ortiz y González (1997).

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la problemática ambiental, aunque en menor medida. Puntos no solucionados en tal Ronda y de mucha importancia son el unilateralismo y los nuevos pro-blemas de dumping social y el ecológico.

Globalización y multilateralismo

Junto con algunos de tales desarrollos es conveniente ubicar ciertos perfiles de la dinámica o presentación del multilate-ralismo en el contexto de la globaliza-ción. Aquél ha venido sufriendo cierta afectación en los últimos lustros y déca-das. Existen tres corrientes opuestas al multilateralismo: el unilateralismo, el bilateralismo y el plurilateralismo. La primera atañe a sanciones y medidas que en forma individual están ejecutando economías como la de EE.UU. (represalias, medidas de protección basadas en criterios ecológicos, entre otras). La segunda, al auge y profusión que han venido teniendo los Acuerdos Bilaterales que generan normalmente medidas de discriminación sobre un tercero. Y la tercera, a la posibilidad de que se esta-blezcan acuerdos entre grupos de países.

Es de afirmar, sin embargo, que las perspectivas que se generan a partir de la existencia de distintos acuerdos co-merciales en el contexto del llamado re-gionalismo, presentan a su vez dificulta-des de acoplamiento entre éste y el multilateralismo, y entre este último y la propia globalización. Puede afirmarse que se han propuesto dos líneas de sali-da: una entendida como solución desde arriba y otra como solución desde abajo. La primera atañe a la posibilidad de que el organismo multilateral que actual-mente atiende las cuestiones del comer-cio, OMC, pueda gestionar la conforma-

ción de un Área de Libre Comercio para todo el globo que lograse, en una di-mensión universal, eliminar las restric-ciones que imponen los acuerdos vigen-tes. La solución desde abajo buscaría la articulación creciente de estos últimos con los fines de la estructuración de pro-yectos mayores como el Área de Libre Comercio de las Américas o ALCA.

Es pertinente resaltar algunas ideas que se han difundido en las recientes conformaciones del regionalismo y del multilateralismo en el contexto de la globalización. Una de ellas es la idea de integración profunda, no somera, que lleva a la inclusión de distintas políticas que puedan relacionarse con el comer-cio. Una segunda idea de interés para resaltar es la concerniente a la disminu-ción de las presiones o exigencias para que se den tratos especiales o diferencia-dos a países en desarrollo (Tussie 1998).

GLOBALIZACIÓN Y COMERCIO. UNA PERSPECTIVA PARA AMÉRICA LATINA

Para el caso de América Latina, el siste-ma de comercio internacional, sustenta-do básicamente en las normas y nego-ciaciones del GATT, dados los objetivos iniciales de la Ronda Uruguay, debería haber podido presentar cambios signifi-cativos al finalizar esta última, o en el período inmediatamente posterior, ya en el contexto de la OMC. Aun con los progresos generales señalados más arri-ba debe decirse que las dificultades que se presentaron en las negociaciones hi-cieron que los objetivos trazados inicial-mente (disminuir el proteccionismo en países avanzados, lograr una significati-va liberalización del comercio, e integrar todos los sectores a las reglas del GATT)

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no se concretaran en el grado que se es-peraba.

A continuación se analizan algunos puntos de alto interés en la perspectiva comercial de América Latina.

Acceso a los mercados para los productos de interés regional Desde el punto de vista sectorial, hay áreas que son de interés fundamental para el acceso de la región a los merca-dos internacionales.

Una de ellas es la agrícola. Las barre-ras arancelarias en esta última, y lo que tiene que ver con un mayor control y su-pervisión de los subsidios a las exporta-ciones de los países avanzados, son par-te de los problemas relevantes y de interés para la región. Más aun cuando otros países en desarrollo, como los del Asia, aplican políticas restrictivas en el área en cuestión que afectan, también, a los países de América Latina {véase Ce-pal, 1994). Igual sucede en el área de los textiles, donde, la normalización de la misma ya es un proceso en marcha y la eliminación del Acuerdo Multifibras. Pero, la velocidad de esta última es lenta y en el área en cuestión existen todavía aranceles con un nivel no insignificante.

Flujos de capital y tipo de cambio: una perspectiva para el comercio

El mantenimiento de un tipo de cambio competitivo en los países latinoamerica-nos es otro de los puntos de alto interés, ya que tales naciones se han visto afec-tadas por las variaciones constantes en la relación de intercambio, debido, por un lado, a la concentración de las expor-taciones en unos pocos bienes primarios

(cuyos precios varían de manera incon-veniente para los países en desarrollo) y, de otro lado, a que se ha registrado una fuerte fluctuación en los flujos interna-cionales de capital.

Respecto a las fluctuaciones en los flu-jos internacionales de capital, esta si-tuación se ha puesto en evidencia en los últimos años (véase Cepal, 1995), cuando varios países latinoamericanos recibieron cuantiosas entradas de capital debido a las bajas tasas de interés presentes a prin-cipio de los noventa en la mayoría de las economías industrializadas, y al mayor rendimiento ofrecido por los mercados emergentes que mostraban una mejora en su situación económica y financiera, luego del establecimiento de políticas de libre mercado. En la mayoría de los casos estas entradas de capital han contribuido a una apreciación del tipo de cambio real, con variadas repercusiones.

Los resultados de la apreciación de la moneda, al facilitar las importaciones y dificultar las exportaciones, se reflejan en una tendencia a presentarse déficit en la balanza comercial, por lo cual los países se ven en la necesidad de ofrecer títulos, tanto privados como públicos, para pro-mover una entrada de capitales que pue-dan compensar el saldo negativo de la balanza en cuenta comente. Si bien se han hecho esfuerzos para liberalizar los mercados financieros, con el fin de dismi-nuir la represión financiera y aumentar el ahorro para potenciar el financiamiento de las empresas privadas, lo cierto es que fue el Estado el que terminó acaparando gran parte de estos flujos, como ocurrió en el caso mexicano (véase Salama, 1995).

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Si bien las reformas económicas em-prendidas por los países latinoamerica-nos tienden a minimizar la magnitud de los shocks que generan inestabilidad, también es cierto que sus instituciones fiscales, financieras y monetarias son todavía relativamente débiles y sin la su-ficiente fuerza como para aplicar regíme-nes de política económica realmente efi-cientes en la absorción de dichos shocks. Esta situación ha debilitado los sistemas financieros y ha contribuido a la inestabi-lidad del producto, de los tipos de cam-bio reales y la inflación. La tendencia in-dica, sin embargo, que la inestabilidad de los países en América Latina podría redu-cirse. De cualquier manera, está claro que aún queda mucho camino por recorrer, como lo demuestran la crisis mexicana y el "efecto tequila" sobre las demás econo-mías latinoamericanas, pero también los efectos y expectativas que ha creado la crisis asiática de finales de 1997 y 1998.

El comercio internacional de productos básicos

Los dos elementos señalados previa-mente, de alguna manera, se relacionan con la comercialización internacional de productos básicos. Se refieren a continua-ción varios elementos que han venido manteniéndose como de alta relevancia en los últimos lustros, tanto para Améri-ca Latina como para los países en desa-rrollo, en general.

En primer lugar, debe señalarse la so-breoferta que desde hace algunos lustros se viene presentando en varios renglo-nes. Apartando distintos determinantes del lado de la demanda, la situación alu-dida atañe a la sobreproducción que, por

mecanismos como subsidio, financiamien-to o control de la comercialización, ha permitido a países, sobre todo del grupo de los más avanzados, convertirse en ofe-rentes en conflicto en los mercados inter-nacionales, sin importar razones de efi-ciencia o de equilibrio en estos últimos.

En segundo lugar, se encuentra la ya referida fluctuación de precios y su in-fluencia en el deterioro de los términos de intercambio y en la capacidad de compra de Latinoamérica. En el período 1981-1991 los países de la región no ex-portadores de petróleo presentaron una variación acumulada de -19,2 en su rela-ción de precios de intercambio. También puede señalarse que, visto del lado de los productos y para un total de 18 de los llamados commodities (entre los cuales se incluyen bananas, café, cobre, y algodón, entre otros), en el período 1980-1994, aquéllos tuvieron un deterioro prome-dio de 31 % en sus términos de comercio o intercambio. Asociado con este dete-rioro se ha podido apreciar de manera muy relevante que entre los años 1990 y 1996 los países exportadores de produc-tos básicos tuvieron una pérdida aproxi-mada de 1,6% en el crecimiento anual de sus ganancias de exportación (véase Common Fund..., 1997).

En tercer lugar, se tiene lo relativo a la elaboración o incorporación de valor agregado. América Latina sigue expor-tando una porción considerable de pro-ductos básicos sin elaboración, o en for-ma de productos semiprocesados. Si bien no se debe generalizar, algunos de los desarrollos exitosos tenidos reciente-mente por países como Chile están aso-ciados a este tipo de productos. Puede

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señalarse, así, que de las exportaciones realizadas por este país durante el año 1996 hacia Estados Unidos alrededor del 50% de las mismas estuvo concentrada en 7 productos ubicables, como recursos naturales (cátodos de cobre, uvas fres-cas, cobre-blister, oro en bruto, filetes y demás carnes de salmón, salmones8 y listones de madera), con las consubstan-ciales características (intensivos en capi-tal y poca mano de obra calificada) (véa-se Fantuzzi, 1997).

En cuarto lugar, deben señalarse cier-tos condicionantes del lado de la deman-da. Se trata del caso de los procesos de reestructuración productiva a nivel inter-nacional, que han ido determinando me-nores requerimientos de productos pri-marios a nivel internacional, dados, por ejemplo, la disminución de desechos y el aprovechamiento de desperdicios (Ortiz,

1987). Pero también, del caso de la susti-tución de los productos primarios por sintéticos, químicos o de otro tipo. Un caso de dinámica reciente es el de la sus-titución del azúcar por la alta fructosa (edulcorante obtenido a partir del maíz). En el caso de las relaciones comerciales a lo interno del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, puede señalarse que los productores y exportadores me-xicanos de azúcar han venido siendo afectados por las ventas de alta fructosa estadounidense cuya producción se be-neficia del subsidio al maíz9.

El que el análisis de toda esta dinámi-ca sea de interés para las naciones de la región y las estrategias en curso en ellas, lo evidencia el perfil destacado para la economía chilena y lo que en el campo de la teoría y análisis le han dedicado auto-

8 Sobre este producto, y relacionado con otros asuntos tratados en este trabajo, es conveniente destacar que en el mes de julio de 1997 la Comisión de Comercio Internacional de Estados Unidos aceptó una denuncia introducida por los acuicultores estadounidenses en contra de los exportadores chilenos de salmón atlántico fresco, con base en que estos últimos son, según los denunciantes, beneficiarios de subsidios. La denuncia adquiere matices delicados, puesto que los términos generales en que fue formulada podrían sentar precedente para extenderla a otros productos exportados por Chile. La respuesta de los chilenos ante tal circunstancia se presentó en dos sentidos. Por una parte, la de los propios exportadores de salmón, que adujeron que esas acciones de subsidio ya no se aplicaban y que sus menores costos derivaban de: mortalidades más bajas, temperaturas más altas y buena pro ducción doméstica de harina de pescado como alimento para los salmones. Y, por otra parte, el gre mio de exportadores de manufacturas señaló que las medidas de promoción de exportaciones son aceptadas por la OMC; ante lo cual, se darían trámites al caso, de ser necesario, ante esta institución (véase América Economía, agosto 1997; pg 15). Para comienzos de 1998 se tomó la decisión en las ins tancias estadounidenses de imponer un impuesto al salmón chileno, aunque no tan alto como el que previamente habían solicitado los supuestos afectados.

9 Debe añadirse que los productores mexicanos de azúcar perfilan que para el año 2000 las importa ciones de alta fructosa estadounidense hayan subido considerablemente. Ello deriva, en parte, del hecho de que aunque se estableció un impuesto provisional compensatorio, el precio de esta última continúa siendo inferior al del azúcar. Paralelamente, hay que señalar que la azúcar mexicana tiene limitaciones en la cantidad exportable a los EE.UU. hasta el mismo año 2000 (véase América Economía, agosto 1997; p. 21).

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res como Levin, Prebisch, Singer, Druc-ker y hasta el propio Deming10.

OBSERVACIONES FINALES

Crecientemente, el comercio interna-cional ha venido convirtiéndose en más relevante en el proceso económico in-ternacional y en la perspectiva de de-sempeño de los países. Esto se refuerza al considerar el dinámico contexto ac-tual de globalización e internacionaliza-ción. Puede señalarse que durante las últimas cuatro décadas el comercio in-ternacional se ha multiplicado unas quince veces, mientras la producción lo ha hecho unas seis veces.

Otros elementos de interés, en lo que atañe al crecimiento del comercio, per-miten relacionar su aumento con el del gasto social tenido por variados países, sobre todo los avanzados, en las dé-cadas anteriores a la de los noventa. Se trata de que los efectos del propio creci-miento de aquél sólo pudieron ser com-pensados con la estructuración de un sistema de seguridad social que hoy en día está en revisión en las economías avanzadas y en la propias economías en desarrollo, aunque los sistemas de segu-ridad de estas últimas no hayan alcan-zado la fortaleza que tradicionalmente se ha identificado con el desarrollo (véa-se Rodrik, 1997).

Como causa o resultado de la inter-nacionalización en los asuntos del co-

mercio se encuentra la creciente forma-lización de Acuerdos Comerciales que, sobre todo en América, se ha presentado en los últimos tres lustros. Esta expan-sión ha sido y es razón de preocupación y tensión para el sistema multilateral de comercio del tipo OMC, desprendiéndo-se, así, los dos grandes perfiles de regio-nalismo y multilateralismo. Ante estas dos perspectivas, algunos, en nuestra opinión con exceso, se han ubicado en el concepto de regionalismo abierto en tanto convergencia de lo multilateral y lo re-gional. Hasta ahora es claro que los pro-cesos de regionalización y de formaliza-ción de Acuerdos siguen significando discriminación sobre los no participan-tes en los mismos. En tal sentido, nues-tra perspectiva de interpretación es que no se dará fácilmente la especie de con-vergencia suave que algunos esperan en cuanto a los dos fenómenos antagónicos referidos. De tal manera, es más proba-ble que puedan seguir existiendo las dos tendencias, con los correspondientes es-cenarios de tensión para el sistema mul-tilateral en una especie de equilibrio ines-table.

De todas maneras, debe señalarse que el grupo de naciones que hoy en día pue-den ubicarse como países en desarrollo está complejizándose grandemente, en la medida en que a lo interno del mismo se están produciendo, considerablemente, diferencias en sus grados de desarrollo y en sus logros comerciales. Pueden seña-

10 En el caso del primero, a través del concepto de economía de exportación, los dos siguientes por los análisis sobre el deterioro de los términos de intercambio y los dos últimos con análisis y referencias desde el campo de la gerencia y la competitividad, que son, como es sabido, perspectivas muy rele-vantes en los tiempos de la globalización.

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larse dos elementos de importancia. Pri-mero, la conformación de un grupo de países muy rezagados en cuanto a la pro-pia velocidad del tipo de avance eco-nómico que hoy presentan las llamadas economías emergentes y más aun las economías avanzadas o desarrolladas. Y segundo, lo concerniente al variado esce-nario de intereses que hoy presentan las naciones en desarrollo, precisamente por lo indicado, o por falta de afinamiento en el consenso de sus opiniones.

Es claro que la globalización acentúa las dimensiones internacionales del de-sarrollo. Lo que no es tan definido es que brinde posibilidades automáticas de generación o impulso de un proceso de crecimiento y desarrollo que pueda materializarse en grados de bienestar para las poblaciones de los países lati-noamericanos, aunque éstos asuman definidas políticas de liberalización o vinculación con aquélla. Son, nueva-mente, las condiciones de las que parte un país y las estrategias que en él se eje-cuten las que pueden orientar un proce-so de tal naturaleza.

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