cobo borda sobreÁlvaro mutis

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DOS POETAS DE MITO: ALVARO MUTIS Y FERNANDO CHARRY LARA POR J. G. COBO BORDA Embajada de Colombia, Buenos Aires, Argentina ALVARO MUTIS Y SU <<SUMMA DE MAQROLL EL GAVIERO Perse, diplomitico en Asia, descubre la violenta energia con la cual la civilizaci6n se crea a si misma y marcha... sin embargo, con esas imagenes 61 no puede ver la apatia moral luego del pacto de Munich, el forzado silencio de la linea Maginot, y ademas no puede prever la caida de Francia... Por toda Europa estos desterrados descubren en el arte lo que es el exilio: tambi6n el arte se convierte en exilio, un secreto y un c6digo estudiado en secreto, proclamando la agonia de la vida moderna. (Delmore Schwartz, Consideremos ddnde estdn los grandes hombres) Mito limpi6 el aire provincial de la cultura colombiana>>, dijo Alvaro Mutis (1923) en una entrevista de 1974 con Jos6 Miguel Oviedo y Alfredo Barnechea 1, y en ella misma agreg6: <Mi maestro fueron las traducciones que Jorge Zalamea hizo de Saint-John Perse, sobre todo los Elogios, que son magnificos, y el poema capital, que norm6 diez aiios de mi vida po6- tica: las "Imagenes para Crusoe". Es casi obvio explicarlo, ino?, pero 1 Santiago Mutis Duran prepar6 en 1981, en 738 paginas, la edici6n de la Poesia y prosa de Alvaro Mutis (Bogota: Instituto Colombiano de Cultura, Biblioteca Basica Colombiana, nim. 46, 1981), que incluye al final una amplia serie de entrevistas y textos criticos sobre Mutis. La entrevista de Jos6 Miguel Oviedo y Alfredo Barnechea esta fechada en 1974.

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Page 1: Cobo Borda SobreÁlvaro Mutis

DOS POETAS DE MITO:ALVARO MUTIS Y FERNANDO CHARRY LARA

POR

J. G. COBO BORDAEmbajada de Colombia, Buenos Aires, Argentina

ALVARO MUTIS Y SU <<SUMMA DE MAQROLL EL GAVIERO

Perse, diplomitico en Asia,descubre la violenta energia con la cualla civilizaci6n se crea a si misma y marcha...sin embargo, con esas imagenes 61 no puede verla apatia moral luego del pacto de Munich,el forzado silencio de la linea Maginot,y ademas no puede prever la caida de Francia...

Por toda Europa estos desterrados descubren en el artelo que es el exilio: tambi6n el arte se convierte en exilio,un secreto y un c6digo estudiado en secreto,proclamando la agonia de la vida moderna.

(Delmore Schwartz, Consideremos ddnde estdn los grandeshombres)

Mito limpi6 el aire provincial de la cultura colombiana>>, dijo AlvaroMutis (1923) en una entrevista de 1974 con Jos6 Miguel Oviedo y AlfredoBarnechea 1, y en ella misma agreg6: <Mi maestro fueron las traducciones

que Jorge Zalamea hizo de Saint-John Perse, sobre todo los Elogios, queson magnificos, y el poema capital, que norm6 diez aiios de mi vida po6-tica: las "Imagenes para Crusoe". Es casi obvio explicarlo, ino?, pero

1 Santiago Mutis Duran prepar6 en 1981, en 738 paginas, la edici6n de la Poesiay prosa de Alvaro Mutis (Bogota: Instituto Colombiano de Cultura, Biblioteca BasicaColombiana, nim. 46, 1981), que incluye al final una amplia serie de entrevistas ytextos criticos sobre Mutis. La entrevista de Jos6 Miguel Oviedo y Alfredo Barnecheaesta fechada en 1974.

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J. G. COBO BORDA

al convertirlo en poesia pude ver yo mi propio mundo de- infancia, decalor y de tr6pico, y de esas fincas de cafe que habian sido de mis abue-los y luego fueron de mi madre.>>

Fincas cafeteras del Tolima: de alli brota la poesia de Mutis, pero suonda de expansi6n es mucho mds amplia. Enumeremos, entonces, paracomenzar, algunos de los elementos peculiares que la constituyen.

El verde dombo de los cafetales, la liuvia sobre los techos de cinc, loscuartos de los hoteles de paso, trapiches y cascadas, la tierra caliente, hem-bras opulentas y guerreros deteriorados, trenes y aeropuertos abandonadosen mitad de la selva, clausurados socavones de las minas y parques a puntode cerrarse, y los olores de frutos en descomposici6n. A tales Ambitos ha-bria que agregar hospitales, colegios y cuarteles, dolores que se destifiene impulsos que se desgastan, el orin que oxida la quilla de los barcos y loshechos que tienen la dorada lejania de la historia: Babilonia, Felipe II,C6sar Borgia, miuerto en Viana, la gesta napole6nica degradindose en eltriste sopor del tr6pico, la muerte de Bolivar en Santa Marta.

En tales escenarios, que parecen traer consigo un recuerdo de viajerosextranjeros por America, en el siglo pasado, o de viajes alrededor delmundo, como en su amado Valery Larbaud, se da la <<nostalgia de un ca-tolicismo aventurero y mistico a la vez, de cruzada y sacrificio>>, al cualse contrapone un escepticismo, cada vez mayor, ante el especticulo de esoshombres que creen tener el poder, engafiandose y dejandose engafiar en suconquista, destruyindose en lo conquistado. Una ,visins si se quiere, muyteatral de la historia, en la cual Melville y Conrad conviven con el impac-to sorpresivo de las imigenes surrealistas, mostrindonos el env6s de laepopeya colonial. La fatigada Europa y la inconclusa America y el destinode estos pueblos formados por un imperio en decadencia -la Espafia delos Austrias y de los Borbones- engendrando lerdas burocracias en me-dio de una naturaleza agobiante, lo cual s6lo produbiria, como resultadofinal, la fea y mezquina realidad del subdesarrollo y esa conciencia delfracaso -lo que se debi6 hacer y no se hizo- que sigue trabajanzdo allidentro, en el subconsciente del mestizaje, haci6ndonos pueblos <<inconfor-mes, astutos, frustrados, ruidosos, inconstantes .

En consecuencia, un rechazo radical de la modernidad. De los malestan terribles que ella, seguin Mutis, produce: «la igualdad, la libertad, lafraternidad, el liberalismo manchesteriano, la libertad de cultos, la igual-dad de las personas ante la ley, la clase obrera, la abolici6n de la escla-vitud, la libertad de las colonias y tantas otras fiofieces de nuestra 6poca .

Reaccionario y monrquico, la licida desesperanza que signa su obratiene en la miuerte -- ltimo rito, postrer ceremonia- su momento masalto, y es, sin embargo, esa misma lucidez la que acrecieitto coma impulso

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DOS POETAS DE <MITO>desencadenante, la perdurabilidad del deseo que sigue siendo deseo, y que,en un pacto de sucia complicidad con la vida, la nutre de esos alimentoseminentemente terrestres.

Citemos sus propias palabras, en el poema <<En el rio>>: <<La carnmeborra las heridas: lava toda huella del pasado, pero nada puede contra laremembranza del placer y la memoria de los cuerpos a los que se unieraantafio.

Hay una nostalgia intacta de todo cuerpo gozado, de todas las horasde gran desorden de la carne en donde nace una verdad de sustancia es-pecial y sobre la que el tiempo no tiene ascendiente alguno.

Se confunden los rostros y los hombres, se borran las acciones y losdulces sacrificios por quien se am6 una vez, pero el ronco grito del gocese levanta repitiendo sus silabas como las sirenas de las boyas a la entradadel puerto.>>

Ese ronco grito del goce en medio de un escenario tan afligente y unhastio tan inapelable es lo que le da a la poesia de Mutis su intensidadsingular. En el primer poema, por ejemplo, de su libro Los elementos deldesastre, una pieza de hotel, la habitaci6n <<204>>, espacio tipicamente ne-rudiano, similar al de <<Las furias y las penas>>, da pie a una plegaria fer-vorosa y desesperada: la de la prostituta que clama a Dios en su aban-dono; la de un cuerpo habil y dichoso, un cuerpo animal que ante el cicloinexorable de todas las cosas, precipittndose en una nada indiferenciada-de la ortiga al granizo / del granizo al terciopelo / del terciopelo a losorinales-, advierte ya la tibia y espesa sombra que terminara por cubrirlo.Asi, la poesia de Mutis, opulenta en su forma, religiosa en su entonaci6n,celebra realidades tan carnales como trtgicas. Conciencia de vigia, sefia-lando las nuevas tierras pero a la vez anunciando los sintomas de lainexorable decadencia y el futuro desastre.

Se trata, por cierto, de una poesia muy colombiana, en su sabor y ensu aroma, pero el personaje que termina por dar coherencia a todos estosfragmentos, en verso y en prosa, que constituyen su parca obra, el legen-dario Maqroll el Gaviero, no es mas que un paria de toda tierra, un mar-ginal de cualquier empresa. Estuvo en Estambul y acompaii6 al capitanCook en sus viajes, pero tambien pele6 como coracero en Valmy y fuemago de feria en Honda, condujo un tren entre los vericuetos de la cor-dillera de los Andes y cuid6 transatlanticos en un perdido puerto del Ca-ribe. Fue, como los personajes borgianos, como todos los hombres, todosy nadie. S61o que su gesta es irrisoria y los fastos de cualquier remotagrandeza se hallan convertidos en jirones. Le queda apenas la miseria.Una fertil miseria, como dice Guillermo Sucre, asumida a plena concien-cia. Miseria corporal, claro esta, pero tambi6n la profunda convicci6n

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J. G. COBO BORDA

acerca de lo vano de toda empresa humana. Se trata de un hombre a laintemperie: sin Dios y sin morada.

Anota Sucre: <<La verdadera ley de la manada, que 61 observa, no esotra que la ley de la muerte: la muerte que lo degrada todo, pero que leotorga a todo su exacta realidad. Otros viven, o creen vivir, suponiendola existencia de Dios, de la historia, del poder, de la gloria. Para Maqroll,la muerte vuelve irrisorias tales entidades; pone tambi6n al descubiertoel doble engaiio que encierran: figuran una trascendencia o un sentido su-perior que no existe; hacen vivir no la vida misma, sino la confianza -laseguridad- de creer que se est6 viviendo. Doble engaiio que es una dobleimpostura: nadie vive en ni mucho menos para la trascendencia; nadie,por tanto, cree de verdad en ella. La furia de vivir es su uinica pasi6n:pasi6n maldita: la vida es un don y simultineamente un mal 2>

Entre la certidumbre de que el mito se ha perdido, volvi6ndose irres-eatable, esteril, y la comprobaci6n cotidiana de que toda exaltaci6n tornaa su sitio usado y pobre, la poesia de Mutis edifica una topografia muysingular, que resulta el reverso irrisorio de cualquier hazafia noble. Peque-fios pueblos, a la orilla de la carretera; paradores y ventas; lanchones quese arrastran por rios cenagosos; cascadas escondidas en lo mas abrupto dela cordillera; desvencijadas chozas a la orilla del mar; covachas y merca-dos indigenas en lo profundo de la selva. Alli es donde Maqroll recuerday medita, afiebrado en su delirio, y recomponiendo, casi siempre, las heri-das que su propio deseo le infligi6. Con admirable capacidad de sintesismediimnica resume en una f6rmula escueta lo deleznable de todos susoficios englobados en ese oficio an mis intil como es el de la poesia.Comienza por decir:

Si estas y tantas otras cosas sucedenpor encima de las palabras,por encima de la pobre piel que cubre el poema,si toda una vida puede sostenerse con tan vagos elementos,,que afin nos empuja a decirlo, a gritarlo vanamente?

Zen d6nde est el secreto de esa lucha esterilque nos agota y LLeva mansamente a la tumba?

Para concluir, en otro texto, con lo siguiente:

Esperar el tiempo del poema es matar el deseo, aniquilar las ansias,entregarse a la esteril angustia... y, adems, las palabras nos cubren detal modo que no podemos ver lo mejor de la batalla cuando la banderaflorece en los sangrientos mufiones del principe. iEternizad ese instante!

2 Guillermo Sucre: <<El poema: una fertil miseria>>, en La mdscara, la transpa-rencia (Caracas: Monte Avila, 1975).

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DOS POETAS DE «MITO>>

Principes, reyes: eso s6lo puede referirse a Europa. Aqui, en cambio,en America Latina, apenas si quedaba el lujo ftinebre de una derrota ple-namente asumida, en medio de la feracidad nociva de un continente queconsumia toda energia en su perpetuo recomienzo. Un libro de EnriqueMolina, Costumbres errantes o la redondez de la tierra, aparecido en 1951,manejaba los mismos t6picos de Mutis tambi6n a partir de una raiz afin-cada en el Neruda de Residencia en la tierra, Perse y el surrealismo, yilegaba a id6ntica conclusi6n, en ambos casos tan personal como propia.Si el fragmento iltimo de Mutis que acabamos de citar formaba partede un poema denominado <<Los trabajos perdidos>>, el de Molina, a su vez,se titulaba <<Los trabajos de la poesia>. iLEn qu6 concluyen 6stos, segtinMolina? En El cdliz de madera y ocio ofrecido a los monos por un peque-iio vapor en un rio del tr6pico. La misma intitil ofrenda que ya nos hemosacostumbrado a visualizar gracias a peliculas como las de Werner Herzog:Aguirre, la ira de Dios (1972) y Fitzcarraldo (1981). ,Qu6 implica crearun imperio en el Amazonas, como Lope de Aguirre? ,Que significa escu-char 6pera, no en Manaos, sino en el coraz6n de las tinieblas? Pero la vo-caci6n con que ambos poetas, Molina y Mutis, asumen su mundo ameri-cano es muy distinta de la visi6n europea que Herzog propone. En defini-tiva, como Mutis lo aseguraba en una entrevista, s6lo podria vivir aquf yescribir a partir de aqui . Su arraigo en la realidad colombiana no porproblematica dejaba de ser menos esencial. En 1981, en la Universidadde Puerto Rico, Mutis dio una charla sobre su pasado literario mis inme-diato que aclara el punto.

LA TRADICI6N MAS INMEDIATA

Decia Mutis: Colombia descansa sobre una sucesi6n de mentiras. En-tre ellas se destacan: a) Una de las democracias mas antiguas de America.Democracia formal que recubre apenas una salvaje violencia ininterrum-pida. b) Pais de poetas, <<si me lees te leo>. Eso pudo ser cierto: ya nolo es. c) El pais donde se habla mejor espafiol. El mas formal y el misrigido, quizas; pero, en realidad, el menos vital. El mis hip6crita en sucapacidad camale6nica de ocultamiento y disfraz.

Se trata, en verdad, afiadia Mutis, de un pais de gramticos pedantes.

Entrevista con J. G. Cobo Borda, recogida en La otra literatura colombiana(Bogota: Instituto Colombiano de Cultura, 1982). Una continuaci6n de dicho dialo-go, <Poesia y monarquismo , apareci6 en <<Lecturas Dominicales del peri6dico ElTiempo, de Bogota, en 1983.

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J. G. COBO BORDA

De escribanos y leguleyos. Un pais en el cual su conquistador espaiol,Gonzalo Jim6nez de Quesada, atravesaba, durante dos afios, las selvas delCarare y el Opon para recordar a Virgilio y Horacio en las pausas, perono como solaz, sino como pretexto para refutar a Jovio, otro erudito des-defiable. Todo ello habria de ratificarse durante la colonia cuando los es-cribanos de los Austrias, una monarquia burocratica, poblaban con susquisquillosos funcionarios al servicio de la Corona las amodorradas ciuda-des, convirtiendo a Santa Fe de Bogota, la capital, en una inmensa notaria.Los mismos que en sus horas libres se entregaban ya al estudio del gerun-dio y el que galicado.

El reldmpago bolivariano duraria muy poco. Su eco se amortiguaria enlos espadones emborrachados de gloria por el propio Bolivar, como Mos-quera y Obando, y la independencia quedaria congelada gracias a gestio-nes como la de Santander, quien inicia una tradici6n ilustre: tener aboga-dos en el gobierno y militares en la plaza publica para asi mantener elorden. Abogados cositeros y legalistas, bien entendido. Todo ese mundo-el mundo de Caro, de Suarez y de Marroquin-, tan quisquilloso con elidioma como nefasto en su gesti6n politica, es el que habria de crear esemito de una reptblica humanista, regida por fil6logos y versificadores delas reglas de ortografia, para uso de los nijios. La reacci6n brutal, a nivelliterario, seria el suicidio de Jos6 Asunci6n Silva. La inica manera de es-caparse de Bogota, de salir de su aburrimiento sempiterno, seria pegarseun tiro. El intimista desgarrado no podia convivir con la mezquindadegoista ni con el envidioso mal gusto del rencor callejero. Para 61, Flauberthabia escrito: <<Llamo burgu6s a todo lo que es ruin.>>

Asi, con la excepci6n de Barba Jacob, ese hombre que a trav6s de labisuteria barata de un modernismo de segunda se asom6 a visiones frag-mentarias y conturbadoras del hombre y su caida, y quizas de las figurasde De Greiff, Aurelio y Eduardo Carranza, Mutis no reconocia en su pa-sado literario ningunos otros valores. Una opini6n, por cierto, que muyseguramente compartirian sus otros compaieros de Mito. Pero incluso lospoetas citados por Mutis, que en algunos casos habrian de incorporarse ala hagiografia nacional, formando parte de sus ceremonias piblicas, serianpuestos en duda a partir del 9 de abril de 1948, cuando Mutis y sus otroscompafieros de Mito amanecerian teniendo delante suyo un pais comple-tamente distinto.

<<Nos descubrimos -recordaba Mutis en su conferencia en PuertoRico- a nosotros mismos, con seis mil muertos en las calles de Bogota,y supimos que 6ramos otros. La ola proletaria, Ilena de llanto y de tris-teza por la muerte de su lider: un caudillo de plaza publica. Las mujeresenvueltas en pafiolones y los hombres de clase media y baja, los empleados

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ptblicos de tinto y loteria, iracundos y atontados bajo la lluvia. Ya nadaseria igual a lo que habia sido.

Con dichos incendios se quemaria la primera plaquette de Mutis, Labalanza, escrita en colaboraci6n con Carlos Patifio; pero de alli, del 9 deabril, tambi6n, en alguna forma, surgiria Mito. El testimonio iconoclastade Mutis, un testimonio cada dia mas ampliamente compartido, tiene lavalidez de ser formulado por un testigo activo. Alguien que con su obraha motivado una reformulaci6n de la tradici6n anterior a ella. Cada autorcrea sus precursores, dice Borges, y en el caso de Mutis, y dentro de losestrechos limites colombianos, era muy poco lo que habia. Tendria quenutrirse en otras fuentes para nombrar el paisaje que levaba alli dentro.Tenia que oir otras voces para que Maqroll encontrara la suya.

Si bien Mutis estuvo cerca de Mito, la cual public6, en 1959, comosuplemento de uno de sus nimeros, su Reseia de los hospitales de Ultra-mar, su posterior exilio, en M6xico, habria de otorgarle a su escritura unaentonaci6n diferente: un olor htimedo y cierto que la sumergia en lasgrandes noches del Tolima / en donde un vasto desorden de aguas / gritahasta el alba su vocerio vegetal. Lo cual equivaldria a marcar una distan-cia, muy creativa, sobre su tierra y sobre su material poetico, que o10 depu-raria al miximo, volviendolo ain mas perturbador y denso. Outsiderdentro del convencionalismo po6tico colombiano, del cual no estuvieronexentos otros colaboradores de Mito, la poesia de Mutis, de una fijezainquietante, elabora un mundo muy suyo. Un mismo mundo que, de Labalanza, de 1948, a Caravansary, de 1981, mantiene un tono y una conti-nuidad inicos.

Son siempre los mismos asuntos y personajes similares, reiterados unay otra vez, en el intento, cada dia mas angustioso, de extraer de ellos unalecci6n, una ensefianza, alguna figura. S61o que esos signos, y esos inci-dentes, se borran, a cada momento, y cada vez mas, tornando imposiblesu desciframiento. Carecen de una dlave que los explique. Acentan lainutilidad de esa hipot6tica fe perdida. Como lo dice en uno de sus ilti-mos poemas, ain no recogido en libro, y titulado <<La visita del Gaviero>>:«Lo que creemos recordar es por completo ajeno y diferente a lo que enverdad sucedi6. Cuantos momentos de irritante y penoso hastio nos losdevuelve la memoria, aiios despu6s, como episodios de iuna esplendidafelicidad. La nostalgia es la mentira gracias a la cual nos acercamos maspronto a la muerte. Vivir sin recordar seria, tal vez, el secreto de losdioses 4

En Golpe de dados, revista de poesia, Bogota, nim. LXII, vol. XI, marzo-abril 1983.

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Y, sin embargo..., todo el calor del tr6pico, toda una insaciada bus-queda de placer, felicidad y aventura, de dichas tan breves como intensas,todo un gozoso apetito de los sentidos, suscita ahora, como en Caravan-sary, algunos textos cefiidos en la feliz resoluci6n de las dos faces queconforman su poesia. Por una parte, a trav6s de sus lecturas de Conrad,Balzac, Proust o los libros de historia -Bizancio, la Edad Media, la Fran-cia del siglo xviii, Napole6n, los disidentes rusos-, una seca indiferenciaante (la necedad de gestiones, diligencias, viajes, dias en blanco, itinera-rios errantes>, que constituyen nuestra vida. Y si bien todo resulta hoy,como el deseo, un usado rito, hay alli, tambi6n, en esa decepci6n cons-ciente, una intensidad fervorosa que continua alimentando la buscadaindeterminaci6n de sus prosas. Estampas siempre a punto de desdibujarsey siempre muy precisas.

Una verdad, no manchada por el trajin cotidiano, que resurge al con-tacto con el agridulce aroma de la tierra caliente, un aroma, como o10 diceel propio Mutis, entre frutal y felino. Es 61, somnolencia y frescura, el quesatura sus textos, con sus grandes olas de calor, de piel, de dicha, de rioy mar nutricios, y es 61, agua que cura y limpia, fiebre que expande eldeseo, el que rige, finalmente, el vaiv6n de su escritura. Es en verdad,como lo dice el propio Mutis, el olor de un mundo que se deslie.

Maqroll el Gaviero, con esa voz tan suya, hecha de sobriedad y fatiga,recuenta su mon6tona letania: los precarios momentos en que el esplendorfue posible. Y es este cansancio, esa distancia conmiserativa en torno a laruina de todo prop6sito definido, o10 que le permite dialogar con sus sue-fios mas queridos: un mundo donde Puchkin convive con hombres deBengala y Bohemia, lanceros polacos, un elector del Sacro Imperio, camio-neros, soldados y prostitutas, formando todos ellos una enrarecida y febrilmitologia; que resurge una vez mas (i,hasta cuando?) convocada por unaescritura ancha, de ritmo littrgico, en cuyo despliegue la vida, una vezmis, se pierde al ser puesta a su servicio:

iQuien convoc6 aquf a estos personajes?iCon qu6 voz y palabra fueron citados?iPor qu6 se han permitido usarel tiempo y la sustancia de mi vida?iDe d6nde son y hacia d6nde los orientael an6nimo destino que los trae a desfilar ante nosotros?

La historia, una vez mas, s6lo alcanzari su sentido en la coherenciailtima que la poesia le imprime. Pero este sentido se escapari exangiiecomo se escapa la vida del macerado cuerpo de su protagonista. Cuerpoque ha ido cumpliendo su destino de cuerpo amando e hiriendo, siendo

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amado y herido por otros cuerpos, y a la vez teniendo conciencia de ello.Pero sus miserias, que excluyen de antemano toda identificaci6n po6tica,tienen un acento tinico dentro de nuestra menguada tradici6n lirica. Pa-si6n y estoicismo, Mutis ha logrado lo imposible: que la miseria que estoda vida se vuelva mitica. Ha obtenido la objetividad de la mis alta poe-sia. Al margen de la historia, lejos de todo poder, distante de sectas y fac-ciones, reacia a la actualidad de las ideologias, este flagrante anacronismoque es la poesia de Mutis se convierte, paradoja ltima, en una de las misvivas presencias dentro del espectro abierto de Mito, no s61o en Colombia,sino tambidn a nivel latinoamericano. Aun cuando todos los datos que laconfiguran son ya visibles, su forma continua abierta. Tiempo puro, laten-te, susceptible de ser recreado infinitas veces; cada lector, al leerlo, esMaqroll el Gaviero. Su viaje, en consecuencia, continia. Es el viaje de lapoesia moderna.

Rafael Gutidrrez Girardot (1928), quien junto con Hernando ValenciaGoelkel (1928) son los dos ensayistas mis notables surgidos en torno aMito, public6 en 1983 un muy agudo libro, Modernismo, donde situa, conprecisi6n, el papel del arte en la sociedad burguesa moderna, los procesosde secularizaci6n y <<trascendencia vacia> que caracterizan a la poesia ennuestro siglo, y esa necesidad, formulada desde los rominticos alemanes,de crear una nueva mitologia, una mitologia de la raz6n, ante la quiebrade las otras. Una cita que 61 trae a colaci6n al respecto, de Federico Nietz-sche, nos sirve para cerrar (por ahora) esta nueva lectura de la poesiade Mutis S.

Dice Nietzsche en Asi hablaba Zaratustra: <<Los poetas mienten dema-siado. Los poetas siempre creen que la naturaleza misma se ha enamoradode ellos... 1Ah, cuan cansado estoy de todas las deficiencias que deberianser acontecimientos! Ah, cuan cansado estoy de los poetas! Me cansd delos poetas, de los antiguos y de los nuevos: todos me resultan superficia-les y mares de poca profundidad. No pensaron lo suficiente hacia la pro-

Rafael Gutierrez Girardot, quien vive en Alemania desde 1953, public6 en1959 uno de los primeros intentos valiosos de andlisis de la obra de Borges. Poste-riormente ha publicado libros sobre Nietzsche y Machado, en 1966 y 1969, respec-tivamente, y ha reunido sus trabajos de critica literaria y filosofia en Horas de estu-dio (Bogota, 1976). Valencia Goelkel, por su parte, mas vinculado a la literaturaanglosajona, public6 en 1974 sus Crdnicas de cine, un g6nero, por cierto, que s6loMito cultiv6 en forma regular, y sus Crdnicas de libros en 1976. Pero sus trabajosmas valiosos, sobre narrativa (Malcom Lowry, Pavese, Babel, Evelyn Waugh) y ensa-yistas como Conolly y Steiner, s61o han sido recogidos en libro, en Caracas en 1982,con el titulo de El arte viejo de hacer novelas. A ellos habria que afiadir los traba-jos, dispersos en revistas y peri6dicos, de Jorge Eliecer Ruiz, para tener una ideaglobal de las propuestas formuladas por los diversos colaboradores de Mito.

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J. G. COBO BORDA

fundidad: por eso su sentimiento no lleg6 hasta los fondos. Algo de lujuriay algo de aburrimiento: eso ha sido ain su mejor reflexi6n. Tampoco sonpara mi suficientemente puros, enturbian todas sus aguas para que parez-can profundas... iAh, yo ech6 mis redes en sus mares y queria pescarbuenos peces; pero siempre saqu6 la cabeza de un viejo dios!>>

Poetas contra su voluntad, como decia Broch, hechos de vanidad, simu-laci6n, egotismo, esoterismo y pretensi6n de liegar a lo Absoluto, todoese trasfondo que caracteriza a los poetas de la modernidad, es detectableen varios textos de Mutis, como <<Los trabajos perdidos>> o <<Grandeza dela poesia>>, pero ese poeta, ese buf6n, que pretende la verdad, como deciaNietzsche, la halla, precisamente, cumpliendo un destino marginal e irri-sorio. Irrisorio en cuanto se rie de todos los destinos previamente trazadosy marginal en cuanto muestra el reverso de cualquier utopia positiva. Solo,en medio de la selva, Maqroll el Gaviero continua oteando el horizonteque siempre estd mas alla; en ese no hay tal lugar que es su propio cuerpo,carcomido por el deseo, y que, una vez mas, se niega a morir.

FERNANDO CHARRY LARA

Dos ajios antes de que Jorge Gaitan Durin publicase su primer libro,es decir, en 1944, Fernando Charry Lara (1920) edit6, en el numero 5 delos cuadernos «Caintico , sus primeros poemas. «Cantico , una fugaz em-presa editorial orientada por Jaime Ibaiiez, y afin al piedracielismo; y elgrupo, ir6nicamente denominado por Hernando Tllez como el de los<cuadernicolas>> por su afan de publicar pequefios cuadernos de versos, do-minan el panorama al finalizar la d6cada del cuarenta. Pero en realidadFernando Charry Lara, como Gaitan, Cote y Mutis, se define en relaci6ncon Mito. En ella colabor6, a ella se siente ligado, y tanto sus poemas comosus ensayos se situan dentro de las compartidas preocupaciones del grupo.Los primeros se hallan agrupados en el ya citado cuadernillo y en tresvoluimenes posteriores: Nocturnos y otros sue ios (1949), Los adioses(1963) y Pensamientos del amante (1981). Y los segundos en el volumenLector de poesia (1975), que exige una reedici6n incorporando sus nuevostrabajos sobre Le6n de Greiff, Rafael Maya, Gilberto Owen, Neruda y lageneraci6n espaiola de 1927. Charry Lara, dentro del grupo de Mito, esel que con mas constancia y regularidad ha informado sobre poesia, ya seaa trav6s de ensayos y notas en revistas especializadas -ECO, El cafe lite-rario- como a traves de programas en la Radio Nacional. Admirador fer-viente, y confeso, de poetas espaiioles como Aleixandre y Cernuda, no porello ha omitido la tradici6n po6tica colombiana, que considera ins afin

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con sus gustos -el caso de Silva, Eduardo Castillo, Aurelio Arturo yEduardo Carranza-, ni tampoco la latinoamericana, con la cual se sienteidentificado: Villaurrutia, Neruda, Borges, Octavio Paz, y poetas de estir-pe surrealista como Cesar Moro y Molina.

En relaci6n con la poesia colombiana vale destacar las ediciones queha hecho de poetas como Castillo y Carranza, sobre todo la antologia deeste iltimo, seleccionada y prologada por Charry, que, editada en M6xicoen 1983 con el titulo de Hablar sohando (F. C. E.), ha permitido revaloraral poeta amoroso y er6tico que hay en Carranza, al margen del poeta pa-tri6tico y un tanto declamatorio al cual, lamentablemente, nos habiamosmalacostumbrado. Poeta, entonces, que tambi6n crea su propia tradici6n,Charry Lara la hace posible gracias, precisamente, al rigor melodioso quesu propia palabra ha ido ganando.

Charry ama la poesia sonambula, y si bien ha reconocido el visibleinflujo de Aleixandre en sus Nocturnos y otros suehos, fue en realidad alcontacto con el nitido dibujo de Cernuda cuando su voz se esclareci6, ha-ci6ndose mis suya. Asi, un poema como el titulado <<A la poesia muestramuy bien su estilo y su concepci6n del hecho po6tico:

Al soiiar tu imagenbajo la luna sombria, el adolescentede entonces hallabael desierto y la sed de su pecho.Remoto fuego de resplandor helado,llama donde palidece la agonia,entre glaciales nubes enemigaste imaginaba y eracomo se suefia a la muerta mientras se vive.Todo siendo, sin embargo, tan intimo.

Luego del eclipse intrascendente del piedracielismo, este relimpagosoterrado era simultineamente una luz y una via. No era tan explicitocomo Gaitan Duran en su formulaci6n er6tica, y su escenario, al contra-rio de Mutis, era el de la ciudad, por la cual transcurre el apenumbradopoeta, siempre en busca del encuentro que esclarezca sus pasos. Quizdspor ello ha escrito media docena de poemas en los cuales habita la claridaddel misterio. Ensimismada en su peregrinaci6n initil, esta visi6n de losfantasmas de la ciudad y del deseo logra, a la vez, estructurar el poemade un modo libre y exacto. Una mezcla de helado desvelo y calidez com-partida. Asi, Charry reflexiona con hondura y logra que una vasta reso-nancia acompafie esa meditaci6n desolada sobre su propio oficio, sobreel acto de escribir, sefial inequivoca de toda verdadera poesia.

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J. G. COBO BORDA

Poemas como <<Ciudad , por ejemplo, trazan con la nitidez de un cua-dro de Chirico sus perfiles: La noche, la plaza, la desolacion / de la co-lumna esbelta contra el tiempo, pero el treno con que concluye abre otradimensi6n a su recorrido:

Un cuerpo muere, mas otro dulce y tibio cuerpo apenas duermey la respiraci6n ardiente de su pielestremece en el lecho al solitario,llegtndole en aromas desde lejos, desde un bosquede j6venes y nocturnas vegetaciones.

Es en ellas donde Charry busca hundirse, extrayendo de su suefio aro-mas, de su sombra estas luces. El poema final, dedicado a Gaitan Durin,a raiz de su muerte, con su ausencia de puntuaci6n, la originalidad de susmetforas y la sintaxis, cada vez mas personal, muestra c6mo los oncepoemas que constituyen Los adioses, con su varonil contenci6n, con suresignada tristeza, conclufa en esa rafaga de vitalidad no enfrentada, sinoentrando con plena deliberaci6n en la muerte: Ya adviertes la tormentalos reldmpagos / Entresacas otro huracdn de tus recuerdos / Ronco desombras y vientos y agonias.

La dolorida evidencia que formulan los versos de Charry -oh tristevagabundo entre nubes de piedra / el sondmbulo arrastra su delirio porlas aceras- no s6lo apuntaban hacia un fracaso: jNo soy aquel ni elotro, / y ayer ni ahora soy como sofiaba!, o hacia un silencio: Pupialsiempre en el pecho es la memoria. / Callar ha sido. / Mejor serd / morirsecretamente a solas, sino que conclufan en una certidumbre: la poesiacomo redenci6n iltima:

Tui sola, lunar y solar astro fugitivo,contemplas perder al hombre su batalla,mas tui sola, secreta amante,puedes compensarle su derrota con tu delirio.

En Charry, se ha dicho, lirismo y erotismo conforman una unidad in-distinguible. Pero si el segundo logra configurar una exaltaci6n dinimicadel mundo, como ya advertiamos en su libro Los adioses, en los ocho poe-mas que conforman sus Pensamientos del amante las mismas dos palabrasdel titulo crean una instancia dual, que quizis ejemplaricen mejor estaspalabras de Antonio Machado en su pr6logo, fechado en 1917, a Camposde Castilla (1912): <<Si miramos afuera y procuramos penetrar en las co-sas, nuestro mundo externo pierde en solidez, y acaba por disiparsenoscuando llegamos a creer que no existe por si, sino por nosotros. Pero si,convencidos de la intima realidad, miramos adentro, entonces todo nos

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DOS POETAS DE <<MITO>>

parece venir de fuera, y es nuestro mundo interior, nosotros mismos, loque se desvanece... Un hombre atento a si mismo y procurando auscul-tarse ahoga la Pnica voz que podria escucharse: la suya; pero le aturdenlos ruidos extrafios. LSeremos, pues, meros espectadores del mundo? Peronuestros ojos estin cargados de raz6n, y la raz6n analiza y disuelve. Prontoveremos el teatro en ruina y, al cabo, nuestra sola sombra proyectada enla escena.>>

Mucho de todo esto hay en la iltima poesia de Charry: el amante quepiensa, que afiora, desea o contempla, y al cual una voz ajena saca de eseensimismamiento, haci6ndole perder su paraiso. Luminosidad externa ypenumbra interna, tenaz de claridad desoladora / sobrevive la luz entreestas ruinas. Pero en medio de tales ruinas, la repentina rdfaga de huraca-nadas olas de luz y viento y tempestades, lo vuelve a sumergir en unaoscuridad mas profunda: el femenino crdter insospechado ardiendo.

Si el primero -el lirismo introspectivo- parece confinarlo en unameditaci6n desolada: a no ser sino lo que recuerdas, el segundo -un ero-tismo vertido hacia el mundo- es el que le concede esos textos estrictosy ardientes a la vez, como el asimismo ilamado <<Pensamientos del amante>>o <<El lago>>, donde la mujer, como la poesia, sofiada en forma amorosa,surge hostil / siempre vestida de impalpable / atardecer como la lejania.Pero al carActer de desvario melanc6lico y ensofiador que adquieren sustextos no le impide ser un poeta muy concreto. Por el contrario, refirien-dose a Jos6 Eustasio Rivera dice en el u1timo poema de este libro: Losdias tramposos van gastdndole sueios y aios / Si bien en recompensa / Ledejaron por fin libre de intrigas.

Y esta aceptaci6n de la morosa miseria diaria es la que otorga a sucreaci6n, ahora, una vastedad muy amplia: la de la poda, la de la con-centraci6n a lo que es exclusivamente su propio asunto. Escritos en Bogo-ta, la ciudad que am6 bajo la dulce montaia indescifrable, estos poemas,como lo dijo George M. Hyde, refiri6ndose a Baudelaire, en su ensayo <Lapoesia de la ciudad>>, confirman c6mo <la libertad toda es ahora interior>>.

Convulso perfi del deseo volando / Hacia nubes donde son verdes losojos / Donde implacables son verdes ain y sombrios: una imagen ascen-dente para caracterizar con sus propias palabras una poesia como la deCharry hecha de precisi6n e impetu, contenida pero a la vez desatada. Elotro que ain eres continua entonces deambulando por las calles de estospoemas en una lograda mezcla de carcel y fuga, avido de otro fantasmaque haga ain mas real su nostalgia. Charry, Mutis, Gaitan y Cote son,entonces, los cuatro poetas mayores surgidos en torno a Mito. Pedro G6-mez Valderrama, su cuentista y novelista. Y Hernando Valencia Goelkely Rafael Gutierrez Girardot, sus ensayistas.

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Se trata, en consecuencia, de un notable equipo intelectual que reno-v6, radicalmente, las condiciones del trabajo creativo en Colombia consu exigente calidad y sus aportes concretos, que estas piginas pretendendestacar, refiriendose a dos de sus poetas mayores: Mutis y Charry. Losotros serian Gaitin Durin y Cote Lamus.