clase y discriminacion macip 2008-1

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    Ricardo F . Mac ip

    1 . A p r o p s i t oomenzar este artculo despejando un par de percepciones errneas quepredisponen las discusiones y entendimientos sobre clases sociales. Esnecesario hacerlo porque tanto en el conocimiento como en la poltica,los primeros en ser olvidados son precisamente los primeros elementos,

    las cosas ms elementales; (Gramsci, 1999). En el capitalismo no hay nada anor-mal o extrao ni con la explotacin ni con el antagonismo y la consecuente luchade clases. Se trata de elementos cotidianos, observables y verificables, tanto al ras del suelo en los diferentes pisos laborales como en las ms elaboradas y sofisti-cadas producciones culturales.

    Vamos por partes. La explotacin se refiere al proceso de extraccin de unexcedente del valor producido (plusvalor o plusvala), que supera lo necesario parala reproduccin del capital y trabajo, y que se convierte en ganancias. La explota-cin se da por unas clases sobre otras. Estas clases entran en contacto en un pro-ceso histrico particular, pero de carcter universalista, estableciendo relacionessociales en el contexto de la produccin de mercancas. Las clases no existen deantemano ni por s mismas, sino que se forman en esas relaciones, cuyo principalfin es la produccin de una mercanca que realizar su valor en el mercado. En elcapitalismo no hay intercambios por la misma magnitud de valor. Los trabajado-res venden su capacidad para el trabajo en aras de producir mercancas ms all de

    C l a s ey D I S C R I M I N A C I N

    En e l cap i ta l i smo, l a s d iversas c lases soc ia les t ienen d i s t intas nece-

    s idades , g rados de sat i s facc in y d i ferentes pos ib i l idades de d i s f ru-

    tar de l a v ida . Mientras que unas deben conformarse con lo mn imo

    y son d i scr iminadas , otras podrn d i s f rutar de cuanto puedan lograr .

    C

  • a la explotacin imgenes de la historia colonial de Mxico ylas Amricas. Un claro ejemplo sera el de un amanzanegroscastigando y domando, ltigo en mano, a una nueva carga detrabajadores del frica en plantaciones de Veracruz o el Ca-ribe. Otro, ms contemporneo, es el de las trabajadoras de ma-quiladoras a quienes se les niegan descansos, horas de comida oidas al bao por largos periodos en la jornada laboral. El primerejemplo es errneo, porque tal tipo de explotacin no ocurrecon una mano de obra libre para vender su capacidad para eltrabajo, sino que se trata de poblaciones secuestradas y esclavi-zadas. El segundo, porque es un caso de sper o sobre explota-

    cin (del cual hablaremos ms adelante). En todo caso,es menester identificar a la explotacin (la extraccinde plusvalor de una clase por otra) como un proce-so normal y verificable de excesos histricos y con-temporneos.

    Ahora bien, el mismo proceso de produccin ca-pitalista atrae a distintas personas para el fin msobvio y cotidiano, que es la produccin de una mer-canca para su intercambio en el mercado por unaganancia. Estas personas no son atradas como indivi-duos, sino como grupos o clases, y se encuentran en unaposicin antagnica. Deben cooperar para la produc-cin, y hasta cierto punto puede argumentarse que soninterdependientes. Sin embargo, la naturaleza de sudependencia no es equivalente ni comparable. Mien-tras que los trabajadores o proletarios han sido des-pojados de toda propiedad amn de su cuerpo y elalbedro para enajenar su capacidad para el trabajo, loscapitalistas eligen y definen los tipos de trabajado-res que requieren. Este antagonismo de clase es lo quese ha definido como lucha de clases.

    La lucha de clases no implica una guerra de castasdonde la gente de distintos grupos se dedica a destruir-se mutuamente sin ton ni son. Muy por el contrario,guarda las claves para el entendimiento y la efectivaorganizacin de la sociedad en su conjunto. La lu-cha de clases no es por tanto un resentimiento sociala flor de piel ni su desfogue. Debe decirse que esta ima-gen poderosa de la guerra de castas es y ha sido unespantajo usado para caricaturizar un proceso hartocomplejo y cotidiano. Como tal, fue usada en la de-nostacin de la lucha de campesinos de la pennsulade Yucatn por sus derechos, en el siglo XIX, cuando sehaban abolido las diferencias legales de casta en Mxi-

    la simple reproduccin, permitiendo que segeneren ganancias para los capitalistas. Y es laextraccin del plusvalor lo que conocemoscomo explotacin. Esta discusin, que aquslo delineamos, est tcnicamente desarrolla-da en el volumen 1 de El capital. Es importan-te, precisamente, porque es una discusin tc-nica a la vez que materia de confusiones.

    La mayor confusin tiene que ver con el usocoloquial del trmino explotacin. Su solamencin atrae una condena moral. Asociamos

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    Discriminacin

  • nimos. Son slo aparentemente necios, porquesubrayan la contradiccin dominante. Unospueden vivir con salarios mnimos y deben vercmo se las ingenian para obtener una vivien-da, alimentarse ellos y sus familias, enviar a lasiguiente generacin de trabajadores a la escue-la vocacional y encontrarle sentido a la vida;mientras que para otros la subsistencia con talsalario no es ni remotamente posible, ni ima-ginable.

    La explicacin es que si bien son personasque colaboran en la vida diaria, pertenecen adistintas clases, con distintas necesidades, gra-dos de satisfaccin y, lo ms importante, quemerecen diferentes disfrutes de la vida. Mien-tras que unas deben conformarse con lo mni-mo (y una evaluacin no slo de los salariosmnimos, sino de los realmente existentes, nodejar lugar a dudas que se trata de cubrir slolo mnimo), las otras podrn disfrutar de cuan-to puedan lograr. Es importante subrayar que

    co. Y se usa hoy da para despojar de cualquier validez al popu-lismo de izquierda.

    Sin embargo, as como la explotacin, el antagonismo o lu-cha de clases es un concepto necesario para el entendimientodel proceso histrico que atrae y enfrenta a distintas clases depersonas en el capitalismo. Un ejemplo claro y contundente de la lucha de clases est en el salario mnimo. El salario es elpago por la venta de la capacidad para el trabajo durante untiempo determinado; es el valor de mercado, en un momento y tiempo especficos, del costo del trabajo efectivo. Lo mnimodepende tanto del entendimiento de qu es ese mnimo nece-sario para que los trabajadores puedan reproducirse, como de lacorrelacin de fuerzas que obliga a que sea aceptado.

    El estudio histrico de los salarios mnimos en Mxico nosda una idea de qu es lo que algunas clases y el gobierno con-sideran necesario para la reproduccin de las clases trabaja-doras, as como la fuerza y debilidad de stas para aceptarlo. En todo caso, el salario mnimo cristaliza las relaciones socialesde produccin y el antagonismo de clase. Esto se hace muyclaro en los chistes aparentemente insulsos de otorgar al presi-dente y a su gabinete, o a empresarios prominentes, salarios m-

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    Clase y d i scr iminac in

  • de trabajo como determinante para la reproduccin social), comoel hecho de que ambas son necesarias para el desarrollo del capi-talismo. Sin embargo, constituye una falsa ingenuidad conside-rar que este planteamiento tanto poltico como potico sintetizael arsenal analtico de ambos autores y de la riqusima tradicinque sobre ellos se fund en las ciencias sociales.

    Las clases sociales se construyen histricamente por su anta-gonismo en el proceso productivo. El capitalismo, como relacinsocial basada en la extraccin de plusvalor, es un desarrollo his-trico tanto del feudalismo en Europa como del colonialismoen las Amricas, Asia y frica. Debe entenderse como un pro-ceso global que, si bien se industrializ en la Inglaterra del sigloXIX, impone su lgica de reproduccin a las poblaciones y for-maciones sociales que ha ido incorporando. Esto no quiere de-cir que las condiciones que le dieron a Inglaterra el liderazgodecimonnico hayan sido transitadas o sean necesarias en todoslos territorios y pases capitalistas, sino que hay una lgica pro-ductiva y de organizacin social, econmica y poltica que seimpone. La ms clara es la identificacin, separacin y manejo

    de poblaciones para el trabajo, de acuerdo a las nece-sidades productivas del capital. Podemos hablar de di-versos capitalismos o diversas formaciones naciona-les capitalistas, pero a la fecha no hay una que hayaprescindido de la explotacin del trabajo o la repro-duccin ampliada del capital para su desarrollo. Estaseparacin de clases es el elemento fundamental parael ordenamiento de la sociedad y su reproduccin.

    Ahora bien, las clases sociales han sido entendi-das no slo en la polarizacin de burgueses y proleta-rios como tendencia ordenadora, sino en su infinitavariedad de posibilidades en tantas formaciones nacio-nales capitalistas como existen. Debemos destacar eltrabajo de tres autores que han permitido su entendi-miento. E. P. Thompson se dio a la tarea de demos-trar cmo es que las clases sociales no existen comoalgo dado de antemano, sino que se forman en el pro-ceso de desarrollo del capitalismo. Tomando doscien-tos aos de historia en La formacin de la clase obreraen Inglaterra, este autor prueba que la emergencia declases es todo menos clara, bien separada u ordenada.No se pueden reducir a dos clases, y la tendencia aoponer en pares es consecuencia de su antagonismoy lucha por la separacin del trabajador de los frutosde su trabajo. Si bien conceptualmente se mantieneel antagonismo hacia dos polos de clase, la realidad

    la determinacin de los mnimos y de la mismareproduccin social de cada grupo es algo quese construye histricamente en este antagonis-mo, y que se conoce como lucha de clases.

    2 . C l a s e ( s )Otra serie de confusiones en torno a la dis-cusin de clase tiene que ver con el impu-tado reduccionismo de todo fenmeno so-

    cial a clase, y en particular a slo dos clases. Sibien es cierto que en el Manifiesto del partidocomunista Marx y Engels trabajan con el anta-gonismo de clase bsico entre burgueses y pro-letarios, tienen tambin cuidado de mencio-nar que stas son dos clases fundamentales, loque no quiere decir nicas. Por fundamentaldebemos entender tanto su carcter mutua-mente excluyente (se vende o se compra fuerza

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  • brimiento del proceso no se da por una simpleseleccin de terminologa, sino que es, eminen-temente, sntoma de las graves delusiones ideo-lgicas y poltico-econmicas actuales. En tantola reproduccin legtima y digna del trabajo seve amenazada por la imposicin de formas desper-explotacin, es que debemos contradecir.El desplazamiento del anlisis de explotaciny de clases dentro del capitalismo por los an-lisis de marginalidad tuvo su auge en Sudam-rica en los mil novecientos setenta por partede intelectuales catlicos (Kay, 1989).

    No tenemos el espacio suficiente para revi-sar sus postulados y la complejidad de sus posiciones, pero debemos decir que se afirmcomo un hecho objetivo que algunos gruposde la sociedad no estaban integrados al capita-lismo. Esta posicin ha sido retomada con xitopor autores posmodernos, quienes afirman que

    histrica es rica en formaciones, fracciones y segmentos de cla-ses. Dentro del proceso histrico no hay clases bien definidas,a menos que stas tomen conscientemente su formacin comoproceso poltico. G. Lukacs hizo la distincin entre clases en sy clases para s en Historia y conciencia de clase. Una clase en s es aquella que se define por criterios externos y objetivos en relacin con otra, que existe sin ser consciente de ellos y sinser responsable de s misma. Una clase para s complica todoesto al tomar el destino en sus manos, armada con la concien-cia revolucionaria de su devenir histrico. Dicha distincin es trabajada de forma fragmentaria para la historia italiana porA. Gramsci, en sus Cuadernos de la crcel. Es esta obra incon-clusa y seminal la que ha permitido el desarrollo actualizadodel estudio de clases en s y para s en la infinita variedad deformaciones de clase (subalternas y hegemnicas) y posibilida-des histricas con que nos confronta el capitalismo.

    3 . D i s c r i m i n a c i n d e c l a s eSi bien hemos establecido que tanto la explota-cin como la lucha de clases son fenmenos per-fectamente normales dentro del capitalismo, su

    normalizacin se debe precisamente a pactos nacio-nales entre clases fundamentales organizadas. Usual-mente las centrales obreras y carteles empresariales,en conjunto con los gobiernos nacionales, definenlmites a la explotacin. El antagonismo de clasedebe permitir un espacio de negociacin tal que en lsea posible el desarrollo de las fuerzas productivas,salvaguardando la dignidad humana. El liberalismocomo filosofa poltica y prctica democrtica aspira amoderar los excesos de la explotacin y los avancesde las clases trabajadoras organizadas. Sin embargo,este proceso de moderacin en pos de equilibrios pti-mos es un proyecto ideolgico, antes que una realidadcotidiana. La incapacidad de rgimen demo-liberalpara lograrlo es lo que nos obliga a discutir la discri-minacin de clase.

    En el presente nos vemos obligados a discutir a laclase no slo como el concepto maestro (que no elnico) para entender la reproduccin social en el ca-pitalismo, lo cual aparecera como un acercamientotcnico. Su discusin es pertinente cuando la explota-cin es negada y encubierta por el uso de otras cate-goras como las de exclusin o marginalidad. El encu-

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  • deben estudiarse los mecanismos de exclusincontemporneos (Reygadas, 2002). ste es unpunto importante, en tanto nos presenta lasiguiente contradiccin: hay grupos de genteque, perteneciendo a la sociedad nacional, nogozan de los beneficios del capitalismo. Elproblema es metodolgico y poltico. Meto-dolgico porque nos presenta al capitalismocomo un rgimen al que se puede pertenecer o no; poltico porque plantea como solucinincorporar a esas poblaciones al capitalismo.La radicalidad del anlisis marxista yace enque es capaz de probar el carcter totalizadordel capitalismo como rgimen de produccin y formacin social de alcance global. Ciertoque el capitalismo no domina absolutamentetodas las manifestaciones de la vida, pero stiene como una de sus caractersticas centralesel poder reducir casi cualquier instancia de la vida a una mercanca enajenable y expre-sable en magnitudes de valor. Ahora bien, elentendimiento de poblaciones marginales oexcluidas es un efecto del capitalismo, teri-camente desarrollado en el estudio de la su-perpoblacin relativa (Marx, 1946). Empero,las consecuencias de este problema no son decarcter tcnico, sino eminentemente poltico.Al presentar a los excluidos como dejados fueradel banquete de la civilizacin global, la res-puesta es que debemos extender hacia elloslos medios y formas para que puedan integrar-se sin cuestionar los actuales mecanismos deremuneracin y distribucin. Son los excesosdel capitalismo y no la falta de integracin almismo lo que debe cuestionarse. Es aqu cuan-do es necesario estudiar el trabajo de sobreex-plotacin desarrollado por Marini en Dialc-tica de la dependencia.

    La sobreexplotacin o sper-explotacin selogra de las siguientes formas: extendiendo lajornada laboral sin aumento salarial; aumen-tando la intensidad del trabajo aplicado en lajornada sin aumento salarial; bajando los sa-larios por el mismo trabajo, o combinando lastres posibilidades. El efecto conjunto es que

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  • hay un aumento en la extraccin de plusvalory se pone en riesgo la capacidad de las clasestrabajadoras para reproducirse por cauces le-gales, de los cuales el principal es el trabajolegtimo.

    Tomemos como ejemplos a jornaleros ind-genas, trabajadoras de maquiladoras y vestidas(travestis), sujetos de discriminacin inobje-table que permiten entender la relacin de laclase con las categoras de etnicidad-racismo ygnero. Slo de una manera superficial puedenlos tres casos ser estudiados como de exclusin,pues una vez que estudiamos sus vnculos conel capital y el trabajo podemos entender sucomplejidad. El primer ejemplo procede de mitrabajo en la produccin cafetalera del centrode Veracruz; el segundo y tercero son de miscolegas L. Flores y N. Carreras. stos y otrosejemplos aparecern pronto en el libro Sujetosneoliberales en Mxico.

    Ni los jornaleros indgenas sobre los quedescansa la produccin de caf en la vertien-te del Golfo de Mxico, ni las trabajadoras demaquiladoras, ni las sexo-servidoras vestidasde la ciudad de Puebla obtienen ingresos sufi-cientes para su reproduccin en trabajos legti-mos. Puede decirse que los tres casos presentandistintos niveles de relacin con el capital,pues mientras las trabajadoras de la maquila-dora estn empleadas en una rama industrial,los jornaleros lo estn en una agrcola, y lassexo-servidoras estn informalmente vincula-das al sector servicios. Asimismo, podra cata-logarse que, en el mismo orden, unas cuentancon contratos sancionados por la Secretaradel Trabajo, otros slo lo tienen de palabra, yfinalmente en el ltimo caso no existe contra-to, pues es un trabajo clandestino. Todas stasson consideraciones importantes. Pese a todo,no eliminan el hecho de que estos tres casosestn conformados por clases subalternas que,en aras de vivir, deben enajenar su capacidadpara el trabajo por un salario que, sumado alde cnyuges, familiares o afines, componga losingresos necesarios.

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    Son los excesos del capitalismo y no la falta de integracin al

    mismo lo que debe cuestionarse. Es aqu cuando es necesario estudiar

    el trabajo de sobreexplotacin desarrollado por Marini en Dialctica

    de la dependencia

  • distorsin de regmenes previos que tendrn que ceder a lamodernidad. Nada hay ms engaoso, pues las formas de rela-cin de estos grupos de personas con la sociedad nacional soneminentemente modernas. Una vez ms, es el salario quien nosda la pauta, pues todo el trabajo y valor que aplican para la pro-duccin de mercancas y servicios conlleva la extraccin y acu-mulacin de plusvala (en el caso de las vestidas, como renta ala polica y administracin municipal).

    Si bien la discriminacin se vive tanto en la clase como enel gnero y la etnicidad, no podemos tomarlas con el mismopeso. La de clase se expresa inobjetablemente en las oportuni-dades educativas, el disfrute de la salud y la proteccin social,definidos por la imperiosa necesidad (en estos casos) de co-menzar a laborar en condiciones determinadas por la sper-explotacin cuando an se es menor de edad. Sobre la con-dicin de clase se imponen experiencias cotidianas de crueldaden el caso de los indgenas, cuyas particularidades culturales yfenotpicas bastan para cuestionar la humanidad de dichasprcticas, mientras que en el caso de las trabajadoras de maqui-ladoras se vive en el acoso sexual en la cadena de montaje,mismo que, llevado a la va pblica en el caso de las vestidas,se traduce en secuestros y violaciones peridicas por parte depolicas y grupos homofbicos.

    Cierto es que el racismo y sexismo son discursos, prcticas ytcnicas de crueldad y sometimiento que se utilizan en la dis-criminacin de distintas poblaciones y que no son monopoliode una clase. Tambin lo es que la intensidad, saa y efecti-vidad de su aplicacin dependen en gran medida de las condi-ciones de clase (que no son otras sino las de vulnerabilidadrelativa) de los sujetos. Es decir, si bien tanto el racismo,entendido como la afirmacin de la supremaca blanca, comoel sexismo, entendido como la afirmacin de la supremacamasculina, afectan y atacan a toda la sociedad, su efectividadpara la formacin de sujetos aterrados y disciplinados est de-terminada por la clase. La pertenencia a una fraccin de clasepresenta de manera consustancial mayores o menores grados devulnerabilidad, misma que permite mayor o menor efectividada la discriminacin. Ahora bien, los tres sujetos evocados (paralos cuales existen estudios de caso correspondientes) pertene-cen a clases subalternas en s, marcadas por la sper-explota-cin en el presente neoliberal. En los tres casos contribuyen demanera directa a los procesos de acumulacin por despojo ysper-explotacin dentro del capitalismo mexicano; en los trescasos tambin tenemos un grado muy alto de efectividad en ladiscriminacin de la sociedad.

    La discriminacin laboral que implica eltrabajo de peonaje, aprendizaje (en las maqui-ladoras las trabajadoras son empleadas comoaprendices, independientemente de sus habili-dades) y prostitucin es naturalizada en los len-guajes y posibilidades que presentan las condi-ciones indgena, femenina y transgenrica. Esdecir, podemos posponer los anlisis de clase,porque la supremaca blanca y el patriarcadonos permiten justificar todo abuso como una

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    Discriminacin

  • Ricardo F. Macip es profesor investigador en el Pro-

    grama de Posgrado en Sociologa del Instituto de Cien-

    cias Sociales y Humanidades de la Benemrita Univer-

    sidad Autnoma de Puebla. Obtuvo la licenciatura en

    antropologa (1993) por la Universidad de las Amricas-

    Puebla, y la maestra (1998) y doctorado (2002) en la

    misma disciplina por la New School for Social Research

    en Nueva York. Sus reas de investigacin son la antro-

    pologa poltica y los estudios culturales en la historia de

    las clases subalternas en las provincias orientales de

    Mxico.

    [email protected]

    La mayor ventaja metodolgica y poltica del anlisis declase estriba justamente en su acercamiento a la totalidad so-cial cognoscible: la divisin de la sociedad en clases es elemen-tal para entender la formacin nacional y su reproduccin so-cial a travs de formas de explotacin a tasas especficas. Nonos permite por ende plantear soluciones coyunturales o super-ficiales. Esto es, no puede habilitarse una comisin o institutoque vigile la explotacin de una clase por otra, pues sta es elmotor de la reproduccin social en el capitalismo. Puede, entodo caso, llevarnos a plataformas reformistas afines a la socialdemocracia que pugnen por una tercera va que elimine losexcesos de la sper-explotacin. Con todo, es engaoso pensarque las soluciones pueden emanar de buenas intenciones. El ca-pitalismo puede reformarse, pero no por el desarrollo de unaconciencia burguesa caritativa, sino por la capacidad organiza-tiva de los trabajadores y clases subalternas en centrales obre-ras, partidos polticos y frentes nacionales como agrupacionesde clase para s. Es de tal proceso organizativo de donde emanala decisin de reformar o destruir al capitalismo realmente exis-tente. Finalmente debe decirse que la discriminacin de claseno puede desaparecer en el capitalismo por el simple hecho deque el fundamento de ste est en el despojo y explotacin de unas clases por otras.

    La nica forma de atenuar, si no es que eliminar, la discri-minacin de clase est en el socialismo. No hay garantas sobresu trayectoria histrica a futuro. No puede haberlas, pues la his-toria no es la repeticin de ciclos conocidos, sino que nos con-fronta con su infinita variedad y multiplicidad de posibilidades.Si lo primero que olvidamos es lo ms elemental, no podemosentonces dejar de cuestionar y analizar la naturaleza de estepoder; del dominio ideolgico y coercitivo demo-liberal. Noslo para (informadamente) someter nuestro albedro a unpacto social (si lo hubiese), sino tambin para comprender quela discriminacin no es un fantasma del pasado que nos acechay que sea posible exorcizar o desterrar. Es el instrumento msefectivo para naturalizar la dominacin de clase, misma quenos obliga a educarnos, organizarnos y animarnos porque, unavez ms con Gramsci (citado en Buttigieg, 1975), para formarun bloque histrico para s, socialistamente hegemnico ycapaz de derrotar al dominio burgus necesitamos de todanuestra inteligencia, fuerza y entusiasmo!

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    Clase y d i scr iminac in

    B i b l i o g r a f aButtigieg, J. (1975), Introduction, en Antonio

    Gramsci, Prison notebooks, vol. 1, Nueva York,Columbia University Press, p. 19.

    Gramsci, A. (1999), Cuadernos de la crcel, 6 vo-lmenes, Puebla, Benemrita UniversidadAutnoma de Puebla, vol. 5, p. 175 (Cua-derno 15, nota 4).

    Kay, Cristbal (1989), Latin American theories ofdevelopment and underdevelopment, Nueva York,Routledge.

    Lukacs, G. (1987), Historia y conciencia de clase,Madrid, Magisterio.

    Macip, R. F. (editor), en prensa, Sujetos neolibera-les en Mxico, Puebla, Benemrita Universi-dad Autnoma de Puebla.

    Marini, R. M. (1991), Dialctica de la dependencia.Mxico, ERA.

    Marx, K. (1946), El capital, 3 volmenes, Mxico,Fondo de Cultura Econmica, vol. I, pp. 532-542.

    Marx, K. y F. Engels (1962), Manifiesto del PartidoComunista, Mosc, Progreso.

    Reygadas, Luis (2002), Ensamblando culturas, Bar-celona, Gedisa.

    Thompson, E. P. (1989), La formacin de la claseobrera en Inglaterra, Barcelona, Crtica.