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Especialización en Educación y Derechos Humanos
LA ENSEÑANZA DEL PASADO RECIENTE EN LAS
ESCUELAS. HOLOCAUSTO Y GENOCIDIOS DEL SIGLO
XX
Clase 2: El genocidio armenio.
Les damos la bienvenida a esta segunda clase del seminario.
Estamos otra vez juntos para trabajar acerca de temas que, como advertimos en
nuestro primer encuentro, abordan experiencias sensibles. Así como en la clase
pasada trabajamos sobre cuestiones vinculadas a la conceptualización del genocidio,
en esta clase nos centraremos en el primer genocidio del siglo XX. Se trata de un
genocidio perpetrado por el Imperio Otomano contra los armenios y al que, hasta aún
hoy, se lo considera un genocidio negado.
Nos detendremos particularmente en tres preguntas:
- ¿Quiénes son los armenios?
- ¿Cómo se desarrolló el genocidio que los tuvo como víctimas?
- ¿Cuáles fueron las políticas de memoria que se originaron alrededor de
esta experiencia?
Les proponemos iniciar la clase mirando un fragmento del
film Ararat(2002), de Atom Egoyan, cuyo título evoca la presencia
sacralizada del monte Ararat. En la película se entretejen experiencias
del presente y el pasado a través de varias historias de vida que
intentan capturar la complejidad de la transmisión generacional.
Disponible en: www.youtube.com/watch?v=1Ka1no-bpzI
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Como habrán visto, Ararat es un film que incluye dentro de sí mismo otro film. Esto
es: muestra a los protagonistas filmando una película sobre el exterminio de los
armenios en Turquía en 1915. Este ir y venir del pasado al presente nos invita a
preguntarnos qué pasó durante el genocidio armenio y, a la vez, cómo sigue pasando
en la medida en que lo neguemos.
Empecemos ahora a recorrer la primera de las preguntas que organizan esta clase:
¿quiénes son los armenios?
¿Quiénes son los armenios?
Como señalamos en la clase pasada, el genocidio promueve, además de un exterminio
material, la aniquilación simbólica y cultural de las poblaciones afectadas. Por lo tanto,
comenzar diciendo quiénes son los armenios es un modo de reponer aquello que
intentó ser borrado por los perpetradores del plan genocida.
Los armenios conforman un pueblo que comparte una peculiar tradición cultural que
se remonta a épocas muy antiguas. Evidencias lingüísticas y arqueológicas permiten
establecer que la historia de Armenia se remonta al III milenio a.C., y, como otros,
han sido víctimas de un genocidio en el siglo XX.
Con una superficie de alrededor de
400.000 km2, la Armenia histórica
abarca actualmente la mayor parte
del este de Turquía, el sector
noroeste de Irán, parte de las
repúblicas de Azerbaiyán y de
Georgia, así como el actual territorio
de la República de Armenia y de la
República de Nagorno-Karabagh.
La ubicación geográfica de Armenia,
altiplanicie situada entre las mesetas
de Irán y de Asia Menor, el mar Negro
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y las llanuras de Transcaucasia y Mesopotamia, fue un determinante fundamental en
el destino y el carácter del pueblo armenio. Sus recursos naturales contribuyeron a
darle a la región importancia política, económica y estratégica. Punto de convergencia
de las principales rutas que reunían por tierra el Extremo Oriente y el Asia Central
con Europa, su población participó en el comercio internacional alcanzando
prosperidad material y un gran desarrollo cultural que les valdría el apodo de “los
orientales de Europa” o los “europeos de Oriente”. Si bien los armenios se destacaron
como artesanos y comerciantes, la gran mayoría de ellos continuó dedicándose
durante siglos a la agricultura.
Uno de los acontecimientos trascendentales en la historia armenia es la adopción del
cristianismo como religión oficial en el año 301 d.C. En aquel año se proclamó la
cristianización del país y en el año 406 se creó un alfabeto propio para afianzar la
evangelización entre la población, marcando el nacimiento de la literatura armenia
escrita. Sin embargo, en el siglo VII la expansión de los árabes alteró seriamente la
situación general de Armenia, que restablecería su autonomía política luego de más
de tres siglos. Si bien Armenia volvió a desarrollar un nuevo período de esplendor
cultural, una serie de sucesivas invasiones de pueblos del Asia Central acaecidas en
el siglo XI dio inicio a un proceso creciente de desarraigo y dispersión de la población
armenia. La posterior división política de los territorios históricos -primero entre dos
Imperios islámicos, el Imperio Otomano y el Imperio Persa y, a partir del siglo XIX
entre otomanos, persas y rusos- produjo la consecuente adquisición de una condición
minoritaria respecto de los grupos dominantes.
Esta condición de minoría subalterna produjo tempranamente, desde el siglo XVIII,
que un sector de la población armenia reclamase mejoras sociales y autonomía
política. Paulatinamente, emergió un movimiento de renovación cultural, educacional
y política que dio impulso al despertar nacional. Sin embargo, luego de más de cinco
siglos de dominaciones extranjeras, la lucha por la supervivencia de un pueblo en
permanente peligro de asimilación, aculturación y aniquilamiento, afrontaría desafíos
cruciales. La experiencia traumática de las masacres de finales del siglo XIX en el
Imperio Otomano, el genocidio de 1915-1923, la usurpación de gran parte del
territorio nacional y la dispersión forzada de los sobrevivientes, amenazaron la
continuidad de los procesos de transmisión de una identidad traumatizada.
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La primera generación de inmigrantes armenios que se instaló en nuestro país se
caracterizó por conformar un grupo reducido en relación el volumen de grandes
migraciones producidas hacia la Argentina a finales del siglo XIX y comienzos del siglo
XX. Los primeros armenios se asentaron, principalmente, en los barrios de Palermo,
Flores y Villa Soldati, en la Ciudad de Buenos Aires, y Valentín Alsina, en el Partido
de Lanús. Luego se produjeron procesos de desplazamientos internos hacia otras
ciudades como La Plata, Córdoba, Rosario, Mar del Plata, Posadas y Neuquén, entre
otras.
Las características traumáticas
de su salida, la estructura
territorial que adopta su
inserción en el país receptor, el
tipo de representación social
construida y los lazos
mantenidos con el “país de
origen” los distinguió de otro
tipo de migraciones por su
carácter diaspórico.
Entendemos por diáspora a la
dispersión de grupos humanos
que abandonan su lugar
originario. Por lo tanto, el
carácter fundacional de la
inmigración armenia en la
Argentina estuvo íntimamente
ligado con la implementación
del exterminio de los armenios.
Fundación de la Escuela Armenia Jrimian en Valentín Alsina,
provincia de Buenos Aires (1936).
El genocidio armenio
Durante el transcurso de la Primera Guerra Mundial el Imperio Otomano cometió uno
de los mayores genocidios de la historia, destruyendo una gran parte de su minoría
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armenia. Vahakn Dadrian, el historiador más reconocido en el estudio de este
genocidio, advierte que las matanzas sistemáticas sucedieron tras décadas de
persecuciones de los turcos otomanos, y luego de dos series de masacres similares
pero de menor escala –en los años 1894 a 1896 y en 1909– que provocaron la muerte
de al menos 200.000 armenios.
A comienzos de 1915, las derrotas militares turcas sufridas en Sarikamish, Dilman y
Van aceleraron el proceso de persecución de los armenios. A partir de entonces, el
plan sistemático de exterminio se perpetró en etapas. Tras el reclutamiento y
posterior asesinato de los varones armenios mayores de 15 años, con la orden del
ministerio del Interior del 24 de abril de 1915 se produjo la decapitación de la cúpula
intelectual, es decir, el secuestro y asesinato de líderes sociales, políticos y religiosos
que pudieran organizar la resistencia contra las políticas opresivas.
En mayo de ese mismo año se sancionó la Ley Temporaria de Deportación que
permitió el desplazamiento de “personas sospechosas”. Esto dio lugar a las
deportaciones de la población restante, ya sin posibilidad de autodefensa y
organización, que se llevarían a cabo casi simultáneamente en todo el territorio. El
propósito de estas medidas era concentrar a todos los armenios en Alepo y de allí
trasladar a los sobrevivientes a través del desierto sirio hacia Deir Zor. Las órdenes
se impartían desde Constantinopla y funcionarios del partido eran enviados al interior
con el fin de controlar a los gobiernos locales.
De acuerdo con el relato del embajador de Estados Unidos en la capital otomana,
Henry Morgenthau, “Prácticamente ningún armenio, cualquiera fuera su educación o riqueza,
o la clase social a la que perteneciera, escapó a la orden. En algunos pueblos se fijaron carteles
intimando a la población armenia a presentarse en un lugar público a una hora determinada –
generalmente con anticipación de uno o dos días-, y en otros lugares el pregonero recorría las
calles voceando la orden. En algunos pueblos ni siquiera se dio la menor advertencia. Los
gendarmes aparecían en una casa armenia y ordenaban a los ocupantes que los siguieran (…).
Al preguntar ‘¿A dónde vamos?’, los gendarmes solo se dignaban responder: “Al interior”.
Según el gobierno central, se trataba de una medida “de tiempos de guerra” cuyo fin
era “proteger a la población”. Sin embargo, las mujeres, niños, ancianos y los pocos
hombres que aún se encontraban en sus hogares fueron obligados a emprender una
marcha hacia la muerte. Los bienes y las propiedades fueron calificados como “bienes
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abandonados” y confiscados por el gobierno; se cometieron robos y hurtos
generalizados en el curso de las expropiaciones.
En las declaraciones, las órdenes de exterminio y los informes, las autoridades
otomanas siempre acusaron a los armenios de actos de rebelión, preparando así
drásticas medidas en su contra. Las víctimas fueron deshumanizadas, tratadas como
una enfermedad, como un “elemento espurio” o como animales que debían ser
aniquilados por el bien de la nación turca. Por decreto, se prohibió prestar ayuda
humanitaria a los deportados.
Conducidos como prisioneros y privados de todo tipo de protección ante los ataques
de tribus kurdas y bandas armadas, muchos armenios fueron torturados y
brutalmente asesinados en las cercanías de sus aldeas o durante la travesía. En
particular, predominó el papel de la “Organización Especial”, creada en 1914, que casi
en su totalidad estaba integrada secretamente por criminales convictos que fueron
liberados de las prisiones del Imperio por una dispensa especial de los Ministerios de
Justicia e Interior. La intención detrás del uso de intermediarios para las operaciones
de exterminio era desviar así la responsabilidad del gobierno central. También fueron
recurrentes las violaciones y otros tipos de abusos sexuales. Asimismo, se impuso
una identidad falsa a mujeres y niños a través de la apropiación de mujeres -raptadas
o vendidas en ciudades y pueblos a harenes turcos y kurdos- y de niños, que fueron
reunidos en orfanatos del gobierno para ser islamizados.
A través de la manipulación del odio religioso, la población civil musulmana fue
movilizada a participar en las masacres. El desprecio por la religión de las víctimas se
evidenció en los testimonios de profanaciones de las instituciones eclesiásticas
armenias y otros símbolos de la fe cristiana. De todos modos, algunos sobrevivientes
posteriormente relataron que sus “amigos turcos”, o autoridades locales de su aldea,
bajo peligrosas circunstancias, les informaron sobre los planes de matanza e incluso,
en algunos casos, los ayudaron a escapar.
Durante la primera mitad de 1915, más de 1.000.000 de armenios fueron
exterminados. Los pocos sobrevivientes que llegaron al desierto sirio fueron
abandonados sin alimentos, agua ni asistencia.
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Deportación de armenios de Jaspert (1915).
Primeros procesos de justicia y el inicio de la negación
Hacia el final de la Primer Guerra Mundial, el Imperio Otomano intentó desarrollar
una estrategia con la esperanza de obtener resultados favorables al Imperio en la
Conferencia de Paz de París. El centro de esta política se situó en una reconsideración
de los crímenes cometidos contra los armenios, pues desde mayo de 1915 el Reino
Unido, Francia y Rusia habían advertido a los líderes de los Jóvenes Turcos que serían
responsables de un crimen contra la humanidad. Al final de la guerra, los aliados
victoriosos demandaron al gobierno Otomano que citara ante la justicia a los Jóvenes
Turcos acusados por crímenes de guerra.
El 4 de noviembre de 1918, el Parlamento del Imperio Otomano resolvió someter a
juicio militar a los responsables del Partido de los Jóvenes Turcos. Se creó una
comisión investigadora y Kiazim Pashá presidió un tribunal militar para juzgar a Talaat
Pashá, ministro del Interior, Enver Pashá, ministro de Guerra, y Djemal Pashá,
ministro de Marina. Sin embargo, ninguno de ellos estaba aún en el Imperio Otomano
pues habían escapado al exterior.
El 16 de diciembre el nuevo gobierno dispuso por decreto que se investigara a los
ejecutores de matanzas y deportaciones contra armenios y el 25 de diciembre se
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promulgó una ley por la cual se anunció el inicio de causas judiciales. El 1° de enero
de 1919 fueron expulsados oficialmente del Ejército Otomano Enver y Djemal, aunque
ninguno de los dos estaba en Turquía. El único que realmente recibió un castigo fue
Kemal Bey, condenado a muerte en la horca.
Pese a todo se enjuició a 93 dirigentes del Partido de los Jóvenes Turcos y el proceso
más importante que alcanzó a los principales dirigentes del régimen se realizó el 12
de abril. Para que esto ocurriera fue importante que hacia 1919 el Reino Unido tuviera
320 mil soldados desplegados por toda Turquía. A pesar de que la mayoría de los
genocidas había salido del país, los juicios y las sentencias adquirieron una gran
importancia simbólica que tendría su correlato en los juicios de Nüremberg y en los
de Tokio, luego de la Segunda Guerra Mundial.
Las potencias aliadas firmaron en el Imperio Otomano el Tratado de Sèvres por el
que se establecía la sumisión a un Tribunal Penal Internacional de los autores del
Genocidio armenio. Se trató del primer instrumento internacional en el que se
menciona la noción de crímenes contra la Humanidad. En su artículo 230 preveía que,
en el caso de que la Sociedad de las Naciones constituyera un Tribunal Penal
Internacional para juzgar las masacres de armenios, el gobierno otomano asumiría la
obligación de entregar a los acusados aceptando y reconociendo la autoridad del
tribunal. Sin embargo, el tratado nunca llegó a ratificarse y los juicios se frenaron.
Tras la primera condena a muerte (la de Kemal Bey) se produjo una revuelta popular,
instigada por las propias autoridades civiles y militares turcas que terminaría con la
interrupción definitiva de aquéllos procesos judiciales.
Al antiguo régimen de los Jóvenes Turcos le siguió un nuevo nacionalismo liderado
por Mustafá Kemal. Debido a su creciente popularidad, este dirigente comenzó a
temer una reacción si daba señas de doblegarse ante los designios británicos. Kemal
denunció como traicionero el Tratado de Sèvres, que estipulaba la entrega de
sospechosos de crímenes de guerra otomanos a un tribunal internacional y en
noviembre de 1921 puso fin a la promesa de aquel tribunal. Desde el poder Kemal
revirtió las condenas establecidas hasta el momento y el 31 de marzo de 1923
sancionó la ley 319 de la República Turca que extendió la impunidad a todos los que
hubieran sido condenados por el tribunal militar anterior. De esta manera, el
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nacionalismo exacerbado de los turcos dejó de lado cualquier posibilidad de hacer
justicia.
Caso Tehlirian
En 1921 tuvo lugar un proceso penal en Alemania que sentó un precedente jurídico
con respecto al problema de la impunidad. El 15 de marzo de 1921 un joven
armenio, Soghomon Tehlirian, único sobreviviente de una familia aniquilada, dio
muerte a Talaat Pashá, miembro del Triunvirato de gobierno del Imperio Otomano
durante la Primer Guerra Mundial. Este se encontraba en Berlín al igual que otros
perpetradores del genocidio armenio que habían huido a distintos países de Europa
para no cumplir con las condenas dictadas por tribunales turcos en el año 1919.
Durante el juicio a Tehlirian se pusieron de manifiesto todos los horrores cometidos
durante el genocidio. La decisión del tribunal fue la de absolver al joven estudiante.
Tiempo después el jurista argentino Eugenio Raúl Zaffaroni consideró que el caso
Tehlirian mostró las limitaciones de un derecho penal que se había quedado sin
base ética para condenar por asesinato al joven armenio: la impunidad del
genocidio frente a la magnitud del crimen cometido hacían inviable la sanción a
quien le dio muerte al genocida.
Memoria, verdad y justicia
Para un pueblo como el armenio, que careció de un Estado nacional soberano hasta
1991, el ejercicio de la memoria y su exteriorización se realizó mediante la demanda
del reconocimiento internacional del genocidio. Sin embargo, el intento de su
inscripción en el tiempo y en el espacio no fue tarea sencilla. Hasta 1965, el
ejercicio de la memoria colectiva armenia se restringió al ámbito comunitario
y se caracterizó por desarrollar actos marcados por el duelo y por ceremonias
religiosas. A partir del 50º aniversario del genocidio, los armenios dispersos
en distintas partes del mundo comenzaron a materializar una lucha activa contra el
silencio y el vacío jurídico. El visible reclamo comenzó a ser apoyado por
organizaciones de Derechos Humanos, ciertos sectores de la comunidad internacional
y de la opinión pública. Finalmente, en 1985 la Subcomisión de Derechos Humanos
de la ONU aceptó el informe del británico Benjamin Whitaker, cuyo párrafo 24
recuperó el reconocimiento explícito del genocidio de los armenios, como
desarrollaremos más adelante.
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Movilización por el 50º aniversario del Genocidio Armenio, calle Florida, ciudad de Buenos Aires.
En Argentina, con la recuperación de la democracia en 1983, se abrieron nuevas
perspectivas que dieron lugar a la inserción de la “causa armenia” en los movimientos
por los Derechos Humanos. Si bien habían existido acercamientos en épocas
anteriores, recuperada la democracia las demandas por el reconocimiento del
genocidio por parte de las comunidades encontrarían un lugar en el movimiento y las
reivindicaciones de los Derechos Humanos. A partir de allí, el éxito de los
reclamos armenios estará estrechamente ligado a la política de Derechos
Humanos de los diferentes gobiernos, obteniéndose un pronunciamiento por
parte de Alfonsín en 1987 y la sanción de la ley 26.199 de reconocimiento
durante la presidencia de Néstor Kirchner.
Solo una veintena de Estados han reconocido, mediante una resolución de carácter
formal, la perpetración del genocidio armenio. Argentina es uno de ellos. Distintas
disposiciones legales, sancionadas por el Congreso de la Nación, han reconocido el
Genocidio armenio. (Resolución del Parlamento del 29/06/94; Resoluciones del
Senado de 19/06/85, 21/09/94 y 23/04/98). El 13 de diciembre de 2006, por
ejemplo, el Senado y la Cámara de Diputados de la Nación sancionaron la Ley N°
26.199 declarando el 24 de abril “Día de acción por la tolerancia y el respeto entre
los pueblos”, en conmemoración del genocidio sufrido por el pueblo armenio. La
misma fue publicada en el Boletín Oficial el 15 de enero de 2007.
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Esta disposición establece que el 24 de abril será el día en que se conmemore el
Genocidio armenio. ¿Por qué? La fecha evoca la decapitación de la cúpula intelectual
del pueblo armenio por parte del gobierno otomano. En la noche del 23 de abril de
1915 y durante toda la madrugada del día 24, cientos de escritores, artistas,
eclesiásticos, maestros, profesionales y miembros influyentes de la comunidad
armenia en el Imperio Otomano fueron arrestados, deportados al interior de Anatolia
y posteriormente asesinados. Si bien el exterminio de los armenios comenzó con
anterioridad, el 24 de abril se considera como la fecha conmemorativa del Genocidio
de los armenios y resume simbólicamente también todos aquellos crímenes cometidos
por el Imperio Otomano en perjuicio del pueblo armenio.
Los invitamos a ver el siguiente video realizado en el marco del
Programa Educación y Memoria del Ministerio de Educación de la
Nación. Este cortometraje recorre la distancia entre uno de los sitios
de la memoria destacados en nuestro país para recordar el genocidio
armenio, la plazoleta Monte Ararat, y la EMEM Federico García Lorca
ubicada en el barrio de La Paternal en la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires. Este trabajo problematiza la transmisión del genocidio armenio
y su memoria desde la perspectiva de un grupo de jóvenes.
Disponible en: www.educ.ar/recursos/ver?rec_id=103461
Para sintetizar: en esta clase hemos intentado abordar quiénes fueron
los armenios, cómo se desarrolló el genocidio que los tuvo como
víctimas y de qué modo se produjeron los procesos de memoria
que intentan hacer justicia con el reconocimiento de un genocidio que sigue
siendo negado. Como vimos en el fragmento del film que inicia esta clase, el
recuerdo del genocidio contra el pueblo armenio nos interpela en tiempo presente,
nos invita a preguntarnos cuáles son las consecuencias de la intolerancia y la
discriminación y nos convoca a reflexionar sobre el significado del respeto entre los
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pueblos y las personas y sobre la importancia de una memoria activa y permanente
contra la injusticia y la impunidad.
Sobre estas perspectivas volveremos en nuestro próximo encuentro cuando
abordemos el genocidio nazi conocido como Holocausto o Shoá.
Actividades
Foro: “El genocidio armenio y su transmisión”
A lo largo de esta clase realizamos un recorrido histórico por lo que
ha sido el genocidio del pueblo armenio. Como se resaltó, se
caracteriza por ser un genocidio aún negado, que llevó años comenzar
a visibilizar. A su vez, se hace referencia a la complejidad de su
transmisión generacional.
Como actividad de esta clase, partiendo de este marco y recuperando
la categoría de genocidio estudiada en la clase anterior, lxs invitamos
a compartir en el foro una actividad que realizarían para abordar esta
temática con sus estudiantes en el aula, de acuerdo con la siguiente
consigna:
1) Seleccionen un recurso que utilizarían como disparador (puede ser
una imagen, un fragmento literario, una carta o crónica de la época,
una pieza artística) y creen una actividad de una clase de extensión.
(Describirla en un párrafo y compartir el recurso elegido)
2) Expliquen brevemente cómo lo pensaron, qué criterios tuvieron en
cuenta para la elección del material y qué aspecto del genocidio
armenio les permitiría trabajar.
Plazo de realización de esta actividad: Contaremos con dos
semanas para intercambiar sobre los temas de la presente clase.
Sugerimos participar durante la segunda y tercera semana de
cursada.
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Bibliografía
• Dadrian, Vahakn, Historia del Genocidio Armenio. Conflictos étnicos de
los Balcanes a Anatolia y al Cáucaso. Buenos Aires, Imago Mundi, 2007.
• Morgenthau, Henry, Memorias, Buenos Aires, Comisión Pro Causa Armenia
en América Latina, 1975, pp. 36-37.
• Zafaroni, Eugenio, “Estudio preliminar”, en Un proceso histórico. Absolución
al ejecutor del genocida turco Talaat Pashá., Buenos Aires, EDIAR, 2012,
pp.: 19-33.
• Varela, Brisa, La migración armenia en Argentina: la ruptura del mito del
retorno, Buenos Aires, Editorial Dunken, 2003.
Cómo citar este texto:
Especialización Docente de Nivel Superior en Educación y Derechos Humanos
(2016). La enseñanza del pasado reciente en las escuelas. Holocausto y genocidios
del siglo xx. Clase 02: El genocidio armenio. Especialización en Derechos
Humanos. Buenos Aires: Ministerio de Educación y Deportes de la Nación.
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