cinco tesis sobre el senrido de los templos en la iglesia católica

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 CINCO TESIS SOBRE EL SENTIDO DE LOS «TEMPLOS» EN LA IGLESIA CATÓLICA Pedro Rodríguez «Destruid este Templo y en tres días lo levantaré. [...] Pero él se refería al Templo de su cuerpo» (Jn 2, 19-21) El arte sagrado y, especialmente, la arquitectura están afron- tando desde hace décadas la asimilación, en sus respectivos ámbitos, de las directrices del Concilio Vaticano II sobre la Liturgia, con lo que esto comporta sobre el sentido del culto y de los edificios desti- nados al culto 1 . Asimilación que el artista-arquitecto busca y piensa desde su condición existencial y profesional de hombre de nuestro tiempo. En las páginas que siguen me propongo ofrecer, desde mi propia comprensión de la cristología y la eclesiología, lo que estimo que es el marco teológico para esa interrelación de doctrina cristiana y trabajo profesional. I Para abordar las cuestiones de más patente actualidad, el teólo- go, como por instinto profesional y de oficio, se va enseguida a buce- ar en los orígenes o, si se prefiere, trata de que su discurso sea «radi- cal», es decir, trata de mirar el presente y el futuro desde «la raíz». La raíz no es el pasado; en todo caso, un pasado de 2000 años —el acon- tecimiento de Cristo— que, por ser el acontecimiento «radical», tie- ne una actualidad permanente. Son, en efecto, esos orígenes, esas raí- ces, lo que pueden llevarnos a la comprensión rigurosa de lo que es para los cristianos un templo: ese templo, esos templos que continua- mente hay que construir o reformar. 297 1. Vid., por eje mpl o,  Arte e Litu rgia. L ’arte sacra a t rent ’anni dal Concilio (San Pao- lo, Milano 1993), y V. S  ANSON (a cura di), Lo spazio sacro. Archittetura e liturgia , «Quaderni di Rivista Liturgica» 4 (Pado va 2002).

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  • CINCO TESIS SOBRE EL SENTIDO DE LOS TEMPLOSEN LA IGLESIA CATLICA

    Pedro Rodrguez

    Destruid este Templo y en tres das lo levantar. [...]Pero l se refera al Templo de su cuerpo

    (Jn 2, 19-21)

    El arte sagrado y, especialmente, la arquitectura estn afron-tando desde hace dcadas la asimilacin, en sus respectivos mbitos,de las directrices del Concilio Vaticano II sobre la Liturgia, con loque esto comporta sobre el sentido del culto y de los edificios desti-nados al culto1. Asimilacin que el artista-arquitecto busca y piensadesde su condicin existencial y profesional de hombre de nuestrotiempo. En las pginas que siguen me propongo ofrecer, desde mipropia comprensin de la cristologa y la eclesiologa, lo que estimoque es el marco teolgico para esa interrelacin de doctrina cristianay trabajo profesional.

    I

    Para abordar las cuestiones de ms patente actualidad, el telo-go, como por instinto profesional y de oficio, se va enseguida a buce-ar en los orgenes o, si se prefiere, trata de que su discurso sea radi-cal, es decir, trata de mirar el presente y el futuro desde la raz. Laraz no es el pasado; en todo caso, un pasado de 2000 aos el acon-tecimiento de Cristo que, por ser el acontecimiento radical, tie-ne una actualidad permanente. Son, en efecto, esos orgenes, esas ra-ces, lo que pueden llevarnos a la comprensin rigurosa de lo que espara los cristianos un templo: ese templo, esos templos que continua-mente hay que construir o reformar.

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    1. Vid., por ejemplo, Arte e Liturgia. Larte sacra a trentanni dal Concilio (San Pao-lo, Milano 1993), y V. SANSON (a cura di), Lo spazio sacro. Archittetura e liturgia,Quaderni di Rivista Liturgica 4 (Padova 2002).

  • Para el pensamiento teolgico, remitirse a los orgenes es lo mis-mo que apelar al Evangelio, al Nuevo Testamento, que es, siemprey hoy de manera escandalosa, noticia de mxima actualidad y,adems, noticia llena de alegra y de bendicin. Me es especialmentegrato decir esto al comenzar a escribir este texto de homenaje a An-tonio Garca Moreno, un estudioso de la Escritura Sagrada, un te-logo que cultiva con amor y ciencia la exgesis bblica. Y es que la tareapropia del telogo cualquiera que sea su especialidad acadmi-ca es explorar y explanar el Evangelio de Jess; o mejor, estudiar yprofundizar el misterio de ese Jess, el Cristo, que es, l mismo, el Evan-gelio. En realidad, el telogo, en cuanto telogo, no tiene ttulo parahablar de otra cosa. Lo suyo es tratar de conocer a ese Dios que se re-vela en Jesucristo y, a la vez, estudiar la cultura humana para poderiluminar su desarrollo a la luz de esa Palabra eterna que Dios pro-nuncia en la historia. En el mbito de la cultura el valor que puedatener la palabra del telogo procede precisamente de eso: de estar refe-rida al Evangelio y a Jesucristo. Para otro tipo de discurso hay otrosmuchos hombres y mujeres ms autorizados y solventes. En cambio, lareferencia propiamente teolgica es esencial si se quiere una culturaimpregnada de sentido cristiano.

    He puesto como lema de estas pginas esa palabra de Jess, enla que parece encontrarse la clave del arco de una teologa cristianadel templo. Es un texto del Evangelio de San Juan, al que volveremosabundantemente. Desde ah se explica por qu a las primeras genera-ciones de cristianos no les gustaba la palabra templo (naov~) para desig-nar a sus lugares de culto. No la usaban porque se prestaba a confu-sin: el templo, en singular y sin ms matices, era, en su horizontereligioso lo mismo que para los judos, el Templo de Jerusaln,el templo testificado en el Antiguo Testamento; los templos, en plu-ral, eran los templos de las divinidades paganas, con los que el cris-tianismo tendra desde el principio un choque frontal. Y sobre todono la usaban porque ellos los cristianos traan algo nuevo einequvoco y no haba lenguaje adecuado para expresarlo en aquellacultura religiosa que se mova entre judasmo y helenismo, entre elTemplo y los templos paganos.

    En el Nuevo Testamento, y aplicada ya a la nueva realidad cris-tiana, la palabra templo designa no lugares o edificios, sino perso-nas, ante todo, al mismo Jess de Nazareth. Comenzaron llamandoa la casa destinada al culto, sencillamente, la Domus Dei la casa

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  • de Dios, el Dominicum la casa del Seor2, la Domus Ec-clesiae la casa en que se rene la Iglesia, etc. Las generacionessiguientes, con una teologa ya asentada y un discernimiento culturalbien contrastado, pudieron sin inconveniente recuperar la palabratemplo para designar estos edificios3. Pero con el correr de los si-glos los cristianos prefirieron servirse no de esta palabra sino de otra,a la que dan un significado de nuevo cuo: iglesia. Se termin lla-mando a los lugares de culto iglesias, pues all se reuna la Iglesiala ejkklhsiva, es decir, la comunidad de los cristianos convocadapor Cristo (ejk-klhsiva = con-vocatio = con-vocacin = reunin de hom-bres y mujeres que reciben y viven en comunin la vocacin cris-tiana). Tenemos, pues, el lugar, el edificio, la domus, designadopor la cualidad de las personas que en l se renen: ecclesia. Siem-pre ser determinante en el cristianismo las personas por encima delas cosas, las piedras vivas sobre las simples piedras.

    El marco hermenutico que querra ofrecer al tema del sentidocristiano del templo est conformado como reza el ttulo de micontribucin por cinco tesis. Antepongo un presupuesto para labuena inteligencia de todas ellas.

    Presupuesto. Los templos, en la historia de las religiones, sonlugares para la adoracin de Dios (de los dioses)y, de ordinario, lugares en los que se estima quehay una peculiar presencia de Dios (de los dioses)

    Esto que digo puede tener las formas ms variadas en el ordencultural y religioso, pero en ningn momento es puesto en tela dejuicio: ese ncleo esencial permanece4. Si por alguna razn la religinse seculariza, este ncleo se atena o se pierde y el templo evolucionahacia un mero lugar cvico de reunin. Este presupuesto religioso,

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    2. Dominicum es tambin en la latinitas christianorum la celebracin del sacrificioeucarstico: Sine dominico vivere non possumus (cfr. Acta SS. Saturnini, Dativi etaliorum plurimorum martyrum in Africa, 7, 9, 10; PL 8, 707.709-710).

    3. Todava en pleno siglo IV, la expresin templa demoniorum aluda a los mo-numentos de culto paganos, frente a los cristianos, templa dei vivi: cfr. J.L. GUTI-RREZ-MARTN, Iglesia y liturgia en el Africa del siglo IV. Bautismo y eucarista en los librosde Optato, obispo de Milevi (Bibliotheca Ephemerides Liturgicae 116, Ed. Liturgi-che, Roma 2001), 79.

    4. Vid. sobre el tema J. DANILOU, Le Mystre du Salut des nations (Seuil, Paris1946).

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  • que como digo no es originariamente cristiano sino comn a la plu-ralidad histrica de las religiones, es muy importante a la hora de laconstruccin y configuracin de los espacios de culto cristianos. Lacreatividad artstica, y la libertad sin la cual ella no puede darse, noson nunca omnmodas; quiero decir que no son un absoluto, sinoque se dan inscritas en un mbito relacional en nuestro caso, rela-cional religioso, que es el que provoca la libertad del artista auna respuesta que es creatividad potica ante el Dios que en ese es-pacio va hacerse presente y va a ser adorado. En todo lo que expon-dr a continuacin gravita de un modo o de otro este presupuesto an-tropolgico-religioso. Pasemos a desgranar las tesis anunciadas.

    Tesis 1. Para los cristianos el verdadero Templo de Dios no esespacial (un lugar, un edificio), sino personal: el Hijode Dios segn su humanidad, el Hombre Cristo Jess.

    Un primer desglose de la tesis primera: l, Cristo, por raznde su humanidad, de su corporalidad, es el nuevo templo, el verda-dero templo. Adorndole a l, se adora a Dios. Su cuerpo es el lugarde la adoracin. Es evidente que cuando la doctrina de esta tesis seafirma en la tradicin cristiana, se est pensando, como contrapunto,en el Templo de Jerusaln, no en los templos paganos. stos no ofre-cen problema: son falsos templos que se levantan para honrar a falsosdioses. En cambio, para los primeros discpulos de Jess, como paraJess, el Templo era sencillamente el Templo de Jerusaln. El templode Jerusaln queda derogado.

    El hogar bblico y teolgico de esta tesis es el episodio de Je-ss en el Templo que narra el Cuarto Evangelio 2, 14-22. Aqu se en-cuentra en su substancia lo que propongo en la tesis. Voy a transcri-birlo para hacer despus los subrayados pertinentes:

    Encontr en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas ypalomas, y a los cambistas en sus puestos. Con unas cuerdas hizo unltigo y arroj a todos del Templo, con las ovejas y los bueyes; tirlas monedas de los cambistas y volc las mesas. Y les dijo a los quevendan palomas:

    Quitad esto de aqu: no hagis de la casa de mi Padre unmercado.

    Recordaron sus discpulos que est escrito: El celo de tu casame consume. Entonces los judos replicaron:

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  • Qu signo nos das para hacer esto?Jess respondi:Destruid este Templo y en tres das lo levantar.Los judos contestaron:En cuarenta y seis aos ha sido construido este Templo, y

    t lo vas a levantar en tres das?Pero l se refera al Templo de su cuerpo. Cuando resucit de

    entre los muertos, recordaron sus discpulos que l haba dicho esto,y creyeron en la Escritura y en las palabras que haba pronunciadoJess.

    Pero l se refera al Templo de su cuerpo. Es sta la clave del tex-to5. El sentido de la tesis es claro: Jess, el Verbo eterno de Dios, porrazn de su humanidad, ms en concreto, por su corporalidad, es elnuevo Templo, el verdadero Templo del nuevo Pueblo de Dios. Laspalabras de Jess no fueron entendidas. Y no ya por los judos, ni si-quiera por sus propios discpulos, que slo llegaron a comprenderlasa la luz de la Resurreccin de Cristo y bajo esa luz las escribe SanJuan. Eran en verdad palabras revolucionarias. El Templo de Jerusa-ln deba dejar paso al Templo nuevo, que ya no es un lugar fsico,un edificio, siquiera sea agraciado con una peculiar presencia deDios, sino un Hombre, ms exactamente, la humanidad del Dioshecho hombre, del Hombre Cristo Jess.

    El pasaje jonico, y derivadamente la tesis propuesta, contienede manera radical y concentrada toda la teologa cristiana del templo:todo lo que diremos despus son desgloses de esta nuclear afirmacin.Pero a la vez nos damos cuenta de que esa teologa slo se hace posiblepartiendo de la concepcin del templo que tena el antiguo Israel. Di-gamos, pues, una palabra acerca de ese templo, ya que Jess hace suafirmacin precisamente estando en el Templo y en relacin con l6.

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    5. Vid. X. LON-DUFOUR, Le signe du Temple selon Saint Jean, en Revue desSciences Religieuses 39 (1951) 155-175. F. MUSSNER, Jesus und das Haus des Va-ters Jesus als Tempel, en J. SCHREINER (ed.), Freude am Gottesdienst, Festschrift frJ.G. Plger (KBW, Stuttgart 1983), 267-275; R.E. BROWN, El Evangelio segn SanJuan, I-XII (Cristiandad, Madrid 1999), 339-354; A. GARCIA-MORENO, Jess el na-zareno, el Rey de los judios: estudios de cristologa jonica (EUNSA, Pamplona 2001),194-199.

    6. Vid. sobre el tema, con abundante bibliografa, C. MEYERS, Temple, Jerusalem,en The Anchor Bible Dictionary (Doubleday, New York 1992), VI, 940-947. Brevessntesis teolgicas: X. LEN-DUFOUR, Temple, en Vocabulaire de Thologie biblique(Cerf, Paris 1964), col. 1039-1046; J.M. CASCIARO y V. VILAR, Templo II. Sagrada Es-

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  • Lo que antes he dicho en el presupuesto acerca del templo comolugar de la presencia de Dios tiene su expresin eminente en la reli-gin revelada de Israel. Israel saba que, como fruto de su eleccin,Yaveh acompaa a su Pueblo durante los cuarenta aos de la peregri-nacin por el desierto el tiempo pico de Israel, y tiene, en el ta-bernculo en el que se conservaba el Arca de la Alianza con las Tablasde la Ley, una peculiar e impresionante presencia: la Shekinh, comola llamaban los rabinos de Israel, palabra que pas a ser una forma denombrar a Dios mismo. El anhelo de Israel, ya en la Tierra prometida,a la que llegan portando el Santuario el Arca de la Alianza, era po-der ofrecer a la Shekinh no una pobre tienda de nmadas, sino unamagnfica habitacin para el Altsimo: la epopeya de la construccindel Templo de Jerusaln, que ser referencia total para los hijos de Is-rael.

    En el horizonte de la religin de Israel no tiene sentido el plu-ral templos, como ya hemos visto. Eso es propio de las religionespaganas y politestas. Un solo Dios, un solo Pueblo de Dios, un sololugar de su presencia. Las sinagogas, que se construirn despus portodas partes, estarn orientadas hacia Jerusaln, hacia el Templo. Haymuy graves cuestiones implicadas en la teologa veterotestamentariadel Templo que, se comprende, no tiene sentido que ahora aborde-mos aqu7. Slo me interesa subrayar, a efectos de nuestro discurso,que tambin en la poca de Jess todos los israelitas piadosos aspira-ban a visitar Jerusaln para adorar en el Templo. Jess mismo, ense-ado por Jos y Mara, cultiv desde nio esa piedad hacia el Tem-plo, que se expresa de manera emblemtica en la peregrinacin de laSagrada Familia a Jerusaln en la que Jess, nio de doce aos, se que-d en el Templo escuchando a los maestros de la Ley (Lc 2, 40-52).

    No es, pues, un despego hacia el Templo lo que llevar a Jess adecir esas palabras que hemos ledo. Por el contrario, el Templo diceJess es la Casa de mi Padre y una santa ira le dominar cuandoexpulse de aquella Casa santa a los mercaderes porque leemos en

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    critura, en Gan Enciclopedia Rialp, vol. 22 (Rialp, Madrid 1989), 179-182. Y, para elfondo teolgico-espiritual del tema dos obras clsicas, de plena vigencia: J. DANI-LOU, Le signe du Temple ou de la prsence de Dieu (Gallimard, Paris 1942), y Y.M.CONGAR, El misterio del Templo (Estela, Barcelona 1964 [original francs de 1951]),especialmente 15-126.

    7. Vid. nota anterior y O. BURSE, Naov~, Naos, Templo, en H. BALZ-G. SCHNEI-DER, Diccionario exegtico del Nuevo Testamento (Sgueme, Salamanca 1998) II, 373-379.

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  • los Evangelios sinpticos mi casa es casa de oracin (Mt 21, 13).Pero, a la vez, Jess anunciar la destruccin del Templo y, sobre todoexplicar su superacin. En los planes de Dios otro va a ser lo esya! el verdadero Templo. ste es el eje de nuestra primera tesis. ElTemplo del Nuevo Pueblo de Dios no una casa sino una realidad per-sonal: es el mismo Cristo!, en concreto, como ya he apuntado, Cris-to en su humanidad (coporalidad). El cuerpo de Jess es el lugar ver-dadero de la Shekinh, una misteriosa Shekinh que la Iglesia haexplicado diciendo que es la Persona misma del Verbo de Dios que,en Cristo, asume a la naturaleza humana. Por medio de la Encarna-cin ha escrito Ratzinger8 la naturaleza humana se ha converti-do verdaderamente en el trono de Dios que, de esta forma, est liga-do para siempre a la tierra y es accesible a nuestra oracin.

    La radical afirmacin de Jess acerca de s mismo como Tem-plo (Destruid este Templo...) adquiere toda su profundidad situn-dola en la tradicin bblica de la Shekinh en el Tabernculo deldesierto y luego en el Templo de Jerusaln. Es el propio evangelistacontinuamos escuchando a San Juan el que nos lo hace notaren el inicio mismo de su Evangelio9, en el prlogo (Jn 1, 14), que, ensu traduccin habitual, dice:

    Y la Palabra se hizo carne, y habit entre nosotros y hemoscontemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo nico,lleno de gracia y de verdad.

    El habit entre nosotros que es, como digo, la versin tra-dicional, como el habitavit in nobis de la Vulgata es ya unainculturacin urbana o de pueblos sedentarios. El texto original(ejskhvvvvvv v vnwsen enj hJJmi`n) significa acamp entre nosotros, plant (o le-vant) su tienda entre nosotros. Es decir, Juan el evangelista narra elmisterio de Cristo sirvindose de los mismos trminos que hemosencontrado en la tradicin de Israel. Pero el giro es copernicano: elSantuario, la Tienda, el Tabernculo de la Shekinh es ahora elcuerpo de Cristo: Jess es, de la manera ms radical, el nuevo y defi-nitivo Templo de Dios en la historia. San Pablo, desde otra perspec-tiva, lo haba dicho con su fuerza caracterstica: porque en l habitatoda la plenitud de la Divinidad corporalmente (Col 2, 9).

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    8. J. RATZINGER, El espritu de la liturgia (Cristiandad, Madrid 2001), 90.9. Vid. A. GARCIA-MORENO, Jess el nazareno, cit., pp. 199-203.

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  • Pero esta manera de decir, tomada del caminar del Pueblo deDios por el desierto, del continuo plantar la tienda y recogerla, es elo-cuente hoy para los cristianos y para la comprensin de lo que es untemplo, una iglesia. Dios viene a morar entre los hombres y para elloenva a su Hijo a vivir la vida de los hombres en Israel, a ser un israeli-ta, uno de nosotros. Y a eso le llama plantar su tienda! El plant sutienda entre nosotros, y la plant hacindose Hombre. Ntese que,en su literalidad, Juan no dice: y se hizo Hombre. Y por supuesto nodice: y se hizo alma (humana). Lo que dice es que se hizo carne(savrx). Es obvio que se hizo hombre y que tena alma humana, peroJuan quiere designar al hombre con el mximo realismo y acude a laparte ms patente y tangible de la humanidad, que es el cuerpo, que lllama savrx, carne. El Verbo se hizo carne, se encarn, y al asumir lacarne humana, asuma tambin el alma humana: perfectus homo,dir luego la Iglesia10. Pero a Juan insisto le interesa subrayar queDios, que el Hijo de Dios entra en la historia humana no de maneraespiritualista o idealista, sino desde la tangibilidad del cuerpo de Jess.El Verbo, pues, que se hizo Hombre, tiene cuerpo y de ese cuerpo elCuerpo de Cristo dir Jess que es el Templo de Dios. Con las pa-labras del Catecismo de la Iglesia Catlica, n 586:

    Jess se identific con el Templo presentndose como laMorada definitiva de Dios entre los hombres.

    Pasemos ya a la segunda tesis. Del templo que es Cristo sucuerpo, en concreto al templo que son los cristianos. De nuevouna escueta formulacin:

    Tesis 2. Segn el testimonio del Nuevo Testamento tambin la Iglesiaes decir, la comunidad cristiana y cada cristianoson el Templo de Dios

    sta es la segunda gran afirmacin neotestamentaria acercanuestro tema. Podra parecer contradictoria con la primera y, sin em-bargo, es en realidad su estricta consecuencia.

    Para comprender que es as pasamos del Evangelio de San Juan,tan querido al Prof. Garca Moreno, a las Cartas del apstol San Pa-

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    10. Smbolo Quicumque (siglo V): DH 75.

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  • blo, que nos ofrecen los grandes textos sobre el tema. La doctrina, porsupuesto, se encuentra tambin en San Juan ms todava, todo eldiscurso de San Juan va encaminado a esto, pero la tematizacines muy caracterstica de San Pablo.

    Interesante, en el contexto de nuestra exposicin, esta frmulade la Primera Corintios (3, 9-11), en la que el Apstol se interpreta as mismo y a su tarea como ministro de la Iglesia tomandocomo analoga precisamente lo que es un arquitecto. Escribe: nos-otros l y sus colegas, los dems Apstoles somos colaborado-res de Dios, y vosotros todos los cristianos; de manera inmediata, losde Corinto, a los que escribe vosotros sois edificacin de Dios.La palabra que usa no es templo (naov~) sino edificio (oijkodomhv). Peroel contexto es inequvoco y se hace patente qu edificio es se queest construyendo el arquitecto que es San Pablo. Sigue diciendo:

    Conforme a la gracia que me fue dada yo, como buen arqui-tecto, puse el cimiento y otros construyen encima. Mire cada cualcmo construye! Pues nadie puede poner otro cimiento que el queya est puesto, Jesucristo.

    Cristo aparece aqu como el fundamento, el cimiento del edi-ficio; sobre l se construye el edificio con las piedras vivas, que soncon l los cristianos segn la expresin que leemos en la Primera dePedro (2, 4-5):

    Acercndoos a l, piedra viva, desechada por los hombres,pero escogida y preciosa delante de Dios, tambin vosotros comopiedras vivas sois edificados como edificio espiritual para un sa-cerdocio santo, con el fin de ofrecer sacrificios espirituales, agrada-bles a Dios por medio de Jesucristo.

    El apstol es como el arquitecto que lleva adelante ese edificio,que se edifica en la historia humana. Esa edificacin es el Nuevo Pue-blo de Dios, la Iglesia. Consecuencia: vosotros es decir, los fielescristianos sois edificacin de Dios.

    Esta palabra edificacin de Dios (Qeou` oijkodomhv), lomismo que el edificio espiritual (oi\ko~ pneumatikov~) de que hablaSan Pedro en su Carta, son expresiones elocuentes del templo queson los cristianos; ms todava, cada cristiano. Pero de manera expl-cita San Pablo lo va a decir un poco despus:

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  • Pero no sabais que sois templo de Dios y que el Espritu deDios habita en vosotros? Si alguno destruye el templo de Dios, Diosle destruir a l, porque el templo de Dios es sagrado y vosotros soisese templo (1 Cor 3, 16-17).

    Es una afirmacin inequvoca de la tesis 2. de nuestro anli-sis. El vosotros sois como ya apunt ms arriba se dirige demanera interlocutoria a los de Corinto, pero sabemos muy bien loque esto significa: son los Corintios, son los de feso, son los deRoma; es decir, son los cristianos. En la Segunda Corintios (6, 16) loafirma de manera lapidaria, apoyndolo en las profecas del ViejoTestamento (Lev 26, 11s; Ez 37, 27):

    Qu conformidad entre el templo de Dios y el de los do-los? Porque nosotros somos el templo de Dios vivo, como dijo Dios:Habitar en medio de ellos y con ellos caminar; yo ser su Dios yellos sern mi pueblo.

    Vosotros sois, nosotros somos. El templo en la historia es,pues, la comunidad cristiana, el Pueblo de Dios, la Iglesia.

    La carta de San Pablo a los Colosenses nos lleva a conectar estatesis 2 con la 1. Estamos ante la afirmacin central de esa epstola(1, 18):

    Cristo es la Cabeza del Cuerpo, que es la Iglesia.

    As, en su forma aseverativa. En el vers. 24 la encontramos yacomo cosa adquirida a la hora de hablar y pensar en cristiano:

    Ahora me alegro por los padecimientos que soporto por vos-otros, y completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones deCristo en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia.

    En la tesis 1, el templo del que habla Jess es su cuerpo, perosu cuerpo fsico, el que sera colgado en la Cruz y resucit glorioso;o, por usar las expresiones de San Juan en el texto que fundamenta-ba la tesis, el que destruyeron en la Cruz y l lo reedific al ter-cer da en la Resurreccin. En cambio, en esta tesis 2 el templo si-gue siendo el cuerpo de Cristo, pero ahora ese cuerpo de Jess somoslos cristianos: su Cuerpo, que es la Iglesia. En el trnsito de la tesis1 a la 2 est todo el misterio de la vida cristiana, que los evangelis-tas y los apstoles en sus cartas tratan de explicar. En sustancia es lo

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  • que dice el Cristo de San Juan en una frase clave del Evangelio: Yo,cuando sea exaltado (levantado) sobre la tierra, atraer a todos loshombres a m (Jn 12, 32). Como si el cuerpo de Cristo, exaltadoy glorioso, tuviera una potencia atractiva, una capacidad de iman-tar a la humanidad hacia Dios transformndola en su Cuerpo11.Cuando la redencin y la salvacin anunciada en el Evangelio es re-cibida por el hombre, Cristo le atrae, le une a l por la fe y el bautis-mo, y, de este modo, las mujeres y los hombres pasan a ser cristia-nos, es decir, la Iglesia, el cuerpo de Cristo. Eso lo realiza Cristocon la colaboracin de los arquitectos (los Apstoles), de maneraque esa edificacin de que habla Pablo y que l como arquitectoque colabora con el Seor va construyendo, es el Cuerpo de Cris-to que es la Iglesia.

    Vosotros sois el Cuerpo de Cristo, vosotros sois el templode Dios. Esta afirmacin la de la tesis 2 es completamentecentral para la comprensin del Cristianismo, de manera que el ser yvivir como cristianos dice directa relacin a esta realidad cristolgica.As lo entenda el mismo San Pablo, que, a la hora de hablar a aque-llas mujeres y a aquellos hombres de Corinto del respeto a su propiocuerpo y por lo tanto de vivir la castidad y la pureza cristiana, la fide-lidad entre hombre y mujer en el matrimonio, etc., no emplea argu-mentos deductivos y analticos, sino que va directo a la realidad cen-tral de la que estamos hablando:

    Pero no sabais que vuestros miembros son templo del Es-pritu Santo que est en vosotros, recibido de Dios, y que no os per-tenecis? Habis sido redimidos a gran precio. Glorificad y llevad aDios en vuestro cuerpo (1 Cor 6, 19-20).

    Es decir, todo en el Cristianismo se deduce del hecho de queser cristiano es estar insertado en Cristo: ser cuerpo de Cristo y tem-plo del Espritu Santo.

    Antes de pasar a la tesis 3, retengamos lo adquirido en el trn-sito de la tesis 1 a la 2: el Templo de Dios se ha ampliado desde elcuerpo fsico de Cristo a su cuerpo eclesial: de Cristo, a los cris-tianos, atrados por l.

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    11. Vid. P. RODRGUEZ, La exaltacin de Cristo en la Cruz. Juan 12, 32 en la ex-periencia espiritual del Beato Josemara Escriv de Balaguer, en G. ARANDA-C. BASEVI-J. CHAPA (eds.), Biblia, exgesis y cultura. Estudios en honor del Prof. D. Jos MaraCasciaro (EUNSA, Pamplona 1994), 573-601.

  • Tesis 3. Segn el Evangelio de San Juan, el Templo de Dios no estvinculado a un lugar, sino que est en todas partes, yel culto que Dios busca es el culto en Espritu y verdad

    En las Escrituras del Nuevo Testamento hay otra fundamentalafirmacin sobre nuestro tema, que es la de esta 3 tesis que acabo deformular. Para exponerla debemos retornar al Evangelio de San Juany leer en el cap. 4 el clebre dilogo de Jess con la mujer samaritana.Es uno de los lugares ms bellos del Evangelio. El pasaje que nos in-teresa (Jn 4, 19-24) dice as:

    Seor, veo que t eres un profeta le dijo la mujer.Nuestros padres adoraron a Dios en este monte, y vosotros decs queel lugar donde se debe adorar est en Jerusaln.

    Le respondi Jess:Creme, mujer, llega la hora en que ni en este monte ni en

    Jerusaln adoraris al Padre. Vosotros adoris lo que no conocis,nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvacin procedede los judos. Pero llega la hora, y es sta, en la que los verdaderosadoradores adorarn al Padre en Espritu y verdad. Porque as sonlos adoradores que el Padre busca. Dios es Espritu, y los que le ado-ran deben adorar en Espritu y verdad.

    La mujer, como vemos, plantea a Jess, una vez que ha caladoen que es un profeta, una cuestin teolgica que va directa a nues-tro tema: dnde hay que adorar, dnde est el verdadero templo.Los samaritanos, como es sabido, sostenan que el verdadero temploes el que fue construido en el monte Garizm, all, en Samara12. Estetemplo ya estaba destruido en la poca de Jess, pero los samarita-nos seguan vinculando la adoracin a ese monte y no al templo deJerusaln. La respuesta de Jess es normativa para nuestra reflexinacerca del templo. Lleva consigo, lo mismo que las palabras que fun-damentan la tesis primera, una crtica de la teologa tradicional deltemplo, tanto entre judos como entre samaritanos, porque llega lahora creme, mujer, dice Jess en que ni en este monte nien Jerusaln adorareis al Padre. Vosotros dice a la mujer ado-ris lo que no conocis. Nosotros ntese la profunda autocon-

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    12. Sobre el tema, R.T. ANDERSONS, Samaritans, en The Anchor Bible..., cit., V,pp. 940-947.

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  • ciencia juda de Jess nosotros, adoramos lo que conocemos, por-que la salvacin viene de los judos. Es una defensa del Templo deJerusaln frente al pseudotemplo del monte Garizm. Pero con Jessestamos ya en otro nivel. Comienza una poca nueva, que conecta,ciertamente, con la tradicin de Israel, a la vez que la supera en estostrminos: Llega la hora ya estamos en ella!, dice Jess, en quelos verdaderos adoradores adorarn al Padre en Espritu y verdad: por-que as son los adoradores que el Padre quiere. El lugar de la nuevaadoracin de la adoracin en Espritu y verdad13 no est en elmonte Garizm, ni en Jerusaln, sino en todas partes. El templo deDios est en todas partes. Y est en todas partes porque en todas par-tes cabe el nuevo culto a Dios que es Espritu, la nueva adoracinen Espritu y verdad, que Jess explica a la Samaritana. Un culto nue-vo y universal que brota de la donacin del Espritu (el agua viva delv. 10) que Cristo har con su muerte y resurreccin.

    Dos observaciones a propsito de las palabras de Jess as en-tendidas. Primera, el texto que transcribo no admite una interpreta-cin de estilo intimista o espiritualista, al estilo del protestantismoliberal de principios del siglo XX, porque el espritu de que habla eltexto jonico es el Espritu Santo (por eso lo he escrito con mayscu-la)14. El trmino adorar, que emplean tanto Jess como la samari-tana, es una forma de designar el culto y tiene una ntima conexincon el lugar para el culto y por tanto con el templo. Por eso, enningn momento est hablando el evangelista de un culto y de unaadoracin meramente o exclusivamente interior que excluira el cul-to externo15. Mientras Juan escribe su Evangelio, las comunidadescristianas tienen su culto eucarstico y sacramental visible y externo,que es el nuevo culto. Para Jess, adorar en Espritu y verdad no esintimismo carente de signos y lugares, sino su modo de designarjunto a otras cosas de muy profundo calado la autenticidadpersonal y la validez teolgica ante Dios del acto humano de adora-cin: un acto que debe arrancar de la interioridad personal del hom-

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    13. Vid. F.M. BRAUN, In spiritu et veritate, Revue Thomiste 52 (1952) 485-507;R.E. BROWN, El Evangelio segn San Juan, cit., pp. 423-428; I. DE LA POTTERIE, Laverdad de Jess (Ed. Catlica, Madrid 1989), 37-53; A. GARCIA-MORENO, Adorar alPadre en espritu y en verdad, Scripta Theologica 23 (1991) 785-835.

    14. Cfr. I. DE LA POTTERIE, La verdad de Jess, cit., pp. 44-46.15. A partir de la Reforma se ha abusado de esta expresin, como si equivaliese a

    una condena de todo culto exterior. Pero no es se el contenido del texto evanglico(I. DE LA POTTERIE, cit., p. 44).

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  • bre renacido en Cristo, es decir, del Espritu de Verdad, como diceF.M. Braun16, pero que se expresa necesariamente en gestos externos,con arreglo a la estructura espirtual-corporal del hombre. Jess adoraal Padre en el huerto de los olivos no podemos olvidarlo pos-trndose en tierra (cfr. Mt 26, 39; Mc 14, 35)17.

    Pero a continuacin debo decir segunda observacin quela tesis propuesta y las palabras de Jess a la samaritana tampoco pue-den entenderse como si Jess hiciera una especie de disolucin cos-molgica del Templo de Jerusaln. No estamos ante un romanticis-mo de la contemplacin de la naturaleza o de la belleza de las cosas,apoyada en un genrico Dios est en todas partes, algo de tipo natura-lista estilo new age. No, no es eso lo que dice Jess. La adoracinen Espritu y verdad, o en el Espritu de verdad, de la que l ha-bla, esa adoracin que Dios quiere y que no puede quedar encerradaen un lugar, sino que ha darse en todas partes, es la adoracin hechaal Padre por Cristo en el Espritu de Verdad, que es el Espritu deCristo, que dijo de s mismo: Yo soy la verdad. Adorar en Esprituy verdad es adorar al Padre a travs de Cristo, porque el Padre tienepuestas en l todas sus complacencias (cfr. Mt 17, 5). El texto deSan Juan en que nos inspiramos no lo dice a la letra, pero ese adoraren todas partes se hace posible desde su fundamento, que es la miste-riosa relacin que se establece entre Cristo y el cristiano segn lee-mos en el propio San Juan: Permaneced en m dice Jess y yopermanecer en vosotros (Jn 15, 4). En todo caso, que esto es as estimplcito en la dinmica de las tesis 1 y 2. El Templo est en todaspartes porque Cristo, que es el verdadero Templo nos hace miembrosde su Cuerpo y nos hace as participar de su propia adoracin. En rea-lidad es Cristo el que, en cuanto hombre, adora, y nosotros, con l yen l.

    El Templo de Dios est, pues, en todas partes. Pero sin espiri-tualismos y sin romanticismos. Juan, lo mismo que Pablo, siguensiempre aferrados, en su exposicin del misterio cristiano, al misteriode la carne (sarx) de Cristo, del cuerpo (sw`ma) de Cristo. Sin ese

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    16. En realidad, casi podramos tomar como hendaids la frase Espritu y ver-dad, equivalente a Espritu de Verdad (R.E. BROWN, El Evangelio segn San Juan,cit., p. 426). Pero el Espritu de Verdad es el Espritu de Cristo.

    17. Vid. en este sentido el sermn de J.H. NEWMAN de 13-XI-1836, Parrochialand Plain Sermons, VI, 19, traducido por J. Morales en J.H. NEWMAN, Las armas delos santos (Palabra, Madrid 2002), 69-80.

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  • materialismo cristiano (expresin de San Josemara Escriv18) nohay cristianismo! Porque el cristianismo no son ideas o teorasacerca de Dios, del hombre y del mundo, ni siquiera el conjunto dedoctrinas, hermossimas, que predic Jess. No! El cristianismo es laPersona misma de Jess que se comunica al hombre; o, para decirlo demanera cortante, el cristianismo es el Cuerpo de Cristo. Y ya hemosvisto cmo en su sentido pleno ese cuerpo es Cristo y los cristianos.

    II

    Las tres tesis que hasta ahora he formulado muestran la radicalnovedad del mensaje de Cristo en el tema que nos ocupa: los edifi-cios para el culto, los templos, las iglesias. Antes de pasar a la cuartatesis, he aqu una sntesis de lo hasta ahora adquirido:

    Si el templo en la historia de las religiones, y de modo eminen-te en la religin de Israel, era un lugar el lugar de la presencia deDios y de la adoracin de los hombres, como decamos en el presu-puesto, ahora, en el Nuevo Testamento, el lugar de la presenciade Dios y de la adoracin no es un lugar, sino un hombre: unHombre que es Dios, Dios hecho hombre, hecho carne, el HombreCristo Jess (1 Tim 2, 5). El templo es ahora el cuerpo de Cristo, alque todos dice San Lucas (Lc 6, 19) queran tocar porque de lsala una fuerza que sanaba a todos. Ms todava, las mujeres y loshombres cristianos pasamos a ser templo de Dios, porque l nos asu-me a todos y nos hace miembros de su Cuerpo, que es la Iglesia. Y deesta manera, todas las circunstancias de la vida, el trabajo, el descan-so, el arte, la familia, etc. se transforman en espacios antropolgicospara la adoracin: el Templo de Dios est en todas partes.

    Pero surge una cuestin, que ya estaba latente en todo el dis-curso: En la teologa del Templo expresada en las tesis precedentes,queda todava sitio para los lugares de culto? No parecen quedarexcluidos? Podra parecer, en efecto, que lo hasta ahora propuestodeja poco espacio teolgico para los templos, las iglesias. Pero en-

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    18. En Conversaciones con Mons. Escriv de Balaguer (Rialp, Madrid 1968), n115. Vid. sobre el tema P. RODRGUEZ, Vivir santamente la vida ordinaria. Considera-ciones sobre la homila pronunciada por el Beato Josemara Escriv de Balaguer en elcampus de la Universidad de Navarra (8.X.1967), Scripta Theologica 24 (1992)397-419, especialmente pp. 400-411.

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  • tiendo que no es as. La doctrina cristolgica de las tesis precedentesno slo no se opone a los concretos lugares de culto sino que es el ca-mino para comprender con rigor qu es y qu no es a la luz del Nue-vo Testamento un edificio dedicado al culto, un templo. Slo desdeah se puede alcanzar el significado y la funcin que tienen esos espa-cios en la vida de la Iglesia, de una Iglesia que es el Cuerpo de Cris-to. Pero, para responder a la cuestin planteada y construir sobre esefundamento siguiendo el smil paulino del arquitecto hay queabordar formalmente el significado teolgico de la Eucarista. Y laEucarista es el tema de la cuarta tesis sobre el tema, que va ya direc-ta a la cuestin del espacio litrgico cristiano. La propongo en los si-guientes trminos:

    Tesis 4. Mientras la Iglesia peregrina en la historia, dispone, sinembargo, de lugares para la reunin de la comunidadcristiana, que tienen verdadero carcter de templospor razn de la Liturgia y, de manera eminente,por razn de la Eucarista, que es el centro delculto cristiano y, en consecuencia, del templo

    Es cosa sabida que en la poca apostlica la reunin de la co-munidad cristiana se haca en casas particulares. Se procuraba quefueran las ms espaciosas para poder albergar a todos los que debanacudir. Lecturas bblicas, oraciones y, sobre todo, la Eucarista oCena del Seor: ste era el orden del da. Donde estaba reunida lacomunidad estaba el Templo de Dios, porque all aconteca la She-kinh del Nuevo Testamento: por la potencia del Espritu Santo,Cristo haca presente su sacrificio bajo los velos del pan y del vino.De esta manera cobraba una tremenda realidad lo expresado en lastres tesis anteriores: el cuerpo fsico de Cristo, presente en su cuer-po eucarstico, una en un solo Cuerpo su Cuerpo eclesial,a todos los cristianos en todos los lugares en que se encontraran.

    San Pablo lo explicaba as a los Corintios (1 Cor 10, 17):Como el Pan es uno, somos un solo Cuerpo todos los que partici-pamos de ese nico Pan: los de Corinto, los de Jerusaln, los de An-tioqua, los de Roma: la Iglesia universal es un solo Cuerpo por ra-zn del Bautismo, que lleva a celebrar la Eucarista. Multiplicidad detemplos las casas de los cristianos y el nico Templo que esCristo y que son, derivadamente, los cristianos, la Iglesia.

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  • a) El templo y el culto, mirando a Oriente

    Cuando ya no es posible, por el crecimiento de los cristianos,celebrar la Eucarista en las casas, y se siente la necesidad de edificiosdestinados formalmente al culto de la comunidad cristiana, se cons-truyen los primeros espacios especficos para la reunin de los cristia-nos, que se inspiran con toda naturalidad en las sinagogas de los ju-dos, nuestros hermanos mayores. La Sinagoga no era el Templo.Por eso se construa siempre cualquiera que fuera la ciudad, lo mis-mo si es Roma o Alejandra mirando hacia Jerusaln, hacia elTemplo. En la Sinagoga se reuna la comunidad juda del lugar paraleer la Escritura, cantar los salmos y orar mirando hacia el Santo delos Santos, el lugar de la Shekinh. La Sinagoga sin embargo no diolugar a ningn tipo de arquitectura propia, sino que, como dice LouisBouyer, asumi la construccin tpicamente griega destinada a lasreuniones pblicas, la baslica19. Por eso las construcciones cristianasprimitivas sern basilicales y tan semejantes a las sinagogas que los ar-quelogos, en algunos casos, no han podido pronunciarse definitiva-mente acerca de si estamos ante una sinagoga juda o ante una iglesiacristiana20. Sirva este detalle para subrayar algo de la mxima impor-tancia en el tema que nos ocupa y, en general, a la hora de compren-der el Cristianismo: basta abrir el Nuevo Testamento para darnoscuenta de que el hbitat originario del Cristianismo es Israel, y si estono se capta bien, no se entiende nada de los orgenes cristianos.

    Desde esa matriz israelita se va forjando el contacto culturalcon el helenismo, y despus con otras civilizaciones, hasta nuestrosdas. Pero ese trasvase y esa inculturacin, de la que hoy hablamostanto y con tanto motivo, se opera ya en el seno mismo del NuevoTestamento, desde la inculturacin originaria en el pueblo de Israel.

    En esas baslicas de corte sinagogal, la Iglesia, el nuevo Israel,sigue al antiguo y a la praxis de Jess y de los Apstoles y conti-na leyendo la Escritura Santa, cantando los salmos y orando. Peroen realidad todo ha cambiado. Aqu tienen la palabra los estudiososde la historia, del arte y de la arqueologa cristiana. Porque hay unacosa llamativa: esas pequeas baslicas cristianas en contraste conlas sinagogas no se construyen mirando a Jerusaln (al Templo, o,

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    19. L. BOUYER, Architettura e liturgia (Qiqajon, Torino 1994), 19.20. Cfr., ibidem, 23.

  • despus, a las ruinas del Templo), sino mirando a Oriente, es decir, aCristo, cuya segunda venida (Parusa) la comunidad cristiana esperacon fervor: Oriens ex alto (Lc 1, 78). Jerusaln y el Templo, comobien sabemos (tesis 3), han sido superados por Cristo (tesis 1), enel que se han cumplido las Profecas.

    Los cristianos, en efecto, ya no miran a Jerusaln, sino al Cristoque esperan, que viene, al Cristo que dijo que vendra: Oh Oriente,esplendor de la Luz eterna y Sol de Justicia, ven e ilumina a los queestn en las tinieblas y en la sombra de la muerte. De esta manera lavida cristiana se configura como una expectativa de Cristo. De ahque los lugares de culto cristianos tengan una dimensin de provi-sionalidad, que les es constitutiva. Es algo paralelo al sentido mismode la historia humana y de la existencia personal: tiene carcter pere-grinante, avanza hacia un encuentro que le da sentido y la convier-te en expectativa y esperanza.

    Pero dicho esto, hay que decir que los lugares de culto cristianono son mera expectativa. Ms todava, si slo hubiera expectacin y es-pera, no habra culto cristiano y en definitiva templo, porque eso se-ra seal de que no se da la Shekinh, la presencia de Dios en el lu-gar. Dicho de otra manera, esa segunda venida de Cristo se apoya enla primera, en la realidad de la encarnacin del Hijo de Dios, que sehace hombre, que se hace historia compartida con los hombres y quenos dijo: Yo estar con vosotros hasta la consumacin de los siglos(Mt 28, 20). Y dijo tambin: El que come mi carne y bebe mi sangretiene la vida eterna y yo le resucitar en el ltimo da (Jn 6, 55). Todoesto que dijo el Seor se hace posible porque el Cristo resucitado, queha de venir y al que esperamos para que consume la historia y entre-gue el Reino al Padre, ese Cristo y su Reino est ya presente entre nos-otros: iam praesens in mysterio, dijo el Concilio Vaticano II21: yaest presente de manera misteriosa. Pues bien, esa presencia de Cristoen la historia se da, fundamentalmente, por la Eucarista.

    b) La Eucarista, centro del culto y del templo

    Si la orientacin a Oriente es una redundancia buscadadistingue al templo cristiano de la sinagoga y demuestra de manera

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    21. CONCILIO VATICANO II, Constitucin Lumen Gentium, n 5.

  • radical que para los cristianos Cristo es el Templo, la actividad quelos cristianos desarrollan en sus lugares de culto muestra una anms profunda diferencia con la Sinagoga y hace patente la naturalezateolgica y derivadamente arquitectnica de esos espacios litr-gicos. Ya hemos dicho que esa actividad incluye, de manera semejan-te a la sinagoga, lecturas bblicas, himnos y salmos, predicacin yoracin. Pero, a eso, los cristianos agregaron algo fundamental: por-que desde el principio, siguiendo el mandato de Jess, ellos se reun-an para celebrar la Cena del Seor:

    Nuestro Salvador, en la Ultima Cena, la noche que le traicio-naban, instituy el Sacrificio eucarstico de su Cuerpo y Sangre, conlo cual iba a perpetuar por los siglos, hasta su vuelta, el Sacrificio dela Cruz y a confiar a su Esposa, la Iglesia, el Memorial de su Muertey Resurreccin: sacramento de piedad, signo de unidad, vnculo decaridad, banquete pascual, en el cual se come a Cristo, el alma se lle-na de gracia y se nos da una prenda de la gloria venidera22.

    La Eucarista pasa as a ser el culto de los cristianos y, en el espa-cio litrgico basilical, se introducir un elemento desconocido de la si-nagoga: el altar. No slo la ctedra o ambn para las lecturas, ni slo lasede para el celebrante, sino de manera principalsima el altar. Y hay al-tar porque hay sacerdocio: el sacerdocio nico de Cristo, que se da par-ticipado en el Pueblo de Dios de una doble forma, que articula todo elculto cristiano: el sacerdocio ministerial o jerrquico, que se recibe porel Sacramento del Orden y el sacerdocio comn de los fieles, que se re-cibe por el Bautismo23. Dir el Vaticano II glosando a San Pablo:

    Cuantas veces se renueva sobre el altar el Sacrificio de laCruz, en que nuestra Pascua, Cristo, ha sido inmolado (1 Cor, 5, 7),se efecta la obra de nuestra redencin24.

    Participando en el Sacrificio eucarstico, sigue diciendo LumenGentium (n 11), los cristianos todos, no slo los sacerdotes!ofrecen a Dios la Vctima divina y a s mismos juntamente con ella.De esta manera, la oblacin, con la sagrada comunin, constituye la

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    22. CONCILIO VATICANO II, Constitucin Sacrosanctum Concilium, n 47.23. Cfr. ID., Constitucin Lumen Gentium, n 10. Me he explicado detenidamen-

    te sobre el tema en P. RODRGUEZ, Sacerdocio ministerial y sacerdocio comn de los fie-les en la estructura de la Iglesia, Romana, Bolletino della Prelatura della Santa Crocee Opus Dei 4 (1987) 162-176.

    24. CONCILIO VATICANO II, Constitucin Lumen Gentium, n 3.

  • fuente y la cima de toda la vida cristiana y, a la vez, la Eucarista, porla que Cristo se hace presente en la comunidad, es la que hace que loscristianos tengan lugares a lo largo del ancho mundo que no son tem-plos, sino el templo en el sentido ms riguroso y profundo.

    Ya se ve cmo las tres tesis anteriores convergen en esta cuartatesis que nos ocupa:

    Porque el templo es Cristo (tesis 1), es templo el espaciolitrgico donde el Pueblo sacerdotal celebra la Eucarista, que esCristo presente en su Cuerpo y Sangre, Alma y Divinidad, ofrecin-dose en sacrificio.

    El templo son los cristianos, ciertamente (tesis 2), pero loson porque han recibido el Bautismo y comen el Cuerpo del Seoren la celebracin eucarstica y pasan as a ser plenamente el Cuerpode Cristo.

    Y la tesis 3 cobra un horizonte insospechado desde estacuarta tesis. Ese culto en Espritu y verdad, no vinculado a Jerusalnni al monte Garizm, ni a ningn otro lugar, haba sido profetizadopor Malaquas (1, 11) en este clebre texto: Desde donde sale el solhasta el ocaso grande es mi Nombre entre las naciones, y en todo lu-gar se ofrece a mi Nombre un sacrificio de incienso y una oblacinpura. La Iglesia Catlica entendi siempre que esa oblacin pura,propia de los tiempos mesinicos, era el sacrificio de Cristo en laCruz hecho misteriosamente presente en todo lugar donde se celebrala Santa Misa25: desde donde sale el sol hasta el ocaso, como dice laPlegara Eucarstica III con las palabras mismas del profeta. Y desdela Eucarista es decir, desde Cristo el cristiano puede transfor-mar todas las circunstancias y lugares del mundo en un espacio parael culto en Espritu y verdad (tesis 3), como escribe San Pablo a losRomanos (12, 1): Os exhorto, hermanos, por la misericordia deDios, que ofrezcis vuestros cuerpos como una vctima viva, santa,agradable a Dios: tal ser vuestro culto espiritual.

    c) El templo y la doble dimensin del culto eucarstico

    Estas consideraciones sobre la Eucarista como fundamentodel templo cristiano nos permiten volver al tema de la orientacin a

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    25. Cfr. CONCILIO DE TRENTO, Decreto sobre el sacrificio de la Misa, sesin XXII(DS, 939).

  • Oriente con mayor perspectiva. El misterio cristiano radica en quea Cristo ya le tenemos (Eucarista), y todava le esperamos (Parusa).Es la estructura ya todava no que domina la economa salvfica. Lasprimeras generaciones cristianas vivan la gozosa presencia del Seorcelebrando sobre el altar la Eucarista, que algunos telogos han lla-mado, con fina intuicin, Parusa eucarstica: la esperada venida deCristo anticipada en el Cuerpo y la Sangre del Seor presente sobreel Altar. Pero la celebraban mirando sacerdote y fieles hacia Orien-te, es decir, hacia el Cristo que viene para llevarlos al Cielo. Vemos,pues, cmo la Eucarista sacrificio y comunin, a la vez que erala Shekinh ms profunda, meta en el pueblo cristiano un anhelode la unin definitiva con Cristo, de verle cara a cara sin los velos delpan y del vino. Este sentido escatolgico de la Eucarista esta ten-sin de la Eucarista a la Parusa est perfectamente expresado enel momento culminante de la Misa, en la Consagracin. Inmediata-mente que Cristo se hace presente sobre el altar, el sacerdote lo anun-cia al pueblo ste es el sacramento de nuestra fe y el puebloresponde: Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurreccin:Ven, Seor Jess!26. Esta es la paradoja del misterio cristiano: Cris-to est sobre el altar y, al mismo tiempo, pedimos que venga.

    Mirar a Oriente, precisamente mientras Cristo se hace presen-te en la Eucarista, nos da la clave del sentido de esa Orientacin: noes Cristo para los cristianos el Ausente que volver y al que se espera,sino el Emmanuel, Dios con nosotros, presente ante nosotros en losmisterios divinos que estn sobre el Altar, pero al que aspiramos acontemplar cara a cara, sin mediaciones sacramentales. Una pro-fundizacin en esta materia lleva a comprender por qu con el tiem-po se dejaron de construir los templos orientados, permaneciendosiempre la referencia clave y el mensaje de esa orientacin: el temploy el altar, el obispo, los ministros y los fieles, la comunidad celebran-te en suma: todo y todos cualquiera que sea el punto cardinal alque se orientan tienen que estar mirando a Cristo. De ah laenorme importancia que adquiere en el templo cristiano la figura deCristo en la Cruz, que preside toda la celebracin.

    En todo caso, esta consideracin de la Santa Misa como Parusaeucarstica, como presencia de Cristo sobre el altar, con la tensin esca-

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    26. Aclamacin inspirada en 1 Cor 11, 26, que se vierte al castellano tomando enprstamo el veni de Apoc 22, 17.

  • tolgica que comporta, lleva a comprender algo que es de la mximaimportancia a la hora de pensar y disear las iglesias. Me refiero a laesencial y constitutiva dimensin vertical y trascendente que tiene elculto cristiano. Porque la comunidad que celebra la Eucarista no esun conjunto de amigos y partidarios de Jess y de sus ideas que se re-nen para celebrar un banquete fraternal en su memoria. La dimen-sin horizontal de la celebracin con todo lo que comporta departicipacin y transparencia ha sido justamente sealada y subraya-da en la reforma litrgica promovida por el Vaticano II, porque estabamuy preterida en la praxis catlica de siglos pasados. Pero ese redescu-brimiento no puede devaluar o atenuar la realidad impresionante deque en la celebracin eucarstica es Cristo en persona el que por suamor se hace presente ante la comunidad, que no puede menos decaer postrada en adoracin ante el Dios hecho hombre. Y que eseCristo, al dar a los suyos la comunin de su Cuerpo y Sangre, nostransforma en su Cuerpo somos el Cuerpo de Cristo (tesis 2) y noshace anhelar, como ya he dicho, la consumacin escatolgica, la ple-nitud final: Ven, Seor Jess! Padre, venga a nosotros tu reino!

    Una asamblea eucarstica y por tanto el aula en que se celebrael Banquete-Sacrificio (tesis 4) tiene que estar configuradas poresta doble dimensin, sin la cual una celebracin ver desdibujarse sucarcter de verdadero culto cristiano: vertical hacia Dios, horizontalhacia los hermanos. Una asamblea que se dispone a celebrar la Euca-rista es, radicalmente, la Iglesia, que se dirige al Padre, por el Hijo enel Espritu Santo para darle todo el honor y la gloria. Es la Iglesia, quepide perdn a Dios e implora su misericordia, la Iglesia que escucha ymedita devotamente su Palabra, que acoge a Cristo presente en los do-nes eucarsticos y lo presenta al Padre como oblacin pura, que loadora postrada a sus pies, que lo recibe en la comunin, que se llenade alegra y canta en accin de gracias. Es una Iglesia que, al experi-mentar su realidad fraternal como Cuerpo de Cristo, desea vehemen-temente la consumacin definitiva a la vez que sale del templo a la ca-lle a la historia humana para continuar ofreciendo al Padre, entodo lugar y circunstancia, la adoracin en Espritu y verdad (tesis 3).

    d) La presencia permanente de Cristo en el templo

    A la hora de pensar el templo cristiano desde la Eucarista puesen ella reside, como hemos visto, toda su legitimidad hay otra im-

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  • portante dimensin del misterio que debemos considerar. Quierotratarla en este momento, cuando acabo de aludir al pueblo cristianoque sale del templo para seguir adorando a Dios en medio de la calle.Los cristianos salen del templo a la vida, ciertamente, pero en el tem-plo permanece Cristo reservado en el Sagrario bajo las sagradas espe-cies del pan y del vino.

    El misterio eucarstico no acaba, pues, con la celebracin de laMisa. Permanece el propio Cristo! En el diseo divino, el Yo estarcon vosotros hasta la consumacin de los siglos ha tomado esta formaeucarstica. El Sagrario, es decir, la presencia real permanente de Cristodespus de la Misa, pasa en consecuencia a ser un referente principal enla configuracin teolgica del templo catlico, porque lo es de la vidacotidiana del Pueblo de Dios27. Lo expresaba Juan Pablo II en un pasa-je en el que trata de explicar qu es un prroco y que es una parroquia:

    Deca antes que Cristo est presente en la Iglesia de maneraeminente en la Eucarista, fuente y cumbre de la vida eclesial. Estrealmente presente en la celebracin del Santo Sacrificio, as comocuando el pan consagrado se conserva en el Tabernculo como cen-tro espiritual de la comunidad religiosa y de la parroquial28.

    Garca Moreno ha podido escribir con pleno rigor teolgico:Cristo, al ser el nuevo Templo, es la sede de la Shekinh, la presen-cia gloriosa y bienhechora de Dios para su Pueblo. Pero esa presenciase realiza en la Iglesia mediante la presencia eucarstica de Jess. Portanto, podemos decir que el Sagrario es el Sancta sanctorum del nue-vo Templo, el lugar donde est, no ya la Shekinh, la Gloria del Alt-simo, sino el mismo Altsimo, Seor de la Gloria29.

    La Iglesia saba, en efecto, desde sus orgenes que el Cuerpo yla Sangre de Cristo permanecan en los dones eucarsticos tambin

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    27. J. RATZINGER, El espritu de la liturgia (Cristiandad, Madrid 2001), 107-113.28. JUAN PABLO II, Discurso a la Asamblea plenaria de la Congregacin para el Cle-

    ro, 23-XI-2001. El texto entrecomillado es de Pablo VI y dice as en su tenor completo:Sabis muy bien, venerables Hermanos, que la Eucarista se conserva en los templosy en los oratorios como el centro espiritual de la comunidad religiosa y parroquial;ms todava, como centro de la Iglesia Universal y de toda la humanidad, porque laEucarista, bajo el velo de las sagradas especies, contiene a Cristo Cabeza invisible dela Iglesia, Redentor del mundo, centro de todos los corazones, per quem omnia etnos per ipsum (1 Cor 8, 6) (PABLO VI, Carta Encclica Mysterium fidei, 38, en AAS57 [1965] 772).

    29. A. GARCIA-MORENO, Jess el nazareno, cit., p. 180.

  • despus de la Misa. Por eso los conservaba con profundo respetopara poderlos llevar a los que no haban podido participar en la cele-bracin, principalmente a los enfermos y para llevarlos a las crcelesdonde estaban prisioneros los testigos de la fe. Se guardaban cuida-dosamente en determinadas casas. La tradicin sobre San Tarsicio, eladolescente mrtir que evoca uno de los epigramas atribuidos a SanDmaso30, es emblemtica de esto que digo: fue muerto a golpes porno querer entregar la Eucarista que llevaba a unos cristianos encar-celados. Un proceso histrico de siglos ha ido llevando a la Iglesia auna profundizacin existencial y teolgica de esta verdad de fe: queCristo est presente, de manera permanente y continua, en los doneseucarsticos. Esta creciente toma de conciencia ha tenido esta senci-lla y gozosa consecuencia: puesto que es l! el que est ah, podemosy debemos adorarle, darle culto, hablar con l, acompaarle, agrade-cerle su presencia. Y as la reserva eucarstica ha ido emergiendo den-tro del templo, sobre todo en la tradicin de la Iglesia latina: desde elpequeo sacrarium en que se conservaba dentro de la sacrista, alSagrario patente a todos, a la Exposicin del Santsimo Sacramentoseguida de Bendicin, a la fiesta del Corpus Christi con la solemneprocesin por las calles y los campos... De esta manera, profundizan-do histricamente en los primigenios datos de la fe, el templo catli-co ha ido siendo configurado por los divinos misterios: ante todo,por la Eucarista en su doble momento: Santa Misa o celebracin delSacrificio eucarstico y Presencia real permanente de Cristo en elSantsimo Sacramento, dos momentos intrnsecamente relacionados.Y como ros que manan de esta fuente, por los dems sacramentos yla compleja actividad que se desarrolla en o en torno al templo catli-co: catequesis, despacho parroquial etc.

    ste es el momento de formular la quinta y ltima tesis:

    Tesis 5. En la Jerusaln celestial es decir, en la Iglesia consumadano habr Templo, porque all Cristo mismo ser su Templo

    La fundamentacin eucarstica del templo, que hemos visto alo largo de la tesis 4, lleva por su propia dinmica a esta tesis final.Es algo paradjico, porque la Eucarista, que se constituye en exigen-

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    30. Carmen XVIII; texto en PL 13, 392.

  • cia mxima de calidad, dignidad y prestancia en el diseo del templo(un templo siempre aspira a ser algo que merezca pasar a las siguien-tes generaciones); esa Eucarista, digo, seala a la vez la provisionali-dad y la relatividad de todos esos edificios. Como dice el ConcilioVaticano II, la Iglesia peregrinante, en sus sacramentos e institucio-nes, que pertenecen a este tiempo histrico, lleva consigo la imagende este mundo que pasa31. Y eso, de manera radical, pues es la Euca-rista el culto eucarstico expresado y realizado con esa dignidadla que pone en el hombre cristiano un deseo creciente de superar eltemplo, los templos, es decir, de ver a Cristo cara a cara y por l alDios Uno y Trino, Padre, Hijo y Espritu Santo.

    El tenor literal de esta tesis 5 est inspirado en el Apocalip-sis, que describe as la Ciudad Eterna, la Jerusaln Celestial (Apoc 21,9-14)32:

    Entonces vino uno de los siete ngeles que tenan las sietecopas llenas de las siete plagas finales y habl conmigo:

    Ven, te mostrar a la novia, la esposa del Cordero.Me llev en espritu a un monte de gran altura y me mostr

    la ciudad santa, Jerusaln, que bajaba del cielo de parte de Dios, re-flejando la gloria de Dios: su luz era semejante a una piedra precio-ssima, como la piedra de jaspe, transparente como el cristal. Tenauna muralla de gran altura con doce puertas, y sobre las puertas docengeles y unos nombres escritos que son los de las doce tribus de los hi-jos de Israel. Tres puertas al oriente, tres puertas al norte, tres puertas alsur y tres puertas al occidente. La muralla de la ciudad tena doce pila-res y en ellos los doce nombres de los doce apstoles del Cordero.

    El texto contina describiendo la ciudad con su lenguaje sim-blico, y en un determinado momento dice lo que directamente nosinteresa:

    La plaza de la ciudad era de oro como cristal transparente.Pero no vi templo alguno en ella, pues su templo es el Seor Diosomnipotente y el Cordero.

    Su templo es el Seor Dios omnipotente y el Cordero. Es decir, elApocalipsis acaba volviendo a lo que en la tesis 1 tombamos del

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    31. CONCILIO VATICANO II, Constitucin Lumen Gentium, n 48.32. Sobre la problemtica del templo escatolgico en el Apocalipsis, vid. Y.M.

    CONGAR, El misterio del Templo, cit., pp. 228-262.

  • Cuarto Evangelio: que, ya en esta tierra, el verdadero Templo deDios no es un lugar sino una Persona: la Persona del Hijo de Dioshecho hombre. Y el camino que nos ha llevado del Cristo de la tesis1 hasta el Cristo de esta ltima tesis ha sido la Eucarista, centro delculto y por tanto del templo cristiano.

    Un doble desafo

    Lo propuesto a lo largo de esta exposicin, especialmente en latesis sobre la Eucarista, con ese su doble momento de sacrificio y depermanencia, implica, a mi entender, un doble desafo a la hora deldiseo de los lugares de culto

    Por una parte, su diseo creativo debe ofrecer a la comuni-dad el espacio adecuado para vivir cristianamente la celebracin dela Eucarista. Debe pues saber situar teolgicamente el altar y lacruz, la sede y el ambn, el celebrante con los ministros y el pueblo.Todo de forma que todos tengan la mirada puesta en Cristo es de-cir, en el Altar y en la Cruz de Cristo, que se entrega al Padre pornosotros y al que miramos, como leemos en Jn 19, 37: videbuntin quem transfixerunt, mirarn al que traspasaron. l es el centro dela celebracin y del templo: porque l es la Palabra de Dios que seproclama y l es la Palabra de Dios que viene hecha carne bajo losvelos del pan y del vino. As, por l, con l y en l, podemos dar alPadre todo el honor y toda la gloria.

    Por otra parte, el desafo teolgico y artstico radica en queel templo catlico, como he dicho, tiene el calor permanente de laPresencia real de Cristo en el Sagrario. Esta segunda dimensin delmisterio eucarstico hace que el templo no sea slo el lugar de la ce-lebracin de actos, que tienen lugar a una hora y a continuacin secierra. (Es sta la iglesia cerrada la imagen clsica de una iglesiaprotestante, que se ha extendido por diversas razones a tantas iglesiascatlicas). No. El templo catlico es, adems, el lugar sagrado sa-grado por la presencia real de Jesucristo en el Sagrario al que acu-den los cristianos para rezar, pedir, agradecer y adorar. Cada uno porsu cuenta, o reunidos de las ms diversas maneras. Fuera de la cele-bracin de la Misa, los cristianos van al templo para mirar a Cristopresente, prximo, amigo. Si esto es as, si sta es la autoconcienciaque la Iglesia ha adquirido en su ya larga historia, esto redimensionael espacio litrgico y tiene profundas consecuencias a la hora de su

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  • expresin artstica. En este contexto, la ubicacin del Sagrario en eltemplo, de manera que responda a lo que teolgicamente es, pasaa ser un punto crucial para la pastoral de la Iglesia. En consecuencia,se constituye en uno de los temas fuertes que la teologa cristiana deltemplo ofrece a la capacidad creativa del arquitecto. Cmo reflejarese carcter central que tiene el Sagrario en la Iglesia a la hora de di-sear un templo? Porque carcter central no significa, evidentemente,centro geomtrico ni geogrfico. Se impone, pues, captar teolgica-mente la unidad de la Eucarista en su compleja estructura sacramen-tal en su doble momento de sacrificio y de presencia permanen-te para hacer de ella es decir, de Cristo el centro del diseodel templo. Este es el gran desafo que la teologa del templo ofrece alos arquitectos y, en general, a los artistas cristianos. Se impone pen-sar esa ubicacin en su relacin con el Sacrificio del Altar el Sagra-rio es fruto del Sacrificio y con el vivir orante de los cristianos.

    En la propuesta de comprensin teolgica del templo que secontiene en las tesis precedentes puede haber acentos diversos de losque se resuenan en otros legtimos planteamientos teolgicos. Pero loque estimo realmente distante de la propuesta son ciertas concepcio-nes pastorales y litrgicas que circulaban sobre todo en los primerosaos de la reforma litrgica que sigue al Vaticano II. Me refiero a lainsistente tendencia a esa forma de secularizacin del culto y del tem-plo con su patente banalizacin de gestos, ritos y palabras queha hostigado a tantas comunidades de fieles. Estimo que una teolo-ga del misterio de la Iglesia que es a la vez comunin y sacramen-to de esa comunin se ha ido abriendo paso en las mentes ms se-renas y sagaces, sobre todo a partir del Snodo Extraordinario de1985. Es una teologa que incita a expresar el misterio en el arte, unarte que sepa conjugar, distribuir y ubicar con profundo sentido teo-lgico, en el diseo del templo, el Altar del Sacrificio y la Cruz con elCrucificado, el lugar para la proclamacin y la predicacin y la sedede la presidencia, el aula de la asamblea y el Sagrario o Tabernculoen el que Cristo, Dios hecho hombre, permanece sacramentalmentepor amor a los hombres.

    El magisterio de la Iglesia apunta claramente en la lnea que leshe propuesto:

    La naturaleza orgnica de los bienes culturales de la Iglesiano permite separar su goce esttico de la finalidad religiosa que per-sigue la accin pastoral. Por ejemplo, el edificio sagrado alcanza superfeccin esttica precisamente durante la celebracin de los mis-

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  • terios divinos, dado que precisamente en ese momento resplandeceen su significado ms autntico. Los elementos de la arquitectura, lapintura, la escultura, la msica, el canto y las luces forman parte delnico complejo que acoge para sus celebraciones litrgicas a la co-munidad de los fieles, constituida por las piedras vivas que formanun edificio espiritual (cf. 1 Pet 2, 5)33.

    El templo, pues, como mbito para la celebracin de los mis-terios divinos, en los que se anticipa la Jerusaln Celestial, porqueCristo mismo se hace presente y nos toma para hacernos miembrosde su Cuerpo y templos del Espritu. Esto, comprendido en toda sufuerza teolgica, es uno de los grandes retos de hoy a la accin pasto-ral de la Iglesia y al ingenio creador de los artistas.

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    33. JUAN PABLO II, Discurso a los miembros de la Comisin Pontificia para los bienesculturales de la Iglesia, 19-X-2002.

    Tesis 3Per concludere